En cuanto Helga cruzó la ostentosa puerta principal, un desagradable escalofrío recorrió su cuerpo.
—¡Oh! ¡Aquí está mi querida Hilda! —su padre fue hasta ella y la abrazó. Era bueno fingiendo, si Helga no supiera que estaba al tanto de todo, creería que en verdad la confundía con su hermana.
¡Cielos! Acababa de poner un pie en esa casa y ya se sentía asfixiada allí.
—Tu madre me ha dicho que has hecho un buen trabajo— estaba a solas con sus padres, en el despacho a puerta cerrada.
—No estoy de acuerdo con lo que estamos haciendo.
—Aún así lo estás haciendo y te lo agradezco —dijo Bob —¿Tienes idea de cuánto dinero hay en juego con este matrimonio? De saberse lo que hizo tu hermana, estaríamos en la ruina.
Helga sintió que el alma se le caía a los pies. Su madre le había hablado sobre la reputación de la familia y aunque no prestó mucha atención a todo lo que dijo cuando fue por ella, estaba segura de que nunca mencionó el dinero. Apretó los puños, tan fuerte que se estaba lastimando.
—Así es, nos has ayudado mucho, querida —dijo su madre, burlándose de ella.
La joven no pudo responderle por el gusto amargo que había subido a su garganta. Si tan solo hubiera sabido eso antes, se hubiera limitado a esperar a que la ruina les llegara y al no poder pagar más, la misma Lady Wellington la hubiera echado, habría conseguido así de fácil su libertad, pero ahora, no solo no era libre, sino que al prestarse al juego del engaño había terminado enamorada de un hombre cuyo corazón le pertenecía a su hermana y se sentía más atrapada que nunca…
En definitiva, los bailes y eventos sociales seguían sin ser de su agrado. Arnold suspiró pesadamente y su amigo le palmeó la espalda. Conocía la razón de su desánimo, habían pasado ya varios días desde que regresara a la ciudad y su amigo aún no había vuelto a ver a su prometida, entre las ocupaciones de uno y otro no habían logrado coincidir. Por eso lo había convencido de ir a esa fiesta, tenía la esperanza de que se distrajera pero obviamente no estaba funcionando.
Al menos así era, hasta que hizo su aparición cierta dama.
Ella no debería de estar allí, pensaba Helga. No le gustaban esos eventos, no sabía desenvolverse en ellos. De hecho agradecía que su madre la mantuviera alejada de ellos, claro lo hacía por temor a que la avergonzara, pero habían insistido tanto en que se presentara a ese baile que su madre no se pudo negar a llevarla con ellos. Pero no deseaba estar allí, hasta que...
Las miradas de Helga y Arnold se encontraron y todo desapareció por un instante, hasta que el apretón que su madre le dio en el brazo la trajo de vuelta.
—Tranquila, madre, no voy a salir corriendo —susurró, aunque en realidad sí deseaba hacerlo, porque a pesar de todo quería estar cerca de él.
No fue necesario que ella corriera, Arnold con pasos largos y esquivando a los demás invitados, llegó hasta ella en unos cuantos segundos.
—Me alegra verla — ambos jóvenes sonreían sin dejar de mirarse a los ojos.
—También nos alegra verte, muchacho —Bob le golpeó la espalda con fuerza —estas reuniones son perfectas para hacer negocios, así que eso haremos.
—Yo...
De repente Arnold se encontró prácticamente siendo arrastrado lejos de su prometida.
Era algo cruel pero Gerald no pudo evitar reír y al mismo tiempo compadecerse de su amigo, tanto que había esperado por ese momento... Aunque también se alegraba por él, desconocía lo que hubiera pasado entre él y la joven Pataki pero lo que ahora tenía muy en claro, era que ella le correspondía a su amigo, lo supo por la forma en la que ella le miró.
¿Las mujeres para ir a esos eventos, se ponían el perfume más fuerte y desagradable que tenían? Se preguntaba Helga, mientras buscaba la forma de salir de allí, necesitaba tomar aire fresco, empezaba a dolerle la cabeza.
Al fin dio con un amplio balcón. El viento en su cara le hacía bien y se sentía muy agradable. Escuchó la puerta abrirse y giró para ver quien era.
—¿Le molesta si le hago compañía un rato? —Helga no conocía al recién llegado y no supo qué responder —Espero que su padre libere pronto a mi amigo.
Entonces, ese sujeto era amigo de Arnold.
—Yo también lo espero...
—¿Sabe? Él en verdad estaba deseoso de verla... Antes, verlo así me molestaba —Helga frunció el ceño, le costaba entender su actitud—... Seré sincero con usted, antes de hoy me sentía preocupado. Arnold la ama demasiado, tanto que me preocupaba que usted nunca le correspondiera…por eso me alegra saber que usted también lo ama —ella no lo negó, no tenía sentido porque era verdad —, lo supe por la manera en que lo miró hace unos momentos y en verdad me siento aliviado por eso, así no tendré que tener con usted la pequeña charla que tenía planeada.
—¿Sobre qué?— ciertamente ahora se sentía intrigada.
—Conozco a Arnold desde hace mucho, me atrevo a decir que más que un amigo es un hermano para mí. Él ha perdido demasiado, ha tenido que hacer frente a duras despedidas y ahora que la encontró a usted, él piensa que finalmente ha encontrado la felicidad, así que, yo estaba dispuesto a decirle que estaba bien si usted no lo amaba, mientras no se le ocurra lastimarlo...
—¿Esa sería una amenaza?
—No, una advertencia... Supongo que ha tenido oportunidad de conocerlo mas, si no ha sido así, le diré una cosa, Arnold suele ver la vida de una manera un tanto curiosa, todo es negro o blanco, no hay medios tonos, toma las cosas de manera un tanto extrema, si lo lastimara de esa manera, él se perdería también por el dolor —la seriedad que había dominado en su rostro desapareció y de repente estaba sonriendo —. Pero como le dije, estoy seguro que ya no hay por qué preocuparse por eso, dudo mucho que usted haga algo para lastimarlo.
«Vas a perderlo para siempre...» «Él se perdería también por el dolor...» En la mente de Helga esas palabras resonaron con lúgubre seriedad.
—Está empezando a refrescar, creo que será mejor que entremos —dijo Gerald.
—Creo que me quedaré un poco más.
—Como guste. Con su permiso entonces.
En cuanto se quedó sola, se aferró a la barandilla del balcón. Las fuerzas la estaban abandonando. Si Arnold se enteraba de la verdad no solo lo perdería, también le ocasionaría un gran daño. El peso en sus hombros era ahora demasiado, al igual que su miedo.
—¡Ah! ¿Al fin te liberaron? —dijo Gerald a Arnold cuando se topó con él.
—No, me escapé —respondió el rubio, más bien distraído, mirando a todos lados.
—Tal vez todavía esté por allá— señaló Gerald—. En el balcón.
Arnold agradeció mientras se marchaba y Gerald meneó la cabeza, sonriendo.
Salió al balcón... pero no había nadie...
Helga no tuvo valor para verlo esa noche... Se marchó de aquella fiesta sin decirle a nadie y en la soledad y oscuridad del interior del carruaje sus miedos parecían acrecentarse y solo pudo abrazarse así misma y dejar que sus lágrimas fluyeran.
Preferiría estar en cualquier lugar en ese momento que frente a su madre. No quería verla, no quería ver a nadie, así que simplemente evitaba hacerlo.
—¡Mírame cuando te hablo!
Helga obedeció.
—¿Contenta, madre?
—¡Eres una impertinente! ¿Quién te dijo que podías irte ayer? ¿Tienes idea de cómo nos hiciste ver a tu padre y a mi? ¡Hilda jamás hubiera hecho eso!
—¡Pero yo no soy ella! Si tanto la deseabas en este lugar, ¿por qué no fuiste tras ella?... ¡Debiste buscarla y traerla de vuelta a rastras de ser necesario para que cumpliera con su deber! ¡Así tendrías aquí a tu hija perfecta y yo no tendría que formar parte de esta estupidez!
Una fuerte bofetada acalló sus reclamos...
—¡No vuelvas a hablarme así! ¡Si hay una culpable de que tu hermana no esté aquí, esa eres tú!
La mejilla le palpitaba y los ojos le escocían pero no le daría el gusto a su madre de que la viera llorar.
—Sigue repitiendo eso, madre... Tal vez si sigues haciéndolo, algún día se vuelva verdad.
Salió de la habitación sin esperar la réplica de su madre.
Helga fue hacia el jardín y se quedó de pie frente a las flores pero no las veía...
¿Por qué las cosas tenían que ser así? Ojalá todo hubiese sido diferente, ojalá hubiera conocido a Arnold en otras circunstancias, pensaba. Ojalá lo hubiera conocido antes que Hilda ¡Cuánto deseaba que la hubiera visto a ella primero y se hubiera enamorado de quien realmente era ella! Pero no había sido así y había terminado por arrastrarlo dentro de esa mentira y ya era demasiado tarde para arrepentimiento, el daño estaba hecho y si todo se descubría Arnold sería el que se llevaría la peor parte.
Apretó los puños hasta hacerse daño.
De repente se sintió observada y se giró... Y allí estaba Arnold a unos cuantos pasos de distancia.
—Buenas tardes —saludó él, sonriente.
—¿Lleva mucho tiempo aquí? —logró decir ella.
—No demasiado... No quise interrumpirla, parecía muy concentrada.
Ella desvió la mirada. No se sentía capaz de mirarle a los ojos
—¿Fue algo grave?... Me refiero a la razón por la que dejó la fiesta.
Ella negó ¿Por qué no podía deshacer el nudo en su garganta para responderle con palabras y no de esa manera?
Él se le acercó y le acarició la mejilla, la misma en la que su madre la abofeteara minutos antes, ya no le dolía, ni siquiera había marca del golpe pero aun así su toque le provocó un alivio que ella hasta ese momento supo que necesitaba...
—¡Gracias a Dios! Me tenía muy preocupado, ¿sabe?
Helga lo miró a los ojos, eran gentiles, cálidos… ¿Podría ella con la culpa de causarle un daño irreparable que borrara lo que ahora había reflejado en ellos? ¿Era justo que por la mentira en la que ella participaba, él se perdiera? Sabía bien la respuesta, él no se merecía eso. Si alguien allí debería perderse era ella misma, que antes de conocerlo no le importó a nadie, ni siquiera a la mujer que la llevó en su vientre y que más de una vez le dijo lo mucho que desearía que no existiera, que desapareciera de este mundo y...tal vez había llegado el momento de que eso ocurriera...
Era tiempo de que ella desapareciera...
—Puede —dijo Helga, acariciándole la mejilla y sonriendo levemente—... Puedes decir mi nombre...
Arnold sonrió un poco y asintió.
—Hilda…
Helga sintió ganas de llorar, cubrir sus oídos y gritar que aquel no era su nombre, pero en lugar de eso, prácticamente se lanzó hacia él y lo besó.
Fue un beso con un toque de desesperación y un gusto amargo para ella...
Con ese beso estaba sellando su destino. No iba permitir que todo eso terminará por destruirlo y si para eso ella tenía que entregarle a la mujer que amaba, justo eso haría...
... A partir de ese momento Helga G. Pataki, dejaba de existir…
CONTINUARÁ...
Lamento la larga espera, pero trataré de ya no tardar tanto en las actualizaciones y espero que disfruten mucho este capítulo ^_^
