T.é. ...V.e.r.d.e.
Por Kio Kaidou.
Compilado por Chokoreeto.
Capítulo I: El Motivo de por qué te conocí
(Y no preguntes por qué lo escribo.)
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Ca-be-llo rubio blanquecino pla-ti-na-do.
Así es Soubi.
Y así se enamoró de un pendejo, Ritsuka.
Mucho más de la historia no entiendo –y no quiero entender-, por lo tanto, cambiaré el tema y me desviaré a mis anchas. ¡Desconozco tantas cosas! Mnh… a veces así es ideal ¡mejor ni saberlas!
En este mundo de clichés ya es tedioso recalcar siempre las mismas historias romanticonas, el amor, el amor…
¿Qué me dio a mí por narrar un hecho en particular? Lo cierto es que no me basta con la pintura y ahora quiero indagar en el ámbito de la literatura para ver si soy exitoso y me transformo en un famoso escritor de novelas románticas y exitosas, serio, pegado a su laptop, y con uno novio pelirrosado.
Jaja, no es cierto. Tal vez lo que me impulsó a hacerlo fue más bien fue un 'alguien' que un 'algo'. Tal vez no le guste ni un poco. Digamos que a veces pienso que todos tenemos mucho por escribir… eso sentí yo ahora.
Necesitaré ayuda aquí.
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Exprimió el último tubo de óleo, color marfil… siempre le duraba tan poco. Y el olor propio del arte inundaba la habitación en aquel momento; entre médium, aguarrás y pinceles.
El sueño hace ya un rato había abandonado su temple: su única compañía ahora era un tazón de café humeante y empalagoso.
La lluvia estruendosa irrumpía a ratos en el salón, mezclándose con los blues de los años '20 que sonaban en la radio próxima a la mesita de implementos artísticos y coloridos.
… Y ya sólo faltaba el último trazo para acabar con su adorada –y odiada- obra… suspiró, llevó una mano a los cristales de sus gafas y las deslizó hasta la punta de la afilada nariz, sin apuro. Se alejó del bastidor entelado: le dio una mirada de reojo, ladeó la cabeza y le supervisó por algunos minutos que parecieron eternos y poco convencidos…
¡Qué día se venía por delante! De seguro lo dormiría todo sin pudor alguno, deberes o responsabilidades. De seguro Soubi ni pensaba en aparecerse o llamarle.
"Un mínimo de consideración, hombre…"
Un mínimo de 'respeto' por el 'amigo' con que compartía el apartamento. Pero pedía demasiado…
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Corrió y corrió, los adoquines resbaladizos balo la suela de sus zapatos, agitado, la lluvia azotándole como agujas frías, los anteojos repletos de gotas de agua translúcida y melancólica… se nublaba su visión a tan tempranas horas de la mañana. Apenas podía seguir corriendo, luchando contra el viento tibio que chocaba con su rostro fino y lozano. 'Infantil'.
Un suspiro.
Ya había llegado por fin al dichoso edificio, estaba frente a él, a sus pies…
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No hacía falta nada más, pero necesitaba una segunda opinión. Observó atentamente la paleta de madera manchada, repleta de pequeñas ampollas blandas de óleo mezclados, en diversos intentos de colores.
Aparente calma absoluta.
Sus labios dibujaron una sonrisa extraña y ajena… estaba algo cansado, y el cuadro no terminaba de convencerle por completo. Le dio un sorbo al tazón ya no tan humeante, y se acercó de sobremanera a su fresca obra, mirando con detenimiento las texturas expresadas en los platinados cabellos de la mujer creada para la ocasión, en el retrato.
Sintió un ruido: la puerta de vidrio abriéndose con violencia.
- "Ha de ser el viento" - pensó sin borrar el gesto alegre –y no muy categórico- de los labios. Ladeó la cabeza de nuevo y aguzó el oído: pasos apurados e irreflexivos. Dirigió sus ojos cristalinos hacia la puerta… y abajó del marco notó que la luz de la madrugada era tapada por una sombra. Antes de alcanzar a decir cualquier cosa, unos puños impacientes golpearon con fuerza…
- Uh… -
Ladeó un poco su cuerpo, titubeante, con esa sonrisa serena imborrable. Suspiró por enésima vez, un sorbo de café, dulce.
Ni se inmutó.
Dejó la paleta de madera a un lado y dio unos pasos tambaleantes hacia la portezuela, los cuales le daban una ligera apariencia de ebrio de licor. Tomó la manilla para girarla, y al abrirla se encontró con el rostro sorprendido e inocente de un niño de unos trece años.
El cabello verde oscuro, largo, revuelto y mojado. Estilando.
Sí, no pudo negar que en un principio se hubo asustado, al sentir esas manos delgadas y pequeñas asiéndole fuertemente la camisa. Una voz atropellada y agitada irrumpió en sus pensamientos…
- ¿Soubi?
¿Eres Soubi?
¿Dónde está Soubi?
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- ¿Otro más…? –su sonrisa se pronunció y desvió la mirada, como resignado.
- Ugh… disculpe. Usted no es Soubi. –dedujo asertivo el muchacho, se aclaró la garganta, alo avergonzado, y le soltó por fin.- Buenos días, vine hasta aquí para ubicar a Soubi para ver si sabe dónde está Ritsuka. Sé que vive aquí y… -hablaba muy atropelladamente, casi sin respirar entre palabra y palabra, como si fuese a olvidar lo que tenía que informar. Tembló.
- Calma. Mejor entra y me cuentas, no estoy interesado en congelarme los pies…
- N-no. No está bien que entre a su casa sin conocerlo… -murmuró desconcertado, y frunció el ceño con ligereza.
- No seas ridículo, no tengo las intenciones que Soubi tendría contigo. –susurró el mayor de ambos, y su sonrisa se volvió burlona.
- ¿Uh…? –
- ¿No lo entiendes? –le dio una palmadita en la cabeza y corrió la puerta hacia atrás, abriéndole paso.- Es muy sencillo: el caso es que…
- ¿Entender…¿El qué…? –balbuceó el jovencito apenas,
contrariado.- Mire, yo sólo quiero hablar con Ritsuka, y sé
que Soubi puede saber sobre eso porque… -interrumpió su
relato pues fue agarrado por la manga de su abrigo de paño, y
de una buena vez la puerta se cerró a su espalda. ¿Ahora
qué?
¡El tipo no estaba prestándole atención!
Frunció más el cejo, enfadado. ¿Qué
acaso no comprendía que era urgente?
- Muy bien, Soubi no está en mis bolsillos… -los revisó, retozón- Ni en mi cinturón… así que no sé… -alzó la mirada y empujó sus anteojos hasta el puente de la fina nariz, viéndole y fingiendo que le interesaba: para que no se sintiera ofendido.- No es que esté interesado en el boom de críos y adultos enamorados… -hizo una mueca de fastidio y caminó hacia el armario, volviendo con una mullida y blanca toalla entre las tibias manos.
- ¿Podría aclararme de qué está hablando…?
- No me trates de usted, que aún no soy un Rembrant para merecerlo… -su dedo índice se deslizó con gracia por la tierna y respingona nariz de su contrario.
- ¿Rembrant? –replicó confundido. ¿Qué ajos tenía que ver el famoso pintor del claro-oscuro?
- Rembrant. –confirmó, y depositó la toalla extendida sobre los cabellos verde oscuro, interrumpiendo el minuto cultural con una ceja alzada. Entreabrió los labios para hablar.- Anda, quítate la ropa…
- ¿…? –el chico frunció la boca, inocente, y se quitó las gafas para dejarlas a un lado ¿cómo iba a limpiarlas ahora si no traía el pañuelo…?
- Ah… no seas terco, que te desvist… -
- ¿QUÉ? –retrocedió sorprendido, totalmente descolocado. Fue entonces cuando el más alto notó lo mal que sonó la orden dicha. Y más considerando los asuntos entre Soubi y Ritsuka.
- Estás todo mojado; puedes pasar al baño y cambiarte… -suspiró con toda serenidad, arreglando el malentendido.
- N-no, gracias. Tengo que irme a la escuela. –titubeó.
- No, tú no saldrás de aquí así… -
- Sí, tengo que ir al colegio.
- No, no irás.
- Lo haré.
- Que no…
- …
Kyo soltó un suspiro, al mismo tiempo que el más joven. ¿Por qué se preocupaba? Se acercó y le revolvió el cabello friccionándolo con la toalla, despacio, con intención de secarlo. Y se quedó viéndole a los ojos con una expresión de interrogatorio…
- Si Soubi no está aquí debo irme ya. Necesito ver a Ritsuka porque es un irresponsable. No entenderá nada. Nos dividieron en grupos de trabajo en la escuela, y necesito su parte para presentarla hoy porque sino la maestra va a enfadarse, además los deberes son importantes y me tardé mucho en encontrar información sobre Borodin, ya sabe lo antiguo y recóndito que es ese músico… lo más recóndito que encontré de él fue que era hijo de Luka Stepanovich Gedianishvili… -suspiró, cansado- Ritsuka quedó en conseguir el archivo de audio, pero no sé que sucede que… -balbuceó apenas, como hablando para sí. Era extraño preocupar así a alguien, y que el mismo se hiciera cargo de… secarle el cabello.
- Tu boca se ve graciosa al decir eso del '—nishvili'… -sonrió divertido.
- ¿Gedianishvili?
- Sí, eso… -
- ¿Cómo es que la pongo…? –le vio confundido, y frunció el ceño.
- Así… -Kio frunció la boca de una manera muy cómica, pero a la vez dulce.
- Gedianishvili… -murmuró de nuevo Yayoi, haciendo el mismo gesto de su compañero recién conocido. Se tapó la boca con una mano y desvió la mirada: se había avergonzado un poco.
- Washiashvili… -repitió fallidamente el de cabellos más claros, esbozando una sonrisa complacida. Y Yayoi lo intentó una y otra vez, con esmero, acabando ambos muertos de la risa... pero el menor no atinó más que a tomar las gafas que antes había dejado y jugar con ellas, algo incómodo.
¿Desde cuando que tomaba confianza tan rápido con un perfecto desconocido…? Bah, sólo era un niño. ¿Qué iba a pasar de malo si le sonreía por unos momentos a un niño…?
- Mnh… -se separó de él con lentitud, levantándose del sillón y lo dejó solo en la salita. Caminó a la cocina y en unos minutos volvió con una taza humeante con aroma a chocolates…- Toma. –sentenció, tendiéndosela, y el más pequeño la aceptó curioso.
- Ugh… muchas gracias. No debería preocuparse por alguien que no conoce.
- Denotas buenas intenciones… -rió malicioso y dio una mirada vaga hacia su cuadro. –No me vas a asaltar ni mucho menos ¿verdad? –susurró burlón, inclinándose levemente ante él.
- Qué extraño… -pensó en voz alta, en un murmullo. Tembló al sentir el vapor chocolateado hurgando en la punta de su nariz y acariciando sus mejillas.
- No chistes y ve a cambiarte. –apuntó un armario- De ahí sacas la ropa que quieras, y eres libre de tomar lo que quieras, también… -ofreció y soltó una risita vaga- Pero no te metas con mis pinturas.
- Hai… -acató, asintiendo con letargo. No se animaba a beber aún, ni a hacer preguntas. Sintió un escalofrío recorrer su espalda, y se inclinó agradeciendo, con la mirada azul perdida en el contenido marrón de la taza. El pintor llevó sus manos a los bolsillos, se encogió de hombros y tiró el café que se había enfriado. Caminó hasta su pintura y frunció el sobrecejo: había algo en ella que definitivamente no le agradaba. El estudiante seguía plantado en medio de la alfombra, tranquilo, ido, empapado, cubierto por la toalla, temblando, llevándose a la boca el chocolate líquido.
- Y… ¿cómo te llamas? –preguntó el primero, interrumpiendo su autocrítica.
- Yayoi Shioiri… -balbuceó apenas, casi en un suspiro. No debería estar ahí en ese momento: tenía que buscar a Ritsuka. Pero los deberes de ese tipo se le iban tan rápido de la cabeza… las distracciones eran demasiadas, y las ideas volátiles.
- Bueh… yo me llamo Kio Kaidou, por si te interesa –sonrió, no podía comprender cómo un chico de su edad podía estar tan absorto en sus pensamientos -"Qué distraído…" -pensó.
Pasaron un par de minutos, y como que no quería la cosa, Kio murmuró:
- No pretenderás que te desvista yo. Vas a enfermarte…
- Mmmnnnhhh… -Yayoi se quedó pensativo, con la taza entre las manos. Cuando acató lo dictado, abrió los ojos de par en par. - ¡OYE! –se alejó unos pasos más y le vio, con los labios apretados, con la típica actitud de niño amurrado. Kio sólo soltó una alegre carcajada –sumada a todas las risas en tan pocos minutos- y se quedó viéndole.
- Cálmate, no soy como… Soubi… -alcanzó a decir entre risas.
- Mnh… mejor así, ese tipo es bien extraño –opinó Yayoi dirigiendo la mirada al techo. Luego se tapó la boca, denotando culpabilidad. Tal vez Soubi era su amigo…
- Créeme que sí… -susurró Kio, muy bajito, y ladeó la cabeza para arreglar uno de los tantos pendientes de plata que llevaba en una de sus orejas. Suspiró y balbuceó algo incomprensible.
Luego de un trance de miradas y risitas reprimidas que hacían alusión al ya tan conocido Soubi, Yayoi saltó al ver el reloj…
- ¡LLEGARÉ TARDE A LA ESCUELA! –lloriqueó, inclinándose para cerrar su cabello lo más rápido posible.
- No irás –sentenció el de cabellos claros.- Y lo mejor de todo es que no tienes que agradecérmelo –esbozó una sonrisa, alzando las cejas con elegancia.
- ¿Uh…?
- Eres muy despistado ¿eh? Como sea, no creo que te agrade ir a ese lugar… -le sacó la lengua y le robó un sorbo a la dichosa taza de chocolate caliente.
- ¡Claro que me gusta! –le brillaron los ojos- ¡Además estará Yuiko-san esperándome!
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Cualquiera podrá decir que el motivo fue falto de ganas, y podrían tenerse muchas excusas teniendo en cuenta que jamás supe quién demonios era Luka Stepanovich Gedianishvili, pero la vida es inexplicable a veces. Yo no me esfuerzo por entenderla… me esfuerzo por cranear sandeces aún más incautas que las que él decía, a mil palabras por segundo.
Ya sé que no soy bueno escribiendo, pero ténganme paciencia.
Esto merece la lentitud impuesta. Yo merezco atención, y una caja de óleos nuevos.
