Arnold puso la caja que cargaba junto a otras que ya estaban apiladas.

—Esa fue la última caja, señor Shortman. Muchas gracias.

Estaban casi a mitad del verano y se encontraba ayudando en un pequeño bazar organizado por Lady Danbury para reunir fondos para los más necesitados.

—No fue nada —respondió él sonriente, mientras desdoblaba las mangas de su camisa —, es un placer poder ayudar.

—Nosotras podemos acabar esto —le dijo Phoebe a Helga —¿Por qué no van a dar un paseo?

—Sí, vayan, vayan —los animó Lady Danbury.

—De acuerdo —dijo Helga con una sonrisa.

Arnold caminaba bastante feliz con su esposa tomada de su brazo, quien llevaba una sonrisa tan amplia como la suya.

Había bastantes cosas interesantes que ver y cada poco se detenían para hacerlo. De repente Helga se detuvo al escuchar un tintineo que llamó su atención y al mirar pudo ver que la causante del sonido era una pequeña sonaja plateada. Arnold también se detuvo y se dio cuenta de lo que ocurría.

—¿Puedo verla? —pidió él al hombre que llevaba la sonaja en la mano, para asombro de Helga. El vendedor sonrió y se la entregó diciendo el precio.

—Pagaste demasiado —le reprochó Helga, una vez que ya se había alejado del puesto, pero Arnold se limitó a seguir sonriendo y a entregarle su reciente adquisición.

—No importa, es dinero que irá a parar a una buena causa y es bonita, admítelo —se acercó más a ella para hablarle de forma confidente —...y, además, puede que pronto la necesitemos —le guiñó el ojo.

Ella solo pudo pegarse más a él, ocultando su cara entre la manga de su saco. No quería que notara sus nacientes lágrimas de felicidad. A pesar de la insistente nube que se cernía sobre su futuro por culpa del engaño y que ahora ya una persona conocía, aún tenía la ilusión de formar una familia al lado de él.


Hilda dobló la carta, besó la hoja y luego la guardó dentro del sobre con sumo cuidado.

Era apenas la segunda carta que recibía de Armand, la comunicación era difícil en aquellas zonas, pero aun así ella estaba feliz, aquella carta traía buenas noticias. Armand finalmente había encontrado un buen trabajo, ahora era empleado en el despacho de un abogado y pronto mandaría por ella y no volverían a separarse.

Ella sonrió ampliamente y acarició su vientre, como respuesta a esa caricia recibió un pequeño golpecito, su hijo día con día crecía y se hacía más fuerte, y pronto esos golpes serían más fuertes o al menos eso le había dicho su vecina, sonrió más.

—No importa que así sea, estoy ansiosa porque sigas creciendo fuerte y saludable, mi pequeño.

Suspiró. A pesar de que echaba en falta a su esposo, pocas veces se había sentido tan feliz en la vida.


―Hola,querida, ¿por qué estás tan sola? ―Lady Danbury apareció con su gran sonrisa y Helga también le sonrió ―¿Y tu esposo?

―Ocupándose de los negocios ―casi acababan de llegar a la fiesta organizada por la mujer que tenía enfrente y Arnold había tenido que dejarla para reunirse con su socio y ella aún no había localizado a Phoebe.

―Ya veo, así son los hombres, querida ―la mujer hizo una cara graciosa, de fastidio fingido y Helga soltó una risilla.

―¡Al fin encuentro a mi tía querida!

Un hombre alto, fornido y rubio se acercó a ellas con los brazos abiertos y una enorme sonrisa.

―Wolfgang― dijo Lady Danbury. antes de ser abrazada por el recién llegado ―¿Cómo estás? ―preguntó cuando quedó libre del abrazo.

―Muy bien, ahora que te veo ―sonrió él, mostrando sus dientes blancos y unos incisivos anormalmente grandes.

―Tu tan adulador como siempre, Wolfgang...

El mencionado sólo se limitó a seguir sonriendo y mirar con interés a Helga.

―¿No vas a presentarme con la dama, tía?

―Claro. Señora ―hizo un extraño hincapié en esa palabra, que Helga no notó ―Shortman, le presento a mi sobrino, Benjamin Wolfgang, acaba de llegar a la ciudad.

―Es un placer conocerla, señora Shortman ―hizo una leve inclinación y se quedó esperando a que ella extendiera la mano para dar el acostumbrado beso de cortesía, pero Helga no lo hizo, se limitó a inclinar levemente la cabeza.― Como mi tía bien lo dijo, soy nuevo en la ciudad, así que si conoce a alguien que pueda mostrarme las cosas más interesantes… Aunque ya empecé a ver algunas…

―Lo siento, no puedo ayudarle con eso.

―Una lástima.

―Bueno, Wolfgang, ya no importunemos más, seguro que la Señora Shortman tiene cosas que hacer. Discúlpanos, querida, con tu permiso.

Lady Danbury esperó hasta que estuvo a solas con su sobrino para dirigirse a él.

―Está casada ―dijo escuetamente.

―Lo sé, tía. Me lo dejaste muy claro en varias ocasiones ―dijo burlón.

―Pues espero que también te quede claro que debes dejarla en paz, no solo está casada, está felizmente casada y no quiero que vayas a incordiarla ni a ella ni a su marido ¿Entendido?

―Entendido, tía. Será como tú digas.

Conocía bien al que por desgracia era su sobrino y no se fiaba de él, así que, aunque le lanzó más advertencias, también se propuso tenerlo vigilado. El interés que mostró por la señora Shortman no era bueno.

Helga se olvidó de ese encuentro cuando se reunió con Phoebe, pero más tarde, cuando estaba en compañía de Arnold y casi se marchaban, volvió a verlo.

—Miren a quiénes tenemos aquí.

Ambos se detuvieron, pero no por haber escuchado aquello, sino porque el que lo dijo estaba delante de ellos bloqueando su camino.

—¿Se marcha ya, señora Shortman? —Wolfgang sonreía de medio lado mostrando su puntiagudo colmillo y mirándola fijamente —Y usted debe ser el afortunado señor Shortman, supongo.

—Supone bien —Arnold sonó un poco a la defensiva, porque el sujeto que tenía enfrente por alguna razón le provocaba desconfianza.

—Benjamin Wolfgang —estiró la mano y Arnold por cortesía la estrechó, pero notó la rudeza en el apretón que recibió —. Soy el sobrino de Lady Danbury, ella ya me había presentado a su esposa, aunque... —volvió la vista hacia Helga —no sabía que pertenecía a la familia Pataki ¿Sabe? Mañana me reuniré con su padre y tal vez haga negocios con él.

—Eso suena interesante —fue Arnold el que habló —, pero ahora, si nos disculpa, es tarde y debemos marcharnos.

Después de decir eso comenzó a caminar, haciendo que Wolfgang se hiciera a un lado para dejarlos pasar, pero la sonrisa de este no se borró.

Quién iba a pensar que la ahora señora Shortman estaba a punto de volverlo un hombre rico y a buena hora porque sus entradas de dinero fácil se estaban cerrando.

¡Ah! Debió agradecerle en su momento a Armand por confiarle su acto clandestino, aunque cuando lo hizo no se imaginó que estaba ante algo tan provechoso.

Su sonrisa se amplió más.

Era una suerte que la mujer a quien le había echado el ojo fuera la misma que le aseguraría su costoso estilo de vida, así no tenía que dividir sus esfuerzos.


—Lindo cuadro. Tiene buen gusto señor Pataki —dijo Wolfgang mirando una de las pinturas que decoraban las paredes del despacho de Bob, en cuanto éste entró.

—No tengo tiempo de banalidades como esa, muchacho. El tiempo es oro y estás aquí para hacer negocios, ¿no es así?

—Cierto —Wolfgang lo miró directo a los ojos —, aunque, pensé en socializar un poco antes de eso, pero si usted insiste… iré al grano —sonrió de lado —¿Cómo está su hija Hilda?

Bob se extrañó, pero respondió.

—Bien, supongo. Pero eso deberías preguntárselo directamente. Ahora, hablando de negocios...

—¿Sabe dónde puedo encontrarla?

—¡Qué sé yo! —Bob ya estaba molesto —¡Supongo que su casa, en la residencia Shortman!

—¡Ah! Pero es que yo no me refiero a ella. Yo hablo de la verdadera Hilda, la que se escapó con un poeta con deseos de fama, a pesar de estar ya comprometida.

Bob se quedó en silencio. Tal vez el tipo frente a él sólo estaba blofeando, podía no estar seguro y buscaba confirmar lo que acababa de decir. Aunque, por otra parte, tenía la información correcta y para atreverse a estar cara a cara con él, ya debía estar seguro de lo que decía.

—¿Cómo lo supiste, muchacho?

—Lo supe de boca del propio Armand, su yerno... Porque ellos se casaron, ¿lo sabía?

—No.

—¡Qué curiosa es la vida!, ¿no es así, señor Pataki?

—No lo sé —la expresión de Bob era de seriedad a muerte.

—¿Sabe? Yo vine aquí dispuesto a cambiar la información que tenía por... —hizo con la mano un gesto que indicaba que hablaba de dinero —usted entiende. Creí que estaría muy interesado en conocer el paradero de su hija, pero resulta que me encontré con algo mejor, con una trama muy torcida e ingeniosa ¿Sabe el Shortman que no está casado con Hilda? —La palidez del gran hombre de negocios le dio la respuesta —Eso pensé y seguramente usted desea que siga siendo así o me equivoco.

—¿Qué es lo que pretendes?

—Yo no acostumbro a quedarme en pretensiones, señor Pataki. Quiero dinero y usted me lo dará a cambio de mi silencio.


—¿Cómo puede ser posible? —le preguntó Miriam a su esposo, estaba temblando y su voz salió quebrada. Lo que Bob recién le dijo, la puso en ese estado —¿Acaso Helga se lo dijo?

—¡Por Dios, mujer! ¡Ella no tiene nada que ver! ¡Fue el idiota con quien tu hija se fugó! Él le contó todo, pero al llegar aquí no le tomó mucho tiempo saber lo que en verdad ocurría y por supuesto ha visto en eso su gran oportunidad.

—¿Y qué harás?

—¿Qué me queda hacer? ¿Le daré lo que pide?

—¡Es mucho dinero!

—¿Y qué otra opción nos queda? ¿Dejar que hable? —Bob resopló —Puede que sea mucho lo que pide, pero la realidad es que perderemos más si todo se sabe. No tenemos más remedio.


Al día siguiente Helga estaba en el balcón del salón principal de la casa de Lady Danbury esperándola para reunirse con ella.

Fue hasta la baranda y puso ambas manos en ella, mirando con atención el jardín. Suspiró.

—¡Qué bella vista!

Helga hasta entonces se dió cuenta que el sobrino de Lady Danbury estaba allí, muy cerca de ella y continuaba acercándose con paso engreído.

—Sin duda —continuó él —comenzar el día encontrándome con usted es bastante satisfactorio —cubrió con su mano una de las de ella, que aún mantenía sobre la baranda. Aunque esto la tomó por sorpresa, ella inmediatamente retiró su mano y se alejó de él —. No tiene porque alejarse —una sonrisa arrogante apareció en el rostro de Wolfgang.

—Lo que no tengo es porque quedarme cerca de usted —dijo molesta.

—Tiene razón, le ruego me disculpe si la he incomodado.

Helga no creyó en la actitud abatida de Wolfgang.

—Voy a esperar a su tía adentro.

—La acompaño…

—Prefiero que se quede aquí, disfrutando de «la bella vista».

—Como desee, señora Shortman.

Helga entró y Wolfgang sacó un puro y lo encendió, lo puso entre sus dientes y antes de dar la primer calada, dijo.

—Corre cuanto quieras, en algún momento te alcanzaré... —si era necesario no tenía reparo en utilizar su secreto en favor de lograrlo.


Arnold bajó del carruaje y miró el cielo nublado, preguntándose si debía de preocuparse por el repentino y urgente llamado de su suegra.

Como fuera estaba a punto de averiguar de lo que se trataba.

En cuanto entró en el despacho de Bob, donde extrañamente Miriam lo esperaba, supo que algo malo pasaba por la cara que ella tenía.

—Gracias por venir, Arnold. No sé cual es la manera correcta de iniciar con esto... —se retorcía las manos de manera nerviosa, mientras caminaba hacía él —Aunque no importa cómo lo haga, no hará más fácil escuchar lo que tengo que decirte, me temo...

—Confieso que me estás preocupando bastante y prefiero oír lo que sea ya, sin rodeos de por medio.

—De acuerdo... —respiró profundo. Estaba lista para aquello, no temía decirlo, pero tenía que usar las palabras correctas. Al menos tenía tiempo para hacerlo, se había asegurado de que Bob tuviera que estar fuera lo necesario para que no pudiera inmiscuirse y evitar que ella llevara a cabo su plan —Lo primero que tienes que saber es que yo nunca estuve de acuerdo con esto, Bob tampoco... Fue ella quien nos obligó...

—No estoy entendiendo.

—Verás —retorció nerviosamente las manos recargadas en su amplia falda —... Yo no tengo dos hijas sino tres —Arnold de inmediato recordó lo que le dijo su amigo un día acerca de una hermana gemela de Hilda y sin saber porqué sintió ganas de salir corriendo de allí y no escuchar más, pero no huyó —...y tu conoces a dos de ellas…

Sintió que la respiración comenzaba a faltarle. Él no conocía a Olga, la mayor, eso quería decir qué…

CONTINUARÁ...