Disclaimer: Los personajes, lugares y hechizos, son propiedad de J.K Rowling, a menos de que se especifique lo contrario. No hay retribución monetaria con la traducción y publicación de esta historia.
Traducción autorizada de A Forward Path por umbrellaless22 en AO3
CAPÍTULO LIV
La Nochebuena en La Madriguera hizo que Harry se sintiera más niño que en Privet Drive. A esa sensación contribuía la falta de sofás y sillas en el salón, que dejaba a Harry, Ron, Hermione y Ginny sentados con las piernas cruzadas en el suelo. Todos llevaban puestos sus nuevos jerseys navideños y se apiñaban cerca del árbol de Navidad, decorado con proyectos de manualidades de niños ya muy grandes, chucherías coloridas y velas flameantes sin calor. Los regalos se desparramaban en un desordenado desorden y Fleur tocaba una melodía festiva en un violín. Incluso Constance parecía estar adormecida por la complacencia, acurrucada sobre un gran reloj. Era tarde y todos estaban saciados de galletas, ponche de huevo y chocolate caleinte.
El ambiente de tranquilidad fue aún más chocante cuando se oyó un fuerte y repentino crack y Draco Malfoy apareció en la escasa extensión de alfombra que había entre Harry y el árbol de Navidad, inconsciente y con sólo los pantalones puestos. Su cara, según registró Harry en el momento de silencio que se produjo, estaba mojada por las lágrimas y los músculos desnudos de sus brazos se movían como si intentara luchar.
Fue Bill quien reaccionó primero, pero antes de que el Desmaius hubiera salido de su boca, Harry erigió un Protego Duo alrededor de Draco y se puso en pie de un salto. La sala de estar era un caos: la mitad de los Weasley tenían sus varitas apuntando a la brillante y translúcida cúpula verde gelatinosa que se tambaleaba sobre el cuerpo de Draco. Ginny, Hermione y Ron tenían las palmas de las manos levantadas, gritando "esperen", "está bien" y "no". Los Granger se encogieron en un sillón con aspecto alarmado.
—Potter —la voz de George era fría como el acero y no quitaba los ojos de Malfoy—. ¿Te importa explicar por qué proteges al mortífago semidesnudo que ha aterrizado en nuestro salón?
Antes de que Harry pudiera encontrar la saliva necesaria para hablar, Draco se despertó.
— ¿Harry? —dijo, sonando desconcertado. Observó el panorama detenidamente— Oh. Mierda.
—Oh, mierda es cierto —siseó George—. ¿Qué demonios crees que estás haciendo aquí? Habla, escoria.
Draco se puso en pie, limpiándose la cara apresuradamente. El hechizo de protección se transformó con su movimiento, envolviéndolo en un capullo verde. Estaba temblando de adrenalina y no tenía su varita. Observó los rostros furiosos a la luz de las velas, cruzando los brazos a la defensiva sobre su abdomen lleno de cicatrices.
—Ha sido un sueño. —murmuró.
—Habla. —insistió Percy, que tenía la cara roja y casi vibraba de indignación.
—Estaba teniendo un sueño —repitió Draco, y Merlín si no podía deshacerse del todo de ese esnobismo. Harry apretó los dientes. Malfoy ciertamente no se estaba haciendo ningún favor—. Mi mejor suposición es que lancé un hechizo mientras dormía. Me trajo aquí.
—Nuestras guardias de apariciones no dejarían entrar a cerdos como tú, aunque supieras visualizar nuestro salón, que es otra cosa que me gustaría saber. —escupió George.
—No fue sólo un hechizo de aparición. —refunfuñó Draco.
— ¿Entonces qué fue? Te juro, Malfoy, que si no empiezas a explicarte-
—Salvus Securus. —era la voz de Hermione. Su expresión era sombría con una nota de asombro.
— ¿Qué es eso? —exigió George.
—Lleva a la persona a un lugar seguro en momentos de peligro —Fleur explicó—. El pobre chico debe haber tenido una pesadilla, ¿no?
—Una casa llena de miembros de la Orden no es un lugar seguro para un mortífago. —consideró Bill.
—No creo que sea tanto la Madriguera lo que le ha traído aquí como Harry. Lo siento, amigo, creo que se acabó la fiesta. —dijo Ron.
Harry se mordió el labio y asintió. Se preguntó si no preferiría volver a enfrentarse a Voldemort que a esto. Al menos le importaba un carajo decepcionar a Voldemort.
—Estamos juntos —dijo Harry en voz baja, escudriñando el conjunto de caras desencajadas—, Draco y yo. Lo siento. Debería habérselos dicho. Es que no quería perder... todo esto —hizo un gesto hacia el árbol de Navidad, el conjunto de pelirrojos, las bandejas de tartas. Tragó con fuerza. No había que parpadear las lágrimas, simplemente salieron, desbordadas—. Déjenme ir a buscar mis cosas y nos iremos. Sólo... no le hagan daño, ¿de acuerdo? —lanzó una mirada significativa y suplicante a Hermione y salió de la habitación, con su Protego cayendo al salir.
Harry se dirigió a la habitación que compartía con Ron, George y Percy y echó sus pocas cosas en la maleta. Cogió la engorrosa jaula de Constance, así como su cepillo de dientes del baño, y se dirigió a las escaleras. A mitad de camino se topó con George, quien lo empujó contra la barandilla. Le agarró el cuello del jersey y Harry esperaba que un puño conectara con su cabeza en cualquier momento.
—Estás muerto, Potter. —gruñó George.
—Basta, hijo. —era la voz tranquila y clara de Arthur Weasley. Los observaba con tristeza desde el pie de la escalera.
George golpeó a Harry contra la barandilla una vez más y luego lo soltó, desapareciendo por las escaleras. Harry cerró los ojos y exhaló. Pasó junto a Arthur, con la cabeza gacha, incapaz de mirarlo a los ojos.
Harry se sintió inicialmente confundido cuando volvió a entrar en el salón. Draco estaba de pie entre Ron y Hermione. Draco parecía llevar el jersey demasiado grande de Ron, con una R dorada tejida con orgullo en el pecho. Sus pálidas y delgadas piernas y sus pies descalzos brillaban a la luz del árbol y sostenía la taza de cacao de Hermione.
— ¿Qué...? —fue todo lo que Harry pudo conseguir.
Las manos de Arthur Weasley se posaron en los hombros de Harry desde atrás, dándole un ligero apretón.
Bill y Percy tenían los brazos cruzados a juego, y lo miraban expectantes. La señora Weasley estaba llorando, quizás más fuerte que el propio Harry. Los Granger seguían con la mirada completamente desconcertada.
—Lo siento. —dijo Harry de nuevo, totalmente perdido.
—Salvus Securus es un hechizo muy particular, Harry —comentó Charlie, casi conversando—, requiere que el que lo lance tenga un deseo muy ferviente y un sentido muy claro de la seguridad. Todo esto dice que el lugar donde el subconsciente de Draco Malfoy se siente más seguro es contigo.
Harry se encogió de hombros, las manos del señor Weasley seguían sobre sus hombros.
—Él sabe que lo mantendría a salvo. —respondió, con la voz baja.
— ¿A pesar de todo lo que ha hecho? —cuestionó Percy.
Los ojos de Harry se dirigieron a él.
—Espero que sepas un par de cosas sobre segundas oportunidades, Percy.
Percy parecía entre acobardado e iracundo.
Nadie dijo nada. Harry se alejó de la calidez y el confort de las manos de Arthur, silbándole a Constance.
La absurda y exasperantemente inútil ave no hizo ningún movimiento hacia su jaula. Antes bien recogió sus alas y retrocedió.
—Vamos, Constance —suplicó Harry—. Tenemos que irnos.
—No es así —fue Molly Weasley quien habló esta vez, con la voz quebrada—. Harry, esta es tu casa, no tienes que irte.
—No puedo hacerle elegir entre su familia y yo, señora Weasley —dijo Harry—, no lo haría.
—Tú eres de la familia —insistió ella, más firme esta vez—. No se elige entre la familia y la familia. Encuentras la manera.
Harry sintió que una nueva tanda de lágrimas se agolpaba en sus ojos.
—No voy a renunciar a él.
—No te lo pedimos —dijo la señora Weasley—. Tienes razón. Esta familia cree en las segundas oportunidades. Y creemos en ti. Y si este chico es el que has elegido para estar con él, entonces nos gustaría tener la oportunidad de conocerlo, de verlo como tú —se secó los ojos con una esquina de su siempre presente delantal—. Tal vez no esta noche, ya que es tarde y todos hemos tenido un pequeño shock, y estoy segura de que la madre de Draco no querrá despertarse para encontrarlo desaparecido en la mañana de Navidad, pero pronto. El día de Año Nuevo. Tendremos una buena comida todos juntos, un nuevo comienzo en un día destinado a nuevos comienzos, ¿qué te parece?
Harry llevó a Draco al jardín, a un lugar donde pudieran tener un minuto a solas. Le había prestado a Malfoy unos pantalones, calcetines y zapatos. Le quedaban grandes, y se veía más delgado y frágil que de costumbre con ellos puestos.
— ¿Estás bien? —susurró Harry. Draco no respondió. Miró al oscuro cielo de diciembre. Harry tomó el pálido rostro entre sus manos— Cariño —insistió Harry—, está bien. Estamos bien.
Draco cerró los ojos, sus manos se levantaron para cubrir las muñecas de Harry.
—Lo siento —murmuró—. Merlín, Potter, no puedo creer que haya hecho tanto lío.
—No lo hiciste —replicó Harry—. Nunca iba a ser fácil, y casi me siento aliviado de que haya salido a la luz. Los Weasley significan para mí más que cualquier otra persona viva, aparte de ti y Hermione. Me estaba carcomiendo el hecho de que no lo supieran. Y ahora lo saben. Y no me han repudiado y no te han matado, eso es lo mejor, de verdad.
Draco esbozó una mínima sonrisa.
—Siempre optimista.
— ¿De qué trataba tu sueño? —preguntó Harry— Debió ser bastante terrible para ti lanzar un hechizo tan poderoso mientras no estabas consciente.
—No pensé que sería tan difícil, estando en casa —Draco respondió, después de un momento—. Viví allí este verano, pensé que había dejado de lado todos los malos recuerdos. Habíamos limpiado, redecorado. Mamá le dio sus propios toques a las cosas. Pensé que tal vez podría ser un hogar para mí todavía. Las pequeñas cosas, sin embargo, son difíciles de olvidar. Un montón de déjà vu. Pensé que sólo era eso.
Tragó saliva y continuó:
—Esta noche me fui a la cama temprano, sólo para evadirme, y soñé con ese día, ya sabes, cuando ustedes tres fueron atrapados por los secuestradores. Tu cara estaba tan desfigurada que dolía mirarla, pero aun así yo sabía que eras tú. Te reconocería en cualquier parte. Cuando me preguntaron si te conocía, fui a negarlo, pero no me salió. Esta vez no pude mentir. 'Es Harry Potter', dije, 'El Señor Tenebroso estará tan contento'. Todos estaban muy emocionados. Podía sentirlo irradiando de ellos, y todo lo que podía sentir era pavor, retorciéndose dentro de mí mientras te llevaban a él. Por fin estaba contento conmigo. Mi padre estaba a su lado; él también estaba feliz conmigo. Y la... recompensa por mi traición era conseguir estar allí mientras él, mientras él...
La voz de Draco se cortó en un sollozo y Harry rodeó con sus brazos al otro chico, acercándolo.
—No sé por qué hice eso, Harry —lloró Draco—, no quería hacerlo, sólo escuché las palabras que salían y me gritaba a mí mismo que me callara, pero no pude, sólo te ofrecí a él como un cordero de sacrificio. ¿Cómo pude hacer eso? Soy un maldito monstruo.
—Calla —le tranquilizó Harry—. No lo hiciste, no lo eres. Fue sólo un sueño, amor. Los sueños muestran exactamente la mierda que nos asusta. Pero eso no es lo que pasó, ¿recuerdas? Me protegiste, arriesgaste tu cuello por mí porque eso es lo que eres, aunque no siempre lo creas.
—Yo no haría eso —dijo Draco, casi frenético, como si no hubiera escuchado a Harry en absoluto. Agarró el jersey de Harry y lo miró—. Me crees, ¿verdad? Sé que soy un cobarde, pero prefiero morir a ver eso de nuevo, ver cómo te aleja de mí otra vez.
—Lo sé, cariño, lo sé. Y también sé que eso no es algo a lo que tengas que enfrentarte nunca. Está muerto y se ha ido y ya no tenemos que vivir en ese mundo. —dijo Harry, frotando la parte superior de los brazos de Draco. Vio movimiento en su periferia y miró hacia la casa. La esbelta figura de George les miraba desde su improvisado dormitorio. La ventana estaba abierta y el chico mayor tenía su varita apoyada en el alféizar de madera. Harry se preguntó si iba a hacerles daño. Se giró, de modo que Draco quedó protegido de George por la ancha espalda de Harry. Esperó a que cayera una maldición, pero nunca lo hizo. La ventana se cerró con un fuerte golpe.
Harry lo abrazó durante mucho tiempo. La luz de la luna se reflejaba en el pálido cabello de Draco. No estaban vestidos para el tiempo que hacía, y el frío parecía traer a Draco de vuelta a él, finalmente.
—Yo... creo que ya estoy bien —murmuró Draco, limpiándose la cara con la manga del jersey de Ron—. Bueno, humillado. Exhausto. Deseando estar en casa contigo en ese horrible dormitorio.
—Podemos ir allí si quieres.
—No, es Navidad y esta es tu familia. Deberías estar aquí.
—Si estás seguro —cedió Harry—, ¿eres capaz de aparecerte en casa, o quieres que te lleve?
—Estoy bien.
—Te quiero —le recordó Harry—, nada de lo que hagas despierto o dormido cambiará eso.
Draco apretó sus labios contra los de Harry, suavemente.
—Yo también te quiero.
— ¿Aún te apuntas a probar la Conexión Cordial? —Harry recordó el tonto experimento que habían soñado una de esas largas tardes en la cama unos días antes— ¿Mañana a medianoche?
—Y ni un segundo después —le indicó Draco—, no funcionará, si no.
—Soy consciente de ello.
—Necesitas un poco de empuje cuando se trata de pociones.
—Sí, gracias por eso.
—Hablaré contigo entonces. Feliz Navidad, cariño.
Otro beso, y luego Draco dio un paso atrás, y con un fuerte crack, se fue.
...
Mi corazón duele por Harry. La Madriguera, los Weasley son su lugar seguro, y ahora lo es también Draco :(
¡Gracias por leer!
