DEDICADO A SORADARK POR SU CUMPLEAÑOS

MUCHAS FELICIDADES POR AQUÍ, AUNQUE TARDÍO


TÉRMINO · Sinceridad e Inocencia

MUNDO BLANCO

-¡PAPÁ! ¡TENEMOS PROBLEMAS! ¡HAN APARECIDO SEIS DIGIMON DE NIVEL KYUUKYOKUTAI DE TIPO DEMONIO!

Kazumi avisaba a su padre sobre la situación que ellos estaban viviendo.

Tanto Koushirou como el resto de sus amigos habían escuchado el anuncio de la pequeña pelirroja. Daisuke, enfurecido, le preguntó a Homeostasis qué es lo que había hecho.

-Sólo he hecho digievolucionar a los digimon que han decidido seguirme.

Todos se quedaron mudos ante aquella revelación, pero todavía quedaba más por angustias por anunciar.

-Si vuestros hijos tuviesen la suerte de derrotarlos, ¿sabéis lo que eso significaría? Qué se convertirían en los asesinos de digimon que pertenecieron a sus compatriotas humanos.

-¡Maldito cerdo! -escupió Daisuke más airado.

Takeru corrió a avisar a sus hijos y al resto de la información recibida para que no los mataran.

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MUNDO HUMANO

Kazumi se había quedado pálida y desconcertada ante la noticia recibida al otro lado. No podía creerse cómo Homeostasis había llegado hasta semejante extremo, como el usar a digimon inocentes, para tenerlos con las manos atadas.

Lo peor, es que seguramente, varios de esos digimon que habían sido obligados a digievolucionar a un nivel inadecuado, podrían pertenecer a niños pequeños que para evitar que sus digimon muriesen, les habían rogado que se fueran con Homeostasis.

Una lógica que ella imaginaba, porque sino fuera la hija de un digielegido, y preparado un plan contra Homeostasis, no tendría ninguna esperanza en ser salvada y habría antepuesto la seguridad de su digimon, para que al menos, él pudiera seguir viviendo.

-En ese caso, sólo nos queda la opción de purificarlos -comentó Aki demasiado tranquilo.

Kazumi y su digimon la miraron más desconcertadas.

-¡¿Cómo vamos a purificarlos, cuando estamos ante los mismos enemigos que tuvieron nuestros padres en el pasado y que les había costado mucho derrotarlos?! -espetó Hachimon donde lo hacía ver tan fácil, cuando en la práctica sería imposible.

-Puede que en apariencia sean los mismos enemigos que tuvieron, pero algo me dice que en poder y en experiencia están muy lejos, de los enemigos que nuestros padres se enfrentaron -Kazumi y Hachimon al estar tan preocupadas por los seis digimon demonios, ignoraron cómo Elpidamon había revelado como él también era un hijo de los digielegidos-. Además, Tsukiyomimon y yo podemos purificarlos en cuanto estén con la guardia baja -comentó Elpidamon con sus ojos fijos en Dragomon.

Verle era como recordar a su antiguo asesino. Aunque también había participado Demon, sentía más desprecio y un profundo resentimiento hacia Dragomon. No sabía muy bien porqué, pero aquel digimon le producía odio.

-Así -añadiendo-, si hay que debilitarlos para poder purificarlos, iré a echarles una mano.

Kazumi lo miró, luego la pantalla de su tableta y finalmente a los seis digimon demonios con algo de inquietud.

-Kazumichan, ¿por qué no vas tú también a ayudar a mis hermanos y a los demás?

La pelirroja iba a protestar. Su misión era la de ser la informante de todo lo que estuviera pasando en Tokyo. Su función era cómo la de los paramédicos en el campo de batalla, donde ellos no podían estar en primera fila. Si los paramédicos morían, el resto también lo haría. Además, tenía que seguir en contacto con el resto de los informantes que había por todo el mundo. Pues, por todas las partes del mundo habían aparecido digimon como había sucedido en Tokyo. La diferencia, es que se trataban de digimon en el nivel seijukuki y sin ser de tipo demonio. Pero a ellos, a los hijos de los digielegidos, les había tocado el gordo.

-Necesitarán de tus estrategias y de tu información para poder combatirlos -agregaba Aki con la intención de convencerla. La niña miró una vez más lo que ocurría en la lejanía. Luego su Tablet, y finalmente a su amigo. Él la miraba y le dedicaba una sonrisa dulce de confianza-. Yo me quedaré aquí con Tsukiyomimon, vigilándolo todo. Además, recuerda que Tsukiyomimon no es un digimon ofensivo, y si fuera yo también, molestaría más que ayudar.

No mentía que Kazumi se sentía con ganas de personarse junto a sus amigos para poder ayudarlos. Aunque era el cerebro del equipo, no se sentía muy bien observándolo todo desde la distancia sin hacer nada.

Finalmente, se decidió y guardando su Tablet en su mochila, le dijo a Hachimon que la llevara al lugar de batalla.

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-¡¿Cómo es posible?! ¡Es una broma! ¿verdad? -decía Momoko aterrorizada.

Los digimon de los hijos de los digielegidos se encontraban preparados.

Los seis digimon demonios se encontraban a una distancia, pero no se movían como si estuvieran disfrutando con el horror que causaban a los hijos de los elegidos y a sus digimon. Sonreían con tanto cinismo, que daba asco. De todos aquellos digimon, sólo Dragomon se encontraba cerca del puerto de Tokyo. Como si el mar le ofreciera alguna ventaja.

Entonces, aquellos digimon empezaron a avanzar a paso lento, como si quisieran crear más tensión en sus adversarios. Cosa que consiguieron, ya que los digimon y sus compañeros retrasaron unos cuantos pasos, todavía sin saber cómo combatirlos, cuando, en realidad, eran digimon de civiles que habían sido obligados a digievolucionar al último nivel y a convertirse en seres de la oscuridad.

Aunque los edificios estaban protegidos por aquellos artefactos que funcionaban como barrera, eso no significaba que los puentes, semáforos o cualquier otra cosa que pudiera repararse con los fondos del gobierno y no fuera patrimonio histórico, eran derribados sin piedad.

-¿Qué hacemos? ¿Qué hacemos? -preguntaba Shin desesperado.

-Vencerles sin tener que matarlos, no será fácil -comentó Nat, donde ni siquiera sabía cómo enfrentarse a semejantes sujetos.

Pero entonces, Amaterasumon dio un paso al frente y exclamó con valentía.

-Les superamos en número, y hemos estado entrenando muy duro. ¡Podemos hacerlo! -bramó Amaterasumon confiada.

Los digimon asintieron, inspirados por los ánimos de la digimon más veterana del grupo. Sin embargo, la voz de Kazumi deteniéndolos, hizo que muchos se sorprendieran por su llegada, menos a Satoshi que se sentía emocionada de poder pelear junto a "su" pelirroja.

Hachimon llevaba a Kazumi en brazos y Elpidamon volaba a su lado, por lo que su presencia también extrañó a todos.

-¿No se supone que teníais que estar vigilando y protegiendo los búnkeres, por si acaso? -le preguntó Toji.

-Akikun y Tsukiyomimon han decidido encargarse de ello -los tres hermanos Ishida y sus digimon no se alteraron. Pues, en los dos años que habían pasado, habían visto el progreso del digimon de su hermano pequeño. Tanto Tsukiyomimon como Aki habían mejorado lo suficiente, cómo para confiarles una labor tan importante cómo aquella-. Además, mientras venía para acá, he estado pensando en una estrategia de cómo combatir contra esos seis digimon, sin tener que matarlos y observando los parámetros de fuerza y el de los nuestros -dando un salto hasta el suelo, cuando Hachimon estuvo cerca de tierra firme.

-¿Y qué sugieres que hagamos? -preguntó Victorybuidramon.

-Lo primero, y antes de nada, debemos dividirnos en grupos de tres o de cuatro para luchar contra cada digimon oscuro.

"Una lucha de todos contra todos, hará que nuestros digimon tengan que estar con todos sus sentidos enfocados en cada uno de los digimon oscuros, y eso ralentizaría a la hora de atacar. Por no mencionar, que tienen que poner sus ojos en nosotros por si nos pasa algo. Es una carga demasiada pesada para ellos."

-Tiene sentido -comentó Isaki pensativo-. Aunque les superemos en número, una lucha encarnizada total, sería como un combate de todos contra todos, donde podría haber varias pérdidas.

-Aprovechar la ventaja numérica que tenemos, es lo más consistente, para poder encargarnos de los seis digimon por separado -aportó Archpiddowomon.

-¡DEJAOS DE TANTO ROLLO Y DECID DE UNA VEZ CÓMO NOS AGRUPAMOS Y CON QUIÉN TENEMOS QUE PELEAR! ¡SE ESTÁN ACERCANDO! -expuso Shin al borde de un ataque.

-Tranquilo, Shin -le pidió Nereidamon.

-Lo más rápido en estos momentos, y teniendo la experiencia de cada familia al haber entrenado juntos, es que cada grupo de hermanos se encargue de un enemigo. Misatosan, tú vendrás con Izumineesan y conmigo -hablaba Kazumi apurada sin despegar su mirada de los enemigos y su pantalla.

-Una pregunta, Kazumichan ¿Cuál es el digimon más poderoso de todos esos seis? -preguntó Aine con una voz demasiado seria.

La niña le contestó que eran Demon y Dragomon en ese orden, aunque con una pequeña diferencia de nivel.

-¡Perfecto! -mirando a Amaterasumon, la cual le devolvió la mirada asintiendo, como si comprendiera sus intenciones-. Yuuta, Nat, vosotros haced equipo con los Yagami y los Ichijouji, respectivamente. Yo me basto y me sobro para detener a ese demonio salido de los programas de madrugada de ocultismo -decía, crujiendo las manos como si le tuviera algo de manía a aquel digimon.

-¡Hermana! -gritaron ambos a la vez en señal de protesta.

-¡Los Yagami y los Ichijouji son solo dos! ¡Necesitan una tercera mano para que puedan vencer! ¡Especialmente los Ichijouji que carecen de poder ofensivo!

Mientras esa discordia se producía entre los hermanos Ishida, para tener todos los equipos equilibrados y que todos los cupos de los digimon oscuros se vieran cubiertos, Sei le pidió a Shin y a Satoshi que hicieran equipo con los Motomiya, mientras que su hermana con las Izumi y Misato

-Pero, ¿por qué? -protestó Satoshi.

-Aine, lleva razón. Estamos en ventaja numérica, y nosotros deberíamos dividirnos para ayudar a los otros grupos, para que estén más a o menos equilibrados. Yo me uniré al de los Ichijouji.

A Satoshi no le hacía mucha gracia hacer equipo con Shin y los Motomiya. Él hubiera preferido intercambiarse por su hermana, para estar cerca de Kazumi y demostrarle lo que valía. Que él podía ser su príncipe valiente.


Octubre del 2037

Kazumi lloraba desconsoladamente en los brazos de Satoshi. Todavía no podía creérselo. Su novio/prometido había roto con ella. Habían estado tres años como pareja y se habían prometido hacía poco.

Habían acordado en que se casarían cuando ella se graduara en la universidad.

Tres largos años para que eso sucediera. Le parecía muy justo. Además, pese a que apenas se veían porque él estaba en la universidad y enfocado en sus estudios, y ella lo mismo, jamás se imaginó que él aún tuviera sentimientos por la chica que le había cautivado. Un sentimiento no correspondido, y que al final, gracias a ella, había conseguido superarlo.

Él había estado a su lado para protegerla cuando Satoshi había aparecido en Japón como estudiante de intercambio. Ver cómo su carácter cambiaba para que la dejara en paz, la habían impresionado. Aunque lo que más le había impresionado, es cómo recibía continuamente mensajes suyos sobre si se encontraba bien y que si necesitaba ayuda, que contase con él.

Sabía que estaría muy ocupado con su carrera, y aún así, él le brindaba su apoyo como el príncipe azul típico de los cuentos de hadas.

Además, compartían un sueño común. Ambos deseaban lo mismo, enfocarse en el bienestar de los digimon

Para evitar el maltrato de los digimon, ambos querían llevar una investigación conjunta de cada uno de ellos. Y también, ayudar a los digimon que habían sido maltratados para reinsertarlos en una nueva vida como digimon, y no como compañeros digimon.

El planteamiento futuro que ambos compartían era muy bello y hermoso.

Si hasta habían decidido irse a vivir al Mundo Digimon como su hermana y Sei.

Pero jamás, se imaginó aquel chasco.

Cuando Satoshi se había enterado (seguramente por alguno de sus hermanos, ya que ella lo tenía bloqueado), había cogido el jet privado para irse a Japón a verla.

A sus veintiún años, Satoshi era considerado uno de los jóvenes más ricos del mundo.

Poseía una casa propia en las afueras de Miami con un amplio jacuzzi incluido, y unas maravillosas vistas que el hombre más rico del mundo, mataría por verlas.

También poseía su propio jet privado, mucho más moderno y con más capacidad de personas que el que tenían sus padres.

Tenía una cantidad de sirvientas y mayordomos, donde Satoshi no conocía lo que era calzarse sin la ayuda de alguien.

Había amansado su fortuna gracias a que era el hijo del famoso director de Hollywood y de la presentadora gastronómica más popular de América. Gracias a las conexiones de ambos, había comenzado sus pinitos como actor a los dieciocho años. Justo después de que volviera de ese horrible año de intercambio en Japón.

Sintiéndose agobiado por las costumbres japonesas y el terror de tener que limpiar su habitación como los mendigos, había solicitado a sus padres un año sabático en el instituto para vivir la buena vida. Para distraerse, decidió aceptar los papeles cinematográficos que grandes directores de Hollywood (no tan populares como su padre) le ofrecían, siempre y cuando, Aruraumon pudiera actuar junto a él. Y a partir de entonces, su carrera como actor, aumentó a unos niveles espectaculares, donde en menos de dos años, ya se había convertido en uno de los hombres más cotizados del mundo por el género femenino. Pero él sólo tenía ojos para "su" pelirroja.

Satoshi había pensado en que si se convertía en alguien reconocido a nivel mundial y tuviera todo el dinero para derrochar, podría enamorar a Kazumi.

Pero en el tiempo que pasaba, todo continuaba igual, hasta que se había enterado de cómo el subnormal aquel, le había roto el corazón a su Honey.

Había cogido su jet de inmediato para dirigirse a Japón.

Y pensando en que estaría en su casa llorando a lágrima viva, se la encontró en un parque solitario, sin Honeymon, y llorando sola por el dolor sufrido.

No había pensado mucho, y la había abrazado, donde ella había descargado en llanto como si necesitase desahogarse.

Cuando Satoshi vio que empezaba a anochecer, le propuso acompañarla a su casa. Pero ella no quería irse junto a su familia, y que la vieran en aquel terrible estado. Quizás, porque sabía cómo se pondría su padre y la tomaría con la familia del otro. Y sin pensarlo, la llevó a su jet privado y la trajo hasta su casa, en Miami. Ella se veía tan perdida y herida, que Satoshi creyó que era el momento de que viera que la vida continuaba, y que él seguía enamorado de ella.

-No merece que derrames lágrimas por ese tipo -le decía secándole las lágrimas que rozaban sus mejillas-. Estaba claro que la relación no iba a funcionar entre vosotros.

Kazumi bajó la cabeza, dolorida por esas palabras.

-Conmigo no tendrías esa clase de problemas. Yo siempre te he querido, my honey. Ya has visto que aunque puedo permitirme a cualquier girl, solo tengo ojos para ti -cogiéndole las manos y mirándola con seducción. Ella levantó la cabeza, ligeramente colorada y con lágrimas-. Vete de Japón, para olvidarte de ese sinvergüenza y vente a vivir conmigo. Yo te daré todo lo que tú quieras. Yo puedo ofrecerte lo que ese idiota, jamás podrá darte. Él jamás te trataría como una princesa, como lo haré yo -besando sus nudillos-. A mi lado, serás la mujer más bonita que exista sobre la faz de la tierra y la más envidiada de todas -acariciándole la mejilla húmeda por las lágrimas-. Te compraré los mejores aparatos digitales para que puedas trabajar a lo grande -volviendo a besarle los nudillo-. Juntos, seremos los reyes del mundo -llevando sus manos hasta su corazón-. Kazumi -acercándose a ella en un susurro- I love you -acercándose más y más a ella con la intención de querer besarla.

Ella, poseída por el dolor y por todas esas cosas bonitas, lo imitó. Cerró los ojos como él, dejándose llevar por la magia del momento.

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-¡TRAEDME ESE WINSTON DE UNA VEZ! -gritó Aruraumon con fuerza y rabia (NA: En este diálogo, cuando Aruraumon pide que le traigan el Winston se refiere a un coctel lujoso. Para más información, consultad Google)

Satoshi despertó abruptamente y malhumorado.

Bostezando perezosamente, colocó el guion que tenía sobre su regazo en la mesita de al lado, mientras maldecía a su digimon por haberle despertado de ese sueño que tanto deseaba que fuera realidad.

Agosto del 2040 (año real en el que suceden las cosas)

Su digimon se encontraba relajándose en el jacuzzi, o esa era la intención. Pues como tardaban en traerle su cóctel, Aruraumon estaba que si no se apuraban, despediría, sin contemplaciones, al responsable.

Él, por su parte, con su traje de baño y su camisa caribeña, admiraba el sofocante sol de verano y sin ganas de hacer nada.

Para él, que tenía la vida arreglada y con papeles de protagonista cinematográficas que no paraban de presentársele, llevaba una vida de glamur, donde todo se lo servían en bandeja de oro.

Era modelo y el actor más famoso de todo Hollywood.

Tenía la mejor casa que existía en Miami, un deportivo último modelo, que conducía cuando quería distraerse, aparte de las tantas y amplias limousines donde, actores y peces gordos lo envidiaban.

También tenía una popularidad muy reconocida, al ser el primer humano que incluía a su digimon como partícipe en sus películas. Si Aruraumon no participaba en la película, él lo rechazaba sin más. Y así, al incluir a su digimon en las películas, había llamado la atención de todos y de todas, siendo el primer humano que trabajaba junto a su digimon en películas y series.

Aruraumon era su amigo de toda la vida. Y no lo iba a dejar de lado por el trabajo.

Aquello le parecía tan tierno a las chicas, que las mujeres se peleaban por una simple miradita suya. Pero Satoshi era hombre de una sola mujer, Kazumi.

Aunque llevaba desde los nueve años enamorado de ella, no sabía qué daño le había hecho, que tras darse cuenta de que Natsumi era demasiada mujer para él, al fijarse en Kazumi, ésta lo trataba como si fuera basura.

No lo entendía.

Recordaba muy bien cuando se habían conocido, y ella se había presentado dócil y tierna, queriendo incluirlo en el grupo como uno más.

Satoshi reconocía que le había contestado con desdén. Pero dudaba que por eso, "su" pelirroja empezara a alterarse cuando trataba de alabarla.

En serio que no lo entendía.

Tras sus aventuras, cuando había vuelto a Estados Unidos, había tratado de mantener el contacto. Pero ella nunca le había respondido a sus mensajes. Hasta lo bloqueaba. No le quedaba más remedio que cambiarse de número de teléfono y volver a intentarlo, pero otra vez, lo bloqueaba y vuelta a empezar. Incluso no le agradecía por los regalos que él le enviaba por su cumpleaños, por San Valentín y otras festividades americanas tradicionales.

¿Por qué le tenía tanta tirria?

Aquella pelirroja debía sentirse honrada de que alguien cómo él, la quisiera. Además, que le mandaba mensajes súper románticos. Su madre cuando los leía, quedaba enamorada y orgullosa de lo romántico que era su pequeñín. Pero Kazumi, se le resistía.

Había llegado al punto de pedirle que se mudaran a Japón para estar cerca de ella, pero aunque sus padres le consintieran de todo, aquello se lo negaron. Tampoco le dejaban usar el jet privado cuando lo habían comprado, porque era un niño.

Consultaba con su medio hermano mayor de cómo podía conquistar a "su" pelirroja, tras haberse enterado de cómo él lo había conseguido con la mayor. Si la mayor había quedado cautivada por los encantos de su medio hermano, que era uno del montón, ¿por qué no su hermana pequeña?

Su medio hermano le había sugerido en que probara a hacer lo mismo que él había hecho, para conquistar a Izumi. Algo tan lindo que todas las chicas adorarían. Un diario compartido. A Satoshi le parecía algo anticuado y estúpido. Aparte, de que si quería compartir el diario, tendría que estar en Japón.

Al final, tras algunos años, había conseguido convencer a sus padres para pasar un año en Japón como alumno de intercambio. Era lo único que se le ocurría para estar más cerca de "su" pelirroja.

Habían aceptado sólo porque los padres de sus medios hermanos, habían aceptado en recibirlo en su casa. La verdad, es que él hubiera preferido vivir en casa de los Izumi o en su defecto, en un hotel cinco estrellas, pero con esas condiciones, no le dejaban realizar el intercambio. Previamente, su madre y Palmon le habían avisado de que su vida en Japón no sería tan liberal como la que tenía en América.

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-Allí hay un montón de reglas que se cumplen a rajatabla -decía Palmon.

-Y no puedes tratar de colegas a cualquiera que se te presente, ni tampoco llamarles por el nombre de pila, a no ser que tengas mucha confianza con ellos. Y recuerda que en casa de Jou, tienes que limpiar tú mismo tu habitación, hacer tu cama. Lo que menos quiero es que le causes problemas a Jou o a Yayoisan -comentaba con cierta autoridad, donde no quería causar más problemas a su ex.

-Y ni esperes comer huevos fritos con mahonesa o con soja fermentada. Allí la comida es muy sosa y sin gracia. -añadía Palmon con terror.

-También hay horarios estrictos para gente de tu edad. Es decir, no puedes estar a las once de la noche en la calle, sin ninguna justificación. Tampoco puedes saltarte las clases, que hay muchos adultos que ejercen como guardianes, y te delatan en cuanto te vean. Y tampoco podrás vestirte en clase como quieras.

-Tendrás que usar un soso uniforme de pantalón y chaqueta.

-Y creo que modificaron las normas en el Tamachi -comentó Mimi como si recordara haberlo visto en algún lado-, y ahora es obligatorio llevar chaleco y corbata. Y la camisa tiene que ir dentro del pantalón. La chaqueta abrochada y la corbata llevarla como un nerd ¿Aún así, estás dispuesto a pasar un año en Japón?

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Las indicaciones de su madre y Palmon sobre la vida en Japón, le parecieron horribles, absurdas y demasiado estrictas. ¿Cómo podía vivir esa gente atada a la época de los dinosaurios?

Pero, ¿qué clase de país aburrido era Japón que tenían normas estúpidas y vestían como los imbéciles?

Debido a las razones de su madre y Palmon había estado a punto de negarse a ir a ese país tan aburrido. Pero por Kazumi, se sacrificaría.

Además, los señores Kido debían estar agradecidos. Había presumido de ello.

Con Momoko viviendo en el mismo techo que sus padres, haciendo sus pinitos en el mundo del espectáculo, aquella casa debía estar tremendamente aburrida sin la alegría de la casa.

Y con aquella decisión, el mismo año en que Kazumi ingresaba en la Tamachi, él se presentaba en el mismo instituto que ella con la intención de sorprenderla. Le había pedido a sus medios hermanos que le guardasen el secreto. Y desde luego que Kazumi había quedado sorprendida.

Aunque él también.

Todavía recordaba lo linda que se veía con el pelo largo y con el uniforme de la Tamachi.

¡Estaba preciosa!

Aunque si tuviera la falda más corta, estaría mucho mejor.

Para ella era su primer año en aquella institución, y se le notaba los nervios del primer día, pero su mejor amiga, la sosa y estirada de Misato, el llorón de Aki y el debilucho de Daichi, estaban a su lado, tratando de hacerle reír y calmarla.

Al principio, no se había hecho notar, para que ella le descubriera. Estaba convencido de que cuando ganase su popularidad dentro de la Tamachi, ella, instada por su curiosidad, iría a verle.

Esperaba que con los años, "su" pelirroja hubiera olvidado el pasado y se sintiera conmovida por el acto y el amor puro y sincero que le había estado brindando por años.

Pero los días pasaban, y ella que no se daba por enterado de que él estaba también allí. No le quedó otra que presentarse en el pasillo, aprovechando el cambio de clase.

Todavía se sorprendía por la cara de pánico que se le había quedado al verle.

Y lo que más le sorprendía, era cómo no paraba de refugiarse en sus amigos. Hasta había tenido que soportar al inmaduro de Toji, que por aquel tiempo estaba en la universidad.

Seguía sin comprender qué hacía él allí. Que no se supone que estaba en la tediosa institución llamada universidad, para ser un político toca narices. O eso es lo que Satoshi creía que estudiaba.

El muy imbécil se había puesto varias veces gallito, acusándolo de que estaba molestando a "su" pelirroja. En una ocasión, hasta habían llegado a las manos.

Es que le repateaba tanto el Yagami, que lo que más lo ponía de los nervios era cuando "su" pelirroja se pegaba demasiado a él.

Después de aquel incidente, más pesados habían tenido que acudir para meterse donde nadie los llamaban. Estaba el Motomiya "empresario", el Ichijouji "pelapatatas" y los hermanos "Gandhi" de luz y esperanza. Sólo faltaba la machota de la Ishida, para completar el grupo. El más mayor de los "Gandhi" había aparecido para tratar de hacerle entrar en razón, y sobre todo, para que su primo no se metiera en problemas.

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-No se puede resolver las cosas con violencia. La violencia sólo genera violencia.

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-¡Vaya tipo más imbécil! -murmuraba Satoshi con desprecio, recordándolo, mientras se bebía su coctel gigi (NA: lo de antes, para más información de este coctel, consultad Google)-. Ese bueno para nada, no aguantaría en este país, ni tres segundos.

-¿De quién hablas? -le preguntó Aruraumon.

El digimon estaba en el otro lado del jacuzzi, disfrutando del buen tiempo y por fin con su winston en mano.

-Cosas mías -espetó para que no le diera importancia, acomodándose en la tumbona.

Retornando sus recuerdos, Satoshi soltó una mueca, como a partir de ese momento, poder estar a solas con "su" pelirroja para poder hablar, resultaba imposible. Incluso, en su medida desesperada, había puesto en práctica la idea de su hermano de compartir la libreta/diario.

Le ocupó media carilla el mensaje, porque no sabía qué poner, salvo I love you XXX (NA: en algunos países, simbolizan la equis como un beso en sus mensajes)

Pero ella, nunca le había entregado la libreta, respondiéndole. Y cuando fue a reclamarla, por si la había leído. Ella, con todo el bochorno de encima, se la entregó de mala manera.

Al abrirla, no vio ninguna respuesta. Aún así, no se rindió, y al igual que su medio hermano mayor, volvió a intentarlo.

Tras dos intentos más, donde todo ocurría como la primera vez, Satoshi se cansó de ello. Además, era agotador el tener que escribir un mensaje tan largo a mano, cuando tenían los medios digitales (aunque ella lo tenía siempre bloqueado).

Y al final, "su" pelirroja se acabó enamorando de uno de sus guardaespaldas. No le preocupaba, porque pensaba que él al estar en la universidad y la diferencia de edad, acabarían pronto.

Pero no.

De hecho, ese día el bueno para nada de aquel tipo y "su" pelirroja se iban a casar.

No le habían enviado tarjeta de invitación, y aunque se lo enviasen, no iba a asistir a la boda.

¿Para qué asistir a una boda que terminaría en divorcio? Era una pérdida de tiempo y de dinero.

Según su opinión, que ella se casase a los veintidós años y aún en la universidad, con alguien que ni tenía trabajo, no le veía ningún futuro.

Y entonces, ahí entraría él para consolarla, como siempre pasaba en sus sueños, y estaba convencido de que ahí, ella se daría cuenta de que el amor entre ellos era más real y auténtico.

Además, ahora con el dinero que tenía, podía proporcionarle todos los aparatos digitales modernos y de última gama, ¿cómo resistirse ante algo que a ella tanto apasionaba?

Sólo le quedaba esperar hasta que se diera el bendito divorcio.


-¡NO ESTAMOS PARA TONTERÍAS! -rugió, ante la queja de Osamu en que lo mejor para Nat es que estuviera con los Yagami-. ¡ESTAMOS EN UNA BATALLA Y ESTÁ EN JUEGO MUCHAS VIDAS HUMANAS Y LA DE DIGIMON!

Osamu tuvo que callarse y mirar hacia un lado. Ni siquiera vio cómo Nat se había quedado triste de que la ignorase, incluso en esa situación de vida o muerte.

-¡YA ESTÁN CERCA! -gritó Izumi.

Aine se montó en Amaterasumon para dirigirse directamente hacia Demon, al tiempo que le pedía a Kazumi que le informara al resto, sobre con quién le convenía enfrentarse.

-Nosotros nos encargaremos de Dragomon -interrumpió Elpidamon, señalando a Isaki, Takeshi y a los dos digimon ángeles, los cuales ya habían acordado entre sí, de que Dragomon sería suyo. Pues tanto los dos chavales como los ángeles, tenían el mismo sentimiento de odio hacia Dragomon por alguna razón desconocida.

Un combate que Kazumi ya había supuesto, por lo sabido en el libro de Takeru y la historia que había envuelto a Hikari, Takeru, sus digimon y Dragomon, cuando éste había aparecido por primera vez en sus vidas. Así que instruyó a los siguientes grupos de esta manera:

Los hermanos Motomiya junto a Shin y Satoshi se enfrentarían a Belialvamdemon.

Los hermanos Ichijouji junto a Nat y Sei a Piemon

Los hermanos Yagami junto a Yuuta a Diaboromon

Y las chicas a Lilithmon.

Y con los grupos ya seleccionados y sus rivales, la batalla comenzó.

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Desde la torre de televisión de Nichiuri, Aki observaba con gran seriedad las duras batallas que se libraban en las distintas direcciones. Aunque Tsukiyomimon le había dicho, si quería que les ayudase con su poder de barrera, Aki lo había rechazado. Además, aunque sus hermanos y sus amigos se enfrentaban a poderosos rivales, el hecho de que fueran digimon digievolucionados al instante por obra de Homeostasis, eso los hacía poco habilidosos sin poder liberar el auténtico poder que tenían, como había sucedido con los originales que sus padres se habían tenido que enfrentar.

Una teoría que el niño había aprendido gracias a Tsukiyomimon. Cuando su digimon había digievolucionado por primera vez al nivel kyuukyokutai, por muy poderoso y sagrado que fuera, no estaba en su pleno apogeo y carecía de experiencia en batalla. Por eso, sus hermanos y los demás, batallaban de igual a igual contra aquellos digimon. Porque si tuvieran el mismo poder que los que sus padres se habían enfrentado, probablemente, sus hermanos y sus amigos estarían muertos.

De pronto, el niño sintió algo que lo molestó y que le hizo arrugar el cejo. Mirando hacia abajo, donde no había ninguna anomalía, Aki parecía mirar más allá, como si viera a través del suelo. Algo que parecía ser confirmado por el propio Tsukiyomimon, ya que se había acercado a su compañero y mirado en la misma dirección.

Volviendo su mirada al frente, donde feroces ataques explotaban en el cielo y otros daban contra los puentes o lugares que no estaban protegidos, el hijo de Yamato y Sora dijo.

-Por favor, vigila la situación por nosotros.

A primera vista parecía que hablaba a la nada. Pues en aquella azotea, sólo estaban Aki y Tsukiyomimon a la vista. Pero cuando el niño miró hacia atrás y le dedicaba una sonrisa al fantasma de Wizardmon, éste se quedó boquiabierto.

¿Podía verle?

Se suponía que sólo Elpidamon era el único que podía hacerlo y con el que poder comunicarse. Al estar íntimamente relacionado con Tailmon y la dueña original de la luz, le confería a Elpidamon un poder sobrenatural, aparte del de digielegido especial que poseía por ser el primogénito de los digielegidos de luz y esperanza. Pero que aquel niño, tuviera también esa habilidad sobrenatural, era algo increíble,

Con los ojos abiertos como dos órbitas, Wizardmon vio como aquel niño saltaba al vacío, y posteriormente, lo hacía Tsukiyomimon. Alterado ante semejante locura, corrió hasta la repisa para ver cómo aquel niño, sin ningún miedo, descendía desde más de cien pisos hasta el suelo, como si se creyera algún súper héroe de capa con la capacidad para volar.

Tsukiyomimon lo cargó para alivio del digimon fantasma, y ambos se dirigieron hacia la zona de los búnkeres.

Aterrizando limpiamente, Aki saltó de su digimon hacia tierra firme, mirando el frente con una expresión grave.

Humano y digimon se encontraban justo enfrente de los búnkeres, como si quisieran defenderlo de algún enemigo. Sin embargo, ante ellos no había nada anormal.

-¿Lo sientes, Tsukiyomimon?

-Por supuesto -dijo él, avanzando unos pasos y sacando habilidosamente su espada. E incrustándola contra el suelo, las letras sagradas incrustadas en el filo brillaron y la zona a la que estaba agrietando. De repente, una sombra escapó se escabulló de debajo del suelo quedando expuesto ante el humano y su digimon.

Aki sonrió complacido al descubrir al digimon que había estado bajo el suelo, avanzando a hurtadillas sin que nadie se diera cuenta. Seguramente, pretendía adentrarse en el interior de los búnkeres, imaginando que a través del suelo, los búnkeres no estarían protegidos.

El digimon que Aki y Tsukiyomimon veían era espeluznante con aquella máscara, donde se veían seis ojos. No cabía duda de que se trataba de otro digimon de tipo demonio.

-Ya me parecía raro que sólo se hubieran visto a seis digimon, cuando yo había visto siete haces de luces.

-Se camufló bajo una de las luces, por lo que ni la compañera de Hachimon pudo darse cuenta. Pero a nuestros sentidos, no puedes engañarnos -presumía Tsukiyomimon.

El digimon carcajeó con ganas y aplaudió el hecho de que le hubieran descubierto.

-¡Pero eso no os servirá de nada! ¡Sé por mi "padre" que tú eres un digimon que no sirve para luchar! ¡Y aunque yo sea un digimon de nivel kazentai y tú un digimon kyuukyokutai, puedo matarte y entrar a través del suelo y matar a todos esos humanos despreciables y a esos digimon traidores!

Alzando uno de sus largos brazos, que junto a sus gigantescas uñas le llegaban hasta casi la altura de los pies, aquel digimon se abalanzó hacia Tsukiyomimon.

.

Una escena de explosión sucedida a sus espaldas, alarmó a los hijos de los elegidos y a sus digimon que miraron hacia atrás.

-¿Qué está pasando ahora? -preguntó Misato angustiada.

Kazumi fue de inmediato a recabar información, a través de la cámara integrada en su Tablet. Ampliando el zoom, la niña identificó al séptimo digimon demonio.

-Neodevimon, nivel kazentai, tipo demonio, atributo virus.

-¿No es ese el lugar dónde están los búnkeres? ¿Cómo ha podido llegar hasta allí? -preguntó Momoko preocupada de que su madrastra estuviera tan cerca del peligro.


Sábado, 05 de septiembre del 2026

Como todos los sábados, Momoko y Ralmon se comunicaban con Mimi y Palmon a través de videoconferencia.

Habían pasado tres semanas desde la última vez que se habían visto, y su madre, tras haberse reconfortado con la madre de Sanae y su mamá Yayoi, le había dicho que había estado hablando con Michael y el deseo de comprarse un jet privado para ir verla las veces que quisiera.

Aquel sábado, Mimi y Palmon podían anunciar emocionadas que por fin, habían comprado el famoso jet y que estaba practicando para sacarse una licencia y pilotarlo ella misma.

-Queríamos agilizar tanto la compra, que no sabíamos que habían jets privados con capacidad de hasta ocho personas. Al menos, Mickey, Palmon, Betamon y yo podemos ir a verte tantas veces como queramos. Incluso tú podrías venirte a pasar un finde aquí.

-Eso sería estupendo, mamá -exclamaba Momoko emocionada.

-Además, he estado hablando con tu padre para ver si estaba de acuerdo en mantener una custodia compartida -refiriéndose también a sus dos hermanos. En ese momento, Mimi hablaba nerviosa-. Quiero participar en vuestra vida como una mamá de verdad, como lo hice con Satoshi. Y esta vez, voy a esforzarme para serlo y que me queráis.

-Mamá, yo nunca he dejado de quererte -protestó Momoko entre risas.

-Y yo tampoco, mamá Palmon -objetó Ralmon.

-Ralmon -comentó Palmon emocionada.

-Lo sé, mi niña -decía Mimi, y en ese momento, la mujer se mostró nerviosa y dubitativa-. Es que… Tras el secuestro… Y cómo apenas, te dirigiste a mí… Y tu interés por Yayoisan…

Momoko agachó la cabeza comprendiendo los sentimientos de su madre, y sin saber qué decir ante aquella situación, cuando dijera lo que dijera, podría hacerle mucho daño.

-No te preocupes, mi vida -habló Mimi de inmediato con una pequeña sonrisa-. No tengo nada en contra de Yayoisan. De hecho, me alegro de que ella fuera vuestra madre y os hubiera educado como si fueran hijos suyos -comentó con tanta sinceridad, donde todo su dinero no sería suficiente para compensar todo lo que la mujer de Jou había hecho.

-Aunque… Yo me porté muy mal con ella… Siempre… -reconocía Momoko-. Como te tenía idealizada… Y me hacías muchos regalos… Trataba fatal a mamá Yayoi…

Sin embargo, desde la batalla contra Unschuldmon, y habiendo escuchado muchos rencores hacia ella, en aquel cuadrilátero que había tenido encerrados a su medio hermano, a Ralmon, Aruraumon y a ella, le habían hecho mucho daño. Tras haber ganado al digiclon, y comprendiendo cuánto daño hacía unas simples palabras dichas por sus amigos, había decidido cambiar. Había sido muy duro, porque a veces aflojaba sus malos hábitos. Pero entonces, cuando Yggdrasill les había mostrado los turbios pasados de cada uno, junto a su decisión de cambiar como persona, había visto a su yo del pasado y como había tratado a Yayoi. Aquella imagen le parecía monstruosa. Le habían comido tantos los remordimientos, que no paraba de pensar en el deseo de regresar a su casa y disculparse humildemente con Yayoi.

Desde que se había disculpado, quería decirle mamá. Pero le daba tanta vergüenza, que sino fuera porque ahora tenía buenas migas con Sanae e Izumi, no habría podido dar el paso, y a atreverse a llamarla mamá. Cuando lo había hecho, su familia se había quedado doblemente sorprendida, y Yayoi, que estaba secando un plato, se le había resbalado de las manos y había corrido hacia ella, abrazándola con tanto amor, que Momoko, sintió la necesidad de disculparse, nuevamente, con humildad.

Su hermano mayor se sentía muy orgulloso de ella, de que estuviera cambiando de verdad, y no fuese de boquilla, como había sido el caso de Satoshi. Eso la había molestado, pero había logrado contenerse y a aceptar las críticas cuando se le presentaran.

-Mamá, ¿recuerdas cuando te decía que quería irme a vivir contigo porque mamá Yayoi me trataba mal?

-Si -contestó simplemente Mimi.

El día en que su hija le había dicho aquello, de inmediato se había puesto en contacto con Jou para exigirle qué es lo que le estaba haciendo su mujer a su pequeña. Jou se había defendido agresivamente de que no estaba pasando nada malo, y claro, como Mimi había creído firmemente a su hija, le había respondido de igual manera, quedando ambos peleados.

No sabía qué había desencadenado aquello en la familia de su ex, pero lo que ahora sabía, es que su hija le había mentido.

-Era mentira -reconoció ella avergonzada-. Es que… antes no me gustaba mamá Yayoi… -torciendo las manos nerviosa-. Y claro… como papá cree más en la palabra de ella, que en la mía… me castigó por decir esa mentira. Y yo… yo… -con la cara más roja de vergüenza.

Ralmon apoyó su mano sobre su pierna para ofrecer su apoyo. La digimon sabía muy bien lo que su amiga había hecho, incluso lo había apoyado, porque también estaba había estado cegada ante las buenas intenciones de Yayoi.

-Yo amenacé a mamá Yayoi con que… si decía algo contra mí… Ralmon le haría algo malo -confesó entre lágrimas-. Le dije eso… A ella… Que siempre se ha esforzado por ganarse mi cariño… Pero yo no lo quería… Porque ella te había alejado de papá… Pensaba que por culpa de ella, tú te habías marchado… Creía que si ella no estuviera, podríamos estar de nuevo juntos… Pero… Pero…

-Momo… -murmuró Mimi llorando igual que su hija. Tenía una expresión triste, ya que ella también tenía que confesarle algo muy importante.

Ella no era tan buena madre, como creía. Le contó cómo los había abandonado sin más, por la buena vida que ofrecía Michael.

-Por eso -tras habérselo contado todo, sin haber omitido ningún detalle-, tu padre tiene la custodia total de los tres… Y yo lo acepté sin pelear… Tuve a Satoshi y lo crie entre algodones y con ayuda de asistentas… Yo he sido madre de cuatro hijos… Pero, no soy capaz de serlo, cuando me rechazan… Por eso… Admiro muchísimo a Yayoisan… Ella ha sido capaz de hacer lo que yo no he podido… Ha criado a Sei, siendo ahora un gran muchacho… Y a Shin desde muy chiquitito, como si fuera su propio hijo… Y tú… Aunque hayas tenido tus roces con ella, se ve que ha dejado huella en ti… Y que la aprecias con el mismo amor maternal que me tienes a mí…

-Mamá… -murmuró Momoko entre lágrimas- ¿Te parece mal que quiera a mamá Yayoi como te quiero a ti?

-¡Claro que no! -contestando de inmediato con una amplia sonrisa sincera-. Competir con una persona tan maravillosa como ella, sería muy feo… Y ya he cometido muchos errores en mi vida…

-Mami… -sonriendo ella aliviada.

Desde sus posiciones, Palmon y Ralmon también lloraban emotivas. Presenciar como ambas se sinceraban y cómo se querían mutuamente, donde eran ellas mismas, las embargaba de una emoción imposible de explicar.


Sin embargo, aunque las chicas temiesen por sus madres, no podían ausentarse para ayudar a Aki y a Tsukiyomimon. Lilithmon era una oponente que al mínimo descuido de las cuatro digimon, podría significar un grave error. Además, las cuatro digimon se negaban a abandonar el lugar de batalla, sin antes acabar con esa digimon tan creía.

Su orgullo y su dignidad estaban muy por encima, y demostrar que aquellas cuatro digimon eran mucho más poderosas que esa digimon que se creía la reina de las digimon féminas.

En el otro lado de la batalla, donde peleaban los hermanos Ichijouji junto a Sei y Nat, estos también habían observado como en la zona de los búnkeres, otro enemigo había aparecido y peleaba contra Tsukiyomimon (seguramente, suponían).

Nat miró al frente, donde Bennumon y los demás tenían que cuidarse mucho de las espadas de Piemon, y especialmente, de esas sábanas que lanzaba de vez en cuando y que podrían convertirlos en muñecos.

-¡No os distraigáis y enfoquémonos en el combate! ¡Si perdemos la concentración, nos irá muy mal!

Los dos hermanos Ichijouji junto a Sei se miraron extrañados. Se supone que de todos ellos, ella tendría que ser la que más preocupada estaba. El que corría peligro era su hermanito Aki. El que poseía un digimon en el nivel kyuukyokutai y del cual no tenía ningún ataque ofensivo y sólo servía para defender. Por mucho que éste estuviera defendiendo los búnkeres de aquel enemigo, una batalla no podría ganarse defendiendo. Era arriesgado pensar que el oponente de tanto atacar se quedara sin energía, pero, ¿y si el oponente era demasiado fuerte cómo había pasado con aquel falso Omegamon que se habían enfrentado Tsukiyomimon con su hermano digital y los digimon de los dos Yagami?

Además, si el enemigo los había sorteado sin que se dieran cuenta, estaba claro que no sería moco de pavo. Homeostasis había preparado aquello, con la clara intención de que ellos fueran los primeros en sufrir. A ellos les habían designado los enemigos más poderosos y diabólicos. Y aquel séptimo digimon no debía ser una excepción.

-Ishidasan, creo que deberías ir a ayudar a tu hermano, de inmediato. Nosotros podemos ocuparnos de Piemon -propuso Osamu.

Natsumi se alteró por unos instantes.

Era la primera vez desde hacía nueve meses que Osamu le dirigía la palabra, y aún por encima, lo hacía llamándola formalmente por su apellido.

Le producía una rabia terrible, que tuvo que apretar los puños para controlarse.

-Osamukun tiene razón -apoyó Sei, quién desconocía todo el embrollo por el que ambos habían pasado-. Nosotros ya nos las arreglaremos como podamos contra Piemon.

Minami miraba a Nat con algo de compasión, imaginándose cómo debía afectarle que su hermano se dirigiera a ella, de esa forma tan fría. Tenía ganas de golpearlo, por ser tan terco y no darse cuenta de que sus acciones la perjudicaban tanto a él como a ella. Pero su hermano insistía en que ella debía estar con Toji, y que su amor no podría durar porque todavía eran unos críos. Y él, el año que viene, se graduaría e iría a la Tamachi, estando más distanciados que nunca.

-Nosotros podremos encargarnos de Piemon -apoyó Ventusmon, quién no asociaba el dolor de Nat con las palabras de Osamu.

Marineangemon se encargaba con sus burbujas de eliminar todas las sábanas que lanzaba el digimon payaso. Mientras que los otros tres digimon, se encargaban de lanzar sus ataques ofensivos y de esquivar las espadas, que podrían causarle un daño mortal.

-No te preocupes, por nosotros, ve -le dijo Indramon a Bennumon-. Tienes que salvar a tu hermano.

-Nat… -murmuraba Minami, donde cómo hermana, quería instarle a que se fuera para ayudar a su hermano pequeño. Pero, por alguna razón, no se atrevía a decirlo.

Su amiga estaba quieta mirando la batalla, sin poder descifrar la expresión que tenía en su cara.

Su digimon, aprovechó cómo Indramon y Ventusmon atacaban con todo para poder mirarla, y que ella decidiera lo que tenían que hacer.

-¡Vamos, Ishidasan! ¡Tu hermano está en peligro! -le dijo Osamu para hacerla entrar en razón. Se sentía muy preocupado por lo que pudiera pasarle aquel niño. Aquel niño, como su título indicaba, era especial. Pero para Osamu era especial, porque gracias a él, había abandonado la oscuridad a la que había estado sumergido cuando habían ido al Mundo Digimon. Él lo había salvado y le había abierto los ojos. Y lo más importante, había descubierto lo que era el afecto.

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En el lugar donde los hermanos Yagami junto a Yuuta y sus digimon peleaban contra Diaboromon, ambos hermanos, también instaban a Yuuta a que fuera corriendo a salvar a su hermano.

-No puedo dejaros solos contra Diaboromon.

-Pero Aki está sólo -le recordaba Sanae, extrañada de que su novio no se sintiera tan preocupado por su hermano, cómo solía pasar.

-No hay ningún problema con eso -comentó Yuuta con una sonrisa tranquila.

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-¡DEJA DE LLAMARME ISHIDA DE UNA VEZ! -explotó Nat fuera de sí- ¡¿ME REPATEA MUCHO O ES QUE YA LO HAS OLVIDADO?! -declarando con rabia, dirigiéndose hacia Osamu.

Aquel grito había asombrado a Minami y a Sei. La niña observaba a su amiga con algo de temor.

Sin embargo, como para Osamu la vida de aquel niño era mucho más importante, no le importó contestarle en su mismo tono.

-¡¿Y TÚ HAS OLVIDADO LO QUE DIJO TU HERMANA?! ¡NO ESTAMOS PARA ESTAS TONTERÍAS! -le respondió Osamu con el mismo coraje que ella- ¡Tu hermano está en peligro! ¡Y si no quieres ir a ayudarle tú, iré yo!

-No hace falta que vayas -respondió Nat más tranquila, ante la incredulidad de éste. Estaba por decir algo, pero Nat añadió-. Tsukiyomimon también ha estado entrenando muy duro con Metalgarurumon y Hououmon. Quizás, siga siendo un digimon defensivo. Pero tiene un arma con la que poder pelear.


Viernes, 30 de noviembre del 2029

-¿De qué querías hablar conmigo? -preguntó Nat.

Tras haber sido informada de que su primo mayor le pedía que fuera a la oficina del consejo estudiantil, urgentemente, al entrar a la sala, se había quedado sorprendida de que no estuviera ninguno de los demás miembros del consejo. Sólo su primo y ella, como si quisiera contarle algo confidencial.

Su primo estaba sentado en el sillón como el presidente que era y las manos entrelazadas, como si tuviera rumiando sobre algo muy importante.

Luego, se echó hacia atrás y con un suspiro, asomó una amplia sonrisa y le dijo.

-Felicidades, prima. A partir del año que viene, tú serás la nueva presidenta del consejo escolar.

Nat se quedó parada de la sorpresa.

¿Ella?

¿Presidenta?

¿Por qué?

¿No se suponía que tenía que serlo su primo Takeshi que era el vicepresidente?

-Sí… -arrastrando la palabra y rascándose el cuero cabelludo-. Pero Takeshi lo ha rechazado.

-¡¿Por qué?! -preguntó Nat con la boca abierta.

-Bueno… Ya sabes como es mi hermano. No le gustan las grandes responsabilidades. Y prefiere verlo todo desde las sombras -excusándolo con una sonrisa nerviosa-. Y eso le quitaría tiempo para pasar con Misatochan. Aunque, la razón principal de que porque no quiere, es por lo primero que te he dicho.

¿Y alguien así aspiraba a ser abogado? Quería preguntar Nat.

-¿Y por qué me encargas a mí el puesto? ¿Qué hay con Toji? Tiene más madera de líder que yo -a Musuko no lo nombraba, ni por asomo.

Desde que Musuko era el tesorero del consejo escolar, ella tenía que arreglar todos sus tejemanejes, porque mezclaba los presupuestos de los clubes deportivos con los festivales escolares y otras cagadas más que Nat había tenido que arreglar.

-No miento que Toji podría ser un buen candidato. Pero tú eres mucho más responsable y trabajadora. Has sabido mantener la estabilidad y has cumplido las funciones atribuidas a Takeshi, aún con todo lo que pasaste con el rechazo de Osamukun.

Nat miró el suelo, como si las palabras de su primo la hubieran afectado en algo.

-¿Me darías tiempo para pensarlo con calma?

-Claro.

Ser presidenta del consejo estudiantil.

Repitió Nat en su cabeza.

Eso le confería grandes poderes y una enorme responsabilidad.

Si lo pensaba desde otra perspectiva, podría ser una prueba para saber si lo que quería ser, podría convertirse en realidad.


En el lugar donde estaba Aki, éste se encontraba detrás de Tsukiyomimon.

Neodevimon había estado tan confiado en el nulo poder ofensivo de Tsukiyomimon, que había atacado con toda seguridad con sus largas garras, creyendo que éste sólo se defendería con su barrera. Eso le daría la oportunidad a aprovechar ese instante y lanzar su ataque contra los búnkeres. Eso haría que Tsukiyomimon prestase su atención en aquellas fortalezas y él volvería a escabullirse bajo el suelo. Lo que Neodevimon no contaba era con que aquel digimon, que supuestamente no servía para luchar, pudiera defenderse con algo más, aparte de sus barreras mágicas.

Tsukiyomimon había hecho uso de su espada para contrarrestar las garras de Neodevimon. Algo impredecible.

Pues sólo dentro del seno de la familia de Yamato y Sora conocían aquel recurso que Tsukiyomimon podía usar para poder atacar.

Kabumon se había sentido fatal por no poder servir nada más que para defender. Todo lo contrario en su etapa como Kabumon que tenía un ataque de fuego como sus padres. Incluso en sus posteriores digievoluciones, tenía ataques poderosos que estaban al nivel de sus hermanos digimon. Pero cuando llegaba al nivel kyuukyokutai, todos esos ataques se esfumaban como humo, y su poder estaba condensado en las potentes barreras que creaba o en el de aumentar el poder a quién quisiera. Como si fuera un digimon sagrado puro que se negaba a pelear. Por eso mismo, Kabumon les había pedido a sus padres digimon la posibilidad de poder enfrentarse a los enemigos, aunque fuera cuerpo a cuerpo. Y eso es lo que había entrenado. Y aprovechando que tenía la espada de adorno, estuvo entrenando con ella para combatir cómo lo habían hecho los guerreros medievales europeos. Y ahora, la había usado para bloquear la garra de Neodevimon y tenerlo donde lo quería, cerca de él, y la oportunidad perfecta para purificarlo al instante.

Mientras bloqueaba sus garras con su espada, liberando la otra mano, la estiró hasta colocarla a pocos centímetros de su rostro y una luz pura y sagrada emanó de ella, que le dio de pleno al digimon kazentai.

Aquella luz tan poderosa envolvió toda la zona, donde fue lugar de expectación para los combatientes en primera línea.

La gran mayoría no entendía qué es lo que estaba pasado. Sólo unos pocos como los hermanos del niño, o los más vinculados al poder de la luz, intuían que aquel digimon que se había colado, había sido purificado.

-Está claro que no es imposible -presumía Aine, echándose la melena hacia atrás-. Vamos, Amaterasumon, demostrémosle nuestro poder a ese digimon demonio falso y démosle un buen zasca a Homeostasis.

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Cerca de la costa donde Elpidamon junto a los dos digimon ángeles batallaban contra Diaboromon, éste los animaba a que no se quedasen atrás, y que le demostraran el poder de su luz y esperanza a ese pérfido ser que jugaba con las emociones humanas.

-Elpidamon, tiene razón. Purifiquemos a estos digimon para que vuelvan al lado de sus compañeros humanos -animaba Takeshi, aunque por dentro, sentía una rabia tremenda.

Era indignante como aquel ente, había obligado a digimon inocentes a digievolucionar a una forma demoníaca, con el simple objetivo de crear el pánico en ellos, al traer los fantasmas del pasado y que sus padres habían enfrentado con sudor y lágrimas.

Sin embargo, aunque se sentía airado por esa situación, había aprendido a calmar su rabia y a no exteriorizarlo a la mínima provocación.

Ni sus hermanos, ni sus padres, ni los digimon tenían la culpa para que pagasen por su malestar. La culpa sólo la tenía él mismo, por dejarse imbuir por esa rabia que no conducía a nada bueno. Algo que había aprendido durante su combate contra Dunkelmon y Lichtmon. Una lección que incluso Archpiddomon también había aprendido.


Junio del 2033

En el descanso para comer, tres jóvenes adolescentes se encontraban junto a sus digimon tomando el bento al aire libre.

Con el tiempo soleado que hacía fuera, era mucho más apetecible tomar sus comidas fuera que en la asfixiante cafetería del insituto. Con todos los estudiantes junto a sus digimon, aquello sería como una olla exprés.

Pues sólo durante los descansos para comer o durante las actividades extraescolares, los profesores permitían que los digimon pudieran entrar en el recinto escolar y acompañar a su respectivo compañero humano.

Y por supuesto, las tres hijas mayores de los digielegidos, aprovechaban ese momento más que nunca para psarlo juntas. El año que viene, Sanae se graduaría y se marcharía a estudiar a la universidad de Estados Unidos, por lo que les quedaba muy poco tiempo para estar las tres reunidas.

Pero Sanae no era la única en marcharse lejos de Japón.

-¿Tú también te irás a Estados Unidos cuando te gradúes? -preguntó Izumi con mucha sorpresa.

Momoko respondió a la pregunta de su amiga con una amplia sonrisa.

Sanae la miró con cierta incertidumbre.

Debido a la gran insistencia de la madre de Momoko, Yuuta y ella convivirían en la lujosa mansión de Mimi. No es algo que a Yuuta (y mucho menos a sus padres) les hiciera gracia, pero era tal los extremos que Mimi era capaz de llegar, que, prácticamente, estaban obligados a vivir en su casa. Por un lado, era una ventaja, porque así podrían centrarse de pleno en sus estudios. Y para ella, que quería estudiar interpretación, tenía la oportunidad de practicar con la madre de Momoko y su familia, y de que la corrigiera en el habla.

Sin embargo, si Momoko también venía a Estados Unidos, era lógico pensar que viviría con su madre.

A Sanae le resultaba imposible de pensar que lo hacía porque no había sido capaz de superar su amor por Yuuta. Más que nada, porque ella había sido la que más la había animado en su relación y convencida de que los sentimientos de Yuuta por ella eran correspondidos.

Pero, le preocupaba que Yuuta se diera cuenta de los encantos de Momoko. Ella había cambiado muchísimo, desde las aventuras que habían tenido. Ya no era la misma chica malcriada de entonces. Ahora era una muy buena persona que se preocupaba por los demás, y que se esforzaba en ayudarles. Y al ser tan guapa…

-Tranquila, Sanaechan, que no pienso quitarte a tu noviecito -le dijo Momoko, como si le leyera la mente-. Además -acariciando a Snowoagumon con ternura que dormía tranquilamente en su regazo-, desde hace mucho tiempo, me he dado cuenta, de que Yuuta sólo tiene ojos para ti. Pase lo que pase, eso nunca va a cambiar -mirando después a su amiga con una sonrisa inocente-. Se nota que estáis hechos el uno para el otro -Sanae asomó una pequeña sonrisa, con las mejillas ligeramente coloradas. Se sentía culpable por haber sospechado de su amiga y de su amor por Yuuta-. Lo mismo va por ti, Izumichan -girando la cabeza y guiñando el ojo a la pelirroja-. Espero que cuides de Seinii en mi ausencia.

La pelirroja se puso igual de roja que la morena y agachó la cabeza, ante el largo suspiro de Tentoytomon de cómo ella se mantenía introvertida cuando se trataba de su novio.

-¿Y ya tienes pensado a qué universidad de Estados Unidos vas a ir? -le preguntó Sanae.

-La verdad… -jugando con las manos nerviosa-. Es que no pienso ir a la universidad.

Las dos chicas la miraron sorprendidas y preguntando al unísono el porqué.

-Bueno… Yo no soy muy buena en los estudios como mis hermanos. Ya sabéis que mis notas son muy justitas.

-Jou le echa cada sermón, que menos mal que Yayoi interviene en su defensa, que sino… -recordaba Ralmon con algo de miedo cuando Jou se ponía furioso por las notas de su hija. Ni que hablar cuando ella le había dicho que no iba a ir a la universidad.

-Yo no valgo para estudiar. Y sería una pérdida de tiempo y de dinero -reconocía con algo de lástima-. Ya hablé con mi padre y con mamá Yayoi sobre esto. Y aunque papá estuvo que echaba humo, al final aceptó.

-Hasta cuando se lo dijo a la mamá de Momo por videoconferencia, también se indignó de que no fuera a la universidad cuando tenía la posibilidad. Hasta dijo que lo del dinero era una tontería, porque podía pagárselo ella. Por suerte, Yayoi y Michael sí la comprendían y lograron convencer a los padres de Momo de que respetasen su decisión -relataba Ralmon.

-¿Y entonces? ¿A qué vas a Estados Unidos? ¿No será a vivir la buena vida? -preguntó Tentoytomon prejuicioso, donde eso era lo que menos le convenía.

Si Momoko y Ralmon se iban con su madre para vivir en libertad, seguro que eso decepcionaría mucho a Seiichirou. Eso desencadenaría que su amiga Izumi tuviera que estar consolándolo continuamente, sin disfrutar de la bonita relación que ambos tenían.

-¡No! ¡No! ¡Claro que no! -negándolo como si hubiera dicho alguna barbaridad-. Aunque no sirva para estudiar, al menos tengo una cara bonita y una buena figura, y pensaba en convertirme en modelo o actriz.

-¿Y se lo has dicho también a tus padres? -le preguntó Sanae, donde se le hacía raro imaginar que Jou Kido aceptase aquello.

-Claro que sí. Y por supuesto que eso tampoco le gustó a papá. Pero le insistí, porque es lo único que tengo y que puedo aprovechar. Mamá dice que podría valer, aunque también no me garantizaba que tuviera éxito. El mundo del espectáculo, aún con conexiones, es muy duro y me pueden tratar de oportunista por ser la hija de quién soy. Pero yo no quiero entrar por ser la hija de quién soy, sino que quiero hacerlo por mí misma.

-Pero a Mimi y a Palmon les preocupa que el rechazo y la vida, la angustie, y que cometa alguna locura.

-La verdad -decía Izumi poniéndose en la piel de las rivales de su amiga-, es que puedo entenderlo. Si una compañía te aceptasen por ser hija de alguien famoso, las otras personas que se esfuerzan y tienen que sacrificar muchas cosas, te tacharían de oportunista y te insultarían y te harían cosas terribles. Seguro que eso es lo que a Mimisan le preocupa.

-¡Pero pienso esforzarme sin depender de las conexiones de mamá ni de papá Michael! -protestó Momoko en su defensa- ¡No pienso aceptar nada que esté relacionado con ellos! ¡Quiero conseguir las audiciones que hayan y los papeles por mis propios medios! ¡Quiero ser como Minamichan que ha estado trabajando duramente desde muy joven hasta llegar a ser lo que es ahora! -bajando ahora la cabeza avergonzada-. De hecho… Ella fue la que me inspiró a decidirme por lo que quiero ser. Minamichan comenzó desde cero, y ahora es una reconocida seiyuu en Japón y fuera del país.

-Ciertamente, es admirable cuánto ha logrado. Pero también, es porque ha sido perseverante y se ha esforzado mucho por conseguirlo.

-Aunque también tuvo sus zancadillas y sus penas -recordaba Sanae, lo que Nat le contaba sobre su amiga, y cómo en muchas ocasiones, ella había su paño de lágrimas para consolarla. La amistad de Nat con Minami, se había reforzado, cuando Nat había empezado a salir con Osamu hace unos meses.

-Pero aún así, siguió adelante sin rendirse. Ella es la representación de que con esfuerzo y perseverancia todo puede hacerse realidad.

La morena y la pelirroja se miraron, donde les parecía bastante gracioso como al principio, la Ichijouji era la manipulada por Momoko, y ahora, con el cambio de ambas para bien, era la Ichijouji quién ejercía una influencia positiva en Momoko.

-Bueno, se te ve muy convencida y con ganas -comentó Sanae-. Y como viviremos bajo el mismo techo, podrás contar con mi hombro para llorar cuando lo necesites.

Momoko la miró con lágrimas de emoción y la abrazó con fuerza, agradeciendo a todos los dioses de tenerla como amiga. Daba gracias a que Sanae no fuera rencoroso por lo que le había hecho en el pasado. Tenía tanto que agradecer, que lo que más agradecía era poder contar con verdaderas amigas que estarían allí para cuando las necesitase.


Aki miraba a su digimon con atención.

De aquel demonio maligno sólo había quedado un Poyomon que no entendía que estaba haciendo allí. Se encontraba confuso, como si no supiera en lo que le habían convertido o que se había ido con Homeostasis, por petición lagrimosa de su pequeño compañero humano. Aquel pequeño digimon estaba tan desesperado, que llamaba el nombre de su compañero una y otra vez.

-Tranquilo. Él estará bien -le dijo Aki cogiéndolo en sus brazos-. Pronto volverás al lado de Tarokun -animándolo con una amplia sonrisa.

-¿Qué me ha pasado? ¿Por qué estoy aquí? ¡No entiendo nada! ¿Y Taro? ¿Dónde está, Taro?

Aki le hizo preguntas sobre lo último que recordaba, pero el digimon le había contestado que lo último que recordaba es que estaba jugando en el parque feliz y contento con su compañero humano, que después, fue como si se sumiera en algún sueño profundo. Ni siquiera le sonaba el nombre de Homeostasis, o el hecho de haberse ido con él.

-¿Es posible que Homeostasis les haya hecho un lavado de cerebro a todos estos digimon? ¿Tú qué opinas, Tsukiyomimon? -viéndolo, donde no decía nada y desde que lo había purificado, no se había movido en absoluto.

Aki advirtió como su digimon miraba la mano con la que había expulsado la luz purificadora, y la abría y la cerraba como si buscara algo. El niño le preguntó qué le pasaba, a lo que el digimon le contestó.

-Creo que tenemos un problema muy importante.

-¿Un problema? ¿Cuál? -preguntó aún más confuso.

-Al purificar a ese digimon, mi poder se ha reducido en un veinte por ciento. Si continuase purificando a los digimon, después de haberlo hecho con cuatro más, no podré seguir manteniendo esta forma y hasta dudo que dedigievolucione a mi forma de Punimon -esa noticia no era muy buena, por lo que Aki miró al frente, donde purificar a todos los digimon sería imposible-. Si llegara a ese extremo, sólo quedarían Amaterasumon, Elpidamon, Starangewomon y en caso casi probable, Archpiddowomon. Pero aún así, es imposible poder purificar a todos los digimon controlados por Homeostasis que están por todo el mundo.

Aki arrugó el cejo, imaginando que esos cálculos habrían estado en mente de Homeostasis. Por eso, había obligado a digievolucionar a muchos digimon, porque sabía que no todos podrían ser salvados.

Contactó con Kazumi exclusivamente, para que ella pudiera optar por alguna solución a ese problema.

Ni de broma querían quedar como asesinos de digimon que habían sido víctimas de un ente tan retorcido como Yggdrasill..

La pelirroja, al darse cuenta de que no podrían devolverlos todos a la normalidad como pensaba, a su hermana se le ocurrió una idea.

-¿Y si prolongamos la batalla, hasta que nuestros padres eliminen a Homeostasis? Al desaparecer él, no desaparecería, la digievolución forzada y los digimon volverían a ser los que eran.

Era una probabilidad, y que en medio de aquella situación y con la presión encima, no podían pensar en otra. Kazumi se la consultó a su padre, dándole las consecuencias que habían quedado tras la purificación del primer digimon.

Yamato y Sora al escuchar cómo su hijo pequeño había logrado salvar la vida de un digimon, se sintieron orgullosos y motivados a encararse con Homeostasis. Pero la alegría no duró mucho, ya que Koushirou creyó que al ser un nivel de kazentai, la reducción de poder del digimon que lo hacía, era equiparable a ese nivel.

-En otras palabras, cuando se produzca la purificación sobre un digimon kyuukyokutai, la reducción de poder del digimon que lo haga, puede que sea de más del veinte por ciento.

Las hermanas Izumi al escuchar aquella noticia, no podían evitar que estaban en una situación más complicada de lo que hubieran imaginado.

-Pero, ¿es factible la idea de tus hijas? -le preguntó Taichi.

Koushirou asintió, por lo que Taichi y el resto animó a sus digimon a que dieran todo de sí para derrotar a Homeostasis, mientras les indicaba a sus hijos que intentasen aguantar todo lo que pudieran.

-¡Tenemos que hacer eso, ya! -exclamó Daisuke- ¡Vamos, Ken! -con su dispositivo en mano.

Y al igual que en la batalla contra Yggdrasill, Imperialdramon y Banchostingmon se fusionaron en un solo digimon. También se fusionaron Wargreymon y Metalgarurumon.

Durante el momento en que los hijos y sus padres intercambiaban información sobre lo ocurrido, Homeostasis había sentido como había perdido a uno de sus hijos y vuelto a ser aquel digimon influenciado por los humanos. Sin embargo, su sacrificio había servido para debilitar a aquel peligroso digimon, y obtener una idea para comenzar con la exterminación de humanos y compañeros digimon.

Cuando las dos fusiones se habían completado, todos observaron cómo Homeostasis se había envuelto en una barrera con forma de círculo y cruzado las piernas como si estuviera en una pose de zen.

Aquello les hacía pensar que algo malo estaba tramando. Antes de darle la oportunidad para que lo hiciera, los digimon atacaron con sus poderosos ataques.

El continuo ataque de los digimon, había hecho una grieta, por lo que podrían detener hiciera lo que estuviera haciendo.

Pero de repente, Homeostasis abrió sus ojos, donde de ellos sólo había un brillo blanco aterrador.

-"Hijos míos, los humanos son seres débiles que os usarán hasta que no sirváis para nada. No debéis tener piedad y centraos en la destrucción de esa especie y salvar a vuestros hermanos de la esclavitud a la que están sometidos."

.

La voz de Homeostasis redundaba por todo Tokyo, donde los seis digimon digievolucionados se habían detenido y con los mismos ojos brillantes que poseía, en esos momentos, su "padre".

.

"A vosotros, hijos míos, sois los elegidos para salvar a vuestros hermanos de su condenación. Con mi poder, os brindo la capacidad para que destruyáis a esos seres que tratan de deteneros y enfoquéis vuestra misión en los humanos que se encuentran dentro de esos búnkeres. Tomad mi poder y haced uso conjunto de él para eliminar a esos miserables estorbos."

.

Los seis digimon brillaron con tanta luz, que los digimon de los hijos de los elegidos sentían un poder inmenso donde sería imposible alargar la batalla como pretendían.

Aún así, alertados por lo que presenciaban sus padres en el mundo blanco, los digimon trataron de detenerlos, pero aquella luz que los envolvía, les provocaba un daño a sus cuerpos, como si aquel resplandor estuviera imbuida con fuego.

.

"El fuego divino que todo lo quema y purifica. Ese es vuestro destino humanos y compañeros digimon."

.

Sin poder acercarse a ellos, sólo pudieron ver cómo aquellos seis digimon empezaron a murmurar palabras sueltas, pero que estaban relacionados con la exterminación hacia los humanos.

.

Odio.

Matar.

Humanos.

Compañeros digimon.

Odio.

Matar.

Humanos.

Compañeros digimon.

.

No paraban de repetir eso una y otra vez.

Sin poder acercarse, sin poder detenerles, a los hijos de los elegidos y a sus digimon sólo les quedaba ver cómo murmuraban esas palabras con desdén, mientras se iban llenando de energía que Homeostasis les ofrecía.

El cielo empezó a nublarse con nubes oscuras como si fuera provocado por aquel ente divino.

Relámpagos empezaron a caer descontrolados, donde la prioridad de los digimon era el de poner a salvo a sus propios compañeros humanos.

.

Odio.

Matar.

Humanos.

Compañeros digimon.

.

Esas palabras continuaron repitiéndose ante aquellos fenómenos naturales que también caían sobre los propios digimon oscuros.

Kazumi siendo sujetada por Hachimon, escaneaba a los seis digimon y como su nivel de potencia iba aumentando como una pila cuando era cargada, excediéndose, donde el poder que aquellos digimon tenían almacenado en sus cuerpos, podría hacerlos explotar.

Alertó a sus amigos de lo que había descubierto.

Pero, ¿cómo detenerlos?

Con la preocupación encima, antes de que la barra de potencia de nivel tocase su límite, los seis digimon con sus ojos blancos y brillantes miraron hacia arriba y empezaron a preparar sus ataques.

¿Qué pretendían hacer?

Todos aquellos ataques se concentraron en el cielo y que envolvía a toda Odaiba. Una gran cantidad de energía conjunta de los seis digimon se encontraba ahí condensada, y que Kazumi al revisarla con Tablet , sólo pudo decir.

-¡CORRED! -exclamó aterrorizada.

No tenía tiempo para explicar que si esa concentración de energía caía sobre la tierra, su potencia sería la misma que la de una bomba atómica. En otras palabras, aquello tenía el suficiente poder como para destruir toda la región en un segundo.

Esa energía cayó por el efecto de gravedad, provocándose una tremenda explosión que sacudió el interior de los búnkeres, como si de un terremoto se tratara.

.

MUNDO BLANCO

El intercomunicador que les permitía comunicarse con sus hijos, hacía un sonido de interferencia, después de haber escuchado el terrible estruendo al otro lado. Cada uno de los elegidos, trataba de ponerse en contacto con sus hijos y saber si estaba bien.

Un estruendo acompañado de la pérdida de contacto con sus hijos no era buena señal, y motivo suficiente para que todas las mujeres empezasen a llorar, desesperadas por lo que les pudiera haber pasado a sus hijos. Los hombres, por su parte, miraban con odio e ira hacia el responsable de todo aquello. Un sentimiento compartido por los digimon. Ellos no podían perdonar que ese ser le hubiera hecho algo así a sus hijos y a los hijos de sus amigos. Lanzados por ese sentimiento de rabia, todos volvieron a lanzar sus poderosos ataques, rompiendo aquella barrera por completo.

Sin embargo, habiendo conseguido lo que Homeostasis se había propuesto, ya no había necesidad de ello y enfocarse más calmado en la batalla contra esos doce humanos y sus digimon. Una vez que hubiera terminado con ellos, exterminaría al resto de humanos y digimon que quedaban en el mundo real.

Con la muerte de sus hijos, y rompiendo todo balance de equilibrio y sentido común, debía aprovecharlo para no perder más tiempo en ese mundo absurdo.


Junio del 2032

Shin suspiró con fuerza.

Era verano y estaba en una de las etapas más complicadas de su vida. Tenía dieciocho años y el año que viene, si aprobaba el examen de acceso, iría a la universidad.

Lo peor de todo aquello es que se mostraba inseguro sobre la carrera que se había decidido. Medicina al igual que sus padres y su hermano mayor.

El problema de aquello, es que cada vez que veía una gotita de sangre, entraba en un estado de pánico, que se ponía todo nervioso y a cerrar los ojos para no seguir viendo.

Durante más de un año, se había estado esforzando en querer superar su fobia, pero daba igual cuantas películas gore viera que no funcionaba.

Sino fuera porque ya estaba enramado en el área de ciencias, habría cambiado de opinión.

Ante su inseguridad y su miedo, su hermano mayor Sei le había propuesto que fuera a su universidad de visita, y así, ver si algo le despertase el interés en seguir por el camino de la ciencia.

Shin envidiaba muchísimo a su hermano. Él ya estaba en su tercer año de medicina.

Desde mucho antes que él se decidiera, había querido ser médico de digimon como su padre. Y Sei podría lograrlo sin tanto esfuerzo como pasaba él. Se le daban muy bien los estudios, no tenía fobia a la sangre ni a nada parecido. Y los exámenes de la universidad le iban de maravilla. La contraparte la ponía él, como el pequeño de la casa que era. Tenía que asistir a una academia para poder enterarse mejor de las cosas, tenía que ser ayudado una y otra vez por su padre y su hermano en los temas que no entendía. En ocasiones, también lo ayudaba su madre cuando no estaba ocupada con las cosas de casa.

Tener que necesitar tanta ayuda lo desanimaba tanto, que Kawamon no paraba de animarlo una y otra vez. Incluso su madre le había comentado que su padre también había tenido problemas con los estudios a su edad. Hasta sentirse inseguro sobre la carrera, que por defecto, sus abuelos habían escogido para él.

Sin embargo, aunque le hubieran elegido su futuro, Shin quería ser médico com su padre, pero al mismo tiempo, no quería.

Por eso que Sei le había propuesto que visitase la universidad y viera como funcionaba todo. Y las distintas secciones dentro del campo de la medicina.

Pero nada.

Entre el abatimiento que tenía y el calor asfixiante, donde ni el aire acondicionado de la cafetería de la universidad, lograban quitarle el bajón que sentía, Shin se sentía más desganado y con su futuro muy negro.

A su lado, Kawamon comía despreocupado, dándole de vez en cuando palmadas de ánimo y de que no se comiera la cabeza.

En frente, su hermano y Bolamon tenían más en consideración con el adolescente.

-Entonces, ¿nada ha podido motivarte? Ni siquiera, la psicología -le preguntó su hermano mayor bebiendo un refresco.

-Me moriría de miedo si tuviera que tratar con locos psicópatas -comentó con terror y la cabeza tumbada contra la mesa, dejándose entrever la desesperación sobre su futuro.

-Aquí tiene. Buen provecho.

Shin giró la cabeza al reconocer aquella voz tan familiar. Desde su asiento, observó como Ichijouji Osamu estaba trabajando en la cafetería de la universidad.

-¿Qué hace aquí Ichijouji?

-¡Ah! -pronunció Sei, dejando la bebida sobre la mesa, y dirigiendo su mirada hacia la zona de entrega de comida-. Está trabajando a tiempo parcial aquí. Me dijo que quería ir adquiriendo experiencia.

Shin lo miró con algo de envidia. La sonrisa despreocupada de Osamu al aceptar la siguiente tarea de la encargada, y de cómo Dokunemon le brindaba su ánimo con palabras, le provocaba envidia.

Él tan solo tenía dieciséis años. Era dos años menor que él, y ya tenía enfocada su vida y trabajando ya para conseguir experiencia en el camino que había elegido.

Cocina.

Todavía seguía siendo un misterio para todos de porqué se dedicaba a algo tan vulgar.

Por lo que sabía, gracias a que Osamu había dado clases a su hermana mayor, ésta había aprobado con excelente nota de corte su entrada a la Tamachi. Y no solo eso, sus logros académicos en la Tamachi, eran gracias a que Osamu le enseñaba.

También había descubierto que, de vez en cuando ayudaba a los tres pequeños del grupo (Aki, Daichi y Kazumi). Estaba claro que tenía materia para ser educador. ¿Por qué se había decidido por cocina?

Parece que se le daba bastante bien, ya que cuando Kawamon había descubierto que lo que comía, había sido hecho por él, se quedó impresionado. Y eso que Kawamon era un digimon que comía sin disfrutar de la comida.

Ver cómo Osamu ya empezaba tan pronto a conseguir méritos, hacía que lo envidiara más.

Osamu era igual que su hermano mayor. Personas que ya tenían en mente lo que querían hacer, y que se esforzaban, cada segundo de su vida, en conseguirlo.

-Oye, hermano, ¿es cierto que cuando te saques el título, irás a hacer las prácticas a la clínica que tiene nuestro padre en el Mundo Digimon?

-Si quiero ser médico de Digimon, es lo más normal. Además, estaba pensando en quedarme a vivir allí una temporada -mirando hacia algún punto perdido, imaginándose aquel futuro-. Así podría llevar un registro más exhaustivo de todos los digimon que estén enfermos, y además, podría atenderlos en caso de urgencia.

-¿Y qué hay de Izumisan? ¿No estabas saliendo con ella?

-Por supuesto que se vendría conmigo -comentó él con una sonrisa-. Ya lo hemos hablado. Y le he propuesto la posibilidad de abrir una pequeña tienda de ropa para digimon en el Mundo Digimon. Tendría muchas más oportunidades de ventas que quedándose aquí.

-Tengo entendido que mamá Palmon le pidió que le hiciera unos tres trajes para su fase de Palmon, de Lilimon y Rosemon -intervino Kawamon.

-Pero como Izumi todavía se siente insegura en lo que hace, dice que no hará nada hasta que sea profesional -suspirando fastidiado-. Con las ganas que tengo de que me haga un jersey para el invierno. A Tentoytomon sí que le hace cosas -añadía con un deje de envidia-. Sei -tirando de su camisa-, vamos, pídele que me haga un jersey. Porfa, porfa.

-Yo también quiero uno -pidió Kawamon-. De lana y de color azul marino, a poder ser.

Shin se sintió angustiado de cómo Izumi también tenía claro su camino. Todos en su grupo lo tenían. Incluso Misato, que había estado insegura sobre lo qué hacer, había encontrado algo que le apasionaba. Aunque la que más rabia le daba, era Kazumi. Ella, desde los nueve años, ya tenía pensado lo qué ser cuando fuera mayor. Sólo esperaba que cuando se enterara de que su medio hermano iba a asistir como alumno de intercambio por un año, el año siguiente, no interfiriera en su objetivo.

Todavía no se creía cómo su medio hermano llegaba tan lejos por alguien que pasaba de él.

Aunque lo peor eran dos cosas: La primera, tener que soportarlo en su propia casa, cuando llevaba un año tranquilo sin su hermana Momoko (ya que ella se había ido a vivir con su madre); y la segunda, que su medio hermano ya tenía la vida arreglada por la popularidad de sus padres. Con su cara bonita y su carisma, no le hacían falta nada más para convertirse en lo que quisiera.

¿Por qué todos lo tenían tan claro y él todavía estaba desesperado?

Todo por culpa de la sangre.

Si no tuviera fobia…

Sei miró el reloj de su dispositivo, y sintiéndose apurado de repente, se disculpó con su hermano, de que su próxima clase estaba a punto de comenzar y que tendría que dejarlo.

-¿Sabes cómo salir? Sino, puedo pedirle a algún amigo que te acompañe -lamentándose de no poder hacerlo él.

Shin le dijo que no se preocupara, que podría encontrar la salida sin problemas, y se despidió de su hermano, que marchaba corriendo. Entonces, se dio cuenta de que Sei había estado alargado todo el tiempo posible para estar con él y animarlo.

Sei era muy bueno, y siempre estaba allí para apoyarlo y ayudarlo. Si se marchaba a vivir al Mundo Digimon cómo se proponía, se entristecería mucho.

Después de un pequeño tiempo para que Kawamon acabase el tercer plato de comida (ya que le encantaba todo lo que Osamu preparaba), Shin lo cogió (antes de que lo dejase sin blanca) y se marchó de la cafetería.

Caminando por el campus, Kawamon se permitió el lujo de observar maravillado lo muy grande era aquel sitio, y que el año que viene, su amigo también asistiría. Se veía tan elegante, y a las personas muy tranquilas y sonrientes, que no entendía porqué su amigo estaba tan caído.

-¿Por qué hay tantos edificios si el de medicina está en el otro lado? -preguntó otra cosa que tampoco entendía.

-Porque dentro de la medicina existen distintas ramas como enfermería, veterinario, psicología etc. Además, están los hospitales universitarios dónde los alumnos realizan sus prácticas -contestó Shin sin mucho ánimo.

-¿Y por qué no estudias para ser veterinario? ¿O no puedes?

Shin lo miró sin comprender muy bien.

-Quiero decir, la sangre de los animales no te da miedo. Recuerdo el otro día cuando fuimos a comer a aquel restaurante y se veía la sangre de la carne de buey, y tú ni te inmutaste.

-Pero eso es distinto. Además, tener que estudiar a fondo cómo funciona los cuerpos de cada animal. Tratar con serpientes… -sólo pensar en ese animal, se puso blanco como el papel- ¡NI DE BROMA! ¡NO! ¡NO! NO QUIERO!

Kawamon suspiró con pesadez de que su compañero continuase inseguro.

-¿Y qué ramas más hay dentro de la medicina?

-Muchas, Kawamon -contestaba con cansancio, donde no entendía hacia dónde quería dirigirse con esas preguntas.

-Pero, ¿cuáles?

-Ya te dije que son muchas.

El digimon no complacido con esa respuesta tan simplona, saltó de las manos de su compañero para posicionarse en el suelo y mirarlo como si lo estuviera retando.

-Quiero saberlas todas.

-Pero, Kawamon…

-Quiero saberlas! -exigió, aumentando la voz.

Shin trató de callar a su digimon, al ver cómo se habían convertido en el centro de atención. Kawamon insistió con más dureza y con su pata palmeando el suelo, donde Shin no tuvo más remedio que complacerlo y llevarlo hasta la administración principal del campus de medicina.

No sabía qué sentido tenía el saberlas, si total no iba a servir para nada.

O eso es lo que Shin había creído.

Gracias a que Kawamon había querido investigar las distintas ramas dentro de la medicina, Shin había logrado encontrar una carrera que le interesase, y lo mejor de todo, no tendría que andar con la sangre de nadie. Por lo menos, no de forma directa.


MUNDO HUMANO (NA: Consejo, leed esta parte mientras escucháis las pistas 29 "A Mighty Descendant -Licht-" y 30 "Release" del segundo álbum OST de Black Clover)

La inercia de que cuando algo explota, te cubres la cara, es lo que Aki había hecho. Sin embargo, tras el seísmo y el terrible sonido de la explosión, él seguía ileso.

Al abrir los ojos, observó como Tsukiyomimon había creado una poderosa barrera con la energía que le quedaba, donde no sólo le había protegido a él, sino también a los búnkeres. Pero no podía aliviarse por haberse salvado, sino por la destrucción que había delante de sus ojos.

Todo lo que no se había puesto a salvo por aquellos artefactos, había sido completamente destruido. Incluso, quizás por aquel temblor, que uno de los mecanismos, se había movido de lugar, haciendo que éste afectase a parte de algún que otro inmueble.

Los seis digimon seguía allí en pie, detenidos y con esos ojos blancos brillantes, como si estuvieran a la espera de una nueva orden.

Pero…

¡¿Dónde estaban sus hermanos y los demás?!

De repente, la barrera desapareció y Tsukiyomimon se hincó de rodillas agotado. El haber perdido anteriormente parte de su energía, y el usar casi toda la que le quedaba para proteger a su amigo y lo que le rodeaba de semejante concentración de poder, lo habían dejado sin fuerzas.

-¿Dónde están…? -había empezado a murmurar Aki- ¡Hermano! ¡Natneesan! ¡Aineneesan! ¡¿Me escucháis?! -intentando contactar con ellos a través del intercomunicador.

Tsukiyomimon expulsando grandes bocanadas de aire, observaba como Aki trataba de ponerse en contacto sin éxito. Llamaba a sus hermanos, y sin obtener respuesta de ellos, lo intentó con sus primos.

-¡POR FAVOR! ¡CONTESTAD! ¡ALGUIEN! ¡POR FAVOR! -al borde de las lágrimas.

Tras las aventuras que habían tenido hace dos años, y con su padre a salvo y la observancia de que tarde o temprano, Homeostasis se presentara para exterminarlos, Aki había decidido ser un niño fuerte y a dejar de llorar. Pero ahora, la desesperación de no saber nada de sus hermanos, de sus primos o de sus amigos, le hacían pensar lo peor.

Intentó comunicarse con sus padres y los demás adultos para pedir ayuda, pero tampoco sirvió de nada.

Mirando una vez más al frente, sin querer creerse que sus hermanos y los demás, estuvieran muertos, con rabia y lágrimas en los ojos fue corriendo hacia el lugar donde ellos habían estado antes de que ocurriera la explosión.

-¡Aki, espera! -pidió Tsukiyomimon.

Tuvo que hacer un tremendo esfuerzo para erguirse. Pero no podía dejar a su compañero que corriera a través de todos aquellos escombros, él solo. Además, estaban aquellos seis digimon demonio, que daba gracias a dios que se hubieran quedado parados.

Una luz provino de espaldas de Aki, y preocupado ante que más estaba sucediendo, vio como su digimon dedigievolucionaba al nivel kazentai.

-¡Wereookamimon!

El digimon de Aki en el nivel kazentai era Wereookamimon. Una figura muy parecida a Weregarurumon, sólo que su figura era humana y estaba equipado con un casco lobuno. Su piel era completamente azulada, pero no peluda como su predecesor.

-Tranquilo, Aki. He tenido que regresar a esta etapa, porque mi cuerpo no podía seguir aguantando la etapa kyuukyotai.

Aki observaba como su digimon, a pesar de querer hacerse el fuerte, se veía agotado. Antes de que pudiera protestar, el digimon lo cargó y fue saltando de piedra en piedra para ver dónde estaban sus hermanos y los demás.

.

Empujando con el puño uno de los escombros que la tenía medio enterrada, se vio como la digimon de Aine lo había apartado, mientras que con su cuerpo había protegido a su compañera. Ambas estaban muy malheridas, pero vivas.

-¿Estás bien? -le preguntó, ayudándola a salir.

Aine asintió y al verla, se sorprendió al ver cómo su digimon había regresado a la etapa kazentai. Pero antes de expresar su asombro, ayudó también a su digimon a salir de aquel escombro.

Ambas observaron el terror que las rodeaba y cómo el daño que la ciudad había recibido había sido muy grande.

Si antes ya parecía una ciudad solitaria, ahora representaba el escenario de los restos de una gran y terrible guerra.

Su intercomunicador estaba agrietado y no servía para poder comunicarse con sus hermanos y con los demás.

-¡Rápido! ¡Tenemos que encontrarlos! -confiando en que estuvieran vivos como ella.

Lo más normal en esas circunstancias era perder la esperanza. O eso le transmitiría Shinetsubasamon.

De no ser por su gran poder, no habría puesto a su compañera a salvo. Las posibilidades de que el resto hubieran sido puestos a salvo o tuvieran la suerte de que se habían salvado de milagro, eran muy bajas. Pero si había aprendido algo muy importante desde que tenía uso de razón, era a no perder la esperanza.

Gracias a esa confianza y a no rendirse nunca, era lo que la habían convertido en lo ahora que era. Y aquel día, no iba a perderla.

Antes de ir tras su amiga, escuchó un sonido a sus espaldas.

-¡Aine! ¡Por aquí!

La chica se detuvo y corrió en dirección contraria, hacia el sonido que ella también había empezado a escuchar.

Encontraron a sus primos, y cómo gracias a Elpidamon y a los dos digimon ángeles, habían logrado proteger a sus dos compañeros humanos. Los dos digimon ángeles habían vuelto a sus formas seijukuki, mientras que Elpidamon a su forma de niño, haciéndose ver que todos los digimon habían perdido parte de su poder.

Aine les preguntó si estaban bien.

Aunque lucía igual de sucios y con heridas de gran importancia como ella, le preocupaba que tuvieran algo desconocido. Sobre todo en Takeshi, que le salía demasiada sangre de la cabeza.

-Estamos bien… Aunque… -decía Takeshi, sentándose como si le doliera muchísimo la cabeza.

Tanto su digimon como los demás, se alertaron de que pudiera tener algún traumatismo cerebral o algo peor.

-Tranquilos. Sólo estoy un poco mareado. No os preocupéis por mí, y buscad a los demás.


Viernes, 30 de marzo del 2029

-¿Ya está el listado, hermano? -le preguntaba Takeshi, sentado cómodamente en el sofá, jugando felizmente con las orejas de Tsukaimon.

Sentado en un cómodo sillón con una elegante mesa en el frente, Isaki revisaba en el portátil unos datos recientes que le acababan de llegar y que por el título que cargaba, tenía que encargarse, junto a su hermano menor, de imprimirlo y de colgarlo cuando comenzara el nuevo año escolar.

Supuestamente, estaban en las vacaciones de primavera, pero cuando se era presidente del consejo escolar, no se tenía mucho tiempo para descansar. Y eso, Isaki lo sabía muy bien.

Cuando había entrado hace dos años a la Odaiba, el antiguo presidente del consejo estudiantil, le había echado el ojo y reclutado. No lo había hecho por ser hijo de quién era o por poseer un digimon que estaba por encima del nivel habitual del resto de digimon de los estudiantes. Lo había hecho, porque le había visto buenas habilidades que el consejo escolar necesitaba.

En aquel año, todos sus miembros eran de tercer año, por lo que al graduarse, Isaki se había convertido, automáticamente en presidente del consejo escolar. Pero había quedado sólo. Había reclutado a su propia familia, porque en ese momento, eran los únicos en quiénes podían confiarle el laborioso trabajo de administración y de representación de la escuela. A su hermano lo había nombrado como vicepresidente, a Nat de tesorera y a Toji de secretario. Sin embargo, había tenido que sumar uno más.

Cuando el amigo de sus padres, Motomiya Daisuke, se había enterado de que él era el actual presidente del consejo escolar y elegido a su familia como miembros, le había rogado que incluyera a Musuko.

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-A ser posible de tesorero. Así va cogiendo práctica de lo que es administrar una empresa. Por favor, Isakikun. Sé que eres un niño bueno que hará caso de lo que este viejo hombre tonto te pida.

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Y aunque su padre le había echado una bronca, por pedirle semejante cosa a su hijo, Isaki, como el buen chico amable que era, había aceptado su petición. De esta manera, complacía al al padre, pero fastidiba al hijo.

Se notaba que Musuko no tenía idea de cómo administrar los gastos escolares. Menos mal que no había disuelto a Nat de su cargo de tesorera, y ayudaba a Musuko con el control financiero de la escuela.

Durante aquel año, el instituto había estado en buenas manos. Y debido a sus logros en el diciembre del año pasado, se habían popularizado bastante. No es algo que les hiciera gracia. Pues en aquella batalla habían perdido más que ganado.

Era un dolor con el que todavía cargaban, pero tenían que seguir adelante con sus vidas y no deprimirse ante lo que ya había pasado.

-Oye, hermano, ¿en qué clase estará Misatochan? Supongo que ya estará decidido, ¿no?

Isaki miró a su hermano con una gota. A pesar de que era el vicepresidente, su hermano sólo tenía el título porque se lo había otorgado. En realidad, poco o nada realizaba responsabilidades como tal. Y bueno, no es que Toji y Musuko también aportasen algo. Pero si todo iba sobre ruedas, era porque Nat hacía el trabajo de todos. Ella, desde que la había nombrado tesorera, no había dejado de trabajar duramente, y ayudando a Toji como secretario, e incluso en las funciones de vicepresidenta, como si quisiera mantenerse ocupada.

Antes, podría imaginarse a qué se debía. Para olvidarse del rechazo de Osamu. Aunque ahora, tenía una segunda razón para hacerlo. Y era, las consecuencias de la batalla contra Homeostasis.

-¡Hermanito! -exclamó Takeshi con tono infantil. En un momento dado, el rubio se había acercado a él, y abrazándolo por detrás, como si mediante el cariño, pudiera contarle en qué curso estaba Misato. Sabía por ella que se venía a esa escuela, a diferencia de Osamu. Lo sabía, porque el colegio tenía un sistema de escalera, que les permitía acceder sin examen de ingreso al instituto de Odaiba. Pero también, te daban la oportunidad de intentar acceder a otro si el alumno lo requería-. ¡No seas malo y dime de una vez en qué clase estará Misatochan!

-¿Para qué quieres saberlo si ella estará en un curso inferior al tuyo? -preguntó Earmon sentada en el sofá de enfrente al que habían estado Takeshi. La digimon leía una revista tranquila para entretenerse.

-Porque necesitaré todo el tiempo del mundo para pasar tiempo con ella. Esta será la primera vez que Misatochan se separará de Kazumichan. Supongo que eso la dejará muy triste.

-¿Y tú la consolarás, no? -le preguntó Isaki aún sabiendo la respuesta-. ¿Cómo es que ahora, de repente, te interesas por Misatochan? -le preguntó con una pequeña sonrisa maliciosa.

-Bueno… -alejándose un poco de él-. Son cosas que pasan entre un chico y una chica…

-Desde el día en que ella le abrazó -confesó Tsukaimon desde su hombro juguetón.

-¡TÚ, CÁLLATE! -cerrándole la boca con el bochorno pintado en la cara.

-Vuelvo a preguntar, ¿por qué te interesa ahora, después de dos años, cuando estuviste tratándola como si fuerais simples amigos? -preguntando picarón, teniendo por primera vez en su vida, a su hermano en aprietos.

-¡Ahhh! ¡Está bien! ¡Está bien! -viendo que si no lo confesaba de su propia boca, no lo dejarían en paz- ¡Porque me gusta, ¿vale?! -alejándose más de él y dándole la espalda.

-¿Y por qué después de dos años, te muestras interesado? -preguntó Earmon, siguiéndole el juego a su compañero. Aunque, el compañero de Tsukaimon hubiera contestado, seguía sin contestar a la verdadera pregunta.

"¿Por qué después de dos años?"

-Porque creía que cómo éramos niños, tendríamos todo el tiempo del mundo para crecer como amigos y llegado el momento, salir como novios -comentó aún de espaldas, pero con voz neutral que preocupó tanto a Isaki como a Earmon. Incluso Tsukaimon lo miró con extrañeza-. Pero hace tres meses, nunca he sentido la muerte tan cerca -mirando su mano y temblando al recordarlo. Sino fuera por Elpidamon, dios sabe dónde estaría él ahora. Aquello le había hecho reflexionar y a pensar que la vida, aunque seas un niño, podía ser corta y que los buenos no siempre ganaban la guerra como en las series o películas-. Me hizo pensar que cada día que pasa, que cada minuto, que cada segundo hay que aprovecharlos al máximo -cerrando el puño para no seguir temblando de miedo ante una lección muy dura, la muerte-. Por eso -mirándolos, donde se aguantaba las ganas de llorar, para mostrarse fuerte y determinante-, quiero aprovechar todo el tiempo de mi vida para estar con Misatochan.

Una respuesta comprensible, opinaron Isaki y Earmon para sí mismos.

Con el ánimo ahora por los suelos, al recordar aquella terrible batalla, Isaki, como líder que había sido y como representante de los alumnos del instituto de Odaiba, trató de animar el ambiente.

-En ese caso, trataré de terminar lo antes posible para volver a casa. Quizás, incluso puedas aprovechar para enviarle un Misatochan para anunciarle en qué grupo esté -guiñándole el ojo, para brindarle la oportunidad a su hermano de hablar con aquella niña que siempre lo había amado.

Sin embargo, al revisar la lista de alumnos de primer año admitidos, se llevó una gran sorpresa.


Piddomon y Elpidamon decidieron quedarse junto a Takeshi por precaución. Isaki también quería hacerlo, pero su hermano le recordó que era el líder, y un líder tenía como misión que todos se reunieran.

Poco a poco, fueron encontrando al resto. Todos ellos se habían salvado gracias a las habilidades de sus digimon. Aunque algunos estaban en peores condiciones que otros. Y todos los digimon que encontraban habían regresado a su etapa seichouki o seijukuki. En el caso de las tres chicas, las tres digimon habían retrocedido hasta su forma primordial de younenki.

Sólo faltaban dos grupos por ser encontrados, el de los Motomiya y los Ichijouji.

-Debemos encontrar a Nat y a los demás, de inmediato -apresuraba Yuuta, aunque él apenas podía moverse.

Antes de que aquel ataque estallase como una bomba, Yuuta había tratado de proteger con su propio cuerpo a Sanae y a Toji. Y aunque los tres digimon lo habían hecho también, donde Yukionnamon había cubierto los cuerpos de los tres humanos con su hielo, no había servido para nada. Ahora aquel grupo de digimon estaban en su nivel seichouki, y sin fuerzas como para poder pelear.

Pero el tratar de encontrarse unos a otros a través de los escombros, empezaba a fatigarles y a no poder seguir moviéndose. El daño recibido había sido muy grande.

Entonces, vieron como Aki junto a Wereookamimon se acercaba a ellos, sintiéndose aliviado de encontrar a sus hermanos y a los demás a salvo. Corrió a abrazarlos, respirando aliviado de que la explosión no les hubiera matado.

-¿Y dónde están, Natneesan y Takeshiniisan?

-Takeshi se quedó junto a Elpidamon y Piddomon. No se sentía muy bien -informó Earmon.

¿Y su hermana? Preguntando una vez más.

-Todavía no la hemos encontrado -se lamentó Zabumon.

-Tampoco a mis hermanos -lloraba Momoko con las manos temblorosas pensando en lo peor.

-Tranquila, Momo. Marineangemon es un digimon sagrado. Seguro que Sei estará a salvo -le decía Ralmon con calma-. Y lo mismo habrán hecho Nereidamon y Lordknightmon.

-Y seguro que Musukosan y su hermano también estarán bien -decía Misato, confiando en ellos y en sus poderosos digimon que provenían de un digimon que había sido vital en las batallas que habían tenido sus padres.

Con la intención de seguir buscando a los dos grupos restantes, el grupo de los hermanos Motomiya y de Shin y Satoshi los encontraron a ellos. Momoko y Ralmon fueron corriendo con todo el esfuerzo hacia ellos, abrazando a sus dos hermanos pequeños, aliviándose de que estuvieran sanos y salvos. Musuko, por su parte, parece que se había hecho daño en el pie, ya que Daichi se encargaba de ayudarlo a caminar, como si él sólo no pudiera. Y al igual que los demás, los digimon de ellos habían retrocedido de nivel, quedándose en su forma de primer younenki.

Los cuatro digimon se habían esforzado a tope para poner a salvo a sus compañeros humanos.

Ahora sólo faltaba el grupo de los Ichijouji, Sei y Nat.

Antes de que pudieran seguir buscándolos, los seis grandes digimon volvieron a murmurar.

.

Odio.

Matar.

Humanos.

Compañeros digimon.

.

Y continuando con esa extraña posesión, empezaron a avanzar con esas palabras saliendo de sus labios.

¿Cómo detenerles cuando todos estaban en tan lamentable estado?

-¡NO PERDAMOS LA ESPERANZA!

Escucharon una voz aguda y gritando con mucha fuerza desde la lejanía.

Todos los que habían estado encerrados en los búnkeres habían salido afuera, preocupados por el ruido de aquella gran explosión, seguida de ese potente seísmo.

Aunque los búnkeres habían sido cerrados con una combinación especial, las mujeres de los elegidos y otras personas de gran relevancia, conocían la combinación para abrirlo desde dentro, en caso de urgente necesidad.

Lo que a los chicos, les sorprendía era ver a Starangewomon al frente de todas las personas y sus digimon, gritando valientemente aquella frase.

Detrás de ella, y en el centro de todos aquellos humanos y compañeros digimon, como si los liderase, se encontraba la pequeña Hinode.

-¡TODOS! -animaba la pequeña digimon ángel a los humanos y digimon que tenía atrás- ¡DEBEMOS CREER EN NUESTRAS LUCES! ¡LA LUZ QUE HAY EN NUESTROS CORAZONES! ¡CREAMOS EN QUE TODO LO IMPOSIBLE PUEDE HACERSE REALIDAD!

Que una digimon tan pequeña y adorable como ella, fuera la que animase a todos, era admirable. Y para asombro de los hijos de los elegidos que lo veían, Hinode colocó sus manos a modo de rezo como si quisiera invocar algo.

Puede que fuera una niña de casi tres años, pero si algo deseaba con todas sus fuerzas, era seguir al lado de su digimon y que todos continuasen en paz y armonía como hasta ahora.

La niña empezó a brillar con tanta fuerza, que esa luz se dirigió hacia su digimon. Starangewomon, de la misma forma que Elpidamon, pasó a convertirse a una digimon con aspecto adulto y más poder que en el de su forma de niña.

Con una seriedad y un sentido noble de la justicia, la nueva forma de Starangewomon, voló hacia el cielo, como el poderoso ángel que era. Y con una voz más segura y grave, animó a que todos creyeran en su propia luz.

Aquel era su mundo.

Los humanos tenían el derecho y la obligación de luchar para defenderlo.

Y los digimon…

Aquel era su segundo hogar.

El hogar en el que algunos habían nacido.

El hogar de los compañeros que tanto apreciaban.

Todos los humanos alzaron sus dispositivos hacia Starangewomon, y cómo si le brindase una mayor recarga de energía, la digimon extendió sus brazos y su luz atravesó aquellas densas nubes oscuras.

Rayos de luz salieron de ellos y un dispositivo cayó justo ante Elpidamon. El dispositivo brilló de los colores amarillo y rosa, haciendo que el digimon regresara a su forma adulta, ante el asombro de Piddomon y Takeshi.

¿Cómo es que aquel digimon tenían un dispositivo digital como ellos?

Elpidamon sí que tenía una idea de porqué lo tenía, así como la luz que seguía emitiéndose de su dispositivo digital. Como si el dispositivo le hablara, lo alzó hacia el cielo. Pero no fue el único.

Esa misma conexión de digielegido con dispositivo, también la sintieron Aine, Aki y Hinode.

Ellos también alzaron sus dispositivos hasta el cielo, y automáticamente, Shinetsubasamon y Wereookamimon volvieron a digievolucionar a sus formas kyuukyokutai.

El poder de los cuatro digielegidos especiales y sus digimon estaba en todo su esplendor, y juntos crearon una luz tan poderosa y milagrosa que provocó el cambio de los dispositivos digitales que poseían el resto de los humanos a los que tenían los elegidos y sus hijos. También, hizo que todos los digimon que los acompañaban, digievolucionasen a su último nivel. Incluido el Poyomon que Tsukiyomimon había purificado.

Ryu se encontraba en una mezcla de emocionado y maravillado al ver cómo Leafmon había digievolucionado a un increíble digimon de tipo humanoide con capa y un pedazo de bastón con forma de ametralladora. Se veía tan guay como imponente.

Keiko, Noriko y Arisa también estaban sorprendidas de ver cómo sus digimon habían digievolucionado a un nivel, que jamás se esperarían. Para ellas, que no estaban metidas en la flor de la batalla, les bastaba con que sus digimon crecieran libre y de forma natural. Sin embargo, sabían que debido a esa debilidad suya, privaban a sus digimon de poder digievolucionar más, como los digimon de sus maridos o el de sus hijos.

Pero ninguna de las tres digimon había protestado o quejado de haberse quedado atrás. Y ahora que tenían el poder para defenderlas, no lo iban a desaprovechar. Incluso Pipimon había digievolucionado a un digimon de capa alada y de armadura dorada.

Por otro lado, Meiko era la que más emocionada se sentía. La digimon de su pequeña Kaori había digievolucionado también al último nivel, convirtiéndose en un digimon tan hermosa y de aspecto sagrado. No es que tuviera alas de ángeles como los digimon de sus sobrinos, pero había un halo especial en aquella digimon, que la hacía verse divina. Sin embargo, lo que a Meiko le producía lágrimas de emoción era ver cómo un auténtico milagro había sucedido. Meikuumon había digievolucionado a su último nivel. Pero no a aquella forma terrorífico y fuera de control de ángel caído de Ragelmon, sino a una digimon más bonita y humanoide, pero manteniendo su forma gatuna: Rasielmon. Se veía tan formidable y linda, que no podía parar de llorar de alegría.

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La luz de los cuatro digielegidos también hizo su efecto en sus hermanos y sus amigos, donde las heridas de todos desaparecieron incluidos los malestares que sentían; Y los digimon recuperaron su energía y poder, volviendo a digievolucionar al nivel kyuukyokutai.

Entonces, todos suspiraron aliviados cuando, de entre los escombros vieron volar a Bennumon, Ventusmon e Indramon.

Los hermanos Ichijouji y Nat y Sei, habían quedado atrapados bajo los escombros, con el intento de protección de sus propios digimon. Pero cuando sus digimon pudieron digievolucionar, estos con sus grandes cuerpos, habían sido capaces de quitarlos de en medio y volver a la batalla.

-¿Estás bien? -le había preguntado Sei a Minami. El chico había tratado de proteger a la chica que tosía fuerte, por haber estado enterrada y con falta de aire, durante tanto tiempo. Aunque sus heridas estaban sanadas, el hecho de haber estado a punto de perder el aire, el toser era algo que se producía de forma natural.

Minami le aseguró que ahora se encontraba mucho mejor. Y observó con una gran alegría cómo su hermano y Nat también se encontraban bien. A Minami le daban ganas de desahogarse en llanto por haberse visto en una situación tan terrible, y tan cercana a la muerte. Pero no podía llorar. No ahora. Todos estaban unidos por esa luz que salía de cuatro dispositivos sagrados y que habían causado que sus digimon volvieran a digievolucionar. Y además, todavía quedaban los seis digimon oscuros por derrotar.

Aunque, parecía que aquella luz los molestaba bastante ya que retrocedían con sus manos tapándose la cara para no verla.

-¡La luz les afecta! ¡Eso es! -pensó Kazumi con una idea para poder purificarlos sin que varios de los digimon perdiesen parte de su energía-. ¡CHICOS! ¡ENFOQUEMOS TODOS NUESTROS DISPOSITIVOS HACIA ELLOS!

Todos los hijos hicieron eso, pero sus digimon quisieron aportar también su grano de arena, para que la purificación fuese más rápida y eficaz. Colocándose al lado de su respectivo compañero, brillaron ellos también, de modo que su luz pudiera alcanzar los dispositivos sagrados de sus compañeros humanos.

Viendo lo que los hijos de los elegidos hacían, el resto de humanos con compañeros digimon, los imitaron. Incluso contaron con el apoyo de aquellos que no tenían compañero humano con una simple mano sobre su hombro, como si así pudieran aportar su energía vital y servir de ayuda, aunque no tuvieran digimon.

Ante semejante luz, los seis digimon no pudieron hacer nada. Su espíritu oscuro se fue desvaneciendo, y gritando de dolor, pudieron escuchar las voces internas de sus respectivos compañeros humanos, y su fe y su imploración para que volvieran a ser los que eran.

La luz y ese deseo tuvieron un efecto inmediato, donde los seis digimon fueron reduciéndose de tamaño, hasta convertirse en seis digimon de nivel younenki que se habían quedado extrañados por estar en otro lugar al que habían estado antes, de que Homeostasis apareciera.

Viendo cómo habían podido detener a aquellos seis digimon y salvarles, todos celebraron felizmente en un esplendoroso grito de victoria.

¡Lo habían conseguido!

¡Todos lo habían conseguido!

Era tal la felicidad, que muchos lloraban como si tuvieran que haber pasado por algo muy duro, como había sucedido en las guerras de hace casi un siglo. Pero ahora, ellos habían ganado. Lo habían hecho todos juntos. Todos habían aportado su granito de arena, por lo que podían marcharse con la barbilla bien alta, orgullosos de haber contribuido a la victoria.

Los hijos de los elegidos, reuniéndose todos por fin, donde Aki había abrazado a su hermana con fuerza, al ver que estaba bien; Sucediendo lo mismo con Sei con sus hermanos Momoko y Shin, que por unos segundos, se habían olvidado de que todavía quedaba el plato principal: Homeostasis.

Habiendo perdido la comunicación con sus padres, ignoraban cómo les estaría yendo. Pero si sus padres seguían con el plan que habían preparado, seguro que también volverían con la victoria en las manos.

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MUNDO BLANCO

Taichi y los demás, habían llevado a cabo la desesperada, por la posibilidad de la terrible situación que sus hijos habían tenido que atravesar, aquel plan que habían estado preparando juntos duramente. Sin embargo, Homeostasis no era como Yggdrasill, y jamás se hubieran imaginado que fallasen y, que en consecuencia, sus digimon volvieran a ser digihuevos.

Ahora, en aquella dimensión, con todos los digielegidos tirados en el suelo inconscientes y malheridos, sólo contaban con un minuto para que Homeostasis pudiera salir de aquel mundo.

Con la vista nublada, Taichi observó cómo sólo quedaba él aún consciente.

-Amigos… -murmuró mirando a sus antiguos compañeros de aventura. Con los que tantas cosas habían pasado.

Todos ellos, estaban tirados en el suelo sin poder moverse.

El plan ideado por Koushirou no había sido tan efectivo como ellos habían creído.

Tanto trabajo que habían pasado, para nada.

Observando al frente con la mirada perdida como si estuviera drogado, observaba el digihuevo naranja con franjas azules de Agumon.

Estirando la mano como si quisiera ponerlo a salvo, Taichi acabó por perder el equilibrio. Y antes de cerrar los ojos, vio como el digihuevo de Agumon se agrietaba hasta romperse por completo.

La rotura de un digihuevo era lo mismo que la muerte de un digimon.


SIGUIENTE CAPÍTULO: Bondad y Perseverancia (24 de diciembre)