Disclaimer: Los personajes, lugares y hechizos, son propiedad de J.K Rowling, a menos de que se especifique lo contrario. No hay retribución monetaria con la traducción y publicación de esta historia.

Traducción autorizada de A Forward Path por umbrellaless22 en AO3


CAPÍTULO LXXVII


Harry esperaba en el dormitorio principal, sentado en una silla baja. Le había dado a todo un breve lavado para eliminar lo peor del moho y el polvo, y había colocado una jarra de agua y dos vasos en la mesa debajo de la ventana. Mientras esperaba trató de ordenar sus pensamientos. Eran una mezcla incongruente de solemnidad y excitación. De alguna manera, esto tenía sentido. No es que Draco no fuera bueno para pedir lo que quería en la cama, porque Draco no era más que un pequeño imbécil mandón, pero nunca había pedido esto.

Un golpe rompió sus pensamientos. Draco no esperó a que respondiera, simplemente entró en la habitación, cerrando la puerta tras de sí. Harry preparó los hechizos necesarios para evitar que Kreacher los interrumpiera y miró a Draco. Iba vestido con una impecable chaqueta blanca abotonada y unos pantalones negros bien confeccionados, y Merlín, siempre tenía muy buen aspecto. Harry se permitió un largo momento para asimilarlo. Draco iba descalzo, lo que significaba que el dobladillo de los pantalones era demasiado largo y arrastraba un poco en la alfombra. Las líneas limpias de las caderas de Draco y la ligera disminución de su cintura atrajeron a Harry, al igual que los hombros delgados y cuadrados. No era desafío lo que habitaba en los músculos del cuerpo del otro chico, sino vigilancia y aprensión. Tenía las muñecas sujetas por detrás, como si le concediera a Harry acceso a su vulnerable vientre, a su pecho y a todas las vísceras que había debajo. Era una ofrenda, y Harry agradeció el sacrificio.

Los ojos de Harry se detuvieron en la pálida longitud del cuello. La luz del sol que entraba por la mugrienta ventana le iluminaba y Harry podía distinguir el rápido pulso allí, el rítmico aleteo que mantenía su atención. Finalmente, observó el rostro de Draco y su cabello cuidadosamente arreglado, todavía un poco húmedo por el baño. Su expresión era inexpresiva, salvo por el parpadeo de ese músculo en la mejilla de nuevo. Harry arrugó la frente. Parecía joven y quebradizo.

— ¿En qué estás pensando? —preguntó Harry despreocupadamente desde donde estaba sentado.

Draco arrastró su mirada hasta el rostro de Harry y pareció que el gesto le costara algún esfuerzo. Draco parpadeó y se obligó a centrarse, relamiéndose los labios. Estaba inusualmente nervioso.

—Como si me hubieran llamado al estudio de papá para reprenderme. —admitió.

— ¿Es eso lo que quieres? —preguntó Harry, manteniendo su tono ligero y curioso.

—No estoy... del todo seguro. —respondió Draco después de un momento.

—Hm —dijo Harry. Se tomó su tiempo para ponerse de pie, estirando el cuello perezosamente antes de acechar hacia adelante. Su acercamiento fue lento y deliberado. Tomó la mandíbula de Draco con la mano y se acercó, rozando con la nariz ese hipnotizante punto del pulso. Inhaló el fresco aroma de amor y apretó un beso en el hueco bajo la mandíbula de Draco. Sintió que Draco se ponía tenso, como si Harry fuera algo peligroso contra lo que tuviera que armarse. Se enderezó y a continuación besó la boca de Draco con dulzura, tratando de disipar esa idea. No quería miedo en esto.

—No creo que eso sea lo que quieres, amor —determinó, con toda la autoridad tranquilizadora que podía reunir—. Creo que ya has tenido bastantes reprimendas para toda la vida. Creo que preferirías expiarlo. —dejó la palabra suspendida en el aire, sus labios volvieron al cuello de Draco, plantando besos como semillas en cada rincón y hueco.

—Si me dejas. —la voz de Draco era poco más que un susurro.

—No hay nada que me guste más —le aseguró Harry, acariciando con el hocico el pelo húmedo detrás de la oreja de Draco—. ¿Sabes por qué? Porque sé que te manejarás brillantemente. Lucharás y te esforzarás por mí, cariño. Me harás sentir muy orgulloso. Serás tan valiente y fuerte.

—Harry —había una nota rota en la voz de Draco, dolida y confusa—. ¿Qué estás haciendo?

—Diciéndote lo que necesitas oír: la verdad.

—No es-

En un instante, Harry agarró un puñado de pelo platino, tirando de la cabeza de Draco hacia atrás y haciéndole gritar.

—Es la verdad, Draco —repitió—. Te lo demostraré. ¿Entendido?

—Sí. —jadeó Draco.

—De rodillas. —ordenó Harry, la orden rápida y oficiosa.

Draco respondió maravillosamente, casi instintivamente, dejándose caer en su sitio. Harry todavía agarraba el mechón de pelo y lo sostenía para evitar que Draco se hundiera del todo y apoyara el culo en los talones.

—Así —le indicó Harry—. Bien.

La mirada de Draco se dirigió a la cara de Harry, como si tratara de anticiparse a él.

—Deja de pensar —le dijo Harry—. Sólo escucha y presta atención a mis palabras. Ahora, quiero que te quedes de rodillas así, pero inclínate un poco hacia atrás —dio un suave tirón al pelo de Draco para que se echara hacia atrás—. Eso es. Quiero que te quedes así, amor. Debería sentirse bien ahora, aunque sospecho que la alfombra no tiene suficiente acolchado bajo tus rodillas o la parte superior de tus pies. ¿Se te clava un poco?

—Un poco. —convino Draco, manteniendo una línea recta de tabla desde las rodillas hasta la coronilla. Harry vio lo mucho que el otro chico necesitaba esto: reglas claras, objetivos que pudiera alcanzar.

—Se pondrá peor —le informó Harry—. ¿Y el estiramiento a lo largo de tus cuádriceps y hacia tus caderas? Vamos a intensificar eso un poco —tiró de Draco hacia atrás uno o dos centímetros más—. Aguanta —le recordó—. Y sigue respirando, por favor.

Draco inhaló una respiración temblorosa.

—Bien —murmuró Harry, aflojando el agarre y pasando los dedos por el pelo de Draco. Los párpados de Draco se cerraron, respirando con esfuerzo mientras Harry seguía acariciándolo—. ¿Por qué no me dices qué es lo que necesitas expiar?

—Por mentir —dijo Draco entre dientes apretados—. Por engañarte y no confesar hasta que me obligaron a hacerlo.

—Y ni siquiera entonces —comentó Harry con frialdad—. ¿Qué más?

—Por ser un cobarde. —siseó Draco.

Harry le dio una bofetada, inteligente y segura en la cara y mucho más fuerte de lo habitual.

—No. —dijo, con la voz quebrada. Draco jadeó, volviendo a ponerse en posición vertical, con los ojos muy abiertos.

—Vuelve a la posición —le indicó Harry—. Las manos a la espalda. No te he dicho que te muevas.

Draco tragó saliva y se echó hacia atrás. El sudor se acumuló en la línea del cabello y sus muslos comenzaron a temblar.

—Has roto una regla —explicó Harry—. Nada de insultos. Ni de mí, ni de ti. ¿Está claro?

—Lo siento, Harry. —susurró Draco.

Harry se inclinó y besó la huella de la mano roja y brillante.

—No pasa nada, cariño. Aprenderás. Ahora. ¿Qué más?

Draco se estremeció en su sitio.

—Yo... no sé, lo siento. Merlín, Harry, mis piernas.

—Lo sé, cariño, te estás portando muy bien, trabajando mucho y duro por mí. ¿Y por huir? ¿Lo sientes por huir y esconderte de mí en lugar de afrontar tus errores?

—Sí, Merlín, sí, Harry, lo siento, por favor-

—Y por no confiar en mí cuando dije que me quedaría.

—Lo siento. —contestó Draco, su voz era un delgado y agónico gemido.

— ¿Por qué? —preguntó Harry, subiendo el volumen.

—Lo siento por huir y esconderme y por desconfiar de ti, Harry, ¡por favor!

Harry lo dejó allí durante un largo momento de suspensión. Observó con excitado interés cómo Draco intentaba cambiar su peso de rodilla a rodilla, intentando buscar alivio sin desobedecer. Draco temblaba ahora, sus músculos se fatigaban y protestaban, y todo por Harry. Era magnífico.

—Suficiente —declaró Harry—. Tómate un descanso.

Draco se inclinó hacia delante hasta quedar de manos y rodillas, respirando con dificultad.

Harry pasó la mano por la nuca de Draco, por su cuello, siguiendo las curvas y las crestas de su columna vertebral hasta que desaparecieron. El sudor empapaba la camisa de Draco en pequeñas manchas. Draco se hundió aún más, sobre los codos, con la cabeza colgando entre los brazos. Harry presionó la palma de la mano contra la parte baja de su espalda, frotando pequeños círculos.

—Precioso, cariño. Lo has hecho muy bien.

—No... —Draco exhaló con brusquedad— No lo aguanté mucho tiempo.

—Lo aguantaste todo el tiempo que te dije —corrigió Harry—. Que es todo lo que pedí. No te denigres. Ahora ponte boca abajo y deja que tus piernas descansen como es debido durante un minuto.

Draco se deslizó hacia abajo como se le había ordenado, acunando su cara entre las manos. Harry continuó con los círculos amorosos y meditativos.

—Gracias —murmuró Harry—. ¿Crees que puedes seguir?

Draco gimió, sin levantar la cabeza.

— ¿Demasiado, amor? —preguntó Harry.

—No —respondió Draco en voz baja—. Puedo hacerlo.

—Claro que puedes —le animó Harry—. Descansa un momento más, y luego levántate, de nuevo de rodillas —por un momento fugaz, Harry se imaginó usando ese tono condescendiente con Draco fuera de todo esto y casi se rio. Eso ciertamente no estaría bien. Pero aquí, solo y vulnerable, Draco no se resistió. No había apariencia de irritación o enfado, como si la condescendencia calmara algo en él—. Eso es encantador. Ahora, inclínate hacia atrás, acéptalo.

La postura obviamente no era tan simple esta vez, un pequeño temblor recorrió los cuádriceps de Draco casi inmediatamente.

—Qué bien, cariño —arrulló Harry. Se acercó, la tela tensa en su ingle rozando la mejilla sonrojada de Draco—. ¿Puedes sentir lo que me haces cuando eres bueno para mí?

— ¿S-sí? —Draco tartamudeó.

—Oh, sí, amor —le aseguró Harry—. ¿Debería darte una distracción? ¿Te gustaría? ¿Algo en lo que concentrarte además del dolor?

—Sí, por favor, Harry.

—Pensé que te gustaría —ronroneó Harry, bajando la cremallera de sus pantalones y cogiendo la polla con la mano—. Aquí tienes. La mano en mi muslo. Hazme saber si es demasiado.

Draco giró la cabeza, con la boca abierta. Harry deslizó la cabeza de su polla entre los labios de Draco, su mano libre volvió a la parte posterior de la cabeza de Draco, apoyándose. Insistió en la boca del otro chico un poco más de lo que sabía que podía soportar cómodamente, tanteando insistentemente en la parte posterior de su garganta.

Draco tuvo una ligera arcada, rompiendo la posición.

—No del todo, cariño —Harry respondió, implacablemente dulce y paciente—. Inclínate hacia atrás, inténtalo de nuevo.

Otra arcada, más fuerte esta vez. Harry no se echó atrás.

—Traga, cariño, no te resistas.

Draco inhaló bruscamente por la nariz, la determinación luchando con el pánico. Harry no capituló y siguió presionando. Esta vez, Draco tragó, y Harry se deslizó más profundamente.

—Eso es, Draco. Joder, cariño, sí. Sujétame ahí. Sigue chupando, cariño, lo estás haciendo muy bien —Harry empujó hacia delante, persiguiendo el calor húmedo y la deliciosa presión. Le encantaba cómo Draco escupía desordenadamente, el pre-semen y la saliva empapando su camisa cada vez que abría la boca en un intento inútil de tomar aire. Su agarre se tensó en la pierna de Harry, pero no lo pellizcó—. Estoy tan cerca —le dijo Harry. En realidad, sentía que podía hacer esto durante mucho tiempo, pero era consciente de que las fuerzas de Draco estaban disminuyendo—. Voy a terminar, y tú te vas a quedar perfectamente quieto, aguantando así para mí. Contarás hasta doce en tu cabeza, y luego podrás retirarte.

Harry folló hacia delante, sintiendo la urgencia de la situación. Contempló el perfecto estiramiento de los labios de Draco alrededor de su polla, la asquerosa imagen que hacía, de rodillas, con la barbilla hecha un desastre, los ojos llenos de lágrimas.

—Joder —jadeó Harry, enjugando las lágrimas sobre la cara de Draco con el pulgar. La familiar advertencia se disparó desde su ingle y Harry se arrancó de la garganta de Draco, con una mano todavía sujetando al otro chico brutalmente por el pelo, la otra alrededor de su propia polla. Se corrió con fuerza, con rayas blancas que estallaron sobre las mejillas manchadas de lágrimas de Draco mientras éste jadeaba en busca de aire, con los hombros agitados, tratando desesperadamente de mantenerse en su sitio.

—Doce segundos —Harry repitió, respirando con dificultad. Draco asintió con la cabeza, con los ojos cerrados. Harry observó con fascinante satisfacción cómo Draco se fortalecía, suspendido en la agonizante posición, haciendo una cuenta atrás en su cabeza. Cuando Draco llegó a cero, se desplomó, cayendo de lado y acurrucándose allí.

—De espaldas —insistió Harry, limpiando su polla y guardándola. Con un gemido, Draco se dio la vuelta obedientemente. Se levantó una manga como para limpiarse la cara—. Déjalo —insistió Harry. Draco gimió irritado, pero obedeció, dejando caer la mano—. Qué bonito desastre, ¿verdad? —comentó Harry— Todo marcado, todo mío. Simplemente precioso.

Harry esperó a que el pecho de Draco dejara de agitarse, antes de arrodillarse y limpiar la cara de Draco. Lo besó en la boca.

— ¿Estás bien, cariño?

Draco asintió temblorosamente.

—Vamos a desvestirte y a subirte a la cama —le indicó Harry. Draco se puso de pie tímidamente, sus piernas casi cedieron a mitad de camino—. Tranquilo —murmuró Harry. Draco buscó el botón superior de su camisa, pero Harry le apartó las manos—. No, amor, déjame —manipuló a Draco hasta sentarlo incómodamente en el borde de la cama. Harry se apresuró a desabrochar los botones, arrancando la camisa empapada y los pantalones de Draco, arrojándolos sobre la silla—. Merlín, estás maravilloso, todo desnudo y expuesto. —Harry se acercó, abrazando a Draco con sus rodillas. Dejó caer besos sobre los hombros y las clavículas de Draco, su cuello y su cara, antes de capturar su boca.

— ¿Cómo estás, amor, estás bien? —preguntó Harry entre besos profundos y escudriñadores. Con un suspiro se apartó para poder ver toda la cara de Draco.

—Sí, estoy... bien —murmuró Draco. Había un surco entre sus cejas, y su mirada estaba en algún lugar sobre el hombro de Harry—. No estoy seguro de lo que esperaba, pero no creo que fuera esto.

Las palabras de Harry eran tranquilas y serias cuando respondió:

—No, supongo que no lo era. Sospecho que lo que esperabas era que te avergonzaran y degradaran y que te dijeran horribles y degradantes mentiras sobre ti —Draco no contestó, sólo escondió su cara en el pecho de Harry—. Tú no eres esas cosas —prometió Harry, rodeando a Draco con sus brazos—. Sea lo que sea que te decías a ti mismo, sea lo que sea que esperabas oír. Sí, me hiciste daño, mentiste y fuiste engañoso, heriste mi confianza. Porque eso es lo que sabías. Eso es lo que pensabas que tenías para trabajar. No es porque seas fundamentalmente defectuoso o moralmente corrupto, o un cobarde o una decepción. Es porque nadie te dio la oportunidad de ser otra cosa. Pero yo lo sé mejor. Sé que puedes ser inteligente y astuto, ciertamente, pero también puedes ser fuerte y valiente y tolerante. Puedes ser cariñoso y generoso y considerado y amable…

—Demasiado —graznó Draco, balanceándose contra él—. Harry, por favor. Demasiado. Demasiado.

Harry le besó la cabeza.

—De acuerdo, amor. He parado. Está bien —Draco rodeó a Harry con sus extremidades, aferrándose a él—. Vamos, sube a la cama, déjame abrazarte bien —Harry consiguió apartar a Draco de sí mismo el tiempo suficiente para tumbarse en la cama y volver a abrazar a Draco, haciéndole callar y acariciándole—. Estás bien. —prometió.

Pasó mucho tiempo antes de que Draco se tranquilizara y más aún hasta que habló.

—Lo siento. —murmuró cuando lo hizo.

— ¿Por qué? —preguntó Harry, sorprendido.

—Por detenerte.

—Nunca tienes que decir lo siento por eso, Draco, lo sabes. —dijo Harry con firmeza.

—Lo sé. Es que. Creo que necesitaba escuchar lo que decías. Me gustó, lo hice, sólo que me dio pánico.

—Bueno, eso es lo bueno de las palabras. Puedes decirlas una y otra vez todo lo que quieras. Hasta que se te queden grabadas.

Draco se sentó, enroscando los brazos a su alrededor. Harry se levantó y le trajo a Draco un vaso con agua de la mesa cercana a la ventana.

—Bebe. —insistió.

Draco obedeció, vaciando sin palabras el vaso en una serie suspendida de tragos. Se limpió la boca con el pulgar.

—Gracias. —dijo. Harry devolvió el vaso a la mesa y volvió a sentarse junto a Draco, rodeándolo con el brazo y acariciándole la sien.

— ¿Qué pasa, hm? —preguntó Harry, con voz baja, amable y no acusadora.

— ¿Realmente crees eso? —desafió Draco— ¿Que yo podría ser esas cosas que has dicho?

—No —respondió Harry—. Creo que ya lo eres.


...


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