Disclaimer: Los personajes, lugares y hechizos, son propiedad de J.K Rowling, a menos de que se especifique lo contrario. No hay retribución monetaria con la traducción y publicación de esta historia.
Traducción autorizada de A Forward Path por umbrellaless22 en AO3
CAPÍTULO LXVIII
Ninguno de los dos hizo el intento de hablar en mucho rato. Draco dejó caer su mochila en el suelo y se apoyó en el sólido escritorio de bloques de la parte delantera de la habitación. Cruzó los brazos sobre el pecho y dejó que sus ojos recorrieran un camino desde la cabeza de Harry hasta los dedos de los pies, y luego volvieran a subir. A Harry le pilló desprevenido, un matiz de su antiguo antagonismo tiñó el gesto.
—Bueno, Potter —dijo Draco con frialdad—, ¿vamos a discutir o vas a seguir criticándome hasta que te hayas recuperado de este fastidioso arrebato?
A pesar de sus mejores esfuerzos, Harry sintió que las brasas de la molestia en su vientre se avivaban hasta convertirse en una llama de ira. Odiaba la contención de Draco. Quería agitar al otro chico con y obligarlo a reconocer que Harry tenía razón.
—Tal vez deberíamos tener esta conversación contigo de rodillas. —gruñó. Era más para poner nervioso a Draco que para actuar sobre cualquier sensación de deseo. Ansiaba alguna apariencia de poder.
Para su sorpresa, Malfoy sólo se rio.
—Buen intento, Harry. Por mucho que me guste estar de rodillas para ti, no vamos a ir allí cuando estés enfadado. Así que por qué no me dices lo que te molesta, y después de eso, ya veremos, ¿hm?
Harry se sonrojó. Sentía un rechazo que no hacía más que salar sus nervios despojados. Se metió las manos en los bolsillos y luego volvió a sacarlas, sintiéndose demasiado como un adolescente huraño. No lograba descifrar lo que tenía que decir.
Draco acudió a su rescate.
—Normalmente no te molesta que te diga lo que tienes que hacer —le dijo—. Hoy te molestó cuando dije que no te quería en la gran entrada.
Harry se tiró de los nudillos, un hábito que parecía estar adquiriendo para cuando llegara el momento de analizar sus sentimientos. Seguía sin decir nada.
—Quizá debería contarte mis motivaciones —ofreció Draco—. ¿Ayudaría eso?
Harry asintió secamente.
—Aquella noche que tuviste que ir a San Mungo… —el otro chico hizo una pausa y se apartó el pelo de la cara con un movimiento irritado de los dedos— No estabas en buen estado. Sé que lo sabes. Estabas diciendo tonterías y estabas muy asustado. Me dolió verte así y me asustó. Por supuesto, estoy seguro de que fue mucho peor para ti que para mí, pero Merlín, me sentí tan impotente al no poder ayudarte. Normalmente, puedo calmarte, pero esa noche, no pude llegar a ti. No es algo que quiera repetir.
—Lo siento —dijo Harry—, no era mi intención hacerte eso.
Draco dio un gran y sonoro suspiro y cruzó la distancia que los separaba. Tomó el cuello de Harry sin apretarlo y se puso a juguetear con él.
—Oh, no te atrevas, Potter. No te estoy culpando por tu reacción, sabes que no es eso lo que quise decir. Desde luego, no quiero una disculpa.
Harry se debatía entre apartar a Draco de él o acercarlo. El tacto de Draco siempre le hacía sentir mejor, incluso ahora, cuando todo lo demás en él frustraba a Harry hasta el extremo.
—No sé lo que quieres. —dijo a media voz, cerrando los ojos. Sintió que las manos de Draco se movía lentamente para enroscarse suavemente a los lados de su cuello. Harry era un desastre de deseo y furia, no podía encontrarle sentido.
—Quiero protegerte —dijo Draco, en voz muy baja—, pero más que eso, me gustaría que al menos intentaras protegerte a ti mismo. —un ligero beso rozó la comisura de la boca de Harry.
—Todavía estoy aquí, ¿no? —preguntó Harry.
—Por los pelos. —señaló Draco.
Harry abrió los ojos, pero no pudo encontrar la mirada de Draco. En su lugar, bajó la mirada, tratando de ignorar lo mucho que le gustaba la sensación de las manos atentas recorriendo su cabello. Fue un esfuerzo inútil.
— ¿Quieres saber lo que pienso? —preguntó Draco.
— ¿Tengo alguna opción?
—Por supuesto que no.
—Oigámoslo, entonces.
—Te gusta que te diga lo que tienes que hacer, siempre que los resultados me beneficien. Te gusta cuidarme, lo cual es magnífico porque está claro que me gusta que me cuiden. Pedirte que no te acerques a la gran entrada o que te calmes, como te dije hoy, me pareció menos por mí y más por ti.
—O puede ser que me moleste cuando te pones así. En realidad, no sabes lo que es mejor para mí. —replicó Harry.
Draco trazó un nudillo a lo largo de la mandíbula de Harry, deteniéndose debajo de su barbilla. Inclinó la cara de Harry hacia arriba, hasta que éste se sintió obligado a mirarle a los ojos.
— ¿No es así?
Harry soltó una carcajada de sorpresa.
—Merlín, eres increíble.
—Vaya, cariño, pensé que ya te habías dado cuenta —ronroneó Draco, malinterpretando a propósito las palabras de Harry—. Pero lo digo en serio, Potter. Hay mucha gente que te prefiere con un latido del corazón, pero actúas como si seguir vivo fuera simplemente una opción entre muchas. Si no quieres cuidarte por tu bien, ¿considerarás hacerlo por mí?
—Ya he dicho que lo haré, ¿no? Seré menos imprudente, pediré ayuda cuando la necesite. No iré a buscar a Lavender solo. ¿Contento?
—Promételo. —ordenó Draco.
Harry puso los ojos en blanco, irritado. ¿Cuántas veces tenían que tener esta conversación?
—Prometo intentar ser más cuidadoso. Cuando pueda. Aunque no me arrepiento de haber ido a por Clark. —insistió Harry, dejando que sus manos rodearan las costillas de Draco, cediendo al impulso de tocarlo.
—Lo sé. Yo tampoco me arrepiento, la verdad. Aunque ver cómo te consumía ese muro de fuego estuvo a punto de matarme.
—Lo siento. —dijo Harry de nuevo, pero Draco se limitó a negar con la cabeza.
—Te quiero —dijo Draco—, prefiero no perderte ahora que te tengo.
Harry lo besó y se sintió aliviado al ver el suave ceder de los labios de Draco y el suave y feliz gemido tras ellos.
—Yo también te quiero —murmuró Harry—. Incluso cuando te comportas como un imbécil insufrible. Además, creo que es justo que yo también te analice.
—Por supuesto.
—Creo que tienes razón en cuanto a que me gusta hacer cosas por ti. Pero me pregunto qué consigues con ello. Al principio pensé que era sólo poder, pero no es eso, no realmente. Creo que te gusta mandarme porque te da una prueba tangible de mi afecto. Es un tipo de seguridad.
—Hm —reflexionó Draco, atrayendo a Harry para darle otro beso—, interesante teoría, sanador Potter.
—Y estoy encantado de proporcionarte eso siempre que lo desees. Es, eh, un poco excitante y tienes razón, me gusta hacer esas cosas por ti. Sólo creo que las razones por las que lo quieres tanto son quizás más grandes de lo que dejas ver. Y no tienes que hablar conmigo de ello, pero me sentiría mejor sabiendo que estás hablando con alguien.
—Sí, de acuerdo —concedió Malfoy—. Puedo estar de acuerdo con eso. Mi madre va a estar encantada contigo por esto, lo sabes. Pero supongo que no me importaría llegar a un lugar en el que pueda incendiar felizmente las cartas de mi padre en lugar de hurgar en ellas. —su tono era una dolorosa mezcla de arrepentimiento y amargura.
— ¿Te sigue molestando? —Harry se sorprendió. Draco no lo había mencionado desde aquel día en Hogsmeade.
—Hm —estuvo de acuerdo Draco— ¿Qué tal si en lugar de hablar de la aflicción de mi padre, me besas un poco más?
Harry sonrió.
—Si quieres.
—Me gustaría, Potter. Me gustaría mucho.
Draco arrastró a Ron a Hogsmeade ese sábado para buscarle algo que ponerse para la cena de la noche siguiente. Harry y Hermione se quedaron en Hogwarts. Hermione para estudiar, y Harry para realizar un entrenamiento de Quidditch. Los otros dos chicos aún no habían regresado por la tarde, pero Harry se sintió aliviado por la oportunidad de realizar un pequeño experimento.
Desplegó el Mapa de los Merodeadores y buscó en la torre de Ravenclaw hasta encontrar a quien buscaba: Helena Ravenclaw. Sacudió la cabeza, sorprendido de que sus ojos nunca se hubieran fijado en la conocida palabra al estudiar el mapa. Por otra parte, pensó con una sonrisa de culpabilidad, la mayoría de las veces había estado a la caza de Malfoy cuando miró esta cosa, en realidad.
La Dama Gris se hallaba sobre un taburete en un estudio bien iluminado, justo debajo de los dormitorios de Ravenclaw. Un trozo de pergamino desmenuzado y de gran tamaño yacía abierto en un escritorio frente a ella. Harry supuso que estaba en una versión un poco antigua del idioma.
—Harry Potter. —dijo ella a modo de saludo, dirigiendo su expresión de mirada hacia él.
—Hola —dijo él— Eh, ¿cómo estás?
—Estoy como siempre —fue la respuesta melancólica—. ¿Qué te trae por aquí?
—Esperaba que pudieras ayudarme con algo. —dijo Harry, rascándose la nuca y tratando de idear una forma convincente de vender su plan.
— ¿Qué requiere el chico que acabó con el reino de las tinieblas de una chica muerta hace tiempo?
—Bueno, es porque hace tiempo que estás muerta, en realidad. Esperaba que me dejaras... ¿intentar leer tus pensamientos? —sea lo que sea lo que esperaba la Dama Gris, no parecía ser eso. Harry continuó, tratando de explicarse: — No busco nada personal, y me detendría absolutamente en el momento en que me lo pidieras, realmente sólo necesito ver si es posible. Y pensé que como a ti te gusta el conocimiento, también tendrías curiosidad. —sonaba un poco tonto incluso para él.
— ¿Mi mente está lo suficientemente cerca de la humana para que tu hechizo funcione en mí? Esa sí es una pregunta. —la Dama Gris le dirigió una mirada pensativa.
— ¿Es... es un sí? —preguntó Harry.
—Puedes proceder.
Harry le lanzó Legilimens. El hechizo hizo efecto de inmediato. Harry tiró de un recuerdo de refilón y lo siguió. Una joven Rowena Ravenclaw -Harry la reconoció por su retrato- caminaba a grandes zancadas por un bosquecillo de abedules jóvenes, con su hija al lado y una cesta suspendida del antebrazo. Las dos parecían estar cosechando hierbas, aunque Harry no podía entender el lenguaje que sonaba a gaélico entre las dos. La fundadora de Ravenclaw se agachó para arrancar una hoja de un arbusto de arándanos, haciéndola rodar entre sus dedos y sermoneando a la niña de ojos brillantes y pelo oscuro que tenía a su lado. Le pasó la hoja verde a Helena, quien la examinó con atención. Su madre sonrió, observándola.
Harry salió entonces de la memoria, habiendo conseguido lo que necesitaba.
—Gracias —dijo—, tu madre debe haber sido muy sabia.
—No ha tenido igual —coincidió la Dama Gris—. Que me separe para siempre de ella es mi mayor pesar.
— ¿No hay manera de que un fantasma pase más allá del velo?
—Seguramente sabes que no la hay. Y, sin embargo, sigo buscándola. —agitó un brazo fluido hacia el escritorio y el pergamino que había sobre él.
— ¿Creciste aquí en Escocia? —preguntó Harry, atando cabos de repente.
—No se llamaba así cuando yo era niña, pero para sus propósitos, sí.
— ¿Te encontraste alguna vez con algún Glaistig?
—Mi tiempo como mortal fue breve, y los Glaistig son muy raros. —respondió ella, pero Harry no pudo evitar la sensación de que se estaba guardando algo.
— ¿Sabes mucho sobre ellos? —insistió.
Ella lo miró seriamente, con su hermoso rostro ilegible.
— ¿Por qué lo preguntas?
—Creemos que un cwalus está amenazando el colegio —admitió—. Y toda la información que encontramos predica la evasión. Ya que no podemos mover Hogwarts, necesitamos otra forma de detenerla.
Las mejillas de Helena se tiñeron de un gris opaco, un rubor de ira.
—Criaturas rencorosas —siseó—. No se ha dado a conocer a los fantasmas del castillo, habría oído hablar de ella.
—Sin embargo, ¿podrías haber hecho algo? —preguntó Harry, sin rodeos.
—Sólo informar a la directora. —resopló Helena, como si estuviera ofendida.
— ¿Supongo que no sabes cómo detenerlos?
La fantasma de Ravenclaw frunció los labios perlados. Harry pensó que eso sería todo lo que iba a sacar de ella, cuando por fin volvió a hablar.
—Mi final, como sabes, fue violento. Creo... que era un camino que podría haber seguido.
— ¿Convertirte en un cwalus, quieres decir?
Ella asintió lentamente.
—Estaba celosa de mi madre y furiosa por la crueldad posesiva del Barón.
— ¿Qué te detuvo?
—Recuerdos no muy diferentes a lo que acabas de presenciar. En el último momento, elegí la desesperación por lo que había perdido en lugar de la ira contra quien me lo arrebató. Me sentí atraída aquí, donde pensé que podría sentirme más cerca de ella.
Miró hacia la ventana, su forma translúcida reflejaba la luz del sol como la superficie de un lago.
—Déjame ahora, Harry Potter. Debo pensar en esas cosas.
Harry se marchó con unas silenciosas palabras de agradecimiento.
...
¡Gracias por leer!
