MARAÑA · Lágrimas desgarradoras
Con el fin de Dunkelmon, los hijos de los elegidos habían llegado a pensar que todo ya habría terminado, puesto que los digizombies habían dejado de moverse tras la muerte de Dunkelmon.
Los niños y los digimon se encontraban celebrándolo y con mucho entusiasmo de estar a nada para volver a ver a sus padres, cuando, inesperadamente, aquellos digizombies habían vuelto a moverse con mucha más potencia y energía que antes y a una velocidad que no parecía propia de digimon como ellos. Incluso los que no eran voladores como Leomon, ahora tenían la capacidad para volar.
-¿Qué está pasando? -preguntaba Yukionnamon.
-¡De repente se han vuelto más poderosos! -argumentaba Victorybuidramon.
Los hijos de los elegidos tampoco lo entendían. Hasta que Kazumi, que había puesto su cabeza a trabajar, llegó a una conclusión. Si tras la muerte de Dunkelmon y Lichtmon, los digizombies se habían detenido e instantes después habían vuelto a la carga y con mejores habilidades, eso significaba que quiénes los estaban controlando, tenía que ser alguien con un poder superior a los dos digiclones.
-¡Son Homeostasis o Yggdrasill quiénes los manipulan! -decretó con total convencimiento.
-Entonces, tendremos que guiar de nuevo a nuestros digimon con la ayuda de Toji y Musukokun -dijo Isaki, donde aquella estrategia había funcionado a la perfección al principio.
Pero antes de que Toji y Musuko se pusieran manos a la obra, bastantes digizombies habían sido derrotados ante los poderosos ataques que les había dado de lleno.
Eran los cuatro digimon ángeles que se habían unido a la lucha. Con ellos también ayudándolos, tuvieron una enorme ventaja. Sin embargo, el cansancio empezaba a hacer mella en todos, y la energía que les proporcionaba Tsukiyomimon empezaba a desgastarse.
Otro seísmo más fuerte que la explosión de Dunkelmon, había ocurrido demasiado cerca de los combatientes.
Los hijos de los elegidos y sus digimon al mirar a sus espaldas, de donde había provenido esa explosión, se quedaron consternados viendo cómo otra mitad de digizombies habían aparecido de la nada. Lo peor de todo, es que predominaban los digimon de nivel kazentai.
Teniendo ahora tanto por delante como por detrás y sintiéndose completamente agotados y amparados, les resultaba tarea imposible el poder vencerles.
¡Necesitaban ayuda!
Y como si sus plegarias fueran escuchas, la ayuda llegó de un ser completamente inesperado.
Huanglongmon.
El digimon que había acudido a aquel extraño nuevo mundo, en sustitución de los niños, y del cual habían creído que había muerto, había aparecido ante ellos salvándoles.
Aquel enorme digimon dragón de dorado tenía heridas importantes por su cuerpo, pero se enfrentaba a los digizombies que estaban en la retaguardia de los niños y adolescentes.
-¡Niños y compañeros digimon, tened fe! ¡Vosotros sois el futuro del Mundo Digimon! ¡Así que no os rindáis! -animaba el digimon sin abandonar la propia batalla en la que se encontraba.
Motivados por las palabras de la bestia sagrada y de cómo a pesar de sus heridas, combatía valientemente, los niños y sus digimon hicieron lo mismo. Pero antes de que pudieran mostrar su determinación, unas voces los dejaron sorprendidos.
-¡Gaia Force!
-¡Giga Blaster!
-¡Sorrow Blue!
-¡Thorn Whip!
-¡Positron Laser!
-¡Bloody Finish!
-¡Fenrir Sword!
-¡Arctic Blizzard!
-¡Seven Heavens!
-¡Sefirot Crystal!
Una combinación explosiva de numerosos ataques poderosos y que tanto los niños como sus digimon los reconocían perfectamente, los habían dejado sin habla y a no creerse que procedieran de…
-¡Chicos!
Y seguirían sin creérselo, incluso cuando veían al lado del portalón que llevaba a aquella torre a Wargreymon y a todos los demás digimon, y corriendo hacia ellos a sus padres.
Las palabras que salieron de todos fueron casi las mismas, aunque no dirigidas hacia la misma persona: "Papá" "Mamá". En medio de ese coro con esas dos únicas palabras, una emoción indescriptible sintieron todos los niños y adolescentes, mientras corrían con todo lo que sus piernas daban para dirigirse hacia ellos, felices de verles sanos y libres… … …por fin.
Todos los hijos se abrazaron con fuerza a sus respectivos padres, provocando un reencuentro que nadie olvidaría.
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Misato abrazaba a Iori con tanta emoción que las lágrimas que había desprendido antes por lo que pudiera ocurrirle a Takeshi parece que no se le habían terminado. La niña lloraba tanto por todo lo que había pasado, como por la felicidad que le albergaba de que todo por fin estuviera acabándose y que su padre se encontrase bien.
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Minami no dejaba de abrazar toda feliz a su madre como si no hubiera un mañana. Algo imitado por Miyako, donde los llantos de ambas se camuflaban la una con la otra, donde la niña no dejaba de repetir el nombre de su madre una y otra vez como si fuera una niña mimada. Algo que Miyako respondía con la misma emoción al ver a su niña de nuevo sana y salva, donde lo ocurrido hace unas semanas lo veía más como culpa suya que como de la niña.
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Osamu también abrazaba a Ken aunque no con la misma efusividad que su hermana con Miyako. El niño sentía una mezcla de alivio y de felicidad de que todo por lo que había pasado estuviera llegando a su final. Tenía, todavía, algo muy importante por hacer y era el rebelar los celos que había sentido contra su hermana antes de que las aventuras comenzaran y, sobre todo, como se había dejado influenciar por la oscuridad. Pero ahora… ahora… quería disfrutar de volver a ver a su padre y de que tanto él como su madre estuvieran bien.
Cuando la emoción parecía que había sido suficiente para ellos, se unieron a Miyako y a Minami, donde Minami abandonó a su madre para echarse a los brazos de su padre, mientras que Miyako abrazaba con fuerza a su querido hijo, sintiéndose tan feliz de poder volver a abrazarlo. Y luego, los cuatro se fundieron en un abrazo familiar.
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Musuko y Daisuke no ofrecían una estampa tan emotiva como el resto, sino que se abrazaban felizmente como si fueran colegas, donde Daisuke sentía un tremendo orgullo por cómo su hijo había abordado con valentía todo lo que había experimentado y manteniendo esa sonrisa como si nada hubiera pasado.
Daichi, por su parte, aunque estaba algo apartado de ellos, y muy emocionado por estar tan cerca de su padre, y no a una distancia alejada como el día en que Homeostasis e Yggdrasill le habían secuestrado y lavado el cerebro. En ese momento, y viendo como su hermano y su padre parecían estar en un círculo en el que no podía acercarse, sintió más miedo por cómo reaccionaría su padre al verlo.
Pero cuando vio como Musuko se había apartado de su padre para mirarlo como si no se hubiera olvidado de él, fue cuando Daisuke había hecho contacto visual con él. Daichi vio como de los ojos de su padre aparecían lágrimas y un sincero arrepentimiento por lo que le había hecho. El niño que era demasiado sensible, se le llenaron sus ojos verdes de lágrimas y llamándolo papá, se echó a sus brazos. Llorando igual que el niño pequeño de ocho años que era, y feliz al saber que era querido de verdad por alguien. Y lo mejor de todo, por su propio padre.
Daisuke vio como Musuko se sentía feliz por la escena y lo acercó también a él, donde Daisuke no podía sentirse más feliz y emocionado en toda su vida.
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Mimi abrazaba a Satoshi con tanta fuerza que el niño correspondía a ese gesto con el mismo afecto que ella le procesaba. Palabras de cuánto la había echado de menos era lo que más escuchaba. Algo que Mimi respondía entre numerosas lágrimas que también lo había echado muchísimo de menos. Lo había echado tanto de menos que no podía creerse que aquello fuese real.
Alzando la mirada se encontró con sus otros dos hijos: Sei y Shin los cuales abrazaban a su padre con ferviente alegría, sobre todo Shin que lloraba a lágrima viva por todo el miedo que había pasado. Jou trataba de calmarlo y de felicitarlo por haber sido tan valiente y llegado tan lejos. Momoko se sentía algo apartada pero llorando a lágrima viva como Shin, manifestando que ella también había estado tan aterrorizada que poder ver a sus padres y poder respirar tranquila era algo que no se lo creía. Quería abrazar a su madre para descargar ese temor que había estado guardando desde que le había tocado participar en la batalla contra el enemigo, pero la necesidad de necesitar a alguien fuerte y protector hizo que, ese gran afecto que sentía hacia su madre, no pudiera compararse con sus necesidades y se echó a los brazos de Jou.
La chica se había unido a sus hermanos en el abrazo hacia su padre, clamando el mismo miedo que había sentido como Shin.
Mimi al verlo, se sintió un poco apenada de que sus hijos prefiriesen más a su padre que a ella. Pero no podía culparlos. Los había abandonado y, prácticamente, se había olvidado de ellos durante años. Y aunque hablase con Momoko o le hiciera regalos, con solo eso no podía comprar su cariño, cuando Jou había estado para ella en lo bueno y en lo malo.
Entonces, Mimi vio como Sei abandonaba a su padre para acercarse a ella y observarla con una sonrisa triste y decirle cuánto se alegraba de que ella también estuviera bien. Mimi con los ojos impregnados en lágrimas, acercó a su hijo mayor contra ella, llorando como una niña pequeña y disculpándose por todo lo que le había hecho.
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Izumi y Kazumi se desahogaban en Koushirou. La más mayor debido a su personalidad sensible, era la que más emoción ofrecía, mientras que Kazumi dio rienda suelta a sus sentimientos, dejándolos escapar por toda la presión a la que se había sometido por ser considerada la cerebrito del grupo.
Koushirou las abrazaba y las felicitaba por haber hecho un buen trabajo y de lo orgulloso que estaba de ellas.
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Cuando Hikari tuvo a sus dos hijos abrazándolos contra ella y tener a su pequeña hija en brazos, hizo que llorara emocionada con la mezcla de las sonrisas de sus hijos y de la niña. No quería saber porqué la niña estaba allí con ellos, pero el hecho de tener a todos sus hijos con ella, era suficiente para aliviarse y no pensar en que podría haberlos perdido como a Kibou.
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-¡No me lo puedo creer! -clamaba Hanwokentromon observando a su padre digimon y al resto de digimon.
-¡Impresionante! -admiraba Starangewomon viendo por primera vez a sus padres digimon en sus formas de Seraphimon y Ophanimon, donde sin duda hacían la pareja de digimon perfecta.
-Pero… ¿Y mamá Piyomon? -preguntó Bennumon al notar que ella era la única entre los digimon que faltaba.
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Poco después, Isaki y Takeshi le preguntaron a su madre por el paradero de su padre. Hikari también escuchó como sus cinco sobrinos preguntaban por sus respectivos padres. Pues allí estaban todos los elegidos menos Takeru, Taichi y Sora.
-¿Y mami? -preguntaba Aki cerca de sus hermanos buscándola con la mirada sin encontrarla.
-Tía Hikari, ¿dónde está papá? -preguntó Sanae un poco angustiada. Aunque Wargreymon estaba allí, no podía evitar pensar que algo le hubiera ocurrido.
-¿Y mamá? -le preguntó Yuuta más angustiado que Sanae, donde su hermana y su hermanito estaban deseosos de ver a su madre. Sobre todo, cuando antes de ser secuestrada, había quedado en un estado de inconsciencia.
-¿Está bien? -preguntaba ahora Nat con una sonrisa esperanzadora.
La cara que puso Hikari no gustó nada a los tres hermanos Ishida, sobre todo cuando vieron como el resto de adultos, giraban sus rostros como si les costase mirarles. Minami sintió como su madre la apretaba contra ella con más fuerza y contenía unas lágrimas que no eran de emoción.
Aquello no gustó nada a los tres hermanos que empezaron a pensar lo peor. Además, Piyomon no estaba entre el grupo de digimon. Sin creer que algo terrible les hubiera pasado, Yuuta apretó los dientes y se escabulló entre el camino hacia el portalón para ir él mismo a comprobar lo que había pasado.
-¡Mamá! -gritando con sus dos hermanos detrás.
Pero entonces, la torre empezó a agrietarse como si algo la estuviera atacando desde dentro y el tejado se hizo pedazos por la fuerza de una enorme ave dorada emergiendo dentro de ella.
Era Hououmon.
El ave digital desplegó por completo sus alas doradas y graznó en señal de libertad y sin dudarlo un segundo, voló por encima de todos los presentes y lanzando su poderoso ataque, destruyó a un numeroso ejército de digizombies. Luego, teniendo a sus tres hijos emocionados al verla, Hououmon se situó frente a ellos, al mismo tiempo que desafiaba al resto de digizombies que quedaban.
-¡No permitiré que nadie dañe a mis hijos!
Ver a Hououmon hizo que Yuuta se sintiera un poco más aliviado, lo mismo que Nat y Aki, pero la inquietud seguía presente, ¿dónde estaba ella entonces?
Del interior de la puerta, se escucharon pasos lentos que avanzaban hacia la salida, y entonces vieron como Taichi y Takeru cargaban a Sora como si ella no pudiera sostenerse con sus propios pies.
-¡Mamá! -gritaron los tres contentos.
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Minutos antes de que todos los elegidos se reencontraran con sus hijos…
Agumon y el resto de digimon lanzaban sus ataques contra la pared, en concreto contra el pequeño agujero que había. Teniendo una apertura era mucho más fácil que la pared se rompiera, que crear una nueva apertura donde sería un desgaste de energía innecesario.
Pero aunque los digimon estaban en todo su esplendor, aquella pared parecía estar hecha de un material muy resistente. Taichi y los demás los animaban con garra y ánimo.
Estaban tan cerca de sus hijos y ellos estaban corriendo un peligro, que no podían seguir quedándose de brazos cruzados sin hacer nada.
Entonces, el segundo temblor ocasionado por los digizombies que habían aparecido por la retaguardia, donde los restos del ataque había golpeado la torre hizo que les afectase a ellos y a que perdieran el equilibrio.
La torre había empezado a moverse como si la sacudieran que tuvieron que hacer uso de su propia fuerza para no caer unos contra otros. Sin embargo, el temblor había sido tan fuerte que por mucha fuerza que hicieran, no era suficiente. Mimi que era la que estaba más cerca de la verja, gritó por inercia al sentirse bruscamente movida hacia ella. Un momento que había sucedido en milésimas de segundos, pero el tiempo suficiente para que todos lo vieran con la angustia pintada en la cara y Jou la llamase desesperado. Pues puede que Mimi le hubiera abandonado e ido con otro, pero eso no significaba que en el tiempo que habían pasado juntos como marido y mujer y existiera algo de afecto guardado en el fondo de sus corazones.
El temblor cesó. Y todos observaban boquiabiertos lo que estaban presenciando.
Mimi con Palmon en sus brazos tenían los ojos cerrados como esperando a lo que le sucedería. Pero la mujer todavía sentía la fría y dura tierra, así que al ver que nada malo había pasado, abrió un ojo y mirase la verja de reojo.
-¿No me digas…? -preguntaba Taichi sin poder creérselo. Levantándose, se acercó a la verja y tocándola con la punta de los dedos con precaución, observó cómo no pasaba nada.
Todos se miraron con expresiones extrañas, casi riéndose por lo precavidos que habían sido, cuando habían podido salir en cualquier momento.
Pero como estaba ese temor de que pudiera ocurrirles lo mismo que a los digimon, pues mejor prevenir que lamentar.
Sin perder más tiempo, los digimon se apresuraron a romper la verja con sus propios ataques. Algo que lo consiguieron de un solo golpe.
-¡Bien! ¡Vayamos! ¡Rápido! -animaba Daisuke a todos.
Los digimon en cuanto atravesaron la frontera entre el interior de la verja y el exterior, pudieron sentir como esa opresión que les había estado impidiendo digievolucionar, se desvanecía y el poder regresaba a ellos.
Los que no eran tan grandes como Heraklekabuterimon digievolucionaron de inmediato a sus últimas formas. El resto lo haría cuando estuvieran cerca de la salida para evitar que los escombros de la torre cayeran sobre sus compañeros humanos.
-¡Vamos! ¡Taichisan! -le dijo Daisuke que parecía haberse encargado de que todos salieran de la verja, donde en el interior quedaban Takeru, Hikari, Taichi, Sora y Piyomon.
Los cuatro animaban a que Sora se levantara y que fuera con ellos. Pero Sora como no tenía idea de nada y tampoco fuerzas para ponerse en pie, parecía querer quedarse en ese lugar.
-¿Taichisan? -dijo Daisuke una vez más. Ken y Koushirou habían subido de nuevo, al escuchar la voz preocupada de Daisukesan y por si necesitaban ayuda.
-Id adelantándoos vosotros. Nosotros iremos enseguida -les dijo Taichi. Luego, le pidió a Wargreymon que él también se fuera con ellos para ayudar a sus hijos y a los demás.
-Hikari, será mejor que vayas tú también con ellos -le había pedido Takeru.
-¿Estás seguro? -le preguntó ella.
-Sí -y luego miró a su digimon, el cual, junto a Ophanimon, se había quedado con ellos como buenos compañeros digimon que siempre estaban al lado de su compañero humano-. Seraphimon vete tú también. Te encargo a Hikari y a los niños.
-No hace falta que me lo digas -le contestó su digimon donde a pesar de su casco que le cubría todo el rostro, podría vislumbrarse una sonrisa.
-¡Vamos! -les dijo Hikari a los tres digimon bajando las escaleras.
Takeru los miró marcharse con una sonrisa y después, volvió a centrarse en su cuñada que no tenía ganas de abandonar el lugar. Piyomon, desesperada, le imploraba que tenían que salir, para que sus hijos no se angustiasen.
-¡Vamos, Sora! ¡Yuuta, Nat y Aki te necesitan! ¡No puedes dejarles!
-…
-Sora -decía Taichi, arrodillándose para estar a su altura-, ven con nosotros. Seguro que si los ves, podrás descubrir quién eres y también a la persona que tanto amaste.
-…
-¡Eso! -imploraba Piyomon con sus manos cogidas-. Seguro que en cuanto veas a Aki recordarás todo -decía ella con mucha convicción.
-…
-Vamos, Soraneechan confía en nosotros, como nosotros siempre hemos confiado en ti. Como mi hermano siempre lo ha hecho contigo -le decía Takeru con voz baja pero amable y que venía acompañada de una pequeña sonrisa.
Una sonrisa que Sora al verlo, hizo que una imagen familiar se interfiriera sobre la imagen de Takeru. No había podido apreciar muy bien su rostro, tan solo su sonrisa. Pero aquello, había sido suficiente para que le diera un pequeño dolor de cabeza.
-Sora -dijo Piyomon colocando su ala sobre su mano-, sé que quieres evadirte de la realidad. Pero tu presencia es tan importante para tu familia como para mí. Por eso, no puedo dejarte y te quedes aquí sola.
Aquellas palabras hicieron que Sora la mirase con atención. Aquella ave extraña parecía irradiar sinceridad, pero sobre todo ello, sus ojos estaban acuosos e implorantes, que algo dentro de ella, le impulsaba a que le hiciera caso y abandonase el lugar lúgubre donde estaba. Un lugar donde, en menos de un día, podría destruirla. Algo que en otra parte de su mente, parecía que es lo que deseaba. Pero cuando los dos hombres que estaban junto a ella, la llamaron por ese nombre que desconocía que fuera suyo, la mujer los observó, viendo como ellos habían estirado su mano para que fuera con ellos. Y después, aquella voz implorante de aquella avecilla rosada. La parte en que le instaba a que fuera con ellos, predominó sobre la que quería quedarse y desaparecer, y aceptase la ayuda que le ofrecían.
Taichi y Takeru se sintieron aliviados de que ella por fin quisiera ir con ellos. Sin embargo, debido a que había estado mucho tiempo sin poder caminar, hizo que la mujer se tambaleara y a necesitar la ayuda de ambos.
-Piyomon, vete, rápido. Taichisan y yo nos ocuparemos de Soraneechan.
-¡No quiero! -denegaba la digimon como si fuera una niña pequeña. No es que desconfiara de Taichi y Takeru, pero le preocupaba lo que le pasara a Sora mientras estuviera lejos de ella.
-Takeru tiene razón -apoyó Taichi con tono serio-. Si Yuu y los demás no ven a su madre o a ti, pensarán lo que no es y se angustiaran. Pero si apareces, al menos tendrán el consuelo de que su madre está bien.
Comprendiendo ese punto de vista, Piyomon aún tuvo sus dudas en marcharse sin su amiga. Pero, pensar en la angustia que tendrían los tres niños era la misma que tendrían sus tres hijos digitales si no la veían junto al resto de sus amigos. Y era posible que eso pudiera afectarles en el combate.
Pudo escuchar, a través del agujero, un grito de júbilo provocado por los hijos de los amigos de Sora. Pensar en que Yuuta y los demás estarían allí también y confusos y privados de ese emocional encuentro, hizo que se decidiera a ir para tranquilizarlos.
Pero cuando la digimon puso una pata fuera de la verja, sintió lo mismo que sus compañeros digimon. La opresión que sentía, y que suponía que se debía al estado de Sora, desaparecía y en su lugar, aparecía el poder para volver a digievolucionar.
¿Cómo era posible?
Si Sora había perdido sus recuerdos y no la recordaba.
¿Por qué, a pesar de todo, podía tener la facultad de digievolucionar?
¿Sería que, muy en el fondo del corazón de Sora, aún existiese ese amor que tanto la caracterizaba?
-¿Piyomon? -la llamó Takeru sin comprender porqué se había quedado parada.
-Iré por el techo -mirándolo con cierta seriedad.
Los dos hombres la miraron confusos y sin comprender qué es lo que quería decir.
-Confiad en mí, por favor -pidió la digimon con la determinación marcada en sus ojos azules.
Ante aquella mirada, los dos hombres asintieron, y con cuidado, fueron bajando la escalera. Cuando Piyomon sintió que estaban lo suficiente abajo para que los escombros no pudieran caerles encima, observó el interior de la celda.
Aquel lugar donde la propia digimon había pensado que, debido a la debilidad de Sora y sus pocas ganas en vivir, acaría yéndose al mismo lugar donde estaba Gabumon.
Pero…
Ahora que había visto como el digimon de Aki había despertado su poder como digimon de un digielegido especial y, seguramente, el que había ocasionado que la fuerza de todos se regenerara, y, lo más importante, que Sora tuviera mejor color y a empezar a recordar su pasado, ya no podía rendirse.
Quería verlo crecer.
Y también al digimon de Nat y de Yuuta. Por eso, aunque aún sentía esa tristeza por haber perdido a Gabumon, debía cumplir con la misión que desde el día en que había renunciado a tener una relación con Gabumon se había hecho, proteger a Sora, a sus hijos y a sus digimon.
La digimon cerró los ojos, su deseo de querer salvar a Sora y a sus hijos y a sus digimon, provocó que brillara y digievolucionó a Hououmon.
Aunque fuera sola, protegería el futuro de los que amaba, y lo haría por Gabumon.
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-¡Mamá! -gritó Yuuta algo aliviado como sus hermanos y acercándose a su madre.
Cuando Yuuta se acercó lo suficiente, tanto Taichi como Takeru le concedieron al muchacho para que la cargase.
Sanae y Toji viendo que su padre ya estaba disponible, pudieron abrazarlo felices de verlo sano y salvo. Esa pequeña preocupación que había tenido Sanae al no verlo, hizo que la chica se deshiciera en lágrimas y a confesarle lo angustiada que había estado.
Hikari con sus tres hijos también se acercaron hasta Takeru, donde se fundieron en un abrazo familiar.
Sin embargo, aquella alegría no duró mucho, ya que cuando Yuuta y sus hermanos advirtieron que algo raro pasaba con su madre, les aterrorizó lo que ella les había dicho.
-¿Quién eres?
Dos simples palabras que habían dejado aturdidos a los tres hermanos y que pasó a la desesperación, al querer saber qué es lo que le había pasado.
Taichi con gran pesar, les confesó como en algún momento, mientras estaban encarcelados, que Sora había perdido todos los recuerdos, donde incluso no recordaba a Piyomon.
-¡No puede ser! -clamaba Nat empezando a ver borrosa a su madre.
-¡Mamá! ¡¿Cómo que no me reconoces?! ¡Soy yo, Yuuta! ¡Y ella es Nat! ¡Y él Aki! ¡Somos tus hijos! -expresaba el joven angustiado.
-…
Yuuta observando que no había ninguna reacción, pensó en una idea que quizás pudiera hacer que sus memorias volvieran.
-¡Papá! -pensando que si hablaba de él, la memoria de su madre volvería- ¡Eso es! ¡Seguro que de papá sí que te acuerdas! ¡De Ishida Yamato! ¡¿Verdad?!
-Es inútil. Ni siquiera hablar de mi hermano funciona.
-No puede ser… -de las mejillas del joven empezaron a resbalar lágrimas. Desesperado como nunca en su vida, continuó suplicando de forma desesperada para que lo recordara. Nat lo imitó deseando que entre ambos pudieran hacer algo, mientras las lágrimas continuaban como si no tuviesen fin.
-¡Mamá! ¡Por favor! ¡Tienes que recordarnos!
-¡Mamá! ¡¿Cómo que te olvidaste de nosotros?! ¡¿Por qué?! ¡No lo entiendo!
Aquella escena tan desgarradora hacía que los niños y los adolescentes los observasen con pena y a agradecer el no pasar por la misma experiencia que ellos, y a apreciar el tener a un padre y a una madre que estaba a su lado.
Jou les dijo a sus hijos que se quedaran con su madre, para acercarse a los dos hijos mayores que se apartaran de su madre y la dejasen tranquila, ya que su angustia no era nada bueno para ellos, además, que la estaban perturbando.
Yuuta se mostró encolerizado y se enfrentó al más mayor de los elegidos.
-¡¿Y QUÉ ESPERAS QUE HAGA?! ¡MI MADRE NOS HA OLVIDADO! ¡¿DE VERDAD ME ESTÁS PIDIENDO QUE ME TRANQUILICE?!
-Yo no he dicho eso. Pero es probable que exista una solución.
Luego observó al más pequeño de todos. Aki se había quedado parado, sollozando, sin poder creerse que su madre se hubiera olvidado de él. No tenía la misma fuerza y el carácter que sus hermanos como para avasallar a su madre de forma desesperada.
Takeru recordando lo que había pasado antes, se dirigió hasta su sobrino, y con suavidad y paciencia, le pidió que se acercara a su madre.
-Quizás con tu poder de digielegido especial pueda funcionar -dando esperanzas al niño, donde no se creía que eso pudiera suceder.
Pero antes de que Yuuta o Nat también pudieran alegar algo, Koushirou les explicó el fenómeno que había sucedido antes, y como eso había influenciado en los recuerdos de Sora.
-Y había sido la luz de la digievolución del digimon de Akikun quién ha conseguido eso -concluyendo.
-Entonces, si Akikun emite esa misma luz, ¿es posible que Sorasan…? -preguntaba Izumi con una sonrisa de esperanza, para luego mirar al niño.
Aki sintió la mirada de todos sobre él, donde esperaban que gracias a su poder pudiera conseguirlo. Sin embargo, que tanta responsabilidad recayera sobre él, era demasiado. Pero ver cómo sus hermanos, entre lágrimas se lo imploraban y luego ver la mirada vacía de su madre, donde lo miraba como a un extraño, hizo que se decidiera y nervioso, pero aliviado de tener la compañía de su tío a su lado, se encaminó hacia su madre.
Yuuta y Nat se apartaron para no molestar, pero Nat se sujetaba a su hermano mayor, mientras rezaba para sí misma de que todo funcionase. Yuuta también necesitaba sujetar a su hermana, como si él, por muy fuerte que fuese, necesitase el apoyo de ella.
Aki miró una vez más a su madre. Su tío Takeru seguía a su lado como apoyo. Sintió como incluso Elpidamon se había acercado hasta ellos, tras saber la situación en la que Sora se encontraba.
Alzó sus manos para mirarlas, y rezando para que su poder como digielegido especial emergiera de ellas, la dirigió hacia su madre.
Todos estaban viendo al niño con tanta tensión, que parecía que todos habían depositado su confianza sobre él. Esa presión la sentía Aki, pero aún así, la luz salió de ellas y fue dirigida hacia su madre.
Aquella luz pareció ser algo molesta para Sora, ya que empezó a sujetarse la cabeza como si alguien la estuviera martilleando. Sin embargo, daba la impresión que funcionaba, ya que los ojos de Sora parecían recobrar la vida en ciertos momentos.
La esperanza parecía crecer en todos, cuando Sora había empezado a murmurar el nombre de Yamato, de Piyomon y de sus hijos.
Pero Aki, ver como su madre parecía sufrir un dolor tan fuerte a causa suya, le dolía horrores, y eso empezó a afectar su poder espiritual.
Finalmente, tras más de un minuto, Aki no pudo soportarlo más, y con numerosas lágrimas, dejó de imbuir energía sagrada.
-¡NO PUEDO! ¡NO PUEDO! ¡LE ESTOY HACIENDO DAÑO A MAMÁ! ¡NO PUEDO SEGUIR! ¡YO NO TENGO EL PODER SUFICIENTE! -llorando desconsoladamente.
Takeru abrazó a su sobrino, y la fe que todos le tenían puesto se fue por un pozo sin fondo.
Nat tuvo que esconder su rostro de lágrimas en el pecho de su hermano, sollozando como su hermano, viendo como todo estaba perdido.
-Aki, no digas eso. Sí que lo tienes. Sólo que tú lo has dicho, no te gusta hacer daño a tu mamá -le decía Takeru para animarlo.
-Además, que es normal que te sientas así. Te hemos pedido algo muy grande, y que no puedes controlar todavía -le seguía Taichi igual de compasivo que Takeru.
Pero las palabras tanto del rubio como del moreno, no pudieron apaciguar el llanto y la desesperación que los tres hijos sentían.
-Seguro que con Ainechan podría funcionar -murmuró Mimi de repente, donde tenía la absoluta confianza de que con ella su mejor amiga recuperaría de golpe todas las memorias sin necesidad de sufrimiento.
-¡Mimisan! -la amonestó Koushirou de que pronunciara aquel nombre tabú.
La mujer al principio se molestó de que le llamara la atención. Pero después, se cubrió la boca con ambas al darse cuenta que había pronunciado el nombre de la hija mayor de Yamato y Sora, una persona que no debería existir y que nadie debía saber de su existencia.
-No te preocupes, mamá. Ya sabemos quién es -le dijo Momoko.
-De hecho, la Gran Dama estuvo aquí, desveló su identidad y su poder sin preocupaciones, y luego se fue a no sé donde -comentó Sei.
-Creo saber hacia dónde se ha ido -comentó Elpidamon, siendo ahora el centro de atención de todos.
-¿Y quién eres tú? -preguntó Daisuke donde aquel digimon no parecía pertenecer a ninguno de sus hijos. Y sino fuera porque se apreciaba cuáles eran los digimon de Isaki, Takeshi y de Hinode, juraría que era el digimon de alguno de los tres.
Aki al haber escuchado su voz, no pensó en lo que decía y les dijo a todos que si no estaba su hermana, él podría hacer que su madre pudiera recuperar sus memorias.
-¿Por qué lo dices? -le preguntó su tía.
-¡Ah! -Aki comprendió cómo había hablado de más y a punto de exponer la verdadera identidad de Elpidamon, donde, por alguna razón, parecía querer mantenerlo en misterio-. Pues… -podría entender su decisión, pero su madre… Con sus ojos, le pidió suplicante que hiciera algo. No era necesario que desvelase quién era realmente, sólo quería que salvara a su madre.
Elpidamon viendo los ojos acuosos del niño y como no paraba de llorar, así como la angustia que ambos hermanos compartían, observó como Sora parecía encontrarse mejor, tras aquella luz que la había golpeado como un martillo sobre la cabeza. Sin lugar a dudas, con su poder, Sora no sufriría tanto y recuperaría sus memorias en un segundo, pero también, se arriesgaba a que con aquello descubriesen quién era. -Por favor -le pidió el niño con la voz ahogada.
Suspirando con fuerza, Elpidamon accedió a usar su poder. Después de todo, había sido gracias tanto a su tío Yamato como a su tía Sora, que sus padres habían encontrado un refugio para seguir juntos y tenerlo. Caminando hasta Sora, pudo sentir los ojos de su madre con Hinode y los dos niños a su lado, y a su padre al lado de Aki. Ya se podía imaginar la cara de sorpresa que les quedarían cuando descubrieran quién era. Así como a la pena por si volvieran a perderlo, o incluso el aferrarse a algo por el que todos tenían que pasar como era la muerte. Pero, el no poder negarse ante Aki, no le había quedado más remedio. Quizás, si comunicaba que su tío Yamato estaba vivo en realidad, y que Aine junto a su digimon habían ido al mundo en el que estaban, no habría necesidad de que usase su poder y esperasen por ellos. Pero teniendo en cuenta que no lo había dicho ante los niños y sus digimon cuando los había visto por primera vez, donde seguía sin comprender cómo es que se había podido olvidar de algo tan importante, dudaba que creyesen. Es más, era probable que empezaran a desconfiar de él.
No quedaba otra que usar sus poderes ante Sora y exponer ante todos quién era realmente.
Pero cuando dio un paso, sintió una presencia inesperada.
-¿Qué pasa? -preguntaba Isaki que era el que más empatía sentía hacia él.
-Lo siento. Pero no puedo hacerlo -contestó Elpidamon con demasiada seriedad.
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Pese a aquella reunión entre sus compañeros humanos, los digimon continuaban luchando contra los digizombies. No iban a privar a sus compañeros humanos de su momento. Además, se encontraban todos en sus últimos niveles y también contaban con la experiencia y poder de Wargreymon y del resto, así como la inesperada ayuda de Huanglongmon.
En medio de aquel combate, Tsukiyomimon y Starangewomon empezaron a sentir la misma presencia inesperada que Elpidamon. Tsukiyomimon no podía parar de temblar ante lo que estaba sintiendo.
-¿Qué ocurre? -le preguntó Amarokgarurumon al verlo tan quieto y temblando como gelatina.
-¡No puede ser! -anunció Tsukiyomimon, donde para sorpresa del digimon e incluso de Hououmon, que se había acercado preocupada, tras haber escuchado la pregunta de Amarokgarurumon, había empezado a llorar.
-¡LLAMAS DEL PURGATORIO!
Aquella voz femenina que resonaba en la retaguardia donde se encontraba Huanglongmon, fue reconocida por todos.
-¡Es Amaterasumon! -anunció Bennumon.
El ataque de la digimon fémina había hecho que en aquella zona se creara unas llamaradas de un fuerte color carmesí que impedía que cualquier ser se acercara, incluido el propio Huanglongmon.
-¡FREEZING BREATH
-¡Está vivo! -proclamó Tsukiyomimon con la voz rota de la emoción.
Un segundo ataque de otra voz haciendo que aquellas llamas se congelaran al instante, hizo que todos no pudieran creerse que el que las hubiera lanzado fuera Metalgarurumon.
Primero, apareció Amaterasumon ante ellos, y luego lo hizo Metalgarurumon. Como si fuera un león sobre la roca del rey, Metalgarurumon aulló con fuerza, haciéndose notar por todos. La presencia de Metalgarurumon no fue lo único que había dejado a todos boquiabiertos, sino ver que Yamato estaba sobre él.
-¡HERMANO!
-¡PAPÁ!
Amaterasumon se dirigió hacia donde estaban sus hermanos digimon y su madre, que todavía no se creían que Metalgarurumon estuviera vivo. Amaterasumon les dijo que fueran con él, mientras que ella se encargaría de la parte que dejaban vacante.
Metalgarurumon, por su parte fue corriendo hacia donde estaban Taichi y los demás, los cuales, habían empezado a correr, a su vez, hacia él, temiendo que alguien más le pudiera hacer algo. Fue cuando advirtieron que detrás de Yamato se encontraba también Aine.
Todos se encontraban celebrando de que estuviera vivo, aunque cuando lo vieron más de cerca, se dieron cuenta de que a Yamato le faltaba un brazo. (NA: Manco como Sesshomaru y Sasuke. ¿Qué se pensaba? ¿Qué se iba a librar?)
Metalgarurumon aunque ya había alcanzado a Daisuke y a los demás, se acercó más a los integrantes más importantes para Yamato, su familia.
Pudo ver cómo el más pequeño corría como nunca lo había visto hasta él con tantas lágrimas en su cara, como la niña donde no podían creerse que tal milagro sucediera.
Cuando Metalgarurumon se detuvo y los dos más pequeños habían llegado hasta él, no le dieron oportunidad a que Yamato se bajara de Metalgarurumon. Se abrazaron tanto a él, donde no tenían palabras para hablar de la felicidad que les producía que su padre no hubiera muerto. Aine ayudó a su padre a bajarse, tratando de que sus propias lágrimas no descendieran ante la emoción que les provocaba ver a sus dos hermanos pequeños en ese estado extremo de felicidad. Pero es que aquello era un milagro. Un milagro provocado por Elpidamon.
La chica se lo encontró al lado de sus tíos, los cuales no salían de su asombro al ver a su padre vivo, y le sonrió agradecida por haber impedido que su padre muriera.
Yuuta veía a su padre vivo. A sus dos hermanos abrazándolos tan fuerte y con tantas lágrimas, que sino fuera por eso, pensaría que estaba soñando. Tenía tantas ganas de ir él también. Pero no podía dejar a su madre sola. Por eso, cuando Hououmon junto a su digimon, y el de sus hermanos se había acercado, sintió una punzada de celos por tener que quedarse atrás pendiente de su madre.
-Ve -le había dicho Taichi con lágrimas de emoción en sus ojos por ver a su amigo con vida y prometiéndole que se encargaría de Sora.
Yuuta no necesitó que se lo dijeran dos veces. Ignorando el rostro de emoción que tenía Sanae por él, corrió como alma que lleva el diablo hasta donde estaba su padre. Se echó a él con tanta fuerza que casi lo tira y lloró. Lloró como nunca en su vida lo había hecho.
Yamato se encontraba igual de emocionado que sus hijos.
Nunca había sentido la muerte tan próxima y tanto miedo a ella, que ver lo que había provocado en sus hijos y la sensación de volver a tenerlos junto a él, era una experiencia que no quería volver a repetir.
Metalgarurumon también recibía los mismos abrazos por parte de sus tres hijos digimon, aunque debido a sus distintas formas, cada uno lo hacía a su manera. Resultaba bastante curioso como Tsukiyomimon se había arrodillado y lo tenía sujeto de la cabeza, abrazándose a él, mientras que Amarokgarurumon y Bennumon se frotaban a cada lado contra él, sintiéndose felices de que siguiera vivo. Hououmon sólo lo observaba con inmensas lágrimas de alegría. No podía acercarse ya que no había espacio para otro más.
Aquella escena contrastaba con el fondo de batalla, donde a todos los digimon, incluyendo Amaterasumon, le hubieran gustado participar en aquel reencuentro. Pero, es que era un momento que no se podía posponer, no importa en la situación en la que se encontraban, por lo que todos luchaban con toda su fuerza, para que nadie les importunase algo especial y único en la vida.
Metalgarurumon sintiendo como que algo faltaba, vio como Hououmon se encontraba apartada, pero observándolo feliz de que estuviera bien. El digimon se volteó hasta ella. Los tres digimon viendo que su padre digimon le dedicaba toda su atención a su madre digimon, les permitieron su momento de privacidad.
Hououmon no sabía qué decir en aquella situación. Las palabras no le salían. Sentía tanta alegría de que estuviera bien, pero al mismo tiempo, se sentía frustrada por haber tardado tanto en aparecer y que su compañero humano le hubiera causado tanto dolor a Sora.
El digimon se encaminó hacia Hououmon, y para sorpresa de quiénes los estaban observando, Metalgarurumon se frotó contra Hououmon. El digimon ave sintió una mezcla entre sorpresa y vergüenza. Pero aún así, correspondió al gesto haciendo lo mismo, donde entre ellos se expresó públicamente el mutuo afecto por el que habían estado conteniendo por el bien de sus compañeros humanos y de sus hijos.
Sin embargo, el haber estado al borde de la muerte y el sentimiento de creer que lo había perdido, había hecho que ambos pensaran en la frustración de tener que separarse sin decirle al otro lo que sentían dentro de sus corazones.
Yamato, junto a sus hijos, observaba a su digimon con una sonrisa de satisfacción. Incluso para muchos, aquello les parecía una escena de lo más tierna como para ser inmortalizada en una foto.
-¡Mamá! -había pronunciado de repente Aki acordándose del grave asunto que la envolvía. La mención del niño hacia Sora, hizo que tuvieran que olvidar aquel momento tierno y recordar lo que le sucedía a la pelirroja-. ¡Mamá ha perdido sus memorias! -anunciaba brevemente el niño.
Yamato y Aine se quedaron incrédulos por las palabras del niño, así como explicaba rápido y desesperado lo que había pasado y cómo su poder parecía hacer algo, pero era insuficiente para ello.
Yamato se enfocó en su mujer donde miraba el suelo, como si el haberlo nombrado, no le hubiera hecho ningún efecto. Taichi la sujetaba, pero aquel acto no lo molestó. Incluso Jou estaba cerca de ella.
-¡Aineneesan! ¡Seguro que con tu poder, mamá podrá recuperar sus recuerdos!
La chica que medio había entendido lo que Aki le había dicho, sólo se enfocó en que su poder era imprescindible para que su madre recuperara sus recuerdos. A punto de ir hacia ella, su padre se lo impidió, para dirigirse él mismo.
Parándose frente a ella, Yamato miró primero a Taichi. Todavía tenía lágrimas de emoción y se notaba que estaba feliz por su vuelta. Incluso meneaba la cabeza con una sonrisa. Casi podía oírle decir aquella mítica frase de cierta película: "Eres un hijo de puta con mucha suerte". Luego miró al otro lado, donde estaba su hermano, que parecía seguir sin creerse lo que estaba viendo. La estampa que ofrecía al lado de su familia, donde se notaba que sus dos hijos sí que se creían que tal milagro hubiera sucedido, era bastante emotiva.
-Realmente me alegra que sigas con vida, aunque vengas manco -pronunció Taichi en un intento de bromear y conteniendo su deseo de darle un abrazo amistoso. Pero él no tenía el derecho a abrazarlo el primero-. Pero no quieras hacerte de rogar y haz algo con Sora. Seguro que contigo volverá a la normalidad.
Yamato sonrió y luego se enfocó en su esposa, donde todavía no lo había mirado a los ojos. Sin perder la confianza en que él podía salvarla y sin importar como la viera, Yamato le alzó la barbilla para que lo mirara a los ojos y el susurro de su voz diciendo su nombre fue cuando los ojos sin vida de Sora se abrieron como platos.
-Sora -diciendo su nombre por segunda vez pero esta vez con más ternura.
Los pequeños dolores punzantes que Sora estaba teniendo en su cabeza se esfumaron de golpe, y la vida empezó a brillar ante sus ojos, así como las lágrimas, al ver a su marido frente a ella… vino… y en carne y hueso.
-Yamato… ¡Yamato! -echándose a sus brazos y llorar de felicidad.
Le pareció haber estado en un largo sueño como la protagonista de La bella durmiente y despertado, no por un beso de amor, sino por su presencia viva y junto a ella.
Advertía que le faltaba un brazo, pero en ese momento, solo quería disfrutar de la calidez de su cuerpo. El sentir el aroma de su piel sudorosa contra la suya, incluso podía aspirar la misma suciedad que ella había tenido al estar encerrada en sus ropas. Su cabello sedoso enredándose entre sus dedos y su única mano aferrándola a él, sintiendo tanto el calor como su cuerpo aplastándose contra el suyo.
¡Era él!
¡Estaba realmente vivo!
Una escena tan bonita vista por todos que hasta se habían olvidado de donde estaban.
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Cuando Huanglongmon había derrotado a todos los digizombies que había en la retaguardia, observó como sólo existía una quincena en el frente, por lo que estaban a punto de saborear la victoria. Pero, justo en ese momento, una risa femenina resurgió de entre los cielos, bufándose si ya creían que todo se había terminado. Una voz que los niños, adolescentes y digimon la reconocieron como la de Oroguram.
Y ante ellos se presentó aquel ente con suma elegancia y sin preocupaciones de que se encontraba en desventaja ante todos los digimon en sus últimas formas.
Aquel ente sonriendo con misterio, eliminó sin ningún esfuerzo a los pocos digizombies que quedaban, dejando a todos sorprendidos y sin comprender porqué lo había hecho.
-Ahora que he eliminado a esa basura que no sirve para nada -Oroguram dio vueltas sobre sí misma y su apariencia creció hasta convertirse en el de una mujer con una gran manto real de color blanco y negro que le cubría desde el cuello hasta los pies, de holgadas mangas, donde en vez de manos, podría apreciarse raíces de árbol. Llevaba un extraño sombrero en formo de cono junto a una extraña máscara donde en el lugar de sus ojos, estaba pintado de color rojo. Sus labios estaban pintados del mismo color y una larga melena más larga que la altura de su cuerpo. Y una toga de color negra sobre su manto con un extraño símbolo en él-. Es hora de que tenga que encargarme personalmente de vosotros.
Viendo el verdadero aspecto de Oroguram, donde nadie la reconocía, los nuevos dispositivos digitales de los niños y de los adolescentes comenzaron a vibrar como locos donde solo un nombre no dejaba de pestañear sobre ellos.
-Mi nombre es -sin dejar que los niños y los digimon lo dijeran en alto. La voz divertida que antes había tenido Oroguram había desaparecido, para dar paso a un tono firme y serio de mujer donde la guasa ya había terminado- Yggdrasill, una de los dos dioses y creadores del Mundo Digimon y de su especie. Represento a la vida absoluta de la raza digital que decreta quién debe desaparecer y vivir con el fin de mantener el orden y la estabilidad en el Mundo Digimon. Y vosotros, seres humanos que poseéis compañeros digimon, y vosotros, digimon que os subordináis a los seres humanos, entorpecéis el equilibrio en el Mundo Digimon, por lo que moriréis aquí y ahora.
SIGUIENTE CAPÍTULO: Jaque
