Disclaimer: Los personajes, lugares y hechizos, son propiedad de J.K Rowling, a menos de que se especifique lo contrario. No hay retribución monetaria con la traducción y publicación de esta historia.

Traducción autorizada de A Forward Path por umbrellaless22 en AO3


CAPÍTULO VIII


Harry colocó el primero de los plátanos junto al plato de desayuno de Malfoy.

Malfoy le dirigió una mirada curiosa.

— ¿De dónde has sacado esto?

—De las cocinas. —respondió Harry, evaluando el gran salón en busca de cualquier signo de problemas. Hermione había bajado antes para asegurarse de que nadie había intentado repetir la jugada. Todo parecía despejado, sólo la típica escena de estudiantes con ojos soñolientos, libros de texto y mochilas, lechuzas y algunas mascotas al azar.

—Por supuesto que sabrías dónde están las cocinas —dijo Malfoy con desdén—, ¿bajas allí a comer en condiciones cuando lo que se sirve a las masas no está a tu altura?

—Así es —dijo Harry más amistosamente de lo que se sentía en realidad después de la madrugada—, me considero mucho mejor que cualquier otro mago que haya vivido o que vaya a vivir y exijo un trato especial en cada oportunidad. Me has descubierto, Malfoy, bien hecho. Ahora, por favor, cómete el plátano.

Malfoy pareció tomarse un momento para escudriñar su rostro, luego sonrió y comenzó a pelar obedientemente la fruta.

— ¿Lo ves, Potter? Sabía que tenías sentido del humor escondido ahí, en algún lugar.

—Eres un imbécil. —refunfuñó Harry.

Malfoy se limitó a sonreír dulcemente y se llevó la punta del plátano entre los labios de forma obscena, antes de morderlo salvajemente de una forma que hizo que Harry se estremeciera.

Harry se ocupó de llenar su plato y el de Malfoy, preparándoles a ambos un té y sirviéndoles un poco de zumo de calabaza. Descubrió que le gustaba adelantarse a las indicaciones de Malfoy, le hacía sentir que tenía una ventaja en el extraño jueguito de ellos.

Al otro lado de la mesa, Neville y Millicent conversaban sobre la hierba gatera -Neville suponía que podía cultivar un poco en los invernaderos de Herbología y Millicent parecía bastante eufórica con esta noticia.

—Oh, Tartarus es adorable con la hierba gatera —decía la bruja—, algo en su expresión, Longbottom, es clásico, simplemente debes verlo.

Fue en ese momento cuando Harry sintió la leve presión del muslo de Malfoy contra el suyo. Harry se congeló. La mesa estaba ocupada, los bancos estaban abarrotados, pero siempre había suficiente espacio entre los estudiantes. Malfoy se había dirigido a Goyle para decirle algo mientras picoteaba el desayuno que Harry había servido. Era posible que fuera totalmente involuntario. Sí, muy posible. Harry no se apartó.

La presión aumentó: calor y músculos sólidos junto a los suyos. Harry tragó y correspondió el toque. Maravillosamente, Malfoy tampoco se apartó, sino que mantuvo el contacto constante entre sus cuerpos. Harry sintió que su corazón daba ese incómodo vuelco dentro de su pecho. No sabía cómo un simple contacto, posiblemente accidental, podía ser tan significativo, sólo sabía que lo era. Antes de que pudiera seguir analizando el momento, la directora McGonagall se puso en pie y el gran salón guardó un respetuoso silencio.

—Buenos días, alumnos —los saludó, con su voz fuerte y clara, tan clara como siempre—, espero que se hayan adaptado a su nueva rutina y que estén disfrutando de su curso aquí en Hogwarts tanto como nosotros disfrutamos instruyéndolos. Tenemos dos asuntos pendientes. En primer lugar, a pesar del retraso, nos complace presentarles a la nueva instructora de Defensa contra las Artes Oscuras que llegó anoche de su trabajo en Madagascar, la profesora Lucille Haberdash-Pewter.

Una figura vestida con una capa gris oscura, con una capucha que ensombrecía la mitad superior de su rostro, se puso de pie. Tenía una piel gris cenicienta y Harry no podía decir si la mujer era humana o sólo con apariencia humana.

—Estoy muy contenta de haber aceptado este puesto —dijo la nueva profesora con una voz baja y ronca que tenía un acento que Harry no pudo identificar—, y espero trabajar con cada uno de ustedes.

Era un saludo exasperantemente genérico. Harry no pudo captar en absoluto la personalidad de la bruja.

—Y somos muy afortunados de tenerla aquí, profesora —continuó la directora, cordialmente—. El segundo mensaje del día es algo menos agradable. Me han llamado la atención ciertos ataques, gestos y bromas hacia los alumnos de determinadas casas. Estas acciones me preocupan mucho. Aprovecho esta oportunidad para recordarles que las casas de Hogwarts son simplemente para fomentar la competencia amistosa entre casas y el compañerismo, y que no deben tomarse con más gravedad que una partida de ajedrez de magos entre amigos. Para solucionar esto, he animado a los profesores a conceder puntos de casa a los alumnos que demuestren actos de buena fe y amistad entre casas. Espero que esto sirva para frenar las suposiciones mezquinas y sin sentido que podamos hacer entre nosotros. Si esto sigue siendo un problema, y los estudiantes son incapaces de identificar y abordar sus propios prejuicios, eliminaré el sistema de casas por completo.

Una buena parte del alumnado lanzó un grito truncado de indignación ante su última declaración. Harry sabía que la lealtad a las casas era profunda para muchos estudiantes. Esto incluía, reflexionó, a él mismo. Ser un Gryffindor se había convertido en parte de su identidad. Le había dado una familia.

McGonagall acalló las protestas con una mirada severa.

—Agradezco todos sus esfuerzos en esta nueva dirección más inclusiva. —dijo, con firmeza, despidiendo a los alumnos para que volvieran a sus conversaciones.

Harry miró a lo largo de la mesa de octavo año y se dio cuenta de que las agrupaciones de casas entre los alumnos mayores habían comenzado a dispersarse. Daphne Greengrass y Padma Patil parecían estar revisando algunas cartas de astrología sobre sus huevos. Justin Finch-Fletcley y Hermione estaban recordando los dibujos animados de su infancia. Ron se había unido a la conversación con Malfoy y Goyle. Y la pierna de Malfoy seguía firmemente plantada junto a la de Harry, dándole un confuso impulso de anticipación.

—En eso te equivocas, Weasley —decía Malfoy, con un tono ligeramente menos condescendiente que el habitual—. Ryan sería inútil sin Quigley, el punto fuerte de Irlanda es la simbiosis, no la fijación con las celebridades del Quidditch. Quigley es llamativo, pero Ryan es indispensable.

—Malfoy —dijo Harry de repente, interrumpiendo la respuesta de Ron—, ¿te gustaría venir a la reunión del ED esta noche?

Ron y Malfoy lo miraron con idénticas expresiones de horror.

— ¿Qué demonios me induciría a asistir a tu pequeño club, Potter? —se mofó Malfoy.

La expresión de Ron cambió del horror a la ira.

— ¡Un pequeño club que se enfrentó a los mortífagos que tú trajiste a nuestro colegio, imbécil desagradecido!

—Basta, los dos —ordenó Harry, satisfecho de haber sonado más controlado de lo que se sentía—. Ron, tú sabes tan bien como cualquiera las motivaciones de Malfoy. Dudo que hubieras hecho algo diferente si fuera la vida de tu madre la que estuviera en juego.

—Te pediré que te abstengas de hablar de lo que no entiendes. —siseó Malfoy, con amargura, mientras Ron los miraba a los dos.

—Y yo te invito esta noche, Malfoy, porque nuestro acuerdo era que darías pasos para demostrar la unidad entre las casas —concluyó Harry, ignorando el evidente disgusto de los otros dos—. El ED es una gran oportunidad para que lo hagamos.

Malfoy apartó la pierna de la de Harry para ilustrar su disgusto, y Harry, para su propio asombro, metió la mano por debajo de la mesa y apoyó una mano justo encima de la rodilla del Slytherin, dándole un suave apretón. Se prometió a sí mismo que retiraría la mano después de un momento. Sólo quería comunicar algún sentido de solidaridad, o una súplica para al menos intentarlo.

Antes de que tuviera la oportunidad de apartarse, sintió que los delgados dedos de Malfoy se apretaban contra los suyos, envolviéndolos. Por un momento, Harry pensó que la intención de Malfoy era apartar la mano de Harry, pero no lo hizo. Malfoy se limitó a sujetarlas, primero con tiento y luego con más confianza. Harry no estaba convencido de poder respirar.

—Bien —afirmó Malfoy después de un largo momento—, estaré allí.

Malfoy dio un apretón más a la mano de Harry, y luego se apartó para tragar lo último de su zumo de calabaza de un largo trago.

—Ahora ven, Potter, es hora de ir a clase.

—Imbécil condescendiente —refunfuñó Harry, pero a pesar de ello, se levantó—. Hablaremos en la cena, Ron —le prometió a su amigo, que seguía claramente enfurecido—. Sé que el ED es importante para ti, pero detener estos ataques es importante para mí. Y creo que Hermione estará de acuerdo conmigo.

—Sé que lo estará —gruñó Ron—, ustedes dos tienen una forma extraordinaria de perdonar y olvidar, pero de nuevo, no tienen un hermano bajo tierra.

Harry sintió que un estremecimiento de injusticia lo atravesaba.

—No es gracioso, compañero —logró contenerse—, hablaremos más tarde.


...


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