CAPÍTULO 3

Tal cómo su padre lo dispuso, viajaron junto a su hermana y Doug, tan pronto como empacaron sus pertenencias.

—¿Y? ¿Terminaste de instalarte? —preguntó Bob a su hija menor, al cruzar la puerta de la habitación que le habían asignado y que ella mantenía abierta.

—Ya casi —contestó Helga, cerrando la puerta del armario. Al menos ya había colgado todos sus vestidos, aunque no es que fueran muchos —¿Y eso? —se refería al libro que su padre sostenía en una mano.

—Es una novela de detectives, me la consiguió Doug —respondió con una gran sonrisa.

Pues, bendito fuera su cuñado. Hace mucho no veía a su papá con una expresión de felicidad y emoción como la que tenía en ese momento. A él le encantaban ese tipo de cosas, de hecho, cuando ella era una niña y su familia estaba sumergida en la normalidad, solían jugar a los detectives y claro, su papá siempre era el jefe.

—También consiguió vestidos para ti —añadió su papá.

—Aún sigo pensando que no es el momento, creo que lo mejor es que esperemos...

—¡Tonterías! Vamos, hija, hazlo de buena gana, sino por mí, hazlo por Doug, ¿tienes idea de lo que padeció para conseguir esos vestidos ahora que la temporada ya comenzó?

No, no lo sabía. De hecho, no sabía mucho sobre el tema de la vida social y las fiestas, pero si su padre lo mencionaba era de suponer que le fue realmente complicado al esposo de su hermana lograr tal hazaña.

—De acuerdo, haré el intento.

—Hacer el intento no es suficiente, debes esforzarte.


Pidió que le ensillaran un caballo y salió a dar un paseo. Esa noche sería su primer baile y estaba nerviosa ¿Cómo se supone que debería de comportarse? Y si alguien se interesaba en ella, ¿qué debería hacer para alejarlo?

En su mente daba vueltas a las posibles acciones que debía tomar y no estaba muy pendiente de su alrededor, hasta que su caballo se encabritó. Ella por suerte pudo reaccionar y aferrarse a las riendas, evitando así una dolorosa y, sobre todo, peligrosa caída.

Fue hasta que el corcel se calmó un poco, que prestó atención al hombre frente a ella en su propia montura.

—¿Y usted quién es? ¿Qué hace en mi propiedad?

Arnold preguntó de manera muy hosca a la intrusa. Era consciente de que no debió cruzarse así en su camino, pero actuó por puro impulso al ver que alguien se había adentrado en su propiedad, no le gustaban los curiosos.

Helga por su parte miraba con sorpresa al hombre que la interrogaba. Tenía cara de pocos amigos y su vestimenta negra y su caballo del mismo color, le proferían un aspecto bastante intimidante.

—Lo siento, no sabía que estaba en su propiedad —logró por fin responder Helga —. Yo vivo allá —pretendía señalar en dirección a la casa de su hermana, pero aquel hombre no la dejó.

—Francamente eso no me interesa. No vuelva a invadir mi propiedad. No me gusta la gente entrometida.

¿Cómo se atrevía ese sujeto?

—¡Pues si no quiere que se metan en su propiedad, por lo menos hágala cercar! ¡Yo no vi nada que delimitara su valioso terruño! —Helga agitó las riendas y su caballo comenzó a moverse —Llamarme a mi entrometida — giró y siguió avanzando para alejarse — ¿Qué se piensa? —refunfuño esa y otras cosas mientras se marchaba.

Arnold la siguió con la vista, dándose cuenta de una cosa, claramente esa mujer no sabía quién era él o de lo contrario se hubiera alejado a todo galope.

Suspiró.

—¡Arre! —Arnold dio la orden a su caballo para que se moviera.


Tan disimuladamente como podía, Helga jaló un poco el cuello de su vestido de fiesta porque en ese momento estaba rodeada de más personas de las que desearía, pero su hermana Olga era muy popular, eso no era de extrañarse, después de todo tenía encanto y belleza, al menos todas eran mujeres y no había ante su presencia ningún candidato a posible futuro marido.

¡Dios! ¿Qué estaba pensando Doug al llevarle aquello? ¿Qué una jirafa y ella tenían el mismo largo de cuello?

Una de las mujeres a su lado le dijo algo y Helga solo atinó a sonreír e inclinar un poco la cabeza, la verdad no le había puesto atención, su concentración estaba por completo enfocada en su lucha por respirar, ya que tuvo que ajustar demasiado su corsé para entrar en ese vestido, por lo visto su cuñado tampoco sabía mucho de tallas.

Las mujeres que la acompañaban de repente comenzaron a cuchichear entre sí, incluso Olga formaba parte de eso. Todas miraron con poco disimulo hacia una dirección y Helga las imitó.

Lo que todas miraban era a una joven. Una mujer a decir verdad bella, no a nivel de su hermana, pero su cabellera oscura, piel clara y finas facciones, combinaban bastante bien.

—¿Cómo se atreve a presentarse aquí?

—Por lo visto le sobra desfachatez.

—Más bien le falta vergüenza.

Las mujeres hablaban una a la vez, como arrastrando la lengua y casi sin mover los labios en un tono bajo, pero perfectamente audible, al menos para Helga.

—Rhonda no debería de estar aquí, definitivamente no después del escándalo que armó.

—Cierto, mira que pasearse frente a todos con su amante sin una pizca de vergüenza.

—Arruinó su reputación y toda posibilidad de un buen matrimonio.

—Sí, pero ella y su padre están desesperados. Les urge que ella logre una buena unión.

—¡Bah! ¡Cómo si eso fuera posible!

Mientras todas la miraban y hablaban sobre ella, la aludida joven dirigió su vista hacía ellas, tenía unos ojos oscuros y penetrantes que derrocharon desdén. Todas desviaron la mirada, bueno, todas excepto Helga, quien se ganó que la mirara de arriba abajo y una sonrisa burlona apareció en los labios de Rhonda antes de que esta girara la cabeza, levantara la barbilla e irguiera más la espalda.

—Si yo fuera ella no me atrevería a poner un pie fuera de mi casa, después de todo no tiene caso, ningún hombre aceptará formalizar con ella.

—Tal vez piensa que su suerte será diferente, se cree experta en hombres.

—Obviamente tiene mucha confianza en sus... «dones» y cree que algún incauto va a caer en sus redes.

Todas hicieron una expresión de escándalo y luego rieron bajito, cubriendo sus bocas.


Doug y Olga dieron las buenas noches en cuanto entraron a la casa y se marcharon, dejando a solas a Bob y a Helga.

—¿Hubo suerte? —les preguntó Bob con gran expectativa plasmada en el rostro.

—Olga me presentó a varias de las mujeres con las que suele reunirse y creo que les agradé o eso creo.

—Eso está bien, cariño, pero... ¿Qué hay de los hombres? ¿Hablaste con alguno?

Helga de inmediato lo negó y Bob suspiró.

—Tal vez si cambias de estilo, pareces más una institutriz que una joven casadera.

—Son los vestidos que eligió Doug y debo usarlos, tú mismo dijiste que no lo puedo desairar...

—Cuando lo dije pensaba que tendría un poco más de sentido de la moda y del estilo —refunfuño Bob —. Ya no estoy tan seguro de que estaré dejando en las manos indicadas.

—¿Dejando? ¿Qué quieres decir con «dejando»?

Bob suspiró antes de responder.

—Me voy de viaje, tengo que ocuparme de algunos negocios.

—Pero...

—Es algo necesario, trataré de que no sea mucho tiempo y espero que a mi regreso ya pueda conocer a mi futuro nuevo yerno.

Helga guardó silencio, se limitó a abrazar a su padre. Lo iba a extrañar y también iba a hacer lo imposible para que los deseos de su papá no se cumplieran.


«Todo va a estar bien», «debes disfrutar mucho de esta nueva experiencia» y «regresaré pronto», fueron algunas de las cosas que su padre le dijo antes de subir al carruaje y partir, y de que Helga lo siguiera a la distancia desde su propio caballo.

—¡Otra vez usted! — Arnold miró abajo hacia la rubia intrusa, que había desmontado del caballo y estaba sentada sobre la hierba, viendo fijamente en una dirección.

—Disculpe, no me di cuenta de que de nuevo traspase los límites de su propiedad —hizo el intento de levantarse, pero una pregunta hecha de manera abrupta por él, la detuvo

—¿Está usted llorando?

Helga se limpió rápidamente las lágrimas que acababa de descubrir que existían.

—No —dijo ella con voz cortante.

Él bajó de su caballo.

—¿Qué le ocurre? —dio un paso hacia ella —¿Le pasó algo malo?

La insistente forma en que la miraba hizo que Helga se sintiera nerviosa, pero a pesar de eso y de que él se había acercado más, ella no se alejó.

—Acabo de despedirme de mi padre.

—¿Para siempre?

—¡No!

—Por su expresión pareciera que sí.

—No nos hemos separado en mucho tiempo, estuvimos juntos en momentos muy difíciles...es por eso que cuesta tanto decirle adiós, aunque sea momentáneamente.

—Supongo que se marchó porque era algo inevitable, ¿no es así?

Ella asintió.

—Tuvo que irse por negocios, los descuido mucho estos últimos años que nos dedicamos al cuidado de mi madre —se mordió la lengua en cuanto se dio cuenta que había hablado de más, no se explicaba porque acababa de decirle eso a ese exasperante y casi total desconocido.

—¿Su madre está enferma?

—Estuvo... Durante muchos años.

Así que era por eso su vestido negro, se dijo Arnold.

—Lamento mucho su pérdida... Si quiere puede estar por aquí el tiempo que desee —habló Arnold después de un silencio.

—Gracias... —por como lo dijo, Helga no entendió a cuál de sus dos pérdidas se refería, si a la de su mamá o su papá o ambas, pero sea cual fuera el caso se limitó a agradecer su gesto «amable» de no echarla de su propiedad y le dedicó una melancólica y pequeña sonrisa.

Eso provocó un gran impacto en Arnold. Hacía mucho que eso no pasaba, descontando las sonrisas que solía regalarle su amable ama de llaves, Rose, nadie más acostumbraba sonreírle.

Él carraspeó.

—Sólo no vaya más allá de la colina... —se subió a su caballo y lo hizo avanzar justo hacia donde acababa de prohibirle a Helga ir.

—¿Qué hay tras esa colina? —preguntó Helga.

—Mi casa —contestó él, sin detenerse, ni voltear a mirarla.

Más tarde Arnold de pie frente al gran ventanal que había en su despacho, miraba hacia afuera, como queriendo ver más allá de su propiedad.

—¿George?

—Dígame, señor —el anciano mayordomo acababa de llevarle el té y aún estaba allí.

—¿Sabe quiénes son nuestros vecinos?

—Por supuesto, señor. Conozco a todos ¿Quiere que se los nombre?

—Por favor...

Y el mayordomo así lo hizo y Arnold se preguntó mentalmente a qué familia podría pertenecer la joven que se había vuelto su reciente incordio.


—Entonces, si necesitas algo, por pequeño que sea...

—Sí lo sé, lo pediré a la servidumbre —Helga interrumpió las palabras de su cuñado, a quien ya esperaba su hermana en el carruaje —, me lo has dicho mínimo cinco veces, en serio, ya lo entendí.

—No quiero que solamente lo entiendas —le dio unas palmaditas en el hombro —, quiero que lo hagas. Después de todo, ahora que no estará tu hermana, tú serás como la señora de la casa.

Lo dijo de manera tan extrañamente sería, que a Helga no le quedó más remedio de reír.

—No digas tonterías, Doug, ¡y ya vete! Que mi hermana ya debe estar fastidiada de esperarte —le decía Helga, mientras lo empujaba en dirección a la puerta.

Cuando por fin estuvo sola, suspiró y dejó que una gran sonrisa se plasmara en su rostro. Su hermana y cuñado tenían esa noche una reunión a la que solamente fueron invitados ellos dos y, por lo que le dijeron, era ya un compromiso al que tenían por costumbre atender bastante seguido. Doug se disculpó mucho con ella por no poder llevarla, pero realmente Helga se sentía aliviada de no tener que ocupar su tiempo en prepararse para asistir a un baile y le encantaba la idea de poder quedarse en casa y tener un tiempo para relajarse a solas. No es que fuera realmente una persona que odiara la compañía, pero desde que estaba en casa de su hermana, su cuñado se había tomado muy enserio su papel de anfitrión y siempre que podía se la pasaba pegado a ella y al pendiente de todo lo que hacía, tanto que incluso llegaba a ser un poco incómodo, pero, en fin, lo hacía porque así era su carácter y que se le iba a hacer.


—Como siempre, la cena ha estado exquisita. Hazle llegar mis felicitaciones a Rose.

Arnold respondió con una leve inclinación a su invitado de esa noche.

—¿Y qué me dices? ¿Aceptarás mi invitación? —prosiguió el invitado.

—No creo que mi presencia sea conveniente en tu reunión —esperaba zafarse así de la petición, pero cuando vio la media sonrisa aparecer en el rostro de Wellington, Arnold se dio cuenta de que no sería así. Lo conocía hacía varios años, los suficientes para saber que él continuará insistiendo y se preparó mentalmente para eso.

—¿Lo dices por tu pequeño asunto?

—¿Pequeño? Creo que estás siendo bastante optimista, Wellington.

—Y tú le das demasiada importancia a lo que dicen los demás. Mira a mi hija, deberías seguir su ejemplo, no se detiene por unos cuantos chismorreos ¿Hace cuánto que no vas a una reunión que no sea de negocios? Llevas demasiado tiempo alejado de los eventos y la sociedad, ¿no estás cansado de eso?

—La verdad no —había un poco de mentira en su respuesta.

Wellington no estaba dispuesto a aceptar su negación, Rhonda le encargó encarecidamente que lo convenciera de asistir, así que, no iba a rendirse.

—Vamos, Shortman, será una reunión pequeña, prácticamente los mismos de nuestras reuniones de negocios, ¿qué dices?

—Si sigo negándome seguirás insistiendo, ¿no es así? —Wellington asintió, mostrando una sonrisa retadora y Arnold guardó silencio durante unos instantes y luego habló —De acuerdo, tú ganas, Wellington. Asistiré.


Olga y Doug bajaron en cuanto el carruaje se detuvo y de inmediato guiaron sus pasos hacia la entrada de la casa que tenían en frente. Generalmente Doug siempre vigilaba al cochero para asegurarse que condujera bien hasta que se estacionara, porque era muy riguroso con sus pertenencias, pero en esta ocasión eso no importaba, no era su carruaje sino uno alquilado, como todos los que utilizaban para ir a esas reuniones.

Al entrar, el aroma a tabaco, licor y otras cosas poco legales, golpearon sus sentidos, pero ninguno de los dos lo demostraron, ya estaban acostumbrados.

—¡LeSham! ¡Llegas tarde! —sonó la voz ronca de un hombre a la distancia.

—Pero justo a tiempo para ver si puedes romper la racha de Smith —intervino un hombre que estaba de pie junto a la mesa en la que otros jugaban, cuando entraron, pero que ahora caminaba hacia el matrimonio —. Bienvenidos —dijo extendiendo la mano hacia a Olga, mano que esta tomó sin dudarlo —. Nos vemos en un rato, LeSham —se fue caminando con Olga, mientras Doug solo se había limitado a asentir levemente y a entregar su sombrero y abrigo al sirviente que los estaba recibiendo. Después simplemente se reunió con el resto de los asistentes.

FIN CAPÍTULO 3

Gracias por leerlo y muchas gracias a SD Sandra D y serenitymoon20 por sus reviews y a dark tastemaker nightmare por seguirla

Un saludo y hasta el próximo capítulo.

**Resubido. Eliminé el capítulo porque me di cuenta de que no subí el que no estaba corregido ^^U, una disculpa**