NADA DE ESTO ME PERTENECE, LOS PERSONAJES SON DE DISNEY, SOLO ME DIVIERTO AL ESCRIBIR
¡Hola a todos! Al fin aquí traigo este pequeño. Creo que puede dar un giro importante, considerando que en este capítulo se revelan muchísimas diferencias en comparación con la saga original, pero no les quiero adelantar nada. Por ahora, ¡disfruten!
Parte VII
Hace mucho tiempo…
Padmé estaba sentada en el techo de la pequeña casa en donde le habían dado refugio en Tatooine. Hasta ahora, nadie sabia que ella era la verdadera reina de Naboo, y eso era bueno, necesitaba observar a los Jedi de cerca sin que ellos sospecharan. No es que desconfiara de los Jedi en realidad, pero sabía que, como reina, no le dirían detalles hasta que fuera necesario, y ella necesitaba saberlos ahora. Su pueblo estaba en crisis y ahora más que nunca ocupaba tomar decisiones drásticas.
Un profundo suspiro emergió de su garganta y Padmé miró a las estrellas un momento, buscando el sistema de Naboo. No estaban tan lejos de casa, pero a la vez se sentía como una galaxia entera de distancia. Su pueblo estaba ahí, sufriendo, ¿qué seria de sus padres? ¿y de Sola? ¿de toda la gente inocente de Theed? ¿los droides se habían atrevido ya a invadir más zonas de su planeta?
Detestaba no poder estar ahí con ellos, detestaba tener que acudir al Senado en estas circunstancias, detestaba no poder hacer más.
Escuchó un ruido provenir de la ventana y vio al pequeño niño rubio, Anakin, asomarse a donde estaba ella. Padmé aún no tenía una opinión clara sobre ese niño, sabía que era directo y tenía algo de inocencia (al haberla confundido con un ángel) también era muy generoso y de corazón noble, al haberlos invitado a su hogar sin pensarlo dos veces para salvarlos de la tormenta de arena, aún cuando era evidente que ni él ni su madre tenían mucho que compartir. Saber que él y su madre eran esclavos rompía su corazón, porque hasta donde Padmé sabía, no existía la esclavitud en la República. Aunque, como su capitán bien mencionó, Tatooine no era un mundo de la República.
—¿No tienes frío? —preguntó el niño, saliendo al techo.
—No.
—Enfriará aún más, deberías entrar.
—Lo haré en un momento—respondió Padmé—Solo quería seguir viendo las estrellas.
—Oh… ¿ves alguna en especial?
—El sistema de Naboo.
—Ah, cierto. El Maestro Jinn dijo que eres de ahí.
—Así es.
—Nunca he salido de Tatooine—dijo Anakin con pesadez, deseando poder ver todos esos mundos de los que siempre escuchaba en la tienda de Watto—¿Cómo es Naboo?
—Maravilloso—respondió Padmé con voz soñadora—Hay praderas extensas, montañas cubiertas de matorrales con flores y extensas lagunas sin fin con peces de colores. Te encantaría.
—¿Lagunas grandes?
—Claro, con ríos y mares muy extensos.
—¿Enserio puede haber tanta agua para formar lagos enormes?
Padmé frunció los labios, ciertamente Tatooine era un planeta desértico, era natural que esa sola descripción impresionara a Anakin.
—Sí…
—Ojalá algún día pueda verlo.
Padmé se quedó callada, meditando esas palabras un momento. Claro que estaba preocupada por Naboo, era su deber como soberana de su pueblo protegerlos, pero por un instante se permitió pensar más en Anakin y en su madre. Ellos ni siquiera la conocían y ahí estaban, ayudándola en lo que podían. Merecían mucho más que una vida de servidumbre siendo meras propiedades de un insectoide despreciable.
Si la invasión terminaba pronto y las cosas salían bien, quizá podría volver a Tatooine... Sí, ella debía volver. Cuando el Senado declarara ilegal el bloqueo y Naboo fuera libre otra vez, entonces ella volvería a ayudar a estas personas tan generosas con las cuales estaba en deuda.
—Cuando terminemos la misión de la reina, regresaré para llevarte a ti y a tu madre a Naboo—dijo con voz firme, muy similar a su tono regio en reuniones con la Asamblea—Sé que les encantará.
Los ojos de Anakin se ensancharon llenos de asombro, mirando a Padmé con una mezcla de incredulidad y fascinación.
—¿Harías eso enserio? —preguntó.
—Claro… si todo sale bien—aclaró, recordándose que mientras Naboo no fuera libre, no podía hacer nada.
Padmé sintió su corazón acongojarse al pensar por un instante en lo que podría pasar si las cosas salían mal, pero contuvo su ánimo por el bienestar de Anakin. Todo saldría bien. Todo tenía que salir bien, y cuando así fuera, regresaría a Tatooine a comprar su libertad... y la de muchos esclavos más.
—En verdad eres un ángel—dijo el niño lleno de convicción, con una ilusión que enterneció a Padmé.
En ese momento, una brisa particularmente fría los golpeó y Padmé se abrazó a sí misma por instinto, Anakin no parecía afectado por el cambio de clima, pero seguía siendo un niño y debía cuidarlo.
—Vayamos adentro, Ani—respondió ella—Tenías razón, ha enfriado.
—Vamos antes de que te enfermes, ángel.
—Mi nombre es Padmé, Ani—dijo ella con una sonrisa divertida.
—Y el mío es Anakin. Si tu me dices Ani, yo puedo decirte ángel.
Ella rio, conmovida por esa terquedad que, seguramente, solo crecería con los años.
—Está bien.
Ambos entraron a la pequeña casa y Anakin la llevó de nuevo a la alcoba de él, donde Padmé pasaría la noche (Anakin dormiría con su madre) le deseó las buenas noches y se fue con Shmi. Padmé se recostó en la recámara, pequeña y llena de pedazos de robots, cables y herramientas, todo a su alrededor parecía muy apegado a la personalidad de su dueño.
"Anakin Skywalker… eres un niño especial," pensó Padmé, mientras cerraba los ojos para intentar dormir.
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Granja Lars, afueras de Mos Espa, Tatooine.
Padmé no había visitado Tatooine desde que ella tenía catorce años y debió hacer esa parada de emergencia para reparar su nave, escapando de la Federación de Comercio. Lo recordaba como un lugar desértico y lleno de personas pobres u oportunistas, donde no podía confiar en nadie, y del cual lo único bueno fue haber conocido a Anakin Skywalker.
Pero el Mos Espa que ella estaba conociendo en este momento no se parecía al de sus recuerdos. Las descuidadas calles mal trazadas y las casas deterioradas por la arena cedieron su lugar a amplias avenidas rodeadas de edificios diseñados para protegerse de las tormentas de arena, incluso había pequeñas plazas y un par de fuentes donde vio a niños jugando y señoras platicar amenamente, usando ropas más elaboradas que los atuendos pobres que Padmé vio en su única visita.
Ella sabía que las cosas en Tatooine habían cambiado en años recientes, pero una cosa era escuchar los informes en el Senado y otra muy distinta era verlo de primera mano.
—Mos Espa se ve muy diferente—comentó Padmé, mirando impresionada el curioso nivel de calma que percibía en la ciudad.
—¿Enserio? —replicó Ahsoka—Luce igual para mí.
Anakin no mencionó nada, quizá porque no quería hablar del tema, pero en el fondo entendía a lo que Padmé se refería. Al recordar el pasado, y más precisamente, su pasado con Padmé, la mandíbula de Anakin se tensó y su expresión de volvió más severa. Padmé notó su mal humor inmediatamente y guardó silencio, no quería que Anakin se sintiera peor por su presencia de lo que ya se sentía.
Tatooine había cambiado mucho con los años. Desde que Anakin tuvo edad para hablar con el Consejo Jedi, insistió en que el planeta debía tener una intervención de la República para limpiarlo de la presencia de los Hutts. Anakin siempre dijo que había personas nobles, trabajadoras, siendo explotadas por esos gángsters que tampoco los dejaban escapar. Durante años el Consejo meditó al respecto, y poco antes de que iniciaran las Guerras Clon, Anakin ayudó a crear un complejo plan que desmantelara el clan Hutts de Tatooine. Dicho plan se vio pausado cuando empezó la guerra, pero la Fuerza hizo que los Hutts se vieran involucrados, dándole a los Jedi la excusa de usar la estrategia de Anakin. Al final, después de un año de batallas complejas y destruyendo células de mafiosos, Tatooine era libre de los Hutts y se había incorporado recientemente a la República.
Padmé aún era senadora de Naboo cuando el senador Arón de Tatooine llegó al Senado, un hombre de unos cuarenta años demasiado experimentado en sobrevivir en su planeta de origen como para intimidarse por las mañas políticas. Se alió a Bail Organa muy pronto, sospechando de Palpatine casi desde el inicio. Y en el Senado se habló durante semanas de cómo el Caballero Skywalker había conseguido devolverle la paz a su planeta natal, incluso se le iba a condecorar con una medalla de honor por esa hazaña. Dicha condecoración fue pospuesta por Palpatine, quien mencionó que la ayuda de Skywalker en el Borde Exterior era invaluable y aún no podían solicitar su regreso a la capital, ahora Padmé sospechaba que, en realidad, Palpatine había contado con la corrupción de los Hutts para algunos de sus planes, y su caída en desgracia por culpa de Anakin debió enfurecerlo.
En los dos años que Tatooine llevaba siendo parte de la República –una en guerra, pero al final de cuentas con una ley centralizada– sus ciudadanos consiguieron votar un gobierno. Los alcaldes de las ciudades principales formaron un Consejo que gobernaba al planeta en su totalidad, creando cuerpos policiacos para mantener la paz de los pueblos, rutas comerciales más definidas, y acuerdos de paz con los Tusken y los nn. Pero lo más importante: la esclavitud en el planeta estaba tajantemente prohibida. Cuando Padmé supo de esa nota, recordó inmediatamente a Anakin, sabiendo lo que eso significaría para él. Aún había mucho trabajo por hacer, pero por lo poco que Padmé pudo ver en Mos Espa, Tatooine iba en excelente camino.
Ahsoka no había conocido Tatooine antes de las guerras, y aunque sabía que su maestro alguna vez fue un esclavo, no tenía detalles sobre ese pasado. Nadie parecía nunca hablar de eso y la togruta sabía que no eran preguntas que podía hacer. Pero había notado que Amidala parecía comprender el cambio en Tatooine, y sobre todo a su maestro, mucho mejor de lo que ella había pronosticado.
Anakin rentó un speeder y condujo a las afueras de Mos Espa, anduvieron media hora sobre las arenas del desierto hasta que visualizaron los paneles de la granja de humedad de los Lars. Padmé nunca había visto algo parecido, pero considerando el mal humor de Anakin, no sabía qué tanto podía preguntar. Estacionó el speeder cerca de unas escaleras que descendían a una especie de patio abierto, y se paró erguido frente a ellas.
—Bajen—ordenó.
Ahsoka saltó, usando la Fuerza, para caer grácilmente. Anakin la hubiera reprendido de no estar tan preocupado como estaba en ese momento. Padmé por su parte, descendió despacio peldaño por peldaño hasta llegar al lado de la togruta, y Anakin hizo lo mismo.
Una mujer rubia con cabello trenzado salió por una de las puertas, Padmé no la conocía, pero por la enorme sonrisa que esbozó esa mujer hacia Anakin, supuso que ella sí.
—¡Ani! —dijo la mujer rubia, abriendo sus brazos hacia él para saludarlo con un abrazo—¡Bienvenido!
—Hola, Beru—respondió Anakin, abrazándola rápidamente—Me alegra verte.
—¡Pasa! No te esperaba en al menos una semana, ¡hubiera hecho estofado de Bantha!
—Es una visita muy corta… además, prometo volver pronto.
—Hola, Ahsoka—saludó Beru, viendo a las acompañantes de Anakin—Oh… hola, me llamo Beru Lars, encantada.
Padmé esbozó una sonrisa política, falsa pero que lucía amable, y respondió al saludo.
—Soy Padmé Amidala.
—¿Amidala? —Beru frunció el ceño, reconociendo el nombre—¿Cómo la Vice Canciller Amidala?
Padmé asintió. Beru miró a Anakin con los labios fruncidos.
—Enserio será una visita corta.
—Te lo dije.
—A tu madre no le gustará.
—Por eso planeo volver pronto, apenas termine esta misión.
—Entiendo… pasen, pasen.
Beru hizo señas a la puerta y Anakin caminó con naturalidad, lo mismo Ahsoka. Padmé se forzó a tener una postura tranquila, cuando por dentro, mil preguntas corrían a mil por hora en su cabeza llenándola de ansiedad.
—¿Clieg y Owen están afuera todavía? —preguntó Anakin.
—Sí, pero tu madre estaba en el taller hace unos momentos—respondió Beru—Deberá estar aquí en minutos.
Entraron a lo que parecía ser una cocina, con un pequeño comedor anexado. Beru les indicó que tomaran asiento y les ofreció bebidas. Anakin tomó leche azul, mientras que Ashoka y Padmé optaron por simple agua. Beru estaba terminando de preparar unos bocadillos cuando Shmi entró a la cocina.
—¡Ani! —Shmi corrió hacia su hijo con una sonrisa llena de amor—¡Oh, bienvenido a casa!
—Hola, mamá.
—Te extrañé tanto.
Padmé sintió su aprehensión crecer cuando vio ese dulce, íntimo momento entre madre e hijo. Recordó cuando Anakin tenía solo nueve años de edad y su madre se inclinaba sobre sus rodillas para abrazarlo, dándole besos en ambas mejillas al despedirse de él cuando Anakin se unió a los Jedi. Oh, en ese tiempo eran una simple madre soltera y un niño rubio, ambos igual de asustados, ambos amándose totalmente, adoloridos por la separación, pero felices por el futuro que al fin proyectaba algo mejor para los dos. Y ahora, Anakin era un Maestro Jedi, ataviado en sus túnicas especiales, abrazando a su madre que solo le llegaba a los hombros, Shmi se veía más vieja pero indudablemente más feliz, aferrándose a su amado hijo con un cariño tan puro que dejó a Padmé sin palabras.
—Temo que es una visita breve, mamá—dijo Anakin—Aún estoy en misión, pero te prometo que regresaré muy pronto.
—¿En misión? —Shmi volteó a la mesa, notando por primera vez a sus otras dos invitadas—Ahsoka… oh… ¿Padmé?
No debió sorprenderle que Shmi la recordara, conociéndola como bien la conocía, pero el corazón de Padmé dio otro pequeño salto, llenándose de añoranza. ¿A dónde se había ido el tiempo?
—Hola, Shmi—saludó Padmé, con una sonrisa real—Ha pasado tiempo.
—Mucho tiempo, en verdad.
Ashoka contuvo el aliento, ¿la Vice Canciller conocía a la madre de Anakin? ¿Cómo? Anakin era extremadamente celoso con su familia, para Anakin sus seres amados eran intocables y ganarse su confianza era difícil, Ahsoka demoró más de un año en conseguir en que su maestro confiara en ella lo suficiente para presentarle a su familia (por una holo-llamada).
"Debió ser hace años," pensó Ahsoka, con su cuerpo tenso por la sorpresa. "Cuando Anakin era un niño…"
Shmi le dedicó una sonrisa cordial a Padmé, acercándose a ella para darle un corto abrazo. Padmé contuvo el aliento cuando sintió los brazos de esa humilde mujer rodearla con un afecto sincero, motivado por esos recuerdos de tantos años atrás.
—He escuchado mucho de todas las cosas que has hecho por la República—dijo Shmi—Me honra mucho conocer en persona la ahora Vice Canciller.
—Oh, no lo menciones—respondió Padmé con modestia genuina—Soy solo Padmé para ti.
—Gracias, cariño. Aunque quisiera que Ani ya tuviera un descanso, me consuela que sea él quien te cuide. Sé que bajo su protección no te pasara nada—agregó Shmi, mirando a su hijo de reojo con una media sonrisa.
—Estoy totalmente de acuerdo.
—Ahsoka, también me alegra tanto verde de nuevo—Shmi volteó hacia la togruta, esbozando su enorme sonrisa maternal—Oh, ¡estas más alta! Creces demasiado rápido, pequeña…
—Gracias Shmi—dijo Ahsoka con una sonrisa, la madre de Anakin era adorable.
—Mamá, nos quedaremos solo una noche—dijo Anakin, antes de que Shmi continuara hablando—Tenemos que salir mañana mismo para no exponerlos.
—Lo sé, lo sé, es algo corto… así que déjame disfrutar el momento ¿si? —Shmi se sentó en la mesa, haciéndole señas a Padmé y Ahsoka para que se unieran a ella—Ahora, ve a reportarte con el consejo y déjanos tener un rato de chicas.
Padmé notó la expresión contrariada de Anakin, él no quería dejarlas a solas, pero era cierto que debía contactarse con el Consejo. Con un suspiro de resignación, Anakin besó la frente de su madre y murmuró algo en el oído de Ahsoka antes de salir. Anakin jamás había podido negarle nada a su madre y ese día no fue la excepción. Mientras salía del comedor, Anakin volteó una vez más, dedicándole a Shmi una mirada de total adoración. Por años, madre e hijo estuvieron solos contra la galaxia y el vínculo que los unía era único.
Los años de esclavitud habían golpeado duro a Anakin, de maneras que muy pocos comprendían. Tenía una personalidad compleja producto de todas las barreras que construyó en su infancia para soportar los maltratos y las humillaciones. Padmé conocía bien esos muros, sabía que Anakin demoraba mucho tiempo en confiar en las personas, pero que cuando una persona se probaba a sí misma confiable ante Anakin Skywalker, se había ganado de un aliado de por vida.
Para Anakin, su clan era primero. Su clan era su familia, sus amigos, esas personas en quien confiaba. Ellos eran el núcleo de su ser y por ellos Anakin Skywalker pelearía contra la galaxia entera si eso significaba protegerlos. Porque Anakin se entregaba totalmente, crecido en un planeta como Tatooine, donde nunca sabes si vivirás un día más, Anakin sabía que el tiempo presente era el único que importaba, y bajo esa filosofía sentía y experimentaba la vida.
Y alguna vez, Padmé fue parte de ese clan. No solo una parte más, sino uno de los núcleos. Alguna vez, Padmé fue tan importante para Anakin, que llegó a ocupar un espacio en su vida similar al de Shmi.
Ahora, Anakin ni siquiera la dejaba llamarlo por su nombre.
—Bueno, hay que ponernos al corriente—dijo Shmi, aceptando una taza de té que le ofrecía Beru—¿Cómo está tu familia, Padmé?
—Oh, muy bien—respondió de inmediato—Se supone que deben estar llegando a Coruscant en estos momentos. Anakin insistió en trasladarlos, por el peligro.
—Una buena idea, Naboo es hermoso, pero no es seguro para ti por ahora.
—Lamentablemente.
Shmi notó que Padmé miró de reojo a Beru, sentándose frente a ellas con un vaso de leche azul en la mano.
—Oh, lo siento mucho—dijo Shmi de inmediato—Padmé, te presento a Beru Lars. Ella es la esposa de Owen, mi hijastro.
—Encantada de conocerte—respondió Padmé, con una sonrisa de alivio en sus labios—Así que Owen ha sentado cabeza al fin…
—Así es, ya era hora… ahora solo falta mi Ani—dijo Shmi.
Padmé frunció los labios solo por un segundo, pero Ahsoka fue capaz de notar ese gesto. La Vice Canciller no pareció complacida con ese comentario, pero siguió hablando con tono ligero.
—Shmi me contó varias veces sobre cómo la otrora reina de Naboo la rescató de la esclavitud, hace años—dijo Beru emocionada—Me alegra mucho poder conocerte. Dime Padmé, ¿tienes algún platillo preferido? Quisiera cocinártelo esta noche.
—Eso no es necesario—dijo Padmé, más contrariada que halagada por el gesto amable de Beru.
—Insisto. De no ser por ti, no tengo idea de qué sería de Shmi… y yo no hubiera conocido a mi Owen. Te debemos mucho.
—No me deben nada, solo hice lo correcto—replicó Padmé.
—Tonterías, estamos en deuda contigo y bien lo sabes—habló Shmi—Creo recordar que te gustaban las shuuras, ¿no es así?
—Sí, pero…
—Muy bien, Beru dile a Owen que busque unas shuuras en el mercado—dijo Shmi—No te preocupes, Padmé, ahora son fáciles de conseguir aquí.
—No quiero incomodarlos, Shmi.
—Eres mi huésped y te honraré como tal.
—Disculpen, no quiero sonar entrometida—dijo Ahsoka, aprovechando esta oportunidad de oro—Pero, ¿de qué están hablando?
Beru miró a la togruta con una sonrisa amable, mientras Shmi se acomodaba mejor en su asiento, lista para contar una de sus historias de vida favoritas.
—Conocí a Padmé hace ya muchos años, ¿qué serán? ¿catorce años?
—Quince.
—Cierto, cierto… ella era entonces reina de Naboo y unos Jedi la estaban escoltando a Coruscant, pero quedaron varados aquí en Tatooine. Mi Ani los encontró antes de que se internaran en una tormenta de arena y los trajo a casa. El Maestro Jedi Qui-Gong Jin detectó pronto las habilidades de Anakin, y me pidió autorización para llevárselo al Templo Jedi.
—Sin embargo, eran esclavos—agregó Beru, con un dejo de molestia en su voz—Así que el Maestro Jinn se las ingenió para conseguir la libertad de Anakin.
—Oh sí, por medio de esa carrera de pods tan peligrosa, ¿la recuerdas, Padmé? —preguntó Shmi.
—Claro que sí—la expresión de Padmé de repente se suavizó, perdiéndose en sus recuerdos—Anakin tenía ocho años y aún así ganó esa carrera. Pero Watto, ese insecto de dueño que tenían, solo le concedió la libertad a él, y no a ti.
—Así es. Anakin debió irse con Padmé y los Jedi, dejándome atrás, y eso nos rompió el corazón a los dos—por un momento, el rostro de Shmi se tornó triste—Pero le prometí que algún día nos veríamos. Yo no podía saberlo, pero estaba tan convencida de que el destino sería bueno con él, y debía darle esa esperanza…
Ahsoka se imaginó la escena, y su propio corazón se encogió. Vio a una madre que debía renunciar a su único hijo para darle la esperanza de un futuro, y de repente comprendió un poco mejor a su Maestro, el porqué la familia era lo primero en su lista de prioridades: para él, tener a su familia era un lujo.
—Pero un mes después, Padmé regresó. Esta vez con guardias y dinero suficiente para liberarme a mí y a todos mis demás amigos—los ojos de Shmi miraron hacia Padmé con total admiración—Nos llevó a Naboo, donde nos enseñaron oficios para que pudiéramos vivir por nuestra cuenta. Viví en Theed muchos años, donde Anakin solía visitarme en sus tiempos libres del Templo, hasta que conocí a Cliegg en una visita que hice a mis viejas amigas de Mos Espa.
Padmé asintió, recordando la boda entre Shmi y Cliegg Lars. Ellos la invitaron a la ceremonia, insistiendo en que, de no ser por ella, ni Shmi ni Anakin tendrían la libertad de la que ahora gozaban. Padmé no los desairó e insistió en que se casaran en Theed, consiguiendo que Obi-Wan llevara a Anakin aun cuando no era su tiempo de descanso. Oh, entonces Anakin tendría unos catorce años, y se veía muy gracioso con su larga trenza de padawan y facciones adolescentes.
—Hice todo de corazón, y con la firme convicción de que la esclavitud es un cáncer para la galaxia—dijo Padmé con firmeza—No me debes nada Shmi, y lo sabes. Ni tú ni tu familia.
—Aún así, jamás podré dejar de expresarte mi gratitud.
"Ni Anakin," pensó Ahsoka, mirando a la Vice Canciller con sentimientos encontrados. Realmente nadie le pidió que ella salvara a esclavos de Tatooine, ¿por qué lo hizo? Entre todos esos estaba la madre de Anakin. Y conociendo la importancia que Anakin le daba a la familia, oh… Anakin debió adorar a Amidala en ese tiempo.
Entonces, ¿por qué ahora la despreciaba tanto?
¿Y por qué Shmi seguía adorándola? ¿Acaso Shmi no sabía de las diferencias entre Anakin y Amidala? ¿Por qué?
—Me alegra tanto que una persona como tú sea Vice Canciller de la República—dijo Beru, parándose de la mesa—Iré a conseguir la shuura con Owen.
—Ve con cuidado, querida.
—Claro.
Beru se despidió de Shmi con un beso en la frente, saliendo de la cocina.
—Volvamos a temas más alegres—dijo Shmi de repente—Dime, Ahsoka, ¿qué cuenta esa simpática amiga tuya, Ventress?
—Ah, Ventress—Ahsoka rodó los ojos, recordando a la bruja de Dathomir—Esa mujer me hace arrepentirme a veces de haberla ayudado…
—Vamos, vamos, no son formas de hablar de los amigos—dijo Shmi con sonrisa maternal.
—Bueno, empecemos con…
Padmé dejó de escuchar en ese momento, abrumada por sus recuerdos.
Eso fue todo por ahora.
Creo que, de haber mantenido su relación con su familia, Anakin sí hubiera abogado por Tatooine, después de todo tuvo amigos en su infancia ahí y está el factor de su madre. Así que ahora Tatooine es parte de la República gracias a su héroe local Anakin Skywalker.
En lo que respecta a Shmi viviendo en Naboo, siempre pensé que, considerando el carácter de Padmé, ella bien pudo querer hacer algo por liberar a más esclavos de Tatooine, y ese fue un claro ejemplo de cómo creo que pudo haber influido ella. Además de que sería una muestra de gratitud a la familia que le dio cobijo en uno de sus peores momentos.
Espero les haya gustado este capítulo, muchísimas gracias por leer ¡saludos a todos!
