Helga entró a su habitación con una sonrisa en el rostro.

La señora Jonhson le había dicho que Arnold estaba esperándola allí y ella tenía ganas de verlo. Había pasado horas sin verlo, pero aunque hubieran sido solo un par de minutos, ella estaría igual de feliz por verlo. Lo amaba tanto que llegaba al punto de extrañarlo a penas dejaba de tenerlo a su lado.

—¡Arnold! —él estaba mirando por la ventana, así que, le daba la espalda. Pero eso a Helga no le importó, ni la detuvo y fue a abrazarlo —Te extrañé —dijo ella recargando su mejilla en la ancha espada de él —. Si hubiera sabido que hoy volvías temprano, habría acabado mi reunión con Phoebe mucho antes —no obtuvo respuesta, él no emitió ni un sonido —¿Pasa algo malo? —se separó un poco de él, pero no lo soltó.

—Yo sólo estaba pensando en cómo nos conocimos ¿Lo recuerdas…? —pasaron unos segundos pero finalmente la escuchó responder bajito que sí —. Tú mirabas la luna y yo te vi a la distancia...y en ese momento me enamoré de ti… Quise saber quien eras, necesitaba saberlo, así que me acerque con mucho cuidado pero te diste cuenta de mi presencia y saliste corriendo —él respiró hondo antes de continuar —... pero yo te alcancé y de la manera más gentil que pude y aunque la voz me faltaba, te pregunte tu nombre y entonces supe quien eras, ¿lo recuerdas?

—Si, como podría olvidarlo... —volvió a pegarse a él, pero le pareció sentir que se tensaba.

Arnold sintió que la tierra se abría bajo sus pies. Todo el camino de regreso y todo el tiempo que estuvo esperándola, rogó a Dios para que lo que su suegra le había dicho fuera mentira... Pero Hilda sin duda sabría cuál era el fallo en esa historia.

Se alejó de ella y giró bruscamente, haciéndola trastabillar y si no cayó fue porque él la tomó por los hombros, se sintió un poco desconcertada por lo ocurrido, pero no dejó de sonreírle.

Allí estaba esa mujer. Esa impostora, sonriéndole como si nada y él se sintió asqueado…

—Helga —pronunció el nombre con voz fría, con repulsión, casi escupiéndolo —...

Helga no era capaz de hablar. Él había dicho su verdadero nombre, al que había renunciado para poder estar a su lado, su pesadilla se había vuelto realidad y él finalmente sabía quién era ella en verdad.

Arnold contuvo la respiración en espera de que la mujer que tenía enfrente hiciera algo, que lo negara, que se riera de él o lo tacharan de loco. Aún deseaba tener esperanzas y quería con toda su alma que ella le dijera que aquello era tontería y que ella era Hilda, su Hilda, pero su prolongado silencio lo dijo todo. Toda esperanza había muerto. Clavó con fuerza los dedos en los hombros de ella, mientras sentía que una mezcla de ira y dolor crecía en su interior.

Ella ahogó un quejido de dolor, al tiempo que Arnold la soltaba y se giraba para alejarse de ella.

Y entonces, en medio del doloroso silencio que los envolvía, ella oyó una voz que parecía venir desde la distancia, pero que Helga reconoció como la suya…

—Puedo explicarlo —Arnold que había dado un par de pasos se detuvo —... Yo puedo…

—¡Ahórrate tus mentiras! —girándose hacía ella —No quiero escucharlas. Sé muy bien lo que pasó. Sé que fue tu idea tomar el lugar de tu hermana —los ojos de ella se abrieron desmesuradamente...

—¡Eso no es verdad!

—No me sorprende que lo niegues, pero puedes ahorrarte el esfuerzo y dejar de fingir. Tu madre me dijo todo —Helga pensó que Gerald había sido el causante de todo eso, que finalmente no había soportado más y dijo la verdad, nunca pasó por su mente que hubiera sido ella —, me dijo que siempre has envidiado a tu hermana porque nunca pudiste ser como ella —el desprecio en su voz era más que evidente—. Son muy parecidas, pero aunque tu hermana actuó muy mal al irse con otro, tu resultaste peor al armar este ardid.

—No fue así ¡Jamás quise engañarte!...¡Yo no iba a casarme contigo, iba a decirte la verdad, pero me enamoré de ti!

Estuvo evitando verla a los ojos y ahora que finalmente lo hacía, un golpe le hubiera dolido menos que la forma en que la miró, lo hizo de la misma manera que tantas veces la miraron en el pasado con odio y se le cortó la respiración y supo que todo estaba perdido.

Se llevó la temblorosa mano a la mejilla para limpiar sus lágrimas, pero no había ninguna. Dolía tanto que ni siquiera era capaz de llorar. Arnold interpretó sus acciones como que finalmente se aceptaba descubierta y se rendía. Ya no tenía más que hacer allí por el momento, así que salió de la habitación azotando la puerta.

Recargó la espalda en el respaldo del asiento del carruaje y cerró los ojos con fuerza.

¡Qué estúpido había sido!

¡Cómo debió reírse de él!

Un montón de emociones se agolpaban en su interior, mientras a pesar de sus esfuerzos seguía escuchando aquella voz que ya no quería oír.

«Iba a decirte la verdad, pero me enamoré de ti»

Deseaba sumergirse en el silencio y que ella desapareciera.

¡Lo había engañado! ¡Fue capaz de fingir todo ese tiempo sin tocarse el corazón, ni siquiera por el amor que él le había profesado!

¡La odiaba!...

Golpeó sus piernas con los puños. Quería gritar de dolor, pero se obligó a callar y apretó los puños, ¿qué debía hacer ahora?

Necesitaba pensar...

Respiró hondo y unos instantes después se volvió consciente de sus lágrimas y no las detuvo… Decidió que dejaría para después el pensar, por ahora se sumiría en esa mezcla de dolor y furia, después de todo tenía todo el derecho a hacerlo, ¿cierto?... Porque fue la víctima de un cruel engaño.


Terminó en casa de su amigo, con un vaso con licor en la mano y la vista clavada en este, pero no le apetecía mucho beber.

¿Por qué tuvo que toparse con ese par? Sonrió para sí con desgano ¡Vaya hermanitas!...

Una faltó sin reparos a su compromiso para irse con un fulano, pero sin duda la otra era la peor, que no tuvo reparo en suplantar a Hilda. No tenía perdón por lo que había hecho.

La tal Helga lo había convertido en su hazmerreír.

Respiró hondo y luego apuró el trago y el líquido ámbar claro dejó un rastro de calor a su paso por su garganta, pero no le dio alivio.

—¿Otro? —preguntó, ofreciéndole otro trago a Arnold que no aceptó.

No quería que el alcohol lo atontara. Lo último que necesitaba en ese momento era adormecer la poca cordura que le quedaba y que en ese momento lo llevó a ver a su amigo con suspicacia.

—¿Por qué no me estás cuestionando acerca de lo que pasó? —Gerald por respuesta desvió la mirada y Arnold lo entendió en ese momento— Ya lo sabías...

Aquello sonó a acusación y Gerald de inmediato se dispuso a aclararle las cosas a su amigo, que parecía a punto de marcharse de allí.

—Hice mis investigaciones, después de hablar con Clarence y saber que había dos hermanas idénticas y fue entonces que lo supe —Arnold hizo el intento de levantarse, pero Gerald se lo impidió y continuó con su explicación —... No fue fácil tomar la decisión de callarme, ¿recuerdas los días que me negué a recibirte? —no tuvo que decir nada más para que Arnold comprendiera que lo había pasado bastante mal esos días —Al final, tu me diste la respuesta, ¿recuerdas? Sin ella no podrías seguir viviendo, por eso no te dije nada.

El enojo de Arnold se aplacó, comprendió que su amigo no tenía la culpa, si había alguien en quien debía descargar su enojo no era él, así que pidió perdón en voz baja y su amigo aceptó el gesto en silencio y con una ligera sonrisa.

—Ahora... Pasando a otros asuntos, será fácil que obtengas el divorcio —Gerald le habló, pero Arnold desvió la mirada y pasó un par de minutos sin decir nada, para luego simplemente negar con la cabeza —. Bueno, supongo que dadas las circunstancias una anulación tampoco será difícil de obtener.

—Tampoco quiero eso...

—¿Cómo? ¿No querrás decir que pretendes seguir casado con esa? ¡Sería una locura ahora que te enteraste cómo es realmente!

—Tal vez...pero lo último que quiero hacer es pasar por un escándalo... Además, un simple divorcio ahora sería poco castigo.

—¿Castigo? Te estas dejando llevar por tus emociones, por tu rabia.

—¿Y qué si es así? ¡Fue con mis emociones con las que ella jugó! ¡No se detuvo a pensar el daño que podía provocar! —Su voz estaba cargada de dolor y Gerald no pudo evitar maldecir a aquella detestable mujer porque la expresión de Arnold era de dolor puro y fue como retroceder en el tiempo hasta la época en la que lo conoció cuando era un jovencito destrozado por la pérdida de sus abuelos.

—¿Por qué ahora no tendría yo ese mismo derecho? ¿Acaso no tengo derecho a una retribución?

—¿Retribución o venganza?

—Y si fuera venganza, ¿cuál sería el problema? —él estaba consciente de lo que su amigo quería hacerle ver y en parte estaba de acuerdo, él no era así y no le emocionaba la persona en la que estaba por convertirse, pero él quería su venganza y si se perdía en el proceso, que así fuera… —Yo ya tomé mi decisión.

—Bien, Arnold... Estoy contigo, lo sabes.


Arnold no regresó esa noche…

Helga lo sabía bien, porque fue incapaz de dormir, fue hasta cerca del amanecer cuando el cansancio la venció y sus agotados ojos se cerraron.

No durmió durante mucho tiempo, se levantó temprano y justo cuando abrió la puerta el mayordomo apareció del otro lado.

—El señor me encargó que le enviara un cambio de ropa a la residencia del señor Johanssen.

—Yo me encargo de eso —dijo ella.

—El señor mandó decir que tenía que ser yo quien…

—Lo haré yo —dijo ella con firmeza.

El mayordomo asintió.

—Iré a decir que enseguida estará listo el encargo.

Cuando se quedó sola, Helga comenzó a buscar la ropa que mandaría. Se detuvo al momento de elegir la prenda final, miro todos los sacos, pero su vista finalmente se detuvo en uno y fue el que tomó.

«Cuando lo use pensaré especialmente en usted... ¿le parece?»

Alisó la tela oscura de la prenda y, sin pensarlo mucho, con cuidado la puso junto a las demás y justo unos instantes después apareció el mayordomo.


Arnold se quedó mirando la ropa que recién le habían traído, su mirada estaba centrada en una prenda en especial.

Frunció el ceño y tomó el saco...

¿Qué pretendía ella al enviárselo? Porque estaba seguro que fue ella quien preparó esa ropa. Era un golpe muy bajo, tratar de hacer que recordara los buenos tiempos… no era más que una manipuladora, pero no caería en su juego.

¡La odiaba!

Arrojó lejos el saco, después hizo lo mismo con el resto de las prendas y salió de la habitación.


Su madre siempre la miraba de la misma manera desde que tenía memoria y ya estaba más que acostumbrada, así que no tuvo problema en mirarla a los ojos, incluso cuando pasó a su lado con una sonrisa maliciosa en los labios.

Miriam caminó lenta y altivamente hasta llegar a uno de los sillones del salón y se sentó.

—¿Cómo te ha ido? —preguntó, mirando a su hija que permanecía de pie, dándole la espalda —¿Alguna novedad en tu vida?

Helga se giró para mirarla

—¿Por qué lo hiciste, madre? —apretó los puños al preguntar. No comprendía cómo es que podía estar frente a ella, regodeándose de lo que había provocado.

—Porque no es justo para Arnold que lo sigas engañando, no se merece eso.

—Eso ni siquiera tú te lo crees, si así fuera habrías desistido de mantenerlo envuelto en tus mentiras en alguna de las ocasiones en las que te lo pedí.

Miriam se encogió de hombros

—Terminé por hartarme de verte feliz cuando no te lo mereces… ¿Eso es lo que quieres oír?

—Eso sí te lo creo más, porque nunca me has querido... ¿Por qué?

—¿Acaso necesito una razón para eso? —Helga no habló, pero la retó con la mirada —Bien, si quieres oirlo… Es tu simple existencia la que aborrezco —no hubo reacción por parte de la joven, para cualquiera esas palabras hubieran sido un golpe fuerte, pero Helga era diferente, con los años había construido una dura coraza para protegerse de cosas como esa —¿No te duele? —continuaba sin haber respuesta, pero Miriam, había abierto su caja de pandora, se sentía muy bien dar por fin voz a su sentir y ahora no se iba a detener —. Tu llegada me destrozó por dentro, casi me matas en el parto, pero lo que es peor y jamás te perdonaré… Me quitaste la posibilidad de tener al hijo que tanto añoraba tener. Me dejaste seca por dentro y no puedo sino desear para ti lo mismo, querida hija y no, lo que hay en mi para ti no es falta de cariño... Es odio...

—No voy a disculparme por haber nacido, madre —lamentaba la situación de su madre, pero no se sentía culpable ¿Por qué debería si no había hecho nada malo?

La mujer estrechó los ojos. Allí estaba su hija frente a ella, mostrando una dignidad y una fortaleza tan grandes que la mantenían de pie, a pesar de lo que le acababa de decir. Si hubiera nacido varón sería justo el heredero con el que había soñado, pero no era así, tuvo que nacer mujer ¡Qué lástima!

—No importa si no lo haces, después de todo de nada serviría, tus disculpas no cambiarán lo que siento y mucho menos lo que me hiciste y tampoco lo que le hiciste a tu hermana, porque fuiste tu la culpable de que Hila dejará a Shortman, la mal aconsejaste para que lo hiciera y así poder tomar su lugar...

—¡Sabes que no fue así!

Miriam se puso de pie y caminó hasta quedar frente a ella.

—Eso que importa ahora. Eso es lo que tu querido señor Shortman cree y él también te odia y te aborrece tanto como yo, ¿no es así?

Se supone que una madre ama incondicionalmente, que entrega el corazón a todos sus hijos, pero Helga nunca conoció lo que era eso, sin embargo ahora se había superado…

—No solo tienes el vientre seco, tu corazón también lo está, madre.

La bofetada que recibió le dolió, pero no tanto como ver a Arnold de pie, tras la puerta descuidadamente entreabierta, siendo un mero espectador y sin ir en su ayuda. Helga sabía bien lo que era la soledad, no era ajena a ella, sin embargo, no se había sentido tan sola en el mundo como en ese momento.

—En el carruaje está la ropa que me enviaron —lo escuchó decir al mayordomo, y en ese momento Helga se dio cuenta de que no llevaba el cambio que le preparó, sino una diferente —, regálela o quémela, pero deshágase de ella.

El mayordomo no pudo ocultar su sorpresa ante la orden, pero respondió como siempre, con un 'sí, señor'.

—Y otra cosa —añadió Arnold —, la próxima vez que se le encargue algo, asegúrese de seguir correctamente las indicaciones —comenzó a caminar, dejándola atrás sin más.

—Sí, señor. Así será.

Lo más seguro es que Arnold no escuchó la respuesta del sorprendido hombre, pero eso no importaba, porque si lo había dicho fuerte y claro era para que Helga lo escuchara.

—¡Ups! ¿Acaso esta vez no va a defenderte? —preguntó Miriam con fingida sorpresa —Me pregunto por qué será.

Su sonrisa burlona no le importó a Helga, ya nada lo hacía. Volvía a ser esa niña que no era importante para nadie, a la que ni su madre le demostraba cariño y ahora ni siquiera lo tenía a él. Ahora sí estaba completamente sola.

—¿No vas a llorar? —el fastidio impregnaba la voz de Miriam al hacer la pregunta —Deberías hacerlo. Has destruido la vida de tantas personas... Mira en lo que me convertiste... En lo que lo has convertido a él... Estoy segura de que tus días a su lado se terminaron, pronto tu amado Arnold te echará de esta casa y cuando eso pase, haznos un favor... Desaparece de nuestras vidas... Es lo mínimo que podrías hacer por todos nosotros…

—Si ya no tienes otro asunto que tratar, agradecería que te marcharas de una vez, madre.

—¿Te atreves a correrme? ¿Qué derecho crees tener para hacer eso, cuando seguramente pronto te echarán de aquí?

—Pues mientras eso no pase sigo siendo la señora de esta casa, que no se te olvide, así que... Hasta luego, madre.

Miriam se fue rechinando los dientes y pensando en que este nuevo agravio ya se lo pagaría Helga.


«Desaparece de nuestras vidas... Es lo mínimo que podrías hacer por todos nosotros...»

Las palabras de su madre no cesaban de repetirse una y otra vez en su cabeza, cada vez con más fuerza mientras caminaba al dormitorio y sin permitirse sentir dudas acerca de la decisión que había tomado, abrió la puerta sin llamar.

Si las miradas mataran, ella habría caído fulminada en ese momento gracias a la forma en como él la veía, pero no podía dejar de lado lo que fue hacer allí que reunió todo el valor que pudo encontrar en su interior y con movimientos controlados cerró la puerta y se quedó recargada en ella.

—¿Terminó la reunión con tu madre? Espero no haber sido yo el culpable de que llegara a su fin.

—No, realmente mi madre ya estaba por marcharse.

—Lástima, parecía que su reunión llevaba un rumbo bastante familiar y agradable —Arnold no estaba acostumbrado a destilar tanta crueldad, pero estaba muy molesto y no sólo con ella, sino con él mismo, porque una parte suya quiso evitar el incidente e incluso ahora buscaba el rastro dejado por la bofetada y quería consolarla, pero no iba a ser tan débil y caer.

—Sí, ya estoy acostumbrada a eso.

Él no supo qué responder a eso y continuó con lo que estaba haciendo antes de que ella apareciera.

—Me mudaré a la otra habitación.

Helga ya había supuesto eso al ver su ropa sobre la cama, pero el anuncio sólo aumentó su determinación acerca de lo que había ido a decir.

—No es necesario que lo hagas, soy yo quien se va —ella no titubeó al decirlo. Había tomado esa decisión no para huir de este nuevo y doloroso capítulo en su vida, sino porque no tenía caso seguirle causando más daño a él —. Es lo mejor para...

—Eso no va a pasar —la interrumpió él, alzando la voz —. Tu no vas a ir a ningún lado —la miró con enojo contenido, de haber podido Helga hubiera salido corriendo de allí, pero no podía y en lugar de huir le sostuvo la mirada a Arnold, esperaba que él viera en sus ojos lo que con palabras no era capaz de expresar, pero eso no llegó a pasar y pronto él desvió la mirada —No me gusta ser el hazmerreír de nadie y ya lo fui de ti, no estoy dispuesto a serlo también para el resto de la sociedad por el hecho de que me abandones, así que haremos lo siguiente... Permanecerás aquí en esta casa, a mí lado, fingiendo. Algo que no creo que te cueste trabajo, después de todo lo hiciste muy bien hasta hace poco… —hizo una pausa. Aunque lo odiara, una parte de él quería escucharla negar que hubiera estado fingiendo, pero ella se quedó en silencio. Así que, él continuó, con el enfado acrecentándose en su interior —y así será, hasta el día que traiga de regreso a tu hermana.

—Hilda... —susurró —No creo que Hilda esté dispuesta a volver —dijo más bien para ella misma.

—¡Tendrá que hacerlo!... Me lo debe y tú también estás en deuda conmigo, por eso permanecerás a mi lado hasta el día en que la mujer a la que amó regrese a tomar su lugar.

Helga creyó que el dolor que sentía no podía aumentar más, pero se dio cuenta de su error tras escuchar las palabras que Arnold acababa de pronunciar. La mujer a la que en realidad amaba, a la que nunca dejó de amar... Hilda ...

—Esta bien... —dijo ella logrando que su voz no se escuchara rota —Permaneceré a tu lado como si nada pasara y representaré el papel de tu esposa hasta que Hilda esté de regreso y después... Después desapareceré de sus vidas... lo prometo...

Arnold desvió la mirada y caminó hacía la puerta con la ropa en los brazos, antes de salir y sin mirarla, añadió.

—Espero que así sea.


—¿En serio le dijiste eso?

—Si —Arnold se reunió con su amigo al día siguiente como solía hacerlo, pero más pronto de lo que acostumbraba porque salió muy temprano de su casa.

—Bien —Gerald se rascó el cuello —... Si eso quieres, daré órdenes para que comiencen la búsqueda de Hilda.

—No, Gerald, no es necesario.

—Pero acabas de decir…

—No tengo intenciones de traer de vuelta a alguien que claramente no quiere estar a mi lado. Sólo lo dije para evitar que se fuera. Ya te lo dije, quiero que pague por lo que me hizo y para eso la tengo que tener cerca de mi.

—Arnold… ¿De verdad la quieres a tu lado para hacerla pagar o realmente lo que quieres es no alejarte de ella? ¿Podría ser acaso que aún la amas?

—Cualquier sentimiento que tuve hacia ella o, mejor dicho, hacia quien creí que era ella, se acabó en el momento que supe de su engaño… Ahora solo quiero que conozca algo del dolor por el que me ha hecho pasar.

—¡Ay, amigo! Espero que lo que dices sea realmente cierto.

—Lo es…y cuando consiga lo que quiero, me divorciaré, dejaré atrás cualquier vínculo con ella y podré finalmente seguir adelante.

—Espero que así sea y que al final no te arrepientas de tu decisión, amigo —de verdad lo esperaba, porque si al final resultaba que no había dejado de amarla, aun cuando obtuviera los resultados que planeaba, terminaría más herido de lo que estaba ahora.

CONTINUARÁ...


Quiero agradecer a todos los que estén leyendo esta historia, ahora que he retomado las actualizaciones y también disculparme por la tardanza, pero ya saben que a veces hay situaciones que se escapan de nuestras manos y trastocan nuestros planes u_u