Disclaimer: Los personajes, lugares y hechizos, son propiedad de J.K Rowling, a menos de que se especifique lo contrario. No hay retribución monetaria con la traducción y publicación de esta historia.
Traducción autorizada de A Forward Path por umbrellaless22 en AO3
CAPÍTULO XCIII
El instinto de Harry fue rechazar a Lavender inmediatamente; forzarla a salir por cualquier medio. Intentó levantar muros de Oclumancia pero no estaban a su alcance. Sintió un desconcertante cosquilleo en la columna vertebral que le provocó náuseas. Se estremeció ante la extraña e intensa invasión. Se sentía mal, muy mal. No podía luchar contra ello, así que se quedó quieto y cogió la mano de Draco. Respiró y se aferró a la tierra para no dejarse llevar por el pánico. No era Voldemort. Cualquier cosa que Lavender intentara no sería comparable; no podría manipularlo de la misma manera. Merlín, esperaba que no pudiera. Habló en voz alta en beneficio de todos los presentes.
—Hola, Lavender. Esperaba tener la oportunidad de hablar contigo.
Draco le agarró la mano con fuerza y Myrtle soltó una risita sarcástica.
—Seguro que sí —respondió Lavender—. Estoy bastante enfadada contigo, ¿sabes?
—Sí —dijo Harry, tratando de mantener su tono medido y ligero—. Me imagino que lo estás.
—Morí por ti, Harry —dijo ella, y aunque Harry aún no podía verla materializada en la habitación, podía imaginarse el bonito mohín que le había lanzado a Ron infinidad de veces durante su breve relación—. Y tampoco una muerte rápida. Una lenta y dolorosa. Me destriparon —alargó la palabra de forma significativa—. ¿Tienes idea de lo que se siente?
—No puedo decir que la tenga, no. —dijo Harry en voz baja.
—Intenté ser paciente —murmuró Lavender—. Pensé que tal vez estabas pasando por una especie de fase. Pensé que con un poco de estímulo, tú y el resto del colegio recordarían dónde están sus lealtades. Que los Slytherin tienen que irse. Que todos son mortífagos en espera. Dales cinco años y se levantarán todos, y entonces, ¿para qué habré muerto?
—Eso no es cierto, Lavender, no son-
Una puerta se abrió en la cabeza de Harry, y la rabia blanca se derramó dentro. La rabia de Lavender, se dio cuenta, arrancando su mano de la de Draco para hacerle sujetar sus propias sienes. La rabia rugió en su interior, apoderándose de sus músculos y haciéndolo temblar. Era amorfa, insoportable, sin dirección: cantando en sus dientes y en su corazón.
—Eso es todo lo que soy ahora —dijo Lavender, y de alguna manera pudo oírlo a través de la cascada de ruido blanco—. Ese animal se llevó mi alegría, mi esperanza, todo menos esto. Tenía una vida tan pequeña, Harry. Una niña tonta con sueños no muy grandes y una causa en la que creía. Tu causa.
—Lo sé —dijo Harry, haciendo un gesto a Draco para que se alejara mientras intentaba intervenir. Estas realidades paralelas eran inestables, era todo lo que Harry podía hacer para aferrarse a una—. ¿Crees que no lo sé? ¿Crees que no pienso en todos los que murieron por mí cada día que estoy vivo?
— ¿Y así es como honras mi sacrificio? ¿El maldito Draco Malfoy? ¿Criando niños de Slytherin? Todos sabíamos lo que era esa casa, y toleramos a la serpiente cuando deberíamos haberla erradicado. Ellos trajeron a los mortífagos a nuestro colegio, la mismísima guerra a nuestras puertas. Ellos son la razón y yo exijo mi venganza.
Una idea estaba punteando el cerebro de Harry ahora, insistente y cortando claramente el torrente de odio. Era el pensamiento de Lavender y él lo sabía, pero se sentía demasiado como si viniera de su interior, y eso le asustaba. Mata a Malfoy, decía, mátalo. Sólo levanta tu varita. Ya conoces el hechizo. Sabes lo que ha hecho.
Una visión de Lavender comenzó a solidificarse ante sus ojos, frente a él en el mundo real. Era plateada y efímera como un fantasma, pero mientras él la observaba, su abdomen floreció con sangre roja brillante. Tan roja como lo había sido aquel día, empapando sus ropas en el suelo de piedra.
—No me merecía esto, Harry —dijo ella—. Ni siquiera pude terminar la escuela. Quería abrir mi propia tienda, un spa, ¿lo sabías? Quería trasnochar en la ciudad con Parvati y Seamus. Quería enamorarme. Quería tener una vida, tal vez una familia algún día, y en lugar de eso tengo una venganza. No me la niegues, Harry, por favor. Me debes esto. Nos lo debes a todos. Nos has robado.
Harry sintió que su mano se movía sin que él se lo dijera. Su varita estaba agarrada allí, apuntando hacia Draco. Intentó luchar contra ella, mordiéndose la lengua, negándose a pronunciar las palabras. No lo haré, suplicó a la voz que resonaba en su cabeza, no lo haré. Esto no servirá de nada, por favor...
Las palabras estaban ahora en su lengua, palabras que habían sido dirigidas contra él, palabras que habían hecho caer a tantos amigos y aliados. Tan fácil, tan agradable, se sentiría bien, haciendo justicia, ¿no le gustaba la justicia?
—Hazlo, Harry. —presionó Lavender.
— ¡NO! —bramó, lanzando su varita al otro lado del baño. Fue como si hubiera disparado un Protego desde su mente. Sintió que la presencia de Lavender era expulsada brutal y repentinamente, dejándolo jadeante.
Como si hubieran sido convocados por su voz, Clark y Karanjeet irrumpieron en el cuarto de baño con expresiones coincidentes de feroz determinación.
Atwal levantó un alfiler de corbata dorado y gritó: "¡Capto!", apuntando con su varita al brillante y sangrante espejismo de Lavender. El hechizo se apoderó de ella, succionando primero sus pies hacia el alfiler como si estuviera atrapada en un remolino.
— ¿Qué estás haciendo? —gritó Lavender— ¿Qué demonios crees que estás haciendo?
Y luego no dijo nada, porque había desaparecido. Atwal dejó caer el alfiler como si ardiera al rojo vivo, y se quedó temblando en el suelo del baño. Todos lo miraron fijamente. Se estremeció una vez, dos veces, y luego se quedó quieto.
— ¿Quiénes son ustedes? —Myrtle rompió el silencio, mirando a Karanjeet y a Clark con desconfianza.
—Lo explicaremos más tarde —dijo Harry. Su respiración se sentía rápida y áspera entrando y saliendo de sus pulmones—. ¿Era el hechizo de contención, Atwal? ¿Funcionó?
—Yo... creo que sí. —dijo Karanjeet, sonando igual de sorprendido.
— ¿Cuánto dura? —dijo Draco.
—Hasta que alguien la libere, creo —respondió Atwal—. ¿Es eso entonces? ¿Se ha ido?
Clark hizo un ruido horrorizado y todos se volvieron para mirarle.
—No puedes pretender dejarla ahí sin más. —exclamó.
— ¿Qué más sugieres que hagamos, Tiering? —preguntó Draco, con voz tranquila.
— ¡Esto no! ¡No puedes dejarla atrapada en un alfiler de corbata para toda la eternidad! ¿No es eso crear una especie de genio de lámpara? ¿Y luego, dentro de doscientos años, algún pobre desgraciado la encuentra y la libera y hace caer fuego y azufre sobre toda la civilización?
—Creo que estás mezclando algunas mitologías ahí. —señaló Draco.
— ¡Así que no es la cuestión! —insistió Clark— La tuve atrapada en mi cabeza durante horas. ¿Y si está consciente ahí dentro? ¿Consciente, de alguna manera? Eso es una tortura; no puedes hacer eso. Ella es una persona.
—Pero no lo es —dijo Harry con suavidad—. Es un eco, pura energía negativa, ira. No es quien era.
— ¿Y te gustaría que te lo hicieran a ti? —preguntó Clark.
—No es lo mismo, Clark. —dijo Harry.
—Bien, ¿y tú, chica fantasma?
—Tengo un nombre. —resopló Myrtle.
— ¡Bueno, no lo sé y estoy en una especie de rollo aquí así que, por favor, sólo responde a la pregunta!
Myrtle parpadeó detrás de sus gafas, sorprendida por el descaro de Clark.
— ¿Me gustaría estar atrapada en un alfiler de corbata para la eternidad? Bueno, no, creo que no me gustaría. Eso sería aún más aburrido y solitario que estar en este baño. Al menos aquí puedo explorar el castillo cuando me aburro, visitar a otros fantasmas y enterarme de las noticias.
— ¿Ves? —dijo Clark— Sólo porque esté muerta, sigue teniendo derechos, ¿no?
Harry se pasó una mano por la cara.
—Sí, pero Myrtle no ha convencido a su madre para que torture a los de primer año, ni se ha infiltrado en la mente de la gente, ni ha incendiado Hogwarts.
Myrtle se animó.
— ¿Que ha hecho qué? Oh, he estado demasiado tiempo en mi cisterna.
—Más tarde —repitió Harry—. Clark, tenemos que proteger a los alumnos.
— ¡Es una estudiante! —insistió Clark— Si fuera yo, ¿harías eso? ¿Me encerrarías ahí para siempre?
Harry le miró fijamente, incapaz de responder.
—No creo que lo hicieras. Porque no es justo, y no está bien —dijo Clark. Y con eso, se arrancó el Amuleto de la Aversión y lo tiró al retrete de Myrtle. Luego, antes de que nadie pudiera detenerle, lanzó el Finite Incantatem al alfiler que seguía asentado benignamente en el suelo del baño.
— ¡Clark, no! —gritó Harry de inmediato, pero era demasiado tarde, la figura escarlata y plateada emergió y antes de que Atwal pudiera volver a lanzar el hechizo de contención, Clark había gritado para llamar su atención.
— ¡Espera! —le dijo Harry a Atwal— No puedes hacer el hechizo si ella está en la cabeza de Clark, no sabemos qué pasará —se volvió hacia Clark y Lavender—. Joder, qué has hecho.
—Está bien —insistió Clark—. No puede salir. La mantendré aquí.
—No puedes tenerla en tu mente todo el día —dijo Draco bruscamente—. Es una luna azul, es más poderosa de lo que era.
—Lo he hecho antes. Tendremos una agradable charla, ¿verdad, Lavender? —Clark cerró los ojos, volviendo su atención hacia el interior— ¿Cómo ha estado tu abril?
Karanjeet miró boquiabierto a Draco y a Harry.
— ¿No van a hacer algo? —preguntó.
Harry gimió y fue a recoger su varita de donde la había tirado, sintiéndose repentinamente agotado. Apuntó a Clark con poco entusiasmo.
—Legilimens. —dijo.
Clark, el muy cabrón, había convocado en su mente una especie de sala de estar elegante, que recordaba el aspecto de Grimmauld Place en su época de esplendor. Tenía los pies apoyados en un taburete y Lavender -la Lavender humana, no la Lavender espectral- estaba sentada frente a él, cómodamente estirada en una tumbona. Clark llevaba una túnica elegante como la matutina de Draco, y Lavender llevaba una especie de vestido de baile de color zafiro, con el pelo recogido en rizos sobre la cabeza.
—Oh, Harry —dijo Clark, como si Harry acabara de llegar para tomar el té—. Es muy agradable que te unas a nosotros. —chasqueó los dedos y Harry miró hacia abajo para ver su propio vestuario cambiar a ropa de noche.
—Clark, debes saber que esto no es sostenible —suspiró Harry con exasperación—. No puedes atrapar a Lavender en tu propia cabeza cada luna llena.
— ¿Por qué no? Lavender y yo nos llevamos bastante bien. Ella ayudó a diseñar esta habitación, ya sabes, la última vez que estuvo aquí. Es como nuestra propia Holocubierta. —Harry no sabía qué significaba eso y apretó las manos, irritado. Casi habían resuelto esto, había creído que lo habían hecho: una solución ordenada en forma de un alfiler de corbata, y entonces aquí estaba Clark, reabriendo toda la maldita situación imposible.
—Para ser un Slytherin, no es terrible. —resopló Lavender, sorbiendo un líquido ámbar de un vaso de cristal.
— ¡Casi lo matas! —protestó Harry.
—Sí, pero eso fue antes de conocerlo.
— ¿Y no crees que si llegaras a conocer a otros Slytherin, no podrías sentir lo mismo? Lavender, ¡esto es una locura!
—No es justo que esperes que actúe racionalmente cuando ahora soy una criatura de pura emoción, Harry. —dijo ella, sonando herida.
— ¿Pero lo estás? ¿Adónde ha ido a parar toda esa ira?
—Sale en ráfagas. —respondió Lavender con altanería.
—Claro que sí —murmuró Harry—. Joder, teníamos que haberte dejado con ese maldito alfiler.
—Eso es una barbaridad, Harry —instó Clark—. No está bien.
—Clark —explicó Harry—. Intentó que matara a Draco, justo antes de que llegaras.
Por primera vez, la certeza de Clark vaciló, pero luego fijó su mandíbula y se encontró con los ojos de Harry.
—Bueno, ha intentado que todo tipo de gente haga todo tipo de cosas. Y sé que no tienes Oclumancia, pero Draco dijo que eres lo suficientemente testarudo como para no necesitarla.
—Pero estuve a punto de obedecerle —dijo Harry, su voz tranquila y seria—. Y al final alguien no podrá despistarla y alguien morirá, Clark. Es sólo cuestión de tiempo. Ya la has oído, es pura rabia.
—Parece que está bien ahora. —comentó Clark.
Harry suspiró y se volvió hacia Lavender
— ¿Así que tu rabia simplemente... ha desaparecido?
—Está ahí —se encogió Lavender—, pero a veces puedo contenerla. No puedo disfrutar de mi vida, pero puedo reconfortarme un poco con la imaginación del chico. Es una especie de distracción.
Harry se frotó la piel por encima de la ceja con la yema del pulgar.
—Merlín, qué lío. Lavender, ¿supongo que no hay una especie de, no sé, luz hacia la que puedas ir? Al final de un túnel, por ejemplo.
—No hay ninguna. —le aseguró ella.
—Por supuesto que no. Y supongo que si Clark te dejara salir, ¿prometerías dejar de intentar liquidar a los Slytherin?
—Lo dudo.
—Claro —dijo Harry, resignado—. Bueno, supongo que no tienes ninguna solución.
Lavender examinó su copa de cristal.
—No me importa estar aquí. —admitió, finalmente.
—No estás viviendo en la cabeza de Clark cada mes. Hay demasiado margen de error, y no hay motivación para que sigas apareciendo y lo permitas.
—Quiero decir que la amenaza de habitar para siempre en un alfiler parece bastante motivadora. —argumentó Lavender.
— ¡Harry! —era la voz de Myrtle, y Harry fue sacudido de nuevo en el vértigo de la realidad dual— ¡Harry, todos queremos saber qué está pasando ahí dentro!
Harry rechinó las muelas. Maldita Myrtle. Sabía que debía ser más amable con el fantasma, ella realmente estaba sola-y así, Harry interrumpió sus propios pensamientos, estaba hablando con Lavender.
—Lavender —dijo lentamente—. ¿Ayudaría si te dijera que lo siento?
— ¿Qué? —dijo Lavender, con su copa detenida a medio camino de los labios.
—Tienes razón —dijo Harry simplemente— No te merecías esto. No merecías morir por una causa. Tenías tanta vida y te la arrebataron, y en parte fue por mi culpa, y lo siento. Lo siento mucho. No es justo, y no está bien, y no se puede explicar por qué tuviste que ser tú y no otra persona, o nadie en absoluto. Tienes derecho a estar enfadada.
Lavender lo miró fijamente, separando los labios, pero no dijo nada.
La voz de Draco estaba ahora en su oído.
—Está funcionando. Harry, sea lo que sea que estés haciendo, está funcionando.
Harry se acercó a ella, y buscó la mano de Lavender. Vacilante, ella se la dio. Era cálida y tan viva que hizo que a Harry le doliera el corazón.
—Lo siento —dijo de nuevo—. Siento que hayas tenido que vernos seguir viviendo, llegar a hacer todas las cosas que nunca harás. Lo odio. Cada día, lo odio. Lo odio y no lo entiendo y creo que nunca lo aceptaré. Creo que siempre duele. Y si sigues así, si persigues tu ira y tu venganza, sólo conseguirás extender ese dolor, amplificarlo, ¿y para qué? He conseguido mi venganza: Voldemort está muerto y yo sigo vivo, pero eso no es lo que me estimula. Necesitábamos que se fuera, sí, pero el simple hecho de su muerte no añade nada a la riqueza de mi vida, igual que dudo que herir a docenas de niños dé sentido a tu muerte.
Unas lágrimas silenciosas empezaron a caer de los ojos de Lavender y a recorrer sus mejillas. Harry observó cómo goteaban sobre su vestido.
—Yo morí una vez —dijo Harry en voz baja—. Pero me dieron la oportunidad de quedarme: de vivir, y de doler, y de sentir. Lamento que no hayas tenido la misma oportunidad. Pero te estoy tan, tan agradecido, como lo estarán todas las generaciones siguientes, me aseguraré de ello, porque tú nos diste eso. Tú y todos los caídos nos dieron la oportunidad de vivir en este mundo. Sé que no es suficiente, nada puede serlo. ¿Pero tal vez podrías dejar que lo fuera? ¿Por favor? ¿Nos dejarías recordarte, tal y como eras?
Lavender asintió un poco y entonces Harry se encontró de nuevo en el baño. Draco estaba a su lado y delante de él estaba Lavender: todavía aquí, pero cambiada. Era el gris plateado brillante de un fantasma, sin toda esa sangre roja floreciente. Seguía llorando, pero también sonriendo. Extendió la mano hacia Harry, pero sus manos atravesaron las de él y soltó una pequeña risa sorprendida.
—Se ha ido —susurró—. Harry, la ira. Todo se ha ido.
...
¡Solo faltan dos capítulos para dar fin a esta historia! Nos leemos mañana...
