Disclaimer: Los personajes, lugares y hechizos, son propiedad de J.K Rowling, a menos de que se especifique lo contrario. No hay retribución monetaria con la traducción y publicación de esta historia.
Traducción autorizada de A Forward Path por umbrellaless22 en AO3
CAPÍTULO XCII
Harry envió su patronus inmediatamente a McGonagall, mientras Neville y Ron se fueron a comprobar los dormitorios de Gryffindor y Hufflepuff. A pesar de la insistencia de Hermione en que todos mantuvieran la calma, el gran salón era un guiso de preocupaciones y voces, con las cosas del desayuno abandonadas en las mesas.
— ¡Deberías ayudar! —Clark instó— Conoces el hechizo, ¿no? No necesitas vigilarme, me quedaré aquí, lo prometo. Si puedes ayudar, ¡ve! Incluso dejaré que Karan me vigile, ¿de acuerdo?
Karanjeet se levantó detrás de Clark, como si se sintiera importante una vez más.
— ¡Lo vigilaré, desde luego!
—Es muy amable por parte de los dos, pero dos magos no harán la diferencia —respondió Harry, tratando de convencerse más que nada. A decir verdad, pensaba que Draco había tenido razón. Quemar dormitorios vacíos no era suficiente. La venganza de los cwalus hasta ahora se había centrado en hacer daño a los alumnos, no sólo en causar destrozos en la propiedad del colegio. Antes de que Harry pudiera resolver nada más, Draco se metió el pulgar y el índice en la boca y emitió un silbido estridente. El sonido resonó en el ilustre amanecer representado en el techo del gran salón. La sala se quedó en silencio, mientras los alumnos se volvían hacia la fuente del ruido.
—Escuchen —se dirigió Draco a los alumnos—. Aléjense de sus compañeros lo mejor que puedan, mirando al frente. La principal dificultad de fuego maldito es la velocidad a la que arde, no la dificultad de su contrahechizo. Así que, lo van a aprender. Todos ustedes.
Sin saber qué más hacer, los alumnos, murmurando conmocionados y emocionados, aceptaron la autoridad de Draco. Se tambalearon alrededor de las mesas de la casa, empujando los bancos según fuera necesario. Karanjeet puso a Clark en fila y Draco amplificó su voz con un Sonorus antes de comenzar la instrucción, primero enseñando la palabra y luego mostrando la acción de la varita que la acompañaba. Describió útiles tácticas de visualización: cascadas, profundidades oceánicas, lluvias torrenciales, y luego puso a los alumnos a practicar. A continuación, Harry y él recorrieron las líneas, examinando y corrigiendo la técnica.
Justo en ese momento, el patronus de Ron se precipitó, el pequeño terrier gritando: "¡Hay fuego en Gryffindor también, Harry! Vamos de camino a Hufflepuff, pero es probable que también haya fuego allí. Envíen ayuda."
—Mierda. —maldijo Harry, enviando otro mensaje a McGonagall.
— ¡Bien, bien, no se distraigan! —gritó Draco, tallando su mano en el aire como si fuera a dividir la habitación en dos— Cuando yo lo diga, los de mi derecha se dirigirán al dormitorio de Gryffindor junto con Harry, y los de mi izquierda se dirigirán al dormitorio de Hufflepuff conmigo. Recuerden que el contrahechizo funciona desde una buena distancia hacia atrás. No se acerquen a las llamas y no tengan miedo de retroceder. Si Harry o yo decimos que corran, ustedes corren, ¿entendido?
El asentimiento fue general y Malfoy dio la orden de dispersarse. Harry acorraló rápidamente a su nervioso grupo de años menores, y dirigió el camino a través de la gran entrada y hacia las escaleras que llevaban a la sala común de Hufflepuff. No habían llegado muy lejos cuando vieron las primeras señales de humo.
Ron y Neville aparecieron en lo alto de las escaleras.
—No tiene buena pinta —dijo él—. ¿Estarás bien? Volveré al gran salón a ver qué necesita Hermione.
—Sí, estaremos bien. Draco les ha enseñado todo el Praefoco.
Ron asintió comprendiendo y se fue corriendo, pero Neville se quedó atrás.
—Ayudaré con los encantamientos de cabeza de burbuja. —dijo.
—Sí, bien, eso es genial. Gracias, Neville.
—Muy bien, todos ustedes, escuchen con atención. No queremos quedar atrapados en las escaleras —anunció Harry—. Organícense en grupos de cinco o seis. Yo llevaré el primer grupo primero, y a medida que se cansen, mandaremos a buscar nuevos grupos —Harry divisó a Claire—. Gibbens, tu grupo está conmigo, vamos.
Claire apretó la mandíbula y tiró de un par de chicas -las que Harry había visto en Scrivenshaft's en otoño, y que seguían a Claire desde entonces- hacia delante. Otro trío de estudiantes las siguió.
— ¡Muy bien, Harry! —afirmó Gibbens— Estamos listos.
Harry y Neville lanzaron los encantamientos de cabeza de burbuja necesarios y Harry comenzó a guiar al pequeño grupo por las escaleras. Las llamas lamían los bordes de la robusta puerta redonda de la sala común.
— ¿Alguien sabe la contraseña? —preguntó Harry.
—Es 'Good morrow' —la amiga de Claire le informó.
—Bien, todos atrás —indicó Harry—. Voy a abrir la puerta. Empiecen a lanzar el contrahechizo inmediatamente. Si su hechizo no funciona después de un par de intentos, váyanse y envíen a alguien en su lugar.
— ¿Listos?
El coro de voces que respondió no sonaba especialmente confiado, pero Harry dijo la contraseña y abrió la puerta de golpe con un hechizo, manteniendo la distancia con la entrada. Se encontraron con un muro de llamas.
— ¡Praefoco! —gritó Harry, y el resto de la pandilla siguió su ejemplo, salvo un chico que salió corriendo inmediatamente.
— ¡Praefoco! Praefoco! —la pequeña banda sofocó las llamas en la puerta, y marchó hacia adelante, a pesar del sofocante oleaje y el remolino de calor.
— ¡Péguense a los lados, no al centro, no queremos que nos corten la salida! —gritó Harry por encima del ambiente de voces que gritaban el hechizo. No fue suficiente. Un destello de alguna terrible bestia flamígera saltó, agarrando a un Ravenclaw cercano. Harry se limitó a apartarlos del camino, gritando: — Gibbens, sube corriendo y dile a Neville que nos haga bajar otros dos grupos. Estamos avanzando, pero no lo suficiente. Los demás retrocedan.
Claire salió corriendo, con su cola de caballo balanceándose mientras los estudiantes restantes se retiraban, disparando el hechizo desde un lugar seguro.
Una vez que llegaron los grupos adicionales, marcharon hacia las llamas que se acumulaban, disparando sus contrahechizos con fuerza y rapidez, con una confianza cada vez mayor. Algunos estudiantes entraron y salieron, pero la situación pronto estuvo bien controlada. En pocos minutos, fueron capaces de extinguir completamente el fuego.
—Mantengan las cabezas de burbuja puestas hasta que estemos libres de humo —instruyó Harry—. Las quitan con un Finite Incantatem cuando hayamos terminado.
Examinó la sala común circular: los sofás estaban incendiados y las hermosas librerías arqueadas talladas en las paredes redondeadas de la zona soleada estaban chamuscadas. Sin embargo, no pudo ver a nadie, y cuando miraron, los dormitorios parecían sin daños y vacíos. Cuando se dieron la vuelta para salir, el Fraile Gordo apareció junto a la gran chimenea en el extremo de la sala. Tenía un aspecto melancólico y confuso. Harry lo saludó con la mano.
—Ya está todo arreglado, fraile. Lo arreglaremos, estoy seguro —se volvió hacia los jadeantes y alborozados estudiantes que se agolpaban detrás de él—. Buen trabajo, todos. Volvamos al gran salón, veamos lo que sigue.
El salón era un caos cuando Harry y su contingente regresaron: estudiantes agrupados en pequeños grupos, hablando unos sobre otros; otros practicando ruidosamente su nuevo contrahechizo; y otros consolando a los llorosos de primer año. Harry encontró a Hermione al frente de la sala.
— ¿Qué pasa? —preguntó— ¿Qué ha pasado?
—Son los incendios —respondió Hermione. Su voz estaba cargada de tensión—. Apenas se apaga uno, se enciende otro. Estamos enviando a los niños a enfrentarse a él; es sólo cuestión de tiempo que algo salga mal. Diablos, Harry, esto no debía pasar. Después de Voldemort, se suponía que los niños debían ser niños. No está bien.
—No —convino Harry, tirando de ella para darle un breve y feroz abrazo—. No está bien, pero nos ocuparemos de ello. Tú lo estás afrontando. —se apartó, dejando que sus manos apretaran los hombros de ella.
Hermione asintió, con firmeza, enjugando las lágrimas y respirando con fuerza.
—Tienes razón. Lo tenemos. Hemos estado entrenando para esto. Todo el ED puede manejar el fuego maldito, y ahora, gracias a Draco, muchos otros estudiantes también pueden. Cualquier miembro del ED que vea a Lavender sabe que debe tratar de contenerla. Sólo tenemos que encontrarla.
— ¿Dónde están los incendios? —preguntó Harry— Los que siguen ardiendo.
—Hay uno en las mazmorras a las que Draco ha llevado a su grupo, otro en el estudio debajo de los dormitorios de Ravenclaw, y luego el aula de historia de la magia... —Hermione se cortó, pareciendo que le había caído un rayo: la boca abierta y los ojos muy abiertos, una mano volando para ahuecar su frente— ¡Oh Merlín, es tan obvio! Los fantasmas, Harry.
— ¿Qué? —dijo Harry, sin entender.
—Piénsalo. Los dormitorios, las mazmorras, ella no puede llegar a los estudiantes debido a los amuletos, así que está controlando a los fantasmas. Ni siquiera sabía que eran susceptibles a los Legimens, pero tal vez con esta maldita luna azul...
—Lo son —le informó Harry—. Lo he probado. Con la Dama Gris. Son susceptibles.
—Merlín, de acuerdo, entonces, ¿a dónde irá ahora? —Hermione preguntó, con la mente lógica avanzando— ¿A quién más? Los fantasmas de las casas, así que podría volver a Hufflepuff, o Merlín sabe dónde está Peeves...
—Myrtle la Llorona —interrumpió Harry—. El baño del segundo piso. ¿Alguien lo ha comprobado?
—No que yo sepa.
Antes de que Hermione pudiera decir otra palabra, Harry salió corriendo.
El baño estaba sospechosamente silencioso. Ninguno de los gemidos que Harry había escuchado en el pasado resonaba en las mugrientas paredes de piedra.
— ¿Myrtle? —llamó, sintiéndose tonto. Se asomó al cubículo que contenía la cisterna que ella solía frecuentar— Myrtle, ¿estás aquí?
No hubo respuesta, y Harry se dio la vuelta para salir frustrado cuando se oyó un fuerte gorgoteo. Se dio la vuelta para ver a una Myrtle lacrimosa rondando por el retrete, con el pelo lacio cayéndole sobre los hombros.
— ¡Harry Potter! —exclamó, con el rostro pálido iluminado— Dios mío, mírate, ya has crecido —ella le dirigió una mirada que Harry no podía decir que le gustara en absoluto.
—Eh… —dijo él, pero al parecer eso era todo lo que necesitaba decir, porque Myrtle siguió lloriqueando ante él.
—He tenido el día más horrible, Harry, no lo creerías.
— ¿En serio? —Harry tratando de ser comprensivo.
— ¡Sí! ¡Primero un alumno intentó usar mi baño! ¿Puedes creerlo? Todo el mundo sabe que no debe usar mi inodoro. Cuando tiran de la cadena me absorben hasta las alcantarillas que hay debajo del castillo, y es de lo más desagradable.
—Siento oír eso —intentó Harry—. Mira, Myrtle, la razón por la que estoy aquí-
—Sabes, Harry, no has venido a visitarme desde hace mucho tiempo, y desde que tuviste esa desagradable pelea con Draco, él tampoco ha venido a verme. Ha sido una putada por tu parte estropear la única amistad que he tenido en décadas. ¿Y luego no venir a visitarme para ver si estaba bien? ¿Después de presenciar todo ese derramamiento de sangre? No es muy caballeroso de tu parte. Empezaba a pensar que ya no te gustaba —hizo un mohín y se acarició la barbilla—. ¿Es por mis manchas?
—No, claro que no —intentó Harry—. Todo el mundo tiene manchas.
— ¿Entonces por qué? —insistió Myrtle.
—Myrtle, necesito hablar contigo de algo-
—Es por esa chica Weasley, ¿no? A veces escucho los chismes. No se hablaba de otra cosa al final del año pasado. Cuando me enteré de la noticia, me acurruqué en mi cisterna y apenas he mostrado mi cara desde entonces, porque simplemente no es justo. Los chicos siempre prefieren a las chicas vivas, o a las chicas guapas como Olive Hornby o Ginerva Weasley. —una nueva oleada de lágrimas nadó en sus ojos plateados, magnificados por sus gafas.
—No es Ginny —suspiró Harry, exasperado—. Es Draco, si quieres saberlo, pero en serio, Myrtle, necesito-
— ¡Draco Malfoy! —chilló Myrtle, tapándose la boca. Cuando retiró la mano, su voz había bajado y susurraba conspiradoramente— ¿Sabes? Me pareció percibir algo allí, esa noche, esperaba que pudieras... bueno. No es asunto mío, supongo —suspiró primorosamente, pareciendo que le gustaría mucho que fuera de su incumbencia.
— ¡Myrtle, por favor! —instó Harry, apretando los dientes para no gritar— ¿Ha pasado algo más hoy? ¿Algo fuera de lo normal? ¿Has visto a alguien, has oído a alguien?"
Myrtle frunció el ceño y se ajustó las gafas.
—Oh —dijo cabizbaja—, supongo que estás aquí por Lavender Brown. No estás aquí por mí en absoluto, ¿verdad?
—Bueno, un poco sí —se ofreció Harry—. Quería hablar contigo también. ¿La has visto entonces? ¿Lavender?
—Por supuesto. —murmuró Myrtle con desazón.
— ¿Cuándo?
—Oh, no sé, hace veinte minutos o así. Quería que encendiera el fuego. En mi propio baño, ¿puedes creerlo? Chica egoísta, le dije que para qué.
Harry parpadeó.
— ¿Le dijiste que se fuera? Myrtle, ¿sabes Oclumancia?
—No creo —respondió Myrtle, pensativa—, pero Olive siempre decía que yo era la vaca más obstinada que había encontrado. Merlín, era una chica tan desagradable. Me alegro de haberla perseguido tanto tiempo.
—Cierto —insistió Harry—. ¿Y Lavender dio alguna indicación de adónde podría ir?
—Oh, ella estaba muy enojada, dijo que volvería a ocuparse de mí más tarde. Así que le dije: "¿Qué vas a hacer, matarme?" lo que me pareció bastante inteligente, pero ella no pareció pensar lo mismo, y volvió a tirar de la cadena de mi baño -lo que la mayoría de los fantasmas no pueden hacer, y así supe que algo andaba realmente mal con ella- y me fui al suelo, y no la he vuelto a ver. Ella es casi tan mala como Olive, ahora. No recuerdo que fuera tan gruñona cuando estaba viva.
—Bien —dijo Harry, frustrado por su falta de pista—. Bueno, gracias por tu ayuda. Te lo agradezco.
—Oh, no te vas a ir, ¿verdad? Por favor, quédate, Harry, ha pasado mucho tiempo. Solías hacerme compañía, una vez.
Harry pensó que eso era un poco exagerado.
—Eh, lo haría. Es que el castillo está en llamas, y-
—Harry, ¿estás aquí? —Draco irrumpió en el baño.
— ¡Draco Malfoy! —gritó una encantada Myrtle— Oh, este día está de locos, ¿no?
—Oh —dijo Draco, sorprendido, y sonrojándose débilmente—. Buenos días, Myrtle.
— ¡He oído que has empezado a salir con Harry!
—Charlando sobre tu vida amorosa, ¿verdad, Potter? —preguntó Draco, lanzando a Harry una mirada incrédula— ¿Mientras todo el castillo arde?
—Sólo estábamos, eh, charlando. —explicó Harry sin poder evitarlo.
—Oh, creo que es terriblemente romántico —le aseguró Myrtle—. Los dos son tan guapos y-
— ¿Has visto a Lavender? —preguntó Draco, hablando por encima de ella.
Myrtle se cruzó de brazos y dio un pisotón en el aire.
— ¡Oh, es sólo Lavender, Lavender, Lavender con todo el mundo hoy!
—Bueno, ella ha incendiado medio Hogwarts, así que... —Draco intentó explicar.
— ¿Y qué? ¿Recibiría un montón de visitas y atención si me portara mal, en lugar de ocuparme de mis propios asuntos? —Harry dudaba que Myrtle se hubiera ocupado alguna vez de sus propios asuntos.
—Bueno, si no está aquí, será mejor que nos vayamos —determinó Draco. Alcanzó la mano de Harry, y luego se congeló. Sus ojos se abrieron de par en par y su mano se cerró en un puño—. ¡Fuera! —gritó.
— ¿Qué? Draco es lo que...
— ¡Está en mi maldita cabeza, Lavender, está aquí dentro! —dijo Draco a través de los dientes apretados, tirando de su pelo con una mano, como si tratara de sacarla físicamente. Apretó los ojos y luego suspiró con los labios fruncidos—. De acuerdo. Se ha ido.
—No llevas tu...
—Déjalo, Potter, ya la eché, ¿no? Maldita sea. —miró alrededor del baño como si tratara de localizarla, pero no estaba por ningún lado.
Entonces, resonando en su propia cabeza, Harry oyó las palabras, la dulce y afectada voz de Lavender Brown:
—Hola, Harry, es muy agradable volver a charlar contigo.
...
¡Gracias por leer!
