CAPÍTULO 2

Hilda pasó los dedos sobre las letras plasmadas en la hoja del grueso libro. Ese era su poema favorito, lo era incluso antes de escucharle a él recitarlo.

Suspiró y cerró los ojos para evocar aquella voz profunda pero suave.

Aun recordaba cada detalle de la primera vez que lo vio, fue durante los primeros meses de su estancia en Francia en una de las tantas reuniones a las que su madre la llevó para que se codeara con lo más selecto de la sociedad parisiense. Él estaba en medio del gran salón, rodeado por un nutrido grupo de personas, la cálida luz que despedía la enorme araña de cristal en el techo, caía sobre él y hacía brillar su cabello castaño, aunque no tanto como brillaban sus ojos aceituna, su voz en ningún momento vaciló al recitar el poema. Hilda se sintió extrañamente atraída por él y una vez que sus ojos se encontraron en medio de tanta gente, algo la golpeó y supo que estaba irremediablemente perdida y que su corazón había elegido a aquel que sería por siempre su único dueño.

Pero el destino resultó ser cruel y no solo no permitió que cruzaran más que un par de palabras durante las ocasiones en las que tuvieron la oportunidad de encontrarse, sino que Armand, cómo se llamaba su galante poeta, no poseía fortuna ni título y supo entonces que el suyo era un amor imposible, sus padres jamás permitirían una unión así para ella.

Si tan solo ella tuviera la misma fortaleza que ella...

Sacudió levemente la cabeza, no jamás podría igualarla, era demasiado débil como para ir en contra de la voluntad de sus padres y sobre todo para afrontar la ira de su madre.

—Armand— susurró lentamente, como acariciando cada letra al pronunciarla. El ruido de la enorme puerta de la biblioteca abriéndose la despertó de su ensoñación. Cerró el libro y se levantó para recibir a sus padres, que caminaban hacia ella—.

—Tu padre y yo te tenemos buenas noticias…


—¡Aún no lo puedo creer Gerald! —Arnold caminaba de un lado al otro del estudio, pero para Gerald parecía más como si flotara— ¡Estoy feliz!

—Eso no tienes ni que decirlo, se nota a leguas y eso que solo has obtenido la autorización del señor Pataki para cortejar a su hija, ni siquiera conoces la respuesta de ella.

Arnold se detuvo en seco y miró seriamente a su amigo.

—¿Crees que ella pueda rechazarme?

—Tranquilo. Yo no he dicho eso, lo que quise decir es que si estas emocionado por esto no me imagino como te pondrás cuando ella te acepte.

—Pero podría no aceptarme.

—¡Oh, vaya! —Gerald negaba con la cabeza, mientras se decía «yo y mi bocota» —Escucha fue solo un comentario, no lo dije para desanimarte, pero si te preocupa su rechazo —se acercó al rubio y le palmeo la espalda con fuerza —solo tienes que esforzarte para asegurarte que ella te de el «sí».


Miriam Pataki fue educada para ser una perfecta dama en la alta sociedad y desde pequeña fijó su mente en una meta: lograr el matrimonio perfecto que le permitiera conservar su estatus o incluso que la hiciera escalar su nivel social y lo logró. A pesar de que la convivencia con su esposo Bob Pataki era casi inexistente, debido a los negocios de este, a Miriam eso no le importaba, le bastaba con que le diera los lujos y prestigio que ella merecía, eso era para ella la felicidad y era lo que quería para sus hijas.

Ya lo había conseguido con su hija mayor Olga, había logrado para ella un matrimonio con un diplomático, heredero de un título nobiliario y de los bienes monetarios y materiales que venían con él. Sí, Olga tenía un excelente matrimonio, lástima que por su trabajo su yerno hubiera arrastrado a su hija a vivir en la India, una tierra poco elegante y con un clima horrible, pero quitando eso todo lo demás era bastante aceptable.

Ahora podía hacer lo mismo por su pequeña Hilda. El señor Shortman era el único heredero de una gran fortuna familiar y a pesar de su juventud se había hecho ya de una gran reputación entre los más importantes hombres de negocios, incluso Bob le respetaba. En pocas palabras era un excelente partido, era una gran suerte que su hubiera fijado en su adorada hija, aunque bueno, no era de extrañar, Hilda era simplemente perfecta, tan diferente a la otra, pensó con disgusto. Disgusto que se disipó al ver caminar hacia ellas a su futuro yerno.

Con un movimiento rápido y disimulado se acercó a Hilda hacia ella y le dijo en un susurro.

—Recuerda mostrarle tu agradecimiento por el regalo que te hizo.

La joven solo asintió en silencio.

—¡Señor Shortman! Es un placer verlo

—El placer es mío, señora Pataki

—¿Está disfrutando de la fiesta?

—Ha decir verdad, el bullicio de esos eventos no es algo que disfrute mucho, pero estoy aquí por un buen motivo— dijo él, mirando embelesado a Hilda.

Ella desvió la mirada y Arnold pensó que era encantadora cuando mostraba su timidez, pero lo que él ignoraba era que su reacción no se debía a eso, sino a la incomodidad que provocaba que él la mirara así y todo porque ella se sabía incapaz de corresponderle y mirarlo de la misma forma.

—¡Oh! Acabo de ver a Lady Harrington, hace mucho que no hablo con ella, así que, con su permiso, iré a saludarla —Miriam rápidamente se marchó, dejándolos solos.

—Quería agradecerle...por su obsequio —ella señaló sutilmente los aretes de zafiro que llevaba y que hacían juego con sus ojos.

—¿Le gustaron? —ella asintió suavemente —Eso me hace muy feliz —Arnold sonrió, más de lo que ya lo hacía.

A la distancia Gerald observaba a su amigo, le preocupaba y no podía evitarlo. Gerald era bueno analizando a las personas, era una habilidad que llevaba puliendo años y por eso, mientras más observaba los sutiles gestos de la joven, más seguro estaba de que Hilda Pataki no correspondía a los sentimientos de su amigo.

Bufó quedamente y dio otro trago a su copa. No podía decirle nada a Arnold, más bien no valdría de nada decírselo, estaba tan ilusionado con ella que no era capaz de ver más allá de sus narices. Era desesperante. Solo le quedaba esperar que, aunque ella no lo amara, al menos lo hiciera feliz, porque Arnold estaba más que decidido a que la joven Pataki se convirtiera en su esposa.


—¿Qué? —preguntó Arnold a Gerald, quien por respuesta entornó los ojos y negó con la cabeza —En verdad no entiendo el porqué de tu molestia, eres mi amigo, casi mi hermano, se supone que deberías estar feliz por mí.

—Tienes razón— dijo al fin después de un rato—...es solo que...no sé, me parece que actuaste precipitadamente...no han pasado el mes desde que empezaste a cortejarla y ya pediste su mano.

—Bueno... A ti tal vez pueda parecerte precipitado, pero yo sé que Hilda es la mujer de mi vida y para mí no tenía sentido esperar más. Sé que quiero pasar mi vida a su lado, no tengo dudas sobre eso— sonrió de lado, pero a pesar de la seguridad de su amigo, Gerald temía que Arnold no estuviera siendo correspondido y eso le preocupaba realmente —. Renuncio feliz a mi soltería y te aseguro que al lado de Hilda seré el hombre más feliz del mundo —sonriendo Arnold palmeó la espalda de su amigo, Gerald también sonrió mientras mentalmente decía «eso espero amigo, espero que no te estés equivocando».


Toda buena dama de sociedad se crece ante los halagos...

Por eso Miriam estaba tan feliz, la fiesta de compromiso de su hija con el señor Shortman había sido todo un acontecimiento, había opacado incluso al evento estrella del último lustro. Todos hablaban de lo espléndida que había sido la fiesta y por supuesto especulaban acerca de cómo sería la boda y ella se encargaría de que obviamente la boda de su hija sobrepasará las expectativas de todos.

—Deberías esforzarte por ser un poco más agradable con tu prometido —se dirigió a su hija, quien levantó la vista de su costura para lanzarle una mirada interrogante —... Me refiero a que, si él desea algo más que sólo tomarte de la mano, permíteselo.

Hilda podría haberse escandalizado por esa sugerencia, pero lo cierto es que no serviría de nada, así que se limitó a asentir con obediencia, como siempre hacía.


Era como si el tiempo no hubiera avanzado, como si aún estuviera en Francia...

Hilda recorrió su pie izquierdo hacia atrás, esperando así tener más soporte, sus piernas estaban temblando y temía caer al suelo en cualquier momento.

Un verso más...

Su voz era igual a la de sus recuerdos, no había cambiado ni un ápice y hacía que su corazón latiera igual de acelerado que antes.

Y entonces...

Sus miradas se encontraron y su corazón por un instante se detuvo. Era igual que antes, un sentimiento tan intenso que le costaba respirar.

Solamente que ahora era más doloroso...

¿Por qué tenía que reencontrarse con el hombre al que había entregado su corazón, cuando ya estaba comprometida con otro?

No lo soportó más y salió corriendo...

Se escabullía entre la gente, cuando una mano en su brazo detuvo su huida.

—¿Está bien? —a Hilda le costó un poco darse cuenta de que quien se lo preguntaba era su prometido, pero cuando lo hizo, asintió quedamente —Pues yo la veo un poco pálida. Vamos, la acompaño a tomar un poco de aire.

Salieron al jardín. Arnold no dejo de sujetarla gentilmente del brazo. Afuera la luna llena brillaba y bajo su luz, al rubio le pareció que su prometida lucía tan bella que casi parecía irreal. La hizo girar hacia él. Sí, era tan bella que le cortaba la respiración.

—Espero que el aire fresco le siente bien.

—Ya...ya estoy mejor...gracias —contestó ella casi en un susurro.

Arnold le acarició la mejilla y ella dio un pequeño respingo.

—Lo siento —se disculpó él —no pretendo incomodarla... —se sentía hipnotizado, no podía dejar de mirarla y de desear estar más cerca de ella —yo sólo... —poco a poco fue acortando la distancia que había entre ellos.

Hilda comprendió sus intenciones.

«Me refiero a que, si él desea algo más que sólo tomarte de la mano, permíteselo».

La voz de su madre resonó en su mente...la costumbre de obedecerle se hizo presente y no retrocedió cuando los labios de él tocaron los suyos, pero cerró los ojos con fuerza, esperando así acallar la voz en su mente que acababa de surgir y que le decía que no era con él con quien quería estar, no era con él con quien deseaba compartir su primer beso. Dolía el hecho de tener que entregarse a alguien por imposición. Sintió una lagrima rodar por su mejilla y se apartó de él.

—Yo...necesito despejarme un poco más —dijo ella y se alejó perdiéndose entre los arbustos y flores del jardín.

Arnold quiso ir tras ella, pero no lo hizo, se había propasado con ella y lo mejor era darle su espacio, dejarla tranquila ¡Rayos! Hilda era una dama y no debió comportarse así con ella, se recriminaba Arnold mientras regresaba al interior de la residencia.

Hilada pensó que estaba sola en el jardín, pero se equivocó, de repente frente a ella, a unos cuantos pasos se encontraba Armand.

Las nubes repentinamente cubrieron a la luna.

—Hilda —ella se emocionó, Armand sabía su nombre y lo había pronunciado de una manera mágica al menos para ella, en una especie de susurro, con una voz suave y grave a la vez...

La luna volvió a brillar y las miradas de ambos se encontraron. Esta vez Hilda no solo leyó en los ojos de Armand los mismos sentimientos que ella albergaba por él, también pudo ver el mismo tormento.

Y tomó una decisión...

Era una hija obediente, tanto que a pesar de todo continuaría con su compromiso y se casaría con alguien a quien no amaba. Tenía claro que a partir de mañana haría la voluntad de su madre, pero esa noche, solo por una vez, haría su voluntad...

Con paso firme acortó la distancia que los separaba y lo beso. La luna nuevamente quedó cubierta por las nubes, la oscuridad parecía haberse vuelto su cómplice y cubrió a los jóvenes amantes mientras se entregaban el uno al otro.


La tinta ya estaba seca, así que dobló la hoja con cuidado.

Hilda se levantó lentamente de la silla y se alejó de la mesita que utilizaba como escritorio. Caminó hacia su cama, encima de esta estaba su equipaje hecho, ya lo había revisado varias veces y estaba segura de que ya tenía todo lo que necesitaba.

En verdad había intentado con todas sus fuerzas renunciar a Armand y cumplir con su compromiso con el señor Shortman pero simplemente no pudo. El amor que mutuamente se profesaban era tan grande que resultaba imposible ignorarlo. Desde su encuentro aquella noche en el jardín, habían seguido teniendo encuentros clandestinos, en el último de ellos tomaron la decisión de fugarse juntos. Hilda estaba decidida, no había nada en el mundo que pudiera detenerla, ni siquiera el miedo que le tenía a la ira de su madre.

Un golpecito en el cristal de la ventana y un silbido fueron la señal. La joven tomó sus cosas, salió de su cuarto con el mayor sigilo posible y, bajo el amparo de la oscuridad, se movió por la casa hasta salir de ella. Continuó su camino hasta que en medio de la semi penumbra vislumbró la silueta de su amado, quien se había escabullido hasta el jardín de la mansión Pataki y la estaba esperando.

Hilda sonrió enormemente, Armand abrió los brazos y ella se lanzó hacia ellos.

Por fin estaban juntos y nadie podría separarlos…


Bob veía desde su enorme escritorio a su esposa que iba de un lado a otro vociferando.

Su sensata hija, que estaba comprometida con un excelente partido, se había fugado con un donnadie a poco tiempo de que se llevara a cabo su matrimonio.

—¡Estamos acabados! —sentenció Miriam —¡La deshonra ha caído sobre nuestra familia!...

—Cálmate, Miriam.

—¡Definitivamente seremos excluidos de todo evento social! ¡Sin mencionar que nos volveremos el hazmerreír de todos, incluso de los sirvientes!

Bob golpeó su escritorio con el puño y Miriam dio un gracioso salto.

—¡Basta ya mujer! —Bob bufó. En verdad le exasperaba que las mujeres fueran tan emocionales y fueran incapaces de razonar cuando había que hacerlo, por suerte para su familia él era un hombre de mente fría, por algo era un as de los negocios, pensó con altanería —Para todo problema siempre hay una solución y el nuestro por supuesto que la tiene.

—Pero...

—¡Por Dios, mujer! Piénsalo detenidamente y tú también sabrás cómo podemos salir de esta o, mejor dicho, quién puede sacarnos de esta...

Miriam frunció el ceño, mientras se esforzaba por entender lo que su esposo decía y de repente abrió los ojos exageradamente y una palabra salió de sus labios, como deslizándose.

—Helga...

FIN CAPÍTULO 2

Muchas gracias por sus reviews ^^ Este fic lo eliminé porque no quedé conforme con el resultado final :( pero esta vez me estoy esforzando para que no vuelva a pasar y les prometo que ya aquí se va a quedar ;)