Disclaimer: Los personajes, lugares y hechizos, son propiedad de J.K Rowling, a menos de que se especifique lo contrario. No hay retribución monetaria con la traducción y publicación de esta historia.
Traducción autorizada de A Forward Path por umbrellaless22 en AO3
CAPÍTULO LXIX
Harry encontró a Ron y a Draco enfrascados en una partida de ajedrez mágico cuando volvió a la sala común. Malfoy estaba estudiando el tablero intensamente, pero aceptó un breve beso en la mejilla de Harry.
— ¡Ahora no es el momento para el romance, hombre! —le gritó el único caballero superviviente de Draco.
—Me temo que tiene razón —dijo Ron con suficiencia—. Estás a un error de estar frito, Malfoy.
Draco ignoró a Ron y dirigió su torre por el tablero. Ron se rio y le dio a su reina sus órdenes de marcha.
— ¡Jaque mate, compañero! —anunció Ron.
—Revancha —exigió Draco inmediatamente—. Harry, pon la tetera, ¿quieres?
Ron se estiró hacia atrás con una risa.
—Nah, creo que lo dejaré por hoy. Terminar con una victoria, ya sabes cómo es.
—Bastardo. —refunfuñó Draco.
— ¿Encontraste algo para mañana, entonces, Ron? —dijo Harry, cambiando de tema mientras se ponía detrás de ellos para calentar la tetera.
—Eventualmente. Aunque Malfoy me hizo probarme media tienda antes de ponernos de acuerdo.
—No es mi culpa que te atraigan extrañamente los estampados chillones y los cortes cuadriculados. Es como si no supieras que tienes un cuerpo.
—Pero lo tengo, y está bastante en forma y ahora no puedes pensar en otra cosa. Qué bien que te fijes, Malfoy, de verdad. —dijo Ron con un guiño, y Draco hizo una mueca.
—No es eso lo que quería decir.
— ¿Compraste un pijama para Clark como te pedí? —preguntó Harry, sacudiendo la cabeza ante sus tontas bromas y tratando de ignorar la felicidad que le invadía al escucharlo.
—Por supuesto, cariño, ¿te decepcionaría? —contestó Draco.
Harry se limitó a resoplar y vertió el agua en la tetera.
—Simplemente dale los recibos a Hermione y ella te reembolsará de los fondos de la fundación.
—No necesito el reembolso.
—Clark es el primer beneficiario de la organización —le recordó Harry—. Tenemos que tener algo en los libros.
—Muy bien —aceptó Draco—. Por cierto, Potter, me has ocultado algo.
Una vez hervido el té, Harry lo sirvió. Sirvió un poco de leche en las tres tazas y se unió a los otros chicos en la mesa.
— ¿Ah sí?
—En efecto. Weasley me contó una historia fascinante mientras tomaba cervezas de mantequilla. ¿Su incursión en Slytherin como la Polijugos?
Harry se rio.
—Oh, Merlín, ¿nunca te enteraste de eso?
— ¡Parece que no! Aunque sé que Granger debe haber sido la verdadera mente maestra, no puedo ver a ninguno de los dos manejando esa poción por su cuenta, incluso ahora. Terriblemente astuto para un conjunto de Gryffindor.
—Bueno, yo estuve muy cerca de ser un Slytherin —dijo Harry—. El sombrero seleccionador se ofreció a ponerme allí.
— ¿Ofreció? —Malfoy parecía afligido— ¿Es una práctica habitual?
Harry se encogió de hombros.
—No sabría decir.
— ¿Por qué lo rechazaste?
—Me topé contigo en casa de Madame Malkin y me espantaste de la experiencia de estar en tu casa, la verdad. —dijo Harry con una sonrisa.
Draco se rio con ganas, era un sonido bajo y cálido que Harry no llegaba a escuchar a menudo.
—Merlín, realmente fui mi mayor tropiezo. Todo ese esfuerzo por impresionarte, desperdiciado.
—Ahora estoy muy impresionado contigo, si eso ayuda.
—Supongo que tendrá que servir. —cedió Draco.
Ron hizo una mueca.
—El espíritu de San Valentín les llegó un día antes, por lo que veo.
—Como si no hubieras escrito ya algo trágicamente empalagoso para acompañar a la chuchería que compraste para Granger. —replicó Draco.
—Cállate —siseó Ron—, ¡ya viene ella!
Ron adoptó una expresión poco convincente de despreocupación. Hermione lo miró con curiosidad, pero no insistió en el tema.
—Me alegro de encontrarlos a los tres —dijo, entregando un trozo de pergamino tanto a Harry como a Draco—. Mañana, lo mejor será que todo el mundo esté escuchando todo lo que digan ustedes dos. He redactado una lista de temas de conversación aceptables.
Harry miró el papel que tenía en la mano. En la impecable letra de Hermione se leía:
Quidditch
La Fundación
La salud de la madre de Draco
La salud de los Weasley y sus actividades profesionales
La comida (sólo comentarios positivos)
El material de clase
Teoría mágica (¡NO MAGIA OSCURA!)
— ¿Crees que esto nos durará toda la comida? —Harry arrugó la nariz.
—Y el postre —Hermione asintió con exactitud—. No puedes saltarte el postre en San Valentín.
—Creía que querías que les convenciéramos de que estamos enamorados, no de que somos primos terceros en una cena festiva. —comentó Draco.
—Lo que quiero —recortó Hermione—, es que nada de lo que digan sea malinterpretado y utilizado en su contra. Ahora, otras sugerencias: gestos románticos, sí, pero no se excedan. Nada de besos en la boca, recuerden: estamos introduciendo a la gente en esto, tenemos que empezar despacio. Creo que lo mejor es que Harry pague la cuenta, pero Draco, finge que has pedido el postre de antemano, no te preocupes, ya lo he preparado. Harry, hazte el sorprendido cuando llegue. No intercambien regalos en la mesa, pero agradézcanse mutuamente los atentos obsequios que se han dado antes, sin revelar cuáles eran. Hay demasiado espacio para malinterpretar los regalos, y de nuevo, queremos evitar que Draco parezca que está comprando el afecto de Harry.
— ¿Se supone que uno debe comprar un regalo para San Valentín? —preguntó Harry con incertidumbre. Aparte de aceptar la cena, no había pensado en absoluto en el día siguiente.
—Tu afecto es el único regalo que necesito —dijo Draco con serenidad. Harry le lanzó una mirada dudosa y Malfoy continuó: —. Sólo bromeaba. Si alguna vez te encuentras con la duda de si deberías regalarme algo, Potter, arriésgate a hacerlo.
—Pues no te he comprado nada. —dijo Harry sin rodeos.
Draco dio un largo suspiro de sufrimiento.
—Supongo que me conformaré con una especie de bono ilimitado para comprar muebles nuevos para la casa.
— ¡Casa! —dijo Ron, boquiabierto— ¿Se van a... mudar juntos, entonces? ¿Después del colegio?
—Sí. —dijo Harry con firmeza. No se lo había ocultado a sus amigos a propósito, simplemente no había surgido exactamente.
—Merlín —jadeó Hermione—. Eso es encantador y me alegro de verdad por los dos, pero por favor, consideren invertir en un publicista de verdad... Estoy segura de que no estoy preparada para lidiar con las consecuencias de eso.
Draco sólo agitó una mano.
—Nadie tiene que saberlo, al menos no de inmediato. Con la Red Flú y la Aparición, la exposición es evitable.
Hermione no estaba convencida.
—Hasta que a alguien se le escapa, o quieres que se hagan obras en el lugar, lo que sólo puedo suponer que harás, y tienes trabajadores que van y vienen. Una onza de prevención, etcétera.
Harry se frotó los ojos bajo las gafas.
—No pensemos en todo eso por ahora —rogó—. Una cosa a la vez.
Draco, tuvo que reconocer Harry, había hecho un buen trabajo. Al día siguiente, Ron estaba bastante elegante con un jersey azul marino sobre una discreta camisa de vestir y unos pantalones grises. Harry empezaba a preguntarse si no era tanto la ropa como la forma de vestir lo que determinaba el conjunto. Sin embargo, estaba más que feliz de dejar que Draco siguiera tomando decisiones en ese frente. No creía que estuviera lo suficientemente interesado como para aprender todos los matices.
Todos se reunieron con Dean y Seamus en la sala común y los seis estuvieron pendientes de sus relojes hasta que llegó el momento de coger las tazas de cerámica marrón que Hermione había encantado para la ocasión.
Los Tres Muelles era un pequeño barrio de aspecto moderno con tres muelles metálicos arqueados que se adentraban en el Támesis. Las luces demasiado brillantes resplandecían en las vigas frígidas a la luz del atardecer.
— ¿Cómo no sabía que esto estaba aquí? —preguntó Harry— Debo haber pasado por este tramo innumerables veces.
—Tienes que pagar los galeones para que te añadan a la lista —explicó Draco—. Una vez que estés en la lista, aparecerá para ti.
Hermione no parecía emocionada por participar en este particular fenómeno clasista, pero se adelantó.
—Vamos, no queremos perder nuestras reservas.
—Oh, Granger —canturreó Draco, como si fuera lo más simple—, nadie va a cancelar las reservas para Harry Potter.
Seamus silbó.
—De verdad que te gusta el estatus, ¿verdad, amigo?
Draco esbozó una sonrisa remilgada.
—Simplemente soy consciente de lo que puede adquirir el estatus y de cómo se puede aprovechar.
— ¿Eso fue un sí?
Draco resopló.
—Más bien obsoleto ahora, ya que mi estatus se ha ido al infierno y Potter nunca utilizará su estatus para nada interesante. Todo es orfandad y aceptación con éste.
Dio un suave codazo a Harry para hacerle saber que sólo estaba bromeando, y éste le dedicó una sonrisa exasperada. Subieron el arco del muelle central y se acercaron a un edificio negro y nítido que se alzaba sobre la pasarela como la severa proa de un transatlántico. No se parecía en absoluto a las tiendas de piedra que se alineaban en el callejón Diagon, y Harry se dio cuenta de que le desagradaba al instante.
El restaurante no tenía puertas ni ventanas que Harry pudiera distinguir, sólo un brillante resplandor de las luces que iluminaban los muelles.
— ¿Cómo entramos? —refunfuñó Harry, mirando con desconfianza la imponente arquitectura.
Cuando se adelantaron, una abertura apareció como unas puertas automáticas correderas, interrumpiendo el brillo del lateral del edificio. Un mago de aspecto demacrado con una túnica negra bordada con runas malva y melocotón a lo largo de las mangas y el dobladillo.
—Señor Potter y compañía —dijo con una inclinación de cabeza—. Por aquí. —la entrada estaba casi a oscuras, y Harry estuvo tentado de lanzar un Lumos para evitar tropezar con sus propios pies. Oyó el rumor del agua corriendo. Cuando sus ojos se adaptaron, pudo distinguir una barca negra en un arroyo negro. El anfitrión agitó una mano amable, indicándoles que subieran a bordo. Sólo un restaurante, se recordó Harry, nada nefasto. No fue suficiente para calmar la tensión en su cuerpo.
Se acomodaron en la amplia embarcación con forma de canoa. Una vez sentados, la pequeña embarcación se puso en marcha, siguiendo el oscuro curso de la corriente. El agua, se dio cuenta Harry después de algún tiempo, fluía hacia arriba. La sensación le recordó a Harry la de una atracción de un parque de atracciones en la que había estado una vez con Dudley -antes de que los Dursley se dieran cuenta de que podían dejarlo atrás con la señora Figg y ahorrarse el precio de la entrada-, pero sin el zumbido mecánico.
—Demasiado. —murmuró Ron, y Seamus se rio en de acuerdo.
Cuando llegaron a la cima de la extraña especie de cascada invertida, se hicieron visibles unos pinchazos de luz. La pequeña embarcación redujo la velocidad y se inclinó bajo una roca de poca altura, emergiendo en lo que Harry supuso que era el comedor, del que tampoco se veía mucho.
Una bruja con el mismo uniforme negro los esperaba, ayudándolos a salir del bote uno por uno, y luego las parejas fueron conducidas a sus respectivas mesas.
La sala estaba casi tan ridículamente oscura como el resto del edificio, hasta ahora, y la mesa de Harry y Draco estaba iluminada con una única y estrecha vela. Harry se preguntaba cómo se suponía que iban a leer el menú o incluso a distinguir lo que estaban comiendo, pero la oscuridad permitía la ilusión del anonimato, aunque no estaba dispuesto a correr ningún riesgo. Ayudó a Draco a quitarse la capa y le acercó la silla, como había hecho aquel día cuando se encontró con Narcissa. A Draco parecía gustarle la atención, y ambas acciones estaban en la lista de aprobación de Hermione. Mientras Malfoy se sentaba, Harry se inclinó y le murmuró al oído: "No entiendo cómo esto es algo remotamente parecido a un buen momento".
Draco se limitó a estirar su grácil cuello para mirarle.
—Gracias, cariño —dijo, con su voz conversacional y a un volumen de habla normal—. ¿Por qué no echas un vistazo a la carta de vinos? —el único indicio de que lo había escuchado fue la pequeña y malvada media sonrisa que tiñó sus labios.
Harry miró inútilmente la carta de bebidas. Podía leer más o menos una línea a la vez antes de tener que desplazar el cartel hacia arriba para que la siguiente opción cayera en el pequeño círculo de luz que desprendía la vela.
—No sé nada de vino —refunfuñó—, ni siquiera estoy seguro de que me guste tanto.
—Permíteme. —dijo Draco, extendiendo la palma de la mano. Agradecido, Harry se la entregó.
Un mago uniformado y de rostro adusto se acercó a su mesa e hizo una ligera reverencia.
—Caballeros, buenas noches. Como sin duda saben, la comida de esta noche es de mesa, y en breve vendré con una sopa de mejillones para los dos. Sugerimos un maridaje del Vuelo 1989 de la finca Chronos.
Draco hizo una leve mueca.
— ¿Vuelo? ¿Con mejillones? Me parece un poco atrevido. No, cada uno tomará una copa de Huldradotter.
—Sí, por supuesto. ¿Puedo hacer algo más por ustedes?
—Mi compañero y yo no deseamos ser interrumpidos —dijo Draco con suavidad—. La presencia de Harry puede, a veces, atraer a los espectadores. Confío en que se ocupará de que no se nos moleste.
—Por supuesto. —dijo el camarero, con otra sutil reverencia, y luego fue tragado por la oscuridad mientras iba a buscar su potaje.
Parecía que el restaurante se había preparado para tal petición. La mesa más cercana, iluminada con velas, apareció a casi tres metros de distancia, y Harry no pudo distinguir a sus ocupantes, si es que había alguno.
Se quedó sentado un momento, tratando de recordar qué temas había aclarado Hermione.
— ¿Cómo sabes qué vino debes pedir? —preguntó. Supuso que la pregunta podría entrar en la opción de "apreciar la comida".
Malfoy se encogió de hombros.
—Un montón de cenas muy aburridas de niño en las que mi padre y sus amigos exponían hasta la saciedad varios maridajes.
—Hm —dijo Harry— Creo que lo máximo que mi tía podía aportar a una conversación sobre el vino era una pequeña crítica. "Un poco seco", decía, o alguna otra cosa igual de poco entusiasta. Yo solía pensar que era mi presencia en la casa lo que la hacía estar tan insatisfecha con todo lo que no estuviera relacionado con los Dudley.
— ¿Ya no piensas eso? —preguntó Draco.
—Estoy seguro de que no ayudé —ofreció Harry—, pero ella había sido miserable durante años antes de que yo apareciera.
Draco parecía querer decir algo más, pero en lugar de eso miró alrededor de la impenetrable habitación. Apretó los labios y sacudió la cabeza con astucia. Demasiado personal, se dio cuenta Harry, y entonces se lanzaron a una conversación sobre Quidditch. Malfoy era un fanático acérrimo de los Halcones y ya habían tratado este tema muchas veces, pero Harry seguía disfrutando del entusiasmo de Draco. Por su parte, Harry tenía críticas sobre su línea ofensiva que Malfoy se negaba a reconocer. Draco insistía en que no podía confiar en que un fanático de los Cannons supiera distinguir su trasero de su codo, especialmente cuando se trataba de discutir sobre los cazadores. Sus puntos y contrapuntos iban y venían como siempre, y Harry sintió que sonreía por lo fácil que era estar aquí con el otro chico. Quizá la oscuridad ayudaba. De este modo, no podía ver las expresiones de los rostros de los demás, ni leer el juicio, la decepción o la ira en su lenguaje corporal. En cambio, se concentró en la sonrisa de Draco a la luz de las velas y en la comodidad de estar con él.
...
¡Gracias por leer!
