PROEMIO · Caja de Pandora

Abrió la caja y ese fue el inicio de que todos los desastres sucediesen, y que en ese momento, estaba camuflado por una hermosa melodía que la había dejado hipnotizada.

La expresión de una Hikari de quince años fue tan tierna como aquel melódico sonido que salía de la caja de música, que le habían regalado. Su primera impresión al verla, le había parecido hermosa. Pero la joven se había quedado sin más palabras que describirla, tras escuchar el suave sonido que salía de aquella caja tan característico: De color rosado con la textura de alas de ángeles.

Como heredera del emblema rosa de la luz, y un digimon gato que cuando digievolucionaba se transformaba en una preciosa ángel mujer, no había duda de que aquella caja de música estaba hecha para ella.

Sin embargo, lo que la hacía más personalizada era la melodía de Holy Light donde Hikari no podía sentirse más encantada con aquel regalo que Takeru le había obsequiado.

Regresaban de las vacaciones de verano. Tanto Takeru como Yamato habían ido con sus padres a Francia.

Los padres de Takeru y Yamato se habían divorciado cuando estos eran unos niños muy pequeños, y ahora, tras indecisiones, apartar su orgullo y reconocer que aún se querían, ambos adultos habían decidido darse otra oportunidad y se habían vuelto a casar.

Lo habían hecho en París, la ciudad del amor, como los parisinos lo denominaban. Y también, había sido uno de los puntos importantes, donde los digimon la habían atacado hacía cuatro años. Allí vivían los parientes maternos de Takeru y Yamato, por lo que sus padres no solo habían aprovechado eso, sino también el celebrar su segunda luna de miel en aquel lugar de ensueño, que a Hikari le encantaría visitar.

Su hermano mayor Taichi había estado.

Hace cuatro años, cuando se habían dividido para destruir las torres oscuras que habían por todo el mundo y regresar a los digimon confusos a su mundo, su hermano se había quedado con Takeru en Francia. Por lo que su hermano le había contado, que en París habían conocido a una chica muy guapa.

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-Tenías que verlo. Hasta Takeru y su abuelo se quedaron prendados de ella.

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Hikari solo había sonreído divertida, pero tratando de ocultar su tristeza.

Conocía a Takeru desde que tenían ocho años. El destino había querido que se conociesen bajo el título de Niños Elegidos.

Los dos, en aquellos tiempos, los únicos niños de ocho años.

Los más pequeños, pero poseedores de emblemas sagrados y de digimon ángeles y poderosos.

Aquello los había unido de forma inevitable, teniendo un lazo, que tres años después se hizo un poco más fuerte.

Takeru que vivía solo con su madre, se habían mudado al distrito de Odiaba, donde estaba ella. Y una vez más, el destino los había juntado en la misma clase. Desde entonces, y en su segunda aventura digital, se la habían pasado siempre juntos, sintiendo la protección de Takeru en todo momento. Sintiéndose tranquila, porque allí estaba él para ayudarla y salvarla.

Ella era la luz. Pero necesitaba de la esperanza para que su luz siguiese brillando.

Sin embargo, en aquellos momentos y hasta hace un año, ella solo lo había visto como un amigo muy especial. Cuando Taichi le había comentado lo de aquella chica de Francia, ella había sentido celos, sí.

Pero de perderle como amigo. No por algo sentimental.

Y años después, cuando Mochizuki Meiko había aparecido en sus vidas, donde Takeru coqueteaba juguetonamente con ella, ella no se había sentido preocupada.

Quizás porque había una diferencia de tres años entre Takeru y Meiko, eso es lo que ella quería creer para autoconvencerse de que Takeru no tenía sentimientos hacia Meiko. Aunque ahora, podría afirmarlo con seguridad, ya que Meiko se había convertido en la novia de su hermano Taichi. Y se notaba que estaba muy enamorada de él.

Pero ahora que ella tenía quince años, habiendo vivido tanto con Takeru, una venda que tenía sobre sus ojos había sido sacada y ahora, no veía a Takeru como su amigo de la infancia, o un amigo especial.

Así cómo la caja que había abierto desvelando lo que le parecía magia, a ella le había pasado lo mismo.

Mirándole fijamente, se lo encontró con una sonrisa tierna que la sonrojó y la obligó a volver a fijar sus ojos rojos en la caja de música con una expresión que preocupó a Takeru.

-¿No te gusta? –preguntó el muchacho.

Los años habían convertido a Takeru en un apuesto joven, que competía con su hermano en número de admiradoras.

La diferencia entre el mayor y el menor de los hermanos era que, mientras que Yamato no les hacía mucho caso, Takeru siempre las atendía amablemente, y hasta las invitaba a eventos especiales cómo los conciertos musicales de Yamato. Eso hacía que las chicas se sintiesen esperanzadas en poder conseguir al más joven de los (ahora) Ishida.

Y hasta ahora, Hikari no se había percatado de que su relación podría correr peligro si Takeru aceptaba alguna de las declaraciones de aquellas chicas.

-¿Hikarichan?

El llamado de Takeru, despertó la depresión de Hikari, y a forzar una sonrisa.

-Claro que me gusta, Takeru. Es que no me esperaba que me trajeras un recuerdo de Francia.

-Fue Sorasan quién descubrió la caja de música.

Takenouchi Sora era la pareja del hermano mayor de Takeru. Llevaban siete años juntos, tres años como buenos amigos, y cuatro como novios, por lo que ella ya era considerada parte de la familia Ishida. Especialmente, cuando Yamato y Sora tenían previsto en casarse en nochebuena, el día en que celebraban su aniversario de novios todos los años.

-Cuando me llamó para enseñármela, enseguida me acordé de ti –continuaba Takeru con suavidad y con una expresión de infinita ternura.

Hikari sonrió con cierta pena.

Le reconfortaba aquellas palabras.

-Muchas gracias –y para salvar el rojo y la vergüenza que la cubría, dijo-. Si estabas con Sorasan, imagino que también estaba Yamatosan. Puedo imaginarme su cara de desagrado de arruinarle su cita con Sorasan.

-Ahora que lo dices, sí que estaba un poco molesto conmigo –recordó Takeru con toque inocente, que a Hikari le pareció divertido-. Pero eso le pasa por tener como novia a una chica que no le gusta dejar a nadie de lado –agregando de manera pícara, riéndose con ella.

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Sentada sobre la silla que daba a su escritorio, Hikari contemplaba la caja de música y el sonido que salía de ella con los ojos cerrados.

La melodía era tranquila pero alegre, capaz de animarla en los momentos que estuviera deprimida. La hacía también soñar con Takeru y con todos esos momentos que había pasado con él.

Era tan relajante, que cuando paró bruscamente, se llevó una sorpresa al abrir los ojos y encontrarse frente a frente con Tailmon.

Sobresaltándose del susto, tardó en reaccionar y darse cuenta de que había sido la digimon quién había cerrado la caja de música. Y con una sonrisa casi divertida, no dejaba de observarla fijamente.

-Vaya Hikari, ¿se puede saber en qué estabas pensando? ¿O debería decir en quién?

Colorada de pies a cabeza, Hikari se levantó de su silla.

-En… En nada…

Tailmon rió divertida y mirando la caja, después volvió a ver a su amiga. Saltando de la mesa del escritorio al suelo con el objeto entre sus manos, se lo tendió.

-¿Es de Takeru?

-¿Eh?

-Si esta caja tan bonita, ¿te la regaló Takeru?

Hikari recogió el objeto con ambas manos y lo arrimó contra sí, escondiendo su afirmativa en ella.

Tailmon sonrió con mucha ternura y yendo hasta la camita que tenía al lado de la de Hikari, se sentó sobre ella para decirle.

-Se ve que por fin te has dado cuenta.

Hikari la miró con mucha curiosidad con aquel carmín que cubría en sus mejillas, sin poder creerse que lo que estuviera imaginando fuese cierto.

-Estás enamorada de Takeru –y las mejillas de la joven Yagami no pudieron ser más rojas. Tailmon rió aún más-. Llevo sospechándolo desde hace muchos años, pero era algo que tenías que darte cuenta por ti misma, Hikari. Aunque me pesase –agregando por lo bajo, con la vista hacia otro lado.

Sin abandonar el rojo que tenía por toda la cara, Hikari miró la caja de la música y luego a su digimon.

Desde siempre Tailmon había sido su amiga especial. Aunque fuese un digimon, la consideraba su mejor amiga, y la única a la que podía confiarle cualquier cosa.

-Hum –afirmando lo que decía Tailmon-. Supongo que soy una tonta por no darme cuenta de mis sentimientos hasta ahora.

-Para nada –negando compresiva la gata digital-. Según lo que Sora le dijo a Piyomon, son cosas naturales que le pasan a todos los enamorados. Los sentimientos de amor y amistad a veces son tan confusos, que cuando pasa algo tan normal como especial, es cuando te das cuenta de cuáles son tus verdaderos sentimientos hacia esa persona.

-Es como si Sorasan hablase por experiencia propia. Pero –entristeciéndose-, yo no tengo tanta confianza como ella para declararme a Takeru.

-Eso también es natural, Hikari –siguió la gata-. Piyomon me contó que a Sora de no ser por ella y por Taichi, jamás se hubiese armado de valor para declararse. No es fácil declararse a la persona que quieres -argumentando con tanta pena que era imposible no darse cuenta de lo que eso significaba.

Y en esos momentos, Hikari descubrió que su propio digimon también tenía alguien especial en su corazón y que no se atrevía a confesar.

-¿Patamon? –pronunció simplemente la adolescente.

Y un simple nombre bastó para que Tailmon entendiese lo que su compañera humana pensaba.

Suspirando pesadamente.

-Sé que es raro que un digimon se enamore, pero…

-No, no, para nada –negaba la humana frenéticamente-. No tengo prejuicios contra eso. Aunque seáis seres digitales, tenéis sentimientos de amistad, así que de amor es normal que también los tengáis.

-¿De verdad? –cuestionó la gata algo insegura. Así cómo Hikari le contaba sus problemas, ella también se sentía libre de contarle los suyos.

-Por supuesto, Tailmon. Y estoy segura que el resto opinará igual que yo.

-Gracias, Hikari. Pero –y su tono se volvió ahora autoritario-, desde luego no pienso declararme a Patamon si tú no te declaras antes a Takeru.

Y Hikari se puso entre nerviosa y roja por esas palabras que parecían ser más bien una orden que otra cosa.

Por supuesto, declararse a alguien que conoces de hace mucho tiempo, y con el que has pasado momentos tristes y felices, se necesitaba de muchísimo coraje. Además, estaban varios factores.

¿Y si Takeru no la veía de la misma manera?

¿Y si al declararse, aquella amistad tan especial se perdía?

¿Y si Takeru sentía algo por otra chica?

Y los días iban pasando, donde Hikari tenía la intención de declararse, pero siempre aparecían esas teorías rondando por su cabeza, y sus intentos quedaban en fracasos.

Tailmon no paraba de regañarla, y que dejase de romperse la cabeza, ante lo que para la digimon le parecía algo muy obvio lo que pasaba entre ellos dos.

Incluso, la había acompañado en una ocasión cómo punto de apoyo para que se le declaraba, pero ni aún así.

Llegados a aquel punto, Tailmon le sugirió que lo hablase con Sora. Pero la pelirroja estaba ocupada con los preparativos para la boda, por lo que no se esperó que se presentase en su casa con Piyomon para darles en persona a su hermano y a ella, la invitación de bodas.

-Sé que no es necesario, porque estáis más que invitados, pero me hacía ilusión entregárosla en persona.

La cara que se le había quedado a Taichi al ver en el sobre los nombres de Ishida Yamato junto al de Takenocuhi Sora fue de una profunda tristeza que Hikari no entendió.

-Muchas gracias, Sorasan –habló Hikari, puesto que su hermano parecía estar desganado. Había aprovechado su visita para invitarla a tomar algo y así contarle su problema. El asunto era la presencia de su hermano mayor, por lo que debía alargar su estadía hasta que Taichi se ausentase-. ¿Y ya tenéis todo preparado?

-Más o menos.

-¡VA A SER UNA BODA INCREÍBLE! –interrumpió Piyomon más emocionada que la propia novia- ¡LA HAREMOS EN EL MUNDO DIGIMON! ¡AL AIRE LIBRE! ¡CON UN ARCO BLANCO PRECIOSO! ¡Y EL VESTIDO DE SORA ES ÚNICO EN EL MUNDO Y HERMOSÍSIMO! ¡LO CONFECCIONÓ ELLA MISMA!

-Vale ya, Piyomon –pidió Sora algo avergonzada.

-Así que iréis al estilo tradicional –comentó Taichi con voz monótona.

-Así es. Fue algo que decidimos Yamato y yo.

-¿Y dónde anda el novio afortunado?

Fue su imaginación, o hubo algo de sarcasmo en la voz de su hermano.

-Hablando con su familia de Francia. Aunque sea una boda, Yamato quiere que sea algo sencillo, con nuestros padres y con vosotros. Nuestros seres más cercanos. Ya sabes que no le gusta ser muy protagónico.

-Hacerla en el Mundo Digimon no me parece una boda sencilla –repuso Taichi.

-Es que –y cabizbaja con una extraña sonrisa-, eso fue idea mía.

-¡ESO ES PORQUE…! –iba a explicar Piyomon, pero su pico fue cerrado por la propia Sora que tenía un rostro tan colorado cómo si dijese algo muy relevante.

-¡YA TE DIJE QUE NO LO DIJERAS! ¡RECUERDA QUE NI YAMATO LO SABE!

Piyomon rió divertida, entendiendo, pero aquello tan misterioso picó la curiosidad en Agumon y un poco en Hikari también.

-¡¿Qué es?! ¡¿Qué es?! ¿Acaso es algo de comida?

Piyomon rió por lo bajo, no por las palabras de Agumon, sino por la actitud de Sora. Una actitud de novia enamorada y avergonzada, pero con una sonrisa al sentirse correspondida por la persona que tanto amaba.

Y eso molestó a Taichi.

-¡Vamos, Agumon!

Levantándose abruptamente, sorprendiendo a todos los presentes, y sin esperar al digimon se marchó de la casa con un Agumon siguiéndole a duras penas.

Parpadeando varias veces, las cuatro que quedaban miraban la puerta sin entender esa actitud tan brusca y grosera de Taichi.

-¿Qué le pasa a Taichi? Me ha dado la sensación de que desde que llegué ha estado molesto conmigo.

-A mí también me lo pareció –apoyó Piyomon-. Y te miraba de una manera tan rara.

-A lo mejor es que siente algo de envidia. Cómo hace meses que no ve a Meikosan –sugirió Hikari.

-Y solo se comunica semanalmente por teléfono o por mensajería.

-Es verdad. Se fue a estudiar diseño de interiores a Nagoya. ¿Qué tal le va?

-Por lo que me cuenta Taichi, bien –contestó nerviosa con una gota. La verdad es que poco o nada sabía de la vida de la novia de su hermano.

-Bueno, en la boda se la robaremos un momento a Taichi para que nos cuente –acabando el café que le habían servido-. Creo que es hora de irme.

Justo en ese momento, Hikari sintió un codazo de Tailmon, y cuando la pelirroja tenía el cuerpo medio levantado, Hikari la llamó de forma exagerada, sorprendiéndola.

-Perdona -se disculpó ella con pena-. En realidad, quería hablar asolas contigo de algo.

-Oye, Piyomon, yo también tengo que hablar de algo importante contigo. ¿Vamos a la habitación de Hikari? –así dejaría a las dos humanas con la privacidad que su amiga necesitaba.

-¿Sucede algo, Hikari? –preguntó Sora preocupada.

-Bueno… Yo… -sintiéndose peor que Meiko en sus momentos de timidez-. Quería saber… Cómo… Cómo fuiste capaz… de armarte de valor… para declararte a Yamatosan… -mirando su propia taza de café.

El otoño estaba a punto de terminar, aún así, quiso dar su último canto en la calle, con un aire frío que obligaba a la gente a correr a sus casas.

Un canto que sonó incluso a través de las ventanas del balcón cerrado. El sonido que llenó el silencio que se formó entre las dos humanas.

-Por Piyomon –confesó Sora con sus recuerdos puestos en aquella nochebuena de hace cuatro años. Hikari alzó la mirada para observarla atentamente, donde Sora recordaba aquellos momentos con una sonrisa divertida-. No paraba de insistirme en que me declarara. Lo decía una y otra vez, cómo si fuera un loro que habla sin parar. La verdad, es que casi me sentí obligada a declararme. Y bueno, no puedo quejarme de ello –acariciando su anillo de compromiso con mucho cariño.

-Entonces, ¿tú también te sentías insegura?

-¿También? –repitió Sora perspicaz. Fueron segundos para entender por dónde iban los tiros-. Ya entiendo. ¿Es que planeas declararte a mi futuro hermanito? –comentó con una sonrisa divertida.

La cara que puso Hikari no podía ser más obvia cómo respuesta.

-No debería decirlo, pero cómo yo pasé por esa misma inseguridad, te voy a contar lo que pasó cuando Takeru compró la caja de música en Francia para ti.

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-¡Mira! ¡Mira, Takeru! ¡Ven a ver esto! –exclamó Sora con una emoción que intrigaba a Takeru, y hasta al propio Yamato.

Estaban en una tienda de segunda mano. A Sora le había llamado la atención cuando había visto el escaparate desde fuera, por lo que habían decidido entrar a verla, aunque la única entusiasmada en aquellos objetos usados, era la propia Sora. Yamato se encontraba algo aburrido y aún molesto de cargar a su hermanito en aquella "cita". Y pese a que el menor había negado la propuesta de su futura cuñada en acompañarles, ella había insistido tanto que Takeru no había podido decir que no.

Hacía mucho que no estaban solos.

Sus digimon estaban en su respectivo mundo, pues aunque el mundo humano se estaba acostumbrando a la presencia de los digimon, solo en Japón era el único lugar donde podrían pasar sin ser vistos de forma extraña.

Los sucesos ocurridos el año pasado por culpa de Alphamon y los demás, era algo que solo los japoneses lo habían visto en primera persona, y descubrir que al igual que las personas, existían digimon buenos y digimon malos, en aquella época era normal ver la ciudad nipona a un humano con su digimon.

Cuando Takeru posó sus ojos sobre el objeto que Sora le indicaba, contuvo la respiración. Hipnotizado, olvidándose de todo lo que le rodeaba, cogió aquella caja de música con sus manos y al abrirla, la dulce melodía le provocó una sonrisa tierna.

Sora miraba al pequeño atenta con una sonrisa, y luego a Yamato, quién negaba con la cabeza por lo obvio que resultaba a veces.

Repentinamente, y para sorpresa de los más mayores, Takeru cerró la caja y luego devolvió la caja a su sitio. Se giró para verlos con una sonrisa risueña.

-Es muy bonita. Se nota que es artesana y que quién la tuvo, la cuidó con cariño –alejándose de ella.

-¿No vas a comprarla? –preguntó Yamato con una ceja alzada.

-Sería un bonito regalo para Hikarichan –apoyó Sora cogiéndola de nuevo y dirigiéndola a Takeru.

Takeru la miró y cambió su estado a uno medio triste.

-Es algo de segunda mano. Sería una falta de respeto regalarle algo de segunda mano.

-A mí no me importaría que me regalaran un objeto así –objetó Sora-. Cómo tú has dicho, es bonita y la persona que la tuvo, la cuidó con mucho mimo.

-Y Hikari no es tan quisquillosa como Mimi –añadió Yamato, recordándole cómo Tachikawa jamás aceptaría un objeto usado, por muy bonito que fuese.

-Ya… -mirando la caja, teniendo realmente deseos de comprarla para regalársela.

-Y así a ver si de paso le dices lo que sientes de una vez –espetó Yamato harto de lo indeciso que era su hermano.

-¡No puedo! –espetó Takeru rojo como un tomate.

La mirada compasiva que le dirigió Sora, no se parecía en nada a la decepción de Yamato.

-Hemos estado juntos durante muchos años y nunca sentí que se molestara cuando estaba con otras chicas.

-Es que solo a ti se te ocurre salir con otras para ver qué reacción tenía Hikari –bufó Yamato.

-Es que llevamos tanto tiempo juntos –volvía a repetir Takeru apenado-. No quiero romper esta amistad tan especial que tenemos. Y parece que hice bien –añadió algo triste, viendo cómo Hikari no sentía ningún tipo de celos, ante los coqueteos que le hacía a las otras chicas. Ni siquiera se molestó cuando el año pasado, durante el festival escolar del Tsukishima le había hecho una foto a Meiko en traje de animadora para tenerla como fondo de pantalla, que por supuesto, jamás puso. Había sido una broma y una oportunidad más de descubrir si Hikari sentía celos. Pero ella había seguido tan tranquila, como si no le importase, que el secuestro de Meikuumon lo había hecho olvidar de todo aquello.

-Te estás dando por vencido, Takeru. Y tú no eres así –comentó Sora avanzando hacia él-. No puedes dar nada por sentado, sin antes intentarlo. Si yo hubiera hecho lo mismo que tú, jamás me habría declarado a tu hermano.

-Pero él lo habría hecho tarde o temprano –agregando de inmediato, avergonzando al rubio mayor-. Se le notaba mucho.

-¡Oye! –espetó Yamato avergonzado de que hablase de sus sentimientos hacia la pelirroja, antes de que empezaran como pareja.

Sin embargo, Takeru estaba equivocado en algo, y es que él jamás le diría a Sora sus sentimientos. Ignorante de que Sora sentía lo mismo, él estaba dispuesto a hacer de buen amigo y a dejar que Taichi diese el paso e hiciese feliz a Sora.

Por eso, su sorpresa fue grande cuando Sora se le había declarado.

No se lo creía. Y tampoco se creía cuando Piyomon, metiendo cizaña en aquel momento, había agregado que Taichi también había ayudado a Sora a declararse porque había estado esperando fuera, parada e indecisa.

Eso le había hecho pensar que Taichi, en algún momento, había abandonado sus sentimientos hacia Sora y le había dado a él la oportunidad.

Pero la realidad no era así.

-Por eso –continuaba Sora con más ánimo-, si sigues estancado, nunca sabrás la verdad. Sé que es difícil estar al lado como amigo de alguien a quién quieres. Pero, a veces, surgen momentos especiales que te dan la oportunidad para que el amor florezca. Si sigues en la misma línea, seguirás siendo solo su amigo –dejándole la caja sobre sus manos-. Y se nota que sientes algo muy fuerte por Hikari. La forma en cómo sostienes la caja, como si fuera ella, como si fuera tu mayor tesoro. Es algo que nunca debes olvidar. Sino, alguien podría llevártela y quizás acabe siendo infeliz.

Takeru miró con atención la caja, luego a Sora y volvió a bajarla con la cara toda sonrojada.

-¿Os molestaría si me declaro en el día de vuestra boda?

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Hikari se quedó anonadada ante las palabras de Sora.

La decisión de que Takeru se declarara precisamente en el día de la boda de Yamato y Sora, era por varias razones.

Dentro de la cultura japonesa, Nochebuena siempre era una fecha propicia para los enamorados, y ante lo malo, sentirse arropado por el buen ambiente que se respiraría en un evento tan importante.

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-Todavía eres un niño.

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Le había reclamado Yamato como única respuesta.

-¿Entonces…? –habló Hikari todavía sin creérselo y con la cara tan roja, que a Sora le parecía adorable.

-No os preocupéis por nosotros. Lo que suceda entre vosotros, que suceda. Ahora os toca a vosotros empezar una vida llena de felicidad.

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Felicidad, eso era algo que no dudaría para siempre.

Así cómo Hikari cuando abrió la caja de música, revelando lo que sentía, lo que en realidad había abierto era la caja de Pandora.

Descubrir sus sentimientos.

La declaración de Takeru en la boda de su hermano con Sora, solo fueron los indicios felices que irían acompañados de desgracias, fuertes peleas y la muerte de alguien que nadie olvidaría.

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Temblaba.

Estaba asustada.

Sus ojos estaban llorosos.

No se lo creía.

Frente a ella estaba aquel color, que dependiendo del contexto y la situación eran buena señal, pero en esas circunstancias no era una buena señal.

¡NO, EN ESE MOMENTO!

-Hikari, ¿se puede saber qué estás haciendo tanto tiempo en el baño?

Le había preguntado su madre, por lo que Hikari se puso toda nerviosa y trató de esconder aquello que vergonzosamente le había costado comprar en la farmacia.

-Ya salgo, mamá.

¡Dios mío!

¿Qué iba a hacer?

Llevaba escasos meses saliendo con Takeru.

Tenía casi dieciséis años.

¡Y ESTABA EMBARAZADA!

¿Qué hacer?

¿Qué hacer?

Tenía miedo.

Miedo de que Takeru la dejara.

Miedo de imaginar la decepción y vergüenza que tendría su familia.

Miedo de saber lo que los demás pensarían de ella.

Pues todo el mundo sabía que Takeru y ella habían empezado a salir en aquella Nochebuena. Y fue ese mismo día que contagiados por la alegría, el alcohol (que todavía seguía sin saber quién se lo había echado), la ansiedad por haber esperado tanto para poder estar por fin juntos que esa misma noche, en el propio mundo digital…

-Hikari, ¿aún no terminaste? –ahora fue la voz de su hermano.

Pensar en su hermano, le fue fácil imaginar que mataría a Takeru.

¿Qué hacer?

¿Qué hacer?

¿Contárselo a Tailmon?

¡Estaba demasiado avergonzada y tenía mucho miedo para contárselo!

¿Qué hacer?

¿Abortar?

¡NUNCA!

Aunque no tuviera nada, era incapaz de deshacerse de una vida. Ya le costaba matar a un digimon, para eliminar algo sangre de su sangre.

¿Qué hacer?

¿A quién recurrir?

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Sin ninguna salida, y estando a contrarreloj, Hikari acabó por contárselo a Tailmon. La vergüenza y el miedo habían sido tan palpables, que Tailmon no entendía esos sentimientos en su amiga. Para la gata, el que su amiga estuviera esperando un hijo, era algo normal, donde ella no sabía que no se podía tener en cualquier momento de la vida un hijo por mucho que amaras a esa persona.

-¡ES QUE TODAVÍA SOY MUY JOVEN! ¡Y…! ¡Y SOLO FUE UNA NOCHE…! ¡JUSTO EL DÍA QUE EMPEZAMOS…! ¡TÚ NO SABES CÓMO ES LA GENTE CON ESAS COSAS! –replicaba angustiada.

-Tranquila, Hikari –comentaba Tailmon algo abochornada por sentirse como una niña ignorante ante una situación que parecía ser muy delicada para su amiga-. Pero, no creo que Takeru te deje por eso.

-¡LO HARÁ! ¡TENER QUE CARGAR UN HIJO ES DEMASIADO PESO PARA ÉL! ¡ES FASTIDIARLE SU FUTURO!

-Pero su futuro es estar contigo –intentaba convencerla.

-¡PERO SI TIENE QUE HACERSE CARGO DE NUESTRO HIJO, NO PODRÁ ESTUDIAR! ¡NI YO TAMPOCO! ¡TENDREMOS QUE ESTAR ATADOS A NUESTRO HIJO!

La puerta se abrió justo en esos momentos, y Hikari se quedó blanca. La expresión de Tailmon viendo que había alguien en la entrada que las había escuchado, hizo que toda la sangre se acumulara en el cerebro y a marearse, hasta el punto de tambalearse y caer al suelo.

-¡Hikarichan!

Antes de que tocase el suelo, bruscamente, Hikari sintió cómo era cogida. No había sido Tailmon, sino por alguien que no tenía mucha fuerza, pero que trataba de ayudarla con todo lo que podía. De reojo, vio los ropajes femeninos y poco atrevidos que solo Mochizuki Meiko, la novia de su hermano, usaba.

-Meikosan… -murmuró Hikari medio mareada y sin fuerzas para mantenerse por sí misma.

-Tranquila. Ya te tengo –hablando con esfuerzos, para tratar de encontrar una postura en la que estuviera cómoda y evitar que la cabeza de Hikari diera contra el suelo.

Tailmon y Meikuumon la ayudaron, y tras soltar un suspiro de alivio, Meiko logró poner cómoda a Hikari sobre sus piernas, al tiempo que ella estaba también. De inmediato, se puso firme.

-Meichan, Tailmon, decidle a Taichi que llame a una ambulancia. No le digáis nada más, por favor.

Las dos gatas digitales obedecieron, y Hikari observó a la pelinegra con cierta tristeza.

-Lo has escuchado…

Meiko asintió con la cabeza.

-No era mi intención. Pero venía a saludarte, aprovechando que venía a ver a tu hermano.

-Mi hermano… -pensar en lo que haría, en lo que le diría, en cómo reaccionaría, le produjo una sensación de pena y angustia que lo expresó en lágrimas.

-Tranquila, Hikarichan. Seguro que lo acabará entendiendo. Yo te ayudaré. Takeru y tú me habéis ayudado tanto, que os lo debo.

Hikari sonrió agradecida, antes de cerrar los ojos. A punto de perder la consciencia, sintió cómo su hermano había llegado a pasos apresurados y un nombre salió de sus labios.

-Takeru.

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El velo de la oscuridad se levantaba. Había recuperado la consciencia y al abrir sus ojos, Hikari veía el techo blanco y bastante iluminado.

Estaba bien arropada y acostada en una cama que no distinguía como suya.

-¿Ya has despertado?

La voz tranquila y serena de su hermano se escuchó del lado derecho, así que al girar la cabeza, se lo encontró en compañía de Agumon y Tailmon.

-Hermano…

Habló la chica, intentando incorporarse, pero un leve mareo, la obligó a desistir de ello y a que su digimon corriera a su lado para advertirla.

-No, Hikari. Todavía estás muy débil.

Sintiéndose algo atontada, Hikari preguntó qué le había pasado.

La actitud que puso su hermano fue extraña. Y ver cómo Tailmon había agachado sus orejas como una gatita apaleada y a Agumon sin su alegría característica, hizo que de sopetón recordase lo que había ocurrido e imaginarse que Meiko le habría contado lo de su embarazo.

-Hermano… Yo… -sin saber cómo explicar lo sucedido. Sin embargo, más importante era otra cosa-. No fue culpa de Takeru…

-Agumon, Tailmon –pronunció Taichi con voz monótona-, ¿podríais dejarnos asolas un momento?

Los dos digimon se miraron y suspiraron resignados. Con paso lento y pesado, los digimon abandonaron la habitación donde Hikari estaba ingresada.

-Papá y mamá no saben que te has desmayado y que estás en el hospital –comenzó Taichi con esa extraña voz que a Hikari le producía pánico-. Si les cuento lo que te ha pasado, querrán saber la razón y yo no pienso mentirles.

Con el corazón bombardeando, Hikari sentía todo el estrés acumularse en su cuerpo.

Taichi estaba tan sereno ante esa situación, que estaba convencida de que en cualquier momento, explotaría cómo una bomba de relojería.

Y luego, la tomaría con Takeru.

El tomarla con Takeru, implicaría una pelea contra Yamato, el hermano de éste.

Su pelea, significaría el fin como buenos amigos.

Y entonces, Sora también se vería arrastrada en aquella discusión.

Y luego, Takeru, debido a la actitud de Taichi, la dejaría.

Su hermano, ya no querría saber nada de ella.

Por no hablar de sus padres…

Eran tantas las paranoias que se le ocurrían, que a cada una que tenía, una nueva aparecía.

Las lágrimas aparecieron en sus ojos, y se escudó entre las sábanas para que su hermano no le viera la cara.

No quería ver su decepción.

No quería ver cómo se enfadaba con ella.

-Hikari, supongo que lo ocurrido, no fue algo forzado, ¿no?

Aquella pregunta era algo que Hikari no se había esperado, para negarlo de inmediato con una rotundidad que no diera a malos entendidos.

-¡CLARO QUE NO!

-Entonces, ¿por qué lloras?

Mirando para otro lado, totalmente abochornada, le explicó la razón.

-Porque sé que me gritarás. Porque estarás decepcionado de que hiciera algo que jamás esperarías de mí.

Taichi cerró los ojos con pesadez, sintiendo como todo el mundo se le caía encima. Los abrió para ver la depresión en su hermana y cómo lo observaba con un miedo, creyendo firmemente en lo que haría él.

Ciertamente, no era una situación para echar flores y saltar de alegría. Lo sería si su hermana tuviera unos cuantos años más y llevara más tiempo con Takeru. Pero ahora, no era el momento adecuado. Aún así, le dolía que ella pensara así de él.

Sentándose en la cama, le acarició en una mezcla de pena y ternura la cabeza.

-¿Acaso así piensas que soy?

La voz triste de Taichi volvió a sorprender a Hikari y a mirarle borrosamente. Ya no sabía si era por el futuro incierto que le aguardaría, o por la errónea actitud que se imaginó que su hermano tendría y que ahora la hacía sentir terriblemente culpable.

-Hikari, soy tu hermano mayor. Sé que esto, ahora, no está bien. Pero no te voy a culpar de algo que parece haber sido un accidente.

¿Accidente?

Por alguna extraña razón, a Hikari no le gustó aquella palabra.

-Sin embargo, ¿cómo ha podido pasar? Tanto Takeru como tú no sois tan inconscientes de provocar algo que os pudiese perjudicar.

Hikari volvía a sentirse extrañada.

¿De verdad que su hermano se lo tomaba a bien?

Es más, parecía no tener ninguna clase de aversión hacia Takeru.

-Hikari –la llamó Taichi para que se lo contara.

Suspirando pesadamente, Hikari decidió contárselo todo a su hermano.

-Fue en la boda de Yamatosan y Sorasan –Hikari no tuvo en cuenta, cómo su hermano se había medio alterado al mencionarlos-. Takeru me confesó sus sentimientos –se mordió los labios, sin saber cómo continuar la historia.

No podía decirle así sin más, que sin darse cuenta habían bebido alcohol y que de lo muy contentos que estaban, las cosas se les había ido de las manos.

De esa forma, ambos quedarían como ansiosos. Y aunque es verdad, que ambos estaban ansiosos, tras aguantarse lo que durante tiempo era evidente, no era para soltarlo sin más.

-La verdad es que hace unos meses que me di cuenta de que yo amaba a Takeru. Y entonces, le pedí consejo a Sorasan. Ella me contó que Takeru llevaba mucho tiempo enamorado de mí, pero que pensaba que no le correspondía. Hasta que su hermano y Sorasan lo convencieron y entonces, Takeru decidió confesarse durante la boda de Yamatosan y Sorasan –calló unos momentos para recuperar el aire. Al menos, su hermano podría imaginar la impaciencia que tanto Takeru y ella debieron sentir hasta que el día de boda sucediese y así amarse… Aunque en exceso-. Y claro, cuando Takeru se me declaró, yo ya lo esperaba con muchas ganas. Estuvimos tan contentos y tan enamorados, que no nos dimos cuenta de que sin querer estábamos bebiendo alcohol y… -y su rostro se quedó rojo, donde no habían palabras para explicar lo que había sucedido después.

Sin embargo, Hikari observó a su hermano de reojo, donde tenía una expresión difícil de explicar.

Y que se levantara, para dirigirse a la ventana y darle la espalda, sintió cómo todas sus paranoias reaparecían y a creer que ahora sí que le gritaría por insensata y estúpida.

Pues confundir el alcohol con un simple refresco era bastante complicado.

-¿Y por qué tuvo que hacerlo durante la boda de Sora y Yamato? –espetó el mayor con algo de rencor, le parecía a Hikari, y que lo tomaba con un sentimiento hacia ella.

Agachando la cabeza con angustia, Hikari sujetó con fuerza la sábana blanca.

-Takeru –hablando con voz baja y apenas audible- dijo que quería hacerlo en una fecha muy especial para los enamorados, como lo es Nochebuena. Para así tener una relación feliz y próspera cómo la que tenían su hermano y Sorasan.

Hikari no vio cómo Taichi apretó los puños con tanta fuerza, que si lo hubiera visto, se había fijado en cómo el muchacho estaba tan tenso, que un simple toque, lo habrían hecho estallar de furia.

Los segundos, seguidos de los minutos fueron pasando, donde ni Taichi ni Hikari decían nada. Hikari no se atrevía a hacerlo. La actitud de su hermano le demostraba que en realidad estaba muy decepcionado por la estupidez cometida, solo porque Takeru había tenido el detalle de confesarse en una fecha muy señalada e inolvidable. Sin embargo, la realidad era otra. Ahora mismo, Taichi no pensaba en el asunto de que su hermanita de dieciséis años estuviese embarazada, sino…

-Con permiso.

Por la puerta, aparecía Meiko algo vacilante. Su aparición sobresaltó a Taichi, como si lo hubieran sacado de algún mundo desconocido. La pelinegra tras observar a su novio, volteó sus ojos hacia Hikari que seguía cabizbaja y deprimida. Aquello entristeció a Meiko, que volvió a mirar a Taichi casi con súplica.

-¿No vas a ayudarla?

-¿Qué? –preguntó despistado sin saber de lo que hablaba. Hasta que al ver a su hermana, recuperó el sentido-. ¡Oh! ¡Claro! ¡Por supuesto! –aceptando de buena gana, donde Hikari agrandó los ojos ante lo que escuchaba. Las lágrimas cayeron sobre sus ojos y mirando a su hermano cómo si no se lo creyera, no se esperó lo siguiente-. No te preocupes, Hikari. Yo me encargaré de hablar con papá y mamá. Y si se les ocurre reprochártelo, yo me encargaré de defenderte.

-Hermano… -murmuró Hikari emocionada.

-Sin embargo, antes, deberás decírselo a Takeru.

Y esa propuesta asustó a Hikari, imaginándose que él sí que la abandonaría.

-¿Y si me deja? –preguntó angustiada.

-No lo hará, Hikari –habló ahora Tailmon con una gentil sonrisa, apareciendo tras Meiko, junto a Agumon y Meikuumon-. Confía e mí.

.

-¿Se puede saber qué pasa? –había preguntado Yamato.

La visita inesperada de su hermano con su novia Hikari, y que además, viniesen acompañados de Taichi y Meiko, no es que les molestase. Sin embargo, todos, excepto Taichi que lo miraba con reproche, traían unas caras tan largas cómo si hubiera muerto alguien.

Además, estaba el hecho de que sus digimon les habían pedido a Gabumon y a Piyomon que se fueran al Mundo Digimon para dejarles solos. Sora se había encargado de llevarles al ordenador de sobremesa que tenían en su primera casa como recién casados, y había regresado apurada, preocupada por la actitud que traían sus amigos.

-Hermano… -comenzó Takeru sintiéndose pequeño y vulnerable.

-¿Qué ocurre, Takeru? –preguntó Sora inquieta. Que el rubio menor no sintiese la típica confianza hacia su marido, era signo de que algo muy grave había pasado.

Y Yamato pensaba lo mismo, ya que empezaba a pensar lo peor y se sentía al borde del abismo.

-¿Qué ha pasado? –volvió a preguntar con la respiración contenida.

El silencio se prolongó por demasiado tiempo, que Taichi, viendo a la joven pareja que no se atrevía a decir nada, fue él el quién tomó la batuta.

-Mi hermana está esperando un hijo de Takeru.

Yamato y sora agrandaron los ojos de sorpresa.

Como si algo pesado se hubiera instalado sobre su cabeza, Sora miraba con lentitud a la joven pareja, donde no tenían el valor de enfrentarlos. Sino que además, habían agachado la cabeza como si sufrieran la mayor de todas las humillaciones.

-Será una broma, ¿no? –cuestionó Yamato incrédulo.

-¿Te crees que me gusta gastar bromas así? –le contestó Taichi algo borde.

-¡Taichi! –le reprendió Meiko.

-¡¿ME ESTÁS VACILANDO?! –espetó Yamato levantándose del sofá, asustando a los más pequeños, donde si Hikari temía por la ira de Taichi, la de Yamato sería mucho peor. Ahora agradecía que su hermano y Meiko viniesen con ellos- ¡¿CÓMO ES ESO DE QUE MI HERMANO HA EMBARAZADO A HIKARI?!

-¡Yamato! –ahora fue el turno de que Sora llamase a su marido alarmada y a posar su mano para que se tranquilizara.

Podía entender su furia, pero debido a eso, podría causar un daño más grave que el que sufrían la pareja.

Viendo la escena de Sora con Yamato, con los ojos entrecerrados, Taichi también se levantó poniéndose a su altura y a enfrentarlo cómo cuando eran niños.

-¡¿ACASO PIENSAS QUE ELLOS LO HAN HECHO QUERIÉNDOLO?! ¡SABIENDO QUE EN TU BODA HABRÍA NIÑOS, TRAES ALCOHOL PARA QUE SE EMBORRACHEN Y PASEN ESTAS COSAS!

Que Taichi empezase a discutir con Yamato era algo que sorprendía a Takeru y a Hikari, que los miraban absortos, donde parecía que el tema ya no era en torno a ellos, sino algo más personal. Y Yamato lo captó a la perfección, por lo que le respondió con la misma furia.

-¡¿ESTÁS INTENTANDO DECIRME QUE ESTO HA PASADO PORQUE CELEBRÉ MI BODA COMO OTRA CUALQUIERA?!

Taichi se quedó callado, tragándose la afirmativa. Sino fuera porque estaba Sora delante, y veía en ella los síntomas de culpa por sus palabras afiladas, le habría dicho que sí a la cara.

Tratando de calmarse, retrocedió unos pasos y se sentó en el sofá frente a la pareja de la casa. Ignoró cómo su novia Meiko estaba triste y miraba a la nada, como si siguiera en ese inmenso vacío, donde por mucho que lo intentara, jamás lograría llenarlo.

-El asunto es que tenemos que hacer algo –dijo ahora, como si lo anteriormente nunca fuese dicho. Y eso molestaba a Yamato-. Mis padres todavía no lo saben. Así que mi idea es reunir a los tuyos y a los míos y entre todos…

-¡No cuentes conmigo!

La decisión que había tomado Yamato había sorprendido tanto a Takeru cómo a Sora que lo observaban sin poder creérselo.

Lo cierto es que Takeru tenía casi el mismo miedo que Hikari, al imaginarse la reacción de su hermano. Sin embargo, tenía una pequeña esperanza, de que al final estuviese a su lado apoyándolo. Pues su hermano era alguien que no dejaba a nadie en la estacada, y mucho menos a él.

Lo había dejado completamente helado.

-¡Pero, Yamato! ¡¿Cómo puedes dejar tirado a Takeru?! ¡A tu propio hermano!

Sora tampoco entendía porqué Yamato se comportaba tan frívolo. Podría entenderlo frente a otra persona, incluida ella, pero ante Takeru, jamás se lo hubiera imaginado.

-¡Si quieres ir tú en mi lugar, hazlo! Pero, Takeru ya es mayorcito para solucionar algo que ha provocado él mismo.

Se estaba comportando como una persona testaruda e infantil, pero habían sido las palabras de Taichi lo que lo habían hecho perder los nervios y a imaginarse que, aún estando casado con Sora, él seguía interesado en ella. Solo hacía falta ver la cara de Meiko, donde seguía hundida para comprobar que no eran imaginaciones suyas. Y eso lo enervaba más.

-Yamato… -murmuró Sora impresionada.

Su comentario bastante despectivo le había sentado como una bofetada en toda la cara.

-¡OYE! –volviendo a saltar Taichi para sorpresa de la pelirroja- ¡ESAS NO SON FORMAS DE HABLARLE A UNA MUJER POR MUCHO QUE ESTÉS CASADO CON ELLA!

Entrecerrando los ojos, Yamato tenía unas tremendas ganas de golpearlo con todas las ganas y dejarle en claro que se olvidara de Sora. Que ella era su mujer, y que no intentase coquetearla, porque sino, se acordaría de quién era Ishida Yamato.

Pero antes de cometer cualquier tontería, Yamato se levantó abruptamente y antes de abandonar la sala, le había dicho a Sora.

-Avísame cuando Yagami se haya largado de mi casa.

Viéndolo perderse en la oscuridad del pasillo, Sora agachó la cabeza con tristeza. Con suma pena, se dirigió a los invitados y a pedirles muy amablemente.

-Lo siento mucho. Pero podríais marcharos, por favor –con el cuerpo inclinado a modo de súplica.

Ver así a su cuñada, hizo que Takeru tuviese más culpa de la que sentía. Levantándose, junto a Hikari y un malhumorado Taichi, trató de reconfortarla. Ella no tenía culpa alguna de que su hermano se portase así.

-No te preocupes, Sora. Debí imaginar que mi hermano reaccionaría así. Siempre ha tenido mucho genio.

Sus palabras no animaron a Sora, ya que tenía una expresión triste y angustiosa. Por lo que no se esperó que Taichi se acercara y le susurrase.

-Si tienes algún problema con Yamato, yo estaré ahí para lo que sea.

Con la confusión marcada en su rostro, Sora vio cómo Taichi se marchaba y en la puerta, agregó.

-Por favor, podrías avisar a Agumon y los demás de que vuelvan por el ordenador de mi casa.

-Claro –contestó sin olvidar las palabras de su mejor amigo.

.

El día en que Takeru y Hikari habían decidido contárselo a sus padres era demasiado apropiado.

Aunque la primavera había llegado y los cerezos habían florecido, una nube había cubierto el distrito de Odaiba, bañándolo en una lluvia copiosa, vista por mucha gente desde las ventanas de sus casas.

La casa Yagami era una de las tantas excepciones, y de los que no se daban cuenta de que el temporal de fuera podría compararse con el que había en el apartamento.

Taichi volvía a llevar la batuta del asunto, enfrentándose enérgicamente a sus padres y a los de Takeru, los cuales se sentían profundamente decepcionados e incluso decididos a que la pareja rompiera.

Aunque Takeru también quisiera defender sus derechos, no se atrevía. Su padre le recordaba demasiado a su hermano. Y pensar en su hermano, le hacía recordar la culpa y vergüenza que había sufrido su querida hermana Sora por su culpa.

-¡SOLO PORQUE HAYA PASADO ESTO, NO HAY NECESIDAD DE SEPARARLOS! –volvía a defender Taichi. Estaba solo ante cuatro adultos. Incluso le había pedido a Meiko que se quedara con los digimon. Por propia experiencia, podría imaginar cómo un digimon podría evolucionar oscuramente, debido a un error que se podría arreglar si los adultos no fueran iguales de tercos que Ishida.

-¡¿ES QUE NO LO HAS ESCUCHADO, TAICHI?! ¡SUCEDE JUSTO EL DÍA EN QUE SE HACEN NOVIOS! –estallaba el señor Yagami- ¡¿NO TE DAS CUENTA DE QUE ESTO HA DESTROZADO LA VIDA DE TU HERMANA?!

-Takeru… ¿Tan mal te he criado para que hagas esto? –le reprochaba su madre más avergonzada que él.

-¡POR EL AMOR DE DIOS! ¡NO ME DIGÁIS QUE VOSOTROS EN VUESTROS AÑOS MOZOS NO TUVISTEIS SEXO!

-¡¿Estás siendo muy impertinente con lo que dices, Yagami?! –dijo ahora Hiroaki con los mismos ojos llenos de furia que su hijo mayor.

-¡ESTOY HABLANDO DE ALGO TAN NATURAL QUE SE LLEVA HACIENDO DESDE QUE EL MUNDO ES MUNDO!

-¡No es algo natural hoy en día que una niña que va a hacer su primer año de koukou esté embarazada! –fue el turno de la señora Yagami para hablar-. ¿Qué por cierto, Hikari? ¡¿Qué vas a hacer?! ¡¿Acaso tendrás la vergüenza suficiente para ir al colegio estando embarazada?!

-Yo… -sin saber muy bien qué decir. Estaba demasiado cohibida.

-¡Querías ser profesora y así jamás lo serás! ¡Un niño no es algo que puedas criar como a tu digimon! ¡Necesita cuidados las veinticuatro horas del día y todos los días del año! ¡Y tú aún no estás preparada para ello!

Las palabras de su madre eran como cuchillos atravesándole el corazón, donde solo una sería capaz para dejarla muerta. Solo deseaba que no lo dijera.

-¡Deberás abortar!

-¡NOO! –estalló levantándose de su sitio.

La cuchilla que tanto se temía había sido incrustado en su corazón, y a temer cuerpo entero de que tratasen de obligarla a cometer una atrocidad así.

Si ya le costaba matar a digimon por muy malignos que fuesen, matar a algo que era parte de ella y de Takeru, era como matarla a ella.

Takeru se levantó como ella, pero la imponente mirada de su padre detuvo su intento de consolarla.

-¡NI SE TE OCURRA OBLIGARLA! –escupió Taichi con la ira al límite- ¡SI LA OBLIGAS, LA MATARÁS, MADRE! –relevó con tanta dureza y frialdad que asustó a la señora Yagami. No al señor Yagami, que tomó el relevo de su esposa.

-¡TAICHI AQUÍ SE TRATA DE LA VIDA DE TU HERMANA!

-¡PRECISAMENTE POR ESO! ¡SABES MUY BIEN CÓMO ES ELLA!

-¡¿PREFIERES QUE SEA OBJETO DE BURLA DE TODO EL MUNDO?! ¡TODOS OS CONOCEN POR SER NIÑOS ELEGIDOS! ¡LOS MEDIOS SE CEBARÁN EN TU HERMANA HASTA QUEDARSE A GUSTO!

-¡SI NO FUESEIS TAN TERCOS, LOS SEÑORES ISHIDA PODRÍAN ENCARGARSE DE ESE PROBLEMA!

-¿Estás de broma? –replicó Hiroaki irónico- ¡¿Por qué tendría que ocuparme de algo que se puede solucionar ahora mismo?!

Eso asustó más a Hikari y a pensar que su hermano no podría con los cuatro adultos, así que, antes de que la encerrasen en su habitación y la llevasen a rastras para que abortarán. Prefirió huir.

-¡Hikari! –escuchó cómo la llamaban su hermano y Takeru.

Al abrir la puerta, tropezó con alguien que la sujetó.

Por inercia, Hikari trató de resistirse, hasta que aquella persona le habló con calma y la abrazó con fuerza y ternura.

Hikari no se esperó que Sora apareciese, y aún por encima, completamente empapada cómo si hubiera venido desde su casa hasta la de los Yagami sin paraguas.

-¡Sora! ¡¿Qué estás haciendo tú aquí?! –escuchó cómo Natsuko había hablado.

Hikari se agarró tanto a Sora, que en silencio y llorosa le pidió que la llevara lejos de allí. Pero entonces, sintió otra presencia al lado de la mujer y que se había adentrado a la vivienda de los Yagami.

-¡Hermano! –pronunció Takeru sorprendido.

Hikari se giró a ver, cómo efectivamente aquella otra persona se trataba de Yamato. Seguramente para apoyar a sus padres, dejando a Takeru sin las pocas fuerzas que le quedaban.

-¿Qué haces aquí? –preguntó Hiroaki, viendo como su hijo mayor caminaba silenciosamente hasta Takeru y se colocaba enfrente de él- ¡¿No habrás venido a apoyar la barbaridad que ha hecho tu hermano?!

-Takeru, vete con Sora y Hikari. Ya hablaremos en casa.

Los cuatro adultos se quedaron alucinados. La naturalidad con la que Yamato había dicho aquello, era como si indicara que había adoptado a la joven pareja y estuviera de su parte.

-Yamato, ¡¿qué estás haciendo?! –siseaba Hiroaki.

-Hasta que mamá y tú os calméis, yo me ocuparé de cuidar de Takeru y de Hikari.

La confesión de Yamato cogió a Takeru por sorpresa. Mientras que Sora sonreía con ternura a su marido.

-¿Perdona? –dijo Natsuko sin haberle entendido bien.

-¡Que no pienso dejaros a Takeru hasta que entendáis lo cerrados de mente que estáis siendo!

-¡¿CÓMO TE ATREVES A HABLARNOS ASÍ?! –vociferaba Hiroaki.

-Yo ahora tengo mi propia familia, papá. Y no pienso hacer como tú, y perderla por una tontería.

Aquella indirecta cegó a Hiroaki y a golpear a su hijo por insolente.

La bofetada alteró a Sora y a la joven pareja, quiénes querían ir hacia donde estaba el rubio, pero meterse de nuevo en la casa, sería pisar una cadena de bombas.

-¡Por esto es que Takeru se viene a mi casa! –frotándose la mejilla golpeada-. No pienso permitir que destrocéis la vida de mi hermano pequeño, de lo contrario, os odiaré el resto de mi vida –anunció con determinación.

La expresión de Yamato molestó a los señores Ishida.

-¡Haz lo que quieras! ¡Después no nos vengáis llorando!

-¡Un momento! –fue ahora el señor Yagami quién hablaba- ¡Por mucho que los señores Ishida se hayan desatendido de sus hijos, Hikari sigue siendo nuestra hija, y tú, muchacho, no tienes derecho a llevártela!

-Es la pareja de mi hermano.

-¡Es mi hija!

-Una hija que se disponía a marcharse de casa cómo si tuviera miedo de que la matasen –comentó audad, por lo que mirando de reojo a Taichi, buscó su confirmación- ¿me equivoco?

Aunque le disgustaba cooperar con Yamato, y que aún por encima, estuviese junto a Sora y se llevasen a su hermana y a Takeru para ayudarles, tenía que apartar su orgullo y pensar en el bienestar de Hikari.

-Mis padres planeaban obligarla a que aborte.

Desde la puerta, Sora se quedó con los ojos blancos, horrorizada de que los señores Yagami le hubiesen propuesto algo así a la inocente de Hikari que tanto odiaba la muerte. Abrazándola con fuerza y firmeza, no pudo contener su rabia.

-Pero… ¡¿Cómo podéis haber sugerido así?! ¡¿Acaso pensabais eso cuando teníais a vuestros hijos creciendo en vuestro interior?!

La señora Yagami y Natsuko callaron.

La sensación al descubrir que eran madres era la de una alegría imposible de explicar, donde solo deseaban que aquella cosita que estaba dentro de ellas naciese pronto para conocer esa criatura hecha con amor con la persona amada.

-¡¿Y qué hay de la vida de mi hija?! –volvía a espetar el señor Yagami.

-Asesinato –pronunció Yamato simplemente-. Si obliga a alguien a abortar, sin su consentimiento, sería lo mismo que asesinato.

-Pero… ¡¿No me vengas con chorradas?! ¡Hikari es mi hija! ¡Una menor que debe seguir lo que sus padres dicen!

-En ese caso, ya sabe cómo me llamo y dónde vivo para demandarme, porque me llevo también a Hikari –declaró Yamato volviendo por donde había entrado-. Eso sí, le recuerdo que yo también tengo mis contactos como Niño Elegido que soy.

Dejando al señor Yagami con la palabra en la boca, Yamato junto a su mujer y Takeru y Hikari se marcharon de la vivienda Yagami. Taichi los observaba en silencio. Aunque Yamato no había conseguido que sus tercos padres aceptasen el asunto de su hermana, al menos la había salvado de algo que podría haber desencadenado en tragedia.

Suspirando, miró a sus progenitores con una decisión en mente.

-Papá, mamá, hasta que no aceptéis lo de Hikari, me iré de casa.

-¡Vete si quieres! –espetó su madre con lágrimas, quizás de decepción o de tristeza por perder a sus hijos… para siempre- ¡Sois solo unos malagradecidos que no pensáis en cómo nos sentimos! ¡Márchate tú también! ¡MARCHAOS TODOS! –gritó su madre con lágrimas, donde necesitó del apoyo de su padre para soportar toda la angustia que la mujer llevaba.

En cierta manera, Taichi sentía algo de remordimientos y compasión. Pero, ya no había vuelta atrás.

Él también había entrado en el mundo de los adultos, convirtiéndose en alguien terco, que no daría su brazo a torcer por mucho que lo obligaran.

Aunque pensándolo bien, quizás siempre había sido alguien muy terco que nunca abandonaba lo que tanto preciaba. Por algo, seguía enamorado de Sora.

.

En un vehículo de tres puertas, sentado en el asiento de copiloto, Takeru jugaba con sus manos, mientras escuchaba atrás el sonido angustioso de Hikari y a Sora tratando de consolarla. A través del espejo retrovisor podía ver cómo Hikari estaba acunada en los brazos de su cuñada. Al igual que ellas, estaba empapado por culpa de la lluvia. El trayecto desde el edificio hasta el coche, aunque había sido corto, había suficiente para que los dejase empapados, obligando a Yamato a poner la calefacción.

Eso lo deprimió un poco. Se supone que él era el novio, uno de los culpables por lo que tendría que tomar algo de responsabilidad y demostrarle a Hikari que era digno de confianza. Sin embargo, desde que supo la noticia de su embarazo, lo único que había hecho era agachar la cabeza y dejar que otros se ocuparan del asunto.

Hikari había estado contra las cuerdas en más de una ocasión, y él había fracasado como pareja.

De hecho, comenzaba a replantearse que él no era la persona adecuada para Hikari. Que lo único que hacía era ocasionarle sufrimiento. Quizás, debió de seguir con su amor en secreto, y nunca haberle confesado.

-Ni se te ocurra seguir pensando esa tontería de que hubiese sido mejor no declararte a Hikari –murmuró Yamato cambiando la marcha de primera a segunda con mucha habilidad.

El adolescente, miró a su hermano con sorpresa. Yamato le había hablado en un tono tan bajo, de manera que solo él pudiera escucharlo.

-¿Cómo…? –hablando en su mismo tono queriendo saber cómo había adivinado lo que pensaba.

-Aparte de que eres mi hermano pequeño, eres como un libro abierto –mirándole, cuando el coche se había detenido por culpa del semáforo.

Takeru sonrió con pena. Y apoyando la cabeza sobre el cabecero, vio cómo un oficinista corría por las calles cubriéndose con su maletín, intentando que la lluvia no le mojara la cabeza.

El joven suspiró al tiempo que el coche arrancaba, deseando ser cómo aquel oficinista. Correr y huir de todo aquello.

Daba risa de que en el Digimundo se viera como un príncipe valiente que no tenía miedo a nada, cuando se trataba de cosas personales como aquella, era un niño que no sabía cómo afrontarlas.

-Gracias, hermano, Sora neesan –dijo ahora en voz alta para que todos lo escuchasen.

Sora sonrió y abrigando más a Hikari con su cuerpo, dijo.

-No tienes que agradecernos nada. Hikarichan y tú sois de la familia –mirando a la menor con cariño- ¿Verdad, Yamato? –mirándole a través del retrovisor.

-Ahh.

-Pero, hermano, ¿por qué viniste a ayudarme? ¿No dijiste que debía solucionar mis problemas solo?

Yamato quedó callado, y Sora con una pequeña sonrisa, fue la que le contestó.

-Tu hermano no quería decir eso, solo que estaba enfadado por otra cosa y acabó tomándola contigo.

-¿Otra cosa? –mirando a su cuñada extrañado e intrigado, sin sospechar el qué. A continuación, observó a su hermano, en búsqueda de la respuesta, pero se lo encontró inexpresivo y sin ganas de hablar de nada.

-Dejémoslo ahí –cortando Sora el tema-. Ahora lo más importante es llegar a casa y quitarnos esta ropa mojada para entrar en calor. Especialmente, Hikari. Tú ahora, debes cuidarte más que nunca.

Hikari sonrió amablemente y agradecida, y volvió a refugiarse en sus brazos, entendiendo porqué su hermano decía que Sora era como una madre para todos.

.

Un misterioso ser cubierto por el manto de la noche se arrodillaba ante una esencia oscura y poca definida, donde solo podía verse unos terroríficos ojos rojos sin pupila y afilados.

-Majestad, la semilla ya ha sido plantada.

-¡Ju! Por fin, después de tanto tiempo, podré ser liberado –clamó la esencia con una voz igual de tétrica que sus ojos, y que asustaría a cualquier niño, donde nunca jamás podrá tener dulces sueños.

Igual que le sucederían a Takeru y Hikari.