Disclaimer: Los personajes, lugares y hechizos, son propiedad de J.K Rowling, a menos de que se especifique lo contrario. No hay retribución monetaria con la traducción y publicación de esta historia.
Traducción autorizada de A Forward Path por umbrellaless22 en AO3
CAPÍTULO LXX
Harry salió a usar el baño después de la sopa, abriéndose paso por un pasillo oscuro salpicado de velas. Una vez más, pensó en lanzar un Lumos, pero sabía que sería mal visto por el personal. También supuso que no podía estar demasiado malhumorado por la oscuridad, ya que le proporcionaba un nivel de privacidad que no había previsto.
Tardó una eternidad en volver a la mesa en la que se habían sentado él y Draco. Hubiera jurado que recordaba dónde estaba, pero cuando llegó al lugar, sólo había oscuridad. Y entonces una sombra se movió, y Harry se dio cuenta de que estaba en el lugar correcto, sólo que una figura bloqueaba la luz de las velas, y esa figura no era su camarero.
Harry se sintió instantáneamente en guardia.
—Ey —dijo, intentando agarrar el brazo de la persona, pero ésta esquivó rápidamente su alcance y desapareció en la oscuridad— ¿Qué...?
La palma de Draco se apoyó en su brazo.
—Potter, déjalo.
— ¡Cómo no! —dijo Harry— ¿Quién era? ¿Te ha dicho algo? ¿Qué quería?
—Harry —la voz de Draco era una sutil advertencia—. Siéntate.
A regañadientes, Harry tomó asiento. Se inclinó hacia él.
— ¿Y bien? —siseó.
—Simplemente un curioso. —dijo Draco en ese mismo tono. Harry reconoció la mentira, junto con el subtexto: aquí no.
El camarero llegó con los entrantes.
—Jarrete de cordero estofado con tomillo y semillas de mostaza con colinabos asados al arce. —anunció.
Draco enarcó una ceja sin impresionarse y pidió otro vino, pero Harry no estaba escuchando.
— ¿Tenía o no tenía instrucciones de proteger nuestra intimidad? —exigió Harry al camarero.
El mago de rostro adusto, por su parte, parecía convenientemente escarmentado.
—Disculpe, señor Potter, estaba recogiendo sus comidas. ¿Ha ocurrido algo? Si me dice por dónde se fue la persona, seguro que le investigaré.
— ¡Cómo se supone que alguien va a ver qué dirección tomó el otro en este maldito restaurante! —se quejó Harry.
—Harry —Draco enroscó sus dedos sobre los de Harry encima de la mesa—. Como ya he dicho, era simplemente un curioso. Nuestro camarero...
—Ira. —dijo el mago, y sus ojos se dirigieron al lugar donde estaban unidas sus manos antes de desviarse.
—Ira —repitió Draco—, no puede estar en tantos lugares a la vez. No ha pasado nada y estoy seguro de que no se repetirá. Disfrutemos de nuestra comida, ¿qué dices, amor?
Harry se tragó su réplica.
—Muy bien. Mis disculpas, Ira. Mi reacción fue, eh, exagerada.
—En absoluto, señor Potter —fue la respuesta—, hablaré con el maitre de inmediato.
Harry tomó un sorbo de vino, concentrándose en el sabor seco y amargo. Seguía sin convencerle. Prefería una sidra ácida o el ardor del Whiskey de Fuego.
El pulgar de Draco acarició los nudillos de Harry de forma tranquilizadora.
—Quería darte las gracias de nuevo, cariño, por el precioso regalo. —dijo Draco. Por un segundo, Harry no pudo imaginar a qué se refería. Luego recordó el consejo de Hermione, recordó que estaban tratando de cultivar una imagen aquí -Merlin, detestaba ese concepto- y definitivamente tenía que suavizar las cosas después de su pequeño arrebato.
—Estoy... contento de que te haya gustado —dijo en un torpe intento—. A mí... también me gustó el mío.
Draco lanzó sus ojos hacia el cielo en un gesto que decía que Harry estaba claramente fallando en mantener su parte de la actuación.
Harry se llevó la mano de Draco a los labios y le besó los nudillos en señal de disculpa silenciosa.
—Gracias por venir esta noche —dijo con seriedad—. Es un placer, ya sabes, estar aquí contigo.
Draco le regaló una pequeña sonrisa y luego se apartó suavemente para poder cortar una loncha de cordero.
Después de la cena, que, Harry tuvo que admitir, estaba muy buena, Ira llegó con su postre.
—Tartas de vermicelles con látigo de rosas. —les informó.
Harry sólo se acordó de hacer su papel.
—Draco, no deberías haberlo hecho. —dijo adulador.
—Tonterías —contestó Draco con aire—. Sé lo goloso que eres.
No era especialmente cierto. Entre los dos, Harry se atrevería a decir que Draco era más aficionado a los dulces, pero no podía negar que el comentario implicaba un nivel de intimidad. Sospechaba que eso era lo que Malfoy intentaba representar.
—Más o menos pensaba que los fideos eran pasta. —dijo Harry, una vez que Ira se hubo marchado.
—Lo es —coincidió Draco—, el puré de castañas simplemente toma la misma forma de fideo, por lo que se llaman igual. Es un Mont Blanc, sinceramente. Es una pretensión llamarlo de otra manera.
—Yo tampoco tengo ni idea de lo que es un Mont Blanc —admitió Harry—. Debes haber viajado mucho.
—Supongo —comentó Draco—, pero sólo dentro de Europa. Solíamos pasar los veranos y las navidades en el extranjero.
— ¿Lo echas de menos?
— ¿Echo de menos que me lleven de un lado a otro escuchando a mi padre exponer sus opiniones intolerantes sobre cada persona y lugar, y estar totalmente a merced de su malhumor? No, en absoluto. Pero sí echo de menos las vistas.
— ¿Algún lugar que te guste especialmente?
—Barcelona es uno de mis favoritos, aunque hace demasiado calor para mí en los veranos.
— ¿Porque te quemas? —se burló Harry, suavemente.
—Hm —estuvo de acuerdo Draco— ¿Y tú? ¿Dónde has estado?
Harry se rio.
—Eh, ¿Hogwarts?
— ¿Qué quieres decir?
—Los Dursley nunca me llevaron a ningún sitio —se encogió de hombros—. Me dejaban con una vecina si se iban de vacaciones.
A Harry no le pasó desapercibido el leve gesto de ira que cruzó el rostro de Draco.
—Ya veo —dijo—. Bueno, hay mucho tiempo para compensar eso. Podríamos planear un viaje para la graduación.
Harry se lo pensó. No era como si tuviera una carrera de Quidditch a la que lanzarse, pero tampoco tenía ingresos. Tenía muchos ahorros, pero se sentiría mejor con un trabajo, calculó. No es que supiera qué tipo de trabajo le gustaría. También pensó en las mañanas perezosas y en los cafés y en caminar por calles extrañas de la mano de Draco en lugares donde nadie los conocía.
—Eso me gustaría —decidió—. Podríamos ir a algún lugar nuevo para los dos.
—Donde quieras. —fue la suave respuesta, y Harry se lo creyó.
Después del postre hubo coñac y luego Harry pagó su cuenta, así como la de Dean y Seamus. Intentó no pensar en el precio exorbitante. La comida era encantadora, claro, pero sólo era comida. Se comía y se acababa. Esperaba que Draco no esperara comidas así muy a menudo... o nunca más, en realidad. Harry no creía poder soportarlo.
Las tres parejas se reunieron y se dirigían hacia el arroyo para averiguar cómo salir del comedor cuando un Ira de aspecto ansioso apareció junto a una bruja con túnica negra y faja ancha, bordada con las mismas runas que el resto del personal.
—Señor Potter —dijo, con la voz baja—, si usted y sus invitados vienen por aquí, tenemos una pequeña situación que discutir.
Los condujo a un pequeño despacho lateral que, sorprendentemente, tenía una iluminación adecuada. Todos parpadearon y entrecerraron los ojos mientras la bruja, que Harry suponía que era la maitre, hablaba.
—Lamento informarles de esto —comenzó—, pero parece que se ha extendido la noticia de su patrocinio. Hay una multitud reunida cerca de la salida. Estamos intentando identificar a los individuos y eliminarlos de nuestra lista, para que no vuelvan a encontrar los Tres Muelles, pero sólo estamos teniendo un éxito limitado."
—Ya veo. —dijo Harry, tragando saliva.
— ¿Parecen estar molestos? —preguntó Hermione.
La mujer tragó saliva.
—Algunos de ellos, sí.
— ¿Qué te gustaría hacer, Harry? —Hermione volvió a hablar.
—Hay una salida alternativa que podemos ofrecer —dijo la mujer—. Saldré y les dejaré decidir.
Todos se volvieron hacia Harry.
—No vamos a escabullirnos —determinó—. Eso frustraría nuestro propósito.
—Este es el plan —proclamó Seamus—. Ron y Hermione, ustedes van por la izquierda, Dean y yo iremos por la derecha. Cortaremos un camino con Protego, si es necesario. Educados pero firmes, todo sonrisas con Harry y Malfoy en el medio. Si llega a ser demasiado, nos aparecemos fuera de los terrenos de Hogwarts y nos reunimos allí, ¿qué les parece?
—Muy bien —consintió Harry, pero se volvió hacia Draco, aumentando la preocupación—. ¿Te parece bien? Serás el objetivo más probable.
Malfoy hizo un gesto indiferente con la mano.
—Esto es exactamente por lo que lo estamos haciendo. Será mejor que acabemos con el tratamiento de primera exposición.
Era peor de lo que Harry esperaba. No era sólo un grupo escaso. Más de cincuenta personas estaban reunidas en el muelle. La mano de Harry se posó en la parte baja de la espalda de Draco, listo para acercarlo y aparecerse con él si era necesario. El humo púrpura de las cámaras y los gritos llenaban el aire nocturno a medida que su pequeño grupo se acercaba.
Los reporteros gritaban preguntas, mientras que otros simplemente gritaban amenazas y obscenidades.
— ¿Cómo has podido traicionarnos así? —gritó alguien.
— ¿Qué se siente al vender tu alma por un polvo? —gritó otro.
—Me alegro de que tus padres estén muertos. Así no tuvieron que vivir para ver tu asquerosa traición. —gritó una bruja cerca del frente de la manada. Lo dijo con tal veneno que la saliva brotó de sus labios junto a sus palabras. Harry casi se estremeció. Puso una expresión neutra en su rostro.
—Déjennos pasar, por favor. —habló Dean, erguido junto a Seamus. La multitud no se movió, sino que presionó hacia adelante.
— ¡Retírense! —insistió Seamus, pero no hubo ningún cambio.
— ¡Cómo pueden quedarse quietos y ver esta corrupción! —alguien gritó.
Los Protego se levantaron. Los escudos de Hermione y Seamus se unieron para formar una burbuja alrededor de su grupo. Harry enrolló su brazo para sujetarse a la cintura de Draco, como si la multitud pudiera separarlos. A medida que avanzaban, también lo hacía el escudo, y pronto la multitud no tuvo más remedio que apartarse cuando el hechizo los desvió suave pero firmemente.
— ¡Cobardes! —gritó alguien. Vio que alguien apuntaba con su varita a Draco y Harry se estremeció, sintiendo el aplastamiento de los cuerpos contra el hechizo que los rodeaba, los abucheos y las palabras crueles. Se detuvo de lanzar un Protego Duo extra sobre Malfoy sólo para estar seguro, pues eso impediría que los dos se tocaran, y ese contacto era algo a lo que no podía renunciar, no ahora mismo. Los hechizos defensivos de Hermione y Seamus eran sólidos, Harry lo sabía, y Ron y Dean estaban preparados por si flaqueaban.
Harry sintió que el sudor le punzaba la nuca y el cuello de la camisa que Draco había elegido para él. Tragó con fuerza, tratando de ignorar el repentino e incómodo galope de su corazón.
—Tranquilo, Potter —murmuró Draco a su lado—. Estamos bien.
Harry parpadeó y tomó aire, obligándose a poner un pie delante del otro, a sentir la cálida solidez de Draco a su lado. Intentó borrar las palabras despiadadas y las caras manchadas de ira iluminadas por las brillantes luces del muelle.
De repente, se oyó un grito ensordecedor. "¡Se ha caído!" Alguien gritó y se desató el caos. La multitud, dividida entre mantener su atención en Harry y su grupo, y el chapoteo que venía del río.
—Dejen caer los escudos. —dijo Draco.
— ¡No! —gritó Harry.
—Granger, Finnegan, lo digo en serio. Puedo encargarme de esto. —insistió Draco. Hermione y Seamus se miraron y dejaron caer el hechizo. Malfoy volvió a correr por el muelle hasta donde se había reunido una facción de la multitud, el resto de su pequeña banda le siguió. Una bruja empapada estaba siendo levitada desde el agua y bajada al muelle de metal.
— ¡Sécala! —alguien gritó— ¡Se está congelando! Creo que se ha golpeado la cabeza, oh, Merlín, ¿eso es sangre?
Draco se metió en la multitud.
— ¡Tú! —gritó, señalando a un mago con un bigote casi cómicamente grande— Ve a San Mungo y hazles saber que esperen a una… —miró a la bruja inconsciente en la cubierta— joven de veintitantos años con previsible herida en la cabeza y posible hipotermia.
Harry esperó la indignación y, para su sorpresa, el hombre sólo asintió temblorosamente y desapareció.
—Despejen. —gritó Draco, y el grupo más cercano a la figura caída retrocedió.
La varita de Draco apareció con una dramática floritura y de ella salió disparada una ráfaga de espuma azul brillante que se acumuló en su cuello.
— ¿Qué estás haciendo? —alguien gritó— ¡Déjala en paz, escoria!
Pero Draco sólo le miró frívolamente.
—Estoy estabilizando su cuello, cosa que todos ustedes debieron haber hecho antes de pescarla a lo loco en el Támesis. Ahora voy a lanzar un hechizo de calentamiento, que veo que todavía no se ha hecho, a pesar de que estamos en pleno invierno y ella está empapada. ¿Va a ser eso un problema para alguien?
Nadie respondió. Draco lanzó el encantamiento en voz alta, para que no hubiera duda de que el hechizo que estaba lanzando era tal y como decía. Luego se arrancó la corbata y la transfiguró en una gran franja de tela. Se arrodilló y la presionó contra la herida de la cabeza de la mujer.
—Ya está —declaró—. Ahora, ¿quién está aquí con ella?
Una chica morena y llorona se adelantó.
—Es mi amiga. Sobre todo, queríamos ver si los rumores sobre ti y Harry eran ciertos. Pero no estamos enfadadas ni nada por el estilo, ¡lo juro! —dijo, con el labio inferior temblando y los ojos redondos y vidriosos.
—Tu razón para estar aquí y tu opinión sobre la relación mía y de Potter tienen poca importancia —espetó Draco con frialdad—. Ven, presiona esta herida, luego coge a tu amiga y llévala a San Mungo.
La mujer de pelo castaño avanzó nerviosa, arrodillándose frente a Draco y colocando su mano junto a la de él en el vendaje improvisado. Con un fuerte crujido, las dos desaparecieron.
Draco se puso de pie, limpiando las rodillas de sus pantalones oscuros y volviéndose para mirar a Harry con una mirada triunfante.
Alguien de la multitud empezó a aplaudir. Tras un momento de vacilación, otros se unieron.
—Vamos, cariño —dijo Draco, tomando la mano de Harry—. Volvamos.
—Sé sincero ahora —dijo Seamus, mientras servía seis vasos de Whiskey de Fuego en la sala común. El resto de los octavos años estaban celebrando una fiesta de San Valentín. Neville estaba sentado cabizbajo junto al fuego, mientras los demás bebían y bailaban, con los muebles arrimados a las paredes— ¿Organizaste esa ridícula rutina de salvador, Malfoy?
—No te gustaría saberlo. —replicó él.
Harry se giró sobre su novio.
— ¡No lo hiciste! —exclamó.
—Por supuesto que no lo hice —convino Draco—. Mamá lo hizo.
—P-pero —Harry tartamudeó, horrorizado— ¿Quiénes eran?
—Un par de actores parisinos con glamour. Viejos amigos por correspondencia de mi madre, de su época escolar.
— ¡Pero tú los enviaste a San Mungo!
—No, no lo hice. El caballero bigotudo también era un actor. Pero no te preocupes, igual saldrán de San Mungo mañana por la mañana y darán un relato apasionante de sus experiencias a la prensa.
Ron lanzó un grito de incredulidad.
— ¡Mentiste! —siseó Harry.
—Una mentira piadosa —descartó Draco, atrayendo a Harry y apretando su cara contra su cuello—. Estás tan obsesionado con los principios.
—Eres tan... manipulador. —murmuró Harry.
Draco se encogió de hombros, levantando la cara para dar un sorbo al Whiskey de Fuego que le pasaba Seamus.
—No estoy por encima de un poco de manipulación de imbéciles sin nada mejor que hacer que entrometerse en mis asuntos. Dime, amor, ¿he hecho daño a alguien con esta pequeña maniobra? No, en lo más mínimo. Sólo he dado al público un suave empujón en nuestra dirección.
Hermione examinó a Malfoy por encima del borde de su vaso.
— ¿Cómo sabías que todo el mundo caería en la fila, así? Me sorprende que nadie haya lanzado una maldición cuando te acercaste.
Draco parecía aburrido.
—La gente es abrumadoramente estúpida, sobre todo en una crisis. La mayoría de las veces, se alegran de que otro tome la iniciativa.
—Un poco de riesgo. —comentó Hermione.
—Vale la pena el riesgo.
—Así es como se ha difundido el rumor de nuestro paradero, supongo.
—Bien visto, Granger.
Hermione tomó un sorbo de su whisky.
—Bueno, no puedo decir que lo apruebe, exactamente, pero supongo que lo entiendo.
—Lo que ustedes no parecen concebir de mí es que no soy una persona especialmente buena —explicó Draco—. Pero confíen en que no llevaré las cosas tan lejos como para comprometer lo que tengo con Harry. Puede que no siempre respeten mis motivaciones, o incluso mis acciones, pero al menos créanme en eso.
Hermione asintió secamente, pero Seamus sonrió.
—No me importan tus motivaciones, amigo. Eso fue glorioso.
Era tarde cuando Harry y Draco se desplomaron en la cama. Ambos estaban un poco borrachos. Harry echó una pierna y un brazo sobre el otro chico, dejando caer la cabeza sobre la almohada con un suspiro de satisfacción.
—No puedo creerlo —murmuró—. ¿Por qué no me dijiste que ibas a hacer esa ridícula pantomima?
—No quería que tu conciencia interfiriera.
—Fue terriblemente deshonesto. —consideró Harry, pero el alcohol le había dejado una sensación demasiado agradable como para enfadarse.
—Era esto o aguantar a una multitud como esa cada vez que vayamos a cualquier sitio durante el próximo Merlín sabe cuánto tiempo. Sospecho que seguiremos teniendo multitudes, pero espero que se reduzcan.
—Esto podría resultar terriblemente contraproducente si te descubren. —dijo Harry, acariciando lánguidamente con dedos torpes sobre el pectoral de Malfoy.
—Madre no habría contratado a los actores si no confiara en ellos, y tus amigos se preocupan demasiado por tu seguridad como para revelar el engaño.
—Mm —Harry estuvo de acuerdo, presionando sus labios en la mandíbula de Draco— ¿Quién…? Ah, ¿qué era? Persona. En Faering. La que te estaba molestando.
—Articulado como siempre, Potter. ¿Quieres intentar desenredar un poco esa malla de palabras para mí?
—En la cena, la persona que se acercó a ti. ¿También estaban metidos en esto?
Harry se sorprendió al sentir que Draco se tensaba bajo su tacto.
—No. —admitió.
— ¿De quién se trataba entonces?
—Ese hombre, creo, estaba tratando de reclutarme.
— ¿Reclutarte para qué? —Harry balbuceó, luchando por mantenerse despierto.
—Un patético grupo de mortífagos, por lo que parece.
Harry levantó la cabeza.
— ¿Qué?
—Hm —dijo Draco, pasando la mano despreocupadamente por el pelo de Harry, rascándole suavemente el cuero cabelludo— El imbécil parecía pensar que me había acercado a ti con fines nefastos. Me invitó a una reunión para su... cómo era, algún nombre atroz. Resurrección.
—No hablas en serio.
Draco se encogió de hombros.
—Parecía bastante serio.
—Seguro que vas a llevar esa información al Ministerio.
—Todavía no lo he decidido. Podría obtener más información si me infiltro en su reunión, primero.
—De ninguna manera —afirmó Harry—. No te vas a poner en riesgo así.
—Probablemente no —convino Draco—. Volvamos a discutirlo sobrios.
Harry dejó caer la cabeza sobre el hombro de Draco.
—No hay discusión. No vas a ir.
Draco le besó el pelo.
—Pequeño león protector.
—Maldita serpiente escurridiza.
— ¿Te molesta? Quiero decir... que mi moral sea más flexible.
—A veces —confesó Harry—. No lo entiendo.
—Lo sé, cariño —dijo Draco—. Pero no voy a joder esto.
Harry no estaba convencido. Su cerebro empapado de whisky trataba de ordenar sus pensamientos.
— ¿Sabes? El otro día… ¿Cuando dijiste que debería practicar la Legilimancia leyendo los pensamientos de la gente?
— ¿Qué pasa con eso?
— ¿De verdad crees que eso está bien?
— ¿Observar la superficie mientras caminas por un pasillo? No lo considero demasiado terrible.
—Bueno, yo creo que lo es.
—Aunque no importa —le recordó Draco—, no soy un Legilimante.
— ¿Pero y si lo fueras?
—Si lo fuera, no lo haría. No si te molestara.
— ¡Esa no es una buena razón! —Harry gruñó— ¡No deberías no hacerlo por mí!
— ¿Qué importa si el resultado final es el mismo?
—No lo sé. Simplemente importa.
Draco se quedó callado un momento, acariciando la cabeza de Harry
—No estoy seguro de que alguna vez sienta el bien y el mal con tanta intensidad como tú —dijo—. Estoy de acuerdo con el tema general, sobre que la gente sea igual y no sea tratada injustamente. Estoy de acuerdo con todo eso. Pero otras cosas... la honestidad perfecta y el desinterés absoluto... No es lo que soy todo el tiempo. Me creeré tu justicia, cariño, si no tu integridad. ¿Puede eso ser suficiente?
Harry meditó la pregunta.
—Sólo... no vuelvas a ocultarme cosas así, ¿de acuerdo? Manipulaste a la multitud, pero también me manipulaste a mí. No me gustó.
—Sí, de acuerdo. No más mentiras de esa clase. Lo siento.
—Bien.
— ¿Estamos bien?
—Sí —respiró Harry—. Fue una noche... interesante, pero resulta que eso no importa porque simplemente siempre me gusta estar contigo —levantó la cabeza para darle a Draco un beso perezoso—. Feliz San Valentín, cariño. No lo hagamos de nuevo.
...
¡Gracias por leer!
