PROEMIO · De tal palo, tal astilla

-¡Las "Ongakujo"!

-¡Minami! ¡Trae a Tereru!

"Tereru" era el nombre que Ichijouji Ryu le había dado a su tren de juguete favorito que tenía desde que había nacido. Dicho juguete, era de color verde y traía una cara graciosa, que para muchos, resultaría ridículo. Sin embargo, ejercía en Ryu una influencia casi mágica. Ryu, el tercer hijo de Ken e Ichijouji Miyako era un bebé de unos siete meses de edad. A primera vista resultaba ser una monada de bebé, pero para darle de comer, bañarlo o cambiar el pañal, el niño no se lo ponía nada fácil a su madre. Esos cuidados básicos para Miyako eran de lo más terrible, porque el niño se lo tomaba como un juego y entre risas inocentes, hacía lo imposible para resistirse para no perder el juego. Solo cuando tenía en sus manos al tren Tereru, se concentraba en el juguete y se dejaba hacer todo lo que su madre quisiera. Era tal el interés que le tenía en el juguete que su digimon, Leafmon, sentía celos de ese objeto inanimado. Él era su compañero digimon desde que Ryu había nacido, pero él no le prestaba ninguna atención. Sus cuidadores digimon temporales, sus dos papás como le llamaban sus "hermanos", le pedían paciencia y que tuviese en cuenta de que Ryu era un bebé que todavía no entendía la importancia del vínculo entre compañero humano y compañero digimon. Eso no convencía mucho al digimon bebé que no dejaba de ver como su compañero tenía consigo siempre al tren de juguete, incluso para dormir.

-¡Minami! ¡¿Quieres traer a Tereru?! -había pedido Miyako por segunda vez a su hija con desesperación. Y no era para menos. Su hijo pequeño había cogido el bote de polvos de taco y de tanto agitarlo, había acabado por mancharse y manchar a su propia madre. El niño reía divertido, mientras que Miyako estaba al borde de la desesperación, deseando que su hija le trajera el condenado juguete de una vez.

Algo que tendría que esperar.

Minami estaba absorta viendo uno de sus animes favoritos, "Ongakujo". Un anime del género de "Idols". A Minami le encantaba esa clase de animes y aspiraba a convertirse en el futuro en una "Idol" de carne y hueso. Sin embargo, de todos los animes "Idols" que había visto, la serie "Ongakujo" era su favorita de todas, por una razón muy sencilla.

-¡Minami! -Miyako había aumentado su tono y se denotaba que estaba rozando el límite de la paciencia con su hijo pequeño.

-¡Que ya voy mamá! ¡Espera un poco, jolines! -respondía la niña hastiada, para no perderse nada de lo que escuchaba.

-Minamisan ¿no crees que es mejor ir junto a Miyakosan? Parecía desesperada -sugirió su digimon particular en voz baja.

-¡No seas pesado, Poromon! ¡Iré en cinco minutos!

En la mente de la niña, tenía pensado en ir junto a su madre cuando viniera la publicidad. No tenía la consideración de que su madre pudiera estar en graves apuros. Si Minami tuviese que definir la palabra "padres" este sería su significado: personas adultas que hacen lo que quieren con el poder de mandar a sus hijos a hacer lo que ellos no quieren y a no comprarles todo lo que les piden. Aunque ese significado lo aplicaba más a su madre que a su padre. Su madre estaba las veinticuatro horas del día en casa, y no paraba de decirle: "Minami, haz los deberes"; "Minami, levántate que llegarás tarde a clase"; "Minami, deja de ver tanta televisión"; "Minami, pon la mesa"; "Minami, ayúdame con Ryu" y la más habitual, "Minami trae a Tereru".

Su padre no le decía nada de eso. Al contrario, cuando su padre regresaba del trabajo, le ofrecía un cálido abrazo y por la noche, antes de dormir, la arropaba en mimos. En ocasiones, escuchaba cómo su padre le pedía a su madre que tuviera consideración con ella. Después de todo, el año que viene ingresaría a la chugakkou y tenía que estudiar para los exámenes de ingreso, si quería entrar a la academia privada de Tamachi. Minami se escudaba en ello, haciéndose la víctima de que tenía que estudiar mucho y que se encontraba cansada. Cuando en realidad, no se paraba mucho a estudiar, solo los días antes de un examen, teniendo un promedio justito en sus notas. Algo complicado si aspiraba a entrar a la academia Tamachi que tenía un nivel académico muy alto. Pero Minami confiaba en que si estudiaba día y noche la última semana antes del examen de ingreso, podría aprobar con una nota alta y asistir a la misma academia a la que había ido su padre y…

-¡Ahora puedes conseguir la varita que usan nuestras Ongakujo! -decía la seiyuu del personaje, en un anuncio publicitario para anunciar merchandising de la serie.

Minami abrió sus ojos como platos y mostró toda la atención posible para poder conseguirlo.

-¡Solo tienes que llamar al número de teléfono que aparece en pantalla y responder a tres sencillas preguntas! ¡Las diez primeras personas que contesten correctamente, entrarán en el sorteo de la vara mágica que nos permite…!

La seiyuu dejó de hablar. El anuncio dejó de emitirse. Y todo lo que había en la pantalla se volvió negro.

Minami adoptó una actitud de enfado a sabiendas que había sido su madre quién había apagado la televisión.

-¡Jo, mamá! ¡¿Lo estaba…?! -al girarse para mostrar su rebeldía, tuvo que callarse y al instante pasó a reírse a carcajadas.

Su madre estaba de pie muy enfadada con ella. Ryu que estaba en sus brazos, no notaba la tensión que su madre tenía, ya que tenía en sus manos a Tereru y no dejaba de mirarlo con una sonrisa en su manchada cara. Tampoco le importaba, que a pesar de tener el culito limpio y cambiado, tuviese la parte de arriba manchada de la crema que usaba su madre para aliviarle el escozor. Y mucho menos, no le daba importancia a la razón de porqué su hermana mayor se reía a carcajada limpia porque su madre lucía deplorable por su culpa. La cara y el pelo blancos por los polvos de talco y la crema. También se podía visualizar una mancha amarilla que cubría su ropa y que no era agradable tanto para el tacto como para el olfato. A eso se le sumaba, que la pañoleta que Miyako siempre usaba, estuviera fuera de su sitio y totalmente despeinada como si la hubiesen despeinado y ella se dejase.

Una apariencia que a Minami le resultaba tan graciosa, que no le importaba reírse en su cara, como lo hubiera hecho si le hubiera pasado a Motomiya Musuko, con el que no se llevaba muy bien.

La desesperación que cargaba Miyako iniciada por su hijo de meses, colapsó de manera violenta contra su hija.

-¡MINAMI! -la niña se sobresaltó asustada, mientras que su hermano pequeño seguía tranquilo con su juguete favorito- ¡¿Crees que es gracioso?! ¡¿Te parece normal que tras haberte llamado cinco veces para que me traigas el juguete de tu hermano, te quedes aquí tranquila viendo esa serie ridícula y que después te rías en mi cara?!

El haber insultado a su serie favorita, fue motivo para que Minami se rebelase contra su madre.

-No es ridícula, mamá. Es… -y fue justo que tuvo una especie de espasmo al acordarse del anuncio publicitario para conseguir el producto de la serie- ¡Ah! ¡Teléfono! ¡Teléfono! ¡Tengo que llamar rápido!

Antes de que la niña pudiera coger el teléfono de casa para hacer la llamada, su madre la detuvo.

-¡Minami! ¡Todavía no he terminado!

-¡Mamá, porfa! ¡Lo que sea, me lo dices después! Que si no llamo pronto, no podré entrar dentro de las primeras llamadas y conseguir la varita que permite a Renachan cambiarse de ropa a una más guay y molona.

Indignada de que su hija de doce años le diera más importancia en hacer una llamada a un teléfono público donde después la factura estaría por las nubles, para conseguir un juguete, fue el desencadenante de una feroz discusión entre madre e hija que las haría a ambas culpables.

-¡Minami! ¡¿Cuántas veces tengo que decirte que esos anuncios son unos engaña bobos para que la gente llame y nos cobre?!

-¡Pero mamá! ¡Es la vara de Renachan! ¡Con ella no tendrás que preocuparte de hacer arreglos de la ropa que fue de mis primos para que me queden bien!

-¡Es un juguete! ¡¿En serio crees que existe algo así?!

-¡En el anime existe!

-¡Es una serie de dibujos! ¡Una serie de ficción!

-¡Más ficción me parece a mí que existan digimon como Poromon y Leafmon -señalando a los dos únicos digimons que habían en la sala- y que puedan digievolucionar! ¡Además, estamos en el dos mil veintiséis! ¡Todavía usamos pantallas de televisión y de ordenador, en vez de las INV como el resto de la gente normal!

-Minami -Miyako soltó un gran suspiro amargo-, ya te lo he dicho cien veces. Dependemos de lo que gana tu pad…

-¡Por no hablar de la ropa que usamos! -seguía quejándose la niña, donde el resentimiento y todo lo guardado, explotaba en el peor momento-. ¡Todo, absolutamente todo es de los que mis primos usaron con algún arreglo aquí y otro allá hecho por ti! ¡Y yo, como soy muy alta, tengo que usar la ropa de chico, en vez de usar faldas y camisetas guais como el resto de mis compañeras de clase!

-¡¿Te crees que yo voy a la última moda, cuando también me gustaría ir bien arreglada?!

-Eso es porque eres ama de casa y estás encerrada en casa todo el día. Si al menos trabajases como papá, podría ir como quisiera. Pero escogiste el trabajo más fácil. Que papá te mantenga y el de mandar a tus hijos.

-¡No sabes de lo que estás hablando, Minami!

-¡Sé más que tú! ¡Al menos yo no me convertiré en una mantenida y dedicarse al peor oficio del mundo! ¡El de ama de casa! -añadiendo con desdén.

-¡Un respeto! ¡Si no existiera este oficio, ¿quién te lavaría la ropa? ¿Quién limpiaría tu habitación? ¿Y quién te haría la comida?!

-¡La asistenta! -contestó con total simpleza, como si eso fuera lo más lógico del mundo- ¡En casa de Momochan tienen una! ¡Ella hace el trabajo que tú haces todos los días en casa! ¡Y mira! ¡Ellos son cinco en casa, como nosotros, pero al menos la madre de Momochan trabaja para comprarle ropa bonita a su hija! ¡En cambio, cuando yo te lo pido, no me compras nada porque no tenemos dinero suficiente! ¡Todo porque te decidiste por un trabajo tan sucio y poco honorable como el de ama de casa!

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Los gritos entre madre e hija, importunaban el descanso de un enfermo Hawkmon. Aunque estaban en verano, había cogido una gripe que le impedía ayudar a Miyako en las labores de la casa.

Ichijouji Osamu estaba sentado a su lado, cuidándolo. El hijo mediano de la familia, y el que equilibraba la balanza en comparación con su hermana mayor. A diferencia de Minami, Osamu acataba las órdenes de sus padres sin queja alguna. También, se responsabilizaba de sus propios estudios, obteniendo notas dignas de alabanza y hasta se ocupaba de las tareas de la casa, sin la necesidad de que su madre se lo dijera. Su hermana mayor no paraba de criticarle y de recordarle que siendo así, nunca tendría personalidad propia.

Quizás en ese último punto no estaba tan equivocada.

Él había sido bautizado con el nombre de su tío fallecido. El hermano mayor de su padre, por el que sentía mucho respeto. Su padre y sus abuelos paternos le habían contado que su tío había sido una persona prodigiosa y con un gran talento. Pero, había muerto tan joven, que el mundo no había podido contar con una gran persona como él.

Por su padre, quería convertirse en alguien como su tío y aportar a la humanidad lo que él no había podido hacer.

-Osamusan, por favor, ve con Miyakosan -le pedía Hawkmon con los ojos entreabiertos, donde la gripe le había golpeado muy fuerte. Sin poder hacer nada, el digimon solo podía contar con aquel niño de diez años, que tanta confianza le inspiraba.

El niño negó con la cabeza, denegando la voluntad del digimon. Hawkmon estaba muy enfermo, y aunque no era nada grave, se sentía incapaz de dejarlo solo. Minomon estaba apoyado entre sus piernas y podría ocupar su lugar, pero Osamu le había prometido a su madre que cuidaría a Hawkmon, y así lo haría.

Los gritos entre madre e hija se iban haciendo más fuertes. Hawkmon empezaba a sentirse más preocupado por su compañera humana. La conocía demasiado para imaginar que dentro de poco cometería un error, del cual se arrepentiría a los cinco segundos. Quería ir a su lado, y tranquilizarla, pero no tenía energías para nada y la cabeza tan caliente, que agradecía a aquel niño de cambiarle el paño húmedo constantemente y sentir algo de fresco en la frente. El cansancio hizo mella en su cuerpo, que no pudo evitar cerrar los ojos y dormir un rato. Sin poder ayudar al problema que cargaría su amiga durante una buena temporada.

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El pronóstico de Hawkmon se hizo real, cuando tras unas palabras fuera de lugar por parte de Minami, molestaron a Miyako y en consecuencia, la niña recibió la primera bofetada de su vida.

Eso alimentó su teoría sobre lo que son los padres, personas con el poder de hacer lo que quieran y mandar en los hijos. Y si no lo haces, o le contestas, te pegan como si tuvieran el derecho a hacer con ellos lo que quisieran.

Estaba harta de su madre.

De tener que hacer lo que ella siempre le decía.

De no poder llevar una ropa más moderna y chula.

Su respuesta al golpe dado, fue un golpe más potente que el físico. Un golpe expresado en tres palabras.

-¡Te odio, mamá!

Minami desapareció de su vista para irse a su habitación. Tras ella, Poromon aleteó con fuerza sus débiles alas para seguir los pasos apurados de su amiga. Solo Leafmon veía cómo Miyako se había quedado en shock. Las palabras de su hija la habían golpeado muy fuerte. Esas palabras le habían bajado todos los ánimos que pudiera tener y a sentirse como un fracaso de madre. Ese sentimiento, lo desbocó en lágrimas de desesperación, acompañados de un grito desgarrador y espasmos, provocando que Tereru cayera al suelo. Aquel juguete que muy a su pesar, Leafmon se lo había llevado a Miyako. Sin su juguete favorito, Ryu fue consciente de la tensión de la persona que lo cargaba. También de la humedad de sus lágrimas que provocaba que tuviese frío en la parte de arriba. Acompañó a Miyako en sus sollozos y Leafmon se sintió desesperado sin saber qué hacer.

Podía calmar solo a Ryu si recogía el juguete que tanto adoraba. Pero desde el hombro de la adulta, tenía que llegar hasta el suelo sin darse un tremendo porrazo. Él no era ágil, ni podía volar como sus hermanos Poromon y Minomon. Solo era un pequeño digimon que daba saltos fugaces y que arrastraba cosas pequeñas con mucho esfuerzo. En resumen, era un inútil. Y ese fue el mejor momento para sentirse mucho más inútil. Y se unió al grupo de los que lloraban desesperados.

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Los llantos en la sala hicieron que Osamu no tuviera otra opción que salir y ver qué es lo que estaba pasando. Lo que se encontró fue una escena propia de películas o series de la tele trágicas. A su madre con su hermano pequeño y Leafmon llorando como si hubiera pasado alguna desgracia. A su hermana mayor con Poromon sin un ápice de culpa, cargando sus cosas y a su Poromon anunciando que se marchaba de casa y cerrando la puerta de un golpe seco.

-¡Mamá! -el niño fue junto a su madre y lo primero que hizo fue coger a su hermano pequeño, tratando de acunarlo para que se calmara sin éxito.

Justo en ese momento, Miyako cayó de rodillas y se llevó las manos a la cara, murmurando cosas que la hacían desprestigiarse a sí misma como madre y como persona.

-Miyakosan… -se escuchó el murmullo bajo y débil de Hawkmon. Los llantos lo habían despertado y con mucho esfuerzo, había logrado levantarse. Y ahora verla en aquel estado, tenía que hacer algo para que dejara de decir aquellas cosas tan horribles.

-¡Papá Hawkmon! ¡Por favor, vuelve a la cama! -pedía desesperado Minomon desde la habitación.

-Tengo que ir… -decía el digimon tan débil que estaba dispuesto a arrastrarse para ir junto a su amiga para consolarla. Pero era dar un paso, para tambalearse y perder el equilibrio.

Ahora el desesperado era Osamu. La casa estaba hecha un caos y él no sabía qué hacer o qué decir para que todo se calmara. Sólo había una única solución. Llamar a su padre.

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"El teléfono al que llama está apagado o fuera de cobertura en estos momentos."

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Un pesado suspiro escapó de su boca.

-Minamisan ¿en serio piensas seguir con esto?

-¡Por supuesto que sí, Poromon!

Había exclamado la joven tras haber apartado momentáneamente la mirada del móvil. Su intención era la de llamar a su mejor amiga Momoko y avisarle si no le importaba pasar unos días en su casa. Lo que no contaba es que tuviese el móvil apagado y ahora se encontrara ella en la calle cargando dos pesadas bolsas y la mochila y sin saber qué hacer.

Volvió a consultar su lista de contactos desde la "A" hasta la "Wo". Fue en ese momento en que se percató de que en su lista de contactos, los únicos teléfonos que tenía eran el de los hijos de los amigos de sus padres.

No tenía ninguna amiga de clase o del colegio, solo compañeras, pero ninguna a la que pudiera confiarle sus problemas como le pasaba con Momoko. Se angustió y se frustró recordando el porqué no tenía ninguna amiga, aparte de los hijos de los amigos de sus padres. Todas esas niñas se le acercaban por interés hacia su padre, el gran Ichijouji Ken.

Antiguo Niño Elegido de importante renombre y con una fama acaparada antes de saberse que era otro Niño Elegido más. Su inteligencia, su talento para todo tipo de deportes y su atractivo, le habían convertido en un auténtico ídolo para todas las chicas durante su juventud.

Ella, como hija suya, tendría que haber heredado todo ese atractivo y talento. Pero se había casado con su madre, y de su madre salieron los genes dominantes para perder todas las habilidades que le hubiera gustado heredar de su padre. De él, solo tenía el color de pelo, pero el resto, era heredado de su insulsa madre. Incluso el problema de visión que le impedía ver bien y que la obligaba a llevar gafas.

-La verdad no entiendo cómo mi padre pudo casarse con alguien tan loca como mi madre.

Murmuraba sin entender cómo alguien tan genial como su padre pudo haberse casado con su madre, que no tenía nada de especial y mucho menos un trabajo digno.

-Minamisan -la llamó Poromon con un deje de confusión.

Poromon era un digimon que había heredado la personalidad del Poromon original. Por lo que el digimon no entendía porque su compañera humana, de repente parecía despreciar por completo a su madre.

Podía entender el enfado de su compañera humana. Su madre se había pasado mucho al golpearla. Pero también estaba de acuerdo con Miyako. Minami había actuado como una niña egoísta e ignorante que no pensaba en nadie más que en ella misma y en ver esos animes que al digimon le producía cierta aversión. Todo se había complicado de tal manera, que ahora se encontraban en una situación crítica. Parados en medio de la calle, su compañera, una niña de doce años cargando grandes bultos y mirando en el móvil con un rostro muy predecible y a punto de oscurecer. Desde luego, que no era un panorama para sentirse tranquilo. Solo sería cuestión de tiempo, que en algún hombre de mediana edad intentara una charla persuasiva que convencería a Minami (ignorando todas sus protestas de que no confiase en un desconocido) para ir a algún lugar peligroso. Así que, solo se le ocurrió el método más simple y poco creativo para que se movieran y se fueran a un lugar más seguro.

Minami miraba concentrada su lista de contactos, debatiéndose sobre qué hacer.

Intentar llamar de nuevo a Momoko o intentarlo con otra de sus pocas amigas. Pues no le hacía ninguna gracia pedir ayuda a los chicos. Con los que tenía más confianza era con Ishida Isaki que era de su edad y compañero de clase. Y si tuviera que ir a casa de Isaki, cualquiera soportaba los vaciles de su hermano pequeño Takeshi.

Sólo podía contar con las chicas. Pero también tenía su rifirrafe con algunas. Sin embargo, en esa situación, no le quedaba más remedio.

Volviendo a revisar desde el principio la lista de contactos, repasó a cada una de ellas, tratando de pensar a quién pedirle ayuda. Pero el solo ver en primer lugar a Ishida Natsumi, bastó para que su cabeza funcionara rápidamente para imaginar que sólo Momoko era su única alternativa.

Natsumi pasaba de todo, menos todo que tuviera que ver con su digimon o su familia.

Izumi y Kazumi eran dos otakus de todo lo que tuviera que ver con la investigación del digimundo.

Y Misato era muy recta para ayudarla y estar de su lado.

Volviendo a la letra K que la llevaba al apellido de Kido, Minami arrugó la nariz. Dentro del apellido Kido que tenía en sus contactos estaban Momoko y arriba de su nombre, estaban los nombres de Seiichirou y Shin, sus dos hermanos. Con Seiichirou no tenía mucha confianza, a pesar de que lo tenía entre la lista de los tres chicos más apuestos y geniales que conocía. Y Shin, al igual que con Isaki compartía clase, pero él mantenía una postura más recta que la de la propia Misato, y si habló con él alguna vez, no lo recordaba.

Llamarle a él y preguntarle dónde estaba su hermana, no era una mala idea. Pero, seguro que Shin le preguntaría la razón. Y si se la decía, no le daría la respuesta deseada.

Un estornudo de Poromon, hizo que saliera de su trance y se preocupara por el pequeño digimon.

El digimon actuó de maravilla frente a Minami para decirle que tenía de frío, porque eso la hizo tomar una decisión.

Llamar a Shin y preguntarle por su hermana. Y seguramente, tendría que mentirle para salir victoriosa de su objetivo.

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Parados frente a frente, separados por la distancia que ofrecía la mesa del comedor, los únicos que se sentían despreocupados o aliviados eran Poromon y Pukamon. Con un cacao caliente que previamente les había servido Kido Yayoi, la mujer de Jou, Minami y Shin se encontraban sin ningún tema de conversación que pudiera cortar la tensión existente.

Shin se había tragado la pequeña mentira que Minami le había contado por teléfono. Eso la había llevado a llegar a su casa como la invitada de Momoko para pasar unos días en la casa de los Kido, aprovechando las vacaciones de verano.

La señora Kido tras ver las bolsas exageradas de ropa de Minami, había adivinado al instante que ella no había sido invitada por su hijastra Momoko para quedarse unos días. Shin era otro igual de dubitativo, pero teniendo en cuenta cómo era su hermana mayor de impredecible, pensó que las grandes bolsas se debían a que su compañera de clase se pondría un modelito distinto dos veces al día, cómo hacía muchas veces Momoko. Se había puesto tan prejuicioso, que no se acordó de que su compañera de clase usaba la misma ropa casi todos los días.

Tener que hacer de anfitrión a una compañera de clase e hija de uno de los amigos de su padre, era algo incómodo. Principalmente porque apenas congeniaba con ella.

Consultó su dispositivo digital donde le servía también como reloj.

Faltaba poco para la cena, y aún no había terminado con los deberes de verano que pretendía hacer ese día.

A pesar de su apariencia de empollón, no era ningún erudito y los ejercicios que tenía eran tan difíciles que necesitaba de casi todos los días de vacaciones para poder hacerlos.

Como si su digimon pudiera imaginar en qué estaba pensando, Pukamon se puso a hablar de lo aliviado que estaba de que sacaran a Shin de la habitación. Como el pequeño digimon no podía interrumpirlo en sus estudios, se encontraba en la sala, aburrido y viendo desinteresado la televisión.

Minami siguió con el tema de los deberes con el digimon de Shin, alegando que ella ya los haría la semana antes de que terminasen las vacaciones. Algo a lo que Shin tuvo que objetar lo inadecuado que era hacer algo a última hora, cuando podías hacerlo ahora mismo. Pero Minami protestó en que las vacaciones estaban para disfrutarlas, no para estar estudiando.

Hablando acaloradamente cada humano con su punto de vista respectivo, tuvieron que dejarlo en un empate cuando Momoko y Ralmon habían llegado a casa.

La actitud de Momoko era la de ser el centro de atención. Y eso es lo que consiguió al detener la conversación entre Minami y Shin.

Minami se sentía aliviada con su presencia, y que la recibiera entre alegrías y abrazos, la hizo sentirse más tranquila.

Mientras Minami esperaba a que Momoko llegara, le había enviado un mensaje para comentarle resumidamente lo que le había ocurrido. Así, su mentira de que había sido invitada por ella no se destruiría con su llegada.

Después de su recibimiento, Yayoi apareció algo tensa que trataba de disfrazar con una sonrisa feliz.

-Bienvenida, Momoko. ¿Por qué no me avisaste que venía Minamichan? De haberlo sabido, habría preparado el cuarto de invitados.

-¿Para qué si ella va a dormir en mi habitación? -respondió con desdén-. Además de que no tengo qué darte explicaciones, la invitación surgió de repente.

-Entiendo -murmuró la mujer derrotada, pero manteniendo la sonrisa.

Momoko era hija de Jou y de su ex mujer Mimi. La pareja se había divorciado hace más de diez años debido a que Mimi había tenido una aventura y tenido un hijo de esa aventura. Desde entonces, Mimi había seguido su vida en Estados Unidos con su nueva familia. En cambio, Jou, lo había hecho tiempo después. Él se había casado con la novia que había tenido durante su juventud. Tras un reencuentro organizado, el amor entre ellos había vuelto a surgir. Sin embargo, Yayoi había tenido que enfrentarse a los tres hijos que Jou había tenido con su anterior mujer. No había tenido problemas de aceptación con Seiichirou y con Shin.

Seiichirou, al ser el mayor, había comprendido muy bien la razón del divorcio, y le parecía algo muy feo que su madre se casara a los pocos meses de divorciarse de su padre. Y Shin, que apenas había visto a su madre biológica, había visto a Yayoi como esa figura materna que un niño necesita desesperadamente.

El problema fue con Momoko. Cuando su padre se casó con Yayoi, ella tenía unos seis años. A diferencia de su hermano mayor, Momoko no había entendido muy bien porqué sus padres se habían divorciado. Su padre nunca se lo había dicho. Así que la propia Momoko había creído que se debía a que su madre se había cansado de la vida aburrida que llevaba su padre. Además, su padre no hacía buena pareja con alguien como su madre, una mujer ambiciosa, llena de energía y hermosa.

Para Momoko le era natural que su madre se casara con alguien de su categoría cómo era el famoso productor de cine, Ford Michael.

A diferencia de sus hermanos, Momoko se comunicaba con su madre todas las semanas. También charlaba con su padrastro y su hermanastro con los que tenía buenas migas.

Pero con Yayoi no había podido congeniar, porque le parecía una insulsa, carecía de carisma y sobre todo, se había aprovechado de que su padre era una persona divorciada, necesitado de alguien que le echara una mano con sus tres hijos. Para Momoko, la presencia de Yayoi era de la misma categoría que la de la asistenta.

-Tengo el uniforme sucio -espetó la adolescente tirando la bolsa al suelo como si fuera un saco de patatas-. Lo necesito limpio y seco para mañana, ¿entendido, Yayoisan? -luego, cómo si tuviera un mecanismo del que pudiera cambiar su cara de forma brusca, se dirigió hacia su invitada con alegría- ¡Vamos, Minachan! ¡Tenemos muchas cosas de las que hablar!

-¿Quieres algo especial para cenar? -preguntó Yayoi sin aliviar la tensión que tenía.

Minami no pudo ignorar la relación que su mejor amiga tenía con su madre. Si le hubiera hablado así a su madre, seguro que la estaría atosigando con sus gritos. Y quizás, la hubiese abofeteado. Pero Momoko no tenía reparos en tratar a su madre como le diese la gana, así cómo a no contestarle. Estaba más centrada en guiarla hacia su habitación para hablar más cómoda del asunto. Poromon era arrastrado por Ralmon, por lo que literalmente eran sacados de la sala de estar como si los sacaran de algún lugar desagradable.

Cerrando la puerta, Minami escuchó las quejas de Momoko hacia su madre.

-¡Por favor! ¡Qué pesada! ¡Es que ella ha olvidado que no me gusta las porquerías que prepara!

-¡¿Qué cosas dices, Momo?! ¡Ya sabes qué es una olvidadiza! -comentaba Ralmon entre risas conjuntándolas con las de su amiga humana.

Minami reía forzosamente para que no la vieran con desaprobación por no estar de acuerdo con ellas. Aunque se hubiera escapado de casa, por culpa de su madre, nunca se le hubiera ocurrido insultarla de esa manera. Sintió cómo Poromon se colocaba en su regazo. Luego, le pareció que la miraba con súplica. Una mirada implorante silenciosa por parte del digimon para que saliesen de aquel lugar donde no les convenía para nada.

-Momo, ¿a dónde pedimos hoy? -preguntó Ralmon cogiendo un par de panfletos de comida a domicilio.

-Estaba pensando en un chino. ¿Te gusta la comida china, Minachan?

-Sí, me gusta. Pero…

-¿Y a ti, Poromon?

-Pues… Lo que sea… -contestó el digimon más incómodo.

Momoko decidió al instante que eso es lo que cenarían, sin darle a Minami a argumentar que no hacía falta que pidiesen comida a domicilio para ella también. Si se iba a quedar en una casa ajena, no quería pasarse de aprovechada. Podía comer comida casera e incluso lo que no le gustaba, porque le obligaban a hacer eso en casa. O era comer los platos que le disgustaba o se quedaba sin comer porque no había otra cosa.

En cambio, Momoko tenía la libertad de comer lo que quisiera y dónde quisiera sin problemas, porque en su casa no había problemas económicos.

Eso la hizo pensar de lo injusto que era no poder disfrutar de las buenas cosas como su amiga Momoko.

-Bueno, Minachan, cuéntame -sacando una bolsa de patatas fritas de uno de los armarios y abriéndolo- ¡Quiero saber los pormenores de porqué te marchaste de casa! -un tema tan serio que Momoko se lo tomaba como un chisme más del qué saber. Algo que la ingenua de Minami no se percató. Tenía a Momoko tan idealizada y sobre un pedestal, que le contó todo de principio a fin.

-¡Eso es horrible! -espetó Momoko consumiendo otra patata.

-¡Tu madre es un ogro! -decía ahora Ralmon.

Poromon era el único en aquella habitación en estar de lado de Miyako y entender por qué hizo lo que hizo. Su compañera humana se había pasado y mucho. Quizás la bofetada había estado fuera de lugar, y ahí, estaba del lado de su amiga humana. Pero si lo pensaba fríamente, las palabras de Minami le habrían dolido más a Miyako que la bofetada que había recibido Minami.

-¡¿A qué sí?! -y mientras, Minami tras recordar paso por paso, todo lo que había pasado y sentido, solo podía sentir rabia y dejarse llevar por el apoyo de Momoko y su digimon.

-¡Yayoi me pega y es que la denuncio!

-¡¿Es que solo porque es mi madre tiene el derecho?! -declaró Minami.

-¡Ninguno! ¡Tu madre lo que tiene que hacer es dejar que hagas y vistas cómo te dé la gana! ¡Eso de los problemas económicos seguro que es una patraña para no comprarte nada! ¡Los inspectores de policía ganan mucho! ¡Sino, mira lo forrados que están los de las series americanas!

-¡Ya me parecía a mí que tenía que ser eso! ¡Pero ya me cansé de tantas reglas y de llevar esta ropa vieja y anticuada!

-¡Bien dicho! ¡Así me gusta, Minachan! ¡Me gusta que te hayas rebelado contra alguien que no te deja hacer lo que quieras!

Minami se sentía tan bien de que la apoyaran, aunque los sucesos fuesen muy ególatras. Poromon se sentía en la necesidad de intentar razonar con su amiga, pero frente a Momoko y Ralmon, se sentía en inferioridad. Además, que viendo lo visto, sería cómo discutir contra una pared.

-¡Está decidido! ¡Te quedarás en mi casa todo el tiempo que quieras! ¡No te preocupes por nada! ¡Qué genial! -hablaba ahora Momoko entusiasmada- ¡Será cómo tener una hermana pequeña! ¡Pasaremos hasta las tantas hablando de nuestras cosas!

Minami se contagió de las ganas de Momoko y a imaginarse una vida maravillosa, la vida que una niña de doce años tenía que ser. Ya jamás tendría que en la opresión como había tenido desde que había nacido.

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Osamu observaba cómo en su casa todo se había estabilizando, aunque no completamente.

Su padre había tenido que pedirle el favor a un compañero para que le sustituyese, para que él pudiera regresar a casa. Su llegada había sido como un milagro. De inmediato, él se había hecho cargo de todo. Woormon, a su lado, no había dicho palabra, sino que había ido dónde estaba un semiinconsciente y angustiado Hawkmon. Mientras que su padre, con suavidad y paciencia, trataba de calmar a su desesperada madre. Había recogido el tren favorito de su hermano pequeño, consiguiendo que Ryu se calmara al instante. Leafmon también lo había hecho al sentir la mano tranquilizadora de Ken, quién al encontrar su mirada, encontró todo el consuelo que el pequeño digimon necesitaba.

Con una situación arreglada, Ken le había encargado de que llevara a Ryu y a Leafmon a la cuna para acostarlos. Osamu es lo que había hecho, no sin antes, observar cómo su padre seguía reconfortando a su madre con murmullos lentos y suaves y la llevaba al dormitorio que compartían.

Con puerta cerrada, Osamu se había quedado en la sala en compañía de Minomon, donde la tranquilidad estaba presente. Solo había sido interrumpida minutos atrás por el teléfono de casa. Su padre había ido rápido a cogerlo.

A juzgar por la llamada, daba la impresión de que había llamado la señora Kido para tranquilizarles de que su hermana estaba en su casa y se quedaría una temporada con ellos. Las facciones de su padre, antes desesperadas y tensas, habían dado un drástico cambio al saber que su hija fugada estaba en un lugar seguro y de confianza. Sin decir nada escandaloso, le pidió a la madre de Shin que la cuidara. Y tras colgar, regresó al dormitorio dónde había dejado a su madre.

-Vaya lío ha montado la tonta de mi hermana -murmuró el niño con resentimiento.

Minomon lo miró de reojo, viendo cómo por primera vez su compañero desarrollaba un sentimiento negativo. Pero en aquella situación era normal que pasara algo así. ¿Cómo iba a imaginar qué esa sería la punta del iceberg que lo llevara a despreciar a su hermana mayor?

.

Habían pasado varios días desde que Minami se había escapado de casa para instalarse en la de los Kido.

Al principio, Minami se sentía maravillada de hacer todas esas cosas que le habían sido vedadas por su madre, como por ejemplo acostarse cuando quisiera o no poder comer todos los días lo que ella quisiera y a la hora que quisiera. Su ritmo de vida, era el de Momoko que vivía una vida distinta a la suya.

Minami no tardó ni un día en ver cómo Momoko trataba a su madre como una segunda asistenta, a Seiichirou y a Shin ni les dirigía la palabra y a su padre le hacía la pelota para que le diera dinero para golosinas o para ropa.

El padre de Momoko, Kido Jou, había sido uno de los primeros elegidos. Siendo elegido antes que sus padres. De él, apenas sabía nada. Solo lo que Momoko le contaba. Que se había convertido en el primer médico del Mundo Digimon. Incluso había construido una consulta allí para mayor comodidad. Gomamon, su digimon, lo ayudaba desempeñando funciones de ayudante. Y no había sido hasta meses después, que aparecieron médicos en prácticas para ejercer la medicina en el mundo digital. Debido a la diferencia entre la anatomía humana y la anatomía de los digimon, el padre de Momoko había creado una tesis para ayudar a los futuros médicos que quisieran ejercer de médicos digitales. Eso lo llevaba a tener que ejercer en la actualidad como docente en la facultad de medicina y al mismo tiempo, cómo medico jefe del Mundo Digimon, por lo que llevaba una vida muy ocupada y solo veía a su familia a la hora de la cena.

-No me extraña que mi madre le haya puesto los cuernos y se fuera con su amante. ¿Sabías que hasta tengo un hermanito de ese amante suyo?

Había mencionado Momoko en una de esas noches de interminable charla. Minami que desconocía de su situación familiar, se había enterado de que la actual señora Kido era en realidad su madrastra. Su auténtica madre era Ford Mimi. Otra de las Niñas Elegidas del grupo anterior a la generación de sus padres.

No hizo falta preguntar nada, para que Momoko le diera su versión de los hechos. Su madre, harta de la vida sosa de su padre, se había liado con un productor de cine americano y se divorció de él. Tuvieron un hijo y ahora viven los tres en Estados Unidos. Aún así, mantenía contacto con ella mediante mensajería o vídeo llamadas. Incluso le enviaban costosos regalos por su cumpleaños y Navidad.

Había estado toda la noche hablándole de esa situación familiar, que Minami había estado callada sin poder hacerle alguna pregunta al respecto.

Como el resto de los días.

Suspirando cansinamente, Poromon la había observado con gran atención preocupado.

-¿Ocurre algo?

Sin saber qué respuesta darle, Minami solo arrugó la boca y luego bostezó sintiéndose muy cansada.

Y no era para menos.

Estaba viviendo la vida que siempre había soñado.

Se iba para cama a las seis o siete de la mañana y comía cuando tenía hambre. Pero hasta ese momento, entendió por qué existían unas horas determinadas para comer y dormir.

Su cuerpo lo notaba.

Irse para cama tarde y levantarse tarde, hacía se sintiera más cansada de lo habitual. Y luego, aunque comía cuando dictaba Momoko que era la hora, su estómago gruñía en querer algo más nutritivo y saludable. Lo que ella comía siempre era de la calle, y aunque siempre era la que quería, tenía la extraña necesidad de comer algo casero. Pero pedírselo a la señora Kido, sería casi como una ofensa a Momoko.

Momoko no la aguantaba. Y no paraba de quejarse de ella, de que se trataba de una mujer aprovechada que había visto la oportunidad de casarse con su padre cuando había estado deprimido por el divorcio de su madre.

Pues Jou no resaltaba en atractivo precisamente, solo en el bolsillo. O eso es lo que decía Momoko.

De hecho, desde hace unos días, Minami empezaba a sentirse incómoda.

Creía que estar con su mejor amiga, sería fantástico. Pero tras estar el día a día, todo ese entusiasmo había ido a un pozo sin fondo.

No solo se trataba de la comida o el sueño, donde por las mañanas cuando se levantaba, Momoko se marchaba a las actividades del club, quedando ella sola con la señora Kido y Shin.

Momoko no volvía hasta pasada la hora de la comida, momento en el que Minami y Poromon estaban tan hambrientos por culpa del salto del desayuno y de la comida. Y entonces, se iban a comer fuera. Luego se iban de compras, a tomar algo y charlar, regresaban a casa a la hora de la cena, pedían comida a domicilio y otra vez a charlar.

La vida que a muchas adolescentes les gustaría llevar.

Pero no a Minami.

Comían fuera. Y de vez en cuando, a Minami le apetecía comer en un restaurante familiar, algo que Momoko desaprobaba. Pues preferiría mejor unas hamburguesas o unas pizzas a un buen plato combinado casero.

Iban de compras. Pero eran sitios tan extravagantes donde Minami se sentía perdida y acababa esperando a que Momoko se probara casi toda la ropa de la tienda.

Iban a tomar algo y charlar. Pero la única que hablaba era Momoko sobre sus amigos o sobre Yuuta, el chico que tan loca la tenía.

Pedían para cenar en casa. Pero Minami ya estaba cansada de las hamburguesas y echaba de menos la comida casera.

Y otra vez a charlar. Y nuevamente era Momoko, sus amigos, Yuuta y del odio que le tenía a Yagami Sanae. La mejor amiga de la infancia de Yuuta.

Si resumía su vida diaria el tema principal era la que tenía Momoko.

Y por si no tuviera suficiente, no podía ver sus animes favoritos.

La primera vez que le había dicho a Momoko de querer ver en su anime favorito "Las Ongakujo". Ella se había burlado de su serie, agregando que ver esa clase de series era para niñas tontas.

Eso había sido un insulto que se había tenido que tragar sin poder defenderse.

El ideal que había tenido de Kido Momoko la había llevado a chafarla en los pocos días que llevaba viviendo con ella.

Aunque quizás, lo que más le había molestado había sido…

Pensar en ello hizo que actuara impulsivamente. Se levantó abruptamente de aquel sillón hinchable para decir en alto.

-¡Nos vamos!

Minami había recogido sus cosas de cualquier manera, aprovechando que Momoko se encontraba ausente debido a las actividades del club que tenía a pesar de que estaban de vacaciones. Si ella estaba presente, la atosigaría con preguntas de porqué se marchaba. Pues le había prometido que regresaría a su casa cuando su madre le pidiera disculpas. Y durante todos aquellos días, no había recibido ni una sola llamada de su familia preguntando por ella. Y eso Momoko lo sabía muy bien. Así que marcharse de su casa con el rabo entre las piernas era algo que su mejor amiga no estaría de acuerdo, y seguro que la convencería para que no lo hiciera.

Así que como excusa, solo podía decir que su madre había llamado mientras ella estaba fuera y así no tenía que romperle los oídos por no seguir con su rebeldía, cuando en realidad se marchaba porque no podía aguantar más aquel ritmo de vida tan desastroso (como diría su madre) y de escuchar cómo Momoko despotricaba contra su madrastra, las personas que le caían mal y a otro tipo de personas que ella no conocía.

Una vez que estuvo en la calle, sintió que estaba como al principio tras haberse escapado de casa. Poromon se sentía muy entusiasmado de marcharse de aquella casa, en la que Minami podía asegurar que lo había pasado muy mal. Por eso, cuando su amiga tomó un rumbo distinto, el digimon voló tras ella extrañado y preguntándole hacia dónde se dirigían.

Minami lo tenía claro. Ante aquella situación solo podía contar con una sola persona. No le gustaba tener que soportar a su hermanito gracioso, pero era mejor eso a tener que escuchar la vida de la otra persona.

Ahora se encontraba parada frente al edificio de veinte plantas donde vivían los hermanos Ishida y los hermanos Yagami.

En una ocasión había manifestado su envidia de que Isaki pudiera vivir tan cerca de todos sus primos, mientras que los suyos estaban en otra ciudad o se encontraban ocupados para poder pasar un tiempo con ella.

Isaki solo había sonreído suavemente alegando que aquello se debía a un deseo manifestado por su tío Taichi en querer estar todos juntos. Eso les había encantado a los padres de Isaki que adoraban mucho a sus respectivos hermanos.

Disfrutar de una relación fraternal tan unida y profunda incluso de adultos era algo que Minami no podría entender teniendo a su insulso hermano Osamu.

Mientras Minami tenía pensamientos ajenos a la nueva situación a la que se enfrentaban, Poromon no podía creerse que su amiga tuviese la desfachatez de irse a otra casa y estar de gorra. ¿Por qué ese orgullo de no querer volver a su casa donde su padre y madre estarían sufriendo por su estupidez?

-Minamisan, ¿en serio piensas…?

La niña no dijo nada. Dio un paso y estuvo a punto de llamar con ciertas reservas al piso dónde vivía Isaki, hasta que su nombre venido de la voz de una niña muy conocida para ella la detuvo.

-¿Qué haces parada frente a mi casa?

Fue la pregunta que le había seguido, cuando Minami y Poromon se habían girado para ver a Ishida Natsumi en compañía de su hermano pequeño y los dos digimon. A diferencia de la pequeña rubia, Pyokomon y Tsunomon habían saludado a Poromon con alegría y entusiasmo.

-¿Acaso ya te has cansado de las tonterías de Momoko? -expuso Nat donde se notaba que la hija de los Kido no le caía muy bien.

Minami miró perpleja a Natsumi sin entender cómo es que sabía que había estado en casa de los Kido. No pudo evitar saciar aquella curiosidad, a lo que ella le respondió con mucha naturalidad.

-Momoko le contó a mi hermano que te habías fugado de casa.

En aquel tono se encontraba la incredulidad de que ella fuera capaz de hacer semejante estupidez y aún por encima tener la cara de ir de casa en casa tan pancha. Pero Minami no podía creer que Momoko, la amiga en la que había confiado y pedido ayuda, fuese pregonando a los cuatro vientos, que se había marchado de casa. Cada vez se sentía más decepcionada con ella.

-¿Y pretendías alojarte en la casa de mis primos?

Natsumi tenía un año menos que ella. Pero ella era una niña muy espabilada y demasiado madura para poder darle algún sermón y desaprobar su idea de fuga de casa y refugiarse en las ajenas.

Minami estaba preparada para ello. La vergüenza ya la rodeaba y solo hacía falta el toque final para hacerla sentir cómo una niña frente a un adulto furioso.

Por eso, le sorprendió cuando ella le propuso que pasara y se quedara en su casa. Minami no podía entender a qué venía aquello. Aunque a Poromon le encantaba la idea. Él ya se había acomodado en el regazo del pequeño Akito y Pyokomon y Tsunomon brincaban en apoyo de la idea de Natsumi.

-Si te quedas con mi primo Isaki, tendrás que soportar las puyitas de Takeshi, y estoy convencida de que no aguantarías ni un día -decía ella mientras abría el portal.

Minami la siguió antes de que se cerraran las puertas.

-Pero… Pero… -Minami seguía sin creerse que la mismísima Ishida Natsumi, motu propio, la ayudara sin ningún problema.

-Además -cortándola con un rostro serio y misterioso-, están Hinode y mi tía Hikari.

Minami no pudo entender qué tenía que ver eso. Si era porque Hinode era un bebé que la podría despertar por la noche con su llanto repentino, ya estaba acostumbrada por Ryu. Y Hikari era una mujer tan dulce y amable que dudaba tener problemas con ella. Pero desconocer lo que Hikari había sufrido, era algo que alimentaba la confusión de Minami.

Natsumi lo sabía tras haber escuchado accidentalmente una conversación que su padre y su tío Takeru habían mantenido. En ella, su tío le confesaba su impotencia de que su tía Hikari aún tuviera el trauma de perder a Hinode como había pasado con Kibou. Aquel día, Natsumi se había enterado de que había tenido una prima y que había muerto a los pocos años de edad por culpa del odio y rencor de digimon malignos. Eso la hizo pensar inmediatamente en Aki. Él era un niño tan inocente y tan frágil que podía ser presa fácil de cualquier digimon oscuro.

-Hermana, ya hemos llegado.

La voz de Aki la despertó de sus recuerdos, encontrándose a su hermano pequeño junto a los tres digimon y a Minami mirándola con confusión. Minami parecía sentirse cansada con sus pertenencias. Volvió a la realidad, recordando que Minami se había fugado de casa y que ella le había ofrecido su hospitalidad.

Anunciando que ya habían llegado, su madre había salido de la cocina para recibirlos. Al rato, se llevó una sorpresa al ver a Minami.

-Minachan, ¿qué ha pasado?

Minami agachó la cabeza más avergonzada.

Si Natsumi sabía que se había fugado de casa para irse a la de los Kido, era más que probable que Ishida Sora también lo supiera. Sin embargo, ella parecía más considerada en comparación con su hija al no preguntarle, por qué se había marchado de la casa Kido.

Fue Akito quién intercedió por Minami, sin conocer los detalles de lo que le había pasado. Simplemente, le había pedido a su madre si se podía quedar en su casa unos días, alegando que Tsunomon y Pyokomon parecían estar muy emocionados con jugar con Poromon.

Sora aceptó sin problemas, agregando que podía quedarse todo el tiempo que quisiera.

-Nat ¿sacas el futón que está en la habitación de Yuu? Si no puedes, llama a Piyomon para que te ayude -dijo antes de volver a la cocina y vigilar que la comida no se quemase.

-Sígueme -le dijo Natsumi a Minami-. Aquí está el baño y hay otro al final del pasillo.

Minami seguía a Natsumi donde ella le indicaba todo lo necesario para que no tuviera problemas estando en una casa ajena. Poromon había desaparecido de su radio visual, donde seguramente seguiría con Aki y los dos pequeños digimon. Aunque en la casa Kido se encontraban Pukamon y Bolamon, los digimons de Shin y Seiichirou respectivamente, no sabía porqué, pero se había empeñado en no despegarse de ella en ningún momento. En cierto modo, eso había sido un consuelo. Porque cuando se encontraba cansada de las largas conversaciones de Momoko, Poromon se había quedado a su lado, para que no se sintiera más deprimida y sola. Porque eso es lo que había sentido. Angustia y soledad. Momoko y su mundo, solo le había dejado hablar el primer día para que supiera la razón. Pero después, fue el mundo cerrado de Momoko y su vida desastrosa.

Quizás, cómo Natsumi era una niña muy centrada, que Poromon podía dejarla en buenas manos y él relajarse por completo.

-Mi madre tardará un poco en terminar la cena. Voy por el futón. Si quieres puedes poner la tele o sentarte frente al ordenador.

-Esto… -dejando la pesada mochila en el suelo y consultando su reloj- ¿No te importa que vea un anime? Es una de ídolos -agregando de inmediato.

-Sin problema -contestó abandonando la habitación para ir en busca del futón.

Minami sintió una felicidad incontenible. Después de varios días, por fin podría volver a ver su anime favorito. Daba igual haberse perdido unos capítulos, ya que ninguno tenía conexión entre sí.

Tras haber cogido el futón con algún que otro problema, Natsumi regresó a la habitación. Antes, hizo una parada para comprobar lo que su hermano estaba haciendo. Akito estaba en el cuarto de los digimon, jugando felizmente con ellos. Sintiéndose más tranquila, siguió con su camino hacia su habitación donde aquella tranquilidad se esfumó al ver cómo Minami se encontraba desesperada cambiando de canal cómo si buscase algo en especial.

-¿Qué pasa? -dejando caer el futón.

-¡¿En qué canal tienes el "Anifof"?! ¡No lo encuentro por ningún lado!

-¿El "Anifof"? ¿Ese no es un canal de pago?

-Ehhh… Creo que sí…

-Es que nosotros no estamos suscritos a ese canal.

Eso lo explicaba todo. Y Minami adoptó la postura de derrota total. Estaría más tiempo del que pensaba sin ver su anime favorito.

Colocando el futón en un lugar donde no estorbase, Natsumi observaba de reojo cómo Minami se sentía muy deprimida.

-¿Cómo se llama?

Minami levantó la cabeza para observar a Natsumi sin entender bien la pregunta.

-El anime que quieres ver.

En voz baja y avergonzada al límite, Minami le reveló el nombre de su serie favorita. Después de eso, la vio sentarse frente al ordenador, un modelo básico y no el de las INV, que hacían que la pantalla apareciese y desapareciese a voluntad del propietario. Le extrañaba que en su casa, donde sus padres no tenían problemas económicos no tuvieran el modelo moderno en ordenadores como el resto de la gente.

-Para mí es más cómoda la pantalla de toda la vida. Además, que los INV se inventaron para ingenieros o trabajadores que necesitan trabajar con procesador de textos o cálculo para mejorar el rendimiento, no para el ocio -le contestó Natsumi a la pregunta que Minami le había formulado sobre por qué no tenía un modelo INV-. ¡Ah! ¡Aquí está! -la niña se levantó de la silla para cedérsela a Minami. Minami veía una página que no conocía de nada. Pero dónde podía visualizar todos los capítulos de su serie favorita y el de ese día.

Minami no pensó en lo que le rodeaba y se puso a ver los capítulos perdidos. Fue terminar uno, para que Sora avisara a las niñas de que ya estaba la cena lista.

-¡Un momento! ¡Déjame ver uno más! -contestó Minami por impulso cómo si estuviera ante su madre.

Natsumi que había estado sentada en un rincón leyendo un libro, se había quedado como su madre de incrédula.

-¿Minachan?

Escuchar otra voz que no era la de su madre hizo que Minami tuviera los colores de un tomate y rectificara su comportamiento disculpándose nerviosa una y otra vez.

Estar frente a su serie favorita la había llevado a estar en la sala de su casa, por lo que sus sentidos habían desconectado de la realidad y a no recordar que estaba en la casa de los Ishida, los cuales jamás habían visto su auténtica personalidad.

Minami quedó sorprendida al escuchar cómo Sora se reía por lo bajo.

-Tranquila, no tienes que disculparte. Aunque, ¿sabes? Por un momento sentí que volvía a ser una adolescente. Te pareces mucho a tu madre cuando era joven.

Minami no podía creerse que se pareciera a su madre en el modo en el que Sora indicaba. Para ella, su madre era una mujer mandona que se dedicaba a cuidar de la casa y de sus hermanos. Alguien que había buscado la vida fácil en ser ama de casa y depender de su padre.

En las últimas conversaciones de Momoko, ella criticaba a esa clase de mujeres, tachándoles de inútiles y feas. Según ella, la gente que se dedicaba a las tareas del hogar eran aquellas tontas y adefesios de la sociedad incapaces de conseguir un logro en la vida. Aquel comentario había sido una ofensa hacia su madre. Quizás no la soportase por haberla pegado y por no dejar hacer lo que quisiera, pero era incapaz de llegar a despreciarla de semejante manera. Aunque, le molestaba que en parte tuviera razón, porque lo que era atractivo, no tenía ninguno. Y ella misma era la astilla del palo.

Con aquel mal sabor de boca, se había sentado a la mesa con el resto de los miembros de la familia Ishida. Poromon ocupaba un lugar en la mesa junto a ella. Y cuando sirvieron una de las comidas que tanto detestaba, el estómago necesitado de comida casera hizo que se volcara en ello sin rechistar.

Seguía sabiendo igual de mal que siempre, pero el hambre de algo mejor que comida basura, compensaba el mal sabor del curry.

-¿Está rico?

-Sí, está muy rico -contestó en una mezcla de cortesía y de verdad.

-Cualquier cosa estará rico en vez de lo que come esa Momoko. Imagino que te habrá atiborrado de las porquerías que toma ella, ¿no? -le preguntó Yuuta con cierta sonrisa irónica.

-¡Yuu! Te he dicho que dejes de hablar mal de los demás -le amonestó Sora.

-Pero mamá, si es la afición favorita de esa chica. ¿Por qué no puede probar un poco de su medicina? Además, es una malcriada que piensa que todo lo que hace está bien.

Minami, muy a su pesar, no podía estar más de acuerdo con lo que el hijo mayor de los Ishida decía.

-Yuu, sabes que eso es algo que molestaría mucho a tu padre si te escuchara.

El cabeza de familia junto a su digimon no estaban presentes en ese momento. Había surgido algo repentino, y Yamato junto a Gabumon habían tenido que volar hacia Rusia, al corazón de la empresa, para informar sobre una expedición de reconocimiento a realizar en una semana.

-¿Cuándo volverá papá? -preguntó Aki. El mencionar a su padre hizo que sintiera curiosidad de cuándo lo volvería a ver.

-¿Y papá Gabumon?

-Seguro que dentro de tres días, ¿no, Sora?

Sora asintió con una sonrisa.

No muy contentos con la respuesta, Akito y Tsunomon continuaron con lo que quedaba del plato desganados.

Terminada la cena en un ambiente muy negativo, Sora le recordó a Minami que si quería podía retirarse al cuarto o tomarse un baño. Minami aceptó encantada la primera opción. Esperando que Natsumi también hiciera lo mismo, se encontró con los tres hermanos ayudando a su madre a recoger los platos y a lavarlos.

En la habitación de Natsumi, sentada con las piernas cruzadas sobre el futón que le habían preparado, Minami tenía una pose muy concentrada. Poromon que se había ido con ella, para no dejarla sola, observaba impresionado a su amiga.

-¿Pasa algo, Minamisan?

-Pensándolo bien, hay cosas en esta cosa que no tienen sentido -Poromon tuvo un mal presentimiento. Conocía demasiado bien a su amiga, para imaginar que ella había vuelto a ser la misma quejica que cuando se había marchado de casa-. En esta casa no hay problemas económicos y son muchos como en nuestra casa, ¿por qué no tienen una asistenta para que les hagan las cosas? -Poromon resopló viendo cómo la vieja Minami había vuelto- ¿Por qué la señora Ishida que parece muy buena persona, permite que sus hijos hagan esos trabajos manuales tan pesados? ¿Y por qué Nat usa siempre pantalones en vez de faldas y aún por encima poco modernos? ¿Lo mismo que Akikun que parece que vamos parejos?

No podía decir nada de Yuuta. Era su ídolo número dos y aunque no fuera tan moderno como el resto de chicos, tampoco iba mal vestido.

-No lo entiendo. El señor Ishida tiene un trabajo mejor que el de mi padre, y la señora Ishida también tiene un trabajo digno. Ahora que recuerdo -acordándose de un detalle-, cuando llegué, ella estaba cocinando -diciéndole cómo si fuera el mayor escándalo del mundo- ¡Ella fue la que preparó la cena!

-¿Eso te parece raro? -no pudo evitar preguntar el digimon sin entender qué quería decir Minami.

-Si tiene que trabajar, sí.

-La colección para otoño ya la tiene hecha -contestó la voz de Natsumi internándose en la habitación y cerrando la puerta, algo que Minami no había hecho y que había provocado que escuchase casi todo sin querer-. En cuanto a lo de asistenta, no veo la necesidad de tener una cuando estamos nosotros para ayudarla.

-¿Insinúas que ayudas a tu madre en los quehaceres de la casa? -preguntó impresionada como si aquello fuera lo más sorprendente del mundo.

-Pues claro. Mi madre a veces tiene que trabajar hasta altas horas de la noche. Si no la ayudamos, podría caer enferma.

-Pero, para eso, ¿por qué no contratáis a una asistenta? Es más práctico.

-Mi madre me contó una vez que mi padre cuando era pequeño, vivía solo con mi abuelo en un piso muy pequeño. Mi abuelo se la pasaba fuera trabajando, y mi padre tuvo que aprender a cocinar y a limpiar por sí mismo, todo para que el piso no fuera una pocilga. El mañana nunca se sabe cómo será, pero si ahora no aprendo lo más básico, me encontraré cómo mi padre, tener que aprenderlo a una edad muy tardía. Entonces, el resto de la gente se burlaría de mí.

Las palabras de Natsumi dejaban impresionada a Minami.

Sólo tenía once años, era un año más joven que ella, y hablaba con una sabiduría y una madurez excepcionales.

Todo lo que había dicho había sido en base de una historia del pasado de su padre. Y la propia Natsumi había formado una conclusión muy complicada y propia de adultos.

-Y sobre porqué uso pantalones, se debe a qué son mucho más cómodos que las faldas.

-¡¿QUÉ DICES?! ¡Dices eso porqué no has visto el uniforme de la escuela del Tamachi!

-¿El uniforme del Tamachi? -repitió Natsumi sin entender a qué venía aquella mención.

-Minamisan quiere entrar en el Tamachi porque le gusta más el uniforme que el del de Odaiba -explicó Poromon con un resoplido. Que su padre había estudiado allí en realidad era una excusa que Minami había soltado. La realidad era por lo bonito que era el uniforme.

-¡¿Qué tiene de malo eso?! ¡¿Está mal querer llevar un uniforme bonito cuando vas a la chuugakkou?!

-¿Pero la chuugakkou de Tamachi no es una escuela privada? ¿No piden una nota muy alta para poder acceder?

Y esa era la parte negativa en su sueño de querer entrar a Tamachi y lo que la deprimía.

Dejando que el silencio se extendiera por unos segundos, Pyokomon lo rompió con una ilusión naciente.

-Nat ¿entonces llegará un día el que por fin uses falda?

-Dentro de dos años -contestó ella sin muchas ganas.

-¡Ya quiero verte! ¡Seguro que te sentarán bien!

-¡Serán incómodas! -decretó con hastío. El solo tener que imaginarse que tendría que usar faldas en un futuro no muy lejano, la puso molesta.

.

Los días fueron pasando, Minami seguía en casa de los Ishida. Su vida con ellos era más estable que con los Kido. De hecho, a veces se sentía como si estuviera en su propia casa. Solo faltaba escuchar a Ryu llorando porque no tenía a "Tereru" consigo para que el parecido fuese cien por cien.

Antes pensaba que su hermano era un pelota por ayudar a su madre con los quehaceres, pero la visión que tenía Natsumi y viéndola junto a sus hermanos ayudando a su madre, la hacía pensar que quizás la equivocada era ella.

Las palabras de aquella rubita que le parecía que solo pensaba en su familia y nada más, le habían hecho reflexionar bastante.

Primero estaba el hecho, de que estaba muy equivocada con ella. Natsumi era solo apariencia. En el fondo, era de esas personas que si tenías problemas, te ayudaba. Eso le había dicho la primera noche que habían pasado juntas. La había invitado a que estuviera en casa, porque veía que estaba en problemas. A ella le habían inculcado como al resto de sus hermanos lo profundo que podía ser la amistad y el amor.

Por otra parte, Minami no dejaba de pensar en cómo su madre se sobre esforzaba en trabajar todos los días para que la casa estuviera siempre limpia y ordenada. Al decir verdad, nunca la había visto sentada en el sofá viendo la tele, incluso, antes de que naciese Ryu que era el que más trabajo daba. Para su mente infantil, Minami creyó que ella misma era la que hacía que su madre trabajase más al tener que limpiarle la habitación y hacerle la cama todos los días.

La cama…

Durante toda su vida nunca la había hecho. Por eso, el primer día, después de haberse levantado, se había fijado en que Natsumi la había hecho. Incluso el pequeño Akito estaba aprendiendo. Para no quedar en evidencia, ella había tratado de hacerla, pero no sabía por dónde empezar.

El sentimiento de vergüenza de que alguien más pequeño que ella pudiera hacerlo, fue lo que la hizo entender lo que quería decir Natsumi al ser mayor y no ser capaz de hacer lo más básico sin caer en la burla.

Eso la hizo llorar a lágrima viva.

Su llanto desesperado había atraído a Sora quién preocupada, no entendía lo que había ocurrido. Sin embargo, su hija tampoco podía explicárselo, porque estaba igual que ella.

Con mucha calma y paciencia, Sora y Natsumi habían descubierto la razón de las lágrimas de Minami. Entre sollozos mezclado con mejillas rojas de vergüenza, les había explicado que no sabía hacer la cama ya que nunca la había hecho.

Madre e hija en vez de reírse o sacar conclusiones prejuiciosas, trataron de calmarla y Sora le enseñó cómo hacerla.

Definitivamente, no estaba mal en aquel sitio. Pero también sentía añoranza de su propia casa.

Quizás era porque empezaba a arrepentirse de lo que había hecho o porque empezaba a darse cuenta de todo el esfuerzo que hacía su madre para mantenerlos, que Minami empezaba a tener el deseo de regresar a su propia casa.

Pero su lado rebelde le recordaba que llevaba una semana fuera de casa y no había recibido ni una llamada de sus padres.

Eso la hizo comerse el coco y a pensar si realmente estaban mejor sin ella. Al haberse ido la hija quejica de la casa, ahora estarían más tranquilos y su madre podría dedicar todas las atenciones a Ryu. Cómo contaba con Osamu que era el hijo ejemplar que hacía todo lo que le mandaban y sacaba unas notas muy altas, no la echarían de menos.

-¡No! ¡No! -se negaba a seguir por esa línea de pensamientos. Se dio golpes a sus mejillas para no dejarse invadir por la tristeza y hacer uso de su memoria.

Por mucho que Osamu fuera el hijo perfecto o que su padre fuese genial, en aquella ecuación también estaba su madre. Una mujer inquieta que competía con ella en despiste y patosa.

Así que era imposible que se sintieran tranquilos cuando su madre era (por mucho que le costara asimilarlo) igual que ella.

El timbre de la puerta sonó en la casa Ishida. Natsumi ni sus hermanos estaban en casa. Yuuta tenía entrenamiento y Natsumi había ido con su hermano y los digimon a hacer unos recados que su madre le había pedido. La niña le había ofrecido que los acompañara, pero ella lo había denegado, asegurando que estaría mucho mejor en casa tratando de terminar los deberes de verano.

Pues cuando había descubierto que Natsumi ya los había terminado, no había podido exclamar lo increíble que era. Por lógica de un niño de shougakkou e incluso los de la chuugakkou y los del koukou, los deberes de verano era algo que se hacía los últimos días de vacaciones. Ella, aparte de que aquella lógica no la había visto en ninguna parte, había asegurado de que había hecho un poco cada día. Así se aseguraba de poder disfrutar de las vacaciones y de estudiar al mismo tiempo. Y ahora, podía disfrutarlas plenamente, sin la preocupación de que no tenía los deberes hechos.

Minami que era alguien que se dejaba influenciar muy fácilmente, había tomado nota de sus palabras y se dedicó a hacer un poco cada día.

Pero el sonido de la puerta la había interrumpido.

¿No era demasiado pronto para que Natsumi y los demás volviesen de hacer las compras?

Sin considerar la opción, cómo que quizás la niña se hubiera olvidado de algo, la imaginación de Minami voló hacia el recuerdo de otras personas cercanos a ella.

Sus padres.

Había pasado tanto tiempo, que tenían que echarla de menos.

Entonces, era probable que los que llamasen al timbre fueran ellos y que viniesen a buscarla.

Con el corazón latiéndole ante esa posibilidad, Minami no se pudo quedar quieta y salió de la habitación.

No tuvo tiempo a pensar en cuál sería su reacción al ver a su madre, o qué le diría ante las crueles palabras que ella le había dicho antes de abandonar la casa.

Solo tenía la fuerte emoción de que sus padres habían venido por ella.

.

Cuando Sora había abierto la puerta, había esperado ver a su hija frustrada de haberse olvidado algo y tener que volver, lo que menos se imaginaba es que quién llamase a la puerta fuese su cuñado con su mujer, su hija pequeña y sus respectivos digimon.

Recibiéndoles con una extrema alegría, Sora no tardó en coger a la pequeña Hinode y achucharla con mimos y carantoñas que a la pequeña le hizo gracia.

-Te queda bien -había dicho Takeru con una amplia sonrisa.

-¿El qué? -preguntó Sora sin entender a qué se refería con esas palabras.

-El tener un niño en tus brazos -señalando a su hija en brazos de su cuñada- ¿No crees que ya que hay amor y amistad, completar el círculo de verano y otoño con primavera e invierno? -con un guiño.

Eso provocó una leve sonrisa en Hikari, un bochorno en Sora y la emoción por parte de Piyomon de que su amiga tuviera más hijos. La digimon alada no tardó en animarla a que ella también quería que su amiga tuviera más hijos, provocando que el bochorno en la pelirroja fuese en aumento y a ponerse más nerviosa.

Takeru acompañó a Hikari en su risa por el momento tan comprometedor en el que se encontraba su cuñada. Incluso Patamon desde su cabeza, reía entre dientes.

Solo Tailmon se mostraba algo molesta y que no tardó en expresarlo. No era para defender a la pelirroja, sino…

-¡Por favor! Ahora ya sé de dónde saca Takeshi sus inocentes ocurrencias -entrando al piso junto a los demás, acomodándose en lo alto del respaldo como un gato que busca la comodidad de la casa.

-¿A qué te refieres? -preguntó Hikari sin entender las palabras de su digimon.

-Que un día de estos, Takeshi se acabará metiendo en un buen lío.

-¿Por qué tendría que meterse en un lío? -fue ahora la pregunta de Patamon volando para estar a la misma altura que Tailmon.

-Espero que no hayamos venido en mal momento -comentó Hikari dirigiéndose a su cuñada, ignorando el tema que le molestaba a su digimon y que la humana no le tomaba importancia.

-No os preocupéis. Ya sabéis que esta es también vuestra casa.

-¿Y dónde andan mis encantadores sobrinos? Me extraña que Aki no venga a recibirme -dijo Takeru. Si el pequeño Ishida adoraba a su padre, también tenía un alto grado de admiración hacia su tío Takeru.

-Yuu está en el entrenamiento y Nat y Aki se fueron a hacer unos recados.

Sora a su vez también preguntó por los hijos de Takeru y Hikari, a lo que fue Hikari quién contestó a esa pregunta. Isaki se había quedado estudiando y Takeshi se había ido con sus amigos a jugar al Mundo Digimon. Dos cosas tan opuestas como aquellos dos niños, pero que eran el complemento perfecto de aquella familia de esperanza y luz.

Después de preparar un poco de té y contarse cosas sin importancia, Takeru tocó el tema principal por el que había acudido a casa de su hermano.

-La verdad, es que venía para hablarte de algo muy importante -Sora mostró toda su atención-. Verás -dejando la taza sobre el platillo para cruzar los dedos-, el editor me ha pedido un nuevo proyecto de novela larga.

Sora se sintió feliz por su cuñado, pero no dijo nada, ya que la cara de Takeru parecía indicar que tenía algún tipo de problema.

-Aunque he escrito muchas historias, todas fueron de temática de aventuras, basadas en hechos que he vivido. Sin embargo, el editor me ha pedido que escriba una novela romántica -mirando a su cuñada con ojitos de cordero degollado, agregó- ¿Me dejarías usar a mi hermano y a ti como referencia para mi novela?

Y la respuesta, asustó a Piyomon, Patamon y a YukiPoyomon ante la exaltación exagerada de la pelirroja.

-¡POR SUPUESTO QUE NO!

-Vamos, Sora neesan -imploraba Takeru-. He estado pensando sobre qué escribir, pero cómo estoy especializado en escribir autobiografías, me cuesta escribir algo inventado. Por eso, antes de que regrese esta noche mi hermano… -a sabiendas que él le diría que no automáticamente, por mucho que se lo rogara.

-¡YA HE DICHO QUE NO, TAKERUKUN! -antes de que tuviera que darle una razón, usó la lógica- ¿Y por qué no escribes sobre el romance que tuviste con Hikarichan? -era más normal y más lógico que usase su propia experiencia sentimental, en vez la de los otros. Entendía que había pasado por cierto momento trágico como la muerte de Kibou. Pero una novela romántica se trata de escribir cómo se enamoraron el chico y la chica. Para el mundo actual, no era necesario incluir la trágica historia de una niña pequeña que había muerto a manos de digimon malignos por venganza, cuando los dos protagonistas tenían ese final de cuento de "y fueron felices y comieron perdices ".

-Esto… La verdad… -decía Takeru algo nervioso. Miró a Hikari en busca de ayuda.

Hikari con una sonrisa nerviosa, denegó ese hecho.

-No creo que sea muy buena idea.

Ninguno de los dos negaba que su historia había empezado siendo dulce y entrañable para los de fuera. Con ocho años, habían desarrollado un fuerte vínculo, gracias a sus digimon de tipo sagrado.

La distancia que habían tenido durante tres años, no había existido, cuando se habían reencontrado en el quinto año de la shougakkou. Es más, a partir de ese año, su vínculo había sido más fuerte.

Para los de fuera, especialmente para Daisuke, era obvio que entre ellos había algo más que amistad. Daisuke no dejaba de sentirse irritado cada vez que los veía juntos. Y no era para menos. Allá dónde fuera, siempre estaban juntos. Allá lo que sucediera, Takeru estaba pendiente de Hikari y Hikari confiaba en él.

Para muchos, era obvio que pronto serían pareja.

Pero la realidad era muy distinta.

Takeru sentía inseguridad y celos de que Hikari siempre dependiera de su hermano mayor Taichi.

Y Hikari, siempre lo había visto como un muy buen amigo, hasta que la caja de música, la hizo ver que él era un chico y que sentía algo de amistad por él.

Al final, habían tenido su final feliz, después de casi siete años de amistad.

En otras palabras, que habían tenido una relación que frustraría a los de fuera por ser tan lentos, en vez de darse cuenta de lo que era obvio para muchos. Incluido para el lento de Daisuke.

¿Cómo iba a relatar un romance que desesperaría al lector?

Era demasiado vergonzoso.

-Pues lo siento mucho, pero tampoco quiero que escribáis sobre la relación que tuvimos Yamato y yo.

Si la historia de Takeru y Hikari, desesperaría al lector, entonces, Sora tenía miedo de que el lector odiase al personaje femenino, tras haber hecho aquello tan cruel antes de empezar a salir con Yamato.

Takeru insistió un poco más, aunque sabía que sería inútil. Su cuñada cuando se ponía cabezota, era imposible hacerle cambiar de idea.

Rendido, Takeru se echó hacia atrás.

Había querido aprovechar que su hermano estaba fuera, para pedírselo a su cuñada, a sabiendas que aunque él no estuviera de acuerdo, Sora le haría cambiar de idea, pero con lo que no contaba es que la propia Sora se negara a ello.

Como historia romántica que envolvía a sus conocidos, solo veía otra que fuera bonita y atrayente.

-Pues espero que Ichijouji y Miyakosan acepten la petición, porque sino, no sé que voy a hacer.

-Hablando de Miyakosan, ¿es cierto que Minachan está viviendo contigo?

El tema había pasado a otro grado de emoción, donde ya no existían las risas y las bromas. Tanto Sora como Hikari estaban preocupadas por la situación que había vivido Miyako, teniendo en consecuencia que su hija se fuera de casa. No sabían qué la había llevado a trasladarse de la casa de los Kido a la de los Ishida, cuando Natsumi y Minami tenían una amistad bastante efímera. Aunque eso había cambiado, desde que Minami estaba en la casa Ishida.

Después de que Sora afirmara la pregunta de Hikari, ella volvió con otra pregunta que no se había atrevido a preguntar cuándo había hablado con Miyako por teléfono.

-¿Y no llama para hablar con Minachan?

Ante esa pregunta, Sora resopló ligeramente.

-Claro que llama. Todos los días me llama, desde que le avisé de que estaba en mi casa. Pero cuando le digo que si quiere hablar con ella, Miyakochan me dice que no, que no puede. Ya sabes cómo es con estas cosas. Suele encerrarse en su burbuja, temiendo sufrir un daño más mayor.

-Entre eso, y que siempre actúa impulsivamente -acotaba Takeru.

-Pobre, Miyakosan.

-La verdad, es que le sugerí que al menos Minachan hablase con Ichijoujikun, pero Ichijoujikun dijo que no. Si él hablase con Minachan, entonces Minachan pensará que su madre aún no la ha perdonado. Cuando en realidad, Miyakochan se muere por volver a ver a Minachan. Pero tiene tanto miedo de las consecuencias y de que le vuelva a decir…

Un sollozo le impidió continuar la frase. "Te odio". Unas palabras lapidarias para cualquier madre que aprecie a sus hijos. Y fue en ese momento, en que los adultos junto a los digimon, se percataron de que Minami estaba ahí, espiándolos, y llorando amargamente.

La niña había llegado a pensar que sus padres se habían olvidado de ella, pero al mismo tiempo, creía que la echaban de menos, por eso, había imaginado que habían vuelto por ella, pero al ver de quiénes se trataban y escuchado toda la conversación, se había llevado una decepción acompañado del sentimiento de culpa.

Ella nunca había sabido que su madre llamaba todos los días, para saber de ella. Tampoco había imaginado que su padre, tuviese tan en cuenta los sentimientos de su madre y los suyos, para tragarse las ganas de hablar con ella y saber de su propia voz que estaba bien y que no tenía nada en contra suya. Que en realidad, incluso, había perdonado a su madre.

Pero, perdonar era una palabra muy simple, pero un acto muy complicado, cuando has hecho algo tan grave que quedaría marcado para siempre en las personas implicadas.

De inmediato, tuvo a la madre de Isaki y Takeshi cerca de ella, tratando de calmarla. La acompañó hasta el sofá sentándola entre ella y Takeru para animarla. Hinode que estaba en los brazos de Takeru, pidió estar con la niña de gafas, lo cual Takeru concedió, esperando que la niña pudiera animar algo a Minami.

Minami observaba el rostro dulce e inocente de Hinode. La niña reía y aplaudía con sus pequeñas manos. Le recordaba tanto a Ryu en esos momentos.

El más pequeño de la casa Ichijouji, era un niño que no paraba quieto, ni para cambiarle el pañal. El niño no lo hacía con maldad, sino que para él, aquello era como un juego más. A veces, desesperaba un poco a su madre, pero ella trataba de mantener la calma y no pegarle los chillidos que le lanzaba a ella.

Siempre teniendo que pagar los platos rotos, y sin poder disfrutar de cosas cómo cualquier otra niña de su edad, que solo se había preocupado por sí misma, influenciándose de la tele, de la gente de fuera y sobre todo, de Momoko.

Nunca había llegado a imaginar cuánto daño le había ocasionado sus palabras a su madre.

-Así que mamá sí que se preocupaba por mí. Entonces, eso significa, que cuando estaba en casa de los Kido, también llamaba todos los días, ¿no? -los tres adultos se miraron entre sí. Ante aquella pregunta, ninguno podía dar una respuesta concreta, porque lo desconocían por completo.

Jou se la pasaba fuera de casa por motivos de trabajo, y regresaba muy tarde. La única que quedaba en casa, era Yayoi y la asistenta. También estaban los tres hijos de Jou, pero cada uno era tan distinto que era imposible saber algo en claro.

Con el ánimo de la niña por los suelos, donde les parecía ver a la propia Miyako, a Sora se le ocurrió una buena idea.

-Oye, Takeru, ya que tienes pensado hablar con Ichijouji y Miyakochan para pedirles permiso para redactar su relación en tu nueva novela, ¿por qué no se la cuentas a Minachan? Así ella, podría darte una opinión más precisa sobre si es una buena historia o no -mirando a la niña con una sonrisa.

Minami observó a Sora. La verdad es que saber cómo empezaron sus padres siempre la tuvo en ascuas. Su padre era tan genial y tan atractivo, que no entendía cómo había acabado con su madre.

-Es una buena idea -apoyó Hikari, creyendo que si escuchaba la historia romántica que habían tenido sus padres, podría hacer que Minami recapacitase-. Además, he oído que te gustan las historias de amor, ¿no, Minachan?

La niña asintió con la cabeza con sus lágrimas sin secar y sorbiendo por la nariz. Y luego, volteó para ver a Takeru con intriga.

-Bueno, en ese caso… -empezó Takeru acomodándose en el sofá, tornándose pensativo-, ¿por dónde debería empezar?

Contar una historia en vivo, sin tener el material preparado era algo complicado, así que tenía que hacer uso de su memoria, de lo que le habían contado y no irse por las ramas.

-¡Cuando apareció por segunda vez Diaboromon! -propuso Patamon- Hikari te dijo que Miyako no estaba muy entusiasmada con el uniforme de Odaiba.

-No. Yo creo que fue después de que ingresara en la chuugakkou. Sora me contó que le pedía consejo -fue el turno de Piyomon de propone.

-Fue mucho antes de todo eso -habló ahora Tailmon, cerrando los ojos para echarse una siesta, viendo que estarían más tiempo del que pensaba en la casa de los Ishida-. Poco antes de que Miyako se graduara en la shougakkou y se encerrase todas las noches en la biblioteca para estudiar.

-¡Ah! Tienes razón -recordó Takeru con claridad.

Había sido poco después de la derrota de BelialVamdemon y antes de que apareciese Diaboromon para vengarse de Yamato y de Taichi.

Todos y cada uno de los que habían participado en la batalla de fin de año, recordaban ese último día del año perfectamente.

El paso de un año a otro que a veces se celebra con alegría, había sido con lágrimas ante el sacrificio de Oikawa. Una de las tantas pérdidas que muchos habían tenido que lamentar.

Sin embargo, gracias a aquel sacrificio, el Mundo Digimon se había restaurado, volviendo a ser aquel mundo digital lleno de luz y color.

La tristeza de perder a Oikawa, era mezclado con la alegría para otros.

Muchos nuevos niños tenían un compañero digital y eso les había abierto la seguridad para hacer sus sueños realidad.

Volver a casa con la mezcla de tristeza y alegría era algo que al principio, no sabían cómo llevar.

Pero los días pasan y tenían que seguir adelante.

Eso era algo que muchos habían aprendido.

Todos habían vuelto a sus vidas cotidianas, pero esta vez, en compañía de sus digimon.

Aunque ese día fuera el comienzo de la población de digimons en el mundo humano, en algunos ciudadanos todavía existía el miedo por los sucesos ocurridos desde Nochebuena, por lo que al principio, todos los digimon tenían que vivir escondidos del resto de sociedad.

Para los digimon de Taichi y compañía, eso no era un problema, ya que estaban acostumbrados a vivir como muñecos y a tener la paciencia de un santo, cuando alguien los veía y los trataba como el típico peluche achuchable que se podía estirar al antojo de la persona.

Sin embargo, para las personas adolescentes o que estaban entrando en la adolescencia, era inusual que anduvieran por ahí con peluches, por lo que, no les quedaba otra que esconderse hasta que el compañero humano lo recogiese en el punto de encuentro acordado.

Para Miyako que estaba en su último año de la shougakkou y entraba a un nuevo periodo escolar, aquello era su preocupación más mínima.

Si algo le preocupaba en extremo eran sus estudios. Desde la batalla contra BelialVamdemon, Miyako había tomado una decisión muy importante y que tenía que ver con Ichijouji Ken. Pues esta es la historia de Ichijouji Ken e Inoue Miyako.

.

Miyako estaba encerrada en la biblioteca escolar.

Eran altas horas de la noche y no había nadie, salvo el encargado de la biblioteca. Sino fuera porque el encargado le gustaba leer libros, sin importarle el lugar, Miyako se encontraría una y otra vez con su cara de hastío por tener que quedarse en la biblioteca por culpa de una sola persona. Pero a Miyako no le quedaba más remedio que estudiar en la biblioteca. En casa no podía concentrarse por culpa de sus hermanos mayores. Además, dentro de poco serían los exámenes de ingreso para poder entrar en el Tamachi.

Por lo general, ella no estudiaba hasta las tantas. Y tampoco tenía problemas con los exámenes. Así que si hubiese estudiado como dios manda, no se encontraría agobiada con los estudios a última hora. Y todo por culpa de aquel anuncio.

Poco después de Año Nuevo, había aparecido un anuncio en la televisión sobre un bolígrafo mágico que te potenciaba los estudios. Miyako, ingenua como era, se lo había comprado. Si existían seres digitales que cambiaban de forma y que tenían poderes mágicos para atacar, no era tan raro que hubiesen bolígrafos mágicos. Pero una cosa es digimon que vienen de un mundo paralelo, a algo creado por el ser humano a comienzos del siglo veintiuno.

Miyako se había dado cuenta de ello muy tarde, a escasos días del examen de ingreso. Durante el tiempo que había podido aprovechar para estudiar, se había relajado de tal manera, confiando en el funcionamiento del bolígrafo, que técnicamente, era imposible recuperar el tiempo perdido.

Aún así, Miyako no quería darse por vencida. Eso sí, rogaba a todos los dioses que existiesen, que nadie se enterase de lo estúpida que había sido por fiarse de un anuncio de un bolígrafo que te ayudaba a estudiar.

Con ese recuerdo tan humillante, alejado en lo más profundo de su cerebro, Miyako se mantenía totalmente concentrada. Aprovechando cada instante que tenía libre para estudiar. Tenía una motivación muy grande, y eso es lo que le daba fuerzas para continuar y no rendirse.

Estudiaba y estudiaba. Tan concentrada, que no se había dado cuenta de que Hikari junto a Tailmon, estaban paradas frente a ella. Tan centrada estaba en resolver aquel problema geométrico, que cuando le habían hablado en bajo, se había llevado tal susto, que el encargado había aparecido raudo para hacer un gesto para que no hablasen alto. Aunque solo estuvieran ellos en la biblioteca, habían normas que habían que cumplir a rajatabla.

-¿No sería mejor que regresaras a casa?

Recuperándose del susto, Poromon habló por su compañera, cuando el encargado había vuelto a su sitio. Estaban en lo más profundo de la biblioteca, donde nadie los veía, así que no habría problemas en que actuase como digimon, en vez de peluche.

-Eso es lo que llevo diciéndole todo el rato, pero no me hace caso.

-Sí que te hago caso -aclaró Miyako-, pero necesito estudiar para el examen de acceso.

-¿El examen de acceso? -preguntó Hikari arqueando la ceja-. No entiendo ¿No se supone que vas a la chuugakkou de Odaiba?

Que ella supiera, no se necesitaba de un examen de acceso para acceder a la chuugakkou de Odaiba, hermana de la shougakkou de Odaiba. Tenían un sistema de escalera, que permitía acceder sin necesidad de hacer un examen.

Manteniéndose en silencio durante un buen rato, Miyako miró hacia otro lado y con las mejillas pintadas de rojo, contestó.

-En realidad, pensaba en ir a la chuugakkou de Tamachi.

-¡¿La de Tamachi?! ¡¿Pero esa no es una escuela privada a la que solo van súper dotados?! -exclamó con la voz un poco alta, para que el encargado no viniera de nuevo a regañarlas.

-Bueno… -Miyako sintió la necesidad de hacer algo para aliviar su nerviosismo, así que pasó la hoja de uno de los tantos libros que tenía sobre la mesa-. Quizás no sea una intelectual, pero soy algo cerebrito y puedo acceder si estudio.

-¿Por eso te la pasas estudiando hasta las tantas? ¿No habría sido mejor que hubieras estudiado poco a poco desde el principio? -objetó Tailmon sin entender la lógica.

Miyako se sintió abochornada, recordando el asunto del boli. Más que nunca, quiso llevarse ese secreto consigo a la tumba. Nunca hubiera pensado que en un futuro, acabaría contándoselo a su amiga cómo una anécdota que le servía cómo prólogo para relatarle cómo había comenzado su relación de amor con Ken. Ahora, en ese presente, ella tenía otro punto de vista y un único objetivo, estudiar a tope para ingresar en la Tamachi.

-¿Y a qué vino esa repentina decisión de ingresar en Tamachi? ¿No será por Ichijouji? -sabía que su amiga había sentido un fanatismo semejante a la de la hermana de Daisuke con Yamato. Ahora, desde que Ken era de los suyos, ella lo trataba como un amigo más, sin sospechar que su fanatismo se había convertido en amor.

Sin embargo, los colores de la Inoue no podían ser tan obvios.

-¡Claro que no! ¡Es solo que… que el uniforme de traje gris del Tamachi es más bonito que el verde marinerito de Odaiba! -y aunque era cierto, su razón más profunda era ir a la misma escuela que Ken.

Su plan de amor, consistía en acercarse más a él. Si era posible, ir juntos a la misma clase y almorzar juntos. Así, él la conocería mucho mejor y vería sus cualidades. Y luego, declararse en algún sitio bonito de la escuela, cómo por ejemplo la azotea con su pelo largo revoloteando al viento. Sobre todo, con una ropa tan bonita como era el uniforme del Tamachi. Pues con su sentido pésimo para la moda y el tedioso uniforme de marinerita, no veía la imagen de ella frente a él declarándose y que él la correspondiera.

Pues, ¿qué cualidades actuales tenía para llamarle la atención?

Ninguna.

Tenía que ganárselo. Y por eso, el primer paso era asistir a la misma chuugakkou que él. Estar a su nivel y aprovecharse de su vínculo como compañeros elegidos que eran, pasar el tiempo juntos y confesarse.

-¿Es que te gusta Ichijouji? -preguntó Hikari directa y sin tapujos, casi sin creérselo.

Su amiga había sido obvia de más. Seguro que ella no se había dado cuenta que había adoptado una pose de ojos cerrados, como si estuviera soñando despierta, y con una sonrisa tan tonta que se notaba a leguas sus segundas intenciones.

El nerviosismo de Miyako se acentuó más que nunca, ante un sorprendido Poromon que no se le había pasado por la cabeza que su amiga pudiera estar enamorada de Ichijouji. Cuando Ken había aparecido en la vida de Miyako, lo había hecho como un genio para todo tipo de artes y deportes. A eso lo acompañaba un atractivo que había vuelto loca a Miyako y a tratarlo como a un "Idol" o un actor mega guapo de cine.

Su obsesión había sido demasiada, que solo pensó que fuera eso, una obsesión pasajera y que se había esfumado al descubrir que él era en realidad Digimon Kaiser.

En ningún momento, llegó a pensar que esa obsesión se había transformado en un sentimiento más profundo.

Si lo pensaba bien, ahora tenía sentido los sentimientos de Miyako cuando ella había descubierto que Ken se había convertido en su aliado y su frustración cuando Ichijouji no había querido ir a ayudarles tras la aparición de Blackwargreymon. Incluso, si avanzaba un poco más en el tiempo, era probable que aquella vez, antes de que Tailmon y él se fusionaran en Silphymon, Miyako sintiera celos de Hikari, de lo bien que congeniaba con Ken.

-¿Así que te estás matando a estudiar para ir a la misma escuela que él? ¿No sería mejor que le digas que te gusta y listo? -comentó Tailmon, siendo la opción más lógica. No entendía qué necesidad había de ir a la misma escuela. Eso daba la impresión de que tenía miedo de que la distancia pudiese cambiar sus sentimientos.

-¡¿CÓMO VOY A HACER ESO?! -gritando sin importarle que el encargado de la biblioteca volviera a regañarlas- ¡YO NO TENGO UN PRÍNCIPE AZUL ANDANTE COMO HIKARICHAN PARA IR CON ESA CONFIANZA ENCIMA!

-¿Príncipe azul? ¿De quién hablas? ¿De Daisuke? -cuestionó Hikari sin entender.

Solo Miyako y Tailmon agacharon la cabeza desesperadas porque la chica de la luz no se daba cuenta de lo obvio. Luego, otra llamada de atención del encargado, dándoles el ultimátum de que a la tercera, los echaba fuera.

Sin querer eso, Miyako retornó a sus estudios, y Hikari decidió dejarla con la firme creencia de que su amiga se había referido a Daisuke con esas palabras.

.

Era marzo. El mes que marca el inicio de una bella estación. La de la primavera. Con sus árboles adornándose de un bello color rosa, ofrecía un espectáculo de caída de la flor del cerezo sobre el paisaje, embelleciendo y fascinando a todo transeúnte que pasara.

Así como marca el comienzo de una estación, marca el final de otra. El frío invierno. Para los estudiantes japoneses, el cambio de una estación fría a una más cálida, era casi lo mismo. Salir de un duro curso a uno nuevo, donde las expectativas a veces son altas. Sobre todo, si tienes que despedirte de la escuela y no poder ver a los alumnos de cursos inferiores. Sin embargo, esa despedida para los que se gradúan, acaba como una especie de fiesta. Los que usan uniforme, abandonan por un día, la forma cotidiana de ir cómo ellos quieran, y usar la corbata reglamentaria o la camisa por dentro del pantalón. Y para los que no usan uniforme, van excesivamente arreglados. Pues aquel día era tan especial, donde todos los alumnos están presentes para felicitar a los recién graduados. Incluso, asistían los familiares de esos alumnos que abandonan el colegio para entrar en otra etapa más importante en sus vidas.

En ese día que sucede año tras año, todo era sonrisas y lágrimas de felicidad. Otros, aprovechaban el momento para declararse a esa persona tan especial bajo el hermoso árbol de cerezo.

Miyako era la única que tenía un sentimiento de frustración, imposible de disfrazar en ese último día como estudiante de la shougakkou.

A pesar de sus esfuerzos en estudiar los últimos días, había suspendido el examen de acceso al Tamachi. Tenía que asistir a la chugakkou de Odaiba y usar ese horrible uniforme verde de marinerita, donde dudaba que le quedase bien.

Tenía que esperar un año más para poder declararse a Ken. Pues aunque hubiera fallado ese año, tenía pensado en intentarlo el año que viene. Esta vez no se dejaría embaucar por la publicidad engañosa. Hincaría los codos a conciencia y entraría en la Tamachi.

Sintiéndose motivada con esa idea, Miyako recuperó la sonrisa y volvió con sus amigas de clase para sacar algunas fotografías de recuerdo. Agradeció la presencia de sus padres y sus hermanos que venían igual de bien arreglados que ella y antes de decirle adiós al recinto escolar, se despidió de Hikari y de sus amigos elegidos. En medio de bromas por parte de Daisuke y risas, un joven se fue acercando hacia ellos.

-Inouesan -llamándola.

La joven se giró al escuchar su nombre. Detrás suyo había un chico que no conocía de nada.

-Quisiera hablar un momento contigo. ¿Podrías acompañarme?

Una escena tan cliché y tan típica, que hasta Daisuke no tuvo que usar tantas neuronas para imaginar que aquel chico pretendía declararse a Miyako.

-¡No puede ser! -exclamaba Daisuke ante lo incomprensible.

-¡Es imposible! -apoyaba Veemon.

-¡¿Cómo es que esa pesada va a tener un pretendiente?!

-¡Eso! ¡Eso!

-¡Yo que soy más guapo y más guay!

Veemon no le siguió con el juego, ya que no estaba de acuerdo con ello. Daisuke ante la falta de apoyo de su digimon, se enfadó con él, ante las risas divertidas de Takeru, Hikari y sus digimons.

Después, Hikari miraba a su amiga. Aquel chico, la había llevado ante un árbol de cerezo. La verdad, es que aquel chico sabía lo que se hacía. Y no podía negar que era apuesto. Pero Miyako estaba enamorada de Ken. Y ante eso, no había nada que hacer.

-Esto no me gusta -pronunció Hawkmon cruzándose de brazos, sin despegar sus ojos azules de su amiga.

-¿Qué quieres decir? -le preguntó Hikari.

-No es que sea un entendido de estas cosas, pero no se supone que la persona que va a rechazar a otro, debería de mostrar pena.

Hikari afirmó y al ver a Miyako, se sorprendió al verla emocionada, con un rojo en la cara y sin saber qué decir. El chico, por el contrario, le había sonreído. Desde la distancia, no podía saber lo que le había dicho a continuación, solo pudo ver cómo le entregaba un sobre y después se marchaba. Miyako más incrédula, se giró hacia ellos con una extraña sonrisa en la cara y sujetando el sobre con ambas manos.

Se acercó con una sonrisa risueña hacia sus amigos.

-¡No me lo puedo creer! ¡Se me acaba de declarar! -exclamó emocionada.

Daisuke lloró más que nunca al ver que lo que tanto creía imposible, se había convertido en realidad. Hikari miró a Takeru y viceversa, mientras que Hawkmon voló hacia estar a la altura de Miyako y regañarla.

-¡Miyakosan! ¡¿Y qué pasa con Ichijouji Ken?!

-¿Eh? ¿Ken? ¿Qué pasa con Ken? -quiso saber Daisuke sin saber a qué venía el nombre de su mejor amigo en aquella conversación.

-¡No! ¡Nada! ¡No pasa nada! -contestó Miyako con una sonrisa nerviosa. Tenía sujeto a Hawkmon y con sus manos sobre su hocico impidiéndole que dijera algo más.

Solo Hawkmon, Hikari, Sora, Mimi, y seguramente también Takeru y Yamato, sabían que estaba enamorada de Ken. Lo que menos quería es que Daisuke se enterara de lo que sentía por Ken, y metiese la pata hasta el fondo.

Por lo bajo, le susurró al ave.

-Ni se te ocurra decir nada o te quedarás sin comer todo un mes.

Quedarse sin comida humana significaba para Hawkmon, lo mismo que para Agumon estar un día sin comida. Así que, no dijo nada más. Por lo menos, hasta que le levantara la amenaza y pudiera tener el ayuno humano sin problemas.

Luego, Miyako observó a Hikari que lucía un poco molesta. Aparentemente, sentía lo mismo que su digimon. Le prometió que aquella noche hablaría sobre el tema para dejar las cosas claras, así como su intención de posponer su confesión Ichijouji para el año que viene.

.

Esa misma noche, Miyako le había aclarado a Hikari sobre lo ocurrido en el día de hoy.

Había sido cierto que aquel chico, Hatano Katsuya de quinto año, se le había declarado. También era cierto que Katsuya tenía un atractivo que la había encandilado. Sin embargo, la declaración de aquel chico no había tenido respuesta. Katsuya se le había declarado, al mismo tiempo que le había entregado una carta con los sentimientos que sentía el muchacho por ella y el próximo lugar de reunión para que Miyako le diera una respuesta.

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Siendo ahora Miyako una estudiante de la chuugakkou oficial tenía un mar de sentimientos que la agobiaban.

Había fracasado en su intento de querer entrar en la prestigiosa academia privada de Tamachi. Pero el año que viene, estaba segura… no, más bien estaba convencida de que podía aprobar y así, asistir a la misma escuela que Ken para poder declararse. Sin embargo, antes de todo eso, tenía que solucionar un asunto mucho más importante.

Tomando un zumo de la máquina expendedora, podía sentir cómo Hawkmon la miraba con reproche.

Las palabras "Te lo dije" y "¿Cuándo vas a decirle la verdad?" eran las más escuchadas en su vida diaria por parte suya.

Miyako miró hacia otro lado, mientras bebía su zumo. Para bien o para mal, todavía seguía con Katsuya. Su intención había sido el de rechazarle en cuanto lo viera. Pero Miyako no había podido hacerlo. Cuando ambos se habían encontrado durante las vacaciones de primavera, Katsuya se había mostrado tan emocionado y tan parlanchín, que Miyako no había tenido ni una oportunidad para aclararle que agradecía sus sentimientos y que la verdad es que ella amaba a otro.

Hawkmon la había sermoneado de inmediato, alegando que eso era una falta a las cualidades de los digihuevos que ella portaba. Y Miyako le prometía que para la próxima, le diría toda la verdad. Y al final, todo había sido una rueda caprichosa, donde Miyako se encontraba en un punto sin retorno.

Pero, ¿cómo rechazar a alguien con el que apenas quedaba y solo se comunicaban mediante la aplicación de mensajería?

Para ella, era un alivio el no tener que quedar con él, y que su relación no llegase a oídos de Ken. De todos sus amigos, solo conocía uno en que se le pudiera írsele de la lengua, y ese era Daisuke, el cual se había enterado. Miyako le había obligado a que no le dijera absolutamente nada, o de lo contrario, le contaría a Hikari sus secretos más vergonzosos como el mearse en la cama cuando había tenido siete años.

Meneó con la cabeza energéticamente. No era el momento de pensar en esas tonterías, sino en cómo cortar con Katsuya y no lastimar sus sentimientos.

Después de soltar un grito para liberar tensión, se encogió sin saber qué hacer.

-¿Qué hago, Hawkmon? ¿Qué debería hacer?

-Decirle la verdad, por ejemplo.

-Eso ya lo sé. Pero, ¿cómo? Tampoco quiero hacerle daño.

El digimon ave cruzó las alas en pose pensativa, pero por más que pensara, las relaciones sentimentales entre humanos era algo que no comprendía muy bien. Lo mejor es que su amiga se lo consultase a otro humano, como por ejemplo a sus hermanas mayores.

-¡Ni de broma! ¡Si lo hago, se burlarán de mí!

-¿Y por qué no hablas con Hikarisan o Sorasan?

Hikari y Sora eran sus dos amigas más cercanas y la conocían muy bien, por lo que eran las adecuadas para que la aconsejaran sobre qué decir. Pero dado que Sora tenía más experiencia en asuntos del amor, decidió que lo mejor sería hablar con ella.

Antes de que se acabase el descanso, Miyako acudió a la clase de Sora para llamarla y hablar con ella. No tuvo la consideración cuando la había visto charlando amenamente con su novio Yamato. Estaba tan desesperada que solo cuando Sora fue junto a ella que Miyako advirtió la mala leche que Yamato tenía al no seguir pasando más tiempo con su novia.

Al estar en clases separadas y cada uno con sus respectivas actividades extraescolares, aparte de estudiar para el examen de ingreso al Tsukishima, no tenían mucho tiempo para estar juntos.

Una vez que Miyako le hubo contado todo el problema a Sora, ésta se le quedó mirando con una expresión extraña.

-A ver, espera, deja que entienda bien lo que te pasa. ¿Un chico se te declaró y has estado casi seis meses queriendo rechazarle pero no puedes?

-Sí -contestó cabizbaja y toda avergonzada.

-¿Por qué? -sin entender cómo es que no le había rechazado cuando él se le había declarado. Eso llevaría a malos entendidos y a meterse en un gran lío- ¿Es que acaso piensas en lo mal que se sentirá si se lo dices? Porque si es eso, entonces, lo que estás haciendo es peor…

-¡No! ¡No es eso! Es que… -mirando hacia otro lado-. Solo nos ponemos en contacto mediante mensajería. Y si quedamos, creo que solo fueron… tres veces…

Sora miraba incrédula a su amiga. No podía creer que tuviesen una relación tan distanciada cuando ambos vivían en la misma ciudad. Algo le olía a chamusquina.

-Eso es muy raro, Miyakochan. Quiero decir, si una pareja empieza a salir, lo más normal es que aprovechen los huecos disponibles para quedar, aunque sea una hora.

-Ya. Pero es que él dice que le acompleja salir con una chica que ya está en la chuugakkou.

-Aún así… -decía la mayor cruzándose de brazos y considerándolo poco probable-. Mira, Miyakochan, bajo mi punto de vista, lo único que veo es a un chaval caprichoso que se contenta de tener a alguien a quién llamar novia.

Miyako sopesó esa posibilidad. Cómo estaba más centrada en estudiar para entrar en el Tamachi, no se había parado a imaginar que lo suyo era una relación falsa.

-Puede que tengas razón. Ahora que lo pienso, cuando quedamos, no me deja hablar y así aclarar la situación. Muchas veces he pensado en hacerlo por mensaje, pero… no sería lo correcto, ¿verdad? -mirándola de reojo con duda, donde esa idea había estado continuamente tildando en su cabeza cómo única salida.

-¡Por supuesto que no! ¡Esas cosas hay que decirlas a la cara!

-¿Y qué le digo? Realmente no sé qué decirle y cómo hacer que me escuche -Miyako confiaba en que su amiga Sora tuviera la llave que pudiera liberarla de ese falso romance que vivía.

-Bueno, esa clase de cosas es algo que tiene salir de tu corazón. Solo puedo decirte que lo cites cuánto antes, y trates de explicarlo simple y con delicadeza. Aunque él solo te quiera para presumir de novia, tendrá que respetar tu tiempo para hablar. Y si no lo hace, escríbelo y muéstraselo.

Miyako se sintió agradecida por el consejo de Sora, pero Sora por dentro, no podía pensar que todo aquello era demasiado sospechoso.

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Miyako haciendo uso del consejo de Sora, quedó con Katsuya tan pronto cómo había sido posible. El muchacho había puesto pegas que entresemana sería imposible. Quedaría raro que un chaval de doce años que todavía iba al colegio se citase con una muchacha de uniforme donde la diferencia entre ambos, aunque fuese de un año, sería abismal.

Sentados frente a frente en una pequeña cafetería, Katsuya no dejaba de parlotear y sentirse feliz y animado de verla después de tanto tiempo.

Tres habían sido el número de veces que se habían visto. La primera durante las vacaciones de primavera; La segunda, cuando ella había ido de visita a la sala de informática para saludar a Hikari y a los demás, donde se lo había encontrado por casualidad; Y la tercera, porque había sido el cumpleaños de él, y le había pedido quedar para celebrarlo. Pagando ella todo, claro. Cómo Miyako no sabía qué era su cumpleaños, no le había tenido ningún regalo de cumpleaños preparado. Katsuya le había dicho que le bastaba con que pagara ella los sitios a los que fueran.

Si le hubiera contado a Sora lo que le había impulsado a quedar aquellas tres veces con Katsuya, su amiga vería que se trataba de un aprovechado que no la quería realmente. Pero Miyako estaba más pendiente en querer estudiar para aprobar el examen de ingreso al Tamachi, que no pensaba con claridad. Además, que se sentía aliviada de no quedar mucho con Katsuya. De hecho, si no fuese por los mensajes que él le mandaba, Miyako se habría olvidado de que tenía a un chico que creía que ellos eran pareja.

Para aquella ocasión, Miyako le había pedido a Hawkmon que se quedara en casa. Podía entender cómo su digimon la había mirado gravemente, donde no estaba del todo convencido de que ella pudiera lidiar con el problema sola. Pero Miyako le había prometido que ese día, terminaría con él de forma definitiva.

Sin embargo, Katsuya se portaba igual que las otras tres veces en las que había quedado. Hablando sin parar sobre lo difícil que eran los exámenes ahora que estaban en el último año; Que si el equipo lo iban a echar de menos cuando se graduara; Que si la relación en su casa que era insoportable u otras cosas tan triviales, donde Katsuya quería estudiar periodismo…

-Esto…

-Uno de mis amigos no se cree que tengo novia. Ya verás el año que viene la cara de envidia que va a tener cuando nos vea. Porque a él le gusta una chica de nuestra clase, pero me parece que esa chica está enamorada del capitán del equipo de béisbol. Por cierto, he escuchado que este año el equipo de béisbol de nuestra escuela irán a los nacionales ¡Eso sería fantástico! A ver si con un poco de suerte llegan a la Koshien. Por cierto, he oído que uno de los jugadores profesionales ha sido fichado por la liga Major. ¡Ah! Imagino que no sabes lo que es la liga Major. Es que yo soy un fanático del béisbol. Por lo que supongo que no entenderás lo que significa que el equipo de la escuela vaya al Koshien. El Koshien es el estadio… -Katsuya se cortó de repente.

Miyako ya se esperaba que aunque tratase de interrumpirle, él seguiría con su labia interminable, por lo que no le quedó otra que hacer uso de su aplicación de notas y con letras bien grandes, mostrarle bruscamente lo que estaba escrito:

"LO SIENTO, PERO YO AMO A OTRA PERSONA"

Los ojos del chico estaban clavados en el móvil de Miyako cómo si le costase entender lo que estaba escrito.

-¿Qué significa eso, Miyako?

Y por primera vez desde que ella sabía, Katsuya la dejaba hablar. No podía ser peor la oportunidad. Ella estaba tan colorada y tan nerviosa, que las palabras salieron atropelladas donde no estaba segura si tenían sentido. Pero la sinceridad que tenía dentro de su corazón salió a la luz, para contarle cómo se sentía y a quién quería realmente.

-Lo siento, pero es que antes de que te me declararas, estaba enamorada de otra persona. Aún sigo enamorada de él. Sé que te di falsas esperanzas durante este tiempo que estuvimos juntos. Pero he tratado de aclarar la situación, pero no me has dejado. Sé que te habré hecho daño, así que lo siento muchísimo -con la cabeza inclinada por completo y los ojos cerrados, donde se sentía morir.

De repente, escuchó una risa estrepitosa.

Miyako abrió los ojos de golpe confusa. Fue levantando la cabeza lentamente, sin creerse que esa risa procediese de Katsuya. A no ser que estuviera loco.

Al verlo, efectivamente, él se estaba riendo como un loco, cómo si alguien hubiese accionado la tecla de la risa incontrolable. Miyako se sentía más confusa y hasta preocupada. Llegó a pensar que Katsuya no había creído lo que le había dicho y pensaba que le estaba gastando alguna broma muy pesada. De ser así, empezó a comerse la cabeza sobre qué hacer ante un loco psicópata cómo aquel.

De reojo, observó cómo la gente los miraba sin ningún descaro, por lo que la situación se volvió abochornante. Miyako se arriesgó a preguntar qué le pasaba, y por fin tuvo palabras en vez de risa.

-¡Qué divertido! ¡Qué divertido ha sido! -y ahí estaba Miyako pálida como el papel, pensando en que Katsuya era realmente un psicópata que creía que era una broma- ¡Realmente eres una tonta cómo me habían dicho!

Fueron segundos los que Miyako le tomó para entender qué estaba equivocada, donde otra probabilidad que ella no se esperaba, se abría.

Katsuya apoyó la cabeza sobre la palma de la mano y la miró con tanta burla y desprecio que Miyako no lo reconoció.

-Pero, ¿vamos a ver? ¿En serio creíste que alguien tan genial como yo podría salir contigo? Pero, ¿te has mirado al espejo? Estás como una cabra, eres fea y careces de sentido para la moda.

Miyako se lo quedó mirando, muda, sin saber qué responderle.

-Ya me habían dicho que eras una estúpida ingenua que se creía de buenas primera cuando uno se le declara, que no creí que fuese cierto. Además, fuiste tan tonta de estar conmigo seis meses, cuando otras ya se habrían enterado de que todo esto era una patraña. Eso demuestra tu nivel intelectual -riéndose con ganas-. Estoy seguro de que ese chico del que estás enamorada, pensará lo mismo que yo. Porque de verdad, a ti no hay nadie que te aguante. A no ser que ofrezcas tu generosidad económica tan fácilmente -volviendo a reírse donde Miyako ya no le escuchaba.

Él se había burlado de ella todo el tiempo. Desde el principio, ella había sido usada para comprobar una teoría que otros decían de ella, y la propia Miyako les había dado la razón al centrarse únicamente en estudiar para asistir al Tamachi para estar con Ken.

Pero Katsuya le había abierto una herida. Una herida que fue dañada también por unos desconocidos que pensaban lo mismo que él. Eso la hizo recordar las múltiples discusiones que tenía con Daisuke o incluso con Hawkmon por sus alocadas decisiones y sus actos repelentes. Por lo que todo lo que Katsuya le había dicho era la cruel verdad.

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Desde ese día, Miyako se había encerrado en su habitación.

Avergonzada por completo, no se atrevía a mirar a nadie a la cara. Como una avestruz, ocultaba todo su cuerpo bajo la colcha negándose a salir de su cascarón. Todos los días lloraba amargamente, el consuelo y el apoyo que le daba Hawkmon, no servía para nada. Su familia también estaba preocupada, y no sabían qué hacer. Agradecían a los amigos de su hija que la visitaban constantemente, y trataban de animarla. Ellos eran los únicos que sabían del problema de Miyako. Daisuke se había ofrecido voluntario en darle una buena paliza a Katsuya (otros cómo Taichi o Yamato lo secundaban), pero ella entre llantos desesperados pedía que no. Eso no la consolaría de la verdad de lo que era ella. Sora trataba de hacerle razonar de que eso no era así. Que todos no pensaban igual. Pero Katsuya le había dado donde más le dolía. Aunque la mona se vistiera de seda, eso no haría que Ken la correspondiese.

Miyako había perdido la noción del tiempo que había estado sin salir de su habitación, de bajo de la colcha, donde la oscuridad era lo único que veía. Y la compasión lo que escuchaba de la gente que la visitaba. Se sentía tan avergonzada y tan mal, que no tenía el valor de salir a la calle sin pensar en lo que la gente pensaba de ella realmente.

La puerta sonó de nuevo en aquel día, donde seguramente vendrían sus amigos a tratar de animarla. En serio que lo agradecía. Pero, pensar de nuevo en aquellas crueles palabras, las lágrimas aparecían y a gemir de dolor. Había entrado en otro ataque de depresión imposible de controlar.

Así fue como Ichijouji Ken y Woormon se la habían encontrado. Un bulto debajo de la colcha, convulsionándose cómo si estuviera teniendo un ataque epiléptico.

-¿Ichijouji? ¿Qué haces aquí? -preguntó Hawkmon con los ojos como platos.

Miyako cuando escuchó el nombre de Ken se quedó sorprendida. Se encogió más y tomó los bordes de la colcha para taparse tanto como pudiera y que no la obligasen a ver la luz eléctrica.

-Sorasan vino a verme ayer, pidiéndome que viniera a visitarte -explicó el chico al ave.

Ken advirtió cómo el digimon ave se sentía tan cansado y desesperado, donde le suplicó que ayudase a su amiga, donde sólo él podía hacerlo.

Curiosas palabras que sorprendieron al chico, pues habían sido las mismas que Sora le había dicho el día anterior. Tras ella, estaba su novio que la acompañaba y que después se había dedicado a consolarla. Pues en el rostro de Sora no solo estaba la súplica sino unas traviesas lágrimas cómo si lo sucedido a Miyako, le afectase a ella también.

Sabía por Daisuke que Miyako sufría por culpa de un chico que le había dicho cosas terribles que nadie se merecía.

Pero el bullying era algo muy común entre los humanos, sobre todo entre los adolescentes, que se piensan que es gracioso meterse con alguien que es diferente o distinto de ellos. Nunca entenderán el daño que hace eso, y la imposibilidad de los que le rodea en querer ayudar a la víctima.

Sora había acudido a él para que ayudase a Miyako, Hawkmon también se lo pedía. Pero él no sabía muy bien qué hacer. No podía cumplir con sus expectativas. Si sus amigos y su digimon no lo habían conseguido con sus ánimos y sus palabras, ¿por qué iba a poder hacerlo él? Era un genio, o parte de lo que quedaba de la semilla de oscuridad, seguían dotándolo cómo alguien especial, pero solo en los estudios y en las habilidades físicas. De relaciones humanas, solo tenía la experiencia de lo que había hecho siendo Digimon Káiser.

Ken miró a Hawkmon de nuevo sin saber qué hacer. El digimon ave lo comprendió. Bajó la cabeza abatido con la idea de que no había nada que pudiera ayudar a su amiga.

Los gemidos de Miyako se escuchaban un poco más fuerte, cómo si tuviese más dolor del que ya albergaba.

Incómodo, Ken sintió que Woormon pesaba demasiado sobre sus hombros. Cogió al digimon para depositarlo sobre la mesa del escritorio. Él se sentó en la silla compañera al escritorio y miró al bulto para decir unas palabras que seguro que ya estaría cansada de oírlas y que no tendrían efecto alguno.

-Miyakosan no deberías dar importancia a lo que te haya dicho. Tú eres tú, y nosotros te queremos así.

Como era de esperar, no tuvieron efecto alguno. Con un suspiro, Ken buscó con la mirada algo en su habitación que le sirviera cómo inspiración para buscar las palabras qué pudieran reconfortarla. Fue entonces, cuando sus ojos encontraron un libro muy particular. Tras cogerlo, se encontró sorprendido y sin entender por qué ella tenía un libro con modelos de examen de acceso para ingresar en la Tamachi.

-¿Y esto? -le preguntó Ken al ave.

Hawkmon voló hasta situarse sobre el escritorio para tener al humano a su altura.

-Miyakosan ha estado estudiando para poder entrar en la misma escuela que tú. Fracasó el año pasado y ahora estaba intentándolo con todas sus ganas para este año.

-¿Por qué?

Hawkmon miró en la dirección donde su amiga estaba cubierta de pies a cabeza y se arriesgó a contar la verdadera razón que impulsaba a Miyako a estudiar con tanto esfuerzo.

-Porque tenía muchas ganas de ir a la misma escuela que tú.

Ken agrandó los ojos por sorpresa, pero esa sorpresa fue continuada al escuchar un movimiento brusco y la aparición de una desastrosa Miyako en pijama, los ojos completamente hinchados de tanto llorar, sin sus gafas y gritando desesperada.

-¡YA NO! ¡AHORA YA DA IGUAL! -sus ojos se encontraron y Miyako vio cómo Ken estaba estupefacto cómo si no la reconociera. La vergüenza volvió a apoderarse de ella, se cubrió con el cubrecama y volvió a llorar con ganas.

Hawkmon la miró con lástima. Woormon se compadecía tanto del digimon cómo de su compañera humana.

Sin embargo, Ken se acercó hasta la cama cómo si la inspiración le hubiera llegado y tuviera las palabras precisas qué decirle. Sentándose en el borde de la cama, miró aquel bulto con una sonrisa amable.

-Me haría muy feliz si vinieses a la misma chugakkou que yo, así no me sentiría solo.

La respuesta que le dio Miyako es que volviera a agarrar el borde cómo si temiera que él quisiera quitárselo para verla y que viera que él era sincero con sus palabras.

-Es cierto que allí tengo compañeros, pero no son como Daisuke o cómo tú.

Hawkmon miró sorprendido a Miyako dónde había escuchado cómo ella trataba de aguantar el llanto y escuchaba atentamente a las palabras de Ken.

Una mano se alzó y fue colocada sobre aquel bulto cubierto por la ropa de cama y empezó a moverse lentamente, donde Ken trataba de que ella se sintiera mejor con aquella suave caricia.

-Quizás ese chico te dijera cosas feas, pero él no sabe cómo yo que detrás de todo eso, se encuentra una chica fuerte que dice las cosas a la cara y sabe cómo reaccionar a alguien que no quería relacionarse con los demás por todas las cosas horribles que había hecho -recordando aquella vez dónde ella le había dado una buena bofetada para que volviera con Daisuke y los demás para ayudarle en la batalla contra Blackwargreymon. Rió al recordarlo-. Tú no dudaste en pegarme por lo imbécil que era y, aunque no lo parezca, me ayudaste mucho. Me ayudaste a integrarme y confiaste en mí. Esa es la Miyako que yo conozco y la que sigue siendo.

Poco a poco, Miyako se fue descubriendo. Sobre sus ojos hinchados aún habían lágrimas, el rojo aún le cubría sobre el contorno de su nariz y sus mejillas. Estaba muy necesitada de alguien que le diera apoyo físico, por eso, Miyako se tiró sobre Ken para llorar a gusto y a aferrarse a él, creyendo que todo lo que él había dicho, la persona que tanto amaba, era verdad. Fue correspondida con el abrazo de él y cómo la arrimaba y le acariciaba con delicadeza su larga cabellera con una ternura que hacía llorar más a la chica.

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Al día siguiente, Miyako salió de su zona de confort hacia el mundo exterior. Ken la había convencido y también le había prometido que si sentía tanta vergüenza, estaba dispuesto a acompañarla hasta la entrada y a recogerla cuando saliese de clase. Sora se encargaría de cuidarla durante el horario escolar y así Miyako podría verse abrigada por el apoyo de sus amigos.

El tiempo sana las heridas, y aunque eso es un hecho comprobado a nivel universal, también está comprobado que algunas veces necesitan más tiempo del necesario para poder caminar feliz y recordar con calma aquella terrible experiencia.

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Los pétalos de la flor de cerezo caían cómo lluvia sobre los alumnos, indicando otro nuevo año escolar en sus vidas. Muchos eran los sentimientos existentes. La pereza de madrugar más, el reencontrarse con los viejos amigos, la aplicación en los estudios desde el primer día, la vergüenza de ser nuevo y no poder encajar.

Caminando por el paso peatonal en dirección hacia la chuugakkou de Odaiba, todos con sus trajes verde a juego, era lógico que un uniforme gris destacase entre ellos y a ser el centro de atención. Y si además el que lo portaba era un chico muy guapo, no era de extrañar que fuese objeto de admiración entre las chicas y a preguntarse qué hacía cogido de la mano de una chica poco resultona cómo aquella.

Para otros estudiantes, aquella estampa era habitual, ya que se habían recuperado de la sorpresa el año pasado, por lo que estaban acostumbrados.

Miyako caminaba cabizbaja, todavía afectada por las palabras de Katsuya. Todos los días, Ken la llevaba y la traía de regreso, hasta ver que quedaba en buenas manos. El año pasado, Sora había sido la encargada de cuidarla, pero ahora que se había graduado, por suerte, podía contar con Yagami Hikari que empezaba su primer año en la chuugakkou.

Vistos desde fuera, parecía que fuesen pareja, por lo que muchos no podían creérselo. Lejos de todo eso, y a pesar de ir cogidos de la mano, Ken y Miyako no eran pareja oficial. Miyako aún no podía creer que alguien llegase a quererla cómo lo que era, una chica muy directa y sin ningún tipo de encanto femenino. Aunque Ken le había dicho palabras muy amables que la habían animado, la comparación de que la apreciase como a Daisuke, significaba que la veía como una muy buena amiga. La cogía de la mano, y eso tenía que ponerla roja de vergüenza y con esperanzas. Pero había sido ella, que había cogido esa costumbre desde el primer día en que él había empezado a acompañarla. Aquel día que había vuelto a clases, se sentía tan intimidada que inconscientemente, se había escondido tras él. Ken era un año menor que ella, pero aún así, él superaba la media de altura, y con el uniforme de la escuela privada de Tamachi, nadie pensaría que él era un muchacho de la shougakkou. Él la había animado a que no se escondiera, que eso lo haría peor. Y entonces, empezó a caminar a su lado, pero necesitaba sentirse segura cerca de él, por eso, que inconscientemente le había cogido de la mano. Y ahora, el que fueran cogidos de la mano era algo tan natural, que en ocasiones, era él quién se la cogía.

Tras dejarla en compañía de Hikari, Ken le prometió volver por ella tan pronto cómo acabasen sus clases.

Miyako vio su figura marcharse a toda prisa. No pudo evitar pensar que por su culpa llegaría tarde el primer día. Esa preocupación se la compartió a Hikari y a sentirse culpable por dejar que la consintieran de esa forma tan infantil.

-No digas eso, Miyakosan. Él quiere asegurarse de que llegues bien y no vueltas a encerrarte.

-Además, es una buena excusa para saludar a Ken -añadió Daisuke que al igual que Takeru, no se separaban de la dulce Hikari.

-Por cierto, creo que es mejor que lo sepas, pero Katsuya también vendrá a esta chugakkou, ¿estarás bien? -preguntó Takeru preocupado por su amiga.

Claro que no estaría bien. Y su cara no pudo expresarlo de mejor forma.

-Tranquila, Miyakosan. Él está en un curso inferior y será muy difícil que coincidáis. Además, tienes a Ichijoujikun -animaba Hikari-. Y se nota que él te quiere mucho.

-¿Eh? ¿Qué la quiere? ¡¿No me digas que estáis saliendo?! -preguntó Daisuke mirando a la Inoue esperando una negativa.

Daisuke obtuvo un ligero codazo por parte de Takeru por insensible. Algo que Daisuke no entendía. Pero cuando vio cómo Hikari le había lanzado una mirada severa, se angustió de igual manera que Miyako.

Hikari volvió a enfocarse en su deprimida amiga para tratar de animarla.

-Por ahora, lo mejor será que vayamos a ver en qué clase estaremos. Luego, nos reuniremos en el gimnasio -para escuchar el típico y repetitivo sermón anual que el director daba a todos los alumnos.

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La casualidad hizo que durante días y hasta semanas, Miyako tuviera la fortuna de no encontrarse con Katsuya. Ella no lo buscaba, ni ganas tenía en saber en qué grupo estaba exactamente. Quería creer en las palabras que Ken le decía de pasar página y dejar lo sucedido como un malo recuerdo y experiencia para el futuro. Ken le daba esa confianza, que ahora entendía porqué se había enamorado de él. No era solo por ese físico, que tantas chicas enloquecían, sino también por esa amabilidad que Ken portaba y que transmitía a los demás. Se sentía tan segura a su lado, que poco a poco, iba desapareciendo esa angustia por la que había sufrido tanto.

Tras quitar el parche sobre la herida, queda la cicatriz. Hay secuelas, pero ésta acabará por ser una parte más del cuerpo que estarás acostumbrada a llevar. Pero mientras no sane por completo, ésta puede reabrirse. Y eso es lo que sucedió el día en que la casualidad quedó harta de estar presente, y permitió que se diese el reencuentro entre Miyako y Katsuya.

Era un día cualquiera. El verano se acercaba, y los uniformes veraniegos empezaban a verse en los muchachos adolescentes.

Ken estaba ya en la entrada, esperando a Miyako. Aún habían muchos alumnos que lo miraban extrañados de que otro alumno de otra chuugakkou estuviera plantado y a preguntarse a quién estaría esperando. Ken pasaba de ellos. Su atención se basó en cuando Daisuke le había llamado desde la distancia, donde media escuela le había escuchado, y entre aquella multitud, se encontraba Katsuya.

Todos lo reconocieron cuando lo visualizaron. Miyako se escondió detrás de sus amigos con Hikari cómo su guardaespaldas personal. Ken se mantenía en el sitio confuso, donde, cómo alumno ajeno, tenía vedado el entrar en la estancia escolar. Se fijó en cómo un chaval de pinta rebelde con su grupito, se acercaba a sus amigos. Viendo cómo Hikari lo encaraba con todo el valor, donde su hermano estaría orgulloso de ella, se fijó en cómo Miyako se escondía, y Daisuke y Takeru protegían a las dos chicas. No necesitó de su intelecto para intuir quién era aquel chaval.

Con expresión burlona, Katsuya se dirigió a una asustada Miyako, pese a que tendría que pasar por encima de Hikari para que pudiera verla.

-¡Pero mira a quién tenemos aquí! ¡¿Ni siquiera vas a saludar a tu ex?!

-¡Déjala en paz o te parto la cara! -bramó Daisuke crujiendo sus nudillos.

-¡¿Qué pasa?! ¿No me digas que ahora sales con este zoquete? ¡Típico de ti! ¡Esos son los que atraes! -mofándose divertido. Y cómo si aún no tuviera suficiente con la humillación que le había hecho, se dirigió a sus amiguitos-. Chicos, os presento a la chica con la que pensó que tenía una relación. A este bomboncito de delante, no. La chica de atrás que se esconde.

Antes de que los amigos le hiciesen algún comentario divertido, Takeru no pudo soportar qué hablase de esa manera a Hikari. Cogiéndole del cuello, lo amenazó seriamente.

-¡Vuelve a repetir lo que has dicho de Hikari! -su semblante siempre risueño y gentil fue fácilmente transformado, donde Hikari se sintió tan preocupada de que hiciera alguna tontería, que se dirigió hacia Takeru para detenerle.

Pero Takeru no era el único príncipe que no consentía que hablasen de esa manera a Hikari. Daisuke también se metió en el set de amenazas contra Katsuya.

La situación podría haber empeorado, de no ser porque Ken rompió las reglas de no poder entrar a un recinto escolar que no fuese el suyo. Cogiendo la mano de Miyako, se las ingenió para llamar la atención y enfocarse únicamente en la chica, indicándole qué ya era muy tarde y tenían que regresar a casa. Sin esperar palabras, la sacó casi a rastras. Miyako apresuró el paso, para pegarse a él tanto como pudiera, donde la vergüenza volvía a cubrirle.

Y de repente, en la entrada, Ken se detuvo. Con el numerito que habían montado, no era de extrañar que muchos los mirasen de reojo, y otros fingieran hablar de algo importante en el sitio, para tener en primera fila el chisme que correría al día siguiente.

Miyako veía todo eso de reojo y tenía unas ganas tremendas de alejarse de allí. Su soporte emocional, la soltó y la encaró.

El cielo estaba pintado de naranja, y eso hizo que Miyako confundiese el rojo de las mejillas de Ken con el efecto del sol.

Ken le cogió de la mano. Las chicas que estaban por alrededor empezaron a emocionarse. Aquello era el claro indicio de una confesión.

-Nunca pensé que estaría en una situación así. Pero, viéndote allí aterrada, me dije que tenía que decírtelo ya, para que vuelvas a ser feliz. Puedes ser un montón de cosas que a la gente no le gusta, o que eso no te guste de ti misma. Pero a mí me gustan, porque es parte de tu carácter. La de una luchadora que se esfuerza con todo lo que tiene para conseguir sus objetivos. Es verdad que fracasas, pero vuelves a ponerte en pie y lo intentas de nuevo y eso es lo más importante. Haces que la gente saque una sonrisa y tratas de animarla, y eso es algo que yo no puedo olvidar -de su bolsillo sacó su D-Terminal y le mostró un mensaje de texto. Un mensaje que tenía más de un año de antigüedad. Un mensaje que ella le había enviado el día en que Hawkmon había digievolucionado a Aquilamon por primera vez. Miyako lo leyó con la única mano que tenía disponible. La otra, Ken se la tenía sujeta. Con lágrimas, volvió a verle-. Nunca me paré a pensar porqué me enviaste un mensaje tan profundo. Hasta el día en que fui a visitarte por culpa de ese chico. Debo reconocer que tampoco entendía porqué Hawkmon y Sorasan confiaban en que yo podría ayudarte. Lo entendí en el momento en que descubrí que querías ir a la Tamachi para estar a mi lado. Esa noche recordé este mensaje. Me hizo muy feliz saber que tus sentimientos por mí existieran aún sabiendo las cosas tan crueles que hice. En todo este tiempo que estuve contigo, descubrí que no me gusta verte triste y estaba más pendiente de ti que de mí mismo. Te quiero -acariciándole el rostro y apartando gentilmente las lágrimas que caían- y esa es la única verdad que siento por ti.

Miyako lo veía borroso. Las lágrimas y las gafas hacían un doble efecto dónde no podía verle bien. Pero su voz era tan suave y delicada que no necesitaba más. No escuchaba los ánimos de los chicos que le decían que le respondiera a su confesión. Ni tampoco a las chicas emocionadas por semejante declaración tan romántica que muchas soñaban para ellas.

Sonrió entre lágrimas de emoción y no tuvo palabras para contestar, solo el echarse a sus brazos y descargar ese llanto de felicidad de que el amor de su vida fuese correspondido. Eso era un sí, y Ken lo entendió perfectamente. Correspondió a su abrazo, sumergiéndose en el mismo mundo que ella, donde tampoco escuchaba los vitoreo de los que les rodeaban.

En la distancia, Katsuya observaba con cierto desprecio a la recién pareja. Daisuke aprovechó la oportunidad para humillarlo.

-Por si no lo sabes, el chico que se le declaró a Miyako es Ichijouji Ken, un genio en los estudios y en los deportes, incluso es cinturón negro en judo. Ya ves que quiere mucho a Miyako, así que si vuelves a meterte con ella, te dejará fuera de combate en menos que canta un gallo. Así que, ¡AIRE! ¡AIRE! ¡FUS! ¡FUS! -expresaba Daisuke sacudiendo la mano despectivamente para que desaparecieran del lugar cómo si contaminasen el ambiente.

Claro que Katsuya conocía el nombre de Ichijouji Ken y sabían de sus grandes logros, entre ellos, el que Daisuke había mencionado. Los amiguitos no tuvieron ganas de seguir metiéndose con ellos, y a Katsuya solo le quedó insultarles llamándoles locos, cómo si así pudiera desquitarse de aquella batalla perdida, donde nada podría hacer contra la Inoue. Daisuke se mofaba divertido, viéndolos marchar con el rabo entre las piernas. Se jactaba de tal manera cómo si fuese él quién los derrotase, que se había olvidado de su querida Hikari. La chica junto a Takeru observaban a la recién pareja con dulzura.

Hikari no había podido expresar su emoción y alegría por Miyako y a desear que el chico que se le declarara le hiciera una declaración igual de romántica que Ken.

Ella no podría sospechar que el chico con el que estaría en el futuro, se encontraba justo a su lado. Takeru la había mirado con atención, deseando poder cumplir su deseo. Pero esa ya es otra historia.

De esta manera, un Takeru adulto finalizaba el relato de cómo Ichijouji Ken y (ahora) Ichijouji Miyako se habían convertido en pareja.

Hinode se encontraba dormida en brazos de Hikari. Patamon, Tailmon y Yukipoyomon estaban arrejuntados, durmiendo como si fueran una familia digimon feliz. Y Sora con una Piyomon dormida en sus brazos, los observaba con dulzura cómo si pudiera ver aquella escena tan tierna con sus propios ojos.

Los grandes ojos almendrados de Minami se habían quedado fijos y atentos a las palabras de Takeru. Se encontraba sorprendida y emocionada por lo que su madre había pasado, y cómo su padre había ido como un príncipe de cuento a rescatarla. Tenía unas ganas tremendas de que su relación fuese llevada a la gran pantalla para poder verla. Imaginarla, ya no era suficiente. Se ajustó aquellas grandes y viejas gafas que habían pertenecido a su joven madre.

Tuvo una ocurrencia.

Se las quitó por si podía atisbar algún indicio que la llevaran a aquella época en que su madre lo había pasado tan mal. Pero cómo sufría de una severa miopía lo que vio, fue todo borroso. Se las volvió a colocar y miró el piso. Empezó a balancear las piernas. Puede que fuese más alta que el promedio de niñas, pero el sofá de la casa Ishida era tan alto que le permitía hacer ese gesto infantil.

-¿Y al final mamá consiguió entrar a la Tamachi para estar con papá?

-No. Ya no era necesario que entrase a la Tamachi, porque, aunque estuviesen en escuelas distintas, pasaban mucho tiempo juntos -contestó el propio Takeru-. Aunque sí que consiguió ponerse el uniforme de Tamachi.

Ante la confusión de la niña, Hikari se apresuró a aclararlo.

-Durante el festival del Tamachi, tu padre invitó a tu madre. También a nosotros por supuesto. Su clase había hecho una especie de tienda de cosplay, donde todos los visitantes podrían ponerse el uniforme de Tamachi por unas horas.

-Seguro que Miyakochan tendrá alguna foto guardada con Ichijouji de ese momento -dijo Sora, acariciando a su digimon, quién entre sueños, las recibía encantada.

Minami volvió a mirar el piso. Y otra duda más preocupante acudió a su mente.

-¿Y cómo sabes todos los detalles entre papá y mamá? Quiero decir, lo que le dijo papá en su habitación y todo eso.

-Eso… Verás… -empezaba Takeru rascándose la cabeza.

Minami pensó seriamente que habrían instalado cámaras y micrófonos en la habitación de su madre cuando era soltera, que casi le da un ataque de que sus amigos fuesen tan indecorosos.

-Miyakosan nos lo contó tantas veces que acabamos por sabérnosla de memoria -explicó Hikari con una sonrisa nerviosa.

Minami resopló con fuerza. Su madre siempre hablando de más. Como ella. Pensó con una pequeña sonrisa.

-Honestamente -empezó Sora-, es más atrayente para tu novela romántica la historia de Ichijouji y Miyakochan, que la nuestra. Al fin de cuentas, ellos llevan más de veinte años juntos. Y eso que fueron a chuugakkous, koukous y universidades distintas.

-¿Mi madre fue a la universidad? -preguntó Minami sorprendida.

Ante la respuesta afirmativa de los adultos, Minami siguió preguntando sobre si se había graduado y en consecuencia si había obtenido un trabajo. Los tres mayores contestaban positivamente a todo lo que decía. Entonces, Minami no entendía porqué su madre se había quedado de ama de casa, en vez de seguir con el trabajo. Ella era muy ingenua para entender qué las cosas de los adultos no resultan tan simples cómo los niños piensan.

La respuesta que le dio la señora de la casa la dejó sin palabras.

-Tu madre había quedado embarazada de ti. Es cierto que eso es natural en la mujer. Pero a veces hay gente tan mala, que no les gusta cierto aspecto en sus trabajadores, porque desea explotarlos y estén entregados al trabajo. No a su vida privada. Por eso, cuando el jefe de tu madre se enteró de que estaba embarazada de ti, le dio a elegir, o tú o el trabajo. Por supuesto, tu madre te escogió a ti. Porque te ama y eres alguien nacido del fruto del amor con la persona que tanto ama.

Minami empezó a agitarse y a llorar en silencio.

Recibió el consuelo de los dos adultos que tenía a su lado, mientras que ella se culpaba por haberle dicho cosas tan horribles a su madre. Ella estaba de ama de su casa por su culpa. Porque la había tenido. Porque la quería.

Hinode se había despertado y buscó a la más joven de los humanos con ánimos de jugar con ella. Su risa grácil despertó a Patamon, a Tailmon y a YukiPoyomon.

En ese momento, llegaban Nat, Aki y los digimon de los recados. Akito saltó de alegría al ver a su tío querido. Nat dejó las bolsas de la compra sobre la mesa y se acercó a los mayores. Vio cómo Minami parecía no parar de llorar, así que le preguntó si estaba bien. Aki también se enfocó en ella, dándose cuenta de sus lágrimas. Se acercó a ella para tratar de animarla. Minami sonreía agradecida. Mirando a los dos pequeños, tímidamente habló.

-Takerusan, podrías… ¿Podrías llevarme a casa?

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El coche se detuvo enfrente al piso donde vivían los Ichijouji. Durante todo el camino, Minami no había apartado la mirada de su Poromon. Él dormía feliz en su regazo al saber qué volvían a su casa, a su verdadera casa. No advertía que ella tenía miedo y vergüenza.

¿Cómo reaccionaría su madre cuando regresara?

¿Y su padre?

Esperaba que mantuviese su cara amable y no le gritara por haber hecho sufrir a su madre. Nunca lo había visto enfadado y tenía miedo de que con su acto infantil y caprichoso, hubiese accionado algún botón sin querer.

Lo que no se esperó es que tuviera que enfrentarlos en la propia entrada del portal. Allí estaban ellos dos arropados por Hawkmon y Woormon. Su padre tenía a su madre entre sus brazos, sujetándola fuertemente, mientras que su madre una cara de disgusto, donde la pequeña era el vivo retrato de su madre en aquel momento.

Takeru se encargó del pesado equipaje de la niña, mientras ella se dirigía hacia ellos lentamente.

La madre de Natsumi se había ocupado de avisarles para decirles que regresaba, pero no se imaginaba que estuvieran ya abajo, esperándola.

Su madre se desprendió de los brazos de su padre. Se acercó a ella más apurada que ella misma. Pero las dos se detuvieron al unísono cómo si estuvieran sincronizadas y viesen la barrera imaginaria que les impedía juntarse.

Minami veía a su madre con miedo, pero con ganas de disculparse por haberle dicho que la odiaba.

Pero las palabras no salían.

Miyako veía a su hija con miedo, sin saber cómo disculparse por la bofetada que le había dado.

Se había quedado muda.

Ambas, madre e hija explotaron al unísono en un llanto incontenible y a abrazarse cómo si alguien las fuera a separar. No hubo palabras, solo el llanto que indicaba lo felices que estaban de verse nuevamente.

Ken, Hawkmon y Woormon sonrieron ante esa escena, se acercaron a ellas y las abrazaron conjuntamente, donde habría sido la mejor foto si alguien se la hubiera sacado. Aunque faltaban miembros de la familia. Los pequeños Osamu y Ryu y sus digimomns, Minomon y Leafmon.

Takeru miró por inercia al piso donde vivían, esperando que cómo el resto de los vecinos saliesen para husmear. Osamu estaba también entre los curiosos, pero algo en su rostro alarmó a Takeru.

-Patamon, mira.

Patamon hizo lo que le pidió, pero allí no había nada que pareciera tan preocupante como el tono de su amigo parecía indicar.

-¿El qué?

El pequeño Osamu había vuelto adentro de la casa, por lo que quedaba Takeru cómo único testigo de aquella expresión tan familiar que pensó que tuvo que ser su imaginación. Recordaba que el pequeño Osamu era un chico ejemplar y muy aplicado en los estudios, por lo que no podía existir en su cara la expresión odio y desprecio muy semejantes a las que tenía Ken cuando era Digimon Kaiser.

Tenía que haber sido su imaginación.

Era muy tarde y no había dormido muy bien la noche anterior al tener unas terribles pesadillas donde había visto como su hermano mayor moría.

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El pequeño Osamu tan ejemplar, tan obediente y tan aplicado, se encontraba en el interior de la casa, irritado y albergaba un sentimiento de odio hacia su hermana mayor.

Él se encontraba en casa, solo, cuidando a su hermano pequeño, cumpliendo las expectativas de sus padres, y en cambio, sus padres solo estaban pendientes de la fugada de su hermana mayor. La que todo lo hacía al revés, la que no ayudaba en casa, la que sacaba notas justitas, la que más problemas daba.

A él, pese a que hacía todo que enorgullecería a sus padres, nunca le habían alabado ni felicitado.

Una sombra cubría su pequeño cuerpo, mientras observaba a su hermano pequeño dormir. Minomon y Leafmon dormían tranquilos a su lado.

Solo estaba aquella luz dentro de la casa, y en el pasillo a contraluz, se encontraba el objeto del crimen que indicaría el presagio que llevaría al horror a la familia Ichijouji.

El juguete favorito de Ryu, "Tereru" se encontraba partido en dos, cómo si alguien lo hubiera roto a propósito.

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El misterio del juguete roto quedó como en un accidente de que había caído sin querer. Aunque Ken, con sus dotes detectivescos veía que no era así. Pero tampoco quería sospechar que alguien de su familia lo había hecho. Ken se había puesto la venda sobre los ojos para tapar aquello y cubrirlo como un accidente. Si hubiese sido más neutral, podría haber visto que su hijo Osamu estaba cambiando demasiado y a tener sentimientos negativos como los había tenido él de joven.

Pero con su hija de regreso y ver que Miyako estaba mucho mejor, solo pensaba en esa felicidad.

Era cierto que ambas, madre e hija todavía no se habían disculpado formalmente, aunque se notaba por su mirada que querían hacerlo. Pero sentían tanta vergüenza, que al final las llevaba a callarse y dejarlo para el día siguiente. Ken las conocía tan bien cómo ver que eran tal para cual.

Los progresos que había hecho Minami eran tan grandes que podía ver cómo Miyako la observaba como si no la reconociera.

Hacía la cama, comía aquella comida que le disgustaba sin protestar, y la ayudaba con Ryu. Miyako lucía tan asombrada que no tenía palabras para expresarlo. Ni tampoco para esas disculpas que ella también tenía que decir.

Entonces, un día que Minami regresaba de comprar otro juguete que pudiera sustituir al perdido "Tereru", al llegar a casa, se encontró con su madre hablando animadamente a través del Skype.

La voz animada y chillona al otro lado, le hizo pensar que su madre estaba hablando con Momoko. Pero el matiz de madurez y no tan infantil, le hizo ver que no podía ser ella. Se trataba de Mimi, la verdadera madre de Momoko.

Su madre hablaba animadamente con la madre de Momoko, como si fueran íntimas amigas. Esa amistad que creía que tenía ella con Momoko. Y eso la entristeció. De pronto, la niña escuchó su nombre de la madre de Momoko, y Minami no tuvo más remedio que afinar el oído para saber lo que contaban de ella.

-¿Es cierto que se escapó de casa? Momochan me lo contó.

-Sí. Pero regresó a casa el otro día. Además, está muy cambiada. Se nota la influencia de Sorasan -añadía con un matiz de tristeza, dándole más razones que ella no era buena como madre.

-Pero, Miyakochan, Momochan me dijo que se marchó porque le pegaste, ¡¿es cierto eso?! -preguntó con un tono tan acosador que intimidó a Miyako.

-Sí… -reconoció-. Sé que no debí hacerlo, pero estaba tan estresada y me dolió tanto lo que decía que…

-¡ESO NO ES EXCUSA! -bramó Mimi- ¡¿CÓMO PUDISTE PEGAR A TU PROPIA HIJA?! ¡¿NO SABES QUE ESO ES DELITO?!

-Ssí… Pero solo fue una bofetada… Y…

-¡UNA BOFETADA ES UNA AGRESIÓN! ¡EN SERIO MIYAKOCHAN QUE NO ME LO ESPERABA DE TI! ¡Hay que controlarse y tratar de hablar con ellos, no de pegarles! ¡Realmente, no lo entiendo!

-¡Ya te dije que estaba estresada y estaba diciéndome cosas horribles!

-¡Diga lo que te diga, hay otras maneras! ¡Yo nunca pegaría a mis hijos como tú!

La presunción que había detrás de aquellas palabras, hizo que Miyako estallara.

-¡ASÍ LOS TIENES DE CONSENTIDOS, SOBRE TODO MOMOCHAN! ¡CADA DÍA QUE LLAMABA A YAYOI PARA SABER DE MI HIJA, ME CONTABA CÓMO TU HIJA INFLUÍA NEGATIVAMENTE EN LA MÍA CON SU MANERA TAN LIBERAL QUE TIENE DE VIVIR LA VIDA! ¡¿QUÉ ES ESO DE CONSIDERAR A SU MADRASTRA COMO SU ASISTENTA?! ¡¿CÓMO PUEDE TU HIJA MIMADA EN TRATARLA COMO BASURA?! ¡MI HIJA SE LARGÓ DE ALLÍ POR CULPA DE TU HIJA! ¡PORQUE NO LA SOPORTABA! ¡PORQUE NADIE LE DA UNA BUENA BOFETADA PARA QUE RECAPACITE!

-¡Por lo menos mi hija no se fue de casa por culpa de su incompetente madre! -atacó Mimi con demasiada sinceridad.

A veces las palabras duelen más que el dolor físico. Miyako lo había aprendido con su hija, pero no se esperaba que Mimi le diera dónde más le dolía. Reconocía que ella también había hablado de más. Pero, aquello le estrujaba el alma y el corazón. Sin decir nada, cortó la comunicación de golpe, poniendo así punto y final a su amistad con su adorada Mimi.

Desde su sitio, Minami vio cómo su madre había empezado a llorar. Quiso entrar para consolarla y decirle que la bofetada ya la había olvidado y ya la había perdonado…

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-¡Despierta! ¡Minamisan, despierta! -Minami era despertada con movimientos suaves. Su amiga Misato se encontraba frente a ella, observándola con preocupación.

Minami se estiró y Poromon se cayó de su regazo. El digimon sufrió algo de daño y Minami se disculpó inmediatamente. Al fijarse en su alrededor, recordó dónde estaban y la razón de porqué estaban en el medio de la nada.

Sus padres habían sido secuestrados por digimon. Tras ese trágico suceso, se había decidido que para rescatar a sus padres tenía que pedir ayuda a Gennai.

Gracias a las hermanas Izumi habían descubierto que sus padres no estaban secuestrados en el Mundo Digimon, sino en otro mundo distinto y nuevo, el cual era imposible acceder. Sin embargo, había problemas para comunicarse con Gennai. Y había otro más importante, todas las puertas que accedían al Mundo Digimon se habían cerrado de repente. Nishijima Daigo, antiguo Niño Elegido, y otra persona que había ayudado mucho a sus padres, había trabajado arduamente con el gobierno de asuntos digimon, el cual era presidido por Yagami Taichi, para abrir aunque fuese una puerta. Y lo habían conseguido, pero solo unos cuantos dispositivos habían reaccionado. La de los hijos de los elegidos que tenían entre ocho y doce años. Según el razonamiento de Izumi Kazumi, la hija más pequeña de Izumi Koushirou, aseguraba que debido a la inestabilidad del Mundo Digimon, éste sólo aceptaba a niños pequeños pero que tuvieran un gran vínculo con el Mundo Digimon. En otras palabras, ellos cómo eran los hijos de los elegidos, habían sido los elegidos para ir al Digimundo.

Algo que Minami no entendía muy bien. Lo único que entendía es que se encontraba con demasiados machos para liderar el grupo.

Yagami Tojiro y Motomiya Musuko discutían continuamente sobre el camino a seguir.

Pese a que todos ellos estaban cansados de visitar el Mundo Digimon, era cierto que lo veían diferente. Todo parecía haberse revuelto cómo cuando deshaces las piezas de un puzle y las colocas donde no corresponde.

Los únicos con sentido común para intervenir y calmarlos eran Ishida Isaki y Hida Misato. Ishida Takeshi se encontraba lanzando pullitas a su primo y a Musuko. Izumi Kazumi con su portátil INV último modelo, trataba de conseguir información que pudiera orientarles. Kido Shin enfrentándose al hermanastro que nunca había conocido, Ford Satoshi, quién se mofaba de tener un hermano tan inútil y tan cobarde. Luego, apartados del resto, como si estuviesen marginados, estaban Ishida Natsumi y su hermano pequeño Akito.

Minami los observó con pena.

Hacía unos días ellos habían perdido a su padre. Cuando se había marchado de la casa de los Kido, Natsumi la había acogido amablemente sin decir palabra. Se había portado tan bien, que empezaba a verla con otros ojos y a considerarla como una buena amiga en quién confiar.

Sin embargo, ahora ella había desarrollado una naturaleza solitaria donde no aceptaba a nadie salvo a Pyokomon, Tsunomon y su hermano pequeño, que sujetaba como una sanguijuela. Su única ocupación era ellos. De vez en cuando, aceptaba la compañía de sus primos Isaki y Takeshi. Pero ellos, sabían cuando alejarse, respetando el espacio que ella quería. La propia Minami había tratado también de acercarse y de consolarla cómo Nat había hecho cuando ella lo había necesitado, pero la mirada de odio que le había lanzado, culminó con todos sus esfuerzos.

Y el más pequeño, Aki. Si decir que su hermana había cambiado, Ishida Akito era el que más cambiado estaba. Entre sus manos siempre estaba Tsunomon, nunca lo había visto sin él en todo lo que llevaban en el Mundo Digimon. Su mirada risueña que le había transmitido bondad y ternura habían desaparecido, para tener unos ojos tristes que siempre miraban al suelo. Cuando Nat dormía, sus primos Isaki y Takeshi, por turnos, se encargaban de cuidarlo, como si necesitase que alguien lo vigilara las veinticuatro horas.

En el tiempo que había estado en la casa Ishida, había visto cómo Aki adoraba tanto a su padre, que era algo tierno y adorable. Era lógico que tras perder al padre que tanto adoraba y siendo tan pequeño, empezase a desenvolver algo sospechoso. Además, poco después, su madre había sido secuestrada y había sido arrastrado contra su voluntad hacia el Mundo Digimon con la obligación de rescatarles. Demasiadas cosas trágicas para un niño pequeño.

-Minamisan -pronunció Poromon aleteando a la altura de sus ojos-. Osamusan vuelve a mirarte con odio.

La niña volvió a estremecerse. Al mirar en dirección a su hermano, se lo encontró más atento a ella que a la discusión entre los hijos de los antiguos líderes.

Minami tragó saliva.

Su mente continuó dónde su sueño lo había dejado, recordando muy bien lo que había pasado.

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…Quiso entrar para consolarla y decirle que la bofetada ya la había olvidado y ya la había perdonado, pero una mirada penetrante la estremeció de pies a cabeza. Al girarse, se encontró con su hermano pequeño mirándola fijamente. En medio de la oscuridad, con sus ojos iluminados por la luz natural del sol, daba tanto miedo que cuando se encaminó hacia ella, empezó a temblar.

Osamu se paró entre la puerta entreabierta, observando a su madre llorar amargamente y luego volvió a mirarla. Soltando una mueca despectiva, murmuró.

-La haces llorar y aún te quiere -continuando con su camino.

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El deje de envidia y odio habían sido tan palpables culpándola de aquellas lágrimas, donde en aquella ocasión no eran culpa suya.

Desde aquel día, se había sentido aterrada de su hermano pequeño. Pero cómo frente a sus padres actuaba como buen chico, si dijese algo, quedaría como una mentirosa. Poromon se había percatado de ello desde que habían llegado al Mundo Digimon, a lo que Minami tuvo que contarle que cuando estaban asolas, su hermano, no sabía por qué, le lanzaba esas miradas tan llenas de odio que daba miedo.

Ichijouji Osamu había llegado a un punto en que incluso culpaba a su hermana mayor del secuestro de sus padres.

Cuando Minomon digievolucionase al último nivel, se las haría pagar.

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Angustia.

Eso era lo único que sentía Koushirou desde su sitio.

Estaban encarcelados.

Estaban en un mundo desconocido.

Y no tenía los medios necesarios para investigar dónde estaban y cómo salir.

Nuevamente, esa sensación de angustia.

Le tocaba hacer guardia junto a Iori y sus digimon.

Iori aunque se mantenía en calma, seguro que por dentro quería explotar.

Tentomon y Armajimon se encontraban alertas frente a la puerta y explorando alguna forma de destruir aquella verja de material desconocido y más dura que el metal más resistente del mundo.

El resto dormía y descansaba, o trataban de hacerlo.

Y él, otra vez, angustiado porque estaba apartado de las necesidades básicas para poder ayudarles.

Sintió cómo alguien le tocaba el hombro.

-Hora del cambio de guardia -le dijo Taichi con una sonrisa junto a Daisuke y sus digimon.

Iori asintió y con Armajimon regresaron a su rincón. Su lugar de confort por así decirlo. Armajimon quedó frito al instante.

Koushirou los imitó, así como Tentomon que también se durmió al instante, a lo que el pelirrojo sonrió. Quizás de todos los digimon, Tentomon era el que más se esforzaba en buscar alguna debilidad en aquella verja de extraño material para poder salir. Todo por él.

La verdad es que pocos seres eran capaces de tenerlo tan idealizado y esforzarse por hacerlo feliz o de escucharle atentamente.

Apoyando su cabeza sobre la fría pared, Koushirou recordó a su esposa y lo inquieta que estaría. Seguro que no tendría el ánimo de abrir la tienda que tanto había soñado tener, sin poder ofrecer una sonrisa dulce cómo sus creaciones únicas.

Ella había sido su salvación en lo que amor se refiere. Pues, antes de ella, había estado enamorado de Tachikawa Mimi a la que se le había confesado y con la que había tenido un cruel rechazo.