Capítulo 6: Instalándose.

En silencio, Hermione siguió a Severus por los oscuros y aun desiertos corredores de Hogwarts. Hasta las escaleras parecían estar tomando su descanso nocturno. Cuando pasaron la esquina que llevaba a la torre de Gryffindor, ella se detuvo, causando que Severus se diera la vuelta, con algún comentario enojado en la punta de los labios.

"Si tengo que pasar las próximas semanas en sus habitaciones, voy a necesitar algunas de mis cosas", explicó ella.

"Deje que los elfos domésticos se encarguen de eso", le gruñó él.

Severus había esperado que le discutiera, pero la chica simplemente asintió y procedió a seguirlo una vez más. Se sintió aliviado de que permaneciera callada, de que ya no le discutiera.

Se sentía tan cansado. No le quedaba nada de la energía que había sentido en la mañana, nada de la felicidad y satisfacción que lo habían invadido. Ahora conocía el precio de su libertad. La vida de una estudiante. El futuro de la mente más brillante a la que había enseñado durante su tiempo en Hogwarts. La inocencia de una niña.

E inocente ya no era. Poseía la astucia y crueldad de un espía maestro, la voluntad de sacrificar cualquier cosa que se interpusiera en su camino. Ocultando su trabajo en las sombras, usando a Draco y a Dumbledore e incluso a él, mismo como un titiritero usa a sus creaciones.

En ese aspecto, ella se parecía mucho a los Mortífagos; compartía con ellos la voluntad de utilizar lo que fuere para alcanzar sus metas. Muy parecida a él, o más bien al joven Severus de otro tiempo.

Pero, mientras que él podía entender a los seguidores de Voldemort en su ambición, ideales y arrogancia, mientras que podía finalmente entenderse a sí mismo en su ciega búsqueda de poder y conocimiento, no podía entender a Hermione Granger.

¿Cuáles eran sus motivos¿Qué era lo que la llevaba a destruir su propia vida y estar tan malditamente tranquila al respecto, como si renunciar su cuerpo y alma demonio no fuera más que perder un juego de ajedrez mágica?

Tendría que averiguarlo, decidió mientras descendían hacia las mazmorras, pero no esta noche.

Severus entró al salón de Pociones y, con Hermione aun caminando obedientemente tras él, se dirigió hacia la puerta que llevaba a su oficina y sus habitaciones.

"Sangre negra", murmuró, mirando a la chica de reojo mientras las defensas del cuarto se desactivaban. Para su irritación, ella parecía más divertida que nada.

Severus había diseñado sus melodramáticas contraseñas especialmente para impactar a los estudiantes con exceso de curiosidad, a sus entrometidos padres y lo profesores menos brillantes. Los estudiantes temblaban con ellos, y le habían ayudado a nutrir los rumores de su naturaleza vampirezca que había construido cuidadosamente a través de los años.

Pero Hermione sólo arqueó una ceja y le dirigió una sonrisa de complicidad. ¡Niña fastidiosa!

La puerta se abrió y Severus la guió a través de su fría, oscura y desocupada oficina hacia una sala que no era nada más amigable. Enormes repisas llenas de libros viejos y polvorientos se levantaban a lo largo de las murallas sin ventanas; el suelo de piedra y una chimenea sin encender sólo aumentaban la frialdad natural de las mazmorras. El único lugar donde sentarse en su sala de estar era un antiguo sofá tapizado con una triste tela negra que se asemejaba mucho al pelaje de un perro. En un pedestal junto a la muralla opuesta se encontraba una única calavera, iluminada por dos velas negras.

Sin siquiera echar una mirada alrededor, Hermione se sentó en el sofá y acomodó su túnica.

"¿Dónde voy a quedarme?", preguntó en tono neutral, "¿De seguro tiene un cuarto por algún lugar aquí?"

¡Ni siquiera había mirado a su alrededor¿Qué no había nada que impresionara a esta niña? Hasta Minerva se había quedado pasmada la primera vez que había entrado a esta habitación, y únicamente una muy veloz explicación le impidió salir corriendo inmediatamente.

Pero Hermione probablemente no esperaba nada más de su Maestro de Pociones. La idea lo hizo enojar, y enojarse lo hizo enfurecerse aún más.

"No vamos a quedarnos aquí, señorita Granger", le espetó, "así que puede dejar de tirarse encima de mis muebles y de hacer preguntas estúpidas."

Aquello la sorprendió. Se puso de pie nuevamente y examinó las tres puertas que estaban en el lado más lejano del cuarto. Pero en lugar de abrir una de ellas, Severus se acercó la única pieza del amueblado que poseía a lo menos una huella de belleza y comodidad – un polvoriento set de tapicería en colores oscuros que representaba la entrada de un edificio antiguo, posiblemente un templo, con enormes pilares levantados a ambos lados de una puerta intrincadamente tallada.

La mirada de completa confusión que le dirigió Hermione hizo que Severus frunciera el ceño.

"Por más encantador que sea el que usted piense que yo viviría en un cuarto tan deprimentemente harapiento, se le debería ocurrir que un hombre como yo no pasaría su tiempo libre en un cuarto tan minimamente protegido. La ubicación de mis habitaciones reales es uno de los secretos mejor guardados en este castillo; sólo Albus, Minerva y Lupin la conocen, y Lupin es el único que puede entrar sin mi permiso directo. Conocer la contraseña no le servirá de nada, puesto que la magia está conectada a mi mano y mis ojos. Creo que los muggles usan una técnica similar para proteger sus posesiones más valiosas. De hecho, las defensas de mi habitación están basadas en el concepto muggle, y no sé de ningún otro mago que use un método semejante. No habrá posibilidad alguna para usted de abandonar el cuarto sin mi autorización directa."

Severus se volvió hacia la tapicería, ubicó ambas manos en los pilares y fijó la mirada en un punto completamente indistinguible del resto del conjunto.

"Las ninfas se marcharon", susurró, y el sorprendido sonido a su lado le dijo que la señorita Granger entendía la alusión. Nunca la había imaginado como una lectora de poesía.

La puerta de entrada del templo de pronto comenzó a brillar. Su silueta se destacó en la oscuridad, ganando estructura y realidad, hasta que el resto de la tapicería pareció ser nada más que una decoración rodeando una puerta de verdad.

Severus estiró su mano y giró la manilla. Con una sonrisa burlona que sin embargo parecía esconder un rastro de orgullo, le indicó a Hermione que entrara.

"Aquí, señorita Granger, es donde en realidad vivo."


Por un momento, una tibia luz envolvió a Hermione, y luego entró a un cuarto que la hizo gritar de sorpresa.

Esto, decidió la chica en un latido, era el Paraíso.

Nunca antes había visto tantos libros tan hermosos en un solo lugar, ni un cuarto tan cómodo y a la vez tan perfectamente organizado. Repisas de libros llenaban cada centímetro de las paredes, elevándose hasta el alto techo y bajando hasta el suelo que estaba cubierto de alfombras tan gruesas y suaves, que estuvo tentada de quitarse los zapatos y enterrar sus pies en ellas. Al frente de una larga ventana, Snape había situado un enorme escritorio de palo de rosa que estaba sobrecargado de artículos, cartas y pergaminos desenrollados hasta la mitad. Sillones y sofás la invitaban a acurrucarse y pasar horas y horas leyendo, investigando, y olvidando el mundo exterior.

Hermione sintió sus hombros descendiendo; su espalda perdió algo de su rigidez. Por primera vez desde que Snape los había confrontado a ella y a Draco, tal vez por primera vez desde que había empezado con todo esto, se sintió relajada. Este era un lugar donde estaría a salvo. Gruesos muros y fuertes defensas para mantener alejados a los demonios de afuera, y suficientes fuentes de donde aprender para silenciar su propia oscuridad interior.

Hermione siempre había sabido que, en algún lugar muy en el fondo, el Profesor Snape tenía que ser un hedonista. Todos los amantes de los libros lo eran. Pero la asustaba un poco que él viviera en los cuartos de sus sueños; que si ella tuviera suficiente dinero, escogería vivir en un lugar muy parecido al que vivía Severus Snape. De algún modo, hacía perfecto sentido.

"Mi biblioteca", comentó serenamente su sedosa voz, pero Hermione podía sentir su inquietud. Severus probablemente no permitía a muchas personas venir aquí, y aún menos a estudiantes.

"Es hermosa", susurró la chica, todavía encantada por los cálidos colores, el brillo de las velas sobre el cuero, y el olor de libros antiguos que la rodeaban, "Y encaja perfectamente con usted."

Sus palabras lo habían sorprendido, y Hermione podía sentir la irritación de su Profesor crecer al lado de ella.

"No la considero competente para juzgar esto, señorita Granger. Tampoco deseo ser analizado por usted."

Debe sentirse como una invasión, comprendio de pronto, que ella, de todos los estudiantes, precisamente ella tuviera que quedarse aquí. La insoportable sabelotodo en sus cámaras privadas.

"Aprecio mucho su ayuda, Profesor", le respondió con suavidad, "y prometo que no voy a abusar de su confianza."

"Esto difícilmente se trata de confianza, señorita Granger", dijo Snape fríamente, "El Director me ordenó ocuparme de esta tarea y voy a obedecer su deseo. No es necesaria una muestra del sentimentalismo Gryffindor. Lo único q espero de usted es q no vaya a empezar a llorar o a lamentarse o lo que sea que normalmente hacen las niñas de su edad."

Esto la trajo de vuelta a la realidad. Por un momento había olvidado que el hombre al que enfrentaba no era Severus Snape el brillante científico y ávido lector, sino el Profesor Snape, sarcástico bastardo.

Sus máscaras estaban firmemente en su lugar, y Severus estaba odiando la presencia de la chica más y más a cada minuto. Él no era su amigo, y ella no estaba a salvo aquí. La chica iba a necesitar cada gota de fortaleza y voluntad para sobrevivir a esto, ojalá sin revelar mucho de lo que necesitaba permanecer en secreto.

"Ciertamente no lo haré, Profesor"; sus máscaras, también, volvieron a su lugar, y la chica se concentró en el asunto que la traía aquí, "Si pudiera mostrarme mi cuarto ahora."

Estúpido, Severus se espetó a sí mismo, la podría haber tenido lista para hablar.

"Puede tomar prestado cualquier libro que quiera leer", le ofreció, con la esperanza de hacerla retomar su interés, pero ya era demasiado tarde.

Su súbita amabilidad la sorprendió, pero hacía ya mucho que había pasado la etapa donde los libros podían distraerla de sus objetivos.

"Gracias", declinó, "pero ya tengo demasiado que hacer para la escuela"

Severus esperó, pero eso era todo lo que ella tenía que decir por ahora. De pronto, el cansancio la invadió como una ola, dejándola débil y deprimida. Lo único que quería ahora era una ducha caliente y una cama tibia donde olvidar los horrores que la esperaban en las semanas por venir.

A pesar de lo que Snape parecía sentir, ella no había usado la Poción Thanalos a la ligera. La había investigado a profundidad y sabía perfectamente lo que significaría una terapia de detoxificación a estas alturas. Fiebre, sangre y probablemente locura. Si tenía suerte. Si no, la terapia podría matarla.

Y ya no podía seguir haciendo esto sola. De eso se había dado cuenta cuando Snape y Draco, habían sido capaces de tomarla por sorpresa. Se había vuelto poco cuidadosa, y los errores resultantes de ello podrían matarla más pronto de lo que estaba dispuesta a arriesgar.

Necesitaba terminar esto, lo necesitaba desesperadamente. Tan solo unos pocos meses más y todo había terminado. Voldemort derrotado, y Harry, Draco y todos los demás libres para vivir la vida que merecían.

Una memoria apareció vivida en su cabeza; la silueta de un hombre, arrodillado en el suelo en medio de la oscuridad, una cara aterrada, pálida de la pérdida de sangre, y una voz, temblando de miedo…

Su silencio incomodaba a Snape, comprendió de pronto, pero él esperó a que ella hablara de nuevo.

"¿Mi cuarto?", preguntó una vez más, sin importarle que pudiera sonar insolente.

"Por aquí", Snape la guió hacia una escalera situada en una esquina de la habitación.

Mientras subían, le explicó el diseño de sus habitaciones: "Como usted ha visto, mi biblioteca está en el primer piso. En el siguiente piso encontrará mi cuarto privado y la habitación de huéspedes, la cual habitará usted mientras dure esta situación. En el segundo nivel está mi laboratorio y mi estudio privado. Usted no entrará allí. La biblioteca y el cuarto de huéspedes y su baño están abiertos para usted, pero no pienso arriesgar valiosas pociones o ingredientes para la diversión de una niña."

¿Estaba siendo desagradable a propósito, o los años de hábito de regañar estudiantes habían simplemente tomado control? A ella honestamente no le importaba, su alivio superponiéndose por lejos a cualquier irritación cuando Snape le mostró el cuarto en el cual pasaría las siguientes semanas, preguntándole educadamente si necesitaba algo más, y luego la dejándola sola.

Hermione se durmió en cuanto su cabeza tocó la almohada, demasiado cansada incluso para que la atormentaran las pesadillas, que eran sus habituales compañeras nocturnas.


"Me pregunto qué es lo que le sucede al chico hurón", susurró Ron con curiosidad.

El desayuno de esta mañana había transcurrido silencioso y tranquilo, y Ron parecía desesperado por cualquier cosa que lo distrajera de la noticias sobre los padres de Hermione.

McGonagall había encontrado a Harry y a Ron esperando a su amiga en la Sala Común de Gryffindor en la mañana y, tras guiarlos a su estudio privado, les había explicado sobre el ataque y la necesidad de enviar al Señor y a la Señora Granger a ocultarse.

Por supuesto, Ron y Harry podían entender que Hermione hubiera escogido acompañar a sus padres por un tiempo, aunque Ron no había podido resistir comentar lo pasmado que estaba de que Hermione estuviera tomando su trabajo escolar tan ligeramente.

Pero ambos estaban un poco decepcionados de que Hermione ni siquiera se hubiera tomado el tiempo para contarles ella misma lo que había sucedido. Claro que no se les hubiera ocurrido hacer ese comentario en frente de McGonagall…

"¿Qué pasa con él?", preguntó Harry sin verdadero interés. Hermione había estado extraña los últimos meses. El temor por sus padres podría explicar su comportamiento, pero Harry no podía entender porqué su amiga no querría hablar de eso con él, de toda la gente. Él sabía lo que era perder a sus padres, temer por los seres queridos porque uno era el que los ponía en peligro. ¿Qué era lo que la había distanciado tanto?

"Parece que quisiera asesinar a su budín en vez de comérselo. O sea, no es tan malo¿o si? Me imagino que extraña a los elfos domésticos de su Papi revoloteando a su alrededor¿no crees?"

Harry alzó su cabeza y miró hacia la mesa de Slytherin. Ron estaba en lo cierto, en vez de estar bromeando con sus idiotas amigos, Draco estaba mirando fijamente su budín como si no pudiera decidir si comerlo o empaparlo en lágrimas.

Harry no se había fijado mucho en Draco durante el último año. La lucha en el Ministerio y el subsiguiente arresto muchos Mortífagos de alto rango había silenciado a los Slytherins. Por supuesto que Malfoy, Crabbe, Goyle y muchos de los otros habían desaparecido de Azkaban sólo tres semanas después, pero aunque Dumbledore creía que Fudge no había sido muy diligente en su búsqueda, todas las conexiones que antes habían mantenido con el Ministerio se habían roto oficialmente.

Sin un padre influyente que pudiera sacarlo de cualquier problema, Draco se había vuelto discreto instantáneamente. Ahora que Harry pensaba en ello – no lo había visto con Crabbe y Goyle por un largo tiempo. Y no habían habido muchos ataques o insultos que pudiera recordar durante los últimos meses.

Hemos cambiado, pensó Harry, no sólo yo o Hermione, sino que Draco también. La guerra se acerca y nadie sabe quién va a ganar. Demonios, ni siquiera sabemos si estaremos vivos para el próximo año.

Pero indudablemente, mientras que Harry y la Órden luchaban en pro de la libertad y la justicia, Draco pronto se uniría a su padre en las reuniones de los Mortífagos.

"Problablemente esté imaginando como asesinará a su primer sangresucia", respondió Harry en voz baja, sólo para terminar la conversación. Ambos volvieron a caer en su malhumorado silencio.


Draco no escuchaba la animada conversación sobre Quidditch a su alrededor. No había dormido bien la noche anterior; de hecho, no había dormido nada. Cada vez que había cerrado los ojos la imagen de Hermione se abría paso en su cabeza, con sus ojos tremendamente oscuros contra la palidez de su piel, y llenos de reproche.

Él lo había hecho por ella, pero aun así, la había traicionado, y sabía que nunca olvidaría la dolida mirada en sus ojos y sus palabras susurradas: "Et tu, Brute".

Le había fallado. Debería haber encontrado otra forma, por lo menos debería haber dejado a Snape fuera del asunto.

Y ahora ella estaba encerrada en las mazmorras con el sombrío Profesor, aislada para enfrentar la locura de la detoxificación.

Y todo era su culpa.

Ahora recordaba, más que claramente, la noche en que habían regresado. Dumbledore, Fudge, los Gryffindors inconscientes y ese cretino de Potter, andando como si fuera el dueño del lugar. Draco había oído rumores de que Potter había destruido la oficina de Dumbledore más tarde esa noche, y se había sentido regocijado. Pero por supuesto, siendo Potter, ninguna consecuencia aguardaba al estúpido cabeza marcada.

Más tarde, Fudge había mandado a llamar a Draco a una oficina, ya no recordaba a cuál, y le había contado todo acerca de la "lealtad de su padre con el lado equivocado", como Fudge lo llamaba, y de su captura.

Había sido el tema único de conversación en la escuela. Los demás habían murmurado constantemente tras sus espaldas, sus voces llenas de veneno y malicia.

"¿Quién se rie ahora, Malfoy?"

"Qué, tu papá ya no puede mandonearnos desde donde está¿o si?"

Ronald Wealey había sido el peor de todos, dado que Potter estaba demasiado deprimido por la muerte de su lamentable Padrino fugitivo. Weasley se había cobrado venganza por cada comentario insolente y por cada insulto.

Draco nunca se había sentido tan desamparado antes. Vulnerable. Vulgar. Traicionado.

Había optado por pasar la mayor parte posible del tiempo fuera de la escuela, buscando refugio cerca del gran lago, donde solía sentarse a la sombra de un viejo Olmo, observando el agua por horas y preguntándose que había pasado con la vida de la que se había sentido tan orgulloso tan sólo unas pocas semanas atrás.

Y ese era el lugar donde ella lo había encontrado, cuatro días después de la lucha del Ministerio, el mismo día en que la habían dado de alta de la enfermería, y sus heridas aun no estaban completamente sanadas.

Él no la había visto venir, si la hubiera visto se abría ido. Ya había suficiente gente molestándolo como para agregar a Hermione Granger a la lista.

Pero ella se había acercado silenciosamente a él, y lo había hecho saltar de sorpresa al pronunciar su nombre, una reacción indigna que lo hizo retorcerse por dentro.

"¿Draco?"

"¿Qué quieres, Granger¿Viniste por tu venganza antes de que sea demasiado tarde?"

Para su sorpresa, la chica se había sentado a su lado, para luego apoyar su espalda contra el árbol y por unos minutos observar silenciosamente el agua.

"Sólo vine a decir que lo siento, Draco", había dicho por fin.

Draco había estado pasmado esa noche. ¡Tenía que ser una broma! Su padre había tratado de matarla, y el propio Draco la había insultado en todas las formas posibles¿y ahora venía a decir que lo sentía?

"Lo sientes", había respondido él, "No es para nada gracioso. Haz lo que viniste a hacer y vuelve con tus inútiles amigos"

"Sé que tu perdiste tanto como Harry durante esa noche en el Ministerio, Draco. Y probablemente estás pensando que a nadie le importa. Pero a mi si."

"No estás hablando con Potter aquí, Granger", le dijo con una amargura en su voz que lo asustó a él mismo, "Yo soy uno de los malos"

"¡No lo eres!", ella sonaba enojada, "Lo que tu padre hizo o dejó de hacer no es tu culpa. Te has comportado como fuiste educado, y eso tampoco es tu culpa."

"¿Nunca se te ha ocurrido que esto es lo que quiero ser? Hace mucho tiempo decidí cual bando sería el mío¡y mi padre no tiene nada que ver! Potter lo sabe. No tengo ninguna necesidad de tregua con ningún Gryffindor."

Hermione suspiró y lo miró a los ojos. Su mirada lo atravesó, rompiendo todas sus defensas hasta que todo su dolor y miedo quedaron desnudos ante ella. Extrañamente, no era una mala sensación. De algun modo, era un alivio saber que había por lo menos una persona en esta escuela a la que no podía engañar.

"Ah, pero si lo necesitas Draco", suspiró ella, "Lo que Harry nunca entendió es que todos debemos actuar nuestros roles. Tu no puedes cambiar el tuyo más que El Niño Que Vivió, Snape, Dumbledore, o yo", la última parte fue casi un susurro, "Pero aunque podemos no tener opción respecto a las máscaras que estamos forzados a usar, si podemos decidir que hacer con ellas. No tienes que convertirte en lo que todo el mundo espera de ti, Draco. No tienes que seguir los pasos de tu padre, aun si todos lo esperan de ti. Las máscaras son algo para ser usado, no para que nos usen a nosotros."

Hermione se puso de pie nuevamente y descansó su mano por una fracción de segundo sobre el hombro de Draco, su mano tibia y liviana como una pluma.

"Y tú puedes elegir a quien darle acceso detrás de tu máscara, al verdadero Draco. No a muchos, tal vez, dado que no todos quieren o pueden ver, pero si a algunos, algunas veces. Yo no he venido a reformarte, Draco, por eso es que me iré ahora. Pero si necesitas a alguien que te ayude a quitarte tu máscara por un rato o simplemente a alguien con quien hablar, me sentiría honrada si me buscaras. Buenas noches."

Y antes de que pudiera responder, antes de que siquiera pudiera darse cuenta de lo que le había ofrecido, Hermione se había desvanecido en la oscuridad de la noche. Ciertamente la chica no había escuchado su murmurado "gracias", pero algo le decía que ella lo sabía de todas formas.

Draco recordó la hora y comenzo a comer su budín, que ya estaba frío y malo.

Le había tomado días reunir el valor suficiente, pero al fin, la había ido a buscar a la biblioteca, temiendo con cada paso que la chica sólo se hubiera burlado de él, o que se hubiera arrepentido de su oferta después de hacerla, pero sus ojos se habían encendido al verlo acercarse.

Hermione lo había llevado a un cuarto al que llamó "la Sala de los Menesteres", del que él y otros Slytherins habían perseguido al "Ejército de Dumbledore" en su quinto año. Ahí encontraron unos cómodos sillones y té caliente esperándolos, y hablaron por horas.

Nuevamente, su cara apareció en su mente, sus ojos suplicantes en medio de su fachada de piedra. Élla era su única amiga de verdad, y le había fallado miserablemente.

En momentos como éste, Draco se sentía agradecido de la estricta educación en modales y disciplina a la que lo había sometido su padre. De no haber sido por el famoso autocontrol de los Malfoy, Draco hubiera inclinado su cabeza en la pulida mesa y habría llorado hasta secar su corazón.

En lugar de ello, silenciosamente reunió sus cosas y se marchó a la primera clase del día.


Nota de la Traductora: Hola a todos! Si se que me he demorado mucho con este capitulo, lo siento! La vida me tiene al borde del colapso, pero voy a seguir con esto! El proximo capitulo es bien intenso y me tiene un poco complicada, pero voy a tratar de subirlo pronto, de verdad!

Muchas gracias por sus reviews del capitulo pasado, creo q hay dos reviews a las que no respondí, les pido disculpas a los que se quedaron sin respuesta, pero se me produjo una confusión tremenda contestando reviews y creo que algunas de las respuestas no se enviaron... pero por favor sigan enviando sus reviews! De verdad que me hacen muy feliz y prometo organizarme mejor para contestarlas y que no se me pase ninguna!

Espero sus comentarios del proximo cap! Besos!