La de trenzas se volteó y una enorme sonrisa. Pensó que ver de repente a su hermano en su hogar se trataba más de un sueño. Talló sus ojos varias veces para comprobarlo. Una vez que confirmó que era más que real, se fue a correr a los brazos del masculino.
—¡Link! -exclamó de completa felicidad la chica. Link correspondió recibiéndola en sus brazos, con una calidez que ambos extrañaban desde hace un buen tiempo. —¿Qué haces aquí en Hateno? Pensé que regresarías en unas semanas más adelante. Además, no enviaste ninguna carta con anticipación.
—Con lo ocupado que estoy se me pasa, pido una disculpa, je… pero pienso que es mejor cuando es una sorpresa, ¿no crees?
—Ay, hermano. Pero sí, es verdad. Me alegro mucho de verte de nuevo. Te extrañé demasiado…
—Yo también te extrañé, pequeña. -sonrió el chico con dulzura.
Mientras compartían su momento especial, Zelda les miraba con una sonrisa amable, pero por dentro en su ser abundaba… ¿pena? ¿nostalgia?...¿acaso se sentía así, porque ya no volvería a sentir el poco calor familiar que alguna vez tuvo en su vida?
Giró su cabeza para deshacerse de esos pesares y se les acercó con timidez, dirigiéndose en específico al muchacho.
—D-Disculpa -su voz era suave pero también nerviosa. —¿Tú eres Link… el chico que me salvó?
Los jóvenes se separaron en cuanto Zelda nombró al ojiazul de cabellos canela. El semblante de Link volvió a cambiarse a uno más serio a comparación de como se mostraba con su hermanita cuando se reencontraron. Tendría que hablar seriamente con cierta chica después. —Sí, soy yo. ¿Estás bien?
Aunque Link le hiciera la pregunta por cordialidad, Zelda no podía evitar sentir cierto temor cuando observaba su filosa mirada.
—Sí, estoy muy agradecida por lo que hiciste, de verdad. Te debo la…
—No hay nada que agradecer. -Interrumpió cortante él. —En serio, no es necesario. Sin más, yo me retiro con mi hermana. Fue… curioso ver que se encontraran, pero Hateno es tan pequeño que todo mundo se conoce.
—Uh, pues...
—Espero que tengas un buen día. Con permiso. -Link se dió la media vuelta, no obstante, Zelda le detuvo cruzándose en su camino de forma abrupta. El chico paró en seco, quedando más cerca de la fémina. No fue hasta ahora que puso atención de forma inconsciente a esos grandes ojos verdes, que a pesar de su belleza, supuso que hacía falta algo en ellos.
—Oye, una cosa más. No encontré mis pertenencias conmigo y supuse que tú sabrías algo de ellas..
Había olvidado regresarlas. Si se las hubiera dejado, tal vez Rya nunca habría dado pistas de quién salvó a la rubia.
''Que tono, soy tan descuidado''.
—Sí, las tengo conmigo. Puedes esperar aquí, te las traeré y...
—Vamos a casa con ella, Link. -interrumpió la pequeña, quien miraba en silencio desde lejos aquella escena. —No sé bien qué pasó, pero se nota que necesita una mano. Además, mírala -apuntó al aspecto de Zelda, quién no evitó sentir cierta vergüenza. Link le lanzó una mirada furtiva por hacer ese tipo de señalaciones. —Sirve de que come algo delicioso, así puede calmar un poco el estrés que ha tenido después de lo que ha pasado, ¿no? -Aryll observó a la rubia, que se mostraba nerviosa. Estuvo a punto de abrir su boca, pero su estómago fue más rápido, soltando un rugido que habló por ella. Zelda agachó la cabeza apenada, mientras que la de trenzas se aguantaba la risa y Link… Link solo miraba todo con enfado.
—Está bien. Vámonos.
''Me aseguraré de que tu estancia sea corta''.
Con incomodidad y dudas, Lanssyer les acompañó. No percibía buenas vibras del chico, así que evitaría quedarse mucho tiempo para retirarse lo más pronto posible de ahí.
…
Cuando Link y compañía llegaron a la casa, Ezlo se sorprendió de ver a alguien más en su hogar. Link le dió una muy breve explicación de la situación y el hombre entendió rápido. Otra vez, su nieto había hecho algo de lo cual se enorgullece enormemente.
Zelda, por su parte, también explicó el cómo había terminado ahí, omitiendo obvios detalles, cómo su procedencia y relación con la nobleza. Se excusó diciendo que era una viajera más de los que abundaban por todo Hyrule.
—Mi nombre es Ezlo, jovencita. Siéntete segura de estar aquí en esta humilde morada, pues como pudiste ver, mi nieto ha hecho una acción muy valerosa. Te ayudaremos en lo que podamos.
—Gracias, señor, eso lo he comprobado y confío en sus palabras. Y me llamo Zelda, es un placer conocerlo.
—¡El gusto es mío!
Aunque no llevaba mucho tiempo interactuando tanto con el hombre mayor como con la preadolescente, ambos le emitían a Zelda más amabilidad que alguien en especial. ¿Por qué él no era cómo su familia?
—Bueno, yo me iré a preparar la comida.
—Yo te acompaño, hijo. -Ezlo se colocó al lado de Link. —Déjame ayudarte. Aryll, atiende a nuestra invitada, por favor. -prosiguió el herrero y apresuró al muchacho a retirarse rápido a la cocina.
—¡Claro, abuelo!
La de trenzas llevó a la chica a su habitación, que se ubicaba justo al lado de la suya. Zelda le indicó cuáles eran sus cosas y Aryll las buscó en la pieza de Link. Le regresó su bolsa, pero al revisarla, se percató que le hacían falta muchas cosas.
—No está mi dinero, mis ropas, mis joy… digo, mi mercancía. -suspiró.
—Se lo debieron haber llevado esos ladrones antes de que Link se encargara de ellos.
—Probablemente, digo, no desconfío de tu hermano, se ve que es buena persona. Por eso ni siquiera me molesto en sospechar de él.
Aryll analizó muda, por unos segundos, una solución para ayudar a Zelda.
—Vamos a la boutique de Hateno, ahí hay mucha ropa cómoda y sobre todo asequible. Yo te la compraré. -sonrió.
—No hace falta, ya con que me hayan ofrecido su hospitalidad me es suficiente.
—No te preocupes. Además, no tienes un lugar a donde regresar, ¿verdad? por lo que pasas por una situación difícil. Quiero aportar también mi grano de arena.
Zelda solo pudo sonreír con cierta pena, ante la gran amabilidad y altruismo de la pequeña. En cuanto sus circunstancias mejorasen, ella iba a devolverle el favor sin falta.
Ambas salieron a la boutique. Zelda se probó varios atuendos, hasta que una túnica color azul, con bordados característicos del pueblo la convencieron. También compró unos pantalones, botas, una camisa blanca y otras prendas que necesitaría. Regresaron a su hogar y Aryll alistó el baño para que la joven forastera pudiese darse la ducha que tanto le urgía tener, desde el día de ayer. Luego, salió ya con su atuendo nuevo.
Se vió en el espejo detenidamente, le agradaba lo distinta que lucía. Sintió más comodidad, a diferencia de su traje azul ostentoso de hilos dorados de seda, o lo que alguna vez fue el uniforme diario de aquella chica que vivía en el castillo, la hija de una importante figura política y al mismo tiempo, fue una clase de prisionera, a la que le limitaban tener libertad propia.
Ahora ella lucía como una aldeana más. Lo único que conservó era su trenza, pues cuando su madre vivía, ella se la solía hacer. Además, en varias ocasiones, solía portar dicho peinado cuando se hartaba del mismo que llevaba todos los días.
Aryll llamó a Zelda, anunciando que la comida ya estaba lista. Salió del cuarto de la más joven de los Färutt y se fue al comedor, donde dichos miembros ya estaban sentados con sus platos.
En el momento que la vieron, se asombraron, pero el que se quedó sin mucho que pronunciar fue el ojiazul. Ezlo y Aryll por su parte, la recibieron con halagos.
—Con todo el respeto, déjame decirte que te ves muy hermosa, señorita Zelda. Mi nieta me comentó que te regaló la ropa, y ha sabido escoger el conjunto ideal para ti. -dijo Ezlo sonriente.
—¿Lo ves? A ella también le encantó cuando vió esa túnica. Dijo que los diseños de Hateno eran creativos y llamativos. -prosiguió la de ojos celestes.
Link, después de unos segundos (y de un codazo de parte de Aryll) soltó un par de palabras.
—Se te ve… bien. Espero estés más agusto, las ropas que tenías antes se hicieron un desastre.
—Gracias… -respondió Zelda desviando la mirada.
—¡Anda, jovencita! Esta sopa de calabaza que hizo el muchacho es una exquisitez. ¡No te puedes ir de esta casa sin haber probado un manjar hecho por las manos de mi nieto! -El herrero tomó la muñeca de Link , para recalcar que su nieto tenía un don especial para la cocina. Link reaccionó apenado.
—Está bien… con su permiso.
Zelda se sentó con ellos y acomodó los utensilios de cocina en un orden muy peculiar, dejando a los demás con ojos curiosos. La forma en que comía era muy rigurosa y educada, cosa que causó extrañeza, ya que había declarado que era una viajera, pero parecía que tenía modales de alguien cuya sangre era azul.
Estuvieron platicando de varias cosas por un buen rato. La más joven de la familia y la antigua noble descubrieron que compartían cierto gusto por la ciencia, inclinándose en cómo esta podría beneficiar a los hylianos, zoras, goron, gerudo y ornis de gran manera en sus vidas diarias. Aryll vio en Zelda esa hermana que siempre quiso tener. Amaba a su hermano mayor, pero también deseaba tener una hermana con la que podría compartir más cosas y no ser la única fémina de la casa, que por cierto, le ayudaría también a lidiar su tristeza y hueco en su corazón, cuando el espadachín se fuese a trabajar de nuevo. Ezlo, quien también mostraba simpatía con ella, se asemejaba a la figura paterna que hace muchos años le brindó cariño y amor a su único retoño, ese hombre que le dedicaba tiempo a la pequeña Zelda cuando su madre aún yacía en vida.
Estar con ellos le traía buenos recuerdos. Unas dulces memorias que la inundaban de nostalgia, por aquellos días que ya no volverán jamás y se quedarán para siempre en ese bello pasado tan lejano.
Sin embargo, Link se limitaba a consumir sus alimentos y en ocasiones a coincidir con lo que decían sus parientes, pero nunca se inmutó en hacer una pregunta o hablar directamente con Zelda.
Después de haber pasado ese amistoso rato de convivencia, Aryll quiso llevar a su nueva amistad a su pieza una vez más, para enseñarle sobre sus últimos estudios de medicina. Link rápido se percató de esto, y como lo había planeado antes, iba a hacerse cargo de Zelda.
—Creo que se está haciendo tarde, la señorita Rya ha de estar preocupada.
—¿Rya? ¿Hablas de la encargada de la posada de aquí? -preguntó Aryll.
—Este… sí. -habló Lanssyer. —Me ha de estar esperando. Me fui tan deprisa de la posada, que ni le expliqué nada más. -Se dirigió a la sala, donde había dejado su saco. —Agradezco de nuevo su hospitalidad. Ustedes son las personas que todo Hyrule necesita y no esos malhechores, pues con todo lo que han hecho, me han demostrado que aún hay gente de buena fe y corazón en este reino. -Tomó sus cosas y caminó hacia la puerta, pero alguien le jaló de la bastilla de su túnica.
—¿Seguirás con tu viaje mañana?
—Aryll… -Link se aproximó, guardando sus verdaderas emociones, cosa que dominaba muy bien desde que había entrado a laborar como caballero. —Ella tiene cosas que hacer, no podemos detenerla. Además, estoy seguro que después de esta experiencia, ya sabe por qué lugares no rondar como si nada. ¿Verdad?
La ojiverde asintió sin mover los labios. No quería admitirlo, pero desde el primer contacto con Link, no se sentía agusto. Era como si el paladín le tuviera rencor, pero ¿por qué si apenas hoy supo de su existencia?
—Pero Link…
—Tu hermano ha acertado por completo. Tengo un trayecto que recorrer, y sobre lo que pasó no deben preocuparse, he aprendido que no debo pasar por esas zonas en el resto de mi vida.
—Mi abuelo sigue trabajando, ¿no quieres ir a despedirte?
Zelda miró a Link, como si esperara la aprobación de este. Y cómo lo había supuesto, la seria mirada del chico significó un rotundo no.
—No quiero interrumpirlo, tampoco deseo que la señorita Rya se desespere más de lo que ya debe estar. ¿Puedes darle las gracias de mi parte, por favor?
—...Bien… -Aryll se entristeció por la repentina partida de la muchacha.. Le había gustado estar con Zelda, se le hacía una persona sencilla y agradable. Y de alguna forma, le parecía que era como alguien ''de otro mundo'' (o que era algo más que una simple viajera, mejor dicho). —Pero si te vas, pásate primero a despedirte, ¿sí? nos ha encantado tenerte en esta casa y queremos saber que estás bien y estás de verdad preparada para continuar.
Los enormes ojos suplicantes de la chiquilla fueron suficiente para que Zelda fuese convencida de volver, por lo menos, a dar el adiós definitivo.
—Lo haré, no te preocupes.
Aryll se le lanzó sin dudarlo para darle un abrazo, uno tan cálido como el que le había dado a Link. Zelda también la envolvió de la misma manera, sintiendo que un vacío inexplicable se había llenado, por lo menos un poco.
Después de la emotiva despedida, Zelda se fue casi corriendo a la posada, mientras Aryll le miraba de lejos desde la entrada de su hogar. Cuando su silueta dejó de ser visible, se dirigió a Link.
—¿Por qué la prisa?
Link, quien ahora lavaba los platos, se hizo el desentendido.
—¿A qué te refieres?
—Eres un caballero, Link, ¿por qué en vez de asegurarse de su integridad dejando que se hospede aquí, decidiste echarla en este mismo día?
—¿Qué dices? -El Färutt se ofendió, aunque siguió dando la espalda para disimular. —Yo no la eché de aquí. Esa chica… es una viajera, Aryll, ellos tienen un estilo de vida distinto al nuestro. Lidio con gente así todos los días en mi trabajo y ellos consideran el tiempo como algo más valioso que una rupia dorada, o incluso que el mismo diamante. -Link argumentaba tratando de sonar lo más neutral posible.
—Se supone que tú te encargas de que haya seguridad, calma y nada de riesgos para que los pobladores puedan vivir tranquilos, pero eso que hiciste fue todo lo contrario. No es algo digno de un caballero, ¿sabes? -La menor no estaba muy convencida de las declaraciones de su hermano. Ella era bastante lista, sabía que algo no andaba muy bien desde que se habían visto las caras Zelda y él, pero creyó que no era algo importante, que a lo mejor era porque Link había llegado cansado de su recorrido de Akkala hasta Hateno y por ello se comportaba ''extraño'' , o que era algún producto de su imaginación.
El ojiazul suspiró indignado. No quería pelear ni nada que fuese a arruinar el día que regresó a su hogar. Aryll a veces sabía más de lo que debía conocer.
—Voy a entrenar, no puedo dejar de hacerlo aunque esté de vacaciones, no quiero perder el ritmo. -expresó el, como si Aryll no supiera de eso, aunque ella ya lo sabía de sobra. —En una hora regresaré para cocinar la cena.
Sin ánimos de seguir hablando con ella, se fue rápido al patio lateral a hacer lo suyo. Aryll sólo se quedó pensando en las palabras de su hermano mayor, tratando de buscar una explicación lógica a su comportamiento poco adecuado.
…
Zelda llegó con Rya, a quien se le veía ansiosa porque ella no llegaba. Le explicó lo que pasó y cuando escuchó el nombre de Link, su cara se pintó de preocupación. Este le había pedido explícitamente que no le dijera su nombre, nada que revelara la identidad de la persona que rescató a Zelda. Pero tampoco podía cumplir con aquello del todo, puesto a que la joven rubia se encontraba en una situación complicada, era una forastera que había pasado por algo terrible y que necesitaba apoyo más que nunca, por lo que complicarle la vida no le parecía justo, aunque no fuese algo intencional.
Y a decir verdad, no comprendía la insistencia de Link por querer ocultar algo así, siendo algo muy irónico viniendo de un caballero, un hombre que salva vidas a cada rato.
Ese chico era un caballero poco usual.
Una vez que ambas se prepararon para dormir, se pusieron a platicar de otra cosa.
—En serio aprecio tu oferta, pero tengo un viaje que emprender. No puedo quedarme en un solo lugar.
—Ya veo… pero, ¿cómo piensas subsistir? dices que te robaron tu mercancía esos rufianes, por más que no tengas un hogar que cuidar hay gastos que debes cubrir.
—Ya conseguiré la forma. -dijo la rubia. Zelda quería seguir su camino para continuar con sus investigaciones y era imprescindible salir a explorar por todas esas vastas tierras de Hyrule.
—Veo que no puedo hacerte cambiar de opinión. -Rya se levantó de la cama. —Bueno, entonces si te vas mañana… -Tomó con cuidado las manos de Zelda, para emitirle confianza. —Te deseo mucha suerte y que las diosas te acompañen.
—Muchas gracias, señorita Rya.
—Llámame solo Rya, querida. Si te pasas de nuevo por aquí, ven a visitarme, por favor. -sonrió. —Aunque no lo parezca, me has hecho compañía… bueno, además de mi amigo Manzak. -un ligero rubor apareció en las blancas mejillas de la dueña de la posada.
—¿Manzak? ¿Quién es?
—Es… un amigo mío, jeje. Creo que ya es hora de dormir. Buenas noches, descansa.
—Buenas noches e igualmente…
Y así, otro día termina para la joven, que con todo lo que transcurrió, no puede negar que Hateno es un sitio interesante e incluso atractivo para habitar.
¿Qué será lo que le depare el mañana?
…
Parece que nuestro caballero favorito se ha puesto algo especial con Zelda… pero ya veremos cuanto le dura el orgullo a cada uno xd.
Este capítulo no fue tan extenso, o bueno, le faltaron unos cuantos centenares de palabras para llegar a las 3000, lo que yo considero más que suficiente para un capítulo. Espero les haya gustado y nos leemos en la siguiente parte. ¡Felices fiestas!
