PROEMIO · Solo en balancín

-¡Qué bonito!

Fueron las palabras que Ishida Akito pronunció tras acabar de leer una de las historias que su tío Takeru había escrito.

Takeru Ishida era un escritor muy famoso y especializado en el género fantástico y autobiográfico. Algo contradictorio, pero, para algunos humanos, el tema de los digimon les seguía pareciendo seres fantásticos, por lo que les era difícil atribuir a las historias de Takeru como algo realista.

Un debate muy debatido, incluso años después.

Sin embargo, a Takeru eso le daba igual. Aparte de estar con su familia, disfrutaba escribir las aventuras que había vivido de niño y durante su adolescencia. En su afán de que tanto adultos como niños las leyera, que una misma historia estaba redactada de dos maneras: Una versión más adulta, con sus pelos y señales, donde la pérdida de los digimon que habían muerto en combate para protegerlos, era más realista y que llegaba al corazón de las personas, como si pudieran vivir esa trágica experiencia y sacar una lágrima hasta el más duro; Y una versión más infantil, suavizada y más entendible para los niños que todavía empezaban a descubrir nuevas palabras para aumentar su propio diccionario.

Para un Akito de seis años que empezaba con en el aprendizaje de kanjis, tenía la fortuna de poder leer una de las historias que su tío había escrito, donde sus queridos padres tenían bastante protagonismo.

-¡Y papá parecía un caballero fuerte y valeroso en cada una de las partes!

-¡Papá Gabumon también se veía increíble! -saltaba Punimon emocionado- ¡Se nota que es el mejor digimon de todos!

Sora dejó de lavar los platos con la ayuda de Piyomon, y se giraron para observar a los dos más pequeños con una amplia sonrisa. Todo lo contrario a sus otros dos hijos, los cuales, cada uno hacían cosas muy distintas.

Yuuta jugaba con Tsunomon a los videojuegos, mientras que Nat hacía sus deberes y Pyokomon hacía dibujos de pájaros volando por los cielos.

Una armonía tan perfecta, que solo faltaba el cabeza de familia junto a su digimon, que por asuntos de trabajo, se encontraba fuera.

-¡Sí! -afirmaba Aki a lo que su digimon había dicho- ¡Pero papá se ve muy guay! -decía el niño teniendo más razones para adorar a su querido padre.

-Menos en la parte en la que cayó en la oscuridad. Ahí me dio mucha pena -comentó Punimon triste.

-Mamá también cayó en la oscuridad -recordó Nat sin levantar su vista de sus deberes, y que había tenido la habilidad de concentrarse en sus deberes y en la historia que su hermano pequeño contaba en alto, para que los más mayores le corrigieran por si decía alguna palabra equivocada.

Aunque el libro estuviese escrito en hiragana y katakana, con algunos kanjis con su furigana para la fácil comprensión del niño, Aki quería aprender los kanjis a través de las historias de su tío favorito, por lo que se cuidaba en no leer el furigana y a tratar de leer el kanji correspondiente.

-Pero fue rescatada por papá -al igual que su hermana pequeña, Yuuta con el palo del helado acabado en la boca, tampoco había abandonado su concentración en el juego, pero atendido a la historia que Aki había relatado.

-¡Y por Jou! -dijo Tsunomon con ganas ya que estaba concentrado en derrotar a su compañero humano.

-Pero Yamato fue salvado por papá Gabumon -terminó Pyokomon toda feliz e igual de orgullosa que su hermanito Punimon de su padre digital.

-¡Papá es muy guay! ¡Qué papás más increíbles tenemos, Aki! -seguía Punimon idolatrando al digimon azul que si estuviera presente, se pondría todo colorado por tales alabanzas.

El niño asintió feliz, volviendo a la parte en la que su padre se había sumergido en la oscuridad, sucediendo poco después lo mismo con su madre. Releer cómo su padre había tenido mucho que ver para que su madre saliese de ese océano profundo oscuro, lo ponía loco de emoción y a dejar volar su imaginación, donde era fácil ver a su padre vestido con una armadura de caballero andante y a su madre como una princesa, atrapada por el dragón maligno. Su padre montado en Garurumon y salvándola de las garras de aquel ser malvado, y luego cabalgando juntos con Piyomon volando sobre ellos.

La típica historia que aparecía en los cuentos de hadas, y que para Aki le resultaba de lo más lógico que fuera ese momento la causa de que sus padres se enamoraran. Siendo algo tan natural para su mente infantil, no dudó en decir en alto.

-¡Seguro que fue en ese momento en que te enamoraste de papá, ¿verdad mami?!

Sora que terminaba con su labor, observó a su hijo con expresión extraña, mientras que Piyomon empezaba a reírse como si le hubieran contado un chiste muy bueno.

-Claro que no, cariño. Todavía éramos unos niños para pensar en esas cosas.

Aki hizo una mueca extraña sin entender bien qué tenía que ver que fuesen niños si le habían enseñado que para el amor no había edad.

-Pero el tío Takeru nos dijo el otro día que cuando empezó a enamorarse de tía Hikari tenía once años, los mismos que teníais vosotros en esa época -comentó Nat también curiosa. A sus nueve años, ella todavía conservaba su toque infantil de no entender qué tenía de importante la edad para enamorarse.

-Bueno… Es que vuestros tíos son un caso muy especial… -exponía Sora algo nerviosa.

Aki seguía sin entender, aún así se empeñó en que ese momento tenía que haber calado profundamente en el corazón de su madre.

-¿Pero a que este momento fue lo que hizo que te enamoraras de papá?

La ilusión brillaba en los ojos de Aki, y Sora no quería apagárselos, pero también odiaba mentir a sus hijos.

-La verdad es que no.

-Hubo otra cosa -dijo Piyomon entre risas y toda pícara.

-¡Piyomon!

-¿Eh? ¿En serio? ¿Cuál? ¿Cuál? ¿Cuál?

Sora se puso más nerviosa. Ya no solo estaba su hijo pequeño con Punimon mostrando semejante interés, que por experiencia, no dormiría hasta descubrirlo, sino que también su hijo mayor con Tsunomon habían abandonado el juego y el palote en los labios; por otro lado, su hija ya no seguía con sus deberes, así como Pyokomon con sus dibujos. Para los más pequeños de la casa, el saber qué fue lo que había hecho que se enamorara de su marido era lo más importante que el juego o los estudios.

-Es una historia muy larga -puso una excusa que desde luego no serviría para hacerlos desistir.

-¡Pues cuéntala!

-¡Eso! ¡Eso!

-Es que… -más nerviosa, donde los colores se apreciaban en sus mejillas.

-¿No me digas que papá te rechazó después de haberte declarado? -preguntó Yuuta, creyendo que la inseguridad en su confiada madre se debía a eso.

-¡Papá nunca haría eso! -defendía Aki a capa y a espada a su progenitor- ¡Seguro que supo entender los sentimientos de mamá!

-No le hizo falta entenderlos, porque él ya estaba enamorado de Sora, antes de que ella lo estuviera… -y Piyomon seguía metiendo cizaña divertida, hasta que su pico se vio cerrado por Sora, pero la trama ya estaba puesta, y ahora era imposible que no relatara cómo había llegado ella a enamorarse de Yamato.

-Esta bien -soltando un suspiro de derrota-. Os contaré cuando vuestro padre empezó a enamorarse de mí y yo de él.

Los tres pequeños digimon saltaron de alegría. Siendo una historia más interesante, Yuuta apagó la consola, Nat cerró los libros y cargando a su Pyokomon se acercaron a su madre para poner toda su atención. Aki consiguió el mejor asiento de todos, en el regazo de su madre, donde de su cálida voz saldría aquella historia de amor que siempre había deseado escuchar.

El cómo su padre y su madre habían comenzado.

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Chuugakkou.

Momento en que la persona empieza a formarse como persona y dejan de ser niños. La igualdad entre niños y niñas desaparece completamente, pasando a tener sentimientos complejos donde uno mismo se siente entre la espada y la pared sin saber cómo llevarlos. Una buena decisión puede llevar a la felicidad, pero una mala, puede acabar tan fatal que se necesitaría de tiempo para recuperar la relación perdida.

Aunque el ser humano se caracteriza por ser alguien que comete errores, los adolescentes son caracterizados por su terquedad y a querer llevar siempre la razón, sin reconocer el fallo.

Cuando lo reconoces, es cuando podemos decir que el adolescente ha madurado y se ha convertido en todo un adulto. Sin embargo, siempre habrán excepciones. Y a veces, esas excepciones son derivadas desde el mismo comienzo en que te conviertes en adolescente.

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Las flores de cerezo danzaban y caían suavemente sobre el suelo, ofreciendo un hermoso paisaje que muchos extranjeros les encantaría inmortalizar en hermosas fotos y luego compartirlas en sus redes sociales y detallarlas con aquellas personas que nunca habían visto cómo el manto rosa cubría los árboles en primavera.

Para la gran mayoría de los japoneses aquel espectáculo les era tan conocido, que no se mostraban tan interesados en el baile de flores de cerezo como la gente que venía de fuera. Quizás, lo hicieran aquellos que poseían una personalidad romántica o los que valoraban el paisaje artístico que Japón ofrecía. Para los jóvenes, el baile de cerezos era sinónimo de primavera, es decir, de final de curso, donde solo tenían unas cuantas semanas para comenzar una nueva etapa escolar.

Un nuevo curso no es lo mismo que la transición de shougakkou a chugakkou. En la shougakkou no tenías que levantarte tan temprano y tenías mucha libertad para jugar y pasártelo bien. Mientras que en la chuugakkou, aquellos juegos infantiles desaparecían por completo y las horas de clase eran más largas, comenzando a una hora donde a los de primer año se le notaba que todavía no estaban acostumbrados a madrugar. Mucho menos a ir con un uniforme que para los chicos que no usaban el antiguo tradicional, parecía de etiqueta. Lo único que compensaba era que en chuugakkou, aquellas chicas que parecían chicos, la feminidad resaltaba tanto que les era imposible de creer que aquella chica marimacho fuese la misma con la que habían estado en primaria.

Eso mismo es lo que habían sentido Yamato y Taichi cuando habían visto llegar a Takenouchi Sora.

Desde que la conocían, Sora era una niña que se caracterizaba por usar siempre pantalones. Con su corto pelo tapado casi siempre por un gorro extraño, impidiendo saber la forma exacta de la línea de pelo, siempre rodeada de chicos y jugando al fútbol, había dado la impresión de parecer un niño más.

Pero ahora, en aquellas pocas semanas que habían pasado desde la ceremonia de fin de curso y la llegada al instituto, Sora había crecido un poco, donde la falda verde dejaba entrever aquellas piernas morenas que siempre había tapado. Y con un estilo de peinado distinto, aunque conservando su corta cabellera, Sora ofrecía un cambio tan radical que solo hasta ese momento, se habían percatado que ella era una chica, que si se lo proponía, podría ser hermosa.

Ambos amigos, colorados como dos idiotas que acababan de descubrir lo que su amiga escondía, se quedaron embobados, mientras que ella los saludaba alegremente, sin percatarse del atontamiento que tenían.

-¡Vaya! ¡Parecéis otras personas con el uniforme! ¡Os queda muy bien!

La alabanza fue tal que solo pudieron ponerse más nerviosos de lo que estaban y a buscar algo en lo que los despejara de su aturdimiento.

Para Taichi que llevaba mucho tiempo enamorado de Sora, su cambio lo dejaba sin saber cómo comportarse y a tratar de ir con cuidado para no provocar la decepción de la pelirroja, como había pasado en su doceavo cumpleaños.

Pero para Yamato, la nueva apariencia de Sora le resultaba una sorpresa.

Cuando solo había tenido siete años, sus padres se habían divorciado. En aquel tiempo, él no había entendido porqué sus padres se habían separado, y mucho menos, porqué su madre no lo había llevado con él, como había hecho con su hermano.

Más tarde, con su padre trabajando día y noche, Yamato se la pasaba completamente solo y a aprender cosas que debería hacerle su madre. Eso le había comido la cabeza enormemente. En el colegio, la cosa había empeorado cada vez que escuchaba de sus compañeros, como sus madres les preparaba sus platos favoritos, mientras que él se tenía que contentar con la mala comida que había preparado porque todavía no sabía cocinar. La envidia le había acarreado cuando escuchaba de aquellos niños que su madre esto o su madre aquello, llegando a creer que su madre le había abandonado porque no lo quería. Ese ideal crecía a cada año y el no haber recibido nunca una llamada suya preguntándole qué tal estaba o cómo le iba en el colegio.

Ahora que había crecido, y tenía la cabeza más sensata, podía entender que el hecho de que su madre no quisiera saber de él era por el miedo a tener que escuchar la voz de su padre. Un hombre que su madre seguía amando, y que, por motivos de trabajo, se habían separado, pero la llama del amor no se había extinguido.

Eso se notaba en las pocas veces que ellos coincidían.

Observar cómo una relación estaba separada por culpa del trabajo de su padre, pero sufriendo por el amor, le hacía pensar que él no quería vivir una situación así.

Solo de pensarlo, le hacía imaginar el dolor que la otra persona sentiría. Y eso es algo que desde luego no quería. Eso sería muy desgarrador para él.

Fuera de lo que decían de que era un chico frío y sin tacto, en el fondo, era alguien sensible que se preocupaba mucho por los demás, y que estaba dispuesto a lo que fuera con tal de protegerlos.

Por esa razón que había tomado la firme decisión no atar su vida a la de una mujer. Tenía muchas mañas en las que era demasiado parecido a su padre, como la de volcarse en algo que le entusiasmaba (actualmente, en la música), aparte, que el haber estado viviendo solo durante mucho tiempo, había creado una figura en la que no sabía cómo estar con alguien durante tanto tiempo y corresponder unos sentimientos que él mismo no sabía cómo eran.

Tenía el emblema de la amistad, pero el amor y la amistad eran dos aspectos idénticos y distintos entre sí. Tenían la similitud de que estabas con esa persona para apoyarla y estar a su lado; Pero la diferencia radicaba en la intensidad del sentimiento y el tiempo.

Por lo general, no vives y convives con un amigo para siempre. Tampoco lo consideras un tesoro tan importante, capaz de unir tu vida a la suya. Con una persona amada, mantienes una conexión muy especial y que Yamato todavía no podía explicar cómo era.

Pero justo en ese momento, una vibración palpitaba en su pecho al ver a Sora como nunca la había visto. Su cerebro acompañó a su corazón a recordar todas las experiencias en las que había vivido con ella.

Yamato apretó los labios con fuerza, observando con fijeza cómo Sora le regañaba a Taichi por no llevar la corbata reglamentaria. Él tampoco la llevaba, pero se notaba que prestaba más atención en su mejor amigo.

Yamato sabía de los sentimientos de Taichi hacia Sora. Y aunque desconocía los de Sora, si Taichi tomase ventaja de su relación tan cercana, podría ser una oportunidad para que terminasen juntos.

Por lo que debía cuidarse, y no inmiscuirse en un trío, traicionando a su mejor amigo y haciendo daño a una bella persona como lo era Sora.

Lo mejor de todo era ignorar aquellas palpitaciones y hacer cómo que nunca habían existido.

Era lo mejor para todos.

-Bueno chicos, si me disculpáis, voy yendo a clase.

Tan pronto cómo les dio la espalda, escuchó cómo Sora lo llamaba, pero hizo oídos sordos. La distancia a veces era mejor para la gente que te rodeaba.

-¿No estamos en la misma clase que Yamato? -había preguntado Sora algo decepcionada.

-Se ve que no -señalándole el tablero donde estaban puestos los nombres y grupo al que pertenecía cada alumno.

Sora repasó la clase que le tocaba, observando que compartía clase con Taichi, algo que la alegró, pero después al ver lo tan alejada que estaba su grupo del de Yamato, no pudo evitar sentir compasión.

-Pobre Yamato. Va a estar muy solo.

-No te preocupes. Con su aspecto, seguro que enseguida hace amigos pronto.

Con su aspecto conseguiría amistades femeninas, pero con su carácter conseguiría el odio de muchos chicos y así había sucedido, aunque Yamato había sabido sobrellevarlo todo, de manera que no hubiese polémicas con nadie.

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-¿Qué quieres que lleve a tu amiga a conocer al grupo "Teenage Wolves"? -había repetido Sora.

Su amiga, una chica de su misma clase y que también pertenecía al club de tenis como ella, tenía puesta las manos a modo de imploración, a sabiendas que aquel favor que le pedía era abusar y aprovecharse de la amistad que tenía ella con el chico más famoso de la chuugakkou.

Tan pronto cómo habían empezado el curso, Yamato se había metido a una banda, convirtiéndose en vocalista y líder del grupo. Inmediatamente, había alcanzado la popularidad, llegando incluso a institutos cercanos quiénes conocían a Ishida Yamato. Incluso, estaban dispuestas a madrugar o hacer lo posible por presentarse en la entrada del instituto para conocer en persona a Yamato, y de paso, darles regalos que el rubio aceptaba amablemente.

Eso es lo único que Sora sabía de Yamato.

Desde que habían empezado en la chuugakkou, el contacto que tenían se alejaba más y más.

Estaban tan ocupados con sus respectivas actividades extraescolares y los estudios, que el estar en clases muy separadas, no ayudaba mucho.

-Por supuesto que te invitaríamos al concierto y luego a lo que quieras tomar. Por fa, Sora. Te prometo que Satomichan se comportará y no te hará quedar mal frente a Yamatosan y su grupo -seguía insistiendo su amiga.

Sora dejó escapar un suspiro de derrota.

Le tenía mucha confianza a aquella chica, y podía creer en la promesa de que su amiga Satomi se moderaría, además, que no podía negar en que sentía cierta curiosidad en saber qué tipo de música tocaba uno de sus mejores amigos.

-Está bien. Pero deja que hable primero con Yamato para preguntarle qué le parece.

-¡Oh! ¡Gracias! ¡Gracias! ¡Muchísimas gracias, Sorasan!

-Pero -la cortó con la mano-, si me prometiste que me invitarías a lo que fuera, que sea a un helado grande de fresa con cobertura de vainilla y frutillas.

La chica que tenía delante la miró con extraña cara, pero no tardó en aceptar y cumplir la promesa.

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Yamato no había tenido ningún problema en que Sora se presentase después del concierto con sus dos amigas para que conociera a la banda de Teenage Wolves. Incluso, a Sora le había dado la impresión de que Yamato se había sentido entusiasmado de que ella asistiera a uno de sus conciertos.

Y cuando se había presentado al pequeño local donde tocarían, se había sentido impresionada por la cantidad de personas que había acudido a escucharlo. La gran mayoría eran chicas, pero también habían chico con ganas de escuchar a la banda de su amigo. Eso hizo que sintiera curiosidad por su género musical.

Satomi, la mayor fan de las tres presentes, no tardó en explicárselo toda emocionada.

-En realidad, él toca rock, pop, pero también alguna que otra balada. Aunque lo que lo hace más especial, son las letras que Yamatosan compone. Es como si fuesen personales y pudieras sentir los sentimientos que transmite ¿A qué sí, Risachan?

Satomi era una de las amigas de toda la vida de Risa, pero que debido a las familias de ambas, terminaron en institutos distintos, aunque eso no impidió que perdieran su gran amistad. Algo en lo que Sora tenía algo de envidia, ya que la distancia que había entre su amiga Mimi y ella se había vuelto muy grande.

Hacía unos meses, Mimi le había comunicado que debido al trabajo de sus padres se mudaba a los Estados Unidos. Le había dado muchísima pena, pero se habían prometido que se escribirían constantemente. Y aunque así había sido, el no poder estar juntas cómo antes, le afectaba mucho.

-A mí me llegan al corazón. Sobre todo, la última que compuso. Es tan hermosa pero triste también.

-¡Ah! Ya sé de cuál hablas. Está previsto que la cante también en el concierto. Ya verás, Sorasan cómo a ti te llegará también al corazón.

Sora no necesitó que le dijeran cuál era la canción de la que tanto le habían hablado. Aquella canción que empezaba lenta, Yamato la había cantado con tanto sentimiento, que daba la impresión de que expresaba esos sentimientos desde el fondo de su corazón y que sentado sobre un columpio en medio de la soledad, seguiría esperando a la persona que tanto amaba.

Sin embargo, había un matiz en su voz cómo si transformase aquella canción tan esperanzada, en una que jamás llegaría.

Por unos momentos, tuvo ganas de llorar.

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El concierto había terminado con un éxito total, y cuando Sora había llevado a la mejor amiga de Risa a que conociera a los miembros de "Teenage Wolves", pudo percatarse en que trataba por todos los medios en no gritar como la fan que era para no ofenderla. Risa, su amiga de clase y de tenis, también se encontraba fascinada al poder estar hablando con uno de los miembros del "Teenage Wolves". Fue en ese preciso instante, que Sora se percató de que ella admiraba tanto a aquel chico, donde no podía ocultar su nerviosismo y que se le atrofiara la lengua.

-Ey -dijo Yamato a modo de saludo acercándose a ella- ¿Y bien? ¿Qué te ha parecido? -le preguntó a medida que le ofrecía un zumo.

Sora lo recogió tras agradecérselo y expresó de forma sincera lo bonita que era su música y cómo tras algunas canciones de pop, expresaba sus sentimientos más profundos. Sora hizo más hincapié en aquella que más le había tocado.

-…Sobre todo, la lenta esa que cantaste.

-¿Solo en el balancín? -cuestionó Yamato inexpresivo.

-Sí, esa. Me pareció tan linda que hasta me sorprendió.

-¿A qué te refieres? -preguntó ahora confuso y con cierto nerviosismo.

-Porque diste la impresión de que estabas enamorado.

Yamato se sobresaltó y se la quedó mirando con los ojos como platos, mientras que ella ajena, seguía hablando emocionada sobre ello.

-No me imaginaba que fueras tan sentimental. Realmente me sorprendiste, cómo la cantabas con tanto sentimiento que tengo curiosidad en saber qué chica ha sido la que te ha atrapado. Aunque -pausando, sonando algo confusa-, también dio la impresión de que era cómo si mantuvieras esos sentimientos, pero que nunca le llegarían.

Yamato se había quedado callado por unos momentos.

Luego, tras acomodarse contra la pared, cerró los ojos con pesadez.

-Tú eres la que me sorprendes -expresó-. Nunca imaginé que tras mi canción, te dieras cuenta del mensaje oculto que había detrás.

Sora se le quedó mirando durante un buen rato, queriendo saber más. Pero Yamato, no tardó en saciar la curiosidad oculta que tenía.

-Tienes razón… … …hubo alguien.

No quería decir que se trataba de ella. Por mucho que intentase olvidar del sentimiento que le había producido hace unos meses, le resultaba imposible. Sin embargo, sí que estaba decidido a no inmiscuirse y que Taichi fuese la persona que hiciera feliz a Sora. Por eso, es que había hablado en pasado. Para que no se diera cuenta de que se trataba de ella y para evitar malos entendidos.

Sin embargo, justo como en su canción decía, un día que había estado sentado solo en el balancín, los sentimientos que tenía por Sora se habían desbordado de tal manera, que la letra había venido sola y la necesidad de clamar ante el público esos sentimientos reprimidos.

-¿Hubo? -repitió Sora, recalcando ese tiempo pasado donde parecía que no habría nada que hacerle.

-Así es. Ella está ahora con otro -mirando para otro lado para que no viese su mentira. Aunque era una mentira que en un futuro sería una realidad-. Y yo he suprimido ese sentimiento para no hacer daño a nadie.

Por alguna extraña sensación, Sora sentía que lo que decía no era del todo cierto. Sin embargo no dijo nada, pues Yamato continuaba hablando sobre su experiencia sentimental con tanta sinceridad que le sorprendía cómo él, que no tenía el emblema del amor, tenía su cualidad fuertemente instalada.

-Me inspiré en esa experiencia para hacer esta canción. Una canción que habla de una esperanza que nunca llegará, cómo el hecho de que yo me comprometa con una chica.

-¿Qué quieres decir? -preguntó ella ahora alarmada y más interesada en saber el porqué.

Yamato la miró con cierta pena.

-Ya sabes la situación familiar en la que vivo -luego se centró en la nada, mientras apoyaba repetidamente la cabeza contra la pared-. Mis padres se divorciaron, a pesar de que seguían queriéndose. Pero era la situación laboral que vivía mi padre, que mi madre no pudo aguantar. Yo no lo supe hasta hace poco, pero a mí me dejó con mi padre, por un acuerdo entre ellos, de que mi padre necesitaba un pedazo de mi madre. Algo egoísta, por su parte, ya que en el fondo era yo el que estaba siempre solo. Pero los adultos a veces actúan erróneamente. Aunque ahora, que lo pienso, no me arrepiento, porque al menos, siento que mi padre cuando regresa a casa, siempre estaré yo para esperarlo, en vez de un lugar frío y solitario.

Sora sintió compasión, porque Yamato vivía esa experiencia día tras día, cuando su padre estaba fuera.

-Así que al final, me he acostumbrado a estar solo. Así que, si me comprometiera con alguien, no sabría cómo corresponderla adecuadamente.

-¡Yamato, no digas eso! Solo necesitas ser sincero, como lo estás siendo conmigo.

El rubio le ofreció una amplia sonrisa.

-Contigo, con Gabumon, con Taichi y con Takeru puedo mostrarme como soy, porque os tengo mucha confianza. Pero me es imposible con otra persona, y mucho menos con alguien que empiece a conocer.

Sora lo miraba con tanta pena, que las letras de aquella canción revolotearon en su mente.

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"Solo en el balancín

esperé, fingiendo no estar solo.

Si te sientas conmigo

nuestros sentimientos estarán más equilibrados

y seré capaz de sonreír."

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Quería que Yamato fuera feliz.

Era una persona tan maravillosa, que no se merecía que quedase sola. Por eso, decidió que le buscaría a alguien que le hiciera sonreír, y ya tenía a alguien en mente.

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La puerta que conducía del mundo humano al mundo digital empezó a volverse inestable, que en diversas ocasiones algunos de los elegidos aprovechaban para reencontrarse con sus queridos amigos digitales. Gracias a Koushirou que seguía investigando los misterios del mundo Digimon y del humano, había descubierto que en las raras veces que la puerta estaba abierta, el ser humano no podía estar más de un día ahí metido. Para evitar que sus amigos quedasen atrapados en el digimundo, y que en consecuencia, se convirtieran en datos, había desarrollado un servidor especial que le avisaba del tiempo que sus amigos disponían para que pudieran ir y volver sin ningún peligro.

Sora le había pedido a Koushirou que la avisara de cuando la puerta al mundo digimon estuviera abierta, y que contactase con Piyomon y Gabumon para poder hablar con ellos.

Tras el día del concierto, Sora le había estado dando vueltas a la cabeza sobre la persona que podría a sacar a Yamato de su soledad.

Quién mejor que su amiga Mimi para hacer los días de Yamato más felices.

Además, compartían el gusto por la música. Mimi era alguien tan sincera, tan alegre y con un gran corazón, que con ella era imposible aburrirse.

Sin embargo, primero quería comentárselo a Gabumon, el compañero digimon de Yamato, para saber su opinión. No quería meterse en problemas. Así que antes de hacer de Celestina hablaría con Gabumon, y más tarde, con Palmon.

Las palabras que Sora le había dicho a Gabumon sobre la pena que le había transmitido sobre su decisión de que Yamato quisiera estar solo el resto de su vida, era algo que habían sorprendido al digimon y a compartir su idea de que tenían que buscar a alguien que lo hiciera feliz.

-No pensé que llegara a tomar una decisión tan drástica -comentó con algo de pena-. Creo imaginar el porqué -conocía tanto a Yamato, que podía deducir que si lo había decidido así, sería para no hacer daño a la otra persona-. Pero, Sora, honestamente, no creo que Mimi sea la persona indicada para Yamato.

-¿Por qué? -preguntó Piyomon ingenua-. Si Mimi es alguien que conoce desde hace tiempo y muy alegre.

-Sí… -arrastrando el monosílabo sin mucho convencimiento-. Pero, algo me dice que ese no ha de ser su tipo de chica.

-¿Su tipo de chica? -preguntó Sora. Podía fiarse de Gabumon, ya que prácticamente era el alma gemela de Yamato, por lo que le pidió que le dijera cuál sería para buscar a alguien con esas cualidades.

-Pues… A ver… -pensando-. Quizás, alguien sencilla, como él de casero, pero alegre. Cariñosa y que sepa entenderlo. Que le transmita confianza, como para dejar a Takeru en sus manos.

-¡Hala! ¡Parece que te haya descrito, Sora! -comentó Piyomon de forma casual con una sonrisa divertida.

A Gabumon se le encendió la bombilla como una lamparita y emocionado, se dio cuenta que Sora era la chica perfecta que a Yamato le gustaría.

-Sí. Estoy seguro de que contigo, Yamato podría abandonar esa idea.

Piyomon también se emocionó y empezó a alentar a su amiga, que se había quedado sonrojada y nerviosa, como si la hubieran puesto entre la espada y la pared.

-Vamos, vamos, no digáis tonterías.

-Pero, Sora ¿acaso quieres que Yamato se quede solo?

-Claro que no, Gabumon. Pero yo no siento esa clase de afecto hacia él.

-¿De qué clase de afecto hablas? -preguntó Piyomon interesada.

-El del amor hacia un chico.

-¿Eh? ¿No me digas que tienes ese sentimiento hacia alguien?

-Tal vez -dijo con misterio.

Ahora Piyomon se sintió tan emocionada que intentó por todos los medios tratar de sonsacárselo, pero Sora no le dio ni siquiera una pista de quién podría ser. Por su parte, Gabumon se sentía triste de pensar que su amigo quedaría solo, sin que él pudiera estar a su lado, para darle su apoyo moral. Sora al verlo, trató de animarlo.

-No te preocupes, Gabumon. Te aseguro que le buscaré a alguien adecuado. Te prometo que Yamato no estará solo en el futuro.

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Poco antes de que la temporada de otoño llegase, donde el frío empezaba a colarse y a necesitar de chaquetas para combatir con el frío, Sora había recibido la inesperada visita de Yamato. Había aparecido en la puerta de su casa con su guitarra a la espalda y sin un abrigo que cubriera la fina camisa y la delgada chaqueta que llevaba aquel día otoñal, como si el clima le hubiera cogido de improvisto. De su boca, salían bocanadas de aire helado, por lo que Sora no había tardado en ofrecer que entrase a su casa y tomase algo caliente, a lo que Yamato había negado de inmediato. Sora había insistido una vez más, ya que el frío también se calaba a través de su ropa abrigada, por lo que no podía imaginar el frío que tendría Yamato por todo el cuerpo.

-Solo será un momento -volviendo a desechar su ofrecimiento. Antes de que ella pudiera decir algo, Yamato fue al tema que lo había llevado a su casa-. Gabumon me ha contado que andas de alcahueta conmigo.

A Sora se le subieron los colores.

La verdad, es que lo de meterse en asuntos de los demás, no era algo propio de ella. Pero, por alguna extraña razón, algo la impulsaba a que no podía dejarlo así. Como si le doliese que Yamato terminase solo, como si eso no le gustase nada. Pero ahora, tenía que arreglar aquello, y expresar con toda sinceridad su propósito.

-Lo siento mucho -disculpándose con el cuerpo totalmente inclinado-. Sé que lo hice sin pensar en tus sentimientos. Pero de verdad que lo hice con toda la buena intención del mundo. Es que el día del concierto, cuando me contaste tu experiencia fracasada, te había visto tan derrotado, que sentí pena y compasión. En serio, que mis intenciones eran para que no estuvieras solo y encontraras la felicidad que te mereces.

-Lo sé -cortó en un extraño murmullo y una respuesta que Sora no se esperaba. Al levantar el cuerpo, volvió a ver a ese Yamato derrotista pero que lo ocultaba con una sonrisa triste-. Sé que no lo hiciste con maldad. Y que tus motivos eran honestos con la intención de ayudarme -Sora lo miró con asombro-. Sé que es así, porque confío en ti. Así que -levantando su brazo derecho-, agradezco el gesto y me siento feliz de contar con alguien como tú que busca mi felicidad -posando su mano en su hombro-. Pero estoy bien -y parecía decirlo en serio-. Acabaré siendo un solterón amargado, pero sé que podré contar contigo como mi buena amiga y seguro que también estará Gabumon. Así que por favor, olvídate de mí, y céntrate en lo que te rodea y la gente a la que le importas. Si abres los ojos, descubrirás que hay alguien que te valora como nunca hubieras imaginado -Sora apenas atendió a las últimas palabras de Yamato. El tacto de su mano sobre su ropa de abrigo podía sentirlo tan frío como la vida que llevaba Yamato, mientras estuviese solo.

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Casi un año había pasado desde entonces.

Muchas cosas suelen pasar en ese lapso de tiempo, aunque las inesperadas son las que más sorprenden y a ver cómo en tan poco tiempo pueden suceder cosas inesperadas, capaces de cambiar tu vida.

Por un lado, estaba la caída del servidor que Koushirou había creado, donde la puerta digital se había quedado abierta durante más tiempo de lo esperado. Por otro, estaban los nuevos peligros que avecinaban en el Mundo Digimon, donde los adolescentes habían quedado rezagados y servido poco de ayuda. Aún así, estaba la parte positiva y era que ahora podían estar todo el tiempo que quisieran con sus queridos amigos digitales, sin el peligro de que se descompusieran en datos.

Ahora, que estábamos a uno de agosto, como llevaban haciendo desde hace tres años, los elegidos se habían reunido para conmemorar aquel día tan especial y que siempre estaría guardado en sus corazones.

Para Sora, volver a estar juntos y poder volver a ver a Mimi era una alegría inmensa. Le había ofrecido a Tachikawa su casa para que se hospedara en la semana que estaría en Japón. Durante la noche, habían decidido hablar hasta altas de la madrugada para ponerse al día. Tenían tantas cosas que contarse, que solo hasta la cuarta noche, donde Mimi no había parado de contarle sobre el chico con el que se juntaba, Michael, que Sora le comentó el plan que había tenido de juntarlo con Yamato, provocando una gran risotada en la chica.

-Pero ¡¿qué dices, Sora?! -riéndose sin parar- ¡Yo con Yamatosan! ¡Menuda locura!

-¿Por qué? -cuestionó algo molesta por su actitud.

-¡Porque no pegamos ni con cola! ¡Yamatosan es tan recto y serio que sería insoportable!

-¡Yamato no es recto ni serio! ¡Es alguien sensible y encantador!

-Uy, qué manera de defenderlo -y con picardía, agregó-. ¿No será que te gusta o algo así?

Sora se puso roja y a desmentir sus palabras con la misma excusa que le había dado a su digimon y a Gabumon.

-¿Qué te gusta alguien? ¿Eh? Eso no te lo crees ni tú -Sora la miró sorprendida-. Vamos, Sora, somos amigas y te conozco. Tú nunca andas insegura contigo misma si crees que quieres a alguien. Lo quieres o no lo quieres. Así que conmigo, esa excusa no funciona -moviendo el dedo índice juguetona.

Sora miró de reojo hacia otro lado, tras haber sido pillada in fraganti.

-No quiero poner en apuros a Yamato y que a través de otros, piense lo que no es.

-¿Eh? ¡Ah, sí! Mucho te preocupas por Yamatosan últimamente.

-Me preocupo porque es mi mejor amigo.

-Y Taichisan también lo es. Y todavía no me has hablado nada de él. Has estado contando de cómo se sentía Yamatosan, de la pena que sentiste, y eso demuestra que te importa más que Taichisan.

Analizando todo, Sora se percató en qué era cierto. Se estaba preocupando tanto por Yamato que no era normal.

-Pero eso era antes -confesó con cierta pena-. Quiero decir. Desde el año pasado en que me dio él el toque de atención, he decidido confiar en que todo con él estará bien. Y parece que hice bien, porque si soluciona este problema del digimundo, algo me dice que podremos estar más cerca de nuestros digimon.

-Yo también espero estar con Palmon… ¿Eh? ¡Un momento! ¿Cómo que él te llamó la atención? ¿Qué te dijo? Cuenta, cuenta.

Avergonzada, Sora le resumió aquella noche en que Yamato había ido a su casa, desvelándole que sabía sus intenciones, cómo había comprendido sus intenciones y pedido muy amablemente que dejara de hacerlo, para que se centrara en ella misma y en (aparentemente) en los sentimientos que tenía alguien cercano a ella.

-¡¿Y te lo dijo sin enfadarse?!

-Pues sí.

Mimi tomó una actitud pensativa y chocando sus manos, soltó la bomba.

-¡Ya está! ¡Claro! ¡Yamatosan está enamorado de ti!

-¡¿Qué dices?!

-¡Si es que todo encaja! -seguía Mimi como si hablara a la nada y afirmando como si tuviera toda la razón del mundo-. ¡Claro! ¡Todo tiene sentido así! -Sora cada vez entendía menos-. La canción de la que me hablaste, su desesperanza, su actitud contigo, la descripción que hizo Gabumon sobre el tipo de chica que le gusta a Yamatosan. ¡Todo apunta hacia ti! -señalándola enérgicamente con el dedo como si la declarara culpable de un homicidio.

Roja de pies a cabeza, Sora había tratado de desmentir que eso no podía ser cierto ya que solo eran muy buenos amigos.

-¿Y? Las relaciones empiezan así. No esperarás a dar el segundo paso sin antes dar el primero como en América. Eso no pega contigo y mucho menos con Yamatosan.

-Pero… Pero…

-Lo que no entiendo es porque Yamatosan que no es un cobarde, no te dice lo que siente. Porque a este paso, Taichisan se le adelantará, porque se le nota que también está coladito por ti -agregó con más picardía-. Vaya par de "ikemen" que has cazado, Sorasan.

Sora tuvo como una epifanía y a asociar que quizás, por su amistad con Taichi, que él había decidido apartarse.

Aquel día otoñal se coló por su cerebro donde las últimas palabras que interiormente habían quedado grabadas, le parecieron la pista decisiva para aquella teoría.

Sin embargo, lo que no encajaba, era cuando había dicho que "hubo" alguien que había querido y que ahora "esa persona" la que había estado enamorado de alguien, se encontraba en esos momentos con alguien.

¿Acaso era algo que Yamato se había instado a creer para así llevar de forma más fácil el sentimiento de que nunca sería declarado?

¡No!

Pero ¿en qué estaba pensando?

¿Cómo podía creer seriamente algo tan forzado?

Yamato no podía estar enamorado de ella.

Era imposible.

Y aunque lo fuese, ella no sentía nada por él.

.

Por culpa de Mimi, Sora había pasado el resto de las vacaciones de verano dándole vueltas al asunto de que Yamato estuviera enamorado de ella.

Resultaba tan difícil quitárselo de la cabeza, que inconscientemente, había empezado a recordar todas las virtudes de Yamato y sus vivencias pasadas con él, que cada vez que recibía algún mensaje suyo sobre las novedades de Daisuke y compañía, se alteraba tanto que hasta sus mejillas ardían descontroladas.

¿Acaso se estaba enamorando de él?

Ella, como dueña del amor, solo podía entender el de familia. Y todo lo que estaba empezando a sentir era nuevo.

Justo cuando estaba llegando a la entrada del instituto, Sora se encontró con varias chicas de otros institutos. Todas ellas lucían emocionadas y se miraban a sus espejos de bolsillo, cerciorándose de que estaban bien peinadas. Pudo escuchar cómo aquellas chicas habían madrugado expresamente para poder ver a Ishida Yamato.

Yamato, con su grupo "Teenage Wolves" habían alcanzado una fama que muchos envidiaban. A eso se le sumaba el atractivo del rubio y su talentosa voz que lo convertían en el nuevo ídolo de todas las chicas adolescentes.

Chicas más bonitas que ella.

Era el pensamiento negativo que tuvo Sora al darse de golpe con la realidad.

¿Cómo era posible que Yamato se enamorara de ella, teniendo dónde elegir?

Ella era una amiga suya que carecía de atractivo y que se dedicaba a sudar la gota gorda cuando jugaba al tenis, antes que preocuparse por su apariencia física.

Fue en ese momento, en que se percató de que para Yamato mejor le convenía una chica bonita con la que compartir sus mismos gustos, y por eso, había pensado en Mimi como posible candidata como novia suya.

-¡Qué tonta soy! -se dijo a sí misma con una sonrisa triste y la cabeza gacha.

En esos momentos, ni el recuerdo de las palabras de Gabumon como el tipo de chica que a Yamato le gustaría, la hicieron desistir de lo que era la realidad misma.

Pero cuando la semilla está plantada y creciendo, la caída es tan dolorosa, que eso mismo sintió Sora al percatarse de que inconscientemente se había enamorado de Yamato y lo inalcanzable que era.

Un amor que había florecido y que había muerto nada más florecer.

La tristeza que la había invadido había sido tanta, que para tratar de olvidarse de ello, se había enfocado más que nunca en los estudios y en el tenis. Cobardemente, también evitaba a Yamato, porque si lo veía, estaba convencida de que todo lo que había hecho, habría sido en vano.

Sin embargo, había llegado el día en que inevitablemente tendría que enfrentarlo, y ese día, había sido justo su cumpleaños.

Era comienzos de noviembre, estaban a un paso de las tan ansiadas Navidades, sin sospechar que aquel evento sería inolvidable para Sora en muchos sentidos.

La ropa de abrigo era más que necesaria, y algunos, ya empezaban a usar las bufandas para taparse bien el cuello y no tener problemas de enfermedades, donde algunos te obligaban a guardar cama. Pero para otros, la bufanda era necesaria para otras cosas, como el proteger la voz. Y así es como Sora lo había visto cuando había llegado a su casa en compañía de Taichi.

Con la venida de fin de semana de Mimi para una fiesta de cumpleaños que había tenido que celebrar obligatoriamente por culpa suya, todos sus amigos habían acudido para celebrarla juntos.

Y cuando Sora había visto a Yamato, los sentimientos que había tenido guardados y superados, habían resurgido para disfrazar su verdadero rostro con una sonrisa de agradecimiento.

La fiesta transcurría sin problemas, donde Mimi llevaba la batuta de la fiesta, alegrándose de volver a sus amigos después de tanto tiempo, especialmente a Koushirou.

En el momento en que Sora tuvo excusarse para preparar más emparedados, ya que Taichi comía tanto que le recordaba demasiado a Agumon.

-¿Te ayudo?

Sora dio un sobresalto ante la inesperada voz de Takeru que había surcado en su espalda.

-¡Takeru! ¡Me asustaste! -decía Sora con la mano en el corazón sintiéndolo agitado.

-Lo siento. No era esa mi intención -se disculpaba el muchacho con una pequeña sonrisa.

Sora sonrió con él.

-¿Y qué tal todo? ¿Quiero decir con lo de las torres oscuras, Blackwargreymon e Ichijoujikun?

Una vez que lo de Digimon Kaiser se había solucionado, y creído que todo había terminado con un final feliz, una nueva amenaza había surgido, poniendo en más peligro a Piyomon y al Mundo Digimon.

Ichijouji Ken se había convertido en nuevo Niño Elegido y ayudaba a Takeru y los demás. Aunque los crímenes que había cometido, aún estaban presentes en varios miembros del grupo. A ello, se le sumaba una digimon que con sus poderes tenía la capacidad de crear digimon con las torres oscuras que todavía seguían en pie. Pero el peligro más grande, era la creación de un ser de nivel kyuukyokutai cómo lo era Blackwargreymon, la contraparte de Agumon.

-Bastante bien. Desde la aparición de Quinglongmon, Blackwargreymon no ha vuelto a aparecer y ya quedan pocas torres oscuras por destruir.

Quinglongmon era un digimon de nivel kyuukyokutai y uno de los guardianes que protegían el Mundo Digimon. Estaba considerado como un dios entre los de su especie. Y por lo que Takeru le había contado, existían otros tres más, los cuales no se sabía nada de ellos. Cada guardián protegía dos emblemas. Quinglongmon protegía el de la esperanza y el de la luz, algo que estaba segura de que a Takeru le haría mucha ilusión debido a los sentimientos que profesaba hacia Hikari.

-¿E Ichijoujikun? ¿Aún le sigues guardando rencor?

Takeru era alguien tan sensible a la oscuridad, tras el sacrificio de Angemon ante su combate contra Devimon, que podía imaginar lo furioso que se debió de sentir al descubrir cómo Ichijouji Ken había creado a un ser tan oscuro como Kimeramon, y no sentir nada.

-No puedo sentir rencor hacia alguien que se está esforzando mucho para enmendar los errores cometidos -contestó con una media sonrisa.

-Miyakochan me habla mucho de él. Aunque tal cómo lo cuenta, parece que esté interesada en él o algo parecido.

-¿Y qué hay de ti?

-¿A qué te refieres? -dejando de untar la rebanada de pan.

-Mi hermano me contó que estabas enamorada de alguien, pero no se te ve con nadie.

-¡¿Yamato te dijo eso?! -preguntó con el cuchillo de untar resbalándole de las manos y cayendo al suelo haciendo un ruido que despertó a Sora de la impresión.

-¿Sorasan? -yendo a ayudarla, pero Sora ya se había agachado a recoger el cuchillo y posándolo en la mesa con el rostro descompuesto.

-¿Cómo…? No entiendo. ¿De dónde sacó él esa idea?

-De Gabumon. Parece ser que una vez que fuiste al Mundo Digimon para ver a Piyomon y también a Gabumon, les dijiste que estabas interesada en alguien. O esa es la impresión que tuvieron.

Sora se llevó la mano a la boca recordando aquel suceso de hace un año. Había sido cuando había pedido consejo a Gabumon sobre su estúpida idea de buscarle una chica para Yamato (concretamente a Mimi) y cómo para eludir el hecho de que ella podría ser la mejor candidata, había bromeado de que estaba interesada en alguien.

Pero, si lo pensaba bien ¿qué más daba si nunca sería correspondida por Yamato?

-¿No me digas que todo es un malentendido? -preguntó Takeru tan serio y extrañamente ilusionado que dejaba a Sora sin entender- ¿No hay nadie?

-No -contestó después de un largo rato-. En realidad, nunca lo hubo. Solo lo dije, así por decir, para desviar lo que estaban diciendo.

-¿Lo de qué tú eres el tipo de chica para mi hermano?

Sora lo miró con los ojos agrandados por semejantes palabras, que sino fuera porque lo creía imposible, pensaría que Takeru había estado presente durante su conversación con los dos digimon.

-Entonces ¿es verdad que nunca hubo nadie?

Sora vio cómo pensaba algo, algo que ella podía imaginar qué era. Antes de que Takeru abandonase la cocina, Sora lo detuvo.

-¿Por qué?

-Porque se lo vas a decir a Yamato ¿no? -preguntó ella con las mejillas teñidas de rojo.

-¡Claro que sí! ¡Estoy seguro de que eso lo animará! O Sorasan ¿acaso tú no quieres a mi hermano?

Sin declaración del propio interesado, descubrir que Mimi estaba en lo cierto le resultaba extraño y hasta incómodo.

Aunque ella no soñase con comenzar una relación con una declaración bajo la luna, al menos, no quería enterarse de esa manera. Le daba la sensación de que se había deprimido por nada, y Yamato, conscientemente, no había hecho nada… ¿para qué? ¿Solo por qué no sabía corresponder a la chica que quería por el trauma del divorcio entre sus padres?

Le parecía de cobardes. Porque lo único que había conseguido con esa actitud era dañarla y mucho.

No quiso, pero aparecieron las lágrimas de frustración que trastocaron a Takeru.

-Sorasan ¿qué…?

-Ni se te ocurra decirle a Yamato que nunca he estado interesada en otra persona -el egoísmo que sentía por lo sufrido, le había hecho decir esas palabras sin poder retractarse y que el malentendido siguiese floreciendo entre ellos.

-Pero…

-¡Si él quiere seguir solo, no me importa! ¡Así que prométeme que no le dirás nada!

A Takeru no le quedó otra opción que prometerle a Sora que no le diría nada a su hermano. Sin embargo, estaba dispuesto a solucionar todo ese enredo.

Buscando la oportunidad perfecta y con la ayuda de Hikari y los digimon, tuvieron la idea de que los mayores la pasaran con sus digimon en las navidades. Esa era una excusa para que Piyomon y Gabumon hablasen con sus respectivos compañeros humanos y arreglasen todo aquel embrollo.

-Sorasan me dijo que no se lo dijera a mi hermano, pero no me dijo nada de contárselo a otra persona ¿verdad? -dirigiéndose a su digimon.

-Totalmente cierto -apoyaba Patamon igual de risueño que él.

Hikari reía divertida, menos que Tailmon negaba repetidamente la cabeza por lo infantiles que parecían tanto humano como digimon.

-Entonces, tu idea es contarle todo a Gabumon y Piyomon, para que así en nochebuena ellos lo aclaren todo. ¿Y por qué en nochebuena? -preguntó Tailmon sin entender porqué había que esperar casi un mes para para que el milagro ocurriera.

-En nuestra cultura, se dice que la época de Navidades es la fecha más indicada para que las parejas se declaren. Se dice que serán felices para toda la vida -explicó Hikari.

-Así es -afirmó Takeru, mirando de forma extraña a Hikari y preguntándose si aquellas Navidades ellos por fin…

-¿Takeru? ¡¿Takeru?! -lo llamaba su digimon con más fuerza viendo que no le hacía caso, hasta que su aguda voz lo volvió a la normalidad para preguntarle qué quería-. Si queremos cumplir con el plan tenemos que buscar rápido a Gabumon y Piyomon.

-Patamon tiene razón. Cuando Veemon y Daisuke nos echen en falta, serán capaces de fastidiar el plan -dijo la gata refunfuñada, haciendo reír a su amiga humana.

Takeru sonrió como ella y solo deseó que llegase pronto las Navidades. Tanto para su hermano como para él.

.

El día de Nochebuena había llegado.

Después de hablar con Gabumon y Piyomon sobre lo sucedido, ellos se habían sentido entusiasmados en ir ese día para arreglarlo todo en sus compañeros.

Ya no era algo de cobardía o de cabezonería, sino algo más bien personal. Yamato, al dejar a Sora por su buena fe, perdería a lo que sería la única chica en su vida. Y Sora, perdería un bien tan preciado, como lo era Yamato al poder transmitir su amor de forma tan profunda.

Sin embargo, cuando Takeru les había dicho que las Navidades eran la fecha ideal para el comienzo de parejas, los dos digimon solo podían esperar impacientes a que el día llegase.

Takeru y Hikari les habían explicado a sus compañeros de equipo su idea de que los mayores pasasen las Navidades con sus digimon, escondiendo el verdadero motivo, para no incomodar a los dos implicados. Tanto Takeru como Hikari sabían cómo se ponían Daisuke y Miyako si descubriesen los sentimientos que tenían Yamato y Sora, y sobre todo, la verdadera razón que Yamato escondía para no corresponder a Sora.

Además, unas fechas tan especiales para pasarlo en compañía de sus amigos digimon es algo que todos se merecían.

No hubo palabras para descubrir la alegría y la emoción que habían sentido Taichi y el resto de mayores cuando se habían reencontrado con los digimon.

La parte de Takeru y Hikari ya estaba cumplida, así que ahora les tocaba a Gabumon y Piyomon cumplir la suya, y que el milagro navideño sucediese.

.

Cuando Sora y Piyomon habían llegado a la casa, el olor de algo que ya se había cocinado, inundó las fosas nasales de Piyomon, quién exclamó maravillada sobre ese olor tan delicioso y que nunca había olido.

-Es una tarta de Navidad. Es una tradición que para estas fechas se coma una tarta de Navidad -le explicó Sora.

-No puedo esperar a comerlo. Huele delicioso.

Sora quedó callada por unos momentos, hasta que al final aclaró.

-Me temo que no podrás comerlo -ante la extrañeza de su digimon, Sora añadió con las mejillas bañadas en rojo y con una voz tan torpe que la digimon jamás había escuchado-. En realidad, es para Yamato.

El hecho de que Sora hubiera preparado una tarta especialmente para Yamato, unidas con ese rostro que lo decía todo, iluminaba a Piyomon donde parecía que no necesitaba mantener una charla con ella y aclarar el malentendido creado entre los dos adolescentes. Sin embargo, la curiosidad le picaba tanto, que quería saber porqué de pronto había tomado la decisión de prepararle algo a Yamato, donde algo le decía que habría algo más.

-¿Y eso? ¿Por qué le haces un regalo a Yamato? ¿Qué ha pasado, Sora?

Sora no entendía porqué a su digimon no le extrañaba que se le notara el amor que sentía hacia Ishida, y tampoco porqué se sentía tan emocionada, como si fuera algo que hubiese estado esperando desde hace tiempo.

-Bueno, han pasado algunas cosas, y… -la siguiente frase le costó decirla, que hasta lo dijo en un tono bajo al confesar-. Me he enamorado de Yamato.

Los ojos azules de la digimon se abrieron tanto, que empezaron a brillar de la emoción. Acercándose a su compañera humana, le cogió de las manos y manifestó su alegría y aprobación.

-Estoy feliz de que te enamoraras de Yamato. Si estás con él, podré sentirme tranquila cuando nos separemos. Sé que él te cuidará, porque estoy convencida de que él te corresponderá.

-Eso es algo que yo ya sabía desde hace tiempo -confesó medio apenada.

-¿Qué quieres decir?

-Que él estaba enamorado de mí, muchísimo antes de que yo me diera cuenta -mirando hacia otro lado, y reviviendo aquellos recuerdos que tantas emociones le había causado-. Yo no lo supe hasta hace poco por Takeru -apartando sus manos de las de Piyomon para observar el cielo azulado que ese día de Nochebuena ofrecía-. Cuando me lo dijo, yo ya estaba enamorada de Yamato. Pero nunca le dije nada, porque, aunque tengamos una personalidad similar, en realidad, nos separa un gran abismo. Él es atractivo, deseado por muchos tipos de chicas y un ídolo musical. Yo en cambio, solo soy una chica sencilla que no tiene nada en lo que destacar.

-¡Eso no es verdad! -protestó Piyomon.

-Es verdad -contradijo Sora con una sonrisa triste-. Aquellas chicas que querían a Yamato eran mucho más guapas e interesantes que yo. Algunas puede que sean superficiales, pero habrá otras que sean honestas y de gran corazón. Yamato tiene donde elegir. Por eso, me resigné y me enfoqué en lo que tenía. En otras palabras, me alejé de él -mirando el piso-. Yo, que había tratado de buscarle a alguien para que fuera feliz, le di la puñalada por cobarde, y me alejé de él.

-Sora… -dijo Piyomon en un tono compasivo.

-Y después -mirando a su digimon con algo de ánimo-, Takeru me dice que Yamato está enamorado de mí, y me sentí furiosa y decepcionada. En parte, fue porque había sufrido por nada, y Yamato en ningún momento, trató de dar la cara y decirme lo que sentía. Sino, que lo esquivó todo y me hizo creer lo que no era. Reconozco que me porté egoístamente, incluso cuando me dio el regalo de cumpleaños. Algo no destacable, pero que ahora entiendo su razón.

Piyomon no dijo nada. Solo esperó a que su amiga continuase, y a saber cómo había cambiado de repente de parecer, y parecía tener la firme determinación a que su relación se consolidara de una vez.

Todo había empezado hace unas pocas semanas, cuando Yamato le había dado las entradas a Taichi para que asistiera a su concierto con Sora.

A Sora no le extrañaba que Yamato no se presentase en persona ante ella, para invitarla al concierto. Ella había puesto una distancia entre los dos tan descarada, que Yamato había pillado la indirecta, para respetar sus sentimientos y no hacer nada, como llevaba haciendo desde hacía tiempo.

Pero cuando Sora había visto la fecha del concierto, la preocupación se había adueñado de su persona y corrido hacia la sala de música donde estaría el rubio practicando en las horas de descanso del instituto.

-¡Yamato! -exclamó jadeante, tras haber abierto la puerta con cierta brusquedad.

-¿Sora? ¿Ocurre algo? ¿Ha pasado algo con Gabumon? ¿Acaso Blackwargreymon lo atacó?

Que apareciese toda alborotada como si hubiese recibido una noticia desastrosa, teniendo una relación que últimamente había sido distante, le parecía como el mal presagio de que algo terrible había sucedido.

-No. Todo sigue estable en el Mundo Digimon y Gabumon está bien.

Sora vio cómo Yamato soltaba un suspiro de alivio. La guitarra que antes reposaba sobre sus piernas había tenido que dejarla en el suelo, seguramente, para prevenir que no se rompiera ante la posible mala noticia.

-Entonces ¿qué sucede?

-Es sobre el concurso de conciertos -el rostro de Yamato cambió completamente, como si le hubiesen abofeteado en ambas mejillas-. Es en Nochebuena.

Callado, tratando de aparentar que todo estaba bien, Yamato volvió a coger su guitarra, disimulando que practicaba. Mientras que Sora seguía alterada por haberse apuntado a un concurso en una fecha tan señalada a nivel mundial.

-¿Cómo te apuntaste a un concurso en un día tan especial para pasarlo con tu padre?

-Él tiene que trabajar. Es algo que ya imaginaba. Así que por eso, me apunté a ese concurso navideño. Aunque reconozco que al resto de los chicos, no les hizo pizca de gracia.

Aunque Yamato sonaba tan natural, como si no le diese importancia al asunto. Todo lo contrario a Sora que lo observó compasiva y con la pena rodeándole, donde no pudo expresar la situación que el rubio viviría.

-Eso significa ¿qué vas a pasar las Navidades solo?

-No importa. En realidad, está bien así -hablaba sin mirarla-. Si voy a tener esta clase de vida solitaria, mejor irse acostumbrando.

-Pero… Pero… ¿Por qué no vas a casa de Taichi? Él me dijo que te invitó a que fueras a su casa y que tú lo rechazaste.

Entendía que no quisiera ir a casa de Takeru, por la relación tan tormentosa que tenía con su madre. Pero si Taichi le había invitado para que no estuviera solo, no entendía porqué había rechazado su hospitalidad.

-Precisamente porque es Navidad, es mejor que tenga unas Navidades bien merecidas al lado de los que quiere.

-Para la madre de Taichi no serías una molestia -conociendo de sobra a la señora Yagami, y cómo no le importaba tener que alimentar a una boca más.

-No hablo de su familia. Sino, de la persona que tanto aprecia -mirándola directamente.

Sora captó la indirecta tras sus palabras. Quería decir algo, pero se había quedado en blanco, sin saber qué decir ante esa revelación tan inesperada.

-Y Taichi es mi mejor amigo -continuaba volviendo a posar la mirada en su guitarra y moviendo las cuerdas sin emitir un sonido coherente-. Y se merece toda la felicidad del mundo.

-¿Y qué hay de tu felicidad? -reaccionando ante lo que más le inquietaba- ¿Qué pasa con tu felicidad? ¿Por qué te preocupas más por los demás que por ti mismo?

Yamato volvió a mirarla, pero con una sonrisa tan natural que la impactó.

-¿Acaso no haces tú lo mismo?

Sora no pudo rebatir algo tan cierto.

-Aunque en mi caso -desviando la mirada hacia la nada-. Yo soy diferente a ti. No soy como tú, que hasta por una persona que conoces hace dos minutos, eres capaz de preocuparte por esa persona, antes que por ti misma. Pero yo, ante a los que aprecio de corazón, soy incapaz de traicionarlos.

-¿Aunque eso te haga infeliz a ti?

-¿Acaso pretendes que traicione a mi propio emblema? Ya lo hice una vez, y me pesó muchísimo. No quiero volver a hacerlo, con algo tan importante que yo no sé cómo llevar.

Fue en ese mismo momento que Sora entendió que Yamato no se había retirado por su sentimiento de querer estar solo, sino que lo había hecho por su amistad con Taichi y por el miedo de que su decisión egoísta terminase en un desastre para todos.

Él no pensaba en sí mismo, pero buscaba la felicidad de los demás, y con eso se forzaba a creer que todo sería mejor.

Ese pensamiento le destrozaba tanto el corazón como el hecho de que…

-Y por eso pasarás las Navidades solo.

-No te preocupes -volviendo a centrarse en la guitarra-. El concierto terminará tarde, yo estaré cansado, así que cuando llegue a casa me acostaré y punto. En cuanto a los chicos, parece que saldrán a celebrarlo con sus novias o sus amigos. Y ya sabes que yo no soy de esa clase de personas que salen. Así que descansar, me vendrá muy bien.

Yamato seguía hablando, tratando de convencerla de que no existía ningún problema en pasar las Navidades solo, pero entre que más lo decía, Sora se sentía más afligida y a confesarle toda la verdad. Sus verdaderos sentimientos. Unos sentimientos que solo eran para él, y que no podía encontrar a otro que lo sustituyese.

Ni siquiera Taichi.

Abrió la boca para articular una palabra, pero la aparición brusca de uno de los componentes de la banda arruinó el momento. Pero lo que más arruinó, era la importancia que le daba al concurso musical y las ganas de querer ganarlo.

Sora había desistido en esa ocasión de no decirle nada, pero, el día del concierto, se lo diría sin falta.

Había tenido semanas preparándose para aquel momento. Incluso había ideado en regalarle una tarta de Navidad, para que tuviese un cachito de ella en ese día de Nochebuena, incluso si quería, podían pasarla juntos. Pero a medida que se acercaba el día, se iba poniendo más nerviosa, y a no saber cómo decir las palabras adecuadas para que él no la rechazara por su sentimiento de amistad hacia Taichi.

-Entiendo -había dicho Piyomon tras oír toda la historia. Tomando la determinación que debía tener su compañera más que nunca, le dijo-. En ese caso, tenemos que ir cuanto antes. No te preocupes, seguro que todo irá bien.

Y de no ser por el innegable apoyo de Taichi y de los digimon, Sora jamás habría podido entrar a la caseta donde el grupo de Yamato se preparaba para el concurso que se celebraría dentro de unas horas.

El asunto más incómodo había sido cuando Taichi la había descubierto con la intención de darle un regalo a Yamato con segundas intenciones. Sin embargo, le había sorprendido la comprensión que había tenido, y cómo le había dado el valor que había perdido en el mismo momento en que se había presentado delante de la puerta de la caseta.

Pues, por muy decidida que había estado en confesarle sus sentimientos, a la hora de la verdad, todo era muy distinto.

Pero ahora ya había dado el paso, y no había vuelta hacia atrás. Ni siquiera, cuando se lo había encontrado a pocos metros, afinando la guitarra, Sora no podía desistir de su intención.

Sin embargo, algún dios mezquino no quería que su relación floreciera, por lo que la aparición de Motomiya Jun no podía ser más oportuna.

Los dos digimon que la acompañaban, se escondieron por instinto y ella los imitó inconscientemente. Desde lejos, Sora observó cómo la obsesión de aquella chica por Yamato, llegaba a límites insospechados. Cargada de numerosos regalos que caían de sus manos, y con todo lo que había en aquel pequeño almacén tirado, la hermana de Motomiya Daisuke solo tenía ojitos para el rubio y que aceptase sus regalos y sus sentimientos. Algo que Yamato, desde hace mucho, no la correspondía por obvias razones.

Aunque Motomiya Jun, fuese una de las tantas rivales que tendría, para Sora aquel momento le parecía más bien gracioso. Pero por otra parte, le destrozaba el momento donde ella quería arreglar las cosas con él y comenzar una relación juntos.

-Así que esa es la hermana de Daisuke que anda acechando a Yamato -murmuraba Gabumon casi con pena y compasión, deseando poder ayudarle y librarle de lo que parecía ser una pesadilla para su compañero.

-Gabumon -habló Sora agachándose para estar a su altura-. Toma. Dale esto a Yamato de mi parte, por favor.

La primera en quejarse por semejante cobardía fue Piyomon.

-¡Pero, Sora! ¡Después de haber estado tanto tiempo parada en la puerta y habiendo llegado tan lejos! ¡¿Te retiras?!

La joven meneó la cabeza suavemente con una sonrisa adornada en el rostro.

-Es solo que creo que no es el momento adecuado con Junsan presente.

Gabumon se sintió igual de decepcionado que Piyomon. Habían tenido un momento perfecto para que estuvieran asolas y lo arreglasen, pero algo inesperado venido en tempestad y poniendo en apuros (y seguramente de mal humor) a Yamato, lo había estropeado todo.

-Os lo prometo -añadió Sora tras ver sus caras tristes.

Cuando los compañeros de banda de "Teenage Wolves" entraron, Jun dejó de agobiar a Yamato y como despedida, le dijo que lo estaría apoyando con todas sus fuerzas desde las gradas.

Los tres miembros de la banda se acercaron a su líder con sonrisitas y metiendo cizaña por tener una admiradora tan fiel y apasionada, haciendo que el mal humor de Yamato se incrementara y los mandara callar.

-A propósito, cuando veníamos por aquí me pareció ver a tu amigo Taichi -Yamato le miró con curiosidad-. Iba acompañado de tu amiga Sora y de dos niños disfrazados de dinosaurio y de pájaro.

Que los digimon de Taichi y Sora fueran descubiertos, y que sus amigos lo malinterpretaran como niños disfrazados, no le llamó la atención, sino el hecho de que su mejor amigo y Sora estuviesen juntos en un día muy especial como lo era Nochebuena.

Era algo que él había dejado preparado cuando le había revelado a Sora los sentimientos que tenía su mejor amigo. Los sentimientos de Taichi eran tan obvios, que aunque tuviera el emblema del valor, para declararse a Sora nunca se decidía. Solo dejaba que el tiempo le diera una oportunidad. Por eso, él había tenido que intervenir, dándole señas a Sora y que ella llevase la iniciativa.

Sin embargo, no se esperaba que ante el hecho confirmado le sentase como una patada en el culo. Creía tener la suficiente determinación para afrontarlo cuando llegase el día. Pero no se imaginó que le afectase tanto, hasta el punto de no poder pensar en nada más que en Sora con Taichi.

Con los nervios alborotados y sin poder seguir practicando, se excusó diciendo que tenía que salir para airearse. Al pasar a la siguiente sala con la que estaba conectados, descubrió sobre la mesa un regalo envuelto en papel de color verde y atado con un lazo rojo.

Le resultaba extraño que allí estuviese aquel regalo y que sus compañeros de banda lo dejasen en el olvido. Por lo que les pregunto por él.

-Ni idea. Ya estaba ahí cuando llegamos. Así que pensamos que sería uno de los regalos de esa fanática tuya tan querida que tienes -se mofaba uno de ellos entre risas, aludiendo a la hermana de Daisuke.

Eso cabreó aún más a Yamato y estuvo a punto de vociferar, hasta que la presencia de Gabumon haciéndole señas le interrumpió.

Por culpa de Jun y el hecho de saber que Taichi y Sora estaban por fin juntos, había hecho que se olvidara por completo de él. Lo peor de todo, es que ahora con la presencia de sus compañeros de banda, tendría que pedirle a Taichi que se lo llevara antes de que lo descubriesen. Y la verdad, ahora mismo no tenía ninguna gana de ver su cara retorcida de felicidad.

Anunciando una vez más que se iba afuera, no pudo evitar que el olor de lo que había dentro de aquel regalo llegase hasta sus fosas nasales y admitir que olía delicioso para ser hecho por alguien como Motomiya Jun.

Cuando estuvieron afuera, Yamato se apoyó contra la pared más cercana, mientras sacaba su teléfono móvil y empezaba a debatirse en si mandar el mensaje a Taichi o no.

Gabumon por su parte, lo miraba expectante y al mismo tiempo confuso. No entendía porqué de repente su compañero lucía tan afligido y miraba a su móvil sin saber qué hacer. El digimon supuso que debía ser porque se sentía nervioso respeto al concurso, así que pensó que si le decía lo del regalo, quizás lo motivaría.

-Oye, Yamato…

-Lo siento mucho, Gabumon.

El digimon estaba que cada vez entendía menos. ¿Por qué se disculpaba?

-Me he olvidado de ti y ahora no soy capaz de llamar a Taichi para que venga a recogerte.

Gabumon le dijo que no se preocupara. Que se olvidara de él era algo entendible teniendo en cuenta al concurso que se presentaba, que tenía la pinta de ser uno muy importante. Sin embargo, no entendía a qué venía con lo segundo. Yamato no sabía que Sora le había dado aquel regalo (y con toda la pinta de decirle algo muy importante) instada por Taichi.

¿Acaso los habría oído?

No parecía ser eso, ya que vio como su amigo resbalaba por la pared hasta sentarse en el suelo y adoptar una imagen tan triste que dolía mucho al digimon.

-Sé que esto iba a ocurrir tarde o temprano. Lo sabía muy bien. Creí estar preparado para afrontarlo, pero… -mirando una vez más su teléfono móvil, donde después de mucho debate mental, había acabado mandando un correo electrónico a su amigo para pedirle que viniera a buscar a Gabumon. Luego sonrió con pena-. Solo espero que la haga feliz, porque sino le rompo la cara.

Y Gabumon se alteró ante esas palabras.

-Yamato, espera, espera ¿de qué estás hablando? -tenía una ligera sospecha, pero no entendía cómo era posible que Yamato llegase a esa conclusión.

-Es verdad. Esto es algo que no se lo conté a nadie -con esa misma sonrisa triste, Yamato miraba a su digimon al tiempo que posaba una mano sobre su cabeza-. Solo a Takeru. Pero, porque él se dio cuenta de lo que parece que era obvio -suspirando-. Y yo creyendo que había sido lo suficientemente discreto -soltando una mueca-. Estoy enamorado de Sora. Lo he estado desde hace mucho tiempo. Incluso compuse una canción dedicada a ella. La de un amor unitario pero que estará para siempre en mi corazón -confesó.

-¿Un amor unitario? ¿Qué significa eso?

-Significa que, aunque yo esté enamorado de ella, será solo algo que yo sienta. Todo para que ella se dé cuenta de que Taichi está enamorado de ella -echó la cabeza para atrás viéndose nuevamente esa imagen cargada de dolor que estaba impresa en su cara-. Y parece que al fin ha sucedido. Ellos están juntos y es lo mejor -aunque no lo decía muy convencido.

-¡Te equivocas, Yamato! ¡Sora y Taichi no están juntos! ¡De hecho, Sora estuvo hace un rato aquí con el regalo que estaba sobre la mesa para dártelo! -y acto seguido, le explicó toda la situación que había pasado. Cómo Sora se sentía indecisa en entrar para darle el regalo, cómo Taichi la había animado a que entrase y cómo por culpa de la presencia de Jun, ella no le había dicho con sus propias palabras que tenía un regalo que había hecho para él. Lo que Yamato no se esperaba era que Gabumon describiese perfectamente la actitud de Sora, donde daba la impresión de que los sentimientos de Sora fuesen para él.

Ese simple hecho lo había emocionado, pero después, recordó que eso sería traicionar a Taichi.

-¿Yamato? -lo llamó su digimon viéndolo perdido en la nada.

-¿Y ahora qué hago? Me alejé precisamente para no traicionar la amistad de Taichi. También lo hice por ella, porque yo no sé qué es el amor. No sé que debo hacer.

-Solo siendo tú mismo -le dijo el digimon las mismas palabras que había escuchado de Sora hace un año.

Minutos más tarde, Gabumon sintió la presencia de alguien acercándose. A juzgar por el olor no se trataban de Taichi y Agumon, sino de Sora y Piyomon.

Cuando Gabumon se volteó para verlas, Yamato hizo lo mismo. La sorpresa de Yamato se hizo palpable, así cómo a visualizar la vergüenza en Sora, tal y cómo Gabumon la había descrito, y cómo le costaba mirarle a los ojos. Piyomon por su parte, estaba de lo más habladora de lo habitual, donde desvelaba la razón de porqué estaban ellas allí y no Taichi y Agumon.

Taichi tras haber recibido el mensaje y comentado delante de todos que iba por Gabumon, Sora le había propuesto que fuese ella por él.

Lo que Piyomon no había desvelado porque no lo sabía, era el hecho de que si Sora había tomado esa iniciativa era porque la chica había quedado con el gusanillo de querer confesarle sus sentimientos. Sentía que esa podría ser la mejor oportunidad. Pero al igual que su determinación en querer darle una tarta hecha por ella misma como regalo de Navidad, ésta se desvanecía y la vergüenza salía triunfante en su cara. No supo cuántas veces tuvo que amonestar a Piyomon para que no hablara más de la cuenta y agradecer el no contarle sus verdaderas intenciones al querer recoger a Gabumon.

Yamato veía como a Sora le costaba mirarle y cómo a pesar de que había venido en lugar de Taichi, tenía la intención de decirle algo con grandes dificultades por culpa de su vergüenza. Algo que a juzgar por su expresión sería en torno a sus sentimientos.

Nunca la había visto tan nerviosa como en esos momentos. Y todo porque quería decirle lo que sentía por él.

.

Solo seguir siendo tú mismo.

.

Es lo que Sora y Gabumon le decían. Y en esos momentos, lo que Yamato sentía es que no quería seguir viendo a Sora así.

Levantándose del suelo, se acercó a Sora y asomando a una sonrisa que hizo que los colores de Sora se acentuaran, mientras pensaba en la última estrofa de su canción dedicada a ella…

.

Solo en el balancín,

Esperando a nadie, esperando que alguien venga.

Este anhelo de verte,

se extiende en mi corazón

como el cielo azul en invierno.

.

…dijo con suavidad:

-Gracias por venir.

Y esas simples palabras fueron suficientes para que Sora entendiera y se emocionara al ver que sus sentimientos eran correspondidos.

.

-¿Gracias? ¿Y solo dijo eso para que empezarais a salir? -preguntó Natsumi un poco decepcionada de que la declaración de sus padres no fuese con las típicas palabras de "Me gustas" o " Te quiero" cómo había visto en las típicas películas románticas.

-En ese momento, no se necesitaba de palabras para entenderlo todo -decía Sora con una sonrisa.

Para ella, aquellas palabras la habían hecho revivir la canción que Yamato le había dedicado para ella "Solo en el balancín", algo que el propio Yamato se lo había confirmado años después.

-¡Es que todo estuvo dicho! ¡Cómo se esperaba de papá! -exclamaba Aki tan emocionado que fue contagiado por los dos digimon más pequeños de la casa.

-Sora fuiste mala al no haberme dicho que querías ir a recoger a Gabumon, con la excusa de confesarte a Yamato -le comentó medio indignada.

-Si te lo hubiera dicho, se lo habrías cantado sin ningún pelo en la lengua -le dijo Sora con su dedo presionando una de sus mejillas, tocando un punto insensible que la hacía reír.

-Yo solo quería ayudarte porque no te decidías -dijo entre risas.

-Pero de haberlo hecho, Yamato no habría tomado la iniciativa, ¿no? -habló Tsunomon, el digimon de Yuuta, con un deje de timidez como lo había tenido su padre Gabumon durante esa etapa.

-Así es. Mucho tiempo más tarde, vuestro padre me contó que debido a mi nerviosismo, quiso tranquilizarme con la respuesta a mis sentimientos.

-Pese a que no lo hizo antes porque no quería traicionar a Taichisan -comentó Yuuta con cierto escepticismo-. De todas formas, yo no sabía que el padre de Sanae estuviera enamorado de ti.

-Es que ha pasado tanto tiempo de eso que ya es agua pasada. Y Taichi supo encontrar el amor en otra persona.

-¡Qué bonito! -cantó Pyokomon con los ojos brillándole de la emoción.

-Además -añadía Sora colocándose a la misma altura que su hijo mayor- aunque tu padre quisiera priorizar su amistad con Taichi, lo que cuenta es la decisión que toma la persona que está en el centro del triángulo. Es muy duro porque en un triángulo siempre habrá uno que acabará sufriendo. Por eso -mirando a sus tres hijos-, espero que en un futuro no tengáis que pasar por este tipo de situación. Y si la pasáis, lo que tenéis que hacer es ser lo más sincero posible. Tanto con vuestro corazón como hacia la persona que resulta herida y por supuesto, hacia la persona elegida.

Yuuta y Nat tomaron nota del consejo de su madre, pero a quién más se le quedó grabada aquellas palabras fue al pequeño Aki.

La historia de sus padres que comenzó con una mala actuación por parte de su padre al alejarse, y que gracias a una canción, todo dio un vuelco hasta terminar con el enamoramiento de su madre hacia su padre le parecía una historia de amor increíble.

Una historia tan típica que siempre terminará de la misma manera, hasta que la muerte los separe.

Algo que ocurriría más temprano de lo habitual.

Dentro de dos años.

.

Solo en el balancín

esperé, fingiendo no estar solo.

Si te sientas conmigo

nuestros sentimientos estarán más equilibrados

y seré capaz de sonreír.

.

Dos en el balancín, los sentimientos están equilibrados y ambos podrán sonreír.

Pero nunca cuando Sora tendrá que quedarse sola para siempre en el balancín.