Disclaimer: Los personajes, lugares y hechizos, son propiedad de J.K Rowling, a menos de que se especifique lo contrario. No hay retribución monetaria con la traducción y publicación de esta historia.

Traducción autorizada de A Forward Path por umbrellaless22 en AO3


CAPÍTULO LXXII


Harry se reunió con Clark en el aula habitual para las clases de Oclumancia de esa tarde. Harry llegó unos minutos tarde y se sorprendió al no encontrar a un impaciente Draco esperándole.

— ¿Draco no está aquí? —preguntó Harry.

—Aparentemente no —respondió Clark—. Estará bien imponer la puntualidad sobre él por una vez.

—Hm —coincidió Harry con una media sonrisa. No habían tenido clases por la tarde juntos, y Draco tampoco había estado en la cena. Harry había supuesto que estaba en la biblioteca, ya que llevaba unos días angustiado por una tarea de Aritmancia especialmente desagradable. Harry consultó su reloj, que le aseguró que Draco seguía en la escuela. Sin embargo, no era normal que no se presentara a las clases de Oclumancia. Harry invocó su patronus.

— '¿Te unes a Clark y a mí para las pociones de recuperación esta tarde?'

Clark se quedó boquiabierto ante el ciervo brillante.

— ¡Genial! —jadeó, demasiado aturdido para preguntar sobre lo de las pociones de recuperación— ¿Qué es eso?

—Es un patronus. Se utiliza sobre todo para protegerse de los dementores, pero es poco probable que te encuentres con ellos pronto. Sin embargo, es útil para enviar mensajes, si no te importa ser un poco llamativo.

Clark tenía una docena más de preguntas sobre dementores y patronus que Harry respondió con gusto, pero después de que pasaran diez minutos y Draco siguiera sin aparecer, empezó a sentir un nudo de preocupación detrás de sus costillas. Volvió a comprobar su reloj, pero no había ningún cambio en el paradero de Draco.

—Me temo que habrá que cambiar la cita —dijo Harry—. Me gustaría encontrar a Draco, asegurarme de que está bien.

Clark se metió las manos en los bolsillos, arrugando su pecosa nariz.

—Si alguien puede cuidar de sí mismo, se diría que es él.

Harry puso una mano en el hombro de Clark, guiándolos hacia afuera.

—Pero no está de más que los demás también tengan un ojo puesto en él. Nadie puede cuidar de sí mismo todo el tiempo. Hablando de eso, quería preguntarte: ¿todas tus cosas sobrevivieron al incendio? ¿Hubo algo demasiado dañado por el humo? Supongo que Draco te dio el pijama nuevo.

—Eh, sí. Lo hizo. Supongo que fue idea tuya, así que gracias.

Harry notó que las puntas de las orejas de Clark se tornaban de un color rosa, combinando graciosamente con el color de cabello del chico.

— ¿No es de tu agrado? —preguntó Harry.

—Oh, no, está... bien. Has sido muy amable, Harry, gracias.

— ¿Pero?

Clark se removió inquieto.

—Está bien —incitó Harry, con suavidad—. Nadie se va a enfadar si no te gusta. Podemos simplemente cambiarla o algo.

Clark se miraba los zapatos, la nuca de su delgado cuello toda roja de incomodidad mientras caminaban juntos por el pasillo.

—No es que no me guste, exactamente —dijo—. Obviamente es muy... bonita. Como muy, muy agradable. Y no quiero que pienses que no estoy agradecido. Necesitaba una nueva a causa del incendio y porque no paro de crecer y de que me queden pequeñas todas las malditas cosas que tengo.

—No eres desagradecido —le aseguró Harry—. No es ingrato que algo no te guste.

—Es que es... un poco demasiado. —admitió Clark.

Harry se rio.

—Oh, Merlín, ¿qué tiene entonces?

—Es, ehm, de seda. Y a rayas. Y tiene mis iniciales bordadas en el bolsillo. Todo parece muy de club de yates. No es que haya pisado nunca un yate.

Harry resopló.

—Por supuesto que es demasiado. Lo siento, debería haberlo sabido. La llevaré de vuelta el próximo fin de semana y te conseguiré algo más razonable. Draco tiene buenas intenciones, sólo que...

— ¿Olvida que el resto del mundo no ha nacido en la maldita aristocracia mágica de la que nadie parece saber nada, y que bien podrían ser los malditos Illuminati?

Harry guiñó un ojo.

—Sí, eso.

—Debe ser agradable —refunfuñó Clark. Llegaron al pasillo que llevaba a la sala común temporal de Slytherin—. Bueno, aquí me quedo yo entonces. Nos vemos, Harry. Avísame si lo encuentras. Manda esa cosa del ciervo-patronus, quiero echarle otro vistazo y quiero enseñárselo a Hiram también.


Harry fue directamente al Mapa del Merodeador. Se sentó en su baúl recorriéndolo de oeste a este, sólo para darse cuenta de que el punto que simbolizaba a Draco estaba casi al lado de él, en la propia cama de Draco, a pocos metros de distancia. Debe haberse quedado dormido, pensó Harry, pero se sorprendió de que el patronus no lo hubiera despertado.

Quitándose los zapatos, Harry abrió las cortinas del dosel y se deslizó silenciosamente hacia el interior. Draco estaba acurrucado de lado, de espaldas. Estaba encima de las sábanas y completamente vestido con unos pantalones oscuros y una camisa gris claro abotonada, la misma ropa que había llevado en el desayuno. Harry se tendió de lado detrás del otro chico y le puso una mano en el brazo. El chico no reaccionó.

— ¿Estás bien, cariño? —preguntó Harry con suavidad, por si Malfoy estaba durmiendo. No quería sobresaltarlo. Apretó la hinchazón de su bíceps antes de pasar la mano por la longitud del músculo. Draco seguía sin reaccionar. Aumentando la preocupación, Harry tiró del brazo de su novio, haciéndolo rodar sobre su espalda. Draco se dejó llevar, pero no habló, mirando fijamente al tejadillo, con un aspecto desmejorado y sin vida. Harry tuvo el repentino impulso de comprobar su respiración, su pulso, pero entonces Draco parpadeó.

— ¿Cariño? —preguntó Harry tentativamente, tratando de evitar el pánico que amenazaba con ocupar su pecho— ¿Qué ha pasado?

Draco parpadeó de nuevo y tragó saliva. Luego volvió a rodar, empujando a Harry hacia su espalda y plantando su cara en el estómago de Harry. Se estremeció una vez, agarrando la tela de los pantalones de Harry sobre su cadera, y luego se aquietó.

—Draco, ¿qué pasa? —instó Harry, pasando una mano por los omóplatos del otro chico como si pudiera encontrar un fallo específico que arreglar, pero no había pistas. Acarició la columna vertebral de Draco, la nuca, la base del cráneo. Pasó los dedos por el fino pelo rubio, pero seguía sin haber respuesta.

— ¿Amor? —Harry lo intentó de nuevo. Tardíamente, lanzó un Locus Secretum para que no los escucharan si alguien más aparecía en el dormitorio.

Draco se negó a responder, sólo giró la cabeza para poder respirar y metió un brazo bajo la espalda de Harry para poder aferrarse más. No era cómodo, pero a Harry no le importaba, ya que no sabía de qué otra manera estar al lado del silencioso y miserable chico que se había acurrucado sobre él. Estuvieron así durante mucho tiempo, en silencio. En un momento dado, Harry envió su patronus a Clark, diciendo simplemente que había encontrado a Draco y que no se preocupara. En privado, Harry pensó que la segunda fase era preventiva, pero no podía preocuparse tanto por Draco como por Clark en ese momento. La preocupación roía todos los pensamientos de Harry, mientras recorría los "y si" mentales. ¿Y si Draco había suspendido la terrible tarea de Aritmancia y estaba ansioso por los EXTASIS y su futuro? ¿Y si le hubiera pasado algo a su madre? ¿Y si El Profeta hubiera publicado un artículo que Harry no había visto más atrás en el periódico? ¿Y si se hubieran enterado de algo terrible sobre Cwalu, de que no podían ser derrotados y de que Hogwarts estaba condenado? ¿Y si Draco había sido golpeado de nuevo, o hechizado en los pasillos? Harry extendió tímidamente su magia, como Madame Pomfrey le había enseñado en la enfermería aquella noche. Escaneó los huesos de Draco, se extendió más allá de eso a sus tendones y músculos, todo lo que podía imaginar de los libros de texto de biología de hace mucho tiempo. Si pudiera encontrar una lesión, encontrar la herida, tal vez podría arreglarla, llenarla, hacerla completa.

—Demasiado. —susurró Draco y Harry apartó su magia con un sentimiento de culpa.

—Lo siento, cariño. Lo siento. —volvió a acariciar el pelo de Draco— ¿Estás herido? ¿Puedes decírmelo?

Draco dio un solo movimiento de cabeza, todavía apretado, justo debajo de la caja torácica de Harry.

Harry exhaló.

—Está bien. Eso es bueno. Pero estás... ¿enfadado?

Hubo una pausa seguida de un solo movimiento de cabeza.

— ¿Pasó algo?

Otro asentimiento.

— ¿Puedes contármelo?

Draco no dijo nada por un momento, luego murmuró:

—Arruinó todo. Como había prometido. —sus brazos se apretaron desesperadamente alrededor de Harry.

— ¿Qué se ha arruinado?

No hubo respuesta. Pasó otro largo minuto, y entonces Harry sintió que el dobladillo de su camisa se separaba de los pantalones y se desprendía hasta el ombligo. Draco presionó sus labios sobre el hueso de la cadera de Harry y luego de nuevo junto a su ombligo. Una mano firme le agarró el muslo y Draco le acarició la ingle. Harry se sintió mareado con el cambio de ambiente y aunque su polla estaba ciertamente prestando atención, no estaba seguro de que debiera hacerlo.

—Oye —dijo, amablemente—. ¿Qué es esto? Hablemos primero, ¿qué te parece?

Draco le ignoró, cogiendo la polla de Harry a través del pantalón, besando a lo largo de la tela, con los labios separados.

—Draco... —advirtió Harry.

—Tengo una idea —contestó el otro chico, con su aliento caliente y frenético mientras se movía un poco. Levantó la vista hacia Harry y se encontró con sus ojos por primera vez esa noche. Estaban envueltos en algo oscuro, desesperado y medio frenético. Harry se sintió desconcertado. No sabía qué decir, así que por un momento no habló. Draco llenó el silencio—. Quiero que me hagas daño, Potter. Te gustará, sé que lo harás. Seré bueno para ti, aceptaré todo lo que me des. Sólo haz que duela, ¿de acuerdo? Hazlo tan fuerte como quieras. Hazme daño, destrúyeme, arruíname para siempre —su boca y sus manos volvieron a la entrepierna de Harry y éste se quedó helado, en conflicto. Por un momento culpable, pensó en Draco desnudo ante él, atado y a su merced. Draco retorciéndose y gritando y recibiendo cada golpe rápido. Su polla se sacudió y Draco se la destapó, tragándosela con hambre en un único y febril gesto. Harry hundió los dedos en el pelo de Draco con un gemido, y luego forzó la imagen de su cabeza.

—No te gusta que te hagan daño. —insistió, con los dientes apretados mientras la creciente necesidad luchaba en su interior.

—No importa —Draco se apartó con un chasquido lascivo, acercando su frente a la cadera de Harry—. No tiene que gustarme. Sólo a ti. Déjame hacer esto por ti, Harry, por favor.

Antes de que Draco pudiera envolver esos bonitos labios alrededor de su polla de nuevo, Harry agarró las muñecas de Draco y forzó su cara hacia arriba.

—Suficiente, Draco, para. Demasiado.

Con un maullido de dolor, Draco se derrumbó en el cuello de Harry, pero dejó de manosear, dejó de frotar y besar.

—Por favor… —fue todo lo que dijo.

Draco se sentía tan frágil en los brazos de Harry, que pensó que el chico podría romperse como una cuerda demasiado extendida. Harry lo acercó a él, como si pudiera dar solidez al estremecido niño que tenía entre sus brazos. Puso su mejilla junto al suave pelo platino.

—Así no —dijo. Su voz era clara y firme y por eso él estaba agradecido—. No tengo interés en hacerte daño si no deseas que te lo hagan. Y ciertamente no te castigaré por lo que sea que percibas como un fracaso, especialmente no sin que me digas lo que ha pasado en primer lugar. ¿Está claro?

Draco asintió húmedamente en su cuello.

—Sea lo que sea lo que ha pasado, no va a cambiar esto, no nos va a cambiar. —prometió Harry.

—Lo hará. —insistió Draco.

— ¿Por qué no me dices qué es, para que pueda tranquilizarte adecuadamente?

—No puedo. —se quejó Draco.

Harry suspiró, relajando su agarre para poder pasar una palma tranquilizadora por la espalda de Draco. Se sentía jodidamente impotente.

—Muy bien, cariño. Cuando estés listo, entonces. Estaré aquí.


...


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