CAPÍTULO 5
«Asesinó a su esposa»
Helga soltó un suspiró que dejó su rastro en el cristal de la ventana.
¿Por qué sentía esa extraña necesidad de no creer en las palabras de su hermana?
El llamado en su puerta la hizo girar.
—¿Estás despierta, hermanita?
Era su cuñado.
—Sí. pasa.
Helga no se movió de su lugar, así que Doug se acercó y se sentó en la silla casi frente a ella.
—¿Cómo está Olga?
—Mejor, se ha quedado dormida ya —suspiró y se pasó la mano por el rostro —. Vine a hablar sobre lo que dijo tu hermana.
—¿Es verdad? Lo que dijo sobre...ese señor Shortman, ¿es cierto?
—Sí. No quería que lo supieras porque al ser nuestro vecino podrías asustarte y dejar de sentirte segura, aquí conmigo.
—¿Qué fue lo que pasó?
—Sólo sé lo que he escuchado aquí y allá. Todo ocurrió años antes de que nos mudáramos aquí. Se dice que la señora Shortman era una mujer hermosa, que venía del extranjero, Francia para ser precisos y ese hombre solamente la trajo aquí para incluirla en esa lúgubre y medio derruida mansión. Dicen que realmente fueron pocas las veces que asistió a eventos y muy poca la gente con quien se relacionó y entonces, de repente corrió la noticia de que ella había huido. Finalmente se escapó de él y ese hombre fue a buscarla. Lo siguiente que ocurrió fue que él regresó solo a su mansión y llevó a cabo un funeral para su esposa, pero sin un cuerpo ¡Pobrecita! Lo que le hizo fue tan espantoso que no pudieron estar allí sus restos mortales para mostrarles respeto.
—¡Pero no hay pruebas de que él lo haya hecho! —Helga se dio cuenta de que había hablado con mucha vehemencia y rápidamente cambió su actitud —Quiero decir, ¿hay pruebas de eso?
—Tuvo que haber, pero no importaron. No hubo una investigación porque Shortman es un hombre muy rico e influyente, pero sé que lo confrontaron y no lo negó, al contrario, dijo que él le había arrebatado la vida a su esposa… —suspiró —Ahora sabes que debes tener mucho cuidado y mantenerte alejada de él, ¿de acuerdo, hermanita?
Helga asintió, mientras pensaba en todas las veces que estuvo a solas con él e inevitablemente un escalofrío le recorrió el cuerpo.
«Pero nunca te hizo nada». Dijo su voz interna «Tal vez estaba 'tanteando el terreno', esperando el momento oportuno para hacerte daño». Dijo la voz de su razón.
Eso era lo más seguro, porque, aunque él no parecía ser la clase de persona capaz de hacer algo así, ella sabía de primera mano que las personas podían parecer 'normales' y por dentro cargar con su propio infierno, como ocurrió con su madre y su locura, y como tendría que ocurrirle a ella porque la misma locura que dormía en su interior...
La vio a la distancia, cabalgando ya bastante cerca de sus tierras. Habían pasado varios días desde que la vio por última vez.
Una sonrisa inesperada comenzó a parecer en los labios de Arnold, pero se esfumó de golpe al notar la expresión de ella al mirarlo...
...Era miedo...
Estaba tan acostumbrado a ver esa expresión en los demás, que sabía que no se equivocaba.
Ella le temía.
Ahora ella sabía lo que él era, eso estaba claro.
Helga no había ido en días por esos territorios, de hecho, ese día no se percató de que su caballo la llevaba en esa dirección, su mente estaba ocupada en el difícil pasado y su sombrío futuro, por eso realmente se impactó al verlo.
«Es un asesino»
De nuevo allí estaba la voz de su razón y el miedo apareció. No debía estar cerca de él, así que, hizo que su caballo diera media vuelta y se marchó rápidamente.
Arnold la imitó y regresó a su casa, después de todo tenía mucho trabajo que hacer.
—¿Señor, se encuentra bien? —preguntar ese tipo de cosas no era algo que George hiciera con regularidad, llevaba al servicio de otros prácticamente toda su vida, así que sabía bien cuál era su papel y cuáles eran sus deberes, y uno de ellos era no entrometerse en los asuntos personales de sus patrones, sin embargo, por tratarse del señor Shortman, al que apreciaba en verdad, se permitía hacer este tipo de excepciones. El señor llevaba distraído desde que había vuelto de su paseo esa mañana. No avanzaba en su trabajo y eso era muy raro en él, si algo lo caracterizaba era su dedicación y habilidad para los negocios. Esa fue, después de todo, la razón por la que no había quedado por completo aislado de la sociedad tras lo ocurrido con la joven señora, a pesar de que todos lo señalaban y hablaban a sus espaldas, no se atrevieron a cortar toda relación con él, sabía hacer dinero y eso bastaba para dejar de lado cualquier detalle escabroso de su vida.
—Sí, George. Sólo estoy cansado. Iré a dar un paseo.
—Bien, señor —se limitó a decir George, aunque estaba extrañado de que el saliera de nueva cuenta ese día.
Arnold salió de su oficina y también de la casa, sabía bien a donde quería dirigirse. Así que tomó el camino que lo llevaba a los terrenos detrás de la casa, al cementerio familiar.
Sus pasos no eran rápidos, después de todo no tenía prisa por llegar y tampoco tenía ánimos.
No podía olvidar el terror en sus ojos.
¿Por qué dejaba que eso le afectara tanto?
«Voy a confiar en usted»
Tenía que admitirlo, sus encuentros casuales llegaron a hacerlo sentir como si de nueva cuenta fuera alguien normal, sin un oscuro pasado y un gran pecado sobre los hombros y eso no había sido bueno, ahora se daba cuenta de eso.
Hasta ahora, solamente George y Rose habían continuado tratándolo con normalidad, los demás lo miraban con terror, acusatoriamente o ambas, incluso aquellos quienes toleraban su trato, aunque esos disimulaban porque esperaban obtener algo de él…
Y entonces había aparecido esta joven, quien lo había mirado con enojo, alegría, alivio, comprensión y comenzó a hacerlo querer más.
Sacudió enérgicamente la cabeza. No tenía derecho a eso, se dijo a sí mismo al tiempo que detenía sus pasos, había llegado a su destino.
No solía ir mucho a esa parte de su propiedad y se notaba en el descuido que sufrían las tumbas que guardaban los restos de sus seres queridos, pero él siempre estaba muy ocupado y mandar a George no era una opción, ya tenían suficiente con el trabajo dentro de aquella gran mansión, que, aunque tenía la mayoría de las habitaciones cerradas y en desuso, aun así, significaba mucho trabajo para aquel ya no tan joven hombre y su esposa en las mismas condiciones.
Arnold no tuvo que pensarlo mucho para ponerse él mismo a arrancar los hierbajos y limpiar un poco, por lo menos.
Se quitó el saco, arremangó su camisa y empezó el trabajo en el terreno alrededor de la tumba de sus abuelos. Ellos habían fallecido con muy poco tiempo de diferencia cuando él aún se encontraba en su etapa de adolescente, habían cuidado de él desde que era muy pequeño y dejarlos partir no fue fácil. Mientras hacía su trabajo no pudo evitar recordar algunas cosas vividas al lado de ellos, algunas locuras de su abuela y uno que otro consejo sin sentido de su abuelo.
Sonrió con tristeza... Los echaba mucho de menos...
Se limpió el sudor de la frente con el dorso del brazo y cerró y abrió las manos en un par de ocasiones para alejar un poco el dolor que estaba apareciendo en ellas, antes de seguir con la tumba de sus padres.
De ellos no tenía recuerdos propios, sólo los transmitidos por sus abuelos, y, sin embargo, eso había bastado para que ellos fueran parte importante de su vida, aunque estuvieran ausentes. Lo fueron tanto que siempre se imaginó tener un matrimonio como el de ellos y...
Miró renuente hacia la tumba más apartada, aquella que se había negado a mirar todo ese tiempo.
—Cecile...
Su cuerpo comenzaba a protestar por el trabajo y sus manos estaban llenas de pequeñas heridas que comenzaban a arder, aun así, se levantó, tambaleándose un poco al hacerlo porque sus piernas se habían acostumbrado a la posición en la que estuvieron por un buen tiempo. Dio unos pasos para llegar al lugar del que ahora no podía apartar la mirada, se detuvo cuando llegó frente a la sencilla lápida, permaneciendo de pie unos segundos, antes de dejarse caer de rodillas. Secó bruscamente de su rostro algo que no era sudor y sonrió sardónicamente.
¿Cómo es que un féretro vacío podía tener ese efecto en él?
Mientras se preguntaba eso, un rostro femenino lleno de miedo volvió a su mente y lo entendió.
No era aquella tumba sin ocupante la que lo ponía así, era el no poder deshacer lo que le había hecho a su esposa. Era el no poder borrar las consecuencias de sus actos.
Comenzó a arrancar la hierba con violencia.
¿Acaso jamás volvería a ser visto con normalidad? ¿Jamás iba a poder escapar de su pasado?
Se detuvo de golpe.
No tenía derecho siquiera a pensar en aquello.
Cecile ya no estaba... Y él era el responsable de eso y ahora debía vivir expiando sus culpas. Fue por eso que tomó la decisión de permanecer allí, aun cuando tuvo la oportunidad de irse lejos, a donde nadie supiera lo ocurrido, después de todo nadie se lo hubiera podido impedir. Hizo de aquella casa su prisión, por eso fue que mandó traer los restos de sus padres y abuelos, para verse atado a aquella casa restaurada especialmente para ella.
Así que a pesar de que resultara doloroso tenía que aceptar que no podía huir de su actual realidad porque, aunque lo hiciera, el pasado siempre estaría allí, para perseguirlo y jamás dejarlo tener paz.
Era la rutina de siempre, a la que ya estaban más que acostumbrados Olga y Doug, a pesar de que el carruaje que enviaban por ellos y el lugar donde se reunían no siempre eran los mismos, el resto no cambiaba.
A la entrada, mientras él entregaba sus pertenencias para que fueran guardadas, alguno de los presentes iba al encuentro de Olga para llevársela. Nunca sabían quién sería su acompañante ni cómo decidían sus turnos, aunque eso no importaba, él siempre permanecía en el salón con los demás, aprovechando para hacer negocios.
Esa era su rutina en esas reuniones.
—Sinceramente, LeSham. No comprendo cómo puedes quedarte aquí tan tranquilo, mientras tu esposa está...
—¡Calla, hombre! Nuestro buen amigo Doug hace lo que quiere y deja de meterle ideas en la cabeza, no vaya a ser que en una de esas decidan dejar de venir.
Todos a su alrededor comenzaron a hacer bulla, sobre lo terrible que eso sería, mientras Doug permanecía impasible.
Por supuesto que no iban a dejar de asistir a esas reuniones, había obtenido grandes beneficios en ellas...todo gracias a Olga y aunque fuera difícil de creer para el resto de los allí presentes, no le importaba lo que hacían con ella. Después de todo ella ya no era merecedora de esa atención por parte de él, no desde que la descubrió siéndole infiel. Era una impura ramera, igual a todas ¡Lamentaba tanto haberse equivocado con ella! En fin, al menos ahora le había encontrado una utilidad y además ahora la tenía a ella... Ella que era perfecta y con la que no podía haber equivocación y a la única a la que merecía la pena entregar su amor.
—¿Doug? ¿Sigues con nosotros?
—Sí —contestó, volvió a concentrar su atención en lo que ocurría a su alrededor, era indigno qué pensará en ella en un lugar como ese.
Olga se levantó de la cama, sin importarle mostrar al que había sido su acompañante de esa noche, su cuerpo aún desnudo y claro, a este no le molestaba el espectáculo.
Mientras se arreglaba sentada frente al tocador para volver a salir, ya cubierta por una bata de fina seda, su acompañante se acercó y tocó su hombro.
Ella lo miró con ojos fúricos.
—Lo siento, querida. Por un momento me olvidé que eso te molesta... —sonrió, buscando su perdón y regresó a sentarse a la cama. Encendió un puro y comenzó a fumarlo mientras la miraba arreglarse. Esa mujer era toda una belleza, una auténtica dama, claro fuera de la cama, porque dentro de ella era la mejor mujerzuela que le había tocado disfrutar —Perdóname por tocarte, pero es bastante difícil mantenerse alejado de ti —ella no lo miró, pero él la vio enojarse otra vez en su reflejo y río. Era tan peculiar como hermosa y no toleraba que la tocaran de manera lasciva una vez que abandonaba el lecho —. Tengo un regalo para ti, que espero me haga conseguir tu perdón — eso pareció ser suficiente para para atraer su atención y hacer que se girará a mirarlo.
—¿Un regalo? ¿Qué es? —el hombre le entregó una joya, que ella de inmediato revisó. No era una baratija, Doug estaría contento por eso. No agradeció el detalle y guardó la joya para continuar con su arreglo.
Su esposo no era un inútil, como muchos creían, era sólo que no había tenido suerte en los negocios. Esa era la razón por la cual al inicio de su matrimonio pasaron algunas penurias, pero eso se había terminado con el inicio de sus asistencias a esas reuniones, en las que mientras él hacía negocios, ella tenía que hacer un poco de convencimiento con los inversores, claro, a su manera.
—Espero que con eso al menos te acuerdes a veces un poco de mí ¡Está mísera alma que pronto regresará a una fría casa para quedarse solo! —el hombre suspiró dramáticamente.
—¿No has pensado en casarte nuevamente?
—¡Claro que sí! Después de casi dos años de haber enviudado de nuevo, claro que lo he hecho. Sólo necesito encontrar a la dama adecuada, ¿sabes de alguien, de casualidad?
Olga no necesitó pensarlo para responder.
—Sí, mi hermanita...
FIN CAPÍTULO 5
Pensaba en publicar después este capítulo porque es el último que tengo escrito, pero en agradecimiento a los que me han apoyado decidí publicarla ^^ Por otro lado, he tomado la difícil decisión de pausar este fic, es la segunda vez que lo público y por segunda vez veo que la trama no ha resultado atractiva, así que, por ahora me enfocaré en editar 'POR AMOR' para volverla a publicar, creo que es una historia que gustó más.
Reitero mi agradecimiento a SD Sandra D, serenitymoon20, Ale, Tenya13, darktastemakernightmare, fatimadamian y prometo terminar este fic en algún momento ^^
Hasta el próximo capítulo
