TÉRMINO · Unidad y Justicia

MUNDO HUMANO

Sábado, 9 de diciembre del 2028

Una larga cola humana se había formado en la calle principal de Odaiba.

Aunque la gente avanzaba a paso tranquilo, muchos se encontraban tan desesperados que se sentían con las ganas de correr y llegar de inmediato a aquel búnker que les garantizaba su seguridad.

Además, tener que ser dirigidos por unos niños de quince o trece años, no influía mucha seguridad. Pero aquellos chavales tenían una sangre fría espectacular y los dirigían con la misma naturalidad como un guardia de tráfico, acostumbrado a su trabajo. Al tiempo, los calmaba alegando que llegarían a tiempo al búnker y que había sitio para todos.

Pero las personas de atrás, cuando veían la masa humana que tenían por delante, les hacía pensar si era cierto. Les resultaba poco creíble que casi nueve millones de habitantes con sus digimon pudieran coger. La gente tenía el prejuicio del típico búnker pequeño y apto para una familia, que no se imaginaban lo grande y la cantidad de búnkeres que los responsables habían creado.

Aparte, había otra cosa que les preocupaba. Tras el comunicado de Homeostasis, varios compañeros digimon se habían sublevado contra sus propios compañeros humanos y desaparecido de su mundo. Sus compañeros respectivos lloraban de amargura al descubrir como sus propios digimon les habían traicionado. Otros, los que les habían instado a que se fueran con Homeostasis, tenían la cabeza gacha, como si no tuvieran esperanzas de que ellos y su mundo pudieran ser salvados. Caminaban despacio y sin ganas.

Y sin embargo, aquellos chavales no paraban de infundirles esperanza de que todo iría bien, y que volverían a estar de nuevo junto a sus compañeros humanos.

Algunos de los digimon de aquellos chicos volaban sobre la cola humana, asegurándose de que no hubiera caos en aquella gran fila y creaban el orden, cuando unos empujaban al de delante para que apurasen.

Aquellos digimon usaban el mismo brazalete que sus compañeros humanos para ser identificados como digimon en los que confiar.

Varias personas observaban a través de sus teléfonos móviles, como transcurría lo mismo en otras partes del mundo. Al igual que en Tokyo, los que portaban los brazaletes eran chavales de instituto o incluso de primaria.

Estaba claro que todos aquellos habían recibido algún entrenamiento, porque no era muy normal que unos niños, pudieran hacer lo que estaban haciendo.

Para otras personas, les llamaba la atención aquellos destacables brazaletes.

Era como si alguna empresa los hubiera fabricado expresamente para ese momento, cuando en realidad, había sido la propia Sora quién los había diseñado y creado para todos los que participaban en ese ordenamiento.

No obstante, llevaban muchísimo tiempo esperando a que algo así sucediera.

Al principio, habían tenido algún que otro problema con las grandes esferas sobre la construcción de los búnkeres. Pero al final, entre unas cosas y otras, habían conseguido ayudarles en la construcción y así, que toda la gente estuviera a salvo. De esta forma, ellos podrían enfocarse en su plan contra Homeostasis.

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En la azotea del canal televisivo Fuji, se encontraban Elpidamon, Wizardmon (en su versión de fantasma) y los pequeños Aki y Kazumi. Detrás de ellos, estaban como vigilantes, Tsukiyomimon y Hachimon.

Aki tenía un monocular con el que se encargaba de controlar que no hubieran disturbios entre los civiles o que el peligro no acechase antes de lo previsto.

En sus dispositivos digitales y en el de todos los humanos, había una especie de cuenta regresiva. No tuvieron que pensar mucho para saber que esa cuenta regresiva era obra de Homeostasis, para indicarles el tiempo que les quedaba a los digimon que querían unirse a él, antes del exterminio humano.

Aine había opinado que si lo tenían, era también para que se atormentaran con la idea del poco tiempo que les quedaba de vida.

-Parece que ese tipo se cree muy dios, pero al final, es un retorcido de mierda -había opinado con enfado.

Podría ser. Había barajado más de uno.

Sin embargo, no tenían tiempo para esas tonterías.

Tenían que ceñirse al plan al que se habían estado preparando.

Todos, tanto los hijos como sus digimon, contaban con un auricular inalámbrico para mantenerse en contacto entre ellos.

Kazumi, sentada en la repisa, monitoreaba y tecleaba con su habitual soltura sobre la posible coordinada en que se presentaría Homeostasis.

Estaba claro que ellos, como perpetradores por haber comenzado la convivencia entre humanos y digimon, serían los primeros en ser exterminados.

Homeostasis, por muy dios que fuera, le resultaría imposible masacrar a más de un país de un solo ataque. Ya que su poder tendría que ser casi o igual al de Yggdrasill. Y según los datos recabados por Koushirou, el poder de Yggdrasill no podía destruir a una nación entera.

Además, si había anunciado que los digimon que se unieran a él, se les borraría las memorias y atacarían a los humanos, estaba claro que lo primero que buscaría, sería sembrar el terror entre los más afectados. Su venganza por haber visto a los digimon siendo maltratados por sus compañeros humanos.

Algo muy crudo que Koushirou había imaginado, pero que se trataría de la dura realidad a la que tendrían que enfrentarse.

-Parece que todo sigue yendo sin problemas -había anunciado Aki.

A sus diez años, Aki había dejado atrás aquel niño tímido e inocente, mostrándose ahora más confiado y fuerte, pero sin abandonar su característica principal, la alegría. Era bastante alto para su edad y su cabello había crecido un poco donde tenía el flequillo alisado a un lado, ofreciéndole una imagen bastante apuesta de la que muchas niñas se acercaban a él. Además, como contaba con un digimon tan "kawaii" las atraía todavía más. Y aunque, eso tendría que traer tirria a los niños, en realidad, lo apreciaban e iban a él para pedirle consejo. Pues lo llamaban el "Cupido de Odaiba".

Kazumi, con su misma edad, no había crecido mucho en comparación con su amigo. Quizás, la diferencia más destacable era su largo cabello que le llegaba hasta la cintura.

-Por el resto del mundo, también marcha según lo indicado -comentó ella mirando las imágenes que los observadores, como ella, le informaban a través de vídeos en directo sobre la situación en su respectiva ciudad.

Todavía les quedaba media hora para poner a todos a salvo.

Era tiempo más que suficiente.

Dependía de ellos el que toda la gente se pusiera a salvo y que se llevara a cabo la siguiente parte del plan.

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Dirigiendo a la fila humana, algunos como Shin o Daichi se encontraban nerviosos ante semejante carga que se les había encomendado. Pero ya no podían dudar. Tenían que tranquilizarse y emanar esa misma tranquilidad a los demás.

Aunque Shin fuese ya un estudiante de segundo año en una prestigiosa academia, seguía siendo aquel niño inseguro que le disgustaba pelear.

Su estatura promedia y con su aspecto de chaval estudioso, hacía que no se viera muy confiable de cara a la gente. Además, de vez en cuando, elevaba un poco la voz, notándose temblorosa e insegura.

-Relájate, Shin -le decía Nereidamon a su lado divertida-. Ni que estuvieras haciendo un examen de acceso.

-¡Hacer el examen y dirigir un grupo grande de personas son dos cosas muy distintas, Nereidamon! -protestaba Shin.

-Pues a mí no me lo parece -decía ella con una mirada despreocupada, donde el carácter de cuando era Kawamon estaba muy presente-. Recuerdo muy bien la cara de miedo que pusiste cuando estabas haciendo ese examen hace casi dos años.

-¡Estaba nervioso! ¡¿Cómo querías que estuviera cuando mi entrada a la academia Tokyo National dependía de lo que sacara en ese examen?!

-Y al final, aprobaste pero tu nota no era suficiente y quedaste en reserva.

-¡Pero entré!

-Porque uno no quiso la plaza.

-¡Pero era el primero estar en la lista de reserva! ¡Es como si hubiera entrado!

-Sí, claro. Si con eso eres feliz… -seguía alegando Nereidamon donde ya ese asunto le aburría-. Voy a hacer un poco de patrulla -volando por encima la masa de gente.

Shin se quedó indignado por cómo lo había dejado su propia digimon.

Era bien conocido que los de la casta de Gomamon se dedicaban a divertirse y a no hacer mucho caso a las cosas serias. Y Nereidamon, por mucho que fuese una digimon fémina y muy distinta a las evoluciones de Gomamon, mostraba lo mismo que su padre digimon.

Exactamente lo mismo, opinaba Shin para sus adentros con ganas de darle una reprimenda en cuanto todo eso acabara.

Los que lo observaban, sonreían algo divertidos por la cómica escena presenciada.

Nereidamon era igual que la casta de Gomamon. Digimon que se divertían de sus propios compañeros, pero que también, usaban ese carácter tímido e inseguro de sus compañeros contra ellos como arma, para tranquilizarlo y a los que le rodeaban.

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Una característica que los de la casta de Veemon no poseían. Especialmente el digimon de Daichi.

Ahora Daichi era conocido como Motomiya Daichi.

Su padre con la ayuda de un amigo suyo, había conseguido su custodia total y completa.

Había sido espeluznante como los señores Hanazawa habían contramandado a su padre por "secuestro" y "violencia".


10 de febrero del 2027

Paseando por la plaza turística de Shanghái, Daisuke e Iori junto a sus digimon paseaban con calma. Todos menos uno, que tenía la mirada en el frente, observaban la tranquilidad que se respiraba en el ambiente, ignorantes de lo que podría provocar Homeostasis cuando se le retorciera la tuerca.

Los dos hombres iban trajeados y con una gruesa gabardina que les abrigaba del frío invierno, y a primera vista daba la impresión de ser políticos o abogados, sobre todo el hombre más bajo que llevaba un grueso maletín del color del roble.

Los dos digimon iban detrás de los hombres, observando con el mismo alivio que sus compañeros humanos, como aquella gente disfrutaba con sus compañeros sin haber sido víctimas de lo que ellos habían vivido.

Daisuke hizo un comentario casual sobre el tema, pero Iori pasó de él por completo. Daisuke se imaginó que Iori todavía seguía molesto por haberle ocultado la existencia de Daichi.

Aunque se hubiera disculpado una y otra vez, parece que tendría que seguir disculpándose el resto de su vida.

A pesar de que durante el juicio para conseguir la custodia de Daichi, Iori había mantenido la máscara de la serenidad, ahora volvía a comportarse como un niño terco que no perdonaba por muchas disculpas que le ofreciera.

-Venga, Iori, perdóname de una vez -le pedía Daisuke acercándose a él.

-¿De qué quieres que te perdone exactamente? ¿De haber ocultado a tus amigos cómo abandonaste a tu hijo? ¿O de tu acto irresponsable contra los señores Hanazawa?

Daisuke sonrió nervioso sin saber qué contestarle, sobre todo a lo último.

Después de haber entregado a Daichi a los servicios sociales, para tenerlo más protegido, se había dirigido a casa de los señores Hanazawa para llamarles la atención. Junto a Veemon le estuvieron cantando las cuarenta sobre la clase de educación que le habían dado a su hijo. Pero la codicia era algo que estaba presente en aquella familia. Aprovechándose de la ausencia de su hijo, los señores Hanazawa no solo le habían respondido con que eso era mentira y que las palabras de un niño de ocho años no tenían validez, sino que lo habían acusado de "haberlo secuestrado" y "lavado la cabeza". Por lo que le hicieron una contrademanda.

Cuando Daisuke se lo había contado a Iori, el grito que le había dado por su insensatez, aún le resonaba en los oídos.

-Sé que no debería de haber ido contra ellos. Pero como padre, deberías entenderme.

-¡¿SABES EL LÍO QUE PODRÍAS HABER FORMADO?!

Otra vez ese grito que podría traumar a cualquiera. Sobresaltando a los dos digimon, que no se esperaban que aquel hombre tan tranquilo, pudiera alterarse de esa manera.

Armajimon se acercó hasta su compañero para pedirle que se calmara. El hombre le hizo caso, y volvió a dirigir el paso con más molestia que nunca. Daisuke atrás de él, le costó seguirle el paso, por temor a que volviera a gritarle.

-Lo siento mucho, de verdad -volviendo a disculparse.

Iori continuó adelante.

-Sólo por esa insensatez, no tendría que haberte defendido. Pero si no lo hiciera, entonces, Daichikun acabaría siendo la víctima de todo esto.

Daisuke sonreía agradecido, aunque no lo viera.

A pesar de la buena voluntad de su amigo para con su hijo, su sentido de la justicia, le rallaría por vida por haber dado en adopción a su hijo con una familia cualquiera.

-Y que sepas que a pesar de tenerlo todo en contra, tuviste mucha suerte en que te concedieran la custodia total y completa. Ya puedes agradecer a Kensan que te ayudó, voluntariamente, con su investigación sobre los señores Hanazawa y el testimonio de Meikosan de aquella llamada que había hecho y que había quedado grabada. También ya puedes agradecer a quién quieras con que te tocara una jueza que se dejó llevar por el sentimentalismo que disteis Daichikun y tú en su testimonio, porque ningún otro juez te habría dado la custodia del hijo que "regalaste".

-No lo regalé… -tratando de excusarse-. Ya te dije que no pude hacer nada contra la decisión de Arisachan. Ni con Veemon y Kairumon pudimos persuadirla para…

-¡ESA EXCUSA NO ME SIRVE! -volviendo a gritarle con ira-. ¡Tú eras el adulto y el que "supuestamente" tenía cabeza! -girándose para retornar la cantinela que más le irritaba-. ¡Ni te dignaste a llamarnos para pedirnos ayuda!

-Tú mismo lo has dicho, Daisuke no tiene cabeza -concordó Veemon.

-¡No empeores la situación, idiota! -dándole un coscorrón.

Iori observaba al dúo con una ceja alzada. Suspirando con fuerza, no pudo más que confirmar cómo a pesar de la edad, su amigo sería el mismo idiota de siempre. Ni siquiera sabía porque perdía la saliva con él. Entonces, sintió como Armajimon le tocaba la pierna con el hocico para que le prestara la atención.

-Venga, Iori deja de ser tan recto. Admite que si decidiste defenderlo, fue porque no te pudiste negar cuando te lo pidieron Noriko y Misato.

Iori miró al frente algo avergonzado.

Desde luego que era incapaz de negarles algo a su hija y, mucho menos, a su mujer. Pero que su digimon lo revelase abiertamente, le ponían en evidencia.

Por su parte, Daisuke pensó, maliciosamente, en que si volviera a tener la necesidad de un buen abogado, podría persuadir a la niña o a su mujer para que Iori aceptase.

-¿Y a dónde han ido Arisasan y tus hijos? -le preguntó para cambiar de tema.

Como si lo hubiera pillado haciendo algo indebido, Daisuke se sobresaltó ante la extrañeza de Iori y Armajimon. El hombre con una ceja enarcada, lo analizaba con escepticismo, mientras él le respondía que habían vuelto al hotel para poder celebrar juntos en un lugar más privado y algo acogedor el volver a estar juntos.

-Así también podrán llamar a sus amigos y avisarles a los demás.

Tuvo evidencia de aquello último. Sintiendo la notificación constante de su móvil, pudo ver numerosos mensajes de enhorabuena por haber ganado el caso. También había recibido mensajes de su hija y de Noriko felicitándolo y la promesa de recibirlo a casa con una gran fiesta. Incluso le habían mandado una foto de las dos con sus digimon, las cuatro llenas de alegría.

Asomando una sonrisa calmada, volvió a guardar el móvil en el bolsillo interior de la gabardina, mientras le preguntaba a Daisuke si tenía intención de hacer una fiesta en honor a Daichi.

-¡Claro que sí! Sobra decir que estás invitado. ¡Serás el invitado de honor! -esperando que con eso, se le quitara el enfado de una vez.

-¡Tenemos que hacer una fiesta muy grande! -opinó Veemon- ¿Podríamos invitar a algunos de los digimon que nos ayudaron? También podríamos incluir a Benjamin y a los otros.

-Pero en ese caso, no cogeríamos todos en el restaurante -comenzó a pensar en alguna idea, ya que le encantaba la idea propuesta por Veemon- ¡Ya lo tengo! ¿Y si la hacemos en el Mundo Digimon? Podemos pedirle a los chefs y a los camareros que se encarguen del transporte de toda la maquinaria y las mesas -inmediatamente, se le ocurrió otra brillante idea-. ¡Podríamos hacerla tipo buffet!

-Pero Daisuke, dudo que a todos les guste el ramen. Tendríamos que hacer otros platos para tener a todos contestos.

-Tienes razón, Veemon. Tendré que ponerme en contacto con otros proveedores para ir a preparándolo.

-¿Seguro que te los vas a poder permitir? -intervino Iori.

Daisuke lo miró extrañado sin comprender que quería decir con eso. Iori con sospechosa calma, sacó de su grueso maletín un par de hojas grapadas y se las tendió a Daisuke.

-¿Qué es esto? -preguntaba antes de ojearlo.

-La factura -viendo con una pequeña sonrisa la cara descolocada que se le había quedado a su amiga.

Daisuke lo miró desencajado y luego, volvió a ver la factura.

Veemon trepó por el cuerpo de Daisuke para saber qué pasaba y porqué su amigo se había quedado blanco. Con el dedo índice contó en alto los números que indicaban en el recuadro de total. Cuánto más contaba, más extrañado quedaba. Cuando terminó, lo miró con esa expresión.

-¿No sobran ceros aquí? -preguntó Veemon donde no le cuadraba esa cuenta abismal-. ¿Y qué es eso de plus idioma, plus de leyes y gastos varios?

-El estudiar chino y conocer las leyes de este país es algo que tuve que hacer para poder enfrentarme este caso. Contratar a un psicólogo para que evalúe al niño, y que testificara para que declarase lo que era mejor para él. Gastos varios: las llamadas al psicólogo, el viaje, comidas y transportes. Todo viene en la factura bien especificado -Daisuke y Veemon lo miraron boquiabiertos, donde Iori sonreía triunfal-. Ya te lo advertí, Daisukekun. Te iba a salir muy caro si me contratabas. Ahora no me vengas llorando. Vamos, Armajimon -encaminándose con su digimon que se tronchaba de la risa, tanto por las caras de Veemon y su compañero como por la pequeña venganza de Iori. Pero, Iori todavía tenía algo más guardado- ¡Ah! ¡Lo olvidaba! -deteniéndose para mirarle-. Puedes excluirme a Noriko y a mí de tu oferta de comer gratis en tu restaurante durante un año. En nuestro lugar, asistirán Tojikun y Fireagumon. Ya he hablado con ellos y aceptaron encantados.

Daisuke imitó la cara del cuadro de Munch.

Toji tenía un estómago insaciable y Fireagumon comía por dos Agumon. Si tenía que invitarlos a comer lo que quisieran durante un año…

¡LE ARRUINARÍAN EL NEGOCIO!


Sin querer profundizar en el pasado, apartó aquello de su mente y, prefirió acordarse de la alegría inmensa que había tenido su madre, su hermano y sus amigos por tenerlo con ellos de nuevo.

La primera vez que había interactuado con su madre, había sido cuando habían vuelto tras la batalla contra Yggdrasill.

Su primera impresión fue muy buena.

Su madre lo había abrazado con tanta fuerza y emoción que jamás había sentido tanto cariño por parte de alguien. Lloraba como una niña pequeña y no paraba de disculparse repetidamente.

Verla tan de cerca, Daichi había visto como ella era más joven que cuando la veía de lejos. Pero lo que más le alegraba era ver que sus ojos verdes los había heredado de ella. Más tarde, descubriría que no solo había sido el color de ojos lo que había heredado. Su sensibilidad y su falta de confianza también provenían de ella. Pero ahora, poder estar en su verdadero hogar y pasar tiempo con dos personas tan enérgicas y sobrantes de confianza, lo habían convertido en un niño un poco más echado para adelante. Además, contaba con grandes amigos como Aki y Kazumi. Ellos lo habían ayudado a integrarse y desde entonces, se habían convertido en un trío especial. Le molestaba no estar con ellos dos vigilando a lo lejos, pero se necesitaba personal para dirigir a la gente.

Su tranquilidad heredada también de su madre, hacía que la gente lo viera y no sintiera desconfianza por tener que seguir las indicaciones de un niño de diez años. De hecho, algunos lo miraban y asentían con agradecimiento por su ayuda. Aunque esas miradas provenían más de los ancianos. Como si ellos tuvieran un sexto sentido y vieran que todo en él era bondad e inocencia.

Quizás podía ofrecer esa imagen, ya que en este tiempo, había dejado de ser el clon de su hermano mayor. Se había cortado las puntas aquellas rebeldes, y tenía la imagen de un niño tranquilo y bien educado. La típica estampa del niño perfecto en Japón.

-Si seguimos así, tendremos tiempo de sobra para cuando llegue Homeostasis y su escuadrón -decía Victorybuidramon a su lado con esperanza.

-Yo también lo espero -contestó Daichi, viendo al otro lado de la calle a su hermano y a Kaiserveidramon hacer lo mismo que ellos.

La diferencia no solo radicaba en que lo hacía como si les estuviera llamando lentos, sino con su aspecto de chaval de secundaria con la camisa fuera y el pelo que lo seguía teniendo puntiagudo, pero más largo, dándole un aspecto de macarra.

No le extrañaría que se encontrase molesto por haberlo interrumpido en sus estudios. Se le daban tan mal, que se había acoplado a la sesión de estudio que mantenían los Yagami y los Ishida.

Tal como le iba, sería un milagro si aprobara sin repetir.


Octubre del 2035

Como todos los días, Daichi se encontraba en el restaurante de su padre estudiando. Quizás no fuera un sitio muy apropiado para hacerlo, pero el murmullo tranquilo de la gente, el sonido de las tazas posándose sobre la mesa, le provocaban más concentración que el silencio de su habitación.

Quizás porque el silencio le hacía recordar las amargas experiencias que había tenido durante su infancia. Y se sentía más arropado rodeado de gente que la compañía de la soledad.

Puede que hubieran pasado casi diez años; Puede que, tras volver con sus padres biológicos, tuviera que ir al psicólogo y asistir a varias terapias; Puede que hubiera vivido las aventuras más terribles que jamás habría pensado; Puede que haya tenido que experimentar una importante tragedia… Pero, habían cosas que todavía quedaban en la mente como fragmentos del pasado.

Eso es lo que le había dicho su psicóloga en una ocasión.

Necesitaba tiempo y la búsqueda de algo que pudiera reconfortarla. Con lo último no había tenido ningún problema. Porque ya la había tenido desde el primer día en que se había reunido con su hermano y sus amigos.

Ichijouji Minami.

Aquella niña de doce años, le había brindado una atención muy especial y sincera, tratándolo como si se conocieran de toda la vida. Su forma de integrarlo al resto, y que el haber sido inducido por la oscuridad, jamás había pasado, le había sorprendido.

Isaki también lo había tratado como uno más, ignorando cómo se había dejado llevar por la oscuridad. Pero, había sentido más acercamiento por parte de Minami que por su líder.

Cuando su padre había conseguido su custodia, y venido a Japón, al principio había tenido problemas con la cultura japonesa y el estudio. Incluso con el propio idioma. Puede que dominase el japonés, porque era algo que hablaba en casa, pero le resultaba imposible, seguir la corriente en conversaciones ordinarias, donde utilizaban palabras que no sabía. Además, había estado la incomodidad en su casa, las primeras semanas, sintiéndose como un extraño en un lugar en el que no había crecido. Le había dado pena estar en su propia casa, y a cada cosa que hacía, pedía permiso por si podía hacerlo. Afortunadamente, el carácter de su padre, de su hermano y sus digimon, hicieron que pudiera ir soltándose, y a dejar de pedir permiso por cosas mundanas, como si podía coger un vaso de agua.

En el colegio había contado con la inestimable ayuda de sus dos compañeros de clase, Ishida Akito e Izumi Kazumi. Ambos, se habían volcado en él, brindándole con mucha paciencia la ayuda que necesitase.

Sin embargo, pese a que había contado con su ayuda y con la de su familia para seguir adelante, era siempre Minami quién lo motivaba a querer cambiar y a crecer como persona.

Su alegría constante, su continúo esfuerzo para conseguir lo imposible (aunque para entrar a la Tamachi había contado con la ayuda de su hermano) y su preocupación hacia él, había hecho que se fijara en ella.

Pero habían dos problemas.

Él todavía era un muchacho de diecisiete años, mientras que ella tenía veintiún años. Una diferencia de edad bastante considerable en esos momentos.

Y luego, estaba otro gran problema. Ella era una seiyuu profesional que no paraba de trabajar. Antes de que ella empezase a aceptar numerosos roles y se convirtiera en una personalidad importante, mantenía su contacto a través de numerosos mensajes y llamadas. Pero desde hacía un tiempo, había dejado de recibirlos. Incluso, cuando él la llamaba, el número siempre estaba ocupado. O cuando le enviaba mensajes, ella nunca le respondía. Y la justificaba. Para Minami su trabajo era mucho más importante, y no podía estar pendiente de un niñato que todavía estaba en la koukou.

Aún con esos dos problemas, seguía admirándola y queriendo. Veía todos los animes en los que ella participaba, escuchaba las canciones que ella había tenido la oportunidad de interpretar dentro de su rol o en openings o endings. Y hasta compraba las revistas cuando sabía que ella salía.

Pensándolo mejor, ¿eso no lo convertía en un otaku obsesionado?

Rio para sí mismo y volvió a centrarse en sus estudios.

Perdió la cuenta del tiempo que había estado estudiando, cuando su digimon lo llamó para que mirase quién estaba al otro lado de la ventana.

Cuando Daichi lo hizo, se encontró con una imagen que lo extrañó muchísimo.

Afuera, se encontraban su hermano mayor junto a Minami.

Su hermano, como todos los días, iba con su traje de chaqueta y corbata. Desde que había entrado a la universidad y participado en las juntas directivas con su padre, había pegado un cambio de look brutal.

Él le había propuesto heredar el negocio de su padre. Pero al ser tan expansivo, habían acordado en que Musuko lo dirigiría como presidente en Japón, y Daichi, como vicepresidente, en China. El segundo país, donde más restaurantes tenían.

Y cómo él todavía estaba lidiando con el curso elemental para acceder con méritos a la misma universidad que su hermano, estudiaba sin descanso, sin poder acceder a las mismas reuniones de su hermano, que según él, eran aburridas y tediosas.

Y viéndolo con ese traje, y habiéndose cortado aquellas greñas que había tenido, le daba un porte de hombre guapo. Y junto a Minami que lucía irreconocible, pasaban por la pareja perfecta.

Lo más insólito, al verlos a ambos, es que reían conjuntamente.

Desde que Daichi conocía a su hermano y a Minami, siempre los había visto picarse o discutir por tonterías. Pero que ambos rieran como si fueran amigos íntimos, se le hizo raro.

Veidramon advirtiendo su presencia, avisó a Musuko para que lo viera. Su hermano se acercó, con la mano a modo de visera para ver el interior del restaurante, y lo saludó. Daichi respondió a su saludo con normalidad. Giró sus ojos verdes hacia Minami para saludarla también, pero ella estaba mirando su reloj alarmada, y despidiéndose de su hermano, se marchó corriendo en dirección contraria con un nervioso Penguinmon. Sus cortas patitas, le impedían correr al mismo ritmo que ella, por lo que Minami tuvo que cargarlo y alzar una mano para parar un taxi.

Buidramon terminando de un sorbo su té, miró con cierta preocupación a su amigo. Se notaba que ver a su hermano con Minami lo había impactado demasiado. El digimon sabía de los sentimientos de su compañero. No porque se lo hubiera dicho, sino porque era demasiado evidente.

Musuko junto a Veidramon entraron al restaurante. Saludando al personal como si fueran colegas, pidió que le llevaran algo de beber y para picar. Fue directo a la mesa de Daichi, donde Veidramon fue el primero en sentarse, y luego lo hizo Musuko como peso muerto y dejando escapar un soplido de agotamiento. Desanudándose la corbata, se quejó de lo aburrida que había sido la reunión de aquel día, y de lo harto que estaba de las juntas.

-Si al menos estuviera contigo, podríamos murmurar de nuestras cosas para entretenernos.

-No creo que a Daisuke le parezca bien -comentó Veidramon. Luego, se alegró al recibir la comida y no tardó en degustarla como si fuera el manjar más delicioso.

-A propósito, ¿te has fijado en cómo se ha puesto Minami? -cambiando de repente de tema con la emoción pintada en la cara-. ¡Estaba guapísima! ¡¿Verdad?!

-La verdad es que sí -reconoció él volviendo a los libros.

-Sabía que con esto de ser seiyuu reconocida, tendrían que hacerse algún cambio en su aspecto para que se viera más guapa, pero… ¡No me imaginaba que tanto! ¡Hasta dejó de usar aquellas gafas de culo de vaso! ¿Recuerdas?

-Ajá -contestó él con simpleza. Para él no era nada nuevo que Minami usase lentes de contacto en lugar de aquellas viejas gafas, resaltando más su cara y viéndose más guapa. Pero una cosa era cuando la veía en las fotos de la revista, y otra cuando la había visto en persona. Incluso, le dio la sensación de que le pasaba de altura por dos cabezas.

Otra razón para acomplejarlo.

-¡La verdad es que me ha sorprendido! -comentaba él cogiendo uno de sus tantos libros-. Hacía muchísimos años que no hablaba con ella, que no me esperaba encontrármela y con semejante cambio.

-Si siempre te la pasabas molestándola -pronunció Veidramon.

-Bueno… En aquel tiempo era un crío inmaduro -reconoció. Viendo el interior, puso una cara de asco, como si aquellos problemas le trajeran malos recuerdos en su vida estudiantil, y lo devolvió a su sitio-. Ahora soy un hombre hecho y derecho -presumiendo y haciéndose el guay.

-Que necesita la ayuda de su padre con los estudios de universidad -picó Veidramon una vez más.

-¡Calla, imbécil! -imitando el comportamiento de su padre en golpear a su digimon, cuando lo ponía en evidencia-. Por cierto, Daichi, ¿dónde tienes tu móvil?

-Aquí -sacándolo de su bolsillo-. ¿Por qué?

-Es que Minami me ha dado su nuevo número de móvil. Dijo que tuvo que cambiarse de número, ya que recibía amenazas de fans tóxicos. Me contó que este es su número personal, del cual sólo conocen muy pocos. Imaginaba que te interesaría, como tenías buenas migas con ella.

El chico no supo qué responder ante eso.

Ahora entendía porqué sus mensajes aparecían como no leídos cuando se los enviaba. Siempre había pensado que era porque estaba ocupada en el trabajo, que jamás se imaginó que fueran por otra cosa.

-Desde luego. Hay gente muy enferma en el mundo. Me recuerdan al imbécil de Satoshi -murmuraba Musuko todo airado, mientras pasaba el número de la chica al móvil de su hermano-. ¡Me dan ganas de hacer como lo que hizo Toji! ¡Darles una buena pasada y que aprendan a respetar a las mujeres!

Daichi observó como su hermano estaba muy cabreado. Y asimilando con lo dicho, preguntó de manera inconsciente.

-¿Es que te gusta Minamisan?

Musuko lo miró con cierto sonrojo. Veidramon estaba más concentrado en el dolor de su pequeña cabecita, que ni había escuchado la pregunta, mientras que Buidramon, observaba en una mezcla de preocupación e impresión a los dos hermanos.

-Bueno… -poniéndose algo nervioso y rascándose el cuero cabelludo-. Reconozco que ahora está muy guapa y se la ve más amigable… Pero… Bueno… Ya que somos hermanos, te lo diré, pero que esto quede entre nosotros -haciéndole señas para que se acercara y no le escucharan los digimon-. La verdad es que estando con ella, sentí como una especie de química especial entre nosotros. No sé si me estaré montando películas, pero me dio esa impresión y de que le gustaba. ¿Crees que debería invitarla a salir?

Daichi se quedó un poco desconcertado.

La cara que se le había quedado a Musuko era la de alguien que sentía un verdadero e inocente interés romántico.

Suspirando silenciosamente, pensó que su hermano podría ser mejor para Minami.

Si pensaba así, es que quizás sólo sentía una profunda admiración por ella, en vez de interés romántica como creía.

Sea como sea, tenía la intención de ayudarlo.

-Claro que sí -le contestó con una sonrisa sincera.


Un poco más cerca del búnker se encontraba Misato.

En los dos años que habían pasado, no había cambiado mucho. Quizás sólo que se había dejado crecer un poco más el flequillo y crecido un poco. Pero nada más.

Ella se encontraba sola ya que Hanwokentromon trasladaba, con la ayuda de otros digimon, a las personas que apenas tenían movilidad.

A ella misma le hubiera gustado también prestar su ayuda o tranquilizar a aquellos niños que abrazaban con fuerza a sus digimon, y que temía lo que les pudiera suceder. Pero las órdenes explícitas era mantenerse en su puesto, como sus amigos y no moverse.

Esta vez iban a enfrentarse a algo mucho más grande que cuando habían batallado contra Yggdrasill, y no podía esperar que sucediera un milagro cuando ella había tenido que batallar sola contra Metaletemon y Metamorfosimon.


21 de agosto del 2026

Misato se encontraba con las palmas juntas orando ante la tumba de Oikawa Yukio. A su lado, se encontraba Cuarzomon imitándola.

Una vez que todo se había estabilizado y podrían respirar un poco más tranquilos, Misato le había pedido a su padre que la llevara a la tumba de Oikawa.

Nunca en su vida se había sentido interesada por aquel hombre, a pesar de que mantenían a Pipimon en su casa.

Para la niña, la presencia de Pipimon suponía como un miembro más de la familia, donde su origen era lo de menos. Solo el que todos convivieran en paz y en armonía.

Pero tras sus aventuras y haber sentido como Oikawa la había ayudado en su batalla contra Metaletemon y Metamorfosimon, se sentía en la obligación de ir a visitarlo y agradecer su ayuda.

En el aniversario de su muerte o en festividades relacionadas hacia los difuntos, Misato y su digimon (de aquellas Upamon) sólo acompañaban a sus padres para limpiar las tumbas de sus seres preciados. Ella le oraba a su abuelo y a su bisabuelo (quién había muerto cuando ella tenía tres años), pero cuando se dirigían a la tumba de Oikawa, Misato no comprendía porqué su padre se ponía tan emocionado al orarle. Incluso su madre y Kamimon tenían unas caras culpables como si la muerte de aquel hombre fuera responsabilidad suya.

Sabía quién había sido aquel hombre, gracias al libro de aventuras que el padre de Takeshi había escrito. Pero Misato no había podido entender el grado de afecto que le había agarrado su padre hacia un hombre que había manipulado a su madre.

Ahora que había experimentado tantas cosas, podía entenderlo. Y más aún, entender porqué su padre le procesaba el mismo afecto que a su abuelo paterno o a su bisabuelo.

Oikawa en el fondo, sólo había querido ser un Niño Elegido más. Había nacido en una época tardía para poder poseer un digimon. Y sin embargo, éste había permanecido siempre en su interior, como su niño interior, materializándose en sus últimos momentos de vida.

Según el libro, que había vuelto a leer cuando habían regresado a casa, Oikawa había usado su propia energía vital que le quedaba, para restaurar el Mundo Digimon, llenándolo de nuevo de luz y color. Su alma quedaría para siempre en aquel mundo que, durante años, se había martirizado en querer estar.

Pensar en cómo Lichtmon y Dunkelmon… corrección, Homeostasis e Yggdrasill habían destruido aquel paraíso de color, le había hecho llorar.

El sacrificio de Oikawa no había servido para nada.

Culparon a víctimas inocentes de lo que otros habían hecho.

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Cuarzomon cuando la había visto llorar y escuchado su razón, la había animado, en que su sacrificio no había sido en vano y que su alma continuaría cerca de ellos.

-Porque fue él quién te salvó de la agonía que sufrías, ¿verdad? -colocando sus patas sobre su regazo como un perro que se pone de pie ante su dueño para que le preste atención.

-Es verdad -recordó ella, secándose las lágrimas-. De no ser por él, seguiría creyendo que mi madre había vuelto a corromperse.

-¿Has hablado con Noriko e Iori de ello? -le había preguntado. Pues, él no es que fuera muy espabilado, pero comprendía que un tema tan delicado tendría que hablarlo con sus padres.

-Pienso hacerlo. Pero aún hay heridas recientes que deben sanarse primero -cerrando el libro y atrayéndolo contra sí como si fuera un tesoro-. Muchos de nosotros hemos experimentado muchas cosas. Hemos llorado y sufrido mucho, pero eso nos ha hecho madurar.

"Nunca justificaré las acciones de Homeostasis e Yggdrasill, porque es imperdonable cómo han jugado con la vida de todos. Pero algo bueno se ha sacado de todo eso, y pienso quedarme con ello."

Un ligero carmín había cubierto sobre sus mejillas al recordar cómo iba creciendo como persona. Quería seguir creciendo para así…

-Como por ejemplo cuando abrazaste a Takeshi, ¿no? -le había preguntado Cuarzomon con picardía.

Aquel rubor sólo indicaba una cosa para Cuarzomon, donde lo más vergonzoso para su compañera había sido cuando lo había abrazado delante de todos.

-¡No me refería a eso! -poniéndose nerviosa y tapándose la cara con el libro.

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Misato sonrió al recordar aquel momento. Una vez más el rubor acudió a sus mejillas.

Abrió los ojos para observar la tumba de Oikawa. Las flores blancas que había traído, bailaban al compás del viento.

El sol del verano estaba a punto de marcharse para ser sustituido por los habituales tifones que precedían al calor del verano, y luego por el frío otoñal.

Si ella podía seguir viviendo con la cabeza bien alta, se lo debía a la ayuda de Oikawa.

Acarició con sutileza la piedra y el tallado del nombre de Oikawa y murmuró.

-Es una pena que no hayamos podido celebrar el o-bon. Me hubiera gustado echar un farolillo en honor a Oikawasan.

-Han sido unos días muy complicados para celebrar el o-bon -había hablado Noriko apoyada sobre Iori.

-Lo haremos el año que viene -dijo Armajimon con seguridad-. ¿Verdad, Pipimon? -preguntándole al digimon que solía estar sobre su lomo o en el regazo de Kamimon.

-¡Síii! -exclamó el pequeño digimon verde con creciente emoción-. El farolillo para Yukio será el más grande de todos.

-Podremos escribirle nuestros nombres para que sepa que es de parte nuestra -aportó Kamimon con muchísima ilusión.

-Y podríamos meter también un recuerdo pegado al farolillo -sugería ahora Cuarzomon.

Los cuatro digimon hablaban entusiasmados ante esa idea. Una idea donde todavía faltaba casi todo un año para llevarla a cabo, pero que tenían la planificación para hacerla sí o sí. Aquella idea no sería algo que mañana olvidarían. En honor a Oikawa Yukio, los digimon le harían el farolillo más bonito de todos para que supiera el gran agradecimiento que le tenían y que lo querían mucho.

-Será mejor que regresemos a casa. Me espera un arduo trabajo por hacer -comentó Iori, volteándose con su mujer.

Ella le hizo mención sobre la petición que Daisuke le había hecho para tener la custodia total de Daichi, por lo que a la vuelta a casa se veían dos conversaciones muy distintas. Por un lado, estaban los digimon planeando el farolillo para Oikawa; y por otro, la dificultad que le esperaba a Iori por tener un juicio en un país con leyes e idioma diferente. Pero, que le había resultado imposible de negar.

-Que conste que lo hago más por el bien de Daichikun que por Daisukesan. Le va a costar muy caro para que le perdone -escuchaba Misato a su padre hablar con cierto rencor.

La niña sonrió divertida.

Miró al cielo y apartó un mechón que se le había colocado delante de la cara.

Pidió el deseo silencioso de que Daichi pudiera regresar con su verdadera familia. Se lo merecía, después de todo lo mal que lo había pasado con sus padres adoptivos. Además, Musuko y sus padres estaban muy ansiosos con poder volver con él.

-Oikawasan, sé que es injusto pedírtelo cuando no te he prestado la atención que deberías de mi parte. Pero, espero que Daichikun pueda volver con Musukosan y su familia. Te prometo que si lo haces realidad, daré todo lo de mí para que el Mundo Digimon no vuelva a perder ese color que tú le brindaste.

Hablando con firme determinación.

No le gustaba pelear.

Pero si Homeostasis iniciaba una guerra, no se contendría.

El Mundo Digimon jamás volvería a perder ese color y esa magia por la que sus predecesores se habían esforzado y sacrificado.

Ahora era su turno de protegerlo.

-Misato, vamos -le dijo Noriko.

La niña viendo a sus padres y a los digimon esperándola, decidió que si quería seguir haciéndose fuerte para proteger al Mundo Digimon, primero tendría que dejar atrás todos sus sufrimientos y tratar de ser firme en sus decisiones.


Ahora Misato, tenía que mostrar su valía y que la justicia prevaleciese. Porque las acciones de Homeostasis no eran justas, sino vengativas. Y la venganza sólo conlleva a más venganza.

Algo que su padre no paraba de mencionarlo una y otra vez, aunque él hubiera pecado de ello contra su amigo Daisuke.

Sin embargo, aquel ideal le había gustado mucho a Takeshi.

Desde sus aventuras digitales, Takeshi y ella pasaban más tiempo juntos. Aunque, con ese año de edad que se llevaban, él se encontraba en el instituto, mientras que ella aún en el colegio.

En ese año escolar, no habían tenido la oportunidad de verse tanto como antes, pero estaba a meses de entrar a la misma secundaria que él.

Es cierto que todavía seguía poniéndose roja y como un flan, ante cualquier halago por parte de él, pero estaba resuelta a hacer algo para cambiar y poder estar a su lado sin problemas.

.

Todavía quedaba más de media hora para el límite. Les sobraba el tiempo para poner a todos a salvo.

-Kazumihan, ¿qué es eso?

Le avisó Hachimon visualizando algo extraño a lo lejos.

Al ver todos los que estaban ahí, hacia donde la digimon abeja apuntaba, observaron como tres gruesas haces de luces resurgían al horizonte.

Aquella luz había llamado la atención del resto de sus amigos que se encontraban impresionados, y con una ligera sospecha de lo que podía ser.

-¡No puede ser! -clamó Meiko abrazando con todas sus fuerzas a su hija de dos años.

Aquella niña que había nacido días después de que Taichi y los demás regresaran a casa.

Se había sentido tan agobiada de dar a luz y no poder compartir aquel momento con Taichi, que su estado emocional había empeorado, hasta el punto en tener que ser atendida por Yayoi en todo momento.


16 de agosto del 2026

El día amanecía bastante nublado. Algo poco usual para aquella temporada, y que muchas veces el mal tiempo se asociaba a que algo malo podría estar sucediendo.

Yagami Yuuko observaba el exterior con una desazón en el pecho.

No había podido dormir nada durante toda la noche.

No es que fuera por la desconfianza hacia aquel digimon en el que había confiado, al entregarle a Hinode y a su digimon. Había algo más que la tenía inquieta.

Tras haber abandonado la casa de su hija y de su yerno, se había dirigido a la casa de su hijo para visitar a Meiko y comunicarles lo que había hecho.

El espectáculo que se había encontrado en aquella casa era tenso. Allí estaban las cinco mujeres, cada una con sus propios temores por lo que estaría pasándoles a sus maridos y a sus hijos. Se suponía que Nishijima Daigo estaría con ellas. Pero cuando su marido y ella habían llegado, la señora Hida le había comunicado que Daigo había recibido información muy importante y se había marchado, no sin antes avisarlas de que no hicieran nada inadecuado.

Pero, ¿qué era inadecuado en aquella situación?

Habían pasado dos días sin saber absolutamente nada de los desaparecidos. Aunque los hijos adolescentes e incluso la recién llegada, Ishida Aine, habían ido a prestar ayuda ayer, entrada la tarde, habían visto en el cielo luces extraordinarias. Se suponía que aquello era bueno. O eso es lo que aquel digimon ángel le había indicado, antes de llevarse a Hinode y a Nairmon. Pero la madre de Taichi y Hikari había contado casi doce horas desde aquello.

Cuando les habían contado cómo le había concedido a aquel digimon que se llevaran a Hinode y a su digimon, la mayoría confiaron en su buen juicio y en la esperanza de ver muy pronto a su familia.

Pero las horas iban pasando, y cada una empezó a comerse la cabeza a su manera. La que más Meiko, donde no paraba de angustiarse de que Taichi no pudiera estar presente en su embarazo. Se pronosticaba que daría luz en septiembre. Pero la angustia y la tensión, podrían provocar un parto antes del tiempo estimado.

Gracias a dios que estaba la señora Kido y que la cuidaba. Las palabras de Meikuumon habían perdido todo efecto, y Meiko empezaba a alterarse tanto, que Yayoi trataba de que mantuviera la calma.

En el estado en que se encontraba Meiko, ni ella ni Susumu habían sido capaces de regresar a su hogar. Ella se había quedado por Meiko; Y su marido para que contasen con la presencia varonil de alguien para protegerlas. En medio de aquella sala donde estaban todos apelotonados, durmiendo como podían en los sofás o arrejuntadas unas con otras, su marido había encontrado en una esquina, un lugar en el suelo para descansar. Había visto como Meiko apenas pegaba ojo. Pero sobre su regazo estaba Meikuumon. Quizás para darle tanto su apoyo como su calor corporal. En esos momentos, pasaba por una gatita normal y corriente leal a su amiga, donde nadie podría imaginarse los problemas que había causado hace muchos años.

Yuuko escuchó un estruendo en el cielo y se sobresaltó del susto.

Amenaza de tormenta y quizás de lluvia.

Se llevó una mano al pecho y cerró los ojos tratando de calmarse.

Tenía que confiar en sus hijos y en los demás para que todo saliera bien.

Tenía que creer en ello.

Lo habían conseguido en más de una ocasión, así que, ¿por qué esta vez no?

Tan concentrada estaba en eso, que volvió a sobresaltarse al escuchar el timbre de la casa. Sonaba con tanta insistencia, que despertó a todos por completo.

Preocupada por esa insistencia en llamar, Yuuko se fue corriendo hasta la puerta. Ignoró por completo los ruidos de dolor que emitía su marido por su espalda, al haber dormido en el duro suelo.

Por precaución, aunque quién timbraba lo hacía una y otra vez, miró por la mirilla para saber de quién se trataba.

Una parte de ella, no podía evitar si se trataba de alguna persona mala o de algún gracioso. Y desde luego, en esa casa no estaban para esas tonterías.

Pero al visualizar de quién se trataba, emitió un sonido de sorpresa, y entre lágrimas y con las manos temblorosas, fue abriendo la puerta, mientras avisaba a todos para que acudieran rápidamente a la entrada.

Estaba tan nerviosa, que se le dificultaba quitar el seguro de la puerta.

El primero en acudir ante ella había sido su marido. El haberla escuchado tan alarmada y en un tono, que para él, era angustiante, le preguntó qué pasaba y quién era.

-¡Un milagro! ¡Es un milagro! ¡Ha vuelto a ocurrir! -decía ella luchando contra el maldito seguro con sus manos torpes. Pero al final, pudo quitar el seguro y abriendo la puerta de inmediato, se lanzó entre lágrimas a su hijo.

Agumon que era el que no dejaba de timbrar, cuando la puerta fue abierta, corrió hacia el interior, seguido de sus dos hijos digimon llamando a Meikuumon y a Meiko.

El ver al alegre Agumon, fue signo de emoción para las mujeres y a correr a la entrada, y llorar al ver a sus maridos e hijos.

En aquel pequeño lugar se produjo un emocional encuentro, donde algunos ya no sabían si abrazar a su marido, a los digimon, a sus hijos o a los digimon de sus hijos.

Daba igual porque Taichi y sus amigos habían vuelto a casa.

Yuuko, abrazó después a su hija que sostenía a una sana y alegre Hinode, mientras que Susumu abrazaba con fuerza a su hijo, tras ser liberado por su madre.

Los cuatro nietos de los Yagami se turnaban para abrazar a sus abuelos.

Los tres hijos más mayores de Jou al no ver a la madre que los había criado, se sintieron algo tensos.

En aquel grupo de recién llegados no estaban todos. Y lo mismo sucedía en la entrada donde casi todas las familias se habían reunido.

Jou junto a Takeru había acompañado a la familia Ishida al hospital para que éste usase sus contactos y que tratasen a Yamato de inmediato.

Taichi y los demás habían sabido por Daigo que toda su familia estaba en la casa de los Yagami, que los tres hijos de Jou no podían internarse en casa ajena con todo el morro. Sobre todo, por la educación que ellos tenían. Pero Bolamon, Kawamon e incluso Momoko y Ralmon se encontraban muy inquietos, y mandaron por saco aquella educación.

Momoko aprovechó cuando Sanae se internó en la casa llamando a su madre. Se arrejuntó a ella, pidiéndole el permiso para pasar, y antes de que aceptase, la chica ya estaba corriendo en aquella casa que jamás había entrado.

-¿Dónde estás? ¿Dónde estás? -preguntaba Momoko mirando para todos lados.

Ella y Ralmon seguían el sonido de las lágrimas que derramaba Meiko y Meikuumon. Y cuando llegó a la sala, encontró a la señora de la casa, abrazando con fuerza a Agumon y llorando a lágrima viva. Debido a su embarazo, estaba sentada y aunque le habría encantado levantarse, le resultaba complicado hacerlo sola. Yayoi se encontraba a su lado, quizás por si la necesitaba o quizás porque no se imaginaba que su familia pudiera estar también fuera.

Cuando Yayoi vio a Momoko, se asombró tanto que no pudo contener las lágrimas de alegría. A su lado, apareció la hija mayor de los Yagami y corrió entre lágrimas a los brazos de su madre. Agumon dejó a Meiko, para que Sanae se sintiera libre de abrazarla y recibir los besos de ella, aliviada de que hubieran regresado.

Una escena que Yayoi pensaba que jamás tendría, por lo que no se esperó que Momoko, la misma chica que ayer mismo, la había repudiado y desagradado tanto, como para no valorar su propia existencia, se echara a sus brazos.

-Lo siento, lo siento, lo siento -repetía Momoko una y otra vez arrepentida entre lágrimas.

Ralmon también la abrazaba, lamentando el haberse portado tan mal con ella.

Yayoi no entendía nada. Sólo lloraba y correspondía al abrazo de la chica. Luego, escuchó varias voces decir mamá, entre ellas las de Sei y de Shin. Bolamon y Kawamon se habían adelantado a sus compañeros humanos para abrazarla con fuerza, y Yayoi no pudo evitar pensar que si aquello era un sueño, no quería despertar nunca.

Toji se había adentrado también en la casa y corrido con mucha alegría y emoción hacia su madre para abrazarla con una carita feliz, donde el alivio se respiraba por cada poro de su piel.

La felicidad de Meiko no terminaba ahí, pues poco después, vio como Taichi se adentraba a la vivienda.

Las miradas de ambos se conectaron de tal manera, que no existía nadie más que ellos. Un momento especial, donde sintieron más que nunca el amor que se profesaban mutuamente.

Taichi se fue acercando a su mujer con paso lento.

Verlo ahí, frente a ella, la había alegrado muchísimo.

Meiko había dejado de derramar lágrimas, pero los restos estaban en sus mejillas. Lo miraba con una sonrisa de felicidad y de puro amor, como una sensación de alivio por alguna razón.

-Mira, pequeñina… Papá ha regresado a casa… -mirando su enorme panza y acariciándolo con mucha dulzura-. Papá podrá verte cuando nazcas -seguía diciendo.

La mano de Taichi se unió a la de Meiko. Ella volvió a mirarle. Él le sonrió con ternura y le dijo.

-Estoy en casa -y después de esas palabras, la abrazó con amor y ternura.

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Mientras, en la entrada, donde Yuuko había cogido a Hinode tras haber abrazado por largo rato a su hija. Su marido escuchaba las numerosas anécdotas que Takeshi tenía que contarle, y que se enrevesaban cuando Tsukaimon lo interrumpía. Yuuko se sentía aliviada de ver a su nieta sana y salva, y se disculpaba con su hija por habérsela cedido a aquel digimon sin su consentimiento.

-No lo habría hecho si no fuera porque me inspiraba confianza. En serio, Hikari.

-No te preocupes, mamá. Has hecho lo correcto. Después de todo, sino lo hubieras hecho, quizás ahora no estaríamos aquí -viendo con cierta nostalgia como sus dos hijos reían felices. Takeshi el que más.

Cuando habían estado encerrados en aquella torre, Tailmon le había contado que tanto Takeshi como su digimon, habían estado a punto de sucumbir a la oscuridad.

No podría imaginarlo de no ser porque su digimon y varios más lo habían visto. Como siempre estaba alegre y gastando bromas para hacer reír a los demás, no podía imaginar que tuviera un lado oscuro que la oscuridad pudiera aprovechar. De hecho, le sorprendía que su digimon fuese la contraparte oscura de Patamon.

Sin embargo, ya tendría tiempo para hablar sobre eso y lo que había pasado. Lo importante ahora es que sus hijos estaban bien. Todo gracias a Elpidamon.

-A propósito, ¿dónde están Takeru, tu cuñada y tus otros sobrinos?

Yuuko había hecho la pregunta, suponiendo que con toda esa alegría que todos tenían encima, no habría pasado ninguna desgracia.

-Bueno… Digamos que… -sin saber cómo contar la noticia. De hecho, tenía que ir corriendo a coger el teléfono y avisar a sus suegros de que su hijo mayor estaba vivo. Pero si no sabía como decírselo a su madre, ¿cómo se lo iba a contar a ellos?-. Ha ocurrido un milagro inesperado.

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No solo estaban ausentes la familia Ishida, Takeru y Jou. Los Ichijouji, al llegar al mundo real, se habían separado de sus amigos para ir junto a Ryu y tranquilizar a su familia.

Gracias a Daigo, toda la familia Ichijouji se había sentido aliviada al descubrir que su hijo y su digimon no habían quedado solos y se encontraba en la casa de los padres de Ken.

Miyako teniendo muchas ansias de querer ver y abrazar a su pequeñín, había apurado a toda la familia para irse a Tamachi. Sino fuera porque habían digievolucionado recientemente, habrían digievolucionado para llevarlos volando, en vez de usar el lento transporte público.

Otra persona que no estaba junto al grupo que recibía a Taichi y los demás, eran Mimi y Satoshi con sus digimon.

Los cuatro habían quedado en la calle. Mimi porque no tenía el coraje de acercarse a Meiko y las demás, tras la última escena que había montado, antes de desaparecer. Por no hablar de que, le daba la impresión de que ella no pintaba nada allí. Y razón no les faltaba. Ella había abandonado a su marido, a sus hijos y a sus amigos por la vida que siempre había soñado y que Michael le ofrecía.

El haber estado encerrada, y ver cómo, prácticamente, había sido el paria; descubrir cómo Sora había pasado de un estado crítico al de la absoluta felicidad al ver a Yamato vivo y a sus cuatro hijos con rostros emocionados y alterados, la habían hecho reflexionar.

Aunque su hijo mayor la había perdonado, se había dado cuenta de que cuando se habían reencontrado, sólo Satoshi había corrido hacia ella feliz de verla. Shin apenas se había acercado para decirle lo aliviado que se sentía de que estuviera bien. Y Momoko, se había desahogado y abrazado fuertemente a Jou durante mucho tiempo. Su hija siempre le decía lo harta que estaba de estar con su padre, y las ganas de irse con ella. Y eso a Mimi le hubiera encantado. Pero el haberla abandonado, voluntariamente, los abogados le habían cedido la plena custodia a Jou. Aún así, seguía queriéndola y contentándola con increíbles regalos que ni Jou ni Yayoi le comprarían.

Viendo a Satoshi que estaba con el móvil en la oreja, hablando con su padre y contándole que habían regresado, le acaricia con ternura su cuero cabelludo heredado de ella.

Su hijo. Su viva imagen. El niño que tanto amor le daba todos los días.

No había hecho lo mismo con Momoko. Con Momoko, sólo para que no la olvidara, le compraba aquellos caros regalos para satisfacer sus necesidades físicas. Pero el dinero no podía comprar el cariño. Por eso, Momoko, en el fondo, quería a su padre… Y puede que también a Yayoi. Bastó ver cómo su hija insistía en ir a la casa de los Yagami para ver cuanto antes a Yayoi. Ella aún la llamaba por su nombre. Pero eso no significaba que no la quisiera.

Y Sei y Shin… En el pasado, había hecho lo mismo que con Momoko. Comprarles caros juguetes y ropa muy bonita. Pero el desinterés de Sei en los regalos, donde no la perdonaba por haberlos abandonado y que Shin no la conocía, había hecho que pasase de ellos y enfocándose sólo en Momoko.

Si no hubiera pasado de ellos, como lo había hecho con sus amigos, no se sentiría tan sola ahora mismo.

Las puertas del Mundo Digimon todavía estaban en arreglo, pero Benjamin y los demás, se las habían ingeniado para abrir una puerta que los llevase a su mundo. Pero sólo una puerta y hacia un único destino, es lo que habían podido hacer. No podía culparles, tras saber todas las desgracias que habían sucedido en el Mundo Digimon, cuando ella y sus amigos habían estado secuestrados.

Pero ahora mismo, añoraba recibir el brazo y consuelo de alguien que la estaba esperando. Necesitaba desahogarse en lágrimas por todo el miedo que había pasado.

Ni siquiera podía contar con sus padres porque no estaban en Japón. Cuando ella se había casado con Michael, se habían ido a vivir al mismo país que ella.

Suspirando con fuerza, se frotó los brazos.

Era verano, pero ese día en particular estaba frío y nublado.

Como anhelaba el calor corporal de su marido. Pero él estaba tan lejos.

Mimi se sentía tan deprimida por la soledad que sentía, que Palmon al verla, pudo entenderla mejor que nadie. Ella era su compañera digimon. A ella le correspondía animarla. Tirando de ella, para que Mimi la viera, le pidió que la cogiera.

La mujer aunque no entendía ese acto tan infantil, lo hizo por la necesidad de tener a alguien para sentir ese calor corporal de alguien que la quería. Para salvar su orgullo, criticó a Palmon por su infantilismo, cosa que hizo reír a la digimon por lo poco sincera que estaba siendo.

Más tranquila, Mimi escuchaba como su hijo relataba con gran devoción sus aventuras, donde algo le decía que lo estaba exagerando tanto, ya que daba a entender que sin él, ella y los demás no habrían sido salvados, cuando en realidad no había sido así. Incluso Ralmon hablaba cuando su compañero callaba, para dar el aviso de que había sido capaz de digievolucionar al nivel kyuukyokutai y lo hermosa que era en su forma de Sakuramon.

-Pues mamá dice que cogeremos el avión que sale esta noche para California. Porque no hay vuelos disponibles de primera clase para esta tarde -decía Satoshi por teléfono cuando su padre le había preguntado cuando volverían-. ¡¿Eh?! ¡¿Hablas en serio, papi?! -cuestionaba el niño alegre y emocionado que llamó la atención de Mimi y de Palmon en querer saber qué ocurría-. Papá dice que va a pedirle el jet a un amigo para venir a Japón -contándole a su madre la gran sorpresa-. ¿Y cuánto tardarías en llegar, papi? "..." ¡¿Sólo tres horas?! ¡GENIAL! ¡Qué ganas tenemos de verte! ¿En el aeropuerto de Narita? ¡Allí te esperaremos!

Un vuelco se producía en el corazón de Mimi. Vería a Michael antes de lo que se imaginaba. Podría refugiarse en él y lamentarse por todo lo que había pasado. Le era tan necesario.

Pero…

Pero…

-…

-Mami, ¿el aeropuerto ese… ¡Cómo se llame! -sin recordar el nombre- está muy lejos? ¡Porque no podemos hacer esperar a papi! -preguntaba Satoshi quién nunca había estado en Japón. Puede que supiera el idioma por su madre y su digimon, pero lo que eran las costumbres, las fiestas o en que zona del mapa de Japón quedaba algo tan lógico de saber cómo era Tokyo, eran completamente ignorantes para el niño.

-No, pero… pero… -sin poder continuar la frase y adoptando una expresión triste.

-¿Pero? -corearon extrañados el niño y los digimon ante esa adversativa.

Mimi no supo como decirles que aunque se moría de ganas por ver a Michael, no podía marcharse sin despedirse antes de sus hijos. Además, quería ver a Meiko. Hacía tanto tiempo que no hablaba con ella, que ahora que estaba tan cerca, no podía marcharse sin la necesidad de saber si aún eran amigas. También quería hablar con Miyako y con Sora. Pero ambas, estaban tan preocupadas por sus seres queridos, que la oportunidad para hablar con ellas, podría ser larga.

Y había otra cosa mucho más importante que tenía que hacer. Tenía que disculparse con Yayoi y también, agradecerle que se dedicara a sus hijos como si fuera su verdadera madre.

El silencio que se había formado, hizo que Michael le pidiera a su hijo que le pasara el teléfono a su madre.

El niño le tendió el móvil, y Mimi al cogerlo, no le contestó con la habitual alegría que Michael estaba acostumbrado.

-¿Qué te pasa? -le había preguntado a sabiendas que sólo se ponía así, cuando algo malo le ocurría.

-Yo… Lo siento, Mickey… No puedo moverme de aquí… No, hasta… Hasta…

-¿Es por Momochan y tus hijos? -preguntó él comprensivo.

Al otro lado del teléfono, Mimi notaba cómo Michael no paraba de caminar bastante apurado. Seguramente, para dirigirse hacia el lugar donde su amigo tenía su jet privado.

Mimi no contestó, pero para Michael aquello lo tomó como una respuesta afirmativa.

-Mimi -se notaba que él se había parado, ya que su respiración ahora era calmada y le hablaba con todo el corazón-, si hay algo que tienes que hacer, y que por eso, no puedas ir a recibirme, no te preocupes. Tú haz lo que tengas que hacer. ¿Vale?

-Sí… -contestó ella y unas rebeldes lágrimas aparecieron en sus ojos-. Pero tengo miedo, Mickey.

-Eso es normal. Y sé que no te será suficiente, pero aunque estemos lejos el uno del otros, cuentas con mi respaldo y mi apoyo. Además, ahora estás con Palmonchan, Satoshi. No estás sola.

-Gracias -agradeció ella con una sonrisa aliviada-. Oye, Mickey, he estado pensando que si con un jet podría estar en tres horas en Japón, si tuviéramos uno, podría ver más a menudo a Momochan y al resto.

Michael rio, entendiendo el mensaje en aquella frase.

-Tan pronto como regresamos todos a casa, compraré uno para que puedas usarlo cuando tú quieras -le prometió Michael.

Mimi asintió entre lágrimas. Aquel vacío que antes sentía, se había llenado tras hablar con Michael.

-Gracias, Mickey -volviendo a agradecer, aunque esta vez, su agradecimiento iba más allá de la comprensión que siempre le había tenido. Aquellas gracias eran por haberlo conocido y que estuviera en su vida como su marido y confidente.

.

Mientras sucedía todo eso en la calle y la bienvenida del cabeza de familia por parte de su mujer, en la entrada se había producido, quizás, el encuentro más emotivo de todos. El de Arisa con Daichi.

Cuando Arisa había visto a su marido, a Musuko y a los digimon, la sorpresa que se había llevado al ver a la copia a carbón de Musuko, fue tremenda. No hizo falta que Daisuke o Veemon le aclararan quién era. Ni aunque Daichi estuviera acompañado de un digimon prácticamente idéntico al de su hijo, el instinto materno había hecho que lo reconociera al instante.

Su primera impresión fue el miedo ante su rechazo. Ella lo había abandonado por querer conseguir el cariño de Musuko. Un niño que no era de su sangre. Ignoraba si Daichi lo sabía. Además, cómo estaba escondido tras los pantalones de Daisuke, no podía asimilar que lo que el niño sentía era mutuo.

Eran tan similares en personalidad, como en comerse la cabeza con lo que no era.

-Vamos, venga -le apremiaban tanto Veemon como Musuko.

Daichi al entrar en contacto directo con su madre, advertía que era mucho más joven de cuando la veía en la distancia.

La primera vez que la había visto, se había quedado sorprendido de que ella fuera la mujer de su padre. Al haber investigado y visto la tremenda diferencia de edad, no supo cómo interpretar el asunto. Sin embargo, al haber hecho cuentas y percatarse de que su madre lo había tenido muy joven, la inocencia y el buen corazón del niño, le habían hecho pensar en que quizás su madre lo había dado en adopción, porque no se sentía cualificada para ser madre. Jamás, se le habría pasado por la cabeza que su hermano fuese la causa.

No le tenía manía a nadie por ello. Suficiente castigo y tormento sentía con haberse dejado manipular por la oscuridad, y el haberse enfrentado a su hermano como un vulgar enemigo de esas series y películas que siempre acaban mal.

Además, al haberse criado en un entorno donde todos lo criticaban y abusaban de él, hacía que tuviese la autoestima por los suelos.

La digimon de su madre, le había dado un leve empujón para que se acercara. Ella la miró y deseó volver atrás, pero Musuko se lo impidió. Le agarró de la mano y con una sonrisa llena de confianza, muy similar a la de su padre, le dijo.

-Tranquila, mamá. No pasa nada. Vamos -acercándola más a su hermanito-. Venga, Daichi, no seas como mamá.

Eso provocó una risa en Arisa provocando que se le quitara toda la tensión que tenía en el cuerpo. Algo parecido le había pasado a Daichi, que se despegó de su padre para ir corriendo hacia su madre y abrazarla con fuerza entre lágrimas.

Cuando Arisa recibió a su hijo en brazos, tuvo un sentimiento de culpa y arrepentimiento, donde no dejaba de lamentarse por lo que le había hecho a su hijo. A su propio hijo de sangre. Daichi apenas la escuchaba. Se encontraba muy feliz por saber que su madre lo quería y que era bienvenido a la familia. Luego, al ver como Musuko le sonreía entre ambos digimon hermanos, sin querer dejarlo de lado, lo arrimó para poder abrazar a sus dos hijos por igual.

Daisuke los observaba con un rostro de felicidad, sin embargo, Veemon tiró de sus ropas, rompiéndole toda la felicidad.

-Oye, Daisuke, ¿está bien que Daichi y Buidramon estén aquí con nosotros? Quiero decir, ¿no nos meteremos en un lío con los Hanazawa por esto?

Veemon no quería romper también la felicidad que tenía Arisa y los dos niños. Daichi al escuchar eso, rogó a su madre y a su padre que no quería volver con su familia adoptiva, que quería quedarse con ellos. Buidramon acotó lo mal que lo trataban y lo injustos que eran con él desde hacía tiempo.

Musuko se sentía indignante que le dieron ganas de volar a China para decirle un par de cosas a los supuestos padres adoptivos de su hermano. Veidramon e incluso Veemon y Kairumon lo apoyaban en esa misión.

-Calma, calma -decía Daisuke por un lado tranquilo, mientras que por dentro quería matar a los Hanazawa-. ¿No tenemos un amigo abogado para estas cosas? -comentó como solución al problema.

Y antes de ingresar a la casa para hablar con Iori, aprovechándose del buen humor que tenía al estar de vuelta con Noriko, vio como Hikari y Tailmon corrían escaleras arriba.

-¿Ocurre algo, Hikarichan?

-¡Tailmon! ¿a dónde vais? -le preguntó Veemon.

Aunque ambos habían superado su obsesión hacia Hikari y Tailmon, quedaban los viejos hábitos de preocuparse por ellas.

-Vamos a por una muda para Hinode.

-Pero, no hace falta ir a prisas -comentaba Daisuke sin comprender, como ella tras haberle respondido a media carrera, ya habían desaparecido de su vista.

Aunque fuera cierto que iban a por una muda para su hija y algún que otro juguete, por si acaso, la razón principal por la que se dirigían a su casa, era para hablar de inmediato con sus suegros y comentarles la feliz noticia de que Yamato estaba vivo y que ahora estaba en el hospital.

La luz de Qinglongnmon había hecho que Yamato aguantara un poco más, como cuando Aine le había brindado su energía para recuperarse. Incluso, habiendo regresado a su mundo, Yamato todavía se encontraba muy bien. Pero nadie, ni su familia, ni Gabumon, ni Jou iban a esperar hasta el último momento para que lo trataran de urgencia. Así que, aunque les hubiera encantado estar junto a sus amigos en aquel motivo reencuentro, la salud de Yamato era prioritaria.

.

Una vez estando todos los ánimos algo calmados, donde los niños contaban muy por encima, las aventuras que habían tenido, Daisuke aprovechó un momento de pausa para dirigirse a Iori. Con cara de niño de San Idelfonso, le pidió ayuda para conseguir la custodia de Daichi.

-¡De ninguna manera! -había respondido tajante para sorpresa de todos- ¡Búscate otro abogado!

-Pero, Iori -seguía Daisuke extrañado de que se lo negara de esa manera-. Somos amigos, y los demás abogados me cobrarán…

-¡¿Y te piensas que porque somos amigos te va a salir la cosa gratis?!

-No, no, no. Claro que no -retractándose nervioso, viendo que así empeoraba las cosas-. Por supuesto que te he de pagar lo que sea. Pero, tú eres un muy buen abogado. Mucho mejor que los míos -pensando que adulándolo, podría convencerlo.

Para todos los allí presentes, la presencia de Daichi no les suponía una sorpresa. Las mujeres al haberlo descubierto el día anterior, por la propia Arisa y tratado de ponerse en contacto, por si el niño había sido también desaparecido, Meiko había descubierto algo muy importante, que podría ser crucial para quitarles a los Hanazawa la custodia de Daichi.

-¡No pienso ayudarte! -seguía Iori en sus trece tan molesto que dejaba a su familia y a sus digimon sorprendidos.

-¡Pero, Iori! ¡Vamos! ¡Somos amigos! Dile algo para convencerlo Armajimon -metiendo al digimon por medio.

Pero aquello, molestó aún más a Iori.

-¡¿Cómo puedes caer tan bajo, Daisukesan?! ¡No te basta con habernos ocultado durante años que tuviste un hijo y que lo diste en adopción sin consultarlo con nadie!

Aquello desanimó a Arisa, donde trató de justificar a su marido de que en realidad, la culpa era suya por haber insistido en querer hacerlo. Musuko intervino, responsabilizándose de que su madre no tenía la culpa, sino él, por haber sido tan egoísta. Pero que se arrepentía mucho. Los digimon ayudaron a que no lo habían hecho con maldad y que querían a Daichi con ellos. Incluso Buidramon expuso lo mal que lo había pasado Daichi tanto en el ámbito familiar como en el colegio.

-No fue hasta que conoció a su hermano y a sus amigos, que lo vi feliz por primera vez desde que tenía dos años.

-Siento mucho la vida que has tenido, Daichikun. Y es razonable que un niño de dos años sintiera celos y actuara de ese modo -dirigiéndose ahora a Musuko-, sobre todo, habiendo perdido recientemente a tu madre. Incluso, tú, Arisasan -viéndola, después a ella-, entras dentro de lo razonable por lo que hiciste. Eras muy joven e inmadura, y con lo de tus padres, te esforzabas por llenar el vacío que Sachisan había dejado. Los digimon también entran dentro de lo razonable, porque no entienden temas complicados y sólo buscan lo mejor para su compañero humano. Pero, tú Daisukesan -mirándolo con los ojos entrecerrados- ¡Eras el adulto en todo esto! Ni se te ocurrió pedir consejo a tu familia… ¡O a nosotros! ¡¿No se supone que somos amigos?! -expresando lo que realmente le molestaba y que por eso, denegaba su petición.

Para Takeshi aquello era una razón para bromear y meter cizaña.

-¡Eso! ¡Eso! ¡A los amigos no hay que ocultarle cosas!

-¡Sobre todo si son amigos desde la infancia! -le seguía Tsukaimon.

Tanto Susumu como Isaki y Earmon le pidieron que no echaran más sal a la herida.

-¡Lo siento muchísimo, Iori! -colocando las palmas a modo de disculpa-. Pero ya sabes que por esa época pasé por muchas cosas y…

-¡SIGUE SIN SER EXCUSA! -le gritó enfadado.

Daisuke miró al suelo, pensando en cómo poder convencerlo. Miró de reojo a su mujer y a su hijo pequeño. Arisa abrazaba con fuerza a Daichi. Ambos se sentían desanimados y sin esperanzas de estar juntos. Quizás debería ir pensando en contratar a más abogados, creyendo que cuántos más, sería mejor. Sin embargo, para fortuna de Daisuke, intervino una ayuda divina.

-Papá, por favor, ayuda a Daisukesan -le pidió Misato acompañada de Cuarzomon que lo miraba con imploración-. Daichikun lo ha pasado muy mal. Y cuando estuvo con Musukokun se le veía muy feliz.

Iori cerró los ojos. Sabía que si miraba las súplicas de su hija, acabaría cediendo. Y por su orgullo, por su justicia, y porque le disgustaban las mentiras, no iba a aceptar encargarse del caso de Daisuke.

-Vamos, Iori. No seas terco -insistía ahora Armajimon.

-Porfa, Iori -suplicaba también Cuarzomon.

-Venga, Iori, ¿qué te cuesta? -metiéndose ahora Taichi-. Sé que Daisuke hizo mal en ocultarnos lo de Daichikun. Pero el niño no tiene porqué pagar los platos rotos -aunque Iori no lo veía, Taichi estaba sentado sobre el reposabrazos donde descansaba su mujer y con su mano cogida. Como si ahora que había vuelto, no quisiera separarse de ella, por largo tiempo.

-Taichisan tiene razón -y sino fuera suficiente con el antiguo líder, Koushirou también se metía para que su amigo dejara de lado su orgullo-. Aparte, que tú eres el que mejor entiende de estas cosas. Y supongo que sabrás que si los padres adoptivos de Daichikun se enteran de que su hijo está con Daisukekun, podrían demandarlo y empeorarlo todo.

-¿Eso significa que tendría que regresar con sus padres adoptivos hasta el día del juicio? -preguntó Meiko con algo de temor por el niño.

Cuando ella había llamado por teléfono, haciéndose pasar por la madre de un amigo de su hijo, había escuchado cosas horrorosas sobre aquellos señores.

No podía imaginarse lo que el niño sufriría si volviera. Sólo hizo falta verlo todo asustado, para suplicar que no quería volver a aquel lugar nunca más. Buidramon se había acercado a él, para que pudiera abrazarlo (aunque contaba también con el abrazo de su madre) y pudiera desahogarse.

-Si esa gente te hace algo, me avisas que les doy un puñetazo -dijo Musuko sin pelos en la lengua.

Daisuke lo reprendió de que la violencia no era la solución, aunque en ese momento no aplicó la palabra, al darle un pequeño coscorrón en la cabeza.

-Pero, ¿tan mala está la situación en tu casa? -intervino Sei.

-¡Es horrible! -exclamaba Buidramon. Estaba a punto de volver a contar todas las peripecias que su amigo había vivido, pero estando como estaba, se contuvo.

-¿Y en serio tiene que regresar a ese sitio? ¿No hay alguna forma de que hasta el día del juicio, esté seguro? -preguntó Shin empatizando con Daichi.

-Si Daichi los demandara a los servicios sociales, entonces, estaría mejor protegido que en casa de esa gentuza -añadió Toji como si fuera el sabelotodo, extrañado de que los inteligentes del grupo, no lo considerasen como opción.

-Pero Toji, si Daichikun estuviera con los servicios sociales, entonces, Daisukesan tendría que lidiar con ellos, y no será tan fácil conseguir su custodia como contra los señores Hanazawa -comentó Isaki.

-Por no hablar que existen muchos servicios sociales que van de buenos samaritanos de cara a la galería, pero por detrás, explotan a los niños que están allí internados -añadió Kazumi-. Si hay gente que abusa de los digimon, no me extrañaría que hubiese orfanatos donde los niños son maltratados -recordándole con algo de tristeza. Sino querían enfrentarse a Homeostasis, había que trabajar muy duro para evitar ese maltrato que desconocían. Sin embargo, algo le decía a la niña, que por mucho que se esforzaran, tarde o temprano, Homeostasis les declararía la guerra.

Honeymon se acercó a su compañera para darle su apoyo y tratar de tranquilizarla.

-Entonces, ¿qué se supone que debo hacer?

-Tienes un abogado a tu lado -comentó Takeshi entre risas junto a Tsukaimon. Pues aunque lo tuviera al lado, dicho abogado, se negaba a ayudarlo.

Isaki suspiró cansado de cómo su hermanito se las arreglaba para meter cizaña. Lo peor de todo, es que ahora sus abuelos le reían la gracia.

Daisuke estaba tentado a matar al niño rubito, clon de su padre. Daba gracias a que en esos momentos, era más importante convencer a Iori que matar a ese rubito gracioso.

-Por favor, Iori -volvía Daisuke a suplicar-. Te prometo que podrás comer lo que quieras durante todo el año. Tú y toda tu familia.

-Oye, Iori, acepta -insistía Armajimon, más por esa oferta irresistible.

Agumon culpó a Taichi por no haber estudiado abogacía, y no poder disfrutar de semejante promesa que le habría puesto feliz como unas pascuas. Incluso Meikuumon y Fireagumon lo criticaban por ello. Sólo Snowoagumon se mantenía recta y sin guiarse por su estómago.

-¿Te crees que puedes comprarme con ramen? -preguntó sintiéndose insultado.

-Puedo hacer otros platos. Lo que tu familia y tú queráis -esperando que así pudiera convencerlo.

Daichi viendo como su padre se rebajaba a semejantes extremos, y que el padre de Misato era un hueso duro de roer, se zafó de su madre y con los buenos modales, que desde luego, no fueron aprendidos en su casa, le rogó también.

-Por favor, Iorisan. Sé por Misatosan que usted es muy bueno. Por favor, déjeme volver con mi familia -pedía sin tener el cuerpo inclinado. Al haber vivido en China, el niño desconocía esas costumbres tan básicas de su país natal.

-Vamos, Iori. Que te lo tenga que pedir un niño de ocho años… -le pedía ahora su mujer.

-Por favor, papá -le seguía su hija-. Todos queremos que Daichikun esté con nosotros.

-Queremos a cualquiera, menos a Satoshi -murmuró Kazumi, donde solo muy pocos fueron los oyentes.

Sin embargo, Iori al escuchar la petición humilde de un niño de ocho años, y que su mujer le reprendiera por seguir con su terquedad ante un niño, y acompañado de las palabras de su hija, tuvo que mandar a la basura su orgullo, su justicia y dignidad y aceptar de mala gana el caso.

-Pero te advierto dos cosas -viendo cómo Daisuke lo celebraba a lo loco junto a Veemon y con ambos hijos-. La primera, que si lo hago es porque este niño es demasiado bueno para que esté con una familia tan indignante o en servicios sociales.

-Vale, vale -asentía Daisuke, orgulloso de su hijo pequeño.

-Y la segunda -haciendo mucha énfasis-. Vete haciéndote a la idea de que seré muy caro.

-¡Uhhh! -exclamó Takeshi con una sonrisita-. ¡Esto se pondrá muy interesante! ¡Lástima que papá y mamá no estén aquí para verlo!

-¿A todo esto? ¿A dónde ha ido mamá Tailmon y Hikari? -preguntó Tsukaimon.

Al cansancio mental que tenía Isaki de volver a escuchar sus bromitas, se le sumó Earmon. ¿Cómo era posible que, después de casi una hora, se acordasen de su madre? ¿Y cómo era posible que se les hubiera olvidado lo que les había dicho, cuando había sido muy clara al anunciar que se retiraba a casa para ir a por muda y algo para jugar para Hinode?

Para lo que les convenían, Takeshi y Tsukaimon se acordaban de las cosas y para lo que no, se olvidaban de ellas. A Earmon le preocupó el hecho de que si Takeshi, iba en serio con lo de la abogacía, la suerte que tendría los acusados que tendría que procesar.

.

En la casa donde vivían Takeru y su familia, lo primero que había hecho Hikari era coger su propio móvil y avisar a sus suegros sobre la buena noticia.

Cuando habían sido secuestrados, nadie había tenido el móvil consigo, y tratado por ese medio, de pedir ayuda. O por lo menos, dejárselo a Koushirou y que él se destrozase el cerebro, en búsqueda de una solución para que los demás supieran donde estaban.

Ahora todo aquello le parecía tan lejano, como extraño que los diez días que habían estado encerrados, en el mundo real solo hubiese transcurrido dos días. Seguro que la alteración de tiempo provenía de Homeostasis e Yggdrasill.

Eso daba igual ahora.

Ya se comerían la cabeza con lo que vendría.

Lo más importante era avisar a los padres de Takeru sobre Yamato e indicarles el hospital al que era llevado.

El llanto escuchado al otro lado por parte de Natsuko, la habían contagiado, que le había costado hablar y decirle lo que tenían que saber.

Tras haber finalizado la llamada, se llevó el móvil al pecho.

No estaba soñando.

Estaba en casa.

Sus hijos estaban bien.

Takeru volvía a sonreír.

No pudo evitar pensar que en todo eso, había algo que lo conectaba.

-Elpidamon… -murmuró en voz baja.

En ese momento, Hikari se había olvidado de cómo Tailmon estaba a su lado y la observaba con una expresión feliz y comprendiendo sus pensamientos.

Sin duda, gracias a aquel digimon, habían regresado todos sanos y salvos. Al mirar por pura inercia hacia la ventana, vio la figura de Elpidamon observarles hasta que fue pillado y trató de escapar.

-¡Espera! -le gritó la gata, corriendo hasta la ventana.

Hikari abrió los ojos sobresaltada, y siguiendo a su digimon, le preguntó qué pasaba. Y vio a través de la ventana, como Elpidamon se alejaba con sus pequeñas alas. Se notaba que con ese aspecto volaba a la velocidad de Patamon.

-¡Espera! -le pidió Hikari desesperada- ¡Por favor, Elpidamon!

El digimon como si no pudiera resistirse, se detuvo y la miró de reojo.

Hikari sonrió aliviada de que no la ignorara. Tenía tantas cosas por lo que agradecerle, que un simple gracias no era suficiente. Además, también tenía numerosas preguntas. Preguntas que también se hacía Tailmon.

¿Por qué los había ayudado como si fuera parte del grupo?

¿Por qué había luchado junto a los digimon de sus hijos?

¿Por qué en la hebilla de su cinturón descansaba la mitad de los emblemas de luz y esperanza?

¿Por qué su presencia les producía nostalgia?

¿Por qué se alejaba de ellos?

¿Quién era realmente?

Respuestas que podían responderse en una sola frase:

"Porque era la reencarnación en digimon de Kibou y de Snowpoyomon"

Tantas preguntas que Hikari quería hacerle, que notaba su reserva y su halo de misterio en no querer contarlo.

Pero, al menos…

-Muchas gracias por todo lo que has hecho -le dijo Hikari con una amplia sonrisa.

Notó como el digimon se sonrojaba un poco, así como a emocionarse.

-No ha sido nada. Cualquiera que… Bueno… Cualquiera habría hecho lo mismo en mi lugar -estaba a punto de decir que, cualquiera que los quisiera, lo hubiera hecho. Pero eso significaría dejarlas más confusas y a tratar de indagar por todos los medios sobre quién era en realidad. Seguro que buscaría la forma de convencer a Aiyomon o a Kabumon para que les contase quién era, ya que ellos, junto a sus compañeros humanos sabían quién era. Incluso puede que persuadieran a Nairmon para que les contase la verdad.

Aunque se moría por estar junto a ellos y saber cómo les iba, debía contenerse para que no descubrieran su identidad.

-¿Qué dices? ¡Ningún digimon habría llegado a tal extremo como tú has hecho! -contrariaba Tailmon con la ceja enarcada.

El pequeño Elpidamon soltó una sonrisa humilde. Debido a que su digievolución era muy especial, no había podido digievolucionar como el resto. Le llevaría mucho tiempo, volver a ser el Elpidamon adulto que siempre había sido.

Disculpándose, le dijo que tenía que marcharse.

-¡Espera! -volvió a pedirle Hikari- ¿Por qué no vienes con todos? Incluso, si no tienes ningún lugar al que volver, ¿por qué no te quedas a vivir aquí?

La pregunta sorprendió a los dos digimon incluso a la misma Hikari. ¿Por qué le había propuesto aquello?

Es que…

Había algo en ese digimon que le provocaba una extraña sensación y la necesidad de pasar más tiempo con él.

¿Sería porque viéndolo ahora como un ángel con forma de niño, podía pasar por el hijo de Angemon y Angewomon?

¿O sería porque su madre le había contado cómo le había inspirado confianza, hasta el punto de sentir que ese digimon era como ella?

Elpidamon se sentía emocionado por aquella petición. Le hubiera encantado aceptar, pero no quería que lo descubrieran y que volvieran a sufrir por él. Lo habían pasado tan mal por su muerte, habían sufrido mucho hasta el punto de que se habían separado. Incluso su madre había perdido las ganas de volver a estar con su padre y a no querer tener hijos. Ahora que estaban todos bien, y tenían una linda familia, no quería que volvieran a pasar por eso.

-Agradezco la oferta, pero, estoy bien así.

Su respuesta entristeció a Hikari. Aún así, necesitaba pasar tiempo con él.

-Al menos, quédate con nosotros. En este reencuentro. Tienes todo el derecho.

Elpidamon iba a negarlo. No quería correr el riesgo. Pero…

-Por favor -le pidió con súplica y al borde de las lágrimas.

Elpidamon no pudo resistirse y aceptó. Voló de nuevo hacia dónde estaba, pero antes de ingresar en la casa, sintió una extraña sensación emotiva. Una sensación que transmitió en lágrimas al poner un pie en el interior de la casa. Rio para sí mismo al haber pensado de forma instintiva.

"He vuelto a casa"


Con el alma en vilo, todos los humanos y los digimon observaban a tres siluetas formarse en aquellas haces de luz.

Y para sorpresa de todos, Homeostasis, Alphamon y Jesmon se presentaron en aquel lugar.

Los dos caballeros reales estaban posicionados a ambos lados de Homeostasis. Sus grandes figuras rebasaban algunos de los grandes edificios de la ciudad.

Su presencia inesperada, alarmó a los ciudadanos y sobre todo a los digimon. Los pequeños digimon estaban dispuestos a luchar si era necesario. Seiichirou y los demás se sintieron como más apurados, pero manteniendo la calma, pidieron a los ciudadanos que se separaran en dos filas.

Sus digimon se movieron de inmediato, y ayudaron a las personas que más lo necesitaban para ir más rápido. Los transportaron hasta el búnker, mientras Homeostasis y los suyos, caminaban a paso calmado hacia ellos.

-¡Se están acercando! -observó Minami aterrada con su hermano al otro lado de la calle.

Él los miraba con cierta rabia de cómo habían roto su palabra. Le daba asco como aquel ser, llamado Dios de los Digimon, rompía su palabra.


1 de marzo del 2027

En la sala de profesores, Osamu todavía no daba crédito lo que su tutor le había propuesto.

La posibilidad de saltarse un curso.

-Pero, ¿por qué? -preguntaba, donde durante todo el curso no había hecho méritos destacables, cómo para que le ofrecieran algo tan poco común en una escuela pública y normal como aquella.

Su tutor se ajustó sus gafas cuadradas y le explicó, cómo a sus oídos había llegado la noticia de que su hermana mayor había mejorado mucho sus notas, e incluso aprobado con una nota de corte altísima, su acceso a la Tamachi. Aquello les parecía un milagro, ya que Ichijouji Minami no era muy espabilada, en comparación con el promedio de alumnos de su curso. Pero cuando habían descubierto que su mejoría de notas y que el haber aprobado el examen de acceso gracias a su hermano pequeño, todos los profesores habían coincidido en que aquel niño era un genio, y que debía estar en un curso más avanzado.

-Desde esta escuela, sólo podemos darte la opción de que pases al último curso. Pero cuando te gradúes y asistes a la Tamachi, estoy convencido de que ellos reconocerán tu talento, y te ofrecerán pasar a tercero de koukou. Tengo entendido, que la academia Tamachi ofrecen una educación desde la shougakkou hasta la koukou.

"Honestamente, por un lado, me alegra que en tu casa hubiera dificultades económicas y podamos presenciar a un genio como tú en esta escuela pública tan humilde. Pero cuando te gradúes y entres a la Tamachi, seguro que ellos, automáticamente, te harán saltar varios cursos, porque un portento como tú, no hay que dejarlo escapar."

Osamu miró al piso sin mucho entusiasmo. Escuchaba hablar a su tutor, donde se le notaba lo orgulloso que se sentía de haber contado con un alumno estrella, y así mejorar su currículum académico. Algo muy propio de la codicia humana y que a Osamu no le molestaba. Más bien, estaba preocupado por otra cosa que para él, consideraba muy importante.

El saltarse de curso, significaría la posible coincidencia de esta en la misma clase que Nat y los demás. Si ya se las estaba ingeniando para no mantener el contacto con ella, si por casualidades de la vida, coincidían en la misma clase, o con Toji o incluso con Takeshi o Musuko, tendría que lidiar con lo que estaba evitando que era la propia Ishida.

Tras la batalla contra Yggdrasill y como, al volver al Mundo Digimon, Toji casi había desvelado a los señores Ishida cómo se había portado de cobarde con su hija y provocado que ella estuviera envuelta en oscuridad, le había dado temor.

Si hasta el hermano mayor de ella ansiaba matarlo, por haber sido el responsable del sufrimiento de su (aunque no lo reconociera abiertamente) querida hermana pequeña, que daba gracias a Aine, porque sino, ya lo hubiera hecho.

Quizás, Ishida Aine parecía estar de su parte. Pero el hecho de pensar en cómo se pondrían de furiosos los señores Ishida por su cobardía, le habían hecho recapacitar, que no estaba preparado para mantener una relación con ella.

El tutor de Osamu iba hablando, así como preguntarle cuando podría hablar con sus padres, para tratar el tema, pero Osamu lo cortó, añadiendo.

-No hace falta que hable con ellos. Y en serio, que me siento horado con su oferta, pero prefiero seguir el orden escolar como cualquier niño normal y corriente.

Su tutor se quedó pasmado, por lo que ese niño le había contestado. Le estaba ofreciendo una oportunidad única en un millón y la posibilidad de que universidades extranjeras le echasen un ojo. Pues ya se sabía, que cuando una persona se saltaba varios cursos, ciertas universidades les llamaba la atención y a pelearse para conseguirlo, para que su universidad tuviera el prestigio de que en ella, se había graduado aquel portento, y aquel niño lo negaba como si estuviera rechazando un regalo que alguien le había ofrecido humildemente.

-Pero, a ver Ichijoujikun, comprendo que te dé pavor estar con personas más mayores que tú, pero…

-Créame que eso no me da pavor. Lo que realmente me da pavor, es otra cosa relacionada con lo que me importa mucho. Con permiso -marchándose, después de haber hecho una reverencia educada.

.

Aquella noche, Miyako se paseaba de un lado a otro nerviosa. Hawkmon trataba de calmarla sin éxito.

Sentado en el sofá, se encontraba Osamu con su Dokunemon en brazos. Lo acariciaba con ternura, escuchando la angustia que tenía su madre por haber rechazado semejante oferta.

Osamu suspiró con fuerza.

Era de imaginarse que su tutor contactaría con sus padres sobre el tema, y de cómo él, ni se lo había pensado y lo había denegado con toda naturalidad.

En aquel salón también estaba su padre sentado en el sofá de enfrente con Woormon en su hombro, mirando con extrañeza al niño.

A lo lejos podía escucharse el llanto de Ryu, seguramente a causa de los gritos de Miyako, donde Minami y Penguinmon no lograban calmarlo. Pero, segundos después, dejó de oírse sus gritos y en su lugar, había risas graciosas. Seguro que Leafmon había empleado su recurso especial que lograba tranquilizar a su compañero humano. Un recurso algo humillante para el pequeño digimon, pero efectivo.

-¡ES QUE NO ME LO PUEDO CREER! ¡NO ME LO PUEDO CREER! -exclamaba Miyako histérica una y otra vez- ¡¿HAS PERDIDO LA CABEZA?!

-Mamá ya te he dicho que no quiero ser nadie especial.

Miyako puso los brazos en jarras y con expresión molesta, miró a través de él.

-¡A mí no me engañas, Osamu! ¡¿Crees que no sé que si lo has rechazado, es porque no quieres estar en el mismo curso que Natsumichan?!

Osamu bajó la cabeza sin mostrar ninguna expresión en su cara.

-¡¿Crees que no me he dado cuenta en la reunión que se hizo hace semanas, que te la pasaste evitándola?!

-Aunque eso fuera cierto, sigue siendo verdad que no quiero ser ningún niño especial -reconociéndolo, al tiempo que expresaba otro de los motivos por lo que no quería saltarse de curso.

Miyako estuvo a punto de perder los nervios. Solicitó la ayuda de su esposo, para que le hiciera entrar en razón.

Cuando Ken había llegado de trabajar, no se había esperado que una nueva revolución sucediera en su hogar. En esta ocasión, Osamu era el protagonista de ella.

Miyako, nada más verlo llegar, había corrido desesperada y a contarle lo que había sucedido en la escuela, y como su hijo había rechazado semejante oferta al instante, sin pensarlo con calma o consultado con ellos.

Reunidos ahora con él, para que les explicara sus razones, Ken se había mantenido en silencio escuchando sus motivos. Miyako estaba que seguía sin entender, y convencida de que la razón principal de no aceptar, era por la hija de Yamato y de Sora. Incluso Hawkmon, Woormon y, hasta Dokunemon, estaban de acuerdo de que era una oportunidad de oro para Osamu, y que eso le abriría puertas en muchos lados.

Sin embargo, el niño había dicho algo que también era cierto y que debía respetarse.

-Si esa es su decisión, nosotros no podemos obligarlo a que haga lo que no quiere -objetó Ken comprensivo.

Osamu levantó la cabeza, mirando aliviado a su padre. Por otra parte, tanto su madre como los digimon lo miraban como si hubiera hablado en chino.

-Pero, Ken, ¡ES LA OPORTUNIDAD DE SU VIDA! ¡¿O NO RECUERDAS CÓMO GRACIAS A ÉL, MINAMI HA MEJORADO EN SUS ESTUDIOS?!

-Pero si él no quiere, habrá que respetarlo, Miyako.

Miyako hizo un puchero. Bajó la cabeza y estuvo a punto de llorar.

-Es que no quiero que acabe de fracasado como lo soy yo.

-Mamá tú no eres ninguna fracasada -protestó el niño-. Además, pienso seguir estudiando. Pero quiero hacerlo como cualquier niño normal y corriente. De hecho, estaba pensando en dedicarme a la enseñanza, pero quiero hacerlo como lo hicieron Hikarisan y Norikosan.

Ken que se había levantado para dirigirse a su esposa y consolarla, trató de convencerla con su buena labia, para que no se preocupara por su hijo. Aunque no aceptase el saltarse de curso, él seguiría estudiando, pero como el resto de los niños normales y corrientes.

-Hazme caso, Miyako. Independientemente de si tiene una razón secundaria para rechazarlo, estoy de acuerdo con él, en que viva su vida como cualquier otro niño de su edad. Yo, mejor que nadie, sé cómo sería su vida. Y sé que no será un ambiente muy agradable para él.

Miyako lo miró aún no convencida, luego a su hijo, y finalmente, lanzó un pesado suspiro, aceptando a regañadientes la decisión que su hijo había tomado.

-Está bien -accediendo-. Aunque sigo pensando en que si lo hace, es porque quiere evitar a Natsumichan. Y eso es muy feo.

-Lo sé, mamá -contestó él, mirando hacia otro lado-. Y créeme que ya he tomado una decisión respeto a ella.


Con Homeostasis acercándose, la gente entró en pánico.

Los hijos de los elegidos, trataban de que las dos filas no se rompieran.

-Me encargaré de ganar tiempo -comentó Aine donde Amaterasumon ya la cargaba para dirigirse hacia ellos.

Seiichirou le dijo que tuviera cuidado y el chico se encargó de ofrecer la mayor calma posible, de que todo estaba controlado.

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Amaterasumon aterrizó a pocos metros de ellos, y Aine saltó hasta el suelo y con pose confiada, les habló a los dos digimon y al gran ente.

-Buenas. ¿No se supone que había una hora de tiempo para que los digimon pudieran meterse a tu secta? -preguntaba sarcasmo-. Como se nota que no eres un hombre de palabra.

-Estás equivocada, chica humana. Pero cuando el tiempo pasa, y ningún digimon se une a mi causa, no me queda más remedio que actuar.

-Humm. Lo entiendo. ¿Y tú, Amaterasumon? -le preguntó como si estuviesen en medio de alguna reunión donde sólo estaban ellos cinco.

-Por supuesto que sí. Homeostasis creía que mediante el pánico, todos los digimon se unirían a él. Pero no contó con que el vínculo entre digimon y humano fuese tan fuerte, y los cálculos le salieran por la culata.

-¡Pienso lo mismo! -expresó ella uniendo sus manos, haciendo sonar una palmada-La imitación de Papá Noel ha subestimado los lazos existentes entre compañeros humanos y digimon, y ha acabado perdiendo la paciencia -se mofaba Aine.

Jesmon se movió y atacó tanto a la chica como a la masa humana que estaba detrás de ella.

Amaterasumon cargó a Aine, salvándola.

Sin embargo, la cola humana se quedó vulnerable a su ataque.

La masacre habría comenzado sino fuera porque una barrera había neutralizado el ataque del digimon.

Tsukiyomimon con su aumento de poder, había creado una barrera que envolvía a toda la zona donde se encontraban los civiles y los digimon restantes.

Jesmon se sintió frustrado y quiso volver a atacar, pero Homeostasis lo detuvo.

-¡Déjalo! ¡Sería un malgasto de energía! ¡Yo me ocuparé de esto! -avanzando hacia la barrera, pero Amaterasumon le lanzó su ataque. Un ataque en vano, ya que ni le había hecho cosquillas- ¿Crees que una técnica de ese nivel puede hacerme algo? ¿Yo soy el creador de los digimon?

-Que sí, que sí. ¡So pesado! -expresando hastío-. Sólo era un ataque para que me hicieras caso.

-¿Es que piensas ganar tiempo?

Viendo como la zona de la barrera, por alguna razón desconocida, se había cubierto de una niebla muy densa, haciendo que no se pudiera visualizar lo que había en su interior.

-Todo lo que hagáis será inútil -suspirando con pesadez-. Acabaréis todos muertos.


Junio del 2036

La culminación en la representación de un plato, había maravillado a los chefs que trabajaban para Daisuke y a aplaudir con fuerza por el trabajo que aquel chico había realizado. Las ganas de querer probar aquel plato, que se veía tan apetecible y hermoso en estética, hicieron que los chefs se pelearan por probarlo primero.

Incluso el digimon del chico se sentía con ganas de probarlo, que tuvo que conformarse con los restos que había quedado en la sartén. Al comerlo, su impresión fue la misma que la del chef suertudo que tuvo la oportunidad de probarlo el primero.

¡Una auténtica exquisitez!

-Es una combinación de sabores excelente que se va deslizando por la garganta -decía con la boca llena, donde no podía parar de comer.

Eso hizo que el resto de los chefs se molestaran y se pelearan por aquel plato como si fueran niños pequeños.

El creador de aquel plato sonrió nervioso. Detrás de él, se acercó una mujer obesa con alguna otra arruga en la cara y el pelo canoso. Llevaba en la empresa de Daisuke, casi desde que se había fundado, como la mayoría de los cocineros para conocerlos bien y tratarlos de tú, y a amonestarlos por el escándalo que se escuchaba desde fuera. Luego, se dirigió hacia el chico, colocó las manos sobre sus hombros, y como si sufriera de bipolaridad, asomó una sonrisa gentil y lo felicitó.

-Se nota que tienes talento para la cocina, chico. Creo que Daisukesan y Musukosan deberá empezar a preocuparse de la competencia cuando tengas tu propio restaurante -bromeando.

-Agradezco el halago, pero todavía me queda mucho por aprender -cogiendo a su digimon, donde estaba zampando de más, las sobras de la sartén. Faltaba nada para que acabase relamiéndola y no se necesitase de agua y jabón para lavarla-. De todas formas, jamás se me ocurriría abrir un negocio cerca de ellos, cuando me permiten realizar mis prácticas en sus cocinas.

-Estás en tu derecho, chico. Ayudas con los estudios al joven Daichisan, que si no quieres dinero a cambio, que menos que el jefe que te deje usar nuestras cocinas.

El chico rio junto a la señora, y justo en esos momentos, Buidramon se adentraba en las cocinas.

-Osamusan, dice Daichi que cuando puedas, que vayas a ayudarle con uno de los problemas de… de matemáticas… creo que era -acabó diciendo el digimon, donde no entendía lo que su amigo estaba estudiando.

Osamu junto a su digimon se disculparon con la señora y el resto de los chefs en que tenía que ausentarse para ayudar a Daichi. Antes de dirigirse a la sala, donde Daichi realizaba los deberes de clase, pudo escuchar como los chefs le pedían que para la próxima, hiciera un plato con más cantidad para que no se pelearan por ellos. La señora, que parecía ser la encargada del restaurante, amonestó a los chefs para que limpiaran todo y empezasen con los preparativos para el servicio de cenas.

Osamu con Dokunemon en sus brazos, siguió a Buidramon por el restaurante de Daisuke. Aunque fuese un restaurante especializado en ramen, desde hacía tiempo, habían empezado a servir otros platos tradicionales. Además, como entre horas, había un servicio de té con pasteles tradicionales, se había convertido en un lugar confortable para estudiar o realizar cualquier trabajo escolar. Su parecido con los típicos restaurantes familiares era bastante, salvo en el hecho, en el hecho de que todo lo que allí se servía era tradicional con el ramen, como principal elemento en la carta. La seña de Daisuke para hacerse distinto a ellos.

Llegó hasta la mesa donde Daichi parecía muy pensativo y estancado en algo. Al verle, se sintió aliviado y le suplicó que le ayudase con aquellos ejercicios que no daba entendido.

Tras una explicación sencilla, donde Daichi comprendió al instante como realizarlos, volvió a estancarse con el siguiente, a lo que Osamu le brindó nuevamente su ayuda, de fácil comprensión para su amigo. Así estuvieron hasta que Daichi pudo terminar y suspirar aliviado.

En el tiempo en que había hecho los ejercicios, una de las camareras le había servido un té y un tentempié para Dokunemon y Buidramon.

-Muchas gracias una vez más, Osamusan -agradecía-. Le habría pedido ayuda a mi hermano, pero ya sabes… -sonriendo nervioso. Entre que su hermano seguía siendo un negado para los estudios, donde necesitaba la ayuda de su padre y su poca paciencia, no le ayudarían en nada.

-Las gracias a ti y a tu padre por dejarme usar la cocina para hacer mis prácticas de cocina.

Daichi comenzó a recoger sus libros y dejar el libre acceso de la mesa para cuando comenzase el servicio de cenas. Aunque tanto como su padre como el personal del restaurante, le dijera una y otra vez que no molestaba, para el chico, el usar una mesa, significaba quitar el servicio a alguien que quería comer en el restaurante de su padre.

Aunque hubiera dejado atrás su timidez, persistía aquella modestia que tanto lo hacían diferente de su hermano.

-Lo que no entiendo es que hayas renunciado a estudiar enseñanza. Sé por mi hermano, que quería dedicarte a ello. También me sorprende que estudies cocina, en vez de algo de provecho, como Takeshisan. Con tus capacidades, podrías ser lo que quieras -mencionando al rubio donde estaba en su tercer año de derecho.

-Es cierto que al principio, me agradaba la idea de estudiar enseñanza. Pero me contento con ayudar a mis amigos. Aparte que la cocina está en continua evolución y me hace muy feliz sorprender a la gente con los platos que se me ocurren. Es mucho más emocionante para mí como persona. Por eso, escogí algo que realmente me motiva a algo que no me apasiona tanto.

-Creo entender ese punto -comentó Daichi mirando con cierta pena sus libros.

Si aprobaba el examen de acceso, el año que viene estaría estudiando empresariales como su hermano mayor. Todo para poder llevar la gran compañía que tenía su padre. No es que le disgustase. Pero… No se sentía preparado para heredar un cargo tan importante. Se sentía tan inseguro en ese aspecto, que sólo había algo que lograba animarlo y a seguir adelante. Sin embargo, ese algo, lo hacía estancarse, porque no podía depender de ello para siempre.

-A propósito, ¿qué tal tu hermana? -preguntando de manera casual.

-¡Agobiadísima! -contestando con una sonrisa nerviosa-. Como es la protagonista de muchas series largas en emisión, entre conferencias y especiales de anime, no tiene tiempo para ella.

-Pero aún así, sigue esforzándose a tope en su trabajo. Tu hermana es realmente admirable.

-Estoy totalmente de acuerdo -asintiendo, donde su hermana había sido la pieza clave para aclarar cierto desastre que él había provocado hace casi diez años.

-Y por casualidad… Sabes si… ¿Si está con alguien?

Dokunemon dejó de comer ante esa pregunta tan curiosa. Se fijó en cómo Buidramon lo había observado sorprendido de que su compañero realizara aquella pregunta tan íntima.

-Bueno… No suele hablar de esas cosas conmigo, pero, ¿a qué viene ese interés? ¿No me digas que…?

-¡No, no es por mí! -aclarando de inmediato-. Es por mi hermano.

Al conocer los sentimientos de su hermano por Minami, había decidido ayudarlo y a decretar que lo que él sentía por Minami era simple admiración. Sin embargo, aunque aún estaba en pendiente en que su hermano le pidiera una cita, entre su trabajo y el trabajo de ella, no había aparecido la oportunidad. A Daichi le preocupaba que, la popularidad de Minami y que estuviera rodeada de seiyuus bien parecidos, le rompieran el corazón a su hermano.

-¿Musukosan? -preguntó Dokunemon. Daba gracias a no tener un rostro como el resto, porque sino su cara sería el reflejo del asco que le provocaba el pensar en la hermana de su amigo con el compañero de Veidramon.

Puede que ahora estuviera en la universidad y se veía bien elegante con su trajecito. Pero, quizás, porque estaba demasiado inculcado por la madre de su amigo, que no veía a ese chaval "maleducado" y "buscapleitos" como pensaba que era, como pretendiente para la compañera de Penguinmon.

-¡Vaya! -manifestó Osamu con sorpresa-. ¡Jamás hubiera imaginado que a Musukosan le interesase mi hermana! Como siempre andaban peleando -agregando más confuso.

-Bueno, ya sabes que cuanto más reñidos más queridos, ¿no?

-Aunque Satoshisan sea la excepción, ¿no? -guiñándole el ojo y riéndose conjuntamente. A pesar de los años que habían pasado, Satoshi seguía interesado en Kazumi. Incluso había llegado al extremo para venirse a Japón como estudiante de intercambio. Sin embargo, aquello había hecho que cierta persona actuase, terminando como pareja de Kazumi. Y aún así, Satoshi seguía sin rendirse. Pues, puede que sólo llevasen un mes de pareja, pero se notaba que había buena química entre ambos.

En su defensa, Satoshi alegaba.

.

"-Tanto las parejas como los matrimonios suelen separarse, así que cuando lo hagan, volveré a cortejarla."

.

-Ese chico sí que es perseverante -comentó Osamu entre risas.

-Y Aruraumon también -acotó Buidramon.

Pues con su compañero tratando de conquistarla, Aruraumon había querido ayudarle, y pedido ayuda a Honeymon. Pero el rechazo de la digimon, le provocó un extraño interés en el digimon planta.


-Vamos, imitación de Papá Noel, al menos concédeme quince minutos -pidió Aine con una sonrisa maliciosa.

-¡Maldita, humana! ¿Cómo osas hablar así a Homeostasissama? -rugió Jesmon, pero Homeostasis volvió a impedirle que hiciera algo.

-Porque si en vez de ir vestido del blanco y negro clásico, Homeostasis fuera de rojo, sería un Papá Noel de pies a cabeza. Sólo que éste no da regalos de Navidad, sino que regala desgracias -siguiéndole la broma a su compañera humana, viendo como eso molestaba a Alphamon y a Jesmon.

-Vamos, imitación de Papá Noel -insistía la chica-. Concédeme quince minutos. Al menos, para contarte cuál es tu verdadero origen. Porque Yggdrasill dijo que vosotros dos fuisteis dos entes que aparecisteis en un mundo alternativo y que con vuestro poder creasteis el mundo digital y a los digimon. ¿No te gustaría escuchar cómo habéis nacido realmente? Porque todas las cosas tienen su origen.

-Diez minutos, muchacha -concediendo por simple curiosidad-. Creo que estoy siendo muy benevolente en concederte ese tiempo.

-¡Eso no es justo! -quejándose- ¡Tendría que abreviar mucho para explicarlo con claridad!

-¿Crees acaso que no sé que estás ganando tiempo para poner a salvo a esos humanos y a esos digimon traidores?

A Aine se le resbaló una gota de la sien. Le murmuró a Amaterasumon que tendría que dar todo de sí, para conseguir el tiempo restante. Así, todos podrían estar a salvo de los ataques de esos tres.

La digimon asintió con la misma seriedad.

-Ahora empieza a hablar. Te recuerdo que sólo tienes diez minutos y no pienso consentir ni un minuto más de misericordia.

-¡Eres un cabrón hijo de puta! -siseó Aine, donde le parecía realmente molesto como aquel ser fuera tan poco condescendiente cuando se creía el Dios de los digimon-. ¡Y ahora…! ¡¿A ver cómo empiezo yo a contarle todo y que le entre en la mollera?! -espetaba más molesta.

-Como tú quieras, pero te quedan menos de diez minutos.

-¡Que sí! ¡Que ya lo sé, pesado! ¡Joder! ¡Que irritante eres! -trató de calmarse. Raras veces era que se la veía perder la paciencia y aquel tipo lo había conseguido en menos de un minuto-. A ver… -inspirando profundamente, cerró los ojos para concentrarse y relatar, con sus propias palabras, la conclusión a la que había llegado Koushirou sobre el origen de Homeostasis. Abrió los ojos, y con una sonrisa, ya supo cómo devolverle la misma ansiedad que ella había sentido-. Homeostasissama -hablando en un tono falso, donde al decir su nombre con aquel honorífico era como si lo insultase-, dime una cosa, ¿nunca te has parado a pensar por qué los digimon tienen rasgos que proceden del mundo humano?


Domingo, 6 de septiembre del 2026

Hawkmon y Woormon se encargaban del cuidar del pequeño Ryu. El niño de ahora un año, se notaba que había heredado la personalidad de Miyako al no parar quieto. Volvía loco a ambos digimon, donde Penguinmon y Dokunemon habían llegado a su límite para tratarlo.

Las únicas veces en que el niño se volvía un santo, era cuando estaba en brazos de su padre y, desde lo ocurrido hace casi un mes, en los brazos de su hermano. Todos estaban impresionados, y sólo podían pensar que más que amabilidad que padre e hijo tenían, era de algún poder espiritual capaces de domar hasta a la bestia más feroz. Porque la forma en cómo el niño se relajaba en brazos de uno u otro, era tan desconcertante que Miyako se tiraba de los pelos.

Sin embargo, había otra forma de calmar al niño. No se parecía en nada al efecto zen de Ken u Osamu provocaban, pero que lograba que el niño se quedase quieto y se divirtiera con lo que veía. Y ese era su propio digimon, Leafmon.

Tras haber pasado días angustiantes sin la presencia de sus papás y hermanos digimon, cuando ellos habían vuelto, el pequeño digimon se había sentido tan emocional que había llorado de alegría. Incluso advertía un cambio abismal dentro del círculo familiar.

Cuando sus hermanos digimon y sus compañeros humanos habían sido succionados por aquella luz misteriosa. Ryu y él se habían quedado tan solos y desprotegidos, que el niño había empezado a llorar y a berrear, como hacía antes de tener en sus manos su juguete favorito, Tereru. Aquel tren de juguete, único entre sus juguetes que lograba llamar su atención y que su madre pudiera darle de comer o cambiarle de pañal sin entrar en un ataque de nervios.

A Leafmon le molestaba tanto que le tuviera tanto aprecio a aquel mísero juguete, como el hecho de no significar nada para su compañero humano. Se suponía que ambos tenían que formar un vínculo especial. Pero Ryu pasaba completamente de él. Había manifestado aquella preocupación a sus padres digimon, pero ellos, lo único que le habían respondido es que comprendiera que todavía era un bebé y que era muy pronto para desarrollar un lazo entre humano y digimon.

Sin embargo, ver a su hermano Minomon siempre fiel a Osamu, o a Poromon aguantando con gran paciencia los actos malcriados de Minami, hizo que le entrase la envidia y a querer tomar cartas en el asunto.

Así que, cuando Minami y Poromon habían vuelto a casa tras haberse marchado durante una semana, y observado como un drástico cambio se había efectuado en Osamu y Minomon, como si algo malvado los envolviera, Leafmon se había aprovechado de aquella situación. Leafmon se había convertido en el verdugo de Tereru, el juguete que calmaba a su compañero humano. Inocentemente, el digimon esperaba que ante la falta de aquel maldito juguete, Ryu le prestaría más atención. Pero lo que había provocado, había sido más estrés en la compañera de su papá Hawkmon. Y que el compañero de su hermano Minomon culpase de todas esas desgracias a su hermana mayor.

El día en que Leafmon se había quedado completamente solo con Ryu ante la desaparición de toda la familia, se había desesperado tanto que no sabía como calmar a su compañero humano. Había tratado de usar las palabras, pero el niño con sus brazos no dejaba de moverlos y de golpear todo lo que tenía a su alcance.

Para su suerte, los vecinos habían acudido a la casa, para saber a qué venía tanto llanto. No es que fuera una novedad que a los vecinos les rompiese la cabeza, los gritos en la casa Inoue, pero aquello no era normal. Por eso, cuando la vecina que vivía al lado de su casa, había aporreado la puerta y preguntando qué pasaba, Leafmon jamás se había sentido tan inútil como en aquel momento.

Él era un digimon pequeño y rechoncho sin la capacidad para volar como sus hermanos digimon. Por mucho que saltase, era incapaz de abrir la puerta. Y entonces, había empezado a llorar de rabia. Por suerte, la vecina tenía un digimon en la etapa seichouki muy habilidoso y que había logrado entrar a través de la ventana abierta de la cocina.

Después de aquello, y haber contado como toda su familia había desaparecido misteriosamente, todo transcurrió a manos de los adultos y de los digimon expertos. Los vecinos se habían puesto en contacto con los abuelos paternos de Ryu y se habían mudado a su casa, hasta que sus padres y hermanos regresasen.

Estando con su abuela, Ryu nunca lloraba. De hecho, aunque la situación era alarmante, parecía que los abuelos de su compañero no se sentían inquietos sobre dónde podrían estar todos ellos. Era como si ya estuvieran acostumbrados a esa situación, y tuviesen plena confianza en que volverían sanos y salvos. Aunque Leafmon les preguntase dónde podrían estar sus padres y sus hermanos, ellos siempre le decían con una pequeña sonrisa, que esperase pacientemente y que tuviese fe.

Le daba rabia no saber qué es lo que estaba pasando.

Estando más solo que nunca, Leafmon sólo podía observar como su compañero humano reía ante las carantoñas de su abuela. De vez en cuando, ella lo abrazaba con fuerza, como si temiera que pudieran sacárselo de las manos. Pero llegó un día, la noche anterior del regreso de sus padres y los demás, en que Ryu se había sentido tan agitado que los intentos de sus abuelos en calmarlo no habían funcionado. Quizás podría estar relacionado con una extraña sensación de peligro que había estado rondando en el aire, presumía Leafmon. El pequeño digimon, durante un corto lapso, había sentido escalofríos como si sintiese la presencia de seres muy malévolos y oscuros cerca de ellos.

Su instinto como digimon que debía proteger a su compañero humano, se activó como control remoto, y siendo su primera misión calmar a Ryu, se le había ocurrido una gran idea al ver uno de los calcetines de su compañero tirado en el suelo. Acercándose al calcetín, se las arregló para colocárselo en la espalda y…

-CHUCHUUUUU…. CHUCUCHUCUCHUCUCHUCU… CHUCHUUUU -murmuraba Leafmon ante unos cansados Hawkmon y Woormon yendo de un lado para otro como si fuera un tren.

Leafmon recreaba con un calcetín el tren de juguete que él mismo había destruido.

Cuando lo había hecho la primera vez en casa de los abuelos de Ryu, el niño se había sentido tan fascinado, que lo observaba con emoción y aplaudía entusiasmado. Leafmon jamás se había sentido tan querido por su compañero como en aquel momento. Se había sentido tan contento, como al notar como aquella presencia malévola había desaparecido de golpe.

Desde entonces, cada vez que Ryu estaba agitado o al borde de la histeria, Leafmon cogía un calcetín e imitaba que era un tren. Al ser algo tan vergonzoso, no le gustaba hacerlo muy a menudo. Daba igual captar la atención de su compañero, que aquello era muy humillante. Al menos, y poco a poco, Leafmon se había ido ganando el interés de Ryu, aunque tuviera que usar un calcetín en su espalda para dormir junto a él.

Era su castigo, como se auto culpaba él, por haber destruido a Tereru. Algo que había confesado tanto a sus padres digimon como a los padres del pequeño.

Su arrepentimiento había sido tal, que nadie le tuvo resentimiento. Incluso la compañera de su padre Hawkmon le había dicho que lo comprendía, alegando lo disgustada que se sentía cuando alguien pasaba de ella. Una alusión que tanto su digimon, como su padre Woormon y su compañero recordaron algo en particular que había sucedido muchísimos años atrás, cuando los compañeros de sus padres Hawkmon y Woormon habían sido niños.

Ahora, estando todo bien en la familia, y siendo él el último recurso para calmar a Ryu, sólo le quedaba esperar a que la reunión familiar entre los compañeros humanos de sus padres y sus hermanos terminase de una vez. Porque cuando Ryu lo veía imitar haciendo el tren, podía estar horas y horas observándolo embelesado.

-"Sé que es mi castigo, pero que terminen de una vez, para que su padre o su hermano lo carguen."

Pensaba el digimon, sintiéndose avergonzado de hacer eso frente a sus padres y sus hermanos digimon.

.

En la sala principal, la familia Inoue estaba reunida. Los dos hijos estaban sentados enfrente de sus padres.

Tras casi un mes desde lo ocurrido, y descansado y con todo recuperándose poco a poco, aunque todavía quedaba pendiente el tema de Homeostasis, los dos hermanos habían acordado en que era el momento de hablar con sus padres y explicarles lo que había pasado entre ellos. Especialmente, Osamu que era el que más carga llevaba.

No es que quisieran hacerlo sin sus digimon, pero con Ryu que no estaba tranquilo, alguien necesitaba cuidarlo. Por eso, que los cuatro digimon se habían ofrecido a hacerlo, y de paso, dejarles esa intimidad que una familia necesita de vez en cuando.

Osamu tras haber contado cómo se había dejado manipular por la oscuridad, atacado a su hermana y perjudicando a más de uno, no tenía cara para mirar a sus padres. Minami no dejaba de interrumpirlo a cada rato, de que ella no le tenía ningún resentimiento y que, en el fondo, era culpa suya por haber sido una malcriada, por lo que la historia duró más de lo esperado para desgracia de Leafmon.

-Bueno… -empezaba Miyako sin saber que decir. Trató de ajustarse las gafas, como si eso la inspirase. Pero, ¿qué decir cuando su hijo había tenido sus razones para molestarse? Nunca lo había elogiado por su buen comportamiento o por las notas espectaculares que sacaba. Para ella era tan normal, como las habilidades que Ken tenía-. Reconozco que estoy sorprendida… No me imaginaba que hubierais pasado por algo así… -¿Qué más decir para que sus hijos dejasen de sentirse culpables? ¿Qué en realidad ella era la responsable de que todo aquello pasara? Pero si lo admitía, eso la haría comerse la cabeza de lo mala madre que estaba siendo. Se bloquearía y no haría más que preocuparse por lo que sucedería con el futuro de Ryu. Era inevitable rallarse tanto, y a pensar que todo lo que había pasado era culpa suya que cerró los ojos, tratando de aguantar las ganas de llorar. Las lágrimas estaban amenazando con querer salir.

De pronto, sintió la mano de Ken sobre la suya. Al verlo, él le sonrió con tranquilidad y apretándosela con fuerza, como si quisiera infundirle ánimos, Miyako se sintió mucho mejor.

-Si os arrepentís de corazón por lo que habéis hecho, entonces, solo os queda reflexionar y aprender de esta experiencia para no volver a cometerla en el futuro.

Había dicho Ken. Su hija al levantar la cara, se encontró en ella, la misma expresión de aguantar el llanto que había tenido hace rato su madre. No pudo evitar sonreír divertido por lo tan parecidas que eran. Sin embargo, su hijo Osamu, no parecía muy complacido por las palabras de su padre. Miraba hacia otro lado, tristemente como si tuviera algo en mente.

-Osamu -dirigiéndose a su hijo-. No tienes porque torturarte de esa manera. Yo también pasé por eso, y sé que es muy angustiante. Pero si ya has sido perdonado, ¿qué necesidad hay de comerse la cabeza?

-No es tan fácil… -decía él sin mirarle-. Por mi inseguridad, hice daño a alguien muy especial.

Ken le recordaba la cantidad de veces que su hermana no paraba de decirle que no se lo tenía en cuenta. Al contarlo, se sorprendió por su respuesta.

-No hablo de Minamineesan -comentó Osamu en un murmullo.

-Se refiere a Natsumisan -reveló Minami, ante la confusión pintada en las caras de sus padres.

-¡Hermana! -la llamó Osamu apurado.

-¡NATSUMICHAN! ¡LA HIJA DE SORASAN Y YAMATOSAN! -exclamó ahora Miyako con una ligera emoción, y olvidándose de toda agonía que la había envuelto. Ver como su hijo sentía afecto hacia la hija de su amiga, la ponía loca de emoción y a querer saber más del asunto- Pero… ¿Cómo? ¿Cuándo? ¿Qué ha pasado? ¿Qué me he perdido?

Ken que también estaba asombrado, no paraba de preguntarse lo mismo que su mujer, aunque en su caso, lo hacía para sus adentros. No lo entendía. Se suponía que la hija de Yamato y Sora era muy reservada y apática. Y lo más importante, que él supiera, nunca habían interactuado juntos. Para que su hijo se sintiera tan interesado en ella, algo muy especial debió haber pasado.

Por otro lado, ahora entendía la depresión que sentía su hijo, cuando se había mencionado en la base de Benjamin, lo de la posesión que había tenido aquella niña. Su instinto detectivesco le decía, que aquello estaba relacionado, pero al final, creyó que era por simple pena de un compañero a una compañera.

-¡SÍ, MAMÁ! ¡Para mí fue también una sorpresa! -contaba su hija con la misma emoción que su madre, alegrándose de tener otra integrante en el fandom osanatsu- ¡Y además, que Natsumisan está enamorada de él!

-¡Déjalo ya, hermana! -le pedía Osamu con demasiada tranquilidad sin hacer contacto visual con su familia.

-¡Es que no entiendo porqué eres tan terco en no querer aceptarla! -contraatacaba Minami algo molesta en ese aspecto-. ¡Si hasta, prácticamente, se te declaró en público!

Miyako estaba en una burbuja de felicidad que su mente ya visualizaba el futuro. Sora y ella acabarían siendo familia. La sola idea, la volvía loca de alegría.

-Ella está con Toji y no hay nada más que hablar.

Y esa revelación rompió la felicidad de Miyako, recordando las buenas migas que tenía la hija de Sora y Yamato con el hijo de Taichi y Meiko, y cómo se habían criado desde que nacieron. Incluso ella había pensado en una ocasión que acabarían juntos.

-Pero si Natsumisan dejó bien claro que no, y que es a ti.

Eso animó de nuevo a Miyako, y a dirigirse a su hija para que le confirmara que era cierto lo que había dicho.

-Lo dijo delante de todos nosotros -declaró ella-. Aunque, como se dio cuenta de lo que había dicho y delante de quiénes, que se sintió avergonzada, y se escondió detrás de Bennumon.

Y Miyako explotó en felicidad. Después se dirigió a su hijo y lo amonestó.

-¿Y entonces, por qué dices que ella está con Toji? ¿No me digas que la rechazaste en público? -a punto de gritarle si le contestaba que sí.

-Miyako, déjale -le pidió Ken, viendo como su hijo se encontraba demasiado apurado por el momento, pero decidido en sus ideas-. Todavía es un niño.

-Pero Ken…

-Él tendrá sus propias razones para hacer lo que hizo, pero seguro que acabará reflexionando, y percatándose de lo que será correcto.

-Pero…

-No te preocupes. Seguro que todo acabará bien. Es nuestro hijo, ¿no?

Y con eso, ya la calmó.

-Y tú, Minami, no andes molestando a tu hermano con ese problema. Es algo privado, y ni tú ni nadie debe meterse. ¿Entendido?

-Sí, papá -contestando con el mismo tono de su madre.

A ninguna de las dos le gustaba tener que aceptarlo. Pues si la niña Ishida estaba interesada en Osamu, y Osamu no parecía querer corresponderla… sabe dios por qué… Pues tenían que intervenir para hacerlo entrar en razón. Pero cuando Ken les pedía algo, ambas, madre e hija, aceptaban sumisas y sin rechistar.

Osamu se sintió aliviado por contar con la confianza de su padre. Sin embargo, si desvelaba lo que tenía en mente, haría llorar tanto a su madre como a su hermana. Pero aquella decisión que había tomado, era lo mejor para Natsumi.

-Bueno -volvía Ken a hablar-. ¿Hay algo más que debamos saber?

Minami negó con la cabeza. Osamu lo hizo después con algo de ralentización.

-En ese caso -mirando a Miyako-, creo que ya hemos dejado demasiado tiempo a Woormon y a los demás digimon de niñeros, ¿no?

Miyako sonrió y a medio levantarse, Minami les retuvo.

-¡Esperad!

Osamu que también se iba a levantar, miró extrañado a su hermana y algo preocupado. Temía que añadiera algo más sobre su relación con Natsumi. Pero viendo el color de sus mejillas, daba la impresión de que no.

¿Será que les quería confesar que le gustaba Daichi? Pues a él no lo engañaba. Durante sus aventuras, ella había manifestado un especial interés en el último integrante del grupo. Además, que durante su historia, ella había omitido descaradamente, la buena amistad que había mantenido con Daichi en el transcurso de todo lo que había pasado. Quizás era debido a que su madre no aguantaba al padre de éste (como ella con Musuko), mientras que su padre lo consideraba su mejor amigo. Si su hermana confesaba que tenía interés en el segundo hijo de Daisuke, el cual ahora estaba en manos de los servicios sociales, seguro que su madre soltaría el grito del siglo y a tratar de convencerla de que no se mezclara con lo que era, un niño de ocho años. Le comería la cabeza con la diferencia de cuatro años que se llevaban, cuando era un sin sentido. ¿Acaso su abuela materna no era tres años más mayor que su abuelo materno?

-¿Sucede algo? -le preguntó Miyako, volviéndose a sentar en el sofá junto a Ken.

La niña se sentía algo cohibida. Le costaba hablar de lo que tenía en mente. Pero tenía que hacerlo. Aquella oportunidad era única, porque si lo alargaba por más tiempo, sería peor. Así que, levantándose como palo tieso, inclinó su cuerpo y…

-Lo siento muchísimo, mamá, papá.

Ken y Miyako se miraron desconcertados.

¿Por qué su hija se disculpaba tan formalmente?

¿Qué había pasado?

-Siento mucho haber sido tan malcriada, no ayudar a mamá con Ryu y con los quehaceres de la casa. Hasta que me marché, no sabía que las cosas estaban tan mal en casa. Y me aproveché de la bondad de papá, porque él nunca me reñía y sabía que hiciera lo que hiciera, él me apoyaría -Minami hablaba sin parar. Su rostro estaba totalmente colorado de la vergüenza, al reconocer todos sus errores y las lágrimas caían libremente por esa vergüenza, al imaginar en la decepción que sentiría su padre tras haber descubierto que se aprovechaba de él-. He sido una tonta que no dejaba de influenciarme por Momokosan. Y también he sido una ignorante -mirando a su madre con miles de lágrimas-. No sabía que había sido por mí, que no pudiste seguir trabajando. He sido una ingrata, una egoísta, una tonta, se me dan mal los deportes, saco notas mediocres y… y… -ya no se le ocurrían más adjetivos para seguir desacreditándose. Pero, en esos momentos, sólo deseaba una única cosa. Se tiró a los brazos de su madre, que lloraba a mares como ella-. ¡LO SIENTO MUCHÍSIMO, MAMÁ! ¡SIENTO MUCHO LO QUE TE DIJE! ¡LO SIENTO, DE VERDAD!

Miyako lloraba y abrazaba a su hija con tanta fuerza, que aquel momento fue el más maravilloso y que la enorgullecía.

Osamu se acercó hasta ellas, para acotar.

-Mamá, que sepas que las verdaderas razones de Minami en salvaros, era porque tenía el remordimiento por no haberte pedido perdón, cuando volvió a casa.

-Pero cariño -decía Miyako mirando a su hija con las mismas lágrimas-, si cuando regresaste a casa, tu cara de pena ya era suficiente para saber que estabas arrepentida por todo lo que habías hecho.

-¡Pero no lo dije!

-Hay cosas que a veces se interpretan.

-Además, tu madre tiene la misma virtud que tú en no callarse con sus sentimientos, y cuando la cosa se complica, lo acaba declarando alto y claro -le recordó Ken a su mujer con una sonrisa.

-Papá -mirándole a él con las mejillas más coloradas de vergüenza-, ¿no estás enfadado conmigo por lo que hice?

-¿Cómo voy a enfadarme contigo cuando eres mi niñita consentida?

Minami se sentía algo agradecida. Era normal corresponder a que la siguieran queriendo, haciéndoles prometer que se esforzaría en los estudios y que ayudaría a su madre. Esta vez lo cumpliría de verdad. No iba a dejar que fuesen promesas de boquilla.

-Prometo ayudar a mamá con las cosas de la casa y con Ryu. No me quejaré por la ropa que mamá me enmienda con tanto esfuerzo. Tampoco pediré cosas de niñas pequeñas. Aunque… -mirándolos de reojo-, ¿estaría bien si puedo seguir viendo mis animes favoritos?

-Mientras no te quedes embobada cuando esté en un apuro -le advirtió Miyako. No es que le prohibiese lo que quisiera ver, pero era normal que dejase de ver su serie, cuando la necesitaba de veras.

Minami sonrió, pero todavía quedaba algo más que quería anunciar. Algo a lo que sí le había dado muchas vueltas, y que tenía que renunciar, por mucho que le doliera.

-Te prometo que no lo haré, mamá. Y… -pausando unos momentos. Le dolía tener que anunciarlo, pero si ya que se sincerando con todo, lo haría también con eso-. Creo que sería mejor que vaya a la escuela pública en vez de a la Tamachi.

-Pero Minami, ¿no querías ir a la Tamachi?

-Sí… -arrastrando el monosílabo-. Aunque, la verdad, lo hacía porque el uniforme me parecía mucho más bonito que el verde de marinerita de Odaiba.

Su respuesta hizo que Miyako soltara una carcajada. Su hija y ella eran tan similares, que hasta concordaban en su intención de ir a la Tamachi por lo bonito que era el uniforme.

-¿Qué ocurre?

-Nada, nada. Sólo pensaba en lo tan parecidas que somos -a continuación, le explicó-. Yo también traté de ir a la Tamachi por el bonito uniforme que tenían. Me sentía algo acomplejada por mi propia imagen. Y estaba desesperada en llamar la atención de tu padre.

-Pero mamá, tú al final fuiste a la Odaiba, ¿no? -le preguntó Minami, habiendo visto imágenes de su madre con los uniformes de la Odaiba. Pero nunca había visto uno con el de Tamachi, como había sido el caso de su padre-. Y el padre de Isakisan me contó que fallaste en tus dos intentos de acceso. En el segundo, lo entiendo por lo que te pasó con ese tipo, pero en el primero, seguro que diste todo de ti. Así que si tú no pudiste, yo con mis notas mediocres, seguro que no tendré ninguna oportunidad. Por no hablar de que eso sería una carga económica para la familia cuando ya estamos mal.

-Minami, el que yo fallara, no tiene nada que ver contigo. Hasta que no lo intentes, no podrás saberlo si puedes o no conseguirlo.

-Y yo puedo ayudarte con tus estudios -se ofreció Osamu.

Él era tan inteligente que los deberes de su hermana, le eran tan fáciles como sumar uno más uno. Además, que le había estado echando un ojo a los exámenes de la Tamachi, encontrándolos sorprendentemente fáciles.

-Pero -volviendo a mirar a sus padres-, estudiar en una academia privada como la Tamachi es cara y no tenemos…

-Tú no tienes porqué preocuparte por esas cosas. Eso es cosa de tu madre y mía -le recordó Ken-. Para nosotros, es más importante vuestra educación y por ello, estaremos dispuesto a sacrificar lo que sea necesario.

-Pero…

-Minami, haz caso de lo que dice tu padre. Si de verdad quieres ir a la Tamachi, ya sea por vestir un bonito uniforme o por algún chico, lucha por eso.

-Gracias, mamá -volviéndola a abrazar, sintiéndose agradecida más que nunca por tenerla como madre.


-¿Y qué con eso? -respondió Homeostasis.

-Bueno, tú presumes mucho de ser el creador de los digimon y que Yggdrasill les dio forma, mientras que tú el alma y la digievolución y blablabla. Pero, si nos basamos en cómo se ha reproducido la raza humana, es más o menos similar a lo que vosotros lo habéis hecho.

"Nosotros no lo hemos hecho a través de huevos, sino por el método sexual.

Lo que quiero decir es que, tanto Yggdrasill como tú, en realidad, sólo sois los primeros datos desechables que el humano hizo cuando apareció la red digital en este mundo."

A través del gorro de Homeostasis no se pudo entrever ninguna expresión. Sin embargo, Alphamon y Jesmon se miraron mutuamente, donde no habían entendido nada.

-Me explico -acomodándose en el hombro de Amaterasumon-. Está claro que todas las criaturas vivientes y no vivientes son creadas por algo. Koushirousan pensaba que vosotros teníais que haber nacido de algo creado por nosotros, los humanos.

"Koushirousan se pasó días enteros investigando sobre vuestro origen.

¿Por qué Homeostasis era un hombre e Yggdrasill una mujer? No paraba de preguntarse una y otra vez.

Luego, recordó la Biblia. ¿Acaso no era algo parecido a cuando Dios creó a los dos primeros mortales Adán y Eva? ¿No fue a partir de ellos que fue cuando la humanidad se reprodujo?

A Koushirousan le parecía un concepto muy similar a cómo declarasteis vosotros ser el padre y madre de los digimon.

Pero, ¿por qué ese concepto del cristianismo lo habían apropiado esos dos entes? Se preguntó a continuación.

Entonces, surgió la respuesta.

Para los de nuestra generación, la red digital es algo que forma parte de nuestra vida desde que nacemos. Nunca nos hemos parado a pensar en cómo surgió o si hubo experimentos previos para que ésta avanzara, ya que estaríamos hablando de algo que pasó en el siglo pasado, y eso es un auténtico coñazo. (NA: La frase que es "del siglo pasado" la usa mucho mi sobrina, así que la tomé para incluirla. Puesto que me dice que yo soy del siglo pasado. Y los que están siguiendo este fic, desde su comienzo, también lo es XD)

Yggdrasill y tú decíais que sois los padres de los digimon, justo como Adán y Eva, según el cristianismo. Pero vosotros, vais más allá, os consideráis, por encima de todo, los dioses creadores de los digimon. Felicidades por vuestros tantos hijos -dando un breve aplauso-. Sin embargo -mirándole con cierta arrogancia-, ¿acaso no es extraño que la forma y nombres de los digimon tengan su origen en lo que existe en el mundo humano?"

Con aquello consiguió que Alphamon y Jesmon mirasen a la humana con sorpresa.

-Amaterasumon es un claro ejemplo de ello -mirándola-. Quizás vosotros no lo sepáis, pero en la mitología japonesa, Amaterasu era la diosa del sol. Le añades al nombre un mon, y tenemos la versión de la diosa japonesa en digimon.

"Podría hacer una lista interminable con todos los digimon. El león que tenemos la versión digimon con Leomon. El digimon de mi madre, Birdramon, Bird que es pájaro en inglés. Rosemon, rose en inglés, y que por esa razón, tiene mucha rosa desde la cabeza hasta el látigo. Angemon, que viene de angel en inglés. Y que para Angewomon, añadimos la partícula wo de woman, y tenemos la versión femenina. Tsunomon que viene de tsuno que es cuerno en japonés, y por eso, el pobre digimon de mi padre y mis hermanos, es el único de nuestro grupo que tiene un cuerno en su segunda etapa younenki.

Vamos que la concepción vuestra no fue muy original, sino -entrecerrando los ojos con malicia- basada en informaciones que teníais recogidas del mundo humano.

Resumiendo -cerrando los ojos y abriéndolos de golpe para mostrar su satisfacción-, vosotros, como creadores de los digimon habéis tomado datos del mundo humano para crear a los digimon. Por lo que, vuestra propia existencia es, en realidad, creada los propios humanos."

Los niveles de sorpresa de Alphamon y Jesmon se elevaron y miraron a Homeostasis como si él pudiera darles alguna respuesta.

Pero Homeostasis seguía en silencio. Con su gorro de pico que le tapaba la mitad del rostro, y a través de su densa barba blanca, no se podía apreciar ninguna expresión ante aquel descubrimiento.

-Yggdrasill y tú solo fuisteis los primeros datos desechados por los humanos cuando ellos crearon la red informática -continuaba Aine peinándose un mechón del pelo hacia atrás-. Tomasteis cuerpo y forma de manera inconsciente. Y al tener almacenado toda la información del mundo humano, os hicisteis llamar Homeostasis e Yggdrasill que son nombres que también proceden del mundo humano.

"Yggdrasill representa el árbol de la vida, de ahí que su aspecto se viera similar a un árbol.

Y tú, Homeostasis, eres un conjunto sin cuerpo que mantiene una condición interna de materia y energía estable. Pero, el concepto estable te haría pensar en el bien, por eso, adoptaste, inconscientemente, un cuerpo querido y venerado por la mayoría de los seres humanos como lo es Papá Noel. La imagen que nosotros visualizamos de él, es la que tú tienes. De ahí tu benevolencia. Y seguramente, de ahí es donde también proviene el que mis padres y los demás, hayan sido elegidos siendo niños.

Papá Noel es sólo una figura que los niños creen. Y por eso, los elegidos para salvar el mundo eran niños.

Por lo tanto, tú no eres el dios de los digimon y no tienes el derecho a exterminarlos ni a nosotros, porque nosotros, los seres humanos, fuimos los que te dimos la vida."

Un intenso silencio se formó. Alphamon y Jesmon aún estaban esperando la respuesta de su Señor. Como si lo que dijese, fuese determinante.

-¿Has acabado, muchacha? -preguntó Homeostasis con voz neutral.

La chica hizo un sonido de murmullo muy bufón.

-Veo que o una de dos. O no quieres aceptar la realidad, o todo lo que te he contado, te ha entrado por un oído y te ha salido por el otro.

-¡¿Cómo osas hablar de esa manera de Homeostasissama?!

-¿Has visto eso, Aine? Parece que digamos lo que digamos, esos dos seguirán de perritos falderos de su Dios Homeostasis. ¿No te recuerda a algo?

-¡POR SUPUESTO! ¡A esos animes que veíamos a escondidas de papá y mamá, donde el vasallo de turno era el estúpido pelotudo del villano!

Aquella charla fue algo inaceptable y Jesmon no dudó en volver a lanzar su ataque contra ellas. Amaterasumon pudo evitarlo sin ningún problema. Y antes de que el digimon guerrero quisiera volar para ensañarse contra la humana y su digimon, Homeostasis lo detuvo. Mirando hacia arriba, se dirigió hacia Aine.

-Muchacha, ¿acaso crees que soy estúpido? ¿Acaso pensabas que con tu discurso, no consideré la idea de que estuvieras ganando tiempo para que podáis esconder a todos los humanos y a esos digimon traidores?

-Lo consideré. Pero también esperaba que te dieras cuenta de que no eres ningún dios y que no tienes el derecho supremo, como te pensabas, de hacer lo que venga en gana con seres digitales que tienen personalidad y decisión propia.

"¡Porque solo eres un maldito dictador que busca su propio bien común, sin importar sacrificar a seres humanos, a digimon o a usar a digimon oscuros!" -le espetó con ira creciente.

Su provocación lo molestó como para ser él quién la atacase. Un ataque que Amaterasumon pudo esquivar. Sin embargo, esta vez era Homeostasis con quién se enfrentaba, por lo que el segundo ataque le habría dado, de no ser por una barrera que se había formado a su alrededor.

-Gracias, Tsukiyomimon -agradecía Amaterasumon, a sabiendas que aquella barrera había sido obra suya.

-¡Ingenua! -murmuró Homeostasis.

Un tercer ataque de Homeostasis, rompió la barrera y, con su inmenso poder, había también dado de pleno a Amaterasumon. Tanto la digimon como Aine cayeron contra el suelo, haciéndose un daño bastante importante.

La chica, siendo más indefensa que su digimon, recibió más daño y un dolor terrible en su brazo izquierdo. Agradecía el haber tropezado contra uno de los frondosos árboles y que la caída no fuese mortal.

Sin embargo, ante ella, Homeostasis junto a sus dos vasallos la miraban con gesto seguro.

-Tu digimon y tú seréis los primeros seres en ser exterminados en esta revolución hacia el mundo real y los partidarios de los humanos.

El rostro tanto de Aine como de Amaterasumon eran angustiosos y miraban a Homeostasis casi con imploración.

-¡Me concediste diez minutos para hablar y todavía faltan tres! ¡¿Acaso te crees que he terminado de decir todo lo que tengo que decirte?!

-Digas lo que digas, será en vano. Sé que ese es el tiempo que quieres ganar para esconder a todos los humanos.

Aine y Amaterasumon lo miraron con una ira indescriptible. Una ira que poco a poco, se fue transformando en una sonrisa arrogante, acabando en una estrepitosa carcajada.

-¿Qué tiene de gracioso? -rugió Alphamon.

-¡ARCO DE LUZ! -exclamó Archpiddowomon.

Un ataque potente fue lanzado desde el interior de la barrera hacia el cielo provocando que toda la zona quedase cegada.

-¡BORRASCA CICLÓNICA! -exclamó Ventusmon.

Una fuerte corriente de aire fue dirigida hacia Homeostasis que, al ser pillado por sorpresa, lo empujó hacia atrás.

-¡AHORA! -gritó Aine a través de su pinganillo.

-¡PUERTA DIMENSIONAL ABIERTA!

Tras haberse escuchado la voz de Kazumi y el sonido de haberle dado a una tecla, una puerta tridimensional apareció por donde era empujado Homeostasis, siendo tragado por ella.

Alphamon y Jesmon todavía cegados por la luz, no entendían muy bien lo que estaba pasando. Y por fin, cuando todo rastro de luz cegadora fue disipada, los dos digimon se encontraron con más de una sorpresa.

Homeostasis no estaba junto a ellos.

La niebla que cubría aquella barrera había desaparecido.

Y muy cerca de la chica y Amaterasumon, se encontraban todos sus amigos con sus digimon en el máximo nivel, dispuestos a enfrentarlos.

Sin embargo, lo más extraño de todo, es que la gran fila humana había desaparecido por completo.

En aquella gran ciudad, donde ahora no se escuchaba nada, sólo el sonido del viento, se encontraban aquellos chicos con sus digimon.

-Segunda parte del plan, completada. Pasemos a la tercera parte del plan -dijo Aine, poniéndose de pie, dejando entrever que todo lo anterior había sido puro teatro.

Los dos digimon furiosos, les exigieron que les dijeran donde se encontraba Homeostasis.

-Lo hemos llevado a una dimensión neutral para que nuestros padres lo derrotan sin perjudicar a ningún alma -le dijo Sei con la misma expresión de seguridad que la mayor.

.

La puerta dimensional había llevado a Homeostasis a un lugar completamente blanco vacío. Muy similar al que había estado con Yggdrasill durante mucho tiempo. Sólo que en ese espacio no había nada de nada.

Sólo aquellos elegidos con sus digimon, que parecían haber estado esperándolo para finiquitar aquel asunto para siempre.


Noviembre del 2031

Mirando su hoja de orientación laboral sin saber qué responder, Misato suspiró con pesadez.

Cuarzomon que estaba acostado a un lado, la observó preguntándole qué le pasaba.

-Que no sé que poner -contestó ella con más preocupación.

-¿Pensaba que esas cosas eran decisivas a los diecisiete años, no tan pronto? -opinaba el digimon teniendo como referencia los adolescentes amigos de su compañera humana.

-Y lo son. Pero tu carrera es lo que decide cuál es tu mejor opción de instituto si quiero seguir ese camino. Aunque en la Tamachi, es una escuela que te abre a casi cualquier universidad que quieras acceder.

-¿Y entonces? ¿Cuál es el problema? -Misato se puso colorada, y ya con eso, Cuarzomon tuvo la respuesta a su preocupación-. Ya entiendo, como Takeshi quiere estudiar derecho, tuvo que asistir a una escuela privada de mucho prestigio, y tú quieres ir con él, ¿me equivoco?

-¡No lo digas tan alto! -sonrojándose a más no poder.

Cuarzomon dejó escapar un suspiro pesado, mientras escuchaba al otro lado como Noriko las llamaba para que la ayudaran con la cena.

La niña contestó con un "Ya voy" mientras arrastraba la silla de su escritorio. Cuarzomon murmuró para sí mismo, lo raro de que su compañera siguiera ruborizándose cuando ya era novia de Takeshi.

.

Misato ayudaba a su madre con la cena, mientras Kamimon y Cuarzomon ponían la mesa. Todo estaba transcurriendo bien, hasta que Cuarzomon le murmuró a Misato para que le pidiera ayuda a su madre.

Después de todo, sus padres habían pasado por una experiencia igual, y qué mejor que pedirle consejo a su propia madre.

Misato la miró medio apurada y sus mejillas volvieron a ponerse del color carmín. Noriko sonrió enternecida por el carácter de su hija. A pesar de no comprender muy bien de qué hablaba, sabía que tendría que estar vinculada con su novio Takeshi.

Cuarzomon tuvo que explicarle lo que le pasaba a Misato, ya que ella estaba tan avergonzada, que freía las gambas en gabardina sin atreverse a mirar a su madre o a los digimon.

-Ya entiendo -viendo a su hija con atención.

Sin recibir algún consejo o la extrañeza de su madre por dudar sobre lo que hacer, o algún comentario sobre su inmadurez de dejarse llevar por una relación de adolescentes y centrarse más en su futuro, hizo que la mirase de reojo. Ella seguía tranquila salteando las verduras, como si aquel problema no fuese tan importante.

Eso la puso un poco incómoda y a preguntarle ella misma, si le parecía inadecuado anteponer su propio futuro por querer estar en la misma escuela que su novio.

-Para nada -contestó ella comprensiva-. Eres joven y estás enamorada. Es algo muy normal.

-Entonces, ¿te parecería bien que quiera estudiar en una escuela privada para estar junto a Takeshi?

-Si está bien para ti, sí. O, ¿es que ya tienes pensado lo que quieres ser en el futuro?

Misato miró el piso triste. A diferencia de sus amigas, Kazumi, Minami y Nat, ella no sabía lo que quería hacer en su futuro. Mientras que ellas lo tenían tan claro, que habían empezado a luchar para conseguirlo.

-No lo tengo -confesando con cierta pena.

-Bueno, no sé si te servirá de consuelo, pero si quieres ir a la misma escuela que Takeshikun, podrás acceder a numerosos títulos.

-Pero todos son de letras. ¿Qué pasaría si en el transcurso del curso, me entra la pasión por la medicina o por otra rama de ciencias? -guiándose por aquel criterio y que la atormentaba al tomar una decisión.

Noriko bajó el fuego de la sartén y obligó a que su hija se pusiera enfrente a ella, para que la mirara y la escuchara con atención.

-Escúchame bien, cariño. Es cierto que el futuro es algo que se va construyendo desde tu edad, o incluso desde antes. Pero, más importante es perseguir lo que tu corazón quiera. Si te equivocas, no pasa nada. Todo el mundo comete errores en la vida, como le pasó a Miyakosan. Pero no por eso, se encerró y dejó que su suerte estuviera en manos del destino. Ella peleó con todo lo que tenía a su alcance, y mírala ahora -Misato recordó como la madre de Minami que había estado durante muchos años como ama de casa y entregada a sus hijas, había podido compatibilizarlo con un trabajo desde casa y así darles a sus hijos el futuro que se proponían-. Y aparte de ella -continuaba Noriko-, existen otros errores mucho más graves, como los delitos de tercer grado que comete la gente. Tu padre se enfrenta día a día con eso. Él te dirá mejor que nadie, cuanta gente habrá encerrado y cuántos han salido después, arrepentidos de lo que habían hecho y a tratar de labrar una nueva vida más honorable.

"Pero, en tu caso, si sucediera que hay algo que te motiva y la escuela en la que estás, no ofrece la posibilidad de poder acceder, no por ello, debes pensar en el gran error de tu vida. Considéralo como parte de tu aprendizaje. Pues, aunque suene extraño, de los errores es cuanto más aprendemos sobre la vida -mirando a Kamimon-. Yo cometí muchos errores de niña, y por eso, fui víctima fácil de Oikawasan -volviendo a ver a su hija con tristeza-. Ya te había hablado de lo que hice cuando tenía la semilla de oscuridad. Pateaba animales indefensos, me creía superior a cualquiera y muchas cosas más -Misato notó como aún hoy en día, eso le remordía la conciencia-. Todo por la semilla de la oscuridad. Tras haber conseguido su poder, volví a ser esa niña que no tenía confianza en sí misma. Pero, me salvaron, tuve a Kamimon y aprendí de aquel error. Y lo más importante, conocí a tu padre.

Sé que eres muy responsable, y tiendes a guiarte por lo que es lógico y justo. Pero no debes tomarte tan a pecho algo que le puede suceder a cualquiera. Tómalo como una experiencia más, y disfruta de la vida con el chico que quieres."

Misato se sintió más tranquila y abrazó a su madre, agradeciéndole aquellas sabias palabras. Su madre tan sabia, que no sólo era algo que había adquirido mediante la experiencia personal, sino a verlo con sus propios ojos a los tantos niños que enseñaba. Quizás no estaba nada mal, dedicarse a lo mismo que ella.

Noriko le besó la frente y le dedicó una amplia sonrisa.

-Ahora, será mejor que nos apuremos en terminar la cena. Tu padre estará a punto de llegar.

Ella asintió y ayudó a los dos digimon a acabar de poner la mesa. Una mesa para seis comensales. Desde que Misato y Cuarzomon tenían uso de razón, su familia nunca había sido par, como la de sus amigos. La presencia de Pipimon que no tenía compañero humano, rompía aquello. Pero el día en que habían luchado contra Homeostasis, habían perdido a alguien muy importante en su familia.


SIGUIENTE CAPÍTULO: Valor y Conocimiento (6 de diciembre)