PROEMIO · Gran amigo

Silencio y tensión. Eso es lo que había en la oficina particular de Koushirou.

El pelirrojo pese a que tenía su propio trabajo como investigador jefe de fenómenos de digimon con la colaboración del padre de Sora y el hermano mediano de Jou, existían ciertos fenómenos que le gustaba investigar en solitario. Lo que no se esperaba es descubrir que uno de ellos fuese altamente peligroso tanto para la raza humana y digital. Donde un pequeño descuido, y podrían perder la vida.

Hace unos días había descubierto que se habían abierto unas puertas digitales que conectaban el Mundo Digimon con el espacio exterior. El riesgo que eso suponía era muy grande para los digimon y resto de elegidos de todo el mundo que podrían atravesarla sin querer, suponiendo su muerte inmediata.

Cuando Koushirou lo había descubierto, había contactado de inmediato con Gennai y con varios de sus amigos elegidos como Taichi y Yamato para tramar un plan para solucionar el problema. A Koushirou le hubiera encantado que Daisuke y Ken también acudiesen a la reunión, pero Daisuke estaba ocupado en preparar una reunión de empresa que tendría lugar en Shanghái y Ken tenía que lidiar con sus propios problemas personales por culpa de la marcha de su hija Minami.

Como presidente de la Oficina Nacional del procesamiento de datos, había tenido que pedirle a Daigo que también asistiese a la reunión.

Tras el suceso ocurrido hace casi veinte años, y con Maki todavía cumpliendo condena en prisión, Daigo había escalado posiciones hasta convertirse en el presidente, tras el retiro del padre de Meiko.

Gennai que había descubierto aquellas puertas que conectaban con el mundo humano al mismo tiempo que Koushirou, observaba las caras de los allí presentes a través de uno de los monitores INV.

Los aperitivos que había servido Tentomon, aunque habían sido tocados por Agumon, habían quedado sin terminar ante lo que Koushirou les había dicho.

-¿Estás seguro de que esas puertas conectan con el espacio exterior?

El aludido hizo un asentimiento, al mismo tiempo que lo mostraba en un gran holograma sobre una captura de vídeo que había hecho, donde se podría visualizar los planetas que los seres humanos conocíamos como Júpiter o Mercurio.

Yamato se sentía extrañado de que en la Nasa no le hubiesen avisado de aquello, teniendo en cuenta sus antecedentes como digielegido. Solo hasta que Koushirou le dijo que todo había transcurrido de forma inesperada y él mismo se había encargado de comunicarse con su empresa para que mantuvieran la calma y discreción hasta que ellos, como elegidos particulares, tomasen una decisión.

-Lo más lógico sería cerrarlas -argumentó Daigo donde los años empezaban a notarse y alguna cana aparecía sobre su esponjoso cabello negro.

Solo había una persona capaz de realizar esa tarea, por lo que todos los pares de ojos se centraron en Yamato. El aludido sonrió con tranquilidad.

-Si ese era el problema, creo que no habría necesidad de haber llamado a Taichi y a Nishijimasensei.

-No lo hubiera hecho, de no ser porque no existe un patrón íntegro sobre la localización de la puerta al mundo digital -comentó Koushirou con nerviosismo, donde el hecho de que se hubiera abierto una puerta en el espacio exterior no era lo que más le inquietaba-. Lo que quiero decir, es que la puerta acaba cerrándose y abriéndose en otro lugar del espacio exterior. Creo que todos estaremos de acuerdo en que esto no es por culpa de algún fallo en el mundo digital, sino que alguien lo está provocando a conciencia.

Otra vez ese silencio tan tenso, donde el hecho de que hubiera una nueva amenaza después de tantos años de paz, podría resultar más peligroso que a todos los peligros a los que los elegidos se habían enfrentado. Lo peor de todo, es que ahora, los elegidos tenían hijos, y era probable que ellos se vieran involucrados en aquel problema. Quizás los adolescentes, que estaban más preparados, podrían hacerse cargo, pero la experiencia les había enseñado que siempre eran los que menos preparados estaban y los que tenían problemas en la sociedad en la que vivían, los que resultaban ser los protagonistas de la historia.

-Gennaisan ¿hay alguna idea de lo que puede estar pasando?

El aludido negó con la cabeza y explicó que no entendía porqué se habían abierto esa puerta cuando no existía ninguna anomalía extraña dentro del Mundo Digimon.

También comentó que sus compañeros se habían dirigido hacia los cuatro puntos cardinales donde moraban los cuatro dioses sagrados por si ellos tenían alguna idea de lo que estaba pasando. Pero debido a la profundidad en la que se encontraban, todavía no había recibido noticias de sus colegas.

Koushirou le pidió que le informasen en cuanto tuviesen nuevas noticias. Taichi estuvo de acuerdo, y sin olvidar su mandato como líder de los elegidos, empezó a repartir órdenes.

-Yamato, será mejor que vayas preparando la expedición al espacio cuanto antes. Yo me encargaré de avisar a todos los humanos y sus digimon para que no vayan al Mundo Digimon. Trataré de inventarme cualquier excusa creíble, para que no cunda el pánico. Gennaisan, por favor ¿podrías encargarte de avisar a todos los digimon del Mundo Digimon de que tengan cuidado con la aparición de las puertas abiertas? Si es necesario, movilizaremos a Centaurumon y a Leomon para que eviten que los digimon atraviesen la puerta -Gennai accedió-. Koushirou, en cuanto recibas la información por parte de los cuatro dioses sagrados, avísanos de inmediato.

Daigo puso una objeción ante aquello. A diferencia de los que estaban allí presentes, él estaba soltero y no tenía a nadie que lo esperase en casa, por lo que se encargaría de informarles, en cuanto tuviese la información de Baihumon y los demás dioses sagrados. De esta manera, Koushirou podría descansar tranquilo. Pues conocía muy bien que el pelirrojo llegaba a grandes extremos cuando se trataba de cosas importantes, como a no dormir y comer en todo el día y a estar encerrado en su oficina, sin ir a casa para ver a su familia.

Taichi accedió al instante, conociendo las manías extremos de su amigo, todo lo contrario a Koushirou que no se sentía capaz de dormir tranquilo ante semejante amenaza. Pero teniendo a todos en contra y a que tocasen su punto más débil, su mujer y sus hijas, no tuvo más remedio que ceder y hacerles caso.

-Sin embargo, vendré igualmente cada mañana a primera hora para comprobar como va la investigación -sin dar su brazo a torcer tan fácilmente.

-A propósito -habló ahora Yamato-, creo que lo mejor será mantener esta misión y el problema de las puertas abiertas en secreto para los demás.

-Estoy de acuerdo -concedió Taichi-. No nos conviene preocuparlos hasta saber con seguridad si lo que ocurre es una grave amenaza o es que estamos siendo paranoicos por nada ¿Lo has entendido Agumon? -dirigiéndose a su digimon a sabiendas que él era como un libro abierto e incapaz de mantener un secreto durante mucho tiempo.

El digimon asintió despreocupado, todo lo contrario a Gabumon y a Tentomon que se tomaron en serio el hecho de tener que guardar el secreto con los que convivían.

Taichi, Yamato y los digimon se marcharon de la oficina de Koushirou, mientras que Daigo había decidido quedarse un rato más por si las noticias llegaban antes de lo esperado.

Como Taichi y Yamato vivían en el mismo edificio desde hacía años, regresaban a casa juntos. El trayecto desde la oficina de Koushirou hasta sus casas no era largo, por lo que regresaban a pie.

El medio de transporte era algo que poca gente usaba hoy en día, debido a que como casi todos los humanos tenían un digimon, la gran mayoría los usaba para dirigirse al lugar que quisieran. Solo los que no tenían la suerte de haber nacido después del año dos mil, tenían que seguir usando el transporte de toda la vida. Aquellos humanos que no tenían compañero digimon, habían acabado acostumbrándose a su presencia, donde ahora la coexistencia entre ambos mundos resultaba tan natural, como cuando un humano convivía con su mascota.

Aquello había sido gracias a que Taichi y los demás, donde a diferencia del pasado, podrían transitar con sus compañeros digimon sin la necesidad de disfrazarlos o camuflarlos como peluches.

-¿Cuándo tienes pensado en marcharte para preparar el viaje? -le preguntó Taichi, mientras a sus espaldas, Agumon y Gabumon los seguía en silencio.

-Tan pronto como tenga un vuelo disponible hacia Moscú.

-Supongo que te será duro. Me refiero a tener que mentirle a Sora y a tus hijos.

El tono cargado con pena como si le afectase a él, molestó un poco a Yamato.

-Eso es asunto mío -respondió con tanta bordería que extrañó a su amigo, donde no pudo evitar contestarle en el mismo tono que él.

-Aunque sea asunto tuyo, no deberías ser tan poco considerado con Sora y con ellos -Yamato se detuvo, mientras clamaba a la señora de la paciencia para no hacer un drama en medio de la calle-. Además, Sora es muy avispada y acabará viendo a través de tu mentira. Y no te quedará más remedio que decirle la verdad. Por eso, espero que te cuides en no decírselo. Sino, ella estará tan preocupada que acabará por esconder cómo se siente. Y eso es algo que no me gusta, porque…

Y de repente, Taichi se vio estampado contra la pared más próxima. Todo había sido tan rápido, que Taichi no entendía porque su mejor amigo lo había cogido de la camisa y lo miraba con una ira que le recordaba al Yamato de once años cuando se peleaba con él y no atendía a razones.

Los dos digimon acudieron asustados hacia ellos para detenerlos, pero las palabras de Yamato redundaron tanto en sus oídos que lo dejaron de piedra.

-¡¿QUIERES DEJAR A MI MUJER EN PAZ DE UNA VEZ?! ¡¿ACASO CREES QUE NO SÉ QUE TODAVÍA SIGUES ENAMORADO DE SORA?!

Taichi estaba que no podía articular palabra por lo que su mejor amigo le estaba diciendo. Daba la impresión de haberse aguantado durante mucho tiempo, porque empezó a cantarle todo, donde debía de haber tocado algún botón que lo había llevado al límite y a explotar con todo lo que se había contenido.

-¡NUNCA TE DIJE NADA PORQUE NO QUERÍA ARRUINAR NUESTRAS VIDAS NI NUESTRAS FAMILIAS! ¡POR ESO, TANTO MEIKO COMO YO TUVIMOS QUE CALLAR Y AGUANTAR TUS DESCARADAS INSINUACIONES CON MI MUJER! ¡PERO YA ES SUFICIENTE! ¡Y ESTOY HASTA LOS COJONES QUE TRATES A MI MUJER…!

-¡Espera! ¡Espera! -pidió Taichi cuando se hubo recuperado de la impresión- ¡¿Qué estás diciendo?! ¡¿Qué yo estoy enamorado de Sora?! -lo había dicho con un tono incrédulo y con una sonrisa en su cara, que enfureció más a Ishida.

Gabumon veía como la rabia en su amigo iba en crescendo y a punto de cometer una tontería en plena calle, donde nadie se acercaba a ayudarles, por miedo a verse perjudicados.

-¡NO TE HAGAS EL IMBÉCIL CONMIGO! ¡LO HE SABIDO SIEMPRE! ¡CUANDO SORA Y YO ÉRAMOS NOVIOS! ¡CUANDO SALÍAS CON MEIKO! ¡CUANDO TE CASASTE CON ELLA! ¡Y CUANDO TUVISTE HIJOS! ¡SEGUÍAS ENAMORADO DE MI MUJER! ¡ME RESULTA PATÉTICO Y DESAGRADABLE! ¡PERO LO QUE ME DA MÁS ASCO ES SABER QUE CUANDO EMBARAZASTE A MEIKO FUE POR TU DEPRESIÓN PORQUE IBA A TENER UN HIJO CON SORA! ¡POR QUÉ ME PARECE UNA COINCIDENCIA QUE MEIKO QUEDASE EMBARADA, JUSTO DESPUÉS DE SABER QUE ESPERABA UN HIJO DE SORA!

-¡TE EQUIVOCAS! -usando toda su fuerza para soltarse de él.

Quizás con el tiempo, había perdido esa garra que había tenido de joven. Sobre todo, cuando Yamato, debido a su trabajo, debía tener una buena preparación física, donde si ahora se enfrentaban en serio, Taichi estaría en el suelo en menos que canta un gallo. Así que antes de que éste usara sus puños y pelearse por algo que no era, Taichi le explicó toda la verdad.

-¡Es cierto que estuve enamorado de Sora, incluso cuando salías con ella y yo con Meiko! -eso encendió a Yamato aún más, donde Gabumon no podría detenerle. Y aunque Agumon se pusiera delante, lo apartaría de un manotazo para darle el golpe que se merecía- ¡Pero hace mucho tiempo que eso ya terminó! ¡Por tu hijo! ¡Y porque ella me rechazó hace años!

Yamato quería largarle de que no entendía porqué metía a su hijo en todo esto, pero el descubrir que Sora le había rechazado, dejó que el puño que iba a darle quedase a medio camino.

Su mujer nunca le había comentado que Taichi se le había declarado y que le había rechazado.

-No tienes que preocuparte por nada -viendo como en el rostro de su amigo se dibujaba la inquietud de algo que Sora no le había contado-. De todas formas, si quieres que te lo cuente todo, será mejor que vayamos a otra parte -viendo que habían demasiado curiosos que los observaban de reojo.

No quería correr el riesgo de que entre ellos hubiese algún freelance y escribiera una historia que podría perjudicarles, cuando en realidad, no había nada que pudiese peligrar las familias Ishida y Yagami, solo el malentendido que tenían Yamato y Meiko.

Una vez que estuvieron en un lugar más tranquilo y ajenos a curiosos, donde Agumon y Gabumon estaban presentes por si las cosas volvían a irse de las manos, Taichi empezó a contarle todo y a aclararle el malentendido que tenía Yamato.

-La verdad, nunca hubiera pensado que tanto Meiko como tú pensaseis que aún casado y con hijos, pueda resultar alguien tan patético cómo para seguir enamorado de la mujer de mi mejor amigo. No os voy a culpar por ello, ya que yo mismo me he considerado un auténtico imbécil por seguir agarrado a una chica de la que nunca había sentido nada por mí -pausando unos segundos. Miró la lata de café que había comprado previamente en la máquina expendedora y empezó a jugar con ella-. Y por culpa de Agumon, empecé a sentir cierto interés por Meiko -mirándole, donde éste le devolvía la mirada sin entender las palabras de su propio compañero-. Los primeros meses que empezamos como pareja, fueron sinceros. En ningún momento, recordé ese amor que tenía por Sora. Todo fue bien hasta el uno de agosto -pausando el tiempo que le había llevado abrir la lata y beber un trago del café amargo-. El año en que Koushirou había conseguido que todos los elegidos que tuviesen un digivice pudiesen ir al Mundo Digimon y el poder llevar a alguien ajeno a él -luego, lo observó con expresión neutra-. No sé si los Pyokomon de la aldea Pyokomon os lo contaron, pero Meiko, nuestros digimon y el grupo de Koushirou e Iori habíamos pasado cuando vosotros ya estabais allí. Habíamos escuchado la melodía de tu harmónica y fuimos para saludaros. Lo que no me esperaba encontrar era una escena tan tierna y romántica que seguro que enamoraría a alguna romanticona. Para mí, veros tan acaramelados, me produjo una sensación de rabia y de envidia. Y entonces, empecé a preguntarme, "¿Por qué tú, Yamato?" "¿Por qué yo no podía ocupar ese lugar?" En ese mismo momento, pensé que yo estaba más capacitado para trasmitirle esa sensación de paz y de seguridad. No entendía porqué Sora te había elegido. Y como Meiko se había marchado antes de lo previsto a Nagoya para iniciar su carrera de interiores, me encontraba solo. El sentimiento que tuve ese uno de agosto fue en aumento y a ver que no podía olvidar a Sora. Soy patético. No hace falta que me lo digas -con una sonrisa triste-. Yo lo sé mejor que nadie. Por eso, cuando Sora vino a mi casa para entregarme la invitación a vuestra boda, me cabreó tanto que ni te imaginas -otra pausa, y ahora en su voz había un timbre extraño. El de alguien que se arrepentía por haber sido tan idiota de algo que era imposible-. Me cabreaba veros casados, pero no quería arruinar la felicidad que sentía Sora. Por eso, traté por todos los medios de borrar este sentimiento. Pero el día en que fuimos a tu casa para pediros ayuda sobre el embarazo de mi hermana, volvió a cabrearme tu actitud hacia Sora. Me hizo pensar que quizás ella no era realmente feliz contigo. Pero, si lo veo desde tu perspectiva, imagino que tu reacción vino por culpa mía -resoplando con fuerza. Volvió a callar unos segundos. Durante ese tiempo, Yamato lo observaba sin decir nada, confirmando sus sospechas de que aquel cabreo había sido por eso que por el carácter natural del rubio. Taichi aprovechó el silencio para darle otro sorbo a su café en lata-. Luego de eso, tú y yo no nos hablamos por una temporada, solo hasta el nacimiento de Kibouchan. Imagino que tú, al igual que yo, cediste a su encanto y te olvidaste de lo que había pasado, para centrarte en que nuestra sobrina tuviese la felicidad que se merecía -otro gran suspiro, pero este más pesado, ya que lo que dijese a continuación, dolería tanto a Yamato como a Meiko cuando se lo contara-. Y yo… Fui a tu casa, sabiendo que estabas fuera y mi hermana con Takeru estudiando en la biblioteca. Aproveché el momento en que sabía que Sora estaría sola para ir a verla, con la excusa de convencerla para que siguiese con su carrera…

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La pequeña Kibou reía ante las carantoñas que su tío Taichi le hacía. Aquella niña de menos de un año era tan linda que se notaba que había sacado lo mejor de su hermana y de Takeru. Agumon con su actitud infantil donde se notaba que con Meikuumon no había madurado mucho, estaba a la par de SnowPoyomon. Piyomon solo estaba sentada viéndolos y riéndose, donde ahí se notaba la influencia de Gabumon en ella, en convertirse en una digimon más calmada en vez de unirse a la diversión del digimon dinosaurio y de la bebé digimon.

Eso hizo que Taichi pensase egoístamente que incluso la digimon de Sora se estaba viendo perjudicada, y no se mostrase como siempre había sido. Una digimon con ganas de divertirse a cada oportunidad que tenía.

A Sora también la encontraba un poco distinta. Es más, no le gustaba el hecho de que se quedara en casa, ocupándose de las tareas del hogar, cuando era una persona joven y con un gran sueño que cumplir. Un sueño que había dejado de perseguir al abandonar la carrera.

Con Yamato aún en la universidad y trabajando al mismo tiempo, le parecía muy descortés de su parte, que dejase a su mujer sola en casa, donde seguramente, ella estaría ahogándose con su pena.

La vio regresar de la cocina con una bandeja con bebida y algo para picar para Agumon y para él. Su visita inesperada, la había hecho que tardase un poco más en la cocina para ver qué es lo que podría ofrecer, cuando seguramente estarían cortos de dinero y con lo justo para comer.

Aún así, ella había encontrado algo para ofrecerle, pese a que Taichi le había insistido una y otra vez que no era necesario. Pero no podía lidiar contra la testarudez de Sora y la barriga de Agumon.

-¿Y qué tal te van con las clases? -le preguntó ella sentándose frente a él.

-Un poco complicadas. La carrera de sociología es muy difícil, pero Daigosensei me está echando un cable con algunas asignaturas.

-Me alegro. La verdad, es que me extrañó que escogieses esa carrera, pero tras conocer tus intenciones futuras, ahora veo que es lo ideal para el antiguo líder de Niños Elegidos.

-Sí… Bueno… -un poco azorado.

De repente, la pequeña Kibou empezó a sentirse incómoda en el regazo de su tío y se movió inquieta y a gimotear de angustia. Sora se apresuró a cogerla en brazos. A sabiendas que cuando se ponía así, era porque tenía hambre, cogió el biberón que tenía encima de la mesita para dárselo. No hizo falta que Sora sujetase el biberón, ya que la propia niña lo sostenía con sus pequeñas manitas como si temiera que la adulta se lo fuera a quitar.

Taichi viendo esa estampa, la encontró preciosa. No cabía ninguna duda de que Sora sería una gran madre.

Lo que le irritaba es que los hijos que tuviera serían los de Yamato y no los suyos.

-¿Y qué tal está Meikochan? -le preguntó Sora una vez que su sobrina hubo terminado con la leche y eructado, donde era la hora de mecerla para que tomase su siesta.

-Bien… Creo…

-¿No mantenéis el contacto?

-Muy poco -reconoció-. Me llama dos o tres veces por semana, pero todo son conversaciones circunstanciales. Ella sabe que mi carrera es muy complicada y no me quiere desconcentrar.

-Pero no por eso, es razón para que no la llames -la amonestaba Sora.

Taichi asentía incómodo. Hablar sobre su novia con la mujer que estaba delante suya y era la que realmente le gustaba, no era una situación agradable.

La verdad es que cuando Meiko le había pedido para salir, Taichi la había aceptado ya que había despertado un interés hacia ella al pasar mucho tiempo juntos. Todo había ido bien entre ellos los primeros meses. Pero aquel uno de agosto, cuando había visto a Sora y a Yamato tan arrejuntados, la chispa del amor que había tenido por Sora había regresado y a descubrir que Meiko no llenaba su corazón como le pasaba con Sora.

Cuando ella le había anunciado que quería estudiar interiores y le habían ofrecido la oportunidad de empezar el curso antes de la fecha fijada en Nagoya, pensó que la distancia sería el principal problema en su relación y cortarían al cabo de unos meses.

Sin embargo, ella seguía siendo paciente e interesándose por él.

Por un cobarde que esperaba que el tiempo hiciese que Meiko tuviera la incertidumbre sobre él y a ser ella la que lo dejase. Por eso él no contactaba con ella, pese a que podría hacerlo si quisiera.

-¿Y qué hay de ti? -preguntó Taichi para desviar el tema principal-. Quiero decir ¿eres realmente feliz tras haber abandonado la carrera de moda?

Una simple expresión que hizo Sora, camuflada segundos después bajo una sonrisa falsa, fue suficiente para que Taichi viera que no estaba contenta con tener que dejar la universidad.

-No había más remedio. Yamato no puede abandonar la carrera si aspira ir al espacio. Yo podré continuarla más adelante, cuando las aguas estén más calmadas.

Su respuesta nada sincera, molestó a Taichi.

-¡Vamos, Sora! ¡No me mientas! ¡Sé que te disgusta haber abandonado la universidad! Te conozco para saber que sueñas con convertirte en una modista profesional. Sin embargo, por culpa de las aspiraciones de Yamato, diste tu brazo a torcer para ser tú la que dejara la universidad.

-¡No di mi brazo a torcer! -protestó-. Era lo más lógico en la situación en la que estamos -aclaró ella, levantándose.

Kibou se había quedado dormida y tenía la sensación de que la conversación entre Taichi y ella sería muy airada, así que llevó a la niña a la cuna que estaba en la habitación donde dormían Takeru y Hikari. Previamente, le había pedido a Piyomon y a los digimon que la vigilasen. Así ella, podría hablar claro con Taichi.

-Taichi -tras regresar de la habitación-, debes saber que cuando Yamato y yo tomamos la decisión de acoger a Takeru y a tu hermana, estuvimos discutiendo sobre cómo nos la íbamos a arreglar. Yamato estaba dispuesto a dejar también la universidad, pero yo no lo dejé.

-Por eso mismo, creo que te estás dejando influenciar sobre los sueños de Yamato, en vez de perseguir los tuyos.

Sora agachó la cabeza como si pensase en algo y cuando volvió a mirar a Taichi, su semblante era serio y hasta molesto.

-También estuvimos hablando de algo más importante -mirando hacia otro lado-. Justo después de que os fuerais, tras saber el embarazo de Hikarichan.

No hizo falta de palabras para que Taichi supiera que se debía a la actitud arisca que había tenido Yamato al no ayudar a su hermano que tanto quería. Es cierto que le había sorprendido que días más tarde, apareciese para dar la cara por Takeru y prestase su casa y su ayuda para encargarse tanto de él como de su hermana. Algo que agradecía, teniendo en cuenta cómo había ido la situación con sus padres. Pero como estaba agradecido de que protegiese a su hermana, nunca se le había ocurrido el saber qué había sido lo que le había hecho cambiar de opinión.

Lo más lógico es que se debiera a Sora, pero algo le decía que había algo más.

-Reconozco que me dejó de piedra el comportamiento de Yamato -cerrando los ojos-. Pero cuando me dijiste aquello, antes de que te marcharas, una idea empezó a vagar por mi mente. No podía creérmelo, pero Yamato me lo confirmó aquel mismo día -y Sora lo miró en una mezcla de acusación y molestia- ¡¿Cómo puedes seguir enamorado de mí?!

La expresión que tenía Sora era como la que no toleraba que tuviese esos sentimientos hacia ella, en vez de sentirse agradecida. Quizás se sentía molesta, porque ella era una persona casada y él estaba saliendo con una de sus buenas amigas.

Ella no entendía, que debido a que su marido era su mejor amigo, que se había aguantado toda la rabia que sentía de verlos juntos, y como el arrepentimiento de haberla animado a que se declarara, empezaba a florecer en su interior. De no haberlo hecho, ella no estaría ahora mismo con Yamato. Y que ella tocase el tema, ya no tenía razones para seguir callado, sino a confesar todo y cómo se sentía.

-¡¿Crees que es tan fácil olvidar a la persona que he amado desde que éramos niños?! Porque yo te he amado, incluso antes de que fuéramos al Mundo Digimon. Pero cuando descubrí que ibas a declararte a Yamato, y te vi con ese rostro que nunca había visto, me entristeció, pero pensé que si con él serías feliz, lo mejor era darte mi apoyo. Durante estos años, he visto esa felicidad que nunca habías tenido conmigo cuando éramos amigos, pero aún así era muy difícil poder olvidarte. Traté por todos los medios olvidarte. Creí que con Meiko, lo había olvidado. Pero el día en que os vi tan juntos y acaramelados… ¡¿Por qué elegiste a Yamato?! -sujetándola por los hombros- ¡¿Qué tiene él que no tenga yo?! Yo también podría darte el calor y la protección que necesitas y el sentirte completamente amada. Yo nunca dejaría que abandonases tus sueños, como hizo Yamato.

Y un bofetón se estampó en su mejilla.

La sorpresa de haber sido golpeado por Sora se figuró en su cara. Aunque estaba acostumbrado a los fuertes puñetazos de Yamato, Sora había empleado tanta fuerza que hasta le dolía la mano. Solo hacía falta ver cómo se la había sujetado con la otra, sobándola, como si así amortiguara el dolor. Y al ver su rostro con lágrimas en los ojos, lo dejó de piedra y sin entender.

-¿Cómo quieres que escoja a alguien que no tiene en consideración con la chica que está saliendo? ¡¿Es que no te has parado a pensar en el daño que le ocasionarás a Meikochan con tu sentimiento egoísta?! ¡¿Ya has olvidado lo mucho que sufrió por la pérdida de Meikuumon?! -sus lágrimas descendían por sus mejillas y miró hacia otro lado-. Aunque quizás, toda la culpa ha sido mía -añadió con tono bajo.

-Pero ¡¿qué di…?!

-Yo siempre he sabido que me querías -cortándole sin tener la cara para mirarlo a los ojos-. Pero nunca te he visto cómo tú a mí. Debía habértelo aclarado para que pudieras seguir adelante. Pero cuando me diste valor para confesarme a Yamato, pensé que te habías resignado. Enterarme ahora, a estas alturas de la vida que estaba equivocada, me duele y ofende a mi emblema. Y lo que más me duele, es que se trate de ti -mirándole a la cara con los ojos bañados en lágrimas-, mi mejor amigo, la persona a la que quiero como a un hermano.

Las palabras de Sora lo dejaron sin palabras. Saber que ella había sabido de sus sentimientos y saber que nunca había sido correspondido, dolía demasiado.

Sin poder decir nada, dejó que el silencio los invadiese, hasta que Sora volvió a hablar.

-Taichi quizás tú pienses que mi sueño es convertirme en una modista profesional. Pero estando en casa, tengo la oportunidad de practicar por mi cuenta, haciendo arreglos o ropa para Kibouchan. Me he dado cuenta, de que esto es algo que puede hacer cualquiera. Por eso, si quiero destacar en el mundo de la moda, tendré que hacer algo más que impresione. El estar en casa, y tener mucho tiempo para pensar, y llegar a la conclusión de qué es lo que tengo que hacer -cerrando los ojos-. Si estuviera estudiando, no me habría dado cuenta de que el mundo de la moda es algo que si quieres resaltar, tienes que hacer algo para llamar la atención. Aún así, el convertirme en modista profesional no es algo que sienta tanta aspiración. Hay dos cosas que siempre he soñado que sucedieran desde hace años -mirándole-. Cuando empecé a salir con Yamato, no creí que sintiera algo tan profundo por él. Tuve la certeza de que él sería la persona con la que estaría el resto de mi vida. Y entonces, empecé a imaginarme el futuro. Un futuro donde Yamato y yo formábamos una familia. Llámame idiota o considérame otra Mimi, si quieres, pero desde hace mucho tiempo, he decidido el nombre del hijo que tendría con Yamato -ahora su rostro se volvió avergonzado-. Sé que es algo infantil, y no lo sabe nadie, excepto Piyomon. Pero quería que mi hijo tuviera un nombre simbólico, formado con los kanjis de grande y amigo. Para que fuera como su padre, un gran amigo, "Yuuta". Aunque también tiene una segunda intención. Quería que el nombre de mi hijo tenga ese significado para convertirse en un gran amigo, cómo lo eres tú Taichi -mirándole-. De no ser por ti, nunca me habría armado de valor para declararme a Yamato -pausando unos momentos, concluyó lo que quería decir-. Más que ser modista, yo soñaba con casarme con Yamato -un sueño cumplido en la actualidad- y tener hijos con él. Y que uno de ellos llevase el nombre de lo que eran la persona que amo y del que consideraba mi hermano.

En otras palabras, el que Sora descubriera que Taichi seguía enamorado de ella, no solo afectaba a su emblema sino también a su sueño. Lo que había ocasionado que él le confesara sus sentimientos era infelicidad. Con razón nunca lo había visto con otros ojos. Aunque tuviera mejores cualidades que Yamato, él no podía llenar su corazón y hacerla tan feliz como lo hacía su mejor amigo.

Si era capaz de olvidarse que tenía una novia, para seguir enamorado de alguien inalcanzable, es que era un completo gilipollas.

Sobre todo, cuando su novia lo había pasado terriblemente mal cuando había perdido a Meikuumon.

Meiko había estado encerrada en casa durante una larga temporada, llorando y lamentándose por la muerte de su compañera. Sora se había sentido mal por ella, por no poder ayudarla. Había sido Agumon quién había entrado en su espacio para animarla, y luego, abierto para que entrase él. Desde entonces, y poco a poco, habían creado un vínculo donde Taichi solo podía pensar en Meiko. Hasta había tenido la imperiosa necesidad de hacerle un regalo de Navidad. Había pensado en que el regreso de Meikuumon sería el mejor regalo del mundo. Por lo que él, había pedido ayuda y colaboración a Koushirou, Daigo y Gennai para recuperar a Meikuumon. Además, Agumon también lo estaba pasando mal y hasta se sentía culpable de que la espada de Grey fuese el detonante que había ocasionado la muerte de Meikuumon.

Habían sido él y Agumon quiénes habían ido a casa de Meiko para darle el digihuevo. La alegría y el agradecimiento que había visto en su cara habían sido indescriptibles para que Taichi nunca lo olvidara. Incluso, olvidando su pena y su vergüenza, lo había abrazado con tanta fuerza que lo habían conmovido.

Después de que el digihuevo se abriera, pasaron más tiempo juntos. Pues a Agumon le encantaba jugar con Meikuumon. La digimon ya no representaba una amenaza para el Mundo Digimon, y se había convertido en una digimon normal y corriente, aunque con una limitación. No podría seguir digievolucionando. Pero eso, no suponía un problema para Meiko ni para nadie, si podían disfrutar de su compañía.

Y más tarde, el día de San Valentín, Meiko le había hecho unos chocolates donde su expresión delataba que estaba enamorada de él.

Taichi que se sentía muy bien estando con Meiko y a Agumon que le gustaba y disfrutaba con Meikuumon, no tuvo dudas sobre lo que sentía. Se le declaró y desde aquel momento, hasta el uno de agosto de aquel mismo año, todo había ido a las mil maravillas con ella.

Ella, aunque tenía ese carácter introvertido, no mentía que se esforzaba por hacerlo feliz. Y mientras él…

-Lo siento -dijo Taichi-. He sido un completo imbécil y he aprovechado la ausencia de Meiko para centrarme más en lo que sentía por ti, que recordar lo que ella hace por mí.

Sora sorbió por la nariz, mientras que con un pañuelo se secaba las lágrimas.

-Gracias por rechazarme y dejarme las cosas claras. De ahora en adelante, intentaré enfocarme más en mi relación con Meiko -Sora asintió-. Si es posible, me gustaría pedirte algo muy importante.

Sora se lo quedó mirando con curiosidad, mientras todo rastro de lágrimas había desaparecido de sus ojos, aunque quedaba la evidencia.

-Por favor, no le digas nada de esto ni a Yamato ni a Meiko. Aunque me merezco el puñetazo de Yamato por todo lo que hice, estoy seguro de que Meiko se sentirá destrozada y se sentirá insegura por el resto de su vida. A cambio, te prometo que si algo sucediera, yo haré, dentro de mis limitaciones, que tu hijo siga siendo el gran amigo que tanto deseas.

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-…Y a partir de ese momento, estuve más pendiente en mi relación con Meiko. Pero después de lo de Kibouchan, Sora y tú pasasteis por aquello y eso me puso de los nervios. Incluso recibiste de buen grado el puñetazo que te había dado -mirándole, donde la expresión de Yamato era imposible de describir-. El caso es que en aquel momento, llegué a pensar si me había olvidado de Sora cómo realmente quería hacerme creer. Y me confirmé a mí mismo al conocer a aquella niña -sonriendo para sí mismo, rememorando el día en que la había visto por primera vez-. Y años más tarde, nació el hijo deseado de Yuuta y a medida que iba creciendo, me fijé en que a pesar de haber heredado muchos aspectos tuyos, tiene todas las cualidades de ser un gran amigo como Sora desea.

Tras unos segundos de silencio, Yamato volvió a articular palabra.

-Puede que todo lo que me hayas dicho sea la verdad, pero eso no explica tu interés por Sora todo este tiempo -seguía testarudo en su idea, donde pese a que quería convencerlo, todavía estaba enamorado de su mujer.

-Yamato te digo que es verdad que ya no siento nada por Sora -decía Taichi resoplando sin entender porque no le creía.

-Entonces ¿por qué cada vez que estamos los cuatro, siempre te enfocas en ella? ¿Por qué incluso ahora no haces más que repetir el nombre de mi esposa una y otra vez?

-Porque te envidio -respondió el moreno-. Envidio cómo a pesar de todo, y de tener un hijo difícil, logras que tu familia sea estable. Tus hijos te quieren y te veneran. Sora te considera el pilar importante de su vida. Mientras que yo, no transmito esa seguridad y no logro ser un buen padre con Toji y con Sanae. Así que, para evitar que la envidia hacia ti se me note, trato de enfocarme en otra cosa.

-Y eso es lo que ha hecho que genere este malentendido -comentó Yamato hastiado-. Yagami no puedo creerme que me tengas envidia, cuando Sanae y Toji no te han supuesto un problema como me generó a mí Yuuta el año pasado.

-Pero al final, con todo lo que hizo Yuuta, tuvo la valentía de personarse ante mí y Sanae, tragarse su orgullo y de pedir disculpas todo arrepentido. Yo nunca habría conseguido eso con Toji.

-Eso…

-Ya me comentó Sanae que fue gracias a Aki. Así que queda más que demostrado que estás hecho todo un padrazo.

Después de aquello, estuvieron un buen rato en silencio. Taichi aprovechó para terminar su lata de café. Lo necesitaba después de haberle explicado y aclarado aquel malentendido que había llevado Ishida durante antes de que sus hijos naciesen.

Recordó que su propia mujer también estaba envuelta en ese malentendido. Por lo que esa misma noche, le explicaría a ella también que no tenía nada de lo que preocuparse. Solo la quería a ella y se sentía muy feliz y orgulloso de los dos hijos que tenía más el tercero que venía en camino. Según el médico, sería niña. Por lo que, acabaría siendo la princesita de la familia.

-Por lo menos, tiene a Hinodechan con quién jugar -murmurando en alto.

Ante su comentario inesperado y fuera de lugar, Yamato no pudo evitar preguntar sobre quién estaba hablando. Taichi le aclaró que era sobre la futura hija que iba a tener. Entonces, tuvo la sensación de que debía aclararle sobre la razón que tenía cuando quiso tener a Sanae y a Toji al mismo tiempo que Yuuta y Natsumi. Lo había hecho para que los hijos de Yamato y Sora tuvieran a alguien con quién jugar y viceversa.

-Aunque con el paso de estos años, he tenido otra intención algo infantil -añadió medio serio, medio en broma-. Ya que tú me ganaste al convertir a Sora en Ishida, pues me toca ganarte a ti convirtiendo a tus dos hijos en Yagami.

Aunque fuera una proposición dicha con rostro serio, Yamato veía también que estaba medio bromeando. Pues para los dos adultos no era un misterio que sus respectivos hijos adolescentes sentían algo más que amistad el uno por el otro. Era más que obvio que dentro de unos años, acabarían siendo pareja. Así que, por regla general, Sanae perdería su apellido de Yagami para convertirse en Ishida. Sin embargo, en la actualidad, existía la posibilidad de que el marido pudiese llevar el apellido de la mujer. En esos casos, siempre era decisión del hombre si quería llevar el apellido de su mujer, y Yamato ante semejante declaración de guerra, imaginaba que Taichi estaría dispuesto a dar su buena labia ante su adolescente hijo en que le encantaría que llevase su apellido. Después de todo, dentro de la familia Ishida, estaban Aki, Isaki y Takeshi para continuar con la estirpe Ishida. Mientras que en la de los Yagami dependían de Toji.

Yamato sonrió con cierta burla.

-Me temo que lo tendrás complicado. Yuuta es igual de tradicionalista que sus padres. Dudo que quiera cambiar convertirse en Yagami, por mucho que le insistas. Creo que deberías ir asumiendo la derrota cuando tu hija se convierta en una Ishida. Y en cuanto a Tojiro… -y dejó el comentario al aire, donde ellos mejor que nadie, sabían que la pequeña Natsumi no veía a Toji con los mismos ojos con los que la miraba él.

-Yo no me confiaría mucho. Es más perseverante de lo que era yo a su edad -refiriéndose a su hijo.

-¿Olvidas que tiene competencia?

La competencia, que llevaba el nombre de Motomiya Musuko supuso una risa en Taichi. Aunque Yamato lo había dicho más para picarlo que para otra cosa, ambos sabían que la independiente Natsumi que solo se preocupaba de su digimon y de su familia, nunca aceptaría a alguien como Musuko que era la copia a carbón de su padre. Las posibilidades de Musuko ante Nat, eran las mismas que había tenido su padre de joven ante Hikari.

Lo que ambos desconocían es que Toji no solo tenía a Musuko como rival, sino también a uno de los hijos de Jou y Mimi, Kido Shin. Debido a su falta de confianza, el muchacho no demostraba abiertamente sus sentimientos, como los alocados de Toji y Musuko.

-Dentro de unos años, te recordaré este día y como tenía razón al decirte que tanto Yuuta como Natsumi llevarán el apellido Yagami.

Pues aquel día sería inolvidable por ambos, más por lo de Sora que por la infantil competencia.

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Aquella noche, a la hora de la cena y con toda su familia presente, Yamato les comunicó que tenía que volar hacia Rusia al día siguiente para llevar a cabo las prepaciones para la nueva e inesperada expedición que tenía dentro de unos días.

Aki se sintió triste de no poder aprovechar las vacaciones de verano con su padre. Nat también se sentía triste, aún así, esperaba que al menos pudieran pasar un tiempo juntos durante las vacaciones, después de la misión, por lo que le preguntó cuanto duraría todo. Yamato no podía prometer una cantidad de días exactos, así que solo le quedó en decirles algo que seguramente animaría a todos.

-No será mucho tiempo. Así que he estado pensando en que después de la misión, vayamos a visitar a Uta ¿qué os parece?

La tristeza del más pequeño se convirtió en una tremenda alegría compartida con los digimon.

-Ya hace dos años que no la vemos -decía Piyomon emocionada.

-Seguro que se habrá convertido en toda una mujercita -fue esta vez Gabumon el que habló, mirando a su colega digital.

-Es cierto. Ya tiene dieciséis años -comentaba Sora-. Me he enterado de que ha hecho grandes progresos con el entrenamiento de su digimon y con el patinaje.

-No se podía esperar otra cosa de ella -dijo Zabumon igual de emocionado que sus padres y hermanos digimon.

Jugando un poco con su comida, Yuuta titubeó un poco en preguntar cuándo regresaría a casa.

Minamoto Uta era una adolescente que vivía en una de las mejores regiones de Norteamérica. Tenía un talento innato para el patinaje sobre hielo, donde había ganado varios torneos escolares. Incluso se comentaba que podría participar en los juegos olímpicos del 2028. Pese a que Uta llevaba toda su vida viviendo en Los Ángeles, sus padres eran japoneses y si ella quisiera participar en dichos juegos, lo haría con la nacionalidad japonesa. Algo complicado en la actualidad. Aparte de su talento deportivo, se le sumaba un hermoso atractivo que encandilaba a cualquier chico. Aunque rubias y de ojos azules habían muchas por Norteamérica, ella destacaba tanto por su atractivo como por su fuerte carácter. Un carácter donde Yuuta le tenía más respeto que a su propio padre. Pero a pesar de todo, la quería mucho.

-Creo que después de mi misión, podríamos preguntárselo.

Algo dentro de esa frase alarmó a Sora. Entonces, recordó que Koushirou había llamado para que Yamato acudiera a su oficina de forma inmediata. Tras haber visto a Meiko aquella tarde, había descubierto que Taichi también había sido convocado por el pelirrojo. Uniendo cabos y la repentina misión de Yamato, no tardó en preguntarle cuando estuvieron solos, si la misión tenía algo que ver con la reunión que había tenido con Koushirou. Además, había estado toda la tarde fuera, por lo que Sora desconfiaba de que su marido realizase una simple misión de reconocimiento al espacio.

Yamato ya se había preparado para las sospechas de Sora. Sabía que ella era muy perspicaz, así que no pudo por más que agradecer a Taichi y tener una excusa para responderle.

-Solo tardé porque estuve hablando con Taichi de los viejos tiempos. Y Koushirou se sentía preocupado por lo que están pasando Ichijouji y Miyako -ninguna de las dos excusas era una mentira. Aunque en la segunda frase, no es que hubiese sido el tema principal que los había reunido, pero sí habían hablado de ello.

Sora convencida por las palabras de Yamato, dejó de extrañarse por lo extraño que resultaba aquel viaje inesperado al espacio. Así que volcó el tema a lo que pasaban a la familia Ichijouji.

-No sé si ir a visitar a Miyakochan. Me dejó preocupada Ichijoujkun cuando hablé ayer con él por teléfono.

Yamato accedió, aludiendo que su visita reconfortaría mucho a una de sus mejores amigas. Pues no sabía cómo se las arreglaba su mujer, que siempre lograba que todos sus amigos tomasen la decisión acertada que los llevaba a un final feliz.

Sin embargo, había una excepción y esa era Ford Mimi. La que había sido su mejor amiga desde su niñez. Pero las circunstancias transcurridas hace unos diez años, donde Mimi había abandonado a Jou y a sus hijos para irse sin ningún tipo de miramientos con su antiguo ex, Michael, había afectado tanto a su esposa, que Yamato se había puesto en contacto con Mimi para exigirle que nunca la volviera a llamar. Por lo que sabía mediante Piyomon, Sora nunca había llamado a Mimi ni tenía ganas de hablar con ella. Seguro que todavía se sentía fatal de ver cómo le habían ofendido su emblema. Siendo Mimi, además, la que había sido su mejor amiga. Y la que tanto había querido y comprendido.

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Al mismo tiempo, en la casa de los Yagami, Taichi se ocupaba de fregar los platos de la cena. Con su mujer a punto de dar a luz, no podía dejar que hiciera esfuerzos. Generalmente, contaba con la ayuda de su hija Sanae, pero el propio Taichi lo había denegado. Esa noche tenía que hablar con Meiko y aclararle el asunto de Sora.

No podía creer que su mujer, estuviese creyendo por tantos años que estaba enamorado de Sora y malinterpretase sus actos frente a Sora. De no ser porque Yamato había explotado, habría estado viviendo en la ignorancia y tanto su mujer como su mejor amigo habrían seguido aguantando y sufrido de algo que ya había muerto hace mucho tiempo.

Convencer a sus digimon para que se retirasen había sido muy fácil, cuando había usado una de las palabras mágicas que tanto les gustaba, "jugar".

-Iros a jugar con Toji y Koromon.

Aunque estaban en vacaciones de verano, Taichi no permitía que su hijo pequeño jugase después de la cena. Pues su hijo estaba tan enfrascado con los videojuegos, que debía poner un límite para que no se convirtiera en algo obsesivo. Pero aquel día, era una excepción, y Taichi le había no solo permitido que siguiera jugando con los videojuegos, sino que además podría contar con dos incansables Agumon y Meikuumon, que cuando se unían, podrían quedarse hasta las seis o siete de la mañana.

Agumon y Meikuumon pese a los años físicos que tenían como digimon, donde su coeficiente intelectual debía haber madurado un poco, seguían comportándose como dos niños donde solo se entretenían jugando o comiendo. Por lo que daba la impresión de que en vez de dos hijos, de camino para un tercero, tenía otros dos más para cuidar y eso sin sumar a Koromon. Solo SnowoAgumon, la digimon de su hija Sanae, era la única digimon con algo de decencia

Mientras fregaba la loza, Taichi le iba contando a Meiko la misma versión que le había dado a Yamato sobre sus sentimientos por Sora. En medio de su explicación, no paraba de decir una y otra vez la misma palabra, lo siento. Sabía que el que Yamato y Meiko malinterpretasen sus actos se debía a su culpa. Pues no podía mentir que había amado a Sora, incluso saliendo con Meiko durante sus años mozos. Por eso, por esa misma vergüenza que no se aventuraba a mirar a su mujer a la cara, y tenía la excusa perfecta de estar con los ojos sobre los platos enjabonados para atenderlos, en vez del rostro descompuesto de su esposa.

Pues enterarse que mientras ella había estado fuera de intercambio, había estado pensando más en Sora que en ella, incluso aprovechado el momento para decirle lo que sentía, no era un plato de buen tragar. Sobre todo, estando embarazada y en un momento crítico.

Quizás debía haber esperado a que Meiko diese a luz para aclararle todo. Pero no quería que ella siguiera pensando lo que no era. Él la quería y además, cuando la había aceptado, no había sido porque ella fuese un segundo plato. Eso es algo que Taichi tenía muy claro. Por lo que también, le explicó que cuando empezaron a salir, sus sentimientos por ella habían sido sinceros y en ningún momento había pensado en Sora. Pues le resultaba imposible. Su digimon tenía parte de culpa por haberse enfocado en Meiko, tras la muerte de Meikuumon. Una muerte que había golpeado con gran fuerza a Meiko, y a perder todo el ánimo.

-De no ser por Agumon, habría seguido encerrada en casa, sin ganas de nada -reconocía ella con una pequeña sonrisa, mientras acariciaba su vientre abultado.

Taichi giró la manilla del grifo para cortar el agua. Con la mirada sumergida en la nada, empezó a recordar aquellos momentos de forma tan nítida como el agua que escapaba por el desagüe.

Aquellos sucesos de los que no sabía Agumon cuán agradecido se sentía con él, por haber pasado tiempo con Meiko, y en consecuencia, que él lo hiciese también y que su historia de amor comenzase…

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Habían pasado unas semanas tras la muerte de Meikuumon.

Todo parecía que volvía a la normalidad, aunque por lo que Taichi sabia, a Daigo le quedaban unas semanas para seguir hospitalizado. Había quedado muy malherido tras haber caído en aquella extraña sala, pero afortunadamente, no había sido nada grave que pudiese perjudicar su vida.

Cada vez que Taichi iba a visitarlo, siempre le preguntaba por su ex, Himekawa Maki. Una de las conspiradoras y que ahora se encontraba encarcelada en un centro psiquiátrico, dirigido por el centro especial de digimon. Taichi que poco o nada sabía sobre ella, solo podía darle ánimos de que estaría bien.

Haber sido el protagonista de lo que había pasado, y permanecer en la ignorancia sobre lo que les habían sucedido a las personas de su alrededor, no le había parecido justo. Por eso, es que en ese momento se había decidido a estudiar ciencias políticas y convertirse en el puente de relaciones entre humanos y digimon. Cuando le había explicado a su profesor que por fin había encontrado su vocación, éste, lejos de reírse como habían hecho varios de sus amigos (donde no lo veían con el traje de chaqueta y corbata), lo había animado y a sentirse seguro sobre el futuro entre la convivencia entre digimon y humanos, como tantos deseaban.

-Además, ahora que tienes de nuevo a Agumon en el mundo real, no puedes dejarlo siempre en casa.

-Lo sé. De hecho, temía que me echase en cara el hecho de no poder sacarlo a la calle. Pero, parece que en el tiempo que voy a clase, se entretiene con Mochizuki.

El pelinegro repitió el nombre de Meiko sin entender la relación que tenía Agumon con ella. Por lo que sabía de sus alumnos y al mismo tiempo colegas digielegidos, después de la muerte de Meikuumon, Meiko se mantenía encerrada en casa sin salir. Ni siquiera tenía el ánimo de asistir a clases. Y por lo que Takenouchi le contaba, cuando iba a verla, Meiko se sentía tan afligida que incluso la presencia de Piyomon, le hacía recordar que ella había perdido para siempre a su compañera digital.

Taichi le explicó que su digimon se pasaba todo el día en casa de Meiko para animarla y darle confianza. Pues Agumon se había quedado bastante tocado con la muerte de Meikuumon.

-Aunque a veces se me cae la cara de vergüenza por lo gorrón que es -apuntaba Taichi al recordar que cuando estaba en la casa de los Mochizuki, se aprovechaba de la buena amabilidad de la señora Mochizuki para quedarse a comer y a cenar.

A Daigo eso le hizo gracia que no pudo evitar dejarlo escapar en una carcajada, algo erróneo, ya que la sacudida del cuerpo, le hizo recordar que sus heridas no habían sanado y su estancia en el hospital iba a ser más larga de lo que pensaba.

Tras unas cuantas charlas más sobre cómo iba la restauración en el mundo humano, y cómo Gennai había contactado con algunas personalidades importantes, para explicar los misterios del mundo digimon, Taichi regresó a su casa.

Le sorprendió encontrarse con Agumon en su casa. Generalmente, le tocaba tener que ir a la casa de Meiko que estaba dos plantas más abajo, y recoger a Agumon, mientras se disculpaba una y otra vez por las molestias causadas.

Sin embargo, Agumon había regresado a casa más temprano de lo habitual con una petición para su amigo humano.

Después de haber pasado casi tres semanas en compañía de Meiko, el digimon aseguraba que se encontraba algo mejor (gracias a él, presumía) y le había hecho prometer que el próximo domingo fuesen juntos a alguna parte.

-Es que también estoy cansado de estar encerrado en casa. Y seguro que a Meiko le sentará bien -explicaba el digimon. Aunque la idea de salir era más por el digimon que por ella.

Taichi se rascó la cabeza mientras pensaba en el plan improvisado que había hecho su digimon.

-No sé si Hikari y los demás estarán libres -preparado para contactar con sus amigos y luego hablar con su hermana.

-¡No! -lo retuvo Agumon con determinación- ¡Iremos solo los tres! ¡Meiko, tú y yo! -señaló el digimon con firmeza.

Taichi no entendía porqué solo tenían que ser solo ellos tres. Lo más normal estando Meiko como estaba, es que también se viera arropada por el resto de sus amigos, especialmente de Sora y las chicas.

Habían pasado escasas semanas desde la muerte de Meikuumon y a Taichi le parecía demasiado pronto que ella se recuperase de un golpe tan duro. Estaba convencido de que Sora y las demás, sabrían qué palabras decirle para que recobrase el ánimo y las ganas de volver a clase.

Pero la respuesta que le había dado Agumon tenía más lógica que Taichi no podía creer que proviniese de su atolondrado digimon.

-Si están los demás, también estarán Gabumon y el resto. Y entonces, Meiko se sentirá fuera de lugar y echará en falta a Meichan, y todo no habrá servido para nada. Y si no viniesen los digimon, me sentiría mal por ellos.

Convencido por su digimon, Taichi aceptó el plan de su digimon de salir juntos los tres el próximo domingo.

Para evitar las miradas de personas ajenas, y poder dejar que Agumon pudiese estirar las piernas libremente, decidieron ir a una zona recóndita de la playa.

Era finales de septiembre donde el frío empezaba a notarse y no había muchos valientes que se atreviesen a venir a un lugar, que la gente generalmente usaba para tostarse al sol o divertirse en el agua.

Al principio, existía una incomodidad entre Taichi y Meiko, donde de no ser por las locuras de Agumon, no habrían podido relajarse y olvidar todo lo que había pasado.

Pues poco antes de que se enfrentasen a Meikuumon, ellos habían tenido un pequeño rifirrafe.

Había sido mientras estaban refugiados en el koukou Tsukishima, por culpa de los medios de comunicación que había rodeado sus casas, y no podían ir a ella para descansar tranquilamente con sus digimon. Tras haber llamado a sus padres para indicarles que estaban bien, Meiko se había sentido agobiada. Entre la poca preocupación de su estricto padre y la realidad que poco a poco iba cobrando en su cabeza, de que Meikuumon simbolizaba una amenaza, había acabado por perder la esperanza y tener que aceptar que Meikuumon tenía que morir. Algo que a Taichi no le había gustado nada, expresándolo en un grito, como reclamándole que no debía pensar eso, siendo su compañera.

Después de eso, todo se había puesto caótico. La supuesta muerte de Taichi y Daigo, que había llenado de oscuridad el corazón de Hikari, quién junto a la forma final de Meikuumon, Meikrackmon, se habían fusionado, convirtiéndose en una horripilante criatura llamada Ordinemon. Y luego, la aparición de Taichi sano y a salvo junto a Daigo, Daisuke y los demás, habían tomado la mayor de las decisiones si querían que el mundo humano y el digital no corriesen peligro. Matar a Meikuumon.

Desde entonces, Meiko había estado encerrada y depresiva. Por lo que no hubo tiempo para que Taichi le diera las disculpas adecuadas y cómo se había arrepentido de haberle gritado de esa manera, cuando al final, él había sido un hipócrita al tener que ceder ante la firme decisión tomada por Meiko.

Los actos de Agumon rompían toda aquella tensión y a que Meiko soltara alguna sonrisa, mientras que Taichi solo veía con una sonrisa, como incluso su digimon se sentía de buen humor estando en campo abierto. El digimon había agradecido infinitamente que Meiko trajese algo para comer, donde todo había quedado devorado al instante. La vergüenza que había sentido Taichi no pudo expresarme mejor con su cara. Su digimon estaba abusando demasiado de la familia Mochizuki. Y ellos, lejos de molestarse, parecía que incluso se sentían encantados. Ya buscaría la forma de recompensar todas las molestias que Agumon les causaba.

Después de haber comido casi toda la comida que Meiko había traído y divertido hasta aburrirse, al igual que un niño, Agumon quedó frito. No pudo encontrar mejor lugar que en el regazo de Meiko, donde parecía que no era la primera vez que el digimon usaba ese lugar para quedarse dormido. Y ella tampoco parecía incómoda por tener a Agumon cerca de ella.

El tiempo que habían pasado Agumon y ella había hecho que crease un vínculo muy especial. Estar con Agumon, le recordaba mucho a cuando estaba con Meikuumon. Ambos digimon eran tan parecidos, que incluso se asemejaban cuando la hacían olvidar de la realidad que reinaba fuera. Pero cuando se sentía sola, esa realidad la golpeaba con brutalidad.

Meikuumon había sido considerada un digimon distinto a su especie y un obstáculo para las grandes personalidades como Homeostasis e Yggdrasill.

Y Agumon era el digimon de uno de sus compañeros de clase. Y no Meikuumon. Ella había muerto y no la volvería a ver nunca jamás.

Ahora en esos momentos, Meiko no pensaba en eso. Solo en acariciar a Agumon y ver cómo el digimon se sentía a gusto con esa caricia.

-Siento todas las molestias que Agumon te está causando -dijo de pronto Taichi rompiendo la magia que envolvía a Meiko junto a Agumon.

-No, no es ninguna molestia -respondió ella ligeramente nerviosa sin poder verle.

Ante esa actitud, Taichi tuvo la sensación de que ella no se sentía cómoda con él. Todo lo contrario a Agumon, que lo apreciaba de una manera muy maternal. Pensó que quizás todavía estaría resentida por cómo le había gritado la última vez que habían hablado. Lo más conveniente era disculparse, pero luego pensó, si se disculpaba, abriría viejas heridas. Y quizás Meiko volvería a encerrarse en su zona de confort. Así que optó por otro tema de conversación. Pues quedarse callado en un momento así, le resultaba más incómodo.

-Me alegra ver que ya te encuentras un poco mejor.

Meiko se había quedado sorprendía por esas palabras y miró a Agumon. El digimon tenía una expresión tan inocente, pero se le veía tan feliz, que inspiraba ternura.

-Todo se lo debo a Agumon. Él siempre consigue que me sienta mejor -recordando como incluso después de haber sido gritada por Taichi, había venido Agumon para levantarle el ánimo.

Taichi asintió agradecido. Quizás su digimon fuese demasiado infantil y glotón, pero cuando hablaba, lo hacía desde el corazón.

-Es muy propio de él -acariciando él también a su digimon.

En un momento dado, la mano de Taichi chocó con la de Meiko. En ese mismo instante, una capa de rojo revelando la vergüenza de sus dos usuarios los invadió de tal forma, que ambos miraron hacia otro lado.

La tensión que les rodeaba, empezó a poner nervioso a Taichi y a cambiar el tema.

-Esto… ¿No sería mejor que volvieras a clase? -tras una pequeña pausa, donde no vio la sorpresa reflejada en el rostro colorado de Meiko-. Sora y Mimi te echan de menos.

Luego la vio, encontrándose con el mismo rostro depresivo que había tenido el día en que Meikuumon había desaparecido para siempre.

Taichi resopló viendo que la chica, pese a los ánimos de Agumon, no había conseguido reconfortarla por completo, para hacerla salir de su zona de confort a un lugar más amplio y lleno de muchedumbre como era el instituto. Entonces, vio como de sus ojos empezaban a salir lágrimas, donde Meiko luchaba para que no descendiesen por sus mejillas.

Regresando a su lugar original, Taichi se agachó para estar a su altura y decirle unas palabras que no sabía si la ayudarían. Pero en esa situación, tenía que hacer algo. Él había sido el responsable de haberla devuelto al estado negativo.

-Sé que es muy duro perder a un compañero digimon. Pero si hubiese perdido a Agumon, estoy convencido de que no le gustaría que estuviese encerrado en casa y no vivir la vida que tengo por delante. Además, no estás sola. Cuentas con mucha gente que te quiere.

Eso no parecía reconfortarla, de hecho, tuvo un efecto contrario, ya que más lágrimas se sumaban a las primeras, donde Meiko trataba de luchar con todas sus fuerzas para que no cayesen.

Taichi estaba asombrado de aquella fortaleza. Seguro que no quería llorar delante de él por vergüenza o porque no lo consideraba digno de confianza.

No sabría decir cuál era la razón.

Sin embargo, verla así, hizo que algo en su interior se agitara y a descubrir, que quizás lo mejor para ella es que derramase esas lágrimas que tanto le hacían daño y que seguramente, podrían sanar a su corazón herido.

-Lo siento -murmuró donde Meiko no entendía a qué venían aquellas disculpas-. Creo que dije algo que no debería, y eso ha vuelto a deprimirte. Si necesitas llorar, no te contengas. Y también, si necesitas un hombro donde llorar, que sepas que puedes contar conmigo -las últimas palabras fueron dichas sin pensar.

Aún así, aquellas palabras inconscientes habían dado en el clavo, ya que ella se había echado a su pecho y lloró amargamente, desahogándose, sintiendo el calor que todo humano necesita cuando está tan desesperado y sentir a alguien que te entienda de igual a igual.

Su llanto no despertó a Agumon. Ni siquiera cuando bruscamente había pasado de su regazo a la arena. Agumon estaba tan adormilado que siguió durmiendo durante el tiempo en que Meiko lloraba en brazos de Taichi e incluso durante el trayecto a casa.

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A la mañana siguiente, Taichi comía con pocas ganas el desayuno. Todo lo contrario a Agumon que parecía que su estómago no tenía límite. A su lado, Tailmon lo reprendía por sus malos hábitos en la mesa. Y cuando el digimon dinosaurio hubo terminado con su desayuno, se fijó en el de su compañero que prácticamente aún tenía todo.

Agumon tenía más estómago para zamparse el de Taichi, pero al verle, no pudo evitar preocupado que es lo que le ocurría.

-Creo que he metido la pata -confesó, donde la gata digital interrumpió también su comida para observarle con curiosidad.

Los dos digimon esperaban a que Taichi les explicara a qué venía aquello y qué había pasado. Pero Taichi no les contó cómo había permitido que Meiko llorase de aquella manera, abriendo una herida que Agumon había empezado a sanar.

Pero no sabía muy bien cómo explicarlo. Tras haber visto como ella luchaba con sus lágrimas, tuvo la sensación de que eso no era bueno para ella. Lo mejor era que lo echase para afuera y llorase todo lo que quisiera. Ahora que lo pensaba, hace años, durante sus primeras aventuras digitales, Yamato también había permitido que Sora llorase, cuando ella había tenido sus dudas con su emblema. Pero Sora se había recuperado gracias a las palabras de Takeru. Y él en cambio, le daba más opciones a que Meiko llorase y que podía contar con él, pero sin decir nada que la ayudase a reconfortarla.

¿En qué diablos estaba pensando?

Se supone que tendría que hacer que se sintiera mejor, no a ayudarla a que llorase.

Estaba claro que había empeorado las cosas y él era un patán para esa clase de cosas.

Sin terminar su desayuno, Taichi recogió su plato para llevarlo al fregader, mientras le comentaba a Agumon, que lo mejor es que pasase una temporada en casa de los Mochizuki.

Tendría que hablar con Meiko si no le importaba tener a Agumon durante un tiempo, pero es que ahora, lo que ella más necesitaba era a su digimon, que había conseguido animarla, mientras que él en unos minutos, lo había echado todo por borda.

Tras anunciar que se marchaba para ir a clase. Taichi seguía manejando la idea de cómo pedirle a los Mochizuki que se hicieran cargo de Agumon para animar a su hija. Pero más importante, tenía que pensar en cómo hacer con las comidas de Agumon. En su casa, su madre no tenía problemas con el glotón de Agumon. Pero con los Mochizuki, debía ser algo más reservado. Aún por encima, que lo hacía entrar de gorra en su casa. Quizás debía de comprarle alguna bolsa con chuminadas y que la tuviera para cuando quisiera saciar su apetito.

Cuando llegó al portal, Taichi se quedó sorprendido. Ataviada con el uniforme de invierno del Tsukishima y con la apariencia de estar esperándolo, se encontraba Meiko. Ella al verlo, soltó una sonrisa avergonzada. A esa expresión, le acompañó unas sinceras gracias y a aclararle que el haber llorado el día anterior, la había hecho muy bien y que ahora, gracias a él, se encontraba preparada para regresar a clase.

El sentimiento de incomodidad que había tenido Taichi se esfumó para sonreír con ella y alegrarse por tenerla de regreso.

Durante casi la mitad del trayecto, ninguno dijo nada. Meiko iba cabizbaja y se notaba que tenía algo más que decir. Hasta que finalmente, se había armado de valor para decir.

-Taichisan, pensé que ibas todas las mañanas temprano para entrenar.

-Después de las vacaciones de verano, dejé el fútbol -confesó.

-¿Lo dejaste? ¿Y eso? -preguntó ella sorprendida.

-Bueno… -sintiéndose él algo nervioso-. Si quiero estudiar ciencias políticas. Creo que es hora de ponerme serio con los estudios. Sobre todo, cuando estamos a punto de pasar a tercero.

La noticia de que Taichi decidiese estudiar una carrera que no le pegaba, sorprendía a la chica. Y aunque no se lo había preguntado, Taichi le contó el porqué se había decidido por esa carrera.

-Viendo a Daigosensei, como él estuvo ayudándonos y también, escuchando la opinión pública de la gente, fueron mi inspiración. Daigosensei trabajaba para el comité de asuntos digitales, gracias a ello, pudo cubrirnos y ayudarnos en esta aventura que tuvimos. Sin embargo, no tuvimos en cuenta que no todo el mundo podría estar de acuerdo con seres de otro mundo en el mundo real. Por eso, yo quiero convertirme en algo parecido a Daigosensei y ser la voz de los digimon hacia los humanos. Y ser la voz de los humanos con los digimon. De esta forma, creo que podemos lograr la coexistencia entre el mundo humano y el mundo Digimon -hablaba con tanta pasión que Taichi no se percataba de que algo así sería demasiado para alguien tan dejado en los estudios como era Yagami Taichi-. Sé que será algo imposible, pero quiero intentarlo.

-Seguro que lo conseguirás -le dijo Meiko con una suave sonrisa y emocionada por el sueño que tenía Taichi.

Alabado por sus ánimos, Taichi se percató en el origen de la conversación. ¿Cómo sabía ella que no había ido al entrenamiento? Los entrenamientos matinales se hacían una hora antes de que empezasen las clases y había una media hora de camino entre su casa y el koukou. Por lo que para saberlo, tendría que haber estado casi dos horas esperándolo.

-¿Me has estado esperando desde tan temprano? -le preguntó con la sorpresa marcada en la cara.

Ella se puso colorada de pies a cabeza y a mirar el piso como si fuera lo más importante del mundo.

-Bueno… Sí… -reconoció-. Es que quería agradecer tu ayuda cuanto antes. Sé que es algo tonto. Sobre todo, cuando vi a Hikarichan irse a clase y podría haberle preguntado a ella sobre porqué te tardabas. A propósito -hablaba con tanto nerviosismo, que dio gracias el hecho de poder cambiar de tema, para que no se evidenciara tanto-, ¿cómo es que Hikarichan va tan temprano a la chuugakkou? ¿Es que está apuntada a alguna actividad extraescolar?

-¡Ah! ¡No! -y Taichi también estaba agradecido por el cambio de tema. La idea de que le estuviera esperando tanto tiempo solo para agradecerle, le subían mucho los colores-. Es por Takeru. Es él quién tiene entrenamiento matutino. Hikarichan va para animarle y pasar más tiempo con él.

-No sabía que Hikarichan y Takerukun estuviesen saliendo -supuso por el contexto de sus palabras.

-No, no están saliendo -sonriendo y luego miró al cielo. Estaba nublado, pero no había amenaza de lluvia, pese al tiempo otoñal-. Pero estoy convencido de que será cuestión de tiempo. Ellos han estado juntos desde los ocho años y se entienden muy bien. Incluso la primera vez que se conocieron, no necesitaron de ninguna presentación formal ni nada para amigarse y estar siempre juntos, y eso que estábamos en medio de un gran peligro por culpa de Vamdemon.

-¿No se supone que ellos se conocieron en el campamento de verano? -preguntó ella confusa.

-No. Mi hermana se había enfermado, y tuvo que quedarse en casa. ¿Acaso no te lo habíamos dicho?

La expresión de Meiko decía todo. Y entonces, Taichi recordó que a ella, a diferencia de Daisuke y los demás, no le habían contado las aventuras que habían vivido cuando tenía once años. Se le ocurrió la idea de contárselo de camino a clase. Y como era una historia muy larga, le propuso que a la vuelta volviesen juntos, para seguir contándosela, y así durante los días sucesivos.

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Las Navidades se acercaban. La gente comenzaba a prepararse para el ambiente festivo que se vendría. Juguetes, cachorros de perro, ropa, adornos navideños, comida típica, es lo que la gente compraba o cargaba en las tiendas del centro comercial.

Los comercios estaban abarrotados de gente y las dependientas no daban para más, pese a que tenían a todo el personal trabajando y haciendo horas extras para poder dar una buena atención al cliente rápida y eficaz. Lo mismo ocurría con los restaurantes, donde los cocineros empezaban a plantear los menús para los días festivos. Los sitios de comida rápida no tenían que preocuparse por eso. Solo en contratar a personal para ofrecer un servicio como el que se nombraba, un sitio de comida rápida. Algo que desde principios de diciembre ya habían empezado a hacer. Pues, para ellos, las semanas previas a las Navidades, significaba gente que después de la larga tarde de compras, quisiesen tomar o picar algo y que no perjudicase tanto a sus bolsillos como las compras navideñas. A eso se le sumaba los adolescentes, que, debido a su pequeña paga, solo podían ir a esos sitios si querían tomar algo y relajarse, como era el caso de Yamato y Taichi.

Taichi bebía su refresco mientras contemplaba con expresión cansada a Yamato. Éste tenía la cabeza hacia un lado, tratando de ocultar el gesto de desesperación.

Después de clase, Yamato y Taichi habían ido al centro de comercial. El rubio le había pedido que le acompañara para poder comprar el regalo de Navidad para su novia. El problema estaba en que Yamato no había podido encontrar algo que impresionase a Sora.

Sora era una chica sencilla, que se contentaba con lo más minio. Y Yamato era una persona muy detallista donde además, las Navidades eran una fecha muy especial para ellos, pues la víspera de Navidad era su aniversario de novios.

Ese año cumplían tres años de novios. El tiempo pasado como pareja había ido profundizándose de tal manera, donde él no tenía duda de que Sora era la chica de su vida. Si llegaba el día en que ella se cansara de él o dejase de amarle, se convertiría en un soltero de por vida. Pues no podría haber otra chica igual a ella. Quizás fuera cursi al pensar así, pero como era algo que nadie sabía, ni siquiera Gabumon, no tenía que preocuparse porque la gente se burlase al pensar de esa manera.

Sin embargo, su preocupación actual era la de encontrar el regalo perfecto de novios y de Navidad. A tres semanas de la tan esperada fecha, Yamato empezaba a agobiarse porque no veía nada que le llamase la atención. En los comercios siempre estaba lo mismo, adornos para el pelo o complementos para poner en los brazos o alrededor del cuello. Algo que no encajaba con Sora ni con la idea de querer regalarle algo especial en su tercer aniversario.

-¿Por qué no le compones una canción? -propuso Taichi algo cansado por la pateada que le había obligado su mejor amigo al acompañarle al centro comercial. Sino fuera porque la invitación al Burger corría de su cuenta, habría rechazado acompañarle. Sin embargo, ni la hamburguesa ni las patatas podrían recompensar las horas y horas que habían estado recorriendo por todas las tiendas del centro comercial. Solo esperaba que mañana no le pidiera que lo volviera a acompañar.

-No me gusta regalar dos veces la misma cosa -contestó con la mirada perdida en la ventana.

-¿Eh? -dejando de lado su refresco- ¿Cuándo le compusiste una canción? ¿Cuándo? ¿Cuál? -insistió en saber Taichi-. ¿No me digas que fue la de "La llave para conceder los deseos"?

-No, no fue esa -dijo tan inexpresivo que en ningún momento miró a Taichi.

La canción que Yamato había compuesto para Sora, había sido la de "Solo en la noria". Aunque había sido compuesta pensando en Sora, antes de que saliesen juntos, en ningún momento, lo había hecho con la intención de que, a través de esa canción, ella se enamorara de él.

Desde el mismo momento, en que Yamato se había dado cuenta de sus sentimientos hacia ella, y de cómo Taichi también los tenía, él mismo se había apartado, para que su mejor amigo tuviera el espacio y la oportunidad de declararse a Sora. Él había estado dispuesto a rendirse sin luchar, todo por su emblema de la amistad. Eso no significaba que él continuase enamorado de ella, y a través de alguna de sus canciones expresar ese amor imposible, pero que perduraría por el resto de su vida. Como Sora nunca asistía a sus conciertos y no tenía interés en su música, aprovechaba eso para expresar de alguna forma lo que tenía dentro de su corazón. No había contado con que a alguna de sus amigas fuese una de sus fans, y le pidiera a Sora que la acompañase al concierto. La verdad, es que el día en que le había dicho que iba a asistir a uno de sus conciertos. Una parte egoísta de él tenía ganas en que le escuchara cantar la canción inspirada en ella. Pero por otra, tenía miedo de que a través de su voz, pudiera revelar más y ella se percatara de sus sentimientos. Sino fuera, porque la canción estaba dentro del programa, no la hubiera cantado aquel día.

A día de hoy, era algo que medio se arrepentía. Pues el que ella le escuchara cantar "Solo en la noria" habían sido los cimientos que había llevado a Sora a que se enamorara de él. Como si la hubiera conquistado. Eso había significado una traición a su mejor amigo, al meterse dentro del triángulo amoroso. Sin embargo, poco tiempo después, Sora le había revelado que, aunque Taichi estuviera enamorado de ella, ella solo lo veía como un buen amigo, algo parecido a un hermano. Aún así, eso no quitaba que Yamato tuviese la espinita clavada de que había traicionado a su mejor amigo.

Aunque parece que ahora, no debía preocuparse por ello. Pues Taichi empezaba a andar mucho con Mochizuki, y Sora aseguraba que era probable que él estuviese enamorado de ella. Si eso fuera verdad, entonces, podría quedarse tranquilo.

Ante el silencio continuo de Yamato, donde no entendía porque de repente se había quedado callado, Taichi decidió no darle importancia, y viendo que tendrían que seguir con el tema inicial, Taichi le preguntó como sugerencia.

-¿Y por qué no hablas con Piyomon? Es la que mejor conoce a Sora.

-Ya lo he hecho -Taichi observó como había tardado en contestar, así como a alterarse, como si le hubieran dicho algo vergonzoso.

Para que Yamato pudiera hablar con Sora sin que ella se enterase, le había pedido a Piyomon que se reunieran en el Mundo Digimon. Allí, le había explicado su intención de querer regalarle algo especial y si el ave digital sabía de algo que pudiera encantarle a Sora.

Su pregunta había emocionado tanto a Piyomon, como sorprendido a Gabumon de sus intenciones, donde no se esperaba que su amigo humano quisiese hacer algo tan especial.

La respuesta que le había dado Piyomon había dejado cohibido a Gabumon, por no hablar del propio Yamato. Pues Sora, soñaba con casarse y tener hijos con él.

El recuerdo de esos dos deseos, hizo que Yamato volviese a tener los colores del tomate de forma descarada que había tenido ante Piyomon, y que Taichi, a diferencia del ave digital, no pudo evitar el meterse con él.

No tuvo pelos en la lengua al preguntarle si lo que Piyomon le había dicho, es que Sora quería algo más con Yamato.

-Aunque llevando tres años de relación, me dejarías de piedra si todavía no lo…

Taichi calló de golpe tras haber recibido una fuerte patada en la espinilla por parte de su amigo, al querer indagar sobre algo tan íntimo.

-Deja de decir tonterías que no te conciernen -le espetó, para después coger una de sus patatas fritas.

Mientras Taichi se sobaba la pierna por culpa del dolor, Yamato le preguntó algo inesperado con la intención de cambiar de tema.

-¿Y qué tal te va a ti con Meiko? ¿Piensas regalarle algo por Navidad?

Taichi olvidó el dolor por unos momentos, para mirar con cara de interrogante a su amigo sin entender muy bien qué era lo que quería decir.

-Sora me ha dicho que últimamente os ve casi siempre juntos. Llegáis juntos a clase y regresáis a casa también juntos. Además, que fuiste tú quién hizo que Meiko regresara a clase. ¿Acaso es porque te gusta?

La cara que puso Taichi dejó en confusión a Yamato cuando éste le había soltado una negativa. Pues aunque Taichi le había negado que no le gustaba, su cara parecía indicar lo contrario. Para él, sería una especie de alivio. Pues eso significaría que habría pasado de página al olvidarse de Sora.

No es que le molestara los sentimientos de su mejor amigo, pues cuando estaba junto a Sora, no daba muestras que sintiese más que amistad por ella. Es cierto, que a veces saltaba para protegerla (como él), pero no iba a molestarse por eso, ya que la vida de Sora era mucho más importante que el sentimiento egoísta de monopolizar en ser el único príncipe azul con brillante armadura con derecho a salvarla. Lo que sí le molestaba, es que siguiese atado a un amor imposible y no siguiera adelante.

Pero cuando Sora le había contado emocionada cómo veía a su mejor amigo en constante compañía de Meiko, como si fueran una pareja, le había contagiado su emoción y a ver que su mejor amigo por fin podría seguir adelante con alguien, donde no se parecía a Sora. Pues si Meiko se pareciese a Sora, Yamato pensaría que la usaría como sustituta de su novia, y que no la quisiese realmente. Pero siendo todo lo opuesto, no había nada de qué preocuparse.

O eso había creído, tras escuchar la respuesta de Taichi.

¿Sería que él no se daba cuenta de que poco a poco empezaba a enamorarse de Meiko? Tendría que consultárselo a Sora.

Quizás no había necesidad de que un tercero interviniese. Pues las palabras Yamato, habían hecho pensar a Taichi.

Era cierto que últimamente pasaba mucho tiempo con Meiko, y vistos desde fuera, el hecho de ir y salir juntos después de clase, daría la imagen de que eran pareja. Pero solo lo hacía para contarle las aventuras digitales que él había vivido. Para que se animara y no volviera a encerrarse por la pérdida de su compañero digital. No quería volver a verla tan mal, y Agumon tampoco.

Taichi asumió que su relación con Meiko era más que amistad pero menos que romántica.

Quizás, como más que amigo, tenía la obligación de regalarle algo por Navidades. Pero ¿el qué?

Yamato acabó de consumir su refresco, mientras observaba cómo Taichi se había puesto a reflexionar. Ni siquiera pestañeó cuando descaradamente, le había arrebatado varias de sus patatas fritas.

Entonces, ambos se llevaron una sorpresa cuando vieron como un niño de unos ocho años se había acercado a su mesa con toda naturalidad en compañía de un digimon que ambos conocían muy bien.

Estaba vestido con el uniforme de beisbol, donde tanto Yamato como Taichi visualizaron más lejos a otros niños con el mismo uniforme a juego. Éstos los observaban con curiosidad donde no entendían cómo su compañero de diez años se había acercado a unos chavales que estaban en el koukou.

Sin embargo, para los dos mayores lo que más les sorprendía es que había un Poyomon sobre el hombro del niño, donde ninguno de los dos tenía miedo de que la gente los viera y le preguntara al niño porqué andaba con un bicho tan raro.

-Vosotros sois los que estabais con Iorisan hace tres años ¿verdad?

Fue Taichi quién contestó con una respuesta positiva, pero con cierto recelo, ya que no le sonaba de nada aquel niño. Además, tenía mucha curiosidad en saber varias cosas. La primera de todas ¿cómo es que tenía un compañero digimon?. La segunda igual de importante que la primera, ¿cómo es que se paseaba con él libremente? Y la tercera ¿de qué conocía al joven Iori?

-¡Lo sabía! -contestó el niño-. Se os ve igual que hace tres años -decía el niño tan alegre y emocionada de conocerlos, que a Poyomon le pasaba lo mismo. Aunque en su caso, sentía una intensa curiosidad en saber porqué sus digimon no estaban con ellos.

Antes de que Poyomon preguntase por los digimon, Yamato le preguntó al niño quién era y de qué los conocía.

-Soy Yoshizawa Takashi, fui uno de los niños que Oikawasan secuestró -añadió tras darse cuenta de que solo así podrían reconocerlo.

Eso fue suficiente para que ambos amigos lo recordaran con más claridad.

Hace tres años, mientras ellos estaban dispersos por todo el mundo para destruir las torres oscuras y regresar a los digimon confusos a su mundo, los secuaces de Oikawa, habían raptado a varios niños incomprendidos y que no tenían la confianza para hacer realidad sus sueños.

Al final, gracias a Daisuke (aunque a Yamato le disgustase reconocerlo), aquellos niños habían podido abrirse, confesar sus sueños y tener la capacidad de hacerlos realidad. A raíz de eso, habían obtenido un dispositivo digital y un compañero digimon.

-La verdad es que, gracias a vosotros estoy haciendo realidad mi sueño de convertirme en jugador de béisbol -clamaba el niño con tanta emoción y orgullo.

Los niños pequeños suelen tener la tendencia de convertirse en grandes personalidades, mayormente influenciados por lo que ven en la televisión. Sin embargo, los adultos no suelen tomar esos sueños en serio, o por el contrario, se ríen divertidos de algo imposible de realizar si careces de talento. Takashi había soñado desde los cinco años en convertirse en jugador de béisbol. Cuando se es tan pequeño, uno no entiende que cuando lo dices, los adultos se ríen divertidos por la gracia que les causa. Pero a medida que un niño va cobrando conciencia y sigue persistiendo el ideal de que es un sueño imposible para alguien tan indefenso como él, los ánimos empiezan a descender y perder la confianza en hacer algo que realmente te gusta. Eso lo había llevado a que se deprimiera tanto, que en consecuencia, resultó ser una de las tantas víctimas de Oikawa.

Ahora, tres años después de aquello y con el apoyo y la compañía de Poyomon, estaba haciendo su sueño realidad.

Su rostro era el perfecto reflejo de un niño rebosante de luz y lleno de felicidad, que alegraba a los dos mayores, al saber que uno de los niños secuestrados por Oikawa, hubiese podido seguir adelante sin traumas del pasado.

-Nos alegra mucho escuchar eso. Aunque, en vez de agradecérnoslo a nosotros, sería más bien a Daisuke -dijo Taichi con modestia.

-Ya, pero Iorisan me dijo que tanto él como su grupo fueron elegidos gracias a los primeros elegidos, es decir vosotros.

-¿Iori te habló de nosotros? -fue la pregunta de Yamato.

-Por supuesto -afirmó de nuevo con mucha alegría-. También nos contó las aventuras que vivisteis y lo duro que ha sido. Sobre todo, para el chico que tiene el mismo tipo que mi Poyomon e Ichijoujisan. Perder a tu propio digimon, debe ser una experiencia terrible. Pero -aunque había tenido un rostro triste al imaginar lo que sería perder a un digimon, de inmediato, se le había cambiado la cara tras saber que todo había tenido un final feliz-. Me alegra saber que el Mundo Digimon está llena de milagros y los digimon puedan renacer.

Poyomon aprovechó el momento de silencio (donde solo había sonrisas por parte de Yamato y de su propio compañero humano) para preguntar por los digimon de Yamato y Taichi. Fue el propio Yamato quién le había contestado que se habían quedado en casa. La tristeza y la confusión se reflejó en el pequeño digimon, que lo extrañó cuando el rubio le preguntó a su compañero lo siguiente.

-¿Y tú llevas a Poyomon a todas partes? ¿No te dicen nada raro?

-¡Para nada! ¡Es más, todos mis amigos adoran a Poyomon! ¡Hasta es la mascota oficial del equipo! -contestó el niño con una sonrisa tan adorable que a Yamato le recordó a su hermano pequeño a tan tierna edad.

La conversación tuvo que terminar ahí cuando Takashi escuchó cómo uno de sus compañeros lo llamaban para avisarle de que ya habían hecho su pedido y tenían la intención de marcharse. Takashi se despidió de ellos y regresó con sus amigos.

Yamato soltó un suspiro, viendo cómo el pequeño digimon no tenía problemas para convivir con los amigos de su compañero humano. Para aquellos chavales, la presencia del digimon era tan natural, que al rubio le provocaba un deje de envida. Pues si algo deseaba, es que el resto de humanos fuesen más abiertos de mente y aceptasen a Gabumon y al resto de digimon. Pero si Poyomon era aceptado por aquellos niños, podría existir la posibilidad de que dentro de unos años, Gabumon y los demás pudiesen caminar libremente por el mundo humano.

Esa opinión la compartió en alto con Taichi, para saber lo que pensaba al respeto. Pero, al no escuchar nada, lo observó, encontrándolo con la mirada perdida como si pensara en algo muy importante.

-Oye, Taichi ¿te pasa algo?

-¡Eso es! -dijo de repente, levantándose abruptamente como si hubiese tenido una epifanía-. Tenemos que ir a ver a Koushirou.

Yamato pensaba que se le había ocurrido algo relacionado con que los digimon fuesen aceptados en el mundo real. En ningún momento, se le ocurrió pensar que las palabras de Takashi le diesen la idea de qué regalarle a Meiko por Navidad.

Cuando ambos amigos se habían reunido con Koushirou, que para no variar, se encontraba metido en su oficina particular, Taichi le había contado su idea de hacer que Meikuumon renaciese. Ella era una digimon como otra cualquiera. Y tal cómo había dicho Takashi, el Mundo Digimon había creado muchos milagros como por ejemplo, la resurrección de Patamon y Woormon. Lo mismo ocurría con los digimon aliados como Tyumon, Piccolomon o Whamon, que habían caído a manos de los Dark Masters.

La idea que planteaba Taichi parecía una locura para el portador del conocimiento.

-Aparte de que no sabemos su origen ¿has olvidado que Meikuumon fue la fuente de que Tentomon y los demás acabasen infectados?

-Y también es considerado un digimon peligroso para Homeostasis e Yggdrassill que buscaban su exterminio -fue el turno de hablar de Yamato, que no entendía que buscaba Taichi con esa loca idea. Solo conseguir que Mochizuki volviese a sufrir.

-Lo sé. Pero si se ajusta sus datos, como hicieron Gennaisan y sus colegas con Agumon y el resto -el origen de cómo Agumon y el resto de digimon habían sido elegidos como compañeros digimon para los humanos elegidos, era algo que tenía muy fresco, al haberle relatado a Meiko hace unos días, como Homeostasis había poseído también a Hikari hace seis años y contado el origen porqué habían sido elegidos. Porqué Agumon y el resto de digimon tenían ya en sus infantiles mentes las ansias de verles, tras la larga espera. Y también saber porqué Tailmon no había estado con el grupo inicial en aquel entonces.

Los digihuevos de Agumon y el resto habían sido programados junto a los digivices creados, donde ahí se recopilaban los datos que el Mundo Digimon había leído durante los acontecimientos de Hikarigaoka de los ocho primeros elegidos.

-Si hacemos eso mismo con el digivice de Meiko, y programamos el digihuevo para que esté libre de toda infección, no habría problemas para que Meikuumon pueda renacer y vivir con su compañera como un digimon normal y corriente.

-Eso estaría bien en la teoría, pero creo que no es tan fácil llevarlo a la práctica. Además, olvidas un detalle muy importante, Taichisan. El digihuevo de Meikuumon no existe y no hay noticias de que haya aparecido en alguna parte -le recordó Koushirou. Sin la base para hacer lo que Taichi planeaba, sería como empezar la casa por el tejado.

Pero Taichi no tenía la intención de que le arrebataran la ilusión de poder hacer algo tan mágico como surrealista.

Si el digihuevo no existía, entonces, solo quedaba hablar con Gennai y los cuatro dioses sagrados para que ellos le dieran la solución al asunto.

Tenía que haberla, pues Meikuumon era un digimon como cualquier otro y tenía el mismo derecho que Patamon y Woormon a revivir y a estar con su querida compañera humana.

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Era víspera de Navidad.

Las luces en los edificios estaban encendidas y podía apreciarse la unidad familiar acompañada de sonrisas y alegría.

También las calles estaban repletas de ese buen ambiente. Incluso se apreciaba más parejas de lo habitual.

El rito tradicional japonés indicaba que la Navidad era una de las fechas más propensas a que dos enamorados empezaran su relación. Ese había sido el caso de Yamato y Sora que años atrás, su relación había comenzado, donde en la actualidad, seguían juntos y felices. Eso se notaba, cuando las personas que los veían tan arrimados y mirándose con tanta ternura, la envidia de tener esa clase de relación que parecía sacada de cuento de hadas.

Yamato y Sora no era la única pareja de digielegidos que pasaban el día juntos. Ken y Miyako, Jou y Yayoi e Iori y Noriko también habían acordado pasar ese día en mutua compañía. En el caso de Ken y Miyako, la chica se sentía doblemente emocionada de que Ken la hubiese invitado a que fueran juntos a patinar sobre hielo en el nuevo recinto al aire libre que habían abierto. Lo que más la enamoraba era tenerlo a él de profesor y que sus manos se uniesen. Esa felicidad solo era rota cuando ella se caía de culo, apreciando lo fría y dura que estaba el suelo. Pero Ken era una persona tan tierna que, en vez de reírse, como hacían una y otra vez Woormon y Hawkmon desde su escondite, la ayudaba a levantarse y la instaba a que lo intentara una vez más.

Jou y Yayoi pasaban la fiesta en el pequeño piso de alquiler del chico, donde Gomamon acaparaba toda la atención de Yayoi, para rabia de Jou. Pero al digimon le caía tan bien la humana, que no se daba cuenta de que estaba invadiendo demasiado su intimidad y su tiempo para disfrutarlo en pareja como a él lo hubiera gustado. Pero era imposible. Yayoi solo atendía a las divertidas anécdotas de Gomamon, en vez de disfrutar el tiempo como la pareja tortolita que eran.

Y Noriko e Iori la pasaban en la casa Kawada con sus respectivos digimon más Pipimon, que Iori había tomado la decisión de criarlo junto a Armadimon. A pesar de que Iori y Noriko eran muy jóvenes, su relación era igual de aceptada por los Hida como por los Kawada. Aparte de que ambas familias se llevaban tan bien, que era mucho más divertido pasarlo juntos que cada uno por su lado.

Por otro lado, aunque todavía no eran pareja de forma oficial, se encontraban Takeru y Hikari en el Mundo Digimon. Ambos habían decidido pasar la Navidad en la Ciudad del comienzo, para que los pequeños digimon conocieran la magia de la Navidad, así como el recibir regalos como cualquier niño humano.

Para los que no tenían pareja, a excepción de Daisuke, el tener novio/a no era algo que les afligiese. Pues tenían a sus familias y las Navidades no eran para pensar en la pareja, sino para disfrutar en la compañía de los seres amados.

Por eso, que para Meiko resultaba algo doloroso. Pero que se esforzaba en sonreír por su madre que había preparado un señor banquete, y su padre que hacía gala de su asistencia, pese al trabajo tan duro que tenía. Sabía que lo hacían por ella, pues, esas Navidades serían las primeras que Meiko las pasaría sin Meikuumon. Cinco años de amistad era demasiado tiempo, sobre todo, cuando siempre habían estado juntas.

Aunque la herida empezaba a cerrarse, en momentos tan especiales como aquel, era imposible que Meiko no recordara a su querida amiga. Pero sus padres hacían todo lo posible para que se animara, que por ellos, tenía que mantener la sonrisa. Luego, ya de noche, ya lloraría todo lo que quisiera.

Esa era su intención. Sin embargo, a mitad de la cena, alguien timbró a la casa Mochizuki. Todos estaban extrañados porque no esperaban a nadie. Meiko se ofreció para recibir a quién llamase. Su madre había estado toda la tarde preparando la cena y su padre había hecho horas extras para poder pasar aquel día con la familia, que era lo menos que podía hacer.

Al abrir la puerta, Meiko recibió una especie de huracán que casi la tira al suelo. Agumon vestido con el traje de Santa Claus, no había tardado en abrazarse a ella con tanta alegría que no parecía normal. Sin darle tiempo a nada a que ella se recuperara o le dijera algo, le deseó unas felices fiestas y a darle una especie de huevo grande de color atigrado envuelto en un lazo rojo.

-¡Para ti! ¡Es tu regalo de Navidad! -hablaba con tanta emoción y tan alto que su voz llegó a oídos de la señora Mochizuki.

Cerciorándose de que se trataba del digimon anaranjado, la mujer se sintió feliz y no tardó en aparecer para invitarlo a comer, una invitación que Agumon no tardó en aceptar encantado.

Meiko todavía estaba sin entender nada. Mucho menos porqué Agumon le había hecho un regalo, que parecía un huevo… de chocolate, intuyó ella.

Como ella desconocía que los digimon venían de digihuevos, creyó que, teniendo en cuenta la personalidad y la gula del digimon, sería un huevo de chocolate. Sonrió agradecida por el gesto del digimon y estuvo a punto de cerrar la puerta, cuando escuchó el ruido de unos pasos apurados bajando por las escaleras y luego la voz jadeante de Taichi acercándose.

-¡Agumon! ¡¿Quieres esperar?! ¡Que quiero dárselo… … …yo! -la última palabra fue dicha con voz débil, tras descubrir cómo Meiko tenía el regalo que él planeaba darle.

El digihuevo de Meikuumon.

Finalmente, tras haber hallado el digihuevo de Meikuumon, con la ayuda de Gennai, y los cuatro dioses sagrados, habían logrado que el digihuevo quedase libre de toda infección.

Como él había tenido la idea, le correspondía dárselo. Pero Agumon no había podido aguantar tanto. Había devorado, prácticamente, toda la cena para después volar al piso de Meiko y darle el digihuevo, como si el digimon no pudiera esperar más a ver la cara feliz de Mochizuki.

Y al final, no solo había conseguido darle el regalo, sino que además no se encontraba presente. Lo escuchó disfrutar de los manjares que había preparado la madre de Meiko, como si no hubiera comido suficiente en su casa.

Sino fuera por la situación tan incómoda en la que se encontraba, sentiría vergüenza ajena de su digimon.

No había podido darle él mismo el regalo, alegando que la idea había sido suya, esperando que así su regalo fuese muy especial y que no lo olvidara nunca.

Metiendo las manos en el interior del bolsillo del pantalón y con los ojos puestos hacia el piso, Taichi se sentía como un estúpido sin saber qué decirle.

-¿Quieres pasar? -le ofreció ella.

-¡Oh! ¡No! ¡No! Gracias… -estando tan nervioso que no era normal en él-. Bueno… Espero que nazca pronto… ¡Ah! Por cierto, en cuanto a sus recuerdos no tienes de qué preocuparte. Con el poder de los doce emblemas, cuando Meikuumon… Bueno… Quiero decir… Creo que en su primera forma de younenki es un SnowBotamon… … …Bueno, lo que quiero decir, es que todo lo que Meikuumon ha pasado contigo, no quedará olvidado y volveréis a estar juntas como antes. Por cierto, que también está libre de infección, así que no tienes nada de qué preocuparte… -y Taichi se cortó al verla mirándolo tan fijamente con lágrimas cayendo de sus ojos.

-¿De… ¿De qué… estás… hablando? -preguntaba Meiko con las manos temblándole. Tenía una ligera teoría a lo que se estaba refiriendo. Pero no podía creer que el huevo que tuviese sobre sus manos se tratase de la mismísima Meikuumon. Reconocía que pesaba demasiado como para ser un huevo de chocolate. Además, se sentía tan cálido como si una vida hubiese en su interior. Pero hasta ahora, nunca hubiera pensado que existiesen huevos tan grandes donde podría aparecer un ser vivo de él.

-Del digihuevo ¿Es que Agumon no te dijo que ese es el digihuevo de Meikuumon?

Más lágrimas aparecieron sobre el rostro de Meiko, donde fueron acompañados de gemidos tan altos que pusieron más nervioso a Taichi, donde no sabía qué hacer. Nunca tuvo el buen tacto para saber cómo calmar a una chica, que estaba convencido que si alguien los viese, pensaría que él la había hecho llorar.

No tardó en escuchar el sonido de alguien removiendo el seguro de la puerta de al lado, así como el crujido de la silla contra el suelo que provenía de la casa de Meiko, donde Taichi ya se imaginaba lo que dirían los vecinos y los señores Mochizuki de él. A los padres de la chica, podría aclararles que su hija se sentía emocionada porque tenía de regreso a Meikuumon. Pero a los vecinos, que no sabían de la existencia de un ser digital ¿qué iba a decirles?

Justo cuando se abrió la puerta de la casa vecina, la chica se echó a sus brazos, mientras decía una y otra vez.

-Gracias… Muchas gracias, Taichisan… Gracias…

En ese momento, Taichi sintió un fuerte palpitar y una agradable sensación recorriéndole todo el cuerpo. Una sonrisa apareció en su cara y la abrazó con fuerza.

.

Con el paso de las Navidades, le siguió el comienzo de un nuevo año y el fin de las vacaciones para todos los estudiantes. Continuando con el ciclo escolar, se avecinaban los exámenes finales. Para algunos, sería el cambio de una etapa a otra, mientras que para otros, simbolizaba el cambio a otro curso con los mismos profesores y los mismos compañeros. Como no tenían la presión de esforzarse tanto, habían muchos alumnos que tenían tiempo para disfrutar de esa época tan dura para los de último año. Se notaba su ausencia durante los pasillos escolares, donde estarían en la biblioteca o encerrados en su casa, estudiando. Eso era algo que Sora, Meiko y Mimi aprovechaban para reunirse en el espacio transitado por los de tercer año para estar con SnowBotamon.

SnowBotamon había nacido hace unos días. No hacía falta contar cómo había llorado Meiko cuando el digihuevo se había abierto. Sin embargo, lo que más la había emocionado, habían sido sus primeras palabras "Mei". Meiko se había sentido tan feliz que la había abrazado con tanta fuerza y prometido que nunca más se separarían. Por eso, que, aprovechando lo pequeñita que era, la llevaba siempre consigo. Le daba igual que la gente la mirara raro por llevar a todas partes su mochila, que por ahora, no iba a separarse de su digimon, ni siquiera estando en clase.

-¡Qué mona es! -exclamaba Mimi presionando continuamente su dedo sobre la mejilla de la digimon. Era tan blandita como el algodón que no podía parar de tocarla.

-Me alegro mucho por ti -le dijo Sora con una gran sonrisa, contenta y aliviada de que su amiga también tuviera a su digimon consigo.

-Todo ha sido gracias a Taichisan -comentó ella con una mirada tierna y las mejillas ligeramente teñidas de rojo.

-La verdad es que me llevé una sorpresa muy grande cuando Taichi nos contó su intención de revivir a Meichan. Debo confesar que tuve miedo porque creí que Palmon volvería a estar infectada -reveló en una mezcla de sentimientos.

-¡Mimichan! -le amonestó Sora, donde el segundo comentario no era el apropiado para decir delante de la implicada. Aún así, eso no provocó que ella se afligiera como Sora pensaba que haría, sino que seguía con esa sonrisa que reconocía al instante. Era la misma sonrisa que ella había tenido cuando estaba enamorada de Yamato.

¿Sería que Meiko estaba enamorada de Taichi?

Eso sería maravilloso. Ya que Sora imaginaba que Taichi lo estaba de Meiko. Su actitud de animarla y de ir y venir con ella a clase, sus ansias en hacer que Meikuumon renaciese y darle el digihuevo como regalo de Navidad, le parecían pruebas irrefutables.

Después de despedirse de Mimi, al volver a su clase, Sora habló de ese tema con Meiko. Fue nada más hacer la pregunta de forma directa y sin rodeos, para que la cara de Meiko evidenciara la respuesta.

-La verdad es que quería consultarte algo -comenzaba Meiko con la vista hacia abajo y las mejillas tan rojas que parecían tomates-. El día en que Taichisan me regaló el digihuevo, yo… Como estaba emocionada, no pensé en lo que hacía y me eché a sus brazos… -y su cara se volvió toda roja como un camarón, al recordar lo que había pasado después.

Ella lo había abrazado de forma inconsciente, producto de la emoción que la embargaba. No se esperaba, es que él le correspondiese al abrazo, despertando así un sentimiento que nunca antes había sentido, donde ahora cada vez que lo veía, se ponía roja y nerviosa que la lengua se le trababa como ese personaje femenino del anime llamado Naruto y que le encantaba a Agumon.

-Porque te gusta Taichi -anunciaba SnowBotamon sin pelos en la lengua.

Meiko se puso más roja y lo siguiente que dijo, fue tan poco audible que Sora apenas pudo oírla.

-Justo después de eso, yo me separé y me puse tan nerviosa, que fui incapaz de mirarle a los ojos. Desde entonces, él también está igual. Apenas nos hablamos y ya no vamos ni volvemos juntos como antes. En realidad, yo lo agradezco, porque me pondría muy nerviosa y no sabría cómo tratarle, sin que me evidenciara bastante. Agumon no hace más que preguntarme porqué me he alejado de Taichisan. Y también me cuenta que anda bastante distraído. Sé que todo fue a causa de ese día, por haberme separado de golpe. Quizás, le haya molestado y ya no quiera saber nada de mí. Pero… ¿cómo puedo arreglar esto? -mirándola donde Sora, pese a la cara roja de vergüenza que tenía, Meiko mostraba determinación en querer estar con su mejor amigo.

Sora había visto cómo Taichi andaba raro últimamente. Tanto ella como Yamato, le habían preguntado lo qué le pasaba, pero él les contestaba con un simple nada. A veces, andaba con un aura negativa y otras con una cargada de confusión que tras escuchar a Meiko, solo podía pensar que Taichi, seguramente, habría malinterpretado la situación cuando Meiko se había apartado bruscamente de su abrazo.

Solo había una solución para ese malentendido.

-Tienes que decirle la razón porqué hiciste eso -en otras palabras, que se le confesara.

-¡Imposible! Además… -mirando hacia otro lado- no creo que le guste. No soy lo suficiente echada para adelante como tú o Mimichan.

-¡No digas eso! -le dijo Sora poniéndose enfrente a ella- ¡Tú eres tú con tus buenas y malas virtudes! ¡Además, estoy convencida de que a Taichi le gustas! ¡Fue él quién estuvo a tu lado cuando más lo necesitabas! ¡Y también fue él quién hizo todo lo imposible para que recuperaras a Meichan!

Eso era algo donde en muchas ocasiones, la había hecho pensar que Taichi lo había hecho por ella, porque sentía algo por ella. Pero como no quería pensar como una pedante, se había autoconvencido, que eso no significaba nada especial. Pero si Sora se lo aseguraba, entonces podría haber una posibilidad.

-¡Y a Agumonchan le gustas, así que a Taichi también! -dijo SnowBotamon como si la lógica de que un digimon quisiera a una humana, se aplicara también al humano.

-Pero… ya no nos hablamos… como antes… -recordó. No podría salir de la nada y decirle que estaba enamorada de él.

-Seguro porque se siente igual que tú, de nervioso y sin saber qué decirte. O puede que piense que tras haberte apartado de su abrazo, le hayas rechazado.

Meiko no pensó en esas posibilidades y tuvo la gran necesidad de aclararle todo ese mismo día.

-Pero, no puedo… Así de la nada… Sin una razón para que no suene forzado…

Sora sabía por experiencia propia que arreglar un malentendido, sobre todo si es con la persona que te gusta, resulta tan complicado y vergonzoso que se necesitaba tiempo. Pero a veces, el tiempo puede ir en contra de uno mismo. O al revés. El destino era tan jocoso que no sabes cómo puede terminar.

-¡Ya sé! -dijo de repente la pelirroja-. Dentro de poco será San Valentín ¿Qué te parece si aprovechas regalarle algo en compensación por el digihuevo que te regaló por Navidad y de paso, aclaras las cosas?

-¿San Valentín? -repitió ella lentamente, donde la idea de incluso declararse, le parecía apropiado.

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Unas chocolatinas hechas por ella y una expresión rojiza, donde Meiko se había sentido incapaz de decirle sus sentimientos, solo el aclararle el malentendido, habían bastado para que Taichi viera que ella estaba enamorada de él, y a ser él quién diera el paso.

Aunque Taichi se diera cuenta aquel día de Nochebuena que le gustaba Meiko, ahora, como adulto y con experiencia sobre la vida, podía afirmar que esos sentimientos habían nacido el mismo día en que había pensado en querer regalarle algo por Navidades. Nunca le había regalado nada a ninguna chica, ni a su hermana ni a Sora, ni a su madre, que no había otra explicación.

-Quizás incluso, todo comenzó aquel día que fuimos a la playa. Lo que quiero decir, es que nunca fuiste una sustituta de Sora y que cuando empecé a enamorarme de ti, fue de verdad -sentándose a su lado y acariciando su barriga abultada-. Pero luego, te fuiste de intercambio, y… -apartando la mano, como si de repente su cuerpo quemara-. No tengo excusa para hacer lo que te hice, y sé que no hice bien en ocultarte mi declaración a Sora. Pero no quería que volvieras a llorar y a pasarlo mal. Después de eso, poco a poco me fui olvidando de Sora, hasta que la vi a ella y todo sentimiento afectivo que tuve por Sora murió al instante -suspirando-. Te juro que esta es toda la verdad y que lo que siento ahora por Sora es pura amistad. Solo te quiero a ti y no te cambiaría por nada en el mundo.

Meiko solo lloraba. Quería culpar a las hormonas por sus lágrimas, pero no, esa era su personalidad, la de alguien sensible que se derrumbaba ante cualquier situación. Y aún así, Taichi la quería. Se abandonó al abrazo que él le ofrecía, mientras seguía que las lágrimas cubriesen sus mejillas.

-Siento tener que decirte esto, cuando estás en una etapa muy sensible, pero no quería que creyeras un día más lo que no era.

Meiko no podía hablar, solo podía llorar y llorar.

Tantos años pensando lo que no era, que le dañaba el corazón. Pero era ese sentimiento de amor incondicional que sentía por Taichi, que se negaba a abandonarlo y tener algo de dignidad como mujer. Había esperado que el tiempo y sus hijos, pudieran hacer que olvidase lo que sentía por Sora y sentirse feliz de la familia que habían formado.

Y al final, todo había sido un malentendido. Todo por dejarse influenciar por las palabras de Mimi. Sino lo hubiera hecho, no habría tenido que sufrir durante tantos años.

Ahora más que nunca, no se arrepentía de haber dejado de hablar con ella. Mimi era una mala influencia. Había perjudicado a Jou, había ofendido a Sora y a ella le había metido pájaros en la cabeza. Todo por pensar en ella misma y ser demasiado sincera.

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Los días fueron pasando de forma tan rápida, que cuando sucedió la gran tragedia, el segundero del reloj pareció quedarse atascado sin saber cómo avanzar, como la vida de los que quedaban vivos y tenían que sufrir la pérdida de alguien tan cercano de forma inesperada. La muerte de Yamato.

Solo Taichi, Koushirou, sus digimon, Daigo, Gennai y sus colegas sabían sobre la misión que iban a realizar Yamato y Gabumon.

El nerviosismo de que pudiera haber alguna amenaza detrás, los había invadido. Pero cuando la puerta había sido cerrada con el poder del digivice de Yamato, un suspiro de alivio se había respirado, para después pasar a la sorpresa, al descubrir que había un fallo en el motor principal de la nave espacial.

Yamato y Gabumon habían tratado de arreglarlo, pero era inútil. Trataron de evacuar a los acompañantes de Yamato en la nave de emergencia, pero ellos… Yamato y Gabumon… no habían podido salvarse. Ellos habían muerto

La nave había explotado con ellos dentro. Un panorama que Taichi y Koushirou habían seguido en directo desde la oficina del pelirrojo y que los había dejado helados. Sin creérselo.

Y ahora, tenían la difícil misión de contarle a la familia el fallecimiento de Yamato.

Era poco menos de las siete de la mañana. Pocos eran los que en esa temporada de verano salían a las calles. Los pocos que lo hacían, no podían quedarse extrañados al ver a un coche aparcado con sus ocupantes todavía dentro de él, donde con solo verlos, uno podía imaginar que habían atravesado por un momento que el ser humano no quiere, pero que es ley de vida, la muerte de alguien querido.

Sentado en el asiento de copiloto, Koushirou tenía los ojos cerrados, aún sin poder creerse lo que había pasado. En su mente no había nada. Ni siquiera la curiosidad en saber porqué había sucedido. Qué había pasado para que de pronto la nave se averiara ¿Cómo tener cabeza para eso cuando había muerto su amigo?

A su lado, se encontraba Taichi, donde la muerte le había afectado más que a él. Solo hacía falta ver cómo estaba desplomado contra el volante, llorando en silencio.

Detrás de los dos humanos, estaban Tentomon y Agumon, tan apenados que no sabían qué decir, solo esperar a que ellos tomasen las decisiones.

Ninguno de ellos, se había dado cuenta que habían estado parados frente al edificio donde residían Taichi y los hermanos Ishida más de dos horas, sin las ganas y el atrevimiento de comunicar a la familia aquella terrible noticia.

Koushirou tragó duro, como si quisiera tragarse las lágrimas y ofrecer una máscara neutra a los familiares de Yamato. Ya hacía grandes esfuerzos por tratar de mantenerse serio, porque si recordaba que la muerte de Yamato no era un sueño sino una terrible realidad, se rompería como Taichi.

-Taichisan, no hace falta que se lo digas a Sorasan. Puedo encargarme yo de ello -y fue entonces cuando no distinguió su propia voz. Por mucho que quisiera hacerse el fuerte, era imposible de contener a sus instintos.

-No -levantando la cabeza, donde sus ojos estaban rojos y su cara empapada de las lágrimas que había dejado escapar-. Ya tienes suficiente con decírselo a Takeru. Además, me corresponde a mí decírselo a Sora.

Y sin muchas ganas, abrió la puerta del coche para salir de él. El aire limpió la humedad de sus lágrimas, pero no pudo impedir que otras nuevas apareciesen.

Yamato muerto.

Todavía no se lo creía.

-¡Mierda! -bufó dando una patada a la rueda del coche, después de que Koushirou y los digimon también se bajaran.

Mirándole, solo pudieron dejar que las lágrimas les vencieran y a que se escaparan por sus ojos.

A pesar de que Taichi estaba rabioso y dolido por la pérdida de su mejor amigo, siguió con su intención inicial. Informar a Sora de la muerte de su marido.

Había visto en películas, donde muchos amigos daban el triste comunicado. Y ahora, que él vivía por esa experiencia, le parecía falsa la forma en que se interpretaba algo tan delicado y doloroso como era la muerte de alguien tan especial y querido.

Mientras subían por el ascensor, Koushirou trataba de contener las lágrimas. Una vez que llegaron al piso donde vivía Yamato, Taichi le pidió a Agumon que fuera a su casa, y le contase lo que había pasado a su familia. Ahora ellos, tenían que ser la fortaleza de los Ishida. Así que, por ahora, solo les quedaba llorar y llorar, hasta que tuvieran la fortaleza de ayudarles con todo lo que necesitasen.

Tras observar como el ascensor subía unas plantas más, Taichi se encaminó hacia la puerta donde vivía Yamato. La placa Ishida estaba en letras grandes. Y debajo de ella, habían diez placas más pequeñas con el nombre de cada uno de sus residentes.

-Ahora solo quedan ocho -murmuró al tiempo que tocaba el timbre.

No tardó nada en que la puerta se abriera, viendo al primero de los miembro Ishida. Se trataba de la copia femenina de Yamato, Ishida Natsumi. A su lado, estaba la evidencia de que esa niña era hija de Sora, Pyokomon. Y al mirar al fondo, Taichi vio a toda la familia de Yamato reunida. Sora estaba sentada en el sofá leyendo una revista de moda. Yuuta y Piyomon sentados en el sofá frente a la televisión, mientras que Zabumon y Akito (con su Tsunomon en brazos) la veían en el suelo desde una posición más cercana.

Todos ellos lo observaban con curiosidad. Y la niña se encontraba extrañada por su actitud y su cara descompuesta.

Desde la distancia, Sora no lo veía bien. Por eso, se preocupó de que se presentase en su casa y no dijera nada. Cerrando la revista y dejándolo sobre la mesita más cercana, Sora se fue acercando y cuando vio su rostro demacrado en lágrimas, se detuvo para preguntar qué pasaba.

Taichi no sabía cómo decirlo. Tampoco como pedirle que los más pequeños no estuvieran presentes. No podía. Solo pensar en lo que tenía que decir y que era algo que le afectaba, que sus propias palabras quedaron atragantadas en su boca por la fuerza de sus lágrimas.

Dos palabras apenas audibles, "Yamato" y "muerto" fueron suficientes para que Sora se quedara pálida y a que su mente se repitiera esas dos palabras como un disco rallado.

Sora se llevó las manos a la boca, mientras un no salía de ellos y las lágrimas empezaron a salir de sus ojos.

Aunque la voz de Taichi había sido débil, fue suficiente para que todos los que estaban en su casa la escuchasen. Yuuta, Piyomon y Zabumon miraban con la boca abierta a Yagami, como si no se pudieran creer lo que habían escuchado.

Nadie se fijó en cómo Natsumi había cogido a su Pyokomon que ya estaba llorando por la pérdida de su papá digimon y escondía su cara en ella, llorando y gimoteando por la pérdida de su padre.

Los únicos que no entendían nada eran Akito y Tsunomon. El pequeño se había levantado para preguntar qué había pasado con su padre y porqué todos estaban llorando tanto, incluso su fuerte hermana.

Fue Yuuta quién se acercó para cargar a su hermano pequeño y abrazarlo con fuerza.

-Hermano ¿por qué lloran todos si papá va a resucitar como hizo Patamon? -seguía el niño sin entender el porqué todos estaban tan tristes. En los cuentos que había escrito su tío Takeru, todo estaba tan edulcorado y se veía tan bonito, que el verdadero significado de la muerte no existía.

Aquellas palabras rompieron a Yuuta y a descargar su llanto en él, sin poder explicarle que su padre no era como los digimon. Él había muerto y nunca más lo volverían a ver.

Taichi no se atrevía a mirar a ninguno de los allí presentes. Escuchaba las lágrimas de Natsumi amortiguadas en el cuerpo esférico de Pyokomon. Escuchaba cómo Yuuta luchaba por no descargar en llanto, como Pyokomon, Piyomon y Zabumon. También escuchaba el sonido de Aki donde seguía sin entender, mientras que Tsunomon preguntaba por Gabumon. Todas esas voces tan distorsionadas, que hubo una que no escuchó. La de Sora.

Mirándola, abrió los ojos sorprendido. Los ojos de Sora estaban puestos en la nada. Las lágrimas descendían de sus mejillas y su boca estaba entreabierta. Esa imagen lo asustó porque parecía que ella también había muerto.

-¡Sora!

Y después, cayó al suelo.

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Desde el día en que Sora supo de la muerte de Yamato, es como si ella hubiese muerto también. Cuando los médicos y Jou la habían revisado, no le habían encontrado nada raro. Pero cuando ella había abierto los ojos, el miedo se había apoderado de todos al ver cómo no había ningún brillo en ellos y parecía un muerto en vida. No atendía a los llamados de sus amigos ni de sus hijos, ni siquiera a Piyomon.

De reojo, Takeru observaba cómo Piyomon se sentía más cansada y rendida a que su compañera humana volviese con ellos.

La muerte de su hermano le había afectado mucho. Él sabía mejor que nadie cuánto lo había amado. También sabía de los fuertes sentimientos que albergaba su hermano mayor hacia Sora, hasta el punto de cedérsela a Taichi, en pro de su emblema de la amistad y de la felicidad de ella.

Su hermano había sido alguien honesto a sus sentimientos, pero más honesto era cuando se trataba de la amistad. Él mismo le había confesado que no solo no quería confesarle sus sentimientos a Sora por Taichi, sino porque tenía miedo de cómo amar a alguien que tanto amaba. No era alguien tan abierto y afectivo como el resto de personas, y no quería que Sora se viera perjudicado por su falta de amor.

"Eso son tonterías"

Le había dicho él en más de una ocasión. Pero su hermano estaba resuelto a dejar que su felicidad estuviera en manos de alguien como Taichi que la quería desde hace tanto tiempo.

Sin embargo, en algún momento de la vida, la rueda del destino giró en otra dirección y Sora había empezado a valorar a su hermano como alguien a quién amar. Pero los giros son tan rotativos que de no ser por el plan que había ideado con Hikari, su hermano y Sora no habrían acabado juntos.

Esa es la historia de amor que a Takeru le habría gustado relatar.

Estaba convencido de que su hermano se hubiera negado, cuando le pidiese permiso para contar su historia en su próxima novela, por eso había aprovechado la oportunidad de pedírselo a Sora cuando su hermano había estado. Pero ella no había querido que contasen su historia.

Aún así, pese a que tenía ya tenía hecho el manuscrito sobre la historia de Ken y Miyako, no podía dejar de lado la de su hermano con Sora. Por eso, aunque estaba convencido de que lo matarían, Takeru había escrito también la historia de amor que habían tenido Yamato y Sora.

Pero ahora, ya no podía dejar que esa historia de amor tuviera un final feliz, pese a lo bonita que había sido la forma en que ambos se habían enamorado. Un amor del que a pesar de las circunstancias, había tenido un continuará.