Disclaimer: Los personajes, lugares y hechizos, son propiedad de J.K Rowling, a menos de que se especifique lo contrario. No hay retribución monetaria con la traducción y publicación de esta historia.

Traducción autorizada de A Forward Path por umbrellaless22 en AO3


CAPÍTULO XLII


Harry pasó por delante de la directora y de los profesores que estaban en la puerta, dejándolos para atender a los niños y a Wilma Brown. Draco estaba inconsciente en sus brazos, con la cabeza y los brazos destrozados colgando de forma antinatural.

Clark estaba agazapado frente a la entrada del vestíbulo y jadeó cuando vio a Harry con el cuerpo de Draco.

—Se pondrá bien —dijo Harry, brevemente—, sólo está inconsciente. Madame Pomfrey lo curará enseguida —esperaba estar en lo cierto—. Ve a ver a Hiram —le indicó Harry, moviendo la cabeza hacia el vestíbulo—, creo que le vendría bien un amigo.

Clark asintió brevemente y salió corriendo.


—Parece un hechizo de rotura de huesos —dijo Madame Pomfrey, de pie y con gesto adusto sobre el cuerpo de Draco—. Es un hechizo desagradable y arcaico. Requiere una inmensa cantidad de rencor.

—Le sobraba rencor. —replicó Harry, sombríamente.

La enfermera utilizó un preciso hechizo de cizallamiento a lo largo de los lados de la capa y la camisa de Draco, cortando la tela para poder quitársela sin que ella tuviera que reacomodar sus miembros.

Harry sintió que su visión se hacía borrosa al concentrarse en las manos distorsionadas de Draco. Estaba sudando.

—Toma asiento, Potter —insistió Madame Pomfrey—, no me sirves de nada inconsciente.

— ¿Puede arreglarlo? —carraspeó Harry, cayendo pesadamente en una silla y extendiendo la mano, pero sin tocar, a Draco.

— ¿Puedo curar huesos rotos en un colegio lleno de jóvenes brujas y magos imprudentes? —reprendió ella— Sinceramente, señor Potter, ¿qué piensas de mí? No te preocupes, lo pondremos en orden.

Su confianza era tranquilizadora y Harry asintió. Bien, eso era bueno.

— ¿Puede enseñarme cómo? —se oyó preguntar en voz baja y desesperada— ¿Puedo ayudar? Por favor.

Ella le dirigió una mirada escrutadora y luego asintió secamente.

—Muy bien, lo haremos juntos. Toma su mano.

Harry lo hizo, estremeciéndose visceralmente por lo incorrecto de la posición del rubio. La forma en que los huesos parecían deslizarse donde deberían ser sólidos.

—El Encantamiento de los Huesos Rotos funciona en dirección, desde el distal -que es el más alejado del centro del cuerpo- hasta el proximal, haciendo una fractura limpia en cada hueso a medida que avanza. Comienza con su dedo más pequeño, Harry. La punta de él, que se llama la falange distal. Sujétalo entre el pulgar y el índice y coloca tu varita a lo largo de su piel y envía tu magia, puede que te ayude cerrar los ojos al principio. Fíjate si puedes encontrar el pliegue, lo sientes más oscuro, fuera de lugar.

Harry estaba dudoso, pero siguió las instrucciones, cerrando los ojos y concentrándose en el esbelto hueso bajo la almohadilla de la huella de Draco. Era como si su magia estuviera escaneando a lo largo de él, milímetro a milímetro, de distal a proximal, como dijo Madame Pomfrey. Y de repente, sintió que se hundía, como un bache invisible en una carretera recién pavimentada.

— ¡Ahí! —gritó— ¡Lo he encontrado!

—Bien hecho, señor Potter —le felicitó Madame Pomfrey—, ahora el hechizo que nos conviene es "Epidiorthóste ostó". Hazlo y desliza tu varita por la fisura, calmándola.

Las vocales se sentían inusuales y torpes en la lengua de Harry.

—Eso no es latín, ¿verdad? —preguntó, sorprendido.

—Griego, y probablemente un poco de griego improvisado. La colocación de huesos es una tradición prehistórica, al igual que muchas de las artes curativas. No es que los griegos fueran los primeros, pero ya sabes que a los británicos nos encantan los clásicos. Hay hechizos en latín, por supuesto, pero son sólo paños de agua fría. ¿Por qué desviarse de Hipócrates hasta que sea necesario?

Harry no tenía una buena respuesta para eso, así que se limitó a practicar el hechizo en voz alta varias veces hasta que se sintió cómodo con él, y luego lo probó. Sintió que la grieta en la punta del dedo de Draco se llenaba y desaparecía.

— ¡Lo hice! —se maravilló— Quiero decir, creo que lo hice.

—Lo hiciste —le aseguró ella—, haz lo mismo con el resto de las falanges distales y luego con las medias, proximales y los metacarpianos —ilustró las zonas a las que se refería, señalando los dedos de Draco con su varita, justo después de la unión de cada articulación y dentro de su mano—. Tendrás que dejarme la muñeca, hay demasiados huesos pequeños y son difíciles de visualizar si no conoces la anatomía, pero avísame cuando hayas terminado y podrás hacer los huesos largos de su brazo.

Harry trabajó tenazmente a lo largo de la mano rota de Draco, sintiendo un gran alivio por poder ayudar en esto. Madame Pomfrey había completado todo el otro lado de Draco antes de que Harry terminara su mano.

—Lo siento —dijo—. Usted es más rápida.

—Eso veo —comentó ella—, pero tú estás haciendo un buen trabajo.

Harry terminó el último metacarpiano y se apartó para dejar que la enfermera trabajara en la muñeca de Draco. Luego le mostró el cúbito, el radio, los epicóndilos y el húmero. Y entonces terminaron. Draco estaba curado.

—Gracias —murmuró Harry—, por dejarme... hacer eso.

—Es una bendición ser útil, siempre lo he sentido —dijo Madame Pomfrey—. Ayuda a calmar el pánico cuando tienes algo que puedes hacer.

Harry asintió.

—Draco quiere ser un sanador —se encontró diciendo—. Creo que quiere acabar con esa sensación de impotencia.

Ella le apretó el hombro.

—Sospecho que eso es cierto para muchos de ustedes, querido.

— ¿Podemos despertarlo? —preguntó Harry— ¿Ahora que no tendrá tanto dolor? Acabo de usar un hechizo de aturdimiento -él me lo pidió-. Intenté que fuera suave.

—Creo que eso estaría bien —aceptó Madame Pomfrey— ¡Rennervate! —lanzó.

Las pestañas rubias de Draco se agitaron y abrió los ojos. Miró por su pecho desnudo hacia sus brazos, y movió los dedos.

—Oh, gracias, joder —suspiró, y luego, al ver a Madame Pomfrey—. Lo siento.

— ¿Cómo te sientes? —preguntó ella.

—Mejor de lo que estaba, gracias. —respondió él.

—Esa fue una gran maldición, señor Malfoy, preferiría no volver a verte por aquí —Madame Pomfrey suspiró, con una expresión más suave que la habitual—. Pero no es necesario que te quedes en la enfermería, si por lo demás está bien. No obstante, vigila tu mano izquierda, ya que fue la primera vez que Potter intentó curarla. No preveo problemas, pero ve con cuidado.

Draco giró la cabeza y sus ojos encontraron los de Harry.

— ¿Ayudaste?

Harry se encogió de hombros, tímidamente.

—Se sentía mejor que no hacer nada.

—Difícilmente pienses que aturdir a la señora Brown y rescatar a todo un grupo de primeros años no es nada, Potter —contradijo Draco—, pero si te sientes obligado, repara mi ropa para que no tenga que salir de aquí medio desnudo, ¿quieres?


Harry se apresuró a ducharse, necesitando deshacerse del sudor seco de la noche antes de colarse en la cama de Draco. No era tan temprano como esperaba; se había quedado atrapado en la sala común para poner al día a los octavos años sobre los acontecimientos de la noche. Después de eso también tuvo que esperar para que todos en el dormitorio se durmieran. La espera fue demasiado larga.

Finalmente, sin embargo, estaban juntos. Draco no estaba leyendo como de costumbre. Estaba tumbado de espaldas, mirando el dosel. Harry estaba tumbado a su lado, y la mano de Draco buscó la suya. Harry sostuvo con ternura los dígitos recién curados. No podía quitarse de la cabeza la visión de Draco arrodillado en el gran salón, con esa oscuridad. Encendió su varita. Draco se pasó un antebrazo por los ojos

— ¿Está bien, Potter? —murmuró Draco.

Harry se quitó las gafas y las guardó antes de rodar y enterrar su cara en el estómago de Draco. Empujó la camisa de Draco, apartándolo, quería estar piel con piel. Malfoy se despojó de la prenda y comenzó a acariciar el cabello de Harry.

—Eso no me ha gustado —admitió Harry. Se sentía culpable. Debería estar consolando a Draco ahora mismo y no al revés—. Lo siento —susurró, girando la cabeza para que su mejilla descansara sobre el vientre de Draco—. ¿Estás bien? Merlín, eso debe haber sido horrible.

—Creo que estoy bien —dijo Draco, con el brazo todavía colgando sobre sus ojos—, me dolió mucho, más que un Crucio, tal vez. O al menos fue diferente, más lento y preciso, más temor por lo que pasaría después en lugar de simplemente un dolor que lo consumía todo. Pero sabía que venía, sabía que sólo tenía que soportarlo un minuto. Y era bueno saber que lo estaba soportando por una razón, por una vez. Una razón más allá de la humillación mía o de mis padres. Que si lo soportaba, significaba que ella dejaría en paz a esos niños.

Harry besó la extensión de piel entre la cicatriz de Draco y su ombligo. Dibujó con el pulgar a lo largo de la parte inferior de su caja torácica. Subía y bajaba con cada respiración. Draco estaba cálido y vivo.

—Estoy bien, Harry. —prometió Draco.

—Es que es mucho, ¿no? —murmuró Harry— Saber que todos los que amamos van a morir y no sabemos si es pronto o falta mucho, o si será doloroso o pacífico. Y todos lo sabemos, pero seguimos pasando los días como si no fuera cierto, como si no estuviéramos todos esperando la muerte.

Draco siguió acariciando su pelo.

—Bienvenido a la condición humana, amor —se rio—, un poco de mierda, ¿no?

—Creo que veo el encanto de la piedra filosofal. Probablemente me haría sentir mejor saber que eres inmortal, sinceramente.

—Estoy seguro de que la inmortalidad es terriblemente aburrida. —le aseguró Draco.

Harry no lo sabía. Si pudiera envolver a Draco y a Ron y a Hermione y a todos los demás que le importaban en un hechizo mágico que los mantuviera a salvo, probablemente lo haría. Aunque fuera por razones egoístas, para no tener que sentirse así, rodeado de ecos. Sin saber nunca lo que podría haber sido. Por Sirius, por Lupin, por Tonks y Fred e incluso por Lavender Brown. Y por todos los demás. Se apagaron, y eso fue todo, eso fue todo lo que consiguieron. Y él se quedaba pensando en ellos cada vez que ponía un pie en Grimmauld Place, o veía a un golpeador golpear una bludger, o miraba fotos de Teddy. Se sentía enredado en ello, como un pez esos anillos de plástico de los anuncios medioambientales.

—Estoy cansado de llorar —dijo, después de un rato—, estoy cansado de recordar y volver a recordar a la gente que hemos perdido cada vez que hago algo. Pero también me siento como un imbécil por olvidarlo, pero aún peor cuando lo recuerdo. Quiero guardarlo, pero luego siento que les debo recordarlo, así que no debería hacerlo, aunque pudiera.

—Creo que a nadie le disgustaría que vivieras tu vida —reflexionó Draco—, excepto por la parte que me toca, supongo.

—No se puede vivir según los deseos de los fantasmas, supongo. —concedió Harry.

— ¿La gente que has perdido no ha cruzado? —preguntó Draco, sorprendido.

—No, lo siento, no. Me refiero a la idea muggle de los fantasmas.

—No parece importar cuántas veces lo expliquen Granger y tú, la concepción muggle de los fantasmas no tiene ningún maldito sentido.

Harry se rio.

—Es un poco complicado. No importa. Me alegro de que estés bien. Por favor, quédate bien, si puedes.

—La autopreservación está típicamente en mi naturaleza —le recordó Draco—, esta noche fue una excepción.

Harry sonrió, moviéndose hacia arriba para que su cara estuviera en el hueco entre el pecho y el cuello de Draco.

—Sigue así. —insistió.

Los brazos de Draco se cruzaron sobre su espalda y sus labios se apretaron contra el pelo de Harry.

—Tengo la intención de hacerlo. —dijo.


...


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