Disclaimer: Los personajes, lugares y hechizos, son propiedad de J.K Rowling, a menos de que se especifique lo contrario. No hay retribución monetaria con la traducción y publicación de esta historia.

Traducción autorizada de A Forward Path por umbrellaless22 en AO3


CAPÍTULO XXVIII


Por un momento, Harry no supo dónde estaba. Entonces, los recuerdos le llegaron a raudales y su mano voló involuntariamente hacia su garganta. Nada, salvo un desagradable dolor de cabeza. La enfermería, le dijo su cerebro. Había estado aquí lo suficiente como para reconocer el peso insatisfactorio de las mantas demasiado finas y las gruesas cortinas blancas. El sol del atardecer entraba abrasador por la estrecha ventana. La mirada de Harry se dirigió hacia la luz y vio a Draco incómodamente encaramado en el alféizar de la ventana, mirando hacia fuera. Tenía los brazos enroscados alrededor de su cuerpo, parecía inusualmente retraído. Harry lo odiaba.

—Anímate, cariño —graznó Harry, con lo que esperaba que fuera una sonrisa tranquilizadora—, estoy bien.

Malfoy se giró bruscamente, con una expresión confusa de culpabilidad y alivio, mientras caminaba hacia el lado de Harry, con los ojos fijos en... alguien al otro lado de Harry.

Mierda.

Harry tuvo miedo de mirar. Giró la cabeza. Ron. Brazos cruzados, nubes de tormenta que se acumulaban rápidamente en su rostro, y su barbilla inclinada en indignación.

—Bien, entonces. —dijo Ron, con la voz quebrada y seca. Giró sobre sus talones y se dirigió a la puerta.

—Ron, espera... —gritó Harry. El pelirrojo se detuvo, sólo por un momento. No miró hacia atrás. Luego, se fue.

Harry se revolvió en la restrictiva ropa de cama de la enfermería, intentando lanzarse tras su amigo, pero Draco le agarró del brazo.

—Dale un poco de tiempo —dijo, tranquilo y resignado—, si vas tras él ahora es más probable que acabes con la nariz ensangrentada que otra cosa.

—No lo conoces —gruñó Harry—, es mi mejor amigo.

—Puede que no le conozca, pero sé lo que es ser traicionado por alguien a quien quieres —argumentó Draco, tranquilo y comprensivo—, necesita un minuto. Probablemente más.

Harry apretó los nudillos contra sus ojos en frustración.

—Maldita sea —exclamó, deseando tener algo que pudiera romper—, se suponía que no debía enterarse así.

—Si sirve de algo... creo que ya he abandonado un poco el juego.

Las manos de Harry cayeron y miró a Draco, tratando de enfocarlo.

— ¿Dónde están mis gafas? —preguntó Harry.

Draco las buscó en la mesa auxiliar, pasándoselas.

— ¿Qué mierda pasó? —Harry suspiró, poniéndose las gafas.

—En general, no estoy seguro. Todo lo que sé es de segunda mano de Granger -ella está en otra reunión con McGonagall, pero ha venido a verte- Fue como si... esos mensajes que quienquiera que sea ha estado enviando, fueran amplificados. En lugar de ir sólo a un Slytherin, fueron a todos nosotros. Lo sentí, la escuché entrar, pero la cerré tan rápido que no escuché lo que dijo. Los que la habíamos oído antes no respondimos, porque la reconocimos, pero los alumnos que no la habían oído se lo tomaron a pecho. Al parecer, dijo, no lo sé exactamente, pero básicamente que los otros estudiantes eran amenazas, que los Slytherin debían protegerse, que era urgente.

"Una vez que un alumno actuó en consecuencia, fue como una compuerta y se desató una situación de mentalidad mafiosa con los demás Slytherin disparando cualquier maldición que se les ocurriera. Mala suerte para ti, Awling no se anda con chiquitas y sabe lo que hace. Se siente fatal, que conste.

—Merlín —dijo Harry—. Qué maldito desastre.

—Fue un caos. —coincidió Draco.

— ¿Y Ron?

Draco frunció los labios, cruzando los brazos sobre su cuerpo una vez más.

—Yo... no reaccioné bien al verte herido.

— ¿Qué quieres decir?

Draco tragó, cerró los ojos por un momento, cuando los abrió de nuevo parecía vacilante y avergonzado.

—Quiero decir... que fui a por ti. Aturdí a Awling -sinceramente, me sorprende que no intentara matarla- y luego fui a por ti. Aunque el Incarcerous terminó cuando Awling cayó... estaba frenético, Harry, completamente fuera de sí. Ron y Dean y otro par de octavos años acabaron con la pequeña rebelión de Slytherin, pero yo no fui de ninguna maldita ayuda. Después, Ron vino a llevarte, y sé que fue para intentar ayudarte, pero no pude soportarlo, y...

Draco se mordió con fuerza el labio, miró hacia otro lado.

— ¿Qué? —incitó Harry.

—No dejaba que se acercara a ti, estuve sobre ti como un maldito animal, y le grité, le lancé maldiciones, pero estaba tan demente que nada caía. Dean y Greg tuvieron que sacarme de encima —La voz de Draco se quebró, su labio se tambaleó—. Pensé que estabas muerto.

Hizo una pausa entonces, con una miseria profunda grabada en cada curva de su rostro.

—Lo siento —murmuró en tono sombrío—, lo he estropeado todo, como había prometido. Lo siento mucho, Harry. Sé que querías decírselo, sé que lo habrías hecho como es debido y que tal vez habríamos tenido una oportunidad. Granger dio en el clavo con lo que dijo aquella noche, sólo te estoy complicando la vida. Me iré. Lo siento.

—Draco —Harry encontró su voz, firme y segura—. Para.

Malfoy lo miró, sin ganas de esperar.

—Ven aquí. —le indicó Harry.

Draco se puso obedientemente a un lado de la cama. Harry se acercó.

—Acuéstate.

—Pero...

—No, vas a escuchar. Acuéstate, aquí conmigo.

La cara de Draco cayó entonces, todo lo que intentaba retener salió de él como si fuera algo doloroso. Se acurrucó contra Harry, medio cayendo en la ya estrecha cama de la enfermería. Harry lo estrechó contra su pecho, acariciando y besando su cabello.

— ¿Crees que yo no habría actuado igual? —preguntó Harry— ¿Crees que verte estrangulado e inconsciente me haría actuar racionalmente? Merlín, amor, eso es de lo que están hechas mis pesadillas.

La única respuesta de Draco fue rodear la cintura de Harry con un brazo, enterrándose imposiblemente más en el torso de Harry.

— ¿Cuánto tiempo he estado inconsciente? —preguntó Harry.

—Unas pocas horas —respondió Draco, con la voz gruesa y apagada—. Te golpeaste la cabeza con la esquina del cobertizo al caer.

—Ah… —dijo Harry, llevándose una mano tentativa a la frente, donde encontró un bulto de tamaño considerable.

—Madame Pomfrey dijo que podía reanimarte pero que era mejor dejarte descansar.

—Hm —reconoció Harry— ¿Cómo te las arreglaste para convencer a Ron de que te dejara entrar aquí?

Draco se tensó y no contestó.

—Maldita sea, Draco, por favor dime que no usaste Imperius o algo así. —Harry jadeó.

— ¡Joder, dame algo de crédito! —protestó Draco, levantando por fin la cara de la camiseta de Harry— No. Yo... yo rogué.

— ¿Tú qué? —preguntó Harry, sin aliento por la sorpresa.

—Vete a la mierda. —espetó Draco.

—Rogaste —repitió Harry, sacudiendo la cabeza con asombro—. Increíble. Draco Malfoy suplicando, y yo tenía que ir y quedar inconsciente por ello. Una absoluta parodia. Tienes que darme una pequeña muestra de lo que ha sonado, cariño, es de vida o muerte.

—Eres un absoluto gilipollas. —espetó Draco, empujando el hombro de Harry y volviendo a enterrar la cara en su pecho con prontitud.

Harry se rio y pasó los dedos por el pelo de Draco, rascando con las yemas de los dedos el cuero cabelludo del otro chico.

—Siento haberte asustado. —murmuró Harry en voz baja.

—No es tu culpa. —fue la respuesta silenciosa.

—No me gusta que te alteres. —trató de explicar Harry.

—A mí tampoco me gusta precisamente. —Draco refunfuñó.

—Bésame, ¿quieres?

Draco lo hizo.


McGonagall aceptó los botones P.E.D.D.O de Hermione y la idea de Pociones de Aversión. Ella y varios profesores pasaron toda la noche del domingo haciendo suficientes pociones para toda la casa Slytherin, con planes de hacer más para el resto del alumnado lo antes posible. Cuando se acabaran los botones, pasarían a hacer broches o pinzas para el pelo, lo que pudieran conseguir.

El ataque, según había explicado McGonagall durante el desayuno a un gran salón muy desconfiado el lunes por la mañana, había sido orquestado para poner a las otras casas en contra de los Slytherin, y para socavar los esfuerzos hacia la unidad entre casas. El motivo exacto detrás de todo aquello estaba aún por determinar, pero se aconsejó a los alumnos que fueran incondicionales de sus amistades.

Ron no miraba a Harry a los ojos.

Pociones para octavo año se habían cancelado esa mañana; se decidió que lo último que necesitaban los alumnos era tener algún tipo de telepatía, por muy finita que fuera. En su lugar, se les había asignado doble DCAO.

Harry aún estaba tratando de entender sus sentimientos hacia la profesora Haberdash-Pewter y las clases de Defensa en general. No estaba acostumbrado a que fueran tan... abstractas y filosóficas. Habían hablado más que otra cosa. Y últimamente se habían acercado más a los tiempos modernos, lo que le hacía sentirse incómodo. La semana pasada habían discutido sobre la percepción negativa de los muggles en los medios de comunicación magos. No era exactamente sutil, pero algunos de los comentarios hechos por sangrepuras bien intencionados pero despistados le dejaron claro a Harry que era necesario.

Hoy, cuando llegaron, los bancos habían desaparecido y en la extensión del piso abierto había grandes sillones y butacas de aspecto acogedor, dispuestos en un anillo oblongo, para que cupiera en la estrecha sala.

—Que todo el mundo tome asiento, por favor. —dijo la voz de la profesora desde la penumbra de la sala.

Harry se dejó caer en un sillón y Draco se apretó a su lado un momento después. Malfoy apenas se había separado de él desde la noche anterior. A pesar de las miradas de disgusto que le lanzaba Ron, Harry descubrió que no le importaba. Le gustaba saber que su presencia reconfortaba a Draco. Hermione, con una expresión tensa en el rostro, condujo a Ron hasta un antiguo sillón que se encontraba a cierta distancia. Él le agarraba la mano con fuerza.

Una vez que todos los alumnos se acomodaron, la profesora Haberdash-Pewter se inclinó con cuidado, deslizando un cojín a juego detrás de su espalda baja. Siempre se movía como si su cuerpo tuviera más varillas que huesos. Harry se preguntó qué había visto.

—Creo en la transparencia —explicó la profesora—, y he tratado de serlo con todos ustedes desde que nos conocimos. Como tal, permítanme ser muy clara, su directora me trajo aquí para que pudiera sembrar las primeras semillas de curación después de una guerra civil encabezada por un dictador asesino. Llamémosla como lo que fue, una nación dividida por líneas de sangre, una historia que hemos visto repetirse a lo largo de la historia. Y como en tantas guerras, las líneas de sangre no eran el punto material, eran sólo un grito de guerra, y un chivo expiatorio, para el motivo final, ese viejo impulso: la hegemonía.

La profesora Haberdash-Pewter se llevó los dedos a los ojos.

—Ustedes lo saben. Y ahora ven cómo se reproduce de nuevo, cómo una fuerza externa difunde el miedo y la desconfianza, incitando a la violencia. Estoy... muy cansada, por todos ustedes. Y no quiero nada más que darles descanso.

Miró hacia arriba, alrededor del óvalo de estudiantes de rostro solemne. Cruzó las manos, una sobre la otra, con los nudillos nudosos por una artritis que no se ajustaba a su edad.

—Me trajeron aquí para tratar lo que los académicos llaman trauma masivo y lo que yo llamo dolor profundo, pena y los jirones dolorosos de las infancias robadas. Me duele no poder completar mi tarea, porque el primer principio de la curación es la seguridad, y eso no es algo que pueda ofrecerles. Esperaba que lo fuera, pero algo está en juego aquí que les pide que prolonguen su resistencia, su resiliencia, que permanezcan juntos y se protejan unos a otros durante un poco más de tiempo.

"Mi intención era enseñarles Salvus Securus en primavera. Este hechizo, como recordarán, permite la aparición a un lugar seguro con sólo una sensación y no un punto de enfoque específico. Esperaba que no fuera útil en un futuro próximo, pero las esperanzas suelen desvanecerse.

"El hechizo es un poco extraño en Hogwarts. Las protecciones del castillo les impedirán salir de los terrenos, por lo que serán redirigidos a un lugar seguro dentro de los confines de las protecciones. No es una sensación cómoda, ir de un lado a otro en una aparición como ésa, y es importante que no entren en pánico, o acabarán astillados. Primero hablaremos de la sensación de seguridad, para asegurarnos de que todos podemos sacar recuerdos concretos de ella. Conectar con esa emoción es absolutamente vital para el hechizo.

—Profesora... —Hermione levantó una mano y la profesora le hizo un gesto para que continuara— Creía que no era posible ningún tipo de aparición dentro de Hogwarts.

—Muy cierto —coincidió la profesora Haberdash-Pewter—. La aparición regular está prohibida dentro de los terrenos de Hogwarts. Sin embargo, los pabellones de Hogwarts se establecieron con la intención de proteger a los estudiantes y, como tal, la súplica de seguridad inherente al Salvus Securus eludirá los pabellones hasta cierto punto, pero sólo dentro de ciertas limitaciones.

La voz de la profesora era tan rasposa como siempre, y los alumnos estaban callados, concentrados. Harry sintió la presión del muslo y el bíceps de Draco contra el suyo. Estaba sentado demasiado cerca para representar una negación plausible. Y a Harry no le importaba. Estaba cansado de preocuparse. Quería a Draco cerca, quería su tacto físico sólido y tranquilizador. Quería tomar la mano de Draco entre las suyas, o rodearlo con el brazo como hacían otras parejas. Que se jodan los espectadores, que se jodan las consecuencias.

Sintió, más que vio, los ojos de Hermione sobre él. Sus ojos le suplicaban que esperara. Que pasara por esto, que lo hiciera paso a paso. Pronto, parecía prometer, pronto.

—Si pudieran tomarse un momento y cerrar los ojos, y encontrar ese sentimiento dentro de ustedes. Puede ser útil concentrarse en un lugar específico, las vistas, los olores, pero recuerden que la visualización no es necesaria para el hechizo, sólo la emoción —decía la profesora Haberdash-Pewter. Harry se obligó a obedecer—. Un lugar en el que se sientan descansados, contentos, seguros y amados. —las opciones eran lastimosamente escasas, se dio cuenta Harry, casi se preguntó si alguna vez se había sentido verdaderamente seguro.

Oh, concéntrate, se dijo a sí mismo, impaciente. Así que las cosas habían sido difíciles, pero eso no significaba que no hubiera sido amado, que no hubiera estado seguro, esa no era la verdad, él sabía que no lo era. Porque lo que tenía, bien que lo tenía, era la cocina de Molly Weasley, rodeado de esa gran y bulliciosa familia que le quería, le protegía, le apoyaba sin rechistar. Molly y Arthur. Bill y Fleur. Charlie, George, Ron y Ginny. Harry no había sido huérfano, no en el sentido significativo de la palabra, durante años. Ese pensamiento sembró la culpa, espesa como el alquitrán, en las cámaras de su corazón, bombeando siniestro icor negro por todas sus venas: ingrato, ingrato, su corazón traidor lo condenaba con cada pulso. Hermione tenía razón. No había hecho lo correcto con Ron, no estaba haciendo lo correcto con él, todavía, y tenía que, Merlín necesitaba, arreglarlo.


...


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