PROEMIO · Vida de color de rosa

-¡Felicidades, Sora! -había expresado Mimi maravillada y sintiéndose más emocionada que la propia protagonista del evento nupcial.

Era 24 de diciembre. Día de Nochebuena a nivel global, pero por encima de todo eso, ese día se celebraba la boda de su mejor amiga con Yamato. Era una boda muy especial porque se celebraba en el Mundo Digimon. La primera boda humana que se celebraba en ese mundo poblado por seres digitales tan distintos como idénticos entre sí.

Yamato y Sora lo habían decidido así. Y lo celebraban con poca gente, pero muy importante para ellos: sus padres y sus amigos digielegidos y sus respectivas parejas (aunque la gran mayoría eran los digielegidos). Según ellos, Taichi y los demás representaban una parte muy importante en sus vidas y los que habían hecho que se conocieran más y llegar a ser la feliz pareja que era. Además, los padres de Taichi y el resto también habían ayudado mucho, que no podían dejarlos de lado.

La recepción la habían llevado a cabo en el mundo humano, pero lo que era la fiesta y la comida, sería en el Mundo Digimon.

Gracias a que Koushirou había conseguido hace unos meses que todos los humanos (aunque no tuviesen compañero digimon) pudiesen entrar en el Mundo Digimon, los padres de los elegidos podían pisar ese mundo que sus hijos no paraban de hablar. La primera impresión fue la de estar perdidos y sin saber hacia donde dirigirse. Todo lo contrario a sus hijos, que parecía que el Mundo Digimon fuese como su segunda casa. Eso los hacía sentirse orgullosos, porque la sola idea de que unos niños de alrededor de diez años, llegasen a un mundo desconocido donde eran atacados continuamente por monstruos peligrosos y sobrevivir, era digno de admiración.

Gennai los había estado esperando en el punto de encuentro junto a los digimon que habían prestado su ayuda a Taichi y los demás. También estaban el resto de las copias de Gennai, representantes de cada país. Gracias a que todos iban con un look de ropa distinto, podían diferenciarse unos de otros. Lo más divertido es que sin decir quién era cada quién, cada versión de Gennai iba vestido acorde al país del que se hacía cargo. Como por ejemplo, Jackie que iba vestido con ropa tradicional china o Ilya que iba vestido de pies a cabeza con el traje tradicional ruso, donde parecía más un soldado que un invitado a una boda.

Daisuke había querido jugar a las adivinas con la intención de quedar "guay" ante Hikari, sin saber que ella se encontraba más ansiosa ante la declaración que ese día le iba a hacer Takeru. Sora se lo había comentado el día que en que le había llevado la invitación de bodas. La mayor viéndola en medio de la desesperación y la incertidumbre, no había podido callar y le había revelado las intenciones de Takeru en confesarse en aquel día.

El día iba transcurriendo. Se notaba que todos se lo pasaban muy bien. Incluso Koushirou se lo pasaba en grande, pese a ese temor que había tenido desde el día anterior por tener que encontrarse y pasar todo un día con Mimi y asomar una mala cara en medio de un evento tan importante para sus dos amigos. El pelirrojo estaba más emocionado de que su madre y Keiko hiciesen tan buenas migas que no podía parar de contemplarlas. Keiko era una muchachita que hace tres años había sido victima de las manipulaciones de Oikawa. Los sucesos posteriores y con la ayuda de Iori al organizar las reuniones semanales, tanto ella como el resto de niños que habían sido víctimas del engaño, todos vivían felices y con un compañero digimon. Tentomon le decía que veía a Keiko con mejor aspecto desde que eran pareja. Y Koushirou no podía más que confirmarla, viendo como su novia estaba tan feliz que el pelirrojo solo podía contemplar lo que veía embobado. Por lo que era imposible acordarse de su primer amor fracasado. Y Mimi tampoco se había acordado de él.

La chica había llegado tarde a la recepción, por culpa de un retraso que había tenido su vuelo. Al menos, había podido llegar a tiempo para ver la escena donde formalizaban a Yamato y Sora como marido y mujer. Aunque había tenido que presenciarlo con solo Palmon a su lado. Sus padres y su novio no habían podido asistir. Su madre había cogido la gripe y su padre se había quedado con ella para cuidarla. Y su novio…

Su novio Michael era un digielegido desde el comienzo del siglo veintiuno. Mimi lo había conocido a las pocas semanas de haberse mudado a Estados Unidos. El destino había hecho que coincidiesen como compañeros de clase y habían congeniado tan bien, que habían empezado a hablar de sus cosas más íntimas y a descubrir que él era otro Niño Elegido. El mismo destino que los había juntado, había querido que también Michael pudiese estar y pasar tiempo con su compañero digimon en el mundo humano. Un digimon de tipo anfibio que recibía el nombre de Betamon.

Mimi se sentía tan emocionada y contenta con él, que su amistad había ido haciéndose más profunda. Tanto que podría considerarse que eran pareja, antes de que se hiciera oficial. Siempre se la pasaban juntos y a excepción de cuando Mimi regresó por un año a Japón, habían sido inseparables.

Sin embargo, la sorpresa que había tenido Mimi cuando había conocido a Michael, era el descubrir que era el hijo de la gran estrella de Hollywood, Michael Ford Senior. Éste se había retirado del cine hace poco, para dedicarse enteramente a su familia, donde ahora Michael Junior había recogido el testigo y seguía los mismos pasos que su padre.

El joven Michael había demostrado que poseía el mismo talento actoral que su padre. Pese a su juventud, se había ganado que productores y directores quisieran contratarle para sus series o películas y poseer una amplia carrera en comparación con su padre durante su juventud. Además, poseía un increíble carisma que junto a su gran atractivo lo hacían muy popular en el sector femenino. Esa popularidad no había disminuido cuando hace unos meses se había dado la noticia de que se había convertido en la pareja de Mimi. Mimi era tan bonita y encantadora, que incluso gustaba a las chicas. Eso lo habían visto el día en que había debutado en un anuncio de bebidas junto a Michael. Gracias a aquel anuncio, Mimi había tenido la oportunidad de aparecer como invitada especial en algunos programas de sociedad.

A pesar de que la chica tenía la agenda llena por culpa de los eventos navideños, los había cancelado para asistir a la boda de su mejor amiga. Todo lo contrario a Michael, que no había podido cancelar esos proyectos, por mucho que se lo pidiera a su representante.

Aunque Mimi había llegado tarde a la recepción y se encontrase sola con Palmon, al llegar al Mundo Digimon, tuvo para entretenerse al saludar a Ogremon o a los digimon que llevaba mucho tiempo sin ver. También aprovechó casi toda la fiesta para hablar amenamente con Miyako. Llevaban tantísimo tiempo sin verse, que un día no sería suficiente para ponerse al día. Cuando Mimi se fijó en que Sora había dejado de hablar con Jou, aprovechó el momento para felicitarla como era debido, antes de que otra persona se le adelantase.

-Gracias, Mimichan -respondía Sora tan feliz que parecía brillar con luz propia.

-¡Te ves fabulosa! ¡Y tú también, Piyomon!

Al igual que su compañera humana, Piyomon iba vestida casi a juego como su compañera humana. Incluso llevaba un tocado de flores sobre su cabeza que la hacían ver tierna y encantadora.

-¿A qué sí? ¡¿A qué Sora está guapísima?! -afirmaba Piyomon quizás más emocionada que la propia Sora. Mimi no podía negar lo tan cierto que era. Se decía que las novias siempre estaban radiantes en el mayor momento de sus vidas y Sora era el claro ejemplo.

-Aunque -contradecía Mimi colocando un dedo sobre su mentón mirando a Sora con detenimiento-, yo me hubiera decantado por el traje occidental. Son más bonitos y hay muchísima variedad. Así que no perderías tu identidad. ¿No crees lo mismo Palmon? -buscando la opinión de su compañera digimon.

-Sí, estoy de acuerdo. No creo que a ti te quede bien el traje tradicional japonés -refiriéndose a Mimi-. Te verías muy sosa.

-Es que ese es el problema de los trajes tradicionales japoneses -comentaba Mimi. Luego se dirigió a su amiga, como si quisiera rectificar-. No te ofendas, Sora, pero yo creo que el traje occidental con un escote de palabra de honor, la gasa cayendo sobre la falda y unos guantes hasta el antebrazo, estarías súper guapísima. Vi uno el otro día y no pude evitar imaginarte en él. ¡Eso! -exagerando un poco la voz, como si se le hubiera ocurrido una gran idea que ya no podría llevar a cabo- ¡Podría haberte regalado el traje de novia! -exclamó con pena.

-Esto… Mimichan… Ya te dije que no necesitábamos regalos costosos…

Sora hablaba con un nudo en la garganta. Aunque las palabras de Mimi no iban con mala intención, la habían ofendido mucho.

El traje que Sora llevaba y que iba a juego con el de Piyomon, lo había diseñado y confeccionado ella misma. Por lo que las palabras de Mimi la incomodaban bastante.

Sora tenía muchos sueños grandes que quería compartir y vivir con Yamato. Entre ellos, estaba el tener hijos. Pero para poder cumplir ese sueño tendrían que esperar unos cinco o seis años. Así que debía seguir siendo paciente y centrarse primero en su carrera y posteriormente, conseguir un trabajo relacionado con la moda.

Otro de sus sueños que tenía desde los dieciséis años, era la de casarse con Yamato. Aunque habían sido muy jóvenes cuando habían empezado como pareja, y Yamato había sido su primer amor y novio, ella no tenía duda alguna de que quería pasar el resto de su vida con él. Quizás fuese una ilusa e infantil al pensar de esa manera, pero sentía que Yamato era su persona destinada. Su sueño de casarse con él se había materializado ese día. Eso la había llevado a poder cumplir otro de sus sueños. El poder llevar un traje de bodas hecho por ella misma.

Desde que había decidido que quería dedicarse a la moda tradicional japonesa, inmediatamente, se le había ocurrido lo fantástico que sería llevar un traje único y diseñado por ella misma. El querer hacer ese sueño en un lapso corto de tiempo de cuatro meses, había conllevado a que apenas durmiese y descansara. Pues también tenía que estudiar para los exámenes de acceso a la universidad y ayudar a Yamato con los preparativos de la boda. Su novio, ahora marido, había protestado de que se estaba exigiendo demasiado. Sobre todo, cuando había descubierto que estaba haciendo también un traje para Piyomon y Gabumon.

Piyomon viéndola diseñar su traje de bodas, había expresado sus ganas de ir vestida igual de guapa que ella. Sora no se lo había pensado dos veces en confeccionarle uno. Y cuando Gabumon había manifestado su envidia de que la digimon de la novia fuese bien arreglada, Sora decidió en hacerle un traje para él también. Los dos digimon hablaban inocentemente ilusionados de poder llevar algo único y bonito y que fuese a juego con el de sus compañeros humanos. Y con esa misma inocencia, sin pensar en lo duro que sería para Sora, los dos digimon habían argumentado en que debería hacerle un traje para Yamato también.

Y lo había conseguido. Sin embargo, la crema de manos ni ningún maquillaje, podía disimular los pinchazos y las ampollas que Sora tenía y que Yamato las notaba al tocar sus manos. Por no hablar de las exageradas ojeras que estaban ocultas por el maquillaje. Sora estaba convencida de que porque ese día era especial, Yamato se estaba conteniendo. Y tan pronto como estuviesen asolas y tranquilos, le llamaría la atención por sobre esforzarse tanto por culpa del capricho de su digimon y del de Piyomon.

Por lo que, escuchar esas palabras de boca de Mimi la hacían sentir muy mal y a recordar las incontables noches en vela que había pasado y la inquietud que había sentido si los trajes no quedaban bien. Era un día muy especial para Yamato y para ella, y si fallaba y llevaban trajes horrendos, se hundiría tanto que perdería la confianza en sí misma en poder dedicarse a la moda en un futuro. El apoyo de Yamato y de los dos digimon habían sido relevantes para ella. Pues ahora que lo pensaba con la cabeza fría, diseñar un traje de bodas tradicional se decía muy simple, pero era una confección muy compleja incluso para los profesionales. Además, si se encontraba estresada entre los estudios, el poco tiempo que tenían para la celebración y los preparativos, era normal que empezase a pensar en negativo. Por eso, agradecía infinitamente su apoyo. Gracias a ellos, había logrado cumplir otro de sus sueños y aunque los trajes no fuesen perfectos, no estaban tan mal hechos.

-Pero seguro que hubieras quedado mejor con el traje occidental -seguía insistiendo Mimi en que el traje que llevaba no era el adecuado para verla completamente hermosa.

-¡Pues yo no estoy de acuerdo! -interrumpió Piyomon molesta.

Veía cómo Sora asomaba un aura de depresión. Piyomon había comenzado a conocerla muy bien para imaginarse lo que estaría pensando. Aquellos días tan pesados, que Sora disfrazaba con una sonrisa de que todo estaba bien. Pero que por la noche, a pocos días del evento, su amiga empezaba a perder la confianza en sí misma, era algo que Piyomon había sido testigo. Sabía que sola no podría animarla, por eso que se lo había confesado a Yamato y a Gabumon para contar con su ayuda para que entre todos pudiesen hacer que se sintiera bien.

Que ahora viniese Mimi a destrozar todo el gran trabajo que Sora había hecho, resultaba molesto. Y sabía que Sora no le diría nada en su defensa para no herirla, a pesar de que estaba siendo herida por la persona que no quería herir. Era algo muy contradictorio que no tenía sentido.

-Eso es porque no la viste con los trajes occidentales -y Palmon también insistía en la misma idea de Mimi, como si ambas formasen una conspiración para hacerle creer que el traje occidental le sentaría mejor que el tradicional que había hecho.

-El traje tradicional es lo que mejor que le sienta a Sora -defendía Piyomon fervientemente-. Ella es una mujer muy sencilla y la sencillez es uno de sus puntos más atractivos. Hasta Yamato lo dijo. De hecho -mirando ahora a su amiga con una amplia sonrisa con intención de animarla-, creo que Sora jamás podrá olvidar la cara que puso Yamato en cuanto te vio vestida con el traje de bodas, ¿verdad?

Las mejillas de Sora se encendieron y adoptó una tierna imagen.

Jamás podría olvidar la expresión de embobado que había puesto su marido cuando la había visto llegar acompañada de su padre. La cara de asombro de Yamato había sido tan descarada que había necesitado que Gabumon y Takeru le dieran un codazo para que mantuviera la compostura. Pero es que literalmente, lo había dejado sin habla. Él mismo se lo había confesado entre susurros acompañado de una capa de rojo cubriéndole las mejillas. Su comentario de que nunca la había visto tan guapa como hoy, era algo que Sora había grabado con fuego en su memoria.

-¡¿En serio?! ¡Espero que alguien lo haya grabado en vídeo para poder meterme con él después! -decía Mimi entre risas.

Con aquello, el tema del traje de bodas quedó en el olvido, y las dos amigas volvieron a hablarse con naturalidad. Sólo hasta cuando Yamato solicitó la presencia de Sora para saludar al resto de invitados, que tuvo que despedirse y dejar a Mimi, sin apreciar el deje de envidia que se había asomado en su cara.

-¡Qué bonito es eso de casarse con tu príncipe azul!

-Entonces, ¿por qué no te casas con Michael? -le propuso su digimon, quién no entendía cuál era el problema.

-Todavía somos jóvenes -volviendo a su asiento para observar junto a Palmon a los invitados que se lo pasaban igual de bien que los novios-. Casarse muy joven no es algo muy bien visto hoy en día. Incluso se llega a pensar que el hombre lo hace porque ha dejado a la mujer embarazada.

-Entonces ¿eso significa que Sora está embarazada?

-Puede ser -bebiendo su zumo natural-. Porque sino, no entiendo porqué se casan tan pronto. Aunque… -dejando su vaso sobre la mesa en un movimiento violento-. Si es verdad, espero que sea algo que todos desconocen y Sora quiera darnos una sorpresa. Porque sino, me enfadaré mucho con ella por no contármelo, cuando soy su mejor amiga.

-¿Y por qué no se lo preguntamos?

-Tienes razón.

Pero ahora resultaba complicado. Tanto Yamato como Sora estaban frente a personajes que nadie se hubiera imaginado. Motomiya Jun le estrechaba la mano a Sora en señal de felicitación. Al lado de Jun, estaba su novio, el mediano de la familia Kido, Shuu.

La hermana de Daisuke había estado obsesionada por Yamato hace años hasta el punto de considerarse locura extrema. Aquella obsesión había terminado el día de Nochebuena de hace cuatro años cuando había visto a Yamato proteger a Sora de los digimon confusos que habían aparecido en el mundo real. Poco después, había conocido casualmente a uno de los hermanos de Jou. Había ido tras él con la misma obsesión que había tenido con Yamato, sin embargo, no le había costado mucho, ya que el muchacho no había visto sus actos como locuras, y la había aceptado de buen grado el día en que ella se le había declarado. El salir con Kido Shuu había hecho madurar mucho a Jun y ahora era una chica normal y corriente como cualquier otra, y que se alegraba de corazón por la relación entre Yamato y Sora.

Mimi resoplaba aburrida desde su sitio. Estaba esperando a que Sora estuviera disponible para preguntarle si estaba embarazada y que por eso se casaba con Yamato, pero su mejor amiga siempre tenía a alguien a quién saludar. Apenas tenía un segundo para poder respirar tranquila. Aún así, en ningún momento parecía sentirse cansada.

Otro resoplido y acabó su quinto vaso de zumo.

-Mimi, no parece que vaya a estar libre -decía Palmon igual de aburrida que ella.

Estaban las dos sentadas solas en una de las mesas. Todos estaban con su respectivo grupito y nadie se acercaba a ellas. Incluso Miyako se había ido con su novio y los Ichojouji, después de haberla dejado sola. Viendo a Miyako toda entretenida con los padres de Ken, daba la impresión de no regresar junto a ella.

-Ya hablaré con ella por teléfono -sentenció, viendo que no habría otra forma de preguntarle aquello tan importante.

-¿Nos vamos? -propuso Palmon. Si iban a seguir en ese lugar para estar aburridas, lo mejor era regresar a Estados Unidos.

Mimi tenía ganas de marcharse. La tarta ya se había servido (donde Mimi seguía en sus trece de que hubiera sido mejor la tarta de un chef especializado, en vez de una tarta común que no tenía nada de especial) y también habían repartido los recuerdos. Veía cómo los hermanos mayores de Jou lo incitaban a que bebieran algo que ellos habían traído y que los había dejado extrañamente contentos.

El licor que Shin y Shuu habían traído para su hermano pequeño, sería algo que Takeru y Hikari beberían accidentalmente, desencadenando que Hikari quedase embarazada.

-Nos vamos -sentenció Mimi de golpe.

Habían estado casi una hora solas, sin que nadie se acercara, ni siquiera los digimon a los que había saludado, que resultaba molesto e indignante. Todos ellos estaban más centrados en felicitar y agasajar a la pareja recién casada. Sin embargo, lo que a Mimi más le irritaba era que Koushirou, con quién se había sentido muy cercana desde siempre, no le hubiera dicho ni una palabra ni hecho compañía, cuando antes era como un perrito faldero. Ahora estaba más centrado en pasar el tiempo con su novia. Algo lógico. Eso lo entendía Pero como amigo, le parecía muy feo el dejarla marginada y que ni siquiera se la presentara.

Podría haberse acercado para hablar con la otra amiga que tan bien se llevaba, Mochizuki Meiko. Pero ella estaba siempre junto a Taichi y de hacer de canguro de Agumon y Meikuumon. Y en cuanto a Hikari, había estado casi todo el evento desaparecida, y cuando estaba presente, estaba al lado de Takeru como si fuera una sanguijuela y con unas extrañas expresiones rojas en sus caras donde parecía que fueran ellos los protagonistas de la boda.

Los únicos lobos solitarios sin acompañante como ella eran Daisuke y Daigo. Pero Daisuke no paraba de moverse de aquí para allá con sus tonterías o buscando a su querida Hikari. Y Daigo estaba siempre al lado de Gennai que a veces, daba que pensar otra cosa.

Daigo había tenido una relación amorosa con Himekawa Maki durante sus años mozos. Habían sido compañeros elegidos cuando habían sido niños y habían pasado casi toda su vida juntos. Incluso en el trabajo. Lo curioso de todo, es que su relación de noviazgo no había proseguido durante su vida laboral, pero aún así, habían mantenido una buena relación como jefa y subordinado. E incluso, Mimi podía apostar que durante ese tiempo, Daigo no había dejado de quererla. Pero cuando se había descubierto que Himekawa había ayudado al falso Gennai en sus oscuros planes para recuperar a su digimon, Bakumon, todo había dado un giro radical.

El verdadero Gennai había sido derrotado y secuestrado junto a Daisuke y sus compañeros por el falso Gennai. Cuando Taichi y Daigo los habían encontrado, el verdadero Gennai les había explicado todo lo que había sucedido. Y como aquel falso Gennai había usado a Himekawa para cumplir la voluntad de Yggdrasill. Mientras Taichi regresaba al mundo real para ayudar a sus amigos para derrotar a Ordinemon, Daigo, Daisuke y los demás se enfocaron en buscar a Himekawa. Ella había acabado en el mundo del mar oscuro. Lugar donde habían sellado a Demon y habitaba Dragomon. Aún con ese temor de poder encontrarse con digimon incapaces de derrotar, Daisuke y los demás se habían vistos convencidos por Daigo para rescatar a Himekawa. Habían tenido la suerte del diablo de encontrarla y no toparse con los dos grandes digimon oscuros. Pero cuando Himekawa había recuperado el sentido, se encontraron con un problema. Todo rastro de cordura había desaparecido. Tuvieron que ingresarla en un centro psiquiátrico militar, donde allí seguía cumpliendo condena. Mimi ignoraba el progreso actual de Himekawa. Aunque si algo sentía, era pena por ella. Pero por otro lado, también sentía rabia, pues el plan de resetear a Palmon y a los demás digimon había provenido de ella. Así como el hecho de llevarlos a un mundo peligroso cómo había sido esa dimensión falsa que habían creído que se trataba del Mundo Digimon reiniciado.

Debido a esos sucesos, quizás ahora Daigo se sintiese confuso sobre qué pensar de Himekawa y el cúmulo de decepción de su ex y el pasar más tiempo con Gennai para arreglar lo sucedido, había provocado que cambiase de gustos y a salir del armario.

¡Quién sabe!

¡Cosas más raras ella ya había visto!

Soltando un fuerte suspiro, cogió su bolso y su chal con la intención de marcharse para alegría de Palmon. Con las prisas, casi se olvida de recoger la pequeña bolsa donde estaban los recuerdos de ese día y pensó en despedirse de los novios. Pero entonces, creyó que no era lo apropiado. Sora se sentiría triste y preocupada por marcharse tan pronto. Y no podía decirle que se estaba aburriendo, eso sería una falta de respeto. Podía mentirle diciendo que su madre había empeorado, pero seguro que el perspicaz de Yamato se daría cuenta de su mentira. No le quedó más remedio que dirigirse a alguna de sus amigas cercanas y que ésta se encargara de transmitirle el mensaje de su marcha en cuanto pudiera.

Visualizó a Meiko sentada y sola, pero observando con una sonrisa cómo Agumon y Meikuumon bailaban de cualquier manera la melodía que sonaba. Taichi estaba ausente. Así que aprovechó el momento para decirle que se marchaba y que se lo dijese a Sora.

-¡Meimei! -la llamó.

-¡Mimichan! -la pelinegra se había levantado con cierta emoción para saludarla- ¡Cuánto tiempo!

La bienvenida que le daba Meiko, la incitaban a quedarse un poco más y a charlar con ella, para recuperar el tiempo perdido. Palmon había hecho lo mismo, acoplándose al baile de Agumon y Meikuumon, donde parecían tres niños pequeños inocentes bailando.

-¿Y qué tal con Taichi? -le preguntó ella.

-¡Ah! Muy bien -contestó ella con un leve rojo cubriendo sus mejillas.

-Me alegro mucho por ti, y también por él -agregó para mirarlo. Se lo encontró charlando alegremente con Yamato y Sora-. Ya iba siendo hora de que superara lo de su primer amor.

-¿Su primer amor? -repitió Meiko sin entender.

-Sí, claro. Su primer amor fue Sora. Taichi estuvo enamorado de ella desde los once años. Incluso siguió enamorado, después de que ella fuera novia de Yamato. Como Taichi nunca tuvo el valor de declararse, dejó que Yamato se quedara con ella. En ese aspecto hay que reconocer que fue un cobarde, porque además, Taichi tenía muchas papeletas para que Sora le aceptase. Desde que yo recuerdo, siempre estuvieron juntos, como estamos ahora Michael y yo -presumiendo con toda la emoción del mundo, pero ese sentimiento fue momentáneo, ya que Mimi siguió hablando de la relación que habían tenido Taichi y Sora en el pasado-. Y formaban una buena combinación en el equipo de fútbol. E incluso tuvieron una pequeña trifulca por culpa de un regalo de cumpleaños estúpido que le había hecho Taichi cuando eran críos. Pero algo debió pasar durante su época en la chuugakkou, que Sora empezó a interesarse por Yamato y ahí están ahora -si alguien pensaba que así finalizaría su discurso, Mimi continuó contando cosas que no debería decir delante de la novia del implicado. Ella solo hablaba sin ser consciente de ello-. También tengo entendido, que fue Taichi quién le dio valor a Sora para declararse. Que un chico anime a la chica que le guste a que se declare a su mejor amigo, es de ser un auténtico hombre maduro, ¿no crees? ¡Vaya partido que te ganaste, Meimei! -dándole un leve codazo.

Mimi hablaba y Meiko solo sonreía, pero por dentro, se encontraba sorprendida. Nunca supo que Taichi había estado tan enamorado de Sora, hasta el punto de mantener esos sentimientos, incluso estando ella de novia con Yamato. Entendía que quizás no querría decírselo, porque no quería preocuparla por algo de lo que ya habría pasado página. O porque pensaba que si lo supiera, seguro que se sentiría preocupada.

Con ligera desconfianza, Meiko observó de reojo a su novio con fijeza. Él estaba hablando amenamente con sus mejores amigos. Aparentemente, no había nada sospechoso, solo hasta que se ajustó las gafas y vio algo más en la expresión de Taichi cuando veía Sora, la imagen de la pena y de la tristeza.

¿Sería acaso que aún seguía enamorada de Sora?

-¿Te ocurre algo, Meimei?

Las palabras preocupantes de Mimi llegaron a los oídos de Agumon. Dejando de bailar con las dos digimon, se acercó rápidamente a Meiko.

-¿Estás bien? -le preguntó el digimon dinosaurio, como si le hubiesen encargado la obligación de protegerla en ausencia de su compañero humano.

Meikuumon que había llegado detrás de Agumon, también manifestó su preocupación extrema. Ante su exagerada inquietud, Meiko sonrió tranquila, excusándose que solo estaba un poco cansada.

No tenía que preocuparse por lo que sintiera Taichi en la actualidad. Debían ser por las palabras de Mimi, que imaginaba cosas. De lo contrario, Taichi no habría hecho lo inimaginable: con la ayuda de todos los dispositivos y emblemas, crear el digihuevo de Meikuumon libre de toda infección.

La posibilidad de poder estar de nuevo con Meikuumon, había sido ideado por Taichi. Según Sora, Taichi lo había hecho por ella.

Tenía que creer en eso y tratar de ignorar las palabras de Mimi.

Pero eso acabaría siendo imposible.

La semilla de desconfianza que había instalado Mimi sin querer, había sido plantada, y el tiempo y las acciones de Yagami serían el crecimiento de esa semilla, hasta llegar a florecer y morir finalmente con la verdad.

.

El secuestro de Kibou y su posterior muerte a manos de los dos digimon oscuros que había sucedido años después de la boda de Yamato y Sora, había unido de nuevo a los doce digielegidos. Resultaba triste que un momento tan trágico fuese la causa de que todos volvieran a estar juntos. Aunque la única que había estado separada del grupo de elegidos, era Mimi.

Mimi había seguido en Nueva York y apareciendo en programas sociales, no obstante, su carrera televisiva no se comparaba al de su novio Michael. Él ejercía como actor, presentador y hasta aparecía en musicales de cine y arrasaba en todo lo que hacía. Eso le producía un deje de envidia, porque ella no era tan mala en su trabajo. Tenía la leve sospecha que la mánager de Michael tenía la culpa de todo. Una mujer que se notaba a leguas que estaba coladita por su novio.

Muchas veces le había recriminado a Michael el hecho de que no le gustaba a aquella mujer como mánager suya y que se notaba sus intenciones ocultas, pero él la defendía aludiendo de que estaba equivocada.

Por eso, cuando había vuelto a Japón para que Palmon ayudase a los demás digimon para rescatar a Kibou, la muerte de una niña tan pequeña no había sido lo único que había tenido que afrontar.

Por consideración y apoyo, Mimi se había quedado unas semanas más en Japón para poder ayudar moralmente a sus amigos. Hikari se había hundido en la más completa desesperación, llegando incluso a plantearse el hecho de no tener más hijos. Y algo parecido le ocurría a Takeru.

-¡Por favor! ¡¿Cómo pueden decir eso?! ¡Tienen diecinueve años! ¡Toda una vida por delante!

-Lo sé -contestó Sora con una voz distante que no parecía la suya.

Como su mejor amiga no había asistido al funeral de Kibou y Yamato le había informado que Sora no se sentía muy bien, Mimi se había quedado muy preocupada. Aquel mismo día había hablado con Sora por teléfono para preguntarle cómo estaba. Sora le había dicho que no muy bien, pero que ya había pedido cita para ir al médico. Ante la falta de la llamada telefónica donde Sora le había prometido contarle lo que le habían dicho, Mimi había acabado por visitarla en persona. Sin embargo, el haberse enterado por Miyako las intenciones de Hikari, le parecía algo en lo que ellos, como amigos suyos, tenían que hacer algo.

-¿Y qué sugieres qué hagamos?

-¿A qué te refieres? -preguntó Sora distraída.

-¡¿A qué va a ser Sora?! -exclamó algo molesta- ¡A Hikarichan y a Takerukun! ¡Ellos no pueden quedarse así! ¡Tenemos que ayudarles!

-¡Ah! Eso. Yamato me comentó que había contactado con un colega de Jou para que trate a Takeru. Creo que Taichi va a hablar con él para que trate también a Hikarichan -contestó con voz apagada.

-Sora ¿te pasa algo? Estás muy rara.

Sora agachó la cabeza con tanta tristeza que no tardó en que se visualizaran las lágrimas. Daba gracias a que Yamato estuviera acompañando a Takeru en su consulta con el psiquiatra. Y daba gracias a que Piyomon estuviera en el Mundo Digimon, porque solo así, podría desmoronarse a gusto por lo que había descubierto.

.

En un pequeño bar, Mimi estaba sentada en un taburete desahogando sus penas con el alcohol. Era la primera vez que bebía. Pero enterarse de tan terribles noticias, había hecho que buscase desesperada algo con lo que desahogarse. Pues ahora ya no podía contar con Michael.

Nunca más.

Ese mismo día, Sora le había contado algo increíble y que estaba vinculado con lo que había pasado. Y justo después de abandonar el piso de su amiga, había visto a través de su móvil, la noticia de que su novio había tenido una aventura con su mánager.

Como si el día quisiese acompañar a las terribles noticias que había sufrido Mimi, el cielo había estado negro y la lluvia caía como sus lágrimas por sus mejillas.

Había estado deambulando por la calle, perdida y sin ganas de regresar a la habitación del hotel donde se alojaba. Ni siquiera podía contar con Palmon, porque estaba en el Mundo Digimon con el resto de digimon.

Al ser de noche, los bares estaban iluminados y abarrotados de gente que habían salido de sus trabajos para disfrutar con la bebida y desahogarse del trabajo forzado al que estaban siendo sometidos. Mimi al verlos, había pensado que quizás el alcohol podría disipar todas sus penas. Pero al ser la primera vez que bebía, comprobó en su propia piel, que esa teoría no se aplicaba en su caso.

En el caso de Mimi, lo que el alcohol le provocaba era una sensación de nostalgia. Recordar sus tiempos de cuando era niña y tenía que pelear contra digimon oscuros que no tenían misericordia y estaban dispuesto a todo con tal de matarles. Pues esa era su vida ahora. Masacrada por algún ser de la oscuridad que no quería que ella fuese feliz ni las personas que tanto apreciaba.

Pidiendo otra jarra de cerveza, el dueño se la desechó aludiendo de que ya había bebido demasiado para una joven que oficialmente estaba en la edad adulta. Pero Mimi necesitaba beber más, tratar de olvidarse de la realidad y enfocarse en algún mundo ficticio donde todo sería feliz y de color de rosa.

El dueño volvió a denegarlo. Mimi, eufórica, se quejó del dueño y de no querer complacer a sus clientes cuando gracias a ellos, podía subsistir con su negocio.

Aún así, el dueño fue placante en no seguir sirviendo a una mujer que bebía por primera vez, como si él pudiera saberlo con solo verla. Aunque quizás, era la experiencia del hombre que había desarrollado a lo largo de los años y la capacidad de distinguir entre los veteranos acostumbrados a beber y a los que lo hacían por primera vez.

Malhumorada, Mimi cogió sus cosas y tras tambalearse, consiguió levantarse. Dos veces estuvo a punto de caerse al suelo. Aún por encima llevaba zapatos de aguja y chocaba con los hombres que estaban sentados en la barra. Obtenía quejas o piropos, dependiendo de la borrachera que tuviese cada uno. Aún así, Mimi con la cabeza bien alta, los ignoró por completo. Con todo el cabreo del mundo, abrió la puerta del local, y para su sorpresa, frente a ella casi se tropieza con Jou.

-¿Qué haces aquí? -le preguntó Jou igual de sorprendido que ella.

-Eso mismo te pregunto yo -le cuestionó ella con una extraña sonrisa y sintiendo la cara demasiado caliente.

Desde el interior, siguieron escuchándose los piropos de los hombres de la barra hacia Mimi, así como al dueño mandarles a callar y pedirle a Jou que se la llevara a su casa. El dueño solo había echado un vistazo a la puerta, para intuir que la mujer y el hombre eran conocidos y así poder encasquetarle el problema.

Jou que tenía la intención de entrar a aquel bar, tras la reacción del dueño y cómo los clientes tenían miradas libidinosas sobre su amiga, no le quedó más remedio que desechar ese bar e irse a otro, llevándose a Mimi con él.

-¿Has bebido? -le preguntó crítico, sin creerse que su amiga hiciese algo que nunca se hubiera imaginado, sino lo hubiese visto con sus propios ojos.

-¿Tú qué crees? -contestó ella con voz divertida de borracha.

-¿Por qué? Tú no eres de esa clase de chicas que beben.

-¡Pues ahora lo soy! -añadiendo orgullosa con una gran risotada. Pero tras aquella risotada se escondía unas rebeldes lágrimas que revelaban la razón de porqué había caído en el alcohol.

Algo que hizo compadecer a Jou. Pues él también tenía la intención de emborracharse por lo que le había pasado con su novia ese día. Quizás la compañía de una amiga que parecía pasarlo igual de mal que él, le haría bien.

Se refugiaron en el próximo bar que encontraron, donde el dueño no tenía problemas en vender su alcohol a una mujer que ya estaba como una cuba, y que podría perjudicar su salud al día siguiente.

Con poca gente y una mesa donde pudieran estar más cómodos sin gente desconocida a su lado, Jou empezó a beber su primera jarra de cerveza, mientras que Mimi miraba la suya con cierta pena.

-Me ha puesto los cuernos -explicó Mimi de la nada.

Jou se atragantó tanto por la noticia como por el sabor raro que desprendía la cerveza. Él nunca había bebido, pese a la insistencia que había tenido por parte de sus dos hermanos mayores durante la boda de Yamato y Sora.

Mientras que Jou trataba de recuperarse, Mimi siguió con su historia.

-Esta tarde cuando salí de casa de Yamato y Sora, vi en Internet una noticia que hablaba de una aventura que había tenido Michael con su representante. Un paparazzi los vio yéndose a un hotel muy acaramelados -luego puso un rostro cargado de rabia y rencor- ¡Y eso que me había prometido una y otra vez que no había nada entre ellos! ¡Incluso tuvo la desfachatez de decirme que había su mánager quién lo había engañado! ¡Puso la típica excusa de que ella le había hecho creer que no era alcohol lo que estaba bebiendo y al acostarse juntos, ella le había hecho creer que era conmigo con quién lo estaba haciendo! ¡Por favor! ¡¿Acaso se piensa que soy tan tonta como para tragarme una excusa tan ridícula como esa?!

-Científicamente está comprobado que ciertas personas no saben lo que hacen o con quién están cuando se emborrachan -habló Jou con mutismo.

-¡No me lo creo! -replicó Mimi-. Yo soy consciente de lo que hago, y no sería capaz de acostarme con otro, sino es con quién me gusta. ¡Esa es una estúpida excusa que Michael usó! ¡No soy tonta! -volvía a repetir como disco rallado. Debido a su personalidad y su forma de vestir, la gente se creaba prejuicios que a Mimi le molestaba- ¡Sé que su mánager está loca por él y lo ha seducido! ¡Michael cayó en su red! ¡Es un idiota! ¡Un bobo! -cogiendo la cerveza y bebiendo todo de un trago. Después de vaciarla, la dejó caer, y con ello, todo su cuerpo sobre la mesa- ¿Por qué todo tiene que salir tan mal hoy? ¿Acaso ya no tuvimos suficiente con lo de Kibouchan? Quizás no fuese mi hija y solo la vi una o dos veces, pero era la hija de Hikarichan y Takerukun. Y ahora con lo que le me contó Sora… …-pausó unos momentos y giró la cabeza para mirarle-. Supongo que Taichisan o Koushiroukun ya te lo habrán contado.

La expresión de Jou que ya había estado depresiva por su propio problema personal, se le sumó el recuerdo de lo que sus amigos le habían dicho, y la razón auténtica que había impulsado a Demon y a Dragomon a secuestrar a la pequeña Kibou. Sin embargo, Mimi se ocupó de recordárselo con sus propias palabras.

-Sora dijo que el nacimiento de Kibouchan fue algo muy especial, incluso dentro del Mundo Digimon y el mar oscuro. Una luz muy brillante se había iluminado ambos mundos cuando ella había nacido. Y esa luz había incitado a Demon y a Diaboromon y a suponer una amenaza para ellos en el futuro. Entonces, esperaron pacientemente, hasta que Takerukun, Hikarichan y los digimon estuvieran con la guardia baja y desprotegidos para secuestrar a Kibouchan y su digimon y… -cortándose ahí y omitiendo lo que había sucedido. Se sentía incapaz de pronunciar tales palabras, sobre todo cuando estaba vinculada a la hija de sus jóvenes amigos. Tras esperar un rato, para recuperarse del recuerdo de lo que habían ocasionado Demon y Diabormon, Mimi prosiguió con el relato-. Entonces, hace unos días, los cuatro dioses sagrados descubrieron la razón de aquella luz a través de una revelación o algo así -decía Mimi como si tuviese los recuerdos confusos, aunque eso el alcohol que había ingerido, tenía mucho que ver-. El hecho de que el nacimiento de Kibouchan incitara a esos digimon malvados, era porque ella era la primogénita de los dueños de los emblemas esperanza y luz -pausando un poco, para tratar de recordar y explicar adecuadamente lo que Sora le había contado hace escasas horas. Algo tan confuso como sin sentido para ella. Pero había sido suficiente para desplomar a su amiga-. Los cuatro dioses sagrados dijeron que los primogénitos de las parejas de los emblemas de luz y esperanza, y de amistad y amor, están destinados a que los digimon del primogénito que tengan y del propio primogénito, posean un poder inimaginable, capaz de derrotar a cualquier digimon de tipo demonio.

Justo en ese momento, Mimi recordó cómo Sora había caído en una profunda depresión y a confesarle un sueño que había tenido desde hacía mucho tiempo. Su mejor amiga soñaba con tener hijos con Yamato. Algo muy lindo en su opinión, pero tras descubrir aquello, ahora se había convertido en una desgracia, porque si Yamato y Sora tuviesen un hijo, nunca podrían estar tranquilos por el peligro que su primogénito representaba para los seres de la oscuridad.

-Takeru y Hikari representan la esperanza y la luz, emblemas con poder sagrado. Yamato y Sora representan la amistad y el amor, sentimientos que posee la humanidad y los digimon -seguía hablando con la mirada perdida-. Por eso que la unión de ellos y el primogénito que tengan sería una amenaza. O algo así me dijo Sora.

-Pero también dijeron que eso solo se aplicaba si el primogénito nacía después que el hijo de otra pareja que posea dos emblemas, como es el caso de Ichijoujikun y Miyakosan. En ese caso, aunque Yamatosan y Sorasan tuviesen a su primogénito, el hecho divino que convierte a su hijo en especial, desaparecería por el nacimiento de otro niño de padres donde ambos posean los emblemas -hablaba de forma confusa debido al alcohol, donde de escuchar a su amiga, él se había dedicado a beber una y otra vez, estando igual o peor que Mimi.

Mimi se rio por alguna extraña razón y acarició con cierta ternura el cristal de la jarra de su bebida consumida.

-Si Ichijouji y Miyakochan se enteran de esto, estoy segura que estarían dispuestos a tener un hijo, aunque todavía estén en la universidad. Seguro que por eso, solo nos lo han contado a nosotros, "los mayores" -ni a Daisuke. Pues Taichi y los demás conocían perfectamente la personalidad de Motomiya, para intuir que se le escaparía de casualidad.

Ya había muchas vidas desgraciadas, que no querían obligar a Ken y a Miyako a que pasaran por lo mismo y a tener que vivir con un hijo no deseado en un momento muy importante en sus vidas.

¿Y si eso ocasionaba problemas en su relación?

Muchas cosas pueden pasar con un niño no deseado, y en una edad tan temprana como la que tenían ellos.

-Yo estaría dispuesta a sacrificarme para ayudar a Sora, para que pueda cumplir su sueño de tener un hijo -dijo Mimi con determinación-. Si Michael me puso los cuernos y se excusa en que no se dio cuenta, yo lo hago con la buena intención de salvar a una buena amiga -decía en su estado de borrachera. Luego soltó un suspiro triste-. Pero todos los chicos con emblemas ya están pillados.

Y tras unos segundos de silencio, donde no habría salida y Mimi pensaba que Sora tendría que esperar muchos años para tener a su hijo, Jou dijo.

-Yo ya no lo estoy -era la borrachera que lo hacía ser demasiado sincero y a no pensar en las consecuencias que eso suponía. No vio ni siquiera la cara confusa que puso Mimi al escuchar lo que había dicho y a pedir explicaciones de inmediato-. Yayoi se enfadó hoy conmigo porque me vio rodeado de varias chicas y firmándole el autógrafo a una de ellas.

Jou nunca había destacado por ser un guaperas. Sin embargo, su posición como Niño Elegido y el hecho de que actualmente no era un hombre mal agraciado, había hecho que tuviese cierta popularidad en el hospital donde realizaba las prácticas para médico.

Yayoi había sido su novia desde hacía siete años. La reaparición de Diaboromon había hecho que se conociesen. Pues cuando el digimon había saltado de aquel mundo internauta donde había luchado contra Taichi, Yamato, sus hermanos pequeños y sus digimon hasta el mundo humano, muchos niños y adolescentes habían acudido curiosos a presenciar aquel extraño digihuevo que se había formado en los cielos de la ciudad de Odaiba.

Jou en vez de haber ido en esa dirección, tras haber sido informado de que Daisuke y Ken estaban lejos para poder ayudar a Omegamon, había ido en su bicicleta a buscarlos para que la tomasen y se fueran al lugar de batalla lo más rápido posible. Pero su torpeza se había manifestado, una vez más, al no percatarse de que su medio de transporte no podía llevar a tres personas a la vez. Fue entonces cuando Jou había visto a Yayoi pasando con su bicicleta y la había interceptado para pedirle su ayuda. Juntos habían ido hasta el lugar, y mientras Ken y Daisuke se acercaban hasta la zona cero, Yayoi y él habían permanecido juntos, apartados del peligro. Solo hasta que habían derrotado a Armagemon (la última forma de Diaboromon), que habían podido relajarse, hablar con calma y a empezar una bonita amistad que se había transformado, poco después, en amor.

Yayoi era una chica sencilla que no le importaba las apariencias externas, además de ser una fuente de gran vitalidad y que lo había animado durante los terribles momentos de exámenes, antes de su ingreso a la universidad. Al estudiar ella una de las ramas de medicina, entendía lo duro que era estudiar una carrera tan complicada como era la de médico. Sin embargo, él convertido en médico y ella en enfermera, serían el complemento perfecto en el futuro. Jou tenía la firmeza de que Yayoi sería su compañera en el futuro. Incluso se la había presentado a Gomamon, el cual le había gustado mucho y viceversa. Planeaba, que una vez terminase las prácticas, pedirle matrimonio. Pero ahora, solo porque no aguantaba más verlo rodeado de chicas, fuera de sí le había dicho que todo entre ellos había terminado. Eso lo había entristecido tanto que lo había llevado a beber y a dejarse arrastrar por el mayor error de su vida al aceptar la proposición de Mimi.

-Entonces, si estás disponible -comentó la chica, acercándose de manera coqueta hacia Jou con la cara más roja por el alcohol que por la seducción- ¿qué te parece si nos unimos tú y yo para ayudar a que se cumpla el sueño de Sora? No podemos dejar que ellos, que nos han ayudado mucho, pasen por lo mismo que Hikarichan y Takerukun.

Y ese último comentario fue lo que más motivó a Jou para dejarse llevar y a aceptar su propuesta. No pensó en las consecuencias que eso supondría. Tampoco en la posibilidad de que pudieran arreglar las cosas con sus antiguas parejas, si lo pensaban con la cabeza bien fría.

No.

Jou tomó más prioridad a su tristeza, el efecto del alcohol, las palabras de Mimi y la oportunidad de poder ayudar a sus amigos Yamato y Sora.

.

-¡¿Estás embarazada?! -habían repetido Miyako con los digimon al unísono.

Sentada en el sofá y con una sonrisa de oreja en oreja como Palmon, Mimi manifestada su orgullo de ser muy pronto mamá. Todo lo contrario a sus amigas y sus digimon que no daban crédito a lo que les contaba, sobre todo el descubrir quién era el padre del hijo que esperaba.

-Así es. Y como ya sabéis como son los padres de Jou, pues tendremos boda dentro de nada -clamaba tan emocionada que no cabía en sí de felicidad.

-¿Y qué pasa con Michael? -preguntó Meiko quién estaba tan confusa como sorprendida- ¿No estabas saliendo con él?

-¡Mimi lo mandó a tomar por viento fresco! -declaró Palmon molesta con el antiguo novio de su amiga-. Hasta usó a Betamon para que me convenciera a mí de que fue un malentendido. Que todo fue por culpa del alcohol.

-¿Y no se supone que lo que Mimi hizo con Jou aquella noche fue también por influencia del alcohol? -objetó Hawkmon como la voz de la razón que era.

Miyako se apresuró a callarle la boca. Aunque coincidía con su digimon que lo que Mimi había hecho no tenía nada de diferente con lo que había hecho Michael, no quería ofender a su modelo a seguir.

-Puede que sea cierto. Pero ya no se puede dar marcha atrás y he decidido tener este bebé para ayudar a Sora. Aunque eso suponga casarme con alguien que no quiera como quise a Michael.

-Disculpa Mimi, pero casarte y tener un hijo por obligación, creo que no es lo correcto -hablaba ahora Meiko-. Dudo que Sorasan se sienta feliz con esta decisión, porque pensará lo mismo que yo. Al final, Jousan y tú acabaréis mal.

-No te preocupes, Meimei -tranquilizándola con un aire optimista-. Le tengo mucho cariño a Jousenpai, y con el tiempo, estoy segura de que ese sentimiento irá en aumento. Y no te preocupes que no tengo a mi hijo por obligación. La verdad es que siempre soñé con tener una familia muy grande. Y cuanto antes empiece, mejor -decía entre risas risueñas.

-¡Tengo ganas de que nazca tu hijo, Mimi! ¡Seguro que se parecerá a ti! ¡Y espero que de su compañero digimon nazca un Yuramon! -decía emocionada Palmon.

Meiko y Miyako observaban no muy convencidas a Mimi y Palmon. Ambas lucían tan felices y emocionadas que por mucho que dijeran, su amiga estaba dispuesta a seguir adelante con sus intenciones. No podían hacer otra cosa que apoyarla y creer en las ilusiones de su amiga.

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El matrimonio entre Jou y Mimi, había sido forzado a celebrarse por los señores Kido. Ellos tenían un carácter muy tradicionalista y no podían permitir que su hijo pequeño tuviese un hijo sino estaba casado con la mujer. Y aunque al principio, Jou se había arrepentido enormemente de lo que había hecho, en la actualidad, no podía quejarse de la vida que había hecho con Mimi.

Tenían dos hijos, un niño y una niña, y de camino venía un tercero. La situación en el seno de la familia era curiosa.

Durante los primeros años, Jou se había dedicadp en cuerpo y alma a su labor como médico en el hospital general. Hasta que una urgencia en el Mundo Digimon había surgido. Elecmon había caído gravemente enfermo y su enfermedad contagiaba a los digimon bebés. Sin saber qué hacer, Gennai había contactado con él, el único elegido que sabía de medicina para que lo curase. Jou se había sentido muy satisfactorio pudiendo ayudar a digimon que no contaban con ninguna medida de sanidad que pudiera curar enfermedades que el humano sí podía. Entonces, desarrolló la idea de convertirse en médico para los digimon. Como pionero en esa especialidad, poco a poco, y con la aceptación de los digimon en el mundo humano, empezaron a surgir personas que querían convertirse en médicos especializados en digimon. Jou se había convertido el encargado de enseñarles, al tiempo que llevaba su consulta en el mundo digimon con la ayuda de Gomamon. Se sentía muy feliz así, pese a que solo veía a su familia durante la cena.

Mimi por su parte, se encontraba siempre en casa. Con el pluritrabajo que tenía Jou, no había necesidad de que Mimi trabajase también. Mimi se encargaba del cuidado de sus hijos con la ayuda de la empleada de hogar, por lo que tenía todo el tiempo del mundo para hacer lo que quisiera. Pero aunque se tenga todo el tiempo del mundo, si no lo compartes con alguien querido, aquella vida cotidiana tan tediosa, llega a cansar.

Tenía a sus hijos Seiichirou y Momoko para suplir ese tiempo muerto. Pero Seiichirou a su corta edad, estaba más interesado en leer libros que en jugar con los juguetes que ella le compraba. Y Momoko se dedicaba casi todo el tiempo del mundo a dormir o comer o jugar con su Yuramon.

La llegada del tercer hijo, tan llorón y tan escandaloso, hacía que su preciosa hijita Momoko despertara y aullara en llanto por despertar de su siesta.

Eso lo hacía estresar tanto que, incapaz de remediarle, salía constantemente a la calle para calmarse y darse un respiro, dejándole el trabajo duro a la asistenta. Pero es que no podía soportar tanto llanto sin estallar ella también. Fue entonces, cuando recibió la llamada de su antiguo ex, Michael.

Desde que se habían separado, Mimi no había vuelto ponerse en contacto con él. En cambio, él sí que lo había hecho dos veces. La primera había sido cuando había nacido Seiichirou y la segunda, cuando había nacido Momoko. La llamada que recibía ahora era la tercera, y seguro que era para felicitarla por el nacimiento de Shin, como las veces anteriores. En esa tercera vez que hablaban, Mimi se percató en que siempre, Michael usaba un tono amable forzado. Como si aún siguiera enamorado de ella. Pero en ningún momento, le llegó a comentar la posibilidad de volver juntos. Siempre era lo mismo. La felicitaba, preguntaba por Palmon. Comentaba que Betamon estaba feliz por ellas. Le preguntaba qué tal le iba. Y luego se despedía, deseándole toda la felicidad del mundo. Pero en esa tercera ocasión, Mimi no le permitió que terminase las dos veces anteriores. Tenía que desahogarse. Por eso, cuando le preguntó qué tal estaba, Mimi le contó cómo se sentía en realidad. Algo que incluso su mejor amiga desconocía.

-No muy bien -tras coger aire, Mimi empezó hablar sin parar-. Shinkun no me quiere. Cada vez que lo cojo en brazos, se pone a llorar. Eso no me pasó nunca con Seikun ni con Momochan. Y lo peor es que como Shinkun no para de llorar, molesta a Momochan y se pone a llorar. Y para rematar, tanto Yuramon como el Pichimon de Shinkun lloran a coro con ellos. Jou se la pasa siempre fuera por su trabajo, solo lo veo por las noches cuando los niños están cansados de llorar y duermen sin que pueda mostrarle la evidencia para que me comprenda. ¡Así que fíjate! ¡Tenemos que lidiar con esto Palmon y yo solas! ¡Pero no somos capaces! De no ser por la asistenta, ya me habría vuelto loca en esa casa llena de llantos de un niño que no me quiere.

-¡Calma! ¡Calma, Mimi! -le pedía Michael al otro lado de la línea-. Entiendo qué estés estresada, pero seguro que Shinkun llora porque tiene hambre o por alguna otra necesidad.

-¡No! -sin querer creer la opinión de Michael- ¡Mi hijo no me quiere! ¡Ya te dije que ni Seikun ni Momochan se comportaban así durante los primeros meses! ¡Fue la llegada de Shinkun que lo alteró todo! -decía angustiada, mientras sorbía por la nariz con ganas de llorar.

La cara que tenía Palmon viéndola, era la de la compasión. Pero no podía ayudar a su amiga con un problema, que hasta ella no aguantaba.

-Tranquila, Mimi -le pedía Michael una vez más-. Quizás te he llamado en el mejor momento, ya que no solo te llamaba para felicitarte por el nacimiento de tu tercer hijo, sino que también quería comentarte algo muy importante.

Michael no se hizo de rogar y le contó a Mimi que ahora trabajaba como productor y su equipo tenía en mente la realización de un programa culinario para famosos. El rubio esperaba que Mimi pudiese participar en el programa. Siendo antigua Niña Elegida y habiendo participado en varios spots en el pasado, y con su belleza y encanto, esperaba atraer a mucha audiencia norteamericana y quizás, debido a su nacionalidad japonesa, atraer también a toda la gente nipona. Pues tenía en mente, el vender el formato a otros países.

-¿Qué me dices? Lo malo es que tendrías que vivir aquí. Pero no te preocupes por el alojamiento. Tu familia y tú podríais alojaros en mi casa. Mi casa es grande y no tengo a nadie con quién compartirla. Además, puedo disponer del personal que quiera para que se ocupen de Seikun y los demás.

-¡Claro que me encantaría! -contestó Mimi sin pensárselo dos veces- ¡Oh, Michael eres todo un encanto!

Y justo en ese momento, tuvo un pensamiento pecaminoso y cargado de arrepentimiento. Quizás hubiera sido mejor haber perdonado a Michael. Así ahora mismo estaría casada con él y tenido hijos. Con él, sería mucho más feliz y no pasaría la penuria que pasaba ahora mismo.

Jou no era malo como esposo. Le proporcionaba los caprichos que le pedía. No tenía la necesidad de trabajar y tenía muchísimo tiempo libre para hacer lo que quisiera. Pero su marido se la pasaba continuamente fuera por su trabajo, y cuando llegaba, se encontraba tan cansado, que apenas conversaban. Solo hasta el nacimiento de Shin, que Mimi empezó a quejarse de lo escandaloso que era su hijo, pero Jou le decía lo mismo que Sora, que tuviera paciencia.

Por eso, la oportunidad que le presentaba Michael era algo que no debería desperdiciar. A sabiendas que Jou no abandonaría su adorado trabajo para trasladarse a Nueva York, no hizo el intento de consultarle el ir toda la familia junta al otro lado del globo. Además, necesitaba alejarse del llanto incesable de Shin y de lo que eso provocaba, que su hijita querida llorase a la par que su hermano pequeño.

Tenía que alejarse de todo eso y relajarse, porque ya no lo soportaba más.

.

El tiempo fue pasando. La vida de Mimi al otro lado del globo iba viento en popa. Se la veía tan animada y feliz, que toda mujer envidiaría.

Durante el transcurso del programa, Mimi había demostrado que podría tener talento para la cocina, pese al sabor inusual que les proporcionaba a sus platos salados. Aún así, combinaban tan bien, que solo obtenía logros, felicitaciones y ánimos. Lo que ella no había tenido desde que se había separado de Michael. Y no solo estaba eso, sino que el estar con Michael, le proporcionaba diversión y felicidad.

Después de haber vuelto a pisar suelo americano, Michael había estado en el aeropuerto para recibirla. Supuestamente, se dice que hay un sentimiento de incomodidad al ver por primera vez al ex que te había engañado. Pues Mimi había roto ese molde al abalanzarse como una niña pequeña hacia él y él recibiéndola con tanta alegría, que parecían una pareja que no se había visto en mucho tiempo.

Aquel día, después de haber mantenido la conversación cotidiana en cuánto habían cambiado o que se veía con buen aspecto, durante el trayecto hacia la casa de Michael, la conversación que habían tenido, había sido el primer paso hacia la separación entre Mimi con Jou.

El vuelo desde Japón hasta Nueva York había sido largo. Palmon dormía junto a un Betamon que se le notaba en la cara que se sentía muy feliz por contar con la presencia de Palmon.

El aire cálido del gran país americano y que se gozaba gracias al descapotable deportivo que conducía Michael, no molestaba a los digimon ni a Mimi. Ella aspiraba el aroma como si tuviese añoranza de un país en el que solo había estado viendo unos cuantos años.

Esa añoranza la dejó expresar en palabras y a sentirse a gusto en un país desconocido.

-Es como estar pisando un sueño y alejarse de la aburrida monotonía de la vida japonesa -decía mientras se estiraba los brazos y se recostaba sobre el asiento.

-Por qué no aprovechas para descansar. Ha sido un vuelo largo y aún falta dos horas para llegar a mi casa.

Mimi lo negó con fervencia, alegando que no estaba cansada y prefería aprovechar la noche para ver los luminosos y altísimos rascacielos y contemplar las maravillosas vistas de aquel país libre y siempre en movimiento. Además, tenía unas ganas tremendas de hablar sin parar y desahogarse con alguien que la entendía y la conocía muy bien. No quería menospreciar a Sora y a Miyako, pero cuando buscaba consejo en Sora por lo de Shin, ella solo le decía que tuviese paciencia. Algo de lo que carecía. Y cuando charlaba con Miyako, tenía la sensación de hablar con alguien que no la atendía y solo le seguía el juego, dándole la razón como a los tontos.

Con Michael podría hablar de lo que fuese, que él sabía entenderla y sabía decirle las palabras que necesitaba. Incluso, podía contarle con total confianza el momento en que se habían separado y cómo llevaba un tiempo arrepintiéndose.

-Quizás fui demasiado impulsiva y debí haberte creído. Pero en ese momento, se me juntó todo.

-La verdad es que después de eso, despedí a mi representante y contraté a otro que fuera varón. Confiaba en que así volverías a mí.

-¡Lo habría hecho! ¡En serio! Pero lo que le pasó a Sora, hizo que solo pensara en querer ayudarla. No quería que terminase como Hikarichan.

-Entiendo que actuaste por querer ayudarla. En eso, te admiro mucho, Mimi.

Pese a que no había rencores del pasado, y todo parecía estar bien entre ellos. Mimi había dejado escapar un pesado suspiro, continuando con la vida que tenía y que no se merecía. Todo por haber querido ayudar a su mejor amiga.

-Pero eso no me hizo a mí feliz -confesó-. Jou es bueno, y quiero mucho a Seikun y a Momochan, pero… Desde nuestra boda, todo no ha ido como a mí me gustaría.

-¿A qué te refieres?

Con la cara compuesta por la pena y el arrepentimiento, Mimi procedió a explicarle todo de principio a fin. Debido a que se había quedado embarazada, los padres de Jou que eran ultratradicionalistas, la habían obligado a que se casase con Jou. Ella solo lo había hecho con la intención de ayudar a su mejor amiga, incluso estaba dispuesta a ser una madre soltera, pues a Jou le tenía aprecio, pero no el suficiente como para que él fuese su príncipe azul con el que soñaba casarse. Pero no había tenido más remedio que ceder por culpa de los padres de su esposo. Mimi le había contado también como su boda había sido sencilla, en vez de ser una boda a lo grande como había soñado desde niña. No había tiempo para las grandes cosas que ella quería y los padres de Jou se habían negado en conceder semejante gasto cuando ellos todavía eran jóvenes. Jou todavía estaba en prácticas en un hospital y ella tenía simplemente el título de secundaria. La habían juzgado terriblemente por no haber querido ir a la universidad.

-Siempre que pueden, me andan criticando por eso. Y hasta dicen, que estoy a tiempo de ir a la universidad y sacarme un título decente. Pero el ir a la universidad no te da un estatus de inteligencia ni nada parecido, ¿verdad?

Mimi siguió hablando y de cómo poco a poco le había ido cogiendo cariño a Jou. Además, se sentía muy afortunada de que Jou fuese el pionero al convertirse en médico de digimon e instruyera a las siguientes generaciones. Pero eso significaba no verle en casi todo el día. Pues Jou ejercía como profesor en la universidad de Tokyo y al mismo tiempo, llevaba la consulta en el mundo digimon. Y cuando volvía por la noche, estaba tan agotado que apenas escuchaba lo que ella tenía que decirle.

-Ya sabes cuánto me disgusta que no me escuchen. ¡Es que ni quiere tomarse unas vacaciones!

-El cansancio nunca justifica si estás con alguien a quién aprecias.

-¿A qué sí? Cuando se lo contaba a Sora, ella no para de decirme una y otra vez que entienda a Jou. Que no es como pienso yo. Pero sabía que yo tenía razón -haciendo un gracioso puchero.

-Eso es porque Sorasan tiene una perspectiva muy distinta a la tuya.

-Totalmente de acuerdo -y se dejó caer sobre su brazo, como si estuviera cansada-. Sé que esto puede quitar la impresión que tengas de mí, pero muchas veces me he arrepentido el haberlo ayudado. Ella a diferencia de mí, es dichosa con su familia. Ojalá hubiera una máquina del tiempo para viajar al pasado y cambiar lo que Sora hizo. Así, aunque hubiese pasado lo de tu representante contigo, habría serenado la cabeza y ahora estaría casada contigo.

Justo en ese momento, un semáforo se había puesto en rojo, dando la oportunidad a Michael de cerrar los ojos y mostrarle un rostro lleno de pena que trataba de disfrazar con una sonrisa.

-A mí también me hubiera gustado que todo fuese como tú sueñas. Pero no pude detenerte a tiempo. Solo me queda poder hacer lo que sea que esté en mi mano para que seas feliz.

-Justo aquí, ahora, en este momento, es cuanto más feliz me siento -agarrando con más fuerza su brazo-. Me gustaría que el tiempo se detuviera.

.

Mientras Mimi acaparaba el éxito en Norteamérica, las cosas con sus amigos seguían transcurriendo con total normalidad. La noticia de que ella estaba embarazada había corrido entre sus amigas, hasta que más tarde había llegado a oídos de Jou y de los chicos. La opinión masculina coincidía en que no podían creerse lo fogosos que eran Jou y Mimi.

Hacía menos de un año, había nacido Shin y ahora Mimi esperaba otro hijo. Con Seiichirou y Momoko, la familia Kido contaba con cuatro hijos.

Muchos tenían curiosidad en saber a quién saldría. Pues estaba claro que Seiichirou, aunque tuviese los rasgos fisiológicos de Mimi, tenía también rasgos de Jou que lo convertía en una increíble combinación. Todo lo contrario a Momoko que era la personificación de Mimi. Y Shin tenía todas las papeletas para ser la copia a carbón de su padre.

Para Koushirou, a diferencia de sus amigos, la vida de Mimi le importaba un reverendo rábano. Su rencor hacia ella aún perduraba incluso en la edad adulta. Además, como se había acostumbrado a ignorarla, pues agradecía no tener tantas buenas migas con Jou y así no verla continuamente. Por eso, le había sorprendido que éste acudiera a su oficina particular con un rostro apagado, como si quisiera contarle algo importante. Lo que más le había llamado la atención era ver cómo Gomamon se encontraba igual de depresivo que su compañero. Sentados el uno al lado del otro en uno de los cuatro sofás, se encontraba el adulto y el digimon sin articular palabra. Tentomon hacía de anfitrión y les servía algo de beber y unos aperitivos como acompañamiento.

Aunque Koushirou no estaba en horario laboral, tenía la mala costumbre de seguir trabajando desde su oficina personal para analizar todo lo que había descubierto con más calma y sin la presencia a su espalda de sus dos principales colaboradores, Takenouchi Haruhiko y Kido Shuu.

La presencia de su amigo que no decía nada, parecía invitarlo a seguir con lo suyo, pero es que su estado era tan alarmante, que no era tan desconsiderado en pasar de él. Sobre todo cuando daba la impresión de que Jou había acudido a él para hablarle de un tema muy importante. A regañadientes, apagó las seis pantallas y se levantó para centrarse en su amigo.

-¿Qué ha pasado?

Pero Jou no contestó. Seguía deprimido y con la vista puesta en la nada. Debería ser algo muy grave, porque incluso Gomamon no comía nada de lo que Tentomon les había servido.

Koushirou siempre estaba acostumbrado a perderse en su propio mundo o a hablar sin parar, aunque no le hicieran caso, que ahora que estaba en el otro lado, entendía lo frustrante que era que el otro te ignorase. Tentomon que estaba acostumbrado a ello, estaba encima de la mesa, esperando con la paciencia desarrollada a lo largo de tantos años a que hablase su repentina visita.

Después de que Koushirou aprovechase para picotear de lo que había sobre la mesa Jou habló.

-Koushiroukun ¿cómo te sentiste cuando Mimi se marchó a Estados Unidos después de haberle confesado tus sentimientos?

Koushirou quedó incrédulo por esa pregunta y con la galleta en el aire, sin saber a qué venía aquella pregunta. Pero al rato, manifestó su molestia al recordar como la mujer de su amigo, le había pisoteado sus sentimientos cruelmente.

-Porque creo que puedo entenderlos ahora -añadió con una sonrisa triste.

Antes de que Koushirou pudiera preguntar de qué estaba hablando y que no entendía nada de nada. Jou le tendió un gran sobre sobre la mesa. El sobre había sido abierto y aunque parecía ser personal, Jou le daba la libertad para que pudiese ojearlo. Koushirou lo cogió con dudas, incluso le pidió permiso para leer su contenido. Cogiendo las hojas grapadas que había en su interior, las grandes palabras que habían en la primera página, lo dejó atónito.

-Senpai, ¿esto es…? -preguntaba Koushirou incrédulo con la mirada alternándola entre su contenido y su amigo quién solo asentía con la cabeza.

Tentomon también lo había visto. Pero lo que había escrito como tema, no lo entendía muy bien, porque no era una palabra que rodeara al mundo de su amigo.

-Koushirouhan ¿qué significa divorcio?

-Ah… Pues… -el pelirrojo se sentía nervioso. Explicar una palabra tan dura teniendo al perjudicado delante, no era nada fácil.

-Significa que Jou y Mimi ya no están casados -declaró Gomamon con cierta molestia hacia la mujer y hacia Palmon por el daño tan terrible que le habían hecho a su querido amigo.

Koushirou repasó las hojas, donde el papel era verdadero y los datos aparecían con la letra indiscutible de Mimi, así como su firma, declarando que era ella la que solicitaba el divorcio. Mesándose su cabello pelirrojo, Koushirou se dejó caer sobre el sofá frente a Jou.

-Pero ¿qué ha pasado? ¿Por qué? ¿No me digas que se ha vuelto liar con Michael?

Sabía que ella se había marchado hace unos meses a América porque su antiguo ex le había ofrecido un trabajo en uno de sus programas. Como él ya no tenía ningún interés sobre su vida, no había opinado como Sora y las demás, lo feo que le resultaba que se fuera a un país extranjero cuando su hijo Shin todavía tenía meses de edad.

-Eso parece -soltó Jou con un profundo suspiro de derrota.

-Pero… Pero… Si tenéis tres hijos… Nunca escuché quejas o que hubiesen problemas con vuestro matrimonio… Y Hikarisan le dijo el otro día a Keiko que Mimi está esperando un hijo tuyo…

-Ese hijo no es mío -cortó tajante.

Ahora sí que consiguió que Koushirou y Tentomon quedasen paralizados por la sorpresa.

-Desde antes que Shin naciera, no tuve relaciones con Mimi. Además, la propia Mimi me aclaró que era de Michael, y quería divorciarse de mí, para que así cuando su hijo naciera, llevase el apellido de su nuevo marido.

La cara de Koushirou era todo un poema. Por experiencia propia, sabía que Mimi era egoísta y que no le importaba los sentimientos de los demás, pero que llegase a semejantes extremos, era algo que no se creía.

Jou soltó una risa sarcástica.

-¿Sabes lo divertido de todo esto? Cuando recibí el sobre, estuve llamándola desesperadamente en búsqueda de una explicación. Yo no había hecho nada malo y fui muy permisivo en dejarla que se fuera a ver su ex, a pesar de que Shin con lo pequeño que es, necesita a su madre. Lo mismo que Momoko. Pero durante más de cinco horas, ella no me cogió el teléfono. Estaba frenético. Por culpa de eso, no pude ir a trabajar. La primera vez que pasa eso en mi vida. Y por fin, cuando ella cogió el teléfono, contesta soñolienta y tan tranquila, como si no hubiera pasado nada -otra risa sarcástica-. Allá en América todavía eran las nueve de la mañana y tenía el móvil en modo silencio. Hasta me replicó por la cantidad de llamadas perdidas con toda la cara posible. Y luego, escuché la voz de Michael. Cualquiera con dos dedos enfrente, supone que ella no está perdiendo el tiempo con su nueva vida -mirándole con una sonrisa triste donde podía imaginar lo que su amigo estaba pensando-. Le pedí explicaciones sobre el divorcio y le reclamé su traición. Pero ella, toda tranquila, sin ningún tipo de arrepentimiento, me soltó que me apurara en firmarlos antes de julio, porque se iba a casar en esa fecha con Michael. Hasta tuvo el descaro de invitarme a la boda y que nuestros hijos no podían asistir porque iba a ser una boda muy especia. ¿Oíste? Ella no quiere que sus propios hijos vayan a su boda -pausó unos segundos. Un nudo muy grande empezaba a formarse en su garganta y su voz sonó ahora quebradiza. Desde que era adolescente no había vuelto a llorar y ahora que era adulto, le resultaba vergonzoso, pero no podía contener el dolor que tenía-. Como si se olvidara de nuestros hijos, de mí, de como por ella, perdí a alguien que realmente me valoraba… … …¿Qué voy a hacer ahora? Yo solo con tres niños pequeños… -y las lágrimas salieron ganadoras de sus ojos, pese a que su propietario tapaba con su puño sus ojos, como si así no pudieran verle llorar. Gomamon le ofreció su garra como apoyo y prometiéndole que él le ayudaría en todo lo posible. Pero esas palabras de consuelo no servían ante un dolor que no solo se basaba en algo tan simple como eso. Sino la de un corazón destrozado. Un corazón que se había dejado camelar por la proposición de la mujer para ayudar a sus amigos y que al final, lo había abierto para que al menos fuesen una pareja feliz.

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Antes de que el propio Jou notificase a sus amigos el divorcio con Mimi, la noticia de que el famoso productor norteamericano Michael Ford iba a contraer matrimonio con Mimi ese año, llegó a oídos de todos. Sora había sido la primera en contactar con su mejor amiga, pidiéndole explicaciones.

-¡Ya ves! ¡Me caso en un mes! ¡No hace falta decirte que estás invitada! ¡Michael ha prometido que hará realidad la boda de mis sueños! Lo malo es que al ser un fiestón con un montón de personalidades importantes, Yuuchan ni Natchan podrá asistir. Espero que tus padres o los de Yamatosan no tengan problemas en quedarse con ellos.

-¡Mimichan! ¡¿Te estás escuchando?! ¡¿Cómo te vas a casar con otro hombre, cuando estás casada con Jou?! -hablaba Sora desesperada.

Desde la alfombra de juegos, Yuuta jugaba con los juguetes y su Punimon. Cerca de la pared, había una cuna, donde una recién nacida de piel clarita, dormía junto a un digihuevo que todavía no había sido abierto. Piyomon los vigilaba, tratando de ignorar la conversación y ocupándose de lo más importante, los hijos de Sora y Yamato. Pero el niño, al escuchar los gritos de su madre, no pudo evitar mostrar su atención y a preocuparse por su madre.

Al otro lado de la línea, Mimi le aclaró a Sora de que el problema con Jou ya estaba a punto de solucionarse. Le dijo que le había enviado un sobre por correos con la solicitud de divorcio, donde solo faltaba la firma de Jou para así librarse del apellido Kido y convertirse en una Ford. También le explicó sobre el hijo que esperaba y su deseo de que llevase el apellido de Michael.

-¡¿Y qué va a pasar con Seikun, Momochan y Shinkun?! ¡Mimichan no puedes ignorarles! ¡Son tus hijos!

-Lo sé. Y créeme que me da pena separarme de Momochan. Pero imagino que en un juicio me puedan dar al menos la custodia de Momochan. Así como hicieron los padres de Yamatosan que repartieron a sus hijos para que todo quedase equilibrado entre ellos.

Sora estaba que no entendía nada. Su cabeza daba vueltas intentando procesar lo que estaba escuchando. Su mejor amiga… o lo que creía que era aquella amiga con la que había crecido, solo se preocupaba de su hija. Seiichirou y Shin parecía inexistentes para ella. No tardó en recordárselo, pero la respuesta de Mimi no pudo ser más fría.

-Es que Sei y Shin no me quieren. Sei pasa de mí y no le gustaba los regalos que le hacía y Shin lloraba cada vez que lo cogía en brazos.

-¡SON TUS HIJOS! -gritando tanto que hasta sobresaltó a Yuuta. Piyomon fue rápidamente hacia la cuna, al ver cómo la recién nacida se había movido levemente por el brusco ruido. La meció con suavidad para que la niña siguiera en el mundo de los sueños, mientras observa a Sora con preocupación. Pero la digimon vio lo mismo que Yuuta, lágrimas de rabia.

Mimi al otro lado de la línea había quedado callada. Tras unos segundos de tenso silencio, Mimi volvió a hablar.

-Lo siento, Sora. Pero esperaba que me comprendieras, ya que me sacrifiqué para no te autodestruyeses como le pasó a Hikarichan. Pero parece que no sabes agradecer los actos voluntariosos de tus amigos.

Sora quedó mortificada por aquellas palabras. Le estaba echando la culpa de algo donde Mimi había decidido por iniciativa propia. Ella nunca le había pedido que tuviera un hijo con Jou, para que así ella pudiera tener hijos sin tener el miedo de que su primogénito muriese como Kibou.

Se percató en que Yuuta la observaba fijamente. Sus ojos azules idénticos a los de Yamato y su carita preocupada, le recordaban tanto a él, que era como si Yamato la estuviera viendo. Trató de asomar una sonrisa y le acarició el cabello. Ese cabello anaranjado que había heredado de ella, pero que tenía la misma forma rebelde que la de su padre a su edad.

-Si esa es tu perspectiva de la amistad, me temo que estás muy equivocada. Parece que diga lo que diga será inútil, así que espero que seas feliz en tu matrimonio con Michael.

Tras aquella fría despedida, Sora colgó el teléfono. Echó un vistazo a la cuna, donde Piyomon se encargaba de que su hija estuviera bien. Luego a Yuuta que no dejaba de verla preocupado. Trató de tranquilizarle de que no le pasaba nada. Pero tenía unas ganas tremendas de echarse a llorar, que no quería hacerlo delante de su hijo. Se marchó de la sala, diciéndole a Piyomon que cuidara de Yuuta.

-Yo tengo que trabajar en la próxima colección. Así que pórtate bien, ¿eh, Yuu?

-Mamá, pero ¿estás bien? -seguía el niño sin convencerse mucho.

-¡Claro que sí! -le contestó con una sonrisa falsa, colocándose a su altura-. Los adultos somos muy fuertes. A veces dejamos que nuestras emociones se apoderen, pero nos recuperamos enseguida.

-Pero…

-Además, si ves que tu mamá está triste ¿no sentirás miedo porque no hay nadie fuerte para protegerte?

El niño lo pensó desde esa perspectiva y se tragó a pies juntillas las palabras de su madre. Sora se fue al pequeño estudio para trabajar, o fingir que trabajaba. Pero era su refugio para llorar sin que nadie la molestase. Y eso era algo que Piyomon sabía. Pero no podía ir con ella y dejar a los niños solos. Solo quedaba esperar a que Yamato y Gabumon volviesen del trabajo.

Cuando lo hicieron, había pasado bastante tiempo para que Piyomon se preocupara por haber dejado a Sora sola con su pena. Tan pronto como humano y digimon cruzaron el umbral, Piyomon había corrido a informarle a Yamato de lo que había pasado. Pero Yamato y Gabumon ya habían recibido mensajes sobre la futura boda de Mimi. Todos estaban desconcertados al haber visto la noticia por Internet que no habían podido contactar con Jou para que les diera una explicación sobre lo que estaba pasando. Sin embargo, después de que Yamato escuchase a una desesperada Piyomon, no tardó en correr hacia el estudio que tenía su mujer.

Yuuta viendo la expresión de su padre, había vuelto a preocuparse. Había querido ir, pero Gabumon no se lo permitió. Aún así, en el intervalo en que la puerta al estudio había sido abierta, pudo escuchar el llanto desgarrador de su madre. En ese momento, Yuuta comprendió que su madre se había hecho la fuerte para no preocuparlo, mientras que en la soledad dejaba escapar su pena. Así que decidió ser fuerte como su padre, para así convertirse en alguien que pudiera ser fuerte y consolar a su madre en ausencia de su padre.

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Jou nunca había admirado tanto al padre de Yamato como lo estaba haciendo ahora que se había convertido en un hombre divorciado. Mimi no había tenido ningún tipo de escrúpulo en casarse con Michael tan pronto como obtuvo los papeles del divorcio. Y en cuanto a sus hijos, ella había aceptado de buena gana que él se encargara de ellos. Aunque lo llevase a juicio, el tribunal le daría la custodia a él, pese a que actualmente, ella vivía con todas las comodidades posibles y podría meter a sus cuatro hijos en las mejores escuelas del mundo. Pero su actitud infantil y egoísta eran suficientes para denegarle la custodia a su exmujer. Supuso que lo sabría y que por eso, no luchó por querer quedarse con sus hijos o con alguno de ellos. Cómo habían hecho los padres de Yamato y Takeru. Tanto Hiroaki como Natsuko querían a sus hijos, y la causa de su divorcio no se parecía en absoluto a lo suyo. Aún así, el señor Ishida, con su exceso de trabajo, había sido capaz de criar a un hijo convirtiéndolo en alguien independiente y fuerte.

Durante sus aventuras digitales, Yamato había mostrado unas dotes de madurez superiores a la suya, a pesar de que él era el mayor por un año, y unas dotes culinarias que sorprendería a cualquier mujer. Quizás su personalidad arisca y su aire de lobo solitario eran la contraparte debido a que el señor Ishida dejaba solo a su hijo durante casi todo el día.

Aún así, Yamato, gracias a Gabumon, se había enderezado y madurado tanto que era lógico que Sora se enamorase de él.

Dudaba que sus tres hijos pudiesen llegar a tener un grado de madurez como el de su amigo. Lo que más, dudaba poder seguir llevando esa situación por más tiempo.

Habían pasado tres años. Mimi no había vuelto ni una vez a Japón. Aún así, de vez en cuando llamaba para preguntar por sus hijos, especialmente por Momoko. Les enviaba regalos por sus cumpleaños y por Navidad. Aunque con Sei y Shin nunca acertaba, con Momoko era distinto. Quizás porque de entre sus tres hijos, Momoko era la que más se parecía a su madre, tanto en aspecto como en personalidad. Su digimon era de la especie de Palmon, por lo que su hija y su digimon se sentían emocionadas de ser hijas de la ahora, presentadora del famoso programa culinario americano, Mimi Ford.

Sei, era todo lo contrario. Estaba de su parte y no sentía nada por su madre. Le sorprendía como a sus ocho años, su primogénito trataba de animarlo diciendo que le ayudaría en todo lo que pudiera. Pero depender de tu hijo resultaba patético.

Y finalmente estaba Shin, el que no sabía qué hacer con él. Lloraba todo el tiempo, para empeorarlo, su hermana no paraba de gritarle por lo ruidoso que era. Y él, entre que llevaba a medias la consulta en el digimon y apenas podía dar clases a los futuros médicos de digimon, se sentía estresado sin saber qué hacer. De no ser por su asistenta, hace tiempo que se habría rendido o incluso, obligaría a Mimi a que se hiciera cargo de sus hijos, porque él no podía.

Desesperado, una noche en que se había reunido con sus amigos, les había pedido consejo sobre qué hacer.

-Necesita una madre -le dijo Takeru quién de todos, era el que mejores consejos daba sobre esos temas-. Aunque tenga dos o tres años, Shin no tiene una figura que esté ahí para entenderle y mimarle.

-¿Y Jou qué es? -cuestionó Daisuke sirviendo un poco más al más mayor de los elegidos.

-No es lo mismo la presencia dulce y encantadora de una mujer que la figura varonil que siempre es el ejemplo para seguir de un niño -fue ahora el turno de Yamato para hablar.

-¿No fue por eso por lo que te casaste con Arisa, para que Musuko tuviera una madre? -fue el turno de Taichi para hablar, sintiéndose confuso de que no comprendiera algo tan básico si él había pasado por lo mismo.

-Sí… Bueno… -carraspeando. Acordarse de su segunda esposa, era recordar a ese segundo hijo que había dado en adopción. Algo que nadie sabía y tenía que seguir manteniendo el secreto. Antes de que en su cara desvelara algo relevante, sirvió un poco más de cerveza a sus amigos, sabiendo que eso les encantaría, sobre todo cuando les salía gratis.

El lugar de reunión era en uno de sus locales. Para tener una conversación más íntima, había cerrado antes de tiempo y había mandado el personal a casa. Así también tendrían todo el local para ellos solos.

-Entonces -apareciendo Gomamon entre las piernas de Jou-, la solución está en que Jou se busque una novia.

En ese momento, todos tuvieron un pensamiento en común. Para alguien como Jou que carecía de atractivo, sobre todo últimamente con las ojeras de apenas dormir y su aspecto desaliñado, el encontrar a sus treinta y dos años a una mujer que quisiera estar con él, era muy complicado. Además, tenía que comprometerse a cuidar de los tres hijos y a soportar su continua ausencia. En otras palabras, que casarse con Jou sería para cuidar de tres hijos de su anterior esposa y verlo muy poco por el día.

¿Qué mujer tan tonta sería capaz de eso?

-Lo entiendo -dijo Jou con un suspiro pesado, como si les leyera la mente-. No hace falta que digáis nada.

-Vamos, senpai, seguro que habrá alguna mujer por ahí -decía Koushirou nervioso, tratando de animarlo-. Si quieres puedo presentarte a alguna compañera mía del trabajo.

-Y dentro del departamento de policía, también hay muchas mujeres solteras y muy distintas, deseosas de casarse. Seguro que habrá alguna que le agrades -fue el turno de Ken en tratar de animarlo.

-¿Y qué tal alguna compañera de Norikochan? -preguntó Armadimon al lado de su compañero.

-¡Es verdad! Casi todas las colegas de Norikosan están solteras -comentó Iori.

-¡Eso es perfecto para ti, Jou! Las profesoras de preescolar adoran a los niños. ¿Qué mejor que una profesora de preescolar para cuidar a tus hijos? -decía Taichi entusiasmado y que trataba de contagiárselo a su amigo.

-Y todas son muy guapas -añadió Takeru con una amplia sonrisa.

-Se lo voy a decir a Hikari -se metió Yamato con su hermano.

-Ella ya lo sabe. Y no le importa -contestó con tanta naturalidad que hasta sorprendía a Taichi de que su hermana fuese tan bonachona.

Sabía muy bien que la relación entre su hermana y Takeru había sido muy especial desde los ocho años, con el traspiés que habían tenido a causa de Kibou, donde Takeru había estado enamorado de ella desde tan tierna edad. Pero mantener la calma y la tranquilidad cuando tu esposo piropea a otras mujeres, eso era que ninguna mujer soportaba. Incluso su mujer. Últimamente, y no sabía porqué, le daba la sensación de que se comportaba de forma rara, sobre todo cuando estaba cerca de Sora.

-Pero a Tailmon, sí -le recordó Patamon con cierta molestia.

Pues cada vez que Takeru le decía a Hikari cuando iba a recogerla al trabajo, lo guapa que era la nueva profesora en prácticas, Tailmon se ponía de un humor, que al final, quién las acababa pagando era Patamon.

-De todos los digimon que conviven con otros, tú eres el que más peligro tiene -se mofaba Veemon, sintiéndose por primera vez agradecido de que lo de su compañero con Hikari no funcionara.

-¡Tiene razón! -le acompañaba Armadimon con la broma.

-Bueno, que estar con alguien tan serio como Hawkmon no es que sea divertido -saltó Woormon.

-¡Yo soy el que mejor suerte tengo de todos! -presumía Agumon dándose aires de grandeza- ¡Me llevo muy bien con Meikuumon! ¡Siempre estamos de acuerdo en todo y nos lo pasamos muy bien todos los días!

-Demasiado -soltó Taichi irónico-. Tanto tú como Meikuumon nos volvéis locos a Meiko y a mí. Es como tener dos niños pequeños todos los días del año. Hasta Sanaechan y SnowBotamon tienen más sentido que vosotros dos juntos.

-¿Eh? ¿Qué quieres decir con eso, Taichi? -le preguntó Agumon ofendido.

El espectáculo que empezaron a dar Taichi y Agumon fue motivo para que todos se rieran, incluso Jou, que se sentía muy bien y animado gracias a sus amigos.

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Días después, una reunión algo particular se celebraba en la oficina privada de Koushirou, donde éste, cómo su mujer e hija decían, no paraba de llevarse el trabajo a su segunda casa.

Aquel gran bloque había sido comprado por sus padres cuando el pelirrojo tenía dieciséis años. Todo porque querían que su hijo siguiera con sus investigaciones en un lugar más amplio, con todo el equipo necesario y sobre todo, que se sintiera cómodo. Lo que no se esperaban, es que Koushirou usase aquella oficina como su segunda casa, donde apenas regresaba a su propia casa a dormir. Algo que hoy en día, seguía haciendo lo mismo.

También aquel lugar, había sido bautizado como lugar de reuniones de los digielegidos y sus digimon cuando en aquellos momentos, en que los digimon no eran bien vistos, tuvieran un lugar en el que poder estirar las piernas tranquilos. Con el paso de los años, los digielegidos habían cogido la costumbre de invadir el lugar de trabajo privado de Koushirou para sus reuniones. Aunque estas fuesen triviales. Si necesitaban reunirse para aprovecharse de la comida, usaban uno de los locales de Daisuke. Habían algunos que pensaban que eso era aprovecharse de los implicados, pero siendo una minoría contra una mayoría, solo podían dejarse arrastrar y resignarse. Además, tanto los locales de Daisuke como de Koushirou contaban con salas de juegos para que los niños y los digimon jugasen sin molestar a sus dueños. Las salas tenían un cristal insonorizado y tenían las medidas de seguridad adecuadas para que los más pequeños no se hicieran daño, dejando a los adultos tranquilos y hablar con calma sobre sus cosas.

El tema para ese día era sobre lo que los hombres habían decidido para Jou. Presentarles a una compañera de su respectivo oficio para que encontrase en ella una madre para sus hijos. Todas ellas habían resultado ser un fracaso, y Gomamon pidió reunir a los hombres de nuevo, pero sobre todo a las mujeres, que mejor juicio tendrían para estas cosas. Y era solo ver la molestia de algunas para comprobar que el consejo de los hombres había sido un terrible error.

-Y ahora Jou está peor que antes -explicaba Gomamon triste. En esa reunión no estaba presente su compañero humano.

El digimon se las había ingeniado para reunirles a todos, a espaldas de Jou. Estaba seguro de que se sentiría peor si viese cómo las mujeres recriminaban a sus respectivos maridos, por culpa suya.

-Yo no entiendo cómo la compañera de Norikochan se marchó por patas -seguía Armadimon sin entender cómo una profesora de preescolar había huido descaradamente, cuando se había enterado de que Jou tenía tres hijos.

-Aunque seamos profesoras y adoremos a los niños, cualquiera se sentiría asustada si descubre que el hombre tiene tres niños -comentó Hikari con una pequeña sonrisa.

-Dos es el límite que una mujer soltera y sin hijos puede soportar -añadió Miyako más molesta que el resto de las mujeres. Le irritaba que Ken hubiera sido capaz de presentarle a una de sus compañeras de oficio. Eso le hacía comerse la cabeza de que creyera que sus colegas eran muy bonitas, cuando ella carecía de todo atractivo y se había visto obligada a convertirse en ama de casa, por culpa de su jefe, que no aceptaba que su personal femenino pudiesen tener hijos.

-Miyakochan diciendo eso, estás insinuando que no habrá ninguna mujer que pueda aceptar a Jousan -interrumpió Meiko nerviosa.

Miyako se tapó la boca con las manos y trató de arreglar el asunto, pero no había forma de hacerlo.

Formándose un tenso silencio, Daisuke fue el valiente en romperlo para hacer la gran pregunta y pedir la opinión femenina.

Miyako no tenía ninguna idea que fuese buena. Meiko era otra igual. Y Hikari estaba más centrada en Isaki y en Takeshi, que en pensar algo para ayudar al más mayor del grupo de elegidos.

-Como no los meta en un colegio de estos para pijos donde solo los ves en verano -soltó Daisuke sin ningún tipo de descaro.

-¡No digas tonterías! -espetó Yamato.

-Para eso que se los quede Mimi. -siguió Taichi con la misma opinión que su mejor amigo.

-Entonces ¿por qué no les cede la custodia a Mimichan? Ella tiene todos los medios para hacerse cargo de los niños -sugirió Miyako.

-Ella sería capaz de mandarlos a un colegio privado como dijo Daisuke. Para eso, que se los quede Jousenpai -respondió Koushirou con cierta molestia.

Miyako que desconocía por lo que había pasado Koushirou, lo observó con confusión, luego al resto de sus amigos quiénes tenían miradas largas. Casi todos los que estaban presentes habían dejado de mantener el contacto con ella, tras la irresponsabilidad que había cometido de irse a Estados Unidos para reunirse con Michael, cuando su hijo había nacido hace poco. Y no contenta con eso, traiciona a su marido, acostándose con su antiguo novio y teniendo un hijo de él. Para rematar, le envía por correo ordinario la solicitud de divorcio como si enviase una carta para saber de su vida.

Aunque esa fuera la razón por la que todos se habían puesto de parte de Jou, y dejasen a Mimi de lado, habían otras personas que tenían sus razones particulares.

Koushirou había sido la primera víctima cuando había sido adolescente, y le había confesado sus sentimientos. La siguiente víctima resultó ser Meiko. Durante la boda de Yamato y Sora, Mimi le había soltado la bomba de que Taichi había estado enamorado de Sora. Meiko había querido creer que lo había soltado de forma ingenua, sin ninguna mala intención. Pero que una y otra vez le estuviera repitiendo ese cuento, daba la impresión que quería que se separara de Taichi. No había tenido más opción que dejar de mantener el contacto con ella y a tratar de mantenerse lo más alejada de Mimi, durante las reuniones grupales. Pero la semilla ya estaba madura. Y Meiko ya no podía evitar pensar que su marido seguía enamorado de Sora. A cada mirada que él le daba, a cada palabra llena de energía que le decía, la mirada desconfiada de Yamato, viéndolos con cierto recelo, eran prueba más que suficiente.

-¿Qué pasa? -preguntaba Miyako mirando a todos, porqué el hecho de nombrar a Mimi los ponía serios.

A pesar de lo que había hecho Mimi, debido a que la tenía tan idealizada, que la veía como una hermana mayor, que era incapaz de ponerse en su contra y dejarla de lado. Aunque años después, eso cambiaría.

-Miyakosan, aunque Mimisan tenga los medios para poder criar a sus hijos, la ley estipula que después de que ambas partes estuviesen de acuerdo en a quién tiene la custodia, esta es irrevocable. Sin embargo, si la persona que tenga la custodia no tenga los medios necesarios para criarlos, en ese caso, el estado pasaría a su cuidado. Solo cuando el hijo cumpla la mayoría de edad, podrá elegir con quién quedarse -habló Iori con su labia como abogado.

-Resumiendo, que si no hacemos algo para ayudar a Jou, Sei y los demás se irán a un orfanato -dijo Taichi desesperado, donde solo la idea de que sus propios hijos fuesen a un lugar desconocido con gente desconocida, no le gustaba nada e imaginaba que a Jou tampoco- ¿Qué dices, tú Sora? Has estado callada todo el rato -algo que no era propio de ella.

La susodicha al convertirse en el centro de atención, los miró a todos y luego bajó la cabeza con ciertas dudas.

-Solo estaba pensando en algo. Pero no sé si será lo correcto.

-¿El qué? -le preguntó su marido curioso.

-El otro día que llevé a Nat y a Aki para sus vacunas, me encontré con Yayoisan -Takeru habló para preguntarle si ese no era el nombre de la antigua novia de Jou-. Así es. Ahora ella trabaja como enfermera en el hospital infantil. Estuvimos hablando un buen rato, hasta que me preguntó por Jousenpai. Algo que me extrañó. Pero ella me dijo que se había enterado de su divorcio y que había querido llamarlo para hablar con él. Pero que no se sentía capaz.

-¿Aún está enamorada de Jou? -preguntó Gomamon como si le hubieran activado un interruptor llamado esperanza.

-A mí me dio esa sensación. La verdad es que no quise indagar más en el asunto. Y tampoco quería remover viejas heridas.

-Pero quizás deberíamos. Ella es la más adecuada para Jou. Lo sé. Ella me caía muy bien. Y algo me dice que no le importará hacerse cargo de Sei y los demás -decía Gomamon desesperado mirando hacia todos para que le ayudasen.

-Pero Gomamon, aunque hablemos con ella, las cosas no se solucionan tan fácil como crees -dijo Iori como la voz de la razón.

-Quizás lo mejor es que se le digan las palabras adecuadas -mencionó Daisuke rodando los ojos hacia una persona en particular.

Todos entendieron lo que quería decir y al igual que Daisuke, volvieron a centrarse de nuevo en Sora como si fuera una personalidad importante. La mirada de Gomamon a diferencia del resto, era suplicante, como si ella fuese la persona clave para ayudar a Jou.

-¡No! ¡De eso nada! Ya dije que no quiero remover heridas.

-Pero si hablas con ella, y le dices las palabras correctas. A mí me ayudaste mucho para que abriera los ojos con Sachi y que no pensara que era una acosadora -insistía Daisuke.

-Como si pudieras tener una -se burló Veemon, ganándose de inmediato un capón por parte de su compañero humano.

-A mí también me ayudaste mucho. De no ser por ti, ahora no estaría casado con Keiko y no hubiera tenido a Izumi y a Kazumi -le recordó Koushirou con una sonrisa de agradecimiento, tras haber visto de soslayo a sus dos hijas.

Sora se sentía presionada. Ella también pensaba que quizás con Yayoi, la vida de Jou pudiera mejorar. Incluso tenía la corazonada de que ella seguía enamorada de Jou, pese a los años que habían pasado. Pero no podía hablar con ella para que se casara con Jou y se hiciera cargo de sus tres hijos.

-Bueno, tampoco tenéis que depender tanto de ella -intervino Yamato molesto en defensa de su esposa, tras ver como se sentía en apuros.

-Es que es la madre del grupo -añadió Taichi con una sonrisa amplia-. La única capaz de que todos tomemos la decisión correcta.

Las palabras de Taichi emocionaron a Sora. Pero molestaron a Yamato y entristeció a Meiko. El propio Yamato había perdido la paciencia en ese momento y estaba a punto de soltar algo indebido, pero de repente, su hijo Yuuta había aparecido rápido, encarando al Yagami adulto.

Desde el cristal, Yuuta había visto cómo su madre parecía verse apurada, ante las miradas de todos puestas sobre ella. Luego, a su padre algo encolerizado, que no pudo quedarse sentado sin hacer nada.

Su madre tenía a su padre para protegerla, pero también estaba él en esa mesa de caballeros que protegían a su doncella. Sin embargo, él no tenía la fuerza suficiente como su padre para imponerse ante los adultos, así que optó por otro modo de ataque que dejaría hundido al señor Yagami.

-Si ella es tu madre, debería decirte "hermano". Aunque "hermano pequeño" porque te has convertido en mi hermano recientemente.

Las palabras ingeniosas de aquel niño provocaron la risa en varios de los miembros allí reunidos, mientras que Taichi miraba al niño sin saber qué decirle. Pero Yuuta aún tenía más que decir para dar dónde más dolía.

-Papá, si tienen que depender de mamá para ayudarles, es porque no han madurado lo suficiente, ¿verdad?

Eran palabras de un niño inocente que muchos se lo tomaban como broma, pero alguien tan sensible como Daisuke, no quiso tolerarlo. Rojo como un tomate, sintiéndose humillado por un simple crío de siete años, empezó a discutir con él.

-¡Tú, criajo! ¡¿No estás llamando inmaduros?! ¡Tienes que tener más respeto por tus mayores!

-Y lo tengo. Yo no he dicho otra cosa que la verdad. Si esta te duele, eso solo demuestra que eres un inmaduro.

Daisuke se quedó con la boca abierta de la impresión de que aquel mocoso fuese tan espabilado como para soltarle semejante comentario. Le daba la impresión de estar viendo a Yamato. Y él pensando que si Yamato y Sora tuviesen un hijo, no serían tan bordes como el padre. Que equivocado estaba.

Veemon si ya se reía, las palabras tranquilas del niño fueron el detonante para caer al suelo, sujetarse de la barriga y no poder aguantar la risa que eso le producía.

-Esa ha tenido que dolerle -susurró Takeru entre risas a Hikari, quién junto a Tailmon, trataban de que su risa no fuese tan cantante como la de Patamon que no podía contenerse.

-¡Esa ha sido muy buena! -se mofaba Miyako.

Tanto Ken como los digimon trataban de que la mujer se comportara y no imitara la risa burlona de Veemon, pero era imposible, cuando ellos también trataban de contener la risa.

Sora no tardó en retrasar a su hijo, disculparse ante Daisuke y Taichi y amonestarlo por tener la lengua tan grande. Yamato no le dijo nada. Aunque también tendría que echarle la bronca, se sentía agradecido con él, porque estaba a un paso de arruinarlo todo. Además, se sentía orgulloso, porque pese a su corta edad, su hijo había sido capaz de dejar en su lugar a Daisuke. El hombre aún estaba boquiabierto y alucinando por lo que ese retaco le había dicho. Le daban unas ganas tremendas de darle dos o tres bofetadas, pero cualquiera lo hacía con Yamato presente.

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Esa misma noche, después de haber acostado a sus hijos, y que Sora castigase a su hijo sin ordenador y sin televisión todo el fin de semana, ésta se encontraba con Yamato discutiendo sobre el asunto.

-No deberías de castigarle. Él lo dijo sin mala intención.

-Yamato, le conozco muy bien. Yuu es idéntico a ti y sé cuando lo hace con o sin mala intención. Él fue directo a provocar.

-Lo que hizo que dejaras de estar entre la espada y la pared. Yo también te conozco, Sora y sé cuando lo estás pasando mal.

La mujer solo pudo quedarse callada. Mirando a la nada, soltó un suspiro silencioso.

-Tengo que reconocerlo. La aparición de Yuu me hizo reflexionar -Yamato la miró con atención-. Después de que provocase a Daisukekun, tú y yo estábamos en distinta sintonía. Mientras yo me ocupaba de reprenderle, tú te quedaste satisfecho por lo que había dicho. Esa es la balanza que todo un niño necesita. Alguien que le apoye y la persona que sea estricta con él. Una sola persona es imposible de que haga algo como eso sin caer en la locura. Es lo que le está pasando ahora mismo a Jousenpai -pausó unos segundos para recuperar el aire y pensar detenidamente lo que tenía en mente-. Los niños no tienen la culpa. Solo están confusos porque necesitan a alguien más que les entienda. Así como tú cuando vivías solo con tu padre, no tenías la otra parte que te entendiera y que te comprendiera, hasta que conociste a Gabumon. Creo que eso es algo que se aplica a la mayoría de las personas. Podemos ser independientes y fuertes, pero necesitamos de un amigo, de un amante o alguien que esté contigo por el resto de tu vida para mantenernos cuerdos y no dejar que nuestros sentimientos negativos nos derrote.

-Pero Jou tiene a Gomamon.

-Pero él no puede rellenar lo que le hace falta Jousenpai.

-Entonces ¿quieres decir?

-Hablaré con Yayoisan -decretó con un profundo suspiro-. Solo espero no empeorar las cosas.

-No digas eso -abrazándola con fuerza-. Parece mentira que digas esas cosas cuando conseguiste tanto y para todos.

Ella se relajó en sus brazos, sintiéndose más segura que nunca. Yamato le daba el apoyo que ella necesitaba. Él era su complemento. La otra parte de la balanza que hacía que todo estuviera en orden. Si uno de los dos faltaba, la balanza caería hacia el otro lado en picado, donde todo lo que se había construido, se desmoronaría para siempre.

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Y al final, ella había logrado que Yayoi admitiera que todavía siguiese enamorada de él. Junto a Gomamon, habían organizado un reencuentro.

El ver de nuevo a su exnovia y aclarar todo, fue el prólogo de una vida más tranquila y poder retornar con su trabajo habitual.

Sabía que Momoko no la había aceptado. Y que por mucho que hablase con ella, era como un hueso difícil de roer. Además, su hija le había amenazado con decirle que cuando cumpliera la mayoría de edad, que se iría a Nueva York con su madre. No podía disuadirla. Era la decisión de su hija y si eso la hacía feliz, no podía impedírselo.

Eso no significaba que no la quisiera.

Pese a su carácter egoísta, pese a que era la viva imagen de su madre, la quería. Solo esperaba que ella y sus otros hijos estuviesen bien. Esperaba que Sei se comportase como el hermano mayor que era y pudiera mantener la situación en calma.

-Jou -escuchó cómo Taichi le interrumpía-, perdona, pero te importaría revisar a Sora y de paso a Piyomon -manifestaba el antiguo líder con preocupación.

Viajando sus ojos oscuros y cansados hacia la aludida, Jou entendió lo que quiso decir.

Sora estaba durmiendo en brazos de Piyomon, o eso parecía. Sus ojos se cerraban y se abrían de forma irregular. El problema estaba es que no había signos de vida en ellos. Parecía un muñeco sin alma. Piyomon con Sora entre sus brazos, seguía alterada por la presencia de Mimi. Jou se fijó en cómo su plumaje estaba tenso y eso podría provocar una recaída en el ave digital. Lo que menos necesitaban en esos momentos.

Taichi vio cómo Jou se levantaba para revisar a su amiga. Gomamon lo siguió sin decir palabra.

Viéndolos, Taichi no podía evitar sentirse estresado y con ganas de llorar. Ver a Sora así le rompía el alma. Ella había sido su amiga de la infancia. Su primer amor.

Lo reconocía.

Se había comportado como un verdadero gilipollas al haber mantenido aquellos sentimientos por Sora, incluso cuando había sido novia de Yamato.

Le había costado mucho que estos se esfumaran que incluso habían revivido cuando creía que lo había superado al empezar a salir con Meiko.

Cada vez que veía a Yamato con Sora, como ella se sentía protegida por él, lo golpeaban con dureza.

Él también podría cumplir ese rol.

¿Por qué entonces no lo había elegido?

Sonrió con pena.

Qué patético había sido.

Pero lo más patético era el no aceptar que había perdido por primera vez contra su mejor amigo.

Eso es lo que más le había jodido.

Había tardado años en reconocerlo. Pero no tantos en comparación a cuando había abandonado sus sentimientos por Sora. Aún podía recordarlo, porque estaba presente en ese adolescente del que su hija sentía algo más que amistad.

Yuuta.