DEDICADO A FOGADRAMON POR SU CUMPLEAÑOS
FELIZ CUMPLEAÑOS GUAPA!
MARAÑA · Amor congelado, amor ardiente
1ª PARTE - Origen
La presentación de Takeshi había dejado a todos sin palabras pero con un montón de interrogantes.
¿Hermana de Yuuta, Natsumi y Akito?
¿Cómo que hermana?
¿Primogénita de Yamato y Sora?
¿Cómo que hija?
¿Cuándo?
¿Dónde?
De no ser porque la joven lucía casi igual a Natsumi y que los genes paternos imperaban sobre ella, tacharían de loco a Takeshi.
Es que era imposible.
O eso era lo que pensaban aquellos que desconocían de ese gran dato hasta el momento. Porque los que sí la conocían, habían asomado un rostro de resignación sobre Takeshi, mientras que Isaki le había llamado la atención a su hermano pequeño por haber desvelado la verdadera identidad de su prima.
-¿Qué pasa? -preguntó él sin entender-. Si ella está aquí con todos nosotros, es porque ya no debemos seguir guardando el secreto.
¿Guardar el secreto?
Más confusión para los que no sabían quién era.
Además, ¿qué significaba eso de que se llamaba Minamoto Uta en otra dimensión y que su verdadera identidad era la de Ishida Aine?
¿Qué quería decir todo eso?
Nadie entendía nada.
Todos estaban tan desconcertados, que cuando Aine había afirmado el comentario de Takeshi, más dudas empezaron a asaltar a los que no la conocían.
¿Cómo es que solo unos cuántos la conocían?
¿Por qué no vivía con su familia?
¿Por qué tenía dos nombres distintos?
¿Qué era eso de en otra dimensión?
En medio de tantas teorías y tantas dudas, Musuko acabó soltando como explicación a semejante revelación.
-¡Ya entiendo! ¡Yamatosan y Sorasan debieron haber hecho lo mismo que mi padre con Daichi, y la entregaron en adopción para evitar problemas con Yuutasan y los demás! ¿Verdad que fue por eso? -dirigiéndose a Ishida y Takeshi.
Todos lo observaron con cara rara. Y ni que hablar de Aine, que adoptó una mirada feroz que fulminó al niño. Era como si aquel comentario la hubiera insultado. El niño se estremeció de miedo, mientras que Veidramon meneaba la cabeza por el poco tacto que tenía.
-Cómo era de esperarse, de tal palo tal astilla -acabó murmurando Aine con cierta burla, como si hubiera heredado el desprecio que sentía Yamato hacia los Motomiya. Pero al observar al niño, se fijó en que había un niño idéntico a él, aunque sólo en apariencia. Pues aquel doble parecía ser más tímido e introvertido. Con cierto recelo, se dirigió a su primo Isaki-. Isaki, ¿cómo es que no se me ha avisado de que Daisukesan había tenido otro hijo?
-Bueno… Es que es una historia algo larga… -se excusó el niño con una sonrisa nerviosa.
-Cuéntame la versión abreviada.
Mientras Isaki lo hacía, entre los que no la conocían, habían empezado a sospechar de que ella no fuera en realidad hija de Yamato y Sora, y por consecuencia, hermana de Yuuta y sus hermanos. De hecho, se empezaba a especular si no sería algún enemigo que les había lavado al resto el cerebro cómo había estado ocurriendo. Porque era demasiado extraño que la mitad la conociese y la otra mitad no.
Yuuta que había logrado levantarse con la ayuda de Momoko y de Ralmon, se había acercado al grupo. Viendo el recelo recreado, había estado a punto de protestar que no había error alguno y que ella era su hermana (incluso a explicar la razón de haberse visto oculta), pero Aine que los había estado escuchando se había acercado hasta ellos. Asomó una sonrisa misteriosa que los atemorizó y agregó.
-Así que dudáis de mi identidad, ¿eh? -diciéndolo con aquel tono, hizo que más de uno se asustara más de lo debido y a imaginar en que iban a pasar por algún otro suceso terrible-. En ese caso… ¡Tsubasamon! -dirigiéndose a su digimon que se había mantenido al margen.
Los niños que sopesaban que era una impostora lava cerebros, se asustaron cuando la digimon había empezado de repente a brillar. Sin embargo, para su sorpresa, la apariencia de Tsubasamon había empezado a menguar de tamaño hasta acabar siendo de la misma estatura que la mayoría de sus digimon. Cuando la luz había dejado de brillar, todos se habían quedado boquiabiertos al ver lo que había quedado de aquel digimon.
Un Piyomon pero con otros colores. Su piel principal era de color azul ceniza, mientras que el color de los detalles de rosa pálido. Tenía los ojos de un hermoso verde turquesa y parecía ser un poco más pequeña que la original como era el caso de Piomon.
Aine les animó a que registrasen sus datos, ya que los datos del dispositivo nunca mentían. Sobre todo cuando se trataba del digimon heredero del original.
Con cierta incertidumbre, al final Toji se decidió a hacerlo y ahí pudo ver los datos de la digimon. La digimon se había acercado a Zabumon y a Tsunomon saludándolos como si no se hubieran visto en mucho tiempo.
Aiyomon, nivel seichouki de tipo pájaro y atributo vacuna.
-¿Seguís pensando ahora que soy una impostora? -les preguntó a los niños sin abandonar esa sonrisa de misterio.
Los niños se habían quedado sin habla ante aquella prueba. Su digimon no podía ser una impostora porque se trataba de un nuevo digimon. Un digimon que su dispositivo registraba sin problemas.
-Pero entonces, ¿por qué no sabíamos de ti? -preguntaba Momoko sin comprender y al borde de la desesperación- ¿Y por qué Sei niisan sí?
-La verdad, es que yo no debería saberlo. Pero, me enteré por accidente cuando mamá lo soltó en una conversación con papá -se excusó-. Y cómo su existencia debía ser un secreto, a papá le preocupaba que a mamá volviera a escapárselo el volver a mencionarla delante de los demás, así que le pidió que no hablasen de ella nunca más.
-¡¿Y qué hay de las hermanas Izumi?! -seguía ahora Satoshi sin entender porqué ellas lo sabían si no tenían vínculos tan profundos con los Ishida.
-Porque nosotras nos enteramos también por accidente -le contestó Kazumi de mala gana sin querer justificar el cómo había sucedido. Ni de broma le contaba que al mirar sin querer los emails de su padre, había descubierto un email extraño y casi escrito en clave. La curiosidad de Kazumi había querido ser saciada y a investigar con la ayuda de su hermana mayor, qué significaba aquello. Pero al ser todavía unas niñas, habían acabado por rendirse y preguntado a su padre directamente qué significaba aquel email tan extraño.
-¿Y por qué tú lo sabías y yo no? -preguntó ahora Toji desesperado a su hermana. Que fuese el único de la familia en que no le confiasen el secreto, era cómo si lo hubieran dejado de lado.
-Porque antes de que nacieras, papá, mamá y yo íbamos a la dimensión donde ella vivía a visitarla.
-Hasta que yo misma corté todas las visitas, incluidas las de mi familia -añadió Aine- Sólo mantuve contacto mediante email . No quería causar problemas, además, me encontraba perfectamente y podría defenderme.
-¿Defenderte? ¿De quién? -preguntó Misato con cierta curiosidad.
A diferencia de los que no sabían sobre Aine, Misato no se sentía molesta por el hecho de que no le confiasen algo tan importante.
El silencio que se formó en ese momento fue tan tenso, donde nadie sabía cómo contar algo tan delicado que había sucedido años atrás, y que supuestamente, nadie debería saberlo.
-Olvidemos ese asunto por el momento, y centrémonos en lo que está ocurriendo -declaraba la rubia mayor-. Ya he sido informada por Elpidamon de lo que está pasando.
-¿Elpidamon? ¿Conoces a Elpidamon? -preguntó Tsukaimon asombrado. Salió de la cabeza de Takeshi para dirigirse en vuelo hasta ella.
-Así es. Aunque nos conocimos en unas circunstancias que llegaron al malentendido y que por suerte, no corrió la sangre.
Todos se miraron confusos sin comprender muy bien qué quería decir con aquello. Algo que sólo Aine y Aiyomon sabían y que lo mejor era no contarlo.
.
-Vaya, vaya, parece que nos hemos dejado a uno -comentó una voz femenina a sus espaldas.
Elpidamon se giró dispuesto a combatir. No iba a perdonar al que había dañado a lo que más quería.
Ante el digimon ángel se encontraban Aine y su digimon Tsubasamon.
El desconocer quién eran ellas realmente y la expresión de Wizardmon, malentendiéndola, Elpidamon sólo pudo pensar en que ellas como el enemigo que iban detrás de Hinode, de Ryu y de sus pequeños digimon. Pues ya había visto en las memorias de Isaki y Takeshi, que existían también humanos que eran aliados de aquella amenaza desconocida (incluso para él) que peligraba tanto a su existencia como a la humana.
Sin perder el tiempo, se lanzó hacia la digimon, algo que Tsubasamon había imitado. Sus brazos habían chocado en un fuerte impacto que sacudió el lugar. El impacto había hecho que Aine usase uno de sus brazos sobre su cara a modo de protección, y cuando tuvo a su digimon de regreso a su lado, no tuvo la menor duda de que aquel digimon no iba a ser moco de pavo como el resto que había liquidado.
Elpidamon también regresó a su sitio de salida con la misma confusión que tenía pintada en el rostro de Tsubasamon. Pero entonces, escuchó la voz de advertencia de Wizardmon para que dejara de atacarlas. Acto seguido, procedió a explicarle que ellas habían derrotado a todos los digimon oscuros que habían aparecido.
Aine viendo cómo aquel digimon parecía estar hablando a la nada (Aine y Tsubasamon no veían al fantasma de Wizardmon), sólo pudo pensar que estaba loco. Pero aún así, su firmeza no flaqueó. Dispuesta a todo, le avisó a su digimon que digievolucionara a su mayor etapa para derrotarle.
-No puedo hacerlo, Aine -le contestó Tsubasamon sin abandonar su sorpresa-. Ese digimon tiene un aura similar al tuyo.
-¿Qué quieres decir con eso, Tsubasamon? -observando a Elpidamon, dónde ahora él la miraba con gran sorpresa.
Tras observarla de arriba abajo, Elpidamon cayó en la cuenta de que lo que tenía ante él era imposible, pero era cierto si no lo veía.
-Ya veo -murmuró él sin despegar su mirada de la chica-. Pelo rubio, ojos azules, fuerte carácter y confianza absoluta. No tengo duda alguna de que debes ser la hija de Yamato y Sora.
Que descubriera su identidad no era algo que le gustase a Aine. Ella, debido a lo que era, estaba acostumbrada a ir siempre un paso por delante de los demás. Que ese digimon descubriera quién era y no saber quién era él, era algo que no estaba dispuesta a soportar.
-Es una pena que no pueda hacer un análisis tan detallado de ti. Y como no me gusta andarme por las ramas, dime, ¿quién eres tú?
Una respuesta que Elpidamon no podía darle.
Todos habían creído que él, cuando era Kibou y Snowpoyomon había muerto. Una ley de vida natural. Aferrarse a algo que ya no era, era como dar esperanzas a la inmortalidad y no poder enfrentarse a la muerte cuando ésta se presentara.
Pero tras el choque que había tenido con Tsubasamon, la digimon tenía más pistas que pudiera aportarle a su compañera humana y a poder descubrir la identidad de Elpidamon.
-Tranquila, Aine. No es un enemigo. Además, ya te dije que su aura es como la tuya.
-¿Y qué quieres decir con eso? -preguntaba la chica molesta dónde seguía sin entender qué es lo que quería decir.
-Que pertenece a los Digielegidos legendarios.
La sorpresa se reflejó en los ojos de Aine y a observar al digimon con atención.
¡Era imposible!
Los Digielegidos legendarios eran cuatro con sus respectivos digimon.
El primogénito y el último hijo de los portadores de Esperanza y Luz.
Y el primogénito y el último hijo de los portadores de Amistad y Amor.
La primogénita de sus tíos Takeru y Hikari había muerto meses antes de que ella naciera. Y que fue la causa para que tuviera que nacer y vivir en otra dimensión humana distinta a la de origen de sus padres para que las fuerzas oscuras no la descubrieran y la matasen.
En cuanto a los últimos hijos, aquello no podía quedar en claro hasta que uno de sus portadores falleciera o, en caso de que su madre o su tía Hikari quedasen estériles.
Por lo tanto, eso sólo dejaba en claro, que hasta la fecha, los únicos digielegidos legendarios eran Kibou, Aki y ella misma.
-¿Es que acaso eres el digimon de Hinode? -preguntó Aine con el temor de que alguno de sus tíos hubiese fallecido a manos del enemigo.
-No. No lo soy -contestó Elpidamon con gran pesar.
Entonces, ¿quién era? Se preguntaba Aine sin entender.
¿Sería acaso entonces el digimon de Kibou?
Pero eso era imposible. Un compañero digimon acababa teniendo el mismo destino que el de un compañero humano cuando moría, el de la muerte.
Tras haber analizado al digimon con un análisis más escrutinio, pudo comprobar que no podía ser el digimon de su hermano Aki. De hecho, estaba claro que estaba relacionado con el digimon de Kibou o de Hinode. Era un digimon ángel muy parecido a los de la especie Angemon. Tenía tonalidades verdes muy bonitas.
Al analizarlo con detalle, pudo descubrir una forma muy peculiar y que nunca había visto. Una forma que parecía la fusión de los emblemas Esperanza y Luz.
Estaba claro que tenía alguna relación con sus tíos Takeru y Hikari. Y si no era el digimon de Hinode, entonces… ¿quién?
Cerró los ojos, para pensar con más calma.
Tenía muy claro que aquel digimon estaba relacionado de alguna forma con los herederos de sus tíos. Aquel digimon había negado ser el digimon de Hinode. Por lo tanto, solo podía optar porque fuera el digimon de Kibou. Pero Kibou había fallecido. Pero… Era un digimon ángel… Un ser milagroso…
Aine abrió los ojos de golpe.
-¡Snowpoyomon! ¡¿Eres Snowpoyomon?! -entonces, recordando las palabras de su digimon al reconocer su aura como suya, otra idea más increíble surcó en su mente-. No. No eres Snowpoyomon. Los digimon de los Digielegidos Legendarios no tienen el aura que los hacen especiales. Sólo los humanos… Kibou… ¡Tú eres Kibou!
-Kibou y Snowpoyomon murieron hace muchos años… -debido a su personalidad y condición como digimon ángel, Elpidamon era incapaz de decir una mentira.
-¡Pero tú eres Kibou! ¡De eso estoy segura!
-Pero Aine, ¿cómo va a ser Kibou si es un digimon?
-No lo sé, pero ese digimon es Kibou -aseguraba la chica con total convencimiento, donde nadie podía contradecirla.
En vista de que no habría forma de convencerla de lo contrario, Elpidamon le explicó que en parte era cierto. Le explicó como en realidad, era la fusión de Snowpoyomon y de Kibou. Un digimon nuevo que había renacido por alguna obra divina.
-Ni yo mismo sé cómo pudo ocurrir este milagro -mirando una de sus manos como si todavía buscase la respuesta ante semejante enigma que ni él podía comprender-. Pero, aunque en mi otra vida fuéramos Kibou y Snowpoyomon -cerró el puño y ahora su mirada se posó en la humana y su digimon, para agregar con total determinación-, ahora soy Elpidamon. Así que por favor, por el bien de mis padres y de mis hermanos, no les digas quién soy en realidad.
No hacía falta explicaciones para que Aine comprendiera lo que supondría que sus tíos descubrieran quién era realmente. Seguro que eso los alegraría, pero también sabían que si volvía a morir de la forma cruenta en la que lo había hecho, los destrozaría por completo. Ella había sido testigo de la depresión que había padecido su tío Takeru, y cómo se había necesitado de paciencia y de ayuda para que pudiera recobrar la alegría y la esperanza.
La chica le prometió guardar el secreto, tranquilizando a Elpidamon.
-En ese caso -decía el digimon ángel ahora serio por la situación en la que se enfrentaban-, creo que lo mejor será que me quede aquí para proteger a Hinode y a Ryu por si aparece otra oleada de digimon malignos. Tú deberías ir de inmediato para ayudar a tus hermanos y a los demás.
A sabiendas de cómo el flujo temporal corría de forma distinta al Mundo Nuevo, Elpidamon colocó una mano sobre la cabeza de Aine, para trasmitirle todos sus recuerdos y todo lo que sabía de forma inmediata. La chica al verlo, no tardó en tomar la decisión de tener que ir a ese mundo.
-Yo me quedaré aquí hasta que sea el turno de Isaki, Takeshi y sus digimon para luchar.
-De acuerdo. Te confío el cuidado de mi prima y los demás.
Antes de que la chica y su digimon partiesen, Elpidamon recordó algo importante y que por poco lo había dejado en el olvido. Algo extraño, reconocía el digimon.
-Una cosa más, tengo la extraña sensación de que algo raro está pasando con tu hermana. Aunque no sé muy bien el qué -se decía a sí mismo el digimon con gesto confuso. Además, tenía la extraña sensación de que se estaba olvidando de algo muy importante y de vital relevancia.
En ese momento, Elpidamon no sabía que la posesión que había estado teniendo Natsumi, había acabado por afectarle a él también, a sus memorias y a no recordar que Yamato y Gabumon todavía estaban vivos.
-Me ocuparé de ello. Tú avisa a mis abuelos y al resto de que me voy a ese mundo.
La confusión que había tenido el digimon, se convirtió en alerta al tener que hacer semejante petición. Tener que interactuar con sus abuelos, era algo muy duro, porque debía mantener las apariencias y no emocionarse.
-Lo siento, pero no puedo presentarme ante ellos -además, no quería que lo descubrieran.
-¡Me importa un pepino tu excusa! -delató la chica asomando su ruda personalidad heredada de su padre- ¡No estoy dispuesta a sumarles una desgracia más! ¡Ya tienen suficiente con todo lo que han pasado! ¡Así que les informarás para tranquilizarlos! -y acto seguido tocó su dispositivo, desapareciendo del lugar.
Wizardmon se había acercado a Elpidamon con rostro extraño e impresionado. Al no poder ser visto por la chica y su digimon, no podía hacer que Elpidamon se viera como un loco al hablarle a la nada. Por lo que ahora que estaban solos, podía preguntarle sobre aquella chica de tanto carácter.
-¿Quién es ella? -el digimon brujo había escuchado cosas que parecían indicar algo, pero sin ser muy contundentes. Necesitaba la confirmación por parte de su amigo.
-Es la primogénita de mis tíos Yamato y Sora -contestó el digimon con una pequeña sonrisa-. Se ve que ha conseguido salvarse de la desgracia que me afectó a mí. Aunque parece que tiene un carácter más fuerte que el de mi tío Yamato -sin poder evitarlo, soltó una pequeña risa.
.
El recordar lo que había pasado con Elpidamon, hizo que recordase lo que había dicho sobre su hermana. Fue entonces cuando se percató de su ausencia. Todos estaban tan entusiasmados con su presencia y su identidad, incluso su hermano pequeño Aki, que la abrazaba con tanta emoción y esperanza, que no había podido comprender aquel sentimiento hasta más tarde.
Observando cómo Piomon no estaba con Nat, y con lágrimas en sus ojos, hizo que Aine la buscara con la mirada.
Nat seguía apartada del resto a una distancia bastante considerable. Les daba la espalda, cómo si no le importara su presencia ni lo que el resto hacía.
Claramente, aquello era muy extraño.
-¡Yuuta! -llamando a su hermano con un tono lento pero cargado de advertencia.
El chico se alteró con algo de molestia, pensando en qué bicho le había picado ahora a su hermana para hablarle así de repente.
-¿Quieres explicarme qué es lo que le pasa a nuestra hermana?
La mención hacia Nat hizo que todos se pusieran serios y tensos y a no saber qué responderle. Al fijarse en ellos, Aine se fijó en cómo Piomon se deprimía profundamente y a volver a echarse a llorar en los brazos de su hermano digimon.
La respuesta de lo que le pasaba a Nat fue ofrecida por Aki. El niño con gesto de desesperación, le pidió que salvara a su hermana ya que estaba actuando de forma extraña, como si estuviera poseída.
-¿Poseída? -repetía Aine mirando la espalda de su hermana.
-Sí. Aunque antes fue peor. ¡Todo por culpa de Ichijouji! -replicó Yuuta acusando de nuevo a Minami.
La niña se estremeció de nuevo sin entender porqué achacaba el estado de Natsumi a ella. Incluso el resto de los niños no entendían porqué la culpaban a ella, si no tenía nada que ver. ¿Sería acaso que la posesión de Natsumi le habría afectado algo a Yuuta?
-Yuuta, ¿quieres dejar de actuar tan agresivamente contra las chicas? -le pidió Aine con voz dura, donde de seguir así, volvería a darle otro puñetazo.
La chica se fue dirigiendo hacia su hermana. A su lado, tuvo la compañía de sus primos dónde le preguntaban preocupados si podía hacer algo para ayudarla.
-No lo sé -contestó ella de forma inmediata y muy natural, como si no se sintiera preocupada por el estado de su hermana pequeña.
Esa sencilla respuesta dejó perplejos a los dos hermanos que se detuvieron para mirarla de forma rara.
Sin embargo, su prima mayor seguía caminando hacia donde se encontraba Nat. Un momento intrigante para todos. Muchos dudaban de que incluso ella pudiera hacer algo. Otros incluso confiaban en su poder como Digielegida Legendaria para poder salvar a la niña. Mientras que otros, se sentían desesperanzados y aceptando que Nat no tenía salvación. Aiyomon era la única que mantenía una expresión de mutismo. Observaba a su compañera humana con los brazos cruzados, rompiendo la expresión dulce que poseían los de la especie de Piyomon.
-Hola, Nat. Cuánto tiempo sin vernos -saludó Aine como si no hubiera pasado nada. Simplemente, quería averiguar su reacción.
-¡Déjame en paz! ¡¿Es que los otros no te han avisado que no quiero ver a nadie?!
-¡Vaya! -exclamó Aine fingiendo sorpresa- ¡Desde luego tienes mucho valor para hablarme de esa forma tan gallarda!
La niña soltó una mueca despectiva.
-Para llegar a actuar así, está claro que esto no ha surgido de la nada. ¡Yuuta! -aumentando el tono de su voz para que lo escuchara-, ¡¿acaso no has podido darte cuenta de algo tan obvio?!
El chico sólo pudo virar la cabeza medio molesto.
No podía justificarse ya que él, como todos, se habían envueltos en esa clase de posesión que tenía su hermana pequeña, al perder parte de sus recuerdos. Pero, aunque se lo dijera, a ella le daría igual. Por fortuna, Isaki, Earmon e incluso Aki intervinieron, justificando que hasta ellos se habían sentido extraños y a olvidar acontecimientos importantes relacionados con ella.
-Fue entonces, cuando ella empezó a actuar así, mientras que nosotros recuperamos los recuerdos en relación con ella -explicaba Earmon.
-Ya entiendo. Eso explica la confusión que tenía Elpidamon sobre sus propias palabras. ¡Qué interesante! ¡Parece que esto ha perjudicado al mismísimo Elpidamon! -comentaba ella con cierta emoción.
-¡¿Cómo qué interesante, hermana?! -exclamó Yuuta con furia de que ella actuara tan tranquila y despreocupada ante algo tan grave. Sanae y Zabumon le pidieron que se calmara, pero ahora mismo, Yuuta era un volcán en erupción- ¡¿Cómo puedes estar tan tranquila viendo cómo actúa nuestra hermana?! ¡¿No te das cuenta de que la situación no es nada divertida?! ¡Nat ha rechazado incluso a Aki y a Piomon! -viendo como Piomon no dejaba de llorar y Aki empezaba a perder la esperanza de que incluso el gran poder de su hermana pudieran ayudarla- ¡¿Sabes lo duro que está siendo para ellos?!
-¡Yuuta! ¡Cállate! -una simple palabra, una simple advertencia y eso fue suficiente para que el chico no tuviera el coraje de añadir nada más.
Aine se agachó para estar a la misma altura de su hermana.
-¡Nat! ¡Mírame!
-¡Qué me dejes en paz! ¡No quiero ver a nadie!
Viendo que a las buenas no funcionaba, la chica la obligó a que se girara para verla a los ojos. Nat no pudo hacer nada ante la fuerza de su hermana mayor. Aine había practicado diversas artes marciales desde muy pequeña. Todo para poder protegerse a sí misma, y que sus padres quedasen tranquilos de que ella no correría la misma suerte que Kibou.
La mirada que Nat le había ofrecido era fría. No había ninguna clase de sentimiento en ella y sus ojos carecían de alma.
-Nat -dijo ella con suavidad y colocó sus manos sobre sus hombros.
Aquel simple toque hizo que un aura negra y maligna saliera de su cuerpo. Aquel aura sorprendió a todos. Aki se apegó a su hermano asustado. Pero antes de que aquel aura pudiera hacer algo que les perjudicase, Aiyomon había actuado rápida y con su ataque había eliminado por completo aquel aura que había estado en el interior de Natsumi y que con el tiempo había ido creciendo hasta apoderarse por completo de su corazón.
Todos se fueron acercando hasta las dos rubias con diversos sentimientos en sus rostros. Cuando vieron a Nat se la encontraron como confusa, cómo si no recordara nada de lo que había sucedido. Tampoco entendía por qué su hermana mayor se encontraba allí frente a ella.
-¡Nat! ¡¿Estás bien?! -había preguntado primero Toji con el alivio pintado en su cara.
Nat al ver a Toji, se encontró con las expresiones emocionadas de su hermano pequeño y de Piomon. Incluso vio alegría en el rostro de muchos de los niños. Y entonces, como si un flash pasara por su cabeza, todo lo que había hecho estando poseída, apareció en su mente.
-Parece que ya ha pasado todo -dijo Aine con suma tranquilidad, levantándose.
-Pero, ¿no habías dicho que no estabas segura de poder salvarla? -preguntó Isaki sin comprender. Pues su prima con un simple gesto había salvado a Nat.
-No me gusta crear falsas esperanzas -decretó ella sin abandonar esa calma.
Isaki puso una mueca extraña. Sintió como Takeshi le murmuraba que no se esforzara en comprenderla, porque era algo que nadie podía conseguir. Además, al menos su prima Nat ya estaba bien y podían seguir hacia adelante sin preocuparse por nada.
Sin embargo, al verla, se encontraron, que por alguna razón, Nat se había ocultado tras su hermana mayor. Como si se sintiera avergonzada de verlos a la cara.
Aine también se percató de cómo su hermana pequeña la usaba como escudo. De hecho, veía como le cogía las ropas con tanta fuerza, pidiendo silenciosamente la súplica de que no la hiciera enfrentar a los demás.
-Nat, ¿qué te pasa? -preguntaba Yuuta preocupado por esa reacción.
-Quizás se sienta mal por cómo nos ha tratado -le dijo Sanae, donde conocía bastante bien a la niña, para saber que en el fondo era tan tímida, que le costaba enfrentarse a situaciones en las que ella era la responsable.
-¡No pasa nada, mujer! ¡Estabas poseída! Tú no tienes culpa alguna -decía Musuko en un intento de que no le tomara importancia a lo que le había dicho después de haberse declarado.
-El idiota éste tiene razón. Además, que tampoco hiciste cosas terribles como mi hermano o Daichikun -declaraba Minami también en su intento de animarla.
El que insultara por medio a Musuko, hizo que éste no pudiera quedarse callado y a tener que retarla, con Veidramon queriendo detenerle, lo mismo que Penguinmon con su compañera humana.
Piomon que tampoco no le tenía en cuenta lo que le había dicho, quiso acercarse a ella para brindarle ese apoyo que seguro necesitaba, pero Aine se lo impidió.
-¡Basta ya! ¡Dejadla en paz!
-Pero si no nos estamos metiendo con ella -alegaba Sei sin comprender porqué la mayor actuaba así.
-¡He dicho que la dejéis en paz! -ordenó ella mirando a todos con seriedad-. ¡¿Acaso creéis que con un pasa nada, se olvida de todo?! ¡Puede que sí para vosotros, pero no para ella! Deberías poneros en sus zapatos y tener un poco de consideración con sus sentimientos.
-Pero…
-Yo me ocuparé de ella -decretó mientras cogía a su hermana en brazos. La niña cuando sintió a su hermana mayor cargarla, la abrazó con tanta fuerza como si temiera que la volvieran a poseer. Tenía la cara escondida en su pecho, para no mirar a nadie. Se sentía tan avergonzada por todo lo que había dicho, que no sabía cómo pedir disculpas por haber sido tan fría. Sabía que no se lo tendrían en cuenta, pero para la parte implicada, nunca era nada fácil de asimilar-. Al primero que intervenga, lo mando volando de un puñetazo -amenazó la chica, para terror de los allí presentes. Pues ella no hablaba en farol. Habían visto con sus propios ojos cómo había hecho eso mismo con su propio hermano. Un chaval que podía presumir de ser bastante fuerte y que aquella chica se lo había quitado con un simple puñetazo como si tuviera el poder de Superwoman. Antes de abandonar el lugar para estar en un sitio más apartado con su hermana, dio una última advertencia-. Una cosa más, queda prohibido hablar o mencionar algo sobre este tema, hasta que Nat lo considere. Aiyomon quedas al cargo de que no lo hagan. Al primero que lo haga, te doy permiso para que le lances tu ataque más poderoso.
-Entendido -contestó la digimon, dónde parecía que no le sorprendía las locuras que se le ocurrían a su compañera.
Dejando el asunto zanjado y en las buenas manos de su digimon, Aine se alejó del sitio cargando a Nat. Ella seguía sin tener el valor de mirar a nadie a la cara. Algo que había dejado preocupados a más de uno, siendo Osamu el que más. Estaba claro que lo que le pasaba a ella era por culpa suya. Pero ahora, sí que no podía disculparse ante los demás por haber armado semejante jaleo. La hermana mayor de la chica, se lo había prohibido. Y no satisfecha con la advertencia, le había pedido a su digimon que vigilara de no tocar el tema.
.
Aine no se alejó mucho del lugar. Sólo lo suficiente para que pudieran tener la privacidad deseada y que nadie pudiera escucharlos. Se notaba que su hermanita estaba tan afectada que la escuchaba gemir, como si quisiera controlar el llanto. Un llanto que a veces era necesario.
Tras haberse sentado para estar más cómodas, Aine le habló con suavidad.
-Tranquila. Nadie dirá nada si quieres desahogarte.
Pero Nat parecía luchar contra ese sentimiento desgarrador. Era cómo si se negase a sí misma a llorar, incluso frente a su hermana.
-Para que estés así, está claro que no es por vergüenza por cómo les has tratado. Ha habido algo más, ¿verdad?
Una respuesta que la niña no quiso dar.
-Entiendo -contestó ella con calma-. En ese caso, duerme un rato. Necesitas descansar -algo que en semejante situación sería imposible, de no ser porque Aine alzó su mano. Aquella mano brilló con una luz suave, una luz que cayó sobre su hermana pequeña. En un acto mágico, provocado por aquella luz, la niña quedó dormida profundamente al instante-. Duerme, hermanita. Yo cuidaré tu sueño -dedicándole una sonrisa dulce, donde el gen materno se hizo presente sobre los imponentes genes paternos.
Minutos más tarde, se escuchó una voz sobre los cielos. Una voz inconfundible para algunos por el pánico que eso les provocaba.
-"Queridos niños y digimon. Os doy la enhorabuena por haber superados las dos pruebas de hoy. Pero no os emocionéis porque los adversarios que os enfrentaréis más adelante, no serán tan débiles cómo los que habéis tenido."
Aquella voz femenina que resonaba desde los cielos, llegaba también hasta el lugar donde Taichi y los demás estaban encerrados. Ellos estaban atravesando la pérdida de memoria de Sora, rezando para que se tratara de algún tipo de poder y no del shock por la pérdida de Yamato.
La voz de aquella mujer hablando con toda seguridad y confianza, donde se divertía de los logros de sus hijos, no le transmitía buenas vibras.
-"Pero no os preocupéis porque aún podéis contar con dos oportunidades de suerte más -seguía hablando Yggdrassyll-. Debido al lento de Aufrichtigmon, los combates se prorrogarán hasta mañana. Mañana a primera hora, se librarán las dos últimas batallas con los vasallos más débiles que nos quedan. Que la heredera del Amor se vaya preparando porque ella será la primera en combatir."
El saber por el propio enemigo quién sería la siguiente, los hizo estremecer. Aquella voz hablaba con una seguridad, donde ya no le importaba clamar a los cuatro vientos quién sería el siguiente. Casi todos observaron a las dos Ishida con ligera preocupación. No podía ver bien a Nat, pero Aine había mirado al cielo con cierta furia. Ellas serían las siguientes, y Yuuta se sentía aliviado de que su hermana mayor llegase en el momento más oportuno.
La voz se alejó como un eco quedando la risa maliciosa de aquel ente, y que Izumi, horas atrás, había asumido que era la misma que Oroguram. Izumi que había puesto su atención en su voz, buscó con la mirada al resto de sus amigos, para saber si se habían percatado de que se trataba de la misma o no. Sin embargo, todos estaban más preocupados en saber quién sería la siguiente en combatir que en la voz de aquel ente femenino tan similar a la de Oroguram (a opinión de Izumi).
-Así que ellas serán las siguientes -proclamaba Toji todavía preocupado por Nat.
-Seguro que les irá bien -le dijo Fireagumon para tratar de animar a su amigo. No sabía muy bien qué rumbo habría terminado con su declaración, pero a juzgar por lo que había visto, estaba claro que algo malo tuvo que haber pasado. O eso, o su declaración tuvo que haber quedado a medias.
-Es verdad. Además contamos con Aiyomon -comentaba Punimon esperanzado mirando a su hermana digimon. Ella no se encontraba integrada con el grupo, sino que se aseguraba de vigilar que no dijeran nada sobre el tema, tal y cómo le había pedido su compañera humana.
-Menos mal que mi hermana está aquí, sino… -comentaba Yuuta sin querer pensar en lo que pasaría si Aine no hubiera llegado. Sanae viéndolo, le pasó un brazo para que se tranquilizara. Pero todavía se encontraba en tensión y enfurecido de que todo sucediera por culpa de la Ichijouji-. ¡Todo por culpa tuya! -volvía acusar a Minami.
-¡¿Yo?! ¡Pero si yo no he hecho nada! -protestaba Minami aterrorizada y sin comprender porqué la había tomado con ella.
-Tiene razón. ¿Por qué acusas a Minamisan sin fundamento? -defendía Penguinmon que estaba harto de que le metiera ese miedo cuando ella no había hecho nada.
-¡Porque por su culpa mi hermana cayó en esa posesión!
¡Falso! Clamaron muchos para sí mismo.
Yuuta tenía una falsa información sobre los hechos. No había sido Minami la causante de aquello, sino…
Antes de que el mismo Osamu intercediera por su hermana y a explicar lo ocurrido, Aiyomon lanzó un ataque contra el centro a modo de advertencia.
-Si seguís hablando del tema, la próxima vez, daré a los que hablen del tema, incluido a ti, Yuuta.
Obligados a dejar el tema sin poder aclararse, los implicados tuvieron que morderse la lengua. Algunos disgustados en no poder aclarar la situación, y Yuuta sin poder desfogarse contra la implicada que había ocasionado la posesión en su hermana pequeña. Isaki y Takeshi también se encontraban confusos de porqué Yuuta la tomaban contra la niña y no contra Osamu, sin percatarse de que al haber mencionado a Ichijouji, se podría referir a cualquiera de los dos hermanos.
-Perdonad… -intervino Daichi con voz insegura. Era la primera vez en su vida que iniciaba una conversación delante de tanta gente-. Sé que todavía no os conozco bien, y no debería hacer esta pregunta, pero… ¿Por qué la existencia de Ainesan fue un secreto para todos?
-¡Es cierto! -protestó ahora Aruraumon-. Según algunos aquí se enteraron por accidente, pero nuestros padres lo sabían. Así que, ¿por qué se nos ocultó su existencia?
-¿Y qué quiere decir que estuvo en otra dimensión? ¿Y por qué tiene otro nombre en esa otra dimensión? -preguntó ahora Misato como si la curiosidad de su mejor amiga la poseyera.
-¡Es verdad! ¡No les hemos aclarado nada! -recordó Takeshi, más que nada, porque Misato se encontraba en el grupo de los ignorantes.
-De eso sí que podemos hablar, ¿no? -le preguntó Tsukaimon a Aiyomon con cierto recelo-. Porque sino, menudo muermazo.
Aiyomon asintió sin darle mucha importancia a la personalidad de su colega digimon.
-Entonces, si debemos hablar de ella, primero tendríamos que hablar de Kibou -comentó Isaki con voz apesadumbrada.
-Déjalo, Isaki -le cortó Yuuta, a sabiendas de lo duro que debía ser para su primo hablar de su hermana difunta-. Ya me encargo yo de contarles toda la historia.
El moreno se lo agradeció infinitamente. Hablar de su hermana Kibou era un sabor muy amargo. Si a Takeshi le inspiraba furia, a él, le infundía lástima y frustración. Tuvo a Earmon a su lado, como consuelo para que pudiera sentirse apoyado.
-Bueno… -comenzó Yuuta. Su hermano pequeño estaba apoyado sobre su rodilla, pero en el momento en que iba a empezar la historia, asomó un rostro de profunda tristeza. Yuuta al verlo, le acarició suavemente su cabello pelirrojo-. Supongo que la mayoría lo desconoce, pero otros, saben perfectamente la historia. Siento si voy a repetirme sobre algo que casi todos conocen, pero es apropiado para contar adecuadamente la historia sobre mi hermana Aine.
"Hace unos veinte años, mis tíos Takeru y Hikari tuvieron una hija llamada Kibou. Un nombre que indicaba la esperanza en sus vidas, ya que había nacido en un momento muy complicado para ellos. Desconozco los detalles sobre el asunto, así que no merece la pena pararme a hablar sobre ello.
Kibou fue la primera de nuestra generación en nacer y Snowpoyomon, su digimon, el primer digimon de un hijo de los elegidos. Sin embargo, en ese tiempo, ni mis padres ni nadie, supo de un dato muy relevante y que de haberlo sabido antes, seguramente, Kibou y Snowpoyomon seguirían vivas.
Ese dato se descubrió cuando Kibou y Snowpoyomon fueron asesinadas. Kibou sólo tenía tres años cuando la asesinaron. Su muerte fue horrible y ocasionada por dos digimon oscuros, y antiguos enemigos de nuestros padres. Es lógico pensar que aquello había afectado a mis tíos de forma tan profunda que de no ser por el apoyo profesional y el de sus amigos, dudo que podrían seguir hacia adelante.
Lo peor de todo, es que la muerte de Kibou no había sido ocasionada como venganza o porque querían usarla para algún plan maquiavélico. Fue días después, cuando mis padres y los demás, se habían enterado de ese dato relevante que he mencionado antes. Un dato en forma de profecía que indicada que:
El primogénito y el último hijo de los portadores de Esperanza y Luz y el primogénito y último hijo de los portadores Amistad y Amor, serán dotados con una especie de poder sobrenatural y un digimon tan poderoso que las fuerzas oscuras temerán y se obligarán a inclinarse ante su poder, sino quieren ver su muerte.
Algo real, ya que se dice que cuando mi prima nació, una fuerte luz envolvió momentáneamente el mundo humano y el mundo digimon. Pero en aquel entonces, nadie le había tomado importancia. Además, era la hija de la portadora de la Luz. Era lógico pensar que se debía a que había heredado la luz de su madre.
Mis padres y los demás al enterarse de aquella profecía, empezaron a temer. Sobre todo mis padres, porque si tuvieran un hijo, ese niño estaría condenado a ser especial y al mismo tiempo, a convertirse en la amenaza para las fuerzas oscuras.
Sólo había una manera para romper ese derecho en los primogénitos. Y era que otra pareja, de portadores de emblemas, tuvieron un hijo. Sólo así, podrían romper que el primogénito de mis padres no fuese especial.
Sin embargo, para cuando se enteraron de aquella profecía, mi madre ya estaba embaraza de Aine.
Entonces, mis padres tuvieron que enfrentarse a una gran polémica.
Deshacerse del bebé o no poder vivir nunca en paz con el miedo de que su hijo acabase como Kibou.
Atravesando todavía la muerte de mi prima, con mis tíos en un estado depresivo, no me quiero imaginar lo duro que debió haber sido para ellos, hasta encontrar la solución al problema…
.
VERANO DEL 2010
El día del funeral de Kibou no podía ser más propicio, a pesar de la estación veranera. Era como si el cielo llorase también por ellos.
Yamato regresaba con gran pesadez a su casa. La nueva casa a diferencia de la pequeña en la que había estado hace unos meses, era mucho más espaciosa y moderna. Y lo mejor de todo, cerca de la universidad, pero lejos de Odaiba. Para ocasiones como esa, vivir lejos de su familia no era nada práctico. Pero cuando sus padres habían llegado con intenciones de hacerse cargo de Takeru y de su familia, y en compensación, ayudarles económicamente a Sora y a él para que pudieran seguir estudiando sus carreras sin ningún problema, no podrían imaginar que las cosas acabarían de esa manera.
De hecho, durante el funeral, Yamato había tomado la decisión de regresar con Sora y los digimon a Odaiba. Sobre todo, con su hermano en aquel estado. No podía dejarlo solo. Estaba seguro de que Sora no tendría ningún problema en regresar a Odaiba. Incluso, de no ser por su fatiga que le había impedido asistir al funeral de Kibou, se lo habría propuesto.
Después de haber anunciado que había regresado a casa, y mientras se descalzaba, Gabumon había sido el primero en recibirle. El digimon le preguntó por educación qué tal estaba. Pero con el funeral de Kibou y con aquella lluvia que le había empapado por completo, era fácil de averiguar la respuesta.
-Prepara tus cosas, Gabumon. En cuanto Sora se encuentre bien, volveremos a Odaiba.
El digimon solo asintió, como si se lo estuviera imaginando.
-¿Cómo se encuentra, Sora? -le preguntó a continuación, sacándose la chaqueta negra y desanudándose el nudo de la corbata, mientras se dirigía al cuarto de la colada.
Su ropa estaba completamente empapada y su cuerpo frío, por lo que mientras Gabumon le contaba el estado de su mujer, Yamato se fue quitando la camisa y los calcetines.
-Creo que no muy bien -aseguraba el digimon con algo de duda-. Ha estado en cama todo el día, y las comidas que les preparamos Piyomon y yo, las vomita.
Tras haber quedado desnudo de cintura para arriba, para poner la ropa en la lavadora, Yamato le miró con preocupación. Olvidándose de que estaba medio desnudo, descalzo y con el cuerpo frío, Yamato corrió hacia la habitación que ambos compartían para ver por él mismo el estado de su mujer.
Desde la entrada, pudo ver cómo Sora estaba todavía en cama, despierta pero dando bocanadas de aire. Piyomon se encontraba a su lado, con su mano cogida, mientras la llamaba preocupada de que su amiga estuviera tan enferma.
-Sora -murmuró Yamato acercándose a su lado- ¡Ey! ¿Qué pasa? -colocándose al otro lado de la cama, para abrazarla.
-No lo sé… Me encuentro tan cansada… Creo que he debido coger una gripe de verano…
Yamato colocó su mano sobre su frente, observando como estaba algo caliente. Le pidió a Piyomon que preparara un bol con agua fría y un paño.
-Siento causar estas molestias… -murmuraba ella cuando Piyomon se hubo ido.
-¿Qué molestias? No digas tonterías.
-Hoy era el funeral de Kibouchan… Incluso Mimichan me ha llamado extrañado de que no asistiera… Después de todo, yo soy su tía… Debería haber estado para apoyar a Takeru…
-¡Sora, estás enferma! Era una locura el presentarte en ese estado. Sobre todo, cuando estás vomitando la comida -observó cómo Sora miraba hacia abajo con ligera culpa-. Lo mejor será que mañana vayamos al médico. No quiero apurar las cosas, pero tenemos que volver a Odaiba cuanto antes.
-Lo sé… Ya le he pedido a Piyomon que pidieran cita… Seguro que es alguna gripe o algún virus que pillé… Quizás sea mejor que te apartes -mirándolo con una sonrisa triste. Estaba medio desnudo y frío, y sin embargo, aquel frescor era como un bálsamo para ella. Pero si seguía aprovechándose de aquel frescor, su marido sería el siguiente en estar encamado. Y Takeru lo necesitaba-, no vaya a ser que te contagie…
-Para nada. Tú necesitas frío y yo necesito calor -arrimándola contra él, para que pudiera aprovecharse de su frío-. Además, si no tengo una constitución fuerte y me resfrío por nada, no creo que me admitan en el cuerpo espacial.
-Nosotros tenemos suerte porque podemos cumplir nuestros sueños… Pero, destrozaron los de Kibouchan -empezando a sollozar- ¡¿Por qué?! ¡Si sólo era una niña dulce e inocente…! ¡¿Por qué tuvo que morir…?! -abandonándose a aquel abrazo que él le tendía. Además, lo necesitaba para poder desahogarse por la tragedia vivida.
Yamato la atrajo más contra sí, acunándola y darle esa protección que ella necesitaba y que seguro se había estado aguantando.
Piyomon se encontraba en la puerta con lo que Yamato le había pedido. Pero viendo aquella escena, la digimon se sintió incapaz de interrumpirles. Además, le apenaba el hecho de que Sora no contase con ella para que se desahogara. A cada día que pasaba, más era necesaria la figura de Yamato que la suya propia. Vio cómo Gabumon la observaba de una manera extraña, y tras un profundo suspiro, se acercó a ella y le pidió que se alejaran para dejarles solos. Además, quería hablar de un tema muy importante para ella.
-¿Qué pasa? -le preguntó la digimon.
-Quería dejar algo en claro y contar con tu colaboración para ello.
Piyomon se sentía extraña por esa petición, pero cuando él se lo contó, una sensación de rabia y de tristeza, empezó a consumirla.
-El hecho de que hayan secuestrado a Snowpoyomon y a Kibou, creo que en cierta forma es como una advertencia para nosotros. Nosotros somos digimon, con el don de ser compañeros de un humano y no poder tener una vida personal y propia. Bajar la guardia y disfrutar de una vida humana, como hicieron Patamon y Tailmon, fue lo que desencadenó todo esto. Lo que quiero decir, es que debemos mantenernos alertas y enfocarnos en nuestro deber cómo compañeros digimon y nada más. Si estamos los dos juntos en esto, creo que podemos hacer que la vida de Yamato, de Sora y de los hijos que tengan, sea mucho más tranquila y pacífica. Después de todo, nosotros vivimos solo para ellos, no para ser amigos o algo más.
Con aquella declaración, Gabumon le estaba dejando en claro que todo sentimiento que pudiese albergar el uno por el otro, tendría que ser suprimido y sólo mirar por sus compañeros humanos y sus descendientes. Nada que fuera relacionado con ellos mismos. Algo que a Piyomon le dolía. Pues en el tiempo que estaban pasando juntos, la digimon había empezado a sentir algo por Gabumon. Él era su apoyo cuando Sora estaba pensando sólo en Yamato. Era su amigo. El ser que la animaba a que no se deprimiera. El ser con el que le gustaría tener una relación como había tenido Tailmon.
Pero…
Aunque le doliera, él tenía razón. No podían pensar en sí mismos, o en algún sentimiento personal. Eran digimon con el deber de proteger a sus compañeros humanos y nada más.
-Estoy de acuerdo con lo que dices. Así que cuentas con mi ayuda.
Gabumon sonrió de forma forzada. No le gustaba tener que dejar así las cosas con ella. Pues el digimon también, con el tiempo, la había empezado a apreciar con el mismo sentimiento que Yamato tenía por Sora. Pero, tenía que suprimirlo por el bien de su amigo.
-Entonces, de ahora en adelante, seremos simplemente camaradas.
Algo menos que amigos.
Sólo simples colegas con un objetivo común.
Algo tan frío, pero que todo era por su respectivo compañero humano.
Lo que los digimon no se imaginaban es que tuvieran que enfrentarse tan pronto a una situación que dejaría a sus compañeros humanos en jaque.
.
Embarazada.
Estaba embarazada.
Una noticia que siendo en otra situación, les habría emocionado. Pero tras lo sucedido y descubierto, aquella profecía era terrible.
El día en que lo había descubierto, el médico se había quedado perplejo de que las reacciones que ambos habían tenido fuera contraria a la que supuestamente estaba acostumbrado. Él no sabía lo que ese niño podía ocasionarles.
La desgracia como con Takeru y Hikari si nacía.
Yamato se había sentido tan enfadado y molesto que no había podido consolarla cuando ella se había sentido culpable por haber quedado embarazada.
Ya no eran unos adolescentes como antes. Tampoco era que tuvieran relaciones sexuales pocas veces. Al contrario. Y tanto él como ella se cuidaban. Ambos estaban de acuerdo en tener a su hijo después de que se hubieran graduado y tenido un trabajo en condiciones. Querían darle a su hijo todo el amor sin la presión de no saber cómo llegar a fin de mes. Algo que ambos habían aprendido con Takeru y Hikari. Incluso habían llegado a pensar en la idea de tener tres o cuatro hijos.
Pero ahora…
No podían tenerlo.
No porque no se hubieran graduado.
No porque no tuvieran los medios adecuados para criarlo.
Era esa profecía. Esa terrible profecía que indicaba que su hijo podría sucederle lo mismo que a Kibou.
Eso le daba pavor a Sora.
Perder a su hijo.
No podía asimilarlo.
No se creía capaz de poder asimilarlo.
Pero si no pensaban algo rápido, perderían a su hijo.
Desesperados y angustiados habían acabado por contárselo a Taichi.
No podían contárselo a su familia. Los padres de Yamato estaban terriblemente afectados por la muerte de su nieta. Y al igual que los señores Yagami, se culpaban de su muerte. Cuando ellos no habían tenido nada que ver. Pero el hecho de no haberles ayudado al principio y haberles ignorado durante casi tres años, era superior a todo eso.
La reacción de Taichi había sido completamente inesperada para Sora, pero no para Yamato. El Yagami como si hubiera perdido los estribos, le había arreado un buen puñetazo al Ishida. Éste lo había recibido sin devolvérselo, así como las palabras acusadoras.
-¡¿CÓMO SE TE HA OCURRIDO?! ¡¿ES QUE NO PIENSAS EN LO QUE TU HERMANO Y MI HERMANA ESTÁN PASANDO?! ¡QUIERES QUE LA MUERTE DE TU HIJO, LOS DESTROCE!
Yamato no decía nada.
En medio de esa discusión, Agumon y Meiko trataban de calmarlo, mientras que Gabumon, Sora y Piyomon trataban de ayudar a levantar a Yamato. Pero éste no se dejaba ayudar, era como si se mereciera estar en el suelo.
Meiko pedía a Taichi que se calmara, ya que sus palabras no solo hacían daño a Yamato, sino a Sora también. El Yagami viéndola, había chasqueado la lengua y se había marchado con una mala uva, que Meiko no se había sentido con el valor suficiente para seguirle. Le dolía la reacción de Taichi. Cada vez parecía más evidente que todavía seguía enamorado de Sora. Entonces… mirando su anillo de compromiso… ¿por qué le había pedido para casarse con él?
Lo había hecho poco antes de que muriera Kibou. Estaban en fase de preparativos y su boda sería en febrero del año siguiente. A pesar de la desgracia, Taichi se negaba a cancelar su boda. Seguirían hacia adelante, esperando que con su enlace, su hermana pudiera ver que había luz al final del camino, cuando estás con la persona amada. Que la vida no se reducía por la pérdida de alguien. Que ella aún tenía a Takeru. Taichi quería infundir eso tanto en su hermana como en Takeru. Pero la nueva noticia del embarazo de Sora, lo había cabreado tanto, que la luz que quería crear, se había apagado.
No es porque sintiera un afecto por Sora, como Meiko imaginaba. Aquel sentimiento, ya había muerto el día en que Sora le había rechazado hace año y medio. Pero, seguía considerando a Sora como alguien especial, algo parecido a una hermana. Por eso, le irritaba que la historia volviera a repetirse. Aunque ahora, la situación era mucho más grave. Sora tendría que enfrentarse a dos grandes encrucijadas.
Que abortase.
O perder la cabeza por el miedo de que su hijo muriera.
De una u otra manera, todo acabaría igual.
No había salida.
Pero el Yagami se negaba a creer eso. Por esa razón, el día en que se había enterado del embarazo, había ido a la oficina de Koushirou para solicitar su ayuda.
