NADA DE ESTO ME PERTENECE, LOS PERSONAJES SON DE DISNEY, SOLO ME DIVIERTO AL ESCRIBIR
¡Hola a todos! ¿cómo se encuentran? separé 10 min antes de irme de fiesta para subir este capítulo. Me quedó claro en sus comentarios que la relación entre Anakin y Lara provocó fuertes reacciones así que quise traerles esta continuación tan pronto como pude. Mil gracias por sus comentarios y sus favoritos, me emociona mucho que les siga gustando este proyecto.
¡disfruten!
Parte X
Hace años…
Anakin estaba sentado en el sillón de la veranda, esperando. Padmé llegaría en cualquier momento, apenas acabara su sesión en el Senado. Se quedó quieto, cerrando los ojos para relajarse, dejando que la presencia de Padmé, inherente al departamento, le hiciera calmarse.
Apenas pudo sobrevivir de su última misión. Los detalles no fueron confiados ni al Senado ni al Canciller, solo el Consejo Jedi sabía que Anakin por poco no consigue sobrevivir. Anakin tampoco quería recordar la desesperación de esas batallas en donde agotó todos sus recursos físicos y mentales para conseguir escapar, ni tampoco quería pensar en los cientos de clones que murieron bajo sus órdenes.
Había sido una trampa. Nadie lo culpaba en realidad. Anakin siguió las órdenes del Consejo, pero todo fue una trampa separatista y perdió al menos 300 soldados en ese asalto, y aún no terminaban los reportes de los heridos. Después del asalto, quedaron atrapados en un sitio militar durante casi tres semanas, sin poder comunicarse al Templo para pedir refuerzos. Por puro milagro, Anakin fue capaz de evacuar el campo de batalla para rescatar lo que quedaba de su legión. Tuvo numerosas heridas en el hombro, en el vientre y en una pierna, pero recordando a algunos de los clones que vio en el área médica, Anakin sabía que tuvo suerte.
Le ordenaron regresar al Templo para ser atendido de sus heridas y, cuando los sanadores le declararon sano, el Consejo le concedió unos días de descanso. Anakin sabía que se sentían culpables por esa aplastante derrota, y querían que usara ese tiempo para meditar y dejar que la frustración de esa batalla no nublara su juicio en futuros combates. Pero apenas Anakin supo que tenía esos días libres, saltó a su speeder y condujo al departamento de su novia secreta, sabiendo que era lo único que conseguiría calmarlo. Así que ahí seguía, esperándola, sabiendo que Padmé llegaría en cualquier momento.
Había estado casi dos meses fuera de Coruscant, incapacitado de comunicarse con ella, y Anakin también se sentía mal por eso, pensando que Padmé debió estar muy preocupada por él en ese tiempo. Como el Consejo seguía sin dar detalles de su misión, Padmé no tenía forma de saber en dónde estaba él ni cómo continuaba su frente de batalla. Quería usar sus días de descanso para mimarla, para compensar esas semanas de distancia entre ellos.
Finalmente, veinte minutos después, el speeder de Padmé se acercó a la plataforma. Anakin se quedó quieto en su asiento, pero cuando vio que Padmé descendía acompañada de sus damas de compañía, se apresuró al corredor para encerrarse en la alcoba principal. Pudo escuchar las voces de las damas diciéndole a Padmé que salieran a cenar, y del capitán Typho asegurándole que su seguridad estaba confirmada. Luego, por primera vez en casi dos meses, Anakin pudo escuchar la voz de su ángel, respondiendo que pasaría esa noche en el departamento.
Anakin permaneció escondido hasta que Padmé entró a la alcoba, cuando lo vio, inmediatamente cerró la puerta detrás de ella, en caso de que alguna de sus damas continuara en el corredor.
—¿Qué estás haciendo aquí? —susurró, mirándolo de pies a cabeza.
Anakin frunció el ceño, esa no era la bienvenida que esperaba.
—Me dieron unos días libres.
Padmé frunció los labios, luego le hizo una señal para que guardara silencio, y abrió levemente su puerta para asegurarse de que no había nadie en el corredor. Ya más tranquila, Padmé puso un seguro a la puerta y miró a Anakin con sentimientos encontrados.
—Debiste avisarme—dijo ella, cruzándose de brazos—Hubiera llegado sola.
Ah, así que era eso. Anakin suspiró con pesadez y se sentó al borde de la cama, intentando pensar objetivamente. Padmé no quería levantar sospechas y él podía entenderlo, pero era un poco doloroso pensar que su novia le daba más importancia al secreto de su relación, que al hecho de verse por primera vez en tanto tiempo.
—Nadie me vio, no te preocupes por eso—respondió con un dejo de amargura.
Padmé notó el cambio en su tono de voz, pero se quedó quieta en la puerta, escuchando en el corredor a sus damas que seguían hablando de los pormenores del día, "Váyanse," pensó Padmé, tensando la mandíbula y con varias ideas en su mente para salir a correrlas en ese instante.
Pero las voces de las damas dejaron de escucharse segundos después, y Padmé supo que ellas ya se habían ido. Exhaló profundamente para aliviar la tensión de su cuerpo, y luego miró a Anakin, que seguía sentado con un rostro impasible, viendo a la nada.
El corazón le dio un salto cuando lo vio ahí, frente a ella. Anakin estaba bien, estaba a salvo, y estaba con ella. Toda la ansiedad y el estrés que sintió durante semanas, sin saber en dónde estaba, se esfumaron de golpe, y Padmé caminó hacia él aprovechando que Anakin seguía sentado para rodear su cuello con ambos brazos y acercar su cabeza a su pecho.
—Ya se fueron—susurró Padmé—Oh, Ani… estuve tan preocupada por ti.
Sintiéndose libre, Padmé apretó el rostro de Anakin contra ella con fuerza, sin querer dejar el más mínimo espacio entre ellos, y depositó un suave, tierno beso en su cabeza, convenciéndose de que él estaba sano y salvo. Anakin elevó sus manos y sujetó sus antebrazos, presionando el abrazo.
Esta era la bienvenida que Anakin había esperado.
—Estoy bien—respondió él.
Padmé besó su cabeza de nuevo y se separó de él, acunando su rostro para poder verlo a los ojos. Las pupilas azules de Anakin brillaron al verla con auténtico cariño, pero bajo sus ojos, Padmé notó la marca de las ojeras, y frunció los labios.
—¿Qué pasó? —preguntó con voz suave—Nadie sabía nada de ti, Ani.
—No quiero hablar de eso—respondió Anakin, rodeando su cintura con ambos brazos—Al menos, no ahora.
Anakin la jaló despacio para que Padmé se sentara sobre su regazo, ella lo hizo gustosa, acomodando su rostro en el hueco del cuello de Anakin, donde cerró los ojos para descansar. Padmé nunca se sentía tan segura como cuando estaba en los brazos de Anakin.
Duraron así, en silencio, varios minutos, solo disfrutando la compañía del otro para calmar sus angustias. Padmé levantó una de sus manos y comenzó a trazar patrones aleatorios sobre el pecho de Anakin, disfrutando la familiar tela de su túnica en la punta de sus dedos, aunque estaba muy contenta, una preocupación permanecía en el fondo de su mente.
—Ani, la próxima vez que vengas, por favor avísame—dijo Padmé—Te amo, y siempre serás bienvenido aquí, pero no quiero arriesgarnos.
Anakin suspiró, el cariño de Padmé ya lo había calmado mucho, pero cuando ella volvió a mencionar ese tema, Anakin sintió ese mismo dejo de amargura renacer en su pecho, era un sentimiento que no podía controlar, porque no tenía sentido para él.
Él la amaba. Ella lo amaba, ¿por qué tenían que seguir escondiéndose?
Aun cuando Padmé ya le había dado todas sus razones, y aunque técnicamente él había accedido a estas condiciones, Anakin sentía que algo estaba mal. Algo no terminaba de funcionar entre ellos dos, era como si hubiera algo sin decir, una pieza faltante en el rompecabezas de su relación que ninguno de los dos conseguía encontrar. Y eso lo volvía inseguro.
—Está bien—respondió con un tono de voz neutral, para no dejarle ver sus sentimientos encontrados.
Con cuidado, Anakin cargó a Padmé para sentarla en la cama y se puso de pie, murmurando que ocupaba usar el tocador. Padmé se quedó sentada, mirando la puerta del baño cerrarse con Anakin adentro, sin poder evitar sentir que había una puerta metafórica entre ellos dos.
.
.
.
Tiempo presente.
Puerto espacial de Mos Espa, Tatooine.
Anakin condujo el speeder sobre las arenas de Tatooine con varios sentimientos encontrados. Su mente estaba a punto de explotar, no tenía espacio para ningún pensamiento más. Ahora más que nunca, quería encerrarse en un lugar por días enteros sin que nadie lo molestara.
Había vivido cosas muy difíciles en toda su vida, desde la esclavitud hasta sus desafíos durante la guerra. Pero nada podía compararse con el momento en que Padmé rompió su corazón. Esa noche en que todo terminó entre ellos Anakin estuvo seguro de una sola cosa: ella nunca lo amó, no como él la amaba a ella. Entonces, ¿por qué ella aún conservaba ese dije de japor que él le regaló tantos años atrás? No podía ser por bonito. Amidala podía comprarse las joyas más costosas de la galaxia si así lo deseaba, era muy adinerada e influyente. Un simple dije de madera tallada a mano era nada comparado con los collares que ella usaba en el Senado.
¿Era un sentimentalismo? ¿Hacía qué? ¿Por qué? Cualquier cariño que ella hubiera tenido hacia él murió esa misma noche, lo dejó muy en claro. Entonces, ¿para qué guardar el humilde regalo de un niño esclavo?
No necesito de esto para recordarte, Ani…
La mandíbula de Anakin se tensó, mientras él intentaba mantener sus emociones bajo control. Eso siempre había sido difícil cuando Padmé estaba involucrada, pero en esta ocasión especialmente se sentía terrible consigo mismo, ¿cómo es que un simple dije conseguía descolocarlo tanto? ¿por qué Amidala aún tenía tanto poder sobre él?
"No te engañes," pensó. "Puede ser solo un truco." Amidala nunca había sido ese tipo de políticas… o eso pensó él, evidentemente siempre hubo un lado de ella que no conoció, ese mismo lado que lo destrozó años atrás. Y era algo que no podía dejarse olvidar, ahora más que nunca Anakin no podía bajar su guardia alrededor de Padmé. Era algo en lo que debía meditar.
Pero primero debía cumplir con su deber.
A su lado, Lara estaba sentada mirándolo de reojo. Podía notar las grandes ojeras bajo los ojos de Anakin, así como esa expresión tensa que arrugaba su frente cuando estaba preocupado por algo. En los últimos meses, Anakin había llegado a niveles de estrés muy alarmantes, y aunque ocultó mucho de esos sentimientos de su familia, Lara fue de las pocas personas que supieron de sus pesadillas, sus tentaciones, y lo difícil que fue para Anakin derrotar a Sidious mentalmente hablando.
—Necesitas dormir, Anakin—dijo Lara, con voz conciliadora—¿Cuándo volverás?
—En unos días. Cuando la Vice Canciller esté segura en Coruscant, tomaré el primer transporte de regreso a Tatooine—respondió Anakin, anhelando ese momento.
—Comprendo.
Lara contuvo el aliento, pensando en cómo continuar la conversación. Aunque conocía a Anakin desde que ambos eran niños, era difícil hablar con él a veces. Anakin tenía esa costumbre de encerrarse en sus pensamientos, sin dejar a nadie más entrar.
—Sé que has pasado momentos muy duros, Anakin—continuó Lara, decidiendo ser directa—Solo no olvides que tiene aquí a muchas personas que te queremos. Estaremos para ti cuando lo necesites.
—Lo sé.
Anakin suspiró, mirando a Lara de reojo. Honestamente, no sabía qué sería de él sin su cariño. Estaba seguro de que su mente ya habría tocado fondo en una oscuridad sin retorno de no ser por las amables palabras de Lara, por la forma incondicional en que ella lo quería.
A veces se sentía culpable, como si estuviera usándola. Luego se recordaba a sí mismo que, desde luego, él quería bastante a Lara. Fue una de las pocas amigas verdaderas que tuvo en la infancia, una persona que lo veía por lo que era, y no por lo que podía llegar a ser. Lara siempre lo aceptó y Anakin le tenía un cariño profundo y una enorme gratitud. No la amaba como amó a Padmé, pero a estas alturas de su vida, Anakin pensaba que ese tipo de amor, de encaprichamiento, solo existía una vez, y era injusto comparar sus sentimientos por Lara con los que tuvo por Amidala.
—No lo tomes a mal—dijo Anakin, antes de que Lara pudiera decir algo mal—Estoy muy contento de verlos y nada quisiera más que quedarme aquí, pero mientras tenga una misión no puedo relajarme, simplemente no puedo.
—Comprendo Anakin, pero por favor, intenta calmarte un poco. Es una misión tan pequeña al lado de las misiones que ya has completado, ¿por qué te tiene tan estresado?
Anakin contuvo el aliento. Así como su familia, Lara no sabía nada de su pasado con Amidala.
—Es la Vice Canciller—dijo él—No puede pasarle nada. La República puede desmoronarse con cualquier paso en falso, Lara. No quiero pensar en lo que podría pasarle a la galaxia si fallo en esta misión.
Eso era cierto, pero a Anakin no le importaba en absoluto. Su conflicto era Amidala como persona, el pasado que ambos tenían y que, por más empeñado en sepultarlo, seguía ahí.
—Oh, amor. No cargues tanto peso en tus hombros—la voz de Lara era tan conciliadora que, como siempre, desarmó a Anakin—Es deber de todos nosotros, no solo tuyo. Y en especial de los demás Jedi.
—Tienes razón.
Lara frunció los labios
—¿Estás bien? —inquirió—Nunca me das la razón tan rápido.
—Lo estaré cuando esta misión por fin termine.
—Anakin… sé que hay algo más—continuó Lara, acercándose a él—¿Estás dispuesto a hablarlo cuando regreses? Llevas años cargando un peso difícil, déjame ayudarte.
—Hablaremos de eso cuando regrese, Lara.
—¿Lo prometes?
—Claro.
En ese momento, llegaron a la casa de los padres de Lara. Anakin apagó el speeder y bajó de un salto, luego ayudó a Lara a descender, sin poder contenerse más, la abrazó con fuerza, ocultando su rostro en el hueco de su cuello. Lara lo abrazó también, acercando sus labios a su oído.
—Solo un poco más, mi amor—susurró afectuosamente—Un poco más de soportar la carga… y luego todo habrá terminado.
—Gracias, realmente necesitaba escuchar eso.
—Cuando quieras.
Lara miró a Anakin con sus ojos llenos de amor, y Anakin le dedicó una sonrisa suave, con cariño, inclinándose hacia ella para besarla en los labios. Luego la volvió a abrazar con fuerza.
—¿Está mal que no quiera irme? —murmuró con tono pesado.
—No—respondió ella—Puedes quedarte, a mis papás no les importa.
—Lo sé, pero no puedo dejarla sola en casa de mi familia. Es peligroso.
—… es cierto.
Lara frunció el ceño, ¿hasta cuándo sus deberes le impedirían a Anakin ser feliz?
—Pero puedes volver un poco más tarde—dijo Lara, besando la mejilla de Anakin.
Él asintió, sin soltarla, y la pareja se quedó ahí, al lado del speeder, abrazados bajo la oscura noche de Tatooine.
.
.
.
Granja Lars, Tatooine.
Padmé estuvo acostada sobre su cama sin siquiera cerrar los ojos. Shmi la había dejado en una pequeña recámara de huéspedes y le facilitó un cambio de ropa para dormir, pero cada vez que cerraba los ojos, lo único que Padmé podía ver era a Anakin besando a Lara.
Una parte de su cabeza estaba iracunda, ¿cómo se atrevía esa mujer a besar a su Ani? Nadie más que ella tenía el privilegio de tocar esos labios. Pero ese celo se convertía en despecho cuando recordaba que Anakin ya no era suyo. No era parte de su vida ahora. Ni siquiera la quería tener cerca.
Había sido tan estúpido pensar que en todo ese tiempo lejos Anakin no habría buscado el cariño de una mujer, ¿cómo no iba a hacerlo? La guerra fue demasiado cruel y Anakin debió necesitar consuelo más de una vez cuando regresaba del campo de batalla, enojado y triste por las vidas perdidas, frustrado por no avanzar, ansioso por terminar el maldito conflicto. Padmé recordaba esas noches en donde abrazaba a Anakin y besaba su rostro hasta que él conseguía calmarse y dormir, porque en el frente de batalla muchas veces tenía insomnios terribles o pesadillas aún peores.
Padmé nunca se dejó pensar mucho en Anakin cuando las cosas entre ellos dos terminaron, pero ahora que lo estaba haciendo, ahora que era imposible no hacerlo, sintió horror al pensar en todas esas pesadillas y noches sin dormir en las que Anakin estuvo solo, ¿la extrañó en esos momentos? ¿la extrañaba aún ahora?
Ahora Lara es quien lo consuela… a su mente vino la imagen de Anakin, sin camisa y con respiración agitaba, en los brazos de Lara, quien susurraba palabras afectuosas en su oído y besaba su frente con ternura.
"Deja de pensar en tonterías," se recriminó a sí misma. "Ni siquiera sabes si lo de ellos es formal," oh, pero debía serlo. Anakin jamás jugaba con las personas, además, había besado a Lara enfrente de su familia, enfrente de su madre. Anakin nunca le presentaría a Shmi a una mujer con la cual no quisiera estar.
Padmé contuvo un sollozo cuando pensó en todas las veces en que Anakin la invitó a Tatooine para presentarla a su madre, y cómo ella lo rechazaba por mantener en secreto su relación. Rechazó todas sus oportunidades y ahora Lara estaba sentada en la mesa de los Lars, sujetando la mano de Anakin mientras pasaban una linda velada familiar.
El estómago se le retorció, y su corazón dolía, pero Padmé no quería seguir pensando en eso. No quería seguir atormentándose por todo lo que pudo ser y que ya no era. Era precisamente por estas cosas que no debía dejar que sus sentimientos interfirieran en su vida. Lo que necesitaba era concentrarse en su trabajo de nuevo, y pensar en todo menos en Anakin Skywalker.
Padmé miró a su alrededor, a la oscura habitación que le prestaron para pasar la noche. A pesar de la humildad que había en este lugar, que contrastaba mucho con el lujo del cual Padmé estaba acostumbrada, estar recostada en esa pequeña cama le daba una sensación de gratitud difícil de explicar.
"Quizá sea porque sé muy bien que no merezco esta amabilidad," pensó Padmé, removiéndose en la cama un poco más para ver la escasa luz que entraba por la pequeña ventana en la parte superior de la alcoba.
Aún seguía impresionada por el nivel de gratitud que los Lars le habían demostrado en esa tarde. La forma en que Shmi hablaba con tanto orgullo de ella, las miradas agradecidas de Cliegg y de Owen por haberles ayudado a construir mejor sus vidas, la silenciosa sonrisa de aprobación de Beru, sabiendo que no habría encontrado a su ser amado de no ser por ella. Todo eso era abrumador.
Padmé hizo lo que consideró correcto en ese tiempo. Siendo la soberana de un planeta próspero, quedó sorprendida por el nivel de miseria que encontró en Tatooine. Le tomó un poco de tiempo convencer a algunos políticos de su corte para crear ese programa de ayuda con el cual pudo llevar a Shmi y otros antaño esclavos a Naboo, pero fue persistente y Padmé los visitaba siempre que podía, animada por su progreso. Fue una de las tantas asociaciones que ella creó para ayudar a los menos favorecidos en Naboo, algo que la hizo muy popular en su reinado.
Era algo que hace muchísimo tiempo no hacía, desde que se convirtió en Senadora mucho de su tiempo lo pasaba en Coruscant, y luego cuando comenzó la guerra prácticamente todo su tiempo libre y energía se dedicó en encontrar maneras de detener el conflicto bélico. Había mucho que hacer en el ámbito político, y Padmé se olvidó en esos años de darle seguimiento a las asociaciones que antes frecuentaba. Ver a los Lars de nuevo la hizo recordar porqué se había convertido en política en primer lugar: para ayudar y cambiar realmente las vidas de las personas.
¿Qué tanto impacto estaba consiguiendo recientemente?
Podía culpar a la guerra, pero en el fondo de su ser, Padmé sentía que esa excusa no podía seguir en su vocabulario. Ahora que la guerra había terminado, necesitaba volver a ser ella misma y enfocarse en crear los medios adecuados para reconstruir los miles de sistemas afectados por la guerra.
Tenía que pensar en eso y crear proyectos viables cuando regresara a Coruscant. Como llevaba mucho sin conciliar el sueño, Padmé se paró y buscó su DataPad, la cual había dejado sobre una de las cajoneras, y redactó un resumen rápido del tipo de ayuda civil que quería comenzar a gestionar de regreso a Coruscant. Incluso agregó los nombres de varias personas, en el Senado y en Naboo, que podrían ser de ayuda.
Todavía estaba escribiendo cuando escuchó un ruido venir del patio central, alguien estaba bajando las escaleras. Con cuidado, Padmé se puso de puntitas, pero no alcanzó a ver por la ventana, así que se paró sobre la cama y se asomó lo mejor posible. A través de la pequeña ventana vio las botas negras de Anakin, manchadas con lodo y arena, caminar hacia la entrada de la zona común.
"Acaba de regresar," pensó Padmé, mordiéndose el labio inferior. Anakin había pasado al menos tres horas en casa de Lara.
—¿Todo en orden, sabionda? —preguntó Anakin.
Padmé no alcanzaba a ver a Ahsoka desde su posición, pero la noche era tan silenciosa que aun así pudo escucharla.
—Perfectamente, maestro—respondió la togruta—Es una noche tranquila, y se ven muchas estrellas.
—Es una de las pocas cosas buenas de este lugar.
—Maestro… lamento lo de esta tarde—dijo Ahsoka en tono apenado—Pensé que la Vice Canciller estaba con usted y…
—Está bien, Ahsoka. Usualmente te diría que debes estar más enfocada en una misión, pero yo mismo he visto mi enfoque comprometido, así que no te culpo por estar dispersa.
—Gracias, maestro.
—Suenas demasiado formal—dijo Anakin con tono ligero—Debo traerte a Tatooine más seguido.
—Oh, quisieras…
—No creas que no me he dado cuenta de tu actitud protectora, padawan—continuó Anakin—No sé qué te dijo Obi-Wan, pero quiero que te concentres en la misión, no en mí, ¿entendido?
Ahsoka suspiró, y aunque Padmé no pudo verla, por su tono de voz podía adivinar que tenía una expresión resignada en el rostro.
—No me queda de otra, sigues siendo el maestro ¿no? —respingó.
—Así es, lo lamento por ti.
—Al menos pude visitar a tu familia—dijo Ahsoka—Llevaba mucho sin verlos, ni a Lara. Sería lindo que me hablaras de ellos de vez en cuando, ¿sabes?
—No ha habido oportunidad.
—Siempre dices eso, maestro.
—Y siempre es verdad, padawan.
—Suenas como Obi-Wan.
—La Fuerza me libre, aunque debo admitir que a veces tiene razón.
—Muy bien, ¿quién eres y qué le has hecho a mi maestro? —dijo Ahsoka con tono de broma—Te advierto que me enseñó a pelear muy bien y no eres rival para mí.
—¡Ja! Aún te falta mucho por aprender, padawan.
—¿Cómo el qué? Soy muy buena en el sable, casi como tú.
—Quisieras, sabionda. El único rival para mi es el maestro Yoda… y quizá Windu.
—Espero que el maestro Kenobi no te oiga.
—Él lo sabe, simplemente no quiere admitirlo.
Ambos rieron por lo bajo, el ambiente era mucho más relajado que minutos antes.
—No sé si te lo había dicho antes—dijo Ahsoka con un tono de voz serio, pero cariñoso al mismo tiempo—Pero te hace mucho bien venir. Cuando estás con tu familia y con Lara siempre te siento más relajado, y eso es bueno.
—Ahsoka, no es tu deber preocuparte por mi—respondió Anakin.
—Sé que no lo es, pero… bueno, la guerra nos marcó mucho, a todos, y es bueno que tengas un lugar donde puedas dejar eso atrás—continuó la togruta—Maestro, si algo he aprendido de ti es que eres una persona entregada y lo admiro mucho. Por eso me alegra verte contento con gente que cuida de ti. Eso es todo lo que quería decir.
Entregado… Padmé repitió la palabra en su mente, con decenas de recuerdos dándole la razón a Ahsoka. Era una virtud que muy fácilmente se convertía en defecto, cuando Anakin se olvidaba de sí mismo por ayudar a los demás.
"Como hizo conmigo tantas veces," pensó Padmé, suspirando con melancolía.
—Aprecio ese sentimiento—dijo Anakin—Y también aprecio tu amistad, padawan. Ahora, ve a descansar, me quedaré aquí el resto de la guardia.
—¿Está seguro? También necesitas descansar.
—Estoy bien, snips. Ve y duerme un rato, nos iremos mañana.
—Si insistes…
Padmé vio los pasos de la togruta caminar hacia otra puerta, y las botas de Anakin desaparecieron de su vista. Padmé se recostó en la cama de nuevo, sintiéndose un poco culpable por haberlos espiado, pero también reflexiva por lo que acababa de escuchar.
.
.
.
Mos Espa, Tatooine.
A la mañana siguiente, Shmi les preparó un desayuno abundante –con varios de los platillos favoritos de Anakin– y también les hizo llenar una pequeña maleta con comida para el viaje, insistiendo en que los alimentos replicados no podían nutrir igual que los naturales. Ahsoka agarró la comida antes que nadie, y Anakin le prometió a su madre que regresaría lo más pronto posible.
Salieron de la granja Lars y volaron hacia Mos Espa, en donde los recibió Kitster en su casa. Ahí, todos cambiaron sus ropas e hicieron adecuaciones en sus estilos para esconderse. Ahsoka se enfocó especialmente en que Padmé se viera como una simple campesina, para pasar desapercibida.
Aunque a reticencia, el Consejo Jedi debió aprobar la idea de Anakin de usar un transporte público, pero hicieron algunas adecuaciones para que fuera más seguro. En vez de dirigirse directamente a Coruscant, harían una parada en Corellia, donde estaría esperándolos Obi-Wan encubierto, para usar una nave civil.
La parte más importante de este plan era pasar desapercibidos en el camino a Corellia, así que compraron los boletos con identidades falsas y si alguien preguntaba tendrían que decir que iban a Corellia a ver familiares. Desde la inclusión de Tatooine a la República, esa era una mentira viable.
A juicio de Anakin, era un plan con varias fallas, pero no podían arriesgarse a estar más tiempo en Tatooine y sus recursos eran limitados. Ya se había preparado para usar la Fuerza en todas las formas necesarias para ocultarse y hacer que nadie los notara, simplemente no podían fallar ahora.
—Te ves muy tenso—dijo Kitster—¿Es por el plan?
—Sí, no es mi favorito.
—Si algo recuerdo es que siempre sales bien librado de todo—dijo con un tono de humor—Estoy seguro que esta vez no será la excepción.
—Espero.
—Bueno, hicimos lo mejor que pudimos—dijo Ahsoka, saliendo del cuarto en donde ella y Padmé habían estado cambiando sus atuendos—¿Qué piensa, maestro?
Cuando Anakin vio a Padmé, recordó ese momento en que la vio por primera vez en la tienda de Watto. Tan sencilla, pero a la vez tan hermosa, usando un atuendo monocromático y el cabello recogido, dejando ver unos hermosos ojos castaños que parecían ver su alma. Ella fue su primer amor, desde ese momento y durante varios años, Anakin estuvo convencido de que Padmé era la criatura más perfecta de la galaxia.
Frente a él, la Vice Canciller Amidala estaba usando una simple túnica de color beige, sin ningún adorno, y llevaba el cabello suelto para enmarcar su rostro y evitar que sus facciones fueran notorias. Ahsoka le había puesto algo de maquillaje para que su piel se viera más oscura y sus labios más pequeños. El efecto era bueno, parecía una mujer promedio de un planeta común, siempre y cuando no se le viera a los ojos, porque esos inquietos ojos cafés eran imposibles de olvidar, Anakin lo sabía mejor que nadie.
—Me parece bien—asintió Anakin, sin querer mirar más a Amidala—De cualquier forma, tendremos que usar la Fuerza. Hay que estar muy atentos, padawan.
—Sí.
—¿Los llevo a la estación, Anakin? —preguntó Kitster.
—No, iremos caminando, no quiero que nos relacionen contigo.
—Pero es un tramo largo y…
—Está bien.
Kitster suspiró, aún sin las túnicas Jedi, Anakin podía verse autoritario si así lo deseaba, y conocía su temperamento lo suficiente para no insistir.
—¿Anakin?
El aludido volteó hacia la puerta principal, por donde estaba entrando Lara, sosteniendo una pequeña cajita en su mano. Anakin contuvo el aliento, abrumado por sus propias emociones.
—Ahsoka, tú y la Vice Canciller adelántense, los seguiré en exactamente diez minutos.
—Sí, maestro.
—Padawan…
—Ya lo sé, ya lo sé, estaré atenta.
Padmé sintió un tirón en su estómago mientras salían de la casa, dejando a Anakin y Lara a solas. "No te incumbe," pensó, pero no pudo engañarse a sí misma.
—Padmé—la urgió Ahsoka para que caminara a su lado, ella la siguió bajando los ojos para que no viera su conflicto.
Lara había notado algo extraño en la Vice Canciller de la República, pero la verdad sea dicha, esa mujer era lo último en su lista de prioridades. Lo que más le preocupaba era Anakin, mentalmente agotado y con una expresión ecuánime.
—Mi plan era pasar a tu casa a despedirme, de camino a la estación—explicó Anakin.
—Buen plan, pero ya estoy aquí.
Lara se puso de puntitas para darle un beso. Anakin cerró los ojos y rodeó la cintura de Lara con sus brazos, profundizando más el beso. Las manos de Lara se colocaron sobre sus mejillas, acariciándolo con ternura. Se sentía bien recibir este tipo de afecto.
—Cuídate, Anakin—dijo Lara.
—Siempre—respondió, guiñándole el ojo.
Lara sonrió y besó su mejilla, para luego darle la cajita. Anakin la guardó cuidadosamente en su morral y luego salió de la casa. Mientras lo veía alejarse, Lara se preguntó si alguna vez regresaría de verdad. No se refería a su cuerpo, que visitaba Tatooine muy seguido, sino a su corazón, porque Lara sabía muy bien que el espíritu perturbado de Anakin seguía sin descanso.
"Espero que encuentres paz, Anakin," pensó Lara.
Eso es todo por ahora. Espero les haya gustado este acercamiento a la relación entre Anakin y Lara, ya que será algo importante en capítulos posteriores. Aquí vimos reflexiones de Padmé interesantes, el tener que enfrentarse a su pasado le está haciendo recordar también muchos de sus ideales que había dejado de lado durante los años de guerra.
Mil gracias por leer, les mando un muy fuerte abrazo.
Y a los que viven en México, ¡feliz día del grito! que la pasen súper bien y cuídense.
