Disclaimer: Los personajes, lugares y hechizos, son propiedad de J.K Rowling, a menos de que se especifique lo contrario. No hay retribución monetaria con la traducción y publicación de esta historia.

Traducción autorizada de A Forward Path por umbrellaless22 en AO3


CAPÍTULO LXIII


Estimado Señor Potter

Gracias por asistir al día de prueba de las Flechas de Appleby y por su interés en nuestra organización. Muchos jugadores con talento competían por las vacantes seleccionadas y, lamentablemente, no podemos hacerle una oferta en este momento.

Le deseamos todo lo mejor en sus futuros esfuerzos.

Sable S. Skinkton,

Presidente, Flechas de Appleby

Harry leyó la nota por tercera vez y la arrugó en el bolsillo. La nota había llegado a través de Metatron aquella mañana y Harry sintió una profunda y ardiente vergüenza al saber que Raulo la había leído antes que él. Por lo menos, el rompe-maldiciones había tenido la decencia de reenviarla sin ningún tipo de papelería azul de las Flechas de Appleby, por lo que Harry había podido mantener la noticia para sí mismo, al menos por ahora. No es que hubiera tenido mucho éxito a la hora de ocultar sus emociones. Se enfadó con Ron por haberle pisado accidentalmente la parte posterior del pie de camino a Transfiguración y apenas había hablado con Draco. La profesora McGonagall había tenido que llamarlo tres veces sólo para llamar su atención.

Sabía que tendría que contarlo. Merlín, al final tendría que decírselo a todo el colegio. Otra decepción que añadir a la pila. Zerk dijo que era bueno para Harry decepcionar a sus compañeros si la alternativa era decepcionarse a sí mismo. Sin embargo, esto no era lo mismo que cuando se conoció la noticia de él y Draco.

Habían pasado dos semanas. El equipo de Quidditch de Draco sólo contaba con siete jugadores, pero su estrella, Viola McCracken, seguía asistiendo diligentemente a los entrenamientos y los Occamy ganaban partido tras partido. Se rumoreaba que el equipo de Ravenclaw le había ofrecido un puesto y que ella lo había rechazado en favor de la liga recreativa. Sólo Claire se había alejado del equipo de Harry, y éste sospechaba que podría poner una excusa para volver, por la forma en que siempre andaba por los terrenos durante los entrenamientos.

El alumnado parecía tomar la delantera a los de octavo año, que se habían unido a ellos de una forma que dejó a Harry realmente conmovido. Megan Jones estaba siendo ignorada por todas las chicas de Hufflepuff, excepto por unas pocas, y Harry no se atrevía a sentirse mal por ella. Por supuesto, había continuos susurros y miradas, pero nadie se atrevía a decir nada abiertamente, al menos no a él. Los chicos de octavo año seguían insistiendo en acompañarles a él y a Draco a todas partes y, sinceramente, a Harry le aliviaba saber que sus ojos protectores estaban sobre Draco cuando los suyos no podían estarlo.

Fiel a su estilo, El Profeta seguía sacando titulares extraños: Infiltración psíquica: ¿Es Potter una víctima de la legilimencia de Malfoy? Y Salvador silencioso: Potter se niega a comentar e incluso Una nueva hoja: ¿Ha cambiado realmente la familia Malfoy? Pero las cosas se sentían en gran medida como antes, con la ventaja añadida de poder tocar a Draco casualmente en los pasillos y rodearlo con un brazo por las tardes frente a la chimenea de la sala común. Malfoy estaba sorprendentemente dispuesto a recibir afecto en público, siempre que no fuera exagerado, y Harry saboreaba la nueva libertad. También dormía mejor, ahora que no tenía que escaparse a su propia cama por las mañanas.

Debería haber sabido que todo había sido demasiado fácil.

El rechazo arrugado en su bolsillo hizo que el agua helada corriera por sus arterias; vigorizante y vejatoria. La decepción fue humillante, pero también imprevista. Harry realmente, aunque sólo en privado, pensó que había tenido una oportunidad real. Tal vez se había dejado convencer por la oferta del mismo equipo, o bien la exuberancia de Ron y Seamus le había hecho confiar demasiado. Tal vez sus habilidades estaban más oxidadas de lo que creía; después de todo, había perdido un año y no había jugado un partido de verdad desde hacía más tiempo. Intentó decirse a sí mismo que otro jugador era más rápido o tenía más talento. No podía ser siempre notable, y no había asistido a ningún campamento de lujo como el de Olivier Rivers. Pero el momento era pésimo. Era difícil no preguntarse si la noticia había influido. ¿Simplemente habían decidido no contar con un jugador de tan alto perfil? Probablemente no valía la pena arriesgarse, sobre todo si El Profeta no había resuelto su juicio sobre él de una manera u otra. Por otra parte, tal vez eso era sólo él tratando de salvar su propio ego.

Sacudió la cabeza. Tenía que decírselo a Draco, pero no quería hacerlo. Temía que el otro chico se lo tomara demasiado a pecho, que el rechazo se interpusiera entre ellos. Era como si, de repente, el futuro que se había permitido imaginar le hubiera sido arrebatado y estuviera mirando el cañón de... ¿qué? Un año de entrenamiento, supuso, pero ¿tenía sentido? ¿Lo aceptaría algún equipo, especialmente cuando él y Draco vivieran en la misma dirección? ¿O tenía que empezar a buscar alguna otra profesión que le gustara? Había cosas peores que no tenerlo todo resuelto a los dieciocho años, supuso, pero seguía sintiendo un vacío donde antes había luz.

Ya era la hora de la cena, y Harry se había escabullido de sus guardaespaldas Neville y Terry Boot para escaparse a la sala común y poder, bueno, deprimirse, supuso.

Eso, aparentemente, no podía ser. No había oído los pasos, pero levantó la vista de donde estaba encorvado en un sofá para ver a Draco de pie junto a él, con las manos en la cadera y el ceño fruncido. Detrás de él estaban los rostros sonrojados e incómodos de Ernie MacMillan y Michael Corner. Evidentemente, habían tenido que apresurarse para seguir el ritmo del furioso Draco y no estaban muy contentos de estar presenciando ahora una pelea de pareja.

—Habla —exigió Draco—. Y más vale que sea bueno. Has sido un increíble imbécil todo el día, ¿y ahora te vas por tu cuenta? Si yo no me permito ese lujo, entonces tú ciertamente no.

—Bien —murmuró Harry—. Sólo... más tarde, ¿de acuerdo? —se volvió hacia MacMillan y Corner— Todo está bien —dijo—. Estamos muy seguros aquí. Ustedes dos pueden ir a terminar sus comidas. Disculpen las molestias.

— ¿Estás seguro, Harry? —inquirió Ernie, y Harry captó la momentánea mirada de sospecha que dirigió a Malfoy.

—Oh, de verdad —suspiró Harry—. Aprecio la preocupación, Ernie, pero no estoy en peligro, y menos de Draco. Sólo he recibido una mala noticia y necesito discutirla con él. A solas. Si te parece bien.

Harry vio que la expresión de Draco pasaba de la irritación a la preocupación mientras el Hufflepuff se sonrojaba más.

—Claro que sí, Potter —dijo Ernie—. Por supuesto. Lo siento… eh ven, Corner. Estaremos en el vestíbulo y nos aseguraremos de que todos los dejen tranquilos.

—Gracias, Ernie. —dijo Harry, mientras los dos se retiraban. Con la puerta bien cerrada tras ellos, Harry se frotó la cara con la palma de la mano, luego sacó la carta del bolsillo y se la pasó a Draco.

Observó al otro chico escudriñar la nota. El músculo de la mejilla de Draco se tensó y sus labios se aplanaron. Luego, sin dudarlo, arrojó el pergamino al fuego.

—Cobardes —anunció—. Cobardes e imbéciles. No saben lo que han hecho.

—Evitar una prensa de pesadilla, supongo —se encogió Harry—, o encontrar un buscador mejor.

—No han encontrado un buscador mejor —replicó Draco con pétrea certeza—. Se enteraron de mi existencia y les entró el pánico. Lo siento mucho, cariño. —se sentó en el sofá y Harry buscó su mano por costumbre. El pulgar de Draco recorrió la longitud de la suya, y Harry mantuvo los ojos en sus manos unidas.

—Eso no lo sabes —murmuró—. No dijeron nada en ese sentido.

—Porque no querían que llamaras a tu abogado.

—No tengo abogado.

—Oh, por favor —comentó Draco—. Cualquier abogado te pagaría por ser tu representante en una disputa civil.

—Hm —aceptó Harry sin entusiasmo. Se hundió más y apretó su cara contra el bíceps de Draco. El otro chico apartó el brazo, dejando que Harry cayera contra sus costillas en su lugar. La mano de Draco bajó al hombro de Harry, dándole un suave apretón.

—Lo siento —dijo de nuevo—. Merlín, sólo habríamos necesitado aguantar unas semanas más, entonces te habrían ofrecido una plaza y una vez firmada... bueno. No importa.

Estuvieron sentados en silencio durante un largo rato. Harry escuchando el crepitar del fuego y el medido latido del corazón de Draco. Una suave mano cardó el cabello de Harry, pero éste se sintió insensible al consuelo que le proporcionaba.

—No te culpo —murmuró Harry—. En caso de que estés pensando eso.

—Por supuesto que no lo haces, esto es por los agentes de publicidad de la sede de Appleby, no por mí. Soy el pináculo de la decencia, por una vez en mi vida.

—Lo sé. Sólo que no quiero que pienses que me estás fastidiando las cosas.

—Merlín, no me dejarás vivir sin una noche sensiblera de autocompasión indulgente e intoxicante, ¿mmh? —replicó Draco secamente, y luego añadió en un tono mucho más solemne— ¿Qué vas a hacer?

Harry emitió un silencioso gemido.

—No pensar en ello durante un rato, sospecho. Partir de ahí.


Harry no podía dormir. No podía deshacerse del frío escozor de la carta. La compasión de Hermione o la indignación de Ron cuando les había dado la noticia esa noche no habían hecho nada para alegrarle el ánimo. Y habría más de eso mañana, o cuando se anunciara la alineación oficial de las Flechas, desde todas las direcciones. Merlín, ¿en qué estaba pensando al contarle a todo el mundo lo de la oferta? Mejor haberlo mantenido en secreto, así no estaría sumido en esta horrible e incómoda vergüenza.

Draco se acurrucó más en la espalda de Harry, pero ni siquiera la presión tranquilizadora de sus cuerpos calmó los pensamientos deshilachados y perseverantes. Se incorporó.

— ¿Qué pasa? —refunfuñó Draco, despertado por el movimiento.

—Sólo voy a por agua —le dijo Harry—. Vuelve a dormir, cariño.


Harry se bebió un vaso lleno de la pequeña cocina de la sala común, pero seguía inquieto y no podía enfrentarse a un Malfoy dormido. Consultó su reloj. Las tres de la madrugada. No era probable que haya nadie deambulando por los pasillos, y realmente, ¿qué harían, expulsarlo? Estaba irritado y beligerante. Volvió al dormitorio para ponerse algo de ropa y sus zapatillas, y luego salió de la sala común, recorriendo el pasillo sin ninguna dirección en particular.

Se sorprendió cuando entró en el gran salón y encontró una figura solitaria sentada en la mesa de octavo año. La figura estaba sentada mirando hacia afuera, con los codos apoyados en la mesa e inclinada hacia atrás como si mirara el techo estrellado. Harry estaba a punto de darse la vuelta y volver por donde había venido cuando sus ojos se ajustaron.

— ¿Neville? —dijo Harry, y el otro chico dio un respingo.

—Merlín, Harry, me has asustado.

— ¿Qué estás haciendo aquí?

Neville hizo un gesto descomprometedor.

—Lo siento —respondió Harry—, no es asunto mío. No has podido dormir, supongo.

—Sí —contestó el otro chico, enroscando sus largas piernas desde donde se extendían sobre las piedras y sentándose. Se pasó una mano por la cara perfilada. Harry casi no podía ver al niño que solía ser.

"Ginny —confesó—. Ella, eh, quiere tomarse un tiempo, según ella.

—Joder, amigo, lo siento. —dijo Harry.

—No hay nada que hacer. Tengo que dejarla ir. Lo estúpido es que he ido y la he convertido en todo mi mundo —dejó escapar una risa quebradiza—. Ya no estoy seguro de tener compañeros. O si alguna vez los tuve. No echo de menos la guerra, obviamente, pero... me pregunto si echo de menos tener un propósito, sentir que soy parte de algo.

—Todavía tienes compañeros —le aseguró Harry, sentándose en el banco del otro lado del pasillo—. Aunque yo soy igual de culpable. Las nuevas relaciones tienen una forma de... absorberte. Siento haber sido poco amigo tuyo este año.

—Oh, estoy seguro de que no lo he hecho fácil. Lo centré todo en Ginny, y creo que perdí por el camino lo que a ella le atraía de mí.

—Ginny tiene demasiados hermanos como para disfrutar de tanta atención en ella — coincidió Harry—. Ella quiere hacer su propio camino por un tiempo.

— ¿Crees que hay alguien más?

Harry pensó en lo que Ginny había dicho durante las vacaciones, sobre Daphne, pero no había notado a las dos chicas juntas más de lo habitual. Pensó que tal vez la silenciosa chica de Slytherin no daba sus propios adelantos.

—Creo que Ginny podría necesitar un poco más de tiempo a solas, es todo.

Neville asintió.

—Esas fueron sus palabras, casi exactamente. Sigue doliendo, joder.

—Todos los que quedamos sin aliento y desconcertados por el huracán Ginevra podemos estar de acuerdo con eso —Harry le dedicó una suave sonrisa y Neville se la devolvió a medias—. Bueno, la miseria ama la compañía. Me han rechazado las Flechas. Estoy dando vueltas por el castillo hasta que el cansancio me lleve, ¿quieres unirte?

Neville dejó escapar un silbido bajo.

—Merlín, Harry, lo siento. Qué golpe. Una buena caminata podría ser justo lo que necesitamos, entonces, vamos.


Se dirigieron a las mazmorras, ya que Harry sentía que siempre podía perderse en esos pasajes laberínticos, y tal vez el hecho de perderse los distraería a ambos de su angustia. Hasta el momento, era ineficaz.

— ¡Ni siquiera puedo odiarla! —exclamó Neville quizá por quinta vez, y Harry asintió con simpatía— Fue decente, honesta, escuchó mis sentimientos al respecto, pero fue firme. No podría pedir una ruptura mejor, pero sigue siendo una maldita ruptura y prácticamente he olvidado lo que es irse a dormir solo y no puedo afrontarlo. Merlín, me he enfrentado a muchas cosas, pero la vida sin ella puede ser la más dura.

—Puede que vuelva contigo todavía —dijo Harry—, pero tendrá que hacerlo sola.

—Lo sé —suspiró Neville—, y es probable que espere una maldita década mientras determina que no le falta nada en casa. Tal vez estemos equivocados el uno para el otro. Ella es tan aventurera y a mí no me gustaría nada más que una casa tranquila con un bonito jardín para holgazanear.

Harry estaba a punto de responder cuando percibió el débil olor de algo.

— ¿Hueles eso?

—No —dijo Neville automáticamente, y luego inhaló—. Espera, ¿eso es humo?

—Sí. Aquí abajo, es ciertamente extraño —Harry aceleró el paso, al notar que un rizo de humo aparecía en uno de los pasillos más adelante—. Neville, movámonos.

Ambos se pusieron en marcha y Harry se dio cuenta con horror del punto de origen, ya que el humo se abría paso entre las piedras de un tramo de pasillo desnudo.

Invocó su patronus en cuanto lo alcanzó, gritando "¡Fuego! ¡Dormitorios de Slytherin!" y "¡Vayan! ¡Busquen profesores, cualquiera que pueda ayudar! ¡Ahora!" El ciervo se dio la vuelta y salió disparado en una ráfaga de luz plateada.

Neville miraba la pared.

— ¿Estos son los dormitorios?

—Sí, y tenemos que entrar, pero no tengo la maldita contraseña, mierda.

—Apártate, y cúbrete la cara —ordenó Neville, y Harry le lanzó una mirada confusa—. Ahora, por favor, Harry. Sólo he hecho esto unas pocas veces, y no quiero que te hagas daño.

Harry obedeció, apoyándose en la pared opuesta, preparando las manos para protegerse. Neville plantó los pies, con el brazo de la varita extendido, una mirada de sombría determinación en sus rasgos.

— ¡Bombarda Máxima! —gritó.

Hubo un momento de nada, y luego un estruendo ensordecedor, cuando la pared del dormitorio de Slytherin estalló hacia adentro como una casa de paja, los ladrillos se desmoronaron hacia adentro y hacia afuera en el piso de piedra de la sala común.

La visión que los recibió no tenía mucho sentido para Harry. Una tenue figura blanca se encontraba ante una niña regordeta con un pijama de cuadros. A su alrededor, en el suelo, había varios cachorros, ladrando y persiguiendo sus colas, sólo que los cachorros estaban hechos de fuego dorado. Al verlos, la figura blanca se desvaneció, como si se hubiera levantado con el humo, y sólo quedó Ada Lum -la desventurada de primer año que había lanzado un crucio a Harry en aquella reunión del ED hace tanto tiempo- rodeada en llamas. Los cachorros se transformaron en perros, y luego en lobos, creciendo y extendiendo las llamas a las cortinas y los muebles cercanos mientras atravesaban el espacio abierto.

Ada levantó la vista con horror, como si despertara de un sueño.

— ¡Aguamenti! —gritó Harry, apuntando con su varita al lobo más cercano a la chica. El lobo chasqueó el dobladillo de su pijama con sus dientes ardientes, y luego siseó cuando el violento chorro de agua de la varita de Harry lo empapó. Salió corriendo, dejando un rastro de fuego a su paso.

— ¡Ada! —gritó Harry— ¡Por aquí, rápido! —la niña corrió hacia ellos y Neville la recogió, corriendo hacia el pasillo por el que habían entrado para ponerla a salvo.

Los lobos dieron más vueltas y parecieron multiplicarse, toda una manada, y se dirigían a los pasillos que llevaban a los estudiantes dormidos. Todos esos niños inocentes, y Clark. El pánico atrapó a Harry como un puñetazo en la garganta.

Se congeló. Necesitaba el encantamiento para acabar con el Fuego Maldito. Era un encantamiento que conocía, uno que se había asegurado de conocer ahora, pero todo lo que podía ver era la cara aterrorizada de Draco extrañamente superpuesta a la de Clark, nadando en su mente. Harry estaba paralizado, y su inacción los dejaría a ambos en este horrible destino y él estaría solo para barrer nada más que cenizas. Parpadeó en el aire ennegrecido y de repente estaba volando de nuevo, pero los dedos de Draco se le escapaban de la mano y estaba cayendo en el fuego, cayendo infinitamente. El humo se agitaba a su alrededor y a Harry se le humedecieron los ojos mientras los crujidos y los chasquidos de los rayos sonaban fuertes y despiadados en sus oídos.

Y entonces, sin que se diera cuenta, McGonagall estaba allí, junto con Flitwick y Haberdash-Pewter, y otros. Juntos estaban expulsando el fuego, y la mano de Neville cayó sobre el hombro de Harry. De repente, fue como si Harry volviera en sí, volviendo al presente. Miró su reloj. La mano de Draco señalaba firmemente "Escuela". Harry tragó saliva, sintiendo que sus pies se despegaban. Draco estaba vivo y a salvo.

Clark, su mente le gritó, y sin pensarlo más, estaba corriendo a través de la sala común y por el pasillo hacia el dormitorio de primer año.


...


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