NADA DE ESTO ME PERTENECE, LOS PERSONAJES SON DE DISNEY, SOLO ME DIVIERTO AL ESCRIBIR

¡Hola a todos! Lo lamento mucho, hubo bastante trabajo estas semanas y tuve pocos ratos libres para continuar mis proyectos, apenas tuve unos días más tranquilos le puse turbo a este capítulo porque era el que tenía mejor estructurado, pero sepan que sigo trabajando en todos c;

MIL GRACIAS por sus comentarios y favoritos, su apoyo siempre me anima a continuar.

¡disfruten!


Parte XII

Hace tiempo…

Padmé regresó cansada a su departamento esa tarde, había sido un día muy pesado en el Senado y su mente seguía dándole vueltas a las propuestas que se repasaron ese día. La guerra continuaba y cada día que pasaba empeoraba el caos en la República. Padmé lamentaba que, con el pasar del tiempo, las cosas pudieran salirse de control.

Caminó hacia el sillón y se sentó pesadamente, dejando caer su cabeza hacia atrás para cerrar los ojos un momento. Todavía tenía que ver un mensaje de la reina y el cumpleaños de Sola seria en tres días, así que debía comprarle un regalo. Aún tenía los ojos cerrados cuando sintió unas pesadas manos sobre sus hombros, y se exaltó.

Tranquila—susurró Anakin con tono afectuoso—No hay nadie, no te preocupes.

Anakin besó su frente y rodeó el sillón para sentarse a su lado, Padmé se irguió, frunciendo levemente el ceño.

Me asustaste—reclamó.

Perdona, ángel.

Se sentó a su lado y pasó su brazo sobre sus hombros, Padmé suspiró, pero recargó su cabeza en su pecho, deleitándose con el sentir del latido de su corazón. De repente, el cansancio del día la abrumó y Padmé rodeó el cuerpo de Anakin con sus dos brazos, siempre se sentía segura cuando él la sostenía.

¿Estás bien? —preguntó Anakin, abrazándola con fuerza al notar su ánimo decaído.

Fue un día difícil.

Lo siento.

Con cuidado, Anakin la jaló para acomodarla sobre su regazo, y besó su frente, su mejilla y la punta de su nariz, mientras sus manos acariciaban con ternura su cabello. Padmé se relajó de inmediato, pues Anakin siempre sabía lo que ella necesitaba.

Anakin estaba atento a las reacciones corporales de Padmé, esperando a que se calmara antes de hablar.

Tengo buenas y malas noticias—dijo él.

Padmé se irguió para verlo a los ojos, Anakin parecía contrariado, como si no quisiera hablar en ese momento de aquello, pero tenía que hacerlo.

Mañana partiré a una misión—explicó con un tono de voz contenido—Es clasificada, pero será peligrosa, me tendrá fuera de Coruscant al menos un mes.

Pudo ver el momento exacto en que el rostro de Padmé se contrajo por la preocupación, Anakin detestaba eso, pero no tenían opción. La senadora se reclinó sobre su pecho otra vez, cerrando los ojos por un momento, sin querer sentir nada más que no fueran los brazos de Anakin sosteniéndola, manteniéndola firme en esta galaxia cada vez más de locos.

La guerra solo empeora, Ani—respondió Padmé al fin—Por favor, prométeme que tendrás cuidado.

Siempre, ángel. Yo siempre volveré por ti—dijo, besando su cabeza.

"Espero que sí," pensó Padmé, sin querer pensar en lo que pasaría si algún día Anakin no regresaba.

Dijiste que tenías buenas noticias…—agregó ella, conteniendo el sollozo que quería escapar de su garganta.

Conseguí un permiso de la Orden. Cuando regrese de esta misión, tendré tres semanas libres, más que suficientes para que podamos casarnos e ir a Naboo.

¿Enserio?

Sí.

Padmé debería sentirse más feliz por eso, pero por alguna razón, todo lo que sintió en su pecho fue aprehensión.

¿Y la licencia de matrimonio de la Orden?

Todos los caballeros y maestros que deseaban casarse necesitaban la aprobación del Consejo, usualmente era un mero trámite, pero siendo Anakin uno de los caballeros más poderosos e influyentes de la Orden, el Consejo se tomaría muy enserio quién sería su esposa. Casarse sin ese permiso era una verdadera falta de respeto y siempre conducía a un castigo… uno que Anakin estaba dispuesto a soportar.

No puedo pedirlo sin exponer nuestra relación, ángel—dijo Anakin—Si así fuera, deberíamos ir al Templo juntos a una entrevista y a presentarnos como pareja, y no quieres eso.

Claro que no. Solo la familia de un Jedi era admitida al Templo. Si Padmé acudía con Anakin… todos sacarían sus conclusiones. Era un amarillismo para el que no estaba preparada. Quería decirle de su relación a sus padres, y la Orden eventualmente debería enterarse, pero ¿la galaxia? No. Eso no.

¿Seguro que no pasará nada? —preguntó, sabiendo que la Orden podía ser muy estricta a veces.

Un par de sermones desde luego… pero nada que no valga la pena para ser tu esposo, ángel.

Anakin hablaba con ilusión, deseando que ese día fuera lo más pronto posible. Padmé solo sentía que su mente se hundía más y más en esa nube negra que llevaba semanas torturándola.

Sola tiene casi todo planeado—confesó Padmé, intentando seguir el buen humor de su prometido—Haré lo posible para que todo esté listo cuando vuelvas.

Lo único que quiero es a ti, Padmé—Anakin buscó su mirada para verla a los ojos—Te amo, ángel.

Y yo a ti, Ani—murmuró ella, antes de que Anakin la besara en sus labios.

Padmé profundizó el beso, intentando callar las mil voces de distracción en su cabeza. Por un lado, estaba mentalmente cansada, el Senado absorbiendo su energía día y noche en debates sin fin donde parecía perder el tiempo mientras la guerra se extendía. Por el otro lado, la aprehensión que sintió cuando Anakin habló de la boda comenzó a ahogar su pecho, ¿por qué no podía sentir emoción, como él? Todo lo que ahora podía pensar era en el caos que traería a sus vidas casarse en este momento tan difícil para la República, en todas las cosas que debían hacerse antes de que pudieran tomarse un tiempo para sí mismos. Tenían un deber con la República, deberían pensar en eso en vez de tres semanas de luna de miel en Naboo… pero, ella lo quería. Claro que lo quería. Amaba a Anakin y quería ser su esposa y presentarlo a su familia. Ella lo quería…

¿verdad?

.

.

.

Tiempo presente…

Crucero civil de la República "Metan-202", Hiperespacio.

Padmé caminaba por los pasillos del crucero con un paso controlado, intentando no verse demasiado confiada, pero sin conseguir verse tan asustada como los demás.

No sabía dónde estaba la tripulación de la nave, pero seguramente estaban encerrados, por no pensar en algo peor. Los civiles, en cambio, eran un caos. Algunos se habían resguardado en sus camarotes, otros lloraban en las esquinas por el estrés, unos más se acusaban mutuamente intentando descubrir quién era el político infiltrado. Padmé sintió sus ojos llenarse de lágrimas al pensar que todo esto era su culpa.

¿Cuántas vidas estaban ahí siendo arriesgadas por su culpa? ¿Cuántas personas podrían salir heridas o perder la vida si el plan salió mal? ¿Cómo acallar la culpa que la estaba aquejando?

"Nunca he sido buena haciendo eso," pensó Padmé con un suspiro, sabiendo que se estaba encontrando con uno de sus puntos más débiles.

Desde que era muy pequeña la culpa era una constante en su vida. Cognitivamente hablando, sabía que era consecuencia de su temprana bienvenida al mundo de la política. Fue princesa de Theed a los doce años y luego reina de Naboo a los catorce, aunque todos insistían en que ella hizo un magnífico trabajo –una comitiva incluso hizo la propuesta en el Parlamento de cambiar la constitución para instalarla como reina vitalicia– era demasiado joven, y su madurez emocional se comprometió pronto.

Su juventud y falta de experiencia se tradujo en una gran cantidad de errores, desde pequeños hasta otros más complejos, que la dejaban a veces encerrada en su alcoba llorando por la culpa de no haber sabido mejor. Sus consejeros se esforzaron en hacerle entender que todos se equivocaban, pero Padmé nunca pudo encontrar consuelo en esa verdad. Una voz en su cabeza siempre le reclamaba que ella debía ser mejor, que ella debía haberlo hecho mejor, que todo hubiera sido distinto de haber sabido más o tener mayor compromiso.

Su autoexigencia preocupó a su familia, pero Padmé se escondía bajo la máscara de la reina Amidala para no tener que enfrentarlos, para convencerlos, y de paso convencerse a sí misma, que una reina siempre debe rozar la perfección.

Padmé intentaba no pensar en todas esas decisiones que tomó escuchando la exigente voz de su cabeza, en vez de los amables consejos de su hermana o las sabias palabras de sus consejeros. Aunque la afectaba mucho, al menos en Naboo las consecuencias parecieron siempre nimias, estando con su gente. Pero cuando se convirtió en senadora y debió enfrentarse a la más alta burocracia en Coruscant, esa voz se convirtió en un verdadero monstruo.

Año tras año Padmé veía su salud mental deteriorarse al mismo tiempo que sus relaciones personales, en una espiral que no hacía nada por detener porque siempre que lo intentaba, esa voz volvía a gritar que ella debía ser distinta, ella debía ser mejor. No conseguir sus altas expectativas acumulaba la culpa que la impulsaba a tomar estas decisiones francamente tontas, como exponerse en este plan con la intención de ayudar a los civiles.

Mientras Padmé continuaba su camino al Puente de Mando, viendo la histeria de algunos pasajeros, una parte de su mente no pudo evitar pensar en lo ridícula que era esa situación. ¿Cómo es que ella no lo pensaba dos veces antes de sacrificarse por todos estos extraños? Padmé solía mentirse a sí misma diciendo que siempre lo haría por los inocentes, pero no era así, y cada vez era más difícil mantener esa mentira. Ella siempre se colocaba como el cordero expiatorio de extraños, pero no pasaba lo mismo cuando se trataba de su familia. Padmé amaba a su familia con todo su corazón y los tenía siempre en su mente cuando tomaba alguna decisión importante, pero desde que tenía memoria, era fácil dejarlos en un segundo plano, sobre todo si Naboo estaba en la ecuación. Puestos en una balanza, Naboo siempre pesaba más que su familia. Ella tenía un deber con su gente cuando fue reina, y ahora como senadora, un deber con toda la república.

Si su familia resintió eso, jamás se lo hicieron saber. Sus padres siempre la instaban a que descansara un poco y que no se olvidara de tener una vida aparte de su carrera, su hermana antes solía molestarla con que estaba casada con su trabajo y moriría de vieja algún día en su oficina. Pero nunca parecieron molestarse cuando Padmé cancelaba alguna visita para atender unas sesiones en el Senado o llegaba tarde a los festivales o cumpleaños por haberse quedado más tiempo del debido en el Palacio. Estaban acostumbrados a compartir a Padmé con la galaxia desde que ella era muy joven.

Nunca lo vio como algo malo, ni siquiera fue consciente de eso, hasta estos meses recientes. Cuando la guerra terminó y cientos de senadores dejaron sus puestos para ir a casa con sus familias a festejarlo, Padmé se quedó en su oficina viendo una transmisión de los acuerdos de paz, sin saber si su familia estaba disponible en Naboo para ella. Todos tenían sus vidas después de todo, y Padmé no era un común denominador en sus rutinas. Además, el Senado empezaría sesiones de emergencia en cualquier momento y ella debía estar ahí.

"Siempre debo estar ahí…" pensó Padmé con melancolía. Si, siempre estaba ahí para el Canciller o para la Reina, pero no para su familia.

El recuerdo de Sola, reclamándole por el incidente de Anakin, regresó con especial fuerza en ese momento. La indignación de su hermana y la forma tan dura en que la criticó tuvo otro sentido. ¿Cuánto tiempo llevaba Sola enfadada con ella por su aislamiento? ¿Acaso eso fue solo la gota que derramó el vaso?

Ahora, mientras caminaba con expresión cada vez más ausente, Padmé comenzaba a notar el patrón. Estaba sacrificándose de nuevo por todos estos desconocidos, pasajeros en un crucero que no tenían la culpa de nada, pero que tampoco estaban pidiéndole algo. Padmé se había ofrecido con la misma naturalidad con la que siempre decidía a Naboo primero. Incluso Anakin no se vio sorprendido ni intentó persuadirla, como antes.

Una sonrisa nostálgica adornó el rostro de Padmé, recordando todas esas veces en que Anakin intentó disuadirla cuando ella se exponía de esa forma, insistiendo en que su seguridad también era importante. Ahora, Anakin solo la miro fijamente, trazando un plan en su cabeza, sin siquiera sorprenderse por su decisión. ¿Quizá Anakin estaba igual de harto que su hermana? Con la diferencia de que Sola jamás dejaría de ser su familia, pero Anakin si podía alejarse de ella.

Era algo en lo que no se había permitido pensar nunca, hasta ahora, que caminaba a un destino incierto con una pregunta rebotando en su cabeza.

No pocas veces Padmé pensaba en lo fácil que era para ella sacrificarse por un bien común, en contraste con lo difícil que le era sacrificarse por algo que amaba. Durante mucho tiempo no vio una diferencia, porque siempre había sido sencillo, natural incluso, sacrificarse por su pueblo, por su amado Naboo. Pero en los años recientes había notado que su nivel de entrega no era igual para todo lo que ella amaba.

Definitivamente amaba a Naboo, su hermoso planeta y su bella cultura, pasó su juventud trabajando para mejorar la vida de su gente y protegerlos en la antesala de la guerra. Luego hizo lo mismo en el Senado, luchando no solo por los inocentes de Naboo, sino por todos los planetas que necesitaban desesperadamente más representación en una República cada vez más corrupta. Todo eso fue sencillo de hacer, ni siquiera tuvo que meditarlo, la decisión era natural, casi inherente a ella misma.

"¿Por qué yo?"

Nunca antes había sentido esta impotencia, esta frustración de tener que ser siempre ella quien se sacrificaba. Jamás había sentido este deber como una carga, hasta ese día. Pero más aterrador aún fue que, por primera vez, consideró que debía existir una relación entre su entrega insana, y la culpa que sentía.

Pero antes de conseguir su epifanía, Padmé llegó al Puente de Mando, y la máscara política volvió a su rostro.

Ni bien llegó a la puerta, esta se abrió, dejándola pasar. Padmé se adentró despacio, sin ver a nadie a primera vista, y sin sorprenderse cuando la puerta se cerró detrás de ella automáticamente.

—Finalmente, la escurridiza Vice Canciller Amidala…

Padmé volteó, pero no pudo ver el origen de aquella voz.

—Ah, no me creerás tan tonto para estar ahí físicamente, ¿verdad? —continuó la voz—Con ese Jedi que tienes de guardaespaldas no me conviene estar físicamente cerca de usted, Vice Canciller.

Adentrándose al Puente de Mando, Padmé detectó una pantalla que estaba transmitiendo una imagen con el símbolo separatista, era un canal abierto por el cual alguien estaba hablando.

—No sé porque no me sorprende que seas un cobarde—dijo Padmé, mirando a la pantalla.

La voz se echó a reír.

—No, Vice Canciller, solo soy precavido—respondió la voz—Matarte ha sido realmente complicado, nunca pensé que gastaría tantos recursos cuando acepte el trabajo. Al menos valdrá la pena cuando reciba mi recompensa.

—Ah, un caza recompensas—Padmé se cruzó de brazos.

—Puedes decirme así, si quieres.

—¿Y también te pagaron para usar el símbolo separatista?

—Increíble, aun cuando no sabe nada, siempre se las ingenia para intuir algo, supongo que por eso tantas personas poderosas la quieren muerta.

—Nada nuevo para mí.

De repente, las luces en el Puente de Mando se apagaron, y solo quedó la luz que proyectaba la pantalla. Padmé hizo lo mejor por contenerse, sabiendo que estaba siendo observada, pero miró a su alrededor con preocupación.

—Ha sido divertido, Vice Canciller—dijo el caza recompensas—Algún día visitaré su mausoleo… —La transmisión se cerró y todo se tornó oscuro.

Por el ducto de ventilación comenzó a colarse un gas denso de color anaranjado, Padmé pensó rápido y se inclinó hacia el suelo para desgarrar una parte de su vestido, llevándose la tela a la boca. Todo estaba a oscuras, pero recordaba donde estaba la pantalla así que camino rápido hacia los ordenadores intentando encenderlos, para tener alguna luz.

Tomando una profunda bocanada de aire, Padmé comenzó a contener su respiración, mientras buscaba desesperadamente algo para poder ver. No encontró nada, así que se irguió y caminó a tientas hacia la puerta, esperando conseguir una forma de abrirla. El gas comenzó a acumularse y a pesar de sus esfuerzos, Padmé sintió de repente una sensación de resequedad en su boca, y su garganta comenzó a doler.

Padmé intentó contener la respiración un poco más, pero los efectos del gas aumentaron y lo que fue primero un dolor molesto paso a una sensación de hinchazón insoportable, Padmé cerró los ojos y comenzó a toser, haciendo lo posible por mantenerse serena mientras su sistema respiratorio comenzaba a colapsar.

"Resiste, resiste…" pensó Padmé, pero cayó sobre sus rodillas mientras continuaba tosiendo cada vez más fuerte, su abdomen se contrajo por el esfuerzo y su cabeza dolió, sintió que alguien aplastaba su pecho conforme disminuía su respiración. "¡Resiste!" pero su mente estaba aturdida, se dio cuenta que comenzaba a perder la conciencia.

¿Así iba a terminar su vida? ¿Ahogándose en un crucero totalmente sola? "No, por favor no…" suplicó Padmé en su cabeza, ¡aún había tantas cosas que hacer! tenía que ir a Naboo con su familia, tenía que hablar con Sola y Anakin. Ella no quería morir ahí, totalmente sola. Intentó pensar en que, al menos, todos esos civiles estarían a salvo, pero cuando intentó inhalar sin sentir la más mínima brisa de aire entrar en sus pulmones, y cómo su pecho parecía encenderse en llamas por el gas, decidió que los civiles importaban un comino. Ella quería a su familia, ¿dónde estaban?

Sintió lágrimas en su rostro, pero no sabía si era por su desesperación, su tristeza, o por el esfuerzo de toser cada vez más fuerte. Mil pensamientos llegaron de golpe a su mente, luego recuerdos. De cuando ella era una niña en Varykino, ayudando a su mamá en los jardines, nadando con su hermana hasta la isla del lago, sentándose con su papá a escucharle cuentos al lado del fuego. De esos tiempos tan sencillos y hermosos en donde fue tan feliz.

Quiso sollozar, sin conseguirlo por su ahogamiento, cuando la imagen de su familia se volvió más clara en su cabeza. Sus padres, que tanto la apoyaron, sin quejarse nunca cuando ella faltaba a los cumpleaños o festivales. Su hermana, quien fuera su confidente toda la vida, con la cual llevaba años sin hablar… "Moriré sin hacer las paces con Sola."

El dolor de ese pensamiento se reemplazó con nuevos recuerdos, de cuando era una joven senadora en Varykino disfrutando de un picnic bajo el sol con Anakin, los dos riendo al contar historias de la infancia. Recordó esos paseos al lado del lago, los mensajes de amor que Anakin le mandaba siempre que estaba en una misión fuera de Coruscant, recordó la ternura de sus besos y la pasión de sus caricias, lo feliz y plena que se sintió siempre cuando él la abrazaba.

Y también la tristeza en los ojos de Anakin cuando ella le pidió que mantuvieran oculta su relación, la tensión que él intentaba ocultar cuando debían mentir para estar juntos, el cansancio de su secreto. Anakin, quien la había amado incondicionalmente, siempre estando ahí para ella, tierno y generoso.

"Rompí su corazón…" Padmé sintió que su pecho, paralizado por el gas, dolía con una sensación diferente. ¿Cómo pudo hacerle eso? ¿cómo pudo permitirse lastimarlo de esa forma? ¿cómo?

Recordó a Sola, gritándole que había sido una desgraciada esa noche. Y pensó… oh, pensó en lo que Anakin debió sentir cuando ella…

¡No!

Siempre había pensado que, si moría por una causa noble, como ahora, encontraría su paz para presentarse ante los dioses. Qué estúpida mentira. Su cabeza dolía cada vez más y se sentía desmayar, pero la desesperación era terrible, como una que jamás hubiera sentido antes, ¿cómo iba a presentarse ante los dioses después de haber lastimado tanto a la gente que más amaba? ¿por qué tenía que estar a punto de morir para darse cuenta de todo lo mal que hizo?

"Ani… Perdóname…" pensó, con más lágrimas en los ojos. Iba a morir y jamás iba a poder explicarle a Anakin lo que ocurrió ese día. Jamás iba a poder disculparse realmente con él. Sola tenía razón, siempre tuvo razón... "Fui una cobarde… perdónenme, todos perdónenme…"

Padmé estaba aceptando su inminente muerte, cuando creyó escuchar a la distancia un ruido familiar, un ruido que asociaba con la seguridad y el poder, aunque no lo pudo reconocer.

De repente, la puerta se abrió con brusquedad y Padmé reconoció el sonido, era un sable láser. "Claro…" con razón ese sonido significaba seguridad en su mente, lo asociaba inmediatamente a Anakin. Su corazón dio un salto, pero seguía tosiendo con violencia y no pudo alzar la mirada para saber quién la estaba salvando.

"Anakin… déjame explicarte…" pensó. Necesitaba decírselo, que aún lo amaba, que lo sentía tanto, que fue una cobarde… solo así podría morir en paz.

Sintió unos brazos sosteniéndola, empujándola para sacarla de ahí. La dejó recostada sobre el pasillo, pero Padmé seguía encogida, tosiendo. Su salvador cerró la puerta de nuevo para contener todo el gas y luego le dio su espacio, dejándola toser, hasta inclinarse a su lado momentos después.

—Padmé, ¿estás bien?

Padmé no pudo contener su decepción al saber que fue Ahsoka quien la rescató, y no Anakin.

Asintió débilmente, su garganta dolía mucho, pero al menos la presión en el pecho disminuyó.

—Ten.

La togruta le paso agua y también sacó un par de medicamentos que le sugirió tomar. Tendrían que revisarla después los droides del área médica, pero por ahora tenían que darle algo rápido para los síntomas del envenenamiento por gas.

—Perdona, demore más de lo esperado en hackear ese maldito sistema—dijo Ahsoka con preocupación—Respira, Padmé, respira…

Y lo intentaba, pero era sorprendentemente difícil en ese momento.

—Ana… Anakin...—se las arregló para decir entre jadeos.

—Está bien, encontramos una nave en el hangar desde la cual el cazarrecompensas estaba controlando el Puente de Mando, Anakin ya debió haberlo sometido.

—¿Se… s… segu...ra?

Maldición, ¡qué difícil era respirar!

Ahsoka entrecerró los ojos, sorprendida por el nivel de preocupación que estaba mostrando Amidala.

—Si, totalmente.

La verdad era que Ahsoka no había tenido respuesta del comunicador de su maestro, pero conociendo a Anakin eso era algo bueno. Mientras todo estuviera bajo control, no había nada que reportar.

—¿Puedes caminar?

Padmé asintió, parándose despacio. El pecho aún le dolía y cada vez que inhalaba sentía un fuego en su garganta, pero no tenían tiempo.

—S-si—murmuro con voz ronca, pero comenzando a caminar un poco más erguida.

Ahsoka se cruzó de brazos, contrariada por la actitud de Amidala. Una cosa era segura: esa mujer tenía una enorme determinación.

—Vamos, antes de llegar al hangar tenemos que liberar a la tripulación.

—¿D-don...de… es-s-tán? —la voz de Padmé seguía muy ronca, pero respiraba con un poco más de normalidad.

—Están encerrados en un almacén en el último piso, no muy lejos del hangar—respondió Ahsoka—Vamos, hay un elevador por allá.

Padmé siguió a la togruta, haciendo su mejor esfuerzo por ignorar el dolor en su pecho y el cansancio de su cuerpo, pero apenas dio un par de pasos cuando todo se volvió negro.

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.

.

Anakin Skywalker estaba parado al lado de una pequeña nave de reconocimiento, desde donde un cazarrecompensas estaba hackeando el sistema del crucero. Anakin reconocía que haber conseguido acceder a la computadora central era una proeza, así que no iba a subestimar a este adversario.

Padmé estaba en el Puente de Mando donde seguramente había una trampa para matarla, si bien una parte de él quería correr para asegurarse de que ella estuviera bien, la otra le repetía que Ahsoka se haría cargo de eso. Anakin tenía que respirar profundamente en un intento de calmarse, aun varios años después, preocuparse por Padmé seguía siendo una reacción natural de su cuerpo.

Era un poco refrescante saber que algunas cosas no habían cambiado. Padmé Amidala siempre fue una persona desinteresada que daba lo mejor de sí y no dejaba que nadie cargara con las consecuencias de sus errores. Siempre admiró su entrega y fue una de las cualidades que más le conquistaron, pero la verdad sea dicha, cuando estuvieron juntos, Anakin siempre sintió que, dadas las circunstancias, Padmé elegiría cualquier cosa antes que a él.

Y no se equivocó.

Empujó el resentimiento de su mente para no distraerse, estaba en medio de una misión y ya había habido demasiados contratiempos. Necesitaba volver a casa y estar en paz, ahora más que nunca. Así que, con extremo cuidado, Anakin empuñó su sable, sin encenderlo, y accionar la puerta de la nave para poder entrar.

Ahí estaba, sentado frente a un súper ordenador, un sujeto alto con una armadura puesta que miró hacia Anakin con una combinación de sorpresa y admiración.

—Vaya, es cierto que es difícil engañarte…—dijo el cazarrecompensas.

Anakin no respondió, mirando atentamente al sujeto. Tenía fuertes escudos mentales, tal y como lo esperaba, pero no iba a perder su tiempo con él.

—En nombre de la República Galáctica, estás bajo arresto—dijo Anakin seriamente.

—Ah, sobre eso… no, creo que no.

Aplanó un botón de golpe, y la rampa de la nave se cerró, al mismo tiempo que la cabina comenzaba a llenarse de humo anaranjado. "Típico…" pensó Anakin, sacando de su cinturón una máscara purificadora de aire que se puso sobre el rostro rápidamente. El sujeto parecía dispuesto a morir, algo que no era precisamente una actitud convenenciera de un cazarrecompensas, volviendo la situación más extraña.

—¡Es muy tarde, Jedi! —gritó el cazarrecompensas, momentos antes de colapsar en el suelo mientras tosía más fuerte por el envenenamiento del gas.

Anakin caminó hacia el sujeto y lo apartó de los controles de la nave para apagar el sistema de ventilación, si bien pudo notar que su sistema estaba muy bien encriptado, al mnos los controles de esa nave eran de fácil acceso. Consiguió detener la emisión del gas, luego accionó la rampa para bajar de la nave y usó la Fuerza para arrastrar al sujeto con él.

Lo dejó bruscamente sobre el suelo y se inclinó para colocarle unas esposas en sus manos, pero Anakin tenía un mal presentimiento. Fue demasiado fácil.

Su comunicador sonó en ese momento, Anakin se quitó la mascarilla para responder.

—Ahsoka—dijo él, sabiendo que solo podía ser su padawan.

—Maestro, la tripulación está a salvo y están retomando el control de la nave—explicó la togruta—La Vice Canciller está viva, pero…

—Pero, ¿qué? —replicó Anakin, con aprehensión en su pecho.

—Intentaron envenenarla con gas, maestro. Temo que la rescaté muy tarde, ha perdido la conciencia, los droides la están tratando, pero…

—¿Dónde están?

—En la enfermería del crucero, maestro.

—Voy para allá.

Anakin terminó la transmisión de golpe, intentando ignorar la preocupación en su cabeza. Padmé… ella no podía morir. No podía.

El cazarrecompensas seguía tosiendo, pero se las ingenió para hablar.

—Es su fin… esa zorra… al fin morirá…

Un Jedi debe tener autocontrol.

Pero Anakin le dio un puñetazo en la cara tan fuerte que lo dejó inconsciente.

.

.

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Ahsoka vio a su maestro llegar casi corriendo, sin poder enmascarar una preocupación evidente en su rostro. Amidala estaba en una camilla médica, con una máscara de oxígeno sobre su rostro y dos droides médicos atendiendo sus signos vitales. No había mucho que ellos pudieran hacer.

A unos pocos pasos de ella estaba el capitán de la nave, un humano de unos cincuenta años que tenía expresión fúrica en el rostro, la cual solo empeoró cuando vio a Anakin acercarse.

—Maestro Jedi, presumo—dijo el capitán.

Anakin asintió, parándose frente a Ahsoka y mirando al capitán con una expresión firme.

—Soy el capitán Brandon. Quiero reportar una queja formal a la Orden Jedi por comprometer la seguridad de mi tripulación y de mi nave de inmediato.

—Muy bien—Anakin hizo lo mejor posible por no rodar los ojos—Podrá presentarla al Maestro Kenobi cuando lleguemos a Corellia, él nos espera ahí.

—¿Es eso cierto? —replicó el capitán.

—Sí.

—Bien, por ahora tiene prohibido dejar esta ala de la nave y tendrán seguridad vigilándolos hasta que lleguemos a Corellia—despotricó el capitán.

—¡No somos nosotros los criminales! —replicó Ahsoka, fastidiada por la actitud del hombre.

Anakin frunció el ceño, haciéndole saber silenciosamente a su padawan que debía callarse. La togruta se cruzó de brazos, mirando al capitán con actitud retadora.

—¿Ah, no? —replicó el capitán—Al colarse con identidades falsas en nuestra nave rompieron todos los protocolos de seguridad. De no ser por ustedes jamás hubieran secuestrado este crucero, y de haberse reportado, hubiéramos tomado medidas en el asunto. Esta maldita manía de los Jedi de hacer lo que quieren nos matará algún día a todos, ¡por eso haré esta queja formal!

—Entendido, capitán—dijo Anakin, conteniendo su enfado.

—Hablo enserio, Jedi.

—Lo sé, y comprendo su enfado—continuó Anakin—Era una misión encubierta, lamento que haya salido mal, jamás fue nuestra intención causarles este problema.

—Nunca es su intención, pero eso nunca evita que suceda. Además, la guerra terminó, así que sus permisos especiales terminaron. Espero severas consecuencias por esto.

—Muy bien. Por cierto, capitán, hay un hombre encerrado en las celdas de seguridad de este crucero, está bajo jurisdicción Jedi, así que es peligroso, le recomiendo que se alejen de él.

—¿Es el culpable de todo esto?

—Así es.

—Vaya, al menos lo atraparon—replicó el capitán—Hagan con él lo que quieran, pero no se olvide de mí, Jedi, le aseguro que este incidente tendrá consecuencias.

Dicho eso, el capitán se marchó. Anakin suspiró, realmente le urgían unas vacaciones. "Deja que Obi-Wan se encargue de esto," pensó.

—Debes controlarte mejor, padawan—le dijo a Ahsoka con tono de regaño—No discutas con civiles, es una pérdida de energía.

—Lo he visto discutir recientemente con Amidala, maestro—replicó Ahsoka, quien seguía molesta—Supongo que entendí mal la lección.

Anakin entrecerró los ojos, en una mirada que dejó a Ahsoka desarmada.

—Perdone, maestro, yo…

—¿Cómo está la Vice Canciller? —inquirió.

La togruta bajó su mirada al suelo.

—No muy bien.

—¿Qué pasó?

Ahsoka le contó cómo todo estaba marchando según el plan, hasta que ella intentó ingresar al sistema para abrir la puerta y se percató de que estaba más encriptado de lo que pensaba. Demoró casi cuatro minutos en hackearlo, tiempo suficiente para que la Vice Canciller inhalara una gran cantidad de gas venenoso.

—Cuando la saqué, estaba consciente—continuó Ahsoka—Le di un biopurificador, pero aún así colapsó. Los droides la están atendiendo en este momento.

Anakin no había querido voltear hacia la camilla donde estaba Padmé, pero cuando lo hizo, sintió que su alma caía al suelo. Se veía tan indefensa, como nunca antes, su menudo cuerpo languidecía sobre esa camilla inconsciente y pálida, con dos droides a su alrededor monitoreando cada uno de sus sistemas vitales.

—Lo siento Maestro, yo fallé y…

—Calla.

Ahsoka tragó duro, jamás había escuchado a su maestro así de enfadado.

—Contacta a Obi-Wan, cuéntale del incidente, y que prepare la queja formal para el capitán Brandon—ordenó sin siquiera mirarla a los ojos.

La togruta murmuró una afirmación, y se alejó de ahí, sabiendo que su maestro no podía ni quería tener contacto con nadie por ahora.

Anakin miró a Padmé con mil sentimientos encontrados en su cabeza, desde una intensa rabia porque esa terca mujer siempre insistía en ser una carnada, hasta el dolor de saber que podía morir en cualquier momento.

Minutos después, uno de los droides se asomó al corredor desde el cual Anakin observaba todo.

—¿Es usted un familiar?

—Soy su guardián.

—Pase, por favor.

Anakin lo hizo. Al interior del pequeño cuarto Padmé se veía aún más frágil, y eso estrujó su corazón.

—Está estable, y hemos suministrado purificadores más potentes, estará bien—explicó el droide—Pero necesitará mucho reposo, y un chequeo general en unos días más.

—Así será.

—Puede quedarse con ella, le hará bien la compañía.

Los droides salieron de la sala antes de que Anakin pudiera responder, quedarse a solas con Padmé, aún cuando ella estaba inconsciente, no era exactamente algo que él quisiera. Con nerviosismo, miró a su alrededor, pero Ahsoka tampoco estaba cerca.

"Genial," Anakin miró a Padmé de nuevo, esta vez, el nudo en su garganta fue más fuerte y sintió un sollozo. Por poco moría. Padmé, su ángel…

"No, no es mi ángel, nunca lo fue," se replicó mentalmente, aunque con poca convicción, ¿realmente alguna vez dejó de serlo? ¿cuándo dejaría su corazón se buscarla? ¿cuándo?

Padmé se removió, y Anakin miró ansiosamente alrededor. No estaba listo para estar a solas con ella, simplemente era demasiado.

—Ani…

Anakin se odió a sí mismo por el alivio que sintió cuando ella lo llamó por su apodo. Viéndola a más detalle, se dio cuenta que Padmé estaba hablando entre sueños, pues no estaba aún consciente.

—Ani… —lo volvió a llamar, esta vez más insistente—Anakin ¿dónde estás? Ani…

Se paró a su lado, preocupado de que tuviera una pesadilla. Él había tenido pesadillas buena parte de su vida y eran horribles. No había lógica en lo que estaba haciendo, solo sentimiento, el miedo de saber que pudo morir y el alivio de escuchar su voz eran demasiado abrumadores, así que sujetó su mano, disfrutando la suavidad de esa piel que tanto amó.

—Aquí estoy—respondió.

—Ani… lo siento Ani… lo siento tanto…

Sintió un golpe en el estómago al escucharla decir eso, sabiendo muy bien a qué se refería. Pero ella seguía dormida, eran simples reflejos de su subconsciente.

—Descansa, Padmé.

—Te amo… te amo tanto Ani…

Su corazón se detuvo, y su mente quedó en blanco. Por un instante, todo el dolor que ella provocó durante esos años desapareció, y su corazón, su terco corazón, palpitó feliz y aliviado de oírla decir esas palabras.

¿Cómo se suponía que él debía responderle?

—Anakin…

—Aquí estoy. Descansa, Padmé.

Apretó su mano y, por impulso, la elevó a sus labios para besarla dulcemente, el subconsciente de Padmé pareció al fin calmarse, porque su cuerpo se relajó y no murmuró nada más.

Anakin se quedó ahí, contemplándola, toda rabia y resentimiento se esfumaron de golpe, y la abrumadora ternura que sintió por ella en ese momento lo desarmó. Por un instante, dejó de pelear contra sí mismo y sus sentimientos, abrazándolos por una tregua que llevaba años deseando.


Eso es todo por ahora.

Iba a extenderlo más pero creo que fue suficiente drama por un capítulo. Ya en el próximo capítulo llegan a Corellia, donde los está esperando Obi-Wan. Me debatí mucho cómo debería ser la trampa contra Padmé y qué efectos debía tener con ella, espero que su instrospección les haya gustado.

Por cierto ¿Qué les pareció la escena del pasado? espero que todo haya tenido ese hilo conductor que deseaba jeje. Mil gracias por leer.

¡saludos!