Capítulo 13: Haciendo los Gestos de la Vida.
Dos horas después de que Snape la dejara parada sola en su biblioteca, Hermione entró a su propio cuarto por primera vez en semanas. Cuidadosamente, situó su mochila en un costado del escritorio y luego se sentó en uno de los sillones junto al fuego.
Se hubiera transportado a su cuarto directamente por flú, pero a diferencia de su Profesor de Pociones, nadie había pensado en conectar secretamente su chimenea a la red, y ella no había estado dispuesta a enfrentar el riesgo de una entrada oficial a su cuarto.
Algo dentro de ella ansiaba reclinarse en la suavidad de su sillón, cerrar los ojos y simplemente dejarse caer. Pero no podía permitirlo. Más que nunca necesitaba cada gramo de energía que poseía, y lamentarse en los eventos de esta noche la privaría de esa energía.
No iba a pensar en ello, no iba a recordar como se había quedado mirando tras de él cuando Snape salió por la chimenea, como se había quedado parada sin ver; una parte de ella aun helada de shock, una parte aullando de miedo, dolor y horror tras la pared mental que se había creado dentro de si misma. Y una última parte, siempre fria y calculadora, que había registrado inmediatamente las implicancias de su salida. El hecho de que él, a pesar de sus propias palabras, estaba conectado a la red flú. El hecho de que había una salida de su recamara.
Se había quedado parada en la biblioteca por un largo tiempo, sin moverse, sin sentarse, toda su voluntad concentrada en un solo objetivo: salir de ahí. Pero a pesar de que ahora sabía cómo, aun le faltaban los medios. No había polvos flú en ningún sitio, aunque incluso buscó en el cuarto privado de Snape. Sin embargo, no se atrevió a quebrar los hechizos protectores de su laboratorio, dado que temía que ello lo alertara inmediatamente. No necesitaba aun más conflicto por ahora.
Entonces, después de casi una hora, él había regresado. Hermione había esperado que la visita al Director hubiera aplacado las emociones de su Maestro de Pociones, pero Severus Snape se veía tan furioso y resuelto como antes.
Aun sin haber participado en la charla, Hermione sabía exactamente lo que había pasado. Snape, atacando al Director, exigiendole que la liberara de sus deberes de espia, que la mantuviera a salvo. Por la fuerza, si era necesario. Y la respuesta tranquila y controlada del Director, con una huella de tristeza en sus ojos azules, explicándole a su confiable amigo que no había alternativa y que no podían prescindir de ella. Furia impotente en los ojos de Snape mientras ansiaba por decirle a Dumbledore lo que había visto en su mente. Pero las palabras de la chica lo detenian. Él sabia de lo que ella era capaz.
Habían discutido por un largo tiempo, mas Hermione había podido leer la respuesta del Director en la cara de su profesor. Dumbledore no iba a detenerla. Pero Snape no era de los que se dan fácilmente por vencidos.
"Lo prohibo", gruñó, sonando como si mismo por primera vez desde que habían comenzado las alucinaciones, "¡el Director puede pensar que tiene derecho a tomar esta decisión por usted, pero no saldrá de esta biblioteca hasta que haya cambiado de opinión, señorita Granger!"
Hermione arqueó una ceja ante eso, y dejó una expresión de divertida condescendencia jugar en su cara, "¿Está tratando de chantajearme para mi propio bien, Profesor?"
"¡No la dejaré continuar, señorita Granger! Sería un crimen dejarla hacer esto, y mientras yo esté aquí, tal crimen no sucederá en Hogwarts."
"Entonces debería considerar renunciar a su puesto", le había contestado ella, y luego habia caminado lentamente hacia la chimenea. Los ojos de Snape la siguieron, pero estaba demasiado concentrado en convencerla como para notar algo.
"Terminará con esta locura hoy mismo, señorita Granger."
"No lo creo."
Hermione ya había llegado hasta la chimenea, y sus ojos estaban fijos en el lugar donde el dedo de Snape había tocado el mármol blanco. Repentinamente, todo su cuerpo cobró vida al darse la vuelta y estirar una mano hacia Snape.
"Accio polvos flú", gritó, y antes de que Snape pudiera reaccionar, la pequeña bolsa con el polvo gris estaba en manos de la chica.
"¡Revoco!"
Ante los ojos atónitos de Snape, sus huellas digitales en la chimenea comenzaron a brillar con una luz verde brillante. Parecian los dedos de un fantasma, marcando el mármol con su tacto. Hermione lanzó un poco de polvos a las llamas y éstas se volvieron verdes, como los dedos fantasmales.
"Salón de Transformaciones", dijo ella en una voz clara, y se alistó para entrar.
Él no había intentado detenerla; si no había podido o no había querido, Hermione no lo sabía.
"Señorita Granger", la había llamado, mientras ella ya estaba en camino, "Si se va ahora, no me sentiré responsable por su futuro. ¡No tendré nada que ver con su patética guerra privada!. ¡No cuente conmigo para salvarla de nuevo de su propia estupidez!"
Hermione resopló enojada al recordar estas palabras. ¿Qué iba a querer ella con él¿Había hecho algo para ayudarla? Todo su sufrimiento había sido causado por él. Él la había expuesto, herido, mortificado con cada movimiento. No, estaba mucho mejor sin Severus Snape amenazando entre las sombras.
Esa era la razón por la que había entrado en la chimenea sin una mirada atrás. La razón por la que no se había vuelto a mirar la expresión desesperada y perdida en la cara de su Profesor.
El salón de transformaciones al que había entrado por flú no estaba lejos de su cuarto privado. Ella sabía que el Director probablemente esperaba su reporte, pero su necesidad de privacidad y silencio era más grande que cualquier sentimiento de deber en ese momento.
Pero cuando iba a salir del salón, una sombra oscureció el marco de la puerta.
"Profesora McGonagall", Hermione la saludó despacio, el nerviosismo apretando su garganta. Una mirada a la cara de la mujer le dijo que ya lo sabía todo, y se preparó para la ola de emociones que seguramente la atacaría ahora. No podía soportar una dosis de sentimentalismo Gryffindor ahora.
"Señorita Granger", la profesora asintió, su voz delatando nada más que la usual eficiencia, "es bueno verla levantada y de buena salud nuevamente."
"No puedo decirle lo bien que se siente", había contestado ella, agradablemente sorprendida del autocontrol de su profesora.
"Asi lo creo", respondió McGonagall, y una calida sonrisa iluminó su cara por un momento, "Hay algo que quisiera mostrarle, señorita Granger. Si me acompañara por un momento, por favor."
Hermione hubiera preferido declinar la oferta, pero discutirlo probablemente hubiera tomado más tiempo que simplemente aceptar. Así que asintió y siguió a su profesora fuera del salón y hacía su oficina privada.
"Creo que un lugar privado, alejado de los ojos entrometidos de sus compañeros, simplificaría su tarea, señorita Granger", dijo McGonagall mientras abría una puerta a la derecha de su oficina, "Y como ha llegado a mi conocimiento que le he ofrecido – en secreto – una posición como mi aprendiz, me he tomado la libertad de preparar este cuarto para usted. Puede proporcionarle una contraseña a su elección, y una conexión flú entre su cuarto y esta habitación puede establecerse fácilmente. No sería tan difícil para usted entrar y salir del castillo. Sientase libre de usarlo cuando quiera. Yo no la molestaré aquí."
Sin saber que decir, Hermione se había quedado mirando el pequeño cuarto, agradablemente amueblado, sus ojos subitamente ardiendo con lagrimas no derramadas. La simple generosidad de este gesto la había abrumado, y no sabía como reaccionar.
"Profesora, yo…"
"Yo sé, señorita Granger, que hay cosas demasiado terribles para simplemente hablarlas. No la molestaré con mis preguntas o emociones. Uno no debe molestar a una leona en su caza. Entiendo lo que usted hace, y si alguna vez necesitara ayuda, acuda a mi. Sin importar la hora o la situación. Y ahora", dijo la Profesora, apoyando por un momento su mano en el hombro de Hermione, "Me temo que es momento de corregir ensayos. Slytherins", McGonagall sonrió y se dio la vuelta, lista para retirarse.
"Profesora", llamó Hermione, "Acerca de la posición de aprendiz…"
"Comprendo sus razones, señorita Granger", respondió la profesora, y sus ojos una vez más hicieron contacto con los de su estudiante. La calidez y confianza que expresaban le dolió a Hermione en su interior, "Y, si puedo decirlo, si algún dia se presentase la oportunidad para tomar tal decisión, me sentiría honrada de aceptarla como mi aprendiz. Que duerma bien, querida."
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Los días se conviertieron en semanas mientras Hermione seguía luchando. Regresar a los Mortifagos fue difícil, más difícil de lo que ella había pensado. Se había acostumbrado demasiado a no sentir dolor como para no extrañar su corto periodo de convalecencia en las recamaras de Snape. Pero se las arreglaba. Hermione podía arreglarselas con cualquier cosa, si tan solo la gente la dejara sola, si no la cuestionaban y debilitaban.
Así que evitó cualquier contacto personal, cualquier charla o gesto de amistad. No podía arriesgar ser descubierta de nuevo, y su habilidad de actuar se estaba debilitando en estos dias.
Nadie más que McGonagall aceptaba su viva frialdad y simplemente la dejaba ser. Parecía estar convencida de que Hermione tenía el derecho de manejar las cosas como quisiera. La profesora jamás entró al cuarto privado que le había proporcionado a su alumna, y Hermione estaba agradecida de su discreción, tan agradecida como podía estar.
El Director le ofrecía una silla y chocolate caliente cuando Hermione iba a reportar los ultimos eventos, y curaba las heridas que ella decidía mostrarle de vez en cuando, nada más que para darle la sensación de control sobre su estado. Frecuentemente, el Director sólo se quedaba sentado mientras ella tomaba su chocolate, observándola y esperando que Hermione se abriera con él. Pero la chica estaba acostumbrada a mucha más presión que tan sólo los preocupados ojos azules de este anciano hombre, y entonces nada más le sonreia, disfrutando del calido dulzor de su bebida, en silencio, hasta que el Director se rendía y la dejaba marcharse.
Con Draco era lo más difícil. Eran necesarias palabras crueles para alejarlo de ella, palabras de frialdad y rechazo;y el dolor de su amigo, sus miradas interrogantes la seguian cada vez que tenían clases juntos o que se topaban en el Gran Salón. Hermione evitaba su mirada. Había tantos sentimientos en ella y la chica se sentía tan muerta en estos dias, que temía que se notara en su cara.
Asi que se mantuvo alejada de todos ellos, excepto de Harry y Ron, a quienes tenía que soportar. No podía arriesgar que uno de los futuros Mortífagos corriera a su Amo a decirle que ella había peleado con aquellos que debía supervisar. Pero era difícil escuchar sus conversaciones y quejas, reir con ellos y no mostrar su intranquilidad.
¡Eran niños, por el amor de Dios! Estúpidos y ciegos ante lo que estaba sucediendo alrededor de ellos, y a Hermione le resultaba difícil mostrarles paciencia. Ahora sabía como se había sentido Snape frecuentemente acerca de ellos, y frecuentemente se veia tentada a descontar puntos por falta de madurez.
Ellos notaron algo, por supuesto. No era posible mantener el nivel de agotamiento que Hermione estaba sintiendo completamente escondido de ellos. Harry estaba demasiado atento para su gusto. Pero ella se sumergía en su bien conocido rol de Hermione la sabelotodo y pretendía que los exámenes que se acercaban lentamente la estaban volviendo loca. Pero nada podría haber estado más lejos de su mente.
Hermione seguía funcionando como una máquina, tan sólo su disciplina y orgullo la mantenían a través de noches y días de intensa faena. No descansaba, no se daba tiempo para reflexionar o recordar. Una voz, pequeña y aguda, le hablaba desde dentro, diciendole que no podría durar así para siempre, que se estaba llevando a la ruina. Ella no escuchaba.
Había empezado a preformular sus deberes en su cabeza mientras las clases o las comidas le impedian escribir; recitaba recetas o poemas mientras charlaba con sus "amigos". Cualquier cosa para evitar que las voces en su interior se volvieran demasiado fuertes o poderosas.
En algún lugar en la oscuridad habitaba escondida la desesperación, un abismo tan negro que no se atrevía ni siquiera a acercársele. Temía que la fuera a absorber, que perdería todo el control si se dejaba ir demasiado.
No se permitía a si misma admitir cuanto ansiaba calidez humana, que alguien la tocara con compasión, sin intentar inflingirle miedo o terror. No se permitía admitir cuanto extrañaba a Snape.
Él nunca le hablaba. Hermione ya no levantaba la mano en sus clases, y él no parecía notar que ella seguia ahí. Sus ojos pasaban sobre ella como si no fuera nada más que una mesa vacía. La enfurecía experimentar la arrogancia de su Profesor, la eficiencia con que la había borrado de su vida. Parecía como si esas semanas en sus recamaras nunca hubiera pasado, y su indiferencia le dolía cuando pensaba en lo mucho que le había costado.
Pero Hermione tenía otros problemas además de Snape. Voldemort se estaba volviendo impaciente, sus castigos eran cada vez más prontos y crueles. Exigía información, entrada a Hogwarts y la muerte del traidor Snape, y ella no podía darle lo que quería. Al mismo tiempo, aun no parecía confiar en ella completamente, al menos no lo suficiente para arriesgar presentarle su plan, su gran plan para terminar la guerra y su sufrimiento.
Los otros Mortífagos presentaban un peligro también. Estaban tan ansiosos de complacer a su Señor como reacios a dejar que una sangresucia les ganara. Algunos de ellos estaban vigilando Hogwarts, poniendo hechizos espías tan bien escondidos y protegidos que el Director no podía removerlos sin arriesgar exponer a Hermione. En más de una ocasión algunos Mortífagos habían logrado entrar a los terrenos de Hogwarts, aunque el castillo seguía estando a salvo de ellos.
Pero no sólo los Mortífagos le estaban causando dolores de cabeza, ya que las mismas personas que trataba de proteger, Harry y Ron, parecían estar haciendo todo lo posible para hacer su trabajo aun más difícil.
Los chicos habían empezado a escaparse y rondar el castillo por las noches, y mientras que eso había sido un hábito suyo en primer año, se había vuelto peor y peor durante los primeros meses de su séptimo año. Visitar las cocinas o la torre de astronomia no parecía suficiente para ellos en estos días.
Se retaban mutuamente a llegar hasta el Gran Salón de noche, jugaban ajedrez en la mesa de los profesores o en las mazmorras donde Snape rondaba los pasillos. La vida parecía un gran juego para ellos, nada más, y cuando Hermione cojeaba de regreso en las noches, herida y maltratada, tenía que contenerse para no golpearlos, porque podía oírlos fanfarronear aun a través de la puerta que conectaba su cuarto con la Sala Común de Gryffindor.
Harry y Ron se mantenían alejados de ella más frecuentemente ahora, sabiendo que ella no toleraría su comportamiento, que les hablaría de disciplina, de los deberes escolares, y de todas las otras cosas aburridas que estaban tratando de olvidar.
Hermione trataba de controlar su rabia, realmente trataba, pero cuando escuchó lo que Harry y Ron estaban planeando, tres semanas después de su confrontación con Snape, algo hizo corto circuito dentro de ella.
Querían escaparse al campo de Quidditch y hacer un picnic ahí, en la mitad de la noche. ¡Salir del castillo sin protección, ir a un lugar donde las defensas estaban reducidas, porque frecuentemente recibían visitantes de fuera de Hogwarts para los partidos de Quidditch!
Lo mismo hubiera sido que fueran a la guarida Voldemort y gritaran: "Aquí estamos"
Y querían que ella los acompañara. Porque "un descanso de los estudios" le haría bien. Porque "trabajar tanto no era normal". Romper todas las reglas al parecer si lo era, sin embargo.
"¡Estoy harta de su estupidez!" gritó Hermione tras escuchar su emocionado parloteo por cinco minutos, sonando, para Harry y Ron, muy parecida a Snape, "¿Qué no saben que cualquier Mortífago que quiera puede entrar a los patios del castillo?. ¿No saben lo peligroso que es esto?"
"En realidad no es tan peligroso, 'Mione", había respondido Ron despreocupadamente, "no ha habido mucha actividad de los Mortífagos últimamente, y como sea, un chico debe divertirse un poco…"
"¿No ha habido mucha actividad?. ¡Ustedes simplemente no saben de los ataques porque no les preocupa! Hay gente muriendo ahí afuera para salvarlos aquí, gente poniendo sus vidas en la línea por ustedes cada día ¿y así es como les agradecen?. ¿Siendo niños, haciendo bromas, ignorando sus responsabilidades?. ¿Cuánta gente más tendrá que morir por ustedes antes de que decidan crecer, me pueden decir eso?"
Un silencio glacial fue la respuesta a su arranque. Sólo ahora Hermione se daba cuenta de lo que había dicho, pero no quería retirarlo. Había querido decir cada palabra. Sabía que si Voldemort se enteraba de esto, ella sería castigada por no informarle, tal vez asesinada. ¿Y todo por una noche de diversión?
Harry se había puesto pálido con sus palabras, mientras que la cara de Ron estaba roja de rabia. Ambos le dieron una mirada de profundo disgusto y aborrecimiento, luego se dieron la vuelta y salieron por la puerta del retrato.
Hermione suspiró y se dejó caer en uno de los sofás. La muerte de Sirius Black aún era un punto delicado para Harry, algo de lo que no hablaba mucho. Aun se sentía culpable por la caída de su padrino a través del velo, y con sus palabras, Hermione implícitamente había confirmado esa culpa.
Pero era la verdad ¿o no?. Sirius había sido tan impulsivo y emocional como Harry, precipitándose cuando debería haberse quedado a pensar. Y Harry si había causado estragos esa noche, todo por su complejo de "debo salvar el mundo" y su creencia de que no se podía confiar en los adultos.
Herminione suspiró nuevamente. Lo que había dicho era verdad. Pero ellos iban a odiarla ahora, y aunque no había podido hablar con ellos abiertamente en un largo tiempo, le dolía perder a sus amigos así.
Pero habían otras preocupaciones. Sobrevivir el día siguiente, por ejemplo. Ser odiada por Harry y Ron no era nada comparado con causarle a Voldemort el menor de los disgustos.
Se quedó despierta toda la noche, sentada en la Sala Común y mirando por la ventana. Cuando Harry y Ron regresaron, alrededor de las seis de la mañana, lo hicieron con ruido, alardes y fuertes carcajadas, y Hermione supo que su aventura nocturna no iba a permanecer en secreto por mucho tiempo.
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Sus temores fueron confirmados demasiado pronto. Hermione acababa de salir del salón de Transformaciones, con Harry y Ron manteniendo tanta distancia entre ellos y ella como era posible, cuando un fuerte dolor golpeó su brazo.
Hermione se deslizó a un salón vacío. No tenía que levantarse la manga para ver qué había causado el dolor, pero lo hizo de todas maneras. La Marca Tenebrosa vibraba en su blanca piel, como algún animal salido de sus pesadillas.
La chica maldijo, cuidadosamente volvió a cubrir con ropa la marca, y salió del salón con pasos acelerados. Caminando desde el castillo hasta el borde de los patios de Hogwarts, donde las protecciones de anti-aparición ya no funcionaban, recogió su túnica de mortífaga que había escondido ahí para las ocasiones en que no podía ir a su cuarto a buscar una.
No necesitaba una máscara. No le era permitida. Nada de secreto para una sangresucia.
Luego se apareció, y se encontró en una recámara de piedra, dentro de un círculo cuyos deslindes estaban marcados por mármol negro. Era el único lugar en el "palacio" de Voldemort donde era posible aparecerse, y estaba fuertemente protegido como siempre. Hermione siguió a los hombres en túnicas que le hicieron señas para que los acompañara por varios grupos de escaleras, hasta el cuarto del trono de las mazmorras.
Ella le había puesto este nombre en silencio, pero le calzaba muy bien a la oscura cámara sin ventanas, con su sombría majestad. Los Mortífagos si que tenían una tendencia melodramática, y este cuarto la mostraba demasiado bien.
Hermione había intentado determinar su ubicación incontables veces, pero parecía no haber ventanas en este edificio, y todos los hechizos localizadores habían fallado. Y ella tampoco podía ser localizada por otros desde afuera, como lo había intentado una noche con Dumbledore. Todo el asunto parecía ser a prueba de tontos.
Aunque Voldemort, sentado en su trono como en una novela de horror, ciertamente no era ningún tonto.
La disposición del círculo interno, de pie a lo largo de las paredes de la recamara y dejando un lugar libre justo en frente del Señor Oscuro, no dejaba duda alguna de que esta noche se trataría sólo de ella. Hermione había sido llamada para ser castigada, y tendría suerte de poder salir viva. Aun así, preparándose para lo que estaba por venir, entró al espacio libre y, cayendo sobre sus rodillas, se arrastró hacia Voldemort.
Su voz la detuvo antes de que pudiera besar la punta de su túnica de seda negra.
"Ha llegado a mi atención que tus amigos han decidido emprender una pequeña aventura. ¿Asumo que lo sabías?", la voz era suave, silbante, y causaba temblores en el cuerpo de Hermione. Ella sabía lo que esta voz iba a ordenar.
Temiendo lo inevitable, Hermione de todas maneras negó con la cabeza, "Me enteré muy tarde, Milord. De otra forma le hubiera informado inmediatamente…"
"Tienes que saber todo lo que sucede en Hogwarts, pequeña puta sangresucia", bramó Voldemort, "¡No te mantengo viva para saciar los instintos más básicos de mis Mortífagos! Al menos… no sólo para eso."
Risas sofocadas de los hombres vestidos de negro respondieron a su broma.
Entonces Voldemort sonrió, y fue la visión más escalofriante que Hermione había visto. No tuvo que fingir el quejido de pánico que escapó de sus labios – salió de forma bastante natural.
"Dejame darte una pequeña probada de lo que te espera si fallas en serme útil"
Cuando las primeras olas de dolor la golpearon, Hermione se mordió los labios para mantenerse en silencio, pero pronto no pudo evitar que sus gritos escaparan. La sangre nublaba su vistay y su cuerpo se retorcia y convulsionaba como algo que ya no pertenecía a ella.
Entre medio de los gritos y sollozos, Hermione le juró lealtad, agradeciéndole por su "justo castigo". A estas alturas le salía de forma natural. Había una pequeña parte en su mente que se mantenía alerta, aun cuando el resto de ella aullaba de dolor, y esa parte decía las palabras correctas y hacía las cosas correctas sin importar lo que pasara. Esta era la parte que la había mantenido con vida incontables veces.
"¡Únanse, mis fieles sirvientes!", invitó finalmente el Señor Oscuro a su Círculo Interno, y los ojos de Hermione se abrieron en pánico. Nunca había sido tan terrible antes. "¡Enseñémosle a la puta sangresucia una lección que jamás olvidará!"
Mientras la torturaban, los ojos inyectados de sangre de Hermione iban de la cara de un Mortífago al siguiente.
Macnair. Una oleada de Cruciatus que incendió todo su cuerpo.
Crabbe. Hechizos cortantes que convirtieron su piel en un revoltijo rojo.
Goyle. Cuchillos invisibles atacando sus piernas y bazos.
No hubo piedad, ni arrepentimiento. Ni siquiera lujuria o emoción en la mayoría de sus caras. Ella no era un ser humano, se dio cuenta mientras se retorcía y arrastraba bajo sus hechizos. Era un pedazo de carne, un perro irrespetuoso que tenía que ser castigado por su propio bien.
Entonces se encontró con la mirada de Lucius y encontró una terrible ira sus ojos. Rabia y nerviosismo. Él la había traído aquí, podía leerlo en sus ojos, él la había presentado al Señor Oscuro. Ella estaba arriesgando la posición de Lucius con él. Cada mala conducta de Hermione sería redirigida hacia él.
Además, estaban desfigurando a su juguete.
Y por un momento, con el pequeño, insignificante poder que él le había dado sobre si a través de sus temores, Hermione se convirtió en la señora de su destino. El dolor no era nada para ella en este momento de calma, tan solo algo que podían hacerle a su cuerpo. Ella aun podía manipularlos, y Malfoy, el más poderoso de ellos, le pertenecía. Si dejar de mirarlo, Hermione dejó que su lengua se asomara por sus labios, y en un gesto lento, casi sensual, lamió la sangre de sus labios magullados.
Hermione pudo ver la excitación de Malfoy en sus ojos, en la forma en que sujetó su varita con más fuerza y en su voz enronquecida, gritándole maleficios, y por un momento, sintió ganas de reír.
Me estoy volviendo loca, advirtió en un momento de suprema claridad. No falta mucho, y entonces realmente seré uno de ellos. ¡Estoy empezando a disfrutar esto! Y mientras pensaba esto, podía ver el tunel oscuro al que estaba descendiendo, lejos de sus amigos, de Hogwarts y de la simple paz de la amistad, lejos de la cordura y la vida con sentido. ¡Que alguien me ayude!. ¡Me estoy muriendo!.
Y entonces, un nuevo dolor la golpeó, y todo su ser se quebró en miles de pedazos de agonía.
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Nota de la Traductora:. ¡lo sé!. ¡Ha pasado demasiado tiempo!. Sólo puedo decirles que de verdad lo siento mucho pero no había podido actualiar antes; estuve de viaje y me quedé sin internet en mi casa, pero ahora que entré a clases de nuevo puedo seguir subiendo capitulos desde los computadores de la Universidad... para congraciarme con ustedes, les tengo una buena noticia: los proximos dos capitulos ya están listos y voy a subirlos uno por semana. El siguiente capitulo lo subiré el viernes y así sucesivamente. ¿Me perdonarán por toda la demora?. ¿Siiiiiiiiiiiiii?. :)
Bueno, aparte de mis desesperadas disculpas, quiero agradecer a toda la gente que ha seguido enviando sus reviews a pesar de todo. ¡Espero las de este capitulo! Besos a todos, y me despido, profundamente arrepentida por hacerlos esperar tanto...
