Disclaimer: Los personajes, lugares y hechizos, son propiedad de J.K Rowling, a menos de que se especifique lo contrario. No hay retribución monetaria con la traducción y publicación de esta historia.

Traducción autorizada de A Forward Path por umbrellaless22 en AO3


CAPÍTULO XLI


Harry empezó a pasar las tardes entrenando. Mandy Brocklehurst y Olivier Rivers también habían recibido invitaciones para los días de prueba: Brocklehurst, también, para las Flechas de Appleby y Rivers para las Catapultas de Caerphilly y las Urracas de Montrose (los cazadores tenían más opciones, se dijo Harry). Así que la mayoría de las noches, los tres bajaban juntos al campo, crujiendo sobre la hierba helada, con el aliento visible a la luz dorada de sus varitas. Algunas noches, algunos de los otros séptimos u octavos años salían a echar una mano. A Harry le recordaba un poco a la competición de los Tres Magos en cuarto año, todo el colegio parecía bullir de emoción por ellos tres, como si su éxito perteneciera, en parte, a todos.

Era un viernes por la noche, cerca del final del curso. Los días eran cortos, ahora, y los nervios de Harry por el día de la prueba iban en aumento. Los ríos iluminaban los aros de Quidditch, que brillaban con una luz blanca momentáneamente cegadora. Hacía que Harry se sintiera como en una película de fútbol americano, tenía esa misma energía trascendental. Recordaba que a Dudley le gustaban las películas sobre deporte, recordaba cómo su primo le lanzaba palomitas de maíz mientras los dos se sentaban en sofás separados en la oscuridad. El equipo de sonido de tío Vernon siempre estaba demasiado alto y tía Petunia aparecía de vez en cuando para reñir a Harry por poner los pies en los muebles.

Los recuerdos de su infancia se sentían tan lejanos. No le gustaba pensar en aquel niño solitario que no sabía que las cosas mejorarían tanto, y también que empeorarían tanto. Ese niño conocía la miseria, pero no conocía la pena. No como Harry la conocía ahora.

Olivier Rivers era tan guapo como distante. Incluso después de semanas de práctica, Harry no sentía que conociera mejor al Ravenclaw. Lo que sí sabía era que se tomaba el Quidditch muy, muy en serio. Esta noche lanzaba bludgers a Brocklehurst, quien las bateaba con fuerza en dirección a Harry. Harry se movía y corría alrededor de ellas, haciendo fintas en todas las direcciones. Sin embargo, Mandy era una golpeadora poderosa y exigente, y aun así asestó varios golpes decentes. Esto le dejaba ronchas redondeadas en el pecho y en los brazos a las cuales Draco les hacía una mueca cuando conseguía que Harry se quedara sin camiseta por la noche.

—La chica tiene que aprender a jugar, estos golpes tan fuertes son totalmente innecesarios. —se quejaba.

—No es que nadie vaya a ir a media velocidad en el día del examen —le recordaría Harry—, además, es una buena práctica para mantenerme en mi escoba y reagruparme en un momento.

Draco ponía los ojos en blanco y untaba en silencio un bálsamo refrescante sobre las marcas.

Cuando el hombro de Brocklehurst se cansó, decidieron cambiar de ejercicio. Harry soltó una snitch y salió disparado tras ella, Rivers haciendo lo posible por alcanzarlo.

—La mayoría de los cazadores no son tan ágiles como tú, Potter —había dicho una vez, su voz baja e imperiosa—, si puedo alcanzarte, estaré en excelente forma para alcanzar a cualquier cazador de la liga. —sin embargo, nunca pudo alcanzar a Harry, pero esos fracasos nunca parecían irritar o derrotar a Rivers, pues simplemente se limitaba a analizar la jugada, "no he resuelto tus tácticas", comentaba, o "tengo que bajar más en mi escoba, es más favorable aerodinámicamente". Hablaba como si fuera un científico observando sus propias habilidades.

A continuación, Harry y Mandy hicieron de mediocres guardianes durante un rato mientras Rivers ejecutaba un tiro perfecto y preciso tras otro. Una vez que todos estaban significativamente sudados y agotados, dieron por terminada la noche.

Harry vio un par de figuras a un lado del campo. Entrecerrando los ojos, pudo distinguir el cabello rubio de Draco, que reflejaba la luz. Dio las buenas noches a Rivers y Brocklehurst y bajó perezosamente hacia su novio. Los otros dos de octavo año se alejaron hacia el castillo.

Clark estaba de pie junto a Malfoy con un fino jersey, intentando no temblar.

— ¿Dónde está tu capa de invierno? —preguntó Harry.

Clark se encogió de hombros.

—Son caras. Y, de todas formas, ¿dónde me la pondría?

—Al campo de Quidditch en las tardes de diciembre —le informó Harry— Accio capa. —dijo Harry, invocando la que se había puesto de camino al campo, pero que pronto había desechado cuando la práctica le hizo entrar en calor. La colocó sobre el chico flaco, y Dracoy le hizo un bonito encantamiento de dobladillo. Tiering parecía irritado, pero no se quitó la prenda.

—Hola, amor. —saludó entonces Harry a Draco, besando su mejilla.

Draco hizo una mueca, viendo cómo el sudor de Harry se evaporaba en el gélido aire nocturno.

—Estás un poco desaliñado, Potter.

—No sé qué esperabas al venir aquí —Harry se encogió de hombros alegremente—. ¿Todo bien?

—Sólo quería ver cómo te iba —dijo Draco—, además eres bastante devastador con esa cosa. —señaló la Talaria de Harry.

—Ugh… —se encogió Clark, dándose la vuelta y caminando hacia el castillo.

Harry lanzó Lumos en su varita mientras Draco desactivaba el encantamiento de Rivers en los aros.

— ¡Ugh para el chico que lee fanzines! —reprendió Draco mientras él y Harry lo alcanzaban con facilidad.

—No es eso —argumentó Clark—, es como pensar en mis profesores follando, básicamente, así que no gracias.

Harry se rio apreciativamente, dándole a Clark un golpe cariñoso en la nuca. Clark sonrió tímidamente, mirando a sus zapatillas.

—Muy bien, ¿qué hay de ti, Tiering? —preguntó Harry.

—Sólo pensé que sería bueno ver un entrenamiento —se encogió de hombros—, ustedes son todo de lo que se habla en estos días. Pensé que tal vez podría aprender a pasar una quaffle por el aro en algún momento.

Clark había conseguido un par de tiros más en los últimos partidos, pero todavía no había hecho ningún gol.

—Sucederá. —prometió Harry.

— ¿Vuelves a casa para las vacaciones, Tiering? —preguntó Draco.

—Sí —confirmó Clark—, para ver a mi madre y a mi hermano. Mamá no ha estado precisamente en contacto; no se adapta a lo del correo de lechuzas, creo.

— ¿Están en Londres?

—Newham, sí.

— ¿Tienes ganas de verlos? —preguntó Harry.

Clark se encogió de hombros.

—Has visto lo peor —dijo—, pero también hay momentos normales. Así que espero que estemos más en ese lado de las cosas.

—Te pondrás en contacto si no lo están —decidió Draco—. Asegúrate de dirigir cualquier comunicación a mí, no a Harry, él nunca revisa su correo.

—Claro —se burló Clark—, porque aunque no pudiera permitirme una maldita capa de invierno, no tengo problema en desembolsar galeones para una lechuza propia.

—Entonces te conseguiré una lechuza. —respondió Draco, como si Clark estuviera siendo obtuso a propósito.

— ¡No me refería a eso! —protestó Clark rápidamente.

—Es un problema sencillo con una solución sencilla —aconsejó Draco—, hay pocas situaciones como esas en la vida; disfrútalas cuando puedas.

—El dinero sólo es sencillo cuando lo tienes. —refunfuñó Clark.

— ¿Qué edad tiene tu hermano, entonces? —preguntó Harry, cambiando deliberadamente de tema.

—Cinco —dijo Clark—. ¿Crees que será mago?

—Depende —dijo Draco—. ¿Sus dos padres son muggles?

—Ninguno de nosotros sabe quiénes son nuestros padres. —dijo Clark.

— ¿Ha mostrado algún signo de magia?

Clark puso los ojos en blanco.

—Apenas le he visto desde que conocí la magia, así que no sabía exactamente qué buscar.

—Asústalo un par de veces, a ver cómo reacciona. —instruyó Draco.

— ¡Draco! —Harry se rio —¡Ese es un consejo horrible!

—Tiene el efecto deseado. —resopló Draco. Llegaron a las puertas del castillo, y Harry abrió una para los otros dos. Entonces, justo antes de que entraran, Harry notó una extraña visión.

Contra la pared del vestíbulo, había un pequeño grupo de jóvenes Slytherin, entre ellos Hiram Fantyl y Ada Lum. Merlín, parecían y aterrorizados. Sólo niños. El pánico brillaba en sus rostros mientras miraban al frente, sin notar el movimiento de la puerta. Draco levantó una mano hacia la puerta, con los ojos puestos en Harry, ordenándole en silencio que no revelara su posición. Harry tiró de Clark hacia atrás, detrás de él.

—No es justo —decía una voz femenina desde el interior, fuera del alcance de la vista de Harry, pero no, al parecer, de Malfoy, quien tenía la varita en alto—. Todos ustedes, pequeños engendros mortífagos, son libres de caminar por estos pasillos, viviendo sus pequeñas vidas sin sentido, pequeñas y feas alimañas. Como si merecieran estar aquí, pues no lo merecen, ¿entienden? Y voy a -oh, pero ¿a quién tenemos aquí? —la voz de la mujer se aceleró con un deleite maníaco— Un pez mucho más grande, o debería decir serpiente. Pasa, Draco Malfoy, ven a reunirte con tus amiguitos.

—Suéltalos. —dijo Draco, con voz firme y autoritaria, sin dejar caer su varita.

Crucio. —dijo la voz, casi frívola, y una niña Slytherin se dobló, gritando.

Draco dejó caer su varita y corrió delante de los niños. Harry no tuvo más remedio que dejar que la puerta se cerrara, no fuera a ser que les cediera la ventaja.

La adrenalina lo recorrió, pero Harry estaba demasiado familiarizado con esa sensación.

—Otra entrada, Clark, ahora. Ve. Busca a McGonagall, o a cualquier profesor. Rápido.

Clark asintió, con la cara pálida y el labio tembloroso, pero seguía teniendo esa determinación en la barbilla.

Una vez que Clark estuvo a una distancia segura, Harry se lanzó un encantamiento de desilusión, arqueándose ante esa sensación siempre desconcertante de algo viscoso que le chorreaba por el cuello. Guardó su escoba junto a la pared exterior del castillo y tomando aire, abrió la puerta y se deslizó dentro.

Malfoy estaba de rodillas, con la cara contorsionada, pero Harry no podía mirarlo, no podía concentrarse en eso, ni en los gemidos de los niños ni en el hecho de que el pobre Hiram estaba de pie en un charco de su propia orina. En lugar de eso, se arrastró por la pared, manteniendo la mirada en la pequeña figura de cara redonda de Wilma Brown.

Ella miraba hacia la puerta, la había visto abierta, pero sus ojos seguían ignorando a Harry al amparo del hechizo. Tenía el brazo de la varita extendido y los ojos desorbitados, con lágrimas.

— ¿Quién está ahí? —exigió— ¡Muéstrate!

Draco gritó, aun sufriendo los efectos de la maldición que le habían lanzado, y justo, pensó Harry, eso fue suficiente.

¡Desmaius! —rugió.

Su hechizo fue seguro y certero, y la señora Brown se desplomó en el suelo, inconsciente, con su varita rodando.

Harry lanzó un Incarcerous por si acaso, viendo cómo las delgadas ataduras se tejían alrededor de la pálida bruja, antes de disolver su hechizo de desilusión y lanzarse hacia Draco y los Slytherin. Como si fuera una señal, la profesora McGonagall, flanqueada por la profesora Haberdash-Pewter y el profesor Flitwick irrumpieron en la sala.

Draco seguía de rodillas, con las manos extendidas. Harry sintió una profunda repulsión al percibir el daño causado. Era como si todos los huesos de Draco, desde los dedos hasta los hombros, se hubieran roto. Cada uno de los dígitos estaba doblado como una patata frita cortada, sus brazos estaban doblados en ángulos horribles y perturbadores. Parecían más bien ramas nudosas de un árbol que algo humano. Estaba temblando.

—Oh, Merlín, Draco. —jadeó Harry, arrodillándose ante él.

—Noquéame, Potter —siseó Draco—. Por favor, no puedo soportarlo.

Acercándose para prepararse para una caída, Harry lanzó un segundo Desmaius, dejando que Draco se desmayara en sus brazos.


...


He conseguido empleo, y aunque debo ser agradecida, este trabajo consume mucho mi tiempo y mis energías, así que el lapso de actualización será mucho más prolongado de lo habitual. Lo siento :(

¡Gracias por leer!