NADA DE ESTO ME PERTENECE, LOS PERSONAJES SON DE DISNEY, SOO ME DIVIERTO AL ESCRIBIR

¡Hola a todos! ¿cómo se encuentran? aquí les traigo este capítulo ya para ponernos al corriente con esta historia. Ya después de este chapter las actualizaciones serán más lentas porque los demás capítulos aún no los escribo.

¡disfruten!


Parte III

Hace años…

Todo estaba listo.

Llevaban meses planeando. Meses suspirando en llamadas clandestinas a través de sus comunicadores. Meses robándose breves momentos de felicidad, escondiéndose del mundo en el departamento de ella para acordar hasta el más pequeño detalle, soñando con esa libertad. Estaban tan emocionados, eufóricos, cada día que contaban era un día menos de espera. Sola ya la había ayudado en todo: hacer las maletas necesarias, preparar la nave, incluso ella tenía las cartas que debería mandar a la reina y a la familia cuando llegara el momento.

Pero al fondo de esa felicidad, bajo todos esos planes, estaba la culpa. ¿Realmente debían hacer eso? ¿No estaban siendo egoístas, dejando de lado a la República que los necesitaba? ¿A sus familiares y a sus amigos?

"Tú también mereces ser feliz," le dijo Sola, cuando le confirmó que todo estaba listo.

Todo estaba listo…

y de repente, ella no.

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Residencia Naberrie, Theed, Naboo...

Padmé despertó de su sueño sintiéndose inquieta, con la sensación de no haber descansado en absoluto. Se sentó de golpe en la cama y con rabia se paró, mirando hacia la ventana con nueva determinación en su cabeza. Ya no podía seguir lamentándose de su pasado, su madre tenía razón, lo hecho estaba hecho. Solo le quedaba vivir el presente y, con suerte, crearse un mejor futuro.

"No seguiré sintiendo lástima de mí misma," se dijo con firmeza "Ya no."

—Padmé, ¿me acompañas al mercado? —llamó su madre desde el pasillo.

—Si mamá, salgo en 5 minutos.

—Muy bien.

Esa mañana, Padmé decidió que haría el esfuerzo por verse mejor. Se lavó el rostro, peinó su cabello en una coleta que dejaba caer sus rizos naturales y eligió un fresco vestido amarillo, a juego con unos pendientes, para verse joven.

Hubo un tiempo en que no debía maquillar sus ojeras ni elegir vestidos joviales para verse bien, un tiempo en que su rostro estaba siempre iluminado por la felicidad que sentía en su corazón. Ahora, cuando se veía en el espejo, aunque seguía siendo una mujer joven de 28 años, su rostro se veía endurecido y no había rastro alguno de pasión en sus ojos. Pero firme en su determinación matutina, Padmé ignoró ese reflejo del espejo y salió para encontrarse con su madre en la sala, lista para empezar ese día con una actitud distinta.

El mercado de Theed era enorme, consistía en cientos de tiendas colocadas al aire libre sobre las calles, para que todos tuvieran acceso a él libremente. Desde niña Padmé adoraba recorrer las calles llenas de personas buscando productos frescos. Su madre siempre encontraba a los mejores proveedores, así que ella se contentó con seguir a Jobal, escuchando su plática tranquila, hacía mucho tiempo que no pasaba una tarde tan cotidiana, alejada de temas apremiantes y discusiones de, literalmente, vida o muerte.

—Padmé, iré a comprar shuura—dijo Jobal, señalando el puesto de fruta al final de la calle—Quédate aquí con las bolsas, por favor.

—Si, mamá.

Padmé acomodo las bolsas en sus manos y miró a su madre caminar rápido hacia el puesto de fruta, buscando algo con qué distraerse, volteó alrededor y encontró un puesto con joyería artesanal. Instintivamente, su mano derecha –la que sostenía menos bolsas– se movió hacia su pecho; debajo de su ropa todavía estaba el dije de japor tallado que Anakin le regaló tantos años atrás.

Desvió la mirada rápidamente, sin querer recordar más, y ese movimiento brusco hizo que notara a una persona a pocos metros de distancia, mirándola fijamente. La persona tenía una capucha puesta y caminaba con decisión hasta que notó a Padmé alerta, en un segundo, sacó de su mano un bláster y Padmé gritó.

—¡Cuidado! —dijo, tirándose al suelo de inmediato.

Al sonido del disparo, todos a su alrededor gritaron y comenzaron a correr, Padmé se movió en el suelo hacia la orilla de la calle para esconderse, luego se asomó notando que el asesino estaba buscándola entre el barullo.

No tuvo tiempo de hacer algo más, unos policías llegaron de inmediato y le ordenaron soltar su bláster. El sujeto miró a los oficiales, luego a su alrededor, y se llevó el arma a la sien. Cayó muerto segundos después.

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Palacio Real, Theed, Naboo

Todo ocurrió en un parpadeo.

Los oficiales identificaron el cuerpo del asesino como un famoso caza recompensas, que según el departamento de inteligencia operaba solo en el Borde Exterior. Cuando vieron a la Vice Canciller reuniéndose con su madre en el mercado, ambas asustadas por el tiroteo, inmediatamente escoltaron a Padmé y a Jobal al palacio por protección.

Tres personas resultaron heridas en el tiroteo, pero aparentemente nadie había muerto y eso aliviaba un poco la conciencia de Padmé.

Inteligencia también consiguió detectar, poco después, que Padmé estaba al tope en la lista de los caza-recompensas, por un anuncio recién lanzado que ofrecía una recompensa de 20 millones de créditos a quien la matara. Padmé se puso pálida de pensar que su muerte podía valer tanto en el mercado negro, pero acostumbrada a las amenazas como estaba desde los 14 años, no lo tomó tan mal. No podía decir lo mismo de sus familiares y equipo de seguridad.

—Esto no puede seguir así—dijo el capitán Typho molesto—Es el segundo atentado en un mes.

Ah, cierto, el primer atentado fue en Coruscant, pero su equipo detuvo al infiltrado en el Senado antes siquiera de que llegara a ella y no se dieron noticias al respecto.

—¿Y qué sugiere que hagamos? —dijo uno de los generales de la reina.

—Necesitamos aumentar la seguridad de la Vice Canciller.

—Capitán Typho, ¿la oficina del Canciller no le ha dado nuevas indicaciones de seguridad? —preguntó la reina.

—Si, y las hemos aplicado.

—Entonces esto requiere medidas más extremas.

—No pretendo seguir siendo un problema—dijo Padmé con rostro severo, haciendo que todos la escucharan—Regresaré ahora mismo a Coruscant, no pondré a más inocentes en peligro.

—Con el debido respeto, Vice Canciller, aún si regresara en este momento seguiría siendo un peligro—respondió la reina—Estos atentados nos obligan a tomar mayores restricciones.

—¿Y qué es lo que planean entonces? —Padmé se cruzó de brazos, sin gustarle la determinación que notó en el rostro de todos sus acompañantes.

—Pediremos ayuda a la Orden Jedi—dijo Typho—Es el protocolo a seguir en este nivel de riesgo para cualquier miembro de la oficina del Canciller.

Oh, no….

—Seguramente no es necesario molestar a los Jedi.

—Si es el protocolo, así se hará—sentenció la reina—Hasta entonces, deberá resguardarse en el Palacio, es el lugar más seguro de Naboo.

Padmé debió morderse la lengua, podría ser la segunda persona más importante de la República, pero en Naboo era una ciudadana.

—Así será, majestad.

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Templo Jedi, Distrito Jedi, Coruscant

—Muy bien, eso resuelve nuestro pendiente en Mandalore—dijo Plo Koon, recargándose en su asiento en el Consejo Jedi.

Todos miraron de reojo a Obi-Wan Kenobi, quien se veía mucho más tranquilo ahora que los informes declaraban a Mandalore fuera de peligro de la amenaza Sith. Claro, había trabajo por hacer, pero la Duquesa Satine estaba bien y ya venía de regreso a Coruscant para coordinarse con el Senado.

—Menos, un pendiente queda—dijo el Maestro Yoda—Más, un pendiente tenemos.

—¿Más problemas aún, maestro Yoda? —preguntó Shaak Ti con una mueca en los labios.

Desde que descubrieron que Palpatine había sido todo ese tiempo el Lord Sith, la Orden Jedi estaba de cabeza. Reorganizando a los caballeros, replanteándose las estrategias de guerra y más importante aún, analizando cada decisión y momento de la última década para intentar comprender su ceguera ante la infiltración del Sith bajo sus propias narices.

Todos en el Consejo tenían dudas y el espíritu bajo, lamentándose su debilidad, lo ciegos que fueron, y las pérdidas que sufrieron por caer en los engaños del Sith. Cientos de caballeros Jedi fallecidos durante la Guerra Clon y siete Maestros perecidos bajo el sable de Palpatine, incluido el sabio Maestro Windu.

Shaak Ti miró de reojo al nuevo miembro del Consejo Jedi, el recién nombrado Maestro Skywalker, y su corazón se encogió. El curioso e inteligente niño que llegó a la Orden hace casi 15 años era ahora un joven cansado y moralmente abatido, de no ser por todo el trabajo que tenían esos días en el Consejo, ella misma hubiera metido a Skywalker a una nave para mandarlo a Tatooine con su familia al menos un mes.

—Mensaje llegó de la Oficina del Canciller, hace una hora—explicó Yoda—La Vice Canciller Amidala, sobrevivió a un atentado de muerte en Naboo. Segura, no está.

—Esa mujer siempre está en riesgo de muerte—suspiró Obi-Wan con una mueca en los labios.

—Amidala ha sido una aliada formidable de la República todo este tiempo—agregó el Maestro Plo—¿Qué desean que haga la Orden, maestro Yoda?

—Escoltar y proteger a la Vice Canciller.

—No será un problema—dijo el Maestro Mundi—Podemos asignar a cualquier caballero que se encuentre cerca de Naboo, creo que…

—Maestro Skywalker, a Amidala conoce bien—interrumpió el maestro Yoda—Protegerla antes, lo ha hecho. Creo que ser la mejor opción, conoce bien Naboo y a la Vice Canciller.

—Con el debido respeto, Maestro Yoda, Anakin necesita descansar—dijo Obi-Wan con tono serio—Apenas terminó esa farsa de juicio y no se ha recuperado totalmente de su enfrentamiento contra el Sith. Merece un descanso.

—De acuerdo, estoy en eso—continuó Yoda—Skywalker, apoyarte en tu padawan debes, y cuando la Vice Canciller a salvo esté en Coruscant, partir con tu familia debes.

Todos en la Orden Jedi sabían que Skywalker era un hombre que no se callaba cuando no estaba de acuerdo con algo. Sus manías para salirse con la suya causaron canas verdes en todos los Maestros que tenían la suerte de encontrárselo. Pero Anakin había cambiado desde hace años, poco después de que empezó la guerra en realidad, atrás quedó el impetuoso joven lleno de vida que presionaba todos los límites por el afán de conocer y crecer, y en su lugar, quedó un joven adulto responsable y obediente, casi carente de voluntad, con todas las señales de un espíritu roto.

Era tan evidente que Anakin no quería esa misión, su ceño fruncido y manos apretadas en puños lo demostraron. Por un momento, Shaak Ti y los demás Maestros pensaron que al fin Skywalker recuperaría un poco de su espíritu y rechazaría la misión.

Pero Anakin respiró profundo, bajó la mirada y asintió.

—Si, Maestro Yoda—murmuró con voz apática.

El propio Maestro Yoda pareció sorprendido por la respuesta sumisa de Skywalker, pero no dijo nada más. La sesión se levantó poco después y Anakin caminó presuroso hacia el hangar, Shaak Ti miró al Maestro Kenobi seguirlo de cerca, y conociendo la amistad de ambos maestros, decidió que ella salía sobrando.

Obi-Wan alcanzó a Anakin algunos corredores lejos del Consejo, queriendo hablar a solas con él.

—Anakin, honestamente no tienes que hacer esto—dijo Obi-Wan—Manda a Ahsoka, yo iré con ella si aún crees que no está preparada, pero vete a Tatooine y olvídate de esto.

—¿El Maestro Kenobi diciéndome que olvide una misión? Realmente el mundo está acabándose entonces—dijo Anakin con tono jocoso, pero vacío de expresión en su rostro.

—Sabes muy bien por qué lo digo.

—Y tú sabes que no puedo rechazar una orden del Consejo.

—¿Tú me estás diciendo eso, Anakin? —Obi-Wan miró a su otrora padawan deseando, anhelando, ver ese brillo de rebeldía en sus ojos que hace años no encontraba—Ni siquiera el Maestro Yoda esperaba que aceptaras la misión, quería que debatieras.

—No es correcto asumir, Maestro Kenobi. De cualquier forma, lo hecho, hecho está. Mientras más rápido termine este asunto, mejor.

—¿Al menos me dejarías acompañarte?

—Obi-Wan, agradezco tu preocupación por mí, pero ya no soy un niño—replicó Anakin, y por un momento, sus ojos brillaron de nuevo—Además, Satine no estaría muy contenta de saber que es por mi culpa que no la estás esperando de regreso.

—Satine demorará más días en volver, y…

—Y nada, ya has estado mucho tiempo lejos de tu esposa y sé lo preocupado que estabas por la situación de Mandalore—dijo Anakin con firmeza—Estaré bien, ya verás.

Obi-Wan suspiró, detestando la situación.

—Solo no olvides que cuentas con mi apoyo, Anakin.

—Lo sé, maestro—Anakin colocó una mano sobre el hombro de Obi-Wan, con gesto fraternal—Si me disculpas, partiré a Naboo en dos horas. No pretendo alargar más esto.

—Cuídate, que la Fuerza te acompañe, amigo.

—A ti también, Obi-Wan.

Anakin asintió y caminó hacia el hangar, pero Obi-Wan seguía sintiéndose indeciso. Pensando que era mejor prevenir que lamentar, sacó su comunicador y mandó un mensaje a la frecuencia de Ahsoka.

"Cuídalo de Amidala" era todo lo que el mensaje decía, y sabía que Ahsoka iba a entender.

Mientras miraba la silueta de su mejor amigo, de su hermano, desaparecer por el corredor, Obi-Wan contuvo el aliento recordando esa noche. Esa maldita noche que rompió el corazón de Anakin y quebrantó su espíritu, y la oscuridad con la que Anakin había tenido que pelear desde entonces. Todo por culpa de una mujer.

"No te atrevas a hacerle más daño" pensó Obi-Wan con rabia contenida, evocando la imagen de Amidala en su mente, "Porque por todos los infiernos Sith, si lo haces de nuevo, esta vez no me detendré."

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Nave Juventus, Hiperespacio

Ahsoka Tano, padawan del Maestro Skywalker, estaba sentada en el asiento de copiloto mirando la computadora para armarse de valor antes de hablar. Podía sentir la aprehensión de su maestro y maldita sea, quería agarrar a golpes a medio Consejo Jedi por permitir esta misión. No era digno de un Jedi este tipo de pensamientos, pero ella aún no era Jedi, y podía permitírselo.

R2-D2 emitió un par de pitidos y Anakin volteó hacia el droide.

—Excelente, buen trabajo R2.

—¿Todo bien? —preguntó Ahsoka.

—Si, R2 consiguió actualizar un par de sistemas. Llegaremos a Naboo en tres horas estándar.

—Bien.

Anakin notó la tensión de su padawan.

—Te gustará Naboo—dijo con una media sonrisa—Es un planeta muy hermoso.

—Puede ser.

—Y tiene buena comida.

—¿Enserio?

—Sí, la pasé muy bien cuando fui.

"Lo apuesto," pensó Ahsoka, pero no dijo nada más, fingiendo ponerle atención a la pantalla de la computadora.

El dúo de Anakin y Ahsoka era famoso en la Orden. Eran eficientes, astutos, y capaces de pensar fuera de lo usual, lo cual les generó grandes victorias en esos difíciles tiempos de guerra. Cuando era una aprendiz del templo, Ahsoka escuchó del Caballero Skywalker muchas veces, por eso el día en que el Maestro Yoda le dijo que sería su nueva padawan, estuvo realmente emocionada. Pensó que se encontraría con un hombre joven y fuerte, pero en su lugar, encontró a un hombre prácticamente amargado.

Ahsoka no sabía que el Maestro Yoda la encomendó a estar con Skywalker como una manera de distraer al joven Jedi, de darle un propósito más allá de la guerra, pensando que así sanaría cualquiera que haya sido el desosiego que tenía tan destruida su alma. El Consejo estuvo realmente preocupado el día en que Anakin se presentó ojeroso y desanimado, todo rastro de su fuerte espíritu diluido en una actitud de resignación. Sabían que no podía ser solo la guerra, pero también sabían que, mientras Anakin no quisiera hablar, no estaban en posición de presionar el asunto. La propia Ahsoka aprendió eso por las malas, cuando quiso presionar a su maestro para que le revelara detalles de su pasado, encontrándose con el lado menos amable de Anakin Skywalker.

A pesar del difícil inicio que ambos tuvieron, Ahsoka fue descubriendo que su maestro era una persona muy bondadosa e inteligente, llegó a quererlo mucho, como a un hermano mayor, del cual aprendía todos los días algo nuevo sobre la Fuerza o sobre sí misma. Pero al mismo tiempo, y cuando descubrió que la causa de la amargura del Caballero Skywalker era una herida del pasado, Ahsoka comenzó a sentirse protectora alrededor de él, preguntándose quién o qué pudo haber querido dañar tanto a una persona tan noble.

En visiones que tuvo mientras avanzaba la guerra, Ahsoka vio momentos del pasado de su Maestro. Momentos donde las anécdotas de Obi-Wan tenían sentido, pues Anakin se veía presumido, jovial y con buen sentido del humor. Conforme su vínculo con Anakin se afianzaba, destellos de ese hombre emergían de vez en cuando, haciendo que la togruta se preguntara con mucho dolor cuál había sido la herida que le arrebató a Anakin tanto de sí mismo.

Y cuando Obi-Wan Kenobi le dijo que lo protegiera de Amidala, porque en sus propias palabras, "ella es la causante de todo," el instinto protector de Ahsoka subió a su nivel máximo, su mente calculando cada cosa que necesitara hacerse para estar segura de que Amidala no pudiera estar un minuto a solas con su maestro.

—Entonces, nuestra misión solo es escoltar a la Vice Canciller, ¿verdad?

—Así es.

—Perfecto—ese era el momento, era ahora o nunca…—Maestro, si me permite, quisiera escoltar yo sola a la Vice Canciller.

—¿Oh? ¿Por qué?

—Quisiera probarme a mí misma que puedo hacerlo, Maestro. Por favor, estoy lista.

Ese truco hubiera funcionado hace algunos años. Ahora, Anakin la conocía demasiado bien.

—¿Lista para escoltar a la Vice Canciller de la República? ¿A la segunda persona más importante del Senado?

—Mmm, claro, yo…

—Snips, aunque no dudo de tus capacidades, pues yo mismo te he entrenado—dijo Anakin—Sé honesta, ¿no tiene Obi-Wan algo que ver con todo esto?

Ahsoka era una terrible mentirosa. Y la forma en que se mordió el labio eliminó toda credibilidad de su siguiente oración.

—El Maestro Kenobi no me dijo nada.

—Ajá.

Anakin suspiró ahora totalmente seguro que Obi-Wan estaba detrás de eso. Aunque se sintió halagado de que quisieran protegerlo, en el fondo, esa actitud comenzaba a desesperarlo. Habían pasado años, y él ya no era el joven iluso que alguna vez fue.

—Maestro, por favor, escúcheme—continuó Ahsoka—No sé detalles, pero sé que la Vice Canciller Amidala…

—… Es la segunda al mando del Senado, y por lo tanto, una figura clave para pacificar a la galaxia—interrumpió Anakin con tono más serio.

—Maestro…

—Ahsoka, el pasado no interesa. Nubla nuestra visión del futuro. Recuerda bien eso.

Ahsoka guardó silencio, sabiendo que su maestro no iba a permitir que siguiera hablando del tema, al menos no por ahora. Anakin sabía que, en el fondo, ella quería insistir, así que decidió hacer algo para ocupar su mente.

—R2, quedas a cargo de los controles—dijo Anakin, parándose—Vamos Ahsoka, tenemos que meditar.

—¿Justo ahora?

—Así es, padawan.

Reconoció se tono que no daba lugar a objeciones, y Ahsoka solo se puso de pie, caminando hacia la parte posterior de la nave para meditar con su maestro.

Francamente, Anakin nunca fue muy adepto a la meditación, pero ahora necesitaba algo para calmar su mente. No, ya no era ese joven iluso de antes, y por eso mismo no iba a pretender engañarse haciéndose creer que la idea de ver a Padmé de nuevo no removía profundos, complejos sentimientos en su interior.

Sentado con las piernas cruzadas, Anakin abrió su mente a la Fuerza, y dejó que sus emociones fluyeran.

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Puerto Aéreo-Espacial de Theed, Naboo.

Ahsoka debía admitir algo: Naboo sí era hermoso.

Las plataformas de aterrizaje se encontraban construidas frente a unas impresionantes cascadas, aprovechando la belleza natural del risco y su fisonomía para crear, al mismo tiempo que el puerto espacial, un puerto naval, algo que estaba segura mejoraba las comunicaciones del planeta. Ahsoka tomó nota mental de la forma en que los Naboonian estaban aprovechando sus recursos naturales mientras descendía de la nave.

Habían aterrizado en la plataforma R-2, exclusiva para personajes y dignatarios importantes, y alrededor estaban esperándolos guardias del Palacio Real de Naboo. Cuando Ahsoka bajó por la plataforma al lado de su maestro, sintió la presencia de la Fuerza casi como un golpe en la cara, la naturaleza exuberante de este planeta era idónea para sentir y meditar con la Fuerza viva.

—Maestro Skywalker, padawan Tano, bienvenidos—saludó el capitán Typho, parándose frente a ellos—Soy el capitán Typho, el encargado de la seguridad de la Vice Canciller Amidala. Estoy muy feliz de poder recibirlos.

—El placer es nuestro, capitán—saludó Anakin, con un gesto amable—¿Dónde se encuentra la Vice Canciller, capitán?

—Está en el palacio, Maestro Skywalker.

Anakin asintió, pero no dijo nada más. El capitán Typho procedió explicándole las medidas de seguridad que su equipo había implementado las últimas semanas, alineadas con lo requerido por la oficina del Canciller. Ahsoka puso mucha atención a todas las palabras que decía el capitán, por eso se sorprendió cuando su maestro, sin previo aviso, dio la vuelta, caminó hacia los oficiales, y se paró frente a uno.

Ahsoka no había prestado mucha atención a los oficiales acompañando al capitán Typho, pero cuando vio a su maestro parado frente a ese oficial en particular, se dio cuenta que era mujer y más bajita de lo usual. Tenía puesto el casco, y Anakin no demostró el menor sentimiento cuando volvió a hablar.

—Cuando esté encubierta, Vice Canciller, debe verse relajada—explicó Anakin—Cualquier movimiento nervioso, como cambiar su peso de una pierna a la otra, la revela. Capitán Typho, hay que retirarnos inmediatamente al palacio, no creo que estemos seguros aquí.

—C-claro, Maestro.

Ahsoka miró con nuevos ojos a la supuesta oficial, ¿enserio era ella la Vice Canciller Amidala? Bajo ese casco, era difícil apreciar sus facciones, pero Anakin habló con absoluta certeza y la reacción del capitán y los oficiales los evidenciaba.

—No se quite el casco—agregó Anakin—Continúe la fachada. Movámonos rápido.

Anakin apresuró a los oficiales hacia el transporte, mientras Ahsoka miraba sin disimulo a la susodicha Vice Canciller.


Bueno... ¿cómo vieron a Anakin? ¿y a Ahsoka? Yo sé que las cosas se quedaron muy tensas así que intentaré traerles el capítulo nuevo lo más pronto posible, ya está en redacción. Así como el otro capítulo de "El caballero y la senadora" que espero poder terminar en los próximos días.

¡mil gracias por leer! ¡saludos!