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El Archivo (1 de 2)
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Se decía que el archivo era un lugar inhóspito. Y no era un adjetivo que se usara muy a la ligera. Muchos dirían que ni siquiera el desierto que se debía atravesar para llegar a la ciudad de Suna era tan inhóspito como el archivo de Konoha.
El archivo oficial de Konoha, según nombre oficial, se trataba de un edificio enorme, o más bien de varios edificios conectados entre sí formando un único espacio interior. Todo él lleno de cajas amontonadas en grandes filas de estanterías que se mantenían en un equilibrio imperfecto que podría irse al traste por una simple mota de polvo. Fe de ello daban las tantas cajas caídas en el suelo. Aunque puede que las ratas que se escondían entre las cajas también tuvieran parte de culpa.
El contenido de esas cajas era variado. Desde el informe de la misión más simple al más alto secreto de la villa. Por ello era que el acceso al archivo era más que restringido. Era un lugar en cuyas puertas siempre se encontraban apostados dos ninjas de alto rango, y otros dos recorrían el perímetro por si algún pobre estúpido consideraba que romper una de las largas cristaleras que coronaban cada edificio era la mejor opción para colarse dentro. En tal caso era importante que el incauto contara con una cuerda o un paracaídas, los techos donde estaban instaladas esas cristaleras bien podían tener una altura de veinte pisos aunque las estanterías no llegaran ni a la mitad.
Dada su altura cada fila de estanterías tenía su propia escalera que se arrastraba pesadamente de un lado a otro de la fila, y en la cual subirse era toda una aventura que requería dejar a un lado la cobardía y la idea de una posible larga y bonita vida.
La poca gente que lo había visitado siempre se asombraba al mirar hacia arriba y ver las grandes lámparas que colgaban del techo y que eran necesarias para iluminar el lugar, ya que las cristaleras estaban tan arriba que la poca luz que entraba por ellas no conseguía iluminar apenas las cajas más altas.
Claro que, esa poca gente que lo había visitado, se acostumbraría al lugar, ya que si entrabas, solo cabrían dos posibilidades: eras el Hokage o trabajabas para el Hokage. Y en cualquiera de esos dos casos el puesto de trabajo estaba más que atado. No es que fueras a serlo de por vida, o sí. Pero si no durabas lo suficiente es porque alguien habría hecho realmente mal su trabajo.
Techos altos, luz natural casi nula, todo iluminado por enormes lámparas, y grandes estanterías llenas de cientos y cientos… aunque sería más acertado decir miles y miles de cajas. Hay algo más, de esas miles y miles de cajas no había identificadas más que unas cientas. Lo cual hacía que cualquier tipo de búsqueda en el archivo fuera, una vez más, toda una aventura en la que deseabas tener la mayor de las suertes.
Y lo importante ahora que, en ese preciso momento, Sakura se encontraba viviendo su propia aventura.
Después de todo el día rebuscando, entre miles de sobres de cientos de cajas, ya no podía más. Dejó escapar un gran suspiro y rebuscó entre los sobres de la que ya había decidido sería la última caja que revisaría en el día.
No dejaba de pensar que en algún lugar tenía que estar el llamado por ella 'maldito informe'.
-¡Le odio! –gritó en mitad del archivo-. Si sólo fuera un poco más ordenado…
Pero nadie respondió. No había nadie para responder, a parte de las ratas.
No dejaba de pensar que, con suerte, no perdería otra semana buscándolo. Pero el archivo, como si fuera un ser viviente, podía decidir cuándo encontrabas algo. Las cajas parecían moverse de lugar y Sakura juraba que había visto dos veces el mismo contenido en dos cajas diferentes. Y teniendo en cuenta que se trataban de informes hechos a mano era algo altamente improbable. Pero era una estantería diferente, una caja diferente… eso o se estaba volviendo loca y revisaba las mismas cajas varias veces.
Cada vez tenía más claro que el archivo no la quería allí. Sakura notaba como la poca luz natural que entraba por los ventanales desaparecía cuando ella cruzaba las puertas. No dejaba de pensar que alguien o algo confabulaba contra ella. Y ese algo era El Archivo.
Sin embargo, dentro de todo ese desorden ella tenía suerte. Dentro de la inmensidad del archivo, el dichoso informe, sólo podía estar entre las cajas más recientes. O eso esperaba. De no ser así su suerte habría desaparecido y alguien podría morir. Y ese alguien era la otra persona que podía acceder al archivo y meter un informe reciente en una caja de cuarenta años de antigüedad. El Hokage.
Y teniendo en cuenta que el nuevo Hokage no era nada ordenado, apostaba porque la suerte se habría ido de vacaciones con él. Y deseaba que si el informe que ella estaba buscando fuera a aparecer algún día en una de esas cajas cuyo contenido se refería a la época del primer Hokage, lo mejor sería que ni su suerte ni el actual Hokage hicieran aparición.
-Aquí tampoco. No es que me sorprenda… -comentó cerrando la caja sin disimular su cabreo.
Ya había comprendido que iba a ser imposible encontrar el informe. Empujó la caja de vuelta a su sitio y dejó escapar un suspiro a la vez que estiraba los brazos por encima de la cabeza intentando desentumecerse un poco.
Llevaba demasiadas horas allí metida, lo mejor sería volver al día siguiente o renunciar a ello. Incluso se le pasó por la cabeza renunciar a todo e irse ella también de vacaciones.
Con ese pensamiento se dirigió a la puerta cuando de pronto un recuerdo hizo imposible contener una sonrisa.
Ahora recordaba porqué El Archivo no la quería. Sakura es una de las pocas personas que se había colado en el archivo y había vivido para contarlo.
Fue años atrás. Bastantes años atrás. Un día aburrido, un día sin misiones en el que decidieron descubrir el rostro de Kakashi. Nuevamente idea de Naruto. Sin embargo, esa vez, hasta Sasuke había decidido que era una buena idea. Aún recordaba la ilusión que le hizo que él aceptara participar en ello.
Todavía con la sonrisa en los labios se giró sobre si misma para volver hacia las estanterías intentando hacer memoria. En un primer momento dudó si era en la tercera o segunda fila de estanterías.
-Era el tercer… ¡No! El segundo, era el segundo pasillo –afirmó caminando hacía él.
Lo que sí tenía claro es que se trataba de una de las cajas de abajo, de las que quedaban pegadas al suelo. Se agachó y sacó de una de las baldas de abajo una caja de cartón vieja, marrón y con una etiqueta con el logo del Cuarto Hokage. Uno de los pocos que hizo su trabajo, o al menos uno de los pocos que etiquetó las cajas, aunque tampoco es que indicaran mucho esas etiquetas.
No le llevó más de cinco minutos encontrar lo que andaba buscando. Cogió el sobre entre sus manos y se puso en pie.
-Aquí estás.
Acarició el sobre mientras recordaba cómo se colaron y, tras una búsqueda que se hizo eterna, consiguieron dar con él en una intrusión ilegal al archivo. Sin embargo no sirvió para nada, cuando aquel fotógrafo con quien iban estaba a punto de sacar la fotografía, aquellos ANBUs les descubrieron arruinando el plan.
No era un mal recuerdo, aunque habría sido mejor si los ANBUs hubieran esperado un poco. El rostro de Kakashi bien se podía considerar uno de los altos secretos de la villa. Tomó entre sus dedos la pequeña cuerdecita que cerraba el sobre.
Siempre pensó que, posiblemente, aquella fue la vez que más cerca estuvieron de verle el rostro.
Hacía tanto tiempo de aquello.
Dejó que su dedo índice paseara por la cuerdecilla sin desenredarla, sólo acariciándola como si atesorara algo, la mayor recompensa imaginable.
Quizás eso no, pero sí que era el mayor de los secretos en lo que a su vida se refería, después de la ubicación del informe desaparecido.
-¡Hazlo! –susurró una voz a su espalda.
-¡Kyaaaaa!
Dio un bote y sin querer dejó caer el sobre que se deslizó hasta el suelo.
Esa voz, de entre todas las posibles… esa voz no podía ser. Pensó incluso que lo habría imaginado, que El Archivo le estaba jugando una mala pasada. Así que se giró para comprobar que todo era imaginación suya.
A pesar de la poca luz que iluminaba esa zona del archivo tenía la vista más que acostumbrada de haber pasado todo el día allí, y podía ver claramente como el sobre descansaba a los pies del Hokage, apuntando hacía ella, acusándola cual traidora.
Debía ser El Archivo. El Archivo había traído al Hokage hasta ahí en ese preciso momento para obligarla a dejar caer la prueba de su delito ante él –o eso pensaba.
-¿Qué diablos…? ¿Qué hace aquí? –preguntó llevándose la mano a la altura del corazón e intentando normalizar su respiración para evitar que su alma intentara escapar de su cuerpo-. ¿No se supone que no volvía hasta la semana que viene?
-Tuve un encuentro interesante y decidí volver
El Hokage tomó el sobre entre sus manos y lo observó en silencio.
Sakura apenas pudo creer que realmente estuviera frente a ella.
Tras preguntarle cuando había llegado y descubrir que acababa de atravesar las puertas de Konoha clavó su mirada en el sobre, que no dejaba de girar entre las manos del Hokage como si de un regalo se tratara y tuviera que adivinar su contenido. Sin embargo Sakura tenía claro que él sabía perfectamente qué contenía. Sabía perfectamente de qué sobre se trataba.
La pregunta ahora era obvia: ¿qué le había llevado al archivo?. La respuesta fue una sorpresa, ya que se limitó a decir que la estaba buscando.
Finalmente el Hokage detuvo los giros y le ofreció el sobre. Como si de una acusación formal se tratara el color invadió las mejillas de Sakura que bajó la mirada evitando encontrar la de él y cogiendo tímidamente el sobre.
-No pensaba abrirlo. Se lo prometo. Yo solo… recordé cuando nos colamos aquí. Y me entró nostalgia. En realidad, estaba buscando un informe, y claro, como usted es un desastre, es imposible encontrar nada.
Él sonrió bajo la máscara por respuesta, luego añadió, con la mayor de las seriedades, que si era culpa suya pedía perdón. Lo que avergonzó todavía más a Sakura que sujetaba el sobre como si fuera un kunai ensangrentado.
-Lo siento. De verdad que no pensaba abrirlo.
Sabiendo lo mucho que imponía su altura y su semblante serio se acercó a ella consiguiendo intimidarla. Ella estaba segura de que le echaría la bronca, pero de pronto, Kakashi tomó el sobre de sus manos y se agachó para guardarlo en la caja.
Cuando el sobre estuvo en su caja y ésta colocada de vuelta en la estantería, el Hokage se incorporó de nuevo frente a ella y sonrió bajo la máscara.
Ella notó esa sonrisa en sus ojos, lo cual la ayudó a relajarse, y la llevó a preguntar el motivo por el cuál la necesitaba.
-¿Necesitar? –preguntó algo confundido.
-Dijo que tenía que hablar conmigo.
-Sí.
-¿De qué se trata?
-¿Sabes? En el viaje me encontré con el Kazekage y su comitiva.
El cambio de tema era una de las especialidades del Hokage. Cuando algo no le interesaba simplemente callaba o hablaba de otra cosa. Lo mejor en esos casos era seguirle el juego. Volver al tema deseado era como darse cabezazos contra la pared.
-¿Gaara?
-Y sus hermanos.
-¿Qué tal están?
-Bien. Estaban de regreso a casa. No sabía que estuviste con ellos durante la última misión.
-Coincidimos. Temari me ayudó con la misión.
-Estuviste bastante tiempo con ellos, ¿no?
-Sí…
El interés de Kakashi por aquel momento para ella insignificante la sorprendió. Era bastante inusual que él mostrara interés por cosas así. Pero no pudo pararse a pensar en ello ya que él comenzó a contarla que estuvo cenando con los tres hermanos. Habían estado de misión cerca de donde él se encontraba. Por lo visto todo había salido como esperaban y querían celebrarlo.
-¿A dónde quiere llegar con esta conversación? –le interrumpió nerviosa pegando su espalda a la estantería para intentar poner un poco más de espacio entre ellos.
-No imaginaba que el marionetista llevara tan mal el alcohol –comentó Kakashi como si hablara para si mismo.
-¿Qué quiere decir?
-Me contó algo de cuando estuvisteis juntos en aquella misión.
Ni que se hubiera bajado la máscara hubiera sorprendido más a Sakura que aquella afirmación. En apenas unos segundos el color de su rostro desapareció dejándola blanca. Aquella misión volvió a su mente como si hubiera sido el día anterior.
Kankuro y ella habían pasado bastante tiempo juntos. Quizás demasiado, ya que en un momento dado él se lanzó a besarla.
Es cierto que ella respondió al beso. Era un chico guapo, inteligente y divertido. Pero en seguida le detuvo. El marionetista le preguntó si seguía enamorada de Sasuke, y ella…
Ella…
-¡Kami-sama! Ese chico tendría que aprender a darle otros usos a esos hilos de chakra –exclamó tensándose visiblemente.
Kakashi la miró interrogante, pero sonriendo bajo la máscara.
-¿Significa eso que es verdad? –preguntó el Hokage con voz grave y a escasos centímetros de ella.
Pensaba que ella misma le cosería la boca al marionetista con su propio chakra la próxima vez que le viera.
Pero por el momento sólo se revolvió nerviosa en el sitio. Bajó la mirada hacia sus manos y se aclaró la garganta sin saber qué decir.
El Hokage retrocedió un par de pasos para darle espacio. Se apoyó en la estantería frente a ella y esperó una respuesta cruzado de brazos y en silencio.
No sabía exactamente qué le había dicho ese chico, pero explicó que si estaba borracho lo más probable era que hubiera inventando algo y dijera alguna tontería. No había terminado de hablar cuando, en un rápido movimiento que no fue capaz de ver, el Hokage la aprisionó contra la estantería.
-Me dijo que le mandaste a paseo –susurró con una voz grave y sensual sobre su oído.
Esa voz y el calor de esas palabras sobre su oído le dificultarón la respiración. Las manos de Kakashi la rodearon colocándose a cada lado de su cabeza. El cuerpo de él está demasiado cerca de ella como para poder pensar con claridad.
Sin querer y sin saber porqué se encontró temblando nerviosa. Dejó caer sus manos a sus costados y se mordió el labio inferior sin saber qué hacer o decir. Una mezcla de nervios y miedo la impidieron moverse o hablar.
Él fue consciente de ello, y no pensaba desaprovecharlo.
-¿Sabes cuántas veces he soñado esto? –susurró de nuevo junto a su oído-. Desde mi escritorio preguntándome cómo sería rozar tu cuello o simplemente acariciar tu piel. Esperando que no descubrieras que te miraba más tiempo del permitido.
Sakura dejó escapar un pequeño grito. Podía notar el calor que desprendía el cuerpo de Kakashi, sin embargo, no había el mínimo contacto. También podía reconocer un olor familiar, era ese olor a tierra mojada que siempre podía notar cuando entrenaba con él. Ahora que le tenía tan cerca podía ver que estaba empapado, ni siquiera era consciente de que había estado lloviendo, aunque sólo había que prestar un poco de atención para escuchar el agua golpeando los altos techos.
-¿Sabes cuántas veces he olido tu cabello disimuladamente? –preguntó Kakashi tomando un mechón de pelo rosado y llevándolo a su enmascarada nariz.
Esos susurros sobre su oreja la estaban volviendo loca. Todavía no tenía muy claro qué estaba pasando. Su mente intentaba procesar lo que sucedía sin demasiado éxito, pues el dueño de esa voz seguía susurrándole cosas con ese tono que parecía sacado de un cuento erótico.
-He imaginado saborear tu piel de mil maneras, desde tu ombligo a ese precioso cuello que tienes.
A sus palabras sumó el contacto de sus labios todavía bajo la máscara, que empezaron a recorrer el citado cuello.
Sakura sin poder ocultar su rubor llevó sus manos al estómago de Kakashi para intentar separarle, sin embargo el calor de su cuerpo se hizo aún más notable a través del contacto con la camiseta, y la fuerza que necesitaba para poder empujarle desapareció sin más.
-No siga, por favor –suplicó sin mirarle.
-Necesito saber si lo que dijo Kankuro es cierto.
-¿Qué dijo?
-Dijo que le rechazaste porque estas enamorada del idiota del Hokage, según sus propias palabras –afirmó separándose por fin, aunque a cambio fijó su mirada en los ojos jade de ella.
El único ruido que se oía en todo el edificio eran sus voces. Sus respiraciones retumban entre las estanterías, el alto techo y las cuatro paredes que conforman el archivo oficial de Konoha. Eso y las gotas de lluvia que golpeaban con fuerza las láminas de metal del tejado.
-¿Y qué si fuera así? –preguntó restándole importancia a la vez que tragaba para intentar deshacer el nudo de su garganta.
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NdA: Ahora es cuando se pone interesante :P
