Disclaimer: Los personajes, lugares y hechizos, son propiedad de J.K Rowling, a menos de que se especifique lo contrario. No hay retribución monetaria con la traducción y publicación de esta historia.
Traducción autorizada de A Forward Path por umbrellaless22 en AO3
CAPÍTULO L
La mañana fue un torbellino de actividad: el desayuno y Hermione se acercó a darle a Harry un ejemplar de El Profeta. La carta de Harry estaba impresa en su totalidad bajo el ridículo titular de "Potter Pone El Dinero De Malfoy Donde Está Su Boca."
Una nota del editor seguía el texto, destacando el valor y la filantropía de Harry. Apenas mencionaba a los Malfoy, como si la obra de caridad hubiera sido una idea de Harry. Para ser justos, en realidad todo había sido de Hermione, y ella tampoco estaba recibiendo exactamente ningún crédito.
—Bueno, no es exactamente lo que esperábamos —dijo Harry—, pero al menos no los condenó por completo.
—Es prometedor —coincidió Hermione—, y estoy segura de que anoche nos vieron a todos, pasando un rato agradable. No querrán despreciarlo del todo si tantos de los que estuvimos en la refriega real lo aceptamos.
—Me siento... manipulador —suspiró Harry—, no me apetece que tengamos que inventar una historia tras otra como ésta.
—Te han obligado a ello. Si te trataran con decencia y te permitieran tu intimidad, no tendrías que hacer todo esto. Pero no lo hacen, así que tú lo haces. Aunque esperemos que sólo sea a corto plazo, Harry. Seguro que en algún momento encontrarán chismes más jugosos sobre otra persona.
—Tiering —llamó Draco desde el pasillo, llamando a la puerta de Clark—. ¿Has hecho la maleta?
—No es que haya deshecho las maletas, en primer lugar —refunfuñó Clark, saliendo al pasillo—. No ha sido precisamente una estancia larga. Oh, hola Hermione, ¿funcionó? ¿El plan?
—Sí, creo que sí. —respondió Hermione, saludando.
— ¡Quién se atreve a contaminar los inmaculados salones de mi casa ancestral! —gritó Walburga, haciéndolos saltar a todos.
Constance chilló con fuerza y se lanzó por el pasillo hacia la habitación de Harry y Draco.
— ¡Oh, por el amor de Dios! —gritó Harry.
— ¡MALDITOS! ¡MALDITOS! ¡MANCHANDO MI BUENA CASA!
—Cállate, Walburga —refunfuñó Harry—. Venga, vamos a llamar a un taxi. Gracias por venir Hermione, te lo debo, de verdad.
Hermione le besó la mejilla y se metió en las llamas verdes de la Red Flú.
— ¡Feliz Navidad, Clark! —gritó.
— ¡MI PROPIO SOBRINO ES UN TRAIDOR A LA SANGRE, UN CATAMITA! *
— ¿Qué es un catamita? —preguntó Clark, luego se sonrojó— Oh, espera, no importa. Lo entiendo.
—Hrm —murmuró Draco, disparando un maleficio congelante al retrato. No tuvo ningún efecto.
—Qué maldito zoológico. —murmuró Harry mientras esperaban un taxi.
— ¿Por qué no usamos la magia? —preguntó Clark.
—No voy a Aparecerte en una calle muggle muy transitada a plena luz del día —afirmó Harry—. Y no quiero Aparecerme directamente en tu sala de estar y darle un ataque al corazón a tu pobre madre.
—Bien. —suspiró Clark.
— ¿Tienes todo? —preguntó Harry— ¿Tienes dinero?
—Malfoy ya me dio más galeones de los que podría gastar —Clark se sonrojó—. Deja de preocuparte.
— ¿Pero tienes libras?
—Estaré bien, Harry, de verdad.
Harry metió unos billetes en el bolsillo de Clark.
—Para el taxi —insistió—, para volver a la escuela. Y para que puedas comprarle a tu hermano un regalo de Navidad. Y tu madre... habrá perdido el trabajo, puede que necesite ayuda con la compra.
Clark negó con la cabeza, como irritado, pero no lo rechazó de plano.
— ¿Y nos avisarás si necesitas algo? —reiteró Harry por la que probablemente era la vigésima vez esa mañana.
—Sí —suspiró Clark—, les avisaré si necesito algo.
—Debería haberte comprado un móvil. —murmuró Harry.
— ¡No necesito un móvil durante dos malditas semanas! —Clark replicó— Además, entonces habrías tenido que conseguir un móvil también. Y serían totalmente inútiles una vez que volviéramos a la escuela. Voy a estar bien, Harry, lo prometo. ¿Quieres calmarte, ahora, por favor?
Antes de que Harry pudiera responder, el taxi se detuvo y Draco lo fulminó con la mirada. Tenía resaca de la noche en el pub, y no le hacía ninguna gracia otro viaje en coche.
—No tienes que venir con nosotros, amor —le recordó Harry, pero Draco levantó la barbilla con obstinación y Harry desistió, cargando el baúl de Clark en el maletero.
Clark acomodó sus largas extremidades en el asiento central del taxi, la jaula de Pájaro Hiram en su regazo, Harry y Draco flanqueándolo.
—Mira por la ventanilla —le indicó Harry a Draco—, te ayudará.
Draco vomitó en un callejón junto a la vivienda de Clark.
Harry estaba a punto de ofrecer algo de simpatía, pero el ceño fruncido de Draco dejó claro que eso no sería apreciado, así que en su lugar se ocupó de encoger el baúl de Clark para evitar que tuvieran que subirlo por tres tramos de escaleras.
—Vamos.
—No necesito acompañantes. —dijo Clark.
—Sí los necesitas si quieres que tu baúl vuelva a tener el tamaño normal —señaló Harry—. Además, me gustaría asegurarme de que entras bien. Por si acaso. Si te parece bien.
Clark se encogió de hombros y entraron en el edificio subiendo las escaleras, Draco iba detrás. El chico llamó primero y luego usó su llave para entrar. Para alivio de Harry, las luces estaban encendidas.
—Clark, amor, ¿eres tú? —la voz era familiar, ya que Harry la había oído muchas veces en los recuerdos del chico.
Al asomarse por la puerta, Harry vio a una mujer de aspecto cansado con vaqueros y una camiseta sencilla.
—Hola, mamá. —dijo Clark en voz baja, colocando la jaula de Hiram junto a la puerta.
—Oh, amor —se adelantó ella y entonces Clark cayó en sus brazos, abrazándola con fuerza. Ella le besó la cabeza—. Lo siento mucho. Perdí la cuenta de los días y me fui, y-
—Está bien, mamá, no te preocupes. Me alegro de que estés bien —se separó del abrazo y señaló hacia los otros dos—. Estos son mis, eh, estos son algunos tipos con los que voy a la escuela. Este es Harry y ese es Draco. Me he quedado en casa de Harry en Islington los últimos días. Esta es mi madre, Crystal.
La mujer se adelantó, con una expresión cálida. Estrechó las manos de ambos.
—Muchas gracias por cuidar de Clark —dijo seriamente—, deben pensar que soy una madre horrible...
—Mamá. —advirtió Clark.
—Por supuesto que no —le aseguró Harry—. A todo el mundo se le cruzan los cables. Yo estaba más que feliz de tenerlo.
Ella les dedicó una sonrisa nerviosa. Era más joven de lo que Harry creía, quizá sólo treinta años, pero con profundas ojeras. Llevaba el pelo castaño claro recogido en una coleta alta, cuyos mechones caían fuera de su sitio alrededor del cuello y las orejas. Un niño pequeño apareció en el pasillo y, al ver a Clark, corrió hacia él.
—Hola, Jared. —murmuró Clark, cogiendo al niño de pelo dorado y dándole un beso en la mejilla.
—Claro —dijo Harry—. Oh, tu baúl.
Clark dejó a su hermano en el suelo, quien se acercó directamente a examinar al pájaro Hiram, y sacó su baúl del bolsillo de su nueva chaqueta.
Draco se lo agrandó, haciendo que Crystal Tiering se sobresaltara.
Harry se quedó un momento incómodo en la puerta.
—Por el amor de Merlín —dijo Draco en voz baja, rodeando a Harry con despreocupación y abrazando a Clark—. Envía tu lechuza si necesitas algo —le indicó—, y nos veremos en el nuevo año.
Clark le devolvió el abrazo y luego abrazó también a Harry.
—Feliz Navidad. —dijo Harry a la madre de Clark, y luego se fueron, con las pisadas crujiendo contra los viejos suelos.
—Vamos al callejón y nos Aparecemos en casa —le dijo Draco mientras bajaban las escaleras—, luego me echaré una siesta. Después, no pienso hacer otra cosa que comer, dormir y follar durante dos días seguidos, ¿entendido? Por algo no tengo prisa por tener hijos.
El día decisivo llegó mucho antes de lo que Harry se sentía preparado.
Se despertó tan nervioso como antes de su primer partido de Quidditch, cuando tenía la edad de Clark. Draco tuvo que obligarlo a comer un par de tiras de tocino y una tostada.
—Necesitas combustible, Potter —le recordó—. No será muy impresionante si estás demasiado débil para mantenerte a horcajadas en tu escoba.
Harry hizo lo que se le dijo y luego se equipó.
—Se te está poniendo el pelo largo —comentó Draco, jugueteando con el flequillo que caía sobre la frente de Harry—, ¿quieres que te lo recoja?
—No tan largo como el tuyo —respondió Harry. El de Draco caía ahora casi hasta la barbilla, con una cuidada raya lateral y un voluminoso y liso mechón de pelo que le enmarcaba la cara. Harry pensó que se veía bastante elegante, aunque estaba bastante seguro de que Draco usaba algo para que no quedara demasiado plano. Draco tenía un montón de tinturas y ungüentos de aseo que Harry no reconocía, la verdad. Se había dado cuenta de que estaban alineados en el lavabo de su baño compartido—. Y no, está bien, yo... no me gusta sentir que estoy anunciando lo que soy.
Malfoy lo estudió pensativo.
—Todo el mundo ya sabe quién eres —dijo—, no deberías sentir que tienes que ocultar tu cicatriz para comodidad de los demás.
—Es que siempre lo he hecho —dijo Harry—. Desde que era un niño. Mi tía odiaba verla.
El rostro de Draco se contorsionó con desaprobación, pero se limitó a besarlo, primero en la frente y luego en la boca.
—Te ves muy en forma todo arreglado —observó Draco—, me gusta bastante la idea de que vayas de azul y negro. ¿Cómo te sientes?
—Como si fuera a enfermar. —confesó Harry.
—No lo harás —declaró Draco—. Estarás brillante. Me alegro muchísimo por ti, espero que lo sepas.
— ¿Sí?
—Mm —confirmó Draco— Mi novio: salvador, filántropo, atleta. Deseado por todos, en mi cama cada noche. Puedo vivir con eso bastante cómodamente.
Harry se rio.
—Contigo todo es cuestión de estatus.
—Bastante —asintió Draco, imperiosamente, besándolo por última vez—. Ahora vete. Recuerda, diezma a la competencia para que puedas mantenerme con las joyas y las pieles que me merezco.
...
* Un catamita era el compañero joven, preadolescente o adolescente, en una relación de pederastia entre dos varones en la antigüedad, especialmente en la antigua Roma. Generalmente hace referencia al joven amante homosexual que cumple la función pasiva, o sea quien es penetrado analmente.
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