NADA DE ESTO ME PERTENECE, LOS PERSONAJES SON DE DISNEY, SOLO ME DIVIERTO ESCRIBIENDO HISTORIAS
¡Hola a todos! Oh bueno... me apuré lo más que pude con este capítulo porque siento que aquí se pone lo mero bueno. Ya vimos un mini "reencuentro" entre Anakin y Padmé. La verdad es que en este capítulo no hablarán mucho, pero el contexto alrededor de ellos crecerá más. Oh, y ya de aquí en adelante las actualizaciones si serán más lentas jeje.
¡disfruten!
Parte IV
Hace años...
—No me parece una buena idea, ángel—dijo Anakin con expresión severa.
—Vamos Anakin, piénsalo—continuó Padmé, masajeando sus hombros como a él le gustaba—No podemos dejar que los medios hagan un circo de esto.
—Los medios siempre harán un circo de todo.
—Cierto, pero no podemos darnos ese lujo. Al menos, no ahora con la guerra recién empezando.
—No veo relación con eso.
—Ani, piensa más allá—le pidió Padmé—Los medios pueden usar nuestra relación para manipular nuestras imágenes personales. Tu eres ahora un general y yo sigo siendo una senadora. Nuestras posiciones son muy elevadas, así como nuestro nivel de influencia.
—Aun así, nuestra vida personal es solo nuestra.
—Estoy de acuerdo contigo en eso, pero olvidas que, como figuras públicas, los medios no respetan eso.
Anakin suspiro, Padmé acarició sus hombros y luego descendió hacia sus brazos mimosamente, inclinándose para susurrarle al oído.
—Es solo temporal, mi amor—dijo ella—Con la guerra empezando, hay demasiado que perder. Deja que las cosas se calmen un poco, ya con un panorama más claro todo será más sencillo.
—Aunque tienes razón en eso, no me gusta. El simple hecho de escondernos me hace sentir como si estuviéramos haciendo algo malo, y no es cierto. No hay nada de malo en amarnos.
—Por supuesto que no, Ani—Padmé rodeo el sillón para sentarse a su lado, mirándolo a los ojos, la mirada de Anakin era triste y resignada—No hacemos nada malo. Te amo, y estoy orgullosa de eso. Esto es mera prudencia, mi amor.
Anakin sujeto sus manos y miró a sus ojos con intensidad, haciendo que el corazón de Padmé se acelerara.
—Entonces… es temporal, ¿verdad?
—Claro—dijo Padmé con vehemencia—Ani, yo te amo. No pienso ocultar eso toda la vida, jamás.
Él sonrió aliviado, inclinándose hacia ella para besar sus labios con suavidad. Padmé fue rápida en profundizar el beso, rodeando el cuello de Anakin con sus brazos e inclinando su cuerpo hacia él, aumentando la pasión.
—Te amo, Ani—dijo ella entre besos—Te amo…
—Y yo a ti, ángel—murmuraba él, absorto en sus labios.
.
.
Tiempo presente...
Palacio Real, Theed, Naboo...
La reina estaba sentada en el trono, con una sonrisa amable en su rostro. Frente a ella, Anakin y Ahsoka habían hecho una respetuosa reverencia, todos en la Sala del Trono recordaba muy bien a Anakin Skyalker, el niño que salvó al planeta de la Federación de Comercio cuando solo tenía nueve años de edad, y que constantemente salvó a Naboo y a la galaxia durante la guerra como un ejemplar Caballero Jedi.
—Bienvenido, Maestro Skywalker, me honra volver a tenerlo aquí—dijo la reina, realmente contenta—Le reitero que siempre es y será bienvenido en Naboo.
—Gracias, majestad—respondió Anakin.
Al lado de la reina estaba Padmé, sentada lo más erguida posible, todavía usando su uniforme de oficial. Intentaba mantener una expresión neutral, pero era difícil, considerando que la padawan de Anakin parecía haber decidido que no le agradaba en absoluto.
—Quiero agradecerle que venga personalmente a escoltar a la Vice Canciller Amidala a Coruscant—continuó la reina, usando su tono diplomático—Lamentablemente, la senadora está bajo una amenaza que pone en riesgo a todo Naboo, y según el protocolo a seguir, esto cae en jurisdicción de los Jedi.
"Pareciera que soy una niña que no pueden controlar," pensó Padmé. "Pasándole la custodia a alguien que sí pueda."
—Así es, majestad. Mi padawan y yo escoltaremos a la senadora Amidala a Coruscant, y después de eso la Orden tomará las medidas necesarias para asegurar su protección.
—Maestro Skywalker, padawan Tano, sepan bien que el gobierno de Naboo cooperará en lo que sea necesario—agregó la reina.
—Gracias, majestad—dijo Anakin—Si no es mucha molestia, preferiría acordar con el capitán Typho las medidas a seguir. Queremos llevar a la Vice Canciller a Coruscant lo más pronto posible.
"Deshacerse de mi lo más pronto posible..." pensó Padmé.
—Claro, Maestro Skywalker.
Dicho eso, Anakin y Ahsoka hicieron una respetuosa reverencia y salieron de la sala del trono con el capitán Typho a su lado. Padmé se quedó sentada, mirándolos alejarse.
—Vice Canciller Amidala, deberá preparar sus cosas—sugirió la reina, con voz más conciliadora—Mandaré guardias para que escolten a su familia y pueda despedirse de ellos.
—Es muy considerado de su parte, majestad. Gracias—respondió Padmé, aprovechando ese comentario para irse.
Mientras caminaba a su recámara en el palacio, Padmé intentaba controlar los latidos de su corazón. No debió sorprenderle que Anakin consiguiera reconocerla en su disfraz, pero la verdad fue que la tomó por la guardia baja. Pensó que, si lo veía a la distancia, oculta por su disfraz de oficial, podría prepararse un poco para la impresión de volver a verlo.
Pero Anakin la reconoció, y cuando se paró enfrente de ella, diciéndole que debía ser más cuidadosa cuando estaba en cubierta, sintió que todo su cuerpo se tensaba. Era la primera vez en años que veía esos ojos azules con los que soñaba todas las noches, y su corazón, su terco corazón, seguía latiendo desenfrenado con solo verlo.
Anakin se veía mucho más maduro que antes, en todos los aspectos, físicamente proyectaba una gran fuerza, y su expresión era tan serena. El tiempo parecía haber sido amable con él.
"Debes controlarte," se dijo a sí misma, cruzándose de brazos. "Contrólate."
Porque, aunque había visto esos ojos de nuevo, esta vez la miraron vacíos. No tenía ese brillo de antes, esa mirada de amor y ternura con la que él la escuchaba todas las noches antes de dormir. No había rastro de esa luz que ella había amado tanto. Habían sido solo unos ojos azules viéndola con indiferencia.
Anakin debía odiarla, estaba segura de eso. Y lo merecía.
Padmé sintió un golpe en el estómago cuando pensó en lo difícil que serían los siguientes días, siendo escoltada por Anakin y su padawan a Coruscant. Necesitaba pensar en alguna distracción, en algo que consiguiera ocupar su mente para mantenerse fuerte ante la indiferencia –o desprecio– de ambos.
Con lágrimas contenidas en sus ojos, Padmé llegó a su alcoba, sin permitirse derrumbarse. Ella era Padmé Amidala y había sobrevivido a cosas más difíciles. Desde luego que ella podía sobrevivir a su ex.
.
.
.
En el cuartel de seguridad del Palacio, el capitán Typho se había reunido con Anakin y Ahsoka para mostrarles la investigación del atentado en el mercado de Theed, así como la respuesta del cuerpo de seguridad oficial.
—La seguridad de la Vice Canciller es primordial—dijo el capitán Typho, con una pizca de nerviosismo en su voz—Hemos trazado estos planes, acorde a los protocolos que recibimos de la oficina del Canciller.
Typho proyectó el holograma para que Anakin pudiera verlo, en efecto, era el protocolo estándar para una crisis de seguridad mayor. Sin embargo, según las leyes de la República, cuando la oficina del Canciller acudía a los Jedi, la jurisdicción pasaba automáticamente al Templo.
—Bien hecho, capitán—respondió Anakin—Estas medidas son las correctas, pero debemos hacer algunas adecuaciones.
—Desde luego, Maestro Skywalker.
Anakin volvió a escuchar el tono nervioso de Typho y usando un poco la Fuerza, pudo sentir con mayor claridad las olas de incomodidad que el capitán emanaba. Suspirando, Anakin abrió su mente a la Fuerza para llenarse de la mayor serenidad posible.
—Está bien, capitán—dijo en voz baja, solo para que Typho escuchara—No tiene nada de qué preocuparse, ni de qué arrepentirse.
—No es tanto el arrepentimiento como la vergüenza, Maestro—respondió Typho, también en voz baja.
Ahsoka se cruzó de brazos, agudizando su oído para escuchar lo mejor posible los susurros entre ambos hombres.
—No es usted quien debe sentirla, capitán—agregó Anakin—Su profesionalismo jamás ha quedado en duda, ni tampoco su capacidad. Pierda cuidado capitán.
Typho asintió, esbozando una sonrisa agradecida. Había sido un silencioso testigo de muchas situaciones que Amidala ocultaba del mundo, callándose sus comentarios por el simple hecho de que no era de su incumbencia. Pero tenía que mencionarlo, tenía que confesarle a Anakin Skywalker al menos un poco de sus sentimientos, porque de todas las personas de la galaxia, Typho sabía que el Maestro Skywalker era quien menos se merecía lo que vivió al lado de Amidala.
A través de la Fuerza, Ahsoka sintió el alivio del capitán por las palabras de Anakin. La padawan detestaba sentirse al margen, sobre todo porque era algo relacionado a su Maestro.
—Quienquiera que haya orquestado este atentado, sabía que la Vice Canciller estaba aquí, ¿cuántas personas sabían que vendría a Naboo, capitán? —preguntó Anakin, retomando el tema principal.
—El Canciller Organa, sus damas de compañía, la reina y el equipo de seguridad—explicó Typho.
—Debe haber algún infiltrado entre ese grupo de personas.
—Es lo que he pensado—concedió Typho—Pero no sé quién podría ser.
—Encontrar a ese infiltrado será nuestra responsabilidad, capitán—dijo Anakin—Quiero que usted y su equipo se encarguen de otra cosa igual de importante.
—Lo que nos indique, Maestro.
—Tenemos que asegurar también a la familia Naberrie—dijo Anakin con tono serio—Si este atentado fue en un mercado al aire libre, los involucrados no tendrán escrúpulos en amenazar a la familia de la Vice Canciller.
—Ellos deberían estar seguros aquí, en Naboo.
—En circunstancias normales no lo dudo, pero como no podemos confiar en nadie por ahora, creo que lo más prudente es escoltarlos a Coruscant también.
—No sé si la Vice Canciller estará de acuerdo.
—La Vice Canciller no está a cargo de esta misión—replicó Anakin—Hay que trasladar a los Naberrie al Templo en Coruscant, con la mayor discreción posible. Tendrá que ser por separado, capitán Typho, para no exponerlos.
—Muy bien, propongo que usemos el protocolo de alta seguridad del despacho de la Reina para este traslado.
—Mándame ese protocolo y le diré las adecuaciones que correspondan según este contexto, capitán—ordenó Anakin, con ese tono de voz que no dejaba lugar a dudas, pero tampoco ofendía a nadie—Quiero que nos reunamos en tres horas estándar para ajustar los últimos detalles de estos traslados.
—Si, Maestro Skywalker.
Typho salió con su oficial de mayor confianza para contactar a los Naberrie. Anakin se quedó analizando las instrucciones de seguridad que Typho le mostró, adecuándolas al plan que ya tenía en su cabeza desde que dejaron Coruscant. Aprovechando el momento, Ahsoka se acercó a su Maestro con pasos lentos.
—¿Sigue en pie el plan original? —preguntó, tanteando el humor de su Maestro.
—Si, solo quiero actualizar estos protocolos—respondió Anakin con tono neutral—Ahsoka, lleva a R2 al Juventus y escaneen todos los sistemas, si todo está en orden, cambia los códigos que te mencione.
—Si, Maestro.
Ahsoka contuvo una mueca al salir de la habitación, sabía que su Maestro quería estar solo, y en su experiencia, eso nunca era algo bueno.
Estando finalmente a solas, Anakin se sentó frente al holo proyector con una expresión pensativa, las palabras de Typho lo llevaron al pasado sin querer proponérselo y el peso del tiempo se sintió como plomo sobre sus hombros.
Como un lejano recuerdo vinieron a su mente esas tardes en que acordaba con el capitán Typho la seguridad de la entonces senadora Amidala, la salvaron juntos de varias amenazas, sobre todo del difunto Virrey Nute Gunray de la Federación de Comercio. Anakin confiaba en sus capacidades y era agradable volver a trabajar con una persona tan leal y que entendía su exigencia, pero no estaba a gusto con las condiciones de ese reencuentro.
Llevaba solo unas horas en Naboo y ya sentía el cambio en su humor, la dicotomía de encantarle ese lugar, de exuberante belleza natural y tan lleno de hermosos recuerdos, con el desagrado de tener que haberla visto otra vez.
Desde que llegaron a Naboo Anakin mantuvo sus sentidos alerta, conocía bien a la Vice Canciller Amidala, sabía que ella siempre presionaba las reglas y nunca aceptaba que le dijeran que hacer. Debía detestar la idea de que la encomendaron a los Jedi como si fuera una niña que debiera ser cuidada, y se rebelaría en cuanto pudiera. Por eso no le sorprendió verla vestida de oficial entre la escolta de Typho, lo que sí le sorprendió fue la reacción de su cuerpo.
Su corazón se saltó un latido, las palmas de sus manos sudaron, y se formó un nudo en la boca de su estómago cuando vio esos hermosos ojos castaños verlo de nuevo. Tan hermosa como siempre, tan rebelde como cuando la conoció, proyectando un carácter que no concordaba con su diminuto cuerpo y una fiereza en sus facciones impropias de alguien tan atractivo.
Usando la Fuerza, Anakin consiguió contener sus sentimientos hasta ahora, pero estaba cansado y ahora que estaba solo, pudo colapsar contra el respaldo de su asiento, dejando que esas complejas emociones recorrieran libremente su cuerpo. ¿Cómo esa mujer podía provocar tantas reacciones aun después de tantos años?
Afortunadamente su comunicador sonó en ese momento, salvándolo de ese espiral de pensamientos.
—Skywalker—respondió con tono neutral, sin darse cuenta que estaba sonando su frecuencia personal.
—Oh, Ani, suenas terrible—dijo Shmi Skywalker, con esa voz maternal que siempre desarmaba a su hijo—¿Estás bien? ¿Has podido dormir?
"No en años…" pensó Anakin, pero solo suspiro.
—Perdona, mamá. Creí que era el Consejo— "O quizá Obi-Wan," pensó—¿Está todo bien?
—Si, hijo. Solo quería saber cómo va tu misión, vendrás a casa cuando termine esa misión, ¿verdad?
—Sí mamá. El Consejo me pondrá fuera de servicio hasta nuevo aviso cuando termine esta misión.
—Qué bueno, mereces un buen descanso Ani.
—Todo el mundo dice eso.
—Solo los que te queremos—agregó Shmi con ese tono cariñoso que Anakin extrañaba tanto—Cuídate Ani, te esperamos con un enorme estofado de Bantha solo para ti.
Anakin alzó las comisuras de sus labios, la primera sonrisa genuina que tenía en días.
—Gracias mamá, saludos a todos.
—Claro, hijo. Te amo.
—Te amo, mamá.
Shmi terminó la llamada, y Anakin se quedó sentado aún con la sonrisa en sus labios. Visualizaba su hogar en Tatooine, y en lo mucho que necesitaba alejarse de Coruscant por un tiempo, en lo agradable que sería meditar en las cuevas del desierto un par de días para que estos difíciles sentimientos por fin se fueran.
Anakin se paró frente al holo proyector, decidido a terminar el trabajo lo más pronto posible.
.
.
.
Residencia Naberrie, Theed, Naboo…
Sola empacaba su maleta enfurecida, arrojando la ropa descuidadamente, todo lo contrario a la mujer tranquila que ella solía ser. Jobal la miraba desde el umbral de la puerta con una mueca, debatiéndose como comenzar la que sería una conversación muy difícil.
—¿Te ayudo, hija?—pregunto Jobal.
—No, gracias mamá.
Jobal suspiro. "Estas niñas y su terquedad," pensó. Luego caminó despacio al interior de la habitación, mirando distraídamente por la ventana al extenso patio trasero de la casa.
—Las maletas de las niñas están listas—dijo Jobal con tono inocente—También los bocadillos que preparé para el viaje.
—La nave debe tener suficiente comida, mama.
—Esa comida espacial no es ni la mitad de buena que mi comida, las niñas necesitan nutrientes.
Sola ocultó una sonrisa.
—Me molesta tener que dejar nuestras vidas aquí por culpa de Padmé.
—Es temporal, y por nuestra seguridad.
—Lo sé, pero no por eso me agrada más.
—Sé que estás molesta con Padmé—dijo Jobal más seria—No sé porque, ni quiero saberlo aún. Solo te pido que seas paciente, hija. Nos espera una temporada complicada y debemos permanecer unidos.
—Pides mucho, mamá. A la que deberías pedirle que se controle es a la hija que no consigue evitarse enemigos en ningún lugar al que va.
"Tiene un punto," pensó Jobal con una mueca.
—Puede ser, pero en este momento me preocupa más la hija que se siente muy herida—continuó Jobal.
Sola apretó los labios con desdén, sentándose en la cama de la alcoba. Jobal camino hacia su hija colocando una mano maternalmente sobre su hombro.
—Tú y Padmé son mucho más parecidas de lo que piensas, mi amor—dijo Jobal—Ambas pelean con todo lo que tienen y se entregan desinteresadamente por lo que aman. Pero mientras tú pones primero a tu familia, Padmé ha puesto primero su carrera. Mi amor, si estas así de molesta me queda claro que tu hermana hizo algo muy, muy malo. Y estas en tu derecho de estar molesta.
—No es molestia en realidad—susurro Sola—Es decepción mamá… estoy muy decepcionada de ella.
—Eso es aún peor, si me preguntas a mí.
—¿Lo es?
—Claro.
—Es mi hermana, y la amo, pero me tomará algo de tiempo conciliar lo que ha pasado.
—No te pido que lo hagas ahora, Sola. Te conozco lo suficiente para saber que, si Padmé te decepcionó, debió ser algo muy serio. Lo que te pido es que estés dispuesta a recibirla, cuando Padmé decida abrirse de nuevo con nosotros.
Sola miró a su madre con una expresión cautelosa, pero todo lo que encontró en Jobal fue un rostro lleno de compresión.
—¿Sabes algo, mamá?
—Solo sé que tu hermana no está bien—dijo Jobal con una mueca—No lo ha estado en mucho tiempo, y cree que puede engañarnos, pero no es así. Tu padre y yo esperamos que uno de estos días, tu hermana vuelva a nosotros.
Asintiendo, Sola se recargó un momento en el hombro de su madre. Era una mujer casada y con dos hijas, pero siempre se sentía segura cuando Jobal la abrazaba con ese calor único de las madres.
—Gracias, mamá—dijo Sola, parándose y terminando de empacar su maleta con mucha más calma.
Jobal se quedó sentada unos momentos más, viendo a su hija mayor con ojos ausentes. Armándose de valor, hizo la pregunta que llevaba mucho tiempo queriendo verbalizar.
—No quiero detalles, porque no te corresponde dármelos—dijo Jobal—Pero, Sola… ¿Fue muy grave lo que hizo tu hermana?
Sola se quedó quieta un momento, analizando las palabras de su madre. ¿Qué tan grave era romper el corazón de alguien de esa forma tan cobarde? No por primera vez, Sola Naberrie se cuestionó si no exageraba.
Pero luego recordó los ojos de Anakin esa noche, viendo al cielo…
—Si, mamá. Fue muy grave—dijo con una mueca de tristeza.
Jobal asintió, parándose de la cama y diciéndole a su hija que se irían en media hora más. Ambas sabían que no volverían a hablar del tema hasta que Padmé no se decidiera a confrontarlas.
.
.
.
Templo Jedi, Distrito Jedi, Coruscant…
El Maestro Jedi Obi-Wan Kenobi estaba parado con expresión ansiosa, mirando el crucero que aterrizaba en el hangar del Templo. Cuando Satine le dijo que iba de regreso a Coruscant, él coordinó con su capitán que aterrizara en el Templo en lugar de República 500, considerando que era mucho más seguro. Después de todo, aunque la guerra había terminado, no quería tentar la seguridad de su esposa.
Las puertas del crucero se abrieron y la rampa descendió, los guardias escoltaron a la Duquesa de Mandalore, Satine Kryze-Kenobi, quien llevaba un atuendo sencillo comparado con las galas senatoriales con las cuales deslumbraba a sus enemigos políticos. Cuando Satine vio a Obi-Wan, olvidó todo el protocolo regio y corrió hacia él, abrazándolo con fuerza.
—Estaba tan preocupado—murmuró Obi-Wan contra sus cabellos, besando repetidamente su cabeza—Debí haber ido, debí…
—Tu lugar estaba aquí, Obi-Wan.
—Mi lugar debe ser a tu lado.
—Oh, mi Obi-Wan—Satine se separó un poco de su esposo para acunar su rostro con ambas manos—Como si fuera tan simple…
El miró ese rostro que amaba y sin poder contenerse más, se inclinó para besarla. Satine rodeo el cuello de su esposo con ambos brazos, sintiéndose segura por primera vez en semanas.
El sitio de Mandalore pudo haber sido una catástrofe de no ser por la intervención de la República. Los diálogos entre la duquesa y el Senado durante la guerra ayudaron a que la República creyera que la intervención Sith en Mandalore había sido un golpe de Estado. El Senado encomendó a los Jedi la protección de Mandalore, y durante un tiempo Obi-Wan, Anakin y Ahsoka dirigieron la defensa de Mandalore con sus tropas, hasta que una emergencia los llamó de nuevo a la capital.
Obi-Wan le pidió a Satine que regresara con ellos y abogara en el Senado por mayor intervención, pero ella se negó a hacerlo. No podía abandonar a su gente cuando más la necesitaban. El Consejo le aseguró que mandarían más tropas a Mandalore, pero él seguía sintiéndose muy inquieto. Ella era su esposa y él debería estar a su lado.
Fueron las peores semanas para Obi-Wan. Por un lado, su esposa estaba todavía en Mandalore, sin garantía de que el sitio fuera a terminar pronto y expuesta ante los Sith. Por el otro, su hermano de batalla, su otrora padawan Anakin Skywalker estaba recuperándose física y mentalmente de la pelea contra Palpatine. Y cuando pensaron que las cosas no podían ser peores, vino el juicio contra Anakin.
Las cosas estaban lejos de ser perfectas, pero al menos tenía a su esposa en brazos de nuevo, y solo con sostenerla así Obi-Wan sintió su corazón alegrarse y un enorme peso desaparecer de sus hombros.
Satine pensaba algo parecido. Desde el sitio de Mandalore era poco lo que comía y menos aún lo que dormía. Este era el primer momento en meses donde se sentía segura, su cuerpo comenzó a relajarse mientras su alma encontraba consuelo en los brazos de su esposo.
Cuando la pareja al fin se separó, el capitán de Satine se acercó a Obi-Wan para entregar los reportes de seguridad y el técnico pidió autorización para el mantenimiento de la nave. Después de eso, caminaron al interior del templo.
Satine tenía un apartamento en Republica 500, que usaba en sus cada vez más frecuentes sesiones con el Senado. Pero el reciente sitio en Mandalore exponía su seguridad y Obi-Wan la convenció de pasar una temporada en sus aposentos del Templo. Según las normas, las esposas y los hijos de los Jedi tenían acceso libre al Templo también.
—¿Cómo han estado las cosas aquí? —preguntó Satine—Todos en el Borde Exterior están sorprendidos por el repentino cambio político de la capital.
—Ha sido un caos—admitió Obi-Wan con pesadez—Hemos trabajado en conjunto con el Canciller Organa para colocar espías en el Senado y detectar a los aliados de Palpatine. Bail quería que Anakin fuera parte del operativo, pero el Consejo está de acuerdo en que necesita un descanso.
—Aun así, lo enviaron a una misión a Naboo—dijo Satine con una mueca—¿Por qué fue eso?
—Según el Maestro Yoda, por la experiencia que tiene Anakin en Naboo. Pero sospecho que es algo más.
—Algo relacionado con Amidala, ¿no es verdad?
Obi-Wan guardó silencio. Nunca le dijo a Satine todos los detalles del pasado entre Anakin y Padmé, pero su esposa era inteligente y, además, una buena amiga y aliada de Padmé. Era imposible que no se diera cuenta.
—Eso es asunto de Anakin.
—Lo sé, no espero que me digas detalles mi amor—dijo Satine con una media sonrisa—Pero por lo que sospecho… no creo que haya sido el momento idóneo para mandarlo a Naboo.
—Yo tampoco.
Satine suspiró con una expresión de tristeza en su semblante.
—Anakin confiaba mucho en Palpatine—dijo la duquesa de Mandalore—No me imagino lo que debió sentir cuando supo que era el Sith.
—Está moralmente devastado, más de lo que acepta.
—Y Naboo no debe ser un buen consuelo por ahora. Dime que al menos Ahsoka esta con él.
—Si, lo está.
—Eso es algo—Satine se quedó un poco pensativa—Quizá debería contactar a la Vice Canciller Amidala…
—No sé si eso sea una buena idea, menos ahora que deberá ser trasladada con la máxima seguridad posible.
—¿Tan grave es su situación?
—Por ahora sí, y preferiría que te mantengas lo más lejos posible por ahora. Solo en lo que se calman las aguas.
—Suena razonable.
Obi-Wan conocía a su esposa demasiado bien para creerle. Pero hace años los dos entendieron que al menos valía la pena mencionar cuando uno no estaba de acuerdo con el otro.
Poco después llegaron al cuarto de Obi-Wan en el Templo. Era espacioso y pulcro, Satine había estado ahí varias veces, pero no dejaba de sorprenderle lo mucho que esa simple habitación decía sobre la personalidad de Obi-Wan. Cuando la puerta se cerró y quedaron a solas, todo a su alrededor pareció desaparecer, y marido y mujer recuperaron el tiempo perdido esa misma noche.
Eso es todo por ahora.
Obi-Wan merecía también mucho más, y en este fic quise darle una vida mucho más plena. Como aquí los Jedi son libres de tener familias, supuse que su relación con Satine no solo sería posible, sino muy feliz (dentro de lo que cabe en una guerra) después daré más detalles sobre ellos c;
Y sí... Shmi Skywalker está viva. Jamás la secuestraron los tusken. Es algo de lo que hablaré con más detalle en los capítulos posteriores, porque veremos más de la familia de Anakin, pero por ahora pueden estar tranquilos de que Ani no tiene ese espantoso trauma... tiene otros, pero más llevaderos jeje.
Espero les haya gustado este capítulo, mil gracias por leer, ¡les mando un fuerte abrazo y saludo!
