Disclaimer: Los personajes, lugares y hechizos, son propiedad de J.K Rowling, a menos de que se especifique lo contrario. No hay retribución monetaria con la traducción y publicación de esta historia.

Traducción autorizada de A Forward Path por umbrellaless22 en AO3


CAPÍTULO LXXIII


Harry se despertó solo al día siguiente, con una sensación de malestar en las tripas. Draco había estado pegado a él toda la tarde y durante toda la noche, negándose a perder de vista a Harry durante más de unos minutos, pero también negándose a decirle nada más. Harry había dejado que la presión tangible de la espalda del otro chico contra su pecho lo calmara. Ahora no había nada que lo calmara. Se sentó y vio un trozo de pergamino en la almohada que tenía delante. La escritura típicamente precisa de Draco se veía desigual y manchada.

Te equivocaste. Nunca seré más que un cobarde. Lo siento.

El pecho de Harry se apretó por reflejo, como si su sangre se hubiera espesado con el miedo, su corazón se esforzaba débilmente por bombear con normalidad. Comprobó su reloj y jadeó dolorosamente cuando no vio la manecilla de Draco en "Escuela". El pánico se calmó ligeramente cuando tampoco la encontró en "Peligro mortal". En su lugar, se instaló en "Hogar". Pero si ese hogar era la Mansión Malfoy o Grimmauld Place, Harry no estaba seguro. Comprobó la hora y maldijo. Casi se había perdido el desayuno. Se puso algo de ropa y estaba decidiendo si debía ir a clase o ir a persuadir a McGonagall para que le dejara usar la red flú, cuando Ron y Hermione irrumpieron.

—Bien, aquí estás. —dijo Ron. Su voz era solemne y su boca formaba una inescrutable línea plana.

— ¿Qué pasa? —preguntó Harry. Hermione estaba en el dormitorio de los chicos y faltaba a clase, así que Harry sabía que tenía que ser algo serio.

—Discutámoslo en la sala común —decidió Hermione—. No habrá nadie más.

Harry trató de sofocar la nauseabunda inquietud, pero el esfuerzo fue inútil.

—Dime. —ordenó, mientras Hermione calentaba la tetera y se sentaban a la mesa.

Hermione buscó en su mochila y sacó la edición de la mañana de El Profeta. El nombre de la maldita Natalia Pushbottom sobresaltaba debajo de un horrible titular:

La Malevolencia de Malfoy: Seducción, política y traición

Harry tragó con fuerza y siguió leyendo.

Un informante anónimo de Hogwarts ha hecho públicas pruebas contundentes contra el supuesto ex mortífago, Draco Malfoy. Como ya hemos informado en El Profeta, Malfoy ha causado sensación recientemente en torno a una relación romántica que, según todas las apariencias, ha surgido entre él y el estimado héroe de la guerra, Harry Potter. Según algunas versiones, el pasado traicionero de Malfoy había sido atenuado por Potter. Sin embargo, como muchos aquí en El Profeta sospechaban, un kneazle no cambia tan fácilmente sus manchas.

El Profeta está actualmente en posesión de una serie de cartas condenatorias escritas por Lucius Malfoy, el padre de Draco Malfoy, que revelan motivaciones inquietantes. ¿La relación entre Draco Malfoy y Harry Potter no era más que un amor juvenil? ¿O fue todo orquestado para reparar el prestigio del apellido Malfoy en la sociedad de magos?

Las cartas se remontan al mes de septiembre y trazan el curso del romance entre el joven Malfoy y Potter. Lo que parecía ser un encantador encuentro en el que Potter ayudó a Malfoy con una rodilla lesionada, puede haber sido, de hecho, un montaje. La carta de Lucius Malfoy, fechada en esa época, decía: "Sabíamos que Potter no podía resistirse a jugar al héroe, su patética debilidad siempre ha sido fácilmente aprovechada. Estoy orgulloso de ti, hijo, por haberlo conseguido. Tu sufrimiento temporal merecerá la pena cuando nuestra familia recupere el lugar que nos corresponde". Fuentes cercanas a la pareja afirman que ambos comenzaron a pasar tiempo en compañía del otro poco después de esta lesión, aunque la conexión romántica entre ambos no se identificó hasta este año. Potter, siempre dispuesto a atender a los necesitados, cayó obviamente en la estratagema.

Existe una carta similar de la época en que Draco Malfoy realizó su propia hazaña en diciembre del año pasado. Poco después de que Malfoy rescatara supuestamente a varios alumnos de Slytherin, su padre escribió: "Bravo por la pequeña exhibición, hijo. Endiosar a Potter sólo beneficiará al apellido Malfoy". L. Malfoy también hizo comentarios sobre la reciente salida de San Valentín de D. Malfoy y Potter. "Chico listo, usando esas bonitas miradas para doblegar la voluntad de Potter". Parece que Malfoy el mayor ha estado dirigiendo las acciones de su hijo desde su celda en Azkaban. Una fruta podrida ha caído de un árbol podrido.

El artículo continuaba, hilando más y más tramas maliciosas, pero ninguna de ellas citaba a Lucius y eran patrañas extravagantes, así que Harry las ignoró.

—No estoy convencida —dijo Hermione con suavidad, cuando Harry levantó la vista de la página. Le puso una taza de té delante—. En caso de que te lo estés preguntando. No creo que lo que Draco siente por ti sea una actuación. Y todos hemos visto las mentiras salaces que publica El Profeta sólo para conseguir audiencia.

—Creo que deberías hablar con él —dijo Ron—, obtener algunas respuestas, resolver esto. Pase lo que pase, estamos de tu lado, Harry. Quiero creer lo mejor, pero si te han engañado, haré que el maldito pague.

—No. —dijo Harry con fuerza, al mismo tiempo que Hermione siseaba: "¡Ron!".

—No está aquí —dijo Harry—. Se ha ido, se ha ido a casa. —sabía que ellos asumirían la Mansión y no lo aclaró.

—Probablemente sea inteligente —suspiró Hermione—. El ambiente en torno al Castillo está un poco cargado. Todo el mundo los buscaba a los dos en el desayuno. Están enfadados por ti, furiosos por la supuesta traición. Han tomado este maldito artículo como un evangelio. Él no habría durado el día sin ser arrasado por al menos unos cuantos maleficios. Ni siquiera una escolta constante los habría alejado, no esta vez. Una ofensa fue que te amara; otra muy distinta es que te traicionara.

Harry se quitó las gafas y se frotó los ojos. Los sentía húmedos y en carne viva detrás de los párpados, y un dolor punzante empezaba a aparecer detrás de la órbita derecha.

—La mayor parte parece la típica mierda de Lucius —dijo en voz baja—. Sabía que Draco estaba recibiendo cartas de él, y creo que la de San Valentín llegó ayer por la mañana. Le vi guardarla en el bolsillo durante el desayuno. Lo único que parece sospechoso es la parte de la lesión de septiembre. Vi su rodilla. Estaba destrozada. No pudo haber fingido; sé que Madame Pomfrey no se habría dejado engañar. Pero tampoco quiso dar nombres. Nunca llegué a averiguar quién era el responsable.

El corazón de Harry dio un vuelco cuando le vino otro pensamiento.

—Y... Merlín. El primer día que nos besamos. Vi cómo le atacaba un grupo de estudiantes desde el otro lado de la gran entrada. No estaba herido, llegué hasta él justo a tiempo. ¿Y si eran una ilusión? ¿Y si él orquestó todo esto igual que orquestó el rescate en San Valentín? Me gustaría decir que sé que no lo haría, pero... no lo sé. De hecho, es exactamente el tipo de cosas que haría.

Hermione y Ron parecían incómodos, como si quisieran poder defender a Draco de alguna manera, pero sabían que era imposible. Era algo que Draco haría y todos lo sabían.

— ¿Qué mierda hago ahora? —susurró Harry, volviéndose a poner las gafas y parpadeando impotente ante ellas.

—Lo mismo que hacen siempre tú y él cuando tienen un desacuerdo. Hablarás con él, confiarás en tu intuición. Resolverás esto, Harry, sé que lo harás.

Harry pensó en enfrentarse a Draco. Se sentía tan retorcido y confundido como un animal herido. No estaba seguro de si se acobardaría o enseñaría los dientes.

— ¿Y si no quiero hablar con él ahora mismo? —preguntó.

—Sospecho que eso también está bien, amigo —lo consoló Ron—. Es un golpe. Cualquiera entendería que necesitaras un momento para recomponerte.

— ¿Tal vez enviar un mensaje? —Hermione le animó— Puede que resulte ser el verdadero imbécil que todos piensan, pero si no lo es... te arrepentirás de haberle hecho sufrir.

Harry asintió.

—Sí. Sí, de acuerdo. ¿Me prestas a Pig, Ron? Lo intentaría con Constance, pero ya sabes cómo es.

—Oh, sí —se quejó Ron con forzada ligereza—. No estabas en el desayuno, así que adivina de qué plato decidió robar. Me hizo apreciar aún más el pequeño apetito de Pig. Estará encantado con el recado, Harry, siempre lo está. No hace falta que se lo pidas.

Harry esbozó una sonrisa acuosa.

—Gracias. Eh, voy a llegar tarde a clase, pero quiero enviar la carta a primera hora. ¿Le dicen a la profesora McGonagall que llegaré enseguida?

— ¡Haría bien en no dejar que su vida amorosa interfiera en sus estudios, señor Potter! —exclamó Ron con un exagerado acento escocés— ¿Qué crees que te mantendrá caliente en tu vejez? Una pareja mortal o su habilidad para conjurar llamas donde no hay más que hielo.

Harry se rio.

—Puede que tenga razón, profesora. El amor parece una locura —le dio un apretón al brazo de Hermione—. Gracias, por enseñarme todo esto, y… por todo. —Hermione le apartó la mano de un golpe y le abrazó como es debido, y luego ella y Ron se apresuraron a ir a clase. Harry volvió al dormitorio y escribió una nota rápida.

Draco,

Tenemos mucho que hablar y no estoy seguro de poder hacerlo todavía. Tu padre es un cabrón intrigante y siempre lo ha sido, así que me gustaría pensar que eres totalmente inocente en esto, pero tu ausencia sugiere lo contrario. Culpable o no, no puedo evitar alegrarme de que estés a salvo. Por favor, hazme saber dónde estás e iré a verte... cuando ambos estemos preparados.

Te quiero,

Harry

Harry guardó su pluma y recogió sus libros de texto del día. Luego asomó la cabeza dentro de las cortinas de su cama.

—Hola, preciosa —le dijo Harry a la lechuza gigante que se escondía de nuevo en el dosel, con las garras agarrando torpemente uno de los postes tallados.

Constance le dirigió una mirada afrentosa. Su pecado de no desayunar no había pasado desapercibido.

— ¿Llevarías una carta para mí?

Constance giró su esponjosa cabeza 180 grados. Eso era un no, entonces. Harry se levantó de la cama y fue a buscar a Pigwidgeon.


— ¡Harry! —Claire Gibbens acorraló a Harry en el pasillo después de Transformaciones. La verdad es que fue culpa suya. Les había dicho a Ron y a Hermione que se adelantaran mientras él se disculpaba con una McGonagall inusualmente comprensiva.

—Oh, eh, Gibbens, hola —respondió, mirando por encima de su cabeza en busca de una posible excusa para usar como vía de escape. No había más que primeros años con ojos de insecto que pasaban de la quietud a la huida cuando su mirada caía sobre ellos— ¿Todo bien?

— ¿"Todo bien"? —Claire jadeó, una palma de la mano volando hacia su corazón como si estuviera físicamente herida— Por supuesto que no estoy bien, Harry, ¿cómo podría estarlo?

— ¿Perdón? —dijo Harry, sintiendo que seguramente se había perdido algo. El dolor detrás de su ojo palpitaba amenazadoramente. Se dio cuenta entonces de que su pandilla habitual estaba de pie bastante atrás, asomándose por una abertura arqueada.

— ¡Estoy desolada por ti! —exclamó ella— Obviamente. Es una auténtica tragedia lo que te hizo ese chico, Harry. No lo toleraré, ninguno de los Ravenclaw lo hará. Ni tampoco los Hufflepuff. Si Draco Malfoy vuelve a aparecer en este colegio-

—No harás nada —cortó Harry, con voz fría y firme—. Gibbens, te agradezco que presumas de velar por mí, pero déjame asegurarte que El Profeta es un semillero de medias verdades, chismes e invenciones.

Los ojos de Claire se entrecerraron.

—Si lo que han dicho de él es una invención, ¿dónde está, Harry? Nadie le ha visto la cara en toda la mañana.

Harry deseó no tener la misma pregunta que lo atormentaba.

—Se está manteniendo a salvo —dijo secamente— de aquellos que se apresuran a saltar en mi defensa basándose en pruebas de mala calidad y sin esperar mi petición.

—Pobrecito —murmuró Gibbens, su labio inferior se volvió en un mohín de simpatía que hizo que Harry quisiera golpear su propia cabeza contra la pared de ladrillos que tenía detrás—. Has estado tan confundido y hechizado por él que ni siquiera puedes verlo. Ni siquiera sabes cómo se supone que es el verdadero amor. —para horror de Harry, ella se acercó para acariciar su pecho. Harry lanzó un Protego instintivo antes de que ella pudiera hacerlo. Ella frunció el ceño cuando su mano no pudo atravesar la burbuja protectora.

—Soy tu entrenador —dijo Harry con firmeza, tratando de no levantar la voz, aunque sabía que estaba temblando por la ira contenida—. Entrenador y jugador de Quidditch era la única relación que teníamos. Fue una relación que tú elegiste terminar y yo acepté esa decisión. Ahora, no tenemos ninguna relación de la que hablar, Gibbens, y nunca la tendremos. ¿Lo has entendido bien?

La barbilla de Claire tembló mientras fruncía sus tambaleantes labios. Su rostro enrojeció y sus ojos se llenaron de lágrimas mientras giraba sobre sus talones, alejándose tanto de Harry como, según notó él, de sus amigos. Suponía que debería sentirse mal por haber humillado a la chica, pero ella había necesitado escuchar un rechazo franco de su parte para finalmente entenderlo. Casi deseó que Draco hubiera estado allí para destriparla como es debido, y con menos amabilidad, pero eso era cruel. Sin embargo, sus palabras también habían sido crueles, o al menos irreflexivas. Habían echado sal a las heridas que Harry sólo había querido curar. No quería dudar de cómo eran las cosas con Draco. Quería echarle toda la culpa a Lucius, abrazar a Draco, consolarlo y hacerle promesas de perdón. Sin embargo, no podía hacer esas cosas, no hasta que lo hubieran discutido, lo que sin duda sería agotador y arduo, y estaría lleno de cosas que preferiría no reconocer.

No quería pensar en ello.


Harry pasó el resto del día como un sonámbulo, flanqueado por Ron y Hermione en la medida de lo posible. Dean, Seamus y Neville le lanzaron miradas de preocupación. Ginny se ofreció a arrancarle los dientes perfectos a Malfoy, y Pansy le hizo prometer que le daría a Draco el beneficio de la duda, al menos por ahora. Harry respondió lo más escuetamente posible, con la misma sonrisa cansada.

Se dio la vuelta en su sitio, con la mirada rebotando entre la cama de Draco y la suya. Hacía más de un mes que no dormía en su propia cama y descubrió que no quería hacerlo. Sabía que le mirarían raro por la mañana, saliendo de la cama de Malfoy sin ver al otro chico, pero no se atrevía a preocuparse. Le dolía la cabeza y estaba solo. Se acurrucó alrededor de la almohada de Draco y respiró el débil y dulce olor a pomelo.

Todo dolía. Pero Harry se dejó ir.


...


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