Capítulo 9: Al Infierno.

Solo en su oficina, Albus Dumbledore miraba la luz brillando en las afueras de Hogwarts mientras bebía su chocolate caliente, maravillado por su sabor. Necesitaba cualquier consuelo que pudiera obtener en este momento.

El reporte que Severus le había entregado sobre la condición de la señorita Granger algunos minutos atrás lo había preocupado más que lo que le había mostrado al oscuro profesor. No era sólo la fiebre y las reacciones corporales lo que habían causado que ahora estuviera mirando a las estrellas como buscando respuestas.

Era la voz fría y completamente descomprometida en la cual el Maestro de Pociones le había informado de estos hechos. Severus no se estaba preocupando de la señorita Granger como Albus, ni siquiera estaba sintiendo lástima. Algo en su cara había expresado satisfacción por el estado de la señorita Granger.

En todos los años que conocía a Severus, el joven siempre le había parecido un tanto sobreprotector a Dumbledore. Preocupándose demasiado por sus estudiantes, invirtiendo demasiada de su energía y su corazón en asegurar su bienestar. Preocupándose hasta la muerte por esos Slytherins que se lastimaban o que se volvían al lado oscuro. Cada estudiante que había renunciado, cada chico y chica que había abandonado el camino de la luz había sido considerado un fracaso personal por Severus. Siempre se había culpado más a si mismo que a sus protegidos.

Pero no con la señorita Granger. ¿Había sido un error dejar a Severus cuidarla? Pero había parecido tan lógico en el momento. El hombre había pasado por mucho de lo que las señorita Granger sufría ahora, él sabía lo que era esconderse en la oscuridad, y Dumbledore había esperado, en su típica disposición locamente optimista, que los dos tal vez pudieran ayudarse mutuamente.

¡Y necesitaba tan desesperadamente que la chica triunfara!

Hace un año, cuando el retorno de Voldemort finalmente se había hecho público y el Ministerio había reconocido el peligro que presentaba, las esperanzas de Dumbledore habían sido altas. Había esperado complicaciones, por supuesto, pero nunca había dudado que la lucha pronto finalizaría.

Ahora, sin embargo, tras un año de fracasos, traiciones y desilusiones, ya no estaba tan seguro. Los aurors del Ministerio y la Orden estaban trabajando codo a codo, se habían reunido fondos y programas adicionales, pero lo que fuera que hicieran, Voldemort siempre parecía estar un paso delante de ellos.

Los únicos triunfos que habían tenido en los últimos meses habían sido debidos a la información de la señorita Granger. Antes de que siquiera lo hubiera notado, esta joven se había transformado en la clave para la destrucción de Voldemort, la única razón de esperanza para Dumbledore.

Un año atrás, esta esperanza había descansado en Harry. Harry…

Dumbledore suspiró y escaneó la oscuridad de afuera, buscando respuestas que no iba a encontrar. Harry no se había desarrollado de la forma que él había esperado. Después de que Dumbledore le había contado acerca de la profecía, había esperado que Harry madurara rápidamente y se dedicara a la misión que lo esperaba.

El Director odiaba robarle al chico lo poco que le quedaba de su niñez, pero su enemigo se había vuelto demasiado poderoso para ignorarlo. Pero Harry no había parecido interesado en clases, duelos o preparaciones para lo que estaba por venir. En vez de ello, Harry parecía haberse retirado al consuelo de la normalidad, trabajando en sus deberes para la escuela, jugando Quidditch y planeando travesuras con su amigo, Ronald Weasley.

Era Hermione quien había llenado sus expectativas, el miembro del Trío Dorado que había tomado menos en serio. Cuán tontos somos los mortales, pensó resignado.

Un golpe en la puerta lo interrumpió. Antes de que pudiera responder, sin embargo, la puerta se abrió de golpe y Minerva McGonagall irrumpió en la oficina.

"Minerva", la saludó cortésmente, levantándose de su silla y caminando hacia ella, "¡Qué placer verte! No obstante, debo decirte que tengo una reunión esta noche a la cual absolutamente debo asistir, de modo que, si no te importa, quizás podríamos pensar en un mejor momento para…"

"Si me importa, Albus", lo interrumpió con viveza, "Me importa mucho. ¡Deja de esconderte de mi!"

"No se de qué estas hablando, querida", le respondió él amigablemente, "Esta época del año siempre es muy ocupada – pero si piensas que te he dejado de lado, ciertamente yo…"

"¡Albus Dumbledore!. ¡Puede que no sea tan vieja como tu, pero no soy tonta! Algo anda mal con Hermione Granger y pretendo averiguarlo."

"¿Qué te ha dado esa idea, Minerva?" Los ojos azules de Dumbledore estaban brillando desesperadamente a estas alturas, pero Minerva estaba lejísimos de mostrar compasión.

"Primero, la chica se desaparece en medio de la noche. No se me informa al respecto sino hasta un día después, no soy yo quien se lo dice, ni siquiera puedo verla antes de irse. Nunca, desde que asumí como Jefa de Gryffinfor, me habías 'dejado de lado' de esta manera, Albus. Segundo, ella no me ha escrito ni me ha hablado en los últimos dos días. ¡Estamos hablando de Hermione Granger! Incluso después de que la petrificó el basilisco, la primera cosa que me pidió fueron sus tareas. ¡Ella nunca iría a ocultarse sin material de clases para dos meses por adelantado! Y tercero, Severus está de vuelta a su antiguo sombrío humor. Cuando lo regañé por tratar mal a Remus, se comportó como un niñito sorprendido en una mentira. Una mentira que está directamente relacionada con la señorita Granger."

Minerva se detuvo y miró fijamente a Dumbledore, quien ante su intimidante mirada quedó reducido a un Albus de seis años que acababa de robar dulces de la cocina.

"¿Así que podrías parar de jugar y decirme que ha pasado con la señorita Granger?"

Albus Dumbledore supo que había perdido. Se lo contó todo.

Cuando terminó, vio lágrimas en sus ojos. En silencio le ofreció un pañuelo y una taza de chocolate caliente. Ella aceptó ambos.

"Pobre niña", dijo Minerva finalmente, tras un silencio que había llenado el cuarto por unos minutos, "Yo tenía tanta esperanza en que al menos esperaría hasta el final de la escuela."

Minerva levantó la vista de sus piernas para ver a Dumbledore mirándola fijo, desconcertado.

"¿Tú sabías de esto, Minerva?", le preguntó perplejo.

"¡No, por el amor de Dios, Albus!. ¡Por supuesto que no lo sabía!. ¡La hubiera detenido de inmediato si lo hubiera sabido! Pero contrariamente a ti", se detuvo, mirándolo críticamente, "Yo nunca la subestimé"

"Mi querida Minerva, yo nunca", protestó Dumbledore, pero ella volvió a interrumpirlo.

"No concientemente, Albus. Pero tú y todos los demás siempre se han concentrado en Ron y Harry. Ellos eran el dúo de los atrevidos; ellos causaban los problemas y hacían un buen espectáculo de ello. Hermione no era la persona para la acción. Ella investigaba, los apoyaba, los ayudaba con la escuela. Lo que ninguno de ustedes notó fue su astuta y brillante mente, su frialdad y su voluntad de sacrificar todo, aun a sí misma, para rescatar a sus amigos. El señor Potter y el señor Weasley siempre fueron fáciles de detener. Pero desde su primer año, me han preocupado las habilidades de la señorita Granger. Porque yo sabía que si ella decidía "entrar en acción", no íbamos a ser capaces de detenerla."

Minerva suspiró, y de pronto su cara pareció fatigada y demacrada. "Ella es demasiado brillante para sus amigos, Albus. Ellos nunca fueron competencia para ella. Y me pregunto si, en un par de años, incluso tu seguirás siendo competencia para ella."


Después de dos noches de furiosa fiebre, los síntomas se habían esfumado, dejando a Hermione débil como un gatito recién nacido. Nunca antes se había sentido tan enferma y tan sola.

Los dolores de cabeza habían sido lo peor. Los episodios de escalofríos, la fiebre; todo eso lo podía soportar, pero esos dolores habían partido su cabeza como un rayo parte un árbol. No podía pensar, no podía hablar. Demonios, no podía ni llorar de dolor. Dormir había sido imposible.

Y lo único que había visto cuando era capaz de resistir los sueños febriles lo suficiente para abrir los ojos había sido la sardónica sonrisa de Snape, su cara llena de rencor en la que sólo se leía "Te odio y te lo mereces."

Snape había estado entrando y saliendo de su cuarto, aplicando hechizos de limpieza, ofreciéndole agua y administrándole pociones. Nunca le había hablado una palabra más de lo que era absolutamente necesario. Nunca había parecido importarle el estado en el que ella se encontraba.

Pero aún así, a pesar de su odio y desprecio, su presencia se había convertido en un consuelo para ella. En su soledad, sólo él la hacía sentirse por lo menos remotamente humana. No le importaba que lo hiciera insultándola permanentemente, ya estaba acostumbrada a eso a estas alturas. De todas formas nunca había escuchado a Snape decir muchas otras cosas. Tan sólo esperaba que en sus sueños febriles no hubiera revelado más de lo que le convenía…

Deja de lamentarte, se regañó a sí misma. ¡Es hora de empezar a moverse, Hermione!

Cuidadosamente, bajó sus pies al suelo y trató de ponerse de pie, sólo para afirmarse inmediatamente del respaldo de la cama, puesto que sus piernas se doblaron bajo ella. Débil como un gatito, de hecho. Por un momento, Hermione consideró volver a acostarse y esperar a que llegara Snape a ayudarla.

Pero la imagen de Snape, tomándola en sus brazos y llevándola al baño, le dio la energía suficiente para hacerlo por sí sola.

Fue un trabajo duro, tomar un baño. Le tomó cerca de una hora sentirse limpia de nuevo. Una vez incluso se quedó dormida en la tina, despertando sólo cuando una burbuja rosada le hizo cosquillas en la nariz. Pero finalmente, tras muchas maldiciones y movimientos muy lentos y cuidadosos, consiguió salir del baño sin heridas graves, escogió un nuevo pijama y una cálida túnica de lana y se sentó en el borde de la cama a peinarse.

Fue en este momento que Snape irrumpió en el cuarto, como siempre sin molestarse en tocar. La vista de Hermione lo tomó por sorpresa y uno de sus pasos vaciló, casi tropezó, y se detuvo bastante abruptamente en frente de ella.

"Veo que se siente mejor hoy", le comentó con frialdad.

"Así es. Gracias por preguntar, Profesor."

"No estaba tratando de ser amable, señorita Granger. No veo razón para mostrarle amabilidad a alguien como usted. Mi preocupación es su salud, nada más."

"Creo que ya he entendido eso a cabalidad a estas alturas, Profesor"

Él ni siquiera se molestó en mirarla, notó ella enojada, tan sólo sacó su varita y la apuntó hacia ella.

"Sus funciones corporales parecen estar normales. ¿Sabe quién es y dónde está?"

"Lo sé", respondió ella con el fantasma de una sonrisa, "Lamentablemente."

Snape asintió, sin siquiera reconocer su intento por alivianar el ambiente.

"¿Sabe también que esta es sólo una recuperación temporal? Va a ponerse peor pronto, mucho peor. Pronto lamentará bastante lo que ha hecho."

Bueno¡ese si que era un pensamiento alentador! Él si que tenía talento para frotar sal en sus heridas.

"Nunca lamentaré lo que he hecho, señor", respondió ella en voz baja, "Pero si me doy cuenta de que lo peor está aun por venir."

El hizo una mueca burlona ante su comentario, pero aparentemente no lo consideró digno de un comentario.

"Entonces debo informarle que el señor Malfoy ha estado tratando de derrumbar mi puerta por dos días. Sólo pude alejarlo prometiéndole que le iba a informar cuando usted se sintiera capaz de hablar con él."

"Me gustaría mucho hablar con él", le contestó ella a toda prisa, su corazón latiendo más fuerte. Anhelaba una cara amistosa, una palabra no pronunciada para insultarla, "¿Podría informarle lo antes posible?"

"No puede esperar su visita ¿verdad?", preguntó Snape agriamente, "¿Tal vez porque le recuerda a Lucius, señorita Granger? Probablemente tampoco puede esperar para lanzarse a los brazos de su amante."

Snape se dio la vuelta y salió del cuarto, sin notar lo pálida que se había puesto Hermione por sus palabras. Ella nunca había querido conectar la cara cálida y tierna de Draco con la de su padre. Esos ojos, tan penetrantemente azules, evaluándola, desvistiéndola mientras su sedosa voz murmuraba obscenidades…

Hermione se estremeció, y rápidamente se movió hacia la ventana. Había estado equivocada con respecto a Snape. No era un consuelo. Era un dolor en el trasero, y ella nunca iba a sentirse segura hasta que abandonara definitivamente sus habitaciones.


La lechuza de Snape transformó la ansiedad de Draco en una ola de entusiasmo. Después de quemar cuidadosamente la corta carta que no decía más que "Puedes visitarla", salió corriendo de la Sala Común, sin siquiera preocuparse de ir a buscar su túnica al dormitorio.

Cuando llegó al salón de pociones, Snape ya estaba esperándolo en frente de la puerta abierta de su oficina.

"Profesor", saludó Draco ansioso, "¿Cómo está ella?"

"Viva", respondió Snape con frialdad, "Cualquier otra cosa se la puedes preguntar a ella. Sígueme"

Aceleradamente, Snape lo guió por sus habitaciones, sin siquiera tratar de esconder su disgusto por la continua invasión de estudiantes en su territorio. ¡Dios, había escondido estos cuartos por una razón!

No le dio a Draco mucho tiempo para maravillarse con su biblioteca, o con la tapicería mágica, sino que lo guió al segundo piso y a la habitación de Hermione.

"Cinco minutos", le advirtió a Draco antes de abrir la puerta, "Necesita descansar."

Tomando aire, Draco trató de prepararse para la confrontación que seguramente estaba por venir. ¡Estaba sudando como un nervioso chico de primero! Pero antes de que pudiera reasumir una actitud calmada, Snape suavemente lo empujó hacia delante y cerró la puerta a sus espaldas.

Draco apenas había entrado al cuarto cuando Hermione se lanzó hacia él y se hundió en sus brazos. Abrazándola fuertemente y acariciando su espalada con relajantes movimientos circulares, Draco sintió que el alivio invadía su cuerpo y relajaba el apretado nudo en su estómago.

De alguna forma, ella lo había perdonado. No estaba rechazándolo.

"¿Cómo estás, amor?" le susurró en el oído, usando su nombre favorito para ella.

"Él me está volviendo loca", Draco la escuchó contestar contra la lana verde de su uniforme escolar, "¡Estoy perdiendo la cabeza aquí, Draco!"

De pronto, Hermione se había ido de nuevo, dejando a Draco solo junto a la puerta. La chica comenzó a pasearse por el cuarto, irradiando energía nerviosa y agresividad.

"¡Estoy atrapada aquí!", exclamó, "Me estoy volviendo loca, y él no me deja salir, el murciélago sobrecrecido."

"¿Te está tratando bien?"

Hermione se detuvo abruptamente y se giró para mirarlo, sus ojos repentinamente alerta y agotados.

"¡Porque me importas, Hermione! Dios, se muy bien que Snape y tú empiezan a pelear al momento que entran a la misma habitación. ¡Estaba terriblemente preocupado!"

Algo en sus palabras la había relajado, y Hermione estiró su mano para tocar su cara tiernamente.

"No estés preocupado", le contestó con suavidad, "Pero me alegro de que hayas venido. Al menos hay una persona en esta maldita escuela que se preocupa por mí como una persona, no como algo que se puede usar."

Para el asombro de Draco, vio los ojos de Hermione llenarse de lágrimas. ¿Qué le estaba pasando, por el amor de Dios?

"Pensé que te había perdido", murmuró él, "Temía que nunca me hablaras de nuevo. Y lo hubiera entendido. ¡Lo siento tanto, amor!. ¡Debería haber confiado en ti!"

"No", dijo ella pensativa, inclinando su cabeza en el hombro de su amigo, "Tenías absolutamente toda la razón. No habría sobrevivido los próximos meses. No te sientas culpable, y no te preocupes por mi comportamiento. Es sólo la detoxificación que me hace actuar tan extraña. Yo misma me he buscado esto, y debo soportar las consecuencias."

"Hermione", comenzó él, queriendo prometerle que nunca le fallaría de nuevo, pero la fría y burlona voz de Snape rompió su cercanía.

"Bien, bien, por mucho que odie interrumpir tal dulce demostración, me temo que es tiempo de que te retires, Draco."

Draco vio a Hermione alejarse instintivamente de él, repentinamente evitando todo contacto físico como si se hubiera quemado.

"Pero, Profesor…"

"No lo discutiré, Draco"

El chico se acercó a ella una vez más, pero Hermione no levantó la vista.

"Llámame si necesitas algo", le dijo y se alejó.

Hermione no habló, pero sus ojos lo siguieron por la habitación con una extraña mirada hasta que la puerta se cerró tras de él.

"Hay una cosa más que debo discutir con usted, Profesor", dijo Draco mientras seguía a Snape por las escaleras.

"Toma asiento", le respondió Snape con amabilidad, ofreciéndole una silla.

"Hace dos días", comenzó Draco lentamente, "Mi padre adjuntó una carta para Hermione en una dirigida a mi. Me pidió entregársela lo más pronto que me fuera posible. Yo no estaba seguro… Usted sabe de la naturaleza de su… relación", se sonrojó, "Y temí que pudiera agitarla, pero si la información que contiene es importante, no sería bueno entregarla demasiado tarde…"

"Hiciste bien en decírmelo, Draco", dijo Snape con una expresión ilegible en sus ojos, "Dámela y yo discutiré con el Director si entregársela a ella o no."

Draco asintió, aliviado de verse libre de esta carga, y cuidadosamente extrajo el sobre verde de uno de sus bolsillos.

Snape lo tomó y condujo a Draco a la puerta.

"Cierra la puerta de la oficina con cuidado", le dijo, y luego, cuando la silueta de Draco ya se perdía en el brillo dorado: "Te mantendré informado."

La agradecida sonrisa de Draco le causó un dolor en el pecho. El chico había mantenido su confianza y calidez interna a pesar de tener un padre como Lucius Malfoy, y ahora la pequeña perra estaba usando esas mismas cualidades para manipularlo. Lo mataría enterarse de su traición.

Snape regresó al sofá mientras abría la carta, y lentamente se sentó a leerla. La leyó dos veces, con una amarga expresión en su cara.

Luego se levantó de nuevo, subió al segundo piso y abrió la puerta de Hermione sin golpear. Ella estaba sentada en su cama, obviamente esperándolo.

"Así que el padre no es suficiente para usted", le preguntó fríamente, "¿Tenía que seducir al hijo también?"

"Draco y yo sólo somos amigos", respondió ella con rigidez, "No hay nada siquiera remotamente romántico entre nosotros."

"Dudo que usted conozca el significado del término 'romántico', señorita Granger", le comentó con acidez.

"¿Por qué no me deja en paz, Profesor?", preguntó ella, el cansancio colándose en su voz, "No me siento muy bien"

"Ese no es mi problema ¿verdad?", dijo Snape agresivamente, pero luego su tono cambió abruptamente. "En todo caso, no estoy malgastando su precioso tiempo debido a que su presencia es un placer tan grande para mi. Tengo una carta que entregarle."

"¿Quién me iba a escribir a mi?", la desesperación y frustración hacían su voz apretada, "No se burle de mi, Profesor. Ya estoy de rodillas."

Se sentía terrible, y sus emociones estaban al límite. Quería lanzarse sobre él y patearlo, pero al mismo tiempo no deseaba nada más que un fuerte abrazo y llorar sin parar. Sentía que podría llorar hasta secar su corazón, y no lo decía como una metáfora.

"Su posición favorita ¿o no, señorita Granger?" se burló Snape, "Pero creo que no aceptaré la oferta, gracias. Su querido amante le ha escrito."

Snape vio la sangre subir a las mejillas de Hermione, sus ojos creciendo en lenta comprensión.

"Déjeme leérsela en voz alta – ¡es una carta tan encantadora!", no le dio tiempo para reaccionar, sino que desdobló el pergamino y comenzó a leer en una enfermantemente dulcevoz, "¡Querida Hermione!"

Snape sabía que lo que hacía estaba mal, pero honestamente, estaba demasiado enojado como para que le importara. Esta estúpida niña le había costado amistad, tiempo libre y su tranquilidad mental. ¡Y quería borrarle esa arrogante expresión de perfecto control!"

"No, Profesor", susurró Hermione, su cara ahora mortalmente pálida, "Por favor ¡no me haga esto! No puedo soportar…"

"Ah, pero si podía soportar joder con él ¿verdad?", la interrumpió con brusquedad, "¿Por qué no escuchar sus votos de amor entonces, señorita Granger?"

"Querida Hermione", comenzó de nuevo, ignorando la temblorosa voz que le rogaba detenerse, "Draco me contó acerca de tu… esfuerzo. Por brillante que fue tu idea, no deberías haberlo intentado tu sola. ÉL, sin embargo, esta muy satisfecho por tu diligencia. ÉL me dijo en persona que para ser una sangresucia, haz mostrado un valor impresionante. Espero, en todo caso, que esos idiotas descerebrados no te mantengan escondida por mucho tiempo."

Snape hizo una pausa y vio que ella se había alejado de él, mirando hacía la chimenea, con sus dos manos descansando en las barras de hierro que mantenían la seguridad de la chimenea.

Así que lo estaba ignorando. Había planeado detenerse ahí, no queriendo forzarle el resto de la carta. Demonios ¡era tan asqueroso que ni siquiera quería decirlo en voz alta! Pero su rígida espalda se burlaba de él, lo retaba, y dos podían jugar este juego.

"Estamos preparando algo especial para tu regreso. No puedo esperar tu cuerpo estremeciéndose bajo el mío, Hermione. Te arrastrarás ante mí, me rogarás por más ¡y yo encontraré formas de sobrepasar aun tu ilimitada lujuria por el dolor!. ¿Recuerdas cuando te azoté?. ¿El cuero anudado desgarrando tu delicada piel y tus gritos de lujuria?. ¡Te haré gritar de nuevo, Hermione! Te haré rogar por misericordia y llorar de alivio cuando te posea, destrozaré tu cuerpo, te profanaré en toda forma posible…"

Snape se detuvo. Esto había ido demasiado lejos. Aun si ella disfrutaba tales depravaciones, estaba bajo su cuidado, y él no debería haber respondido a su infantil reto.

Pero ella aun no se movió. De pie junto a la chimenea, sus puños apretados en las barras de metal, quieta e inmóvil como una estatua. Algo no estaba bien con ella. ¿Tal vez sentía una crisis empezando de nuevo?

"Señorita Granger", la llamó con frialdad, "Regrese a su cama inmediatamente."

Ella se estremeció como si su voz la hubiera lastimado.

"Señorita Granger", repitió impaciente.

"No", murmuró Hermione en una voz ronca, casi rugiendo las palabras. "¡Me mataré antes de que me toques de nuevo!"

¿Se había vuelto completamente loca? Irritado, Snape comenzó a caminar hacia ella, pero se detuvo abruptamente cuando ella se giró para encararlo. Había sangre cayendo por sus manos; había apretado los bordes de las barras tan fuerte que se habían enterrado en sus palmas y le habían causado unas profundas heridas que goteaban sangre. Pero fueron sus ojos los que lo impactaron. Los ojos de una demente, enormes y oscuros en una cara libre de todo color.

"¿Qué dijo, señorita Granger?"

"¡No te me acerques más, Lucius!. ¡Por favor, no me hagas daño!"

Estaba alucinando, comprendió de pronto. Algo en la carta la había agitado lo suficiente para causarle una reacción así de fuerte. Snape Maldijo su propia falta de cuidado.

"No soy Lucius Malfoy, señorita Granger, soy Severus Snape, su Maestro de Pociones, y no voy a hacerle daño. No tenga miedo."

¿Pero por qué habría de temerle, aun si lo tomara por Malfoy? Ciertamente su… amante no le haría daño, al menos no si ella no quería.

"¿Es esto un juego?", preguntó Hermione, poniéndose más histérica a cada minuto, "Porque no voy a jugarlo… No me hagas hacer esas cosas de nuevo… Déjame ir… ¡por favor, Lucius, no puedo ¡No me lastimes!"

"¿Pero no es eso exactamente lo que usted quiere?", le contestó Snape amargamente, su paciencia agotándose, "¿Qué él la lastime?"

Hermione gritó cuando él cruzó la distancia entre ellos, y se agachó con la espalda contra la chimenea, el miedo estremeciendo su delgado cuerpo.

"No", dijo en pánico, "Yo nunca querría eso… ¡nunca de nuevo!. ¿Por qué me torturas así? Ni siquiera tratarías a un perro así… Casi me mataste la última vez ¿no te diste cuenta?. ¡Por favor, no, te lo ruego, Lucius!"

"¡Cálmese, señorita Granger!", la agitación de Hermione lo asustaba, y aun podía ver esos enormes ojos siguiéndolo atemorizados, confundiéndolo con Malfoy y estremeciéndose con cada uno de sus movimientos.

"Todo está bien ahora. No hay nada que temer. Relájese."

"¡Ya no puedo seguir con este juego! Lo siento… lo intenté… Sé que debería ser más fuerte… ¡Ya no puedo seguir soportando que me toques!. ¡Por, favor, no te enojes conmigo!"

"Está bien", Snape trató de tranquilizarla, "Nadie la culparía por eso. No ha hecho nada malo."

"¡Pero les fallé!", Hermione comenzó a llorar, los últimos fragmentos de realidad cayendo, abandonándola en su propio infierno privado. "¡Tengo que sacarlos de esta guerra vivos, pero soy demasiado débil!. ¡Les fallé!. ¡Dios, les fallé a todos!. ¡No soy nada más que una sucia puta, y ni siquiera puedo hacer eso bien!"

De pronto, una idea pareció entrar al demente caos de sus pensamientos y trató de levantarse, sostenida a medias por la chimenea.

"¿Pero tú no los lastimarás, Lucius?", susurró sin aliento, el miedo y la necesidad de fingir luchando en su cuerpo, "Puedo ser muy buena, Lucius ¡puedo darte placeres que nunca soñaste!" Grandes lágrimas caían por su rostro, pero ella ni siquiera lo notaba, "Haz lo que quieras conmigo, pero no lastimes a los otros ¡por favor!"

El horror invadió a Severus cuando los temblorosos dedos de Hermione se acercaron para tocar su cara, para acariciarlo torpemente, con su cuerpo contorsionado en una mueca de deseo. Él se alejó de ella, poniendo entre ellos la mayor distancia que era posible, y ella inmediatamente pareció olvidar su presencia.

Hermione volvió a deslizarse al suelo, sus brazos abrazando sus rodillas, que había levantado hacia su pecho; su cuerpo meciéndose hacia delante y hacia atrás en un inútil intento de calmarse.

"Haré lo que debe hacerse… Haré lo que debe hacerse", murmuró de nuevo, ahora completamente inconsciente de sus alrededores.

Snape nunca en su vida se había sentido tan impotente, ni aun cuando había tenido que presenciar al Señor Tenebroso torturando muggles sin poder hacer nada. Porque ella se estaba torturando a sí misma en frente de sus propios ojos, castigándose por algo que él no podía entender, y no podía hacer nada.

"Eres estúpida", se murmuraba ahora a sí misma, fervientemente, "¡Simplemente eres demasiado estúpida!. ¡Estúpida puta sangresucia Hermione!"

Contra su mejor juicio, Severus decidió detener esto. Simplemente ya no podía seguir observándolo. Cuidadosamente, se acercó a ella, un pequeño paso tras otro. Le tomó una eternidad cruzar el cuarto, pero ella, en su pánico, ni siquiera lo notó. Sólo cuando se agachó a su lado Hermione se dio cuenta de su presencia y comenzó a gritar de nuevo, los gritos asustados y lastimosos de un pequeño animal.

Snape la tomó de los hombros antes de que pudiera alejarse de él y comenzó a sacudirla suavemente.

"Señorita Granger", la llamó, "Señorita Granger, escúcheme."

No pareció tener ningún efecto en ella, y su pánico sólo aumentó.

"¡Hermione!", intentó de nuevo, esperando que el uso de su nombre la calmara, "Hermione, soy yo, el Profesor Snape. ¡Escucha mi voz! Nadie va a lastimarte, estás a salvo aquí. ¿Me escuchas, Hermione?"

Lentamente, ella dejó de luchar y levantó su cabeza hacia él. Su rostro aun era una máscara de dolor y miedo, pero algo de razón había vuelto a sus ojos y lo reconoció. Para la inmensa sorpresa de Snape, el haberlo visto pareció relajarla de inmediato. Sus labios estaban sangrando donde los había mordido. Hermione trató de hablar, pero su voz estaba ronca por los gritos y le tomó dos intentos hacerse entender.

"Pro…fesor Snape", susurró, "¿Qué pasó?"

"¿No lo recuerda, señorita Granger?"

"No… ¿usted estaba diciéndome algo, verdad? Y después todo se puso oscuro. Siento no haberlo escuchado, Profesor", se disculpó preocupada.

"Creo que podría abstenerme de quitarle puntos a su Casa por eso", respondió Snape secamente, e impactantemente, ella sonrió, "Estaba alucinando, señorita Granger. Me confundió con otra persona y entró en pánico."

El miedo volvió a nublar su rostro. "¿Dije algo?", preguntó.

Qué estaba tratando de ocultar, se preguntó Severus. ¿Su miedo a Lucius Malfoy?. ¿El real estado de su mente?. ¿Pero por qué no le había dicho?. ¿Y cómo encajaban las imágenes que había visto en su mente en todo esto? Una idea de pronto lo invadió. Después de todo, ella era la bruja más inteligente a la que había enseñado. No era imposible que…

"No", respondió finalmente. "Nada entendible en todo caso. Pero debería volver a la cama ahora. Podría empezar de nuevo en cualquier momento."

Hermione asintió, y con la ayuda de Snape se las arregló para ponerse de pie y llegar a su cama. Si notó el cuidado con el que él arregló las sábanas, con mucho más cuidado que el que le había mostrado durante los últimos días, Hermione no comentó al respecto.

"Hay algo que debo decirle, Profesor", murmuró, luchando contra el sueño que trataba de consumirla.

"Dígalo entonces, señorita Granger."

"Cuando me ponga mal de nuevo… cuando comience a alucinar, debe atar mis manos a la cama."

Snape estaba perdido.

"¿Y por qué tendría que hacer tal cosa?", le preguntó.

"Porque puedo hacer magia sin la ayuda de mi varita", le contestó ella en un murmullo cansado, "No tanto como usted puede, Profesor, pero hay bastantes hechizos que puedo hacer. Sería demasiado peligroso para usted y para mi permitirme mantener el control sobre mis manos. Aun no he logrado hacerlo sin mis manos", le explicó, y aun en su estado actual, aquello parecía enfadarla.

Severus tuvo que reprimir una sonrisa. Una sabelotodo hasta el fin, parecía. Aunque él sinceramente esperaba que no fuera su fin.

Pero ella tenía toda la razón. Su magia descontrolada no sólo podía causar daños y caos, ella podría matarse a si misma al usar magia sobre su propio cuerpo. Los residuos de Thanalos en su sangre absorberían la magia hasta que no quedara de ella más que una cáscara seca.

"Un consejo valioso", replicó él en tono neutral, "Le prestaré atención. Ahora, duerma"

Hermione asintió débilmente, pero una huella de pánico de nuevo entró a sus ojos cuando él se dio la vuelta.

"No se vaya", susurró con urgencia, "Por favor"

Sus ojos, oscuros de fatiga, hicieron contacto con los de Snape, "¿Qué es lo que la asusta tanto, señorita Granger?", le preguntó con suavidad, sentándose en el costado de la cama.

"No estoy asustada", replicó ella con una sorpresa tan honesta que Severus la hubiera tomado por real, si no la hubiera visto arrastrándose por el suelo hacía unos minutos. Dios, era la mejor mentirosa que había visto en su vida. "Es tan sólo que no quiero estar sola por el momento."

Una hora atrás, él habría reaccionado a esto con desprecio. Ahora, simplemente asintió.

"No me iré", respondió, "Sólo iré a buscar algo para trabajar y una silla, señorita Granger."

Cuando regresó, con una pila de ensayos esperando a ser revisados, ella ya había caído en un sueño profundo y agitado.


Nota de la Traductora: hola a todos! Bueno, este cap se demoró un poquito más de lo planeado, pero no fue tanto! Este es un cap interesante, verdad? Algunas cosas comienzan a salir a la luz... más sorpresas en el siguiente!

El capitulo anterior tuvo muy poquitos reviews :( ...Pero gracias a todos los que comentan siempre (ustedes saben quienes son! ;) espero sus comentarios!), y a los que leen pero no comentan: REVIEW!

Besos a todos!