Mimi observó atentamente como las demás chicas con las cuales había llegado a ese lugar eran examinadas por unas "médicas" que revisaban todo en ellas.

Hizo una mueca.

—No quiero estar aquí.— Le susurró a una chica rubia de ojos rosados que había conocido hace unos minutos con el nombre Airu.

—Yo tampoco.— Respondió— Pero no podemos hacer más.

Juri Katou, una chica de cabello castaño, ojos cafés y piel pálida se acercó a ella— Señorita, le toca el examen.

—No quiero.— Contestó la oji-miel.

—No te estoy preguntando, señorita.— Respondió la chica y la tomó del brazo— Es una orden.

Mimi frunció el ceño y en un rápido movimiento se safó de su agarre— No quiero, dejeme.

—No.— Juri la agarró fuertemente del brazo para forcejear.

—¡Suelteme!— Gritó la oji-miel.

Juri siguió forcejeando a pesar del grito y Mimi se safó, pero no fue de mucha ayuda, ya que las médicas que estaban haciendo ese análisis se acercaron y la agarraron de las muñecas.

—¡No! ¡Sueltenme!— Rogó la Tachikawa, sin embargo no fue escuchada, ya que, de todas formas la examinaron de pies a cabeza percatandose que no tuviera algo malo hasta que finalmente acabaron tanto con ella como con las otras jovenes y fueron llevadas a darse un baño.

Mimi observó literalmente un punto fijo en la nada mientras utilizaba una vasija para dejar caer agua sobre su cuerpo.

Suspiró.

Siempre se había caracterizado por ser una chica que amaba tomar baños, sentir su piel limpia y su cabello era algo increíble, sin embargo, nunca había tenido un baño tan lujoso como ese, pero no lo estaba disfrutando, al contrario.

—¡Señoritas! ¡Apresurense!— Gritó una voz de afuera— ¡Es hora de dormir!

Mimi agarró la toalla junto a ella y la envolvió en su cuerpo, no perdió el tiempo arreglando su cabello simplemente dejó que las gotas cayeran.

Salió de la ducha y al hacer esto se dio cuenta que todas las demás estaban listas.

—Siganme.— Juri castaña de hace un rato les habló, todas obedecieron, incluida Mimi, quién arrasastraba sus pies con la intención de resbalar, caer y morir por el impacto.

Todas caminaron en dirección a una gran puerta que al abrirse dejó ver una gran habitación con doce camas.

—Tomen posición en cada una de las camas.— Habló la mujer castaña.

Todas obedecieron.

—Sobre cada cama está su respectiva ropa, zapatos y pijamas, arreglense para luego dormir.— Nuevamente habló Juri.

Todas obedecieron y tomaron sus ropas, sin embargo, Mimi a diferencia de las demás la lanzó con brusquedad al suelo— ¡No quiero!

—¿Qué te sucede, Mariam?— Preguntó la mujer molesta.

—Mimi.— Corrigió la oji-miel.

—Lo que sea.— Juri rodó los ojos— ¿Por qué lanzas tu ropa?

—Porque no quiero vestir esto.— Respondió Mimi— No quiero estar aquí, este no es mi hogar.

Juri suspiró molesta y agarró a la oji-miel del brazo con fuerza— Deja de molestar y recoge tu ropa.

La oji-miel simplemente observó el suelo e ignoró esto.

Juri rodó los ojos y con un fuerte jalón provocó que la oji-miel cayera al suelo.

¡Rayos!

Mimi pensó molesta, tomó la ropa entre sus manos y se levantó.

—Todas ustedes escuchen bien, no soportaré ninguna falta de respeto.— Habló la mujer castaña molesta— Este es su nuevo hogar, es el palacio de la dinastía Otomana y ahora todas están obligadas a obedecer, porque son esclavas y ellas hacen aquello ¿Entendieron?

—Si.— Respondieron las mujeres, sin embargo, Mimi se mantuvo en silencio.

—Arreglense, duerman y mañana vendré por ustedes para su clase.— Habló Juri.

Todas las chicas al rededor obedecieron y comenzaron a vestirse, sin embargo, Mimi no hizo esto y la mujer se cansó de verdad.

—¡Hey! Niña.— La agarró nuevamente del brazo— No sigas dando problemas ¿si?— Se acercó a ella— Esto ahora se ve mal, pero si el sultán algún día te escoge, te lleva a sus apocentos y le das un hijo, serás privilegiada, podrás tener riquezas y lujos, no todo es malo aquí.

—Pe-pero ¿cómo seré llevada a sus apocentos si no estamos casados?

—Porque las leyes Otomanas son así, no importa el matrimonio, lo importante es satisfacer a la autoridad máxima de nuestro reino.— Respondió Juri antes de alejarse del lugar para darle privacidad a las jovenes.

Mimi simplemente hizo una mueca y observó la ropa que tenía en sus manos, era fina y elegante, además bastante suave, suspiró, nunca había utilizado algo así, siempre había soñado con vestir como una princesa, pero ahora que podía no quería.

—¡Hey!— La chica rubia de ojos rosados de nombre Airú con quién hablado anteriormente se le acercó, Mimi alzó la mirada y la observó— ¿Por qué gritas tanto?

—¿Acaso no es obvio?— Preguntó la castaña— Grito porque no quiero estar aquí.

—¿Por qué no?— Cuestionó la rubia— Este es el palacio del reino más poderoso del mundo.

Mimi alzó una ceja y observó atentamente a la chica— ¿Y eso qué?

—¿Qué no es obvio?— Airu rodó los ojos— Vivir aquí significa tener dinero, lujos y muchas cosas que toda mujer le gustaría tener.

—Eso no vale mucho en comparación a estar sin mi familia.— Habló Mimi— Dime ¿cómo rayos aceptas estar en estas tierras desconocidas con personas que te raptaron? ¿Acaso no los extrañas a ellos o a tus amigos?

La rubia hizo una mueca— Disculpa, pero al parecer venimos de vidas diferentes.— Comentó— A mi no me raptaron, mis padres me vendieron.

—¿Qué?— Mimi no pudo evitar sentirse impresionada al escuchar esto— ¿Tus padres te vendieron como esclava?

La rubia asintió— Si.— Respondió.

—Pero ¿por qué?

—Porque necesitaban dinero.— Contestó la oji-rosa— Y porque creyeron que esta era la mejor opción ¿sabes? Para los otomanos servir al sultán es lo mejor porque las mujeres obtienen dinero, riquezas y titulos reales. No todo es sufrimiento, hay muchas cosas buenas.


~Al día siguiente~


En una sala bastante lujosa con grandes ventanales, adornos de oro y plata, esculturas gigantes, asientos de terciopelo y lugar alzado con un gran asiento muy bien decorado de una manera extremadamente brillante, se encontraba un chico rubio y ojos azules, de aparentemente veinte años observando el trono frente a él.

En su rostro se demostraba cierta conmosión.

El rubio cerró sus ojos y suspiró.

Soy Yamato Ishida, principe heredero del imperio Otomano, primer hijo entre Hiroaki, mi sultán antecesor con Natsuko, una noble dama de la corte francesa, tuve hermanos y hermanas nacidos de las relaciones externas de mi padre con sus concubinas, pero luego de la muerte de mi padre tuve que prevalecer de entre ellos. Soy el quinto sultán de mi dinastía, con honor he asumido el trono esperando que todo lo que viene a continuación sea de prosperidad para mi reino, mi gente y mis herederos.

Yamato observó frente el gran trono que se encontraba frente a él, una hermosa silla de terciopelo azul con todos dorados en los bordes y telas negras al rededor.

Hizo una mueca.

Su padre había muerto hace unos escasos días, el luto había durado bastante, pero el día de ayer finalmente había sido coronado como el actual sultán, como lo ordenaba la tradición había tenido que acabar con los demás miembros hombres de su familia, sus hermanos varones. Una situación triste y lamentable, pero así dictaba la tradición, solo de esa forma se aseguraría de que su trono estuviera seguro, aunque había tenido que hacer una pequeña excepción.

Se mordió el labio inferior, sin duda estaba nervioso, ancioso y sentía un poco de miedo ¿lograría ser tan buen sultán como su padre? ¿podría cumplir las expectativas? Existían muchas -preguntas y a la vez respuestas, sin embargo, solo rogaba poder ser tan buen gobernador como su padre.

—Sultan Yamato.— Una voz se escuchó a sus espaldas lo que provocó que el rubio volteara para encontrarse con su mano derecha, un joven de cabello castaño, ojos azules y piel bronceada, quién hizo una reverencia al sentir su mirada sobre él.

—Ryo Akiyama.— Yamato pronunció su nombre— ¿Qué ocurre?

El nombrado se acercó a él—El visir Taichi Yagami ha enviado los reportes de las fronteras Nortes que corresponde a su gran territorio, al parecer hubo un ataque sorpresa.

—¿Ataque?— Preguntó el rubio sorprendido.

—Al parecer nuestras sospechas eran ciertas y sería Joe Kido quién estaría tras esto.— Habló Ryo— Porque los autores de ese ataque fueron tropas egipcias.

¡Rayos!

El rubio frunció el ceño, esas no eran buenas noticias. Ya se imaginaba que Joe Kido, el rebelde que había tracionado a su padre y que posteriormente fue exiliado haría algo en su contra luego de su ascención al trono, sin embargo, no pensó que fuese tan luego, esto podía generar una gran caos, ya que, él tenía fuertes contactos e infuencias con aquellos hombres de su padre que apoyaban a uno de sus hermanos que por las tradiciones otomanas tuvo que ejecutar.

—Pero el general Taichi Yagami junto a sus tropas lograron detenerlos.— Continuo el Akiyama.

Yamato sonrió, esas eran buenas noticias— Que bien.

—¿Tienes información de cuantos fueron y quienes eran los que constituyeron esta tropa enemiga?— Preguntó el rubio.

—No, él no envió muchas información.— Respondió Ryo— Pero al parecer tiene un rehén que le ha dicho algunas cosas, en su carta informó que hay riesgo que ataquen la zona Sur del reino.

¡Rayos!

—Pero todo eso lo va a hablar en el consejo de guerra, en su carta también aviso que adelantaría su viaje para eso.— Habló el castaño.

El rubio hizo una mueca, esas no eran buenas noticias, debía hacer algo— Que bueno.— Musitó— Ryo comunicale al mensajero real que le envie cartas a los demás lideres guerreros del Este y Oeste informandoles que el consejo de guerra se adelantará.

—A la orden su majestad.— Respondió volteo hacia él y asintió— También le traigo otra noticia.

—¿Cuál?

—Su hijo, el príncipe Kiriha, y la sultana Sora vienen en camino.— Ryo le aviso.

Yamato no pudo evitar sonreír ante aquella noticia.

Sora era su mujer, literalmente su primer "amor" si es que así se le puede llamar, había sido llevada a sus apocentos cuando ambos eran jóvenes de catorce años y producto de lo que había ocurrido entre ellos nueve meses después nació su hijo, Kiriha, su próximo sucesor al trono, quién ahora tenía cuatro años.

—Avisale a mi madre y a sus damas que se encarguen de aquello.— Respondió el rubio.

—Lo haré.— Respondió Ryo antes de hacer una reverencia para retirarse.

El rubio suspiró al quedar solo y dejó caer su espalda contra el asiento, en verdad esta situación era preocupante, Joe Kido tenía muchas influencias en aquel lugar, tenía riquezas y muchas personas que lo apoyaban, podía facilemente fastidiar su reino y eso no lo podía permitir.


Mimi observó atentamente su desayuno, no tenía ganas de comer, beber, ni nada de eso. Tenía ganas de morir por desnutrición en aquel lugar, salir corriendo, subir a un barco e irse lo más lejos posible de ahí.

—Hoy todas tendrán clases de danza, luego de lectura y escritura y finalmente conoceran al sultán.— Juri habló.

Todas las muchachas alzaron la mirada sorprendidos.

—¿Al sultán?— Preguntó Airú.

—Si, al sultán.— Respondió Juri.

Mimi hizo una mueca— No quiero conocerlo.

Juri la fulminó con la mirada, en verdad estaba comenzando a odiar esa forma de actuar que tenía la castaña.

—No les queda de otra.

Airu volteo hacia Mimi— Oye, no tienes que actúar así, si complaces al sultán podrías convertirte en sultana.

—¿Complacer al sultán?— La castaña repitió esto— ¡Olvídalo! Aquí planean que nos acostemos con él y le demos un hijo sin respetar el matrimonio, enserio están locos.

—No es estar locos, esas son las tradiciones de este reino para las esclavas como nosotras, solo las princesas-sultanas y damas distinguidas de la corte pueden casarse para obtener ganancias o alianzas políticas, nosotras no tenemos derecho a ese beneficio, solo a hacer felices a los hombres.

La castaña hizo una mueca— Eso en mis tierras seria un pecado.— Acostarse con un hombre sin respetar el sacramento del matrimonio era una abominación para ella, todas las mujeres tenían derecho a casarse y formar una familia de forma legal, no solo por conveniencia como en aquel reino.

—Bueno, tendrás que comenzar a acostumbrarte porque esta ahora es tu vida.— Habló Airú.

¡No!

Esa no sería su nueva vida, ella ya tenía otra mucho mejor que no abandonaría de manera tan fácil.

Mimi observó a su alrededor, a pesar de que les habían dado una habitación gigante a las demás mujeres y a ella donde habían camas elegantes con finas ropas y muchas joyas a su disposición, solo sentía asco por aquel lugar.

Necesitaba escapar.

Pero ¿cómo lo haría?


—Sultana Madre.— Una joven de cabello lila, ojos ambar y piel trigueña le habló a Natsuko, quién al sentir su voz volteo.

—Miyako.— La mujer de ojos azules pronunció el nombre de la hija de su esposo, Hiroaki, y una de sus concubinas, quién había muerto hace un tiempo— ¿Qué ocurre?

La peli-lila en señal de reverencia bajó su cabeza— Mi señora, Ryo Akiyama me acabó de avisar la llegada de la sultana Sora junto al principe.

Natsuko sonrió ante esto— Mi nieto llegó.

—Si.— Contestó Miyako— El principe y su madre esperan en la sala principal.

—Esto es bueno, muy bueno.— Musitó Natsuko.


Mientras tanto en la entrada del palacio una hermosa joven de veinte años y un niño se ingresaban al lugar.

—Madre ¿donde está mi padre?— Preguntó un niño de cuatro años de cabello rubio, ojos azules y piel pálida, muy apuesto, quién vestía una elegante ropa acorde a su edad, mientras observaba la habitación de su al rededor.

La madre del niño, una joven mujer de veinte años de cabello rojizo, ojos ámbar y piel bronceada, que vestía una elegante corona, un fino vestido naranjo y un largo velo sonrió— Él ya vendrá, hijo, debes ser paciente.

El niño hizo una mueca— Pero yo quiero ver a mi padre.

—Ya lo verás.— Respondió Sora— Sólo debes esperar, él ahora es el sultán y está ocupado.

El niño hizo una mueca y observó al rededor— ¿Sabes? Es extraño estar aquí sin ver al abuelo.

La pelirroja no pudo evitar hacer una mueca al escuchar esto— Entiendo que lo extrañes, pero él ahora está descansando.

—Lo sé.— Respondió el rubio— Pero es extraño pensar en que mi padre ahora es sultán y no el abuelo Hiroaki.

—Lo entiendo hijo, sin embargo, ahora debes acostumbrarte, tu padre es el sultán y tú también ocuparás ese puesto cuando llegues a su edad.— Habló la pelirroja.

—¿Cuando llegué a su edad?— Preguntó el rubio.

—Si.— Respondió Sora— Tú cuando llegues a su edad serás el sultán.

—¿Y por qué yo?— Cuestionó el pequeño— Yo pensé que el siguiente sultán después de mi padre sería el tío Takeru.

"El tío Takeru"

Sora hizo una mueca al escuchar aquello, se suponía que por las leyes otomanas Yamato debía acabar con él, como había acabado con sus otros hermanos, para ascender al trono. Sin embargo, no lo había hecho, ya que Takeru a diferencia de los demás apenas era un niño de trece años, no tenía la edad suficiente para subir al trono, así que, no había podido luchar por él, sin embargo, Yamato no había dado la orden de ejecutarlo a pesar de que las leyes Otomanas lo dijesen, ya que, le tenía un cariño especial al ser su único hermano -legal- tanto por padre y madre, así que, no lo había matado. Aunque debía, porque el sultán debía ser el único hombre de sangre real (con sus descendientes) porque sus hermanos podían implicar una amenaza para el trono que le correspondía al sultán o para su heredero, en este caso Kiriha, su hijo.

Sora suspiró, sin duda no le gustaba pensar en aquello.

—Pues te equivocas hijo, el próximo sultán serás tú.— Sora se acercó a él y acaricio su mejilla— Así como tu abuelo y tu padre.

—Pero ¿y si mi padre tiene más hijos?— Kiriha preguntó prácticamente de la nada.

Sora alzó una ceja al escuchar esto ¿a qué se debía esa pregunta?—Tú padre no tiene más hijos.

—Podría tenerlos.

Sora frunció el ceño ante esto, no le gustaba pensar en aquella idea— Podría, pero no los tiene.— Habló seriamente— Y aunque así fuera tú eres el heredero de Yamato, su primer hijo, la corona será tuya y debes tenerlo claro desde ahora.— Posó sus manos en sus mejillas—Así que no lo dudes.

El castaño hizo una mueca— Pero...

—Kiriha.— Lo interrumpió— No lo dudes.

Sora observó directamente a su hijo a los ojos intentando de alguna forma inspirarle confianza, entregarle parte de su valor y decisión. No quería que su hijo fuera débil, tampoco que se dejara llevar por sus miedos, ni mucho menos que le cediera parte de su trono a otros, ella había dejado mucho para pertenecer a la familia real, había traicionado a su familia, a sus amigos y a su primer a...

Se mordió el labio inferior.

No le gustaba recordar aquello porque lo que tenía ahora era mucho más de lo que podía pedir y a futuro tendría mucho más cuando su hijo su convirtiera en sultán y ella en la gran madre sultana, la mujer más poderosa del mundo.

—Repite siempre, yo seré el futuro sultán.— Habló la pelirroja— ¿Si?

—Está bien mamá.

—Por favor, repítelo.— Habló la mujer.

—Yo seré el futuro sultán.

—De nuevo.

Kiriha sonrió y se dispuso a repetir aquello con firmeza— Yo seré el futuro sultán.

Sora sonrió— Muy bien.— Señaló su mejilla— Ahora quiero un beso de mi pequeño.

El rubio rodó los ojos— Mamá ya estoy grande.

—Apenas tienes cuatro años, todavía eres un bebé.— Habló Sora— Y aunque tuvieras treinta para mi siempre serás mi pequeño.

Kiriha hizo una mueca, en verdad odiaba que le dijesen que era pequeño, pero saber que siempre tendría el cariño de su madre lo haría sentir feliz. Sin reclamar más se acercó a ella y depositó un beso en su mejilla.

—Así me gusta.— Respondió la mujer.

No pasaron más de dos segundos de esa respuesta cuando las puertas de la habitación se abrieron y ante ellas aparecieron la sultana madre Natsuko.

—Abuela.— Fueron las palabras del rubio al ver a la mujer, hizo una reverencia y luego se acercó a ella para abrazarla.

—Kiriha, mi querido nieto.— Natsuko le correspondió a su abrazo— Me alegra verte.

—Lo mismo digo.— Respondió el niño.

La mujer de ojos azules alzó su mirada hacia la madre de Kiriha— Bienvenida Sora.

—Muchas gracias sultana madre.— La pelirroja hizo una reverencia.

—Es un gusto tenerte aquí.— Habló esta vez Miyako.

Sora sonrió— Es un gusto para mi verlas.

—Sultana madre.— El rubio le habló a Natsuko— ¿Dónde está mi padre? Quiero verlo.

—Lo siento, pero él está ocupado en sus labores.— Respondió la mujer de ojos azules— Podrás verlo antes de la fiesta de coronación.

Sora alzó una ceja sorprendida al escuchar esto—¿Habrá una fiesta por su coronación?

Natsuko alzó la mirada y asintió— Si, como es la costumbre irán hombres importantes, se dará comida conforme a la tradición y también le presentaré a algunas nuevas integrantes de su harem.

¿Qué?

Sora pensó alarmada.

¿Nuevas integrantes de su harem?

Esto debía ser broma.

—Sultana madre no me había comentado en su última carta que llegarian al harem nuevas integrantes.

—No, porque recién llegó.— Habló Natsuko— Vienen de venecia y serán presentadas en el baile.

—No estoy de acuerdo.— Musitó Sora.

La mujer de ojos azules hizo una mueca ante esta declaración— No tienes que estar de acuerdo, es una orden mía.

—Pero se supone que yo soy la que administra el harem del Sultán Yamato.

Natsuko hizo una mueca ante esto, evidentemente la pelirroja no estaba al tanto de su nuevo rol en aquel lugar. Ahora Yamato no era un simple príncipe, ahora tenía otras responsabilidades y derechos que incluían a su familia.

—Miyako.— La mayor llamó a la peli-lila.

—¿Si? Sultana madre.

—Llevate a Kiriha a sus apocentos, yo necesito hablar en privado con la sultana Sora.— Respondió Natsuko.

—Está bien.— Miyako extendió su mano— Vamos Kiriha.

El rubio no se negó y volteo hacia su madre— Luego nos vemos.

La pelirroja asintió.

Y sin decir más, Miyako junto a Kiriha salieron del lugar dejando a la madre sultana junto a la pelirroja.

—Sora, me alegra mucho que estés aquí, porque te tengo en gran estima, sin embargo, parece que aún no has asumido que tus responsabilidades cambiaron desde Yamato ascendió al trono.— Habló la castaña— Antes por ser la madre de su primogénito tenías el derecho de organizar su harem.— Respondió Natsuko— Pero, ahora que Yamato ascendió al trono la Sultana madre es quién se preocupará de ahora en adelante de organizar el harem.

—Pe-pero yo soy la primera mujer del sultán.— Habló la pelirroja.

—Lo sé.— Contestó Natsuko— Sin embargo, las tradiciones dicen que solo la sultana madre puede organizar el harem del sultán, si esta muere la primera mujer toma el lugar o la hermana.

Sora frunció el ceño ¡Eso no era justo!

—Mi señora, por favor, no le presente concubinas a mi sultán, dejeme ir yo, lo extraño.

Natsuko suspiró, entendía la reacción de la madre de su nieto, sin embargo, no podía dejarle pasar esto— Comprendo lo que sientes, pero estas son las tradiciones y ahora que eres madre del primer hijo del sultán vas a tener que adaptarte a ellas, ya no eres la única, él también tendrá derecho a tener concubinas y más hijos.

"Concubinas"

Ella podía ser la madre de su primogénito y ser sultana, pero aún era pare de su harem, podía darle muchos hijos más, había sido capaz de dejar todo por él, no sería justo que tuviera otra u otras más que ella.

"Más hijos"

Sora se mordió el labio inferior ante esto, se suponía que su hijo sería el único heredero del imperio Otomano, nadie más que él ¡Rayos! No quería que otra mujer también tuviera el título de sultana.

—Ahora puedes retirarte a tus apocentos, preparamos una habitación para mi nieto y tú.— Habló Natsuko.


Mimi observó atentamente como una joven mujer se movía de un lado a otro, llevaba unas ropas extrañas, delgadas y finas con ¿monedas colgando de ellas? Que hacia sonar por cada movimiento, aparte utilizaba unas pulseras gigantes y unos collares de piedras brillosas, coloridas, muy llamativas.

Hizo una mueca.

Se suponía que su primera clase era de danza, pero de la forma en que se estaba moviendo y en que se vestía y se movía parecía una ramera.

—Que horror.— Le susurró a su nueva amiga rubia— En mis tierras moverse de esa forma sería una deshonra terrible.

Airu alzó una ceja y volteo hacie ella— ¿A si?— Preguntó— Para nosotros aquí es normal, la danza que ella está ejecutando es tradicional de nuestro reino.

Otra tradición rara.

Pensó la Tachikawa.

En ese lugar sin duda alguna tenían tradiciones extravagantes y de libre libertinaje, prácticamente de locos, no le gustaba.

—Bueno señoritas, ustedes como integrantes del harem tendrán que aprender a bailar como recién vieron.— El señor Gennai llamó la atención de todas.

Las jovenes intercambiaron miradas y Mimi no pudo evitar sentirse mucho más enfadada de lo que ya estaba.

—¡Olvídenlo!— Gritó— Nunca aprenderé esta danza extraña.

—Nadie le está pregunta señorita.— Respondió Juri— Usted es ahora esclava del harem y tendrá que seguir todas las ordenes para complacer al sultán.

—Al diablo con su sultán.

—¡Perdón!— Gritó Gennai y se acercó a ella a pasó agigantados para tomarla fuertemente del codo— ¡El sultán es la autoridad máxima de este reino! ¡Debes respetarlo!

—Yo no soy parte de este reino, así que, no le debo ni un respeto luego de todo el mal que sus hombres me hicieron.— Respondió Mimi.

—¡Silencio jovencita!— Gritó el hombre— Deje de alegar, ya que, por más que lo haga nunca logrará escapar de aquí, esta es su realidad ahora y tendrá que aceptarla.

¡No!

No la aceptaría.

¡Jamás!

Antes muerta.


Yamato caminó por uno de los pasillos de su gran palacio en dirección al harem, Sora y su hijo habían llegado al lugar, quería verlos.

Se detuvo frente a una puerta custodiada por unos guardias, quienes al ver a Yamato hicieron una reverencia y procedieron a abrir la puerta, cuando esto ya estuvo hecho el rubio pudo distinguir la figuro de un niño de cuatro años parecido a él junto a una elegante mujer de cabello pelirrojo.

—Padre.— Kiriha sonrió al ver a Yamato.

—Hijo mío.— El sultán se acercó a él para abrazarlo.

—Padre.— Nuevamente habló el niño— Me alegra verte.

—Lo mismo digo.— Comentó el mayor.

—Está increíble este palacio.— Habló el pequeño.

—Ahora este será tu hogar, hijo.— Respondió Yamato.

Sora sonrió al ver a su amado, se acercó a él e hizo una reverencia— Sultan.

El Ishida alzó la mirada y observó a su esposa— Sora.

La Takenocuhi tomó su mano derecha y la besó— Es un gusto en verlo, mi amado.

—Lo mismo digo.— Respondió Yamato— Espero que el viaje haya estado bien.

—Lo estuvo.— Contestó Sora— Gracias por darnos la posibilidad de venir en su carruaje.

—No me agradezcas.— Habló el rubio mayor— Todo fue para que ustedes estuvieran bien.

—Padre, ahora podremos seguir con mis clases de escritura.— Kiriha tomó la palabra.

Yamato hizo una mueca y bajó su mirada hacia él— Creo que eso no será posible.— Antes de ser sultán tenía todo el tiempo del mundo para estar con su hijo, enseñarle a escribir, luchar y cosas del reino, sin embargo, ahora su hijo tendría que depender de sus maestros asignados— Ahora tengo otras responsabilidades, Ryo será quién te ayudará a perfeccionar tu escritura.

—¿Por qué?— Preguntó Kiriha— Pensé que te gustaba ser mi mentor, además de mi padre.

—Eso era antes de convertirme en sultán.— Respondió el mayor y acarició su cabello— Te quiero hijo, sin embargo, ahora tengo que cumplir con mis obligaciones ¿entiendes?

—Cuando tú seas sultán tendrás sus mismas obligaciones.— Comentó Sora— Y lo entenderás.

Kiriha hizo una mueca, quería estar más tiempo con su padre y también con su madre, ojalá con los dos, pero al parecer no sería posible, eso no le gustaba.

—Está bien, está bien.— Respondió un tanto molesto.

Yamato sonrió y luego volteo hacia la pelirroja— Espero que se sientan cómodos, yo ahora debo retirarme, pero les enviaré algunos presentes que tengo para ustedes.

—Muchas gracias mi sultán.— Sora hizo una reverencia.

—¿Tienes alguna duda o pregunta con respecto a este lugar?— Preguntó el rubio.

—Que bueno que pregunta, porque, la verdad es que sí.— Respondió la pelirroja—Escuché que Takeru está aquí.— Habló— ¿Es verdad?

Yamato hizo una mueca ante esto, ya suponía él que le preguntaría por su hermano— Si, es verdad.

La pelirroja no pudo evitar observar al rubio intrigado, se suponía que él debía tomar una decisión importante con respecto a su hermano, finalmente, solo podía quedar un hijo varón de Hiroaki y ese era el actual sultán, Yamato Ishida, que otro hijo estuviera ahí era un riesgo. No tenía algo en contra a Takeru, sin embargo, le daba miedo pensar en que la herencia de su hijo se viera perjudicada.

—¿Por qué preguntas?— Cuestionó el rubio.

Sora bajó la cabeza— Por nada en específico, simplemente me sorprendió, ya que por algunos lados se rumoreaba que usted iba a aplicar la ley fraticidio.

—¿Rumor?— Yamato no pudo evitar sentirse enfadado al escuchar esto— ¿Quién anda rumoreando eso?

—No alguien en específico, si no que todos en general.— Habló la pelirroja— Desde que ustedes ascendió al trono para todos es una gran duda saber qué ocurrirá con el príncipe.

El rubio frunció el ceño— Lo que pase o deje de ocurrir con Takeru es tema mío, no quiero que la gente de mi palacio ande hablando de esas cosas, así que, por favor, no lo comentes más ¿si?

Sora hizo una mueca, con esa respuesta le quedaba más que claro que Yamato en verdad no quería tocar el tema, no lo culpaba, era algo complicado y difícil, finalmente era su hermano. Aunque en comparación a con los demás enserio tenía mucho que pensar.


Mientras tanto en otra habitación del palacio.

Cierto chico de trece años, bastante apuesto de cabello rubio, ojos azules y piel trigueña que vestía unas elegantes ropas observaba por lal ventana reflejando en su rostro cierta melancolía.

Suspiró.

Soy Takeru Ishida, segundo hijo del sultán Hiroaki Ishida y su concubina favorita, Natsuko. A diferencia del nacimiento de mi hermano mayor, yo nací prácticamente sabiendo mi destino, ya que, por ser mucho más menor que él y mis otros medios hermanos no tenía muchas posibilidades de ascender al trono, y así fue, ya que, mi padre enfermó cuando yo tenía doce años, era muy joven para disputarme el trono como mis otros hermanos que se internaron en una feroz batalla que terminó dando vencedor a Yamato, quién al morir nuestro padre ascendió al trono como el siguiente sultán. Por las leyes Otomanas se suponía que él debía -o debe- matarme, pero, hasta la fecha no lo ha hecho, porque aunque no lo demuestre él tiene buen corazón y no ha querido todavía acabar con mi corta vida. Sin embargo, esto no quita que tema por ella.

¡Toc, toc!

La puerta sonó.

—Adelante.— El rubio exclamó y a los segundos la puerta fue abierta, Takeru volteo encontrandose con un chico de cabello azul, ojos safiros y piel pálida— Buenos dias su majestad.

—Buenos días Ken.— Respondió el rubio— ¿Qué ocurre? ¿Por qué vienes a mis apocentos? ¿ocurrió algo?

—Si.— Respondió el chico— Vine porque su majestad me pidió que le avisara sobre la llegada de la sultana Sora y el príncipe Thomas.

Takeru alzó una ceja sorprendido— ¿Mi sobrino está aquí?— Un tanto emocionado, hace varios meses no veía al hijo de su hermano.

—Si, él está aquí.

—Que bien.— Musitó Takeru y se dirigió hacia su armario para sacar un abrigo— Iré a saludar.

Ken asintió— También el sultán Yamato me pidió que luego usted fuera a la sala del trono luego de que termine su clase de leyes para hablar un tema importante.

—¿Tema importante?— Preguntó Takeru sorprendido mientras acomodaba su abrigo— ¿No te dije de qué?

—No me dio mucho detalle.

¡Rayos!

Pensó Takeru ante esto. Desde que su padre había muerto y sus hermanos habían comenzado con una guerra de supremacía entre ellos tenía miedo de que lo llamaran a la sala trono, finalmente, ir a ese lugar no siempre significaba algo bueno y la prueba estaba en que su padre, Hiroaki Ishida, citó a uno de sus seis hermanos a la sala del trono en donde lo esperaba con verdugos que acabaron con su vida.

—¿No será para matarme?

—¿Matarte?— Cuestionó Ken— ¿Por qué piensas eso?

—¿Acaso no es obvio?— Preguntó Takeru— ¿No fue así como mi padre mató a uno de mis hermanos?

El chico de cabello azulado hizo una mueca al recordar este detalle, habían veces que olvidaba lo que había ocurrido con el antiguo Sultán y sus hijos.

—Lo llamó a la sala del trono y después salió en un ataúd.— Habló nuevamente el rubio.

—Lo sé.—Respondió Ken— Pero, mi príncipe, su hermano ya ha dado a conocer su veredicto con respecto a usted.

Takeru se mordió el labio inferior ante esto.

En verdad era difícil pensar en que su Yamato no cumpliría la ley Otomana solo por amor a él. Se suponía que cuando un sultán ascendía al trono debía acabar con los demás hijos varones del sultán anterior (sus hermanos) para asegurar su propio poder en el trono.

Y siempre había sido así.

Desde miles y miles de generaciones anteriores esa ley se había cumplido. Mas, su hermano no lo había asesinado ¿por qué? Esa era una buena pregunta. Se suponía que todos los hermanos debían luchar, armar sus equipos de guerra (si es que el sultán no acababa con ellos antes) y luchaban por la supremacía. Sin embargo, él no había podido participar de aquella lucha, ya que aún era menor de edad no tenía tropas a su cargo y hasta la fecha aún no había participado en alguna batalla. Generalmente cuando esto ocurría venían y mataban a aquel heredero que no podía luchar, pero Yamato lo había protegido en todo momento por petición de su madre, Natsuko, quién no quería sufrir el dolor de perder a uno de sus hijos.

Todos sus hermanos habían perecido, a diferencia de Yamato quién había ascendido al trono y ahora era el sultán, no obstante no era el único hijo de Hiroaki que quedaba con vida.

Él también tenía sangre real.

Era un príncipe, pero ¿de qué le servía? Nunca lograría ser feliz.

—Si, Yamato dio ese veredicto.— Takeru suspiró y bajó la mirada— Pero...

—¿Pero?— Preguntó Ken.

El rubio se mordió el labio inferior, lo mejor sería no hablar más de eso, era difícil. Respiró profundo y alzó la mirada— Nada.— Respondió— Olvídalo.


Yamato caminó por uno de los pasillos en dirección a su habitación, estaba cansado, apenas era medio día y ya había tenido muchas emociones.

—Hijo.— Una voz llamó su atención.

El rubio se detuvo y al voltear se encontró con su madre—Sultana.

Natsuko sonrió y se acercó a él— Que bueno que te encuentro, te andaba buscando.

—¿A si?— Preguntó Yamato— ¿Por qué madre?

—Porque escuché unos rumores.

¿Rumores?

El rubio hizo una mueca al escuchar esa palabra ¿acaso era el día de los rumores?

—¿Es verdad que atacaron la zona Norte de nuestro reino?— Preguntó la mujer.

—Si.— Contestó el rubio— Nos atacaron, pero las tropas de Taichi lograron contraatacar.

—¿Identificaron a los atacantes?— Preguntó Natsuko.

—Era una tropa egipcia.

—¿Egipcia?— Cuestionó la mujer— ¿Podrían ser hombres de Joe Kido?

—Al parecer si.— Respondió Yamato.

—Que mal.— Musitó la mujer.

El rubio asintió— Si por eso mismo cité a Taichi junto a otros oficiales del ejercito para hablar de la próxima campaña de lucha.

—Es buena idea.— Habló Natsuko— No podemos permitir que abarquen más terreno.

—Lo sé.— Respondió el Ishida.

—Mucho menos ahora que recién estás en el trono debe encargarte de que todo esté estable.

Yamato suspiró, en verdad era una gran presión ser novato en el trono, siempre se había preparado para eso, pero nunca había tenido tantas responsabilidades -más allá que administrar una provincia- como ahora la tenía.

—Tu mujer e hijo llegaron.

—Si me dijeron, los acabé de ir a ver.— Habló Yamato.

—Que bien.— Musitó Natsuko— ¿Hablaste con Sora sobre el harem?

—¿Con Sora sobre el harem?— Cuestionó Yamato— ¿Por qué tendría que hablar con ella sobre eso?

—Porque al parecer todavía no tiene en claro que la administradora de tu harem soy yo.— Habló la mujer— Llegó y no le agradó mucho la idea.

El rubio hizo una mueca— Madre, todo lo que tiene que ver con la parte femenina de este palacio está bajo tu responsabilidad.— Ya tenía muchos otros temas de lo cuales prreocuparse, no tenía tiempo para perder en problemas femeninos.

—Lo sé, pero, no reaccionó bien cuando le comenté lo de esta noche.

—¿Esta noche?— Preguntó el chico sorprendido— ¿Qué hay esta noche?

Natsuko alzó una ceja— ¿Acaso olvidaste que hoy sería tu fiesta de coronación?

Sinceramente si.

Tenía muchas cosas en mente como para andar pensando en ese tipo de cosas.

—Si, lo había olvidado.— Admitió Yamato.

—No me sorprende.— Musitó Natsuko—Mande a preparar la mejor comida para ti, tengo la mejor música y también tenemos a unas nuevas mujeres en el ha...

—Madre.— Yamato la interrumpio— La verdad es que no estoy se ánimos para fiestas.

—¿Qué?— Preguntó lamujer sorprendida— ¿No? Pero, hijo tú siempre aceptas...

—Si, pero hoy no estoy de ánimos.— Respondió el rubio, la verdad era que la conversación con Sora no lo había dejado muy bien, ella le había comentado que se andaba hablando de su tema con Takeru y eso no era algo bueno, no quería parecer debil ante los demás, quería ser correcto y cumplir la ley, así como los otros sultanes, sin embargo, esta situación era difícil porque Takeru era su hermano menor y lo estimaba demasiado para acabar con él.

Además, a esto se le sumaba el hecho de que estaba lidiando con los problemas en el borde de exterior donde estaban atacando.

Suspiró.

No llevaba siendo mucho tiempo sultán y ya estaba cansado.

—Cambialo para mañana, por hoy estoy cansado.— Habló Yamato.

—Está bien.— Respondió Natsuko y movió levemente la cabeza— Comprendo la situación, hijo.


—Vamos señoritas.— Habló Juri— Apresuren el paso.

Mimi simplemente caminó como las demás jovenes en fila tras la castaña, se suponía que iban a tener su segunda clase del día de lectura y escritura. Eso en cualquier minuto hubiera sido algo interesante y emocionante, ya que nunca había tenido la oportunidad de aprender a leer debido a la situación socioeconómica de su familia, la cual era muy pobre. Pero en estos momentos, lejos de sus tierras, de su parenteral y sin sus padres ya nada tenía sentido.

Observó a su al rededor, necesitaba escapar de ahí fuera como fuera.

¡Un minuto!

Su mirada se detuvo en una escalera que se encontraba a unoos cuantos metros de ella, observó a su alrededor, no habían guardias, la única que las estaba guiando a su clase era Juri.

No lo dudó más, se detuvo y espero a que las chcias que estaban tras ella en la fila avanzaran dejandola atrás. Cuando se vio "lejos" no lo dudó y corrió en dirección a las escaleras y las comenzó a subir.

Llegó a una especie de jardín.

Mimi alzó una ceja sorprendida, no esperaba llegar a un lugar así. Era hermoso, sin duda. Tenía muchas flores, rosas, arbusto y un árbol, además había una gran fuente con agua que parecía cristalina.

Hizo una mueca al percatarse que había un muro grande rodeando este jardín.

¡No!

Pensó.

Tendría que buscar una forma de atravesarlo, pero ¿cómo?

Su mirada se fijó en el árbol que estaba a un costado de la pared ¿y si lo utilizaba como escalera?

¡Rayos!

Su vestido no sería de mucha ayuda para escalar. Pero era la única forma ¿no?

Bueno, si una vez había nadado con vestido para salvar a su primo que cayó a un lago, facilmente podría subir a un arbol con esto.

Rápidamente se acercó a él y comenzó a subir.

Mientras tanto con el sultán.

Yamato caminó por su palacio observando atentamente el lugar, la verdad es que andaba muy distraído, necesitaba pensar, apenas llevaba unos días como sultán y ya se sentía cansado, habían llegado mucho de los hombres de su padre haciendo reclamos, pidiendo cosas, exigien otras y habían logrado acabar con la poca paciencia que él tenía.

Dirigió su mirada hacia una de las puertas que daba hacia el jardín.

Hace mucho no iba ahí.

Pensó.

Ese lugar siempre se había caracterizado por ser un lugar iluminado, quizás cerrado, pero muy tranquilo y generalmente estaba vacío, porque era propiedad privda del sultán y si él no lo permitía nadie ingresaba ahí. No lo dudó y caminó en su dirección, le haría bien tomar aire fresco.

¡Pero!

Su posible tranquilidad se vio afectada cuando alzó su mirada hacia un árbol y distinguió ¡a una chica escalando!

¡Escalando!

Yamato alzó una ceja sorprendido.

¿Desde cuando una mujer subía un árbol?

—¡Hey!— La llamó— ¿Qué haces ahí?

¡Rayos!

Mimi se detuvo al escuchar esa voz, estaba tan cerca para llegar al borde del muro, pero ahora la habían descubierto, sin embargo, no se detendría, si lograba pasar el muro fácilmente podría correr lo más lejos de esa prisión. Volteo levemente su cabeza— No te importa.— Gritó sin más.

Yamato alzó una ceja ante aquella respuesta tan abrupta— No está bien que subas árboles, puedes caer.

—Eso es tema mío, no te entrometas.— Respondió la castaña.

Yamato hizo una mueca, él cuando era niño había escalado ese árbol y las cosas no habían salido bien porque sus ramas eran debiles. Si ella seguía avanzando corría el gran peligro de caer— Si fuera tú no seguiría subiendo.

—Nadie te preguntó.— Respondió Mimi mientras subía a otra rama.

—En verdad estás loca.

¿Loca?

Mimi volteo hacia atrás— No estoy loca.— Contestó— Locos están todos en este palacio.— Subió su pie derecho a otra rama— Y no quiero estar más aquí.— Declaró antes de voltear en dirección al árbol e impulsarse para subir, sin embargo, cuando hizo esto la rama se rompió provocando que todo su cuerpo cayera y tristemente su agarre no fue lo suficiente para evitar caer al vacío.

¡Rayos!

Pensó Yamato y extendió sus brazos para recibir a la castaña pero la velocidad de altura era mucho mayor a él provocando que tanto ella como él cayeran al suelo, quedando que sus rostros quedaran frente a frente.

¡Rayos!

Nuevamente pensó el rubio ante el golpe y se dispuso a abrir su ojos que por el impacto se habían cerrado, pero apenas hizo esto una mirada miel atrapó a la suya.

Mimi no pudo evitar sentir un revoltijo en su estómago ante la penetrante mirada azulada de aquel hombre.

¡Rayos!

Pensó.

De repente todo su cuerpo se tensó y sus manos comenzaron a temblar. No era para menos que Mimi se sientiera débil ante aquella situación, apenas había comido, su noche estuvo pésima, en cualquier minuto se iba a desmayar, pero sabía que esta reacción no era por no comer, si no por la mirada de aquel rubio.

Yamato literalmente se perdió en esos ojos color miel de la castaña, eran tan claros y brillosos, emanaban una inocencia en la mirada de aquella chica, las delicadas facciones de su rostro eran bellísimas y su cabello delicada daban ganas de acariciarlo. Aquella chica sin duda era hermosa, la belleza que emanaba era incomparable.


+Menciono que habrán algunos aspectos machistas por el hecho de que la historia se sitúa en aquel momento, sin embargo ser sultana te daba beneficios y muchas sultanas en ese tiempo lograron ser más poderosas que los propios sultanes, ya veremos si nuestras protagonistas femeninas toman poder.

+Primer aviso:

Antes que todo debo mencionar que esta historia decidí publicarla, porque ya no daba más de la emoción, pero todavía tengo que terminar una trilogía que estoy escribiendo.

Sin embargo con la sipnosis y este primer capítulo los introduzco a todo lo que es esta historia. Su contexto es imperio Otomano y un harem.

Tendremos Sorato vs Mimato, ustedes decidirán que pareja ganará, para aquello necesitaré la participación activa de todos, ya que cualquiera puede ganar.

+Otro dato:

Voy a utilizar a personas de Digimon pocos conocidos o pocos queridos para que hagan de Agas (guardias) y Kalfas (damas de honor) Ejemplo: Miyako, Juri, Airu de Digimon Xros Wars.

Ya que aquellos que son más conocidos, ejemplo: Rika Nonaka, Izumi Orimoto, Takuya Kanbara, Kouji Minamoto, Nene Amano, Taiki Kudou, entre otros también aparecerán, serán protagonistas más adelante en esta historia.