Disclaimer: Los personajes, lugares y hechizos, son propiedad de J.K Rowling, a menos de que se especifique lo contrario. No hay retribución monetaria con la traducción y publicación de esta historia.
Traducción autorizada de A Forward Path por umbrellaless22 en AO3
CAPÍTULO LXXXVIII
— ¿Tenías pijamadas cuando eras niño? —preguntó Harry el domingo por la mañana, mientras Draco hojeaba Divinidad Doméstica y Decoración y tomaba un té, con los pies apoyados en un taburete mohoso. Constance estaba posada en la esquina opuesta de la habitación, con aspecto abatido.
Draco levantó la vista de su revista, observando a Harry. Harry no estaba seguro de cómo Draco podía estar tan arreglado por las mañanas, aunque sospechaba que tenía algo que ver con la costumbre. Por su parte, Harry estaba medio desvestido, llevando sólo su pantalón de pijama a rayas, y su pelo aplastado por un lado y un absoluto desastre por el otro.
—Buenos días a ti también, Potter —dijo, mientras Harry se acercaba a paso ligero para dejar caer un beso en la mejilla de Draco antes de desplomarse junto a él en el sofá. Se recostó, dejando que su mejilla se rozara con el costado del brazo de Draco.
—Buenos días, cariño —se corrigió Harry, agradablemente—. ¿Pero las tuviste? Sé que Dudley sí, pero no recuerdo cuánto tiempo duraban. Estoy intentando averiguar cuándo debo ir a recoger a Clark.
Draco sacó su reloj de bolsillo de su bata. Harry resopló, porque a veces Draco era realmente demasiado, y porque por supuesto cargaba su reloj de bolsillo a lo que era básicamente el equivalente a la bata de baño de un pijo.
—Sólo son las nueve —dijo Draco, ignorando la mirada de Harry—. Dale otra hora. Un poco de descanso y luego el desayuno y entonces estoy seguro de que estará a punto de irse.
— ¿Así que si las tuviste, entonces? ¿Pijamadas? Merlín, no puedo imaginarlo. ¿La diversión estaba permitida en la Mansión Malfoy? —se burló Harry.
—Quisiera decir que, comparada contigo, mi infancia fue de mariposas y flores.
—Sé que no lo fue —dijo Harry—. Y además, no es exactamente una competencia.
—Obviamente no lo es. —le informó Draco.
—Bueno, no importa. Háblame de tus pijamadas.
—Casi siempre solo Greg y Vince, a veces Theo. Yo -Merlin, realmente era un poco imbécil- los guiaba por la Mansión, mostrándoles cosas y todo, pero exigiéndoles que se impresionaran. Pero volábamos un poco, o ellos competían mientras yo arbitraba desde lo alto. Dobby nos traía chocolate y dulces. Nos retábamos a entrar en el estudio de papá, pero creo que ninguno lo intentó.
—Todo eso suena bastante bien, en realidad. —reflexionó Harry.
—Sí —coincidió Draco—. Lo fue.
—Mm —dijo Harry. Le apetecía un té, pero se sentía demasiado perezoso para hacer algo al respecto. En su lugar, volvió a mirar la revista que Draco había cogido—. Bueno, ¿te sientes inspirado?
—Pensé que habíamos acordado que no ibas a opinar sobre este tipo de cosas.
—No voy a hacerlo —le aseguró Harry—, pero aun así me gusta saber lo que dicen.
—La mayoría de sus ofertas son un poco adornadas para mi gusto.
—Merlín, no sabía que lo ornamentado fuera mucho para tus gustos.
—Oh, vete a la mierda. En realidad, soy más bien minimalista. Me gustan las líneas simples y limpias, sin desorden.
—Hm —dijo Harry— Bueno, siempre y cuando no sea tan elegante que me sienta culpable al sentarme en mi propio chesterfield. Todavía quiero sentirme en casa.
—Lo tendré en cuenta —respondió Draco. Besó la cabeza de Harry—. ¿Por qué no te duchas? Le diré a Kreacher que te prepare un té y el desayuno. Creo que está un poco contento de que estemos aquí, ¿no crees? Estoy seguro de haberle oído tararear esta mañana.
—Está contento de que estés tú aquí. —corrigió Harry, levantándose y estirándose ociosamente.
Constance ululó lúgubremente al pasar Harry, y él se detuvo para acariciar su enorme y esponjosa cabeza.
—Draco, ¿te has olvidado de ofrecerle a Constance tus restos del desayuno?
—Ella no es mi maldito error. —refunfuñó Draco.
—Sin embargo, lo es, un poco. ¿Le dirás a Kreacher que prepare un poco de tocino extra?
—Tocino, para una lechuza. —fue la respuesta murmurada y desaprobatoria.
— ¿Por favor? —incitó Harry.
—Sí, ridículo Gryffindor. Permitiré una vez más que malcríes a esa horrible bestia.
Harry llegó a casa de los Fantyl justo después de las diez. Llegó a una modesta sala de estar con fotos familiares enmarcadas, todas las cuales le parpadeaban nerviosas y le hacían pequeños saludos tentativos. Un hombre extremadamente alto y de pelo negro estaba encorvado sobre un escritorio. Se volvió hacia Harry, sin enderezarse del todo, como si supiera que su altura podía ser intimidante. Sus finas cejas se alzaron y parecía bastante sorprendido.
— ¿Señor Fantyl? —dijo Harry— Harry Potter. Espero que Clark haya dicho que lo esperaré aquí para recogerlo. A veces no es el más concienzudo de los chicos en ese sentido, me temo.
— ¡No, no, lo hizo! —el señor Fantyl desenrolló su estructura absurdamente alta de la silla del escritorio. Sólo necesitó un largo paso para llegar frente a Harry, donde extendió una mano. Harry la estrechó— La culpa es mía, por no haberle creído. Encantado de conocerle, señor Potter. Llámeme Fischel. Hiram habla mucho de usted.
—Harry —le ofreció Harry en forma amable—. Perdón por la sorpresa. ¿Está Clark listo para irse, o debo volver en un rato?
—En absoluto, simplemente estaba inmerso en mi escritura. Han desayunado y sí que mencioné el hecho de hacer las maletas, pero si eso ocurrió de verdad, quién lo puede decir. ¡Chicos! —llamó.
Cuatro Hirams en miniatura (algo que Harry apenas había creído posible) entraron en la habitación. Se detuvieron cuando lo vieron, retrocediendo detrás de las piernas de su padre. Si Harry tuviera que adivinar, los situaría a todos entre los cuatro y los ocho años, cada uno de ellos diminutos y escuálidos, con pelo oscuro y grandes ojos.
—Harry, estos son los hermanos de Hiram: Ben, Adam, Caleb y Aron —tocó las cabezas de los pequeños de uno en uno—. Chicos, este es Harry Potter. Ben, ¿puedes ir a buscar a tu hermano, por favor? —uno de los niños salió corriendo.
— ¿Puedo ver tu cicatriz? —preguntó otro.
— ¡Caleb! —regañó Fischel.
—Oh —dijo Harry—, no hay problema. Eh, claro. —se arrodilló y se quitó el pelo de la frente. Los tres chicos se quedaron mirando. El más pequeño alargó la mano para tocarlo, pero uno de sus hermanos le apartó la mano.
—Cielos, Harry, realmente eres un glotón de atención. —anunció Clark, entrando en la habitación con Hiram, que, como siempre, parecía horrorizado por la actitud de Clark. Llevaba su mochila y una jaula de pájaros vacía y vino a colocarse al lado de Harry, frente a los Fantyl.
—Clark… —siseó Hiram, pero Harry sonrió y se puso en pie, guiñando un ojo a los más jóvenes.
—Se te ha pegado todo lo Malfoy, mocoso terrible. ¿Tienes tus cosas? ¿Dónde está Pájaro Hiram?
— ¿Pájaro... Hiram? —preguntó Fischel.
—Clark le ha puesto mi nombre a su tonta lechuza, papá —se quejó Hiram—. Se cree muy gracioso.
—Pájaro Hiram es en realidad una lechuza increíblemente inteligente, Hi, sólo estás celoso. —corrigió Clark. El apodo era nuevo, pensó Harry, y Merlín, realmente se alegraba de que el chico hubiera hecho un amigo.
—No te parecerá tan gracioso cuando cumpla doce años y tenga una lechuza propia y le ponga tu nombre. —gruñó Hiram.
—Oh, me parecerá divertido —bromeó Clark—, me parecerá una auténtica chorrada.
Hiram frunció el ceño pero Harry pensó que también estaba conteniendo una sonrisa.
—Pájaro Hiram sólo está llevando una tarjeta de Pascua a mi madre y algunos Bertie Botts para Jared. Pero le he dicho dónde voy a estar, así que no se perderá.
—Eso es bueno de tu parte. ¿Te has portado bien? —preguntó Harry, pasando una mano cariñosa por la nuca del chico— Espero que hayas sido más respetuoso con los Fantyl que con nosotros.
—Fue encantador —aseguró Fischel a Harry—. Se quedaron charlando hasta demasiado tarde, así que mis disculpas si se desmayó más tarde.
—No demasiado tarde. —se apresuró a hablar Clark, lanzando a Harry una mirada de pánico.
—Está bien —le aseguró Harry—. Siempre puedes dormir la siesta más tarde si quieres. No tenemos planes hoy, más allá de cortarte el pelo —se volvió para mirar a Fischel. Pero en realidad sólo llegó hasta el pecho del hombre. Harry tuvo que inclinar un poco la cabeza para ver sus ojos—. Encantado de conocerle, señor Fan-eh, Fischel. Seré sincero, creía que Hiram podría tener la complexión de un buscador, pero conocerle a usted me hace creer que quizá tenga que replantearme esa estrategia.
Fischel se rio y volvió a estrechar su mano.
—Yo también fui un golpeador en la escuela.
— ¿Qué opinas, Hiram? ¿Deberíamos emparejarte con Fitz y ver cómo te va con el bate?
Hiram parecía más que alarmado.
—Si quieres, Harry. —chilló. Harry le dedicó una sonrisa alegre, e Hiram reunió una sonrisa incierta a cambio.
—Muy bien, Clark —dijo Harry—. Despídete y nos vamos.
—Adiós chicos —dijo Clark a los más jóvenes—. Adiós Hiram. Gracias por recibirme y por la cena, señor Fantyl. Y gracias a la señora Fantyl también, cuando llegue a casa. Lo he pasado muy bien.
—Fue un placer, Clark —sonrió Fischel—. Tendrás que venir una o dos semanas este verano. Si a tu madre no le importa. O —miró un poco inseguro a Harry— a Harry y, ah, el señor Malfoy.
—Estaremos hablando —dijo Harry, manteniendo su voz casual. No quería que Clark se sintiera más alienado por la situación de lo que ya se sentía—. Veremos cómo está la madre de Clark cuando llegue el verano y partiremos de ahí. Estoy seguro de que estará bien.
—Si mamá no necesita mi ayuda, entonces me encantaría —dijo Clark, sonrojándose bajo sus pecas, obviamente complacido—. Gracias.
Terminaron otra ronda de despedidas y entraron en la chimenea.
Draco estaba estudiando cuando volvieron a Grimmauld Place. Harry sintió una punzada de culpabilidad porque últimamente había estado menos atento a sus propios estudios y sabía que también se había interpuesto en la rutina de Draco.
Clark se sirvió una manzana de un frutero que aparentemente Kreacher había colocado en el centro de la mesa.
—Bueno, Tiering —dijo Draco a modo de saludo—. ¿Qué tal la Pascua?
Clark se encogió de hombros.
—Aparentemente fue como, ¿el tercer día? Así que realmente no hicimos nada, sólo tuvimos una buena comida, jugamos un poco con los niños. Pero fue divertido. Gracias por dejarme ir.
— ¿Por qué no lo haríamos? —preguntó Draco.
—Mamá a veces se preocupa cuando estoy fuera de su vista —admitió Clark—. Luego otras veces se preocupa cuando estoy en su vista, así que. Es difícil seguir el ritmo.
—Sólo puedo imaginarlo —dijo Draco, amablemente—. ¿Querías ver si ella está dispuesta a una visita? Sé que no estaba dispuesta a que te quedaras este fin de semana, pero podríamos quedar para comer, si crees que le apetece.
Clark negó con la cabeza.
—Ella podría, y sé que probablemente debería, pero creo que preferiría no hacerlo... Sé que no es su culpa, que necesita la rutina para cuidar de Jared, pero todavía estoy como herido. Y enojado, tal vez. No quiero verla y descargar eso sobre ella, sólo la hará sentir peor.
—Muy bien. —aceptó Draco.
—Eres un buen chico —dijo Harry, acercándose por detrás de Clark y poniendo las manos sobre sus hombros. Le dio un pequeño y reconfortante apretón—. ¿Lo sabes?
— ¿Incluso cuando miento y me escondo y luego tengo que hacer un castigo en el invernadero durante un millón de horas? —Clark refunfuñó en voz baja, bajando la cabeza para estudiar sus zapatillas.
—Sí, pequeño —dijo Harry—. Incluso entonces.
—Sube y dúchate, Tiering —dijo Draco—. Luego deberíamos hacer algo de trabajo escolar antes de salir.
— ¡Trabajo escolar! ¡El domingo de Pascua! Sabes que no eres mi padre, ¿verdad? —desafió Clark.
—Soy muy consciente —respondió Draco—. Pero soy alguien que se preocupa por ti y quiere lo mejor para ti. Depende de ti si quieres seguir con todo eso.
Clark se volvió repentinamente sombrío. Su voz era tranquila cuando admitió: "Sí quiero. Sí quiero eso".
—Muy bien, entonces —dijo Draco con facilidad—. Harry, amor, ¿podrías poner un poco de té?
—No puedo creer que hayas venido el lunes de Pascua. Lo siento mucho, no estaba pensando. Simplemente me pareció pertinente de repente y ahora me parece increíblemente trivial. —estalló Harry, cuando su sanador mental entró en la sala de amapolas donde siempre se reunían.
Zerk estaba claramente divertido.
—No celebro la Pascua, por un lado. Por otro, no estoy casado, no tengo hijos y mis padres están de vacaciones. No estás interrumpiendo nada importante, y como he dicho antes, si lo hicieras, simplemente lo diría. Así que, ¿por qué no nos sentamos a charlar y me cuentas lo que sea que de repente te venga a la cabeza?
Instalado en la habitación, y observando las amapolas que se mecían suavemente en la pared, Harry se sintió más tranquilo. Le contó a Zerk toda la historia de la luna llena y de la desaparición de Clark, así como su episodio de crisis y el hecho de que Draco lo reprimiera.
—Harry, me preocupa y me entristece que ésta sea tu idea de lo trivial. Fue un evento bastante importante. Cualquiera querría desahogarse.
Harry parpadeó.
—Oh. En realidad, eso fue sólo una historia de fondo.
—Merlín —rio Zerk, sacudiendo la cabeza—. Muy bien entonces. ¿Cuál es el quid de la cuestión?
—De acuerdo —dijo Harry. Se limpió las palmas de las manos en los pantalones, la calma que sentía sustituida por la incomodidad porque no estaba seguro de tener las palabras adecuadas para esto—. Entonces. Clark se queda con Draco y conmigo el fin de semana, porque su madre no estaba dispuesta a tenerlo y su mejor amigo se ha ido a casa por la Pascua y no quería que estuviera solo en el castillo.
—Comprensible. —dijo Zerk. Su tobillo estaba de nuevo sobre su rodilla, tan despreocupado como todo lo demás. Tal vez Harry podría hacer esto.
—Ha estado un poco inquieto desde el asunto de la huida. Creo que le preocupaba que lo repudiáramos o algo así, no es que tengamos ningún derecho oficial sobre él ni nada por el estilo. Pero cada vez que bromea con nosotros se echa para atrás, como si le preocupara que lo abandonáramos si se pasa de la raya. Y decirle que no vamos a ninguna parte no parece ayudar del todo.
—A veces la gente necesita que le tranquilicen más de una vez. —ofreció Zerk.
—Sí, lo sé —estuvo de acuerdo Harry—. En realidad no es algo que me preocupe. No sé cómo decir esto sin sonar pervertido, porque definitivamente no es pervertido, y lo sé, sólo que quiero hablar de ello.
Harry se cortó, mordiéndose el labio con frustración.
— ¿Vas a hablar de ello? —preguntó Zerk.
—Sí, estoy llegando a ello. Sólo que no sé cómo. Joder. De acuerdo. Así que. Anoche, Clark y yo estábamos en el sofá y me estaba enseñando un cómic que le había prestado su compañero, y se fue acercando hasta que estuvo como al lado mío y, bueno, creo que quería un abrazo.
La cara de Harry estaba roja, lo sabía.
— ¿Y le diste uno? —preguntó Zerk, todavía despreocupado, todavía medido.
— ¡No! —dijo Harry rápidamente— Me inventé una excusa y fui a buscar a Draco y me asusté de cojones porque seguramente lo estoy haciendo mal. Y Draco dijo que no era como si él lo supiera porque sus padres eran tan mimosos como un par de esculturas de hielo eternas. Pero los niños necesitan que los toquen, ¿no?
Zerk parecía dispuesto a hablar, pero la ansiedad de Harry estaba llegando a su punto álgido y no lo dejó, sino que siguió adelante.
—Pero no es mi hijo, y no quiero hacer algo inoportuno o que lo haga sentir incómodo, sobre todo si se siente inseguro y como si tuviera que soportarlo para que no lo eche. Y no sé cómo ser cariñoso excepto con Draco, pero eso es otra cosa, ¿no? ¿Y qué pasa si accidentalmente engaño a Clark? No es que sepa cuál es la sexualidad de Clark, o si siquiera lo sabe. Pero él es sólo un niño, y yo, bueno, no soy realmente un niño, pero tampoco un adulto, así que las cosas son más complicadas, ¿no? No quiero privarle, pero tampoco quiero dar un paso en falso, y estoy perdido. Que yo recuerde, nadie me tocó de niño, salvo para darme un golpe en la cabeza o un puñetazo en la nariz, así que no sé. Y si algún día tengo mis propios hijos, necesito poder tocarlos, ¿no? Como, ¿con cariño? ¡Tampoco quiero joderlos! Sólo necesito que, ya sabes, me ayudes. Curar la mente. Por favor.
— ¿Quieres tomar un respiro, tal vez? —preguntó Zerk.
Harry lo fulminó con la mirada por la condescendencia, pero obedeció. Ayudó, admitió a regañadientes.
—En primer lugar —dijo Zerk con calidez—, creo que es realmente encantador que te preocupes tanto y quieras hacer lo correcto por Clark.
—Gracias —murmuró Harry—. Ojalá querer y hacer fueran la misma cosa.
—A menudo no están muy lejos. Mencionaste que te preocupaba enviar el mensaje equivocado. ¿Crees que Clark te ve así? ¿Románticamente?
—Yo no —dijo Harry— estoy bastante seguro. Ha dicho que nos ve como profesores, pero adora un poco a Draco. Ha disminuido, ahora que están más cerca, pero creo que sigue ahí. Si es romántico o algo así, no podría decirlo.
—Pero contigo, sientes que es bastante platónico, o familiar.
—Sí —dijo Harry—. Y sabe que estoy con Draco y todo eso.
— ¿Hay un elemento físico en tu relación con Clark tal como es?
Harry se encogió.
—Eso suena tan jodidamente espeluznante.
Zerk sonrió.
—Mira, Harry, no me preocupa que albergues ningún sentimiento inapropiado. Nuestra cultura hace que sea difícil hablar del afecto físico y de los niños, aunque, como bien has señalado, es vital para su bienestar. Como has dicho, no tienes ningún punto de referencia para ello, así que ¿dónde vas a solucionarlo si no es aquí?
Harry exhaló con fuerza.
—Sí, vale, tienes razón. Intentaré no ser raro al respecto. Bueno. Yo... le he dado una especie de palmadita aquí —señaló torpemente la parte posterior de su cabeza—, y le he besado la parte superior de la cabeza, creo. Y nos hemos abrazado, supongo, cuando está molesto. O la noche con el fuego, cuando las cosas están mal o hay mucho en juego. Pero no estoy seguro de si el consuelo sólo debe ofrecerse cuando las cosas son malas. ¿Y cuando las cosas son buenas?
—Un punto sólido. ¿Dirías que el tacto es importante para ti?
Harry tragó, pensando. Cuando entraba en una habitación era como si Draco fuera una fuerza gravitatoria, y no sólo porque fuera Draco, sino por lo que ofrecía. Ese asentamiento insustituible que se producía con sólo cogerle la mano, o hundirse en él cuando estaban uno al lado del otro en el sofá, o simplemente la presión de sus piernas en la mesa del desayuno. Harry sabía que era un poco exagerado, que otras parejas no parecían ansiarlo como él. Pero la piel de Draco, su presencia, su calor y su cercanía, eran esenciales.
—No lo había pensado antes —dijo Harry lentamente, desentrañando esta revelación con cuidado—, pero sí, definitivamente. Increíblemente. Como que casi no puedo estar cerca de Draco sin tocarlo. Lo quiero todo el tiempo. Es como si estuviera hambriento de él, nunca es suficiente.
—No es raro que las personas a las que se les niega la comodidad física durante un largo período se sientan así. —le dijo Zerk.
Harry reflexionó.
—No es que no abrace a mis amigos y esas cosas —dijo—, pero con Draco, no sé. Nunca parece importarle que lo toque cuando quiera. Y eso es un alivio, más o menos, saber que está ahí así, que no me va a rechazar o desairar. Y él es igual, creo. No le importa quién esté cerca, le gusta el contacto. No es escandaloso ni nada, pero es algo constante entre nosotros. Clark siempre dice que somos terriblemente mimosos, y sé que debería retroceder un poco por su bien, o por las apariencias, pero es como si no pudiera.
—Es una de mis mayores frustraciones con la cultura occidental, si te soy sincero —Zerk dijo con pesar—. Hemos forzado el tacto en gran medida al dominio de las relaciones románticas, y sólo a las relaciones románticas, o entre padres e hijos muy pequeños. El tacto es en gran medida beneficioso, tiene efectos positivos documentados en la producción de oxitocina y, por tanto, en el estrés, la presión arterial y la salud mental. Y lo tratamos como si fuera un tabú. Me rompe el corazón. No todo el mundo lo recibe con agrado y debe establecerse el consentimiento, pero el afecto físico puede ser un hermoso regalo, lo creo sinceramente. Perdóname, has dado con una de mis posturas en la tribuna.
—Entonces... ¿crees que estaría bien? —Harry dijo— ¿Ser cariñoso con Clark de esa manera? Quiero decir, no como lo soy con Draco, sino como, ¿físicamente?
—Creo que definitivamente vale la pena preguntar. —enmendó Zerk.
—Merlín, ¿qué puedo decir? —Harry palideció.
—Bueno, si se está relajando a tu lado como ayer, podrías decir: "Clark, ¿te gustaría un poco de abrazos?"
—Se sentirá terriblemente avergonzado. —dijo Harry, torciendo la boca al pensarlo.
—Probablemente, pero también podría decir que sí, y conseguir algo que ha estado deseando.
— ¿Y si dice que no?
Zerk se encogió de hombros.
—Entonces respetarás el no, y le harás saber que estás abierto a ello si lo necesita.
—Haces que parezca muy fácil —gruñó Harry—. Cuando en realidad será como tirar de los dientes para decir esa mierda.
—No tienes que hacer nada con lo que no te sientas cómodo —le aseguró Zerk—. Y si en cambio quieres discutirlo más, por supuesto que también podemos hacerlo.
—Sí —dijo Harry—. Muy bien. Eso ayuda, Zerk, gracias.
—Cuando lo necesites A menos que esté ocupado. Y entonces te avisaré.
Harry sonrió.
—Entendido.
Durante la cena, Harry cometió el error de hacer una pregunta sobre Marx. Como resultado, después de la cena, estaba de nuevo en el sofá con Clark, esta vez con una revista. Draco encendió el fuego en la chimenea antes de acomodarse en su sillón favorito, con una pila de revistas de decoración de Merlín-sabía-dónde al lado. Constance se posó en el respaldo de la silla, asomándose por encima de su hombro. El tocino extra había hecho maravillas en su opinión sobre él.
—Así que —dijo Clark, mientras se acercaba, señalando una tabla garabateada a mano y fotocopiada en papel rosa claro—. Como aquí se diferencian el comunismo y el anarquismo, ¿verdad? Y luego puedes entrar en ramas como el anarcosindicalismo y el anarcocomunismo, así que definitivamente hay algunas coincidencias, pero me cuesta entender siempre los matices, y algunos textos son sólo jerga extraña, así que no me gustan tanto —miró a Harry, cuya política siempre había sido "lo que tenemos probablemente esté bien" y, más tarde, "bueno, no Voldemort". El chico era tan serio, decidido e inteligente que casi dejaba a Harry sin aliento. Además, en ese momento estaba pegado al costado de Harry, presionado contra el brazo de éste, con el pie golpeando ociosamente el tobillo de Harry—. Entonces, ¿qué piensas?
—Pienso —dijo Harry— que eres absolutamente brillante, y que necesitaré leer mucho para ponerme al día y formarme algún tipo de opinión.
—Bueno, no te preocupes —dijo Clark. Recogió otra pila de panfletos fotocopiados y los dejó caer sobre el regazo de Harry—. Puedo revisarlos contigo, si quieres. Puedes preguntarme cualquier cosa que no sepas.
Harry debería preguntar. Joder, sabía que debía preguntar. Esto no podía ser más difícil que cazar horrocruxes, ¿verdad?
—Clark —dijo, y su voz sonó entrecortada y extraña. Se aclaró la garganta—. A veces, yo... tengo la sensación de que te gustaría que lo hiciera —imitó como si pasara el brazo por los hombros del chico sin hacerlo realmente—. Y puedo… —continuó Harry, sabiendo que se estaba sonrojando terriblemente y que lo odiaba, joder— Si quieres. Pero si no quieres, tampoco pasa nada.
Clark no le miró, sólo bajó los ojos y empezó a hojear sus panfletos. Harry sintió que su corazón se apretaba, seguro de que lo había estropeado todo.
—Podrías —dijo Clark, en voz muy baja—. Quiero decir, me gustaría. Así. Podría ser agradable, ¿sí?
Entonces Harry, con mucha cautela, puso un brazo alrededor de los hombros del desgarbado chico. Sintió que Clark se ponía rígido momentáneamente antes de acomodarse a su lado, retorciéndose más cerca. Harry se relajó también, permitiendo que los hombros de Clark soportaran el peso de su brazo. Apoyó su mejilla en el cuero cabelludo desnudo junto a la cresta recién cortada y recién turquesa, sólo por un momento. El pelo rapado era suave como el de un bebé y le hacía cosquillas.
—Muy bien, entonces —dijo Harry—. ¿Qué es todo este sindo-comunismo-canibalismo, entonces?
Harry no podía ver la cara de Clark, pero sabía que el chico estaba poniendo los ojos en blanco por el suspiro despectivo que dio. No obstante, empezó a buscar un artículo, apoyando un codo en el muslo de Harry. Harry levantó la vista para encontrar a Draco observándolos, con una expresión ilegible. Luego, Draco sacudió la cabeza y le dedicó a Harry una especie de media sonrisa trágica, y volvió a su revista. Harry no estaba seguro de si no entendía el gesto en absoluto, o si lo entendía en su totalidad. El fuego crepitó en la chimenea y, con la mano libre, Harry dio un sorbo a su té.
...
¡Gracias por leer!
