«...tienes el don de perjudicar a todo aquel que te rodea»

¿Gerald tendría razón?, pensaba Helga mirando a una sonriente Phoebe hablar, pero sin prestar atención en lo que decía.

Sí, sin duda la tenía. Hasta el momento no había sido capaz de llevar felicidad a una sola persona, pensó en Arnold y en lo mal que había terminado todo y si en algún momento su falta quedaba al descubierto, su amiga también se vería perjudicada por el escándalo.

—¿Estás bien Hilda?

Helga asintió.

—¿Por qué la pregunta?

—Desde hace algunos días te veo sonreir, pero a veces, como ahora se puede notar una gran tristeza en tu mirada ¿Qué ocurre? Si te pasa algo malo y necesitas ayuda puedes confiar en mí, haré lo que esté en mis manos para ayudarte.

—Es complicado...mucho —Helga sonrió con tristeza —, pero...Phoebe… Yo no soy lo que parezco…

No era la primera vez que escuchaba algo parecido, pensó Phoebe, recordando su extraño encuentro con el señor Johanssen, «Búsquese mejores amistades, la que tiene ahora no le conviene y no es lo que parece», pero tampoco ahora las comprendía. Sin embargo, eso no importaba porque Hilda era su amiga

—¡Perdón, no puedo decírtelo! —dijo rápidamente Helga, al darse cuenta de que por poco le revelaba su secreto y no era justo hacer que ella también cargara con el peso de esa verdad.

—Entiendo —Phoebe se recorrió hasta la orilla de su asiento y tomó la mano de su amiga —, a veces hay cosas que no pueden ser dichas, pero sabes que cuentas conmigo incondicionalmente.

—Gracias, Phoebe, pero no quiero que te veas afectada si todo se sale de control.

—¿Qué quieres decir?

—Pienso que lo mejor es que nos distanciemos un poco.

—¿Ya no quieres ser mi amiga?

—¡Por supuesto que quiero! Nuestra amistad es muy importante para mi, no quiero que pienses lo contrario, es solo que son momentos complicados y lo mejor es que te alejes de mí, sólo hasta que todo se haya solucionado, por favor, Phoebe —Helga sabía que cuando todo terminara, ya no estaría más allí, pero estaba segura de que Phoebe le caería bien a Hilda y se volverían amigas.

Había tanta preocupación y dolor en la mirada y voz de su única amiga que Phoebe no pudo más que aceptar su petición.


—¿Señora, puedo hablar con usted?

Helga acababa de regresar a casa y estaba siendo interceptada por el ama de llaves.

—Por supuesto, señora Johnson. Dígame —le pareció que la mujer estaba apenada.

—Verá… Sé que no es mi asunto, pero…debería hacer las paces con el señor.

A Helga eso en verdad la tomó por sorpresa.

—¿Las paces?

—En todos los matrimonios son normales las desavenencias, pero ustedes se quieren tanto que duele verlos así ¡Disculpe mi intromisión!

—No se disculpe, sé lo mucho que aprecia a mi esposo y sólo puedo decirle que no tiene de qué preocuparse. Nosotros no estamos enojados ni nada por el estilo —mintió descaradamente.

—Pero es que se les nota tan distanciados, incluso el señor abandonó la habitación principal —enseguida se notó que la mujer se arrepentía de sus palabras — ¡Perdón! —Helga le sonrió de manera tranquilizadora.

—Eso es porque él es muy considerado. Lo ha hecho para darme mi espacio, eso es algo muy común, ¿no es así? Al menos mis padres así lo han hecho desde siempre.

—Sí, pero —estaba por añadir otro de los cambios que había notado cuando Arnold cruzó la puerta principal.

Helga sin perder tiempo fue así él para recibirlo efusivamente, con un abrazo.

Arnold que extrañamente estaba de regreso temprano, no se esperaba ese recibimiento y miró a Helga como si estuviera loca, pero ella le devolvió una mirada dulce, llena de cariño que por un momento lo hizo olvidar todo y sentir como si nada malo hubiera pasado entre ellos, y rodeándole la cintura con su brazo la mantuvo cerca de él.

—¡Bienvenido a casa, cariño! Me alegra que llegaras justo ahora, así entre los dos podremos tranquilizar a la señora Johnson, cree que tenemos problemas.

Así que era eso. Tan sólo parte de su teatro, se dijo Arnold. Realmente era buena fingiendo, ¿pero por qué le molestaba eso sí él ya lo sabía? «Porque te hubiera encantado que fuera real» Apartó de inmediato esa molesta voz en su cabeza y después de mirarla cómo si quisiera arrojarla lejos, la pegó más a él de una manera un poco brusca, pero eso no borró la expresión de cariño de ella.

—Lo siento mucho, señor, sé que no es de mi incumbencia…

—No tiene porqué disculparse. Sabe lo mucho que la aprecio señora Johnson y agradezco sinceramente que se preocupe, pero no hay motivo para que lo haga, ¿no es así, amor? —sus palabras eran de afecto, pero su mirada no. Sus ojos eran fríos, hirientes y eso lastimó a Helga, pero no lo demostró, se limitó a seguir sonriendo y darle la razón.

—Me hace muy felíz escuchar eso. Me han quitado un peso de encima, ahora podré regresar a mis labores sin preocupaciones —se despidió y se marchó, dejándolos solos.

Arnold de inmediato la apartó.

—Te agradecería que no volvieras a hacer eso. Es realmente desagradable.

La miró como si ella le repugnara y Helga tuvo que esforzarse por hablar con normalidad y no con temblor en su voz.

—Descuida, no volverá a ocurrir.


Pronto hubo que asistir a otra fiesta y en esta ocasión Helga ya no estaba acompañada de Phoebe, situación muy conveniente para alguien que no estaba dispuesto a desaprovechar la oportunidad.

—Señora Shortman, se ve muy sola y aburrida, ¿qué tal un poco de baile para animarla?

Helga miró a Wolfgang sin disimular su enojo.

—No gracias, no me apetece.

Quiso alejarse, pero él la tomó del brazo con fuerza. Le hacía daño, pero a él parecía no importarle, no dejaba de sonreír de una forma maliciosa mostrando su afilado colmillo.

—Yo creo que sí quiere —dijo él y comenzó prácticamente a arrastrarla a la pista.

Llegaron justo cuando la música comenzaba y Wolfgang bruscamente y con fuerza se aferró a su cintura con una mano, mientras que Helga no dejaba de mostrarle en su mirada su enojo ni por un instante.

—¡Oh! No me miré así. No hay razón para que lo haga.

—Si lo que me está haciendo no es razón suficiente, ¿qué me dice de chantajear a mi marido?

—¿Lo sabe?

—Claro, es mi marido, sé todo lo concerniente a él.

—Es curioso, si eso hubiera sido recíproco, no estaríamos en esta situación, ¿no cree? —Helga no pudo decir nada ante eso —Aunque debo de agradecerle que haya sido de esa manera. Gracias a eso mis bolsillos se llenaran. Tendré bastante dinero dentro de poco —su sonrisa maliciosa cambio a una seductora —... Pero hablemos de eso en un lugar más privado.

—No lo creo —quiso alejarse nuevamente, pero él se lo impidió otra vez.

—No tiene opción, ¿es que acaso no quiere que ponga fin a mi chantaje?... Mañana después del mediodía y antes de las cinco de la tarde, habrá un carruaje afuera de su casa, la estará esperando para llevarla conmigo. Será una reunión muy agradable, se lo prometo —la acercó más hacia él, pero Helga ya no iba a soportar más y le propinó un pisotón con toda la fuerza que pudo.

La queja de Wolfgang fue audible en gran parte del salón, en tanto que la disculpa nada sincera que Helga dio antes de marcharse, solamente la escuchó el afectado.

«Te dejaré ir ahora, pero mañana no tendrás escapatoria», se decía Wolfgang mientras salía cojeando de la pista.


Ya era costumbre que mientras Arnold y ella fueran solos al interior del carruaje, estuvieran en silencio, pero esta vez el silencio no se debía sólo a las causas habituales, también estaban los pensamientos de la joven.

«¿Es que acaso no quiere que ponga fin a mi chantaje?»

Claro que quería, no deseaba provocarle mas daño a Arnold.

«Será una reunión muy agradable, se lo prometo»

Estaba segura completamente que no sería así, pero si había una posibilidad de acabar con todo eso, no tenía opción.


Gerald era un hombre por costumbre previsor y sus aparentemente poco brillantes hombres de confianza eran buenos consiguiendo información, por eso les encomendó la tarea de seguir a ese tal Wolfgang, sabía que no se podía fiar de ese sujeto y que si obtenía la información correcta, serviría mucho para usarla a su favor.

Pero, cuando esa mañana más temprano Stinky se presentó para informarle de la cita de Wolfgang con una «dama», al principio a Gerald no le interesó mucho escuchar sobre el asunto, aunque lo hizo por cortesía y su opinión cambió cuando supo con quien sería el encuentro.

Gerald suspiró y se alejó de la ventana. Aquella habitación estaba descuidada y no muy bien aseada, igual que el resto de la posada, así que prefería no sentarse en la cama, que era el único lugar disponible. Estaba allí, en ese lugar, esperando a la pareja. Los chicos le consiguieron la habitación de al lado y ya deseaba que ese momento ocurriera, pero ya habían pasado al menos una hora desde que el sonido de algún reloj cercano anunciaran el medio día y quién sabe cuánto tiempo más tendría que pasar para que aparecieran.

Pocos minutos después la puerta de al lado rechinó y Gerald se pegó a la pared, en espera de escuchar la confirmación de que eran ellos, pero nada, sólo pasos yendo y viniendo por la habitación y algunos otros ruidos. Hasta que un par de golpes sonaron en la puerta, otro rechinido más y finalmente la voz de Wolfgang se escuchó.

—Pasa, querida, ¿quieres algo de beber?

—No, gracias...

Cuando escuchó la voz de la mujer, un gusto amargo subió por su garganta. Ya se esperaba que fuera ella, pero al final no estaba listo para la confirmación, por el bien de su amigo en el fondo deseaba que no se tratara de la impostora. Aunque eso explicaba perfectamente porque el sobrino de Lady Danbury sabía la verdad, ella se lo había dicho y en realidad entre los dos estaban chantajeando a Arnold. Se sentía asqueado por ello y tuvo que hacer acopio de todo control para no irrumpir en la habitación contigua y darles su merecido. Cada palabra que escuchara significaba una ventaja que tendría sobre ellos.

—Pareces nerviosa, si te preocupa que alguien sepa que estás aquí, no te preocupes, te prometo que fui más que cuidadoso para asegurarme de que nadie supiera de nuestra reunión.

Gerald sonrió con ironía.

—¿Cómo se enteró de quién soy?

A Wolfgang no le apetecía demasiado perder el tiempo charlando, pero si eso ayudaba a que ella se relajara un poco, ¿qué daño podía hacer soltar unas cuantas palabras?

—Pues —se sirvió un trago y bebió despacio antes de proseguir —... Fue gracias a su cuñado, ¿lo conoce? —Helga negó —Yo conocí a Armand porque coincidimos en muchas de fiestas a las que acudí estando en el extranjero; me cayó bien —hizo un gesto de desdén —, es un tipo agradable, pero es un poeta mediocre. En realidad yo no lo considero mi amigo, pero al parecer él a mí sí, porque cuando coincidimos hace no mucho, se sinceró conmigo. Me habló de su escape con joven de buena familia y algo sobre estar viviendo una precaria situación y su pesar porque el mejor trabajo que pudo conseguir fue de recadero en un despacho y que con eso no podía darle a su esposa la vida que merecía y blah blah blah… Como sea, logré sonsacarle el nombre de la joven en cuestión y algunos otros datos importantes, así fue que vine aquí pensando en que obtendría algo de capital vendiendo la información a sus padres, por si la estaban buscando o eso. Ya se imaginará mi sorpresa al encontrarme que Hilda estaba casada con dos hombres al mismo tiempo y viviendo en dos lugares a la vez, no me fue difícil sumar dos más dos para darme cuenta de lo que ocurría, por cierto, ¿cuál es tu nombre?

Helga no habló y permaneció en silencio por mucho tiempo, lo que hizo que Wolfgang soltará una carcajada.

Por su parte Gerald no sabía si podía creer en lo que acababa de escuchar, porque hacerlo significaba aceptar que no estaban coludidos, pero entonces, ¿por qué ella estaba allí?

—Eres muy obstinada… Eso me gusta.

Pero a ella no le gustaba estar allí, así que se dispuso a ponerle fin a la reunión.

—Bien, yo ya cumplí con presentarme, ¿cumplirá su palabra y pondrá fin a su chantaje?

Wolfgang se carcajeó tan fuerte y de una manera tan siniestra que sería capaz de causarle escalofríos a cualquiera, al menos a Gerald se los causó y puso cada parte de su ser en alerta.

—¿Crees que voy a renunciar a una cuantiosa cantidad de dinero solo porque hayas aceptado estar en la misma habitación que yo por un breve instante? Si voy a perder dinero, al menos exijo algo más —comenzó a acercarse a ella humedeciéndose los labios, luciendo así menos como un lobo y más como un gato relamiéndose los bigotes ante la visión de algo sumamente apetitoso.

Había sido muy tonta en creer que podría obtener algo bueno de ese sujeto, se auto recriminó, no debió ir allí.

Wolfgang estaba totalmente concentrado en Helga, incrementando el deseo que lo consumía, mientras que ella buscó a su alrededor algo que pudiera usar para defenderse y lo encontró. El brillo de una hoja metálica llamó su atención, cerca de ella, a su alcance estaba un abrecartas sobre un puñado de papeles y actuó con rapidez, sorprendiendo a Wolfgang

—¿Qué pretendes? —se percibió cierto nerviosismo en su voz o al menos eso le pareció Gerald, pero de inmediato volvió a sonar lleno de altivez —¿Crees que con un abrecartas puedes siquiera hacerme daño? Eso no va a detenerme... ¿Qué haces? —Gerald volvió a notar tensión en su pregunta y se debatió entre ir allá o permanecer dónde estaba.

—Antes me mató, que permitir que me toque —la claridad y decisión en sus palabras dejaron sorprendido y quieto a Gerald al igual que lo estaba Wolfgang porque no podía creer que ella estuviera presionando la precaria pero afilada arma contra su propio cuello.

—Deja de jugar —bufó él —y verás lo mucho que disfrutas del placer que puedo darte.

—Lo único que puede darme es repulsión y entienda que jamás traicionaría a mi marido.

—Curioso que menciones tener fidelidad a tu marido —dijo la última palabra en tono demasiado burlón —¿Acaso no fue traición hacerlo creer que eras otra? En el fondo no eres muy diferente a mi y si dejas de hacerte la digna podremos pasarla muy bien…

Helga lo vio dar un paso y presionó más la afilada hoja contra su piel y pronto apareció un hilo rojo que contrastaba con su blanca piel y eso hizo que Wolfgang se detuviera en seco.

—¡Estás loca! ¿Crees que el que te hallen aquí con el cuello rebanado después de haberte encontrado clandestinamente con un hombre que no es tu esposo, no será peor que una traición para él?

—Seguramente no, pero me pregunto a quién le irá peor, si a él por el que seguramente los demás se compadecerán o a usted, que por mucho que se haya esforzado en ser cuidadoso alguien sabrá que estuvo en esta misma habitación conmigo y seguramente no tardarán en sumar dos más dos y culparlo de la tragedia.

—¡Maldita!

Helga no se esperaba que se lanzara contra ella, pero pudo reaccionar a tiempo para esquivarlo, soltando el abrecartas en el proceso y viendo como chocaba de lleno contra la pared al lado de la puerta. En su osado plan no había contado con eso, de nuevo se equivocó al pensar que lo iba a poder intimidar y dejarle en claro que ella no sería alguien de quien podría aprovecharse, incluso pensó que tal vez podría hacer que desistiera del chantaje y dejara a Arnold en paz, pero jamás consideró que iba a ponerse hecho una furia. Así que solo trataba de pensar en qué hacer, mientras lo miraba recargado contra la puerta y los ojos inyectados de sangre.

Fue entonces que la puerta se abrió de golpe, provocando que Wolfgang cayera al piso inevitablemente, casi a los pies de Helga y esta con un ágil movimiento se alejó de él y buscó un lugar cerca de su salvador, que para su enorme sorpresa era Gerald.

Wolfgang se recompuso rápido y mostró intenciones de lanzarse esta vez contra el recién llegado.

—Yo en su lugar no lo haría —dijo con frialdad y levantando el brazo, dejando ver el arma que portaba. Wolfgang tragó con fuerza y permaneció en su lugar —Y no vuelva a intentar algo como esto, porque le aseguro que si hay una próxima vez no habrá advertencia —sin mirar a Helga le habló —... Afuera hay un carruaje conducido por un hombre alto y muy delgado y otro mucho más bajo, espérame dentro.

Helga sin más obedeció y Gerald, después de esperar unos minutos en la habitación con bastante tensión entre él y Wolfgang, se reunió con ella.


En cuanto entró, el carruaje se puso en marcha, Gerald la miró estrechando los ojos. Acababa de estar en una situación bastante peligrosa y no parecía afectada en lo más mínimo, lo que quería decir que era una mujer muy valiente, o, eran un par de excelentes actores y todo fue una farsa. Aunque para lo segundo ellos deberían haber estado al tanto de que él iba a estar escuchándolos.

Continuó mirándola sin mucha discreción y notó la fina herida en su cuello, al menos eso no había sido fingido, se dijo. Luego su vista viajó hasta las manos, recargadas en su regazo y que sostenían un pañuelo blanco, debió limpiar la herida con él, supuso y entonces notó que estaba temblando

—Gracias —fue Helga quien rompió el silencio,

—No tienes nada que agradecer, no lo hice por ti.

—Lo sé, pero aun así me ayudaste…

—No le digas nada de esto, no quiero que se entere de lo que pasó aquí.

Claramente se refería a Arnold y Helga simplemente asintió, aliviada de saber que ese desagradable suceso iba a permanecer en secreto.

—¿Puedo pedirte algo?

Gerald la miró cómo si estuviera loca. No estaba en posición de pedir nada y aun así tenía el atrevimiento de hacerlo ¡Era inconcebible! Por supuesto que iba a negarse, pero Helga no se esperó a escuchar la respuesta.

—¿Puedes cuidar de la señorita Heyerdahl?

—¿De su amiga?

—No puedo estar a su lado… Mi cercanía solo terminaría perjudicándola tarde o temprano, por eso decidí mantenerme a distancia, pero Phoebe además de tímida conoce muy poco de la naturaleza humana y me preocupa que se tope con alguien malintencionado, ¿comprendes?

—Comprendo y haré lo que esté en mis manos —estaba sorprendido, no solo por la extraña petición, sino por la decisión que ella tomó, por su falta de reacción no creyó que siquiera hubiera hecho caso a sus palabras del otro día «...tienes el don de perjudicar a todo aquel que te rodea», pero ahora se daba cuenta de que se había equivocado respecto a eso y ahora la cuestión era, ¿habría algo más en lo que lo hubiera hecho? Recordó su plática con el señor Clarence.

Ya no hablaron más y pronto Helga dejó el carruaje y minutos después Gerald llegaba a su destino, su casa.

—¿Necesita algo más, jefe? —preguntó Sid cuando Gerald bajó del vehículo.

—Debemos devolver el carruaje —habló Stinky y Sid lo reprendió.

—¡Vayan!, pero regresen más tarde, una vez que ya haya anochecido. Tengo unas cuantas preguntas que hacerles.

CONTINUARÁ...


Muchas gracias por el apoyo, en verdad se los agradezco y espero hayan disfrutado de este capítulo.