MARAÑA ·Amor congelado, amor ardiente
2ª PARTE - Frontera
La ayuda que Koushirou le había prestado a Taichi para poder proteger al hijo de Yamato y Sora, no había sido rápida e inmediata.
El pelirrojo se había quedado consternado tras saber el embarazo de Sora, que le había costado pensar con calma para recurrir a una idea.
Tras haber tenido la cabeza fría para pensar con calma con todo lo que tenían a su alcance, Koushirou había recordado cómo hace muchos años, Ken le había hablado de un tal Akiyama Ryo. Un niño que Ken lo había conocido muchísimo tiempo antes de haberse convertido en Digimon Kaiser. El propio Ken, le había relatado que el tal Ryo era perteneciente a otra dimensión humana y que se dedicaba a viajar entre los distintos mundos y dimensiones junto a su digimon Cyberdramon. La razón se derivaba en el mismísimo digimon que era muy incontrolable.
El hecho de que pudiera haber más mundos humanos, planteaba la posibilidad de que también existieran más Mundos Digimon. Una teoría que había quedado en el olvido por culpa de la amenaza que había presentado Arukenimon por aquel entonces.
Pero ahora, Koushirou tenía todos los medios a su alcance para estudiar a fondo esa teoría. Sin embargo, por mucho que quisiera concentrarse en ello, más prioritario era encontrar a Ryo y salvar al hijo de sus dos amigos que tanto le habían ayudado a que su relación con Keiko fuera para siempre.
Si encontraban a Ryo, podrían pedirle que acogieran a la familia de Yamato en el mundo humano al que él pertenecía. Pues Koushirou barajaba que, dado que al nacer Kibou y Snowpoyomon, una luz intensa había brillado en el Mundo Digimon, si esa luz no había brillado en ese otro mundo digital que pertenecía el digimon de Ryo, entonces habría esperanza para que el hijo de Yamato y Sora no corriera peligro.
Encontrar a Ryo y a su digimon y ponerse en contacto con él, había sido más fácil y rápido de lo que pensaban. Incluso le habían contado que por su parte, no habría problemas en que Yamato y su familia se hospedaran en su mundo humano. Pues conocía a un par de amigos, que no tendrían problemas en acogerlos.
Sin embargo, con lo que Koushirou, Taichi y Ryo no contaron fue con que Zhuqiaomon, una de las cuatro bestias sagradas que gobernaba el Mundo Digital (y que curiosamente, eran los alter egos de los de su Mundo Digimon) al que pertenecía Cyberdramon, se opondría tan rotundamente, capaz de atacar contra la criatura peligrosa (como lo llamaba el ave rojo) que podría poner en peligro al mundo humano perteneciente.
La forma y la agresividad en cómo se refería al hijo de Yamato y Sora y a su digimon, fueron suficientes para que Taichi no quisiera aceptar la defensa que había ofrecido Qilongmon. Aún así, el digimon dragón, que se había compadecido ante la historia de la muerte de la pequeña Kibou y su digimon, les ofreció la posibilidad de que indagasen y encontrasen otro Mundo Digimon con su Mundo Humano correspondiente que no tuvieran en aceptar a ese niño y a su digimon. Para tal increíble labor, les había prestado a un digimon pequeño ingenuo que Ryo había reconocido al instante. Se trataba de Culumon, el digimon, que en pocas palabras, simbolizaba la luz del Mundo Digimon.
El poder del pequeño digimon había servido para que encontrasen otro Mundo Digital alineado con su Mundo Humano.
Si Taichi, Koushirou y los demás habían advertido de las grandes diferencias entre el Mundo Digimon que ellos conocían y al que pertenecía Cyberdramon, el Tercer Mundo Digital fue aún más sorprendente. Aunque lo que más le llamaban la atención es que por todos lados, hubieran rieles de tren. Y sólo cuando habían visto pasar un tren con ojos, boca y parlando, fue cuando decretaron que todavía les quedaba muchas cosas por ver.
Los chicos y sus digimon encontraron de inmediato a los gobernantes de aquel Mundo Digital. Se habían llevado una grata sorpresa al descubrir que dos de los tres gobernantes, se trataban de las últimas formas de Patamon y Tailmon, Seraphimon y Ophanimon. Los dos ángeles junto a Kerpymon conformaban la soberanía de aquel mundo denominada los Tres Grandes Ángeles del Mundo Digimon.
Cuando los habían encontrado, se fijaron en cómo junto a ellos, habían diez extraños digimon en espíritu, como si no fueran seres vivientes. Agumon y Tentomon habían chismorreado como uno de ellos se parecía mucho a su colega Gabumon si tuviera una forma humana. Pues aquel digimon, tenía los mismos colores azules de Gabumon con su misma forma, e incluso los ojos rojos como él.
Mientras los dos digimon admiraban a los diez digimon guardianes, Taichi les contaba la historia que había padecido su hermana y Takeru, y sus respectivos digimon. Cuando Seraphimon y Ophanimon se enteraron de que los digimon afectados eran sus respectivas formas anteriores, sintieron tanta empatía cómo si le hubiera ocurrido a ellos.
Impulsados más por ese sentimiento, ambos ángeles decidieron que hablarían con los humanos que habían estado en su mundo para pedirles ayuda. No necesitaron un consenso con el tercer Gran Ángel Kerpymon para que éste estuviera de acuerdo con su propuesta. Pues Kerpymon, debido a su condición de ángel, no podía permitir que los digimon de tipo oscuro y demoníacos, pudieran exterminar a los seres de luz que era lo que mantenía con vida a todos los seres digitales.
Los humanos que habían sido elegidos por los Tres Grandes Ángeles Digimon, no tuvieron ninguna pega en aceptar a la familia de Yamato y a sus digimon. De hecho, se habían mostrado tan interesados, que habían tenido que discutir entre ellos mismos para ver quién se haría cargo.
Al final, la posición que ocupaban dos de aquellos humanos (y que eran pareja) y la economía suficiente para mantenerles, serían los responsables de hacerse cargo de una familia que, prácticamente, era inexistente en su mundo.
La pareja estaba formada por Minamoto Kouji y Minamoto Izumi. Ambos eran dos celebridades que vivían en una gran mansión en las afueras de Florida.
Izumi era una Top Model retirada desde que había tenido a su hijo. Aunque tenía raíces japonesas, Izumi se había criado en Italia durante su niñez. Y sólo cuando había tenido once años, que había regresado a su país de origen. Durante ese tiempo, fue cuando había vivido su aventura digital junto a su esposo, el hermano de éste y sus tres amigos: Kanbara Takuya, Shibayama Junpei y Himi Tomoki.
Poco después de su aventura digital, fue captada por un cazador de talentos y que la convirtió en una famosa modelo japonesa. Y poco antes de que Izumi acabase la secundaria, estuvo en París y en Estados Unidos convirtiéndose en una auténtica Top Model. Y aunque tenía madera para continuar muchos años más, Izumi se había retirado de las pasarelas, poco después de haberse casado y tenido a su hijo.
Por otro lado, su marido, Minamoto Kouji era un productor de música mundialmente reconocido. Sus pinitos se remontan durante su adolescencia, donde, al igual que cualquier chaval fanático de la música, había montado una banda musical. Igual que Yamato. E igual que él, había tenido que sufrir la ruptura con su primera banda e irse a otra y así, durante dos veces más. En el caso de Kouji, había sido la suerte de que un agente lo reclutase y se lo llevara a su agencia para convertirlo en un Idol Musical y que había llamado la atención de las empresas de entretenimiento internacionales. Entre su éxito cosechado y que era la pareja de Izumi, Kouji había ido escalando posiciones hasta convertirse en el productor de música más aclamado de todo Japón y Estados Unidos.
Con semejante historial sobre esta pareja, no era de extrañar que a Yamato y a Sora se quedasen mudos al descubrir que estarían envueltos entre semejante glamur. Ellos que eran gente sencilla y que vivían de forma modesta, no estaban acostumbrados a una vida donde la ropa te la lavaba otra persona.
Eso sí, agradecían el gesto de Taichi y los demás por haberles encontrado la solución con su hijo. Con el tiempo, Yamato y Sora habían empezado a desesperarse, que incluso, habían llegado a pensar seriamente que Sora debería abortar. Algo que no gustaba a ninguno, pero por el bien de ellos, de su salud y de Takeru y Hikari, lo mejor para evitar otra tragedia, era cortarlo de raíz.
Pero con esa opción, podrían tener a su hijo y que éste pudiera nacer sin preocuparse de que los digimon malvados y de tipo demonio, lo matasen sin miramientos.
-¿Estás seguro de que la luz de Kibou no había alcanzado este mundo? -había preguntado Yamato una vez más con una gran maleta a su lado.
Se encontraban dentro de un tren bastante extraño rumbo a dónde se encontraban los Tres Grandes Ángeles y los humanos que habían aceptado hacerse cargo de ellos. Según Taichi, aquel tren era un digimon llamado Trailmon.
-Ya te he dicho que sí. Lady Ophanimon aseguró no haber visto ni sentido ninguna luz hace tres años.
-Tampoco sucedió en el otro mundo digital -aportó Agumon, donde su estómago tenía la urgente necesidad de querer unas patatas o un señor bocadillo.
Gabumon, sentado a su lado y con su propia maleta, lo miraba con cara rara. No entendía cómo era capaz de comer con el traqueteo constante de ese digimon, que no se parecía en nada a los trenes del mundo humano de su amigo Yamato. Aquel tren se movía tanto que le revolvía el estómago.
-Todavía no me puedo creer que exista una posibilidad para que mi hijo pueda salvarse. Si lo hubiéramos sabido antes…
Yamato cortó ahí la frase. Frunció el cejo y miró unos asientos más adelante.
En aquel vagón se encontraban también su esposa y Piyomon. Sentados enfrente, y entreteniéndolas con sus anécdotas estúpidas se encontraban Daisuke y Veemon. Y en el asiento de al lado de Daisuke y su digimon, Ken y Woormon. Y varios asientos más adelante, su hermano y Patamon. Aislados a propósito de todo lo que fuera diversión, y todavía afectados por la pérdida de sus respectivas hijas.
-Si hubiéramos sabido antes muchas cosas, muchas tragedias no habrían sucedido -dijo Taichi con un resoplido-. Pero no podemos hacer nada para traerlo de vuelta, sólo seguir adelante y aprender de esos errores.
-No será fácil -confesaba Yamato-. Sin embargo, pondré todo lo que esté en mi mano para que Takeru vuelva a ser el que era.
-Yo también con Hikari, aunque me la tenga que llevar en mi luna de miel -suspirando pesadamente.
Cuando Taichi y Koushirou les habían dicho a Yamato y a Sora que tenían que marcharse a otra dimensión para tener a su hijo, inmediatamente, ambos habían pensado en Takeru. No podían abandonarle y dejarlo solo. No es que no confiasen en los señores Ishida para que lo cuidasen, pero era ese apoyo constante que ambos tenían y esa necesidad de querer ayudarlo, como si se tratara de su propio hijo. Por eso, y tras el consejo del psicólogo de Takeru de que tenía que alejarse de todo lo que recordase a su hija, que habían decidido llevárselo con ellos al otro mundo humano.
Los padres de Yamato y Takeru, no les había gustado mucho la idea. Pues con la muerte de su nieta, de la que se culpaban sin razón; El posible peligro que podría caer sobre su segundo nieto; Y la partida de su hijo mayor, donde no sabrían cuándo lo volverían a ver, era demasiado para tener que ver que el otro que les quedaba, también se marcharía lejos. Sin embargo, al final, tras mucha insistencia y con la colaboración de los señores Takenouchi, habían cedido.
-Me va a doler que no vengáis a mi boda -continuaba el moreno con más pesadumbre-. Pero… Al menos, deseo que todo os vaya bien a vosotros -con una mirada agradable.
La boda de Taichi con Meiko, pese a la tragedia vivida con su sobrina, seguía programada para la próxima primavera. Eso no iba a impedir a Taichi que siguiera cuidando a su hermana y ayudándola a que recobrara la sonrisa. Además, Meiko era una mujer muy cariñosa y paciente, que había pasado por una experiencia similar a la que Hikari había vivido. Estaba convencido de que su futura esposa podría ayudarle mucho mejor que el psiquiatra más famoso del país.
Yamato le lanzó una mirada de reojo, escéptico, malinterpretando su comentario. Pues, llevaba un tiempo sospechando de que Taichi seguía enamorado de su esposa. Sin embargo, no entendía porqué seguía con Meiko y planeaba casarse con ella con ferviente ilusión. Impulsado por su característica, el emblema de la amistad hacia Meiko, donde no merecía que sufriera si Taichi todavía pensaba en otra, Yamato iba a plantear la gran pregunta, aún a riesgo de perder algo muy importante, a su mejor amigo.
-Oye, Taichi, ¿tú sigues enamo…?
Justo en ese momento, el Trailmon se detuvo tan bruscamente, que provocó que muchos cayeran de forma poco ortodoxa y con mucho dolor. Aunque quiénes habían sufrido más de aquel frenazo, habían sido Daisuke y Veemon. Los dos, como si la mala suerte aún los persiguiese (como aseguraban ellos día tras día de que todo lo malo les sucediese a ellos), las grandes y pesadas maletas de Sora y Piyomon que habían estado colocadas en la estantería de arriba, les habían caído justo encima de sus cabezas.
Daisuke, Ken y sus digimon acompañaban a Yamato y su familia y a Taichi, como guardianes por si ocurría algo raro durante el viaje.
Debido a que Yamato y los suyos partirían hacia otro mundo durante muchísimo tiempo, se habían visto en la obligación de contarles a todos sus amigos que Sora se encontraba embarazada. En lugar de la alegría que debería darse ante tan inusual noticia, en las caras de todos se les había dibujado la preocupación y el pensar de inmediato en lo ocurrido con la pequeña Kibou. Miyako no había tardado en expresar su miedo sobre el asunto y a llorar porque no deseaba que Sora pasase por la misma experiencia que su amiga Hikari. Pero, el saber que todavía había una esperanza para que el niño pudiera salvarse, hizo que le confesase que podría contar con ella para lo que hiciera falta.
Lo primero y lo más importante, era no hacer un escándalo de la noticia del embarazo de Sora para que no llegase a oídos de los digimon oscuros. Algo que Koushirou había decretado como medida preventiva. Tenían que tomar medidas desde cero si querían evitar otra tragedia, por lo que hablarían en clave. Además, tenían algo a su favor para que la separación con Yamato y el resto no fuese tan dura. A pesar de encontrarse en distintas dimensiones humanas, podían comunicarse a través de email, y ahora que su dispositivo había memorizado la ruta, podrían ir a aquella otra dimensión siempre que quisieran.
-Aunque, debemos ser precavidos y tomar esta medida con gran cautela -había dicho una voz más Koushirou a todos sus amigos (y más tarde, lo haría con los padres de Yamato y Sora, para que pudieran sentirse tranquilos y poder ver a sus hijos sin problemas). Lo que Koushirou no contó es con el comentario altanero de Mimi en respuesta, y de una noticia que había dejado perplejo a todos. Mimi esperaba un hijo de Jou.
.
El tiempo fue pasando, y Sora dio a luz a una hermosa niña que bautizaron con el nombre de Aine.
La niña mostraba signos de parecerse a su difunta prima Kibou. La cara que se le había quedado a Takeru al verla, le había ocasionado profundos y tristes recuerdos que poco a poco, había empezado a superar gracias a Kouichi, el hermano de Kouji.
Kimura Kouichi era el hermano gemelo mayor de Kouji. Sino fuera porque Kouji llevaba el pelo largo, en apariencia, sería imposible identificar uno del otro. Izumi aseguraba que podría distinguir a su marido de su hermano, por mucho que éste último imitase el mal genio de su esposo. Pues otro rasgo diferenciador entre ambos hermanos, era la personalidad. Kouji era una persona con bastante genio, donde sólo se ablandaba cuando estaba con su hijo de cinco años Keiichi. No había sido nada raro, que Yamato y Kouji no congeniasen bien al principio y discutieran a menudo, por el asunto de que a Yamato le disgustaba vivir de gorra en aquella gran mansión y con sirvientes a su cuidado. Kouichi, sin embargo, era un hombre muy agradable y bondadoso, donde Sora aseguraba que se parecía bastante a Ichijouji.
El hecho de que Kouichi llevase un apellido distinto al de su gemelo, había despertado el interés en Taichi y los demás, cuando lo habían conocido. La historia que había detrás, había sido un caso parecido al que habían padecido Yamato y Takeru.
El que los gemelos tuvieran una situación muy parecida a la de Yamato con Takeru, había sido el punto de inflexión para que Yamato empezara a cogerle simpatía a Kouji.
Las aventuras que habían tenido en el Mundo Digimon, habían servido para que ambos hermanos volvieran a estar juntos y que Kouichi encontrase su profesión.
Una desgraciada caída que había tenido a Kouichi en coma, con su alma en el Mundo Digimon, había hecho que agradeciera a esos sanitarios de luchar contra lo imposible para que pudiera seguir viviendo y poder estar de nuevo con Kouji. Con el deseo de impulsar eso mismo sobre otras personas, Kouichi se había convertido en un gran médico y que vivía también en Florida para seguir estando cerca de su hermano.
Es cierto que la medicina y la psicología no iban juntos de la mano, y que lo último estaba fuera del campo de Kouichi. Pero Kouichi tenía muy buenos contactos y había pedido ayuda para poder ayudar, él en persona, a Takeru y a Patamon.
Al igual que Yamato le había agarrado simpatía a Kouji por las circunstancias familiares tan similares, Kouichi lo había hecho con Takeru. Además, ver a Patamon le recordaba a aquel Patamon ingenuo y adorable con el que había viajado junto a su hermano y sus amigos cuando había sido niño.
Sin embargo, el nacimiento de su sobrina Aine, parecía haber removido viejas heridas donde Kouichi tenía la firme decisión de hablar con sus colegas, para comunicarles qué debería hacer.
Curiosamente, no tuvo que preocuparse por la reacción que había tenido Takeru. Pues aunque el paralelismo de Aine con Kibou fuera evidente físicamente, lo que era la personalidad, ambas niñas eran como el agua y el aceite.
Kibou siempre había sido una niña tranquila, risueña, adorable, que apenas lloraba. Sin embargo, Aine, no dejaba de berrear a pulmón tendido cada vez que la cargaba un extraño. El grito y el pataleo que daba la niña eran tan fuertes que dañaba los oídos de los digimon que tenían el sentido del oído muy desarrollado como era el caso de Gabumon.
El digimon azulado quiso consolarse con que eso era bueno, ya que si algo malo le llegase a suceder, al menos él se enteraría.
Piyomon por su parte, había empezado a sentir esa ternura maternal que su amiga Sora siempre había tenido con sus amigos y ahora con su hija. Al igual que había sucedido con Kibou, un digihuevo había aparecido mágicamente, simbolizando también el nacimiento de un nuevo digimon y que se convertiría en el futuro compañero digital de Aine.
La sorpresa que se había llevado el personal del hospital ante ese hecho mágico e inesperado, les había dejado perplejos y a pensar que durante ese turno de noche, se habían quedado dormidos y que estaban metidos en algún sueño.
El mundo humano donde habitaba Takuya, Kouji y los demás no conocían de la existencia de los digimon. Con esa preocupación encima, Yamato y Sora, no sabían cómo hacer para poder vivir con Gabumon y Piyomon. En la casa dónde vivían con la familia Minamoto, no había ese problema. Estaban totalmente alejados de las casas vecinas y había un enorme cercado que impedía que curiosos pudieran husmear en el interior de las dos celebridades que eran Kouji e Izumi. Además, contaban con un sistema de seguridad que Koushirou había alabado como el mejor que había visto, y con un Doberman, que al igual que el dueño y señor de la casa, se mostraba dócil con el más pequeño de la familia.
En cuanto a los sirvientes, según Izumi, eran dignos de confianza y tras haberles explicado la situación con los digimon que ellos mismos habían vivido (y también gracias a su encanto), había conseguido que guardasen el secreto de la existencia de los digimon. Por lo que Gabumon, Piyomon y Patamon podrían pasear libremente por la gran mansión donde vivían. Pero cuando salían, lo hacían bajo el camuflaje, como en el mundo humano de origen de sus compañeros.
Por eso, cuando había aparecido el digihuevo, la buena labia de Kouichi más la persuasión por parte de Izumi, de que habían visto alucinaciones por lo cansados que estaban y que se aseguraría de recompensarles, habían conseguido librarse de un gran y terrible escándalo.
Poco después del nacimiento de Aine, Yamato y Sora habían recibido las visitas de su familia y amigos de forma escalonada. Primero, habían acudido los padres de Yamato y Sora. Los señores Ishida al ver a la pequeña Aine, de inmediato se habían acordado de su nieta Kibou. Pero en cuanto la niña se ponía a llorar como si la estuvieran maltratando, el rastro que habían visto de Kibou en ella se había esfumado como el humo. Lo extraño de todo, es que dejaba de llorar en cuanto estaba en los brazos de su padre o de su madre, y de incluso, Gabumon y Piyomon. Pero lo más inédito de todo, es que también se relajaba (y reía feliz y alegre) cuando estaba en los brazos del único hijo de Kouji e Izumi, Keiichi.
Keiichi era cinco años más mayor que Aine. Sus rasgos físicos los había heredado de su madre. Incluso parecía haber heredado su alegría y su buen genio. Todo eso en conjunto con su adorable inocencia, lo hacían un niñito tan adorable que todos quedaban embobados con él. Sin embargo, aunque el niño había sido el hijo consentido de la casa, la presencia de otro niño, no había hecho que Keiichi sintiera envidia o celos de que todos, sus padres incluidos, le prestasen tanta atención al nuevo bebé. Es más, Keiichi se mostraba tan atento con ella que no dejaba de admirarla con entusiasma devoción. Aine respondía con sonoras y hermosas risas, ante su constante compañero de juegos, que nunca la abandonaba. Resultaba tan adorables verlos juntos, que la imaginación de Izumi se había disparado tanto como para pensar en que en un futuro estarían juntos como pareja.
Después de que los padres de Yamato y Sora les visitasen, les habían seguido Taichi y Meiko con sus digimon. No era ninguna mentira que el día anterior a la llegada de los, ahora, señores Yagami, había una ligera tensión por la posible aparición de Hikari y que Takeru se reencontrase con ella. Sin embargo, a pedido de la propia Hikari, ésta no había aparecido para conocer a la hijita de Yamato y Sora. Según Taichi, su hermana, poco a poco iba recuperándose, todavía no se encontraba preparada para enfrentarse a Takeru y la tragedia que juntos habían vivido y compartido.
El resto de sus amigos también habían ido apareciendo, hasta que la llegada de Mimi colgada del brazo de Jou y con el vientre bastante abultado, había dejado a Sora con los ojos en blanco.
La noticia de que Mimi se iba a casar con Jou y con un hijo en común de camino, era algo que Sora no podía comprender.
-¡Pues sí! ¡No sabes la ilusión que tengo de ser mamá como tú, Sorasan! ¡Lo peor es la prisa que me ha metido la familia de Jou para celebrar cuanto antes la boda! ¡Me he sentido tan presionada, que no tienen consideración estando en mi estado! ¡Además, se han opuesto a que hagamos una boda por todo lo alto como a mí me hubiera gustado! ¡Una boda sencillísima y que me dicen que lleve el traje tradicional en vez del occidental que es mucho mejor! -parloteaba Mimi explicando su situación desde su punto de vista.
Se encontraban en la sala principal. Kouji e Izumi también estaban presentes, mientras que la pequeña Aine en su cuna, durmiendo con su digihuevo abrazándolo como si fuera un osito de peluche. A su lado, y velando por su sueño, se encontraba Keiichi. De vez en cuando, el niño lanzaba miradas molestas hacia Mimi. La mujer hablaba tan alto que podría despertar a la niña y eso era algo que no se lo iba a perdonar.
Yamato se encontraba entre Gabumon y Piyomon, sin querer prestar mucha atención a una conversación demasiado surrealista. Observaba a Jou, donde parecía como resignado ante la idea de pasar su vida al lado de Mimi. Una mujer que era totalmente opuesta a la novia con la que había estado casi cinco años.
-Pero, Mimichan, ¿cómo ha pasado…? Quiero decir… -Sora se encontraba incómoda sin saber cómo abordar una pregunta tan delicada que no sonara tan incómoda.
Mimi lo malinterpretó para contestar.
-Ya sabía que tú me entenderías, Sorasan, para ver que una boda no se puede hacer de la noche a la mañana. Es demasiado precipitado -luego miró de reojo a su futuro esposo-. Ya se lo dije a los padres de Jousenpai. Pero ellos, como son unos chapados a la antigua, quieren que me case con senpai antes de que nazca el niño. ¡¿Te lo imaginas, Sora?! -volviendo a ponerse entusiasmada con el tema-. ¡Voy a tener un niño! ¡Ya me lo han confirmado! ¡Va a ser un precioso hijito! ¡Seguro! ¡Y cómo sólo se llevará unos pocos meses con Aichan…! ¡¿Te imaginas que acaben siendo algo más que amigos?! -emocionándose más con esa idea-¡Mi hijito y tu hijita! ¡Ihh! ¡Qué emoción! -dando aplausos como si no pudiera esperar a ver lo que se imaginaba.
Una idea que no gustó a más de uno, siendo Izumi una de ellas. La rubia quería que su retoño se quedara con la preciosa Aine. No el hijo de una mujer que le parecía una desagradecida y petarda. No dejaba de acaparar la atención de Sora, cómo si los demás no existiesen. Ni siquiera le había prestado atención a la niña, motivo, supuestamente, principal por la que venía de visita.
Cuando Sora le había dicho que su mejor amiga era alguien increíble y que admiraba, se había esperado a una chica encantadora, tímida (quizás) y de buen corazón. No a una que le había importado poco o nada, su presencia, siendo además, la señora de la casa. Observando a su hijo, se sintió más que satisfecha al que ver que a él tampoco le caía bien. Y mucho menos el comentario que había dicho. Se encontraba igual de molesto como su padre cuando había sido niño, notándose que también había heredado los genes paternos y no solo los maternos.
-Mimisan, no digas disparates. Aún es pronto para pensar en esas cosas -le pidió Jou con cierta aseveración.
Kouji había arqueado una ceja ante el tono y la formalidad con la que se trataban aquella pareja próxima a casarse. Parecía que se trataban como si fueran dos extraños.
Por lo que Yamato le había contado, aquel chico de gafas era una persona tranquila y muy dado al estudio, pero no por ellos, era considerado un erudito. Todo lo contrario, Jou por lo mal que se le daba prácticamente todo, se esforzaba día tras día, estudiando sin parar y llegando a graduarse en el campo de la medicina con unas notas un poco bajas. Eso no significaba que tuviese devoción a un oficio muy importante, ya que al principio, Jou lo había hecho por su padre. Pero ahora, Jou se esforzaba mucho, persiguiendo la idea de convertirse en un buen médico. Lo extraño de todo, era que le habían contado que llevaba cinco años de relación con su novia y que Yamato la había calificado como perfecta para su amigo. Se trataba de una chica tranquila, sencilla, honesta que estudiaba también medicina y que no dejaba de apoyar a su novio cuando éste estaba decaído. Y desde luego, Kouji no veía ninguna de esas características en la mujer que tenía enfrente.
Como Yamato no le había contado a Kouji sobre cómo era la mejor amiga de su esposa, Kouji estaba tan confundido como él mismo sobre la nueva pareja de Jou.
-Yo no entiendo porqué es tan pronto. Éstas cosas hay que planearlas con tiempo para que no pase la molestia que está pasando Mimi con el asunto de esta boda tan apurada -interceptó Palmon hacia Jou. Se encontraba pegada a Mimi y en medio de su amiga y de él, como si, a pesar de que estaban próximos a casarse, pusiera una barrera de separación entre ambos.
Jou solo suspiró cansinamente en respuesta sin querer darle explicaciones, cuando era lo mismo que hablar con una pared.
Gomamon, acostado sobre su regazo, se percató cómo Jou lucía más cansado de lo habitual.
Algo entendible.
Su compañero humano había pasado últimamente por unos momentos muy difíciles.
Poco después de que Snowpoyomon y su compañera humana fallecieran, había tenido una pelea con su novia Yayoi. Gomamon no había entendido muy bien porque ella se había mostrado desconfiada con Jou, creyendo que él podría serle infiel con aquellas chicas con las que realizaba sus prácticas en el hospital. No era por desprestigiarlo, pero Jou carecía de carisma y de atractivo.
Las palabras que Jou le había dicho que la entendía, ya que entre lo de Kibou y el estrés ocasionado al meterse por primera vez en el mundo laboral, y enfrentarse a ese duro oficio, hacía que uno no fuera consciente de sus actos. Lo había dicho con un tono tan triste y decaído, que Gomamon creía que, de lo enamorado que estaba de ella, que trataba de justificarla. Pero ella no había querido verlo de esa manera. Estaba tan cegada por los celos, que le había dicho unas palabras tan duras, de las que se había arrepentido al día siguiente.
Lo peor de todo, es que eso había ocurrido durante su ausencia. Y para empeorar la situación, su compañero y la compañera de Palmon habían tenido un momento juntos, el mismo día de la pelea que había tenido con Yayoi. Según la versión de su compañero, se encontraba tan borracho y decaído, que no había podido resistirse a las palabras embaucadoras de Mimi. Algo que al día siguiente lo habían hecho sentirse terriblemente culpable. E incluso, había tenido la urgente necesidad de contactar con Yayoi y de pedirle disculpas por haberla engañado.
Pero claro, la infidelidad ya estaba realizada. Y si aún por encima, había sido con una chica que Jou conocía desde su niñez e increíblemente guapa y famosa, era algo con lo que Yayoi no podía enfrentar. Aunque Jou le suplicó que eso para él no le importaba, no pudo conseguir su perdón. Ni siquiera con su intervención para convencerla de lo equivocada que estaba. Y para rematar el asunto, la compañera de Palmon esperaba un hijo de Jou, y los padres de éste, que para opinión del digimon eran demasiado exasperantes, lo habían obligado a casarse con ella.
Preparar una boda con alguien que apenas quería en tan poco tiempo, y al mismo tiempo, continuar con su tesis y sus prácticas en el hospital, agobiaban tanto a Jou, que apenas descansaba. Y la compañera de Palmon, con sus constantes llamadas y quejas sobre sus antojos, lo agobiaban todavía más. Para evitar seguir estresado y viendo que su vida sería un constante tiovivo de emociones, se había resignado a esa vida y a no tratar de discutir con la que sería su futura esposa y su compañera digimon.
-¡Oye! ¿Al menos podrías responder? -se quejó Palmon tan irritante como su compañera, según Gomamon.
-Déjalo, Palmon. ¡Ah! ¡CASI SE ME OLVIDA! -exclamó de repente Mimi como si se acordara de algo tan importante. Con su grito había dado una sonora palmada, que había hecho que la pequeña Aine se moviera, sintiéndose incómoda-. ¡Felicidades, Sorasan! ¡Miyakochan ya me ha contado tu éxito cosechado en este otro mundo!
-¡Ah! Gracias -contestaba ella cohibida, sin saber cómo abordar ese tema que tanto le tenía en ascuas.
-¡No tenía ninguna duda sobre tu talento para la moda! ¡Sino fuera porque me gustan los vestidos de novia occidentales, te pediría que me confeccionaras uno para mí! ¡Pero ya se lo encargué a un diseñador profesional! ¡Será un diseño único! ¡Tiene una pedrería por el cuello tan hermosa, que me hará brillar como si fuera una estrella de cine!
Mimi seguía parloteando entusiasmada por cómo era su vestido de novia, dejando de lado la razón de porqué habían llegado a ese tema.
Cuando Izumi se había enterado de que Sora estaba estudiando moda en su mundo de origen, había sentido curiosidad sobre lo que hacía. Lo que no se imaginaba es que Sora tuviera en mente, dedicarse al diseño exclusivo de kimonos japoneses.
Muchas veces la tierra tira, y cómo Izumi, pese a que cómo modelo había vestido todo tipo de trajes, vestidos y extravagancias, nunca se había puesto un kimono. Y tras ver la foto del kimono de bodas que Sora había diseñado, la emoción había crecido en Izumi para pedirle que le hiciera uno.
"-Si esto te hace sentir un poco más tranquila, viviendo aquí, considéralo como una manera de pago por tu estadía."
Pues vivir en una casa ajena y por la cara, era algo que no dejaba de inquietar tanto a Sora como a Yamato. Y con esa propuesta, Sora no había podido negarse. Lo que no se esperaba, es que Izumi, tras ser captada por un paparazzi con el kimono, llamase la atención de las grandes agencias de moda de aquel mundo y a querer saber quién era el diseñador de aquel hermoso kimono hecho a medida para la Top Model más famosa y querida por todos.
Como Sora era una persona que no existía en ese mundo, se las tuvieron que ingeniar para que no se dieran cuenta de su existencia. Izumi les había dicho a los medios que su diseñador era un secreto, pero que si querían obtener algo de él, tendrían que hacerlo a través de ella como intermediadora.
De esta manera, a Sora le había empezado a llover como diseñadora de personas importantes, como la mujer del presidente o de actrices de cine con ascendencia japonesa. Mediante vídeos tutoriales que veía en Internet, libros sobre moda y costura y los trabajos que realizaba, Sora había ido cogiendo experiencia en poco tiempo y a ser conocida bajo el alias de "Agape".
Yamato también había encontrado algo en lo que trabajar mientras estaban en aquel mundo. Todo había sido gracias a Kouji. Tras descubrir que Yamato había sido un cantante durante su adolescencia, Kouji había entrado en modo productor, queriendo saber qué clase de música había tocado y a indagar sobre quién había compuesto la letra y la música. Con un tema que Yamato no quería darle importancia, tuvo que ser Gabumon el que le contase con cuantiosa emoción que todo había sido hecho por él.
"-Incluso compuso un tema muy romántico para Sora antes de que empezaran a salir y que fue la razón por la que Sora se enamoró de él."
Había sido un comentario inocente, con la simple intención de contar lo tan increíble que era su compañero y su capacidad para crear distintos estilos de música. Pero que a Yamato le había puesto en un ligero apuro, por comentar algo que lo avergonzaba.
Interesado en ese asunto (y ya sintiendo simpatía por él), Kouji le había hecho una propuesta de trabajo que Yamato se había visto en la obligación de aceptar.
"-Ando escaso de compositores de letras. Tengo varias bandas con buen potencial, pero no tienen idea de cómo componer la letra para su música. Viendo que sigues estando incómodo por estar de gorra de mi casa, creo que sería bueno tanto para ti como para tu hermano, el que aceptes este trabajo.
-¿Qué tiene que ver mi hermano en todo esto? -había preguntado Yamato escéptico.
-Hay una banda en particular, que dicen que a través de su música, buscan transmitir a la gente, la superación en la vida tras momentos difíciles. He escuchado la modem, y ciertamente, transmite esa idea. Sólo le hace falta lo importante, la letra para que pueda conmover al público y transmitir el mensaje de que la vida continúa a pesar de los tropiezos con los que te encuentres.
¿Qué me dices? Con este trabajo, matarías dos pájaros de un tiro. Tendrías un trabajo, cuya paga sería la manutención en esta casa y el resto de gastos varios como transporte, alimentación y ocio y, al mismo tiempo, ayudarías a tu hermano con tus letras para que siga adelante. No es que desconfíe de Kouichiniisan, pero a veces, las palabras correctas mediante la música son las que logran que una persona comprenda que no todo está perdido y que la vida continúa.
Si con lo que me has contado de lo tuyo con tu mejor amigo y lo que es ahora tu mujer, pudiste enamorarla con tu canción, quiere decir que tienes un talento único. Y eso es lo que yo necesito ahora mismo en mi empresa.
¿Qué te parece? Es un buen trato, ¿no?"
Obviamente, Yamato había aceptado. Además, el ser compositor de letras era un trabajo donde no se requería su presencia física. Su nombre, o más bien, su apodo, estaría en los covers y nadie le tomaría en importancia.
Hasta ese momento, no se había dado cuenta, que en una banda musical, por muy conocida y famosa que fuera, muchos de sus integrantes importantes que estaban detrás de todo aquel éxito, eran personas que pasaban desapercibidos por los fans, siendo el compositor de letras, uno de ellos.
La imagen del cantante, su voz y su carisma, opacaba a todo el trabajo que había detrás y que en el fondo, eran los que gracias a ellos, cosechaban el éxito obtenido.
El llanto de Aine, que no había podido seguir dormida tranquila por culpa de los berridos de Mimi, fue la excusa perfecta para que Yamato se levantara y cargara a su hija. Se excusó, aludiendo que tenía que cambiarle el pañal (aunque no lo necesitaba en ese momento). Keiichi, que nunca se separaba de Aine, no sin antes lanzar una mirada den odio hacia Mimi. La interrupción de la niña, hizo que Kouji aprovechara para comunicar que salía, ya que era la hora del paseo de su perro. Algo que no necesitaba, debido a la grande extensión de jardín que tenía su casa. Izumi que entendía que su marido pretendía escabullirse, le lanzó una molesta mirada, ya que la dejaban sola con esa mujer que no dejaba de hablar y que no le caía nada bien. Pero con su marido y su hijo fuera del salón, no tenía excusa creíble para poder escaparse.
-¡¿Yamatosan se encarga de cambiar el pañal de tu hija?! -preguntó Mimi alarmada como si eso fuese algo anormal.
-Sí… -contestó Sora sin entender porqué Mimi se escandalizaba tanto por algo tan trivial.
-¡Aprende de Yamatosan, Jousenpai! -le dijo a su prometido, como si le estuviera regañando.
Jou estuvo a punto de replicar de que no entendía porque le decía algo que haría sí o sí. Pues no estaban en el pleistoceno, donde sólo la mujer se ocupaba de cuidar y criar a su hijo. Sin embargo, suspiró con pesadez y prefirió no decir nada.
Sora sintiendo compasión hacia Jou, halló una manera para poder hablar con Mimi asolas, sin que el tema resultara incómodo para ninguno de los allí presentes.
-Izumi, ¿por qué no le enseñas a Jousenpai la biblioteca que tenéis? Creo que habrá un par de libros que le gustarán a senpai.
Siendo algo que a Mimi no le interesaría, y que preferiría quedarse en la sala, fue una excusa perfecta para que Jou junto a Gomamon se marcharan con Izumi. Y ni que decir de Izumi, que se sentía con los ojos brillantes de poder marcharse. Planeaba enseñarle de arriba abajo la gran biblioteca que tenían, hasta que fuera hora de que se marcharan.
Una vez que quedaron ambas amigas con sus digimon y Gabumon, Sora, por fin pudo hablar sin dudas, sobre el principal tema que la tenía perpleja.
-Mimichan, ¿cómo es eso de que te vas a casar con Jousenpai?
-¡Porque me quedé embarazada y los padres de Jousenpai me obligaron! -contestó tan natural como si fuera lo más obvio del mundo.
Sora sintió un mareo en la cabeza, donde cada vez entendía menos.
-Pero… Embarazada… Mimichan… ¿Cómo pudiste quedarte embarazada de Jousenpai?
-De la misma forma que tú con Yamato, ¿no? -contestó Palmon de forma ingenua sin haber entendido muy bien la pregunta- ¿O es que acaso hay otra forma para hacer niños? -dirigiéndose ahora a su amiga.
-¡No! ¡No! -meneaba Sora con la cabeza, sintiéndose alterada y a punto de perder la paciencia-. Me refiero a… ¡Mimichan! -cogiéndola de las manos, para que la viera y entendiera qué algo mal estaba ahí- ¡¿Cómo has podido acostarte con Jousenpai cuando estabas saliendo con Michael?! ¡¿Por qué?! -finalizando con una mirada suplicante donde le pedía que le diera una explicación para que no quedara decepcionada de ella. No quería creer que su amiga era como esa gente que le ponía los cuernos por el simple hecho de buscar el placer en otra persona.
El rostro vivaz de Mimi había adquirida una profunda tristeza, al recordar cómo había acabado acostándose con Jou.
-La verdad… Es que… El día que me contaste que estabas embarazada, al ver tu desesperación y tu miedo, me afectó muchísimo. Tú siempre me apoyabas y tratabas de ayudarme, así que, quería hacer yo lo mismo. Pero no sabía cómo. Entonces, justo ese mismo día, me enteré de una noticia de internacional donde ponían que Michael había tenido una aventura con su mánager. Lo llamé y él no lo desmintió. Me dijo que había sido un error porque estaba borracho, pero yo no quise creerle. Así que entre tu dolor y el mío, me sometí al alcohol… -pausando unos segundos, sintiendo vergüenza por alguna extraña razón-. Casualmente, me encontré también con Jousenpai. Él estaba deprimido porque su novia y él habían tenido una fea discusión. Y entonces… El alcohol me dio una idea… ¿Y si tenía yo un hijo con alguno de los elegidos antes de que naciera tu hijo? Sólo así tu hijo no tendría ese don o cómo se llame y sea perseguido por los digimon malignos. Y Jousenpai era el único disponible en ese momento… Se lo propuse y… Bueno… -adoptando ahora una mueca infantil de niña buena que nunca había roto un plato-. Como al final te marchaste con Yamato para este mundo, no tuve oportunidad de contarte este plan… Además -adoptando ahora un tono molesto-, ni Jousenpai, ni Taichisan y mucho menos, Koushirokun me dejaron contarte el maravilloso plan que se me había ocurrido. Incluso me obligaron a mantener ante ti y ante Yamatosan el secreto de mi embarazo y de que me casaba con Jousenpai, hasta que Aichan naciese y… ¡Sora! ¿Me escuchas?
El tono de preocupación con el que Mimi se había dirigido a Sora, alertó a Piyomon y a Gabumon. Éstos dirigieron su mirada hacia Sora, donde parecía que había quedado en la babia.
Para Sora, el saber que su mejor amiga había querido ayudarla teniendo un hijo con otro que no quería, era lo mismo que destruir la felicidad de Jou y Yayoi, y posiblemente de la de su mejor amiga con Michael también. Pues estaba claro, que ese matrimonio era forzado y sin ningún amor por medio. Veía a Jou como fatigado y falto de confianza. Todo porque tendría que hacer su vida al lado de alguien con la que nunca había tenido una relación sentimental. Todo por su culpa. Ella, siendo la portadora del amor, había destruido dos relaciones y condenado a una al fracaso. Jou y Michael eran como el agua y el aceite, al igual que Mimi y Yayoi que no veía futuro en la relación de Jou con Mimi.
Las parejas que ambos habían tenido, eran sumamente lo contrario a lo que tenían.
Aún con todas las papeletas en contra, de que aquella relación no progresara, esperaba estar equivocada y que le diesen un buen zasca, viendo como años después, ellos acabarían enamorándose. Además, Mimi lucía emocionada con tener al hijo de Jou. Así que, ¿qué podría suceder para que todo terminara?
.
Dos años y medio después, la pequeña Aine crecía con mucha energía y vivacidad. Su digimon había nacido cuando la niña había cumplido un año. Y contrario a lo que se esperaban, teniendo en cuenta que la digimon de su predecesora había sido un Poyomon con algunas diferencias destacadas, la digimon de Aine había sido un Nyokimon como la forma inicia de Piyomon.
Nyokimon adoraba tanto a su compañera humana, que no la dejaba ni a sol ni a sombra. Además, sus padres digimon, Gabumon y Piyomon como la digimon los llamaba (igual que había hecho Snowpoyomon con Patamon y Tailmon), le inculcaban diariamente el deber de proteger a su compañera y no permitir que cometiera alguna temeridad.
Otro dato muy particular de la pequeña digimon, es que mantenía una especie de rivalidad con Keiichi. Ambos adoraban tanto a la pequeña Aine, que no era de extrañar que no soportase la compañía de un tercero. Ambos querían a Aine para ellos solitos. Y en esa rivalidad, Nyokimon siempre ganaba, porque por mucho que Keiichi quisiera hacerse fuerte, jamás podría rivalizar con la fuerza mágica que poseía un digimon.
Aine se percataba de esa rivalidad, aunque no decía nada al respeto. Era una niña tan despierta y muy influenciada por los animes que veía con Keiichi, que se daba cuenta enseguida de muchas cosas. Como por ejemplo, el ver cómo su tío Takeru (que ya empezaba a recuperarse de la muerte de su hija) echaba de menos a su tía Hikari.
En el tiempo que había pasado, los señores Ishida y Takenouchi habían visitado varias veces aquella dimensión para poder ver a su nieta. Y también, seguían manteniendo el contacto a través del correo electrónico, pero hablando en clave, para seguir evitando que se filtrara esos datos y llegasen a los digimon oscuros.
Al parecer, el nacimiento de Aine no había ocasionado un brillo espectacular en el mundo humano y digital como había sucedido como con Kibou y eso dejaba a todos mucho más tranquilos. Aún así, preferían prevenir por si acaso.
Durante ese tiempo, también les visitaba sus amigos. De paso, aprovechaban el tiempo para contarles cómo les iba, y las tantas bodas que habían transcurrido y que Yamato y Sora se habían perdido.
Sin embargo, en todas esas visitas, Hikari nunca se había presentado para conocer a la pequeña y reencontrarse con Takeru. Taichi les tranquilizaba, indicando que su hermana parecía encontrarse cada vez mucho mejor. Pero, aunque Taichi, Meiko y los digimon insistieran en que fuera con ellos a visitar a los Ishida y a su hermano, ella se negaba a querer reencontrarse con Takeru. Tenía miedo de que los sentimientos de Takeru hubieran cambiado. Y como no quería saber de cómo se encontraba en la otra dimensión, se encontraba metida en un bucle sin fin. Un sentimiento que Takeru compartía, porque él tampoco quería reencontrarse con Hikari y saber cómo le estaba yendo. Igual que ella, tenía miedo de que con el tiempo, sus sentimientos hubiesen cambiado. Cuando Taichi u otro asistía y tocaban el tema de Hikari, Takeru huía cobardemente, con ese temor en el cuerpo.
Pero, a pesar de todo, él la echaba mucho de menos.
Muchas veces, Koichi le aseveraba de que tendría que cambiar esa actitud y enfrentarse a los hechos. Y ni hablar de cuando Yamato junto a Kouji le criticaban por cobarde, en vez de enfrentarse a la situación. Las dos mujeres, tenían que intermediar y saltar en defensa del más joven para que dejaran de apabullarlo. Hechos que eran vistos por los más pequeños de la casa, siendo para Aine un motivo especial de interés.
Debido a esa continua insistencia de su hermano y de los gemelos, muchas veces Takeru se comía la cabeza y les daba la razón. Tenía que ser valiente y hablar con Hikari. Es lo que muchas veces se decía. Patamon también lo alentaba a que lo hiciera.
-Vamos, Takeru -le instaba Patamon sobre su cabeza con impaciencia.
El pequeño digimon sabía lo muy importante que era Hikari para Takeru. Lo sabía porque él había sentido lo mismo por Tailmon. Pero tras lo de Snowpoyomon y Kibou, sus sentimientos habían quedado cerrados bajo llave, con la firme determinación de enfocase única y exclusivamente en su compañero humano y a la familia que tuviera. No iba a cometer el mismo error dos veces. Eso es algo que había aprendido por las malas.
Takeru se mostraba algo vacilante… … … Como las veces anteriores que se decidía a ponerse en contacto con Hikari.
La firme decisión que tenía al principio cuando encendía su portátil, se iba desvaneciendo mientras cargaba la ventana de Internet y accedía a su correo electrónico. Incluso para escribir la dirección del correo de Hikari, se ponía a dudar sobre si debía hacerlo o no. Pero al final, se daba coraje a sí mismo y seguía adelante… hasta poner la frase en el recuadro de "Asunto"
Te echo de menos.
Era siempre lo que ponía y hasta ahí llegaba.
A veces, empezaba una frase, pero la borraba porque no le gustaba.
Y tras muchos intentos de escribir el correo, finalmente, se daba por vencido y salía de su cuenta, sin enviarle cómo seguía enamorado de ella y su deseo de volver a su lado.
-¡Vamos, Takeru! -apremiaba Patamon más impaciente. Sabía del patrón que realizaba su amigo. Y también sabía que si le daba muchas vueltas a la cabeza, al final se rajaría y seguirían como siempre. En un bucle infinito donde sólo tendría infelicidad.
Otro suspiro pesado y Takeru dijo.
-No puedo -cerrando los ojos con gran pesar.
-Pero… ¡¿Por qué?!
-No lo entenderías, Patamon. Las cosas no son tan fáciles como uno las plantea.
Y dicho de esa manera, tampoco es que el digimon lo comprendiera muy bien.
-¿El qué?
Una tercera voz había hecho aquella pregunta. Una voz de niña muy reconocida para el humano y el adulto. Al girarse, descubrieron cómo la pequeña Aine les observaba con especial atención. Cargaba a su Nyokimon que lucía condenadamente feliz. ¿La razón? Tenía a Aine para ella solita. Como Keiichi tenía la obligación de asistir a un lugar llamado "Colegio", todas las mañanas y durante cinco días a la semana, la digimon podría disfrutar de pasar mucho más tiempo que Keiichi, asolas con Aine. Aunque al parecer, había surgido un nuevo rival para ella y que acaparaba toda la atención de Aine, el nuevo hermanito de su compañera humana.
-¡Aichan! No te oí entrar.
La niña puso una cara de arrepentimiento por haber entrado en la habitación de su tío, sin su permiso.
-Lo siento.
Debido al gran parecido que tenía Aine con su hermano, eran raras las veces que asomaba una carita tan tierna y dulce, donde era imposible regañarla o culparla de algo.
-Tranquila, Aichan. ¿Querías algo?
-Sólo los lápices de colores -contestó la niña con sus ojos azules puestos en la pantalla. Su tío se los dio, pero la niña parecía no tener intención de marcharse-. ¿Ibas a mandarle un email a la tía Hikari?
Takeru se mostró dudoso, y como si lo hubieran pillado haciendo algo indebido, cerró la página, sin molestarse en cerrar su propio correo. Patamon al verlo, se mostró abatido, donde una vez más, Takeru no había tenido el coraje suficiente para ponerse en contacto con Hikari.
-No -le contestó Takeru con simpleza.
-¿Y por qué no? -preguntó la niña, donde no estaba dispuesta a obtener una respuesta sin un razonamiento lógico.
-Bueno… Porque tengo muchas más cosas que hacer ahora mismo… -soltó el rubio como excusa, mientras se levantaba para que fuera creíble.
-¿Y por qué no le mandaste el correo antes de hacer esas cosas? -volvió a preguntar la niña demasiada espabilada para su edad.
Takeru la observó anonadado. Las preguntas de su sobrina no eran las de una niña de casi tres años con su tono inocente. Ella le estaba exigiendo una explicación sobre porqué no lo había hecho antes, si había tenido tiempo.
-Es que no tenía las palabras adecuadas con las que decirle… -volvió a responder cómo excusa.
-O sea, antes no, y ahora que las tienes, ¿lo dejas porque tienes cosas que hacer?
-Sí, exacto -respondía Takeru nervioso.
-Pues déjalas para después. Porque si tienes tiempo para responderme, también lo tienes para mandarle el correo a la tía Hikari. Aunque, si me dijeras que no quieres, no habría necesidad de que me dijeras una mentira.
Las graves y acusadoras palabras de una niña que todavía andaba en pañales, lo dejaba más muerto que el hecho de haberle pillado la mentira.
-¡Aine! -le reprendió su propio digimon, de que su amiga no tuviera pelos en la lengua.
-¡Es la verdad, Nyokimon! Tío Takeru no quiere mandarle el correo a tía Hikari y se monta excusas para ello.
-Aine… -hablaba Takeru con dificultad- ¿De quién has aprendido a decir esas cosas? -preguntaba alarmado y preocupado por la educación de su sobrina.
Sabía que en cuestiones como aquellas, tanto su hermano como Sora, cuidaban de que su hija tuviera una excelente educación, pero es que su sobrina hablaba con palabras mayores.
La niña sin gana de decirle que lo había sacado de los animes que veía con Keiichi, usó una de aquellas tantas frases de aquellos dibujitos tan curiosos que veía, para desviar el tema.
-¡No me cambies de tema, tío Takeru! ¡Sé que lo haces, para que me olvide del asunto de tía Hikari! ¡Y no lo entiendo! ¡Tú aún la quieres y ella también! ¡No entiendo porque estáis separados si os queréis! -espetaba ella sin comprender muy bien el motivo de porqué dos personas que se querían, seguían separadas y sin querer comunicarse.
-Son asuntos de mayores -justificaba Patamon, dónde él se sentía igual que la niña. Pero en vista de que su amigo se había quedado mudo por la actitud arisca e inesperada de su sobrina, tenía que hablar por él.
-Pues no lo entiendo -contestaba Nyokimon, sintiéndose igual que su compañera humana.
Entonces, la niña en respuesta a una situación tan ilógica, soltó una frase que nadie se hubiera imaginado.
-¡Pues como sigas sin comunicarte con la tía Hikari, no volveré a dirigirte la palabra! -y dicho y hecho, la niña salió de la habitación con un rostro tan molesto, tan similar al de su hermano cuando se enfadaba que Takeru no podía pensar con gracia, como los genes paternos estaban presentes en su sobrina. Sino en: ¿Su sobrina de menos de tres años, lo había chantajeado? Pero, ¿de dónde había aprendido todo eso?
.
Tomar las palabras de Aine a la ligera era un terrible error.
Pues pensar que la niña se olvidaría del tema como cualquier otro niño a su edad, era pedir que las ranas criasen pelo. Tras un par de semanas, la niña seguía cabezota en no dirigirle la palabra a Takeru. Incluso, cuando pasaba al lado suya, la niña hacía un gracioso gesto de marginación, que eran imitados por Nyokimon e incluso por Keiichi cuando estaban con ella. Algo, claramente evidente por los demás miembros de la casa y a regañar a ambos niños y al digimon. Keiichi y Nyokimon se habían visto afectados por sus respectivos padres y a no seguirle el juego a su amiga. Pero Aine, no importaba cuantas veces la regañaran Yamato y Sora para que dejase de actuar como una niña grosera y maleducada, que ella seguía en sus trece de no querer hablar con su tío, hasta que volviese con Hikari. A veces, esas regañinas acababan en llantos de la niña, porque no podía entender porqué su tío y su tía estaban separados si se querían. Un gesto que acababa enterneciendo a Yamato y a Sora, e incluso al propio Takeru y a no seguir regañándola. Pero teniendo la excusa de que eran asuntos de mayores, no convencía a la niña de lo ilógico que sonaba eso para ella.
Takeru que se había estado comiendo la cabeza por las palabras tan duras de su sobrina, que había acabado por descubrir de dónde las había sacado, y a hablar seriamente con su hermano de que vigilase lo que la niña veía. Por lo que, los animes que Aine veía habían quedado prohibidos. Algo que la niña se negaba. Y como, tanto Keiichi como Nyokimon eran como sus perros falderos que harían cualquier cosa por ella, se las había arreglado para ver esos animes, poco calificados para niños pequeños, a escondidas.
Un día, Takeru se había sentado frente a su portátil con la firme determinación de enviarle un correo a Hikari.
Otra vez le había dado ese arranque de decisión de ponerse en contacto con ella. Patamon, nuevamente desde su cabeza, rogaba de que no terminara en un fracaso como las veces pasadas.
-Esta vez sí, Patamon -viendo la imagen rogante de su digimon, a través del reflejo de la pantalla.
Una vez que la portátil había quedado encendida, cliqueó en el icono de Internet y accedió a su cuenta electrónica.
Takeru dejó escapar el aire por la boca, mientras se daba ánimos.
Tenía que hacerlo.
Esta vez sí.
O por lo menos intentarlo si quería volver a hablar con su sobrina.
Pero a medida que iba cargando la página principal de correo electrónico, la cobardía empezó a asaltarle. Incluso (nuevamente) había dudado a la hora de escribir su correo electrónico. Y ni que hablar cuando tuvo que poner su contraseña. Había necesitado de varios alientos por parte de Patamon para que continuare.
-Venga, Takeru. ¡No seas tan cobarde!
-Es que… No es tan fácil, Patamon…
-¡No puedes estar así para siempre! ¡Con lo que te costó para declararte a Hikari hace años! ¡Abandonarlo ahora…!
-Ya… Pero… -¿Y si tras aquella separación, sus sentimientos hacia él se habían enfriado? ¿Y si tras la muerte de la hija que habían tenido en común, Hikari había tomado la decisión de no querer estar con él nunca más?
Daba igual escuchar a su sobrina que su tía todavía le quería, que podrían ser palabras de aliento de una niña que no conocía los detalles para convencerlo para seguir adelante.
Con esa idea en mente, y con la mirada perdida, dio a la pestañita de "Iniciar sesión"
Al tener en pantalla su bandeja de entrada, se quedó sorprendido al ver un correo electrónico de Hikari.
La impresión inicial fue la emoción y la incredulidad. Patamon se había quedado igual que su compañero. Se alegraba, y al mismo tiempo, se sorprendía de que Hikari tuviera la iniciativa de enviarle un correo electrónico.
-¡Es un correo de Hikari! ¡Un correo de Hikari! -celebraba Patamon-. ¡Ábrelo! ¡Ábrelo, rápido!
Takeru transpiró y pestañeó un par de veces, como si no se creyera que Hikari le enviase un correo. Se sentía igual que una adolescente a punto de recibir una carta de amor de la chica que le gustaba.
Trató de serenarse y de mantener la calma.
Con las manos temblorosas y sudorosas, dirigió el ratón hacia la pestañita donde se encontraba la respuesta a un email que le había enviado.
Fue cuando Takeru se percató de algo muy raro.
El asunto que cubría aquel email era: "Te echo de menos". Al principio, Takeru, emocionado por el email de Hikari, no se había percatado de las dos letras que indicaban la respuesta a un email enviado, y que al lado del nombre del de Hikari, aparecía el suyo.
En otras palabras…
Hikari había contestado a un email que él NO le había enviado.
¿Qué significaba eso?
Sintiéndose ahora alarmado y preocupado, Takeru no vaciló en abrir el email de Hikari.
Y tal cómo se temía, aquel email que Hikari le había enviado, había sido en respuesta de uno que él nunca había enviado y que decía lo siguiente:
"Querida Hikari, te echo mucho de menos. Sé que hemos estado separados durante mucho tiempo, pero te sigo queriendo. Me gustaría que me dieras la oportunidad de que estemos juntos de nuevo.
Te quiere, Takeru."
¿Quién había escrito semejante email tan cursi y simplista?
El hombre se sentía tan avergonzado que tenía la cara como un tomate.
Con esa vergüenza encima, recordó que Hikari le había contestado. Más que nunca, se sintió aterrorizado de lo que pusiera en respuesta.
"Hola, Takeru
¿Cómo te encuentras? Espero que bien. Yo me encuentro muy feliz tras haber recibido tu email. La verdad es que no me lo esperaba. Ha sido una increíble sorpresa.
He de confesar que muchas veces quería ponerme en contacto contigo, pero temía que la distancia, hiciera que dejaras de quererme. O incluso de que con la muerte de nuestra hija, no quisieras estar conmigo por si mi presencia te recordaba a ella.
En serio, no sabes lo feliz que me siento de saber que tus sentimientos siguen siendo los mismos que yo profeso hacia ti y que hayas dado el paso, porque yo nunca habría sido capaz.
¿Sabes? Me siento como una tonta, al haber rechazado las oportunidades que había tenido para ir a verte cuando mi hermano y los demás me lo ofrecían, porque ahora, tengo muchísimas ganas de verte y de estar contigo.
Nunca te he olvidado.
Tuya por siempre.
Hikari
Pd: Me ha parecido muy mono cómo te has expresado con palabras simples como un niño pequeño. Se ve que el vivir en un país extranjero ha hecho que olvides cómo escribir en kanji y hasta en katakana."
Tras leer la postdata, Takeru volvió a analizar el email que, supuestamente, había enviado.
¡Tenía razón!
No solo las palabras escritas eran simples e infantiles, sino que, además, estaba todo escrito en hiragana, donde sólo habían dos o tres kanjis en todo el email. Incluso su nombre y el de Hikari estaban escritos en hiragana y no en katakana como era oficialmente.
Estaba claro que aquello era obra de alguien ajeno y con poco entendimiento sobre el japonés.
-Patamon… -arrastrando su nombre y señalándolo como primer y principal sospechoso. Pues solo él conocía su contraseña para ingresar en su correo y era uno de los principales alentadores a que volviese a juntarse con Hikari. Además, su muda expresión y a que no se alterase por el email tan cursi que (supuestamente) había enviado, eran demasiadas pruebas en su contra- ¿fuiste tú el que le envió el email a Hikari?
El digimon saliendo de una alegría que lo había dejado sin habla, se había quedado confuso al ver a su amigo.
-¿De qué hablas?
-No te hagas el tonto conmigo -moviéndose de tal manera, que Patamon tuvo que salir de su cabeza y volar para estar cara a cara-. Tú ingresaste en mi correo y le enviaste ese email bobo a Hikari, ¿verdad?
-¿Qué dices? No entiendo de qué estás hablando -mostrándose más confuso ante sus palabras-. ¿Estás diciéndome que yo le envié ese correo tuyo a Hikari? -preguntaba el digimon creyendo no haber escuchado bien- ¿Es que no se lo mandaste tú?
-¡Vamos, Patamon! ¡Siempre andas conmigo y nunca me has visto enviarle nada!
-¡Podrías haberlo hecho mientras estaba durmiendo!
La molestia reflejada en su digimon al soltar su defensa, confundió a Takeru. Su digimon, debido a su atributo posterior a sagrado, nunca decía mentiras. Y la forma tan sincera en cómo se defendía de ser acusado, eran evidencias de que su digimon no había sido el responsable de enviar aquel email.
-Entonces, ¿no fuiste tú el que envió ese email haciéndote pasar por mí?
-¡Claro que no! Puedo estar desesperado, pero no hasta el punto de meterme como si fuera un niño pequeño en tu vida privada.
Como un niño pequeño.
Pensó Takeru.
Esa palabra dicha tanto por Hikari como por Patamon, hizo que pensara de inmediato en otra persona sospechosa y seguramente, la verdadera culpable de ello.
-Aine… -comentó con un suspiro resignado.
.
Efectivamente.
Había sido la niña, la responsable del email junto a sus dos cómplices, Keiichi y Nyokimon. La niña les había convencido para que la ayudasen a enviar un email de su tío Takeru a su tía Hikari con la finalidad de unirles. Viendo que su primera opción de ignorarle, no daba resultados, había optado por un plan B, para que se juntaran de una vez.
Nyokimon, debido a la pequeñita que era, se había camuflado en la habitación de Takeru para conseguir la contraseña. Y Keiichi, que tenía más conocimiento de la escritura japonesa, aunque sólo lo aprendido en el colegio, se encargaría de escribir el email con sus caracteres y sin errores ortográficos que los pudiesen delatar. La inocencia de los tres en conjunto, no les había dado a imaginar que su escaseza de vocabulario y con palabras sacadas de los animes que veían, pudieran darse cuenta de que ellos habían sido los responsables.
Sin embargo, al final de todo aquel montaje, sólo Aine se había visto regañada. Ella misma no había delatado a sus cómplices para que no se vieran afectados por un castigo que no se merecían.
Aquel plan había obtenido dos buenas conclusiones. La primera: que Takeru volviese a estar con Hikari; Y la segunda; debido a que Aine se había autonombrado como única responsable de aquel email, Nyokimon y Keiichi se habían sentido algo culpables, y a dejar todo resentimiento mutuo en la caja del olvido, para empezar a llevarse bien (y de paso unirse contra Yuuta, el tercer rival que les había salido).
Lo que parecía una idea inicial para que Takeru regresara con Hikari, había conllevado otra cosa buena para la pequeña Aine.
Sin embargo, a pesar de la felicidad que la niña llevaba, era ajena a la auténtica razón de porqué no vivía en la misma dimensión que sus abuelos y los amigos de sus padres.
Ellos y sus digimon le habían dicho que había sido para protegerla. Pero, ¿de qué?
Eso no lo sabía ni le interesaba saber. Vivía tan bien con su familia y los Minamoto, que no podía imaginar el grave que podría acecharla.
Lo había descubierto unos meses después, el día de la boda de su tío Takeru con su tía Hikari.
Ella ya contaba tres años, y se encontraba emocionada porque su tío Takeru se iba a casar con su tía Hikari. El plan inicial había dado resultados más que satisfactorios. Ni siquiera tenía resentimiento contra sus padres por haberla castigado una semana entera encerrada en su habitación sin derecho a ver televisión o escuchar música. Además, contaba con sus dos cómplices que le facilitaban todo lo que quisiera a escondidas.
Con la celebración de la boda de Takeru, Yamato se encontraba bastante deprimido. Pues a él le habría encantado poder asistir, y acompañarlo en ese evento tan especial y único en la vida. O eso pensaba el mayor de los Ishida. Sin embargo, con el miedo de que podría sucederle algo a su hija durante su ausencia, le impedía poder asistir a algo que le hubiera gustado presenciar y disfrutar en vivo. Sora también tenía muchas ganas de ir. El hecho de que ambos quisiesen ir y supieran de las ganas tanto de uno como de otro, había desembocado en una pequeña discusión donde Yamato alegaba que ella y su hijo Yuuta podrían asistir en su nombre. Algo que Sora negaba, ya que Yamato era el hermano del novio, y el que más derecho tenía para asistir a la boda junto a Yuuta.
Aquella discusión no es que llegase con palabras mayores, pero era tema constante durante las noches, donde ni uno ni otro cedía en ir y que fuera el otro en su lugar. Aine, una vez más, había intervenido alentando a sus padres de que fueran ambos con Yuuta.
-Creo que será mejor que vayáis los tres. De seguro que al tío Takeru y a los abuelos Ishida, les encantará ver a toda su familia reunida en un momento tan especial.
¿Quién negaba aquella realidad?
Era obvio que los padres de Yamato y Takeru sentirían una tremenda alegría de poder estar todos juntos de nuevo. Ante la continua insistencia de la niña en que fuesen ellos tres, Yamato y Sora habían visto cómo la familia Minamoto se había unido a su hija, dándole la razón que lo mejor era que asistiesen y que no se preocuparan por Aine, ya que ellos se encargarían de cuidarla. Al final, ante semejante insistencia, Yamato y su familia junto a los digimon habían decidido asistir.
Kouji le había prometido a Yamato que cuidaría bien de su hija, y que no se preocupara por nada. Contrataría a personal de seguridad para el día en que se fueran y avisaría a Wolfmon y al resto de los guerreros digitales para que estuvieran más atentos que nunca.
Pero daba igual la protección que la niña y su digimon tuvieran, que lo inevitable ocurriría de una u otra manera.
Todo había ocurrido de forma tan simple y natural. Ella se encontraba con su digimon en su habitación. Era de mañana, por lo que Keiichi estaba en el colegio, y también era el día en que se celebraba la boda de Takeru y Hikari. Un evento que la niña no podía asistir, pero que en el fondo deseaba. Sólo esperaba que su madre sacase muchas fotos y le contase cómo había sido con pelos y señales.
Ella se encontraba tranquila en su habitación viendo con Nyokimon esos animes que le habían prohibido ver. Concretamente, estaba viendo un anime que estaba muy de moda en su país natal, donde hombres gigantes que no hablaban y andaban desnudos (que el anime los denominaba como titanes) se comían a otros humanos que eran mucho más pequeñitos y que luchaban con espadas y cañones a muerte contra ellos. Porque o los mataban o eran comidos. A Nyokimon esos dibujos les producía pánico y terror, pero en cambio, Aine quedaba fascinada como si estuviera viendo una auténtica maravilla. De pronto, la pantalla de la televisión se volvió negra. Nyokimon se había llevado un susto de muerte. Pues justo se estaba viendo cómo una enorme mano se acercaba a un personaje que trataba de huir para no ser devorado.
-¿Qué pasa? -preguntó Aine dónde no sentía el mismo miedo que su digimon. Se había levantado para observar si el cable de la televisión estaba bien. Pero justo en ese momento, la pantalla del ordenador que tenía detrás había empezado a brillar.
Nyokimon aún afectada por la escena de antes, chilló de horror al ver cómo un extraño brazo había aparecido de la pantalla del ordenador, aprisionando a la niña y a su digimon y llevándosela al interior de la pantalla.
.
El susto que había tenido Nyokimon con ese brazo, creyendo que los dibujos habían cobrado vida, y aquel ser llamado titán se había recreado en el mundo humano, la había llevado a desmayarse. El despertar que la digimon había tenido, resultó ser más tétrico que la escena de anime que había estado viendo.
Su compañera y ella se encontraban maniatadas y rodeadas de digimon que nunca en su vida habían visto. A pesar de que eran seres pequeños y no grandes como los titanes de aquel anime, los ojos de aquellos digimon denotaban malicia y sonrisas de triunfo. Los ojos de aquellos seres digitales eran rojos como la sangre y las observaban como si quisieran devorarlas.
La digimon gritaba el nombre de su amiga desesperada, pero ella, valiente como era, no se veía apabullada. Con una mirada fuerte y determinante, les exigía que las soltaran sino querían vérselas con su padre y su digimon. Lo único que tuvo la niña en respuesta fueron sonoras carcajadas, como si no tuvieran miedo a sus amenazas o no creyeran posible que el padre de la niña y su digimon pudieran llegar a hacerles algo.
El terror había empezado a crecer cuando uno de ellos, el que tenía pinta cómo de líder, se acercaba peligrosamente a ella. ´
Todos aquellos digimon pertenecían a la misma especie. Tenían el aspecto de pequeños diablos feos y horripilantes, pero con unas grandes uñas y una boca, donde era fácil intuir que su hobby favorito consistía en arañar a sus presas o clavar sus dientes como vampiros y comérselos. Entre todos ellos, destacaba el que se acercaba, con su capa alrededor y el respeto que los demás le tenían.
A pocos centímetros de distancia, aquel digimon con sus ojos achinados, observó con detalle a la niña durante unos segundos que para la digimon fueron minutos. Aine seguía sin mostrar miedo, aunque su cuerpo la traicionaba y empezaba a temblar sin control.
Entonces, aquel digimon se alejó de ella y alzando sus brazos al cielo, gritó.
-¡Exterminemos a la luz de nuestra destrucción!
El resto de digimon lo gritaron al unísono. Una frase dicha una y otra vez como unas palabras mágicas, como si quisieran invocar a algo o a alguien. Con todos coreando aquella frase, el líder de aquellos digimon volvió a enfocarse en la niña y sonriendo altanero, agregó con sus uñas cerca de donde se encontraba su corazón.
-Tú eres nuestra destrucción y por eso debes morir.
Antes de que el pequeño digimon pudiera hincarlas, sufrió un ataque luminoso que lo vaporizó al instante. La muerte de su líder, provocó la alteración entre los digimon que allí se encontraban. Pero antes de que estos pudieran responder con sus ataques o usar a la niña y a su digimon como rehenes, se vieron inutilizados ante la llegada de varios digimon con aspecto de guerreros, donde no tenían compasión a la hora de eliminarlos.
Aine y Nyokimon no entendían nada de nada. Antes de que pudieran pensar qué es lo que estaba pasando, una digimon femenina de tipo hada, las desataba y las calmaba con voz dulce y amable, alegando que ya estaban a salvo.
La exterminación de aquellos digimon diablo no había durado más de cinco minutos. La digimon que las había desatado, la tenía en sus brazos. Con sus alas de mariposa a la espalda, se mantenía en el aire, observando a sus compañeros donde no necesitaban de su ayuda para acabar con aquellos digimon demonios. Aine con Nyokimon entre sus brazos, observaban aquello mudas de la impresión.
Cuando todo había terminado, varios de aquellos digimon de tipo guerrero echaban un vistazo por los alrededores, por si alguno había logrado escapar o se encontraba escondido.
-Parece que todo ha terminado -comentó uno de armadura roja y de pelo largo y amarillo.
-No entiendo cómo este grupito ha podido sobrevivir si habíamos aniquilado a todos los digimon demonio que Lord Kerpymon detectaba -hablaba ahora la otra única fémina, que parecía más una digimon rana acuática que un guerrero.
-A quién madruga, Dios le ayuda -murmuró de repente otro con apariencia extraña de árbol pero de voz amable-. El dormir hasta tarde, como pasa con Grottemon, hace que los digimon demonio aprovechen para esconderse y planificar esto que ha ocurrido.
-¡Idiota! ¡Yo no duermo hasta tarde! -fue la queja de aquel digimon llamado Grottemon.
-¡Ya es suficiente! -pidió un digimon guerrero con casco de lobo y las tonalidades azuladas de Gabumon-. Debemos llevar a Aine y a Nyokimon con Kouji y los demás.
-Tiene razón -hablaba la digimon que tenía a la niña y a su digimon-. Seguro que Izumi estará al borde de la histeria -comentaba la digimon con algo de pena.
El que nombrase a los padres de Keiichi, hizo que Aine reaccionase y a preguntar cómo es que los conocían y quiénes eran ellos.
-Nosotros somos -habló uno de armadura completamente negra. Tenía tanto en su casco como en su pecho y en sus hombreras la imagen de la cara de un león- los espíritus de los diez guerreros legendarios que están al servicio de los Tres Grandes Ángeles que gobiernan el Mundo Digimon.
-¿El Mundo Digimon? ¿Es que estamos en el Mundo Digimon? -preguntaba ahora Nyokimon. Siendo tanto para ella como para Aine la primera vez que visitaban el mundo digital.
-Así es -contestó el más bajito de todos y que se asemejaba a un gracioso oso polar-. Evilmon, los digimon que os habían secuestrado, estuvieron ocultos de la aniquilación de digimon demoníaca que Lord Seraphimon había decretado. Seguramente, han estado preparándose durante mucho tiempo si han sido capaces de invocaros desde el mundo humano al Mundo Digimon.
Aine empezó a recordar cómo aquellos digimon la habían insinuado como la luz que los eliminaría. Algo que tampoco entendía. Desesperada, empezó a preguntarles porqué querían matarlas y porqué las llamaban la luz que los exterminaría. Le gustaba ver esos animes de acción y gore, pero eso no significaba que tuviera deseos de probarlo en la vida real.
Por mucho que Aine les pidiera que les contase la razón con Nyokimon apoyándola, ninguno tuvo el coraje de explicarles lo que ellas eran en realidad. Pues decirlo, sería lo mismo que vivieran con miedo de que otro digimon oscuro quisiera matarlas con la misma crueldad que Evilmon.
Inconscientemente, uno de esos guerreros con aspecto de insecto, y sin pensar en lo que eso supondría en la niña y en su digimon, le contó absolutamente todo. Que ella, al ser la primogénita de los portadores de emblemas Amistad y Amor, significaba que había nacido con un poder tan extraordinario e inusual que peligraba a los digimon de la especie demoníaca, igual que su difunta prima Kibou. Aquel digimon no había tenido pelos en la lengua al contarle, como, debido a la muerte de su prima a manos de digimon tenebrosos, que para evitar que ella también fuese perseguida y pudiera vivir en paz, sus padres y sus amigos, habían planificado que naciese en otra dimensión humana para evitar ese peligro. Así, la luz que ella emitiese al nacer, no llegaría a esos digimon, como había ocurrido con Kibou. Y eso no había sucedido. Por lo menos, en la dimensión del Mundo Digimon donde pertenecían Gabumon y Piyomon. Pero sí que había ocurrido en el Mundo Digimon gobernado por Seraphimon, Ophanimon y Kerpymon.
Los tres Grandes Ángeles, al sentirla, habían decretado que lo mejor era no preocupar a los padres de la niña para que no vivieran con el miedo en el cuerpo de que a su hija pudiera morir como Kibou. Además, en dicho mundo no abundaban los digimon de tipo demonio. Como ángeles todopoderosos que eran, se encargaban de erradicar a lo que era su contraparte. Pero después de aquella luz, se había comunicado de forma oficial, el exterminio de todos los digimon de tipo demonio. Eso no significaba que los diez guerreros legendarios pudieran eliminar a todos sin ningún problema. Los digimon desde tipo seichouki y seijukuki solían ser bastante cobardes y escurridizos para huir de los tres gobernantes. Fue así, como la especie de Evilmon había logrado sobrevivir con los años y planear con cuidado, el secuestro de Aine y su digimon.
Lo que los Evilmon no habían contado es que debido al grito de Nyokimon, mientras eran engullidas por el brazo de uno de los Evilmon, alertase a los que estaban en la casa. Kouji e Izumi al descubrir la desaparición de la niña y de su digimon, se habían puesto en contacto de inmediato con Ophanimon para que las buscaran e incluso iniciaron una investigación con los guardias de seguridad, por si todavía se encontraba en la casa o por los alrededores. La rápida actuación había hecho que ninguna tragedia volviera a ocurrir.
Sin embargo, Aine, tras haber escuchado toda la historia que había envuelto su prima, al fin había podido comprender muchas cosas que había pasado por alto. Como por ejemplo, el porqué vivían en otra dimensión humana y porque sus abuelos y los amigos de su padre la visitaban en muy contadas ocasiones.
También entendía porqué su tío Takeru había vacilado tanto en ponerse en contacto con su tía Hikari. Incluso, podía comprender porque ella nunca había venido a verla en aquella dimensión.
Por su parte, Nyokimon también entendía porque sus padres digimon la animaban constantemente a que se entrenara. Era para que se convirtiera en alguien, lo suficientemente fuerte, para proteger a su compañera humana de aquellos peligros.
-Blitzmon, ya es suficiente -le pidió el digimon de armadura roja-. Creo ya has dicho demasiado.
-Es verdad. Debemos llevarla de inmediato junto a Izumi -comentó la digimon hada sintiéndose apurada y preocupada por su amiga.
.
Los diez guerreros habían llegado hasta un gran y luminoso palacio. Se encontraba protegido en medio de un espeso bosque, donde nadie podría imaginarse que más adentro pudiera encontrarse el palacio de uno de los tres grandes ángeles. Aquel palacio era de cristal y con la luz solar provocaba destellos de los colores del arco iris. En la puerta, se encontraban los tres digimon ángeles gobernantes y un grupo de humanos adultos, donde Aine y Nyokimon solo pudieron reconocer a Kouji, Izumi y a Koichi. En cuanto los tres adultos habían visto cómo habían llegado con la niña y su digimon a salvo, Izumi fue la primera en correr hacia ella con lágrimas de felicidad. Se la arrebató de Fairymon y la abrazó con fuerza, agradeciendo a todas las divinidades existentes de que no le hubiera pasado nada malo.
Kouji y los demás, se habían acercado después, pudiendo quitarse finalmente la máscara de preocupación y miedo que habían tenido.
-Menos mal que estás bien -decía Kouji con un rostro que la niña jamás había visto-. No podría mirar a la cara a tu padre si algo te pasara en su ausencia, después de habérselo prometido…
El miedo que compartía la pareja amiga de sus padres, era algo que Aine veía por primera vez, así como comprender que si a ella le pasase algo, entonces, ellos se sentirían más culpables que cualquier otra persona.
La niña, sintiéndose mal por alguna razón, les imploró a todos que no le dijeran nada de lo que había sucedido a sus padres y mucho menos a sus amigos. Temía que si ellos se enterasen, no pudieran vivir en paz y en tranquilidad como habían estado haciendo hasta ahora. Además, ese día, era el día de la boda de su tío Takeru. Habían muchas razones para que si supieran lo que le había pasado, no solo su familia pudiera destruirse, sino también la de su tío Takeru. Y eso es algo que desde luego no quería.
-¡Me haré muy fuerte para que esto no vuelva a pasar! ¡Así que por favor, por favor, no le digáis nada a mis padres ni a nadie! ¡Por favor! ¡No quiero que por mi culpa, se sientan apenados y preocupados!
Guiados por la insistencia de la niña, aquel suceso quedó guardado en lo más profundo de los secretos.
Aine, cumpliendo con su palabra, decidió entrenarse físicamente para poder también defenderse. Fue por eso, que le había pedido a Keiichi que le enseñara todos los animes de lucha y artes marciales que existieran. Pues no veía otra manera, por el momento, para aprender a pelear. Más tarde, cuando había descubierto a lo que se referían con especial, la niña y su digimon se escabullían al Mundo Digimon para que Ophanimon, Seraphimon y Kerpymon le enseñaran a controlar su poder.
Nyokimon también empezó a fortalecerse y a tomar más en serio el entrenamiento de sus padres digimon. En menos de un año, la digimon había alcanzado el nivel seijukuki, pudiendo mantenerse en esa forma más tiempo de lo normal.
Gabumon y Piyomon se sentían emocionados y asombrados de cómo su hija digimon crecía más y más fuerte, como si cada día adquiriera más poder.
Poco después de que Aiyomon digievolucionara a Tsubasamon, Aine les había pedido a sus padres que lo mejor es que volvieran a su mundo humano, y la dejasen a ella en aquella dimensión.
Su hermano pequeño merecía que viviese en el mundo humano perteneciente, y pudiera ver a sus abuelos sin problemas. Él no corría peligro como era su caso.
Al final, como Aine había contado con el apoyo de Kouji e Izumi, Yamato y Sora habían acabado por ceder. Sin embargo, pusieron algunas condiciones, temiendo que la tragedia pudiera presentarse algún día.
A partir de aquel momento, Aine tendría una nueva identidad, y sería llamada como Minamoto Uta. La hija adoptiva de la familia Minamoto. Y así sería llamada por todos (su familia y amigos), para evitar filtraciones sobre su verdadero nombre cuando mantuviesen el contacto mediante correo electrónico. Además, por mucho que le pidiesen que volvieran e hicieran su vida en su respectivo mundo humano, la visitarían todos los años durante el verano y en todas las vacaciones que tuvieran.
Así había sido durante años, donde tras el suceso contras los Evilmon, ningún otro le había sucedido a Aine. Ella seguía entrenándose físicamente y su digimon, pudo mantenerse de forma indefinida como Tsubasamon.
Cuando una Aine de cinco años le había pedido a sus padres el ingresar a una escuela de kárate y del resto de artes marciales, con la excusa de que estando en América, necesitaba aprender a defenderse, no le habían tomado mucha importancia. Pero a medida que pasaban los años, su hija iba creciendo bella y hermosa, pero con un mal genio y con una actitud poco refinada, que eso no casaba con la nueva afición que había desarrollado (y por supuesto, influenciada tras ver un anime que sus amigas le habían recomendado) de querer aprender patinaje sobre hielo.
El aprender patinaje sobre hielo, era llevar vestidos bastante ostentosos. Algo que Aine aborrecía y que nunca en su vida se había puesto. Por eso, no se creían que su hija tuviera ganas de practicar patinaje sobre hielo. Aún así, habían decidido apoyar su nueva afición, sin sospechar todo lo que había detrás.
Aine… Uta tenía nueve años y en el colegio, sus amigas no dejaban de hablar de una serie de anime que les encantaba y cómo estaban pendientes del estreno de la película con la que culminaría aquel anime que había sido tan exitoso hace tres años.
La niña había tenido suerte de entablar amistad con otras personas que le encantasen el anime como a ella. El problema era que ellas preferían ver shonen ai, en vez del shonen de toda la vida o el seinen, con sus aguerridas luchas y cruentas batallas. Por eso, cuando le habían recomendado aquel anime, al principio había puesto pegas porque era de género deportivo, y por el entusiasmo que habían tenido sus amigas, imaginaba que algo de shonen ai habría. Sin embargo, cuando había empezado a verlo… se había quedado embobada en aquellas coreografías que no eran tan surrealistas cómo otros animes deportivos que había visto en algunos vídeos de openings o en imágenes que colgaban en las redes sociales. Sin embargo, aquel anime hacía que algo especial surgiera en su cabeza. La melodía que sonaba cuando esos personajes masculinos patinaban, ella, en su mente se imaginaba una de las canciones que su padre le había cantado. Aquella canción casaba con la representación coreográfica del personaje que patinaba.
Así fue cómo empezó a imaginarse a ella misma patinando pero teniendo como fondo las canciones que había creado y compuesto su padre. Con la determinación de que la gente conociera la increíble música de su padre, se había decidido a ser una reconocida patinadora de hielo. Aunque una cosa tenía clara, ni loca pensaba usar esos vestiditos tan ostentosos y de colores claros. Se las ingeniaría para usar su propio estilo.
.
Con el paso de los años, Aine le había pedido a sus padres que limitaran más sus visitas. La chica con su entrenamiento y consiguiendo que su digimon lograse llegar a la etapa kazentai, no tendría problemas si aparecía algún digimon demoníaco que intentara matarla. Sin embargo, el pequeño de la familia era otro asunto. Estaba claro que Aki acabaría siendo el tercer niño de los cuatro digielegidos especiales. Quizás los digimon malignos solo lo supieran cuando su madre no pudiera tener más hijos o cuando Yamato o Sora murieran, pero hasta entonces, tendrían un tiempo precioso que deberían aprovechar. Por eso, para que ella pudiera seguir en el anonimato, les había aconsejado que era mejor limitar las visitas a las vacaciones de verano como mucho.
Ahí no hubo mucha queja sobre el asunto. Pues era más que obvio que la vida del pequeño Aki era la prioridad de todos los miembros de la familia.
-Por cierto, hay otra cosa que me gustaría deciros -había dicho la chica a continuación-. Tengo pensado ir a la universidad de nuestro mundo humano original. Para entonces, podré tener todo mi poder y seguro que Tsubasamon habrá logrado llegar al último nivel de digievolución. De esta manera, podré ayudaros para proteger a Aki y a Punimon.
Aquella noticia había hecho que Yamato y Sora se miraran con gravedad. Gabumon y Piyomon, por el contrario, se encontraban bastante alterados por lo dicho.
-No es necesario que os expongáis sin más, si estáis bien aquí -le dijo Piyomon.
-Tiene razón. Nosotros podemos ocuparnos de la protección de Punimon y de Aki. Además, estamos en un proyecto para hacer que Punimon sea fuerte sin necesidad de entrenamiento.
-Lo sé, Gabumon. Papá y mamá ya me lo han explicado. Pero, otra de las razones para volver a mi mundo humano de origen, es para asentarme allí y quedarme con vosotros. No tiene mucho sentido que me quede en un mundo humano al que no pertenezco.
-Cariño, eso no es cierto -le habló Sora, acercándose a ella. Colocó ambas manos sobre sus hombros y la miró con dulzura-. Tú naciste y te criaste en este mundo. Este mundo humano es más tu hogar que el nuestro del que nunca has estado. Si quieres ir al mundo humano porque quieres estar con nosotros, esa es otra razón más que justificada. Pero no tienes porqué obligarte a estar con nosotros simplemente por el deber de proteger a Aki y a Punimon.
-Pero, mamá…
-Aine, hace tiempo que tu madre y yo hablamos de este asunto -intervino ahora Yamato-. Y luego, tras haberlo hablado con Kouji e Izumisan, estuvieron encantados en que si tu verdadero deseo era el quedarte aquí, ellos te seguirían cuidando como lo estuvieron haciendo durante todos estos años.
-¿Mi verdadero deseo? -preguntaba ella sin entender qué quería decir con esas palabras.
-Así es -le dijo Sora con una amplia sonrisa-. Tu hogar será el que tu corazón indique con quién quieres estar para siempre.
En ese momento, Aine no había entendido a qué se estaba refiriendo. Fue poco después, cuando se había percatado lo que sus padres habían querido decir.
Keiichi.
La relación entre Aine y Keiichi se había ido fortaleciendo tanto, que para los de fuera, les parecía más una pareja que una pareja de hermanos. Les parecía demasiado obvia su relación, que no podían creerse que todavía no se confesaran. Quizás porque no la necesitaban. Ambos se admiraban mutuamente, que junto al hecho de que rechazasen todas las proposiciones de otras personas, era como si ya ellos mismos se sintieran como si fueran pareja.
Tras pensarlo mucho, Aine había llegado a tomar una idea definitiva.
Se quedaría en ese mundo hasta los dieciocho años. Así, podría presentarse para los Juegos Olímpicos de los Ángeles que se celebraría en el 2028. Participaría con las canciones que había compuesto su padre, como sorpresa cuando ambos fueran a verla y conseguiría el oro para pagar todo lo que Kouji e Izumi habían hecho por ella. Luego, iría a la universidad en el mundo humano para estar con su familia, y una vez conseguido el título, regresaría al otro mundo humano para quedarse para siempre junto a Keiichi.
.
13 de agosto del 2026
Una noticia devastadora había llegado hasta Aine escrita en tres simples palabras.
"Papá ha muerto"
Cuando Aine había regresado del entrenamiento, siempre con la atenta mirada desde el aire por Tsubasamon, se había llevado una sorpresa al recibir un email de su hermano Yuuta. Y al abrir el contenido, y leer las primeras palabras, Aine se había quedado en blanco, sin poder creerse lo que leía. Incluso quiso creer que su hermano había tenido los huevos suficientes cómo para gastarle una broma muy pesada. Pero el continuar leyendo, donde le explicaba cómo la nave en la que había estado su padre había empezado a fallar y explotado con Gabumon y él dentro, las lágrimas empezaron a acariciar sus mejillas. Apenas pudo leer lo siguiente, donde su madre, tras haberse enterado de la muerte de su padre, había perdido el conocimiento, donde Yuuta proclamaba que no sabía que hacer y que necesitaba su ayuda.
Pero Aine ya no leía el cómo se sentía su hermano. Sólo lloraba desconsoladamente. A su espalda, Tsubasamon había perdido la calma para lamentarse como su compañera por la pérdida de su papá Gabumon.
Aquellos gritos fueron escuchados por los más pequeños de la casa.
Los pequeños hijos gemelos de Kouji e Izumi de ocho años que habían ido a la habitación de su "hermana" Uta (como sólo la conocían ellos) para preguntarle algo, se habían quedado pasmados al verla llorar por primera vez. Los gritos de los más pequeños, alertaron al resto de miembros de la casa, descubriendo la triste noticia de la muerte de Yamato y Gabumon.
Aquella muerte también les había afectado a ellos, donde no podían imaginarse cómo debería sentirse Aine.
.
14 de agosto del 2026
Un nuevo email había llegado a Aine.
La chica se había quedado dormida de tanto haber llorado, donde Keiichi se había quedado junto a ella para cuidarla. Leyendo el nuevo correo que Yuuta le había enviado, se había quedado sorprendido al visualizar cómo Sora y el resto de sus amigos habían desaparecido.
Aunque en palabras era difícil de ver la desesperación de alguien, Keiichi a cada palabra que leía, podía ver cómo el hijo mayor se encontraba más desesperado que nunca, donde silenciosamente, imploraba que volviera con ellos.
Algo entendible.
Se dijo Keiichi a sí mismo.
Con sumo pesar, observó a la chica que dormía con las lágrimas acariciando sus mejillas. A su lado, su digimon, había vuelto a su forma seichouki y dormía a su lado, con la misma expresión lastimera que su compañera.
Una idea estuvo pululando por su mente. Una idea que no le gustaba nada. Se estuvo rallando la cabeza con aquello, hasta que un nuevo mensaje de Yuuta dónde también Nat, Aki, sus digimon y el resto de hijos de elegidos habían desaparecido, hizo que se decidiera con esa idea. La idea de convencerla de que ella volviera a su mundo humano para quedarse con su familia. En otras palabras, el separarse de ella y no volver a verse nunca más.
Estaba convencido de que si él la insistía en que volviera a su mundo humano, no podría oponerse.
Después de todo, era lo mejor para ella. Y si algo en lo que pensaba desde que ella había nacido, era en su felicidad y bienestar. Además, su familia la necesitaba más que él.
.
.
.
.
.
MUNDO NUEVO (En la actualidad)
Los sonidos de su hermana pequeña, hicieron que sacaran a Aine de sus pensamientos más profundos y se enfocara en ella.
Natsumi había despertado y observaba a su hermana mayor con una expresión confusa, como si no recordara muy bien qué había pasado y que es lo que hacía ella allí. Aine en respuesta, sonrió con una dulzura poco usual y le dijo:
-Buenos días, Nat.
Su hermana pequeña había podido dormir tranquila, liberándose de todo lo que había estado sobrellevando, y ahora tendrían que enfrentarse juntas al peligro que las acecharía en unas horas.
La extraña palabra confundía más a Nat.
Observando a su alrededor, todavía atontada por el sueño, se fijó en que todos sus amigos estaban durmiendo. Su hermana junto a Tsubasamon eran las únicas que se mantenían despiertas.
Tenían un fuego que se ocupaban de cuidar y que gracias a él, se cuidaban de que nadie pescase un resfriado, durmiendo al raso y sin la acostumbrada almohada y manta que hacía que sus sueños fuesen más cómodos. Aunque había algunos que se aprovechaban del brazo de otro o del estómago de su compañero humano, para hacer función de almohada. Y solo Aki tenía el honor de sentir el calor de una manta, con el cuerpo de Zabumon abrigándole.
Al lado de Zabumon se encontraba Piomon. La digimon le daba la espalda a su hermano digimon, por lo que no podía adivinar qué expresión tenía. Seguramente, tendría una expresión deprimida por su ruda y agresiva actuación con ella.
Ver a su digimon, hizo que Nat se sintiera culpable por cómo la había tratado. No quiso mirar a Toji y a otros, porque sino la culpa le atormentaría más.
-Has dormido durante muchas horas, supongo que ahora te encontrarás mejor. ¿Tienes hambre? -le preguntó Aine, observando cómo su hermanita se ponía triste de nuevo.
-Ehh… No… -contestó.
Huyó sus ojos azules de sus hermanos y amigos para que la culpa no la abrumara de nuevo. Sentía tanta vergüenza por lo que había hecho, que ya se podía imaginar lo que habrían dicho de ella mientras había estado durmiendo. Sin embargo, una parte masoquista de ella, le hacían sentir interés por lo que habrían dicho. En especial, Osamu…
Negó con la cabeza repetidas veces.
No tenía sentido pensar en él, cuando le había dejado claro que las cosas entre ellos era totalmente imposible, y que lo mejor era que estuviera con alguien que sí la entendía como era el caso de Toji.
Que él le dijera aquello, le había sentado como una patada en el estómago.
Que pensara que lo mejor para ella era Toji cuando le había dejado claro que sólo sentía amistad por él, le había parecido un insulto y una clara prueba de que no quería absolutamente nada con ella. Ni siquiera su amistad. De hecho, fue a partir de entonces, que volvió a llamarla por el apellido y no por el nombre cómo había empezado a hacer.
La quería lejos de él y tratarla más como una simple conocida que como una amiga.
Aquello la había perturbado tanto, que se había quedado con el corazón hecho pedazos y tan frágil, que seguramente, el enemigo había aprovechado aquel momento, para apoderarse de su alma y tratar mal a todo el mundo.
-¿Quieres hablar de lo que te ha pasado?
La pregunta suave de su hermana mayor, hizo que la mirara. Viéndola borrosa, se percató de que había empezado a llorar.
-No… -contestó apartando con sus brazos las lágrimas siguientes.
-Está bien. No pienso obligarte a ello. Y queda tranquila, que el resto no te pedirán explicaciones ni nada de porqué te sientes así. Me he ocupado personalmente de ello -añadiendo con orgullo, enseñando su puño.
Natsumi sonrió agradecida.
Su hermana mayor siempre con una actitud fuerte, positivo y determinante, que en ocasiones, sentía envidia de su firmeza. Y al mismo tiempo, era su modelo a seguir (salvo por su obsesión hacia los mangas y animes shonen y seinen).
La amabilidad y la consideración que tenía su hermana mayor con ella, hizo que necesitara contarle el problema que tenía. Aunque no se atrevía a contárselo todo con pelos y señales.
-Oye hermana… -pensando muy bien las palabras qué decir-. Tú… Alguna vez… Bueno… ¿Alguna vez te ha rechazado el chico que te gustaba?
Tras repasar en su mente, la pregunta formulada, Nat se percató de lo absurda que sonaba la pregunta. Su hermana siempre había tenido ojos para Keiichi, y era demasiado obvio que él sentía lo mismo por ella. La forma en cómo su hermana la había mirado, confirmaba que le había hecho aquella pregunta a la persona menos indicada.
-Claro que no… -contestaba la propia Nat con un suspiro resignado-. Tú ya tienes a Keiichiniisan, y nunca estuviste enamorada de otro…
-Pero sí que me ha pasado lo que me preguntas -le cortó ella con una sonrisa triste.
La respuesta inesperada de su hermana mayor dejó ahora a Natsumi boquiabierta y sin creérselo.
Si se notaba que ambos se querían mutuamente. De hecho, de no ser porque los conocía, afirmaría que ellos eran pareja desde que eran niños.
Al mirar a Tsubasamon, aunque sus ojos se encontraban ocultos por su casco, la notó bastante triste y deprimida.
-Pero… ¡¿Cómo es posible?! ¡Si Keiichiniisan está enamorado de ti! -entonces una idea vagó por su mente-. O es que acaso, ¿te enamoraste de otro, antes de Keiichiniisan?
Algo sumamente imposible. Pero teniendo en cuenta que veía solo unas cuantas semanas al año a su hermana mayor, por mucho que mantuvieran el contacto por email, eso no significaba que supiera todo lo que hacía en esa otra dimensión humana.
-Claro que no -contestó Aine sonriendo más. Luego, suspiró con gran pesar-. Es solo que… Fue el propio Keiichi quién me rechazó… Aunque no lo hizo directamente -terminándolo de ahí, manteniendo el misterio.
La mente de Aine voló hacia unas escasas horas. Después de haber leído los dos mensajes que su hermano Yuuta le había enviado sobre la desaparición de su madre y sus hermanos, Keiichi la había convencido que lo mejor era que regresara al mundo que le pertenecía. No solo los días necesarios para ayudar a su familia, sino que se fuera para siempre. Sin embargom, las palabras que más le habían hundido, habían sido.
-Aquí no tienes nada ni nadie con lo que aferrarte para que te quedes.
La forma en que lo había dicho…
Ella no era tonta.
Sabía que él lo había dicho y hecho por su bien, para que se fuera con su verdadera familia. También había visto como a él también le habían dolido aquellas palabras. Pero, el orgullo y la sensatez en Aine, había hecho que le hiciera caso y a no querer arreglar las cosas.
Los sucesos tan graves por los que estaba su familia eran prioritarios. Además, ahora su hermano pequeño podría correr peligro, pues ya estaba fichado de forma oficial como uno de los Digielegidos Legendarios. Y sólo ella tenía el poder suficiente para poder defender y proteger a su familia.
No había tiempo para llorar e implorar un amor imposible, cuando la familia iba siempre antes. Pues sus padres se habían arriesgado con todo, para que ella pudiera nacer en un entorno pacífico y feliz e impedir que tuviera el mismo destino que Kibou. Era una moneda muy cara que no sabía cómo pagársela, hasta ahora.
-¡¿Qué significa eso, hermana?! -alzando tanto la voz, que ella misma se moderó al instante.
El resto de sus hermanos y amigos se encontraban durmiendo. Echó un vistazo por si alguien se había despertado a causa de sus gritos, pero se tranquilizó de inmediato. Lo único fuera de lugar que había sucedido, es que Minami había cambiado de posición de forma brusca y estirado su brazo hacia el otro lado.
-Así que incluso tú también… -volviendo a hablar pero con una voz más baja.
-¡Vaya! ¿Eso quiere decir que has sido rechazada por alguien que te gusta? -teniendo la oportunidad perfecta para escaquearse de su tema amoroso y averiguar porqué su hermana se había sentido tan vulnerable cuando era alguien con una personalidad fuerte como la suya.
El que dijera aquellas palabras en relación con ella, hicieron que se pusiera colorada de la vergüenza y a no querer hablar más del asunto.
-¿En serio te ha pasado eso, Natsumi? -había preguntado Tsubasamon con sorpresa.
La forma tan tierna en cómo se sonrojaba hacía ver que el enamoramiento que había tenido había sido tan fuerte, donde a pesar de haber sido rechazada, no podía olvidarlo así sin más.
-Lo que no entiendo es cómo han podido rechazarte. Yuuta y Aki me tienen contado que eres muy popular entre el género opuesto. Incluso entre chicos de la koukou.
Pero Nat no dijo nada al respeto. De hecho, al recordar las palabras que él le había dicho, la dejaron tan deprimida que estuvo a punto de llorar. Para no hacerlo, soltó una sonrisa sarcástica, considerando lo que le había ocurrido como algo gracioso.
-Pues no pasa lo mismo con él. Me dejó muy claro que lo nuestro era imposible y que ni amigos debíamos ser. Incluso me dijo que Toji era el más indicado para mí, cuando ya le había dicho que sólo veía a Toji como un amigo y que por mucho que hiciese, nunca podría sentir nada por él -su intención de contarlo como algo gracioso no funcionaba, de hecho, empezaba a ver de nuevo todo borroso.
Aine se acercó a su hermana y la abrazó con fuerza. A su hermanita le había dado bien fuerte el enamoramiento, donde le resultaba imposible superar el rechazo.
-Ya… Tranquila… No hace falta que hables más si te pone así… Además, debemos tener la mente fría -mirándola con seriedad y apartando aquellas lágrimas en aquellos ojos confusos-. Nosotras somos las siguientes en combatir -le reveló para asombro de la niña, donde no se esperaba que ya tuviera que pelear. Lo que más le asustaba era el hecho de que si no hacía digievolucionar a su digimon al nivel kyuukyokutai, no podría vencer al enemigo. Y para hacer digievolucionar a Piomon a ese nivel, necesitaba activar su emblema de amor. Pero ¿qué amor podría tener, si no lo tenía?
-Tranquila, Nat -calmó Aine viendo el pánico en su hermanita-. Yo estoy aquí y no pienso permitir que nada malo te vuelva a ocurrir -le prometió con firmeza.
Una promesa que la medio tranquilizó.
No tenía duda de que su hermana barrería al enemigo en un abrir y cerrar de ojos.
Pero…
¿Y qué pasaba con ella?
Sin amor y con las altas capacidades de su hermana y Tsubasamon, sería considerada como un estorbo y siendo la única de su equipo en no poder avanzar.
En otras palabras, todo por lo que se había esforzado desde el principio para proteger a su hermano y salvar a su madre, quedarían en saco roto y sería considerada como la marginada del grupo. Todo porque todos dependerían sólo de Aine.
.
Los hijos de los elegidos y sus digimon dormían profundamente, como si ya estuvieran acostumbrados de dormir al raso. Incluso los piojosos de Satoshi y de Momoko. O quizás, dormían profundamente por toda la emoción vivida y el combate que habían tenido hace unas horas. Pero Toji, que todavía no había luchado y se encontraba preocupado por Natsumi, apenas daba conciliado el sueño. Y justo cuando ya había entrado en el mundo de los sueños, aquella Ichijouji se había movido bruscamente, despertándolo. Había fruncido el cejo con molestia y a desear que el sueño lo sucumbiera de nuevo. Pero el escuchar la voz de Natsumi en un tono alarmado, lo había despertado por completo. Pero lo que más le había despertado y dejado sin ganas de seguir durmiendo habían sido las palabras siguientes que ella le había dicho a su hermana mayor.
-… Incluso me dijo que Toji era el más indicado para mí, cuando ya le había dicho que sólo veía a Toji como un amigo y que por mucho que hiciese, nunca podría sentir nada por él…
Aquellas palabras con ese tono tan sincero, le habían dejado tan deprimido, donde su esperanza para poder estar con ella, se iba esfumando como el humo de la hoguera por el horizonte.
