Capítulo 10: Día y Noche.

Severus suponía que era algún tipo de rutina, aunque fuera una rutina de locura.

Había pasado una semana desde el primer episodio de alucinaciones de la señorita Granger. Él recordaba vagamente que había estado preocupado cuando ella lo había confundido con Malfoy, que había estado shockeado por la cantidad de miedo y pánico que la chica había mostrado.

Pero no había sido nada en comparación a lo que Hermione había pasado en los seis últimos días.

Después de que ella se quedara dormida ese día, Severus se había acomodado en un sillón al lado de su cama. Había tratado de leer, fallando miserablemente. Él siempre se había sentido orgulloso de su habilidad de distanciarse de todo lo que ocurría a su alrededor. Vincularse, preocuparse, olvidar las cosas que realmente importaban a causa de la pequeña tarea a la mano, eran errores que uno sólo podía cometer una vez. Los Mortífagos se encargarían de que no hubiera tiempo para una segunda vez.

Por años,Severus no había sido un hombre de muchas debilidades. Se había separado estrictamente de todos a su alrededor, no se había permitido construir amistades o pasiones. Pero los último meses lo habían tornado débil, advirtió al sentarse en su sillón y observar la cara descubierta y desprotegida de la muchacha que yacía en la cama.

Luego, Severus había suspirado y se había dirigido a la chimenea. Una palabra murmurada, y las llamas estaban bailando alegremente. No se había molestado en usar su varita. Raramente lo hacía dentro de sus habitaciones.

De uno de sus bolsillos ocultos extrajo un puñado de polvos flú y los lanzó a la chimenea. "Oficina del Director", dijo con claridad e introdujo su cabeza entre las llamas. Contrariamente a lo que le había dicho a la señorita Granger, sus chimeneas si estaban conectadas a la Red Flú, pero sólopara él, y funcionaban en sólo una dirección. Nadie más que él mismo podía establecer una conexión exitosa, y nadie podía entrar a sus habitaciones por este medio. La conexión era altamente ilegal, oculta por algunas "turbulencias mágicas" en las paredes de Hogwarts, diseñadas por Albus cuando el Señor Tenebroso había reaparecido años atrás.

La cara del anciano mago había aparecido en frente de la chimenea, sus ojos preocupados y cansados.

"Si, mi querido muchacho", le dijo suavemente, "Estoy aquí. ¿Cómo está la señorita Granger?"

"Ha comenzado. Está alucinando. Albus, tienes que cancelar mis clases de la próxima semana – no se le puede dejar sola."

"Por supuesto, Severus", algo cambió en la cara del viejo mago, la preocupación profundizando sus líneas y arrugas.

"No tienes que hacer esto solo¿sabes?", preguntó, "Minerva y yo podríamos ayudar si necesitas un poco de… tiempo libre."

"No, Albus", Severus prácticamente rugió a través de la chimenea, "Ella es mi responsabilidad. Tú mismo lo dijiste. Me las arreglaré."

"Pero Severus, tú sabes que…"

"Tengo que irme, Albus", lo cortó Severus, "Puede haber despertado. Te contactaré de nuevo mañana."

Retirando su cabeza, Severus notó que la señorita Granger había comenzado a moverse inquietamente en la cama. Volvió rápidamente a su lugar junto a la cama y, como su presencia la hubiera calmado, se quedó tranquila una vez más.

"Señorita Granger", murmuró Severus, su sedosa voz acariciando el silencio, "Me está volviendo bastante loco."

¡Cómo le hubiese encantado deshacerse de ella! Hacer de enfermero le impedía no sólo enseñar, sino también continuar su investigación con Remus, sus propios proyectos y sus deberes como Jefe de Slytherin. Ya no habría más caminatas bajo el sol de otoño, comidas en el Gran Salón, ni reuniones con Minerva.

Pero dejarla fuera de vista significaría el riesgo de exposición. En su estado presente, la señorita Granger no podía ejercer su control y disciplina usuales, y Severus no iba a permitir que Albus supiera lo que él sabía. Aunque ya no estaba seguro de lo que sabía acerca de ella. Ya no estaba seguro de nada.

Y ella odiaría ser vista en tal estado, susurró alguna voz dentro de su cabeza. Severus resopló irritado y exilió ese pensamiento a esquina más lejana de su mente.

Horas pasaron antes de que ella despertara de nuevo, horas de pesadillas y súplicas murmuradas, de incansables movimientos y llanto silencioso. Cuando Hermione abrió los ojos había una nueva expresión en ellos, una viveza enfermiza.

"He pensado, Profesor", anunció lentamente, su voz vibrando con nerviosismo y avaricia, "Es mejor para los dos si paramos esto ahora. ¡Puede darme la poción! Prometo que no le diré a Dumbledore. ¡Podemos hacer como que estoy en detoxificación, me puedo quedar en mi cuarto sin molestarlo!"

Severus había esperado esto, pero aun tuvo que prepararse contra lo que seguramente vendría.

"No, señorita Granger", respondió fríamente, "Esa no es una opción."

"¡Pero es lo mismo para usted, Profesor!", discutió ella acalorada, "Perdería su responsabilidad. ¡Piénselo! A usted no le importa si vivo o muero. ¡Yo lo traicioné! Debería odiarme por eso ¿por qué molestarse conmigo?. ¡Déme la poción!. ¡Es la mejor opción!"

"No. Y no voy a escuchar más de estas tonterías. Es la adicción la que habla, no usted."

Hermione se sentó en la cama y encontró su fría mirada con sus decididos ojos café.

"¡Va a darme la poción!"

"Mi última palabra, señorita Granger. No."

Con un grito que sonó más como el de un gato, Hermione se lanzócontra él. La combinación de ambos pesos causó que el sillón se balanceara hacia atrás, y Severus tuvo la desagradable experiencia de yacer indefensamente sobre su espalda, con las piernas levantadas en el aire y una Hermione Granger rasguñando y mordiendo encima de él.

Severus maldijo cuando una de sus uñas dibujó una quemante línea a través de su cara.

"¡Voy a matarlo!", gritó, "¡Déme la poción!. ¡Démela!"

Con un rugido enfurecido, Snape tomó ambas muñecas de la chica y las transfirió a su mano izquierda. Este brusco trato le iba a causar moretones, pero por el momento no le importaba. Con una maniobra bastante poco elegante, se las arregló para ponerse de pie y poner a Hermione, que luchaba y gritaba, sobre su espalda.

"Estoy odiando hacer esto, señorita Granger", le explicó mientras sacaba su varita con la mano derecha, "Pero no me deja alternativa. Esto es por su propia seguridad."

Rápidamente, Severus le lanzó un hechizo petrificador que la dejó incapaz de mover un dedo. Sólo sus ojos se movían salvajemente de su cara a su varita, el pánico rápidamente reemplazando a la furia en ellos. Otro movimiento de la varita produjo cuatro esposas de cuero que estaban fijadas a la cama cerca de sus manos y pies. Severus cuidadosamente la ató a la cama, mientras observaba el horror abrirse paso en el rostro de la chica.

"No", la oyó sollozar, "¡por favor no haga esto! No puedo…"

"Usted misma me lo advirtió, señorita Granger", le explicó Severus cansadamente, "No puedo arriesgar que se haga daño a si misma."

"¡Por favor!. ¡Prometo ser buena! No me resistiré… Puede hacer conmigo lo que quiera, profesor", le rogó, "¡Lo que quiera!. ¡Tan sólo desáteme y déme la poción!"

"Este no es un tema que este en discusión, señorita Granger. No luche más, así las esposas no le harán daño. Pero no voy a desatarlas hasta que haya entrado en un poco de razón."

"¡Noooo!", con la poca energía que aun poseía, la chica tiró de las esposas, usando el peso de su cuerpo para intentar quitárselas, pero no sirvió de nada.

Lentamente, Severus regresó a su sillón, lo ubicó al lado de la cama y se sentó.

Apenas se había movido de ahí por los últimos cinco días, mirando a Hermione luchar contra la poción, las esposas y su propia locura. No había tomado mucho tiempo para que regresaran las alucinaciones. Y con ellas, su sentido de la realidad se desvaneció.

Algunas veces ella creía ser su prisionera, otras lo confundía con un Mortífago e intentaba actuar en su papel, otras veces creía que habían descubierto su secreto. Entonces le rogaba misericordia, rescate, muerte. De alguna forma, las tres parecían ser lo mismo para ella.

Era bueno que ningún sonido pudiera salir de sus habitaciones, pensaba Severus ahora, mientras bebía lentamente su té de la tarde, sin dejar de examinar la pálida cara de la chica, cubierta en sudor. De otra forma, ciertamente ya lo habrían arrestado por tortura y asesinato a estas alturas. Hermione había gritado y gritado, hasta que su voz no fue más que un ronco murmullo. Aun así, había seguido gritando, y sus gritos no eran más que una boca silenciosamente contorneada, con los labios completamente abiertos y sangrantes.

Severus no podía darle nada contra el dolor, ni contra el dolor físico que hacía que su cuerpo se convulsionara como una maquina en mal estado, ni contra el dolor de su mente, contra las horribles imágenes que le quitaban su sanidad. Ninguna poción a base de hierbas e ingredientes no mágicos era lo suficientemente fuerte como para reducir sus síntomas, y las pociones mágicas la matarían aun más rápido que la detoxificación.

Severus no podía ayudarla. No podía apoyarla en su lucha contra los restos de la poción en su sangre. Pero tampoco era capaz de dejarla sola. Desde que la había atado a la cama, Hermione era totalmente dependiente de él. No podía dejarla sola.

Así que se había sentado por horas al lado de su cama, observándola, limpiando el sudor de su frente, aplicando cremas curadoras en sus muñecas ensangrentadas e irritadas por las esposas de cuero, todo el tiempo cuestionándose el misterio que era Hermione Granger, esperando que sobreviviera lo que le parecía el infierno en la tierra.

Algunas veces, la locura la dejaba por unos momentos. Él la miraba por sobre el libro que estaba leyendo y ahí estaban sus ojos, observándolo, su boca intentando formar palabras. Él le decía qué día era y cuanto tiempo había pasado. Y cada vez ella preguntaba, en una voz pequeña y asustada, si es que "había dicho algo". No preguntaba nada más.

Parecía que Hermione no temía nada más que perder el control, revelarle los secretos que él no debía conocer. Y entonces él le mentía. No le decía que había gritado implorando ayuda, que sus sueños le decían más sobre sus sufrimientos que lo que su mente despierta llegaría a atreverse.

Que una vez más ella lo había confundido completamente. Severus ya no sabía que pensar de ella, como juzgar su comportamiento. La duda que había experimentado hacía una semana había crecido en su interior. Algo no estaba bien en las imágenes que había visto en la mente de la chica. No encajaban. No con las cosas que sus alucinaciones y pesadillas habían revelado.

Y, si Severus se permitía ser lo suficientemente honesto para admitir este pensamiento, no encajaban con la Hermione Granger que había llegado a conocer y respetar a lo largo de los años. Si, ella era una estudiante, una Gryffindor y amiga del par de idiotas más insoportables a los que había tenido la mala suerte de enseñar, pero su mente era aguda y brillante, su valor lo había sorprendido más de una vez, y la chica siempre había mostrado una consideración y ternura hacía las personas que era muy rara entre las mujeres tan jóvenes como ella.

Justicia y honradez, esos parecían ser los impulsos que la conducían a través de los años. Por supuesto que él se había burlado de su ridículo PEDDO junto a la mayoría de los Slytherins, pero en una rebuscada, extraña manera, su campaña había tenido un punto.

Ella no era de las que se rendían fácilmente, aunque concerniera a personas o a metas más abstractas. Por ejemplo, ella nunca le había respondido con el odio y desprecio que sus amigos demostraban tan repetidamente. Severus había hecho una miseria de la vida de la chica más de una vez, y aun así, ella le mostraba la misma educada aceptación que al Profesor Flitwick, que era uno de los profesores más queridos de la escuela.

Pero eso no era prueba de nada. El mismo Tom Riddle no había sido muy distinto a Hermione Granger en sus años escolares, siempre con las mejores calificaciones, siempre obedeciendo fielmente las reglas de la escuela, trabajando y aprendiendo apasionadamente. Riddle había mostrado respeto e incluso admiración a aquellos profesores que en secreto había odiado. Nadie tenía sólo una cara. Ninguna persona podía ser completamente conocida por los otros. ¡Demonios, la mayoría de las personas ni siquiera se conocían a si mismos!

Había una oscuridad del alma, una maldad oculta en las sombras que nunca podría ser discernida desde afuera. Un profundo placer en engañar a todos a tu alrededor, una sensación de superioridad y poder que venía con la decepción y la traición que podría ser más fuerte que cualquier sentimiento de lealtad o amistad. Severus conocía esto lo suficientemente bien. Él había probado la dulzura de esos sentimientos. Y tal vez, la señorita Granger los había probado también, y había decidido beberse la copa hasta la última gota.

Y él había visto Mortífagos encogerse en los mismos miedos que habían aquejado a la señorita Granger. Hombres y mujeres heridos o moribundos que habían sido monstruos durante su vida, despiadados, crueles y amantes de la violencia. Él había visto a esos Mortífagos de pronto llorar como niños, arrepentirse de todo lo que habían hecho, temiendo la venganza de sus victimas. Severus había visto a Lucius Malfoy así, una vez, después de una revuelta especialmente violenta que había cobrado una alta cuota en todos ellos. Lucius no se había comportado como un monstruo esa vez. Tan sólo como un hombre cansado que había visto demasiado y a quien el horror de todo ello lo penaba.

Severus estaba seguro de que no podía haber malentendido los sentimientos que iban con esas imágenes. Habían sido demasiado claros, demasiado concretos para eso. Ella realmente había triunfado, había sentido odio sincero y profundo hacia sus "amigos" de la escuela. Su lujuria y disfrute del dolor habían sido más reales e intensos que cualquier cosa que el había sentido en muchos años. Su excitación había sido profunda y salvaje.

Si esos no eran sus sentimientos reales, había sólo una forma de explicar lo que había pasado – ella tendría que haberlos plantado allí deliberadamente. Pero para producir imágenes de tal claridad, sentimientos de una calidad tan real, ella tendría que un Maestro en Oclumencia.

Y no había forma posible en que ella pudiera haber aprendido eso. Nadie le había enseñado, de eso estaba seguro. Sólo dos personas en Hogwarts poseían la habilidad para Legilimencia y Oclumencia a un nivel que permitiera la enseñanza – él mismo y Albus Dumbledore. Albus le hubiera comentado al respecto, dado que sabía perfectamente bien lo importante que era mantener el rastro de las personas con esas habilidades en el Mundo Mágico, y él mismo definitivamente no le había enseñado. Eso sería algo que de seguro recordaría.

Todo lo cual lo llevó de regreso a la pregunta que había estado examinando por días - ¿debía confiar en sus habilidades en la legilimencia, o en la verdad que podría ocultarse en la locura de la chica?


El día pasó en espera y pensamiento, sus ojos sólo dejando la figura de la chica cuando salía para ir al baño o a buscar algo para comer. Severus no se dio cuenta cuando cayó la noche. Estaba tan perdido en sus pensamientos que el repentino sonido de la voz de la señorita Granger lo hizo estremecerse violentamente.

"Esta tan oscuro", murmuró ella, perdida y asustada como una pequeña niña.

"Déjeme encender las velas", le respondió rápidamente y se paró de su silla.

"¡Profesor!" Los ojos de Hermione se abrieron por completo y su voz se nubló de preocupación. "¿Lo atraparon a usted también? Esperaba que yo fuera la única…"

"Nadie nos ha atrapado, señorita Granger", trató de convencerla, aunque sabía que sería en vano. Habían pasado por esto tan frecuentemente que ya se sabía la rutina de memoria, "Está en mis habitaciones, sana y salva."

"Eso es lo que quieren que crea", contestó ella amargamente, "Y en el momento en que te sientes seguro, te atacan. Siempre ha sido así – un momento de descuido y todo está perdido."

Involuntariamente, Severus se encontró concordando con ella. Vigilancia constante, se burló la voz de Ojoloco Moody.

"No la encontrarán aquí, señorita Granger. Lo prometo."

"¿Se lo han hecho a usted también?", le preguntó Hermione de pronto, sus ojos fijos en su cara en una mirada desquiciada, "¿lo han traído al Cuarto Oscuro?"

"Yo… no sé de que habla", respondió Severus con frialdad, "Debería dormir ahora, señorita Granger. Tiene que mantener su energía."

"Te hacen cosas terribles en el Cuarto Oscuro", susurró ella mientras sus ojos se tornaban pesados. Luchó para mantenerlos abiertos, pero su discurso se volvió confuso por el sueño, "Y nunca sabes cuando viene el golpe. Eso es lo peor…"

Se quedó dormida de nuevo antes de que pudiera completar la oración. Pero Severus la observó por casi media hora antes de finalmente encender las velas, como si esperara que dijera algo más. Luego, suspiró exhausto y volvió a su libro.

Severus leyó por horas. Sus ojos se cansaron y su espalda le dolía por la incomoda posición en la silla, pero aun así no se fue a su cama ni transformo la silla en algo más cómodo. Había dormido muy poco los últimos días. Por supuesto, tenía que preocuparse por la chica, estar preparado para sus ataques o sus pesadillas.

Pero siendo honesto consigo mismo, Severus tenía que admitir que no había pospuesto el sueño únicamente por el bien de la chica.

Porque sus sueños se habían vuelto menos que agradables últimamente. Las alucinaciones, las pesadillas y los miedos de Hermione habían evocado algunos de sus propios recuerdos, recuerdos que había escondido en las cavernas más profundas de su mente. Ahora, esos recuerdos estaban saliendo de las sombras como monstruos, intentando invadir la parte de su consciente que él había llegado a considerar su "zona segura".

¿Lo han traído al Cuarto Oscuro?, su eco murmuró en su mente. Severus sabía de lo que ella estaba hablando. Lo recordaba demasiado bien.

Había sido un invento de Lucius, este "Cuarto Oscuro", diseñado para forzar a enemigo o Mortífagos con demasiada opinión personal a la sumisión. Una celda, completamente privada de cualquier fuente de luz, sólo piedra, fría y desnuda. Ningún sonido. Las victimas eran llevadas ahí con los ojos vendados, sólo para que no pudieran notar la diferencia cuando les quitaban la venda de los ojos. Algunos habían pensado que se habían quedado ciegos, pero otros habían entendido el propósito que tenia el cuarto.

Inteligente como era Hermione Granger, Severus estaba seguro de que ella de había dado cuenta de este propósito inmediatamente. La clemencia de las ilusiones no venía con la inteligencia.

Habían aperturas en los muros de piedra, muy arriba de la altura de los prisioneros, para que no pudiera alcanzarlas, aperturas desde las cuales los Mortífagos podían observar a los prisioneros, examinar su condición sin el conocimiento de las temerosas victimas. El aislamiento y la oscuridad podían durar por días antes de que cayera el primer golpe. Los prisioneros tendían a perder todo sentido del tiempo en el Cuarto Oscuro.

Y entonces, cuando los prisioneros habían cedido a la oscuridad, empezaban. Alguien, escondido arriba en las aperturas, lanzaba un maleficio que parecía que había salido de la nada. No había forma alguna de prepararse para el dolor, ninguna manera de suavizar el impacto.

Mientras los ojos de Severus se cerraban y su cabeza se deslizaba hacia un lado, recordó estar parado allí, en la oscuridad, mirando hacia abajo al prisionero acurrucado en el suelo. Un hechizo había aumentado su visibilidad y así podía verlo, aun cuando la oscuridad era pesada como una sabana de terciopelo. Severus vio las manos implorantes levantadas en un ruego por piedad, vio como el miedo transformaba su cara en algo apenas humano.

Pero entonces, en un momento de shock y confusión, Severus se dio cuenta de que el prisionero en el Cuarto Oscuro no era un hombre esta vez. Enmarcada en sucios y desordenados cabellos, los ojos de Hermione Granger lo miraron hacia arriba, penetrando hasta el fondo de su alma. Ella sabía que él estaba ahí arriba.

Severus la vio temblando bajo el dolor de hechizos y maleficios que le eran lanzados desde las otras aberturas. Pero ella no retiró la vista, su mirada fija en su cara. Ella lo vio. Y ella sabía que la culpa de todo era de Severus.

Snape rugió, sus dientes apretados en una mueca de odio, y apuntó su varita hacia ella. El dolor la golpeó en un costado, y con un gemido calló al suelo. Sus manos estaban atadas de manera que no podía detener la caída, y su cara cayó en la piedra con un audible golpe. Severus vio la sangre oscureciendo su pálida piel, vio los temblores compulsivos de su cuerpo bajo el Cruciatas. Y él rió, río y río, el ronco sonido ahogando los angustiados gritos de ella…

Con un grito ahogado Severus despertó y luchó por aire. Había sido un sueño. Sólo un sueño. Su respiración agitada sonaba fuerte en sus propios oídos. Una luz gris llenaba la habitación. La mañana estaba llegando en Hogwarts y él tan sólo había soñado. No estaba en el Cuarto Oscuro, estaba a salvo…

La mirada de Severus cayó en los pies de la señorita Granger, asegurados en las esposas de cuero. Sus ojos subieron por su cuerpo hasta que se encontraron con unos muy abiertos ojos café que lo observaban nerviosamente.

"Señorita Granger", le dijo él, su voz aun ronca por el sueño, "¿Sabe quien soy?"

"Una pregunta extraña, Profesor", respondió ella, "¿Fue tan malo?"

Le tomó un momento darse cuenta de que ella se refería a su enfermedad. Estúpido, se reprendió a si mismo, ¡por supuesto que ella no puede saber lo que estabas soñando!. ¡Probablemente ni siquiera se dio cuenta de que tuviste una pesadilla!

"Peor. ¿Cómo se siente ahora?"

Hermione frunció el ceño, pensando por un momento, "Agotada", dijo, "Y frágil. Como una hoja de otoño."

"Bueno, si es capaz de producir metáforas poéticas, debe sentirse mejor", le respondió Severus secamente y vio que sus cejas se levantaban en sorpresa. Claramente, Hermione no había esperado una broma de él.

"¿Me comporté… de manera extraña?. ¿Dije cosas raras?. ¿Aluciné?", preguntó vacilantemente, pero algo en la forma en que sus manos se encresparon y retorcieron en las esposas, le dijo que Severus lo importante que esto era para ella.

"Intentó matarme para conseguir a poción", le dijo él, "Es por eso que tuve que usar las esposas. Déjeme desatarla ahora."

"Perdón por eso, Profesor", Hermione sonrió débilmente, pero entonces el nerviosismo volvió a apoderarse de su rostro. "¿Usted cree quesea seguro tan pronto?"

Él ya había empezado un hechizo de diagnostico, y por primera vez en mucho tiempo, los resultados eran satisfactorios.

"He estado esperando el fin de la detoxificación por dos días", explicó Severus, "estas lecturas confirman mi hipótesis de que ya ha pasado lo peor. Las alucinaciones y la fiebre ya deberían haber terminado. Sin embargo, permanecerá bastante débil por un tiempo. Su magia necesita tiempo para volver a usted, y no debe sobreexigirse hasta que este lista."

Con un rápido movimiento de varita, las esposas desaparecieron y Hermione suspiró aliviada. Lentamente, se sentó y masajeó cuidadosamente sus muñecas. Hematomas de un color azul oscuro y restos de sangre seca indicaban todo lo que había luchado contra su confinamiento.

"Luce cansado", dijo Hermione repentinamente, tomando a Severus por sorpresa una vez más, "¿Qué estaba soñando, Profesor?"

Shockeado por lo directa de su pregunta, Severus la miró a los ojos, oscuros de cansancio y dolor, y supo que ella sabía.

"Nada que sea asunto suyo, señorita Granger", gruñó él, enojado de que ella hubiera presenciado lo suficiente para interpretar su pesadilla correctamente, "No quiero su curiosidad y malos modales aquí."

Hermione se estremeció como si la hubiera golpeado, y Severus maldijo sus propias defensas que habían causado sus duras palabras.

"Si se siente lo suficientemente bien, debería considerar un pequeño viaje al baño, señorita Granger. Un baño tibio podría hacerle bien."

La chica asintió silenciosamente. Moviéndose con la fragilidad de una anciana, cuidadosamente puso los pies en el suelo y luchó para ponerse de pie. Severus se ubicó inmediatamente a su lado, ayudándola gentilmente y ofreciéndole una bata tibia, que ella tomó agradecidamente, pero con una expresión de recelo en su rostro. Claramente esperaba alguna pesadez de parte de él, pero Severus permaneció en silencio mientras la guiaba a la puerta del baño.

"¿Puede hacerlo?", le preguntó en tono neutral. La idea del Profesor Snape ayudándola a tomar un baño claramente pareció shockearla, y Hermione asintió vigorosamente. Sin embargo, sus pasos eran torpes e inseguros, y tuvo que descansar apoyándose en el marco de la puerta un momento antes de que pudiera cerrar la puerta del baño tras de si.

Por un momento, Severus esperó por si ella le pidiera ayuda o reapareciera, luego caminó al armario y empezó a buscar un par de pijamas limpios. Pero un grito apagado desde dentro del baño lo hizo volverse y cruzar el cuarto en pocos pasos. Abrió la puerta de golpe y la encontró en el suelo, las palmas de las manos apoyadas en los azulejos. Hermione estaba respirando agitadamente y su cara estaba casi tan blanca como el piso del baño.

"¿Qué pasó?", preguntó Severus y se agachó a su lado, "A ver, déjeme ayudarla."

"No fue nada, Profesor", se negó ella débilmente, "Solamente me desmayé o algo así. Siento molestarlo ¡de verdad que puedo arreglármelas sola!"

Hermione evitó su mirada, luchando todo lo que podía para ponerse de pie sola. Teme que la insulte de nuevo, comprendió Severus impresionado.

Pero el comentario que ella esperaba nunca llegó. En vez de ello, Hermione sintió dos manos bajo sus brazos, cuidadosamente ayudándola a ponerse de pie y a llegar al lado de la tina.

"Siéntese un momento", le aconsejó Severus mientras salía del baño y regresaba con un pijama, "Le he traído ropa para que se cambie. Tómese su tiempo y no se apresure. Ha estado en cama por casi una semana."

Puro asombro estaba escrito en la cara de la chica, que lo miraba muda de sorpresa. Luego, ella visiblemente se calmó y asintió.

"Muchas gracias, Profesor", respondió finalmente, "Si no le importa, usted podría contactar al Profesor Dumbledore mientras tanto. Ahora que lo peor ha pasado, podría fácilmente mudarme a otro cuarto y no molestarlo más…"

"Eso no será necesario", la interrumpió Severus y se dirigió nuevamente hacia la puerta, "Se quedará aquí todo el tiempo que pueda tomar su convalecencia."

"Pero Profesor, pensé que usted quería que me fuera…"

"Descanse, señorita Granger. Descanse y mejórese. Hablaremos más tarde", y con eso, Severus Snape cerró la puerta del baño, dejando tras de ella a una muy confundida Hermione, que miraba el lugar donde él había estado como si hubiese visto un fantasma.


Nota de la Traductora: ¡Hola! Esta vez si que ha pasado muchisimo tiempo y me disculpo con todos! En mi defensa, les quiero contar que yo estudio Derecho, y este mes empecé la práctica y he tenido mis primeros casos, uno de los cuales ha sido muy complicado y me ha tenido noches enteras desvelada. Pero finalmente salió todo bien y me siento muy contenta porque ayudé a una familia que realmente lo necesitaba, asi que por favor estén contentos conmigo y no me odien por demorarme tanto en actualizar!

Pasando a otro punto, ya vamos en el capitulo 10! Quiero agradecer a todos los lectores que han seguido esta traducción, a los que envían sus comentarios y a los que leen en silencio, pero especialmente a los que han enviado sus reviews sagradamente desde el primer capítulo: MUCHAS GRACIAS!

No sé cuando pueda actualizar de nuevo porque sigo bastante corta de tiempo, pero intentaré no dejar pasar tanto tiempo como esta vez... en todo caso, la cantidad de reviews que recibo es directamente proporcional a mi apuro para actualizar, asi que presionen el botoncito de más abajo y dejen sus comentarios!

Por último, a aquellos de ustedes que están leyendo el original de esta historia en inglés: WOW! xD

Besos a todos!