MARAÑA · Niños Elegidos

Ante la misteriosa y extraña desaparición de sus hermanos pequeños, Yuuta había entrado en un ataque de ansiedad. Los que quedaban en la vivienda Ishida lo observaban sin poder decir una palabra que pudiera tranquilizarlo.

Sus abuelos aún estaban afectados por la muerte de Yamato y el estado que había sufrido Sora en consecuencia. Lo peor de todo, es que una hora antes de que los niños desaparecieran, Sora junto a sus amigos elegidos también habían desaparecido ante sus narices. Pero ahí no acababa todo. Los dos hijos de Takeru y Hikari habían aparecido en la casa para saber sobre la misteriosa luz que había aparecido, donde ellos habían tenido el mismo destino que sus primos Nat y Aki.

Daigo se vio forzado a explicar que todo podría estar relacionado con una nueva amenaza que sucedía en el Mundo Digimon. Y con gran pesar, tuvo que añadir también, la auténtica misión que había realizado Yamato en el espacio y cómo cabía la posibilidad de que su muerte fuese intencionada por alguien.

-Todavía no estamos completamente seguros. Es tan solo una suposición, pero todo apunta a que el fallo en la nave no ha sido algo casua…

Daigo tuvo que dejar de hablar ante la brusquedad de Yuuta al cogerle del cuello de la camisa y sus ojos impregnados en lágrimas y un dolor avasallador debido a la pérdida de toda su familia en menos de un día. Sanae e Izumi actuaron de inmediato para tratar de que soltara a Daigo. Pero nada podían hacer ante alguien tan fuerte como Yuuta.

-¡¿Cómo es que lo sabías y no nos lo dijiste antes?! ¡Así estaríamos preparados y mi madre y mis hermanos no habrían desaparecido!

Daigo no intentó excusarse, pues el muchacho tenía razón. Junto a Taichi y Koushirou aseguraban de que existían altas probabilidades de que esa amenaza llegase a ellos, pero sin pruebas sólidas, solo eran meras teorías. Y no querían cundir el pánico entre sus amigos, cuando todavía estaban atravesando algo tan duro como lo era la muerte de uno de los suyos.

-Lo siento -se disculpó sin poder mirarlo a la cara.

Pero unas disculpas no parecían ser suficientes para calmar la ansiedad que sufría Yuuta. Todo lo malo estaba trascurriendo al mismo tiempo.

-¡¿Qué lo sientes?! ¡¿Qué vas a sentir?! ¡Tú no sabes cómo me siento por todo lo que ha pasado! ¡Preferiste callar en vez de contar que todo esto es por culpa de los digimon! -su cabeza era un caos donde ya no pensaba con claridad, por eso que no se acordó de Zabumon y como sus últimas palabras le habían hecho mucho daño- ¡La muerte de mi padre, la desaparición de mi madre y de mis hermanos…! ¡Incluso ella por culpa de los digimon tuvo que desaparecer! -tanto almacenaje tenía contra los seres digitales, que explotó como una bomba de relojería- ¡SI LOS DIGIMON NO EXISTIESEN, ELLOS…!

-¡YUUTA! -la firme pero débil voz de Hiroaki detuvo las palabras su nieto- ¡Ya es suficiente! ¡A tu padre no le hubiera gustado que dijeras lo que ibas a decir! -acto seguido dirigió sus ojos al digimon de su nieto, quién estaba afligido y culpable por pertenecer a la raza que se había llevado a toda su familia.

Yuuta aflojó el agarre que tenía sobre Daigo para observar a Zabumon con un rostro arrepentido y sin poder elegir las palabras adecuadas para disculparse. Había estado tan fuera de sí, que no se había parado a pensar en que eso podría afectar gravemente al amigo que había tenido desde la cuna y que había estado a su lado para lo bueno y lo malo.

Abrió la boca con la intención de disculparse. Pero no importaba cuánto se disculpase porque sonaría falso y convencienero. Así que prefirió quedarse callado y que la vergüenza lo envolviese.

Una mano se posó sobre su hombro con suavidad. Al ver de quién se trataba, se encontró con su abuelo Haruhiko. Tenía una débil sonrisa en su cansado rostro.

-Deberías descansar, Yuuta -le sugirió, donde el joven no pudo evitar ver en él a su comprensiva madre-. Han sido demasiadas emociones en pocas horas y no has dormido nada.

Yuuta no dijo nada. Pues ante sus abuelos le era imposible quejarse o alzarles la voz. Los respetaba demasiado para mostrarse ante ellos, cómo lo había hecho con Daigo o incluso ante su propio padre hace meses.

Haruhiko se dirigió hacia la hija mayor de Taichi y le pidió que se llevase a su nieto y se asegurase de que descansase. Sus dos digimon le siguieron, incluso Zabumon, aunque algo cabizbajo en comparación con SnowoAgumon.

El digimon no se sentía dolido por las palabras de su amigo, ya que él tenía razón. Era por culpa de su raza que toda su familia se hubiera visto involucrada en todo lo que había pasado. Así que por Yuuta y por su raza, que estaba dispuesto a seguirle y a ayudarle en lo que hiciese falta.

Cuando los adolescentes Yagami e Ishida se marcharon, todo quedó en el más absoluto silencio. Fue cuando se escuchó los sollozos angustiosos de la señora Ishida. Su hijo había muerto, presuntamente, por culpa de alguien. Su otro hijo había desaparecido y ahora también sus nietos. Inevitablemente, Natsuko se acordó también de cómo su nieta Kibou había muerto de forma cruel por culpa de digimon diabólicos. Aunque era arropada por el abrazo de Toshiko, no podía dejar de llorar y de lamentarse.

Hiroaki tras soltar varias bocanadas de aire, seguramente para no decaer en la depresión y mostrarse fuerte, dijo que iba a comprobar si Hinode estaba bien. había escuchado de Takeru que la señora Yagami estaba en su casa para cuidarla, y si hubiera desaparecido cómo sus nietos, la señora Yagami ya habría dado el grito en el cielo. Así que todo tenía que estar bien con su nieta. Pero quería salir de ahí y cambiar de aires.

Haruhiko asintió ante las palabras de Hiroaki y se quedó con su esposa y la señora Ishida.

Daigo pasó a quedar en el olvido. Pero él empezó a desesperarse de cómo la tragedia volvía a cubrirles, donde una vez más, él no podía hacer nada como Elegido que había sido.

Escuchó el sonido de un teléfono y cuando escuchó la voz de la hija mayor de Koushirou, recordó que ella también estaba allí.

La joven se apartó ligeramente de todos, para hablar con más comodida. Sin embargo, eso no impidió que se pudiera escuchar parte de su conversación y a comprobar que la que llamaba era la madre de la chica. A través de sus palabras, Daigo había visto cómo no solo los hijos de Yamato y Takeru habían desaparecido, sino también la hija pequeña de Koushirou.

-Mamá, tranquilízate… Seguro que… -sin saber qué excusa darle ante lo que había visto con sus propios ojos-. Tentoytomon y yo ya vamos para allá… Tranquila, mamá… Seguro que Kazumi está bien… -es lo único que podía decir.

Tras finalizar la llamada, Izumi soltó un suspiro pesado. Su digimon voló para estar a su altura y preguntar por la pequeña de los Izumi.

-Parece que también ha desaparecido. Mi madre había ido a comprobar si todo iba bien con Motimon, tras la parada que tuvisteis, donde al parecer, también le ha afectado a Minemon, y fue entonces cuando se percató de que ya no estaban en su habitación -aunque su voz sonaba natural por dentro se sentía preocupada de que su hermana también hubiese desaparecido de la misma forma que los Ishida-. Disculpa, Daigosensei, pero creo que será mejor que vaya a casa y le explique a mi madre lo que está sucediendo.

Antes de que la chica cruzase la puerta, Daigo la retuvo.

Tras pensarlo detenidamente, había llegado a la conclusión de que debía convocar una reunión de urgencia para efectuar un plan de rescate.

-Dile a tu madre que estamos en alerta nueve. Ella lo entenderá en cuanto se lo digas -pues dentro del grupo de elegidos especiales se encontraba la mujer de Koushirou.

Izumi por su parte, no entendía sus palabras, pero le prometió que transmitiría el mensaje y la fecha de la reunión, donde ella, como hija y hermana de dos de los desaparecidos, tendría que estar presente. Algo que le daba pánico porque, a diferencia de su padre, ella no estaba acostumbrada a enfrentarse a peligros. Y ahora, se encontraba envuelta en uno de ellos.

¿Por qué ahora cuando habían pasado tantos años de pacifismo y sin problemas relacionados con el Mundo Digimon?

¿Por qué ahora?

Es lo que se preguntaba una y otra vez, donde su curiosidad empezaba a emerger.

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Esas mismas preguntas se formulaba la hija más pequeña de Koushirou. A diferencia de su hermana mayor, Kazumi no estaba preocupada por el miedo a enfrentarse a grandes problemas.

De las dos hijas de Koushirou, Kazumi era la que más había heredado la curiosidad de su padre. Envuelta en miles de incógnitas que llevaba formulándose desde el apagón, las que más le inquietaban eran:

¿Por qué el Mundo Digimon que tantas veces había visitado se veía tan diferente? ¿Por qué, a pesar de las horas que llevaban caminando, no daban visto nada conocido?

Y la más importante desde que había llegado al mundo digital, ¿por qué todavía no se habían encontrado con ningún digimon?

La niña había dado gracias a que cuando había desaparecido de su habitación, había cargado su mochila con su portátil dentro.

La luz que había aparecido misteriosamente, el apagón repentino y el cese de vida por casi un minuto de su Motimon poco después, fueron acontecimientos que la niña había intuido que estaban conectados. Incluso eso podría estar relacionado con la llamada inesperada que había hecho el presidente Nishijima a su hermana para que se presentara en la casa Ishida. Aunque esa última conjetura ahora podía aclararla tras haber escuchado de Isaki cómo sus padres habían desaparecido en aquella luz misteriosa. Había tenido la intención de contarle a su padre todo lo que ella imaginaba. Pero antes de que pudiera hacerlo, se había percatado de aquella especie de reloj. Un reloj que parecía ser más un nuevo tipo de dispositivo digital.

Tenía forma ovalada y la misma tonalidad que el digivice original. Pero lo que más le hacía pensar que se trataba de un nuevo prototipo de digivice era por los doce emblemas que tenía tallados y que estaban alrededor de la pequeña pantallita que sólo le mostraba la hora.

Curiosa como ella era, había tratado en los descansos que hacían para investigarlo. Y fue en ese momento, en que Kazumi se percató de que su portátil no funcionaba por mucho que la encendiese.

Aprovechando otro de los descansos que el grupo se tomaba, Kazumi trataba de ver si esta vez tenía éxito y lograba encender su portátil, donde allí tenía el software de GPS del Mundo Digimon que su padre le había instalado. Llevaban horas caminando sin rumbo fijo y sin nada que les pudiera orientar. Además, por alguna razón desconocida, no podían contactar con nadie del mundo humano. Era como si el Mundo Digimon cortase por voluntad propia las relaciones con el mundo humano y los tuviese a ellos como rehenes.

Pero nada, su portátil seguía sin funcionar.

-Deberías rendirte. Esa antigualla que llevas no te va a funcionar.

Las palabras de Ford Satoshi molestaron mucho a Kazumi. Es más, desde que había abierto la boca, no podía soportar a ese niño. Era la primera vez que lo conocía y siempre había sido una niña generosa y que daba su apoyo a los nuevos o con los que no estaban dentro del grupo. Pero la carta de presentación que Satoshi había dado, no había ayudado mucho a que pudiera empatizar con él.

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Hace unas horas…

Los doce hijos de los elegidos habían llegado al Mundo Digimon como si hubiesen sido teletransportados.

La sorpresa de haber sido trasladados desde sus respectivas casas para estar juntos en un mismo lugar les hacía pensar en un mal presagio, sobre todo en Nat, Toji y en sus primos que sabían de la desaparición repentina de sus padres.

Pero lo más sorprendente era aquella especie de reloj que todos portaban en sus muñecas y que había sido la principal causa de ser llevados al Mundo Digimon.

-¡¿DÓNDE ESTAMOS?! ¡¿QUÉ HA PASADO?! -Ichijouji Minami fue la primera en hablar. Estaba alterada y aterrorizada, todo lo contrario a su Poromon que volando para estar a su altura, le pedía nervioso que se tranquilizara. Pues cuando Minami explotaba, era difícil hacerla callar y que le escuchase.

-Creo que en el Mundo Digimon -expuso Isaki mirando a su alrededor todo preocupado y sintiendo una extraña sensación que lo dejaban intranquilo.

En medio de aquella revelación, algunos se quedaron mirando al cielo como si tratasen de buscar la evidencia a las palabras de uno de los mayores. Pues todos estaban de acuerdo en que ése no era el mismo Mundo Digimon que tantas veces habían visitado. Por su parte, Nat no estaba obsesionada por saber en dónde estaban, sino en querer saber el modo de regresar a su casa para que Aki no estuviera expuesto a lo que parecía a un grave peligro. Pero antes de que ella pudiera objetar algo, el hijo de Michael y Mimi se adelantó.

-Ehhh ¿así que este es el famoso Mundo Digimon? -había dicho con tono tranquilo y despreocupado.

La nueva voz extrañó a todo el grupo y a percatarse de que con ellos, había un niño que no conocían de nada, excepto Shin. Nada más verlo, el hijo de Jou y Mimi empezó a temblar y a señalar con el dedo a su medio hermano, preguntándose si era él en realidad.

Satoshi arrugó el cejo molesto y de un manotazo, apartó el dedo de su hermano mayor.

-Como se nota que mamá pasó de ti y no te enseñó que es de mala educación señalar a alguien -comentó con desdén.

-¡OYE! -saltó Pukamon airado- ¡No es para que lo trates así! ¡Es tu hermano mayor y debes tratarlo con respeto!

-¿Hermano? -repitió Musuko mirando a su Chibimon, el cuál le devolvió la mirada y luego miró al nuevo- ¡¿Eres hermano de Shin?! -preguntaba alterado cómo si nunca en su vida supiese que uno de sus rivales en el amor tuviese un hermano.

Motomiya Musuko estaba enamorado de Natsumi. Su amor era una especie de obsesión parecida a la que tenía su tía Jun por Yamato o su padre hacia Hikari. Sin embargo, tenía que lidiar con Yagami Tojiro, que también estaba enamorado de la rubia, y éste no paraba de jactarse de que él tenía más posibilidades con ella ante la cercanía que tenían sus padres o el hecho de ser amigos de la infancia, por lo que eran rivales natos. A la competencia se le había sumado Kido Shin, aunque a diferencia de Toji y de él, los sentimientos del hijo de Jou se mostraban mediante gestos tímidos o sonrojos cuando interactuaba con Nat que evidenciaban demasiado sus sentimientos. De todas formas, Takeshi le había asegurado que su prima no se había dado cuenta de los sentimientos que tenía Shin por ella, y que Nat le había confesado que se estaba debatiendo entre Toji y Musuko. Musuko se había emocionado tanto, que se había tragado la broma de Takeshi a pies juntillas y a esforzarse para ganar a Toji en el amor.

-¡Claro! Eso explica porqué lleva un Tanemon en la cabeza -dedujo Takeshi con total despreocupación.

-Así tiene sentido! -dijo Tokomon imitando a su compañero.

Satoshi arrugó más el cejo. Estaba con un grupo tan simple como el cobardica de su hermano mayor (o eso es lo que le decía su media hermana Momoko cuando conversaba con ella por videoconferencia). Además, le parecía una aberración la ropa tan pasada de moda que todos llevaban. Esa combinación hizo que explotase de rabia y asco.

-¿Quiénes sois y dónde demonios estamos? ¿Y por qué tengo esta misma porquería que vosotros en vez de mi reloj de quinientos dólares que me compraron mis padres?

La última frase fue lo que trastocó a todos los niños. Misato y Kazumi murmuraron entre sí, preguntándose qué niño llevaba hoy en día un reloj tan caro.

Takeshi no podía seguir despreocupado y a preguntarse qué tendría ese reloj de especial para valer tanto. Tokomon aportaba ideas ingenuas, como por ejemplo, que el reloj tuviese un rayo láser o que lo hiciesen invisible.

Satoshi estuvo a punto de explotar, pero Shin intervino y entre tartamudeos, explicar qué ellos eran sus amigos y también los hijos de los elegidos que eran amigos de sus padres.

-¿Tus amigos? -repitió Satoshi con burla-. Pero en serio, ¿tienes amigos?

Aquello fue la gota que colmó el vaso, donde algunos ya no podían quedarse callados. La primera en saltar y en defender el sentido de la palabra "hermano" fue la propia Natsumi.

Puede que ella estuviera centrada en proteger a su hermano, pero había sido criada con el sentido de que un hermano era alguien muy importante al que apreciar con todo tu ser. Y aquel niño estaba despreciando ese ideal. No podía quedarse de brazos cruzados y soportar ese desprecio que un hermano le daba a otro. Era algo que la irritaba.

-¡¿Quieres dejar de tratar a tu hermano de esa manera?! ¡Me haces vomitar con esa actitud tuya tan prepotente!

El sentimiento que hubo en ese momento fue variante. Desde Shin que se sentía emocionado porque la chica que le gustaba le defendiese, a los celos mutuos de Toji y Musuko de que Nat protegiese a su tercer rival y también a ponerse de acuerdo para apoyar el punto de vista de la niña con la intención de quedar bien ante ella. Mientras que la expresión de Satoshi fue la de quedarse sorprendido.

Isaki también se acercó con paso calmado pero serio para amonestar con suavidad a Satoshi.

-Disculpa la agresividad de mi prima, pero ella tiene razón. Deberías tratar mejor a tu hermano, aunque sólo tengáis el vínculo materno. Además, Shin es uno de mis mejores amigos, así que agradecería que retirases lo que has dicho de él. Y si quieres ser bienvenido en nuestro grupo, también agradecería que te comportases.

-¡Y vosotros dos, no calentéis el ambiente! -exclamó Nyaromon dirigiéndose a Toji y a Musuko- ¡Y mucho menos, vosotros! -amenazando a los Koromon y Chibimon que iban a apoyar a sus compañeros humanos.

Satoshi guardó silencio unos segundos. Estudiando la situación y con quién estaba, sonrió y pidió disculpas aunque estas no fueron sinceras. También prometió en no decir nada sobre su hermano.

-No quisiera que esta chica tan linda hiciese algo tan repulsivo -dirigiéndose hacia Nat.

Los tres pretendientes de Nat se quedaron boquiabiertos viendo como un cuarto rival aparecía ante ellos, donde los dos hijos de los antiguos líderes decretaron su odio contra él. Nat por su parte, pasó de él y regresó a dónde había dejado a su hermano, donde su Pyokomon junto a Takeshi y Tokomon la habían sustituido en su acto de protección.

Mientras se dirigía hacia ellos, escuchó un murmullo cargado de odio e ira.

-Será tonta. Es solo una convencienera que persigue sus instintos cuando le conviene.

Nat se detuvo para ver cómo Osamu observaba a su hermana mayor con el mismo sentimiento con el que había dicho sus palabras. Pues Minami había dejado de estar histérica para observar con ojos brillantes y llenos de devoción a Satoshi, cómo si estuviera interesada en él. Y aunque Nat tendría que saltar contra Osamu como lo había hecho con Satoshi, no lo hizo y siguió su camino sencillamente porque estaba de acuerdo con él.

Minami que era la mayor, ¿en serio qué no se daba cuenta en la situación en la que estaban? ¿Cómo podía tener tan poco juicio y preocuparse por asuntos como el romance?

Estaba tan metida en sus pensamientos que no escuchó la impresión que compartían Misato y Kazumi de que ella fuese tan popular entre los chicos.

-Aunque dudo que ese sea el chico que rompa la coraza que envuelve a Natsumisan -objetó Misato.

-Bueno, no deberíamos ser tan prejuiciosas. Si él ha hecho esa promesa será porque le interesa Natsumisan de verdad, a lo mejor no es lo que aparenta y en el fondo es una buena persona.

-Así se habla Kazumihan -apoyó su Motimon satisfecho de la personalidad tan comprensiva y considerada de su compañera.

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Pero había tenido que retractarse de sus palabras cuando se había presentado ante él. Lo primero que había hecho era criticar el vestido que su madre le había regalado por su cumpleaños y que era uno de sus favoritos. Luego lo poco femenina que se veía llevando la mochila con su portátil. Y para rematar, que él no trataba con gente más joven que él porque bajaban su coeficiente intelectual. Por supuesto, eso último se lo había dicho sin que el resto de sus amigos la escuchasen.

Ella junto a Aki eran los más pequeños del grupo, con la diferencia de un año con Misato y Osamu que les seguían en orden de edad. El colmo había sido cuando se había enterado de que entre Satoshi y ella solo habían unos meses escasos. Pero él, con toda su caradura le había dicho semejante insulto cuando prácticamente tenían la misma edad y sin saber que dentro de aquel grupo, ella era una de las más inteligentes. Y cuando se lo había echado en cara, él se había reído como si le hubiesen contado un chiste muy bueno.

-Y por favor, podrías alejarte un poco de mí. No quiero que se me ensucie mi polo de seis mil dólares.

De verdad que no podía aguantar a un niño tan pijo y pedante.

Ese era uno de los problemas que tenían que lidiar dos del grupo de los hijos de elegidos y que lo habían llevado al trato personal.

Otro de los problemas a los que tenían que lidiar era el constante enfrentamiento entre Toji y Musuko.

Ante la presencia de un nuevo rival en el amor, ambos habían pensado lo mismo. Para impresionar a Natsumi, debían tomar el liderazgo del grupo y mostrar su valentía y autocontrol de la situación. Es decir, ser considerados dignos de confianza. Pero ambos eran de carácter similar y sus decisiones se contradecían o querían contradecirse para no darse la razón y tener una razón para humillar a su rival. También habían buscado puntos para impresionarla al querer cargar al más pequeño del grupo y objetivo de atención de Natsumi, su hermano Aki. Pero una vez más, se habían peleado por querer cargar al más pequeño, haciendo que la confianza para que cargasen a su querido tesoro se fuera por un pozo sin fondo, y que al final se turnasen Isaki y Takeshi para llevarlo.

Al final, por culpa de las acciones y decisiones de Musuko y Toji habían estado dando vueltas sin sentido y no habían podido encontrar a algún digimon o punto conocido.

Había otro grupo que también tenía sus problemas y que como Satoshi y Kazumi lo llevaban al nivel personal. Esos eran los hermanos Ichijouji.

A cada paso, a cada minuto que pasaba, a cada palabra o gesto de Minami, el desprecio que sentía Osamu por ella se iba incrementando. Minami se había dado cuenta tras haber escuchado el murmullo de su hermano tras haber quedado embobada con Satoshi. Y aunque era una expresión extraña, de la que todos tendrían que estar alerta y preocuparse, su hermano actuaba convincentemente hacia los demás. Por lo que cuando comunicaba que su hermano estaba muy raro, él solo se mostraba como siempre y extrañado de que dijera aquellas extrañas palabras, dejándola como una tonta. Había decretado que lo mejor era callarse y acoplarse entre Misato y Kazumi.

Minami observó en que Shin hacía lo mismo al mezclarse con Isaki y Takeshi, para estar lo más lejos posible de su hermano pequeño.

Con toda esa carga y tensión que sentían, todos habían quedado agotados del largo día y del zapateo al que no estaban acostumbrados, donde nadie se acordaba que habían pasado horas sin probar bocado. Solo Natsumi se había acordado de ello, pero lo había hecho por su hermano pequeño.

Durante las largas horas que habían estado caminando, Natsumi se había quedado extrañada de que Aki no hubiese dicho nada en todo el camino y estuviera con la mirada gacha en todo momento. En numerosas ocasiones le había preguntado si estaba bien o si le pasaba algo, a lo que él contestaba con simples monosílabos. No convencida, Nat había buscado en su Tsunomon alguna razón, a lo que el propio digimon solo podía responder que había empezado actuar así, tras la explicación que su tío Takeru le había dado sobre la muerte. Nat no dijo nada en respuesta. Solo dejó que su primo Takeshi lo cargase, mientras ella junto a Pyokomon quedaban rezagadas, recordando cómo la muerte de su padre estaba tan reciente que al haberse visto teletransportada a ese mundo, había priorizado la protección de Aki a la angustia por haber perdido a su padre.

Estando atrasada y sin que nadie la viese, pudo permitirse el derramar lágrimas y apenarse por ello. Pyokomon la había visto, se le notaba en cómo la miraba preocupada. Aún así, había tenido la consideración de no decir nada y haber caminado a su lado en silencio.

Encontrándose algo mejor, Nat observó a su hermano quién no se quejaba del hambre ni de nada. Estaba cabizbajo, apenado, mirando a su Tsunomon como si fuera lo más interesante. Él también lo miraba con esos ojos tristes y preocupados que se notaba la impotencia que cargaba. Su inexperiencia hacía que no pudiesen ayudarle y hacer que el viejo Aki inocente y alegre volviesen. Eso le correspondía a ella, por eso, debía ocuparse de que todas sus necesidades estuviesen satisfechas y dejar a un lado su angustia personal.

Había sido Isaki junto a Nyaromon que se habían encargado de buscar algo que llevarse a la boca para que pudieran alimentarse. Habían encontrado frutos y algunos peces que la digimon había cazado gracias a su habilidad entrenada por Patamon y Tailmon.

Después de haber llenado el estómago, se decretó que debían turnarse para hacer guardia por la noche. Los libros que Isaki había leído de su padre sobre sus aventuras, le había enseñado que ante esa situación debían estar alertas por si acaso.

-Yo no pienso hacer guardia -denegó Satoshi de inmediato-. Ya me parece absurdo dormir al raso, que al menos quiero dormir mis ocho horas más dos por la incomodidad.

Antes de que alguien pudiese hacer un comentario por su actitud, Isaki habló accediendo a sus condiciones y a preguntar quiénes querían hacer guardia.

Ni que hablar de que Toji y Musuko fueron los primeros en estirar su mano energéticamente. Los dos no dudaban en aprovechar cada ocasión que se les presentaba con tal de impresionar su fortaleza y valor ante Natsumi. Takeshi y Osamu también estiraron su mano y sorprendentemente también lo hizo Shin. Shin que siempre carecía de autoestima y se rendía a la mínima, se ofrecía voluntario para estar alerta por si aparecía un peligro. Isaki sonrió ante el cambio que quería dar su amigo, aunque algo le decía que seguro que lo hacía para quedar bien ante su prima como Toji y Musuko.

Entre los voluntarios también se destacó a las chicas menos a Minami, que al ver que ellas también se ofrecían voluntarias, para no en evidencia, se ofreció ella también, pese a la inseguridad que sentía de no ser una buena vigilante y dar un paso en falso que pusiera a sus amigos en peligro.

-Parece que todos menos Aki y Satoshikun quieren ser voluntarios -dijo Takeshi con una sonrisa.

Si Aki no se había presentado voluntario era porque no había estado pendiente de la conversación. Pero al oír su nombre y viendo cómo todos estaban con la mano estirada, menos el recién llegado, él, por inercia, la levantó también sorprendiendo a su hermana.

-No, Aki, tú eres muy pequeño y debes descansar -objetó Nat con decisión.

-No estoy cansado -y era verdad. No tenía sueño ni ganas de dormir. Y aunque no sabía de qué se trataba, no quería ser el consentido y que le dejasen de lado en la toma de decisiones.

-Creo que las chicas también deberían descansar -un comentario de Toji donde por primera vez, Musuko estaba de acuerdo.

-Tiene razón. No es conveniente que ellas hagan guardia.

Koromon y Chibimon que tenían la cabeza más sentada que sus amigos solo podían menear la cabeza.

-Para una vez que se ponen de acuerdo… -empezó Koromon.

-…Y lo estropean -finalizó Chibimon.

Tanto Toji como Musuko observaron a sus digimon sin entender cómo sus palabras habían sido malinterpretadas y todas las chicas los acusaron de machistas y de lo capaces que eran. Toji y Musuko habían tratado de arreglarlo, pero no podían dar ninguna excusa ya que eso evidenciarían sus verdaderas intenciones y eso les haría quedar peor.

Ante el nuevo revuelo, Isaki volvió a calmar la tempestad, alegando que las chicas también harían guardia. Así no estarían tan desvelados al día siguiente.

-Como somos diez, sin contar a los digimon, haremos cambio de guardia cada cuarenta y cinco minutos como mucho -Aki puso cara de extraño. Contando a todos, hizo sus propias matemáticas con sus deditos, donde aún tenía que usar el viejo método para hacer sus sumas y restas, pero las cuentas no le salían. Miró a su primo como si en él buscase la respuesta al problema matemático que tenía-. Lo siento Aki, pero Nat tiene razón. Aún eres muy pequeño para desempeñar esta tarea.

-Pero… Tengo la misma edad que Kazumisan… -protestando con cierta inseguridad-. Y ella también…

-Pero ella está a punto de cumplir los nueve años -interrumpió Nat, esperando que esa excusa fuera suficiente para convencer a su hermano. Y así había sido, ya que Aki dejó de seguir quejándose.

Sin poner más objeciones y tras disponer el orden de vigilancia, todos los elegidos se durmieron o intentaron dormir.

Puede que la frase de Satoshi en dormir en una cama calentita fuera exagerada, pero muchos en aquella situación, no podían estar más de acuerdo en que lo mejor era dormir en una cama cómoda que en la fría piedra donde era imposible pegar ojo.

Aquella noche, su primera noche, no había sucedido nada en especial. Aún así, el dormir en un lugar al raso y abrigados con el calor corporal de sus digimon, hizo que muchos no pudieran dormir como hubiesen querido.

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Todo lo contrario les pasaba a los elegidos adultos.

Ellos habían vivido de niños, durante mucho tiempo, aventuras que los habían obligado a dormir en lugares incómodos, que ese hábito no se había perdido en su vida adulta.

Habían perdido la cantidad de días que llevaban encerrados, que incluso Taichi se había quedado dormido con la cabeza hundida entre sus piernas. Agumon había buscado la comodidad de su espalda para descansar. Por eso, cuando Gomamon había dicho el nombre de Piyomon con un tono preocupado, Taichi había abandonado su corto sueño para moverse de golpe y hacer que Agumon se estampase contra el suelo teniendo un doloroso despertar.

El tono de cómo Gomamon llamaba a su amiga digital hizo que todos vieran en la dirección donde estaba el ave digital.

Sora seguía con los ojos cerrados. Sin embargo, había algo en sus ojos que alarmaba a Jou y a Taichi. De sus ojos cerrados salían lágrimas. Como si en sueños estuviera sufriendo la muerte de alguien.

El resto de sus amigos no había visto eso, sino cómo Piyomon había empezado a jadear y un haz de luz parpadeaba a su alrededor.

Tras murmurar débilmente y con angustia el nombre de Sora, Piyomon cerró los ojos, la luz la envolvió por completo, achicándose hasta convertirse en un digihuevo.