PROEMIO · En contra de la superación

-¡Mirad! ¡Mirad! ¡Os presento mi futura esposa! –exponía Daisuke a sus amigos del club de fútbol la única foto que tenía él con su amada Kibou, y que la usaba como fondo de pantalla en su móvil.

Sus compañeros de fútbol con una sonrisa nerviosa, alternaban la mirada entre la foto y Daisuke. Su capitán hablaba con tanto entusiasmo y con una credibilidad pasmosa de que aquella niña de menos de un año de edad, se convertiría en un futuro en su esposa. Todos estaban de acuerdo en que Motomiya Daisuke estaba completamente enfermo.

-Pero si es una niña –le recordó uno de ellos, pensando que quizás su capitán se había equivocado de foto, y puesto la de algún sobrino o algo parecido por equivocación.

-¡Pero ya crecerá! ¡Y seguro que será una preciosidad cuando sea mayor! –y contrario a lo que pensaban, Daisuke estaba completamente enamorado de una niña de meses de edad.

Aquellos jugadores tenían que reconocer que la niña era una hermosura y digna de aparecer en un catálogo de ropa infantil. Con su pelo rubito y sus grandes ojos azules, acompañados de una gran sonrisa, era lógico que todo el mundo se enamorara de ella. Pero aquel amor era por ver algo único y precioso. No el amor enfermizo que procesaba Motomiya hacia la inocente criatura. Seguro que sus padres se sentirían preocupados de saber que existía un adolescente de diecisiete años enamorado de su hija, como el amor de un hombre a una mujer. Pensar en los padres de aquella niña, hizo que uno de ellos, frunciese el cejo y observar detenidamente la fotografía, como si sus rasgos fisiológicos le sonasen de algo. Hasta que finalmente, cayó en la cuenta.

-Oye ¿esta niña no será pariente de tu amigo Ishidasan? El que no parabas de decir que te había robado a tu Hikarichan.

-¿Ishidasan? -repitió Daisuke confundido, asociando el apellido de Ishida a Yamato, olvidándose que ahora Takeru también era un Ishida, desde que sus padres se habían vuelto a casar- ¡Ah! ¡Takeru! -y sonriendo con altivez como si él supiera algo que ellos ignoraban, dijo sin ningún tapujo- ¡Claro que es pariente! ¡Es la hija que tuvo con Hikarichan! Cómo se nota que la hermosura lo sacó de su madre ¡Es tan linda! –mirando la foto con una cara estúpida, como los tontos enamorados.

Los adolescentes se miraron entre sí. Durante un tiempo, había circulado el rumor de que Yagami Hikari y Takaishi… Ishida Takeru habían tenido un hijo, y esa había sido la causa por la que Hikari no había seguido con los estudios. Aquel cotilleo había sido el tema favorito de las chicas. Pero para los chicos que poco les importaba el tema de marujas, y estaban más concentrados en el deporte o en cosas de chicos, aquel rumor les había sido indiferente. Ahora, escucharlo de Daisuke, cómo no tenía consideración con lo que llamaba sus propios amigos, era para murmurar sobre cómo dos jóvenes habían tirado por borda su juventud al tener un hijo. Sin embargo, la cara estúpida de Daisuke sobre la foto, era más importante y a sentir compasión de Takeru por tener a su amigo enamorado de su hija de menos de un año.

-¡¿Qué se supone qué es esto?!

La voz aguda y regañona de una chica vistiendo su mismo uniforme escolar, el del Tsukishima, los puso en alerta. Vieron como la recién llegada había arrebatado el móvil de Daisuke para mirar la foto y fruncir el cejo molesta. Se lo mostró a su acompañante, el capitán del equipo rival, con el que jugarían aquella tarde. Éste, lejos de sentirse alterado, mostró una suave sonrisa.

-Daisuke ¿se puede saber cuándo le hiciste esta foto a Kibouchan?

-Yamatosan te mata si se entera que le hiciste una foto a Kibouchan –objetó su acompañante con una amplia sonrisa.

-¿A qué sí, Kenkun? –decía Miyako enfocada en su novio con corazones en sus ojos, contenta de que estuviera de su parte.

-¡Me importa un comino lo que él diga! –respondió Daisuke molesto dándoles la espalda- ¡Ella es la mujer de mi vida!

-Eso dijiste también de Hikarichan –repuso Miyako con una sonrisilla burlona.

-¡Fue a hablar la que le gustaba todo chico guapo que se le ponía por delante! –le espetó con un dedo acusador, ofendido por su comentario.

La Inoue tuvo que retroceder un paso con la vergüenza cubriéndole. Pero Ken se le puso delante.

-Daisukekun –comenzó con una sonrisa tranquila-, agradecería que no le alzases la voz a mi novia en mi presencia –aquella naturalidad oculta en una sutil amenaza, estremeció al resto de jugadores del Tsukishima.

Ichijouji Ken del koukou privado Tamachi, era conocido por ser un cerebrito y un muy buen jugador en todos los deportes. Quizás no lo era tanto como cuando estaba en la shougakkou, pero aún así, era una estrella prometedora, donde la selección juvenil de fútbol de Japón no paraba de pedirle que se uniera a su equipo. Sorprendentemente, él siempre lo negaba.

A pesar de que era un fuera de serie, Ichijouji Ken no tenía intención de convertirse en un jugador profesional del fútbol. Y lo que más rabia les daba a aquellos jugadores del Tsukishima que soñaban con ser profesionales, es que su propio capitán, Motomiya Daisuke, también era cualificado como un excelente jugador para ingresar en la selección japonesa, tampoco quería convertirse en un profesional del deporte, sino en convertirse en un simple cocinero.

¿Por qué la vida era tan injusta?

Eran lo que pensaban aquellos chavales con angustia y envidia sin atender a la trifulca mantenida entre ambos capitanes con la chica del Tsukishima del lado del Tamachi.

-Yo solo digo la verdad –contestó Daisuke sin temer a la otra cara de Ken.

Miyako lo miró con cierta rabia con los dientes apretados, hasta que una idea acudió a su mente. Situándose al lado de Ken, apuntó su dedo hacia él.

-En ese caso, hagamos una apuesta. Si el Tsukishima gana al Tamachi, podrás gritarme con tus verdades todas las veces que quieras…

-¡Ja! ¡Trato hecho! –acordó Daisuke encantado sin darle tiempo a que Miyako terminase la frase. El gusto que tenía de poder burlarse de Miyako era como un dulce al alcance de la mano.

Miyako sonrió de medio lado. Aquella reacción adelantada de Daisuke era algo que ella había previsto, sin saber que su venganza sería tan caliente como Meramon.

-…y si el Tsukishima pierde y Kenkun mete cinco goles al Tamachi –apuntando con su dedo ahora el móvil de Daisuke-, borrarás la foto de Kibouchan y nunca le volverás a hacer una hasta que Takerukun y Yamatosan te den permiso.

-¡¿QUÉEE?! –apegando su móvil contra sí, como si lo protegiera de una bruja malvada. De hecho, su mente tan imaginativa, vio a Miyako con su gorro y traje de bruja y con escoba en mano, riéndose maliciosa de él- ¡ESO NI DE BROMA!

-¡Ya has aceptado, así que una apuesta es una apuesta!

-¡Pues ya verás cómo le meto yo los cinco goles al Tamachi!

-¡Con Kenkun dudo que consigas meterle uno! -se mofó ella divertida a sabiendas que eso sería algo imposible de suceder.

Los compañeros de Daisuke, miraban con una gota a los dos alborotadores, especialmente a Miyako. Se suponía que ella pertenecía al Tsukishima koukou, pero como su novio estaba en el equipo contrario, no solo no iba animarlos, sino que les estaba dejando en claro que iban a perder por goleada.

-Bueno –murmuró Ken cargando sobre su hombro su bolsa de fútbol-, supongo que tendré que ir calentando para cumplir la parte de Miyako.

Los jugadores del Tsukishima temblaron de miedo, viendo que el as del Tamachi iba a ponerse demasiado serio.

Aquel día, y por culpa de su capitán, iban a sufrir una gran humillación.

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Foto eliminada.

Foto eliminada.

Foto eliminada.

Daisuke lloraba, recordando las dos terribles palabras que habían aparecido en su móvil, después de que Miyako le borrase la foto de Kibou.

El maldito de Ken no le había metido solo cinco goles, sino que había marcado doce en el primer tiempo, por lo que el ánimo de sus compañeros de fútbol había bajado tanto, que fue imposible remontar el partido y ganar la apuesta… perdón, el partido.

La bruja de Miyako, cómo la llamaría Motomiya de ahora en adelante, se lo había pasado bomba borrándole la foto de su querida Kibou. Hasta, lo había hecho a cámara lenta, torturándole.

¡Su foto de Kibou!

Lo único que había tenido de ella.

Y lo peor…

¡Ya no podría hacerle más fotos!

Ya había sido una suerte poder haberle hecho aquella, cuando Takeru y Hikari no miraban, que ahora, si Miyako los ponía en alerta, y con Yamato en alerta, que no la dejarían ni ver.

Quizás debería hablar con Sora para convencerla…

-¡Rayos! ¡Pero sí prometí que no haría más fotos! ¡Maldita bruja! ¡Esta no te la perdono en la vida! –gritando a la nada.

Estaba en la parte trasera del instituto, por lo que podría desahogarse a gusto, por eso no se esperó escuchar una voz femenina riéndose con ganas.

Pestañeando varias veces y con las mejillas teñidas de rojo, Daisuke se giró hacia el lugar de aquella risa. Allí había una chica de su mismo instituto, un poco más bajita que él, de pelo castaño oscuro y ondulado y ojos oscuros.

Pese a que había sido descubierta, seguía riéndose divertida cómo si no pudiera contenerse.

Daisuke se ofendió. Ya tenía suficiente con que varios de sus amigos se metieran con él, y sus compañeros del club culpándolo por haber perdido con aquella excesiva goleada, para que viniera otra persona ajena a divertirse a su costa como remate final.

-¡Matsumoto Sachi!

Daisuke escuchó la voz de Daigo, aquel hombre que ejercía cómo responsable del club de caligrafía japonesa y tutor de su clase, entre otras profesiones que aquel adulto poseía. Mucho antes de la generación de Taichi y compañía, había sido también Niño Elegido. Y había jugado un papel muy importante hace tres años al ayudarles con los nuevos problemas que habían surgido en el mundo real y el digital. Por lo que podría considerarse también como un colega suyo. Pero un colega que en temas escolares, era pesado hasta decir basta. Antes de que le diera la lata con cualquier cosa, se largó del lugar, sintiéndose más molesto que nunca.

Llevaba un día de perros. Que solo faltaba tener a su hermana dándole cualquier sermón para terminar el día.

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Zapateaba el portaminas para calmar la impaciencia que lo rodeaba. El calor de agosto no ayudaba a que se sintiera de buen humor.

Se suponía que estaba de vacaciones de verano, y en vez de estar por ahí divirtiéndose con su digimon y sus amigos (y de paso aprovechar para ver a su querida Kibou), tenía que asistir a esas malditas clases particulares. Y lo más deprimente de todo, es que era el único alumno de su clase que tenía la obligación de asistir.

Reconocía que no era nada bueno en los estudios. Un motivo más que suficiente para que sus padres aceptasen su decisión de no ir a la universidad y empezar su vida laboral como cocinero para hacer su sueño realidad.

Además, el negocio de restauración era un trabajo que ofrecía muchas puertas de cara al futuro. Quizás no el ramen, pero él tenía muy buena labia para incluso convertir esa comida japonesa en patrimonio de la humanidad.

Entendía que como mínimo tendría que graduarse. Pero es que, salvo las matemáticas y el inglés, el resto se le daban tan mal, pero tan mal que al igual que el año anterior, tenía que pasarse las vacaciones de verano yendo a clases particulares.

De reojo vio a Daigo y su rostro tan hastiado como el suyo. Al adulto tampoco le hacía mucha gracia tener que ejercer como profesor responsable para ocuparse del único alumno que no daba sacado un simple aprobado.

El pelinegro se dedicaba a su afición favorita, la caligrafía japonesa con una galleta salada en la boca. Por lo que Taichi le había contado, aquel hombre tenía un nivel altísimo en kanjis, donde se entretenía dibujando los más de diez mil kanjis que existían, cuando sólo 2136 son los de uso cotidiano.

Ese era su pasatiempo favorito y con lo que se relajaba, pero en ese momento, parece que no lo disfrutaba lo suficiente.

-Motomiyakun, deja de pensar en las musarañas, y acaba esos ejercicios de una vez -le dijo el hombre con pesadez.

Daisuke frunció el cejo.

-Sensei, yo no pedí venir a estas clases particulares. Si total no voy a ir a la universidad -comentaba despreocupado.

Daigo dejó escapar un suspiro más pesado, pidiendo a algún dios que no estuviera de vacaciones, paciencia con aquel chico.

-Ya he oído esa cantinela cientos de veces. Pero no puedo aprobarte por la cara para que obtengas el graduado.

-¿Y por qué no? -respondió el muchacho todo tranquilo-. No necesito saber de fórmulas químicas para cocinar ramen. Ni tampoco porqué Benkei murió de pie. El inglés es necesario si quiero internacionalizar el ramen, y las matemáticas para llevar las cuentas, pero el resto de materias no valen para nada en mi profesión como futuro cocinero.

Daigo se llevó una mano a la cabeza. De todos los alumnos con los que había tratado, solo Motomiya Daisuke era el que le causaba tantos problemas. Como profesor que era, tener en su expediente a un alumno que repitiese curso, sería una mancha en su expediente. Y no solo eso, sino que además, sería la comidilla entre sus colegas. Eso lo había visto en una colega suya, cuando Yagami Hikari había abandonado los estudios por su embarazo.

Aunque la profesión principal de Daigo era de investigador de fenómenos digitales, y el de profesor fuese un trabajo para entretenerse, consideraba aquel oficio igual de importante que el principal. Y luego estaba que como el alumno en cuestión era Motomiya Daisuke, uno de los niños elegidos que no entendía la lógica de que no podía ir contra las obligaciones de un profesor que trataba de llevar a los alumnos por el buen camino y convertirlos en chicos de provecho. Si hacía lo que el chico le decía, estaría yendo en contra de las funciones de un maestro.

-Motomiyakun -tratando de hacerle entender, aunque algo le decía que sería inútil-, no puedo aprobarte sin más. Eso es una falta en la ética moral como profesor.

-Pero Daigo -tratándolo como el aliado que era siendo colegas digielegidos, en vez de mantener la relación entre profesor y alumno-, si tú no dices nada, yo tampoco voy a decirlo.

Con la paciencia al límite, Daigo se situó frente a Daisuke. Colocando una mano fuerte sobre la mesa y ojos echando fuego dijo con voz suave pero peligrosa.

-¿Quieres terminar estos ejercicios para que podamos irnos a casa de una vez?

La imponente figura del adulto puso nervioso a Daisuke, con una sonrisa nerviosa, le dijo que los haría y sin seguir protestando.

Otro suspiro por parte del adulto viendo como el adolescente por fin continuaba con la tarea, hasta que el sonido de una sonrisa infantil lo dejó confundido.

El adulto se giró hacia la puerta abierta que daba al pasillo viendo pasar de soslayo a dos figuras, sin darle tiempo a saber quiénes eran y a descubrir qué hacían con un bebé en aquel recinto escolar, se encontró en el suelo. Daisuke que había reconocido aquel sonido, había volado de su sitio y lo había empujado, para correr detrás de aquellas personas cantando una palabra una y otra vez como un disco rayado.

-¡KIBOUCHAN! ¡KIBOUCHAN! ¡KIBOUCHAN!

Había sido su simple sonido sin la necesidad de verla, para que Daisuke reconociera al instante a su amada Kibou. Había corrido hacia ella como alma que lleva el diablo, sin darse cuenta de que estaba en los brazos de Sora y que Yamato estaba al lado. Por eso, cuando había querido quitarla de los brazos de la mujer, Yamato se lo había impedido con una mano estirada para que no siguiera corriendo como chaval bobalicón y estúpido.

-¿Cuántas veces te tengo dicho que te quiero a un kilómetro lejos de mi sobrina?

-¡DÉJAME PASAR! ¡QUIERO VERLA! ¡QUIERO TOCARLA!

Más razones para que Yamato alejara más a ese loco de su sobrina. Le parecía enfermiza la obsesión que tenía Daisuke con una niña tan pequeña que aún necesitaba el chupete. Todo lo contrario a Sora y los digimon, que les parecía cómica la escena y en vez de ponerse de su parte, y mostrar preocupación, se reían por la escena que montaban tanto él como el loco de Daisuke.

Ni que fueran genio y figura, pensaba Yamato ofendido de ser el payaso de aquel circo.

-¡Motomiyakun! -apareciendo Daigo agitado y molesto- ¡Ni pienses que voy a dejar que te marches sin terminar tus deberes! -pero al ver a sus antiguos alumnos y aliados, todo enfado se esfumó para mostrar su felicidad de verlos de nuevo. Debido a muchos problemas, entre ellos, los laborales, desde que Yamato y Sora se habían casado, no los había vuelto a ver- Ishidakun, Takenouchikun, cuánto tiempo sin veros. Se os ve muy bien -luego se colocó en cuclillas para estar a la altura de Gabumon y Piyomon-. Y también vosotros, se os ve con muy buen aspecto.

Una simple palabra de su antiguo maestro hizo que Yamato arrugase la ceja y abandonase su interés en Daisuke.

Los dos digimon saludaron al adulto, lo mismo que Sora con su típica formalidad, mientras le cedía a Daisuke la niña para que la cogiera. A diferencia de Yamato, ella no veía tan peligroso el asunto de que Daisuke quisiese tanto a su sobrina.

-Sensei -Yamato no correspondió al saludo, sino que lo miró medio molesto y colocando una mano sobre el hombro de Sora continuó-, le recuerdo que ella ya no es Takenouchi, sino Ishida.

Sora sonrió divertida, apegándose a él, sintiéndose más enamorada de su marido que nunca.

-¡Oh! ¡Lo siento! ¡Lo siento! Entiende que es la costumbre. Pero, me alegra veros que estáis bien. Aunque, no entiendo qué hacéis aquí. Este no es un lugar para pasear con una niña.

-Hemos venido a acompañar a Hikarichan a buscar los papeles para la matrícula. Creo que ya le han dicho que se integrará después de las vacaciones de verano -respondió Sora-. Y de paso, cómo Takerukun está en la biblioteca, habíamos pensado en regresar todos juntos a casa.

-Entiendo -comentó con una media sonrisa-. Será algo duro para Yagamikun, pero me ocuparé personalmente de ayudarla en todo lo que necesite.

-Se lo agradezco, sensei -dijo Yamato con un asentimiento de cabeza, y al ver a su esposa, notó la falta de alguien- ¿Y Kibou? -el sonido de la voz de la niña, le hizo ver que no estaba muy lejos, y al verla en brazos de Daisuke, estuvo a punto de montar un escándalo, pero fue retenido por Sora.

-Déjalo, Yamato. No le va a hacer nada malo. Además, fíjate en Kibouchan. Se siente feliz y a gusto con Daisukekun.

Aunque no estaba muy convencido con las palabras de su esposa, Yamato no rechistó. Sabía que por mucho que lo hiciese, jamás podría con la cabezonería de su esposa.

Daigo sonrió divertido y metiendo las manos en los bolsillos de su bata blanca miró a la pareja.

-Realmente, os veíais muy bien con Kibouchan. A ver cuándo os animáis a tener un hijo propio.

Algo que debía haberlos puesto nerviosos y sonrojados, provocó un efecto contrario que extrañó al más mayor. Tanto Yamato como Sora se pusieron tristes y hasta serios, como si algo así nunca fuese a suceder. Daigo no entendía a qué venía aquella extraña expresión, y viendo como los digimons compartían la misma preocupación que sus compañeros humanos, tardó unos segundos en comprender la metedura de pata que había hecho.

Debido al embarazo inesperado de Hikari, los padres de Hikari y Takeru se habían puesto en contra de la pareja y a no desear que ese hijo naciera. Eso había provocado que Yamato y Sora se metieran de lleno en el asunto y a hacerse cargo de la joven pareja sin ningún tipo de recurso económico. Aunque Yamato y Sora fuese una pareja de casados, para que todo saliese a flote, Sora había abandonado la universidad y se dedicaba a trabajos manuales de costura para traer algo de dinero a casa, mientras que Yamato seguía con sus estudios y con un trabajo a tiempo parcial. Estaban en una situación tan difícil, que si la pareja casada tenían un hijo, sería otra boca que alimentar. Algo que en esos momentos no podían permitirse cuando ellos apenas subsistían.

Sin saber cómo disculparse por haber tocado aquel tema tan tabú, se formó un ambiente tenso, siendo interrumpido únicamente por la grácil risa de Kibou ante las carantoñas que Daisuke le estaba haciendo. Ajeno a eso, Daisuke tenía toda libertad del mundo para estar con su querida Kibou y hacerle promesas futuras de lo que harían juntos cuando ella fuese mayor.

Kibou respondía a todo ello con su risa inocente. Y Daisuke lo tomaba como que ella entendía lo que le decía y que estaba de acuerdo, por lo que más encantado no podía estar, hasta que una segunda voz rompió sus fantasías.

-¡Waaa! ¡Qué niña tan linda!

Aquella segunda voz sonó tan fuerte, que los tres adultos se vieron obligados a centrarse en la recién llegada.

Justo en ese mismo momento, llegaban Hikari y Tailmon con un gran sobre marrón sobre sus manos.

Daisuke en cuanto se encontró con la poseedora de aquella voz, inmediatamente dio un sobresalto y la señaló con el dedo como si estuviera frente a alguien desagradable.

-¡Ahhh! ¡Eres tú! ¡La que se burló de mí el otro día! -acusándola igual de molesto que aquel día y considerándola una chica igual de insoportable que su hermana mayor y la bruja de Miyako.

-¿Eh? ¿Cuándo me burlé de ti? -preguntó Sachi con cara de inocente.

-¡No te hagas la tonta conmigo! ¡Te reíste de mí! ¿O vas a decir que no? -Daisuke no se sentía tan enfadado desde aquella vez en que Takeru apoyaba la idea de tener que pelear contra MetalGreymon modo oscuro cuando había estado en poder de Digimon Kaiser.

La chica más extrañada, colocó un dedo sobre el mentón pensativa, hasta que recordó a cuándo se refería.

-¡Ah! Pero eso no es porque me estuviera burlando de ti. Es solo que me hiciste gracia, porque me pareces un tipo muy divertido.

-¡A eso se le llama burlarse de uno! -espetó Daisuke más furioso con aquella chica.

-¡Oh! -cambiándole la cara a una de arrepentimiento, e inmediatamente inclinó su cabeza a modo de disculpas- ¡Lo siento! ¡No era esa mi intención! ¡De verdad que si te ofendí, lo siento mucho!

-¡Y tanto que me ofendiste! -replicó el muchacho rencoroso apartando sus ojos de ella para volver a centrarse en la pequeña Kibou- ¡Menos mal que tú no eres así, mi querida Kibouchan! -la niña hizo unos ruidos con su carita feliz y que Daisuke la interpretó cómo quiso- ¡Tú sí que eres un angelito! -y emocionado, la arrimó contra sí para abrazarla con fuerza.

Ese fue el límite que hizo que Yamato a grandes pasos se acercara a Daisuke y le arrebatara a su sobrina a la fuerza. Daisuke no tardó en quejarse, y Yamato respondiéndole, produciéndose así una riña infantil pero divertida para Sora, Daigo, Hikari y los digimon. Con aquel momento feliz, donde no se imaginarían que en un futuro, aquellas risas desaparecerían para dar paso a la tragedia y desesperación con la muerte de Kibou.

Sora se percató en cómo aquella chica se había aislado del grupo, sintiendo que sobraba. No sin antes haberle hecho una reverencia a modo de despedida cuando sus ojos la encontraron.

La inquietud rodeó tanto a Sora, que no pudo evitar pensar en que un nuevo lío amoroso se estaba produciendo.

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El timbre de la pequeña casa Ishida sonaba. Con Kibou jugando con los digimon, Takeru y Hikari estudiando en la biblioteca para mayor comodidad y su marido fuera trabajando, solo quedaba Sora en la casa.

Al haber acogido a la familia de Takeru en su pequeña casa con seis bocas más que alimentar y un trabajo a tiempo parcial que había conseguido Yamato, a Sora no le había quedado más remedio que abandonar sus estudios y que Yamato siguiera con la carrera de Ingeniería.

No es que ella renunciase a su sueño de ser diseñadora, pero la realidad era que ellos, eran muchos en casa, los dos tenían que trabajar, pero al menos, uno de ellos tenía que continuar con la carrera. Y la propia Sora, tras una larga discusión había decidido que fuese Yamato el que continuara con sus estudios, mientras que ella ya los retornaría más adelante. La carrera de Ingeniería podía ofrecer mucho más que una carrera de moda, donde podía practicar en casa e incluso vender alguna ropita hecha por ella misma a gente conocida o hacer arreglos. Tenía limitaciones, era cierto, pero cuando todo estuviese bien, estaba convencida de que aquellos días tan duros sería un recuerdo del pasado, y en un futuro podrían hacer sus sueños realidad. La de ser diseñadora de ropa y…

Nada más abrir la puerta, se encontró con la efusiva visita de Motomiya Daisuke y de Veemon, quién saltándose el protocolo de saludo, preguntó.

-¿Dónde está Kibouchan?

Sora no pudo reír por el interés del muchacho sobre su sobrina, así cómo había sido el causante de que olvidara su segundo sueño que era lo que más anhelaba y tenía que esperar mucho tiempo para hacerse realidad. Con toda la amabilidad, le indicó que estaba en el salón con los digimon, a lo que Daisuke fue directo como una flecha hasta el lugar.

Desde el lugar, Sora escuchó cómo Daisuke saludaba a la pequeña con tanta efusividad que hasta pudo oír la risa cantarina de la niña al verlo. Con un suspiro, Sora regresó a la cocina para preparar algo de té al nuevo invitado. Piyomon junto a Tailmon aparecieron segundos después algo recelosas por la visita de Daisuke, especialmente la gata digital.

-Disculpa Sora pero ¿no te parece que deberías tener cuidado con Daisuke?

-¿Por qué lo dices? -dijo a medida que preparaba de paso algo de picar para los digimon y un poco de leche para Kibou.

-Porque estoy convencida de que Daisuke vino a propósito sabiendo que no estaban ni Hikari, ni Takeru, ni Yamato.

-¿Insinúas que Daisuke se ha aprovechado de la buena voluntad de Sora? -preguntó Piyomon molesta de que Motomiya abusara de la buena voluntad de su amiga humana.

Tailmon asintió con la cabeza, pero luego junto a Piyomon quedaron sorprendidas al escuchar la risa divertida de Sora.

-Tailmon ¿no me digas que incluso tú desconfías de Daisuke?

-Es que no es normal -espetó Tailmon donde incluso su amigo Patamon pensaba lo mismo. Ya que al momento de llegar Daisuke, no le había quitado el ojo de encima. Aunque Veemon hiciera esfuerzos para que le hiciera caso, Patamon estaba centrado en los gestos de Daisuke. Ni que hablar de Gabumon, que no podía ir con Yamato a su trabajo, que observaba con la misma desconfianza que Yamato al chico humano.

-Tailmon, Piyomon, no deberíais de inquietaros. Estoy convencida de que los sentimientos de Daisuke hacia Kibouchan son sanos -cogiendo la bandeja con las bebidas y los refrigerios, donde Piyomon se apresuró a abrirle la puerta- ¿Lo veis? -observando a Daisuke haciéndole carantoñas a Kibou y como ésta reía alegremente, donde se le notaba que se lo pasaba bien, mientras que Veemon, tras el fracaso de hablar con Patamon, se centraba en SnowPoyomon-. Me da la impresión de que lo que Daisuke siente realmente por Kibouchan es como la de un padre hacia su hijo.

Tailmon la miró raro donde no le gustaba para nada esa teoría.

-Su amor de toda la vida, Hikarichan, acabó teniendo una relación con otra persona, teniendo un hijo de esa relación. Estoy convencida de que al haberla querido tanto, que se siente responsable de que su hija sea también feliz y protegida hasta que ella tenga a alguien quién la proteja.

-¡Jum! Para esto estamos nosotros, los digimon -objetó Tailmon sin querer reconocer las palabras de Sora.

-¡Eso! ¡Eso! -apoyaba Piyomon- ¡Sora! Que aunque tengas a Yamato, yo también estaré a tu lado para protegerte.

Sora sonrió agradecida y se dirigió hacia el centro de la sala, interrumpiendo el juego entre Daisuke y Kibou.

Daisuke agradeció el tentempié que Sora le ofrecía mientras que Patamon seguía con sus ojos puestos tanto sobre la niña como con SnowPoyomon.

-Oye, Sorasan, Yamatosan aún tardará mucho en regresar, ¿no?

Ahí estaba la indirecta de que Daisuke venía aprovechándose de la ausencia del rubio mayor, por lo que Tailmon la miró con ironía. Las palabras "¿Ves cómo tenía razón?" estaban escritas en sus ojos azules, que Sora ignoró.

-Sí, pero no tienes que preocuparte por lo que diga Yamato o Takerukun. Puedes venir las veces que quieras a ver a Kibouchan.

Eso no gustó mucho a Patamon y a Tailmon que la miraron con cara rara.

-Pero, Sora… -iba a protestar Gabumon, donde ya se imaginaba cómo se pondría Yamato si lo supiera, pero Sora continuó hablando.

-Por cierto ¿qué hay de aquella chica? -preguntó la mujer tomando un sorbo de su té.

-¿Qué chica?

-Matsumoto Sachi -fuente obtenida por su maestro Daigo. Sora había obtenido más información sobre la chica en cuestión. Era una muchacha alegre, trabajadora y muy voluntariosa. Claro ejemplo estaba en que ella estaba durante las vacaciones de verano en la escuela para ayudar a su profesor con los preparativos del siguiente semestre.

-Eh, Daisuke, ¿quién es Sachi? Nunca me hablaste sobre ella -preguntó Veemon interesado.

-Es que ni yo sé de quién habla -comentó el muchacho tan confuso que a Sora le parecía extraño que ni siquiera supiera cómo se llamaba.

-No sabes…

-Se refiere a la chica que se burló de ti -intervino Tailmon con la doble indirecta de insultarlo ella misma.

-¡AHH! -y Daisuke ya supo a quién se refería ya que su cara se transformó en una llena de rabia- ¡La pesada esa insoportable y más maleducada que Jun! -descargando todo en un profundo suspiro- ¡Es una pesada que últimamente no para de perseguirme! ¡Me espera en la entrada para saludarme y para despedirse! ¡Da igual si tengo práctica de fútbol que se queda esperando hasta las tantas! -enumerando aquellas acciones que para Daisuke le parecían de acosadora, pero aún tenía más guardadas- ¡Incluso me trae comida hecha por ella! ¡Que cuando es mi cumpleaños! -volviendo a descargar toda la rabia en un suspiro- ¡NO ME DEJA EN PAZ! ¡AHORA ENTIENDO CÓMO DEBERÍA SENTIRSE YAMATOSAN CUANDO ERA PERSEGUIDO POR MI HERMANA!

El considerar aquellas acciones como fanáticas poniéndolas al mismo nivel de Motomiya Jun cuando acosaba a Yamato, desde luego era más que exagerado y a que muchos de los que estaban ahí, creyesen ciegamente que Daisuke no tenía muchas luces para darse cuenta de algo que hasta SnowPoyomon entendía y que bajo su inocencia, no pudo evitar clamar como si le pasase a ella.

-¡Daichan tiene novia! ¡Tiene novia!

El muchacho se giró a ver a la digimon con la cara roja como un tomate.

-¡YO NO TENGO NOVIA! -repuso nervioso.

-¿Eh? Pero si se nota que a esa chica le gustas mucho -seguía SnowPoyomon con su inocencia.

-Eso… No puede ser… -seguía tratando de no reconocerlo.

-Daisuke, SnowPoyomon tiene razón. Lo que siente esa chica no parece que sea obsesivo.

-A mí… me lo parece… No es normal… que hasta me espere después de terminar la práctica…

-Pero ¿solo es para despedirse o no? -intervino Sora, viendo cómo su amigo parecía querer convencerse de que Sachi no era una acosadora sino una enamorada suya.

-Pero… No es normal…

Tampoco era normal que Daisuke viniese a la casa Ishida cuando Yamato y los demás no estaban, pero eso es algo que Patamon y Tailmon no pudieron decir.

-Cuando una chica está enamorada de verdad, lo único que quiere es buscar el momento adecuado e íntimo para declararse. Porque, cuando ella te espera, tú le hablas mal, ¿no?

-Ssí… -arrastrando la ese con la cara roja de vergüenza.

-¿Y verdad que al día siguiente, ella te vuelve a saludar pero con poca confianza?

En esta ocasión, Daisuke no asintió con palabras, sino con la cabeza.

Sora sonrió, mientras que la pequeña Kibou miraba curiosa a la persona que tanto le hacía reír, y como ahora estaba tan serio, buscó a uno de los digimon con quién divertirse. Tailmon aprovechó el momento para coger a la niña y alejarla de Motomiya. Patamon se unió a ellas de un salto. Viendo que el peligro llamado Daisuke estaba lejos de la niña, Gabumon se sintió más tranquilo y se sentó al lado de Sora.

-Daisuke, ¿cómo es que llegaste a pensar que esa chica podía ser una acosadora como lo fue tu hermana? -decía Veemon sin entender la actitud de su amigo y mucho más, que no le hubiera dicho nada.

-Es que… -y ahora se le notaba avergonzado, donde se sentía incapaz de confesar la verdad, pero al sentir cómo Sora alargaba las manos para posarlas sobre las suyas, dándole la confianza que necesitaba, se sintió con fuerzas para sincerarse- Yo no soy precisamente un lumbreras… Soy un bruto… Y no tengo el atractivo de Ken o de Takeru… Me resulta imposible pensar que alguien esté por mí… Por eso, pensé que tenía que ser una loca acosadora…

Sora asomó una sonrisa y apretó sus manos contra las suyas.

-Daisuke cada uno tiene sus buenas y sus malas virtudes. No debes centrarte solo en las malas, sino también en las buenas. Y si ella que ha conocido todas tus malas virtudes y aún sigue interesada en ti, es porque tus buenas virtudes la han enamorado por completo, capaz de aceptar todo de ti.

-Sora tiene razón, Daisuke -apoyaba Veemon-. Somos amigos desde hace tiempo, y sé que tienes muy buenas virtudes como la de no rendirte nunca, y darlo todo de ti. Y esa es una hazaña tuya conocida mundialmente.

-Así que… Entonces… Hay alguien que está enamorada de mí… -aquella idea poco a poco lo fue animando hasta acabar asomando una gran sonrisa.

Patamon y Tailmon que estaban más concentrados en hacer reír a Kibou y a SnowPoyomon, que no atendieron a cómo Daisuke les había quitado a la pequeña Kibou y a jugar con ella al sube y baja.

-¡¿Has escuchado eso Kibouchan?! ¡Alguien está enamorada de mí! ¡Alguien aparte de ti, me quiere! -la niña sonrió divertida- ¡Eh! Patamon, Tailmon, cuidadla muy bien -amenazó tan serio que los sorprendía.

-Quieres tanto a Kibouchan como quisiste a Hikarichan que te sentiste en la obligación de cuidarla mientras Takerukun y Hikarichan están pasándolo tan mal, ¿verdad?

Daisuke rió nervioso, colocando una mano tras la cabeza.

-Es que es tan bonita, tan inocente y tan pequeña que no quiero que le pase lo mismo que a Hikarichan -mirándola con tanta ternura y tanta pena que era como si se estuviera despidiendo de ella-. Pero, como estás tú también para apoyar a Hikarichan, puedo quedarme tranquilo. Seguro que el día que tengas hijos, no serán tan bordes como Yamatosan.

Y aquellas simples palabras tan naturales, tocaron una de las fibras más sensibles de Sora.

Uno de sus sueños era ser diseñadora. Pero, el más importante, el que más anhelaba, era tener un hijo con Yamato. Algo que lo veía tan lejano, porque hasta que todo estuviera solucionado y tuvieran una vida estable, no podrían pensar tan a la ligera como tener un hijo.

Aquel sueño era uno que Piyomon conocía, y que no había tardado en mirar a Sora y como sonreía forzadamente para ocultar aquella pena que le invadía al saber que tendrían que pasar muchos años hasta tener su mayor sueño cumplido.

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Al día siguiente, todo el instituto se había llevado una gran sorpresa ante los acontecimientos que habían sucedido. Miyako que lo había visto todo en primera fila, no había tardado en difundir a todos los elegidos cómo Daisuke había madrugado tanto para ser el primero en llegar a la escuela, y esperar en la entrada hasta que apareciera Sachi para declarársele.

Aunque el momento tendría que ser privado e íntimo, la Inoue había tomado fotos del momento, y a difundirlo a todos sus amigos, como un reportero que ha conseguido la gran exclusiva y no tarda en hacerla pública.

Daisuke no se había molestado, sino todo lo contrario. Como Sachi era una chica muy bonita y alegre, no podía parar de ocultar lo emocionado y lo sobradamente orgulloso que se sentía de su chica. Para Takeru y Yamato era un alivio que gracias a esa chica, se alejase de la pequeña Kibou, sin embargo, cada vez que los veía, les rallaba la cabeza con el mismo disco, de cómo se le había declarado a Sachi, señalando en aquellas fotos en las que Miyako le había sacado, contándole con todo lujo de detalle los pormenores.

Resultaba tan cansino y tan pesado, que no sabían si preferían que siguiese encima de Kibou, o que les rompieran la cabeza con el mismo cuento.

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Los años fueron pasando, y aunque muchos de los elegidos tuvieron situaciones críticas de las que superar, Daisuke había tenido la suerte de seguir con Sachi, casarse con ella y comenzar a perseguir su sueño.

De niño había dicho que quería ser un chef especializado en ramen. Y no solo eso, quería tener su propio restaurante para hacer su propia especialidad de ramen, ya que era una de sus comidas favoritas.

Para ello, había conseguido graduarse de la koukou con Daigo encima, instándole a que estudiara, y en vez de ir a la universidad, había empezado a trabajar como cocinero en prácticas en un pequeño restaurante local.

La vida de un cocinero en prácticas no era nada fácil, porque se empezaba desde lo más abajo, es decir, a cortar patatas y a no poder cocinar sin el permiso del cocinero jefe. Tuvo que pasar tiempo y paciencia, hasta que pudiera empezar a cocinar para la gente. Aún así, era muy poco lo que le pagaban. Y aunque Sachi había acabado su carrera, y trabajaba en una tienda como dependienta, era poco el dinero que conseguían. Les llegaba para subsistir, pero si Daisuke estaba empeñado en tener su propio restaurante de ramen, tenía que ganar mucho más para hacer su sueño realidad. Hasta que Sachi le había sugerido la idea de que diera clases particulares.

-¿Clases particulares? -repetía Daisuke como si no la hubiera entendido bien.

¿Acaso había olvidado que sus aprobados habían sido justitos? ¿Acaso había olvidado la cantidad de veces que se había tenido que quedar después de clases y en vacaciones para las clases particulares? ¿Acaso había olvidado que en realidad era un zoquete?

Veemon debía estar pensando exactamente lo mismo, ya que se reía por lo bajo como si su mujer hubiese contado el mayor chiste de su vida. Sin poder aguantarlo, le dio un coscorrón en su cabeza azul, y a rechazar la oferta de Sachi, de forma amable, para que no recordara que en realidad se había casado con un enclenque.

-Sachichan, creo que para eso, le vendría mucho mejor a Ken…

-Pues fue precisamente Ichijoujikun quién me lo ha sugerido.

-¿Ken? -repitió Daisuke.

-Así es. Ichijojikun ha estado dando clases a una chica de secundaria que estudia en la chugakkou privada de Tamachi. Pero con Minachan, Ichijoujikun tiene que dejar el trabajo. Así que, cómo sabe las circunstancias en las que estamos y conoce tus sueños, le ha hablado a la familia de ti para que le enseñes a su hija.

Daisuke parpadeaba varias veces, señalando los puntos en los que no tenía sentido.

Profesor particular en lugar del intelectual de Ken.

Un trabajo que solo les llegaría para pagar la luz.

Dar clases a una alumna de una escuela privada donde el promedio intelectual superaba a las escuelas públicas por mucho.

¿Cómo se les había ocurrido a su mejor amigo y a su mujer que era un trabajo perfecto para conseguir los ahorros necesarios para abrir su propio restaurante? Sino fuera por cómo eran, pensaría que se estaban burlando de él.

-Mira, Sachichan, agradezco vuestra intención, pero creo que no soy la persona adecuada para enseñar a una chica de una escuela privada.

-Es solo matemáticas e inglés, y recuerdo lo aplicado que fuiste en esas materias.

Eso sí que era verdad. Cómo su sueño era dirigir su propio negocio, por fuerza debía esmerarse en la gestión del negocio y a poder comunicarse con personas extranjeras, donde el inglés era el idioma mundialmente conocido. Era gracias a esas asignaturas que sus aprobados justitos habían alcanzado una media decente (aunque seguía siendo baja).

-Pero para enseñar dos asignaturas dudo que paguen mucho.

-Pues según lo que me contó Ichijoujikun, la familia de la chica es muy rica. Y como ella es muy torpe, pues pagan por diez horas a la semana -colocando un dedo en el mentón recordando-, creo que eran unos doscientos sesenta mil yenes al mes (NA: unos 2000€).

-¡¿DOSCIENTOS SESENTA MIL YENES?! -repitieron Daisuke y Veemon con los ojos agrandados de la impresión.

-Ajá -asintió Sachi algo impresionada.

-¿Y solo por enseñar matemáticas e inglés? -ahí tenía que haber trampa. Nadie en su sano juicio derrocharía semejante cantidad de dinero.

-Es que son gente muy rica. Parece que son esa clase de gente que no les importa gastar su dinero así como así.

Daisuke no podía tener un tic en el ojo mientras pensaba que eso era mucho más de lo que ganaba en el restaurante, matándose lomo y espalda para poder cobrar su paga mensual.

Con el mundo viniéndosele encima de que existiera gente capaz de tirar dinero solo para que enseñara a su hija, Daisuke se veía hundido e incapaz de trabajar como profesor particular para alguien que debía saber más que él.

-Creo que mejor paso.

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Pero no había podido pasar. Sachi le había convencido de tal manera, que al final había accedido al menos a que fuera a la entrevista y comprobara con sus propios ojos si estaba o no capacitado para el puesto.

Viendo la gran mansión situada en las afueras de Tamachi, donde la casa de Ken sería un habitáculo en comparación con aquello que tenía ante sus ojos, sentía que sobraba en aquel lugar.

Él con su pantalón de hace dos días, una camiseta cualquiera azul con rayas blancas horizontales y su pelo descuidado (como siempre), no cuadraba con la imagen de aquella mansión de dos plantas, ventanales que llegaban desde el suelo hasta el techo, un jardín que parecía un campo de fútbol con una fuente europea de adorno.

Ken le había puesto en antecedentes.

La familia Aizawa era una familia muy rica que salían en varias ocasiones en las noticias. El cabeza de familia era asesor financiero, la mujer era la presidenta de una compañía de joyas y el hijo mayor trabajaba en la empresa de su padre. En otras palabras, que aquella familia nadaba en la abundancia.

De la chica que tenía que enseñar, solo sabía que se llamaba Arisa y que tenía trece años. Había entrado con notas muy justas a la prestigiosa escuela de Tamachi. Sin embargo, le costaba estar al nivel que la escuela Tamachi exigía, y lo que más le costaba eran las matemáticas y el inglés. Donde la chica era incapaz de obtener un aprobado.

Ken lo había tranquilizado, diciendo que no tendría ningún problema con la enseñanza de la muchacha, y también, que aquella familia solo admitía a gente famosa.

Es decir, cómo era un Niño Elegido, para aquella familia ya era alguien famoso y de la que se podía confiar. Casi quiso reír por lo absurdo que sonaba.

Algo le decía que aquello no acabaría bien, pero no podía echarse atrás, y mucho menos con Veemon acompañándole.

-Vamos allá, Veemon.

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El conocer a los señores de la casa, dos señores completamente estrictos que carecían de sonrisas, había sido una completa tensión. Aquellos señores le habían hecho miles de preguntas sobre su vida personal, la señora lo miraba a través de sus gafas pequeñas, evaluándolo y negando repetidas veces con la cabeza, mientras que el cabeza de la familia seguía con su exhaustivo interrogatorio, sin convencerse de que él fuese un Niño Elegido y de los más importantes. Cuando les había dicho que su mujer estaba embarazada, Daisuke se dio cuenta de la metedura de pata en la que se había metido solo. Ken había tenido que dejar el trabajo para ayudar a Miyako con su hija. Por lo que seguro que los señores Aizawa pensarían que una vez que su hijo naciese, haría igual que Ken, y tendría que dejar la enseñanza de la chica. Vamos, que perdería ese trabajo MUY BIEN pagado. Nervioso, trató de calmarles y prometerles que aunque su hijo naciera, que seguiría ocupándose de dar clases a la chica.

No les había convencido mucho. Pero, tampoco lo habían echado de la casa.

Después de la entrevista previa, los señores Aizawa lo llevaron a conocer a la chica que debía enseñar. Y fue entonces, cuando entendió lo que Ken había querido decir.

Cuando había entrado a la sala de estudio, allí estaba ella. Una chica de constitución bajita de pelo largo y castaño y ojos verdes que lo miraba tímidamente. Delante de ella, estaban los libros de estudio mostrando a primera vista que ella era una chica aplicada. Al acercarse Daisuke para la presentación, de soslayo había visto los problemas de matemáticas que le resultaban tan fáciles como la creación de nuevas recetas para su amado ramen.

De lo impresionado que estaba, no se fijó en cómo la chica hablaba en un tono tan bajo y con las mejillas tan coloradas cómo si sintiera algo por el hombre que tenía delante y que se convertiría en su tutor.

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Gracias a aquel trabajo, Daisuke había seguido como pluriempleado para seguir aprendiendo sobre cocina desde el corazón de un restaurante, y a guardar los ahorros que le sirvieran para poder tener su propio restaurante.

Había sido poco el tiempo para tener el dinero necesario para comprar un puesto ambulante e ir los fin de semanas por todo el mundo, aprovechándose del poder de su digimon cuando era Imperialdramon y así recorrer en poco tiempo, por todo el mundo. Con su renombre como Niño Elegido, había escalado puestos rápidamente y casi en un abrir y cerrar de ojos, había logrado tener más de lo esperado. Un gran restaurante especializado en ramen.

Situado en el céntrico de Tokyo, era un local que abarcaba casi toda una manzana con dos pisos, Daisuke quería que su nuevo restaurante fuera el mejor de todos.

Aquel entusiasmo se debía principalmente a que su mujer, Sachi estaba a nada de dar a luz.

Aunque no era la única. Casi todas las mujeres que allí estaban tenían una barriga tan notoria, que más que una fiesta de celebración por la apertura del nuevo restaurante, parecía una reunión de embarazadas, hablando entusiasmadamente sobre los niños que pronto nacerían.

-¿Eh? ¿Así que será un niño, Sachisan?

-Sí. Daikun espera que sea alguien un niño igual que él.

Unas risas escaparon de Sora, de Miyako e incluso de Hikari ante unas Meiko y Sachi que no entendían cuál era el chiste.

-¿Qué pasa? ¿He dicho algo gracioso?

-No, para nada -decía Miyako acomodando mejor a su hija Minami que parecía tener un sueño intranquilo-. Es que como Hikarichan también espera un niño, no se puede evitar pensar la relación que tenían Takerukun y Daisuke cuando eran niños.

-Taichisan me habló algo de ellos. Parece que no se llevaban muy bien, ¿no?

-Sí, aunque Yamato y Taichi los superaban -objetó Sora algo divertida.

-Y ahora que lo pienso, Meikosan, tú también esperas un niño y Sorasan una niña, ¿no? -preguntaba Miyako con una sonrisilla casi de misterio.

Las dos mujeres asintieron a la pregunta de Miyako. Una carcajada se escapó de sus labios, provocando el despertar de su hija Minami.

-El hijo de Taichisan, el hijo de Daisuke, el hijo de Takeru y la hija de Yamatosan. Como salgan como sus padres, menudo grupito van a formar esos cuatro -tan imaginativa estaba que solo hasta que Minami berreó con fuerza, que Miyako se fijó en que su hija se había despertado.

Nerviosa, trató de calmarla, pero la niña tenía mucho de los genes de la madre, por lo que no era tan sencillo tranquilizarla.

Mirando divertidas a la mujer de Ken, Hikari se centró en las dos mayores.

-Pero, la verdad, es muy curioso que vosotras también estéis embarazadas. Quiero decir, también os quedasteis embarazadas el mismo año cuando fue lo de Yuukun y Sacchan -mirando a los dos mencionados. Dos niños de casi tres años, con un mes de diferencia entre ambos que jugaban tranquilos en el parque de juegos. Junto a ellos, estaba también una niña pelirroja de dos años, donde solo era verla para imaginar que era hija de Koushirou-. Aunque Sorasan fue la primera en notificarnos que estaba embarazada, un mes después, fuiste tú la que nos dio la sorpresa, Meikosan. Igual que en esta vez.

La pelinegra se sobresaltó ligeramente algo alarmada.

-¿Eh? ¿En serio? -intervino Miyako interesada-. ¿Estás insinuando en que tras saber que Yamatosan y Sorasan esperaban un hijo, Taichisan no quiso quedarse atrás? -con una sonrisa pícara.

-Viniendo de mi hermano, no lo creo probable.

-Bueno, esos dos siempre han sido y serán competitivos -dijo Sora que los conocía demasiado bien-. Verdad, ¿Meikochan?

Al mirar a la pelinegra se la encontró con la cabeza gacha y con un rostro demacrado por la tristeza. Preocupada, le preguntó por su estado, a lo que Meiko se recompuso de inmediato, aunque trató de disfrazar sus verdaderos sentimientos con una sonrisa falsa, no convenció mucho a Sora que iba a volver a preguntarle sobre su estado, hasta que la nueva información que tenía Meiko sobre Mimi, la desconcertó por completo.

-¡¿Qué Mimichan está embarazada?!

-Sí. Me telefoneó el otro día para darme la nueva noticia.

-¿Y ya lo sabe Jousenpai? -preguntó Miyako maravillada y feliz por tan buena noticia.

-¿Eh? Pues supongo que sí -comentó sin ninguna convicción. Ya que, durante la llamada, en ningún momento, le había comentado algo sobre su marido. Solo había hablado de lo feliz y entusiasmada que estaba de que naciera su cuarto hijo, que así se lo había dicho a las chicas.

-Ahora mismo está en América realizando aquel programa, y quizás Jousenpai no lo sepa y Mimisan quiera darle la buena noticia en persona -conjeturó Hikari.

Una teoría que afirmaban tanto Meiko como Miyako. Por el contrario, Sora estaba seria y no muy convencida de ello. De hecho, se sentía algo molesta y decepcionada.

Mirando al parque de juegos, observó a los hijos de Jou y Mimi. Tan parecidos y tan distintos entre sí. El mayor se dedicaba a jugar con los juegos didácticos. La mediana se distraía peinando a las muñequitas. Y el más pequeño, dormía, aunque intranquilo por el llanto de Minami.

Aquellos tres niños no habían visto a su madre desde hacía meses. Mimi se había ido a Norteamérica para participar como jurado en un programa de cocina, dejando a sus tres hijos pequeños en manos de Jou.

Le parecía una frivolidad el cómo su mejor amiga no había vacilado en dejar a su hijo recién nacido, Shin y aceptar el trabajo que el ex que había tenido en la adolescencia, Ford Michael, le había ofrecido.

No necesitaba de pormenores, para imaginar que eso a Jou no le habría gustado nada.

¿Quién en sus cabales era tan pasivo de permitir a su mujer marcharse al otro lado del océano, compartir trabajo con un ex y aún por encima, no hacerse cargo del hijo recién nacido?

Hasta ella se había inmiscuido pidiéndole que razonara y pensase en la familia que tenía. Una situación así, podía acabar muy mal. Y tenía el presentimiento de que aquel nuevo niño que esperaba Mimi sería el comienzo de graves problemas.

Antes de que esa idea le retumbara la cabeza, prefirió que la llamaría esa noche para hablar con ella y saber qué es lo que estaba pasando.

-Sorasan, ¿qué te pasa? Tienes mala cara -dijo Miyako mirándola fijamente.

-¡Ah! Nada. No es nada. Solo pensaba en Piyomon.

-Es una lástima que Veekun y los demás no estén en la fiesta -habló Sachi-. A Daikun le hubiera hecho mucha ilusión poder disfrutarla con Veekun.

-Pero no se puede competir con la ilusión que tenían Veemon y los demás, cuando Gennaisan les había dicho lo de los nuevos digihuevos.

El día anterior, Gennai les había enviado un mensaje de que unos nuevos y brillantes digihuevos habían aparecido en la Ciudad del Comienzo. Tras una investigación conjunta entre Koushirou, Daigo y Gennai, habían descubierto que dentro de esos digihuevos estaban los digimon de los futuros niños que nacerían. En los nacimientos anteriores de los hijos de los elegidos, los digihuevos había aparecido mágicamente y posteriormente, la cáscara se había abierto donde, por lo general, el bebé digimon también nacía a la par que su compañero humano.

Un acontecimiento que sería extraño, pero cuando habían descubierto que existían más digihuevos y que estos serían para los jóvenes que habían nacido a partir del año dos mil, una emoción y un orgullo había invadido a los digimon, porque aquello, era un paso de gigantes para que la coexistencia entre humanos y digimon fuese algo tan natural, como el que un humano estuviera con su animal doméstico.

Era un momento tan especial, que habían decidido que cuando supieran a qué humano estaban destinados, irían casa a casa para entregar al digimon y felicitarlos.

-Quién nos iba a decir que dentro de poco, Hawkmon podrá estar en el mundo real sin preocuparse de que la gente lo mire. Ya sabéis que todavía hay gente que no está convencida con los digimon.

-Pero gracias a Taichisan, ahora ni el Gobierno ni las otras fuerzas políticas del mundo los ven como una amenaza. Incluso, están con los ojos bien abiertos para que nadie los use para confrontaciones bélicas -decía Meiko con un ligero carmín en sus mejillas, declarando su orgullo sobre su marido.

-Ya de paso, porqué no dices lo increíblemente atractivo que es tu marido -dijo Miyako metiendo cizaña.

Las mejillas de Meiko se tornaron rojas como tomate y a balbucear cosas sin sentido, provocando la risa de las mujeres.

Aquella risa había llegado hasta el resto de los hombres, quiénes sentados en la barra, bebían la cerveza que Daisuke les ofrecía.

-¿Cuándo será el día en que las mujeres dejen de hablar y hablar sin parar? Llevan así desde que llegamos -comentaba hastiado Taichi.

-Eso es el encanto general de las mujeres -dijo divertido Takeru-. Aunque, me alegro de que todo vuelva a ser cómo antes -agregó melancólico por lo bajo y mirando como Hikari parecía haberse recuperado del todo tras la muerte de Kibou. Quizás existía un atisbo de miedo de que a su hijo Isaki le pasase lo mismo que a Kibou, pero al menos volvía a sonreír como antaño.

-Pues yo creo que están más pesadas porque están embarazadas -seguía Taichi en sus trece, bebiendo de su jarra de cerveza.

-Si Mimisan estuviera, creo que la cosa sería peor -agregó Koushirou con cierta molestia, hasta que se percató de la falta de tacto de lo que había dicho y delante del marido-. Lo siento, Jousan.

-Da igual. En parte, tienes razón -contestó el aludido mirando su cerveza donde se le notaba que había bebido de más.

Aquel gesto y el recordar cómo Mimi había estado ausente durante tanto tiempo hizo que la situación entre los hombres fuese tan tensa, que Daisuke la cortó con la razón de porqué estaban todos reunidos.

-Bueno, creo que más de uno tendrá que tragarse sus palabras de que nunca llegaría tan lejos en mi sueño -mirando especialmente a los hermanos Ishida.

Yamato no pudo evitar contestarle a su comentario.

-Yo nunca dije que dudase de que consiguieras realizar tu sueño. Pero tienes que reconocer que sino fuera por Ichijouji, no estaríamos aquí ahora.

Eso hundió un poco a Daisuke, donde tenía que tragarse la verdad que Yamato le decía.

-Hablando de eso, ¿qué harás respecto a Arisachan? ¿Seguirás dándole clase? -preguntó Ken.

-¿Sigues dando clases particulares con todo lo que tienes? -preguntó Iori estupefacto de que su amigo tuviera tanta fuerza de voluntad.

-Por supuesto. Gracias a mí, que soy un grandísimo profesor, he sabido enseñarle y que ella pase de los suspensos a unos aprobados de honor -anunciaba con el ego tan inflado que parecía que nadie se lo podría sacar.

-Entonces, si ya saca aprobados de honor -ironizando con la última palabra-, ¿por qué le sigues dando clase? -preguntaba Yamato sin entender el razonamiento que Daisuke había querido darle, porque lo único que había hecho fue pavonearse de una de las pocas buenas habilidades que poseía.

-Porque cada año es más difícil y necesitan que le enseñen. De hecho, viene cada dos días a mi casa para estar pendiente del estado de Sachichan, al mismo tiempo que le enseño. Parece mentira que preguntes cosas tan obvias.

El doble sentido de cómo aquel hombre que era más joven que él le había contestado, era para que Yamato se levantara y quisiera darle un buen guantazo, pero el sentir como alguien tiraba de su chaqueta, lo obligaron de hacer aquel acto tan deseado.

Al voltearse, Yamato vio cómo su hijo Yuuta había salido del parque de juegos y traía una cara de pena que hizo preocupar al hombre, quién no había tardado en preguntar qué le pasaba.

-¿Cuándo volverá Punimon?

-¿Lo echas de menos? -preguntó el rubio extrañado. No era la primera vez que su hijo pasaba tanto tiempo alejado de su compañero de siempre, por lo que no entendía porqué de repente a su hijo le había entrado aquella nostalgia.

-Es que me aburro.

-¿Y por qué no juegas con Sacchan e Izuchan? -ofreció Takeru a su sobrino. Pues, no sabía que tenía los hijos de Jou y Mimi, que eran niños que no querían integrarse con los demás.

-Sacchan e Izuchan están dormidas.

Tanto Taichi como Koushirou echaron una mirada visual para observar a sus respectivas hijas. Ver a la morena acurrucada al lado de la pelirroja era un espectáculo tan tierno que era para ser inmortalizado en una foto.

-¿Y tú? ¿Por qué no duermes un poco también? Ya verás que cuando despiertes ya habrá regresado Punimon -le sugirió Yamato.

Pero el aburrimiento lo tenía tan despierto, cómo las ansias y la imposibilidad de que durmiera como el resto de sus amigos. Comprensivo, Yamato cogió a su hijo y lo sentó sobre sus rodillas. Del bolsillo de su chaqueta, sacó su teléfono móvil y tras seleccionar uno de los tantos vídeos caseros que le había hecho a su hijo con su digimon, se lo dio para que lo viera, y así a través de la pequeña pantalla ver a su querido amigo digital.

El truco funcionó, ya que la cara de Yuuta se iluminó de tal manera que hasta sonreía y reía a cada escena que pasaba.

-Cómo se nota que estás hecho todo un padrazo, hermano -le dijo Takeru divertido dándole una sonora palmada en la espalda que lo contrajo tanto por dolor como por vergüenza.

-Takeru -mirándolo con cierto odio.

-Tranquilo, hermano, no te sulfures. No te sulfures.

-¿Eh? Agradecería que mi querido restaurante durase más de un día -advirtió Daisuke a sabiendas cómo era Yamato cuando se enfadaba, mientras el resto reía divertido. Todos, menos Taichi que tenía una expresión extraña.

Como si quisiera ignorar lo que había pasado, se enfocó en la cerveza que tenía delante, y antes de darle un trago para apaciguar toda la rabia que sentía por dentro, se fijó en que la persona que estaba a su lado no compartía la misma alegría que los demás.

-¿Sucede algo, Ichijouji?

El aludido debía de estar pensando tan profundamente, que tardó varios segundos en responder y atender a la pregunta del antiguo líder de los Niños Elegidos.

-No… Nada… Solo… -Ken miró a Daisuke, cerciorándose de que no les prestaba atención, pues había una espinita que lo tenía clavado y que tenía muchísimo que ver con su mejor amigo, pero también…-. Solo que me tiene inquieto Arisachan.

-¿Qué quieres decir?

-No quiero desprestigiarla, pero, me sorprende que una chica que se le da bien todas las materias y viniendo de semejante familia que parecen eruditos, tenga problemas con las matemáticas y el inglés.

-¿Y qué tiene eso de malo?

-No es que tenga nada de malo. Pero todo el mundo sabe que Daisuke es muy bueno en esas dos asignaturas -sobre todo siendo parte de los Niños Elegidos y el único sin carrera, era algo tan raro, que llamaba descaradamente la atención.

Taichi insistió con la misma pregunta hecha anteriormente.

-La verdad, cuando yo tuve que abandonar el trabajo para ayudar a Miyako con Minami y sugerí a Daisukekun como sustituto mío, Arisachan se puso tan contenta… que no parecía normal.

-A ver, un momento, espera, ¿qué me estás tratando de decir? ¿Acaso piensas que esa chica que parece ser más introvertida que mi mujer, esté tratando de conquistar a… -pausando unos momentos por lo raro que le sonaba. Incluso se tomó la molestia de ver al dueño del restaurante, donde a pesar de los años, seguía careciendo de atractivo- Daisuke? -hizo la pregunta con una entonación de no creérselo por lo absurdo que sonaba.

-Bueno, Arisachan no parece ser esa clase de chicas, pero me parece demasiada coincidencia.

-¡Ey! Vosotros, ¿se puede saber de qué habláis de mi querida alumna? -los interrumpió Daisuke, poniéndolos tan nerviosos que Taichi improvisó una mentirijilla para no contar algo que parecía ser una teoría de Ichijoji.

-Solo comentábamos que cómo ella nació después del dos mil que también tendría un digimon, ¿no dijiste algo así Koushirou? ¿Que las personas nacidas a partir del año dos mil, tendrían también un compañero digimon?

-Así es -contestó el pelirrojo adoptando una pose de intelectual y abandonando su té, ya que le disgustaba el alcohol-. Por razones que desconozco, a partir de este día, todos los humanos que hayan nacido a partir del uno de enero del dos mil, tendrán un compañero digimon. Sin embargo, a diferencia de nuestros hijos, que el digihuevo apareció mágicamente, el digihuevo de esa persona, estará en la Ciudad del Comienzo hasta que su propietario vaya a por él. Por supuesto, cómo la puerta está abierta a cualquier persona, si el humano no ha nacido antes del dos mil, podrán acompañar a su hijo recién nacido hasta el Mundo Digimon para recoger el digihuevo. El digihuevo, según Gennaisan, se iluminará ante el acercamiento del niño que sea su compañero, sin embargo, también mediante datos metódicos, se podrá adivinar a quién pertenece el digimon en cuestión…

Como siempre, Koushirou cuando se ponía a hablar era como un reloj imposible de parar hasta que se le terminara la pila. Y como siempre, cuando llegaba un momento en que la explicación del pelirrojo se ponía aburrida, el resto pasaba de él.

-Es una pena que solo los nacidos a partir del dos mil, puedan tener un compañero digital -comentó Takeru.

-Pero no entiendo por qué tiene que ser a partir de esa fecha -decía Taichi-. Tendría sentido, si fuera poco después de que nosotros fuéramos al Mundo Digimon. Pero ¿cuatro meses después?

-Bueno, ¿no se comentaba hace tiempo que iba a haber un efecto dos mil o algo así? Pues ahí está, aunque con unos cuantos años de retraso.

Varios de sus amigos miraron raro por la teoría de Daisuke. Casi les preocupaba el futuro que tendría su soñado restaurante si iba a seguir con esa mentalidad tan simple.

.

Contrario a todo lo que pensaban, la vida que había hecho Daisuke no había podido ir mejor.

Su hijo había nacido sin ningún problema, donde nadie podía discutir la paternidad. Su vida laboral se había expandido tanto en poco tiempo, donde ahora, cuando se mencionaba a Motomiya Daisuke era reconocido como uno de los mejores chefs de todo el mundo. Aparte de su primer restaurante que había inaugurado, tenía otros cinco por todo Japón y tres por todo el mundo. Uno en Estados Unidos, otro en Francia y otro en Corea. Aunque había aprendido a cocinar todo tipo de platos, seguía especializándose en preparar platos deliciosos de ramen, hasta conseguir el plato de fideos del que pudiera sentirse orgulloso.

No podía pedir más en su vida.

Todo iba viento en popa, que era muy fácil que un desafortunado accidente pudiera estropearlo por completo.

El día había empezado con una Arisa de quince años que caminaba tan lento, donde a mitad de camino desistía, y se daba la vuelta. La insistencia de su digimon, acababa logrando convencerla para que se animara y fuese al restaurante de Daisuke con una idea en mente.

La razón terrenal, era la de anunciarle que su digimon había evolucionado y por fin había alcanzado la etapa seichouki.

Arisa, al ser una muchacha nacida después del año dos mil, le había correspondido el poseer un compañero digimon.

Había sido el propio Veemon quién le había entregado el digihuevo en persona. Y al día siguiente, Daisuke la había felicitado gratamente, como si estuviese orgulloso de ella, sin sospechar de los sentimientos que mantenía ocultos hacia él.

La mayoría de los adolescentes suelen tener a un famoso, un ídolo o a un deportista por el que sienten una gran admiración, tirando hacia un amor imposible. Esa sensación es lo que tenía ella hacia Motomiya Daisuke. Para ella había sido una increíble casualidad que las dos únicas asignaturas que tan mal se le daban, fuesen las que mejor se le daba a Daisuke, y poder ser su profesor particular.

De lo que hablaban de él, pese a su condición como segundo líder de los Niños Elegidos, no era muy bien. Se llegó a decir que era una persona sin estudios y que había obtenido el graduado escolar de pura chorra.

Cuando su antiguo tutor, Ichijouji Ken le había anunciado que tenía que marcharse para cuidar de su familia, Arisa se había sentido apabullada por el miedo, de no poder conseguir las expectativas que su padre esperaba de ella. Sin embargo, cuando supo que le había buscado otro tutor adecuado, ella se había sentido más tranquila. Pero cuando el mencionado fue Motomiya Daisuke, el miedo había surgido y a tener prejuicios por culpa de lo que decía la televisión de él. Para que Ken no se diera cuenta de la inseguridad que sentía, lo disfrazó con una sonrisa y un ánimo exagerado por querer conocerlo.

Y al final, todo eso se había esfumado el día en que lo había conocido en persona.

Aunque era el hombre menos atractivo que había visto en su vida, su carácter alegre y la asombrosa manera que había tenido de darle confianza, la habían avergonzado y a no saber cómo tratarlo. Pero él, era alguien que sabía cómo tratar a la gente como ella. Todas las clases que recibía de él eran divertidas, reía con las anécdotas que le contaba y se sentía a gusto con él. Con Daisuke podría hablar sin ninguna vergüenza sobre cómo se sentía ante sus padres, y el miedo ante sus compañeros de clase que estaban muy por encima de ella. Daisuke siempre la animaba y la apoyaba a que no se rindiera. Y llegó un momento, en que sin darse cuenta, se había enamorado de él.

Estaba casado.

Tenía un hijo.

Eso lo sabía mejor que nadie.

Por eso, trataba por todos los medios que no descubriera sus sentimientos. Pero poco a poco se iba haciendo más difícil. Tenía que decirle adiós antes de estropear su relación con su mujer.

Sachi era una mujer igual de alegre y animosa que Daisuke, que era normal que ellos fuesen pareja. Ella no encajaba en ningún lado. Solo a ser la chica que la pareja consolaba, por culpa de la soledad que vivía en su casa, y lo que sus padres estrictos deseaban de ella y que no daba conseguido.

Ella se sentía muy bien en la casa Motomiya. Pero, con aquellos sentimientos que albergaba por Daisuke, no podía continuar.

Tenía que cortar aquello de una vez.

Era lo que se decía todos los días.

No quería destrozar una familia tan feliz y unida por su culpa, cuando quizás podría ser un capricho de adolescente.

-¡Vamos, Arisa! -la empujaba su digimon.

Su digimon se llamaba Kairumon. Era un digimon de tipo mamífero color naranja. Su aspecto se asemejaba al de un pequeño elefante que andaba a cuatro patas, con la diferencia de que dónde tenía la trompa estaba protegido por una especie de casco color amarillo que ocupaba la mitad de su cabeza. Sus colores de tonalidad pastelosa hacía que no fuera un digimon tan llamativo. Tenía las orejas grandes que casi le llegaban al suelo, mientras que su trompa era más pequeña que la de un bebé elefante. En las patas superiores tenían grandes uñas afiladas. Y dos cuernos de la misma tonalidad que la piel, adornaban sobre su cabeza, donde seguramente, era lo único que podía impresionar de su infantil aspecto.

Kairumon la empujó un poco más. El digimon sabía muy bien de los sentimientos más profundos que albergaba su compañera humana por uno de los elegidos, casi legendario. Entendía muy bien su posición de no decir nada por el bien de aquella familia que la trataban como una más. Y aunque no estaba de acuerdo con que les dijera adiós y no los volviese a ver, tenía que darle todo el ánimo y confianza que su amiga carecía. Además, sabía que cuanto más tiempo estuviese con aquella familia, ella acabaría destrozada.

Pero así cómo estaba la razón de que tenía que alejarse, también estaba la otra cara de la moneda que la impulsaba a querer seguir viéndolos y escudarse en aquella acogedora casa familiar y ver a su amor platónico.

-¡Pero bueno, Arisa! ¿Es que hoy va a ser cómo las otras veces? ¿Cuándo te vas a decidir a poner punto y final? -decía su digimon algo hastiado.

Arisa sonrió tristemente. Su digimon poseía el carácter y las agallas necesarias que a ella le faltaban. Apretando fuerte su material escolar para la supuesta clase particular, volvió a encaminarse hacia su destino final. Quizás, llegado el momento callaría lo que realmente tenía que decir, y seguiría en aquella burbuja de felicidad, donde se contentaba con ver que su amor platónico era feliz con la mujer que quería.

Al cruzar la esquina, se encontró con los letreros grandes y luminosos que ponían "El gran ramen". Aunque faltaba tiempo para la hora de la cena, el local ya estaba abarrotado y se notaba el buen ambiente que se respiraba dentro.

Cruzó la acera, y se dedicó a observar por si encontraba a Daisuke en el interior. Pero lo único que veía eran familias con sus hijos y digimon disfrutando del ramen. Y el curioso parquecito habilitado para los más pequeños con una mezcla de seres humanos con seres digitales que se lo pasaban en grande. Vio a los empleados del restaurante, que cuando se percataban de su presencia ya la saludaban como si perteneciera a la familia de su jefe. Pero ni rastro de Daisuke.

¿Por qué lo buscaba si pretendía decirle adiós?

Quizás era por eso. Porque si le decía adiós, aquella sería la última vez que hiciese aquella tontería.

De repente, escuchó el sonido chirriante de los frenos de un coche. El choque brutal contra algo duro. El sonido de los cristales haciéndose añicos y el alboroto de la gente.

Arisa cómo todo transeúnte y personas que estaban dentro de los locales comerciales, se giró para ver lo que había pasado.

Un camión se había empotrado en la acera, llevándose a alguien en el proceso. Habían heridos también a su alrededor que eran ayudados por los civiles, mientras otros se apresuraban a llamar a emergencias. Los digimon de los civiles se arrimaron contra el camión y con las pocas fuerzas que ellos poseían, empezaron a levantarlo para sacar a la persona que estaba debajo. Arisa corrió hacia el lugar con Kairumon para prestar su ayuda también. El poco peso que habían levantado los digimon, le permitió escuchar un llanto muy reconocido y al fijarse quién estaba debajo, descubrió el cuerpo de Motomiya Sachi debajo del camión, con sangre por casi todo su cuerpo y sus brazos contra su pecho, cómo si estuviera protegiendo algo muy importante.

¡Musuko y Chikomon!

Lo que ocurrió después sucedió de manera tan rápida que pareció un visto y no visto. Arisa no pensó en lo que estaba haciendo. Kairumon ayudó a sus colegas digimon con el camión, mientras la propia Arisa se metía debajo del camión para poder sacar a Sachi. Pero en lugar de sacarla, ella le tendió a su hijo y su digimon para que fueran los primeros en ser salvados. El camión fue levantado con más fuerza gracias a los hombres que también prestaron su ayuda, mientras que otros sacaban a la señora accidentada.

La ambulancia no tardó en llegar y a llevársela al hospital. Arisa junto a Musuko y los digimon, la acompañaron. Ella le daba ánimos de que se pondría bien. Al tiempo en que trataba de contactar con Daisuke.

-¡Ya verás! ¡Te pondrás bien! ¡Tienes que hacerlo por Daisukesan y Musukokun! ¡No puedes dejarles! -suplicaba entre sollozos. No le importaba que el pequeño Musuko se sintiera alterado y quisiera escabullirse de sus brazos para regresar a los de su madre.

Ella solo la miraba con atención, mientras los sanitarios le insertaban un montón de cosas a la carrera. Vio cómo sus rostros estaban alarmados. Llegó a escuchar cómo había perdido mucha sangre y otras cosas más, donde no necesitaba para saber que no viviría para ver el mañana.

Volvió a ver a su hijo y a Chikomon. Afortunadamente, había reaccionado a tiempo, y ellos estaban sanos y salvos. Vio nuevamente a la joven, que había logrado contactar con su marido. Hablaba rápido y entre lágrimas, le pedía que viniera de inmediato. Y sonrió agradecida.

En el hospital, las cosas transcurrieron lenta y tortuosamente. Sentada en la sala de espera, Arisa esperaba a tener noticias del médico. Musuko seguía inquieto y no paraba de vociferar de que quería ir con su padre para ver a su madre. Daisuke que había estado en una reunión, había volado hacia el hospital con Veemon digievolucionado en Exveemon. La chica lo había visto llegar corriendo como alma que lleva el diablo. Detrás de ella, Exveemon había vuelto a su forma de Veemon para poder seguir a su compañero humano. Desde entonces, le había parecido que habían pasado horas desde su llegada.

-¡SUÉLTAME! ¡SUELTA! -pedía Musuko pataleando una y otra vez.

Arisa se sentía abochornada por el espectáculo que estaba dando. Y trataba de hacer razonar a Musuko que no podía ir donde estaba su madre porque era una zona restringida. Al final, había acudido una enfermera en su rescate que logró tranquilizar al niño.

La joven se sentía fatal. Aunque Daisuke y Sachi la adorasen, no sabía porqué pero el hijo la detestaba tanto que no toleraba ningún gesto amable por parte suya. Era cómo si la odiara. Quizás el niño tenía una especie de sexto sentido donde podía saber que ella estaba enamorada de su padre, y pensaba que podría alejarlo de su madre. Puede que los niños fuesen ingenuos, pero a veces eran tan inteligentes que daba miedo.

-¡Mira, es Veemon! -le dijo Kairumon a su amiga.

-¡Papi! -gritó Chikomon al verle. Musuko dejó la piruleta que la enfermera le había regalado para ir junto al digimon de su padre.

-¿Y papá? ¿Y mamá? ¿Cuándo nos vamos a casa? -preguntaba el niño harto de estar en ese sitio tan aburrido con aquella chica que tan mal le caía.

Veemon le miró con una sonrisa triste. Sus ojos estaban acuosos. Musuko, el hijo de su amigo, se encontraba con ganas de volver a su hogar con sus padres. El pequeño no sabía que cuando regresara a casa, lo haría sin su madre. ¿Cómo decirle eso a un niño tan pequeño? ¿Cómo hacerlo cuando el niño adoraba a su madre? Eso hizo que el mundo de Veemon se le viniera abajo y lo abrazara fuertemente. Luego, se percató de la presencia de la joven humana y de Kairumon y se separó del niño.

-¿Cómo está Sachisan? -preguntó Arisa con un mal presentimiento. Ver cómo Veemon se derrumbaba era signo de que algo malo pasaba.

Con un doloroso suspiro, Veemon sólo le dijo.

-Ve a verles. Sachi quiere verte.

Eso significaba que estaba bien, ¿no? Pensaba Arisa.

Entonces, ¿por qué el rostro de Veemon estaba compungido?

Veemon le indicó la sala dónde estaban. Antes de entrar, veía los rostros de los enfermeros cabizbajos. Aún así, quiso alimentar su esperanza de que todo había salido bien y que Sachi volvería a su casa y toda la rutina volvería a empezar. Empujó suavemente una de las puertas y lo que se encontró allí fue una escena que nunca olvidaría. El médico estaba enfrente con la cabeza inclinada a modo de disculpa. Daisuke con su traje de empresario, completamente devastado y sujetando la mano de su esposa. Y Sachi con miles de cosas inyectadas y los ojos entreabiertos. Sachi se animó al verla y le pidió que se acercara. Ella lo hizo con lágrimas en los ojos, donde no necesitaba del médico para saber qué por mucho que la ciencia avanzara, aún existían cosas imposibles de solucionar. La propia Sachi se lo confirmó al decirlo ella misma.

-Voy a morir. Pero, antes de morir, hay algo muy importante que me gustaría decirte…

-Señora, por favor. Ya le dije que no hable -le pidió el médico.

-Te doy las gracias por haber querido ayudarme -decía ignorando al médico-. También por tus ánimos… Debajo de ese camión… Mientras sentía que iba perdiendo las fuerzas… Que algo podría sucederle a mi hijo… Si caía en malas manos… Al verte a ti, hiciste que sintiera una paz interior… Y a confiarte a Musuko… Sé que lo cuidarás bien… Ten paciencia con él… Daikun te ayudará…

Arisa no entendió qué quería decir con eso. Se lo preguntó, pero en ese momento, un pitido sordo resonó en la sala. Y ella murió con la calma de saber que su hijo quedaría en buenas manos. La disculpa del médico anunciando el fallecimiento de la mujer quedó ahogado con el llanto desgarrador de Daisuke al haber perdido a la persona que tanto había amado.

.

Una semana después de aquello, con las cosas, más o menos tranquilas, Daisuke había citado a Arisa a su casa. La joven había advertido cómo el hombre le quedaba mucho para poder superar la muerte de su esposa. La casa estaba tan fría y silenciosa, que echaba de menos al pequeño Musuko. Pero el niño se encontraba ahora en casa de sus abuelos, donde Veemon le hacía compañía.

-Ha sido una semana terrible. Tener que hacer los preparativos para el funeral, atender a gente que no recuerdo haberla conocido -musitaba angustiado-. Le pedí a mi socio que se encargara de la empresa, pero es un inútil y casi firma un contrato ilegal que me hubiera llevado a la quiebra. Solo pasó un día de la muerte de Sachi y tuve que arreglar lo que hizo ese idiota. No puedo confiar ni a mi socio el negocio ¡¿Te parece eso normal?! ¡¿Es qué no puedo quedarme en casa para llorar por la muerte de mi mujer?! -descargaba con ella toda la frustración que tenía guardada. Pues, con su hijo en casa de sus padres, Daisuke regresaba del trabajo a un hogar solitario dónde no podía contar con nadie-. Hasta he empezado a beber más de lo normal. Pero… ¿qué otra cosa me queda?

Ella solo lo escuchaba en silencio. No podía hacer otra cosa. Pues debido a su corta experiencia, no sabía qué decir a un adulto más aventajado que ella

-Lo siento -dijo al cabo de unos minutos con una sonrisa amarga-. Te llamo para contarte algo importante, y acabo desquitándome contigo.

-No, no importa. Si es lo que necesita, está bien.

Él la miró con cierta pena.

-Eres una muchacha muy bonita y muy agradable. Solo tienes quince años y seguro que tendrás un montón de planes para el futuro. A tu edad yo solo aspiraba a casarme con mi amiga Hikarichan y tener un montón de hijos -suspiró melancólicamente. En aquel tiempo, él no se daba cuenta de que por mucho que hiciese, y aunque Takeru no existiese, nunca habría conseguido el amor de Hikari. Había sido un idiota. Pero había tenido la fortuna de que Sachi lo conociese y se enamorara de él-. Seguro que tú también tienes alguien por quién suspirar, y seguro que habrá muchos que suspiran por ti. Y poco después, empezarás con una inocente relación de pareja.

Ella agachó la cabeza sonrojada sin querer que viera que era por él por quién suspiraba. Ahora más que nunca, tenía que ocultar sus sentimientos.

-Hay alguien, entonces -suspirando con pesadez, malinterpretando sus gestos.

Las pocas luces que Daisuke tenía encendidas, no le hicieron ver que él era el causante de sus suspiros de amor. Lanzando otro suspiro pesado, se levantó para dirigirse a la cocina. Arisa siguió sin moverse del sitio y tenía una mezcla de sentimientos que la aturdían. ¿Qué hacía allí? Tenía que marcharse. Ya no pintaba nada. Pues con la muerte de Sachi, dudaba que Daisuke quisiera seguir dándole clases. Lo escuchó regresar y le puso una taza de cacao, lo que ella siempre tomaba cuando iba a su casa. Por su parte, él se había servido un vaso de licor. Lo vio beber su contenido de un trago como si lo necesitara y con la botella al lado, volvió a llenar el vaso.

-Realmente es una locura -se repitió a sí mismo con sus ojos puestos en la nada-. No debería, pero se lo prometí a Sachichan.

Por unos momentos, Arisa pensó que Daisuke no toleraba bien el alcohol y eso lo volvía loco al hablar a la nada. Tuvo miedo. Su cuerpo temblaba y esperaba que Daisuke no lo notara.

-¿Recuerdas lo que te dijo Sachichan en el hospital?

-Sí -contestó ella simplemente, arrepintiéndose de haber dejado a Kairumon en casa. Sabía que si iba, sólo estarían él y ella. Pero quiso confiar en que nada extraño pudiera suceder.

-¿Sabes lo que quiso decir con lo de cuidar a Musuko? -preguntó Daisuke con el vaso a medio camino y mirándola fijamente.

-Bueno… Imagino que querrá que le ayude a cuidarlo… Que trabaje para usted como canguro, ¿no?

Daisuke rió divertido, aunque era más por el efecto del alcohol que por su propio sentido común.

-Si quisiera un canguro, lo mejor para Musuko sería una señora regordeta de mediana edad con experiencia en cuidar niños -le dijo con el vaso bailándolo sobre su rostro.

Bajando una vez más la cabeza, con la cara completamente colorada, Arisa se atrevió a preguntar.

-¿Entonces?

Daisuke dejó el vaso sobre la mesa, se echó hacia atrás como un peso muerto y habló despacio y hasta con gracia.

-Cuando el médico me informó que no podía hacer nada para salvarla ¿sabes lo que Sachi me dijo antes de que llegaras? -soltó una mueca burlona-. Me pidió que no me preocupara por ella, y que le buscase una madre para Musuko. Él solo tiene dos años. Y yo tengo una gran empresa que mantener y que me obliga a realizar viajes al extranjero constantemente. Sachi ha estado a mi lado desde antes de que empezase mis pinitos para formarme como cocinero, por lo que sabe lo importante que es este negocio para mí. Aunque, sino fuera por la pasta que conseguí de tus padres al darte clase, todo lo que tengo, sería un sueño que jamás imaginaría. Yo solo quería tener un simple restaurante de ramen. Cocinar el mejor ramen y que los que me conocen, se tragasen sus palabras sobre lo que decían de mí. Peeerooo -arrastrando la palabra para erguirse y coger el vaso para beber lo que le quedaba-, ahora que perdí a Sachichan ¿qué voy a hacer con Musuko? ¿Buscarle una madre? ¿Cómo voy a hacerlo si la quería mucho? -otra risa y volvió a llenar el vaso-. Ella que es más lista que yo, lo sabía y por eso, me puso contra las cuerdas. Aprovechó sus últimos minutos de vida para obligarme a hacerle una promesa que sigo pensando que es una locura. Pero al menos, me dio la oportunidad de que si te negabas, no podría forzarte. Así que… -bebió todo el contenido del golpe, cómo si quisiera que el alcohol le hiciera ser más valiente en realizar aquella petición tan disparatada- ¿quieres casarte conmigo para convertirte en la madre de Musuko?

La propuesta había sido tan fría cómo provista de sentimientos. Él le dejaba claro que si le pedía matrimonio era porque se lo había prometido a su mujer fallecida y su intención de casarse con ella era solo para darle a Musuko una madre. En ningún momento, la había halagado con alguna buena calidad para hacerla sentir querida si quería que fuese su mujer. Y eso era entendible. Pues él estaba muy enamorado de su mujer, incluso en esos momentos tras haberla perdido.

-Ya sé que es una locura. Ya se lo dije a Sachi, pero ella insistió en que tú serías lo mejor para mí y para Musuko. Supongo que no pensó que aún te falta un año para que puedas casarte, además de once años que nos llevamos de diferencia. Para alguien tan inocente cómo tú, es algo muy fuerte comprometerte a algo solo por el capricho de Sachi de que tenías que ser tú la elegida -volvió a llenar el vaso, pero esta vez no lo bebió. Sino que lo miró atentamente, cómo si no entendiera porqué estaba bebiendo cuando estaba ante una propuesta muy importante para la chica. Suspiró cansadamente-. Te recuerdo que puedes negarte. Eres libre de hacerlo. También eres libre de huir de esta casa y no volver nunca más, aterrorizada de lo que un hombre borracho, de más de veinticinco años te propuso -se rió de sí mismo. Ella era joven, y tenía por ahí adelante a algún muchacho por el que estaba enamorada. Seguro que sería un jovencito de acuerdo a su edad, y le daría esa relación sana y tierna, que muchas muchachas desean. Él a su lado, solo era un viejo que podría asustarla con su experiencia sexual, porque si se casaban, eso es lo que también implicaba ¿no? Nadie sería capaz de vivir con una mujer que además era su esposa, y no poder satisfacer el placer carnal, cuando tenía todos los derechos.

-Si Sachisan se lo pidió… -habló ella con voz temblorosa-. Y estaba de acuerdo… Entonces, acepto…

Daisuke la miró sorprendido. En ningún momento ella le devolvió la mirada.

-¡¿Hablas en serio?! Quiero decir… ¡¿Entiendes que eso significa?! ¡¿Te ataría a cuidar de un niño y de no poder disfrutar de toda una vida de adolescente?!

-Pero… Usted sabe que yo no la tengo… En mi casa la relación es fría y tensa… Y no tengo ningún amigo en la escuela… Esta casa -mirándola con una ligera sonrisa-, siempre ha sido mi refugio, y Sachisan y usted los que me dan alegría… Además… -apretando con fuerza el dobladillo de su falda. Era la oportunidad para decírselo, para declararse-. Quizás no haya amor entre nosotros, pero daré mi mejor esfuerzo para que seamos una familia feliz… -con una sonrisa forzada. No había sido capaz de decírselo. No podía. Sería una crueldad aprovecharse de la situación ahora que su mujer había fallecido.

-¡¿Qué dices?! -repuso alarmado, acercándose a ella, cogiéndole de la mano-. Puede que ahora no, pero cuando Sachi me dijo que me casara contigo para darle a Musuko una madre, me dijo que estaba bien si nos enamorásemos. Pues una familia sin amor entre sus padres, no puede ser feliz -apretando aquella mano con fuerza. Arisa estaba emocionada por esas palabras y solo podía expresarlo con lágrimas-. Arisa -comenzó con tono serio-, antes de seguir hacia adelante, quiero decirte algo y que eso te sirva para recapacitar sobre tu precipitada decisión. Quiero dejarlo claro, para que no haya malentendidos. Si nos casamos, no solo asumirías el cuidado de Musuko como su madre. Tú serás mi mujer y dormiremos juntos -la chica se le subió los colores a la cabeza imaginándose lo que quería preguntarle. Giró la cabeza sin poder encararle por la vergüenza que suponía lo que estaba pensando-. Ya te imaginas de lo que hablo. Sólo que -apartando su mano como si estuviera tocando fuego- yo soy un hombre experimentado. Hasta que cumplas la edad reglamentaria, pasaré muchas noches solo y si… Bueno… Que una vez que estemos casados, acabaré necesitando del calor corporal. No quiero asustarte, pero el día en que durmamos juntos… ¿Entiendes? -hablando torpemente. Sino fuera porque estaba ante una adolescente que no sabía nada de esas cosas, habría sido más directo. Pero era tan complicado que no podía ser tan delicado cómo pretendía-. Imagino que será tu primera vez… Y no será una experiencia muy agradable… Lo que menos quiero es que te traumatices… Por eso, piénsalo mejor y dame mañana o cuando puedas, una respuesta.

-No… No habrá problema… Ya dije que aceptaba… Además… No creo que sea tan malo… Después de las palabras bonitas que me dijo…

-¡¿En serio qué quieres casarte conmigo con todo lo que te dije?! -volvió a preguntar incrédulo.

Ella asintió con la cabeza, tímida y sin poder mirarlo. Sin sospechar que eso lo había hecho muy feliz. Volvió a agacharse y a cogerle de la mano.

-Muchas gracias, Arisa. Te prometo que haré todo lo posible para que seas feliz.

-Tómese el tiempo que sea necesario -mirándole con el carmín pintado en su rostro.

-Pues a cambio, quiero que dejes de tratarme de usted. Si vamos a ser marido y mujer, quedará raro que me trates de señor.

Ella sonrió y que maten a Daisuke si no le parecía hermosa en esos momentos. No sabía si era por culpa del alcohol o por la soledad, que tuvo el impulso de querer besarla.

Haciendo uso de su fuerza de voluntad, se contuvo. Tuvo que separarse de ella y mirar hacia otra parte para no hacer algo más que un simple beso.

-Será mejor que regreses a casa. Es tarde y yo no estoy en condiciones de llevarte. Ya te llamaré para presentarme en tu casa y anunciar nuestra boda. Supongo que a tus padres no les hará mucha gracia.

Por supuesto que no les había hecho gracia. Una cosa era que el famoso Motomiya Daisuke diera clases particulares a su hija, y otra muy distinta que se casaran cuando ella solo era una criatura. Ni que decir de la familia de Daisuke. Habían llegado a pensar que la muerte de Sachi lo había vuelto en un loco psicópata, pero tras explicarles la última voluntad de Sachi, sólo habían podido llorar y a compadecerse de la pobre muchacha que había accedido a casarse por voluntad de Sachi.

Taichi y los demás tampoco quedaron callados sobre lo qué les parecía el que se casara con una adolescente. Tanto Taichi cómo Yamato habían discutido bravamente con él. Y a Sora no le parecía correcto que se casara con ella solo para darle una madre a su hijo. Al igual que a sus padres, les había aclarado que esa había sido por la promesa que le había hecho a Sachi.

-Solo espero que llegues a amarla y a apreciar lo que está haciendo por ti -le había dicho Sora.

Y claro que lo consideraba. Pues no muchas chicas tan jóvenes estaban dispuestas a cargar con un hijo que no era suyo y a casarse por esa razón tan egoísta.

Meses después de haberse casado, Arisa le dio con una noticia que cambiaría el curso de sus vidas y de sus amigos en el futuro.

Arisa se había quedado embarazada.

Daisuke le había avisado infinidad de veces que una vez que se casaran, no podría contenerse en lo que a sexo se refiere. Y ella, que era una chica inexperta en aquel tema, no había pensado en la protección para evitar lo que ahora tenía. Un bebé creciendo dentro de su vientre.

Ella solo tenía dieciséis años. Daisuke recordaba perfectamente cómo Hikari también se había quedado embarazada a esa edad. Ella había tenido que abandonar sus estudios para encargarse de su hija. Pero cuando la pequeña Kibou ya no necesitaba de los cuidados de veinticuatro horas de su madre, al año siguiente, Hikari había retornado los estudios. Arisa podría hacer lo mismo. Además, un nuevo hermanito, puede que hiciera que su hijo Musuko no se sintiera tan solo. Así tendría a alguien con quién jugar y entretenerse, pensaba Daisuke optimista.

Para sorpresa de su mujer, que pensaba negativamente sobre el tener un nuevo miembro en la familia, Daisuke lo aceptó feliz y emocionado.

Pero no todo era miel sobre rosas.

Los señores Aizawa cuando se enteraron del embarazo de su hija, se sintieron molestos por ser el centro de atención de algo tan escandaloso. Y no dudaron en cortar toda relación con su hija. Ya era suficiente que se casara tan joven con un hombre once años más mayor que ella, que el embarazo era la gota que colmaba el vaso.

El siguiente problema fue Musuko.

Antes de que Arisa entrase a la familia Motomiya, el niño no tenía buenas migas con la chica. Por lo que menos cuando ella se había casado con su padre. A su corta edad, Musuko sólo podía pensar que aquella chica era una aprovechada que se había metido en su casa tras haber engatusado a su padre, aprovechándose de la muerte de su madre.

A él no lo engañaba. Por mucho que tratase de camelarlo, Musuko estaba resuelto a no quererla nunca y a descubrir sus verdaderas intenciones.

Cuando Arisa le había contado que iba a tener un hermanito, su reacción fue inesperada.

A diferencia del niño humano con Arisa, Kairumon llevaba muy buena relación con Chikomon. En el momento en que había sucedido aquello, los dos digimon estaban en la habitación del niño, donde Kairumon le leía uno de los tantos libros infantiles que al digimon de tipo baba le encantaba. Unos gritos procedentes del exterior, los alarmaron y corrieron hacia sus compañeros humanos. Los dos digimons se encontraron con una escena impactante. El pequeño Musuko golpeaba con sus puños el vientre de Arisa, mientras gritaba histérico.

-¡NO QUIERO! ¡NO QUIERO! ¡NO QUIERO UN HERMANO! ¡VETE! ¡VETE! ¡SAL DE ESTA CASA! ¡ERES UNA EXTRAÑA! ¡NUNCA SERÁS MI MADRE! ¡ME QUIERES ROBAR A MI PAPÁ!

Arisa trataba de proteger con sus manos su vientre, pero Musuko no paraba de insistir, de golpearla y de empujarla, que acabó tropezando con la banqueta y cayó hacia atrás.

Kairumon fue veloz hacia ella, impidiendo una brusca caía.

Lo consiguió a tiempo. Pero Musuko aún no estaba conforme y volvió a ir contra ella. Kairumon se puso en su defensa, mientras le pedía al incrédulo Chikomon que llamase a Daisuke para que regresara a casa cuanto antes.

Después de que Daisuke llegase y calmase a su hijo, se dirigió hacia su nueva mujer junto al niño para que le pidiera disculpas. Ella estaba sentada sobre la cama, con la compañía de Kairumon y Veemon y una venda sobre su mano derecha. Los golpes del niño tan constantes, le había provocado una ligera contusión.

-Ahora, pídele perdón -le mandó su padre.

-¡No quiero! -contestó Musuko testarudo.

-¡Musuko! -le gritó Daisuke.

El niño miró a su padre asustado. Nunca le había gritado. Buscó a Veemon con la mirada para que le sacara las castañas del fuego, pero estaba de parte de su padre. En su cara, se reflejaba la misma molestia que su progenitor. Todo por culpa de aquella mujer.

El niño empezó a llorar disgustado y a sentirse decepcionado.

-¡Ya no me quieres, papá! ¡Ni tú ni Veemon! ¡Ahora queréis a esa mujer y a su digimon! ¡Incluso Chikomon! ¡Y cuando nazca ese bebé lo querréis y os olvidaréis de mí!

-¡Musukokun, eso no va a pasar! -se apresuró a decir Arisa desesperada.

-¡CÁLLATE! ¡MIENTES! ¡TÚ SOLO QUIERES A MI PADRE!

-¡Eso no es verdad! ¡Yo te quiero mucho!

El niño con lágrimas en los ojos, la miró con decisión.

-¡Si me quieres, entonces deshazte de ese bebé!

-¡MUSUKO! -gritó su padre con ira ante semejante ocurrencia.

-Si lo hago, entonces ¿me aceptarás?

-¡Arisa! -exclamaron Daisuke, Veemon y Kairumon al unísono.

El niño contestó con un movimiento afirmativo de cabeza.

-Está bien -accedió ella.

-Pero…

-¡Si no cumples con lo que dices, te odiaré para toda la vida! ¡Vamos, Chikomon! -le dijo a su digimon que estaba unos pasos más atrasado y contemplaba lo que pasaba boquiabierto.

Daisuke cerró la puerta de la habitación para hablar más cómodamente, por la insensatez de su joven mujer al querer hacer semejante barbaridad.

-No quiero que tu hijo cause un daño más mayor -con sus manos sobre su vientre-. Es mejor renunciar a este pequeño.

-¡No digas disparates! ¡No vamos a deshacernos de nuestro hijo sólo por el capricho de Musuko!

-Seguro que se le pasará cuando el niño nazca y vea que no va a ser cómo dice -animaba Veemon.

-Pero, es que ya se lo he prometido -dijo Arisa con una media sonrisa, mirando su vientre-. Realmente no quiero deshacerme de él. Pero, esto es por el bien de Musuko. Y yo, odio que no vea que lo quiero mucho. Si esto sirve para llevarme bien con él, estoy dispuesta.

Daisuke miraba a Arisa con pena. Era cierto que desde que se habían casado, incluso antes de casarse, Musuko nunca tuvo a Arisa en buenos términos. Y era consciente de que eso la entristecía. Que Arisa sacrificase al hijo que tenía en común por un niño con el que no estaba relacionado sanguíneamente, le hacía sentir mal.

-Quiero que sepas que no estoy de acuerdo con que abortes.

-Yo tampoco, por eso se me ocurrió darlo en adopción.

Sorpresa para los tres allí presentes.

-Pero, Arisa ¡¿qué dices?! ¡Tu primer hijo y darlo a otras personas! -le cuestionó Kairumon.

-Nosotros podemos cuidarte y evitar que Musuko vuelva a atacarte -intervino esta vez Veemon-. Hablaremos con Chikomon para que también hable con Musuko, y comprenda que todos nosotros lo queremos.

-Os lo agradezco, de verdad, pero, estoy dispuesta a cualquier cosa para que Musuko me acepte y vea que lo quiero de verdad.

Le dolía deshacerse de su hijo, de carne de su carne, un ser hecho con el amor de su vida. Pero no quería que Musuko, se arrepintiera de haber hecho algo cruel, y tampoco quería que la relación entre padre e hijo se marchitara por su culpa.

Ante la decisión indiscutible de Arisa, se concluyó de que viajarían a China, donde allí Arisa daría a luz. Buscarían una familia que quisieran hacerse cargo de su hijo y del digimon, y les pedirían que guardasen el secreto sobre quiénes eran sus verdaderos padres. A sus amigos y familia para evitar los comentarios en desacuerdo, les diría que hubo complicaciones durante el parto, y habían perdido al niño.

Nadie supo ni se imaginó de que Daisuke había contactado con una familia que deseaba tener hijos para darle el suyo, cediéndole todos los derechos, todo por el capricho egoísta de Musuko.

Su segundo hijo sólo estuvo en sus brazos unos minutos. Unos minutos dónde había visto ternura en aquel recién nacido y a querer tenerlo consigo.

El estado desesperado de su esposa le recordaba lo que habían acordado, y cómo tenía que decirle adiós a esa linda criatura.

-No se preocupe, Motomiyasan. Haremos todo lo que esté en nuestras manos para ofrecerle una vida sana y feliz -eso le había dicho el futuro padre de su hijo.

La familia era joven y económicamente estable. El hombre era de nacionalidad china, mientras que la mujer era japonesa. Así de esa manera, aunque su hijo viviese en China, no se sentiría confuso por sus rasgos japoneses.

-Le agradezco mucho la oportunidad que me ha dado para ser madre -le decía la mujer emocionada, inclinando la cabeza una y otra vez a modo de agradecimiento.

Daisuke los observaba con una sonrisa falsa. A su lado, Veemon tenía el digihuevo perteneciente a su segundo hijo. A él también le daba pena tener que deshacerse del pequeño digimon, aunque todavía no lo había visto.

El niño empezó a llorar de repente, y la mujer trató de acunarlo para que se calmara. Escucharlo llorar, hizo que deseara volver a cogerlo en brazos. Seguro que entre sus padres se calmaría. Pero si lo hacía, sería incapaz de soltarlo.

-Espero que tengan paciencia con él. Cuídenlo mucho, por favor -pidió Daisuke con una gran inclinación de cuerpo.

-Lo haremos -contestó el hombre-. A propósito, ¿cómo se llama el niño?

Desde su pose inclinada, Daisuke se quedó sorprendido.

¿Cómo se llamaba su hijo?

Lo lógico es que la familia que adoptase al bebé, con todos los derechos firmados en papel, les correspondiera a ellos escoger el nombre para el niño, por lo que durante todos los meses que había durado el embarazo, no había pensado en ningún nombre para su hijo. Pero si le daban la oportunidad de que él pudiese elegir el nombre, quería que tuviera algo de él.

-¿Es que no le dieron un nombre? -le preguntó la mujer sin abandonar de mecer al bebé.

El derecho legal a escoger el nombre del niño les correspondía a ellos, pero Daisuke se lo calló. Miró a su hijo. El niño al sentirse observado, lo miró y estiró sus manos cómo si quisiera que lo cogiera. Pero no podía. Lo único que podía hacer es que su nombre llevase una parte de él.

-Daichi. Se llama Daichi.

-¿Daichi? -repitió la mujer-. Es un bonito nombre. Me gusta. ¡Anda! Se nota que le gusta a él también, ya que ha dejado de llorar -decía la mujer sorprendida por el cambio drástico en el bebé.

Eso complació a Daisuke. Tuvo ganas de ver la carita feliz y aquellos sonidos infantiles que provocaban ternura en su nueva madre.

-Con su permiso, es hora de que vuelva con mi esposa. Veemon, el digihuevo -dijo simplemente para que se lo diera.

Veemon lo miró con protesta. Puede que para su amigo fuese fácil entregar a su hijo, o eso es lo que el digimon creía, pero para él, entregar el digihuevo era algo muy importante de su vida. Sin muchas ganas, le tendió el digihuevo al hombre. Y como un padre que entrega a su hijo, Veemon no pudo evitar soltar sus advertencias para que cuidasen al digimon que naciese.

-No le fuercen a hacer cosas que no quiera. Que no abandone nunca a Daichi y que ambos sean felices.

-¡Veemon! -le llamó Daisuke ya de camino hacia dónde le esperaba su esposa. Dolía tanto, que no podía estar más tiempo viendo cómo su hijo estaba en mano de otras personas.

Daisuke escuchó nuevamente el agradecimiento de la pareja y como remate final, el llanto desesperado de su hijo, cómo si sintiera que estaba siendo separado de su padre. Apretando los dientes, no pudo evitar que las lágrimas cayesen de sus ojos cerrados, entendiendo lo que deberían de haber sentido Takeru y Hikari cuando habían perdido a Kibou. Puede que ellos no la volviesen a ver, pero perder a un hijo, sabiendo que estaba vivo y que estabas privado de verlo, era como un cuchillo rajando por el cuerpo, rodaja a rodaja.

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Los años fueron pasando con sus traspiés para algunos y con la felicidad para otros. Para Daisuke, después de haber entregado a su hijo en adopción, había sido el último percance trágico que había vivido. Eso no impedía que año tras año, se arrepintiera de aquello, lo recordara y a preguntarse cómo sería.

Si hubiese sido más firme con Musuko y no sucumbir ante su egoísmo, no tendría que estar torturándose. A su mujer le pasaba lo mismo, pero al menos tenía un pequeño pedazo de felicidad al ver que Musuko había cumplido con su palabra y la había aceptado tras haberse desecho de su hijo. Incluso, se había sentido algo arrepentido por la pérdida de su hermanito.

Todos habían pensado que en el viaje de negocios que habían tenido, Arisa había perdido a su hijo. Nadie se imaginaba la barbaridad que había hecho. Si Daisuke lo pensaba bien, si hubiera acudido a sus amigos para que lo aconsejaran, no hubiera tenido que llegar a aquel extremo. Pero lo hecho, hecho estaba.

Aún así, quizás porque esperaba que la casualidad los juntase y poder ver a Daichi, que Daisuke había abierto una nueva sucursal en China, donde cada dos meses se iba para asegurarse de que el restaurante marchaba bien. Cuando en realidad, lo que esperaba era encontrarse con su hijo. Ya tendría que tener siete años. El digimon tendría que haber salido de su cascarón, donde esperaba que cómo el de Musuko, hubiese nacido un Chikomon. Esperaba que Daichi sintiera curiosidad sobre poseer un digimon del mismo tipo que el suyo, o le conociera a través de las redes sociales y acudiera para decirle que su digimon era de la misma especie que Veemon. Pero nunca vio a su hijo ni a un digimon de la especie de Veemon pasar por su restaurante.

-Todavía es muy pequeño. Quizás dentro de unos años entre por esa puerta y nos diga emocionado que el digimon es de tipo Veemon -le animaba Veemon siempre con esas palabras, donde el digimon mantenía el mismo deseo que su amigo de ver a su hijo digimon.

No quería decírselo a Daisuke, pero existía un cincuenta por ciento de posibilidad de que del digihuevo creciese un digimon de la especie de Kairumon. Quizás por eso, cuando iban a aquella ciudad tan grande, no dejaba de mirar para todos lados por si encontraba a ese digimon poco conocido y en consecuencia a su compañero humano. Pero era cómo buscar una aguja en un pajar en aquella ciudad tan grande y poblada de tantos habitantes. Solo podía confiar en el tiempo, y que el propio niño viniera a ellos.

Nunca se hubieran imaginado que el pequeño Daichi junto a su digimon llevasen ya un tiempo viéndolos desde la distancia.

Escondidos, sin que les advirtiese, Daichi observaba a su padre con su pequeño Chibimon en brazos. Hacía unos días que su digimon había evolucionado, lo único que le había animado después de tanto tiempo.

Su vida cuando era un bebé, era la de un niño corriente con sus padres que no paraban de consentirlo. Eso se podía apreciar en las inmensas instantáneas que tenía en el álbum familiar. Sin embargo, desde que tenía uso de razón, sus padres ya no sonreían cómo en las fotos. Tampoco lo consentían cómo cuando era un bebé. Es más, en muchas ocasiones parecían sentirse decepcionados con él. Seguramente era debido a su personalidad introvertida y cobarde que lo hacía sentirse solo en clase. Nunca tuvo un amigo. Sus compañeros de clase lo rechazaban por su personalidad y sus rasgos japoneses, tachándolo de raro y de nenaza. Solo su digimon que siempre estaba a su lado, trataba de compensarle todo lo que le faltaba. En aquel tiempo, él era Chikomon, aún así, se esforzaba muchísimo por Daichi. Incluso cuando su amigo asistía a la shougakkou, veía cómo los demás se metían con él, y entonces, el digimon salía de su clase particular para protegerlo. Muchas veces sus padres eran llamados porque en el colegio su amigo era tratado como un paria. Daichi lo entendía muy bien y lloraba amargamente. Y sus padres, nunca lo consolaron. El niño había llegado a creer que no lo querían, pero Chikomon trataba de convencerlo de que no era así.

Hasta que un día, después de haber digievolucionado a Chibimon, ambos habían descubierto la terrible verdad.

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Su padre regresaba a casa, después de la jornada laboral. Daichi desde su habitación lo había escuchado. Se encontraba en su habitación haciendo la redacción que le habían mandado para hacer en casa, donde el tema era "Tu padre". Sin saber qué poner sobre él, había salido de su habitación con Chibimon para que su padre le ayudara con sus deberes. Pero la bienvenida que le había dado su madre a su padre fue tan ansiosa, cómo la de su padre que era irritada. Daichi optó por no entrar, y esperar hasta que los ánimos entre sus padres estuvieran más calmados. Pero la charla que mantenían le impidió hacerlo.

-Cariño, ¿has podido hablar con ese hombre?

-¡Que va! ¡Siguen con ese cuento de que se necesita pedir cita para poder hablar con el jefe!

-¡Pues pídela! ¡No puedo aguantar más ese inútil de Daichi!

-¡¿Crees que no lo hice?! ¡Pero hasta dentro de dos años no podré hablar con él para devolverle a su hijo!

-¡¿DOS AÑOS?! ¡¿CREES QUE VOY AGUANTAR MÁS TIEMPO A ESE NIÑO?! ¡De eso nada!

-¡Lo sé! ¡Yo tampoco lo aguanto! ¡Pensando que si lo adoptábamos, nos daba prestigio y popularidad con su digimon! ¡Pero es que es todo lo contrario al padre!

-¡No hace más que rompernos la cabeza con sus lágrimas! ¡Ni en el colegio lo quieren!

-En el colegio no lo quieren y nosotros tampoco. Y si esas tienen en no dejarme hablar con Daisuke, pues lo abandonamos delante de su restaurante y listo.

-Pero, querido. Hay que pensar también en los gastos que nos dio Daichi desde que lo adoptamos a Motomiya. Si vamos a abandonar a Daichi, que sea cuando Daisuke venga a su inspección del restaurante ese que tiene. ¡Hay que exigirle todo! ¡Que para eso está podrido de pasta!

-Cómo se le ocurra negarlo, le contaré a todo el mundo que dio en adopción a su segundo hijo porque no lo quiso. ¡Así sabrá quiénes somos!

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Daichi se había quedado horrorizado por lo que había escuchado. Sus padres, no eran sus padres de verdad. Ellos lo habían adoptado para usarlo a su conveniencia y hacerse un nombre dentro de la sociedad. Pero el resultado había acabado en un fracaso. Eso explicaba el disgusto que sentían y la falta de cariño. No podía creer que pudieran llegar tan lejos para abandonarlo sin más.

Por otro lado, estaba lo que se había enterado sobre su verdadero padre.

¿Por qué su padre biológico lo había dado en adopción?

¿Era realmente cierto de que no lo quería?

Habiendo escuchado su nombre, Daichi había buscado información sobre él en Internet. Sus padres adoptivos habían mencionado que era un hombre muy importante y al ver en Internet fotos y toda la información disponible, decir importante era quedarse corto.

Motomiya Daisuke, su verdadero padre, había sido uno de los Grandes Elegidos. Líder de la siguiente generación, había librado batallas muy duras y triunfado sobre ellas. Poco después de casarse, había empezado su negocio de restauración, ampliándose casi al instante, teniendo varias sedes por el mundo. Había visto que también había una en China, inaugurada al año de nacer él.

Enfocándose en su vida privada, Daichi vio cómo su padre tenía un hijo de su primera esposa que había fallecido joven. Al año siguiente, se había casado con una adolescente, convirtiéndose en la comidilla de la prensa rosa. Quizás esa adolescente era su madre. No lo sabía. Pero en realidad, ya no sabía nada.

Lo único que sabía es que en las fotos de actualidad, su padre lucía feliz y lleno de alegría con su segunda esposa y su hijo Musuko. Su hermanastro. Pensaba angustiado de que ese niño pudiera tener lo que él tanto anhelaba. Algo tan sencillo que todos los padres daban a sus hijos, cariño.

Un coche negro y caro aparcó cerca del gran restaurante. Daichi se escondió más, para evitar ser visto. Las puertas de atrás se abrieron y Daichi agrandó los ojos. Chibimon saltó de sus manos para observar igual de sorprendido que su amigo a los recién llegados.

Del interior del coche salían su padre, su mujer y su hijo.

En las fotos que había visto de su padre, había advertido un gran parecido con su padre. Pero Musuko era la copia a carbón de él, donde si algún desconocido lo viese en esos momentos, pensaría al instante que formaba parte de aquella familia tan bien acomodada.

Musuko cargaba a su Chibimon y gritaba exageradamente de respirar aire por fin y las ganas de visitar la ciudad. La mujer con un digimon tipo elefante se mantenía callada, pero lo miraba con una sonrisa. Y su padre, con la promesa de que después de la reunión que tenía, irían juntos. Musuko había gritado de alegría y canturreaba junto a Chibimon.

Daichi se sintió triste.

¿Por qué él no podía estar dentro de aquel círculo?

¿Por qué su padre lo había dado en adopción?

¿Por qué no lo quería?

No tenía ninguna anomalía, ni ninguna enfermedad rara. ¿Acaso podían predecir que iba a salir introvertido y llorón y por eso se había deshecho de él?

-¿Así que ese es Veemon? -decía Chibimon impresionado en ver con sus propios ojos a la especie de origen- ¿Parece que esté buscando algo que no para de mirar para todos lados? ¿No piensas lo mismo Daichi? -al mirar a su compañero se encontró con la nada. Rápidamente, lo buscó con la mirada.

Su compañero humano había dejado de husmear y regresaba abatido sobre sus pasos. Chibimon lo llamó, pero no logró que se detuviera, así que tuvo que apurar el paso para darle alcance.

-¡Daichi! ¡¿Qué te pasa?!

-No lo entiendo -empezando a llorar-. Realmente soy tan aborrecible que por eso, me dio en adopción.

-¡Claro que no, Daichi! ¡Y no eres aborrecible! ¡Yo te quiero!

-Pero ni mi padre, ni quiénes me adoptaron ni nadie me quieren. Todos se meten conmigo, y nadie está a mi lado.

Chibimon lo miró con compasión. El pequeño humano estaba tan destrozado, tan solo y seguramente, muy pronto, sin ningún hogar al que regresar. No tenía a nadie, salvo a él.

Estuvieron caminando por largo rato, hasta que el frío empezó a calarse por su piel y al levantar la vista, se encontró en un terreno oscuro, frío y sin nada reconocible. Daichi seguía andando, llorando y lamentándose que no se daba cuenta de que ya no estaban en Shanghái.

Chibimon lo llamó. El timbre de su voz era de alarma, que hizo que Daichi lo mirara y luego se percatara del ambiente que había a su alrededor.

¿Dónde estaba?

No reconocía nada de nada.

El frío que sentía Chibimon empezó a tenerlo él. Mirando hacia atrás, solo encontraba lo mismo que delante, nada. Solo un terreno llano donde no existía la flora ni el agua. Todo era de tonalidades oscuras. Incluso el cielo.

Daichi empezó a temblar. No sabía dónde estaba, pero lo más terrible de todo, es que no podía llamar a alguien para que viniera a salvarlo. Chibimon se arrimó a él para darle el consuelo y apoyarlo. Le dijo palabras de aliento de que él estaba ahí y que lo iba a sacar de ese lugar tan extraño. Aunque el digimon no sabía cómo hacerlo. Pero no podía rendirse. No podía dejar que su compañero humano se derrumbara.

Con el pasar de las horas, Chibimon empezaba a sentirse más acongojado. Poco a poco, empezó a entender que no estaban en el mundo real, sino en algún mundo desconocido, donde ningún ser había aparecido. ¿Estarían completamente solos en aquel mundo? Si era así, ¿cómo iban a salir? ¿Cómo habían entrado? ¿Quién los iba a salvar si nadie les echarían de menos?

Mirando de reojo a su amigo humano, se lo encontró con las piernas encogidas contra el pecho. Sollozaba, y seguramente, tendría los mismos pensamientos que el digimon. Estando solos en un mundo raro, nadie iría a rescatarlos.

El sonido de unos pasos acercándose hasta ellos, los alarmó. Daichi se levantó con una pequeña esperanza de hallar por fin a alguien, mientras que Chibimon se puso delante para ver de quién se trataba. Cuando vieron a una manada de extraños seres semejantes a los perros salvajes, humano y digimon quedaron atónitos.

Chibimon jamás había visto a esa clase de seres. Parecían digimons, pero al mismo tiempo, no lo parecían. Sus ojos estaban sin vida, y se acercaban a ellos cómo perros babeantes y hambrientos, deseosos de enterrar sus largos y apestosos colmillos en ellos.

-¡Daichi! ¡Huye! -si no podía proteger a su amigo cómo cualquier digimon, al menos se sacrificaría.

Pero Daichi no le hizo caso. Por primera vez en su vida, hizo un acto de valor. Agarró a su digimon para apretarlo contra sí y con lágrimas en los ojos murmuró.

-No voy a dejar que tú, mi único amigo muera -ahora, en ese momento, sólo podía hacer una cosa, aunque fuese inútil. Huir.

Daichi empezó a correr todo lo que pudo con aquellos extraños perros detrás, donde en nada les habían dado alcance. Mirando hacia atrás, uno de esos perros saltó sobre él, pero antes de que le tocasen, un haz de luz atacó aquellos perros, desintegrándolos al instante.

La sorpresa de Daichi y su digimon fue la aparición cegadora de un ser que se veía a contraluz, donde solo podían apreciar que llevaba ropas largas, alas semejantes a la que tenían los ángeles y un arco extraño sobre su cabeza.

-¿Estáis bien? -le dijo aquel ser con voz distorsionada, donde no se podía apreciar si era la voz de un hombre o de una mujer.

-Sí. Gracias -agradecía Daichi con una pequeña sonrisa y el miedo aún envolviéndole el cuerpo, recordando lo que había estado a punto de pasar. De no ser por aquel ser, habría muerto. Habría tenido una muerte aterradora.

-Pobre niño -dijo la voz compasiva-. No te preocupes, yo te sacaré de este lugar.

El ser se fue acercando lentamente. Aún así, era imposible distinguir su figura por completo. Ni Daichi ni Chibimon podían adivinar si se trataba de un humano, de un digimon, o de algún ser desconocido cómo los que les habían atacado.

-Pobre niño -repitió parándose a una distancia prudente, donde el brillo seguía impidiéndoles ver su auténtica figura-. Saber la terrible verdad y lo que tus padres auténticos hicieron es demasiado para un niño tan pequeño como tú. Ciertamente, la crueldad y el egoísmo de los seres humanos no tiene límite.

-¿Cómo sabes…? -preguntó Chibimon extrañado y empezando a desconfiar de su salvador.

-Yo lo sé todo. Todo lo vinculado a humanos y digimon. Pero tranquilos, ahora estaréis bien.

-¿Estaré bien? -repitió el niño sin ninguna confianza.

-Claro que sí. Has sido elegido para cambiar el mundo.

-¿Cambiar el mundo? -repitió ahora Chibimon con más desconfianza- ¿De qué estás hablando?

-El mundo que todos conocemos está corrupto y mancha a todos aquellos a quiénes rodean. Por eso, es que tú y tu digimon habéis acabado teniendo por tener esta vida tan injusta. Todo por el egoísmo de un niño de dos años que no quería aceptar a su nuevo hermano, por miedo a que lo dejasen abandonado.

-No entiendo.

-Lo entenderás todo a su debido tiempo. Ahora, es mejor irnos de este lugar.

La mano que aquel ser le ofrecía era para desconfiar, tal cómo sentía Chibimon. Pero la ingenuidad de Daichi y ver que alguien lo había salvado y se preocupara por él, hizo que se tragara sus palabras y a cogérsela.

Chibimon lo llamaba desesperado. Aquel sujeto no le daba confianza ninguna. Sin embargo, en el momento, en el que Daichi tocó la mano de aquel ser, Chibimon empezó a sentir como un gran peso sobre su cuerpo, cómo si sintiera tan cansado que le resultaba imposible mantenerse de pie. Sus ojos se fueron cerrando y a murmurar antes de caer en un profundo sopor, el nombre de su amigo humano.

Entonces, una explosión de oscuridad surgió de todo el cuerpo del pequeño digimon, hasta crecer y tomar la forma de un gran guerrero con alas envuelto entre las sombras.

-Este es el último nivel de tu digimon, Daichi. Con él, podrás vengarte de aquel que hizo de tu vida una miseria, tu hermano, Motomiya Musuko -decía el ser con voz neutra, soltándole la mano y observando al humano.

Daichi no se inmutaba. La luz de sus ojos verdes se había desvanecido, para dar paso a un niño que sin quererlo, se había dejado influenciar por poderes sobrenaturales que lo habían convertido en un muñeco a su disposición.

-Mi misión es eliminar a Motomiya Musuko -dijo con voz robótica, donde el alma del niño estaba en lo más profundo del mar oscuro.

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Las tormentas de verano siempre son aterradoras para los niños pequeños. Y cuando esta ruge sobre el cielo con su potente rayo, despierta a todo niño durmiente y a abrir los ojos de golpe, para gritar con fuerza, llamando a sus padres, mientras que las lágrimas fluyen como cascadas, liberando ese miedo donde solo el confort de alguien que transmite seguridad puede ser calmado.

Así es cómo Aki se había sentido en esos momentos tras abandonar el mundo de los sueños. Sus gritos, no solo habían despertado a sus padres, sino también a sus hermanos y a los digimon.

Para cuando Yuuta y Natsumi habían llegado a la habitación del más pequeño de la casa. Los digimon ya estaban en la puerta observando cómo Yamato abrazaba con fuerza a su hijo y a Sora calmándolo con su suave y dulce voz.

Aki seguía llorando con su cara escondida en el pecho de su padre. Su Tsunomon se sentía angustiado. Miraba a Aki sin saber qué decirle para tranquilizarlo. También veía a Yamato y a Sora, y les preguntó sobre el estado de su amigo y a querer ir hacia su lado. Aunque era imposible competir contra alguien tan fuerte como el padre de Aki.

-No te preocupes. Se pondrá bien -dijo Sora recogiendo al pequeño digimon y tendiéndoselo a Piyomon para que se ocupara de calmarlo-. Volved para cama. Yuu, asegúrate de que Nat haga lo mismo.

El mayor de los hermanos Ishida se sentía intranquilo por su hermano pequeño. Era inusual encontrárselo de esa manera por unos simples relámpagos. A través de la persiana, podía ver cómo la luz del rayo se colaba, iluminando brevemente la habitación. Su hermana Nat se había acercado a él, mostrando algo de miedo por aquel fenómeno natural. Pero en el breve instante de luz, Aki no se había sobresaltado por aquel ruido que hacía rugir toda la casa y explotaba iluminando todo el cielo. Él sabía muy bien que algo terrible tuvo que haber pasado, para que su hermano estallara en semejante angustia. Los relámpagos no eran la causa. Y seguro que sus padres estarían pensando lo mismo. Pero ¿qué podía hacer él cuando su padre era la mayor coraza de la familia? Estaba en buenas manos. Así que él, poco podía hacer quedándose ahí. Tenía que ocuparse de Nat, donde había descubierto que tras su fachada de chica fuerte, tenía una debilidad. Los relámpagos.

Una vez que todos se hubieran marchado, Sora se dirigió a su marido. Al día siguiente, él tenía que marcharse temprano para embarcarse en una nueva expedición al espacio. Lo más aconsejable era que él regresara a cama para descansar y ella se encargase de su hijo.

-Ya me ocupo yo, cariño. Será mejor que tú regreses a la cama. Mañana tienes que hacer ese viaje de reconocimiento.

Pero Yamato miraba con seriedad a su hijo, cómo éste seguía aferrándose con fuerza a él y sollozaba angustiado. Intuía lo que debía haber pasado. Al igual que su hijo Yuuta, Yamato creía que algo terrible había sucedido en alguna parte. Y si pensaba en la misión que tenía al día siguiente, un sentimiento de inquietud empezó a invadirle y a pensar que algo horrible iba a suceder.

-¿Yamato? -lo llamó su mujer extrañado.

-Está bien -tendiéndole a Aki. El niño se aferró a Sora de la misma manera que lo había hecho con su padre.

Yamato vio cómo Sora trataba de acunarlo y de tranquilizarlo. Se acostó con el niño en la pequeña cama, acariciándolo con ternura y brindándole todo el calor y dulzura que ella poseía.

El hombre cerró la puerta, pero la intranquilidad no desapareció de su cuerpo. Vio cómo Gabumon estaba en la puerta de la habitación donde dormían los digimon. Sus ojos rojos transmitían la misma preocupación que los de Yamato.

-Yamato…

-Parece que la misión de mañana no va a ser tan sencilla cómo creíamos.

El digimon adoptó una postura más inquieta.

-Koushirou dijo que habían aparecido unas puertas abiertas al mundo digimon en el espacio -decía el digimon-. Sería terrible que un digimon accediese a ellas por error. Por eso es por lo que vamos de misión, para cerrarlas.

-Pero también dijo que esas puertas pertenecen a otros mundos desconocidos -terminó Yamato con tono neutro-. Menos Taichi y Koushirou, todos piensan que vamos a una sencilla misión de exploración al espacio. Si Sora supiese la verdad, se preocuparía.

-Sobre todo después de ver lo que ha pasado con Aki -añadía Gabumon con la vista baja-. Ya sabes que él es cómo Kibou, un niño muy especial, sensible a las cosas oscuras. Gennai nos lo dijo. Está claro que lo que le ha pasado, debe estar conectado con las puertas abiertas en el espacio.

-Algo terrible ha sucedido en algún lado, y eso es lo que tiene así a mi hijo -decía Yamato con rabia-. Con más razón tenemos la obligación de cerrarlas y después, nos centraremos en investigar qué es lo que ha pasado y deshacernos si se trata de una nueva amenaza.

Gabumon veía asombrado a su amigo. Sin embargo, estaba de acuerdo con él con que tan pronto como volvieran, tendrían que investigar más a fondo sobre lo que realmente ocurría. Hace años, Gabumon le había prometido que le protegería de todo, aunque se convirtiera en un viejecito arrugado. En aquella promesa, le había señalado que también protegería a los hijos que tuviera. Y ahora, era el mejor momento, de recordárselo.

-Eso haremos, Yamato. No dejaré que te pase nada. Ni a ti, ni a Yuuta, ni a Natsumi, ni a Aki y tampoco a Sora. Completaremos esta misión juntos.

Sin embargo, Yamato y Gabumon no pudieron completar la misión, sino que habían muerto en acto de servicio.

El presentimiento que había tenido Yamato sobre el despertar angustiado de Aki que estuviera relacionado con sucesos oscuros, había sido correcto. Pero, ya había sido tarde cuando toda la tragedia había sucedido.

Sora se había hundido en la más profunda de las depresiones, y con todos los elegidos reunidos en un mismo lugar por primera vez, desde hacía años, los secuestradores de los elegidos, habían aprovechado la oportunidad para capturarlos.

La presencia inusual de Tachikawa Mimi había sido inesperada para Taichi y los demás, y poco acogedora para muchos. Ella había cogido el primer vuelo hacia Japón, preocupada por el estado de su mejor amiga, a pesar de que llevaban años sin hablarse. O eso es lo que Sora le había dicho a Miyako.

En aquel extraño mundo, encerrados en aquella celda donde los digimon no podían digievolucionar, Miyako sólo podía recordar y pensar. Observando a la mujer más mayor, sintió por primera vez pánico sobre lo frágil que era la vida. Durante sus años de juventud, había sido muy consciente de lo que significaba perder a alguien. Sus aventuras en el mundo digital, habían sido demasiado duras para ver qué no todo era de color rosa. Pero desde que era pareja de Ken, todo ese miedo de perder a alguien se había esfumado y a mirar el futuro y soportar todo lo que el destino nos deparaba.

Durante sus años como mujer casada, no había tenido tiempo a pensar en el pasado o en aquel momento de adolescencia que la había destrozado tanto, donde se había encerrado en su habitación sin querer ver a nadie. Aquel pedazo de depresión que había vivido, lo había olvidado durante todo ese tiempo. Pues estaba más centrada en esforzarse en que todo en casa fuese bien. Ella que no tenía paciencia alguna, había perdido los estribos el día en que su hija le había dicho aquellas crueles palabras que no se había imaginado que doliesen más que un golpe físico.

Se aferró a Ken sintiendo ganas de llorar. Tenían que salir de aquel lugar cuanto antes y decirle de una vez a su hija, aquellas palabras que tanto le costaba decir por vergüenza.

"Lo siento"

Cerró los ojos y dejó que el pasado, un pasado no tan lejano, la recorriera. Un pasado que justo en esos momentos, su hija Minami también recordaba en sueños.