CAPÍTULO 5
¿Por qué estaba en el campo de flores?
Helga miró a su alrededor, estaba sola.
¿Por qué sentía aquel vacío?
Y de pronto lo supo... Era porque no quería estar sola, porque quería que él estuviera allí, pero él se había marchado.
Comenzó a caminar entre las flores. Sentía ganas de llorar y sacudió la cabeza con fuerza, después no supo qué pasó, pero de repente su tobillo se dobló y estaba a punto de caerse, así que cerró los ojos y esperó el impacto contra el suelo...
...pero no sucedió...
—Le advertí que el terreno era engañoso.
Él estaba de pie frente a ella, sosteniéndola por los hombros y sonriéndole.
—Usted no estaba aquí... Se marchó, me dejó sola...
Él sonrió aún más.
—Yo siempre estaré a tu lado... No podría dejarte nunca... Helga, te amo...
Helga se despertó de golpe y se sentó. Su voz aún hacía eco en su mente, todo había sido tan real...
«Helga, te amo» …
«Helga» ...
Escuchar su voz diciendo su nombre, aunque fuera en un sueño fue sobrecogedor…
Su piel se erizó por el recuerdo… Pero no, negó con vehemencia, eso no era algo que deseara escuchar.
Debía olvidarse de espejismos románticos y regresar al plan inicial. Cumplir con la razón por la que fingió aceptar entrar en ese engaño. Debía concentrarse en obtener su libertad.
¿Pero por qué soñaba con eso entonces?, pensó con disgusto.
Llevó la mano a su mejilla, hacia el lugar donde él depositara aquel beso de despedida, ¿por qué no podía olvidarlo? Frotó con fuerza.
Soltó un quejido ahogado y se acostó.
—Estoy cansada, eso es todo— se cubrió la cabeza con las sábanas—. Sólo necesito dormir.
Sí, eso era. No había dormido bien los últimos días y el agotamiento le hacía creer cosas que no eran. Cerró los ojos con fuerza y se obligó a dormir.
Arnold se dejó caer pesadamente en la gran silla con reposabrazos y exhaló sonoramente. Ya había pasado una semana desde su regreso a la ciudad, por fortuna la situación de los niños estaba resuelta. La tía, hermana de su difunta madre, accedió a hacerse cargo de ellos y él se comprometió a ayudarle con la cuestión de la manutención. Él comprendía a esos niños a la perfección porque pasó por una situación similar y se sentía aliviado de que al menos a su sufrimiento no tenían que sumarle el encontrarse completamente solos y eso lo hacía sentirse bastante tranquilo y contento, pero...
Se frotó la cara con ambas manos.
Ahora estaba encargándose de los negocios y sentía bastante pesada esa actividad.
Suspiró...
—¡Vamos amigo! —Gerald que estaba sentado frente a él, le habló —¿Por qué esa actitud? Pareces agotado, pero te he visto trabajar mucho más de lo que has trabajado estos días y nunca te había visto así.
—Entre otras cosas… porque la extraño —gruñó, cerró los ojos y recargó la cabeza en el respaldo—.
Gerald rio bajito.
—Si que estás mal, amigo. Creo que voy a empezar a creer eso de que estás más enamorado que antes —eso fue algo que le confesó su amigo cuando lo puso al corriente de todo, o casi todo, lo que había pasado. Le dijo que la Hilda Pataki que tuvo oportunidad de conocer durante sus días en el campo, más abierta y natural, lo había cautivado aún más. Al principio no le creyó, pero ahora era difícil dudarlo. Suspiró —No me considero un romántico empedernido y lo sabes, pero tampoco puedo negarme a ayudar a un amigo que ha caído en las garras del amor.
—¿Qué quieres decir? —Arnold se inclinó hacia delante y miró a su amigo con expectación.
—Yo me encargaré solo de esto un poco más—vio cómo crecía la sonrisa de su amigo —. Así que puedes marcharte cuando gustes.
Arnold se levantó de un salto.
Curioso, pensó Gerald, como alguien que poco antes estaba tan abatido, ahora lucía rebosante de energía.
—¡Muchas gracias, Gerald! —Arnold ya caminaba hacia la puerta, si se apresuraba aún podía llegar antes de que terminara el día y podría verla.
—Si, de nada, pero no te quejes si terminamos en la ruina porque solo yo me ocupo de los negocios, mientras tu vives tu historia de amor.
El rubio se giró hacia su amigo.
—Honestamente... No me importaría, creo que cuando hay amor el dinero no importa.
Gerald bufó, no compartía la misma opinión.
Hilda puso las flores en el centro de la sencilla mesita.
Armand no tardaría en llegar, no había mucha comida para la cena y tampoco tenía muy buen sabor, aún no dominaba la labor de cocinar, pero no importaba...pronto todo mejoraría, por ahora lo que importaba era que se tenían el uno al otro y su amor se fortalecía al paso de los días.
Helga releyó lo que acababa de escribir e hizo una mueca de disgusto, no había logrado plasmar como quería la explicación de todo lo que había ocurrido.
Suspiró con fastidio.
Estaba decidido, esa misma noche se iría de allí y nada, ni nadie la detendría.
«Quiero verlo una vez más» ...
Esa vocecilla resonó en su cabeza, pero ella la acalló de inmediato. Era una voz bastante molesta pero cada vez la oía con menos frecuencia y eso confirmaba lo que pensó en un principio, todas aquellas tontas emociones se debieron a que él era el primer hombre que la cortejaba, pero pronto toda esa tonta emoción por tal novedad pasaría.
«Claro que no»
Otra vez esa molesta voz...
—¡Claro que sí, pasará!
Se marcharía y no volvería a verlo, y lo olvidaría...
Volvió a mirar la hoja que tenía en la mano.
Pero, aunque no volviera a verlo, él tenía derecho a saber la verdad, por eso escribió esa carta que contenía lo que él debía saber y ya se la haría llegar de algún modo.
Fijó la vista en la primera línea y la leyó: «Para el señor Arnold Shortman». Sonrió un poco, era curioso, pero hasta después de que él se marchara fue que supo su nombre, antes solo era «señor Shortman» o «el ex prometido de su hermana» pero tenía un nombre lindo...
Sacudió la cabeza y salió de su ensoñación tan pronto como había entrado.
—¡Qué importa cómo se llama! —frunció el ceño, estaba molesta con ella misma por comportarse así—... Ya no lo veré más...
Continuó leyendo.
«No sé cuál es la manera correcta de iniciar con esto...
Aunque no importa cómo lo haga, no hará más fácil el leer lo que tengo que confesarle, me temo. Así que seré directa. No somos dos hermanas, sino tres y dos somos idénticas...
Hilda es mi hermana.
Mi nombre es Helga y he tomado el lugar de la que hasta hace poco fue su prometida y tomó la decisión de abandonarle para irse con su amante. Sé que eso estuvo mal, pero estoy segura que ella tuvo una razón de mucho peso para hacer eso, al igual que yo tuve mis razones para tomar su lugar, razones que tal vez puedan parecerle muy egoístas, pero fueron lo suficientemente fuertes para mí y no voy a excusarme.
Solo puedo decirle que lo lamento y que si lo hubiera conocido antes...si hubiera sabido antes que usted era un buen hombre, yo jamás me hubiera prestado a este engaño. Le ruego no me guarde rencor por esto y espero que algún día pueda perdonarme.
Atte.: Helga Pataki»
Justo cuando acabo de leer, alguien llamó a la puerta y Helga guardó de inmediato aquella hoja en un libro que tenía a la mano.
—Adelante.
—Señorita, la señora la llama.
Helga se levantó con fastidio.
—Gracias, ya voy.
—Dijo que se pusiera presentable —dijo la sirvienta antes de cerrar la puerta y marcharse, y Helga ya no pudo preguntar por qué.
Arnold se puso de pie en el momento en que su prometida entró.
El corazón de Helga dio un vuelco. La última persona que deseaba ver estaba allí, pero… ¿si no deseaba verlo por qué su corazón estaba latiendo tan rápido en ese momento? Sin poder evitarlo llevó una mano a su pecho... «Recuerda que ya lo superaste y todo es producto de un espejismo romántico, así que cálmate».
—Espero que no le moleste esta costumbre mía de presentarme sin anunciarme antes.
Helga desvió la mirada y negó.
—Si me disculpan —dijo Miriam —, debo revisar que todo esté listo para la cena. Se quedará, ¿no es así?
—Será un honor aceptar la invitación.
Miriam se disculpó una vez más y salió.
Helga podía ver por el rabillo del ojo que él se acercaba y deseo salir corriendo de allí, pero sus piernas no se movían. Cerró los ojos, «no quiero estar aquí, no quiero su cercanía», pensó.
¿Por qué de repente sentía pánico?
—La extrañé...
Su piel se erizó al oírlo... su voz fue tan profunda, tan suave...sonó igual a la de su sueño, cuando le dijo que la amaba… ¿sería acaso que estaba soñando?
...Y entonces cometió el peor error...
Abrió los ojos y lo miró...
Sus ojos verdes la atraparon y pudo sentir como algo dentro de ella se rompía, no supo qué, pero de repente se sintió totalmente indefensa.
—Yo también...lo extrañé… —dijo sin poder evitarlo.
Él estiró la mano y le tocó la mejilla.
—No llore por favor...
Helga llevó su propia mano a la mejilla y hasta entonces fue consciente de las lágrimas... Era verdad, estaba llorando...
Arnold la abrazó...
En ese momento, al sentirse envuelta en su calidez y escuchar los latidos de su corazón, tan acelerado como el suyo, fue que ya no pudo negarlo...
Había estado tratando de convencerse con todas sus fuerzas de que estaría bien sin él, pero la realidad era que tuvo tanto miedo de ya no verlo... No quería estar lejos de él.
—¡Lo extrañé! —se aferró con fuerza a él y ahogó sus sollozó, mientras dejaba que sus miedos y anhelos lucharan en su interior —¡Te extrañé! —susurró.
Miriam sonrió ante la escena que se encontró al abrir la puerta y tosió lo suficientemente fuerte como para deshacerla.
La pareja se separó y Helga limpió rápidamente sus lágrimas.
—Disculpen, pero la cena está lista. Vamos al comedor —en cuanto tuvo a su hija cerca, le dijo bajito, asegurándose que solo ella escuchara —. No pierdes el tiempo, ¿verdad? —la mirada que Helga le lanzó fue de enojo, pero eso no le importó a Miriam. Todo estaba saliendo mejor de lo que esperaba, «al menos para algo sirvió traerla al mundo», pensó.
Durante la cena, Helga no habló mucho, sólo pensaba en lo que acababa de pasar. Arnold por el contrario estaba bastante animado.
—Bueno...pues me alegra mucho que todo saliera bien para esos pobres niños —comentó Miriam, fingiendo interés en lo que su futuro yerno contó sobre su situación para quedar bien —. Bueno... Ya que la cena terminó... ¿Por qué no salen un momento al jardín? El clima está muy agradable y a Hilda le sentará bien.
—Si usted lo permite...
—Si, vayan, vayan —al terminar de hablar, miró a su hija como diciéndole un «ya sabes que hacer».
—Espero que las noticias sobre los niños la hayan alegrado— habló por fin Arnold, después de estar unos minutos en silencio.
—Por supuesto... Usted hizo más de lo que cualquiera hubiera hecho y se lo agradezco.
Hubo otro momento de silencio un tanto incomodo, hasta que Arnold se atrevió a hablar sobre lo que ocurrió a su llegada.
—Entonces... ¿Me extrañó?
La pregunta molestó a Helga, no, no fue la pregunta más bien fue esa enorme y petulante sonrisa en su rostro.
—¿Me lo pregunta para regodearse con mi respuesta? —lo miraba molesta, ya tenía suficiente por ese día así que comenzó a caminar de regreso al interior de la casa.
— ¡Espere, por favor! —la detuvo —... Esa nunca fue mi intención, se lo aseguro. Es que... Estoy feliz de saber que me extrañó, después de cómo fue nuestra despedida pensé que no iba a estar muy feliz de verme, pero saber que se sentía igual que yo... Me hizo sentir sumamente feliz y me dio la esperanza de que algún día usted llegue a amarme como yo la amo...
—Yo... —estuvo a punto de decirle que ya lo hacía, pero la confesión murió en sus labios por el impacto que le causó el darse cuenta de cuán fuertes eran sus sentimientos.
—No se sienta forzada a decir nada, me conformo con que me diga que tengo una oportunidad.
Helga asintió quedamente como respuesta y eso le bastó a Arnold.
Él iba a besarla, ella lo supo y ahora más que antes, lo deseaba. El momento era perfecto, esta vez ella dejaría que pasara, ansiaba que pasara... Hasta que notó a su madre observándolos desde una ventana. Lo empujó con desgano y se alejó de él.
—Creo que es mejor que regresemos...está comenzando a hacer frío...
Frío era lo que de repente estaba sintiendo él.
—Si, de acuerdo.
Al atravesar la puerta, Arnold dijo.
—Creo que es mejor que me marche, ya he molestado demasiado. Despídame de su madre, por favor —se sentía desanimado, en un momento ella lo aceptaba y al siguiente se alejaba de él y ya no sabía qué pensar. Hizo una pequeña reverencia y dio media vuelta.
— ¡Arnold!
Fue casi un susurro, pero la escuchó. Escuchar su nombre en la voz de ella fue mejor de lo que esperaba. Giró de inmediato y definitivamente no estaba preparado para lo que sucedió... Ella se le acercó y lo besó.
Fue un beso rápido, apenas un suave y tímido toque... Y luego ella desapareció.
Arnold suspiró y sonrió tontamente.
Gerald siempre lo acusaba de ser un romántico sin remedio y tal vez tuviera razón, pero para él, ese había sido el beso perfecto, la confirmación de lo que él tanto anhelaba... Hilda estaba enamorada de él...
Tocó sus labios, recordando lo que había hecho y se sonrojó. Tenía que aceptarlo, se había enamorado de él.
«¿Qué es lo que estás haciendo, Helga?», se recriminó.
Se sentía apenada por haberlo besado, así que como era de esperarse, el encuentro del día siguiente comenzó siendo un tanto incómodo para ella, aún con la compañía de su madre y su vergüenza aumentó cuando ella los dejó solos, de nueva cuenta en el jardín.
—¿Se arrepiente por lo de ayer? —preguntó él y Helga negó —¿Le molesta que saque el tema?
Ella volvió a negar y suspiró, entendía porque él trataba el tema con cautela.
—Lamento haberme mostrado molesta con usted ayer...y en las otras ocasiones —le apenaba haberle dejado ver tantas veces su mal carácter.
—Yo no —él sonrió y su sonrisa era sincera, ella pudo notar eso —... Para serle sincero, aún esas muestras suyas de enojo me fascinan— ella lo miró como si estuviera loco, Arnold soltó una carcajada y ese sonido le agradó bastante a Helga —. Sí, sé que eso sonó extraño, pero según mi abuelo, algo así solía decir mi padre sobre mi madre, que incluso su mal carácter lo cautivaba, no lo entendí...hasta ahora. Supongo que es un mal de familia, mi abuela también tenía su carácter —un destello de nostalgia apareció en sus ojos.
—Los extraña —no fue una pregunta, sino una afirmación y en ese momento también comprendió que ayudó a aquellos niños no solo por complacerla, sino porque entendía su dolor, sabía que él había perdido a toda su familia por boca de su madre. Helga tomó su mano, igual que él lo hiciera aquel día en la cabaña, presentía que necesitaba su apoyo y esperaba consolarlo como él lo hizo en su momento.
—Me hacen mucha falta y durante mucho tiempo temí que la soledad que sentía no se fuera nunca...pero usted ha cambiado eso...
Se inclinó hacia ella y besó su mejilla, Helga cerró los ojos y así los mantuvo cuando él rozó suavemente sus labios con los suyos. Al principio fue como el tímido toque del día anterior pero pronto perdió la timidez y se volvió intrépido, exigente...
Helga había leído un sin fin de historias románticas, pero ninguna de ellas la preparó en realidad para el cúmulo de sensaciones que estaba experimentando y todas ellas en conjunto eran algo avasallador.
El beso terminó y mientras ella recuperaba el aliento, la realidad comenzó a hacerse presente de nuevo y Helga miró hacia la casa, se sintió aliviada cuando no vio a su madre mirándolos desde alguna ventana y después de agradecer silenciosamente por eso, se abandonó al agradable abrazo que él le daba.
Cuando entró a su habitación, la sensación de estar flotando desapareció, al igual que su sonrisa. Cerró la puerta lentamente y se quedó recargada en ella.
—Supongo que ya se marchó —su madre estaba ante ella y la expresión de su rostro no le gustó a Helga.
—Ya. Dijo que lo despidiera de ti.
—Es muy educado. Es un buen hombre, supongo que por eso te enamoraste de él, ¿no? —los ojos de su hija, abiertos de par en par, la hicieron sonreír. Iba a disfrutar mucho de aquello.
—Eso no es verdad —no quería que su madre supiera eso, deseaba guardar ese sentimiento solo para ella, como un secreto...
—No tiene caso que trates de ocultarlo, sino fuera así no te hubieras rendido.
—¿De qué hablas? —Helga frunció el ceño.
—Hablo de tu tonta idea de escaparte ¿De verdad creíste que después de la fuga de tu hermana, iba a permitir que hicieras lo mismo? Voy un paso adelante de ti...
—Te equivocas, yo no...
—He estado al tanto de todo, todo este tiempo, hasta de tu patético equipaje escondido al fondo del baúl ¿Ves cómo sí estoy enterada de todo? ¿Pero qué pensabas hacer, querida y estúpida hija mía? ¿Vender las pocas baratijas que encontraste? ¿Con eso crees que ibas a llegar muy lejos? —Helga apretó los puños y desvió el rostro, sintió los fríos dedos de su madre oprimir sus mejillas para obligarle a voltear y mirarla —¡Contéstame! —la soltó.
De nuevo esa mirada tan hiriente, tan llena de ira, pensó Helga.
—Sí, eso era justo lo que pensaba hacer —la encaró, levantando la frente.
Miriam se alejó nuevamente de ella y soltó una carcajada.
—Entonces es bueno que hayas desistido, no hubieras sobrevivido, no tienes la capacidad para eso.
—¿Y de dónde sacas que yo desistí? —su voz, su postura, su mirada, todo en ella era desafiante.
—Esfuérzate todo lo que quieras en fingir que no tengo razón, pero si estuviera equivocada ya te hubieras ido o al menos habrías hecho el intento.
—No he tenido la oportunidad.
—En lugar de desgastarte negando lo obvio, deberías estar agradeciéndome, porque gracias a mí, el futuro que te espera es espléndido... Así que no lo arruines haciendo algo tan estúpido como contarle la verdad.
Puso algo justo frente a su cara y Helga lo reconoció inmediatamente, era la nota en donde le confesaba todo a Arnold.
La hoja desapareció y ella recibió una bofetada.
Desconcertada y adolorida, miró a su madre, estaba furiosa.
Esta vez Helga estaba yendo demasiado lejos al querer confesarle toda la verdad a Shortman. No solamente podía acabar con la reputación y el honor del apellido Pataki, sino que también perderían mucho dinero si Shortman se retiraba de los negocios que tenía con Bob, pero claro, eso a su desagradecida hija no le importaría, así que debía jugar otra carta.
—¿De verdad estás dispuesta a renunciar a él? —el silencio de su hija le dio la respuesta –Lo suponía. Bien, si lo quieres por mi está bien, solo no se te olvide que a quien él ama es a tu hermana, es de ella de quien se enamoró a primera vista, es a Hilda a quien dedica esas miradas y palabras que te arrancan suspiros. Es a ella a quien besó hace unos minutos en el jardín —Miriam sonrió de forma cínica —No creas que, porque has sabido despertar su lujuria, ya lo tienes en tus manos, si no guardas bien nuestro secreto y él se entera de la verdad, vas a perderlo para siempre...no digas que no te lo advertí...
De un tirón en el brazo la quitó de la puerta y salió.
Al siguiente día...
«si él se entera de la verdad, vas a perderlo para siempre...»
Una espina de la rosa que estaba tocando, le pinchó. Se llevó la mano a los labios por reflejo. Arnold tomó su mano y empezó a revisarla.
—Parece que no fue nada —él sacó su pañuelo y limpió las gotitas de sangre que salían —. Deberías usar guantes siempre que estés tocando flores —bromeó un poco.
Helga lo miraba fijamente y no podía dejar de pensar en lo que su madre le dijo, y lo cierto era que por quien él estaba preocupado en ese momento era por Hilda, por poco lo olvida, pero gracias a ella ahora lo tenía muy presente y eso le provocaba una opresión dolorosa en el pecho.
—¡Hilda, por Dios! —Miriam llegó al lado de ellos, en esa ocasión no los dejó solos, no estaba dispuesta a arriesgarse a que Helga hiciera una estupidez a pesar de su «charla» del día anterior.
—Estoy bien...no fue nada —agradeció a Arnold con una sonrisa y retiró su mano.
—Pues deberías tener más cuidado, hija —miró a su futuro yerno y agregó —. Creo que la pobre está tan distraída porque le dije que regresaremos a la ciudad.
Helga la miró sorprendida, no sabía nada sobre eso.
—¿En serio? Pensé que se quedarían hasta que llegara el día de la boda —Arnold se sintió desilusionado con el anuncio. Su relación había dado un cambio para bien y comenzó a temer que no fuera la misma al volver a la ciudad.
—Bueno, Hilda ya está mucho mejor y yo quiero encargarme de los últimos preparativos de la boda. Mi pequeña merece lo mejor —acarició el rostro de su hija, en un fingido gesto maternal y Helga tuvo que forzarse a no apartarse —, ¿y quién mejor que yo para encargarse de que lo tenga?
—Si, en eso tiene razón... ¿Y cuando regresan?
—Hoy mismo.
Eso lo sorprendió mucho más, ¿por qué la señora Pataki no le mencionó eso antes?
—Bueno... Entonces, ¿tal vez pueda permitirme llevar a su hija a un último paseo por los alrededores?...
—Imposible, en verdad lo lamento, pero ya tenemos todo listo, inclusive, no quiero que lo tome a mal, pero iba a pedirle que se retirara, quiero que salgamos lo más pronto posible, no me gustaría que anocheciera y nosotras aún estuviéramos de camino a la ciudad.
—Sí, comprendo. Entonces… —miró a Helga, sonriéndole un tanto abatido —nos veremos después —no quería conformarse con esa escueta despedida, pero no parecía que su futura suegra fuera a dejarlos a solas. Así que hizo una leve reverencia y se marchó.
—Bien, como ya lo dije, todo está listo, así que ya nos vamos.
—¿Por qué no me dijiste antes? —le reclamó a su madre.
—Que te quede claro, no tengo porque consultarte las cosas y lo que yo decida tampoco tienes porque cuestionarlo, solo debes acatarlo y punto.
FIN CAPÍTULO 5
Espero hayan disfrutado de su lectura y hasta próximo capítulo ^^
