PROEMIO ·Tras la esperanza, el amanecer

Tres años habían pasado desde que se había anunciado el embarazo de Hikari. Aunque el suceso había trascendido sobre los padres de Takeru y Hikari, sus amigos de siempre se lo habían tomado con tanta alegría, que la joven pareja se había visto arropados por ellos. Y pese al pronóstico de los señores Yagami, de que Hikari fuese la comidilla de los medios, tanto las influencias de Yamato como los de Mimi, ayudaron a que nadie se metiera con ella, y pudiera tener un embarazo como otra mujer normal.

El único problema había sido Daisuke.

Si mal se lo había tomado en el día de la boda de Yamato y Sora al enterarse de que su querida Hikari había empezado a salir con Takeru, la noticia de que ahora esperaban un hijo, le había deprimido tanto, que Ken se había compadecido de él, y había tratado de animarlo llevándolo a Canadá para que viera uno de los partidos de Japón en la Copa Mundial Sub 20. Nada mejor que una de las pasiones favoritas de Daisuke para recuperar el ánimo y que volviera a ser el de siempre. Eso sí, le había pesado bastante el viajecito. Pero como se dice, por un amigo, sobre todo cuando ese amigo era Daisuke, se hace lo que sea.

Mientras que Taichi, tras marcharse de casa, se había quedado provisionalmente en casa de Koushirou, hasta conseguir un trabajo a tiempo parcial, para poder compaginarlo con sus estudios y así, no abusar de la hospitalidad de los señores Izumi y buscarse una casita baratita en la que poder vivir con Agumon. Aunque la madre de Koushirou le insistiera en que no molestaba, le daba más pena por Agumon, que como era habitual, comía por tres. Sino fuera porque era un digimon y macho, juraría que estaba igual de embarazado que su hermana.

De vez en cuando, visitaba a su hermana en la vivienda Ishida. Le resultaba incómodo presenciar también, a Sora junto a Yamato. Sabía muy bien que estaban casados, y era normal que estuvieran más apegados, pero los primeros amores eran imposibles de superar. Sobre todo, cuando ella era su media naranja.

Había tratado de olvidarla, saliendo con Meiko. Pero, entre Meiko y Sora había tanta diferencia, que era imposible que Meiko la sustituyera. Y lo que más le dolía, y le parecía cruel, es que Sora lo invitase a que se quedara a vivir con ellos. La cara que había puesto Yamato ante su propuesta, eran para fotografiarlas y ponérselas ante Sora, para que viera que a su querido marido no le hacía puñetera gracia.

Al mismo tiempo, durante los años que habían pasado, los padres de Takeru y Hikari seguían sin hablarles. Tanto él como ella no habían tenido ninguna noticia de ellos, era como si no existiesen. Ni siquiera habían mostrado interés cuando Hikari había dado a luz y querer conocer a la pequeña. Una pequeña niña rubia de ojos azules, representando al padre, y que se había ganado el cariño de todos, inclusive de Daisuke, para que en un arranque de emoción dijera.

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-¡CÁSATE CONMIGO, KIBOUCHAN!

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Kibou, ese era el nombre de la hija de Takeru y Hikari. Su nombre, que significaba "Esperanza" era una indirecta, para que tras aquella tormenta por la que habían vivido, le siguiera la esperanza de que todo volviera a la normalidad.

Kibou con su carácter alegre e ingenuo, combinación de Takeru y Hikari, era el ser perfecto para solucionar el problema que tenían con sus padres. Estaban convencidos de que con la niña, se ablandarían y se darían cuenta de que estaban equivocados, y que no les había ido nada mal.

Aunque la verdad, tenían que reconocer que todo había sido gracias a Yamato y a Sora. Hikari había perdido un año escolar, para dedicarlo a su embarazo y a su hija. Pero con la ayuda de Sora, todo había sido fácil y pudo recuperar el curso perdido al año siguiente. Takeru, por su parte, había seguido con sus estudios, para así ayudar a Hikari cuando ella los retornase. Pues ni él ni ella iban a abandonar sus sueños para el futuro.

Además contaban con varios digimon que también se encargaban de la pequeña, siendo Tailmon y Piyomon las siguientes mamás de la niña. Aunque hubiera otra criatura a la que tenían que cuidar.

Pues si el nacimiento de Kibou había sido un momento emotivo para todos, en especial para Takeru y Hikari, lo más mágico había ocurrido al instante. Una fuerte luz resplandeciente había aparecido sobre Patamon y Tailmon, tomando forma de digihuevo y caído sobre las manos de la gata blanca.

El digihuevo había tardado segundos en abrirse, y de allí una especie de Poyomon verde con las mejillas amarillas había salido feliz, para dirigirse a Tailmon y Patamon.

-¡Mamá! ¡Papá!

El sonrojo que tuvieron ambos digimon fue tierno, porque aunque se quisieran, eran iguales de sus compañeros humanos en ser indecisos y no confesarse, pero en aquel momento, no pudieron controlar al pequeño digimon, el digimon de Kibou, y jugar a ese rol de papá y mamá como sus amigos humanos. Un papel que a día de hoy, sonaba tan natural, que quizás era hora de plantearse en serio de serlo realmente. O eso pensaba, Patamon.

-¿Cuántas veces llevas diciendo que le dirás lo que sientes y al final no lo haces? –comentó Gabumon algo cansado, con su mirada puesta en el digimon y la pequeña de dos años.

Con Yamato trabajando, Takeru y Hikari estudiando y Sora preparando la cena con la ayuda de Piyomon y Tailmon, quedaban ellos para vigilar a la niña y a su digimon, aunque no hiciera falta. Kibou era una niña tan tranquila y obediente, que si la mandaban que estuviera dibujando y no les molestara, ella lo cumplía a rajatabla. Su digimon, de nombre SnowPoyomon, observaba maravillada lo que su amiga hacía.

-Las mismas que debes llevar tú con Piyomon –le respondió Patamon medio ofendido por su comentario.

-Bueno… Que lo mío no es tan obvio cómo lo vuestro… -protestó Gabumon algo azorado.

-¿En serio crees que es obvio? –preguntó Patamon algo ingenuo.

-Hasta Yamato lo cree. E incluso –sacando unos recortes de unas revistas que tenían guardados-, los de la "Digi Jump" ya os toman como pareja oficial –declarando con cierto recelo.

La "Digi Jump" era la primera revista que los humanos habían creado, para comentar las novedades entre los digimon de los elegidos más famosos. Por lo que podría decirse que aquella revista era como para los humanos, la prensa rosa. Aunque también habían diversas secciones, donde Elecmon tenía su página para enseñar a los futuros niños elegidos a cómo criar a su digimon bebé, o incluso a respetar el medio ambiente digital, a través de los digimon. Luego había otra sección dónde había un ranking sobre el digimon preferido por los humanos y digimon, siendo Angewomon y Meikuumon las que siempre estaban en el primeros puestos.

Sin embargo, los humanos también habían creado otra sección, donde a los humanos les encantaba. Era la sección dedicada a Angemon y a Angewomon y sus respectivas digievoluciones tanto anteriores como posteriores.

Al ser Angemon y Angewomon, dos de los pocos digimon con aspecto humano, bastante atractivos, con diferencia de sexo y los digimon de una pareja humana consolidada, los creadores de la revista habían aprovechado todo eso para dedicarles un espacio exclusivo para ellos. Aunque trataban en parte de lo poco que sabían de su vida privada, la aparición de SnowPoyomon y que el bebé los tratase como papá y mamá, alimentaba a esparcir rumores donde no solo los que trabajaban en la revista, sino que el resto, los tomasen como pareja oficial.

Y en aquellos recortes, aparte de tener una foto de ellos (sacada sin que se dieran cuenta), tenían títulos cómo:

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"Patamon y Tailmon cuidando de su hijo. Su amor florece cada día"

"La pareja humana en compañía de la pareja digital" (con las caras de Takeru y Hikari censuradas, por ser menores de edad)

"¡ANGEMON Y ANGEWOMON! ¡POR FIN VEMOS A LA PAREJA MÁS SEXY DEL AÑO!"

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Patamon sonrió nervioso y con una gota.

Los artículos que trataban sobre ellos, exageraban demasiado las cosas, pero a él no es que le disgustase. Y a Tailmon tampoco. Cuando leían aquellos artículos, Takeru se reía divertido en compañía de su hermano, mientras que Sora y Hikari trataban de ocultar la risa. Gabumon y Piyomon le ponían más atención a la parte del ranking, donde era en raras ocasiones que apareciesen entre los diez más votados. SnowPoyomon y Kibou aplaudían emocionadas y ponían a Patamon y a Tailmon en aprietos, diciendo cosas tan evidentes cómo las que ponían en la revista.

-Por no hablar qué Tailmon y tú os ponéis colorados, y no tratáis de negarlo. Hasta os emocionáis –seguía el digimon con cierto rencor.

-¿Estás tratando de decir que todo el mundo nos toma ya como pareja? –preguntó el digimon con cierta inocencia.

Gabumon suspiró con pesadez, desvelándole así la respuesta a la pregunta.

-Nunca lo hubiera pensado –confesó el digimon con las mejillas teñidas de rojo.

Aunque habían pasado muchos años, Patamon seguía conservando algo de su personalidad infantil, donde no le extrañaba que algunas veces Yamato le comentase que Patamon y SnowPoyomon eran digimon de caracteres casi idénticos. Eso hacía que Gabumon sintiera cierta molestia. Patamon con su actitud infantil, donde seguía siendo el mismo, tenía a una digimon que lo quería desde hace tiempo. Entendía que ambos digimon cuando digievolucionaban eran de la misma especie, también entendía que su roce previo se debiera a que Takeru y Hikari eran los más pequeños del grupo y con poderes de tipo místico, pero aún así, le molestaba que Patamon no avanzara ante lo obvio, mientras que él se quedaba estancado.

No sabía cuando y en qué momento sucedió, pero desde hacía tiempo que Gabumon llevaba enamorado de Piyomon. Su caso era muy distinto al de Patamon. Piyomon y él eran de especies totalmente distintos, y hasta podría decirse que eran polos opuestos. Piyomon controlaba el fuego y él el hielo. Quizás fuesen tonterías, pero para el digimon eran cosas importantes, porque llevaban mucho tiempo juntos, y Piyomon seguía tratándolo de la misma manera que desde el día en que se habían convertido en compañeros digitales con una única misión, esperar a que llegara esa persona tan especial. Por eso es que nunca daba el paso. Si era rechazado, podría provocar un problema que pudiera perjudicar a sus compañeros humanos que estaban casados.

Rompiendo sus pensamientos y los de Patamon, que todavía estaba alucinado por la revelación (obvia) de Gabumon, el timbre de la puerta sonó.

La niña de dos años levantó la cabeza y junto a su digimon se giraron hacia la dirección del sonido con una felicidad extrema.

-¡Es el tito! ¡Ya llegó! –sin perder un segundo, la niña se levantó emocionada con el dibujo en la mano y se fue corriendo con SnowPoyomon para recibir a su familiar.

-¡Espera, Kibouchan!

Patamon volando junto a Gabumon fueron corriendo tras la niña. Yamato no podía ser, ya que el adulto tenía llaves, por lo que no era necesario que llamase a la puerta. Y no esperaban a nadie de visita, así que quién fuese, tenía que ser un extraño.

Pero la niña hizo oídos sordos, sin esperar a los dos digimon abrió la puerta y risueña, mostró el dibujo al recién llegado.

-¡Mira lo que hice, tito!

-¡Kibou! –volvió a llamarla Patamon.

Al ver quién estaba al otro lado de la puerta, Patamon descendió al suelo, quedándose igual de sorprendido que Gabumon.

La niña al no escuchar respuesta de su querido tío, "tito" cómo lo llamaba cariñosamente, bajó el dibujo curiosa por saber qué pasaba. Frente a ella, no estaba su tío, sino una pareja de adultos que la observaban curiosos, especialmente la mujer, que había empezado a llorar. Preocupada, la niña se acercó con confianza.

-No llore, señorita –dijo la niña con toda la bondad del mundo, para después extender su , se lo regalo. Era para regalárselo a mi tito, pero ya le haré otro –añadiendo con una amplia sonrisa.

La mujer entre lágrimas sonrió con ternura y agradeció el gesto de la niña.

-Gabumon, Patamon, ¿cuántas veces os tengo dicho que no abráis solos la puerta? –apareciendo Sora regañándolos, estando acompañada de Piyomon y Tailmon. Pero al levantar la cabeza para ver quién era, se quedó igual de sorprendida que los dos digimon- ¡Hiroakisan! ¡Natsukosan!

-Cuánto tiempo sin vernos, Sora –saludaba el hombre con voz calmada mirándola.

-¿Qué… Qué hacen aquí? –preguntaba la pelirroja sin comprender su repentina presencia.

Tailmon reaccionó, y silenciosamente se marchó del lugar para avisar a Hikari y a Takeru.

-Tita, ¿los conoces? –se giró la niña para verla con curiosidad, y sin abandonar su sonrisa risueña volvió a ver a la pareja-. No me extraña. El señor se parece muchísimo al tito, pero más viejo.

Pese al shock inicial de algunos, no pudieron reprimir una risa, incluso en el duro Hiroaki que se agachó para estar a su altura y a acariciarle la cabeza.

-Es normal que me parezca a él –justo en ese momento, llegaban Takeru y Hikari apurados y con la respiración agitada-. Porque soy tu abuelo.

Escuchar aquellas palabras de boca de su padre, hizo que a los ojos de Takeru aparecieran lágrimas de emoción, las mismas que Hikari, donde sintió la mano de Sora sobre su hombro. Viendo a su cuñada, se la encontró llorando también de emoción. Los cuatro digimon también sonrieron, mirándose entre sí.

-¡Ohhh! –exclamó Kibou emocionada. Su digimon saltó a sus brazos y sujetándolo, la niña miró a la persona a quién le había regalado el dibujo-. Entonces, ¿esta señorita es mi tita?

Otra risa reinó en la casa, y que Natsuko riera entre lágrimas viendo que ante los ojos de su nieta, era una persona joven, pese a sus casi cincuenta años.

-No, cariño. Soy tu abuela –le dijo Natsuko.

-¡¿DE VERDAD?! –exclamó Kibou sin poder creérselo para mirar a su digimon- ¡Mira que abuela más joven tengo, SnowPoyomon! ¡Todas las de los cuentos que son ancianas y amargadas, y mira la mía! ¡Es como una princesa! –sintiéndose orgullosa.

Los adultos volvieron a reírse.

-¿Y dónde están vuestros digimon? ¿Mi abuelo digimon y mi abuela digimon? –preguntó la pequeña digimon, ansiosa de conocer a sus abuelos digitales.

Para la digimon que había crecido con los ideales familiares de los humanos, le era normal, que si su amiga tenía abuelos, ella también tenía que tenerlos.

-Ehh, nosotros no tenemos digimon –contestó Natsuko.

-¿Por qué? –quiso saber la digimon sin entenderlo.

Se suponía que un digimon estaba al lado de su compañero humano, excepto en momentos especiales, como era el caso de su tío Gabumon, donde no podía acompañar a su compañero humano en su trabajo a tiempo parcial.

-SnowPoyomon, ven, que te lo voy a explicar –dijo Tailmon avanzando un paso.

-Kibou, ven tú también para hacer otro dibujo para tu tío Yamato.

La niña gritó un gran sí, siguiendo a los dos digimon, quiénes junto a Gabumon y Piyomon, dejaron a los humanos solos. Estaban convencidos de que en aquella situación, necesitaban privacidad, y aquel momento les parecía muy oportuno.

-Es una niña muy espabilada y encantadora.

Comentó Natsuko como primera impresión de su nieta. Mirando el dibujo que le había regalado, sonrió con ternura. Con sus dos añitos, había intentado dibujar a una mujer de cabello rubio y ojos azules con un traje poco usual, donde por alguna razón, le dio la impresión de que había tratado de dibujar cómo sería su digimon si digievolucionase. Las alas de ángel, una armadura dejando las piernas desnudas, un casco ovalado con una cruz amarilla pintada y unas muñequeras verdes que le llegaban al suelo, eran demasiada pista.

-Se nota que ha sido bien criada –cayéndole más lágrimas que aterrizaron en el dibujo- y que estábamos equivocados.

-Mamá… -a Takeru también le resbalaban las lágrimas-. Papá.

Y como un niño pequeño, Takeru corrió a los brazos de sus padres, llorando en una mezcla de felicidad y emoción.

-Lo siento, hijo –decía Natsuko abrazando a su hijo, donde Hiroaki también le daba su mano de apoyo-. No debimos ser tan cerrados de mente. No debimos haber dicho esas cosas. Perdónanos.

-Claro. Claro que os perdono –dijo Takeru feliz y aliviado.

Sus padres habían reconocido su error, le habían perdonado y habían aceptado a su hija.

Kibou.

La esperanza.

La esperanza de que todo algún día se solucionara, y todo volviera a ser como antes.

Y ese día había llegado.

Por lo menos, para él.

Hikari no se sentía mal de que sus padres siguieran sin hablarle, al contrario, estaba feliz por Takeru. Eran pareja después de todo, y había aprendido, que lo más importante era la felicidad del otro para que su unión fuera fuerte y para siempre. Mirando a Sora, se la encontró aún llorando y tratando de aguantar esas rebeldes lágrimas.

-¿Y Yamato? –preguntó Hiroaki mirando a su nuera.

-Ahora mismo deberá estar saliendo del trabajo –contestó Sora, continuando con su labor de apartar las lágrimas de su cara.

-La verdad es que no solo hemos venido a disculparnos –dijo el hombre con una capa de arrepentimiento rodéándole la cara.

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En el cuarto de Kibou, donde Tailmon trataba de explicarle de manera delicada de porqué SnowPoyomon no tenía abuelos, la niña volvía a hacer un nuevo dibujo. Gabumon y Piyomon quiénes la miraban, fruncieron el cejo de ver cómo había vuelto a dibujar el mismo dibujo, aunque con algunos cambios.

-¡Terminé! –exclamó la niña orgullosa- ¡Mira, SnowPoyomon!

La digimon que se había quedado desilusionada al saber que ella no tenía abuelos, cómo su amiga, recuperó el ánimo al ver el dibujo de Kibou.

-¡ME GUSTA! ¡ME GUSTA! –saltando de alegría y feliz- ¡ASÍ ESTAMOS MÁS GUAYS!

-¿Estamos más guays? –repitió Tailmon confusa.

-¡Sí! ¡Esta es la forma que tendremos SnowPoyomon y yo cuando nos fusionemos! –explicó la niña la razón del dibujo.

Los digimon volvieron a mirarse sin entender, si eso era alguna imitación de esas series que tanto veía o si creían que en realidad los digimon y los humanos se fusionaban para digievolucionar.

-¡Kiboumon! ¡Ese será nuestro nombre! –clamaba la digimon saltando sin parar.

-¡Me gusta! –y cogiendo la pintura verde claro, Kibou escribió ese nombre en el dibujo.

-Kibou, ¿tú…? –empezaba Tailmon sin saber si preguntarle si aquello era un juego imaginario o algo que realmente creía. Siendo tan pequeña, tampoco quería romperle la ilusión. Además, tanto la digimon como ella estaban tan ilusionadas, como para deprimirlas de sopetón.

-¡Es nuestro sueño! –confesó Kibou de golpe junto a SnowPoyomon sonriendo como ella- ¡Cuando seamos mayores, SnowPoyomon y yo crearemos una nueva digievolución! ¡La de fusión entre humano y digimon y seremos igual de fuertes que vosotros!

Tranquilos y hasta emocionados, los digimon sonrieron con ternura.

-Seguro que lo lograréis –animó Patamon-. No perdáis la esperanza.

-¡Nunca! –dijeron Kibou y SnowPoyomon al unísono.

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Al llegar Yamato, éste se quedó sorprendido de ver a sus padres en casa y hablando, por lo que parecía, animosamente con su familia. Viendo restos de lágrimas en casi todos los miembros, no sabía si había ido para bien o para mal, pero la actitud calmada y dulce de su esposa, le dio a entender que habría sucedido una escena tan emotiva, que hasta había tocado el corazón duro de su padre.

Mientras se cambiaba, Sora le había resumido lo que había pasado, y que habían estado a su espera ya que sus padres tenían algo más que contarles.

-Bien –comenzó Hiroaki con un profundo suspiro mirando a sus hijos y a sus parejas-, hemos decidido por el bien de todos, que Takeru, Hikari, Kibou y los digimon se vengan a vivir con nosotros.

-¿Cómo? –fue Yamato el que preguntó tras dejar su taza de café en la mesa.

-No solo lo hacemos como responsabilidad nuestra como padres, sino también por vosotros, Yamato y Sora. Necesitáis vuestro propio espacio para crear vuestra propia familia, y siendo estudiantes universitarios, mantener muchas bocas es algo muy complicado.

Hasta ese momento, Takeru no se había dado cuenta de que con su familia, estaba impidiendo que su hermano tuviese la suya, y aún por encima mantenerlos con un mísero sueldo en una casa muy pequeña donde todos dormían apretados.

-No estamos tratando de que Takeru se sienta mal por lo que has hecho, Yamato –continuaba ahora Natsuko-. Pero, aunque no es la gran cosa, nos gustaría compensar nuestro gravísimo error.

-¿A qué te refieres?

-Tanto Sora como tú, aún os queda un año de universidad, y nos gustaría que estudiaseis en otro lugar con más posibilidades de trabajo.

-Nosotros ya no podemos estar tan ociosos como antes, y estaríamos encantados de cuidar a nuestra nieta, mientras que Takeru y Hikari estudian para que sus sueños se cumplan –terminó Natsuko.

Yamato se echó para atrás, cruzándose de brazos.

-Lo de estudiar lejos, no creo que sea necesario. Pero lo de Takeru –mirándole, a lo que el menor le miró-, hace años dije que me haría cargo de ti, hasta que papá y mamá se calmaran. Aún así, aquí no molestáis ni Hikari, ni Kibou, ni nadie. Es tu decisión, Takeru.

El adolescente miró a su hermano, luego a Hikari, quién asentía con la cabeza, diciéndole en silencio que tomase la decisión que tomase, ella la aceptaría. Después miró a sus padres. El recuerdo de su hija con ellos, le había parecido la escena más tierna, después del día en que la había cogido en brazos.

-Creo que –pausando unos segundos, dando algo de expectación- papá y mamá tienen razón. Es mejor que nos vayamos con ellos. Así, Sora neesan y tú podríais dedicaros mejor a los estudios sin limitaciones.

-No estamos siendo limitados –protestó Sora.

-Pero con vuestras calificaciones, podríais estudiar en la universidad de Tokyo y tener mejores oportunidades de cara al futuro –participando Hikari en la conversación.

-Además –sabiendo lo terco que era su hermano, Takeru optó por otra vía a la que Yamato cedería al instante-, si no aceptas la propuesta de papá y mamá, le diré a mi hija que su tito Yamato no la quiere y preferirá más a Taichi -dijo divertido.

-¡Oye! –protestó Yamato- ¡Ni se te ocurra! –por muy risueña que fuese Kibou, creía en todo lo que su hermano y Hikari le decían, por lo que era muy fácil hacer convencer a la niña de algo que era mentira.

Tocando su punto débil, Yamato no tuvo otro remedio que aceptar la propuesta de sus padres y marcharse a una de las mejores universidades de Japón.

Al día siguiente, Takeru junto a su familia y sus digimon se mudaron a la casa de sus padres.

Yamato y Sora no tuvieron tiempo para quejarse de la falta de la alegría de la casa, ya que estuvieron muy ocupados con el papeleo de cambio de universidad y en la búsqueda de un nuevo piso.

Los padres de Yamato habían añadido que el piso también lo costeaban ellos, para que así Yamato tuviera tiempo libre para dedicarse al estudio y obtener las mejores calificaciones, sin necesidad de distraerse con un trabajo para pagar el alquiler. Eso había generado otra negativa en Yamato, alegando que no era un niño mimado para que le pagasen todos los gastos. En esta ocasión, contaba con la ayuda de Sora, donde ella tampoco estaba de acuerdo en que la universidad y el piso corriese a costa de ellos. Pero, Takeru y su hija Kibou fueron vitales para aceptar una vez más a regañadientes.

-Si es que nadie puede decirte que no –dijo Takeru entre risas mirando a su hija dormir.

-Quizás Daisuke pudo verlo, y se enamoró de ella instante –le dijo Hikari desde la puerta con una sonrisa divertida.

-Realmente fue un infierno cada vez que venía a verla –expresó bastante fastidiado, recordando las veces que Daisuke venía a ver… a su hija.

Su hermano ni siquiera la dejaba coger en brazos. Por no hablar de él mismo, que no perdía detalle de los gestos de Daisuke, especialmente, cuando observaba a Kibou.

Afortunadamente, poco después, Daisuke había conoció¡do a una chica muy encantadora, enamorándose como un tonto de ella. Su obsesión por su hija había sido olvidada para decir.

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-Cuando tenga un hijo de Sachi, será mucho mejor que Kibou.

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Se notaba a leguas que estaba muy enamorado de Sachi y que para él no existía nadie más que ella. Incluso, su digimon por fin se había animado, y le había confesado sus sentimientos a Tailmon, considerándose, por fin, una pareja de forma oficial. La primera pareja de digimon, donde notaba a Patamon más feliz que nunca.

Mirando a Hikari, se acercó a ella y la abrazó con fuerza.

Quizás fuese presuntuoso, pero desde que Kibou había nacido, todo parecía ir solucionándose. Solo quedaba el problema de los padres de Hikari, pero si los suyos se habían disculpado, estaba convencido de que ellos también lo harían.

Tenían a la esperanza con ellos.

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Pero la esperanza a veces no es duradera, y un día de verano en que se había decidido en que la pareja de digimon pasasen el día junto a SnowPoyomon y ellos también en familia por su lado, la tragedia apareció en forma de Demon en el Mundo Humano.

La sorpresa, la ira y el miedo que habían sentido Takeru y Hikari al verlo, se había convertido en desesperación al ver cómo ante sus propios ojos, su hija había sido teletransportada de los brazos de Hikari a los de Demon.

-¡SUÉLTALA!

Con una sonrisa sádica, el digimon había desaparecido con la niña, que lloraba angustiada, llamando a sus padres.

-¡KIBOU! –gritó Hikari y a continuación, cayó desmayada.

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"Personajes tapados de pies a cabeza.

Palabras en una extraña lengua salían de aquellos personajes.

Una roca con una cruz invertida.

Una niña de tres años sin poder escapar, llorando y llamando a sus padres.

Una sombra misteriosa acercándose con un digihuevo en sus manos.

El digihuevo de SnowPoyomon.

El digihuevo colocado sobre el cuerpo de la niña.

Y un haz de luz atravesándola."

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Hikari despertó en esos mismos, angustiada, respirando con fuerza y con sudores fríos.

-Hikarichan.

Meiko la había llamado, pero ella estaba metida en su propio mundo, el de la desesperación.

Aquel sueño…

No.

Aquella pesadilla.

-Hikarichan, ¿estás bien?

Ahora era la voz de Mimi.

Ambas le brindaban calor corporal, pero ella seguía pensando en la pesadilla, respirando agitadamente y rogando por todos los cielos, que fuese solo eso. Una simple pesadilla.

Deseando que el secuestro de su hijita a manos de Demon nunca hubiese sucedido.

El blanco del hospital le recordaba a cuando se había desmayado en su habitación, tras haberle contado a Tailmon que estaba embarazada.

Volver a estar en esa misma situación, le parecía el símbolo de un mal presagio.

Escuchó unos pasos apresurados y la puerta abrirse bruscamente, y por allí aparecían sus padres apurados y angustiados.

-¡Hikari! –su madre entre un mar de lágrimas, corrió hacia ella, abrazándola con fuerza- ¡Tranquila, Hikari! ¡Todo estará bien!

El arropo de su madre y el calor por su padre, al abrazarla también, hizo que se deshiciera en lágrimas.

No podía sentirse aliviada de poder volver a contar con ellos, porque el hecho de que su hija fuese secuestrada por un peligroso digimon era algo que le provocaba pánico y a pensar que su sueño era parte de la realidad.

-¡Tienen razón, Hikari! –apoyó Mimi con algo ánimo-. ¡Palmon y los demás no permitirán que nada le ocurra a Kibouchan!

-Cierto –apoyaba el padre de Hikari-. Ya verás cómo se soluciona, y cuando eso ocurra, conoceremos a tu hija y te ayudaremos en lo que haga falta.

-Papá…

-Y después, hablaremos de tu boda con Takeru –la animaba su madre con lágrimas.

Tantos años sin ver a su hija, escuchar de la novia de su hijo la desgracia ocurrida, verla en tan lamentable estado por culpa de un digimon oscuro, era algo que le desgarraba, pero, tenía que ser fuerte por ella y animarla con sucesos que tarde o temprano ocurrirían.

-Mamá…

Su madre la volvió a abrazarla para transmitirle confianza.

El tiempo fue transcurriendo de forma tan lenta para todos, donde Meikuumon, el único digimon en la sala que se había quedado para vigilar, empezaba a pensar lo peor. No quería transmitir su temor a Meiko y mucho menos a Hikari, que seguía abrazada a su madre, pero no habían recibido ninguna noticia de sus amigos.

Viendo a Meiko sentada en la silla cabizbaja y a Mimi caminando de un lado para otro desesperada, la digimon no escuchó los pasos lentos de varias personas acercándose.

Cuando Taichi apareció con varios de sus amigos y los digimon, Meiko se levantó de su asiento con algo de esperanza, Hikari la vista y Mimi se giró a verlos.

Las caras largas que traían todos, y a Miyako llorando amargamente sobre los brazos de Ken, fue suficiente para descubrir lo que había ocurrido. Meiko se llevó las manos a la boca y las lágrimas ya acariciaron sus mejillas.

Hikari temblaba.

Junto a ellos no estaban ni Kibou, ni Takeru, ni sus digimon.

-No…

-Lo siento, Hikari –comenzó Taichi sin poder mirarla y con la voz rota-. Llegamos tarde.

En ese mismo instante, Daisuke agachó más la cabeza y Ken tuvo que girarla, donde lágrimas también aparecían de sus ojos cerrados de rabia.

-No… -volvió a murmurar.

-¡¿De qué estás hablando?! –gritó Mimi con lágrimas y agarrándole del cuello de su camisa con desesperación- ¡¿Qué quieres decir?! ¡¿Cómo que llegasteis tarde?!

-Ella… -mirando hacia otro lado con los ojos cerrados- Kibouchan… Ya estaba muerta… Cuando llegamos… -apretando los puños con fuerza- ¡La usaron para un oscuro ritual! –exclamó con rabia y desesperación.

Hikari soltó un grito desgarrado y lloró como nunca en su vida lo había hecho.

No tuvo el abrigo de nadie, porque sus propios padres estaban paralizados y llorando amargamente por el cruel destino que una niña de tres años había tenido.

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Con los ojos vacíos, con su digimon y Tailmon llorando, Takeru observaba el lugar en el que su hija había muerto.

¿Muerto?

No era lo mismo cómo cuando había visto morir a Angemon, que había vuelto a nacer mediante un digihuevo.

Ni tampoco un reseteo, donde aunque perdieran la memoria, todo había vuelto a ser como antes.

Esta vez, no había solución.

Esta vez, era para siempre.

Nunca jamás vería a su hija.

Nunca vería a su hija crecer.

Jamás volvería a escuchar sus sonrisas.

Jamás la vería en su primer día de escuela.

Jamás la vería haciendo sus continuos dibujos.

Nunca más la escucharía hablar.

Todo rastro de esperanza había desaparecido para siempre.

-Takeru, será mejor que regresemos.

Le había dicho Yamato, quién junto a Gabumon, habían decidido quedarse.

Su hermano se había quedado en un estado de shock, el cual no había atendido a la batalla entre sus digimon contra aquellos seres extraños que habían usado a su sobrina para aquel satánico ritual. No recordaba la de veces en que le había dicho a Takeru que reaccionase, para poder usar el poder de Patamon al máximo para luchar contra Demon y Dragomon.

Siguiendo la única pista que tenían, los elegidos habían ido al mundo del Mar Oscuro, donde años atrás, Daisuke y compañía habían sellado a Demon en aquel lugar, lugar donde también habitaba Dragomon. Y no sabían cómo, que Demon había tenido la habilidad para teletransportarse de aquel mundo al humano.

Junto a Dragomon, ambos habían vuelto por venganza, especialmente contra la luz y la esperanza, o algo así les había dicho. No lo recordaba muy bien, ya que estaba hecho una furia al ver a su sobrina sin vida. Junto a ella, el digihuevo de su digimon estaba hecho de pedazos y sin luz, indicando que ya nunca más volvería a renacer.

La batalla contra aquellos seres cubiertos de pies a cabeza había sido fácil, pero contra Demon y Dragomon, aún teniendo a todos sus digimon con Omegamon e Imperialdramon al frente, y al resto en su máxima evolución, excepto Patamon que se había quedado en Angemon habían librado una dura batalla contra aquellos digimon oscuros y crueles.

Habían usado a su sobrina para un ritual.

Un ritual para darles más poder y que al final, no había servido para nada.

Eso daba una rabia enorme.

Pero para Takeru, parecía que ni rabia sentía. Ahora mismo era como una cáscara vacía sin emociones con un alma atormentada.

-Takeru, tenemos que regresar. Debes estar al lado de Hikari.

Volvía a insistir Yamato.

Si su hermano estaba así, dios sabe cómo estaría Hikari.

Dudaba que Taichi o incluso Sora estuvieran a su lado. A él mismo le costaba una barbaridad mantenerse sereno.

Quería llorar.

Llorar de rabia.

Quería dar un puñetazo a algo o alguien.

Quería desquitarse.

Quería meterse en una cueva oscura y atormentarse.

-No puedo volver con Hikari.

-¡¿Qué dices?!

-No puedo –expresó el muchacho con voz rota-. No puedo –volviendo a repetir.

Patamon levantó la cabeza para ver a Takeru. Su rostro estaba inexpresivo, pero de sus ojos caían lágrimas.

-Takeru… -murmuró el digimon sintiéndose culpable.

Tailmon y él habían sufrido casi de la misma manera el secuestro de SnowPoyomon que sus amigos humanos, pero en su caso, por parte de Dragomon. Habían llegado a digievolucionar a sus siguientes fases y protegido a la digimon. Pero cuando había aparecido Demon con Kibou en brazos, llorando y pidiendo socorro, les habían alterado, haciendo que Dragomon aprovechase la oportunidad para secuestrar a SnowPoyomon y luego desaparecer junto a Demon.

No habían tardado nada, en avisar a sus amigos y encontrar la localización. Menos de diez minutos. Sin embargo, para cuando hubieron llegado, solo encontraron a Kibou y su digimon sin vida, y a Demon y Dragomon con fuerzas renovadas.

A pesar todo, y con grandes esfuerzos, habían ganado. Sin embargo, la pérdida había sido demasiado grande y a que Patamon comenzara a comerse la cabeza.

Si no le hubiera confesado sus sentimientos a Tailmon, aquella salida de pasar ambas familias a solas y en privado, jamás se hubiera dado y SnowPoyomon y Kibou no habrían muerto.

-¡Takeru, no digas tonterías! –bramó Yamato, sujetándolo de los hombros y a obligarlo a que lo mirara a la cara- ¡Ahora más que nunca, tienes que estar a su lado! ¡¿O quieres perderla a ella también?!

Perder a Hikari, hizo que sus ojos volvieran a llenarse de vida y a mirar al mayor con angustia. El mayor entendiéndolo, lo arrimó contra él, dejándole que llorar, aguantándose él sus propias lágrimas.

¿Por qué siempre tenían que pasar por numerosas desgracias?

¿Es que el destino no los quería ver felices?

Los gritos de Takeru le parecían una tortura a Patamon. Y fue lo que necesitó para tomar una drástica decisión.

La rabia de Yamato llegó a Gabumon. El solo pensar que un pequeño descuido solo porque los digimon tuvieran su propia vida era algo que para el digimon sería considerado como tabú. Algo imposible. Y viendo a Patamon y a Tailmon donde la angustia y la culpa los invadía, decidió que nunca jamás le confesaría sus sentimientos por Piyomon. Siempre y solamente estaría pendiente de su amigo, de Sora y de los descendientes que tuviesen, pero nunca de sí mismo.

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Los días siguientes fueron grises.

Era verano, pero no existía el sol ni la luz. Solo nubes y fuertes lluvias que obligaban a uno estar en casa y no poder disfrutar de las respectivas y cortas vacaciones que los estudiantes tenían.

Hikari dudaba en volver al instituto.

Durante el funeral de su hija, lloraba, se perdía en su propio mundo y volvía a llorar. Takeru estaba también en su propio mundo.

En aquel momento, ellos deberían de estar juntos para poder sobrellevarlo, pero eran como niños pequeños, incapaces de madurar.

Fue por eso, que tras finalizar el funeral, Jou les había sugerido algo a Taichi y Yamato.

-Creo que lo mejor es que estén separados durante un tiempo.

-¿Después de haber convivido casi cuatro años juntos con una hija en común? –repitió Taichi incrédulo.

-Lo sé y lo entiendo. Pero, me preocupó la actitud que tuvieron Takeru y Hikari, así que hablé con mi profesor que da psicología. Y me aconsejó que lo mejor es darles un tiempo y que estén con la familia.

Llevándose una mano a la cabeza, Taichi resopló.

-Quizás sea mejor, que regrese a casa, por si acaso –Jou asintió.

-Sora y yo volveremos a Odaiba para estar cerca de ellos –y luego añadió-. En cuando Sora se sienta mejor.

-Debe estar muy mal para no haber asistido al funeral de Kibou –comentó Jou sintiéndose extrañado de que Sora no se personase en un acto tan importante.

-Quería venir, incluso en su estado –dijo Yamato triste y mirando el suelo con pena-. Pero, desde que Kibou ya no está, ella está demasiado triste, sin fuerza. Apenas come y… -soplando-. Creo que será mejor que regrese –con el vilo de que su estado empeorase. Piyomon se había quedado con ella, pero…-. Lo siento, chicos -necesitaba regresar a su hogar y cuidar él mismo de Sora.

-No te preocupes. Cuida de Sora. Ya me encargo yo de Hikari y Takeru.

Cuando Yamato desapareció del lugar a paso bastante apresurado, Taichi le dijo a Jou.

-Jou, ¿ese profesor psicólogo también tiene consulta?

-Por supuesto.

-¿Podrías pedirle que trate a mi hermana? –mirándole a los ojos y con pena agregó-. No se lo he dicho a Yamato, y mucho menos a Takeru, pero mi hermana ha decidido que nunca más tendrá hijos y que quiere dejar a Takeru.

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Vestida con su traje de novias, Hikari observaba el cielo clareado.

El sol brillaba con mucha fuerza, casi cegándola. Colocando su mano enguantada hasta el codo, la puso como sombra para que aquel sol no le diera en los ojos y sonrió.

El extraño cielo del Mundo Digimon le hacía recordar a los digimon inventados que su hija Kibou dibujaba.

Habían pasado tres años desde su muerte, y de no ser por la ayuda de su hermano y del terapeuta, profesor de Jou, con sus largas sesiones, se habría autodestruido, provocando que Takeru se autodestruyese también.

Ahora tras un largo tiempo de terapia y el calor familiar, Hikari había vuelto a sonreír y a poder recordar a su hija sin necesidad de lágrimas. Lo mismo había pasado con Takeru. Se le notaba que había recuperado la sonrisa y reía junto a Daisuke y Miyako, animándolos a que ellos también se casasen.

Su boda.

Bajó la cabeza y llevó las manos al corazón.

Ella se había casado con Takeru y lo estaban celebrando en el Mundo Digimon.

Le había emocionado cuando los bebés digimon de la Ciudad del Comienzo habían aparecido con un precioso adorno floral para ellos. Elecmon les había comentado que lo habían hecho los bebés solos como regalo de bodas.

Le había parecido tan tierno y encantador, e incluso la parte donde Elecmon se había visto apurado porque dos de los bebés digitales habían empezado a llorar porque se habían enfadado porque uno tenía más comida que el otro. Elecmon, un digimon macho, pero ante los pequeños digimon actuaba como padre y madre al mismo tiempo.

Eso la perturbó.

Había recuperado la sonrisa.

No había dejado a Takeru.

Pero su miedo de volver a tener un hijo, y que le sucediese lo mismo que a Kibou, era algo que seguía pendiente.

Si a Takeru le pasaba igual, no lo sabía.

Por el bien de los dos, el terapeuta les había dicho que lo mejor era no sentir interés por lo que pensara el otro sobre aquel asunto.

Primero era concentrarse en uno mismo hasta que estuvieran completamente curados.

Dejando escapar el aire, Hikari decidió que no era momento de pensar en cosas tristes. Era el día de su boda y tenía que estar alegre. Ver a Tailmon con un trajecito blanco y rosa, fue suficiente motivo para reír. A su digimon no le gustaba mucho andar con ropas "de niña" cómo las llamaba ella, pero estaba realmente graciosa y preciosa, y eso se notaba ya que los Numemon no le quitaban el ojo de encima.

Patamon con su chaquetita de traje, camisa y corbata hacía caso omiso a los digimon pesados que intentaban cortejar a la digimon.

Tras lo de Kibou y SnowPoyomon, los dos digimon habían puesto punto y final a su relación, decidiendo que de ahora en adelante se enfocarían en su principal deber como digimon elegidos que eran. Ella en aquel estado que estaba y Takeru en el suyo, no habían dicho ni hecho nada al respeto. Y ahora, no quería entrar en una herida que estaba cicatrizándose.

-¡HIKARICHAN!

Sorpresivamente, Mimi se puso frente a ella con los brazos en jarras. Con su abultada barriga, llevaba un precioso vestido típico de Mimi, y la observaba con una tremenda represión. Tras ella, estaba Palmon con un vestido similar al de su compañera humana, y unas Sora y Meiko con sonrisas nerviosas.

-¿Qué… qué sucede? –preguntó la Yagami, siendo ahora señora Ishida.

-¡Qué no te vea con cara larga! ¡Las bodas solo suceden una vez en la vida! ¿Verdad, Sorasan, Meimei?

-Bueno… -ajustándose las gafas, Meiko dijo-. Hay personas que se divorcian y se vuelven a casar.

-Como mis suegros –complementó Sora.

-¡Boh! –espetó cruzándose de brazos-. Los que se casan dos veces es porque no se quieren. ¡Miradme a mí! ¡Casada desde hace dos años! ¡Con un niño de un año y otro que estará al nacer!

-¡Una niña! –exclamó Palmon emocionada en conocer a la hija de Mimi.

-¡Sora! –exclamó Mimi mirándola con cierto reproche- ¡Tú te tardaste lo tuyo!

-Aunque no fue tan mal –comentó la pelirroja, desviando sus ojos hacia donde estaba su marido.

Hikari vio cómo una sonrisa tierna escapaba de sus labios, y viendo en su misma dirección, se encontró a Yamato con una sonrisa orgullosa, la misma que tenía Gabumon. A Daigo riendo junto a ellos con Patamon sobre su hombro. Y finalmente a Takeru acunando a su sobrino de escasos meses.

Hikari sintió un dejhavu, y su imaginación hizo que viajara al pasado, cuando Takeru y ella eran unos adolescentes durante la koukou, y Takeru le cantaba nanas a su hija Kibou para que durmiera.

Ver de nuevo aquella escena, hizo que los ojos de Hikari saliesen lágrimas.

-Hikari –escuchando la voz de Sora y sus manos sobre sus hombros-, no puedo imaginar cuánto dolor tuviste que pasar. Pero la esperanza aún sigue dentro de vosotros. Kibouchan se pondría triste si supiera cómo os habéis sentido Takeru y tú. Y eso Takeru lo sabe, por eso ha decidido seguir adelante.

Hikari asintió con lágrimas y una pequeña sonrisa.

La intervención de Taichi con un comentario muy particular, hizo que fuese el centro de atención.

-¿Se puede unir una preciosa señorita a esta convención de mujeres? –había dicho entre bromas con un bebé en sus brazos.

-¡Oh! ¡Sanaechan! ¡Qué preciosa está! –exclamó Mimi maravillada, dándole más importancia a la hija de Taichi y Meiko que a la novia protagonista.

Sora miró a Hikari, ella le devolvió la mirada y rieron conjuntamente.

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-¡¿Estás embarazada?! –exclamó Taichi con la taza en el aire. Menos mal que no se la estaba bebiendo, porque sino se habría atragantado.

Hikari asintió con algo de vergüenza.

En esta ocasión, no le daba pena ni miedo confesar su embarazo. Es más, se sentía con ganas y emoción.

Tras un tiempo de intentando superar su miedo y viendo cómo a Takeru se le caía la baba con sus dos sobrinos. Tras haberlo hablarlo con él, habían decidido que era hora de seguir adelante y tener un nuevo miembro en su familia.

-¡Eso es fantástico! –exclamó Sora.

-¿Estáis seguros? –preguntó Yamato a la pareja tras haber dado un desvío al parque de juegos donde su hijo y la hija de Taichi jugaban con los juguetes que su consentido tío Takeru no paraba de regalarles.

-Seguros, hermano –dijo Takeru con total convencimiento y mirando a Hikari con mucho amor.

-Me alegro mucho por vosotros –dijo Meiko feliz.

Y mientras las dos mujeres felicitaban a Hikari, Taichi se quedó pensando como si estuviera preocupado por algo. Hasta que una idea se le vino a la mente.

-¡Tengo una idea! ¿Y si vivimos las tres familias en el mismo edificio? –todos se le quedaron mirando y a Yamato no le gustó para nada aquella idea-. ¡Así podríamos tener más facilidad de cuidar de los niños! ¡O para ayudarnos más rápidamente ante los futuros peligros! ¡Y también nuestros respectivos hijos estarían más cerca para verse y jugar entre ellos!

-¡Eso sería fantástico! ¡¿No piensas lo mismo, Hikari?!

La aludida afirmó con una sonrisa, sintiendo la misma emoción que Takeru.

-A mí también me gusta mucho la idea. ¿Qué dices, tú Yamato?

-Ahh… -no podía ser sincero y decir que a él le disgustaba muchísimo. No la parte donde conviviría en el mismo edificio que su hermano y cuñada, sino el que Taichi también estuvieran muy cerca de ellos.

-Meiko, ¿a ti también te gusta la idea? –le preguntó Taichi sin esperar respuesta de su mejor amigo.

Yamato viendo cómo Meiko tenía una cara muy larga, donde a ella también le disgustaba la idea por la misma razón que él, no pudo por más que empezar a temer su relación con Sora.

Aún estando casado, aún teniendo una hija, Taichi seguía enamorado de su mujer.

A pesar de todo, a regañadientes y para sorpresa de Meiko, Yamato aceptó la propuesta.

Aquella idea era para estar más cerca de Takeru y Hikari, y evitar que otra tragedia sucediese. No podía ser egoísta, sino confiar en el amor que Sora siempre le había tenido.

A él lo había elegido, y no a Taichi.

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Doce años habían pasado desde que había anunciado su embarazo. Por fortuna, ninguna amenaza importante había sucedido.

El peligro contra los digimon oscuros parecía haberse extinguido de forma permanente.

No podía mentir al decir que cuando su hijo Isaki había nacido, había sentido un miedo tremendo y la paranoia de que alguien lo secuestrase para sus oscuros propósitos.

Obsesionada con esa idea, durante un tiempo, no había conseguido conciliar el sueño y visitaba a su hijo en varias ocasiones por la noche, para cerciorarse de que seguía durmiendo tranquilo en su cuna.

En la habitación del niño también estaban Patamon y Tailmon, en sus respectivas camas, y preparados para proteger al niño y a su digimon. Era una forma para que ella se sintiera tranquila, pero con esa paranoia en la cabeza, era completamente imposible.

Takeru trataba de animarla y consolarla.

Infundiéndole ánimos de que esta vez no perderían a su hijo.

Y entre cariños y otras cosas, fue cómo poco después volvió a quedarse embarazada.

La situación tras el nacimiento de Takeshi había sido idéntica que la de Isaki.

Pero con Takeshi había tenido que detener aquello. Pues su hijo pequeño se despertaba, como si la sintiera y clamaba atención y juego, despertando a su hermano de un año, que empezaba a llorar por haber sido despertado bruscamente.

Hikari rió al recordar aquello.

Las siguientes veces que visitaba a sus hijos para cerciorarse de que estaban bien, volvía a pasar lo mismo, donde tanto sus digimon como ellos mismos habían empezado a verse afectados por el sueño y el cansancio. Fue por eso, que la primera noche, donde Hikari necesitaba dormir, que la familia pudo pasar una noche tranquila. Pero cuando lo había recuperado, volvía con su manía, y Takeshi despertaba y vuelta a empezar.

Nuevamente, el cansancio se había apoderado de ella, durmiendo la noche sin despertarse y sin preocupaciones en su mente.

Y con lo que Takeru le había dicho.

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-Hikari, entiendo cómo te sientes. Pero si vas a verles, lo único que provocarás es que todos caigamos enfermos. Porque yo no sé qué tiene ese niño en el oído que se despierta nada más abrir la puerta sea la hora que sea. Y aún por encima, con ganas de juerga –expresaba en una mezcla entre hastiado y cansado.

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De esa manera, y gracias indirectamente a su hijo Takeshi que había conseguido superar su trauma y seguir adelante con su vida.

Y con la alegría y las pequeñas bromas de Takeshi, no tenía tiempo para deprimirse y pensar en el pasado. No cabía duda de que se parecía a su padre y no solo en el físico. Por su parte, su hijo Isaki había heredado todo de ella, su físico, su calma, su tranquilidad y su porte madura.

Unos sonidos gráciles, hicieron que Hikari viera a la criatura que tenía en brazos y que se había empeñado en no dormir aquella noche, sino en disfrutar de su compañía.

El amanecer de un nuevo día aparecía con sus rayos de sol colándose en aquella habitación de color de rosa, dándole de pleno a la niña que rió más divertida.

-Hinode –murmuró Hikari con ternura y la llevó contra su pecho, transmitiéndole todo su amor.

Su hijita Hinode, recién nacida, era una criatura tan adorable y tan hermosa como en su día lo había sido Kibou. Algunos decían que era la reencarnación de Kibou. Su digimon, aunque no fuese verde con mejillas amarillas, lo era amarillo con mejillas verdes y de nombre YukiPoyomon. Pero Hikari no quería ver de esa manera a su hija. Kibou era Kibou, y Hinode, Hinode.

Kibou había sido la esperanza de que todo se solucionara.

Y Hinode era el amanecer de que la vida continuaba.

Por eso, la había llamado así. Para que su hija no se sintiera mal por verse como su difunta hermana y no verla a ella.

-¿Aún despierta? –apareciendo Tailmon tallándose los ojos.

-Creo que Hinode tiene su nombre por algo, que le gusta quedarse hasta el amanecer –comentó con una sonrisa, viendo cómo ahora su hijita se iba adormilando.

-¿Y tú? –preguntó la gata preocupándose por el sueño de su amiga.

-Tengo que hacerle el desayuno a los niños –comentó Hikari, dejando a la niña en su cuna, junto a su YukiPoyomon que seguía durmiendo-. Y Takeru tiene que escribir la nueva novela que le pidieron los editores y la entrega semanal para la "Digi Jump". Como quitaron la sección donde Patamon y tú eráis los protagonistas, tendrán que sustituirlo por historias digitales contadas por Takeru.

La gata blanca agachó sus orejas con pena.

-Siento mucho las molestias que Patamon y yo hemos causado. Pero, no podíamos seguir viendo algo que nos hacía daño.

-Lo entiendo –agachándose para estar a su altura-. Aún así, hicisteis un gran sacrificio de algo que hubiera pasado de todas maneras.

-Lo hicimos por vuestro bien.

-Pero no hace falta que sigáis así, Tailmon. Los primeros años, Takeru y yo no dijimos nada, porque estábamos muy afectados. Pero no hay necesidad de que Patamon y tú sigáis así.

-Pero…

La digimon quiso seguir protestando, pero no pudo, porque un ajetreado Patamon había aparecido volando.

-¡Rápido! ¡Tenéis que venir! ¡Es urgente!

La expresión alterada y blanca de Patamon alertó a Hikari, y que justo en ese instante escuchase llorar amargamente a su hija y a YukiPoyomon, un mal presentimiento cruzó su mente.

El nuevo amanecer se había vuelto nublado, desapareciendo el sol de aquel nuevo día. Un día que para muchos sería el comienzo de una pesadilla, cómo la que había vivido ella cuando supo de la muerte de Kibou.

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Los días en aquella cárcel eran demasiado eternos, donde a Daisuke le parecían años.

A través de la única ventana que daba al mundo exterior, el hombre miraba como en ese nuevo y extraño mundo, también existía la noche.

Echó un vistazo a su alrededor, en concreto a Takeru y Hikari.

Apartados en un rincón, Takeru seguía sin reaccionar. Hikari y sus digimon estaban apoyados sobre él, como si quisieran recordarle, que ellos aún estaban vivos.

Sintió pena por ellos.

Habían sufrido tantas perdidas importantes, y todas de manera tan cruentas, que pese a que él también había perdido a su mujer y tenido sus propios problemas, no se comparaba en nada a lo que ellos habían sufrido.

En momentos como ese, Daisuke se acordó de aquel otro niño que solo había conocido una vez, y que por el bien de Musuko, lo había entregado en adopción.

Si sus amigos se enteraban de aquello, lo reprocharían por haber hecho algo tan irracional.

Pero, era el hijo nacido de su segunda esposa. Una mujer muy joven que Musuko seguía sin aceptarla como madre.